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GAUNA, V., REINOSO, R., ROMERO, J. M., RUBIO, A., SERRANO, E., TOVAR, Y. Informe a la Academia sobre la triste 
historia de la puñetera vivienda. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de 
Barcelona, 1 de agosto de 2003, vol. VII, núm. 146(141). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-146(141).htm> [ISSN: 1138-9788] 
 
INFORME A LA ACADEMIA SOBRE LA TRISTE HISTORIA DE LA 
PUÑETERA VIVIENDA 
Grupo Rizoma, siendo sus integrantes (en esta ocasión): 
Victoria Gauna Mauri, arquitecta 
Rafael Reinoso Bellido, Escuela Superior de Arquitectura, Universidad de Granada 
José María Romero Martínez, Escuela Superior de Arquitectura, Universidad de 
Granada 
Alfredo Rubio Díaz, Departamento de Geografía de la Universidad de Málaga 
Eduardo Serrano Muñoz, arquitecto 
Yolanda Tovar Ortiz, socióloga, Geoconyka S.L. 
 
Informe a la Academia sobre la triste historia de la puñetera vivienda (Resumen) 
La vivienda obrera es inventada hace 150 años como instrumento de gobierno con 
finalidades ajenas a las de sus destinatarios. Sin embargo es la habitación (que tiene 
lugar tanto dentro como fuera de la vivienda, en el territorio urbano) el concepto clave 
desde el momento en que forma parte importante de la moderna biopolítica. A 
principios del siglo XX la vivienda se consolida como asunto prioritario del saber de 
arquitectos y otros profesionales: la respuesta a ciertas necesidades atribuidas a un 
supuesto ciudadano común, ocultando su origen y función como biodispositivo. 
Actualmente, aunque la centralidad estratégica del hecho urbano ha caducado por la 
irrupción del cibermundo, sus funciones se amplían en consonancia con la captura de 
todo devenir vital como recurso económico. El desvelamiento de este proceso conduce a 
cuestionar radicalmente nuestro estatuto y práctica profesional, pero a la vez muestra 
nuevas posibilidades a la acción creativa. 
Palabras clave: vivienda, urbanismo, habitar, biodispositivo, arquitectos. 
 
Report for the Academy about the sad history of bloody housing (Abstract) 
Working class housing was invented 150 years ago as a government instrument with 
final targets that had nothing to do with their users. But it is inhabiting (something 
happening as much inside as outside of houses in urban territory) the key concept since 
it is an important part of modern bio-politics. Starting XX century housing becomes a 
prior question for architects and other professionals knowledge: the answer to some 
necessities out down on some common citizen, hiding its origin and function as a bio 
disposal. Nowadays, although strategic centrality of urban fact is out of date due to the 
arrival of cyberworld, its functions widen due to the capture of every living becoming as 
an economical resource. This process knowledge drives to question radically our statute 
and professional practice, but equally opens new possibilities for a creative action. 
Key words: housing, urbanism, inhabiting, bio disposal, architects. 
 
GAUNA, V., REINOSO, R., ROMERO, J. M., RUBIO, A., SERRANO, E., TOVAR, Y. Informe a la Academia sobre la triste 
historia de la puñetera vivienda. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de 
Barcelona, 1 de agosto de 2003, vol. VII, núm. 146(141). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-146(141).htm> [ISSN: 1138-9788] 
 
Advertencia (antes de encender los motores) 
Es este un discurso esquizofrénico. No es que seamos dos, somos muchos, pero el todos 
y el cada uno tiene dos voces: condenados a hacer uso de ambas si de verdad queremos 
algo más que hablar en nombre del Lenguaje. Tampoco es el decir de un sujeto enfermo 
ni situado fuera de la realidad; de hecho habitamos múltiples realidades. 
En la Universidad nos dijeron que nuestro modo de estar en el mundo iba a consistir en 
desarrollar y aplicar conocimientos cuya adquisición exigía una formación larga y 
especializada; que esto nos distinguiría de los demás pero que no era privilegio, sino 
deber hacia ellos. Y efectivamente hoy trabajamos con rigor científico en eso en lo que 
somos expertos, por ejemplo procurando que los edificios no se caigan, que las 
distribuciones de los espacios sean útiles, que incluso haya cosas hermosas. Pero 
también empezamos a comprender que somos delegados de un poder de dominación 
invisible... 
Dos relatos: uno desde el interior de nuestra disciplina y otro desde el exterior; éste 
último explorando los vínculos de nuestro saber con el poder que es ajeno. Retazos de la 
historia de la construcción de la vivienda moderna e historia paralela de nuestra 
construcción como profesionales. 
Dos versiones enredadas, con la esperanza de que el chispazo del pensamiento se 
produzca entre ambas. Todo para descubrir nuestra propia potencia como habitantes de 
este tiempo, para de verdad ser aquello que también se nos decía en la Universidad: 
inventores, pero ahora de nuestro propio tiempo. 
Para empezar: sobre la palabra “vivienda” 
La cuestión de la vivienda está de moda. Una situación paradójica, la sobreproducción 
que sigue alimentando un poder de compra que no desfallece y por otro lado el aumento 
del número de ciudadanos que no pueden conseguir un alojamiento adecuado, hace de 
esta palabra, "vivienda", un titular permanente en la prensa, especializada o no, un tema 
de preocupación y debate entre expertos (como es este mismo Coloquio), un tema de 
acusado protagonismo en los programas de los partidos políticos ante las próximas 
convocatorias electorales. 
Sin embargo también es el momento en que dicha palabra deba ser cuestionada porque 
tal vez oculta más que muestra, bloqueando nuestro pensamiento. La cuestión del 
espacio de habitación hoy es idéntica a la del medio territorial urbano. La vivienda ya 
no es la casa, los vecinos no son (sólo) los de la casa de al lado, los entramados sociales 
no están localizados en sectores o barrios de la ciudad, la propia ciudad tampoco resulta 
fácil de definir salvo para aquellos que encuentran refugio en conceptos que sirvieron 
para definirla hace algunos años..., quizás no muchos. 
Lo que sí es importante es lo disminuido que está el gran tema al que nos enfrentamos. 
Los profesionales que nos ocupamos de gestionar el buen orden y forma del espacio 
habitable nos debemos a la obligación de ser conscientes de que manejamos una 
mercancía delicada: trabajamos para la gente. Mucho antes que atender a la poética 
GAUNA, V., REINOSO, R., ROMERO, J. M., RUBIO, A., SERRANO, E., TOVAR, Y. Informe a la Academia sobre la triste 
historia de la puñetera vivienda. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de 
Barcelona, 1 de agosto de 2003, vol. VII, núm. 146(141). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-146(141).htm> [ISSN: 1138-9788] 
vocación artística de componer y ordenar armoniosamente, a modelar los espacios de 
los hombres y sus cosas, debería considerarse la no menos poética “misión” de facilitar 
y felicitar sus vidas. 
