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2 Si este libro le ha interesado y desea que lo mantengamos informado de nuestras publicaciones, puede contactar con nosotros en comunicacion@editorialsirio.com o bien registrarse en nuestra página web www.editorialsirio.com Título original: How To Meditate Traducido del inglés por Rocío Moriones Alonso Diseño de portada: Editorial Sirio S.A. Composición ePub por Editorial Sirio S.A. © de la edición original 2013 Pema Chödrön © de la presente edición EDITORIAL SIRIO, S.A. www.editorialsirio.com E-Mail: sirio@editorialsirio.com I.S.B.N.: 978-84-7808-7082 «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra». 3 mailto:comunicacion@editorialsirio.com http://www.editorialsirio.com http://www.editorialsirio.com mailto:sirio@editorialsirio.com http://www.cedro.org Índice de contenido INTRODUCCIÓN 1.- Prepararse para la práctica y comprometerse ¿Por qué meditar? PRIMERA PARTE. LA TÉCNICA DE LA MEDITACIÓN 1.- Prepararse para la práctica y comprometerse 2.- Estabilizar la mente 3.- Los seis puntos de la postura El asiento Las manos El torso Los ojos El rostro Las piernas 4.- La respiración: la práctica de dejar fluir 5.- Actitud: volver siempre 6.- Amistad incondicional 7.- Tú eres tu propio maestro de meditación SEGUNDA PARTE. TRABAJAR CON LOS PENSAMIENTOS 8.- La mente mono 9.- Los tres niveles del pensamiento discursivo 10.- Utilizar los pensamientos como objeto de meditación 11.- Considera los dharmas como sueños TERCERA PARTE. TRABAJAR CON LAS EMOCIONES 12.- Intimar con nuestras emociones 13.- El espacio dentro de la emoción 14.- Las emociones como objeto de meditación 15.- Mancharse las manos 16.- Mantener la experiencia 17.- Respirar con la emoción 18.- Abandonar la historia y descubrir el sentimiento CUARTA PARTE. TRABAJAR CON LAS PERCEPCIONES SENSORIALES 19.- Las percepciones sensoriales El sonido como objeto de meditación La vista como objeto de meditación La sensación como objeto de meditación El gusto como objeto de meditación 20.- La interconexión de todas las percepciones QUINTA PARTE. ABRIR NUESTRO CORAZÓN PARA ABARCARLO TODO 21.- Abandonar la lucha 22.- Los siete placeres 23.- La soportable levedad del ser 24.- Las creencias 25.- Relajarse en ausencia de base 26.- Crear un grupo de practicantes 27.- Cultivar una sensación de fascinación 28.- El camino del Bodhisattva 4 INTRODUCCIÓN Vivir plenamente El principio del ahora es muy importante en el momento de realizar cualquier esfuerzo para establecer una sociedad iluminada. Puede que te preguntes cuál es la mejor manera de ayudar a la sociedad y cómo puedes saber que lo que estás haciendo es auténtico y positivo. La única respuesta es el ahora. La forma de relajarse o de relajar la mente en el ahora es mediante la práctica de la meditación. En la meditación empleas un enfoque imparcial. Dejas que las cosas sean tal como son, sin juzgarlas, y de ese modo tú mismo aprendes a ser. CHOGYAM TRUNGPA RINPOCHE 5 L 0 Vivir plenamente a mente es en verdad desenfrenada. La experiencia humana está llena de sucesos imprevisibles y paradojas, alegrías y tristezas, éxitos y fracasos. En el vasto terreno de nuestra existencia no podemos huir de ninguna de estas experiencias. En parte eso es lo que hace que la vida sea magnífica, pero también es la causa de que nuestras mentes nos tengan enloquecidos. Si a través de la meditación podemos ejercitarnos para ser más abiertos con el amplio abanico que nos brinda nuestra experiencia y para aceptarla más, si podemos ahondar en las dificultades de la vida y el discurrir de nuestra mente, estaremos más asentados y relajados en medio de lo que la vida nos ofrezca. Hay muchas formas de trabajar con la mente. Una de las más efectivas es a través de la meditación en postura sentada. Esta meditación nos abre a cada uno de los momentos –totalmente únicos y desconocidos– de nuestras vidas. Nuestro mundo mental es en apariencia predecible. Creemos que el hecho de pensar en todos los acontecimientos y tareas por hacer de nuestra vida nos proporcionará seguridad. Pero eso es una fantasía, y este mismo instante, libre de toda capa conceptual, es completamente único, totalmente desconocido. Nunca antes hemos experimentado este momento, y el siguiente ya no será igual a este en el que te encuentras ahora. La meditación nos enseña a relacionarnos con la vida directamente para que seamos capaces de experimentar realmente el momento presente. Si observamos el dharma–en otras palabras, las enseñanzas de Buda, la verdad de lo que es–, vemos que el objetivo de la práctica de la meditación es eliminar el sufrimiento. Quizás por ese motivo muchas personas se sienten atraídas hacia la meditación, porque generalmente no se sientan a meditar a no ser que haya algo que les esté preocupando. Sin embargo, las enseñanzas de Buda no tratan de eliminar únicamente los síntomas del sufrimiento, sino la causa, o la raíz, de ese sufrimiento. Buda dijo: «Solo enseño una cosa: el sufrimiento y el cese del sufrimiento». En este libro quiero hacer hincapié en que la raíz del sufrimiento es la mente: nuestra mente. Y lo mismo puede decirse de la raíz de la felicidad. El sabio Shantideva, en el Bodhicaryavatara, al hablar sobre el sufrimiento, ofreció una famosa analogía de cómo intentamos aliviarlo. Dijo que si caminas por la tierra y te hace daño en los pies, puede que quieras cubrir toda la tierra de pieles, para que no te vuelva a hacer daño. Pero 6 ¿dónde vamos a encontrar tanta cantidad de piel? Es mejor que simplemente te envuelvas los pies en un trozo de piel. De esa forma, será como si hubieras cubierto toda la tierra, y estarás protegido. En otras palabras, puedes intentar indefinidamente dejar de sufrir ocupándote de las circunstancias exteriores. Eso es lo que hacemos todos normalmente, el enfoque habitual: tratar de resolver el problema exterior una y otra vez. Sin embargo, Buda dijo algo bastante revolucionario, que por desgracia la mayoría de nosotros no nos creemos: si trabajas con tu mente, aliviarás todo el sufrimiento que parece provenir del mundo que te rodea. Cuando algo te está molestando –una persona que te fastidia, una situación que te irrita o un dolor físico que te incomoda–, debes trabajar con la mente, y eso se hace a través de la meditación. Trabajar con la propia mente es la única manera de empezar a ser felices y a sentirnos satisfechos con el mundo en el que vivimos. Hay que hacer una distinción importante sobre la palabra «sufrimiento». Cuando Buda dijo: «Solo enseño una cosa: el sufrimiento y el cese del sufrimiento», utilizó el término dukkha para referirse al sufrimiento. Dukkha es distinto que dolor. El dolor es una parte inevitable de la vida humana, como lo es el placer. El dolor y el placer se alternan, y son parte inherente de todo aquel que tiene un cuerpo y una mente, que vive y nace en este mundo. Buda no dijo: «Solo enseño una cosa: el dolor y el cese del dolor». Él aseguraba que el dolor existe. Es necesario crecer y madurar para aceptar el hecho de que en tu vida habrá dolor. No vas a alcanzar el punto en el que si un ser querido muere, no vayas a sentir pena o si te caes por un tramo de las escaleras, no te vayas a hacer ningún rasguño. A medida que envejezcas, te dolerá la espalda y puede que también las rodillas. Es inevitable. Incluso los meditadores más avanzados sufren cambios de humor. El tipo de energía que se mueve a través de las personas –las energías más densas u opresivas que denominamos depresión, miedo o ansiedad– discurre por todos los seres, al igual que cambia el tiempo cada día. Del mismo modo, nuestro tiempo atmosférico interior no hace más que variar, ya estemos completamente iluminados o no. Y la cuestión es cómo trabajar con ello. ¿Necesitamos identificarnoscon eso y dejarnos llevar por eso? Dukkha, qutambién se traduce como «insatisfacción» o «nunca satisfecho», se mantiene vivo al estar continuamente descontentos con la realidad de la condición humana, lo cual significa estar continuamente contrariados con el hecho de que lo agradable y lo desagradable son parte inherente de la existencia. Hay una fuerte tendencia por parte de todos los seres vivos a querer que las sensaciones positivas lo llenen todo. Cuando surge algún tipo de dolor –desagradable, incómodo, inseguro– , queremos escapar de él, queremos evitarlo. Por eso nos dirigimos a la meditación. ¿Por qué meditar? 7 No meditamos para estar cómodos. En otras palabras, no meditamos para sentirnos bien siempre, todo el tiempo. Me estoy imaginando que te sorprenderá leer esto, ya que mucha gente se dirige a la meditación simplemente para «sentirse bien». No obstante, te alegrará saber que el propósito de la meditación tampoco es sentirse mal. Más bien, la meditación nos ofrece la oportunidad de mantener una atención abierta y compasiva hacia todo lo que ocurre. El espacio meditativo es como el cielo abierto: amplísimo, lo suficientemente vasto para acomodar cualquier cosa que surja. En la meditación, nuestros pensamientos y emociones se pueden convertir en una especie de nubes que se detienen y luego pasan de largo. Lo bueno, lo cómodo y lo agradable, lo difícil y lo doloroso: todo esto viene y se va. De modo que la esencia de la meditación consiste en ejercitarse en algo que es bastante radical y que, sin duda, no constituye nuestro patrón habitual, es decir, estar con nosotros mismos pase lo que pase, sin poner etiquetas de bueno o malo, correcto o incorrecto, puro o impuro. Si la meditación consistiera solo en sentirse bien (y yo creo que en el fondo todos esperamos que esa sea su función), con frecuencia sentiríamos que lo debemos de estar haciendo mal porque, en ocasiones, puede ser una práctica muy difícil. Una experiencia muy común en el meditador, en un día típico, o en un retiro típico, es la de aburrimiento, intranquilidad, dolor de espalda y de rodillas, incluso «dolor de mente»: demasiadas experiencias de «no sentirse bien». No obstante, la meditación consiste en una apertura compasiva y en la habilidad de permanecer con uno mismo y con su propia situación a través de todo tipo de experiencias. En esta práctica estás abierto a todo lo que la vida te presenta. Consiste en tocar la tierra y volver a estar aquí mismo. A pesar de que hay algunos tipos de meditación cuyo objetivo es alcanzar estados especiales y, en cierto modo, trascender o elevarse más allá de las dificultades de la vida, el que he practicado yo y estoy enseñando aquí consiste en despertar completamente a nuestra vida, tal y como esta es, y abrir el corazón y la mente a las dificultades y alegrías que nos proporciona. Y los frutos de este tipo de meditación son ilimitados. A medida que meditamos, alimentamos cinco cualidades que empiezan a surgir a lo largo de los meses y años de práctica. Puede que te resulte útil reconectar con ellas cuando te preguntas a ti mismo: «¿Por qué estoy meditando?»La primera cualidad –que responde a la pregunta¿qué estamos haciendo cuando meditamos?