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Antonio Elio Brailovsky HISTORIA ECOLÓGICA DE IBEROAMÉRICA 2º Tomo: De la Independencia a la Globalización Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 1 1. INTRODUCCIÓN: LA HISTORIA ECOLÓGICA, UNA APROXIMACIÓN A LA COMPLEJIDAD. “El imperativo para nosotros no es como para el antiguo y el europeo “conócete a ti mismo”, sino “conoce tu paisaje”, pues para los primeros la historia es geografía urbanizada y para nosotros el paisaje es cultura en potencia”. Eduardo Caballero Calderón: “El hombre y el paisaje sudamericanos”1. POR QUÉ INVESTIGAMOS LA HISTORIA ECOLÓGICA Éste es el segundo y último tomo de mi obra “Historia ecológica de Iberoamérica”. La historia ecológica es un campo del conocimiento relativamente nuevo, que analiza el desarrollo de las relaciones naturaleza-sociedad en el transcurso del tiempo. Cada una de las formas de organización de los seres humanos tiene una peculiar manera de relacionarse con la naturaleza. Y por consiguiente, genera impactos ambientales específicos. Por sus propias características, implica un enfoque transdisciplinario. Es decir, la utilización y cruzamiento de informaciones producidas por ciencias diferentes, Si la noción misma de ambiente pone en cuestión nuestra manera tradicional de entender las ciencias, la historia del ambiente agrega nuevos matices a esa complejidad. Los desarrollos teóricos sobre el tema son muy amplios y no es objeto de este libro analizarlos en profundidad. En este libro se pone el acento en exponer los resultados de la investigación realizada, antes que en desarrollar o adherir a determinadas posturas teóricas. Los cambios ambientales sufridos por América Latina y el Caribe en los últimos siglos fueron muy profundos. “Durante ese período, el continente experimentó una ocupación generalizada y creciente de amplias zonas acompañada de una urbanización acelerada que aumentó el tamaño de varias de sus pequeñas ciudades al de grandes metrópolis de varios millones de habitantes. Como resultado de estos cambios, gran parte de los ecosistemas nativos fueron profundamente transformados: los bosques se volvieron sabanas y zonas agrícolas; los pastizales fueron absorbidos por las tierras de cultivos y en algunos casos, plantados con monocultivos arbóreos; algunas zonas desérticas fueron irrigadas; numerosos acuíferos sobreexplotados; los ríos, lagos y aguas costeras contaminados; la biodiversidad bajo ataque constante y la calidad de vida deteriorada. De ese modo, uno de los continentes más ricos en diversidades naturales y culturales, que poseía una de las bases de recursos más importantes del mundo, la ha venido perdiendo aceleradamente en forma alarmante. La preocupación más seria es que el proceso no se está enlentenciendo sino que, por el contrario, parece aumentar su ritmo cada día”2. La complejidad de estos procesos hace que no puedan ser comprendidos en una perspectiva de tiempo relativamente breve. Se trata de fenómenos de larga Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 2 duración y cualquier intento de reducir la escala temporal del análisis puede llevar a una simple acumulación de datos, sin los suficientes elementos para integrarlos. Con lo cual, la gestión ambiental puede estar condenada al fracaso, por simple incomprensión de la realidad que tiene que abordar. Al mismo tiempo, son muchos los fenómenos sociales que resultan poco comprensibles si no se tiene en cuenta el contexto del medio natural en el que se desarrollan. Hablar de historia ecológica suele entrar en conflicto con las formas tradicionales de ver, tanto la historia como la ecología. Con respecto a la historia, investigar la evolución de nuestras relaciones con la naturaleza parece estar fuera de tema, o, a lo sumo, quedar relegado al campo de las curiosidades de la historia. "Una pesada y densa tradición nos bloquea el paso. Los historiadores nunca han creído que fuera su tarea considerar la relación entre la humanidad y la naturaleza. En la década de 1950, el historiador británico Sir Lewis Namier escribió que "la sustancia de la historia es asuntos humanos, hombres en acción". Esa definición traía un eco de principios del siglo XIX. El historiador alemán Leopold von Ranke, por ejemplo, considerado el padre de la Historia Moderna, se había referido a esa disciplina en la década de 1830 como la labor de "adquirir conocimiento sobre actividades humanas". Estos hombres consideraron el pasado como una preocupación exclusivamente humana, ignorando por completo el mundo no humano. Únicamente las personas --y sólo las occidentales--, tenían una historia, ajena a la tierra, al mar y a los otros seres vivos. Su historia debe ocuparse úni- camente de relaciones sociales, políticas o económicas. Para ellos, los humanos viven separados de la naturaleza, y por encima de ella"3. La expresión "sólo las occidentales" hizo que durante mucho tiempo la evolución de los otros pueblos fuera tratada por la antropología y no por la historia. Tal vez de allí venga esa terrible palabra usada para denominarlos. A pesar de las manipulaciones etimológicas (incluyendo las de la Real Academia española) "aborigen" significa exactamente eso: "el que no tiene origen", es decir, el que carece de historia4. Con lo cual son coherentes los museos de ciencias naturales que conservan tanto restos arqueológicos de aborígenes como restos paleontológicos. A nadie se le ocurriría, sin embargo, poner la Venus de Milo junto a fósiles de dinosaurios. En cambio, se hace con mucha frecuencia, con testimonios físicos de la vida de los aborígenes. Pero también a menudo encontramos en la formación de algunos ecólogos prejuicios simétricos a los que aparecen en los historiadores tradicionales. La descripción que hacen de los ecosistemas, "a menudo parece irreal y contradictoria al historiador. Se suele describir los ecosistemas como conjuntos autoestructurados de plantas y animales que evolucionan a través del tiempo, sin la presencia de los seres humanos. Este concepto ignora el hecho de que muchos de los ecosistemas en nuestro mundo también han sido desde hace mucho tiempo el hogar de los humanos. Esa descripción carece de toda conexión con la historia