El proyecto del territorio entendido como un asunto de la comunidad ha tenido 
connotaciones y respuestas distintas antes y ahora. Según qué tiempo, además, estas 
cosas competían a unos técnicos o a otros. A los arquitectos les llega el turno en el siglo 
XX, con el aval que les otorga el contexto histórico de ciertas operaciones de gran 
trascendencia en Europa y en Estados Unidos. En este caso, los arquitectos llevaron 
pronto la preocupación social a donde mejor les competía, a la ciudad y a la vivienda 
económica (en el mejor de los casos con una destacada componente urbana). 
Hoy en día aquel compromiso, solventado sólo en parte el acceso a una vivienda digna, 
es asumido por poquísimos arquitectos desde posiciones que no tengan que ver con los 
aspectos estrictamente formales –el movimiento, la libertad, la flexibilidad, la creación 
de dispositivos-. Aunque siempre ha sido difícil evidenciarlo, hoy, igual que siempre, la 
cuestión debe sus aciertos y desaciertosal proyecto de lo colectivo, de nuestro 
patrimonio común,... o simplemente de “lo nuestro”. 
En caso de albergar alguna actitud crítica, la cuestión ahora, como siempre, pasa por 
hacerse ciertas preguntas una y otra vez: ¿qué necesitamos?, ¿desde que premisas 
construimos nuestro espacio habitable?, ¿hacia donde nos lleva el debate sobre lo difuso 
o lo concentrado, lo sostenible o insostenible?... Debemos reconocer que las cuestiones 
no son simples, y que, aunque las responsabilidades estén bastante repartidas, desde la 
disciplina de la arquitectura se pueden hacer muchas cosas, que es casi tanto como 
reconocer que, por culpa de una inercia profesional técnico-artística de formación 
incompleta y elitista, hemos perdido el papel hegemónico sobre las decisiones urbanas 
que nos entregó todo el siglo XX. Pero esto no es un desastre, ningún problema de la 
naturaleza del que estamos tratando se puede solucionar mediante actuaciones concretas 
o miradas parciales de técnicos, arquitectos en este caso. Hay mucho trabajo que 
realizar de manera simultánea que compete a otras responsabilidades, como la de los 
gestores, los educadores, los sociólogos o los economistas, por citar a unos pocos. 
Ello nos conduce a un segundo cuestionamiento de la palabra vivienda, pues es evidente 
que para los que sigue siendo objeto preferente del quehacer profesional hay 
interpretaciones divergentes según la consideren en su práctica habitual como una 
mercancía como cualquier otra o algo más que eso; o quizás aún, otra cosa por completo 
diferente. 
De la anterior constatación, más o menos compartida de un modo consciente por 
muchos ciudadanos corrientes, se deduce que la vivienda es un refugio. Pero ahora, a 
diferencia de lo que ocurría hace 150 ó 200 años, la vivienda, cobijo por excelencia del 
hogar, ya no es lo opuesto al espacio público sino reducto frente a lo ajeno. 
Algo ha cambiado en este arco temporal, y no sólo en lo referente a los amplios estratos 
de población que ahora comparten esta percepción, aunque la vivienda siga sintiéndose 
como "refugio". Hemos cambiado todos; entonces tal vez sea oportuno preguntarse 
¿Quién es el habitante hoy?, ¿Responde la vivienda a las necesidades actuales de este 
habitante? 
GAUNA, V., REINOSO, R., ROMERO, J. M., RUBIO, A., SERRANO, E., TOVAR, Y. Informe a la Academia sobre la triste 
historia de la puñetera vivienda. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de 
Barcelona, 1 de agosto de 2003, vol. VII, núm. 146(141). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-146(141).htm> [ISSN: 1138-9788] 
 
De cuando las cosas fueron inventadas 
Los que pueden decidir su modo de habitar. 
Muy pronto (siglo XVIII), cuando todavía falta mucho para que podamos reconocer la 
vivienda tal como nosotros la entendemos hoy, un vector aparece con la fuerza 
suficiente como para que mantengamos una duda permanente sobre la coincidencia 
entre el habitar y la vivienda. En las clases adineradas aparece una pulsión creciente por 
huir de la ciudad y de la corte, tendencia que es consustancial con el mismo 
romanticismo. Para los elegantes los lugares de residencia se multiplican, sobre todo 
para los más pudientes, conformándose paulatinamente una auténtica red de estaciones 
de invierno, balnearios, hoteles, segundas y enésimas residencias, etc. 
Algo parecido sucede con las nacientes clases medias: su “invento residencial” en 
Inglaterra es el cottage, casa situada en un medio rural, no sujeta a los 
convencionalismos sociales y estilísticos de las casas urbanas. A pesar de que surgiera 
de un rechazo a la ciudad, son de las primeras expresiones de un modo de vida urbano, 
entendiendo por tal el propio del capitalismo maduro, que niega a la vez al campo y a la 
ciudad histórica; igualmente es característica en el cottage una proliferación de las 
soluciones funcionales, sin ajustarse a esquemas preconcebidos. 
Es entonces cuando se inventa el turismo; pero también los clubes, pasajes y galerías 
comerciales que conforman este tipo de redes donde circulan y se intercambian los 
capitales económicos y sociales. Espacio público y espacio privado, sociabilidad e 
intimidad, movimiento y recogimiento son manifestaciones de un mismo territorio 
moderno, el territorio urbano. 
La habitación que se da a los pobres. 
Pero mucho más ruidosa y visible que esta creciente agitación de los ciudadanos 
solventes es el nomadeo de grandes masas de pobres, emigrantes, huérfanos, gentes 
expulsadas de todas partes, en desordenada promiscuidad, marea siempre amenazante y 
vehículo de contagios, de enfermedades, revueltas, vagancia, vida licenciosa...; un 
peligro permanente, parejo a los gastos de todo tipo que importaba su represión y la 
caridad dispensada, así como el enorme despilfarro de tanta muerte prematura, de tantos 
brazos holgando o cerrilmente indisciplinados. 
La burguesía más creativa comprende a mediados del siglo XIX que debe poner fin al 
vagabundeo y promiscuidad de las muchedumbres desarraigadas que el proceso 
capitalista estaba produciendo. Se trata de fijar y separar, para crear individuos, y de 
intermediar sus relaciones para crear sujetos apropiados a las necesidades productivas. 
El producto resultante será una nueva subjetividad, una sociedad y un territorio nuevos. 
Tres frases de textos de la época dan una elemental idea de qué se trataba: 
"La Sociedad tiene como fines la construcción en Mulhouse y su zona de casas obreras. Cada casa se 
construirá para una sola familia, sin comunicación” [Estatutos de la Sociedad para la promoción de 
Mulhouse, en Guerrand 1989: 385]. 
GAUNA, V., REINOSO, R., ROMERO, J. M., RUBIO, A., SERRANO, E., TOVAR, Y. Informe a la Academia sobre la triste 
historia de la puñetera vivienda. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de 
Barcelona, 1 de agosto de 2003, vol. VII, núm. 146(141). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-146(141).htm> [ISSN: 1138-9788] 
"Supongan que no se establezca esta separación, nuestra obra estaría condenada. Desde las hamacas los 
niños verían a sus padres. El pudor no sería respetado." [Congreso de higiene pública de Bruselas (1861), 
en Guerrand 1998: 45]. 
