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Estereotipos y prejuicios de género: factores determinantes en Salud Mental. Gender Stereotypes and prejudice as Mental Health determinants. Isabel Pla Julián (1), Antoni Adam Donat (2), Isabel Bernabeu Díaz (3) (1) Profesora Titular, Universitat de València. Departamento de Economía Aplicada, Facultad de Ciencias Sociales. (2) Psiquiatra. Agència Valenciana de Salut. Departament Arnau-Llíria. USM Paterna. (3) Función administrativa. Agència Valenciana de Salut. Departament Clínic Malva-Rosa. Resumen: Reflexionar sobre los efectos de los estereotipos y prejuicios de género en la práctica clínica cotidiana de los profesionales de salud mental resulta imperativo para entender las diferencias en la forma de enfermar, los factores de vulnerabilidad psicoso- cial, el modo de manifestar la enfermedad y buscar ayuda, o los sesgos de la atención recibida por mujeres y hombres. Para ello partimos de una definición básica de las dife- rencias existentes entre los estereotipos, los prejuicios y los estigmas con la finalidad de cuestionarnos los factores que determinan la construcción social de las relaciones de género. El objetivo final es avanzar hacia una propuesta metodológica integral con perspectiva de género, específica para los profesionales de salud mental que nos permi- ta averiguar los determinantes de género en salud mental y, en la medida de lo posible, contribuir a un futuro protocolo de acción. Palabras clave: Estereotipos, prejuicios, género, práctica clínica, salud mental. Abstract: Reflecting on the impact of gender stereotypes and prejudices in daily clin- ical practice of mental health professionals is imperative to understand the differ- ences in the forms of disease, psychosocial vulnerability, how to seek medical help, the biases of clinical attention in women and men. For that purpose we start with a basic definition of the differences between stereotypes, prejudice and stigma with the aim of questioning the factors that determine the social construction of gender relations. The ultimate goal is to move towards a gender comprehensive methodol- ogy for mental health professionals to enable us to find the determinants of gender in Mental Health and, as much as possible, to contribute to establish a future pro- tocol of action. Key words: Stereotypes, prejudices, gender, clinical practice, mental health. Norte de salud mental, 2013, vol. XI, nº 46: 20-28. Nota: Queremos expresar nuestro agradecimiento a Sara Velasco Arias. Sus estudios acerca de la práctica clínica con enfoque de género permiten avanzar hacia una mayor igualdad y equidad en el ámbito de la salud. Para nosotros, han supuesto una fuente constante de inspiración. Estereotipos y prejuicios de género: factores determinantes en Salud Mental 21 Introducción1 Comenzaremos con una consideración: la ingen- te cantidad de literatura sobre la importancia de los determinantes de género en salud nos impone una cierta cautela, a la vez que limita cualquier pretensión de originalidad por nuestra parte. Nos ceñiremos, pues, a reflexionar sobre los efectos de los estereotipos y prejuicios de género en la práctica clínica cotidiana destacan- do los determinantes de género en salud mental. Para ello, acotaremos el tema adoptando el es- quema siguiente: 1. Estereotipos, prejuicios y estigmas. 2. Estereotipos sociales de género. 3. Estereotipos de género y salud. 4. Enfoque integrado de género en problemas de salud. 