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Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) 176 evaluaciones sobre su impacto, lo que justifica implementar proyectos piloto para evaluar su efectividad. Existe un desafío institucional para implementar y darle seguimiento a este conjunto de políticas en los países del NCA. Algunos de los ministerios de agricultura en estos países no tienen la capacidad para hacerlo y todos tendrían que sujetarse a procesos de reingeniería para ajustar su institucionalidad con el fin de cumplir estas funciones adecuadamente, anunciadas a menudo, pero pocas veces puestas en práctica. Probablemente se requiera una nueva arquitectura institucional que no solo asegure la capacidad técnica para hacer propuestas, implementarlas, evaluarlas y ajustarlas en la medida que se cometan errores, sino también para cumplir con un papel catalítico y de consulta que es indispensable para poder avanzar. Ello incluye la posibilidad de acordar coaliciones territoriales (FAO, 2018) para enfrentar desafíos comunes, con la participación de los actores más importantes del territorio correspondiente. Las cinco políticas señaladas no agotan la agenda de desarrollo rural, pero están centradas en lograr un aumento de la productividad agrícola, que podría ser un primer paso, o parte de un conjunto de otras acciones. Estas incluyen la necesidad de avanzar con una protección social ampliada, la gestión sostenible de los recursos naturales, la expansión del empleo rural no agrícola y paquetes integrados de infraestructura (FAO, 2018). Para asegurar un aumento sostenido de la productividad agrícola, y mayor equidad, también tendrían que avanzarse en estos ejes, que la FAO considera la base de un nuevo ciclo de políticas para reducir y eliminar la pobreza rural en la región. Implementar paquetes integrados de infraestructura para atender el sector rural sería especialmente importante en Guatemala, cuya debilidad en esta área es notable, como señala la FAO (2018). Además, tendría que realizarse un esfuerzo especial en los tres países por ejecutar proyectos de infraestructura intensivos en mano de obra, lo que podría convertirse en la principal fuente de empleo directamente generado por el Estado en cada país. Existen experiencias de infraestructura comunitaria financiada mediante remesas canalizadas por asociaciones de migrantes en el exterior que han proporcionado recursos para la construcción y reparación de escuelas, clínicas de salud, agua potable, instalación de electricidad, telecomunicaciones, caminos asfaltados y, menos común, proyectos de irrigación (IFAD, 2008, pág. 39). La diferencia entre este tipo de envío colectivo de remesas y las remesas familiares es que privilegia la inversión, y puede ser estimulado por la vía de fondos gubernamentales de contraparte. Lo ha hecho México desde hace algún tiempo —que puede ser fuente de asesoría en este campo— y más recientemente El Salvador, mediante el Fondo de Inversión Social para el Desarrollo Local (IFAD, 2008). Los costos de transacción altos, puesto que se trata de numerosos proyectos pequeños, podrían ser superados con la cooperación de ONG, en coordinación con los gobiernos municipales o centrales. Aparte de la infraestructura comunitaria, cabría especialmente ampliar la red de caminos rurales, para contribuir a la producción y al comercio de productos agrícolas dentro
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