 “... sin necesidad de la espada vuelca los vecinos hacia la mutua vigilancia.” [Agustín de Foronda, Cartas 
de la policía, Madrid 1801, en Saravia 1990: 21]. 
Estos fines se consiguen, respectivamente: 
Alojando a los obreros en casas estrictamente dimensionadas para albergar lo que hoy 
se entiende como familia nuclear moderna: los padres y sus hijos; nada, pues, de otros 
parientes o conocidos. 
El segundo mediante la distribución de la vivienda, convirtiendo el dormitorio de los 
padres “en el centro virtual, invisible para los hijos.” [Donzelot 1998: 44]. 
El tercer objetivo a través de un régimen de visibilidad preciso en el espacio del barrio 
para que el enclaustramiento de todas y cada una de las familias nucleares no sea 
violada con inconvenientes trasiegos entre viviendas (cosa que en absoluto era posible 
conseguir en los corralones y demás fórmulas residenciales previas para los humildes). 
De este modo “[l]a familia popular se forja a partir de la proyección de cada uno de sus 
miembros sobre los demás en una relación circular de vigilancia frente a las tentaciones 
del exterior: el bar, la calle [...]. Aislada, en adelante se expone a que le vigilen sus 
desvíos.” [Donzelot 1998: 46]. 
La operación de separar y a la vez intermediar las relaciones se resuelve con el artificio 
funcionalista que ha dominado el centro de las preocupaciones de los arquitectos 
durante unos doscientos años: establecer una estricta correspondencia entre espacios y 
actividades y aún más entre habitación (viviendas) y habitantes (familias nucleares). 
Qué y cómo debe conseguirse es el objeto de un saber, de un conjunto de 
conocimientos y prácticas que adquieren la suficiente consistencia como para poderse 
transmitir, aplicar y transformar por partede agentes expertos diferentes y alejados en 
tiempo y espacio; agentes que se integran en instituciones. En nuestro caso no sabemos 
a qué institución pertenecían los asistente al congreso de Bruselas; pero lo importante es 
que eran personas claramente diferenciadas respecto los demás ciudadanos ¿Cómo se 
distinguen? En que son los depositarios de algún saber específico en torno a la vivienda. 
Se evidencia así una distribución primaria de sujetos: sujetos activos, los que saben 
(expertos, entre ellos los arquitectos); y los que son destinatarios de ese saber, sujetos 
pasivos que tienen prohibido practicarlo (presuntamente porque no saben construir 
viviendas, por ejemplo). 
También podemos intentar preguntar, al modo aristotélico, qué sustancia constituye el 
material a formar y qué forma recibirá. Por partida doble: en cuanto a la habitación estas 
cuestiones competen a los profesionales de la arquitectura; más interesante puede ser 
indagar sobre los habitantes (por cuanto este saber no es objeto de enseñanza en ninguna 
Escuela de Arquitectura o similar): el material es esa masa de humanos premodernos 
que han sido despojados de sus medios, de sus habilidades, de sus patrimonios; la forma 
es la que caracteriza al ciudadano moderno perteneciente a la clase trabajadora. En 
GAUNA, V., REINOSO, R., ROMERO, J. M., RUBIO, A., SERRANO, E., TOVAR, Y. Informe a la Academia sobre la triste 
historia de la puñetera vivienda. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de 
Barcelona, 1 de agosto de 2003, vol. VII, núm. 146(141). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-146(141).htm> [ISSN: 1138-9788] 
definitiva, contribuir a la producción de hombres, lo cual incluye también un tipo 
característico de subjetividad. 
La domesticidad de la vivienda obrera, no es algo ajeno o enfrentado al poder (según la 
relación entre espacio privado y espacio público tal como es entendida por la 
burguesía), sino un producto suyo; y con ella otras cosas son construidas: 
1. La familia que conocemos, la nuestra, la que pensamos de toda la vida; y el hogar, 
su nicho territorial, que lejos de ser el ámbito constituido conforme a sus nuevas 
necesidades modernas, es instrumento para forzar la conjugación de individuos que 
adquieren sus estatutos (padre, madre e hijos) en esa misma relación que se establece. 
2. La esfera doméstica mediante la escasez se convierte en una palanca, una 
aspiradora, una herramienta económica, formidable reguladora de las capacidades 
adquisitivas de la mayoría de la población e inagotable yacimiento de bienes 
secundarios transformables a su vez en mercancías. 
3. También nuestra noción de arraigo, tan cercana al concepto convencional de hogar, 
pertenencia a una comunidad (a un territorio) estable, surgido en el mismo momento en 
que enormes fuerzas destruyeron la Gemeinschaft (comunidad premoderna), haciendo 
de arraigo y desarraigo efectos opuestos pero dependientes de una única función 
energética de movilización. 
4. Muy pronto el domicilio llega a ser el principal de los registros de localización de 
los individuos, pieza maestra en el control de la población. 
5. En fin, la habitación se convierte en un mecanismo de inserción al hacerse una 
prolongación maquinal de la disciplina tempoespacial del trabajo en la fábrica. La 
transformación radical de los cronousos cotidianos y la esforzada previsión para hacer 
frente a la amenaza de lo extraordinario (enfermedad, paro, etc.) o de una vejez 
miserable, se logran mediante una autodisciplina que los individuos y con ellos sus 
familias, deben procurarse utilizando para ello los métodos que han hecho carne en la 
fábrica. 
La autoconstrucción de los sujetos como territorios no se realiza a través de una simple 
imposición exterior, como en la época premoderna, sino a lo largo de un proceso en el 
que la interiorización y asimilación de los valores de la sociedad capitalista (lo cual 
supone su recreación), requiere el trabajo activo del mismo individuo, dando como 
producto una nueva habitualidad, una nueva naturaleza. 
El alojamiento obrero representa una línea evolutiva fundamental en la genealogía de lo 
que conocemos como vivienda moderna. Al margen de otras consideraciones, dos 
grandes diferencias lo separan de la residencia burguesa: una estricta correlación entre 
espacios disponibles y actividades; y en segundo lugar la vivienda obrera se da a sus 
ocupantes completa y cerrada, de-terminada y terminada en lo que respecta a sus 
componentes decisivos. 
Los espacios preceden a sus usos y la vivienda precede a sus ocupantes. A partir de 
entonces se produce una evolución conjunta de los términos, a saber, medio físico 
previo e individuos alojados. Una firme separación se establece de entrada entre ambos 
GAUNA, V., REINOSO, R., ROMERO, J. M., RUBIO, A., SERRANO, E., TOVAR, Y. Informe a la Academia sobre la triste 
historia de la puñetera vivienda. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de 
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de modo que es posible proyectar la vivienda sin conocer quiénes la habitarán; eso 
importa poco porque lo realmente decisivo es que la habitación es el espacio apropiado 
donde debe construirse literalmente al habitante. Y otra separación se establece entre 
dos sujetos: los arquitectos, de ahora en adelante con una nueva y masiva misión social, 
y los anónimos residentes. 