– es la solidez: estamos cultivando y nutriendo una solidez con nosotros mismos. Una vez estaba hablando con una mujer sobre esto y me preguntó: «¿Esta solidez es algo así como lealtad? ¿A qué estamos siendo leales?». A través de la meditación desarrollamos una lealtad hacia nosotros mismos, que se traduce inmediatamente en lealtad a la propia experiencia vital. La solidez significa que cuando te sientas a meditar y te permites experimentar lo que está ocurriendo en ese momento –que puede que sea tu mente, que está yendo a mil kilómetros por hora; el cuerpo, que te pica; la cabeza, que te retumba; el corazón, lleno de miedo, o cualquier cosa que surja–, permaneces con la experiencia. Eso es todo. Tal vez a veces te sientas a meditar durante una hora y nada mejora. En ese caso, puede que 8 digas: «He tenido una mala sesión de meditación». No obstante, el simple deseo de sentarse ahí durante diez minutos o una hora –sin que importe el tiempo que estuvieras sentado–, es un gesto compasivo que te permite desarrollar lealtad o solidez contigo mismo. Tenemos tendencia a etiquetar o juzgar lo que está ocurriendo. La solidez, la lealtad a ti mismo, significa abandonar esas opiniones. De modo que, en cierta manera, parte de la solidez consiste en que, cuando notas que la mente te va a mil por hora y estás pensando en mil cosas, se produce ese momento natural sin ningún esfuerzo: permaneces con tu experiencia. En la meditación desarrollas esta nutriente capacidad de lealtad, solidez y perseverancia hacia ti mismo. Y a medida que aprendamos a desarrollarlas en la meditación, seremos más capaces de perseverar en todo tipo de situaciones fuera de ella. La segunda cualidad que generamos en la meditación, similar a la solidez, es la visión clara, a veces denominada conciencia clara. A través de la meditación adquirimos la habilidad de liberarnos cuando nos vemos a nosotros mismos atrapados en una situación, endurecidos ante determinadas circunstancias o personas, o cerrados a la vida. Comenzamos a ver el principio de una cadena neurótica de reacciones que limita nuestra habilidad para experimentar alegría o conectar con los demás. Pensarás que por el hecho de estar sentados en meditación, tan tranquilos y quietos, concentrándonos en la respiración, no vamos a notar demasiadas cosas. Pero en realidad ocurre lo contrario. Al desarrollar esa solidez, al aprender a estar en meditación, le abrimos paso a una claridad imparcial, que no juzga, que se limita a observar. Los pensamientos y las emociones llegan, y los podemos ver cada vez más claramente. En la meditación te vas acercando y entendiéndote cada vez más a ti mismo. Empiezas a ver con claridad, sin ningún análisis conceptual, porque con la práctica frecuente eres consciente de lo que siempre estás haciendo una y otra vez. Ves que no haces más que poner en tu mente el mismo programa de siempre. Puede que cambies de pareja o de jefe, pero los temas son bastante repetitivos. La meditación nos ayuda a vernos claramente a nosotros mismos y los patrones habituales que limitan nuestras vidas. Gracias a ella, empiezas a ver tus opiniones y tus juicios claramente. Te haces consciente de tus mecanismos de defensa. La meditación profundiza la comprensión que tienes de ti mismo. La tercera cualidad que cultivamos en la meditación es una a la que en realidad he estado aludiendo cuando he hablado tanto de la solidez como de la visión clara, y ocurre cuando nos permitimos a nosotros mismos sentarnos a meditar con nuestra angustia emocional. Creo que es realmente importante plantear esto como una cualidad separada que desarrollamos con la práctica, porque, con frecuencia, cuando experimentamos angustia emocional en la meditación (y es algo que te sucederá), sentimos que «lo estamos haciendo mal». De modo que la tercera cualidad es el cultivo gradual de la valentía (y aquí la palabra «gradual» es muy importante, ya que puede tratarse de un proceso lento). Con el tiempo te descubrirás a ti mismo desarrollando la valentía para 9 experimentar tu incomodidad emocional, además de las pruebas y los problemas que la vida te presenta. La meditación es un proceso transformador, más que un maquillaje mágico con el que tratamos obstinadamente de cambiar algo de nosotros mismos. Cuanto más la practicamos, más abiertos estamos y más valentía desarrollamos en nuestras vidas. En la meditación nunca sientes que «lo conseguiste» o que «has llegado», sino que te las relajado lo suficiente para experimentar lo que siempre estuvo en tu interior. A veces denomino a este proceso transformador «gracia», porque en esta valentía que logramos, en la que permitimos que sucedan toda una variedad de emociones, podemos sentirnos golpeados con momentos de visión que nunca habrías tenido por el mero hecho de intentar descubrir conceptualmentequé es lo que va mal en ti o en el mundo. Surgen por el mero hecho de sentarse a meditar, que es algo que requiere valentía, una valentía que aumenta con el tiempo. Al desarrollar esta valentía con frecuencia somos recompensados con un cambio en nuestra visión del mundo, por pequeño que sea. La meditación te permite ver algo completamente nuevo que nunca habías visto antes, entender algo que nunca habías entendido. A veces llamamos «bendiciones» a estos dones que se nos ofrecen. En la meditación aprendes a salir de ti mismo lo suficiente para que se manifieste tu propia sabiduría, porque ya no la estás reprimiendo. Cuando desarrollas la valentía de experimentar tu angustia emocional en su nivel más difícil y te limitas a sentarte con ella en la meditación, te das cuenta de todo el consuelo y la seguridad que obtienes de tu mundo mental. Porque, al llegar a este punto, cuando hay mucha emoción, empiezas realmente a entrar en contacto con el sentimiento, la energía subyacente, de tus emociones. Como vas a aprender en este libro, empiezas a abandonar todo lo posible las palabras y te limitas a permanecer sentado. Entonces te haces consciente de que, aunque te parezca incómodo, aunque quieras apartarte de ellas, te sientes obligado a continuar reviviendo el recuerdo de tus emociones. Puede que descubras que con frecuencia fantaseas sobre algo placentero. Y el secreto es que, en realidad, no queremos hacer nada de eso. Una parte de nosotros desea totalmente despertar y abrirse. El ser humano quiere sentirse más vivo y despertar a la vida, pero a su vez no se siente cómodo con la cualidad transitoria y cambiante de la energía de la realidad. Por decirlo de un modo sencillo, una gran parte de nosotros prefiere realmente la comodidad de nuestras fantasías y planes mentales, y por eso resulta tan difícil esta práctica. De manera que el hecho de experimentar nuestra angustia emocional y todas las cualidades que hasta el momento hemos desarrollado –solidez, visión clara, valentía– sacude nuestros patrones habituales. La meditación consiste en aflojar nuestro condicionamiento, el modo en que nos sostenemos a nosotros mismos, el modo en que perpetuamos nuestro sufrimiento. La cuarta cualidad que desarrollamos en la meditación es algo a lo que me he estado refiriendo todo el tiempo: la habilidad de despertar a nuestra vida, a cada momento, tal como es. Esa es la verdadera esencia de la meditación. Le prestamos atención a este preciso instante. Aprendemos a estar aquí. ¡Y ofrecemos mucha resistencia al hecho de estar aquí! Al principio, cuando empecé a practicar, pensaba que no servía para eso. 10 Tardé un tiempo en darme cuenta de que ofrecía mucha resistencia al hecho de estar aquí y ahora. Prestarle atención a este preciso instante no nos proporciona ningún tipo de certeza o de predicción. Sin embargo, cuando aprendemos a relajarnos en el momento presente, aprendemos a relajarnos en lo desconocido. La vida nunca es predecible. Puedes decir: «¡Me gusta la impredecibilidad!», pero solo hasta cierto punto, mientras sea más o menos divertida o aventurera. Tengo un montón de familiares que realizan actividades como puenting; de hecho, todos mis nietos, especialmente mis nietas. A veces, cuando pienso en ello, siento pavor. Pero todo el mundo, incluso mis familiares salvajes, descubre su límite. Y a veces, los más aventureros descubrimos nuestro límite en los lugares más extraños, como por ejemplo cuando no podemos conseguir una buena taza de café. Estamos deseando tirarnos bocabajo por un puente, pero nos enfadamos muchísimo si no podemos conseguir una buena taza de café. Este simple hecho puede ser para algunos, quizás para ti, el límite en el que pasas a un terreno incómodo e incierto. De modo que ese lugar en que descubrimos nuestro límite, en que aceptamos el momento presente y lo desconocido, para la persona que desea despertar y abrir su corazón y su mente, es un lugar muy poderoso. El momento presente es el fuego generador de nuestra meditación, lo que nos impulsa hacia la transformación. En otras palabras, el momento presente es la gasolina de nuestro viaje personal. La meditación nos ayuda a encontrar nuestro límite, a alzarte contra