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Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) 164 Por otra, las políticas dirigidas a reducir la pobreza o la desigualdad frecuentemente han contribuido a aumentar en vez de reducir las migraciones, especialmente en el corto o mediano plazo. Aunque no se han encontrado estudios que lo documenten de manera rigurosa para países centroamericanos específicos, numerosas investigaciones en otros países o más amplias han podido demostrar cómo microcréditos, subsidios agrícolas, programas de capacitación e incluso la reducción de la pobreza o el aumento del ingreso por habitante en determinadas condiciones han resultado en un aumento de la migración, principalmente porque han facilitado recursos para cubrir el costo de emigrar (OECD, 2017; Fratzke y Salant, 2018). Además, las políticas migratorias del principal destino de la migración centroamericana, los Estados Unidos, han fomentado la migración irregular y permanente al no contar con amplios programas de migración temporal adecuadamente regulados que podrían haber moderado algunas de las manifestaciones más negativas de la migración centroamericana actual. Lo anterior obliga a matizar el primer relato en dos sentidos. Primero, atender ciertos problemas básicos del desarrollo como mejorar la educación y la salud, o reducir la pobreza extrema, puede aumentar la migración en el corto plazo. Existe el peligro de que surja una brecha muy grande entre las capacidades otorgadas a los hogares e individuos para aprovechar oportunidades económicas con el fin de generar ingresos y salir de la pobreza, por un lado, y la generación de las oportunidades para aprovechar estas nuevas capacidades, por otra. Específicamente, los gobiernos pueden favorecer más educación, salud, subsidios y crédito, pero si no hay simultáneamente una masiva generación de inversiones y empleos, las mayores capacidades de las personas favorecidas por políticas públicas se reflejarán en que muchos de ellos emigrarán. Corresponde, por consiguiente, darle prioridad a un gran salto (big push) en materia de inversiones de calidad para generar empleo decente masivo. En la medida en que se genera confianza y esperanza en un futuro mejor la emigración tenderá a reducirse. Segundo, en la medida en que no se dé este gran salto y esa brecha no se cierre —contrario a una visión optimista de confiar en que se cerrará gradualmente— corresponde asumir, como Estados y como sociedades centroamericanas, que las migraciones continuarán. Se vuelve entonces fundamental implementar una estrategia de migraciones dirigida a asegurar un balance de costos y beneficios favorable, lo que en buena parte se lograría con migraciones seguras, protegidas y ordenadas, como recomienda el Pacto Mundial sobre Migraciones. Correspondería reducir, simultáneamente, las migraciones desordenadas, inseguras, irregulares y vulnerables. Ello también implica acuerdos con los países que son destino de las migraciones. Esta visión corresponde a la reflejada en el Pacto Mundial de Migraciones, que busca compatibilizar la necesidad de acceso a los mercados de trabajo en los países de destino, planteado por los países que son origen de las migraciones, y el ejercicio de soberanía y control de sus mercados de trabajo por parte de los países que son destino de las migraciones. Las reacciones negativas de amplios sectores de estos países, que rechazan las migraciones, basadas en percepciones maniqueas y equivocadas, ejercen influencia política
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