humana: sus contingencias, sus accidentes, sus ciclos, ideas y fuerzas sociales. Con demasiada frecuencia, la ciencia parece ignorar el hecho de que los seres humanos han venido interactuando con la naturaleza desde hace uno o dos millones de años. Lo que Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 3 entendemos por naturaleza es, en alguna medida, el producto de esa influencia humana en la historia"5. La influencia de las sociedades humanas sobre el ambiente no es, sin embargo, ni cuantitativa, ni lineal. Una aproximación intuitiva al tema sugiere que el impacto ambiental de las actividades humanas será mayor a medida que aumente la población y se desarrollen tecnologías industriales, lo que permite sustentar puntos de vista tan frecuentes (aún en el ámbito académico) como el siguiente: “Por ello hay que señalar que este análisis prolongado en el tiempo del "fenómeno ecohistórico", debe ser abordado atendiendo a tres momentos en la relación hombre-naturaleza: “1) Un primer momento de armonía en la dicha relación, en el que la depredación del hombre sobre la naturaleza es mínima y está en función de una cuestión de supervivencia. “2) Un segundo momento de aprovechamiento de los recursos naturales a gran escala, en el que el impacto sobre el medio es mayor y en el que la idea del beneficio económico impera y condiciona la dicha relación. “3) Un tercer momento de explotación intensiva y acelerada de los recursos naturales, provocando desequilibrios ecológicos profundos. Esta tercera fase está relacionadacon la implantación de las innovaciones de la Revolución Industrial del XIX en los diferentes marcos geográficos objeto de estudio”6. Pero lo que parece obvio al pensar las cosas desde la generalidad, deja de serlo al avanzar en una investigación de detalle. Un análisis histórico minucioso nos permite superar esta aproximación intuitiva y encontrar la especificidad de cada sociedad en su relación con la naturaleza. Esta especificidad no se refiere a la intensidad de la industrialización sino a un modelo complejo que requiere un análisis particular cada vez. Basta con recordar el colapso de las sociedades de Babilonia y Teotihuacán, provocado en ambos casos por la sobreexplotación del sistema de riego, para encontrarnos con desequilibrios profundos en la relación naturaleza-sociedad que no tienen nada que ver con la Revolución Industrial 7, 8. Estos errores son frecuentes cada vez que se habla de la relación hombre- naturaleza y van asociados a esa concepción. Si en vez de hablar de la relación hombre-naturaleza, pensamos en términos de interrelaciones entre naturaleza y sociedad, nos vamos aproximando más a la comprensión del tema. Los seres humanos individuales no se relacionan con la naturaleza. Lo hacen mediatizados por su propia cultura, ya que la cultura es el habitat del hombre. Un punto de vista adicional es el que destaca la evolución histórica en el tratamiento del ambiente y pone el acento en las diferencias de disciplinas que abordan los problemas detectados. Al respecto, sostiene Verónica Paiva que: “Mayoritariamente, la bibliografía sobre historia ambiental e historia del ambiente producida en los últimos treinta y cinco años ha abordado la problemática desde la perspectiva ecológica y ecologista. Es decir, desde una mirada que toma categorías actuales del debate ambiental, investigando en cuanto los diferentes estilos de desarrollo de las sociedades históricamente consideradas, contribuyeron a forjar manejos más o menos cuidadosos del ambiente a lo largo de Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 4 la historia”. “A mi criterio, este tipo de "historia ecológica" resulta útil para responder a preocupaciones "actuales" del investigador ecologista, tales como evaluar la sostenibilidad del ambiente a lo largo del tiempo, pero en ocasiones cae en extrapolaciones conceptuales y en anacronismos al designar como "ecológicas" a medidas de ordenamiento urbano que fueron ideadas y puestas en práctica desde concepciones científicas y objetivos de intervención muy diferentes a los actuales, y muy lejanos a lo que hoy se entiende por "problemática ambiental". Desde este lugar, mi hipótesis es que si bien la preocupación de las profesiones por la calidad del entorno urbano existió desde antaño en los profesionales de la ciudad, lo cierto es que los "problemas", las "ópticas científicas y disciplinares" y los "objetivos de intervención" que guiaron la práctica profesional por aquel entonces eran radicalmente diferentes a las actuales, y que resulta necesario rescatar la problemática desde su respectiva dimensión histórico temporal”9. Al respecto, podemos decir que la entrada por profesiones o por la historia de las disciplinas profesionales que se ocupan de los temas que hoy llamamos ambientales es un aporte válido, siempre que se la enmarque en los procesos históricos generales que permiten su comprensión. La historia de la ciencia no es sólo la historia de la evolución de los conocimientos, sino que es –y muy especialmente- la historia de lo que las sociedades humanas hacen con esos conocimientos. Coincidimos en que los objetivos de las intervenciones sobre el ambiente varían en distintas etapas históricas, pero las variables explicativas no están en las disciplinas que intervienen sobre el ambiente sino en las sociedades que construyen esas disciplinas. Y en el modo en que las respectivas estructuras de poder utilizaron los conocimientos para reproducir la estructura de poder que los beneficiaba. En este libro vamos a ver algunos de esos condicionamientos sociales en la aplicación de los conocimientos. Para dar ahora un solo ejemplo, veremos de qué modo la discusión económica sobre si mejorar o no el habitat de los esclavos condicionó al pensamiento científico-sanitario de la época y su forma de explicar las diferentes epidemias. En esta obra analizamos la relación sociedad-naturaleza, dado que la relación de nuestra especie con el medio natural sólo puede darse a través de sus diferentes maneras de organización social. De modo que en este texto estudiaremos la especificidad de las condiciones ambientales en diversos contextos históricos, sin atarnos al preconcepto que vincula el