Logo Studenta

Dialnet-EstereotiposYPrejuiciosDeGenero-4694952

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

Estereotipos y prejuicios de género: factores determinantes 
en Salud Mental.
Gender Stereotypes and prejudice as Mental Health determinants.
Isabel Pla Julián (1), Antoni Adam Donat (2), Isabel Bernabeu Díaz (3)
(1) Profesora Titular, Universitat de València. Departamento de Economía Aplicada, Facultad 
de Ciencias Sociales.
(2) Psiquiatra. Agència Valenciana de Salut. Departament Arnau-Llíria. USM Paterna.
(3) Función administrativa. Agència Valenciana de Salut. Departament Clínic Malva-Rosa.
Resumen: Reflexionar sobre los efectos de los estereotipos y prejuicios de género en la 
práctica clínica cotidiana de los profesionales de salud mental resulta imperativo para 
entender las diferencias en la forma de enfermar, los factores de vulnerabilidad psicoso-
cial, el modo de manifestar la enfermedad y buscar ayuda, o los sesgos de la atención 
recibida por mujeres y hombres. Para ello partimos de una definición básica de las dife-
rencias existentes entre los estereotipos, los prejuicios y los estigmas con la finalidad 
de cuestionarnos los factores que determinan la construcción social de las relaciones 
de género. El objetivo final es avanzar hacia una propuesta metodológica integral con 
perspectiva de género, específica para los profesionales de salud mental que nos permi-
ta averiguar los determinantes de género en salud mental y, en la medida de lo posible, 
contribuir a un futuro protocolo de acción.
Palabras clave: Estereotipos, prejuicios, género, práctica clínica, salud mental.
Abstract: Reflecting on the impact of gender stereotypes and prejudices in daily clin-
ical practice of mental health professionals is imperative to understand the differ-
ences in the forms of disease, psychosocial vulnerability, how to seek medical help, 
the biases of clinical attention in women and men. For that purpose we start with a 
basic definition of the differences between stereotypes, prejudice and stigma with 
the aim of questioning the factors that determine the social construction of gender 
relations. The ultimate goal is to move towards a gender comprehensive methodol-
ogy for mental health professionals to enable us to find the determinants of gender 
in Mental Health and, as much as possible, to contribute to establish a future pro-
tocol of action.
Key words: Stereotypes, prejudices, gender, clinical practice, mental health.
Norte de salud mental, 2013, vol. XI, nº 46: 20-28.
Nota: Queremos expresar nuestro agradecimiento a Sara Velasco Arias. Sus estudios acerca de la práctica clínica con enfoque de 
género permiten avanzar hacia una mayor igualdad y equidad en el ámbito de la salud. Para nosotros, han supuesto una fuente 
constante de inspiración.
Estereotipos y prejuicios de género: factores determinantes en Salud Mental
21
Introducción1
Comenzaremos con una consideración: la ingen-
te cantidad de literatura sobre la importancia 
de los determinantes de género en salud nos 
impone una cierta cautela, a la vez que limita 
cualquier pretensión de originalidad por nuestra 
parte. Nos ceñiremos, pues, a reflexionar sobre 
los efectos de los estereotipos y prejuicios de 
género en la práctica clínica cotidiana destacan-
do los determinantes de género en salud mental. 
Para ello, acotaremos el tema adoptando el es-
quema siguiente:
1. Estereotipos, prejuicios y estigmas.
2. Estereotipos sociales de género.
3. Estereotipos de género y salud.
4. Enfoque integrado de género en problemas 
de salud.
5. Determinantes de género en salud mental.
Obviamente, no existen prejuicios de género, ni 
de otro tipo, específicos entre los profesionales 
de la Salud Mental (SM). Dicho de otra manera, 
los profesionales de la SM no muestran prejui-
cios diferentes a los que pueden manifestar 
otros profesionales de la salud. No obstante, es 
evidente que en determinadas especialidades 
médicas el impacto de ciertas actitudes incide 
profundamente en la relación médico-paciente. 
Así, la medicina de familia y la psiquiatría son las 
dos especialidades que más han contribuido a 
poner en primer plano los problemas sanitarios 
que conlleva ignorar la diversidad y, en especial, 
las desigualdades de género (1).
Los estereotipos y prejuicios entre profesionales 
de la SM -no solamente los referidos al género- 
son los mismos que encontramos en nuestro me-
dio social y cultural. El prejuicio aparece indepen-
dientemente de la inteligencia del individuo, de 
su nivel cultural y de su capacidad para razonar. 