5. Determinantes de género en salud mental. Obviamente, no existen prejuicios de género, ni de otro tipo, específicos entre los profesionales de la Salud Mental (SM). Dicho de otra manera, los profesionales de la SM no muestran prejui- cios diferentes a los que pueden manifestar otros profesionales de la salud. No obstante, es evidente que en determinadas especialidades médicas el impacto de ciertas actitudes incide profundamente en la relación médico-paciente. Así, la medicina de familia y la psiquiatría son las dos especialidades que más han contribuido a poner en primer plano los problemas sanitarios que conlleva ignorar la diversidad y, en especial, las desigualdades de género (1). Los estereotipos y prejuicios entre profesionales de la SM -no solamente los referidos al género- son los mismos que encontramos en nuestro me- dio social y cultural. El prejuicio aparece indepen- dientemente de la inteligencia del individuo, de su nivel cultural y de su capacidad para razonar. Se puede decir que los prejuicios forman parte de nuestro bagaje cultural, dado que están presen- tes en el entorno familiar y social y mediatizan 1 Una versión preliminar de este texto fue presentada en forma de comunicación en las III Jornadas de la Sección de Derechos Humanos y Salud Mental de la Asociación Española de Neu- ropsiquiatría (AEN), celebradas en Bilbao los días 20-22 de octubre de 2011. nuestras relaciones, repercutiendo negativamen- te y de manera específica en el trato entre perso- nal sanitario y pacientes. Las investigaciones actuales dirigen la atención al estudio de las causas de estos prejuicios, ya que su persistencia entre el personal sanitario, educadores y distintos mediadores sociales pue- de comportar errores y malentendidos de gra- ves consecuencias. Los resultados de trabajos recientes indican que psicólogos y trabajadores sociales manifiestan las mismas contradiccio- nes, ambivalencias y prejuicios, racistas y sexis- tas, que el conjunto de la población (2). Se considera que es necesario un largo proceso para que se reconozcan y acepten los propios prejuicios (3). En general, tanto los códigos tra- dicionales de ética profesional en salud mental, como los más recientes que desarrollan modelos específicos de intervención en cuestiones de raza y género, estipulan actitudes positivas hacia las minorías raciales y hacia las mujeres. 1. Estereotipos, prejuicios y estigmas Según el DRAE2 el estereotipo viene definido por la “imagen o idea aceptada comúnmente por un grupo o sociedad, con carácter inmutable”. Lo cierto es que los estereotipos ayudan a sim- plificar la realidad; la hacen más comprensible. Facilitan la socialización, el desarrollo y la inte- gración de los individuos en un entorno agresivo, desconocido, incomprensible o inaccesible. Los estereotipos se definen también como creencias populares sobre grupos sociales específicos o sobre determinada clase de individuos. Desde el punto de vista de la psicología social, los este- reotipos forman parte de nuestras actitudes: alu- den al componente cognitivo de las mismas. Se pueden entender como “verdades” socialmente compartidas y, en la mayoría de los casos, políti- camente incorrectas. Por su parte, el prejuicio entraría en el territorio de lo individual y viene definido como la “opi- nión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal”3. Se entiende 2 Diccionario de la lengua española, vigésimo segunda edición. http://lema.rae.es/drae/ 3 Ibídem. Isabel Pla Julián, Antoni Adam Donat, Isabel Bernabeu Díaz 22 como el proceso de formación de un concepto o juicio acerca de una persona o situación de for- ma anticipada o preconcebida, e implica la ela- boración de ideas, creencias, actitudes, juicios u opiniones antes de someterlos a la primacía de la evidencia (4). Si el estereotipo aludía al componente cognitivo de las actitudes, el prejuicio apelaría al compo- nente afectivo. Ambos se relacionan, a su vez, con el componente comportamental o conativo que se materializa en las conductas discrimina- torias y estigmatizantes4, como podemos obser- var en el siguiente esquema: Estereotipo Prejuicio Estigma Fuente: elaboración propia a partir de S. de Lemus Martín (2007). En todo caso, la fuerte conexión entre prejuicios y estereotipos se mediatiza por las categorías a las que pertenecen las personas5. Es decir, que cuando aplicamos los estereotipos y los prejui- cios, lo hacemos bajo la influencia de múltiples categoríaso variables sociales. Los estereotipos se atribuyen a los grupos sociales por pertenen- cia a un determinado sexo, nacionalidad, cultu- ra, etnia o clase social, entre otros. De modo que nos encontramos estereotipos y prejuicios dife- rentes para cada grupo social. Así, expresiones tales como ‘las mujeres latinas son muy cariño- sas’ o ‘los alemanes son muy fríos’ son ejemplos de atribuciones estereotipadas (5). Cuando aplicamos los estereotipos y los prejui- cios, lo hacemos bajo la influencia de todas estas categorías o variables sociales que aparecen en la tabla 1. 