grado de desarrollo de las fuerzas productivas con el daño ambiental. Simplemente veremos en cuáles casos podemos considerar que esa proporcionalidad existe y en cuáles no encontramos que se registre. Trabajar sobre historia ecológica nos permite superar la vieja noción de considerar a la naturaleza solamente como un conjunto de recursos naturales apropiables y podemos poner el acento en la coevolución naturaleza sociedad. El desarrollo de las sociedades humanas genera cambios en el medio natural en el que están insertos. Y a su vez, los cambios en los ecosistemas condicionan modificaciones en el modo de vida de los seres humanos. Tal vez una de las modificaciones más espectaculares haya sido el pasaje de la vida nómade a la vida sedentaria, al final del neolítico, cuando la disminución de las piezas de caza forzó Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 5 a los humanos a dedicarse a la agricultura. De allí en adelante, cada etapa de la vida de las sociedades humanas generó cambios en los ecosistemas, los que a su vez incidieron en acelerar nuevas formas de organización social. De este modo, las sociedades humanas y los ecosistemas coevolucionan. La noción de coevolución fue desarrollada inicialmente para analizar los cambios recíprocos que se producen entre especies analizadas, las que a veces se descubren cuando la extinción de una especie provoca la de otra especie asociada. ¿Qué significa realmente la extinción de una especie animal o vegetal? En principio, todos creemos conocer la respuesta: desaparecen todos los ejemplares de esa especie y se pierde para siempre una determinada forma de vida. Esto es lo obvio. Solamente que la realidad es mucho más compleja, porque nosotros estamos habituados a pensar en especies aisladas, y nos cuesta trabajo imaginar su rol en la trama de la vida. Por ejemplo, las asombrosas formas de adaptación entre ciertas plantas y los insectos que las polinizan. El modo en que una planta que es ciega desarrolla colores brillantes para atraer determinados insectos y el modo en que esos insectos se especializan en alimentarse de esa planta al tiempo que la polinizan. En estos casos, el insecto no se adapta a la planta ni la planta al insecto sino que se modifican mutuamente. Se han desarrollado juntos y la extinción de uno de ellos amenazará la existencia del otro. Sin embargo, las implicancias políticas de las teorías de Darwin (basadas en la competencia y la supervivencia de los más aptos) desplazaron el estudio de los fenómenos asociativos entre los seres vivientes, de los cuales la simbiosis es la más representativa para esta analogía que queremos hacer. La idea del hombre que domina la naturaleza es coherente con la ideología darwiniana del triunfo de los pueblos fuertes sobre los débiles. Pero la de Darwin es una biología de las especies tomadas en forma individual, en tanto que la ecología pone el acento en las relaciones. Este enfoque relacional nos lleva a pensar en las interacciones entre especies diferentes como uno de los motores de la evolución. Y esas interacciones llevan a modificaciones en los ecosistemas.Esto que ocurre en las relaciones entre diversas especies vivientes, también sucede con las relaciones entre las sociedades humanas y los ecosistemas, aunque esta interacción es, aún mucho menos conocida. El objeto de estudio de la historia ecológica es esa coevolución entre naturaleza y sociedad10. Es decir, que las sociedades humanas transforman su medio natural y esas modificaciones las llevan a producir cambios en las estructuras sociales, para adaptarse a las nuevas realidades de su soporte natural. La escala de trabajo de esta investigación (un continente entero) requiere de un comentario adicional. ¿Hasta dónde podemos pensar en los países y hacer historia de los países cuando los ecosistemas no reconocen límites políticos? En opinión de un autor, "un tema que los historiadores ambientales no han confrontado sistemáticamente es el de la escala. Los historiadores han tenido durante más de cien años una fuerte tendencia a usar el concepto Estado-Nación como su unidad de análisis preferida. Los Estados burocráticos fueron buenos almacenadores y conservadores de archivos, pero para muchos tipos de historia, incluyendo la mayoría de la historia ambiental, el concepto Estado-Nación es una escala de operación equivocada. Los procesos ecológicos despliegan sin tener en Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 6 cuenta las fronteras, y las tendencias culturales e intelectuales lo hacen casi con el mismo descuido. La única variedad de historia ambiental para la que tiene sentido el formato Estado-Nación es la historia política y de costumbres". "La elección de una escala apropiada al tema requiere siempre consideraciones cuidadosas. Los historiadores ambientales, en virtud de sus roces ocasionales con los geógrafos (quienes son muy conscientes de los problemas de escala), están entre los mejor preparados para quitar a la profesión de historiadores su confianza en el formato Estado-Nación. La historia puede escribirse a cualquier escala, desde la más pequeña hasta la global (¡e incluso más allá!)"11. Sin embargo, las vivencias humanas se encuentran ligadas a los respectivos países, con lo cual el abandono de la escala nacional es, también, un forzamiento de las cosas, aunque en un sentido diferente. Por eso, el uso de la escala latinoamericana en este libro apunta a crear un marco general en el cual se facilite la investigación de las respectivas historias locales y nacionales de América Latina. HISTORIA ECOLÓGICA Y ACTUALIDAD POLÍTICA. Inicialmente, la historia ecológica era un tema que interesaba sólo a unos pocos eruditos y su ámbito era el del debate académico. Sin embargo, la aparición de la noción de deuda ecológica modificó la visión y los alcances de la historia ecológica. Para esta corriente de pensamiento, “la deuda ecológica es la deuda contraída por los países industrializados con el resto a causa del expolio histórico y presente de los recursos naturales, los impactos ambientales exportados y la libre utilización del espacio ambiental global para depositar residuos”12. Por supuesto que no se trata de una deuda reconocida, sino