Se puede decir que los prejuicios forman parte de 
nuestro bagaje cultural, dado que están presen-
tes en el entorno familiar y social y mediatizan 
1 Una versión preliminar de este texto fue presentada en forma 
de comunicación en las III Jornadas de la Sección de Derechos 
Humanos y Salud Mental de la Asociación Española de Neu-
ropsiquiatría (AEN), celebradas en Bilbao los días 20-22 de 
octubre de 2011.
nuestras relaciones, repercutiendo negativamen-
te y de manera específica en el trato entre perso-
nal sanitario y pacientes.
Las investigaciones actuales dirigen la atención 
al estudio de las causas de estos prejuicios, ya 
que su persistencia entre el personal sanitario, 
educadores y distintos mediadores sociales pue-
de comportar errores y malentendidos de gra-
ves consecuencias. Los resultados de trabajos 
recientes indican que psicólogos y trabajadores 
sociales manifiestan las mismas contradiccio-
nes, ambivalencias y prejuicios, racistas y sexis-
tas, que el conjunto de la población (2).
Se considera que es necesario un largo proceso 
para que se reconozcan y acepten los propios 
prejuicios (3). En general, tanto los códigos tra-
dicionales de ética profesional en salud mental, 
como los más recientes que desarrollan modelos 
específicos de intervención en cuestiones de 
raza y género, estipulan actitudes positivas hacia 
las minorías raciales y hacia las mujeres.
1. Estereotipos, prejuicios y estigmas
Según el DRAE2 el estereotipo viene definido por 
la “imagen o idea aceptada comúnmente por 
un grupo o sociedad, con carácter inmutable”. 
Lo cierto es que los estereotipos ayudan a sim-
plificar la realidad; la hacen más comprensible. 
Facilitan la socialización, el desarrollo y la inte-
gración de los individuos en un entorno agresivo, 
desconocido, incomprensible o inaccesible. Los 
estereotipos se definen también como creencias 
populares sobre grupos sociales específicos o 
sobre determinada clase de individuos. Desde el 
punto de vista de la psicología social, los este-
reotipos forman parte de nuestras actitudes: alu-
den al componente cognitivo de las mismas. Se 
pueden entender como “verdades” socialmente 
compartidas y, en la mayoría de los casos, políti-
camente incorrectas.
Por su parte, el prejuicio entraría en el territorio 
de lo individual y viene definido como la “opi-
nión previa y tenaz, por lo general desfavorable, 
acerca de algo que se conoce mal”3. Se entiende 
2 Diccionario de la lengua española, vigésimo segunda edición. 
http://lema.rae.es/drae/
3 Ibídem.
Isabel Pla Julián, Antoni Adam Donat, Isabel Bernabeu Díaz
22
como el proceso de formación de un concepto o 
juicio acerca de una persona o situación de for-
ma anticipada o preconcebida, e implica la ela-
boración de ideas, creencias, actitudes, juicios u 
opiniones antes de someterlos a la primacía de 
la evidencia (4).
Si el estereotipo aludía al componente cognitivo 
de las actitudes, el prejuicio apelaría al compo-
nente afectivo. Ambos se relacionan, a su vez, 
con el componente comportamental o conativo 
que se materializa en las conductas discrimina-
torias y estigmatizantes4, como podemos obser-
var en el siguiente esquema:
Estereotipo
Prejuicio Estigma
Fuente: elaboración propia a partir de S. de Lemus Martín (2007).
En todo caso, la fuerte conexión entre prejuicios 
y estereotipos se mediatiza por las categorías a 
las que pertenecen las personas5. Es decir, que 
cuando aplicamos los estereotipos y los prejui-
cios, lo hacemos bajo la influencia de múltiples 
categoríaso variables sociales. Los estereotipos 
se atribuyen a los grupos sociales por pertenen-
cia a un determinado sexo, nacionalidad, cultu-
ra, etnia o clase social, entre otros. De modo que 
nos encontramos estereotipos y prejuicios dife-
rentes para cada grupo social. Así, expresiones 
tales como ‘las mujeres latinas son muy cariño-
sas’ o ‘los alemanes son muy fríos’ son ejemplos 
de atribuciones estereotipadas (5).
Cuando aplicamos los estereotipos y los prejui-
cios, lo hacemos bajo la influencia de todas estas 
categorías o variables sociales que aparecen en 
la tabla 1.