4 Lemus Martín, S. de (2007), p. 18. 5 Lemus Martín, S. de (2007), p. 20. Tabla 1: Categorías sociales que activan estereotipos y prejuicios Sexo Situación laboral Edad Religión Estado civil Estatus profesional Clase social Etnia Apariencia o aspecto general Estatus migratorio Nivel educativo Nacionalidad Fuente: elaboración propia a partir de Velasco Arias, S. (2009) y Lemus Martín, S. de (2007). Por último, el estigma se puede entender como la serie de rasgos, aspectos o atributos que justi- fican la exclusión social de quienes los poseen. A partir de este concepto, se puede clasificar a las personas en dos grandes grupos: a) normales: individuos que no se desvían ne- gativamente de las expectativas particula- res concebidas para su grupo. b) estigmatizados: sujetos que padecen acti- tudes y conductas de evitación, discrimina- ción o rechazo, que reducen sus posibilida- des de convivir dentro del grupo (6). Ante el acoso, la discriminación o el rechazo, el individuo estigmatizado mostraría respuestas que abarcan desde la vergüenza y el auto des- precio hasta los intentos de corregir aquello que considera el fundamento objetivo de su deficien- cia6. Por ejemplo, las mujeres que aceptan some- terse a cirugía estética para responder a determi- nados cánones sociales de belleza y que llegan a la aversión hacia su propio cuerpo, animadver- sión confirmada y legitimada por profesionales y expertos de la salud y la belleza (7). 2. Estereotipos sociales de género Los estereotipos sociales de género aluden a un conjunto estructurado de creencias y expectativas compartidas, dentro de una sociedad, acerca de las características que poseen (componente descripti- vo) y deben poseer (componente prescriptivo) 6 GAP (2000), p. 32. Estereotipos y prejuicios de género: factores determinantes en Salud Mental 23 las mujeres y los hombres como grupos, sexual y genéricamente, diferentes7. Las creencias y expectativas que conforman los estereotipos sociales de género incluyen: ras- gos de personalidad (subordinación/dominio), roles (cuidadora/sustentador económico de la familia), profesiones (secretaria/empresario), mandatos (subordinarse a las necesidades y ex- pectativas de los hombres/demostrar siempre potencia y creer que su cuerpo es una máquina invencible), exigencias sociales (silenciar la pro- pia fortaleza e inteligencia/ocultar las debilida- des) (8). En resumen, la feminidad se identifica con subordinación, entrega, pasividad y seduc- ción, mientras que la masculinidad presupone poder, propiedad y potencia8. En cualquier caso, el género no puede verse única- mente como una simple estructura binaria y hete- ronormativa; sino que se compone de estructuras sociales mutables y flexibles, que cambian y se regeneran constantemente marcando lugares di- ferenciados para las mujeres y para los hombres. Este abordaje, en el que se aúnan los estereo- tipos de género con múltiples variables sociales se conoce como perspectiva interseccional (9). La intersección origina un contexto complejo de desigualdades que operan de forma dinámi- ca y que condicionan las relaciones de género. En este contexto interseccional, las personas se significan en términos de estructuras sociales que comportan relaciones de poder derivadas de diversas categorías: patriarcado, racismo, clasis- mo o heterosexismo entre otras. Así, por ejem- plo, no categorizamos del mismo modo a una mujer blanca, española y joven, que a otra mujer negra, migrante y madura. Todo ello tiene implicaciones claras en términos de SM cuando constatamos, por ejemplo, que la depresión es más prevalente