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Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) 158 En 2014, ante la crisis generada por el fuerte de aumento de niños no acompañados detenidos en la frontera sur de los Estados Unidos, México comenzó a ejecutar el Programa Frontera Sur con el fin de asegurar mayor protección pero también mayor control de las personas migrantes dirigidas al norte, que sumaban entre aproximadamente 100.000 migrantes de los tres países (Giorguli-Saucedo y otros, 20160) y 130.000 (Orozco y Yansura, 2015). Ello ha estado asociado a un creciente número de deportaciones (terrestres) de migrantes guatemaltecos, salvadoreños y hondureños, que llegaron a superar las deportaciones (aéreas) procedentes de los Estados Unidos (ASIES y otros, 2016). Estas cifras apuntan a una función adicional de la política migratoria mexicana de reducir el flujo de migrantes indocumentados con posibilidades de ingresar a los Estados Unidos. Datos de la División de Población de las Naciones Unidas permiten concluir que Guatemala se mantuvo como la principal fuente de inmigración en México —después de los Estados Unidos— con aproximadamente 545.000 migrantes en 2017, pero ese año ya había cerca de 154.000 hondureños y 103.000 salvadoreños. La mayor parte de las personas migrantes guatemaltecas han sido trabajadoras temporales. De acuerdo con datos de una encuesta46 procesados por Meza González (2015), cerca de 16.000 trabajadores guatemaltecos tenían la tarjeta de trabajador fronterizo visitante (TVTF) para trabajar en Chiapas en 2013, equivalente a casi la mitad de los trabajadores temporales, con una proporción levemente mayor con la tarjeta regional de visita rápida. Según Meza González (2015) la mayor parte de los trabajadores guatemaltecos reportaron ser trabajadores agrícolas, con porcentajes que habían aumentado del 35 % del total de trabajadores migrantes guatemaltecos en México en 2004 al 60% del total en 2013. Esta evolución podría ser un indicador de la relativa escasez de mano de obra agrícola en México anunciada por Taylor y Martin (2013). De acuerdo con Meza González los trabajadores agrícolas guatemaltecos ganaban algo menos de dos salarios mínimos, similar a lo ganado por la población económicamente activa de Chiapas. A su vez, los salarios mensuales medios obtenidos por los guatemaltecos en el sur de México equivalía a menos del 10% de lo que ganaban los mexicanos en los Estados Unidos en 2011 (Castillo y Nájera, 2014). Meza González (2015) también encontró que el predominio de actividades agrícolas de los migrantes guatemaltecos masculinos y del servicio doméstico entre las mujeres, así como su concentración en Chiapas, estaba asociado a un nivel menor de educación en comparación con los salvadoreños, quienes vivían en áreas lejanas a la frontera y cercanas a la Ciudad de México, donde trabajaban como comerciantes, artesanos, técnicos y profesionales. Los hondureños, en una situación intermedia, estaban menos concentrados que los guatemaltecos en Chiapas y con ocupaciones más diversificadas, menos dependientes de la agricultura, aunque con un grado importante de precariedad laboral. Asimismo, las mujeres salvadoreñas y hondureñas tendían a estar ocupadas mayoritariamente en actividades comerciales y menos en el servicio doméstico, a diferencia de las guatemaltecas. 46 Emif Sur, 2004-2013, México, El Colegio de la Frontera Norte, Conapo, STPS, SRE e INM.
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