de una serie de conductas del Norte que resultaron perjudiciales para el Sur y sobre las cuales muchos teóricos del Sur sostienen que generan una obligación por parte de quienes cometieron esos daños. Este punto de vista ha sustentado un amplio desarrollo doctrinario que contrasta la deuda financiera del Tercer Mundo con el daño ambiental y el saqueo de los recursos naturales realizado por las grandes potencias. El argumento es que es necesario cuantificar el valor económico del daño ambiental que el Norte le ha hecho al Sur y utilizarlo para compensar la deuda externa del Sur. El tema fue tratado por investigadores y académicos como John Dilla, Joan Martínez Alier y Walter Pengue13, 14, 15 y también por dirigentes políticos como Fidel Castro y Néstor Kirchner16, 17, quienes coincidieron en que el Norte había provocado serios daños ambientales en el Sur y debía pagar por ello. La única manera de conocer ese daño es reconstruyendo la historia de esos daños ambientales, la cual no puede separarse del resto de las relaciones naturaleza-sociedad. Por este camino, la historia ecológica ingresó a la política. El V Foro Social Mundial (FSM), reunido en Porto Alegre, Brasil, los días 26 al 31 de enero de 2005, incluyó en sus conclusiones “la contundente consideración de una deuda ecológica adquirida por los países del Norte hacia los del Sur”18. En las mismas expresaba: “Fomentar la conciencia de los pueblos del Sur, de que ellos son los pueblos acreedores de las deudas históricas, sociales y ecológicas, a fin de fortalecer la Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 7 resistencia y defender los derechos humanos sociales, culturales, colectivos y ambientales, a través de: a) Recuperar la historia ecológica de nuestros pueblos. b) Identificar y hacer visible las deudas históricas, sociales y ecológicas. c) Impulsar campañas sobre la ilegitimidad de la deuda externa y promover auditorias integrales. d) Alertar sobre la propuesta de que el intercambio de la deuda por proyectos sociales o ambientales, por si solo, no es el camino. e) Promover espacios de reflexión y debate sobre las deudas históricas, sociales y ecológicas a nivel local, nacional e internacional. f) Crear articulaciones Sur-Sur y Sur-Norte para exigir la anulación de la deuda externa y el reconocimiento de las deudas del Norte en relación al Sur”. De este modo, un tema que parecía estrictamente académico pasa a ocupar un lugar de primer orden en la discusión política y social internacional. DE QUÉ HABLA ESTE LIBRO. El primer tomo de esta obra19 (subtitulado “De los mayas al Quijote”) analiza las condiciones ambientales de la Península Ibérica durante la Edad Media y los cambios que implicó el Renacimiento, y trabaja las diferentes miradas sobre el ambiente que tenían sus habitantes cristianos, moros y judíos. Este modo de ver la naturaleza contrasta con el de una gran cantidad de pueblos, que hoy llamamos americanos. Se trata de una enorme diversidad de culturas, que incluye tanto a quienes realizaron el prodigio de la construcción de la papa y el maíz, como a los habitantes de los fríos del Norte y del Sur y también a quienes aprendieron a aprovechar la sucesión ecológica en las selvas tropicales. Allé se analiza el impacto ambiental de la conquista y las características ambientales de las ciudades españolas y portuguesas edificadas de este lado de la Mar Océana. Las duras condiciones del trabajo minero, de la economía esclavista de plantación y de la vida en las grandes llanuras. Y la obra cierra con el rebote de todo este proceso sobre la vieja Europa. Es decir, con el impacto ambiental que la conquista y colonización tuvieron sobre Europa. Este segundo y último tomo (“De la Independencia a la Globalización”), se refiere sustancialmente a los procesos y condiciones ambientales de los países latinoamericanos durante los siglos XIX y XX, y a las expectativas de futuro que surgen de esa evolución. Analiza las condiciones ambientales durante el difícil período de guerras de la Independencia y de conflictos internos para la formación de los respectivos Estados Nacionales. Guerras que asumieron características diferentes en aquellos territorios cuya relación con el medio natural era la de una economía esclavista de plantación, que en los que tenían otro tipo de relación con su entorno. El libro detalla después la relación con los recursos naturales y el ambiente durante el período de europeización (desde mediados del siglo XIX hasta los Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 8 primeros años del XX), en el cual la mayoría de las clasesdirigentes del continente eligieron imitar a sus equivalentes del Hemisferio Norte. La ilusión de que bastaba con copiar las formas externas de los países ricos, sin desarrollar una industria propia, domina este período. Se caracteriza por la inserción de las economías latinoamericanas en la división internacional del trabajo como productores de materias primas. Las migraciones internacionales y la extensión de las líneas ferroviarias son algunas de las piezas claves de este proceso. La etapa siguiente, de sustitución de importaciones, es la más heterogénea, e incluye nuevas formas de relación entre la sociedad y el Estado y de estos con los recursos naturales. Incluye situaciones tales como la nacionalización del petróleo en México bajo Lázaro Cárdenas o el proceso de industrialización en Argentina durante el peronismo. Las migraciones internas, el rápido crecimiento de las ciudades y la contaminación industrial caracterizan a esta etapa. Es frecuente la presencia de dictaduras militares con un extremo nivel de violencia. La última etapa, de globalización, se desarrolla a partir de los procesos de privatizaciones y desindustrialización iniciados a fines del siglo XX con un marcado deterioro de las condiciones de vida de grandes sectores de la población. A diferencia de la etapa anterior, las condiciones de capitalismo salvaje se consolidan en contextos de democracia formal. En varios países se adoptan estrategias de atracción de inversiones contaminantes, con el pretexto de ampliar las fuentes de trabajo. PERIODIZACIÓN Y FASES DE DESARROLLO. La periodización es uno de los aspectos más complejos