él y a deshacerte de él. El hecho de encontrarse con lo desconocido del momento te permite vivir tu vida, y abordar tus relaciones y compromisos de forma más plena. En eso consiste vivir plenamente. La meditación es revolucionaria porque no se trata de un lugar final de descanso: puedes permanecer mucho tiempo asentado en ella. Por eso continúo practicándola año tras año. Si al mirar atrás no tuviera la sensación de que se estuviera produciendo una transformación, si no reconociera que tengo la sensación de estar más asentada y de ser más sensible, sería bastante desalentador. Pero existe esa sensación. Y siempre hay algún otro reto, lo que nos hace seguir siendo humildes. La vida te baja de tu pedestal. Siempre podemos trabajar para encontrar lo desconocido desde un espacio más asentado y con un corazón más abierto. Nos ocurre a todos nosotros. Crees que ya lo tienes todo y que tu vida es estupenda, y de repente algo te zarandea y hace temblar tus cimientos. Por ejemplo, ahora estás empezando a leer un libro sobre cómo meditar escrito por una «monja budista». Sin embargo, debes saber que hay cosas que me hacen convertirme en una «niña mimada». Después de años de meditación, yo también tengo momentos en los que me cuesta estar en el momento presente. No hace mucho viajé sola con mi nieta, que entonces tenía seis años. Fue una experiencia vergonzosa porque no se estaba comportando demasiado bien. No hacía más que decir «no» a todo, y todo me salía mal con ese angelito al que adoro. De modo que le dije: «Muy bien, Alexandria, pero que esto quede solo entre tú y la abuela, ¿vale? No le vas a contar a nadie lo que ha pasado, ¿a que no? Te acuerdas de todas esas fotos que has visto de la abuela en la portada de los libros, ¿no? Bueno, pues no le cuentes nada de esto a ninguna persona que veas llevando un libro de esos». 11 Lo que ocurre es que resulta embarazoso que derrumben tu cubierta. Al meditar, sigue siendo tan embarazoso como antes, pero te alegra descubrir dónde sigues apegada, ya que te gustaría abandonar este mundo sin más sorpresas. No quieres encontrarte en tu lecho de muerte, cuando te pensabas que eras santa fulanita, y descubrir que la enfermera te saca de quicio y te provoca frustración e ira. No solo mueres enfadada con la enfermera, sino desilusionada de todo tu ser. De modo que si me preguntas por qué meditamos, te diré que lo hacemos para ser más flexibles y tolerantes con el momento presente. Puede que estés enfadada con la enfermera cuando te estés muriendo, y digas: «Bueno, así es la vida». Dejas que pase a través de ti y te sientes tranquilo. Y afortunadamente, puedes incluso morir riéndote. Tuviste suerte de que te tocara esa enfermera. Piensas: «¡Vaya, tiene gracia la cosa!». A las personas que eliminan nuestra cubierta las llamamos «gurús». La última cualidad relacionada con el hecho de por qué meditamos es lo que yo denomino «no tiene importancia». Es a lo que me refiero cuando digo «ser flexible» al momento presente. Sí, con la meditación puedes experimentar un enfoque profundo, o la extraordinaria sensación de la gracia, la bendición, una gran transformación o una valentía recién descubierta, pero entonces no tiene importancia. Estás en el lecho de muerte, y tienes a tu lado a esta enfermera que te está poniendo de los nervios... y te resulta divertido no tiene importancia. Esta fue una de las mayores enseñanzas de mi maestro, Chogyam Tungpa Rinpoche: no tiene importancia. Recuerdo que una vez acudí a él con lo que creía que era una gran experiencia de meditación. Estaba emocionada, y mientras se lo estaba contando, él tenía una mirada... Era una especie de mirada indescriptible, muy abierta. No la podías considerar ni compasiva, ni sentenciosa, ni nada de eso. Y mientras se lo iba contando, me tocó la mano y me dijo: «No tiene... importancia...».No estaba diciendo «malo» ni estaba diciendo «bueno». Estaba diciendo: «Esas cosas pasan, y pueden transformar tu vida, pero, al mismo tiempo, no les des tanta importancia porque eso te lleva a la arrogancia y al orgullo o a sentirte especial». El hecho de darles demasiada importancia a las dificultades te conduce a la pobreza y a una baja opinión de ti mismo, a la autodenigración. De modo que la meditación nos ayuda a cultivar esa sensación de no tiene importancia, no como una afirmación cínica, sino llena de humor y flexibilidad. Lo has visto todo, y eso te permite amarlo todo. 12 PRIMERA PARTE La técnica de la meditación Cuando te sientas recto pero relajado en postura de meditación, tu corazón está desnudo. Todo tu ser se halla expuesto, en primer lugar a ti mismo, pero también a los demás. De modo que, a través de la práctica de sentarte quieto y seguir tu respiración a medida que sale y se disuelve, estás conectando con tu corazón. CHOGYAM TRUNGPA RINPOCHE 13 P 1 Prepararse para la práctica y Comprometerse ara empezar a practicar la meditación se requieren muy pocas cosas. De hecho, lo único que necesitas es a ti mismo. A veces la gente piensa que tiene que apuntarse a un retiro o comprar un montón de artículos para poner en su habitación especial para la meditación. Sin embargo, puedes empezar en cualquier lugar y en cualquier momento del día. Simplemente empieza. Allí donde te encuentres. Puede que pienses que eres la persona más estresada de todo el planeta, puede que estés desesperadamente enamorado, puede que tengas seis hijos y un trabajo a tiempo completo, puede que estés atravesando una noche oscura o una depresión en tu vida... Estés donde estés, puedes empezar ahí. No necesitas cambiar nada para comenzar a practicar la meditación. Cuando decides convertirte en un practicante asiduo de la meditación, es una buena idea establecer previamente un horario. Los frutos que te proporciona son múltiples, y realmente empiezas a verlos y a sentirlos con la práctica. De modo que, en un inicio, y antes que nada, elige un horario que sea realista para ti, y después mantelo. Quizás a ti te venga mejor practicar por la mañana temprano, antes de desayunar y de prepararte para el trabajo. O tal vez por la noche, después de que tus hijos se han acostado. Decide cuándo vas a empezar un hábito de meditación y comprométete a llevarlo a cabo. A continuación, piensa qué duración tendrá tu práctica. ¿Durante cuánto tiempo te vas a sentar a meditar? Puede ser durante veinte minutos o dos horas, depende de ti. Pero prepárate para el éxito. Cuando te comprometes a realizar una práctica de meditación, no es bueno ponerte a ti mismo en una posición en la que puedas sentirte fácilmente derrotado. Para los meditadores principiantes, yo sugiero veinte minutos, y después de un mes o de varios meses de práctica, se pueden añadir otros veinte minutos. Si eres un meditador experimentado, o estás retomando la meditación, puedes comprometerte a una hora diaria. Puede que tengas una hora para dedicarla a la meditación, pero el hecho de sentarte más de veinte minutos te desanime. En ese caso, te sugiero que te sientes veinte minutos, y después vuelve a llenarte de energía y date un descanso durante diez minutos, caminando lentamente, o practicando yoga o estirándote. Este cambio de atención hacia algo orientado al cuerpo te puede ayudar a volver a sentarte otros veinte minutos. 14 El entorno ideal para la meditación es el más simple posible. Es simple porque no requiere ningún montaje especial. Como descubrirás, la meditación consiste en permitir que entre el mundo en ti, en despertar a tu vida, ¡de modo que puedas meditar incluso en un autobús! Sin embargo, para crear una práctica asidua, busca en tu casa un lugar que sientas sagrado y relajante. Puedes crear un pequeño altar en el que coloques objetos que consideres que te ayudan a tu práctica. Quizás quieras poner en el altar la foto de un maestro con el que conectes, o una vela. A continuación, piensa en tu «asiento» de meditación. Tal como verás en el capítulo dedicado a la postura, debes sentarte de tal modo que te permita estar elevado; y eso puede conseguirse con un cojín o una silla. Algunas personas utilizan lo que se llama gomden, un asiento cuadrado y duro que te alza de tal modo que las rodillas quedan por debajo del sacro. También puedes emplear un zafu, un cojín circular que es un poco más suave y más bajo. Busca el cojín o el asiento que te venga mejor. Si tienes dolor de espalda o te duelen mucho las rodillas, puedes sentarte en una silla. Por último, busca algo con lo que cronometrar el tiempo. Puede ser un reloj de pulsera, un despertador o cualquier cosa que te avise cuando haya llegado el momento de terminar. En las salas de meditación y en los retiros, con frecuencia se utiliza un gong –o una campana–, que tiene un sonido realmente maravilloso y apacible. Puede que practiques solo o que decidas hacerlo con otra persona o con un grupo. Si eres un meditador principiante, recomiendo practicar con otra persona, o con más, porque esto te proporcionará mucho apoyo. Verás que si lo haces solo, te resultará mucho más difícil mantener el programa establecido. Habitualmente, la forma consagrada de meditar es la práctica solitaria, y en ese caso, mantener el compromiso y la devoción a un programa establecido puede ser más complicado, pero yo creo que con el paso del tiempo se vuelve más fácil. Un estudiante universitario que acudió a mí en una ocasión para que le enseñara a meditar me dijo que sentía mucha ansiedad. También sufría trastorno por déficit de atención con hiperactividad. Este joven estudiante deseaba librarse de la sensación de estrés en su vida. Además, estaba preocupado por cómo iba a integrar la meditación en su ajetreada vida, con todos sus estudios y obligaciones. Yo le aconsejé que practicara diez minutos al día por la mañana, antes incluso de levantarse. Le indiqué que se sentara en la cama o a un lado de esta, con las piernas cruzadas, o extendidas, lo que le resultara más cómodo. Al cabo de una semana volvió y me dijo que le había sido muy útil. Me contó que un día se había despertado