en mujeres que en hombres, y que lo es aún más en mujeres de mediana edad que pertenecen a clases sociales desfavorecidas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el género determina de manera fundamental la salud mental y también las enfermedades menta- les. Como podemos ver en la tabla 2 sobre preva- lencia psiquiátrica, las diferencias entre mujeres y hombres se mantienen a lo largo de los veinte años que separan los diferentes trabajos. Tabla 2: Prevalencia psiquiátrica en estudios comunitarios realizados en España Autor (año) Área Muestra Instrumento9 Prevalencia psiquiátrica (%) Hombres Mujeres Muñoz et al. (1979) Navarra NC PSE 11.6 23.6 Vázquez-Baquero et al (1982,1982) Navarra 1156 CIS 19.2 28.3 Seva-Diaz et al (1982) Soria 404 GHQ 30 - 34.2 Vázquez-Baquero et al (1987) Cantabria 1232 PSE 8.1 20.6 Herrera et al (1987) Barcelona 811 GHQ 60 15.9 30.8 Mateos et al (1989) Galicia 2510 GHQ 60 20.8 33.6 Canals et al (1997) Cataluña 290 (18 años) SCAN 21.7 36.1 Rajmil et al (1998) Cataluña 12.415 GHQ 12 15.8 18.7 Roca et al (1999) Formentera 697 GHQ 28 15.0 23.6 Fuente: Montero, I. (2004). 789 7 Lemus Martín, S. de (2007), p. 19. 8 Velasco Arias, S., (2009), p. 155. 9 GHQ: Cuestionario General de Salud, utilizado en las versiones de 12, 28, 30 y 60 ítems; PSE: Examen del Estado Actual; CIS: Cuestionario de Entrevista Clínica; SCAN: Cuestionario para la Evaluación Clínica en Neuropsiquiatría. Isabel Pla Julián, Antoni Adam Donat, Isabel Bernabeu Díaz 24 Los estereotipos sociales de género mediatizan la prevalencia de los trastornos mentales comu- nes (TMC): depresión, ansiedad y quejas somáti- cas. Trastornos que afectan aproximadamente a una de cada tres personas en la comunidad, que predominan entre las mujeres y que constituyen un grave problema para la salud pública. Según las predicciones de la OMS, la depresión mayor será la segunda causa de discapacidad mundial en 2020, y esta enfermedad es, ahora mismo, dos veces más frecuente entre las mujeres que entre los hombres. Por tanto, reducir el número de mujeres que sufren depresión contribuiría de manera significativa a disminuir la discapacidad causada por los TMC (10, 11). 3. Estereotipos de género y salud 10 Los estereotipos pueden observarse en todos los ámbitos y actividades de la sociedad e influyen en las expectativas que mantienen los profesio- nales de la salud, dando lugar a los sesgos de género en la atención sanitaria. Así, el estereo- tipo de que las mujeres se quejan demasiado, porque son más débiles y probablemente no estén realmente enfermas, procede del modelo tradicional de género. Los estereotipos mediati- zan las distintas formas que tienen los pacientes de consultar los servicios sanitarios: según este modelo tradicional, las mujeres tienden a acudir más veces y antes a los servicios generales y también manifiestan más quejas psicosociales. Por su parte, los hombres acuden con más fre- cuencia a urgencias o a los servicios hospitala- rios y les cuesta mucho más verbalizar sus que- jas. Este modelo también incide en el estado de salud y en las formas de enfermar. Así, las cargas derivadas del rol dependiente y de cuidadora son los procesos psicosociales más frecuentes encontrados entre mujeres con TMC. En cambio el primer proceso psicosocial asociado a la salud de los hombres tiene que ver con los conflictos de pareja. Por otra parte, la incorporación de las mujeres a la educación, al trabajo formal y al espacio público ha dado paso al modelo de género en transición. Este nuevo modelo, aún en evolución, 10 Véase al respecto el capítulo titulado “Análisis de los deter- minantes psicosociales de género para la salud” en el libro de Sara Velasco Arias, Sexos, género y salud (2009),pp. 147-186. ha modificado las relaciones sociales pero en el espacio de la intimidad las personas todavía conservan valores tradicionales. El modelo de género en transición, y el consiguiente cambio en las relaciones de poder-subordinación, ha comportado para las mujeres y los hombres dife- rentes