a definir cuando se trabaja con un objeto de estudio histórico heterogéneo. Estamos analizando a diversos países, en los cuales han ocurrido fenómenos históricos comparables, pero que no han ocurrido en forma simultánea. El sólo hecho de la emancipación marca diferencias profundas. La gestión de los recursos naturales y del ambiente es diferente si estamos en una colonia subordinada a los dictados de su Metrópoli que si se trata de una nación soberana. Sin embargo, entre la independencia de Haití (1804) y la de Cuba (1898) tenemos casi un siglo. Y aún hoy existen en América territorios coloniales, como Puerto Rico o las Islas Malvinas. Esto hace que la cronología sea necesariamente imprecisa. ¿Cómo periodizar sobre fenómenos comparables, pero que han ocurrido en momentos diferentes? Está claro que cualquier respuesta a esta pregunta será casi arbitraria. Por otra parte, como veremos en su momento, periodizar significa una toma de posición ideológica sobre lo que consideramos más importante frente a lo que pensamos como menos importante. Por ejemplo, ¿comenzamos la etapa independiente con los conflictos que tuvieron con la Metrópoli los terratenientes esclavistas de Caracas y los comerciantes contrabandistas de Buenos Aires? ¿O lo hacemos a partir de la emancipación de los esclavos? Y en este último caso, ¿lo hacemos a partir del momento en que los criollos de la dieron o cuando los esclavos la tomaron por su propia mano? UTILIZAMOS LA NOCIÓN DE FASES DE DESARROLLO Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 9 Sin embargo, a pesar de la imprecisión, vamos a periodizar porque nos interesa transmitir la noción de fases de desarrollo, como herramienta para la comprensión de los fenómenos sociales desde la perspectiva de la larga duración, incluyendo especialmente los que ocurren en el momento histórico que estamos viviendo. Para reflexionar sobre esto, tenemos que superar la noción intuitiva del tiempo histórico como un continuo. Nos resulta más útil dividirlo en etapas que llamamos fases de desarrollo. Esos períodos no son sólo un agrupamiento de años en los que ocurren sucesos semejantes, sino que hay entre ellos un vínculo más profundo, cuyo entramado tiene fuerza explicativa para una serie de fenómenos vinculados con la relación sociedad-naturaleza. Las actitudes de los hombres ante la naturaleza están mediatizadas por la visión de la sociedad a la que pertenecen. A lo largo de la historia latinoamericana podemos detectar diferentes concepciones sobre la naturaleza, que se corresponden con cada momento histórico particular. Esto es lo que hace que la actitud ante cada uno de los temas ambientales sea diferente en cada etapa histórica. En cada período se desarrolla un modelo de sociedad, en el que interactúan con una misma lógica interna todas las variables sociales: hay una cierta estructura de poder, una peculiar forma de las relaciones internacionales, una estructura productiva acorde con lo anterior, que genera o adopta tecnologías coherentes con ese modelo. Es decir, que una fase de desarrollo es internamente coherente en todos sus aspectos: la política, la economía, el orden social, la estructura del Estado, los aspectos culturales (desde la pintura y la música hasta las modalidades de las relaciones entre los sexos). Y, también, tiene una peculiar manera de hacer ciudades y una modalidad específica de relación con la naturaleza. Esta relación tiene que ver con las tecnologías prevalecientes, pero también con las ideas, prejuicios y condiciones sociales que condicionan tanto la invención como la aplicación de esas tecnologías. Si fuerámos a hacer una analogía con la vida de las personas, diríamos que cada etapa de la vida significa una totalidad coherente, y que los cambios que ocurren al pasar de la infancia a la adolescencia son cualitativos (aunque alguien pudiera querer explicarlos por un cambio en las cantidades de hormonas que segrega el organismo). Lo mismo parece ocurrir con las fases de desarrollo por las que atraviesan las sociedades humanas. Tengo que aclarar que esta concepción no tiene nada que ver con la de Rostow, que estuvo de moda hace varias décadas20. Para ese autor, todas las sociedades atraviesan por etapas semejantes, lo que lo lleva a suponer que los países pobres están en la infancia y los ricos en la adultez. Por el contrario, en este libro, pongo el acento en la especificidad de las fases de desarrollo de cada país o región. Esto supone, además, que elementos semejantes actúan de forma muy distinta al pasar de una fase de desarrollo a otra. Por ejemplo, el rol jugado por las empresas de servicios públicos durante el período en que se nacionalizaron los ferrocarriles es completamente distinto que en la etapa de privatizaciones. Podríamos decir, gráficamente, que es como si al terminar una fase de desarrollo, la sociedad barajara de nuevo los diversos componentes de la vida social y diera Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 10 otra vez las mismas cartas, que ahora jugarán un rol diferente. Esta herramienta conceptual es una adaptación a los tiempos y condiciones históricas de este estudio, de la noción de civilización, tal como la usa Arnold Toynbee21. Tanto civilizaciones como fases de desarrollo reflejan, en sus respectivas escalas de tiempo, unidades conceptuales inteligibles en sí mismas. Con esta concepción queda claro por qué no estoy utilizando una periodización específica para el tema que estamos tratando aquí, sino una periodización para los fenómenos referidos al conjunto de la sociedad latinoamericana. He tomado el criterio de la evolución de las relaciones entre naturaleza y sociedad en la Argentina durante sus diversas fases de desarrollo de la investigación publicada en el libro compartido: "Memoria Verde: Historia Ecológica de la Argentina"22 y también en mi “Historia de las Crisis Argentinas”23 . En dichas obras se exploran las consecuencias de estos conceptos teóricos para cada una de las fases de desarrollo de la historia argentina. Durante las mismas, se adoptaron estilos de desarrollo y modelos de país que difieren cualitativamente unos de otros y que implican sucesivosreemplazos de tecnologías, de modalidad de uso de los recursos