realmente pronto, hacia las dos y media de la madrugada, con un ataque de pánico por todo lo que tenía que hacer. Su instinto era saltar de la cama y comenzar a trabajar en todas las tareas que tenía por delante. Pero recordó que se había comprometido a meditar diez minutos, así que se sentó y comenzó a meditar. Me dijo que en esa experiencia todo se ralentizó en cierto sentido, y fue capaz de contemplar su mente salvaje e intensa y su enérgico cuerpo. Al estar presente consigo mismo durante esos diez minutos, tuvo la claridad mental suficiente para ver cómo trabajar de forma concienzuda en su lista de tareas, y qué era lo que necesitaba hacer y en qué orden. La meditación le permitió asentarse y organizar lo que tenía que hacer con 15 claridad. Se dio cuenta de que no era preciso ocuparse de muchas de esas obligaciones ese día en concreto, y esa tranquilidad le permitió volver a dormir y sentirse mucho más fresco cuando se despertó de nuevo a otra hora más razonable. De modo que quizás solo puedas comprometerte a meditar diez minutos. Aunque pueda parecer muy escaso, ese tiempo puede ayudarte a volver a tus sentidos o a ralentizarte lo suficiente para que tu inteligencia natural, o lo que yo denomino, la bondad básica –esa parte de ti que sabe cuál es la acción correcta que hay que hacer en cada momento–, haga click. En este libro estamos practicando lo que se denomina shamatha. Shamatha es un término sánscrito que significa «calma duradera». Es la práctica de estabilizar la mente, entrenarla para que esté presente, asentarla en el aquí y el ahora, donde despertamos al mundo, tal como es. En los siguientes capítulos, aprenderás todo lo que necesitas saber para iniciar tu práctica: cómo asentarte en tu espacio de meditación y comenzar tu práctica, cómo sentarte y colocar el cuerpo, cómo trabajar con la respiración y cómo trabajarcon la mente salvaje. Como bien sabes, ¡una mente serena no es algo muy habitual! No obstante, cuando tienes un objeto de meditación al que no haces más que volver –y en este libro te enseño a que empieces con la respiración–, estás domando y calmando tu mente, y cambiando los patrones habituales en los que eres completamente dominado por tus pensamientos y emociones. Llevar la mente al objeto es realmente el eje de la práctica de shamatha. 16 C 2 Estabilizar la mente uando te sientas a meditar, lo primero que haces es asentarte. Asentarte significa que entras en la habitación en la que vas a meditar y te permites ser tal como eres. Te haces un repaso a ti mismo. Tienes la sensación de estar aquí y de saber qué equipaje has traído. Puede que un día estuvieras muy tranquilo en el desayuno, quizás contemplando el océano, o los árboles al otro lado de la ventana, y llegaras a la meditación bastante asentado y tranquilo. En otras ocasiones puede que te sintieras acelerado –engulliste el desayuno y bajaste corriendo las escaleras– y llegaste sin aliento. Tal vez ocurrió algo después del desayuno o de la cena anterior que te ha tenido preocupado y nervioso, y estás completamente agitado. Quizás estás realmente cansado, de modo que casi no sientes que estás aquí. Puede que te sientas desanimado o como si te estuvieras apagando. De modo que el primer paso consiste en asentarte y hacer un repaso de ti mismo. Hay algo que sí se puede decir con seguridad, y es que siempre que sacas tiempo para practicar y sentarte, traes algo contigo: traes los pensamientos y las alegrías del día, tus decepciones y tus preocupaciones. No se trata solo de plantarse ahí, poner el reloj y bloquear todo lo que has llevado contigo. Por tanto, primero siente dónde estás. Hazte las siguientes preguntas: «¿Qué siento físicamente? ¿Cómo me siento de ánimo? ¿Cómo tengo la mente?». La cuestión es que no hay una buena forma y otra mala de ponerse a meditar. Puede que sea preferible mostrarse tranquilo y espacioso, pero en realidad la meditación consiste en estar despierto y presente pase lo que pase. No puedes calificar tu meditación como buena o mala. Lo único con lo que puedes medirla es con la pregunta: «¿Estaba presente o no?». E incluso el hecho de decirte a ti mismo que no estabas presente es el resultado de haber meditado y de haber reconocido eso. Hay en ti una cierta sensación de conciencia de lo que está ocurriendo. **** Ejercicio: entrar en contacto con el momento presente 17 Al inicio de una meditación puede resultar útil hacer un repaso a tu mente antes de empezar. Ver dónde estás en ese preciso instante. Para descubrirte a ti mismo en el momento presente, puedes hacerte una serie de preguntas, a fin de ayudarte a entrar en contacto con tu mente, a ser consciente de lo que está sucediendo en este preciso instante. La primera pregunta es: ¿qué sientes? ¿Puedes entrar en contacto con lo que estás sintiendo? Tal vez sea tu estado de ánimo o tu cuerpo físico, o solo una especie de somnolencia, de paz, de nerviosismo o de dolor físico. ¿Eres capaz de entrar en contacto con eso de forma no verbal, solo con una sensación de lo que estás sintiendo? Para afinar esta pregunta un poco más: ¿hay emociones? ¿Puedes estar presente en ellas? ¿Puedes entrar en contacto con ellas? No estoy hablando de tener que nombrar algo o de seguir la historia, ni nada de eso. Únicamente de estar presente en lo que estás sintiendo en este preciso instante. ¿Estás experimentando en este momento alguna sensación física? ¿Dolor, tensión, relajación...? ¿Y tus pensamientos? ¿Qué tipo de pensamientos tienes en este momento? ¿Está tu mente muy ocupada? ¿O quizás bastante adormilada? ¿Está sorprendentemente tranquila? ¿Son tus pensamientos acelerados, pacíficos, apagados, obsesivos o tranquilos? Si te preguntara ahora mismo: «¿Cómo está tu mente en este momento: tranquila, salvaje o adormilada?», ¿qué me responderías? Por fortuna estas preguntas te ayudan a conectar profundamente contigo mismo. Te aconsejo que empieces la meditación con ellas. Con la práctica, verás que no necesitas hacer toda la lista de preguntas para traerte a ti mismo al momento presente. Será algo más automático. Tu intención es tan solo localizar y estabilizar tu mente cuando te dispones a practicar la meditación. Ejercicio: escanear el cuerpo Otra forma que a mí me parece útil para hacerme un repaso a mí misma –y llevarme al momento presente antes de empezar una sesión de meditación– es realizar un escáner corporal. Puedes empezar poniéndote de pie e inspirando profundamente y luego espirando. Es posible hacer un escáner corporal completo muy rápidamente. La idea es llevar la mente a cada parte del cuerpo para que tengas la sensación de lo que esa parte siente en ese preciso instante. Por ejemplo, puedes prestarles atención a las plantas de los pies y notar qué es lo que sientes ahí. Quizás estén adormiladas o, por el contrario, despiertas y cosquilleantes. A medida que hagas el ejercicio probablemente haya partes de tu cuerpo que no seas capaz de sentir. Si notas dolor, no te preocupes, permítete sentirlo, pero sigue poniendo toda tu conciencia en cada parte del cuerpo. Este es un ejercicio de atención plena, de atención al cuerpo físico. De modo que empieza permaneciendo de pie un minuto. Puedes tener los ojos abiertos o cerrados. Simplemente lleva la mente, tu luz, una suave atención, a cada una 18 de las partes del cuerpo. A mí me gusta estar diez segundos en silencio en cada una de las partes. Las plantas de los pies. La zona de detrás de los tobillos. La pantorrilla. La parte trasera de las rodillas. La parte trasera de los muslos. Las nalgas. La parte baja de la espalda. La parte media de la espalda. La parte alta de la espalda y los hombros. Los brazos. Las axilas. La parte trasera del brazo. Los codos. La parte trasera del antebrazo. La palma de las manos. La parte trasera de los dedos. La punta de los dedos. La parte delantera de la mano. La parte frontal del antebrazo. La parte frontal del brazo. Los hombros. La garganta. El área trasera de la cabeza. La parte de detrás de las orejas. La coronilla. La frente. Los ojos. La nariz. Las mejillas. La boca. Los labios. La lengua. Los dientes. La barbilla. La garganta. El pecho. El plexo solar. El estómago. Los genitales. La parte delantera de los muslos. Las rodillas. La parte delantera de las pantorrillas. El empeine. La punta de los dedos de los pies. Una vez que hayas hecho todo esto, observa si tienes cierta sensación de todo el cuerpo, de pie, relajado, o quizás no tan relajado, pero de pie en el momento presente. 19 Y 3 Los seis puntos de la postura a has estabilizado la mente lo mejor que has podido. Te has obligado a prestar atención al momento presente. Estás prácticamente preparado para empezar la práctica formal de la meditación. Pero antes de comenzar, ¿cómo te tienes que sentar? En la meditación, siempre, independientemente de la tradición que te enseñen, se hace mucho hincapié en el hecho de tener una postura correcta, de modo que no estés doblado y la energía se pueda mover libremente por todo el cuerpo. Prestarle atención a una postura relajada pero firme también conduce a la comodidad. Y a mí me han enseñado a hacerlo manteniendo el corazón abierto y la espalda firme. En realidad supone un gesto de gran valentía sentarse recto cuando te sientes alicaído y cerrado. El hecho de sentarte con la parte frontal abierta puede ayudar realmente a que tu mente y tu corazón se abran. De modo que entre la cabeza y el torso –la parte que va del cuello a la cadera– hay una especie de línea recta que desciende desde la parte superior de la cabeza a través del cuerpo. Cada vez que sientas que te desmoronas, vuelve a ponerte recto. Abre tu corazón. Una buena postura para meditar de modo que podamos estar relajados y asentados en nuestro cuerpo implica prestar atención a seis puntos. El asiento Para empezar, debes tener una base estable, a la que a veces llamo un fondo plano. La gente sesienta sobre cosas diversas. Hay personas que lo hacen directamente sobre el suelo, otras sobre gomdens, otras sobre zafus y algunas en