4 Lemus Martín, S. de (2007), p. 18.
5 Lemus Martín, S. de (2007), p. 20.
Tabla 1: Categorías sociales que activan 
estereotipos y prejuicios
Sexo Situación laboral
Edad Religión
Estado civil Estatus profesional
Clase social Etnia
Apariencia o aspecto 
general
Estatus migratorio
Nivel educativo Nacionalidad
Fuente: elaboración propia a partir de Velasco Arias, S. (2009) 
y Lemus Martín, S. de (2007).
Por último, el estigma se puede entender como 
la serie de rasgos, aspectos o atributos que justi-
fican la exclusión social de quienes los poseen. A 
partir de este concepto, se puede clasificar a las 
personas en dos grandes grupos:
a) normales: individuos que no se desvían ne-
gativamente de las expectativas particula-
res concebidas para su grupo.
b) estigmatizados: sujetos que padecen acti-
tudes y conductas de evitación, discrimina-
ción o rechazo, que reducen sus posibilida-
des de convivir dentro del grupo (6).
Ante el acoso, la discriminación o el rechazo, el 
individuo estigmatizado mostraría respuestas 
que abarcan desde la vergüenza y el auto des-
precio hasta los intentos de corregir aquello que 
considera el fundamento objetivo de su deficien-
cia6. Por ejemplo, las mujeres que aceptan some-
terse a cirugía estética para responder a determi-
nados cánones sociales de belleza y que llegan a 
la aversión hacia su propio cuerpo, animadver-
sión confirmada y legitimada por profesionales y 
expertos de la salud y la belleza (7).
2. Estereotipos sociales de género
Los estereotipos sociales de género aluden a un 
conjunto estructurado de creencias y expectativas 
compartidas, dentro de una sociedad, acerca de las 
características que poseen (componente descripti-
vo) y deben poseer (componente prescriptivo) 
6 GAP (2000), p. 32.
Estereotipos y prejuicios de género: factores determinantes en Salud Mental
23
las mujeres y los hombres como grupos, sexual 
y genéricamente, diferentes7.
Las creencias y expectativas que conforman los 
estereotipos sociales de género incluyen: ras-
gos de personalidad (subordinación/dominio), 
roles (cuidadora/sustentador económico de la 
familia), profesiones (secretaria/empresario), 
mandatos (subordinarse a las necesidades y ex-
pectativas de los hombres/demostrar siempre 
potencia y creer que su cuerpo es una máquina 
invencible), exigencias sociales (silenciar la pro-
pia fortaleza e inteligencia/ocultar las debilida-
des) (8). En resumen, la feminidad se identifica 
con subordinación, entrega, pasividad y seduc-
ción, mientras que la masculinidad presupone 
poder, propiedad y potencia8.
En cualquier caso, el género no puede verse única-
mente como una simple estructura binaria y hete-
ronormativa; sino que se compone de estructuras 
sociales mutables y flexibles, que cambian y se 
regeneran constantemente marcando lugares di-
ferenciados para las mujeres y para los hombres.
Este abordaje, en el que se aúnan los estereo-
tipos de género con múltiples variables sociales 
se conoce como perspectiva interseccional (9). 
La intersección origina un contexto complejo 
de desigualdades que operan de forma dinámi-
ca y que condicionan las relaciones de género. 
En este contexto interseccional, las personas se 
significan en términos de estructuras sociales 
que comportan relaciones de poder derivadas de 
diversas categorías: patriarcado, racismo, clasis-
mo o heterosexismo entre otras. Así, por ejem-
plo, no categorizamos del mismo modo a una 
mujer blanca, española y joven, que a otra mujer 
negra, migrante y madura.
Todo ello tiene implicaciones claras en términos 
de SM cuando constatamos, por ejemplo, que 
la depresión es más prevalente en mujeres que 
en hombres, y que lo es aún más en mujeres de 
mediana edad que pertenecen a clases sociales 
desfavorecidas.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 
el género determina de manera fundamental la 
salud mental y también las enfermedades menta-
les. Como podemos ver en la tabla 2 sobre preva-
lencia psiquiátrica, las diferencias entre mujeres 
y hombres se mantienen a lo largo de los veinte 
años que separan los diferentes trabajos.