naturales, y de organización social, con definidas consecuencias ambientales. Si aceptamos este punto de vista, estamos diciendo simultáneamente que no tiene sentido adoptar una periodización para la historia económica, otra para la historia de la cultura, otra para la historia ambiental y así sucesivamente. Pensamos en una única periodización para el conjunto de hechos que ocurren en una sociedad humana, ya que entendemos que hay interrelaciones que sólo se dan en ese período histórico. Quizás una buena definición de fase de desarrollo sea el período en el cual se da una cierta modalidad de interacciones entre fenómenos sociales diversos y entre éstos con el medio natural. La noción de fases de desarrollo nos lleva a integrar el tratamiento de fenómenos que habitualmente se estudian por separado. LOS CAMBIOS EN LAS SOCIEDADES HUMANAS OCURREN A TRAVÉS DE CONFLICTOS El conflicto es una característica de todas las sociedades humanas. Durante nuestras vidas vamos a estar siempre inmersos en conflictos sociales. Por eso es importante analizarlos y ver de qué modo esos conflictos inciden sobre los diferentes proyectos sociales que se plantean. Casi por definición de conflicto social, el resultado no está predeterminado (la gente no suele iniciar conflictos si tiene la certeza de perderlos): unas veces ganarán unos y otras veces los otros. Me parece oportuno insistir en el carácter dinámico de estos procesos, para evitar los extremos de “una vez que se firmó ya está”, o, por el contrario: “ellos nunca van a dejar que esto suceda”. Tampoco iban a dejar nunca que las mujeres votaran. Es el motivo por el cual en este libro hay un especial énfasis en los conflictos vinculados con la apropiación social de la naturaleza. Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 11 Los fenómenos sociales no se pueden comprender si no tenemos en cuenta las interrelaciones de las sociedades humanas con el medio natural del que se sustentan y en el que se apoyan. Nuestra perspectiva epistemológica, es que los fenómenos sociales no son autónomos con respecto a los contextos y procesos naturales. Por ende, muchos procesos históricos simplemente no se entienden si no tenemos en cuenta el contexto natural. Doy un par de ejemplos: • La supervivencia de la esclavitud en Brasil hasta fines del siglo XIX podría tener mucho que ver con el hecho de que las tecnologías de la época para las producciones tropicales (realizadas en las grandes fazendas) requerían mano de obra no calificada, que, por tanto, no necesitaba ser cuidada, ni tratada como una inversión. Por el contrario, las producciones de clima templado requerían mano de obra más calificada, que tuviera incentivos económicos para el trabajo, lo que hizo ineficiente la esclavitud en el Río de la Plata. Cuando se intentó hacer con esclavos la misma producción que en otros sitios se hacía con hombres libres, la iniciativa resultó un fracaso económico. Por ejemplo, los testimonios de viajeros indican que en la segunda mitad del siglo XIX los trabajadores libres de un saladero del Río de la Plata tenían una productividad equivalente al doble de la productividad de los esclavos en un saladero del Brasil. • El modelo de país de la Generación del ´80 en Argentina no requirió solamente de los procesos sociales que llevaron a la formación del Estado Nacional. También fue necesaria la evolución de los ecosistemas pampeanos y su incremento de productividad. Una acción absolutamente deliberada modificó los ecosistemas pampeanos durante buena parte del siglo XIX para ponerlos en condiciones de producir bienes exportables en gran escala, tal como veremos en los apartados correspondientes de esta obra. La confluencia de las dos evoluciones (y un conjunto de otros factores, por supuesto) produjo el modelo de "granero del mundo". La ideología que sustenta esta obra tiene una propuesta concreta para enfrentar los problemas actuales de las relaciones entre la sociedad y el Estado, que es la ampliación de la democracia participativa. Hablar de este tema nos lleva a discutir la crisis de representatividad del Estado en la actual etapa histórica. El tema de la corrupción y la desconfianza que la gente les tiene a los políticos son algunos de los emergentes de esa situación. Al no confiar la gente en nadie, la única manera de evitar que el sistema se vuelva ingobernable es abrir la puerta de un Estado que siempre estuvo cerrado a nuevas formas de iniciativa y control popular. En última instancia, el sistema es más estable (aumenta la gobernabilidad) si se institucionalizan estos mecanismos de participación ciudadana. Asimismo, aumentan las probabilidades de una mayor equidad en las relaciones sociales. Esto nos remite, nuevamente, al tema del conflicto social, que debería estar presente a lo largo de toda investigación de historia ambiental. Una herramienta participativa puede transformarse rápidamente en un simulacro de participación, Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 12 y la vida social se va a desarrollar en una tensión permanente entre los intentos de unos por que vayan en serio y los de otros para que sea un engaño. O, dicho de otra forma, entre los intentos de abrir el Estado al reclamo ciudadano y los de cerrarlo. SOBRE LA TERMINOLOGÍA UTILIZADA Y LAS CIENCIAS INVOLUCRADAS Periódicamente aparecen mensajes de la comunidad científica (o de parte de ella) a la comunidad, en el sentido de corregir el uso impropio de algunos términos. Así, veinte años atrás hubo una intensa campaña de los científicos para evitar el uso popular de la palabra “ecología” en relación con los fenómenos que conocemos como ambientales. Actualmente se usan esfuerzos semejantes para evitar el uso popular de la expresión “medio ambiente” y reemplazarlo simplemente por “ambiente”. Si de señales contradictorias se trata, podemos recordar que el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) no ha modificado su nombre. También se desautoriza a menudo el uso popular de la expresión “cuidar la ecología” (por activar la protecci ón ambiental), afirmando que “la ecología es una ciencia y no necesita que nadie la cuide”. Sin embargo, las mismas personas que rechazan el cuidado de la ecología, dicen cuidar