sillas. Cada uno necesita encontrar su manera de hallar la sensación de estar bien equilibrado. Una buena base. Las manos Las manos, en términos generales, están colocadas en el mudra de descansar la mente, que implica dejarlas reposar sobre los muslos con las palmas hacia abajo. Si se sitúan demasiado atrás en los muslos, se te desalinea el cuerpo, lo cual puede aumentar 20 la tensión y el dolor. Lo mismo sucede si están demasiado hacia delante. Tienes que descubrir el punto que te resulte cómodo a ti, en el que te sientas bien alineado, de modo que el torso esté recto y cómodo y tú no te inclines ni hacia delante ni hacia atrás. Si sientes que te estás durmiendo, otra postura para las manos puede ser el mudra zen, en el que se coloca una palma sobre la otra, de forma ovalada, con los dedos gordos casi tocándose, pero sin llegar a hacerlo, y sin dejar que las palmas reposen en tu regazo sino que estén un poco más elevadas. Este mudra es realmente útil si estás distraído o cansado, ya que necesitas ser un poco más consciente para mantener las manos elevadas y evitar que los dedos gordos se toquen. El mudra zen te mantiene más alerta. Observa qué posición de manos es mejor para ti: puedes usar el mudra zen para despertarte o tal vez prefieras el mudra de descansar la mente. El torso Al hablar del torso, hay que tener presente lo máximo posible la relajación. Permanecer recto, pero relajado. A mí me enseñaron a visualizar una línea recta desde la coronilla hasta el cojín. Si tenía la sensación de que esa línea se estaba inclinando hacia delante, o se estaba doblando o torciendo, me recordaba a mí misma que debía ponerme recta otra vez. Con frecuencia me decían que me imaginara un hilo invisible en la coronilla que me iba levantando. Y hacerlo es bastante útil, porque puede producir en el cuerpo una sensación de ligereza, de relajación. Sin embargo, hay que tener cuidado para que no se levanten los hombros. Sé consciente de ellos. A veces puedes levantarlos a propósito y volver a bajarlos –este es un viejo truco de yoga–, y eso te puede ayudar a relajar los hombros, una zona del cuerpo que solemos tensar. La postura del torso es una expresión de estar despierto y atento. De modo que la parte frontal de tu cuerpo debe permanecer abierta y la espalda firme. El cuerpo debe estar lo más relajado posible. Así que en este momento, cuando te estás asentando, si sientes que se te levantan los hombros y se tensan, intenta bajarlos. Relájate. Si te inclinas de modo que la zona del corazón y del estómago está como desplomada, levanta el cuerpo hasta que tengas la sensación de estar derecho y con tu energía en equilibrio con la relajación. Y una vez más, mantén el corazón abierto. Cuando nos cansamos tendemos a encorvarnos y a cerrar la parte frontal del cuerpo, la zona del corazón, ya estemos meditando o simplemente sentados en la mesa de trabajo o comiendo. Con frecuencia, al abrir esta parte frontal sentimos una sensación de elevación. Esta posición permite que la corriente de los estados de ánimo y los sentimientos fluya a través del cuerpo con mayor facilidad. Y si esta corriente fluye a través de ti con facilidad, si tu postura está derecha, tu mente se podrá asentar con mayor facilidad. Los ojos 21 Con frecuencia veo que los meditadores practican con los ojos cerrados, pero yo te aconsejo que los mantengas abiertos, aunque estés acostumbrado a hacerlo con los ojos cerrados. Abre los ojos porque eso te conduce a la idea de estar despierto. No meditamos con la esperanza de profundizar en el sueño, por decirlo de algún modo. No estamos interiorizando. Este no es un tipo de meditación trascendental en el que intentes sumergirte en estados especiales de conciencia. Más bien, meditamos para estar completamente abiertos a la vida y a todas las cualidades de esta o de todo aquello a lo que nos enfrentemos. Estamos entrenándonos en una especie de equilibrio o ecuanimidad suprema, que no está basada en la facultad exterior de permanecer quieto, sino en la capacidad de la mente de ser flexible y estar abierta. Estamos cultivando la habilidad de estar presentes en cualquier cosa que surja en el exterior y en el interior, ya sean emociones agitadas o circunstancias externas difíciles. Hay muchas tradiciones de meditación que promueven el hecho de cerrar los ojos, pero el enfoque con los ojos cerrados no suscita esa sensación de presencia en el momento que estamos buscando. Cerrar los ojos es una práctica que viene de la tradición budista del sur –la tradición theravada– y su intención es lograr una sensación de meditación más interiorizada. En algunas de las tradiciones que enseñan a meditar con los ojos cerrados, como las hinduistas, lo que se cultiva es una especie de estado de dicha, de elevación. El budismo tibetano, en particular, consiste en estar despierto a cualquier cosa que surja. Mantener los ojos abiertos nos conduce al reconocimiento de que todo momento y todo lugar son sagrados, una oportunidad de despertar a tu vida. Con los ojos abiertos, permaneces suavemente alerta a todo lo que ocurre, en lugar de retirarte, que es lo que sucede cuando los cierras. Abrir los ojos es muy importante para generar esta inclusión de todo, en que aprendemos a estar asentados en nuestras vidas sin importar las tormentas o alegrías que nos traigan. El hecho de mantener los ojos abiertos demuestra esta permanencia con el presente. Es un gesto de apertura. Incluimos todo lo que pueda ocurrir durante nuestra sesión de meditación, pero sin estar mirando por toda la habitación y sin permitirnos estar distraídos. Con frecuencia, durante la práctica de grupo, tendrás gente sentada a tu lado, o frente a ti, y puede que haya movimiento. Hay señales visuales de todos los tipos en la habitación, y nuestra meditación está diseñada para conducirnos a ser capaces de acomodar todo lo que pueda ocurrir en lugar de crear una situación que esté totalmente libre de cualquier obstáculo. Nos estamos abriendo a trabajar con los obstáculos de nuestro camino, y no a intentar estar libre de esos obstáculos. Te sugiero que dirijas la vista hacia abajo, en un punto situado a unos dos metros por delante de ti. Si tu mente es muy alocada y quieres encontrar más estabilidad, trata de conducir la mirada algo más cerca. Sin embargo, nunca debes inclinar la cabeza, que siempre mirará de frente. Mueve únicamente los ojos. Puedes experimentar con diferentes ángulos, dirigir la mirada a un punto cercano o lejano, bajo o elevado. Cuando uses una mirada más elevada, verás colores y movimiento, y serás consciente intencionalmente de la luz de la habitación. Puedes tratar de mantener un foco suave y corto en todo lo que te rodea. 22 El rostro Mantén la boca ligeramente abierta, no abierta de par en par, solo lo suficiente para que pueda pasar el aire a través de ella, de tal modo que otra persona prácticamente no note que la tienes abierta. Es bastante útil, porque hace que relajes la mandíbula, la cara y el cuello, y de ese modo también relajas los hombros. Con frecuencia notarás si estás tenso y cuándo lo estás porque puede que aprietes las mandíbulas. Si ocurre eso, limítate a ser consciente de ello y abre un poco los labios, de modo que casi no sea visible. A veces digo esto y cuando echo un vistazo por la sala, veo un montón de bocas abiertas: ¡parece un acuario lleno de peces! No se trata de eso. Hacemos bastante hincapié en la idea de tratar de minimizar la sensación de lucha. En la meditación pasamos por un montón de experiencias, incluida la incomodidad física y mental, porque todo surge, de forma que hacemos hincapié en no luchar. Por lo tanto, si te está doliendo algo, puedes hacer ligeros cambios para intentar estar cómodo. Date cuenta de si tienes tensión en algún músculo de la cara o de la boca. A continuación, deja que desaparezca esa tensión. Las piernas Tienes que cruzar las piernascómodamente delante de ti. Hay personas que necesitan elevar el asiento. Otras se pueden sentar completamente en el suelo plano. En todo caso, las rodillas no deben estar más altas que la cadera, porque eso te causaría mucho dolor. Si la posición de piernas cruzadas te resulta dolorosa –o si intensifica alguna molestia que sufras–, te sugiero que uses una silla. Puedes seguir practicando los otros cinco puntos de la postura. Siéntate en la silla con la columna recta, con el corazón abierto, las palmas de las manos sobre las piernas, y la cara, la boca y la vista relajadas. **** En cualquier momento de la sesión de meditación siempre puedes, como solía decir Trungpa Rinpoche, «echar la mirada atrás a la sensación de ser». Si te descubres a ti mismo distraído o si sientes que está aumentando la tensión, puedes volver a la conciencia del cuerpo, a los seis puntos de la postura. Primero, ten presente el asiento: ya sabes que ha de ser estable. No te estás moviendo hacia delante o hacia atrás. Has descubierto una buena base para mantener una postura recta. Después fíjate en las manos, relajadas sobre los muslos. A continuación, el torso, con la espalda derecha y el corazón abierto, permitiendo que la energía se mueva libremente por el cuerpo. Después la cara: ¿tienes la boca ligeramente abierta y los músculos faciales relajados? Para terminar, las piernas cruzadas delante de ti: ¿puedes conseguir que no haya tensión en ellas? 23 Si durante la meditación en algún momento descubres que estás luchando físicamente, no te muevas de inmediato. Permanece en esa postura un poco más, y después muévete lentamente a una postura más relajada, mientras continúas la meditación. Relájate. Es muy importante no tensarse más, estar lo más relajado y cómodo posibles. Y en cada uno de estos «puntos» debes experimentar una sensación de relajación, de apertura, de dignidad, una expresión de estar abierto y seguro. 