Tabla 2: Prevalencia psiquiátrica en estudios comunitarios realizados en España
Autor (año) Área Muestra Instrumento9 Prevalencia psiquiátrica (%)
Hombres Mujeres
Muñoz et al. (1979) Navarra NC PSE 11.6 23.6
Vázquez-Baquero et al (1982,1982) Navarra 1156 CIS 19.2 28.3
Seva-Diaz et al (1982) Soria 404 GHQ 30 - 34.2
Vázquez-Baquero et al (1987) Cantabria 1232 PSE 8.1 20.6
Herrera et al (1987) Barcelona 811 GHQ 60 15.9 30.8
Mateos et al (1989) Galicia 2510 GHQ 60 20.8 33.6
Canals et al (1997) Cataluña
290
(18 años)
SCAN 21.7 36.1
Rajmil et al (1998) Cataluña 12.415 GHQ 12 15.8 18.7
Roca et al (1999) Formentera 697 GHQ 28 15.0 23.6
Fuente: Montero, I. (2004). 789
7 Lemus Martín, S. de (2007), p. 19.
8 Velasco Arias, S., (2009), p. 155.
9 GHQ: Cuestionario General de Salud, utilizado en las versiones de 12, 28, 30 y 60 ítems; PSE: Examen del Estado Actual; CIS: 
Cuestionario de Entrevista Clínica; SCAN: Cuestionario para la Evaluación Clínica en Neuropsiquiatría.
Isabel Pla Julián, Antoni Adam Donat, Isabel Bernabeu Díaz
24
Los estereotipos sociales de género mediatizan 
la prevalencia de los trastornos mentales comu-
nes (TMC): depresión, ansiedad y quejas somáti-
cas. Trastornos que afectan aproximadamente a 
una de cada tres personas en la comunidad, que 
predominan entre las mujeres y que constituyen 
un grave problema para la salud pública. Según 
las predicciones de la OMS, la depresión mayor 
será la segunda causa de discapacidad mundial 
en 2020, y esta enfermedad es, ahora mismo, 
dos veces más frecuente entre las mujeres que 
entre los hombres. Por tanto, reducir el número 
de mujeres que sufren depresión contribuiría de 
manera significativa a disminuir la discapacidad 
causada por los TMC (10, 11).
3. Estereotipos de género y salud 10
Los estereotipos pueden observarse en todos los 
ámbitos y actividades de la sociedad e influyen 
en las expectativas que mantienen los profesio-
nales de la salud, dando lugar a los sesgos de 
género en la atención sanitaria. Así, el estereo-
tipo de que las mujeres se quejan demasiado, 
porque son más débiles y probablemente no 
estén realmente enfermas, procede del modelo 
tradicional de género. Los estereotipos mediati-
zan las distintas formas que tienen los pacientes 
de consultar los servicios sanitarios: según este 
modelo tradicional, las mujeres tienden a acudir 
más veces y antes a los servicios generales y 
también manifiestan más quejas psicosociales. 
Por su parte, los hombres acuden con más fre-
cuencia a urgencias o a los servicios hospitala-
rios y les cuesta mucho más verbalizar sus que-
jas. Este modelo también incide en el estado de 
salud y en las formas de enfermar. Así, las cargas 
derivadas del rol dependiente y de cuidadora 
son los procesos psicosociales más frecuentes 
encontrados entre mujeres con TMC. En cambio 
el primer proceso psicosocial asociado a la salud 
de los hombres tiene que ver con los conflictos 
de pareja.
Por otra parte, la incorporación de las mujeres 
a la educación, al trabajo formal y al espacio 
público ha dado paso al modelo de género en 
transición. Este nuevo modelo, aún en evolución, 
10 Véase al respecto el capítulo titulado “Análisis de los deter-
minantes psicosociales de género para la salud” en el libro de 
Sara Velasco Arias, Sexos, género y salud (2009),pp. 147-186.
ha modificado las relaciones sociales pero en 
el espacio de la intimidad las personas todavía 
conservan valores tradicionales. El modelo de 
género en transición, y el consiguiente cambio 
en las relaciones de poder-subordinación, ha 
comportado para las mujeres y los hombres dife-
rentes procesos protectores ante la enfermedad. 
La autonomía, la independencia, el nivel cultural 
y la participación en la vida pública serian facto-
res de protección para la salud de las mujeres; 
mientras que para los hombres lo serían liberar-
se de la carga de mantener el poder y la poten-
cia, y acceder a la sensibilidad y a la afectividad, 
antes vedadas. Al mismo tiempo, este modelo 
presupone una vulnerabilidad diferenciada para 
las mujeres, que se atribuye a la acumulación 
de roles antiguos y nuevos, acumulación que da 
como resultado la doble jornada laboral con car-
ga monoparental en soledad o también conocida 
como jornada interminable. La sobrecarga resul-
tante es mucho más grave cuando los recursos 
económicos son escasos, hasta el punto de que 
se reconoce como el primer proceso psicosocial 
determinante de salud en las mujeres. En cam-
bio, para los hombres se mantienen los conflic-
tos de pareja como primer proceso psicosocial 
asociado a la enfermedad.