su economía cada vez que ahorran dinero. Olvidan que la economía es también una ciencia y le rige todo lo que digamos para la ecología en tanto ciencia. Admitimos, entonces, que las palabras pueden usarse con más de un significado. Detrás de estos juegos de palabras (en apariencia superficiales), hay algo más profundo, que es la competencia entre académicos y pueblo por la construcción del idioma, competencia iniciada en 1492 con la publicación del Diccionario de Nebrija y que aún continúa. A menudo el uso académico de ciertos términos indica la pertenencia del autor a determinada corriente científica. He tratado de evitarlo en la medida de lo posible. En este libro se asume la paternidad popular del lenguaje, lo que significa el uso indistinto de términos que el habla popular considera como sinónimos. La prioridad aquí es analizar cientos procesos de historia ecológica antes que explicarlos en términos de una u otra doctrina en boga. Algunos grupos académicos utilizan la expresión “historia ecológica” y otros “historia ambiental” para referirse tal vez al mismo objeto de conocimiento. En esta obra ambas expresiones son utilizadas en forma indistinta. En cuanto al vocabulario profesional utilizado, recordemos que se trata de un estudio transdisciplinario. De seguirse los usos y costumbres del ámbito académico, debería estar escrito utilizando el lenguaje profesional de todas las disciplinas involucradas, lo cual lo convertiría en un objeto indescifrable.Por ese motivo, he utilizado un lenguaje de divulgación. Esto no significa que se trate de un libro periodístico. Se trata de una investigación académica, que utiliza un lenguaje similar al del periodismo. Como sabemos, las formas de utilización de los recursos naturales y las condiciones del ambiente están íntimamente ligados con el modelo de sociedad que lo hace. Si Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 13 bien el vínculo entre los seres humanos y el ambiente es la tecnología, toda tecnología es producto de una sociedad y de sus relaciones sociales, tanto como de los conocimientos existentes. Esto vincula la historia ecológica con la historia económica y la historia social, las que no pueden ser comprendidas si se las trata por separado. Es decir, que los modelos de países establecidos en cada sociedad en cada etapa histórica son determinantes para profundizar el análisis ambiental. Por eso el lector reconocerá en lo que sigue algunas cuestiones de historia económica y social, indispensables para comprender los fenómenos que conocemos como de historia ambiental. 1 Caballero Calderón, Eduardo: “Suramérica, tierra del hombre”, Madrid, Ed. Guadarrama, 1956. 2 Antón, Danilo J.: “Diversidad, globalización y los caminos de la naturaleza”, CIID Canadá - Piri Guazú Ediciones, Science – 2000. 3 Worster, Donald: “La Historia en la Edad de la Ecología”, en Ilé, Anuario de Ecología, Cultura y Sociedad, La Habana, 2002. 4 Actualmente, la Real Academia Española define la palabra como “originario del suelo en que vive”. Sin embargo, ab es una partícula privativa, es decir que niega lo que tiene al lado. Por eso aborto (ab-orto) significa negación del nacimiento. 5 Worster, Donald: “La Historia en la Edad de la Ecología”, op. cit. 6 Valdés Hansen, Felipe “La Historia Ecológica: breve reflexión sobre sus objetivos y periodificación”, en http://www.h-debate.com/papers/sesionte/9/Felipe%20Valdes.htm, cit. 7/5/2006 7 Para Teotihuacán, ver el primer tomo de esta obra. 8 Para Babilonia y otras ciudades de la Mesopotamia asiática, ver Brailovsky, Antonio Elio: “La ecología en la Biblia”, Buenos Aires, Planeta, 1992 y Editorial Milá (AMIA- Fundación Vida Silvestre Argentina), 2005. 9 Paiva, Verónica: “Medio ambiente urbano: Una mirada desde la historia de las ideas científicas y las profesiones de la ciudad. Buenos Aires 1850-1915”, en Revista de Urbanismo, Universidad de Chile, agosto de 2000. 10 Foladori, Guillermo: “Controversias sobre sustentabiblidad: la coevolución sociedad naturaleza”, México, Miguel Ángel Porrúa Editores, 2001. 11 McNeill, John R.: “Naturaleza y cultura en la historia ambiental” en Revista Nómadas, Bogotá, Instituto de estudios de la Universidad Central, 2005. 12 “Introducción a la deuda ecológica”, en: http://www.debtwatch.org/es/inicio/enprofunditat/plantilla_1.php?identif=59, cit. 8/5/2006. 13 Dillan, John: “Deuda ecológica. El Sur dice al Norte: “es hora de pagar”. Publicado en Ecología Política, No 20. Icaria Editorial, 2000. 14 Martínez Alier, Joan: “Deuda ecológica y deuda externa”, en Ecología Política, No 14, septiembre 1997. 15 Pengue, Walter Alberto: “Lo que el Norte le debe al Sur: Comercio desigual y deuda ecológica”, en Le Monde Diplomatique, Buenos Aires, abril 2002. 16 Castro Ruz, Fidel: “Discurso en la Conferencia de Naciones Unidas Sobre Medio Ambiente y Desarrollo”, Río de Janeiro, Brasil, 12/6/1992. http://www.h-debate.com/papers/sesionte/9/Felipe%20Valdes.htm http://www.debtwatch.org/es/inicio/enprofunditat/plantilla_1.php?identif=59 http://www.debtwatch.org/documents/enprofunditat/Deute_ecologic/dillon.pdf Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 14 17 Kirchner, Néstor: “Discurso en la Convención sobre el Cambio Climático, COP 10”, Buenos Aires, 15/12/2004. 18 V Foro Social Mundial, Conclusiones. 19 Brailovsky, Antonio Elio : “Historia ecológica de Iberoamérica: De los mayas al Quijote:”, Buenos Aires, Ed. Kaicrón-Le Monde Diplomatique, 2006. 20 Rostow, Walt Whitman: “Las etapas del crecimiento económico”, México, Fondo de Cultura Económica, 1960. 21 Toynbee, Arnold: "Estudio de la Historia", Madrid, Planeta - De Agostini, 1985. 22 Brailovsky, Antonio Elio y Foguelman, Dina: "Memoria Verde: Historia Ecológica de la Argentina", Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1991. 23 Brailovsky, Antonio Elio "Historia de las crisis argentinas: un sacrificio inútil", Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1982. Editorial Círculo de Lectores, 1982. Varias ediciones. Reformulación completa para la edición de 1996 en Editorial de Belgrano. Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 14 14 2. EL AMBIENTE EN LOS PRIMEROS AÑOS DE VIDA INDEPENDIENTE SHYLOCK.