procesos protectores ante la enfermedad. La autonomía, la independencia, el nivel cultural y la participación en la vida pública serian facto- res de protección para la salud de las mujeres; mientras que para los hombres lo serían liberar- se de la carga de mantener el poder y la poten- cia, y acceder a la sensibilidad y a la afectividad, antes vedadas. Al mismo tiempo, este modelo presupone una vulnerabilidad diferenciada para las mujeres, que se atribuye a la acumulación de roles antiguos y nuevos, acumulación que da como resultado la doble jornada laboral con car- ga monoparental en soledad o también conocida como jornada interminable. La sobrecarga resul- tante es mucho más grave cuando los recursos económicos son escasos, hasta el punto de que se reconoce como el primer proceso psicosocial determinante de salud en las mujeres. En cam- bio, para los hombres se mantienen los conflic- tos de pareja como primer proceso psicosocial asociado a la enfermedad. Si a lo largo del siglo XX, la salida de las mujeres del lugar de subordinación dio paso al modelo de género en transición, a finales del mismo siglo y principios del XXI el cambio del capitalismo de producción por el de consumo ha dado lugar al desplazamiento desde unos valores sociales ha- cia una realización individual y un éxito personal medidos por la capacidad de consumo de bienes materiales. Debido a este mandato de éxito ma- terial, el cuerpo se convierte en la representa- ción del individuo y pasa a ser el portador de su identidad. El cuerpo refleja los signos del éxito y de la belleza, y la imagen corporal deviene el paradigma de la vulnerabilidad en el nuevo mo- delo de género contemporáneo. En este modelo la diferencia por sexos ya no se encuentra en los roles, sino que se manifiesta en la percepción del propio cuerpo. El ideal femenino de belleza es débil, infantil y enfermizo, frente al masculino que es fuerte, sano y potente. A diferencia de los modelos anteriores, en este nuevo modelo las mujeres y los hombres presentan los conflictos de pareja como el proceso psicosocial que con más frecuencia se asocia a TMC. Estereotipos y prejuicios de género: factores determinantes en Salud Mental 25 Tabla 3: Modelos de género y determinantes de salud Modelos Determinantes Tradicional - mujeres: cargas del rol de subordinación y de cuidadora - hombres: conflictos de pareja En transición - mujeres: sobrecarga de roles y recursos económicos escasos - hombres: conflictos de pareja Contemporáneo - mujeres y hombres: conflictos de pareja Fuente: elaboración propia a partir de Velasco Arias, S. (2009). 4. Enfoque integrado de género en problemas de salud11 Una vez analizados los estereotipos de género en salud, ¿cómo se gestionan estos conceptos?, ¿cómo se puede aplicar el enfoque de género en la práctica clínica? En primer lugar, deberíamos reconocer que la unidad mínima de observación y análisis ya no es la persona, sino las mujeres y los hombres, lo cual supone visibilizar colectivos que pueden tener formas propias y diferenciadas de enfermar, y necesidades específicas en torno a la salud que no pueden ocultarse bajo un pa- trón único para ambos sexos, que suele ser el patrón masculino. A partir de estas premisas, revisamos la infor- mación epidemiológica de las categorías que componen el proceso de salud mental e identi- ficamos las necesidades específicas de mujeres y hombres: a) Descripción por sexos Paso imprescindible para aplicar un enfoque de género es que podamos contar con datos socio-sanitarios desagregados por sexos. b) Identificar diferencias por sexos Se debería identificar todas las diferencias por sexos que se puedan evidenciar, como las ob- servadas en la tabla 4, teniendo en cuenta que el sexo es una variable para definir el problema 11 Véase el capítulo titulado “La aplicación del enfoque integrado de género en programas de salud” en el libro, antes citado, de Sara Velasco Arias, Sexos, género y salud, (2009), pp. 201-223. y no se debe confundir con el género, que será la categoría que nos permita