24 L 4 La respiración: La práctica de dejar fluir a respiración nos enseña a dejar fluir. Le proporciona suavidad a nuestra práctica, y a través de ella somos capaces de relajarnos y serenarnos. Concéntrate en ella, solo durante unos momentos, y observa si te ayuda a relajarte. Limítate a notar la sensación que te produce el aire que entra y sale. Las instrucciones para la práctica de la meditación en postura sentada son muy sencillas: entras en la habitación de meditar, pones el reloj, estabilizas la mente todo lo posible, adoptas la postura adecuada y llevas la mente con suavidad a la respiración. Yo enseño a mis alumnos a comenzar con la respiración como objeto al que volver. La respiración se usa como objeto básico de la meditación por muchas razones; una de las más importantes es que se trata de algo pasajero. Siempre está cambiando, fluyendo; nunca es estable. De este modo, más que concentrándote en algo estás sintiendo algo. Y también estás desarrollando la mente, entrenándola, para que sea capaz de estar presente en la fugacidad del momento, de los pensamientos, de las emociones, de las imágenes y de los sonidos, de todo aquello que no permanece estable. Así, cuando te sientes, dirige la atención a la respiración. Cada vez que la atención se disperse, llévala de nuevo a la respiración, a su flujo de entrada y salida. No se trata de observar la respiración como un halcón; no se trata de concentrarse en ella, sino de sentirla para ser uno con ella. Permítete a ti mismo ser inspirado y espirado. Una vez estaba enseñando a meditar a una muchacha, y cuando le estaba describiendo la idea de encontrar la unidad con la respiración, ella utilizó la palabra «permitir»: permitir que la respiración entre y salga. Creo que captó realmente la sensación de lo que hacemos con la respiración en la meditación, porque «permitir» implica una sensación muy suave, sin apego. Para llevar esto un poco más lejos, puedes experimentar el hecho de concentrarte en la espiración y en el espacio que existe al final de esta antes de que comiences a inspirar. Trungpa Rinpoche solía describir esta concentración como «mezclar la respiración con el espacio». Cuando el aire entra, puede que sientas una ligera pausa o vacío; en ese momento, dirige la atención a lo externo. Cuando espires, alarga esa espiración todo lo que puedas. Permite que el aire salga de modo ligero y relajado. Chogyam Trungpa 25 Rinpoche enseñaba a practicar concentrándose en la espiración para hacer hincapié en la apertura al mundo y en abandonar toda nuestra obsesión. Mientras va saliendo el aire, puede que tengas la sensación de convertirte en parte del vasto y amplio espacio que te rodea. Es una sensación inmensa y tolerante. A medida que trabajes con la respiración como objeto de la meditación, empezarás a sentir que el cuerpo y la mente se sincronizan. Ya no estás dividido. Puedes denominar a la práctica de meditación la «práctica de la conciencia abierta» o la «práctica del estado despierto natural». A medida que te adentres en ella, podrás relajar la atención en la respiración y permitirte a ti mismo morar serenamente en el espacio abierto del momento presente. ¿Qué significa sentarse y «estar presente»? Significa ser como el propio espacio y dejar que todo surja: la respiración, los pensamientos, las emociones, las sensaciones... 26 U 5 Actitud: Volver siempre na vez que ya te he explicado lo más básico –asentarse, postura y respirar–, tienes todas las herramientas que necesitas para meditar. Ahora vamos a ocuparnos de la actitud básica. En la segunda parte trataremos los aspectos más sutiles de la actitud y trabajaremos con los pensamientos y las emociones, pero para empezar, ¿qué actitud hemos de tener al meditar? Una actitud sencilla, y esa es la actitud de «volver siempre». El marco mental elemental a adoptar es que siempre tenemos que volver al presente. La regla básica es mantener estabilizada la mente, lograr la habilidad de permanecer en un lugar, de estar presente. Esta es la base de toda la transformación que el camino de la meditación produce en nosotros. Comienza cuando la mente es capaz de permanecer quieta. La mente puede llevarnos a los lugares más extraños, y la meditación nos enseña a reconocer lo que está ocurriendo cuando nos apartamos del momento presente. Puede ser muy sutil o muy espectacular. Lo notamos y volvemos a la respiración, de vuelta a nuestra meditación. La cualidad natural de la mente es clara, despierta, alerta y sapiente. Libre de obsesión. Al entrenarnos en estar presentes, llegamos a conocer la naturaleza de nuestra mente. De modo que cuanto más te entrenes en estar presente –en estar aquí mismo–, antes empezarás a sentir que tu mente se está agudizando. La mente que es capaz de volver al presente es más clara y más fresca, y puede sobrellevar mejor todas las ambigüedades, dolores y paradojas de la vida. Comencé este libro hablando del sufrimiento como una de las razones por las que la gente comienza a meditar. Meditamos para eliminar la raíz del sufrimiento. El proceso de llegar a esa raíz se inicia al volver al momento presente, a la respiración. Ahí es donde puede producirse la expansión, que no tendrá lugar si intentas escabullirte o escapar de la meditación, si tratas de resistirte a lo que está presente para ti en ese momento. El momento presente, como descubrirás, es ilimitado. Parece paradójico que la expansión y el asentamiento puedan sobrevenir cuando aprendemos a volver al momento presente, en especial cuando lo que surge es ira, tristeza o miedo, pero precisamente a través de la acción de volver al presente puede forjarse nuestra apertura al amor, la alegría y el dinamismo de la vida. En otras palabras, la meditación nos concede la bendición de la ecuanimidad o el equilibrio emocional. 27 La meditación y el dharma se dirigen directamente a la tensión y al estrés que están asociados con buena parte de nuestra vida. Puede que lo llamemos las «ventajas adicionales» de la meditación. Cuando continuamos una y otra vez con nuestra reactividad emocional, cuando nos dejamos llevar pornuestros pensamientos y por nuestras historias, el sufrimiento crece hasta convertirse en algo de enormes dimensiones. Hay muchas maneras de hablar acerca de la raíz del sufrimiento, pero yo la describo como ignorancia, porque de ese modo es muy fácil de entender. Con la meditación nos dirigimos a la cualidad de la ignorancia, de no saber. La cualidad de no saber hace referencia al fenómeno de no ser consciente, de no entender lo que estamos haciendo con nuestra vida diaria. Eso abarca incluso los detalles más triviales, tales como no ser conscientes de que estamos bebiendo un vaso de agua o estar distraídos al cepillarnos los dientes. Estas acciones cotidianas que llevamos a cabo casi sin pensar con frecuencia muestran una falta de conciencia, o ignorancia. Cuando hacemos muchas cosas a la vez y dividimos nuestra mente en múltiples direcciones, realmente estamos creando nuestro propio sufrimiento, porque esos hábitos refuerzan la reactividad emocional intensa y el pensamiento discursivo. Al aceptar el momento presente, tal como es, y vivir en él, empezamos a experimentar más satisfacción, más espaciosidad y mucho menos miedo, ansiedad y preocupación. La meditación trabaja de forma muy directa con el hecho de comenzar a ser conscientes de lo que estamos haciendo y de que tenemos la oportunidad a cada momento de volver al presente o de aumentar el sufrimiento al permitir que nos dominen los pensamientos. En cualquier momento, ya sea sobre el cojín de meditación o después de haber finalizado la práctica, empezamos a percibir cada vez con más claridad –gracias a la meditación– cómo nos hemos apegado a una línea de pensamiento discursivo, lo cual es desastroso, porque de ese modo reforzamos los patrones habituales de sufrimiento. Con la meditación, comenzamos a ser conscientes de esto cada vez con más claridad, y a darnos cuenta de que podemos hacer algo diferente. Un fantástico ejemplo para ilustrar esto proviene de una alumna que me contó que en una ocasión se estaba mirando en el espejo y se percató de que tenía varias canas. Estaba satisfecha, pero en cuanto se dio cuenta de eso empezó una espiral descendente de autodenigración, de sentirse muy mal, deprimida, sola y poco querida. ¡Y todo empezó solo por un par de canas! No obstante, gracias a la meditación, se dio cuenta de lo que estaba haciendo, lo atrapó y no se permitió caer en la espiral descendente. Supo a dónde la estaban llevando sus pensamientos y volvió la atención a la respiración. Adoptó esa actitud de volver. De vuelta al momento presente. Cuanto más conscientes seamos y no nos permitamos caer en la espiral descendente, más se incrementará nuestra confianza en nuestra capacidad de despertar. A medida que aumentemos nuestra confianza en la capacidad de trabajar en nuestra situación, empezaremos a ver que no somos víctimas de nuestros patrones habituales. No hay duda de que puede que parezca que lo somos, ya que tienen una forma muy artera de sacar lo mejor de nosotros. Sin embargo, el camino de la meditación se dirige directamente a eso, y nos ayuda a desenredar toda esa sensación de estar aprisionado en la mente. 28 La mente es la raíz de todo el sufrimiento y también la raíz de toda la felicidad. Piensa en eso. Es algo que puedes contemplar durante el resto de tu vida: cuando aparezca algo que te cause insatisfacción, que haga que comiencen los patrones habituales, que desencadene la reacción, que te haga enfadar, estar solo, celoso, pregúntate: «Estas emociones ¿están ocurriendo por circunstancias externas? ¿Dependen completamente de ellas?». El camino de la meditación dice que tenemos que trabajar con nuestra mente; y si trabajamos con nuestra mente, podremos trabajar con las circunstancias externas. Aquello que solía irritarnos, molestarnos y desencadenar nuestra reacción y los patrones habituales, comienza a disolverse. De modo que cuando te encuentres a ti mismo atrapado en un ataque emocional, tienes que preguntarte: «¿Cuánto de lo que está ocurriendo proviene de fuera y cuánto de mi mente?». Te reto a que te hagas esta pregunta a cada momento, a todas horas, todos los días de la semana, todas las semanas del mes y todos los meses del año. Te animo encarecidamente a que trabajes en esto. Y puedes hacerlo del modo en que sugirió Buda: contemplando de cerca de dónde surgen nuestros miedos y sufrimientos. Esto es distinto a cerrar nuestra mente a lo que está ocurriendo, a los detalles del guion, y decir: «Es ridículo, está claro que es culpa de Tim», o «Si la gente de la oficina se uniera, no tendrían este problema». Es algo desafiante, porque la experiencia de nuestra mente puede parecer muy auténtica, muy real. La meditación nos permite ver el sufrimiento que la mente nos inflige. La directriz es: si estás atrapado, tienes que trabajar en tu interior por muy terribles o injustas que parezcan las circunstancias externas. Si estas atrapado, es señal de que tienes algo de trabajo que hacer; y tú, solo tú, te puedes llevar de vuelta. Esta es la actitud básica de la meditación. 