La otra parte de la habitación para los pobres. 
No obstante es en el dominio del espacio colectivo donde planificadores y políticos 
tuvieron desde inicios del XIX ocasión para inventar y desplegar una comprometida 
actividad con el nuevo sujeto moderno, ese citoyen, común denominador que se instala 
en la historia desde la Revolución Francesa. 
Son probablemente los norteamericanos del XIX los primeros en enfrentarse a los 
problemas desde una posición muy diferente a la que podía permitirse la monárquica y 
burguesa Europa. Las utopías socialistas europeas no son tan utópicas en Estados 
Unidos donde encuentran abono en su propia tradición: comunidades libres, 
especialmente las religiosas donde fundan norma conceptos tales como la propiedad 
colectiva de los bienes, la ayuda mutua, los asentamientos focalizados alrededor de los 
edificios de la comunidad, la racionalización de los servicios y de los talleres para la 
producción, la eficacia administrativa, la preocupación por la educación, etc. El 
progresismo americano nace ligado a su propia tradición. 
A principios del XIX se realizan estudios de cómo el ambiente influye en la patología 
de los individuos, que acaba cristalizando en los 40 de ese siglo con un movimiento a 
favor de los parques, especialmente representados en los conocidos proyectos que se 
realizarán en Boston y Nueva York. Son años que coinciden con las críticas a la 
esclavitud y que tanto en esto como en lo otro, tienen a uno de sus máximos 
protagonistas en una figura excepcional: Frederick Law Olmsted. 
El punto culminante llegará con los sistemas de parques (Buffalo 1868, Boston 1879, 
etc.). En este caso los parques son una pieza de conexión de zonas y barrios, una nueva 
y superlativa relación, lo que por otra parte es una influencia de lo que en Europa se 
estaba haciendo desde las monarquías para ordenar sus viejos entramados urbanos, de 
los que son ejemplos Londres (Regent Street) y París (sistema de parques urbanos 
promovidos por Haussmann y diseñados por Adolphe Alphand). Sin embargo la 
profundidad de las operaciones americanas fue mucho más ambiciosa, se trataba de 
construir ciudad con “comunidad”, controlando de paso de manera civilizada el rápido 
crecimiento de las ciudades, construyendo superredes que se conformarían como 
lugares de encuentro de todos los grupos sociales. 
Sea como un espacio continúo que se yuxtapone con el tejido urbano y las 
infraestructurasde comunicaciones (Boston) o bien como un conjunto discontinuo de 
islotes que salpican la ciudad densa (París) o también como anillos de naturaleza 
domésticada en torno a las grandes aglomeraciones (Viena), la lógica de la implantación 
territorial es la propia de la red. 
Simultáneamente otras necesidades de los ciudadanos empiezan a ser consideradas, 
integrándose como elementos fundamentales en la naciente práctica urbanística y 
conformes con la misma lógica de la red: los equipamientos educativos, sanitarios, de 
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beneficencia surgen para cubrir ese cúmulo de funciones que ahora la familia moderna 
es incapaz de asumir. En el mismo momento en que la familia nuclear se impone (y es 
impuesta como hemos visto) como institución social básica sobre las ruinas de la 
familia extensa y sobre ese magma informe de las masas urbanas desarraigadas se hace 
necesario un complemento territorial: las redes de equipamientos, zonas verdes y otros 
servicios. La vivienda obrera moderna, aislada, compacta, eficiente, etc. es sólo parte 
del sistema urbano territorial donde tiene lugar el habitar; la otra parte son esas redes 
extensas cuya lógica de implantación espacial es muy distinta a la alveolar de la 
vivienda. 
Y en ambos casos vemos cómo responden a dos órdenes de necesidades de dispar 
procedencia: las relacionadas con los objetivos de la gubernamentalidad de las 
poblaciones en la era del capital y, por otro lado, las propias necesidades de esas 
mismas poblaciones, literalmente autoconstruidas en el devenir conjunto con ese 
espacio urbano cada vez mejor planeado desde el Estado y las instituciones benéficas de 
nuevo cuño que ahora surgen. La necesidad guía el comportamiento de los humildes 
(Bourdieu), ahora ya no masa sino pueblo. La vivienda o el urbanismo moderno no son 
respuestas a unas supuestas necesidades previas de la parte más desfavorecida de la 
población, como demuestra la intrahistoria de esa otra parte que acoge al habitar 
moderno, los equipamientos y en especial el aparato educativo. 
La vivienda para el ciudadano común 
El Estado parece actuar en nombre de una nueva fraternidad 
Hablando en términos de dispositivos de poder una transformación decisiva, 
manifestada en dos hechos, tiene lugar entre ambos siglos: 
1. Agotamiento del sistema disciplinario de las ciudades obreras (ejemplo: Saltaire de 
Titus Salt, 1850); a veces dotadas con zonas verdes y abundantes equipamientos, pero 
donde sus habitantes estaban sometidos a unas normas de comportamiento y de 
disponibilidad del espacio construido muy rígidas, así como un severo control de las 
relaciones con el resto de la sociedad. El caso norteamericano más notable es el de 
Pullman (1885, ciudad para 8.000 habitantes promovido por G. Pullman, propietario de 
América Railway Union); pero esta magna actuación señala el final de un ciclo. 
2. Aparición y generalización del biodispositivo urbano abierto, capaz de asegurar un 
gobierno de base estadística de grandes masas de población. Gracias al ferrocarril en 
1868 aparece en Estados Unidos el suburbio de Riverside, no como un complemento a 
la ciudad sino como un proyecto alternativo a ésta, la demostración de que el territorio 
urbano cancelaba la oposición campo-ciudad que durante siglos había fundamentado la 
operatividad de ambos conceptos. Bedford Park en Inglaterra (1877), suburbio 
ajardinado para clase media que también es posible gracias al ferrocarril. 
Las primeras respuestas realmente novedosas e inventivas en lo que se refiere a la 
vivienda obrera propiamente dicha tardarán todavía varias décadas. En el fin de siglo, a 
la vez que E. Howard plantea con su Ciudad Jardín una afortunada síntesis capaz de 
satisfacer las inquietudes de amplios sectores sociales, R. Unwin y R. B. Parker, al 
mismo tiempo que los arquitectos del London County Council, aciertan con magníficos 
proyectos de viviendas. 
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historia de la puñetera vivienda. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de 
Barcelona, 1 de agosto de 2003, vol. VII, núm. 146(141). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-146(141).htm> [ISSN: 1138-9788] 
Es el momento en que aparece, sin duda favorecido por este nuevo territorio en 
formación, el ciudadano común, ese sujeto promedio, representante fiel de las 
aspiraciones y virtudes de las clases medias en ascenso, por unos instantes considerados 
los auténticos habitantes de la modernidad, a la vez asalariados y propietarios, 
productores y consumidores, capaces de inclinar hacia sus intereses la política estatal 
gracias a la fuerza numérica de sus votos, alma de una administración pública que 
presume de solvencia técnica, eficacia y neutralidad. 