explicar las dife- rencias encontradas por sexos. Tabla 4. Prevalencia-año de los Trastornos de Salud Mental en España Trastornos de Salud Mental en España Mujeres % Hombres % Trastornos mentales 11.44 5.25 Trastornos de estado de ánimo 15.85 6.71 Consumo excesivo alcohol 0.50 4.30 Trastornos de la alimentación 1.8 0.2 Fuente: elaboración propia a partir de Velasco Arias, S. (2009). c) Identificar necesidades específicas de mujeres y de hombres Nos referimos a enfermedades debidas a las diferencias biológicas del aparato reproductor o de los caracteres sexuales secundarios, pero también a la distinta vulnerabilidad biológica de mujeres y hombres a la exposición ante los mismos factores ambientales y tóxicos. Se in- cluyen la morbilidad y los procesos o necesi- dades asociadas al ciclo vital. d) Identificar las desigualdades de género en el estado de salud Las diferencias encontradas por sexos se pue- den deber a circunstancias sociales discrimi- natorias. Por tanto, incluiríamos en este apar- tado las situaciones discriminatorias para las mujeres en el trabajo formal, en el reparto del trabajo informal o en los roles de género des- empeñados por mujeres y hombres. Son fac- tores sociales de vulnerabilidad que producen desigualdades de género que afectan al esta- do de salud y cuyo abordaje presupone inte- reses estratégicos diferenciados o específicos. Ejemplo: la salud percibida siempre es peor en las mujeres, a partir de los 16 años y en todos los estratos sociales. No existe una jus- tificación biológica para esta apreciación; se atribuye más bien a las condiciones sociales de género en las que viven las mujeres y a la percepción y manifestación del malestar. Es una consecuencia innecesaria, injusta y evita- ble, y desaparecería si se cambiara el acato al género. Isabel Pla Julián, Antoni Adam Donat, Isabel Bernabeu Díaz 26 e) Variabilidad en la atención: sesgos, desigual- dades e inequidades Referida, por un lado, a la variabilidad en la demanda a los servicios sanitarios. Ya hemos mencionado que las mujeres acuden más a los servicios de atención primaria mientras que los hombres acuden más a los servicios hos- pitalarios. Esta diferencia en la demanda se explica por la diferente socialización, que le- gitima la tendencia de las mujeres a expresar su malestar y a pedir ayuda, en tanto que no permite que los hombres manifiesten su debi- lidad hasta que no hay una enfermedad seve- ra. Y, por otro, a la variabilidad en la atención mediatizada por estereotipos. En este sentido habría que identificar si se realizan distintos diagnósticos ante los mismos síntomas de- bido a la estigmatización o discriminación de uno de los sexos. Como ejemplo, la bibliografía más reciente indica un menor esfuerzo diagnóstico y tera- péutico en las enfermedades cardiovasculares que presentan las mujeres. Estos sesgos diag- nósticos y terapéuticos podrían atribuirse a estereotipos de género que minusvaloran las quejas de las mujeres. También deberíamos cuestionarnos los po- sibles estereotipos que se aplican desvalori- zando las quejas o la gravedad de los sínto- mas de las mujeres, así como la igualdad de oportunidades de diagnóstico, tratamiento, mejoría o curación para mujeres y hombres. Por ejemplo, la queja de fatiga en las mujeres se diagnostica como un síntoma depresivo, mientras que en los hombres esta queja se interpreta como tal y no se les aplica ningún diagnóstico. Todos los sesgos de género, sospechados o identificados, están generando inequidades al no proporcionar los mismos servicioso la misma calidad según el sexo. De este modo, ante las mismas quejas emocionales, se tien- de a prescribir psicofármacos a las mujeres, contribuyendo a la medicalización de su vida cotidiana. Por otro lado, se da más credibili- dad a la queja de un hombre y aún más si lo consideramos de clase social elevada. Por el contrario, no se considera la queja somática de una mujer, sobre todo si se la percibe como de clase social desfavorecida. 