29 C 6 Amistad incondicional uando meditemos, es importante que evitemos criticarnos a nosotros mismos por nuestra meditación y por lo que surja en ella. ¡Esto solo sería entrenarnos para ser duros con nosotros mismos! Quiero hacer hincapié en la importancia de mantener un ambiente de amistad incondicional cuando medites y cuando lleves tu práctica al mundo. Podemos meditar durante un montón de años; conozco a personas que lo han hecho muchísimos años –incluso décadas–, y de repente descubren que no han estado utilizando la meditación para desarrollar cariño hacia ellas mismas, que, en cierto modo, ha sido una meditación agresiva hacia sí mismas, quizás demasiado orientada hacia el fin. Tal como me dijo alguien: «Medité todos esos años porque quería que la gente pensara que era un buen budista». También es común oír: «Medité todo ese tiempo porque sentía que tenía que hacerlo, que sería bueno para mí». En tales casos, naturalmente, llegamos a la meditación con las mismas actitudes con las que afrontamos todo lo demás. Se trata de algo que he observado en mis alumnos. Y es algo muy humano. Sin embargo, no debes sentirte mal por ello, ya que puede ayudarte a descubrir quién eres en tu momento más sabio y quién eres en tu momento más confuso. Llegas a conocerte en todos tus aspectos: a veces completamente cuerdo y con el corazón abierto, y otras, confundido y desconcertado. Todos nosotros somos en ocasiones un caso perdido. La meditación te ofrece la oportunidad de llegar a conocerte en todos esos aspectos. Juzgarnos a nosotros mismos por cómo vaya la práctica o por lo que esté surgiendo en ella es una agresión sutil que nos hacemos. La solidez que desarrollamos en la meditación es un deseo de permanecer. Puede parecer una tontería, pero ¡la meditación no es muy distinto a entrenar a un perro! Aprendemos a estar quietos. Cuando estés pensando lo que vas a comer, «permanece quieto». Cuando estés preocupado por lo que va a ocurrir el lunes, «permanece quieto». Es una orden compasiva y muy ligera, como entrenar a un perro: puedes hacerlo con dureza, propinándole golpes y gritándole; el perro será capaz de obedecer tus órdenes y aprenderá a permanecer quieto, pero estará completamente neurótico y asustado. Mientras sea una orden muy clara, dada en el modo en que fue entrenado, no habrá ningún problema, pero si añades algo de imprevisibilidad o incertidumbre, el pobre animal se confundirá y se volverá neurótico. 30 También puedes entrenarlo con amabilidad y cariño, y será un perro capaz de estarse quieto, ponerse sobre dos patas, dar la vuelta, sentarse y todo lo que le enseñes, pero será flexible y juguetón y bailará al son que le toquen, por decirlo de alguna manera. Personalmente, prefiero el segundo tipo de perro. Toda esa quietud, esa perseverancia y esa lealtad que surgen con la meditación tienen una motivación muy amable y compasiva. Este enfoque amable hacia ti mismo que se da en la meditación se denomina maitri. Se traduce como «amabilidadcariñosa» o simplemente «amor». En la meditación, aprendemos a ser amables, cariñosos y compasivos hacia nosotros mismos. Yo enseño mucho sobre la maitri, pero a veces se malinterpreta y se piensa que es una especie de autoindulgencia, como si solo fuera querer sentirse bien y ser egoísta. En verdad, definir lo que es y lo que no es maitri es una cuestión de sutileza. Por ejemplo, puede que digas que tomar un baño de espuma o realizar alguna actividad en el gimnasio es maitri. Pero por otra parte, quizás no lo sea, porque tal vez es una forma de evitar algo, de castigarte a ti mismo. Tú eres el único que lo sabe. Es posible que ir al gimnasio sea justo lo que necesites para relajarte lo suficiente y poder continuar con tu vida con cierta ligereza. O quizás sea una de tus sesenta y cinco tácticas diarias para evitar la realidad. Por lo tanto, ten claro lo que significa maitri. Para que no haya malentendidos al pensar que es algo parecido a la indulgencia, que en realidad nos debilita y nos hace menos capaces de mantener el corazón y la mente abiertos a nosotros mismos en las dificultades de nuestra vida, yo con frecuencia uso esta definición: la maitri nos fortalece. Una de las cualidades de la maitri es la firmeza, y eso es algo que desarrollamos con la meditación. De modo que durante el aburrimiento, los dolores, la indigestión, todos los recuerdos molestos, la energía tensa, la meditación pacífica o la somnolencia, hay firmeza. Te sientas contigo, te acercas más a ti mismo, sin importar lo que esté sucediendo. No intentas librarte de nada; puedes seguir estando triste, frustrado o enfadado. Reconoces tu humanidad y la amplia gama de emociones que puedas estar sintiendo. Cuando desarrollamos maitri hacia nosotros mismos, también estamos generando ecuanimidad. Ser acuánimes significa que somos capaces de estar con nosotros mismos y con nuestro mundo sin quedar atrapados en el a favor y en el en contra, sin juzgar las cosas como buenas o malas, sin quedar aprisionados en las opiniones y en las creencias de las visiones sólidamente sostenidas sobre nosotros mismos y nuestro mundo. La amistad incondicional consiste en entrenarse para ser capaz de asentarse con uno mismo, tal como uno es, sin etiquetar esa experiencia como «buena» o «mala». No hace falta que dramaticemos demasiado o que nos desesperemos sobre lo que vemos en nosotros mismos. En la práctica de la meditación básica, hacemos amistad con nosotros mismos, cultivamos la maitri hacia nosotros mismos, y, a medida que pasan los días, meses y años, descubrimos que cada vez sentimos más cariño hacia los demás y hacia el mundo. Si pudieras ver claramente solo durante una semana, y de repente –¡boom!– todos los hábitos desaparecieran, la meditación sería la práctica de más éxito del planeta. Sería 31 mejor que cualquier droga, que cualquier spa, que cualquier hamaca en una isla maravillosa. Sería lo mejor, si pudieras ser consciente de esos hábitos y solo durante una semana, o incluso un año, ver claramente y perseverar, estar libre por completo del sufrimiento. Pero hemos estado desarrollando nuestros hábitos durante muchísimo tiempo. De hecho, tienen los mismos años que tú. Y si crees en la reencarnación, ¡muchos más aún! De modo que depende de ti. Esta pequeña y corta vida humana que tienes es tu oportunidad. No la desperdicies. Piensa en cómo quieres utilizar ese tiempo. La meditación es un proceso paciente de conocer que, gradualmente, esos hábitos se están disolviendo. No nos liberamos de nada. Solo somos firmes con nosotros mismos, desarrollando una conciencia clara, siendo honestos con lo que somos y lo que hacemos. Cuando era una joven estudiante de meditación, mi maestro me animaba mucho. Siempre se refería a la amistad incondicional como «entablar amistad con uno mismo». Para mí esto resultaba complicado porque yo siempre albergaba dentro de mí sentimientos que quería evitar, ya que eran embarazosos o dolorosos. Sentía como si estuviera entablando una enemistad conmigo misma, porque durante la meditación surgían muchos de esos sentimientos. Y él me decía que entablar amistad conmigo misma significaba ver todo lo que había dentro de mí y no salir corriendo o darle la espalda. Porque en eso consiste la verdadera amistad. No te das la espalda a ti mismo, no te abandonas, de igual modo que no abandonarías a un verdadero amigo cuando comienza a surgir el lado oscuro. En el momento en que entablé amistad con mi cuerpo, mi mente, mis emociones fugaces, y fui capaz de asentarme cómodamente en mí misma cada vez más –y eso lleva tiempo–, me resultó más fácil permanecer en el momento presente, en todas las situaciones. En la meditación era capaz de volver a la respiración y dejar de fustigarme a mí misma. Todavía tengo sesiones de meditación en las que me pongo nerviosa o me enfrento a emociones fuertes. Es cierto. Sin embargo, te alegrará saber que después de todos estos años, sin duda, estoy más asentada. Al contrario que antes, los pensamientos y las emociones no me echan. Si comienzo a meditar y mi mente está desbocada o estoy preocupada por algo, puedo, a pesar de todo, alcanzar un estado asentado que siento con la mente, el cuerpo y la vida. No porque las cosas vayan necesariamente bien. Como tú muy bien sabes, la vida es una continua sucesión: va fenomenal, después va fatal, cambia, es agradable, luego desagradable... Es alegre y dichosa, a veces triste. Y vivir con eso, lidiar con esa continua sucesión de agradable y desagradable con un espíritu, un corazón y una mente abiertos: ese es el motivo por el que me siento a meditar. 