Si a lo largo del siglo XX, la salida de las mujeres 
del lugar de subordinación dio paso al modelo de 
género en transición, a finales del mismo siglo y 
principios del XXI el cambio del capitalismo de 
producción por el de consumo ha dado lugar al 
desplazamiento desde unos valores sociales ha-
cia una realización individual y un éxito personal 
medidos por la capacidad de consumo de bienes 
materiales. Debido a este mandato de éxito ma-
terial, el cuerpo se convierte en la representa-
ción del individuo y pasa a ser el portador de su 
identidad. El cuerpo refleja los signos del éxito 
y de la belleza, y la imagen corporal deviene el 
paradigma de la vulnerabilidad en el nuevo mo-
delo de género contemporáneo. En este modelo 
la diferencia por sexos ya no se encuentra en los 
roles, sino que se manifiesta en la percepción 
del propio cuerpo. El ideal femenino de belleza 
es débil, infantil y enfermizo, frente al masculino 
que es fuerte, sano y potente. A diferencia de los 
modelos anteriores, en este nuevo modelo las 
mujeres y los hombres presentan los conflictos 
de pareja como el proceso psicosocial que con 
más frecuencia se asocia a TMC.
Estereotipos y prejuicios de género: factores determinantes en Salud Mental
25
Tabla 3: Modelos de género 
y determinantes de salud
Modelos Determinantes
Tradicional
- mujeres: cargas del rol de 
subordinación y de cuidadora
- hombres: conflictos de pareja
En transición
- mujeres: sobrecarga de roles y 
recursos económicos escasos
- hombres: conflictos de pareja
Contemporáneo
- mujeres y hombres: conflictos 
de pareja
Fuente: elaboración propia a partir de Velasco Arias, S. (2009).
4. Enfoque integrado de género 
en problemas de salud11
Una vez analizados los estereotipos de género 
en salud, ¿cómo se gestionan estos conceptos?, 
¿cómo se puede aplicar el enfoque de género en 
la práctica clínica? En primer lugar, deberíamos 
reconocer que la unidad mínima de observación 
y análisis ya no es la persona, sino las mujeres y 
los hombres, lo cual supone visibilizar colectivos 
que pueden tener formas propias y diferenciadas 
de enfermar, y necesidades específicas en torno 
a la salud que no pueden ocultarse bajo un pa-
trón único para ambos sexos, que suele ser el 
patrón masculino.
A partir de estas premisas, revisamos la infor-
mación epidemiológica de las categorías que 
componen el proceso de salud mental e identi-
ficamos las necesidades específicas de mujeres 
y hombres:
a) Descripción por sexos
Paso imprescindible para aplicar un enfoque 
de género es que podamos contar con datos 
socio-sanitarios desagregados por sexos.
b) Identificar diferencias por sexos
Se debería identificar todas las diferencias por 
sexos que se puedan evidenciar, como las ob-
servadas en la tabla 4, teniendo en cuenta que 
el sexo es una variable para definir el problema 
11 Véase el capítulo titulado “La aplicación del enfoque integrado 
de género en programas de salud” en el libro, antes citado, de 
Sara Velasco Arias, Sexos, género y salud, (2009), pp. 201-223.
y no se debe confundir con el género, que será 
la categoría que nos permita explicar las dife-
rencias encontradas por sexos.
Tabla 4. Prevalencia-año de los Trastornos 
de Salud Mental en España
Trastornos de Salud Mental 
en España
Mujeres 
%
Hombres 
%
Trastornos mentales 11.44 5.25
Trastornos de estado de ánimo 15.85 6.71
Consumo excesivo alcohol 0.50 4.30
Trastornos de la alimentación 1.8 0.2
Fuente: elaboración propia a partir de Velasco Arias, S. (2009).
c) Identificar necesidades específicas de mujeres 
y de hombres
Nos referimos a enfermedades debidas a las 
diferencias biológicas del aparato reproductor 
o de los caracteres sexuales secundarios, pero 
también a la distinta vulnerabilidad biológica 
de mujeres y hombres a la exposición ante los 
mismos factores ambientales y tóxicos. Se in-
cluyen la morbilidad y los procesos o necesi-
dades asociadas al ciclo vital.
d) Identificar las desigualdades de género en el 
estado de salud
Las diferencias encontradas por sexos se pue-
den deber a circunstancias sociales discrimi-
natorias. Por tanto, incluiríamos en este apar-
tado las situaciones discriminatorias para las 
mujeres en el trabajo formal, en el reparto del 
trabajo informal o en los roles de género des-
empeñados por mujeres y hombres. Son fac-
tores sociales de vulnerabilidad que producen 
desigualdades de género que afectan al esta-
do de salud y cuyo abordaje presupone inte-
reses estratégicos diferenciados o específicos.