5. Determinantes de género en salud mental A partir del enfoque integrado de género en pro- blemas de salud que acabamos de proponer, encontramos evidencias del papel de los deter- minantes de género en SM. En el Estado Español, el riesgo de mala salud mental es del 21.3% de la población pero la frecuencia es casi el doble en mujeres (27%) que en hombres (15.6%). Esta di- ferencia por sexos se repite en todas las edades excepto en la infancia. El perfil de población con mayor riesgo de mala salud mental corresponde- ría al grupo de mujeres españolas, adultas o de edad avanzada y de clase social baja. En segundo lugar, se hallaría el grupo integrado por las mu- jeres jóvenes extranjeras. El riesgo viene, pues, definido por el sexo, la edad y el país de origen12. Por otro lado, se admite que el género es un factor de riesgo para la presentación de síntomas depre- sivos en todos los grupos de edad. Otras variables consideradas como factores de riesgo para las mujeres son la doble y triple jornada y el bajo con- trol sobre el trabajo formal e informal. Habría que destacar el papel de las mujeres como cuidadoras ya que, por sí mismo, incrementa el riesgo de pa- decer síntomas de ansiedad o de depresión (12). Los resultados de la mayoría de los trabajos se- ñalan que las mujeres solicitan ayuda para sus problemas psiquiátricos con mayor frecuencia que los hombres, cualquiera que sea la causa e independientemente de la región geográfica donde vivan. De ahí que se haya sugerido que ser mujer es una variable predictora de mayor utilización de servicios psiquiátricos13. Para intentar explicar las diferencias por géne- ros, no solo en la frecuencia con la que se acu- de a consultas psiquiátricas sino también en la prescripción de psicofármacos, se han barajado las hipótesis siguientes (13): a) La hipótesis de la morbilidad: las mujeres tendrían más problemas psiquiátricos que los hombres. b) La hipótesis de la consulta: socialmente es más aceptable que las mujeres acudan más al médico que los hombres. Incluso, aunque 12 Velasco Arias, S., (2009), pp. 261-263. 13 Montero, I., (2004). Estereotipos y prejuicios de género: factores determinantes en Salud Mental 27 la morbilidad psiquiátrica fuera la misma, las mujeres estarían en mayor situación de riesgo de ser diagnosticadas y de recibir una prescripción farmacéutica porque fre- cuentan más la consulta. c) La hipótesis de la manifestación de emo- ciones: también está más aceptado que las mujeres admitan que tienen síntomas parti- cularmente relacionados con problemas emo- cionales. Puede que las mujeres no estén más enfermas que los hombres, pero puede que estén más alerta a sus emociones y más pre- paradas para comunicarlas a otras personas. En este sentido, deberíamos distinguir entre el malestar y la enfermedad mental en las mujeres, puesto que se ha estigmatizado este malestar presentándolo como desviación de la norma cuando, en realidad, es la adhesión a esa norma la que genera ese malestar. d) La hipótesis del estereotipo: el personal médico tiene cierta predisposición a diag- nosticar TMC en las mujeres, especialmente en las mujeres de edad media. e) La hipótesis del control social: entre los pro- fesionales de la salud se observa cierta ten- dencia a medicar a las mujeres que tienen algún problema psicológico. Tanto el diag- nóstico de enfermedad mental como la con- siguiente prescripción de psicofármacos se pueden entender como una forma de “con- trol social” de comportamientos inacepta- bles que generan problemas en la comu- nidad y en las familias de las mujeres que reciben el diagnóstico y la prescripción14. Por otro lado, la mayor frecuentación de los ser- vicios psiquiátricos por parte de las mujeres con- lleva el riesgo de que el profesional que las atien- da no siempre las escuche con la debida aten- ción. A menudo, se establece un vínculo entre terapeuta y paciente que da cabida a situaciones de microviolencia que son percibidas como agre- siones por parte del paciente. Una situación de microviolencia se produciría como consecuencia de no tener en cuenta ni las condiciones de vida, ni el trabajo ni la sobrecarga psicosocial que ex- perimentan las mujeres15. 