Con estos avales se intenta dar solución a la precariedad y escasez de viviendas dignas. 
Para ello, se encajará el problema dentro de un marco de normas globales y estatales. 
Desde entonces esa legislación específica tendrá importantes implicaciones en la 
construcción del territorio. Se confiará al poder ejecutivo la responsabilidad social y el 
bienestar público. 
El planeamiento, la construcción del territorio, del espacio habitable de aquellos 
momentos, tuvo una motivación profundamente social, a través esta vez de las 
soluciones buscadas al problema de la vivienda, que encontró un encaje político 
adecuado en el contexto norteamericano de Roosevelt y en Europa en los gobiernos 
municipales socialdemócratas de la etapa de entreguerras. Las propuestas de barrios 
modestos tienen su base en viviendas económicas con unos estándares aceptables 
construidos sobre un mínimo admisible de metros cuadrados. En Estados Unidos serán 
los Greenbelt los que protagonizarían una deslumbrante pero cortísima etapa, mientras 
en Europa Siedlungen, Hoffes, manzanas holandesas,... que confrontado poco después 
con los CIAM, pondrán en claro la preocupación de los gobiernos de países y ciudades 
para resolver el problema más importante del momento. 
Captura de los nuevos inventos 
Pero este tiempo no durará: de un modo casi insensible el espacio público común, 
abierto a todos, es abandonado en favor del espacio privado para el ciudadano común. 
El Estado, cumplida su misión, se retira discretamente y deja paso a la rivalidad de la 
libre competencia del mercado. 
Tanto en Europa como en América se hicieron cosas interesantes, pero los modelos no 
constituyeron nunca la norma. Los barrios modestos europeos y americanos, en general 
y fuera de esas conocidas excepciones, tuvieron un diseño deficiente, una mala 
construcción, un nulo mantenimiento de las zonas públicas y gran cantidad de espacios 
difíciles de defender, con suciedad y poco comercio, con mucho paro y aburrimiento 
que propiciaban actos vandálicos que deterioraron aun más el espacio, aumentando los 
problemas sociales. Sus características responden a las normativas pero hoy son en 
muchos casos un desierto funcional a pesar de sus equipamientos. 
Los grandes parques americanos pronto se desprendieron del espíritu de sus creadores, 
para convertirse, bien en una estrategia inmobiliaria de prestigio sólo accesible a las 
clases más solventes, o bien, debido a la gran dimensión de estas piezas, para segregar 
sectores enteros de la ciudad (como en Chicago para separar el South Side de Hide 
Park). 
Los enormes suburbios londinenses construidos entre ambas guerras también fueron 
posibles gracias al ferrocarril; pero para muchas familias la experiencia fue 
GAUNA, V., REINOSO, R., ROMERO, J. M., RUBIO, A., SERRANO, E., TOVAR, Y. Informea la Academia sobre la triste 
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especialmente negativa, volviendo parte de ellos a la capital congestionada por diversos 
motivos: altos costes de transporte, escasez y carestía de comercio local y demás 
servicios, grandes dificultades para relacionarse socialmente. Así, es comprensible el 
desencanto de uno de los héroes de la vivienda de calidad para las clases modestas, 
Raymond Unwin, quien a pesar de su prestigio y la fuerza de su alto cargo oficial no 
pudo evitar la proliferación de una actividad urbanizadora masiva confiada a 
promotoras privadas, reducida casi exclusivamente a la residencia de baja densidad, y 
en general de mediocre calidad. 
Sin embargo la tendencia era imparable. La difusión del automóvil proporciona a las 
familias una velocidad y alcance de desplazamiento parecida a la del ferrocarril, pero 
con una disponibilidad y flexibilidad incomparablemente mayores. Desde entonces la 
vivienda para el ciudadano común debe acomodar la fantástica prótesis que multiplica 
por veinte la velocidad y el radio de acción del peatón. 
El sistema automóvil tiene unos grandes efectos sobre el habitar. Como ha mostrado 
Ivan Illich por encima de ciertas velocidades el sistema automovilista, aparente 
instrumento de democratización del transporte mecánico, produce graves efectos de 
desigualdad social [Illich 1985: 21] (es notorio que hoy sucede lo mismo en el caso de 
Internet). Por presión del automóvil la ciudad estalla definitivamente haciendo que 
todos esos equipamientos y servicios que componían junto a la vivienda el soporte del 
habitar del hombre común se pongan fuera del alcance del caminante; mientras que los 
transportes públicos sólo en ciudades muy afortunadas resuelven ese problema. La 
estratificación social inducida en el urbanismo automovilista se corresponde fielmente 
con los diferentes niveles de ingresos; pero eso a su vez se traduce en una estratificación 
de umbrales de acceso a las oportunidades de escolarización, formación profesional, 
socialización o espacios de alta calidad ambiental, etc. Evidentemente esto condiciona 
fuertemente los procesos de subjetivación, que resultan muy diferentes según sea el 
estrato en donde se "habite". 
Es en esos años de entreguerras cuando queda fijada la fórmula de la habitación para ese 
ciudadano común, casi identificado con el hombre moderno por antonomasia, cuando 
queda establecido el referente actual de la palabra "vivienda", confirmada esta larga 
permanencia por la gran estabilidad de los esquemas distributivos principales que 
aprenden y sobre todo practican los arquitectos. 
Éxito, pero sólo en la fachada. 
Tras la II Guerra Mundial se inicia una época de prosperidad general proporcionando 
bienestar material a la mayoría de la población. La definitiva consolidación de las clases 
medias augura de superación de las desigualdades sociales y justamente es en el 
momento en que parece triunfar definitivamente la fórmula universal de la vivienda 
cuando surge la advertencia de Heidegger: la producción sistemática, industrializada y 
masiva de alojamiento será capaz de satisfacer las necesidades de vivienda de una gran 
mayoría de la población, pero falla en algo muy grave: "Porque construir no es sólo 
medio y camino para el habitar, el construir es en sí mismo ya el habitar" [Heidegger 
1994: 128]; advirtiendo sobre la complejidad y sutileza del texto del filósofo alemán, tal 
vez su aviso pueda sintetizarse así: la vivienda que se da en su forma típica como cosa 
cerrada no es el lugar propicio para el habitar humano. 
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No nos faltan ejemplos para comprobar la catástrofe a que conduce la aplicación de un 
saber tecnocrático que de antemano pretende conocer qué necesita la gente, qué ciudad 
y qué viviendas son las apropiadas. 