Ejemplo: la salud percibida siempre es peor 
en las mujeres, a partir de los 16 años y en 
todos los estratos sociales. No existe una jus-
tificación biológica para esta apreciación; se 
atribuye más bien a las condiciones sociales 
de género en las que viven las mujeres y a la 
percepción y manifestación del malestar. Es 
una consecuencia innecesaria, injusta y evita-
ble, y desaparecería si se cambiara el acato al 
género.
Isabel Pla Julián, Antoni Adam Donat, Isabel Bernabeu Díaz
26
e) Variabilidad en la atención: sesgos, desigual-
dades e inequidades
Referida, por un lado, a la variabilidad en la 
demanda a los servicios sanitarios. Ya hemos 
mencionado que las mujeres acuden más a los 
servicios de atención primaria mientras que 
los hombres acuden más a los servicios hos-
pitalarios. Esta diferencia en la demanda se 
explica por la diferente socialización, que le-
gitima la tendencia de las mujeres a expresar 
su malestar y a pedir ayuda, en tanto que no 
permite que los hombres manifiesten su debi-
lidad hasta que no hay una enfermedad seve-
ra. Y, por otro, a la variabilidad en la atención 
mediatizada por estereotipos. En este sentido 
habría que identificar si se realizan distintos 
diagnósticos ante los mismos síntomas de-
bido a la estigmatización o discriminación de 
uno de los sexos.
Como ejemplo, la bibliografía más reciente 
indica un menor esfuerzo diagnóstico y tera-
péutico en las enfermedades cardiovasculares 
que presentan las mujeres. Estos sesgos diag-
nósticos y terapéuticos podrían atribuirse a 
estereotipos de género que minusvaloran las 
quejas de las mujeres.
También deberíamos cuestionarnos los po-
sibles estereotipos que se aplican desvalori-
zando las quejas o la gravedad de los sínto-
mas de las mujeres, así como la igualdad de 
oportunidades de diagnóstico, tratamiento, 
mejoría o curación para mujeres y hombres. 
Por ejemplo, la queja de fatiga en las mujeres 
se diagnostica como un síntoma depresivo, 
mientras que en los hombres esta queja se 
interpreta como tal y no se les aplica ningún 
diagnóstico.
Todos los sesgos de género, sospechados o 
identificados, están generando inequidades 
al no proporcionar los mismos servicioso la 
misma calidad según el sexo. De este modo, 
ante las mismas quejas emocionales, se tien-
de a prescribir psicofármacos a las mujeres, 
contribuyendo a la medicalización de su vida 
cotidiana. Por otro lado, se da más credibili-
dad a la queja de un hombre y aún más si lo 
consideramos de clase social elevada. Por el 
contrario, no se considera la queja somática 
de una mujer, sobre todo si se la percibe como 
de clase social desfavorecida.
5. Determinantes de género en salud mental
A partir del enfoque integrado de género en pro-
blemas de salud que acabamos de proponer, 
encontramos evidencias del papel de los deter-
minantes de género en SM. En el Estado Español, 
el riesgo de mala salud mental es del 21.3% de la 
población pero la frecuencia es casi el doble en 
mujeres (27%) que en hombres (15.6%). Esta di-
ferencia por sexos se repite en todas las edades 
excepto en la infancia. El perfil de población con 
mayor riesgo de mala salud mental corresponde-
ría al grupo de mujeres españolas, adultas o de 
edad avanzada y de clase social baja. En segundo 
lugar, se hallaría el grupo integrado por las mu-
jeres jóvenes extranjeras. El riesgo viene, pues, 
definido por el sexo, la edad y el país de origen12.
Por otro lado, se admite que el género es un factor 
de riesgo para la presentación de síntomas depre-
sivos en todos los grupos de edad. Otras variables 
consideradas como factores de riesgo para las 
mujeres son la doble y triple jornada y el bajo con-
trol sobre el trabajo formal e informal. Habría que 
destacar el papel de las mujeres como cuidadoras 
ya que, por sí mismo, incrementa el riesgo de pa-
decer síntomas de ansiedad o de depresión (12).
Los resultados de la mayoría de los trabajos se-
ñalan que las mujeres solicitan ayuda para sus 
problemas psiquiátricos con mayor frecuencia 
que los hombres, cualquiera que sea la causa 
e independientemente de la región geográfica 
donde vivan. De ahí que se haya sugerido que 
ser mujer es una variable predictora de mayor 
utilización de servicios psiquiátricos13.