14 Markez, I., (2004). 15 Valls-Llobet C., (2009), p. 361. Se han descrito cuatro formas de microviolencia en la asistencia sanitaria, favorecidas por los es- tereotipos de género: a) Limitación de la comunicación, que invisibiliza las quejas y los síntomas de las mujeres. Las formas de limitar la comunicación pueden ser diversas: desde no levantarse cuando entra la paciente o no mirarla a los ojos, hasta no res- ponder a sus preguntas, pasando por atender al ordenador en lugar de a la paciente. b) Relación de superioridad mantenida durante el acto médico, que impide una comunicación más próxima. Así, se marcan separaciones y distancias, y se descalifica o se resta valor a la información que aportan las mujeres. c) Aislamiento del exterior, que se manifiesta en la descalificación hacia otros profesiona- les en los que la paciente confía, así como también en la negación de exploraciones o en la imposición del tratamiento sin consi- derarlos, ni lo uno ni lo otro, una sugerencia o una negociación. d) Anulación de quien pide ayuda por una do- lencia o enfermedad, despojándola de su condición de persona y dejándola reducida a su situación de enferma. No es extraño que las mujeres relaten que en su contacto con el sistema sanitario se sientan anuladas16. Reflexiones finales A partir de los estudios consultados, podemos apuntar las siguientes consideraciones: a) La salud mental muestra un perfil dicotómi- co y socialmente diferenciado: las mujeres padecen más depresión, ansiedad y tras- tornos por somatización, mientras que los hombres padecen más trastornos por abuso de sustancias. Este perfil se construye en base a las diferencias en la forma de enfer- mar, los factores de vulnerabilidad psicoso- cial y de género, el modo de manifestar la enfermedad y buscar ayuda, y los sesgos de la atención recibida por mujeres y hombres. b) Los estereotipos sociales de género influyen en la percepción global de la salud mental, 16 Valls-Llobet C., (2009), pp. 359-366. Isabel Pla Julián, Antoni Adam Donat, Isabel Bernabeu Díaz 28 ya que se tiende a invisibilizar la importan- cia de los TMC que son los más prevalentes, los de mayor peso en la mala salud mental de la población, los que generan mayor dis- capacidad y los que duplican su prevalencia en las mujeres respecto a los hombres. c) Los TMC están determinados por procesos psicosociales debidos a formas de vida rela- cionadas con el género. Todos ellos empeoran en las clases sociales más desfavorecidas y se relacionan con un bajo nivel de estudios, la pre- cariedad laboral y el trabajo de ama de casa17. En general, constatamos que las mujeres tienen mayor riesgo de mala salud mental acuden con mayor frecuencia a los servicios sanitarios y se les prescriben más psicofármacos. 17 Velasco Arias, S. (2009), p. 259. Contacto: Isabel Pla Julián • Directora Unidad de Investigación Economía y Género. Departamento de Economía Aplicada. Universidad de Valencia Campus de Tarongers. Edificio Departamental Oriental • Avda. Tarongers, s/n. 46022 Valencia (España) Tel. +34 - 963828420; Fax. +34 - 963828415 • Isabel.Pla@uv.es; www.isabelpla.es Bibliografía (1) Montero, I.; Aparicio, D.; Gómez-Beneyto, M.; Moreno-Küstner, B.; Reneses, B.; Usall, J.; Váz- quez-Barquero, J.L. Género ysalud mental en un mundo cambiante”. Gaceta Sanitaria, 2004; 18, (1):175-81. http://www.scielosp.org/scielo. php?pid=S0213-91112004000700028&script =sci_arttext (2) Green, R.G.; Hamlin, H.; Ogden, V.; Walters, K. Some normative data on mental health profes- sional’s attitudes about racial minorities and women. Psychol. Rep., 2004; 94, (2):485-494. (3) GAP: Group for Advancement of Psychiatry. Homosexuality and the Mental Health Profes- sions. The Impact of Bias, Report No. 144. Hills- dale, NJ, The Analytic Press, 2000. (4) Lemus Martín, S. de. Estereotipos y prejuicio de género: Automatismo y modulación contextual. 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