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Definición de Hipocresía

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Definición de Hipocresía 
El término hipocresía tiene raíces en el griego hypokrisía, que remite al desempeño 
de actuar, simular o pretender. En su origen estaba relacionado con el contexto del 
teatro; luego, a partir de su traducción latina, comenzó a utilizarse para señalar la 
simulación de lo que no se es, el fingimiento, o la práctica de dar una apariencia 
falsa. 
El concepto de hipocresía hace referencia a la deformación o el ocultamiento de lo 
que se piensa, que se manifiesta como una discrepancia entre aquello que un 
individuo dice y el modo en que ese mismo individuo obra. La hipocresía se 
diferencia de la mentira en tanto esta última tiene por objetivo el engaño, mientras 
que la primera, en cambio, se asocia a una “doble moral”, por la cual se busca aplicar 
a los demás criterios que no se aplican en la propia vida. A partir de ello, podemos 
decir que existe un estrecho vínculo entre la noción de la hipocresía y la falta de 
coherencia entre la palabra y el acto. 
 
La concepción de la hipocresía en la Psicología 
Desde el punto de vista de la Psicología, la hipocresía puede constituir un simple 
rasgo del carácter, o bien, abarcarlo en su totalidad, convirtiéndose en un trastorno. 
En el contexto social, existen circunstancias en las que un cierto grado de hipocresía 
parece aceptable; no obstante, lo que caracteriza a la hipocresía como un trastorno 
de la personalidad consiste en que no se limita al modo en que un individuo acciona 
en relación con un hecho aislado, sino que su conducta permanentemente contradice 
sus dichos. 
Ciertas corrientes explican la hipocresía como un mecanismo adaptativo del “Yo” 
frente a situaciones en las que éste es desafiado por el ambiente que lo rodea. En 
estos casos, la hipocresía constituye un modo de preservación del “Yo” ante las 
exigencias sociales. 
Desde la perspectiva de la técnica analítica, cuando la hipocresía se presenta como 
un trastorno profundo del carácter, resulta en un obstáculo importante para poder 
desarrollar el análisis, puesto que el paciente no logra manifestar en ningún caso su 
pensamiento. Desde este encuadre teórico, la sinceridad aparece como una 
condición de posibilidad fundamental de la práctica analítica. 
 
Hipocresía social y espacio público 
La filósofa Hannah Arendt (1906-1975) ha criticado a la hipocresía como uno de los 
peores vicios que amenazan a la integridad de la esfera política, desarrollada en el 
espacio público. En este sentido, señala que modificar las apariencias en función del 
interés particular en cada momento es profundamente perjudicial para la política, 
porque ésta se apoya, justamente, sobre el diálogo entre las voces múltiples y 
diversas de los actores en juego. La hipocresía vuelve instrumental la apariencia de 
los individuos ante los demás, de manera tal que impide conocer frente a quién nos 
encontramos, obstaculizando todo intercambio entre los sujetos. Así, la crítica de 
Arendt se dirige hacia la instrumentalización del espacio público en el que los sujetos 
aparecen sin mostrarse como quienes son realmente, lo cual resulta en una 
desvirtuación de la esfera política que acontece en él. 
 
Hipocresía colectiva, derecho y aplicación de la justicia 
Desde la perspectiva del sociólogo Pierre Bourdieu (1930-2002), la pretensión de 
universalidad de los juristas en la aplicación del derecho, en virtud de la cual se 
busca dar un fundamento a priori (deductivamente) a juicios que están 
fundamentados a posteriori (empíricamente), está asociada a la noción —producida 
por los propios juristas— de una piadosa hipocresía. De acuerdo con la lectura de 
Bourdieu, dicha piadosa hipocresía está a la base de la violencia simbólica, en el 
sentido de que hace aparecer los juicios como fundamentados en una autoridad 
trascendente, independientemente de los intereses concretos de quienes dictaminan 
esos juicios. 
La aplicación del derecho se presenta como desinteresada y ejercida por personas 
cuyo interés está exento de preocupaciones materiales; sin embargo, en la práctica, 
las luchas jurídicas y las luchas económicas resultan inseparables. Bourdieu afirma, 
luego, que los juristas actúan como guardianes de la hipocresía colectiva, a saber, 
del respeto por lo universal —en cuya fuerza se apoyan—, mientras, al mismo 
tiempo, sostienen indefectiblemente intereses particulares.

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