Para intentar explicar las diferencias por géne-
ros, no solo en la frecuencia con la que se acu-
de a consultas psiquiátricas sino también en la 
prescripción de psicofármacos, se han barajado 
las hipótesis siguientes (13):
a) La hipótesis de la morbilidad: las mujeres 
tendrían más problemas psiquiátricos que 
los hombres.
b) La hipótesis de la consulta: socialmente es 
más aceptable que las mujeres acudan más 
al médico que los hombres. Incluso, aunque 
12 Velasco Arias, S., (2009), pp. 261-263. 
13 Montero, I., (2004).
Estereotipos y prejuicios de género: factores determinantes en Salud Mental
27
la morbilidad psiquiátrica fuera la misma, 
las mujeres estarían en mayor situación de 
riesgo de ser diagnosticadas y de recibir 
una prescripción farmacéutica porque fre-
cuentan más la consulta.
c) La hipótesis de la manifestación de emo-
ciones: también está más aceptado que las 
mujeres admitan que tienen síntomas parti-
cularmente relacionados con problemas emo-
cionales. Puede que las mujeres no estén más 
enfermas que los hombres, pero puede que 
estén más alerta a sus emociones y más pre-
paradas para comunicarlas a otras personas. 
En este sentido, deberíamos distinguir entre 
el malestar y la enfermedad mental en las 
mujeres, puesto que se ha estigmatizado este 
malestar presentándolo como desviación de 
la norma cuando, en realidad, es la adhesión 
a esa norma la que genera ese malestar.
d) La hipótesis del estereotipo: el personal 
médico tiene cierta predisposición a diag-
nosticar TMC en las mujeres, especialmente 
en las mujeres de edad media.
e) La hipótesis del control social: entre los pro-
fesionales de la salud se observa cierta ten-
dencia a medicar a las mujeres que tienen 
algún problema psicológico. Tanto el diag-
nóstico de enfermedad mental como la con-
siguiente prescripción de psicofármacos se 
pueden entender como una forma de “con-
trol social” de comportamientos inacepta-
bles que generan problemas en la comu-
nidad y en las familias de las mujeres que 
reciben el diagnóstico y la prescripción14.
Por otro lado, la mayor frecuentación de los ser-
vicios psiquiátricos por parte de las mujeres con-
lleva el riesgo de que el profesional que las atien-
da no siempre las escuche con la debida aten-
ción. A menudo, se establece un vínculo entre 
terapeuta y paciente que da cabida a situaciones 
de microviolencia que son percibidas como agre-
siones por parte del paciente. Una situación de 
microviolencia se produciría como consecuencia 
de no tener en cuenta ni las condiciones de vida, 
ni el trabajo ni la sobrecarga psicosocial que ex-
perimentan las mujeres15.
14 Markez, I., (2004).
15 Valls-Llobet C., (2009), p. 361.
Se han descrito cuatro formas de microviolencia 
en la asistencia sanitaria, favorecidas por los es-
tereotipos de género:
a) Limitación de la comunicación, que invisibiliza 
las quejas y los síntomas de las mujeres. Las 
formas de limitar la comunicación pueden ser 
diversas: desde no levantarse cuando entra la 
paciente o no mirarla a los ojos, hasta no res-
ponder a sus preguntas, pasando por atender 
al ordenador en lugar de a la paciente.
b) Relación de superioridad mantenida durante 
el acto médico, que impide una comunicación 
más próxima. Así, se marcan separaciones y 
distancias, y se descalifica o se resta valor a 
la información que aportan las mujeres.
c) Aislamiento del exterior, que se manifiesta 
en la descalificación hacia otros profesiona-
les en los que la paciente confía, así como 
también en la negación de exploraciones o 
en la imposición del tratamiento sin consi-
derarlos, ni lo uno ni lo otro, una sugerencia 
o una negociación.
d) Anulación de quien pide ayuda por una do-
lencia o enfermedad, despojándola de su 
condición de persona y dejándola reducida a 
su situación de enferma. No es extraño que 
las mujeres relaten que en su contacto con el 
sistema sanitario se sientan anuladas16.