32 E 7 Tú eres tu propio maestro de meditación n la tradición del budismo tibetano a la que pertenezco, con frecuencia utilizamos lo que se denomina un lema lojong, o una breve y concisa frase, para la reflexión o para la instrucción. Lojong es una práctica contemplativa en la que pensamos en un lema y en su significado en nuestras vidas. Son una especie de proverbios que nos ayudan a contemplar más de cerca nuestra mente y nuestros hábitos, y hay uno que dice: «De los dos testigos, confía en el principal». En otras palabras, hay muchas personas que te darán buenos consejos, que pueden ser muy útiles, pero básicamente tú eres el único que sabe lo que está ocurriendo en tu meditación. Te he mostrado la técnica básica de la meditación, y solo tú puedes saber realmente qué tal te van mis sugerencias e indicaciones. Tú eres el principal testigo de tu vida, y tienes que empezar a confiar en la visión de tu propia mente para saber lo que puede necesitar tu práctica en un momento determinado. En cierto sentido, nos convertimos en nuestros propios maestros de meditación. Tu maestro de meditación interno está siempre contigo, mostrándote exactamente en qué punto te encuentras. Aunque te aconsejo que también trabajes con un mentor, un profesor o un amigo espiritual de cualquier tipo, es una realidad que en una sesión de meditación concreta –o en cualquier momento del día– no pueden contemplar con profundidad tu práctica. Es imposible que sepan siempre si estás relajado o demasiado tenso, si te sientes con el espacio suficiente o estás atrapado en tus emociones. Tú eres el único que sabe en qué estado de ánimo te encuentras. Tú eres el único que sabe cuánta espaciosidad, cuánta paz, cuánto asentamiento sientes; y en ese sentido, eres lo suficientemente sabio para ser tu propio guía de meditación. Un maestro, por ejemplo, no te puede indicar cuándo has tocado profundamente el momento presente o si te está doliendo la espalda y debes cambiar de postura. Es algo que solo sientes tú internamente. Mi maestro, Chogyam Trungpa Rinpoche, solía decir: «Bueno, ahora vamos a meditar –y sonaba el gong de la meditación.– Adoptad todos una buena postura. Sed conscientes de cómo inspiráis, espiráis, inspiráis... Solo conciencia, conciencia abierta de vuestra respiración». Y después de haber hecho eso durante unos veinte minutos, volvía a sonar otra vez el gong que indicaba el fin de la meditación. Entonces decía: «La únicameditación auténtica que habéis hecho en todo este tiempo 33 fue cuando toqué el gong al final». Y es verdad: todo el mundo se pone más o menos en posición, ansiando estar ahí con la respiración, y luchando, luchando, luchando. Porque los sonidos, en lugar de ser objeto de meditación, te distraen; los pensamientos, en lugar de ser objeto de la meditación, te distraen. Básicamente, para muchas personas, el principio de la meditación es cuando suena la alarma o el gong; esa experiencia dura un rato, y entonces desaparece. Han abandonado la meditación. ¡Hasta el final! Cuando el gong o la alarma vuelven a sonar, finalmente permiten una profunda y larga exhalación. De ese modo, esos momentos en que suena el gong, el inicio y el final, con frecuencia son los instantes de la meditación más intensos, y tú eres el único que puede sentir y saber eso. Y los momentos así nos muestran que cuando nos quedamos muy atrapados en la técnica, perdemos completamente el punto de la meditación. Dado que eres tu propio guía, tú puedes lograr esos vislumbres, esas bendiciones, a medida que se muestren en tu práctica. Cuando nos empeñamos demasiado en meditar, es fácil que perdamos el contacto con la razón por la que hemos decidido meditar. De modo que, tal como mencioné en el capítulo anterior, sé un maestro amable contigo mismo. No necesitas golpearte a ti mismo en la cabeza por lo que surge, por si lo estás «haciendo bien» o por si solo lo has hecho «así, así». Lo importante es que te des cuenta de cómo estas innumerables distracciones potenciales se mueven en tu experiencia. La meditación consiste en abandonar la idea de que lo estamos haciendo de modo perfecto. Por tanto, cuando te diriges a la meditación, quieres tener en cuenta el espacio, asentarte en tu cuerpo, hacerte un repaso a ti mismo. Quieres conectar con los seis puntos de la postura y con la respiración. Pero la directriz clave que te debes dar a ti mismo, como tu propio maestro de meditación, es simplemente relajarte en lo que hay. No necesitamos hacer nada. Descansamos en el espacio entre nuestros pensamientos y emociones, entre nuestros achaques, dolores y preocupaciones. Hay una sabiduría increíble en ese espacio abierto y presente. Nos estamos abriendo a una vasta muestra de sorprendentes riquezas, la muestra orgánica y única del momento presente. No estamos intentando, intentando, intentando. No estamos controlando ni haciendo esfuerzos para abrirnos camino. La habilidad para estar en el momento presente a veces se denomina mente infantil, porque los niños contemplan el mundo de ese modo abierto, con ese grado de relajación, con ese grado de sensación de ahora. ¿Eres capaz de recordar lo que era ser un niño, cuando ibas a casa de tu abuela y tenía un olor especial? Piensa en un niño que va a un museo y no tiene ni idea de si lo que está viendo es Picasso o Renoir. Ni idea en absoluto. El niño mira con ese tipo de conciencia abierta. Si es realmente pequeño, es muy difícil que sepa qué está viendo, pero estará abierto a los colores y las formas. La meditación nos llama a regresar y sintonizar con esta habilidad natural para estar presente, para ver y oír. Para ser realmente conscientes. La meditación podría considerarse una práctica de ser completamente conscientes, en oposición a ser inconsciente, perdido en el pensamiento, vagando, un estado bastante típico. En esta práctica, permanecemos leales a nosotros mismos, al igual que nos gustaría que el 34 profesor lo fuese a la hora de guiarnos. La meditación nos acepta tal como somos –tanto en nuestros enfados y nuestros malos hábitos como en nuestro amor, compromisos y felicidad–. Nos permite tener una identidad más flexible, porque aprendemos a aceptarnos a nosotros mismos y a toda nuestra experiencia humana con más ternura y apertura. Aprendemos a aceptar el momento presente con el corazón abierto. Cada momento es increíblemente único y fresco; y cuando nos sumergimos en el presente, tal como la meditación nos permite hacer, aprendemos lo real que sabe esta tierna y misteriosa vida que compartimos todos. 35 SEGUNDA PARTE Trabajar con los pensamientos Los pueblos y los campos que el viajero ve a través de la ventana del tren no hacen que el tren vaya más lento, ni el tren los afecta a ellos. No se molestan entre sí. Así es como debes ver los pensamientos que te pasan por la mente cuando meditas. DILGO KHYENTSE RINPOCHE 36 L 8 La mente mono a naturaleza de la mente es pensar. Tan natural resulta para ella pensar como lo es para los pulmones respirar o para el corazón bombear la sangre por las venas. La motivación de la meditación no es librarse de los pensamientos, sino entrenar a la mente para reclamar su capacidad natural de estar presente. La mente se puede colocar en un objeto, una experiencia, y permanecer ahí. En la primera parte, te aconsejaba que comenzaras la práctica de la meditación dirigiéndola a la respiración. En términos generales, cuando intentamos hacer eso, aunque sea solo durante unos segundos, la mente mono, como se la denomina, o la mente caballo salvaje, se va y nos lleva al otro lado del mundo o a algo que ocurrió hace una década. La razón por la que simplemente no meditamos todo el tiempo es porque no podemos, porque nuestra mente está por todas partes. La mente necesita entrenamiento. Pero no la entrenamos para que sea mejor, sino para sacar a la luz su estado despierto natural. Y el modo tradicional de hacerlo, desde el tiempo de Buda en adelante, es meditando. Volvemos a la respiración, volvemos al cuerpo, volvemos a nuestro objeto de meditación. El otro día tuve una experiencia –fue breve, y fui consciente de ella– en la que durante cuatro segundos perdí totalmente contacto con lo que estaba haciendo. El momento en el que estaba desapareció, y me fui de paseo con mi mente vagabunda. Pensé: «¡Dios mío, qué increíble capacidad tenemos de escapar, de no estar aquí!». Nuestra mente se dedica a bailar como si estuviese loca. Y se dedica a bailar como si estuviese loca porque la hemos entrenado durante años. Parece automática. Y cuando enseño en los grupos, siempre hay personas –personas muy inteligentes– que hacen muy buenas preguntas. Me dicen: «Tienes que probarnos esto porque, por nuestra experiencia, la mente es naturalmente discursiva, y vaga sin cesar. ¿No es así como tenemos que funcionar para vivir y crear?». El viaje para responder esta pregunta es una de las cosas que me atrajeron hacia el Budismo. Buda dijo: «No aceptes lo que digo solo porque lo he dicho yo. Compruébalo con tu experiencia». Descubrí que eso era verdad. Se tarda un tiempo en ver que realmente puedes estar despierto y presente, y vivir tu vida de modo creativo y comprometido sin dejar que la mente vague todo el tiempo. 37 Cuando meditas y te das cuenta de que la mente se ha alejado de la respiración, del momento presente, lo único que tienes que hacer es traerte a ti mismo de vuelta y etiquetar todos tus pensamientos como «pensamiento». No los rechaces. Más bien, date cuenta de ellos y vuelve a la respiración. Cuando medites, limítate a reconocer tu conciencia del acto de pensar diciéndote a ti mismo «pensamiento». Y regresa a la respiración. Así de sencillas son las directrices. 38 C 9 Los tres niveles del pensamiento discursivo on frecuencia, muchos textos de meditación hablan de tres niveles de pensamiento discursivo. En el primer nivel, estamos totalmente idos. Nuestros pensamientos, durante un período de tiempo, nos llevan lejos del momento presente. Esto también se conoce como fantasía. Cuando regresas de allí, es como entrar en la habitación después de haberla dejado un rato. Has estado en otra parte. Este es el tipo más obvio de pensamiento discursivo; puede tratarse de una experiencia completamente ilusoria e incluso engañosa. Cuando después de alejarte de la respiración regresas y dices «pensamiento», hay una fuerte tendencia a ser severo consigo mismo. Te has alejado mucho de la meditación. Date cuenta de tu tono de voz cuando dices «pensamiento». Y
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