Muchas veces, más a menudo de lo que hubiese sido deseable, incluso en la actualidad, 
la labor urbanística de las ciudades, basada en una higiene formal, acaba por barrer 
sectores enteros de la trama urbana que esconden tejidos sociales largamente 
elaborados. Se producen sustituciones masivas de piezas urbanas con el consiguiente 
realojo de sus habitantes que, también en demasiadas ocasiones, esconden operaciones 
de especulación inmobiliaria en zonas centrales de la ciudad, cuyo esfuerzo municipal 
no se pone al servicio de sus habitantes históricos sino al de otros más solventes y 
hambrientos de conquistar, y comprar, plusvalías de posición. 
Los habitantes históricos de esas zonas acaban en barrios periféricos, donde aparece una 
problemática paralela a la de la inmigración. Se ha roto esa trama de intereses 
interdependientes que no necesitaban de un espacio arquitectónicamente normalizado, 
ya que sus valores dependen de cuestiones como la ayuda mutua, la cercanía a sus 
puestos de trabajo, y de una mayor cantidad de prestaciones municipales a las que 
pueden acceder, etc. 
Fuera, en la periferia lejana, aparte de disponer de una vivienda que ni siquiera satisface 
sus necesidades concretas, su pobreza relativa (que era sobre todo “formal” en su 
anterior estado), se ensancha con connotaciones más lastimosas, que entroncan 
directamente con los problemas de la inmigración anteriormente estudiados y con los 
que convivirán espacialmente. Como comprobó J. Turner en sus trabajos en Sudamérica 
en los 60 y 70, la gente prefiere los tugurios a las viviendas confortables según normas 
profesionales [Robert 1999: 29]. 
Las relaciones sociales son como un jardín. Necesitan tiempo para crecer y 
manifestarse igual que las plantas. Los proyectos de vivienda económica pocas veces 
parecen contemplar seriamente esta opción. Además de eso hay que reconocer que en 
las ciudades actuales, cada vez es más complicado establecer esas redes sociales. Cada 
vez hay menos lugares aptos para este jardín social. La mudanza y la desubicación de 
sus habitantes es constante, es difícil que alguien viva en un mismo sitio más de diez 
años. Sin embargo siguen existiendo esas redes, lo que nos empuja a pensar que hay que 
repensar el concepto jardín social desde sistemas de intereses colectivos que van mucho 
más allá que el primitivo barrio, repensar lo que hay bajo el concepto “vivienda” o 
“barrio”, como algo más propio de aplicarse hoy a escalas territoriales. 
En vez de hablar de jardines sociales deberíamos hablar de parques o sistemas de 
parques sociales. Eso quiere decir que estamos en una situación diferente, pues siendo 
muy difícil crearlos, cuando ya existen más difícil todavía es destruirlos. Aquellos 
territorios que han conseguido construir sus entramados sociales, por ejemplo ciudades 
con una sociedad civil importante, son verdaderamente los más potentes, los más 
organizados y los que mejor calidad de vida podrán construir; y sólo ésos podrán 
asimilar las nuevas tecnologías con una fortísima incidencia en la interrelación social. 
[Manzini 1996: 81]. 
Las operaciones de regeneración de barrios y sectores deteriorados invirtiendo en una 
edificación moderna y adaptada a las supuestas ventajas de una vivienda correcta según 
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destruir su entramado social, al mismo tiempo que el de mantener la imagen de un 
sector histórico de la ciudad, a menudo no consigue los resultados que los objetivos 
iniciales se habían marcado (por ejemplo: Trinidad-Perchel en Málaga).Lo que resulta 
de operaciones tan ambiciosas, tan modélicas y tan costosas, no se parece mucho a lo 
esperado: ni se ha conseguido fijar a la población consolidando su entramado social, ni 
el barrio es reconocible si no es por alguna pieza histórica que ha conseguido resistir los 
despropósitos resolutivos (el día a día) de los gestores de la “rehabilitación”; porque la 
rehabilitación lo da (otra vez) todo hecho y clausurado. Siendo el dinero público escaso, 
y siendo consciente de lo complicado que resulta gestionarlo correctamente, no parece 
que gastándolo sólo en nueva edificación (de características oficiales) o en una política 
compulsiva de subsidiación de la vivienda (igualmente de características oficiales) se 
pueda conseguir todo. 
Como una práctica habitual ya desde el siglo XIX, las operaciones de rehabilitación de 
partes del tejido urbano consideradas como insalubres, enfermas, o degeneradas, nos 
proporcionan abundantes enseñanzas; hasta hoy mismo, ignoradas por casi la totalidad 
de los políticos y técnicos que tienen responsabilidades en este asunto. Sin embargo el 
misterio de tan pertinaz ceguera en gran parte desaparece cuando se consideran las 
funciones del biodispositivo habitación que fue ultimado con ocasión de la promoción 
del las primeras viviendas obreras. 
Comienza una nueva partida 
La pérdida de la centralidad estratégica de la vivienda. 
La apertura del ciberterritorio supone un acontecimiento de la mayor importancia. Tal 
vez su impacto sea mayor que el que en el territorio urbano supuso en su momento la 
introducción de la movilidad automovilista. Creemos que ya es constatable la pérdida 
del carácter estratégico del medio urbano en favor del cibermundo. 
Ocurre como decíamos al principio en relación con la aristocracia inglesa de principios 
del siglo XIX, sobre la relativa importancia del asunto vivienda. Ahora esto afecta a un 
abanico social mucho más extenso. La movilidad de las antiguas clases superiores les 
permitía distribuir su habitar a lo largo de un territorio-red respecto del cual su vivienda-
hogar (o su primera residencia) es sólo uno más de los nodos de esa red. Así mismo, 
algo que no ha dejado de suceder, el grado de vinculación de los espacios habitables con 
las actividades que ahí pueden desarrollarse es mucho más laxo que en las viviendas 
para las clases modestas, tal como se puede demostrar analizando las distribuciones de 
las viviendas destinadas a los diversos estamentos sociales. Consecuencia: el 
biodispositivo clásico habitación ve disminuida su importancia estratégica en el 
conjunto de instrumentos de regulación de las sociedades tardocapitalistas y a la vez la 
vivienda ve disminuida su importancia en el biodispositivo habitación. 
Ahora es posible hacer un repaso a las funciones originarias y proponer hipótesis sobre 
su adaptación a las circunstancias actuales; e incluso registrar la aparición de una nueva 
función que al final se comentará brevemente. 
Conseguir una materia social que admita cualquier conformación 
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Hoy lo importante no es tanto construir familias sino, en un sentido más radical, 
prefabricar agrupaciones sociales de todo tipo, y no sólo unidades familiares estándar. 
Para ello, como lo ha sido siempre, el primer paso es producir individuos; la novedad es 
que ese estadio del individuo desnudo ya no es sólo una fase transitoria hacia su 
investidura como sujeto (ama de casa madre de familia, padre trabajador, menor en 
curso de formación,...) que aunque no sea fijo, varía lentamente; la rapidez de los 
cambios conduce a que pierda su condición de sujeto una y otra vez, volviendo a ser 
individuo puro y simple, siempre disponible para futuros roles. 