Reflexiones finales
A partir de los estudios consultados, podemos 
apuntar las siguientes consideraciones:
a) La salud mental muestra un perfil dicotómi-
co y socialmente diferenciado: las mujeres 
padecen más depresión, ansiedad y tras-
tornos por somatización, mientras que los 
hombres padecen más trastornos por abuso 
de sustancias. Este perfil se construye en 
base a las diferencias en la forma de enfer-
mar, los factores de vulnerabilidad psicoso-
cial y de género, el modo de manifestar la 
enfermedad y buscar ayuda, y los sesgos de 
la atención recibida por mujeres y hombres.
b) Los estereotipos sociales de género influyen 
en la percepción global de la salud mental, 
16 Valls-Llobet C., (2009), pp. 359-366.
Isabel Pla Julián, Antoni Adam Donat, Isabel Bernabeu Díaz
28
ya que se tiende a invisibilizar la importan-
cia de los TMC que son los más prevalentes, 
los de mayor peso en la mala salud mental 
de la población, los que generan mayor dis-
capacidad y los que duplican su prevalencia 
en las mujeres respecto a los hombres.
c) Los TMC están determinados por procesos 
psicosociales debidos a formas de vida rela-
cionadas con el género. Todos ellos empeoran 
en las clases sociales más desfavorecidas y se 
relacionan con un bajo nivel de estudios, la pre-
cariedad laboral y el trabajo de ama de casa17. 
En general, constatamos que las mujeres tienen 
mayor riesgo de mala salud mental acuden con 
mayor frecuencia a los servicios sanitarios y se 
les prescriben más psicofármacos.
17 Velasco Arias, S. (2009), p. 259.
Contacto:
Isabel Pla Julián • Directora Unidad de Investigación Economía y Género. 
Departamento de Economía Aplicada. Universidad de Valencia
Campus de Tarongers. Edificio Departamental Oriental • Avda. Tarongers, s/n. 46022 Valencia (España)
Tel. +34 - 963828420; Fax. +34 - 963828415 • Isabel.Pla@uv.es; www.isabelpla.es
Bibliografía
(1) Montero, I.; Aparicio, D.; Gómez-Beneyto, M.; 
Moreno-Küstner, B.; Reneses, B.; Usall, J.; Váz-
quez-Barquero, J.L. Género ysalud mental en 
un mundo cambiante”. Gaceta Sanitaria, 2004; 
18, (1):175-81. http://www.scielosp.org/scielo.
php?pid=S0213-91112004000700028&script 
=sci_arttext
(2) Green, R.G.; Hamlin, H.; Ogden, V.; Walters, K. 
Some normative data on mental health profes-
sional’s attitudes about racial minorities and 
women. Psychol. Rep., 2004; 94, (2):485-494.
(3) GAP: Group for Advancement of Psychiatry. 
Homosexuality and the Mental Health Profes-
sions. The Impact of Bias, Report No. 144. Hills-
dale, NJ, The Analytic Press, 2000.
(4) Lemus Martín, S. de. Estereotipos y prejuicio de 
género: Automatismo y modulación contextual. 
Granada, Universidad de Granada, Tesis doctoral, 
2007. http://hera.ugr.es/tesisugr/17243579.pdf
(5) Olmeda, A.; Frutos, A. Guía Metodológica 
para trabajar con grupos. Madrid, Asociación 
de Mujeres Jóvenes, 2001.
(6) Goffman, I. Estigma. La identidad deteriora-
da. Buenos Aires, Amorrortu editores. 1986.
(7) Tucker, R.; Watkins, P.L.; Cardinal, B.J. Muscle 
dysmorphia, gender role stress, and sociocul-
tural influences: an exploratory study. Res Q 
Exerc Sport, 2011; 82, (2):310-319.
(8) Velasco Arias, S. Sexos, género y salud. Teoría 
y métodos para la práctica clínica y programas 
de salud. Madrid, Minerva ediciones, SL, 2009.
(9) Crenshaw, K. Mapping the Margins: Intersec-
tionality, Identity Politics, and Violence against 
Women of Color. Stanford Law Review, 1991; 
43, (6):1241-1299.
(10) WHO. Gender and women’s mental health. 
www.who.int/mental_health/prevention/gen 
derwomen/en/.
(11) Gülçür, L. Evaluating the role of gender inequa-
lities and rights violations in women’s mental 
health. Health Hum. Rights, 2000; 5 (1):46-66.
(12) Valls-Llobet, C. Mujeres, salud y poder. Ma-
drid, Ediciones Cátedra, 2009.
(13) Markez, I.; Póo, M.; Romo, N.; Meneses, C.; 
Gil, E.; Vega, A. Mujeres y psicofármacos: La 
investigación en atención primaria. Rev. Asoc. 
Esp. Neuropsiq., 2004; 91:37-61.
• Recibido: 20-6-2012.
• Aceptado: 9-5-2013.

Continuar navegando