Esa individualización tiene ya una manifestación ligada a la habitación cuando las redes 
de infraestructuras urbanas colonizan desde mediados del siglo XIX el ámbito 
doméstico, borrando la distinción entre público y privado, haciendo de cada individuo 
un nodo de conmutación (así por ejemplo en el caso del suministro y evacuación de 
agua potable, entre ambos circuitos). A ello contribuye de manera decisiva una intensa 
movilización, un continuo emigrar a territorios diferentes; la movilidad automovilista 
exacerbará en su momento ese descentramiento de lo hogareño. 
En el otro nivel, el de la movilidad subjetiva, los medios de comunicación de masas, la 
mercadotecnia (tecnologías-R [Rifkin 2000: 141 a 142]) conducen a la creación de un 
sujeto vacío, ocupante de cualquier espacio; la expansión de la prensa diaria supuso en 
su momento un fenómeno de encapsulamiento subjetivo, parejo al que produjeron las 
redes de infraestructuras urbanas en su cuerpo; el asunto se profundiza con el 
advenimiento de la telecomunicación, llegando a su madurez con Internet. 
Nuestras categorías conceptuales vacilan y ya no sabemos si la estancia, llamémosla 
virtual para entendernos, en un MUD (Multi User Domain) durante horas significa un 
modo de habitar que deba considerarse seriamente comparable al convencional, aunque 
yuxtapuesto e hibridado con él; igualmente es puesto en severa crisis lo que entendemos 
como espacio de habitación y el mismo concepto de vivenda; por supuesto la Red va 
camino de proveerse de biodispositivos con funciones calcadas de las que atribuíamos a 
la vivienda obrera de hace siglo y medio. 
El resultado de una extrema micronización del conjunto social, del confinamiento de los 
individuos y de la intermediación mercantil exhaustiva de las relaciones sociales 
produce esos patéticos hogares unipersonales en acelerada expansión o los hoteles 
japoneses de mínimos nichos con cama, aunque hiperconectados telemáticamente. 
Pero también se consigue un fluido social de gran plasticidad y fácil de gestionar. El 
biodispositivo habitación sigue teniendo una gran eficacia; por su medio se están 
creando mundos divergentes, territorios que evolucionan en sentido opuesto, auténticas 
especies humanas de la posmodernidad separadas por barreras casi tan fuertes como las 
que impiden en los animales engendrar criaturas híbridas. Porque mientras unos 
construyen comunidades de excelencia, otros se hunden fatalmente en ghetos (o 
naciones enteras como ahora Argentina), cuyo capital económico, social y cultural 
(Bourdieu) disminuye continuamente, alejándose fatalmente del umbral que podríamos 
llamar de acumulación originaria de capital colectivo que permitiera que dicha 
colectividad pudiera acceder a un proceso de autotransformación positiva. 
Nuevas utilidades para la venerable vivienda. 
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historia de la puñetera vivienda. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de 
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Evidentemente la vivienda es a esta escala una componente secundaria. Sin embargo en 
otros estratos el biodispositivo habitación sigue teniendo en la vivienda su instancia de 
actualización privilegiada, siendo ésta todavía importante para un segmento numeroso 
de la población; que es casi tanto como decir que sigue sirviendo como instrumento de 
gobierno de dicho segmento social; y con las mismas funciones que tuvoen su origen la 
vivienda obrera. Y este es el segundo de los aspectos que marca una efectiva 
transformación que debería confirmar un estudio genealógico (del cual se han aportado 
algunos esbozos) de dicho biodispositivo: una nueva función. 
A medida que se va comprendiendo que las clásicas esferas de la producción y del 
consumo son meras variables de una función económica primordial que podríamos 
llamar de transformación, a medida que el clásico destino de la vivienda como espacio 
para la reproducción pierde su convencional sentido como mero sumidero del valor de 
uso de las mercancías, el biodispositivo habitación hace de la vivienda un auténtico 
instrumento productivo. La biopolítica como gobierno sobre la vida aparece cuando 
surge esa mercancía que llamamos fuerza de trabajo [Virno 2002: 112], en definitiva 
efecto del puro devenir vital. 
La referencia a la grave situación del acceso a la vivienda que utilizábamos como 
excusa para abrir esta ponencia no es ningún problema en el nivel estratégico del poder; 
aparte de que no es sentido como tal ni preocupa a los que gobiernan (habitan territorios 
ya sin contacto alguno con esas miserias), objetivamente tampoco es un problema para 
ellos; tan sólo positiva muestra de la eficacia del instrumento de gobierno que hemos 
denominado biodispositivo habitación en la producción de escasez, que se manifiesta 
como drenaje-expropiación de las capacidades económicas de una parte importante de 
la población, restando recursos clave para adquirir una mínima autonomía en las 
decisiones que afectan a su propia vida y manteniendo a dicha población en un estado 
permanente de precariedad. Este proceso expropiatorio adquiere claridad cuando se 
identifica qué agente es el principal beneficiario: el capital financiero que controla dos 
momentos del proceso (lo que le permite dirigirlo según sus intereses), como agente 
dominante en el sistema de propiedad del suelo y su clasificación urbanística, y como 
prestamista principal. 
Todavía otra novedad es posible registrar en cuanto a la misma vivienda: la de 
producción efectiva de territorio, de un modo similar al del chabolismo, pero ahora a 
una escala mucho mayor, mediante la invasión del espacio rural con viviendas de 
segunda o primera residencia al margen de las normas urbanísticas y del control de los 
arquitectos. En el mecanismo clásico de la (hetero)promoción inmobiliaria la demanda 
no crea directamente territorio urbano, pero esta modalidad de invasión rural sí lo hace, 
un territorio que con sus correspondientes plusvalías será capturado tarde o temprano 
por el gran capital. El proceso está espoleado por la degradación de los barrios modestos 
(la antigua pulsión de huida, en definitiva consecuencia de las mismas condiciones en 
que se da la habitación); pero tras esta dinámica también se adivina un potencial que se 
actualiza como acción del habitar, literalmente el construir que Heidegger enunciaba, no 
otra cosa que el construirse; y como consecuencia hartazgo y rechazo de tanta cosa dada 
como cerrada. 
 
 
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Conclusión (como rampa de lanzamiento) 
El enfoque que hemos dado al problema de la vivienda tiene, al menos en nuestra 
opinión, profundas consecuencias: 
1. En el seno del biodispositivo habitación el papel de la vivienda queda muy 
modificado en relación con los planteamientos convencionales que parten de dicha 
palabra como incuestionada, como no pensada. No sólo es una fracción de un problema 
general mucho mayor, el propio del territorio urbano moderno, sino que deja de ser un 
objeto para un sujeto preexistente, es decir, la vivienda como respuesta a una específica 
necesidad del hombre común en su condición de habitante. A la vivienda en relación 
con la habitación le pasa lo mismo que al decir de Foucault ocurre con el sexo en 
relación con la sexualidad: "...sexo, punto imaginario fijado por el dispositivo de la 
sexualidad..." [Foucault 1998: 189]. 
2. Todo biodispositivo implica un saber. El desvelamiento de las relaciones de nuestro 
saber (en definitiva de nuestra fuente de legitimación social como colectivo con una 
función social específica) con el poder nos deja en una difícil posición. 
No podemos dejar de ser (buenos) arquitectos. Hablando de la contribución de la 
edificación al territorio urbano, existe una amplia variedad de casos: algunos proyectos 
se limitan a extraer las plusvalías proyectuales de un buen planteamiento urbano, otros 
en cambio asumen sus propios compromisos avanzando desde el propio edificio nuevas 
propuestas, mientras también se da el caso de aquellos que partiendo de un 
planteamiento previo pobre aportan unas condiciones territoriales nuevas que mejoran 
las condiciones preexistentes. 
No es casualidad que los mejores arquitectos siempre han estado en esta segunda 
opción: los de entonces, Mies van der Rohe, Le Corbusier, Wagner, Gropius, Whrigt, 
Smithson, Bakema,... y los de ahora Toyo Ito, Zaha Hadid, Rem Koolhaas. Algunos 
nunca proyectaron siquiera un barrio, pero se comprometieron con ellos desde el 
proyecto de sus edificios, en la manera de ubicarlos y relacionarlos con el espacio 
público que les proporciona acceso y permite reconocerlos. Un ejemplo, cuando Mies 
proyectó el Federal Center de Chicago, un espacio europeo en el corazón de una ciudad 
americana, quizás nunca imaginó que aquel espacio sencillo permitiera no sólo los 
encuentros y actividades colectivas que crean sociedad y vida urbana, sino que fuera 
escenario de las manifestaciones públicas contra el mismo Estado Federal que promovió 
su proyecto, como es el caso de las recientes protestas contra la guerra de Irak (una de 
las primeras manifestaciones en Estados Unidos que presenciamos en TV contra la 
guerra se produjo aquí). 
Es nuestra obligación por tanto proyectar el territorio no sólo para vivir con calidad, 
sino para vivir con capacidad, con la potencia que da pertenecer a un territorio 
compuesto por subjetividades en riquísima interrelación. Pero es sorprendente que esa 
condición se convierta de paso en un sólido recurso productivo en si mismo, como en 
otros territorios son la agricultura, la industria, los servicios o la tecnología. Pensamos 
en la ZoMeCS (Zona Metropolitana de la Costa del Sol), pensamos en cómo el 
fenómeno turístico ha sobrepasado el invento de los años 50, mostrándose como una 
conurbación de relaciones multiculturales, maniatada no obstante por las condiciones 
regladas de un sistema en el que no se ve representada, cuya materia prima ya no es solo 
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la calidad de vida sino la sinergia del mestizaje, que reinventa constantemente su 
territorio. 
Y mucho más que eso. Si consideramos por una parte que el talento, la capacidad o la 
suerte (es decir, de su vida como acto) de mujeres y hombres les trascienden, afectando 
especialmente a las generaciones que les suceden y también a sus sistemas de 
relaciones; y por otra que el capital ya hecho (económico, inmobiliario, cultural, de 
lazos y relaciones, de compromisos...) que cedan es a la larga una ventaja, siendo que 
dicho capital encuentra en la habitación un dispositivo que facilita o dificulta su 
acumulación, estaremos de nuevo en una buena plataforma desde donde clamar 
atención. La habitación es mucho más que su espacio de habitación pues susplusvalías 
pueden ser proyectadas sin tableros de dibujo, directamente desde las ideas. 
No sabemos si esas plusvalías seguirán beneficiando al conjunto de la sociedad o si 
serán capturadas (muy probablemente) para el beneficio de unos pocos. Pero en 
cualquier caso seguimos construyendo piezas de un biodispositivo. Que como tal es en 
principio ambiguo: lo mismo es instrumento para el crecimiento personal del habitante 
(autogobierno) que sirve a un poder de dominación ajeno y exterior. Que esta última es 
la situación habitual lo deducimos desde el momento en que esa vivienda para el 
hombre común se le ha proporcionado cerrada y terminada, siendo el construir-habitar 
sólo una actividad residual y secundaria; y también por el tiránico vínculo entre espacio 
y actividad que hace de las tipologías distributivas modelos de un proceder tecnológico, 
no ya sobre los artefactos, sino operando directamente sobre los cuerpos, una auténtica 
ingeniería social. 
Pero todo cambia: así como la habitación adoptará nuevas formas, haciendo más visible 
la crisis de “la vivienda", nuestra práctica profesional cambiará radicalmente (de hecho 
ya ha sucedido en otros países): como órganos descentralizados del Estado que hemos 
sido durante los años del fordismo, seremos desregulados y la proletarización marcará el 
fin del dominio de los que hemos monopolizado los saberes expertos propios del hecho 
urbano, justo en el momento en que su centralidad estratégica está cancelándose por la 
irrupción del ciberterritorio. 
3. Sin embargo aparecen nuevas aperturas, y nuevos agujeros en la realidad por los 
cuales podemos colarnos, aunque en el tránsito tengamos que despojarnos de nuestros 
uniformes de arquitectos (o de sociólogos, geógrafos, historiadores, ingenieros,...). 
Entre otras tareas nos aguarda el desarrollo de una nueva economía política del 
territorio, fertilizada en la práctica de un pensamiento crítico sobre el poder (uno de 
cuyos instrumentos ha sido utilizado en este mismo trabajo: el dispositivo de Foucault). 
También el reto de una comprensión radical del habitar a la luz del acto poético; y así 
una de las consecuencias de la práctica del arte desde el siglo XIX es el desvelamiento 
del carácter artificial de nuestra habitualidad cotidiana en el sentido de descubrir que 
nuestra entera existencia está condicionada por un estrato espacio-temporal que en 
algún momento fue construido para, a su vez, construirnos a nosotros; ese 
descubrimiento es esplendoroso pues nos revela que las cosas, nosotros mismos, 
podríamos ser de otra manera y que por lo tanto también podemos decidir qué territorio, 
qué modo de vida queremos: autogobierno. 
4. Las preguntas que se formulaban en la introducción deben cambiar y plantearse más 
o menos así: ¿Qué habitación y qué habitante están ahora mismo construyéndose 
GAUNA, V., REINOSO, R., ROMERO, J. M., RUBIO, A., SERRANO, E., TOVAR, Y. Informe a la Academia sobre la triste 
historia de la puñetera vivienda. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de 
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mutuamente?, ¿Qué sabemos de ese secreto vínculo que une ambos términos, el 
habitante con la habitación?, ¿Cómo eso nos afecta como ciudadanos y como 
arquitectos, geógrafos, etc.? 
 
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© Copyright Scripta Nova, 2003 
 
 
Ficha bibliográfica: 
 
GAUNA, V., REINOSO, R., ROMERO, J. M., RUBIO, A., SERRANO, E., TOVAR, Y. Informe a la 
Academia sobre la triste historia de la puñetera vivienda. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y 
ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2003, vol. VII, núm. 146(141). 
<http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-146(141).htm> [ISSN: 1138-9788]

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