- ¿Qué sentencia he de temer, no habiendo hecho mal alguno? Tenéis entre vosotros numerosos esclavos que habéis comprado y que empleáis, como vuestros asnos, vuestros perros y vuestros mulos, en tareas abyectas y serviles, porque los habéis comprado. ¿Iré a deciros: ponedlos en libertad, casadlos con vuestras herederas? ¿Por qué los abrumáis bajo sus fardos, por qué sus lechos no son tan blandos como los vuestros, sus paladares regalados con los mismos manjares? Me responderéis: «Los esclavos son nuestros». Yo os respondo a mi vez: «Esta libra de carne que le reclamo la he comprado cara, es mía, y la tendré”. (William Shakespeare: “El Mercader de Venecia”, Acto IV) “El derecho de la guerra hace esclavos a los prisioneros entre los negros, incluyéndose en ellos las mujeres y los infantes, deben las dos acusadas quejarse solo de las instituciones de su país, las cuales supuestas, es que se ha hecho el comercio de sus personas. La ilustración política que tenemos, no nos obliga de mejorar instituciones ajenas, ni a renunciar al derecho de propiedad, que adquirimos con nuestro dinero y riesgos, en una especie, que por convención entre naciones diversas se vendía al primer comprador que aparecía. Si esas leyes deben llamarse bárbaras, no somos caballeros andantes para viajar a desfacerlas: y jamás seremos cómplices de esa barbarie, por la adquisición que hacemos de esos mismos esclavos, como no lo somos al comprar el azúcar y pastas de metales, de las infinitas muertes y trabajo que sufren entre los que elaboran aquella y éstas”. (Juan Jorge Wich, escrito presentado en un juicio en Montevideo en 1821)24. ¿CUÁNDO COMIENZA ESTA ETAPA? En una disciplina tan cargada de ideologías como la historia, hasta la elección de unas u otras fechas para destacar el comienzo o el final de una etapa también tiene su carga ideológica. Por ejemplo, es frecuente definir al año 1810 como el comienzo de la Emancipación americana. Tenemos, por supuesto, buenos argumentos y una larga tradición historiográfica en ese sentido. Sin embargo, esa mirada pone el acento en la conducta de los grupos dominantes locales, que se habían enriquecido durante la colonia y que comenzaron a tener contradicciones con el poder español hasta que impulsaron los movimientos independentistas, aprovechando la invasión napoleónica a España. Los protagonistas de 1810 son los comerciantes y contrabandistas del Río de la Plata o la oligarquía esclavista (los mantuanos) de Caracas, para dar sólo un par de ejemplos. Para esas clases sociales, la Independencia es una simple cuestión de intereses económicos. Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 15 15 Recordemos que la mayor parte de los próceres y protagonistas de la Independencia son blancos,en una sociedad rígidamente estratificada por el color de la piel y en la cual los blancos no eran mayoría. En la mayor parte de los casos, los ideales humanitarios expresados se referían a sólo a una parte de la población, a la que ellos pertenecían. Hacia el año 1800, según los censos de Lima y México, la población hispanoamericana estaba compuesta por aproximadamente 3.000.000 de blancos, 4.000.000 de mestizos, 1.200.000 negros y 7.000.000 indios. En Cuba, en 1825, un 49 por ciento de la población era esclava25. “Encabezado por los sectores criollos blancos y por una minoría mestiza, el proceso independentista fue diferente en las distintas regiones del imperio español y no implicó al conjunto social hispanoamericano, sino a un sector que necesitaba romper los lazos políticos con España, pero que ya estaba vinculado con el poder económico en las colonias. Éste estaba constituido por los criollos dedicados al comercio, propietarios de haciendas y profesionales que sólo tenían acceso a puestos secundarios en la administración colonial”26. En ese proceso, aquellos dirigentes independentistas que reclamaron un trato igualitario para indios y para negros fueron rápidamente desplazados por los sectores más conservadores. El tema de la esclavitud es un hilo conductor en la historia americana, no sólo la del período colonial sino también la de buena parte del siglo XIX y XX. En algunos casos, se extiende en los hechos hasta la actualidad, a pesar de las prohibiciones formales27. Sin embargo, en muchos países latinoamericanos hay un ocultamiento de sus implicancias sociales. Las descripciones de una esclavitud benévola, mostrada como una especie de paternalismo, son abundantísimas. Entre los muchos ejemplos, tenemos el del joven Darwin, quien después de visitar un establecimiento de campo cerca de Río de Janeiro, escribió: “En fazendas como ésta no dudo que los esclavos pasan la vida contentos y felices. Los sábados y domingos trabajan para ellos, y en este fértil clima la labor de dos días es suficiente para dar de comer a un hombre y su familia toda la semana”28. En Brasil, mucho de esa imagen se origina en un esfuerzo publicitario hacia el exterior para evitar el bloqueo al tráfico negrero efectuado por los barcos ingleses. En Uruguay, la opinión predominante queda bien expresada en la cita que está como acápite del presente capítulo y que muestra una sugestiva coincidencia con el pensamiento de Shylock. Mientras las leyes admitan la esclavitud, no somos caballeros andantes para querer cambiarlas. En Argentina, Bartolomé Mitre escribió que los esclavos "entraban a formar parte de la familia con la que se identificaban, siendo tratados con suavidad y soportando un trabajo fácil, no más penoso que el de sus amos, en medio de una abundancia relativa que hacía grata la vida", y Vicente Quesada llegó a cerrar el siglo XIX diciendo que "estas relaciones eran casi afectuosas"29. En Argentina, hasta muy avanzada la segunda mitad del siglo XX, las representaciones en los actos escolares incluían una niña con la cara tiznada que vendía empanadas al público, como para dar la idea de la tranquila vida de los esclavos domésticos. Para creer en expresiones como ésta, sería necesario que los propios esclavos dijeran lo mismo, lo que, previsiblemente, no hemos encontrado. Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 16 16 Sin embargo, en un modelo productivo en el que las personas trabajan sin incentivos económicos, sólo la violencia puede reemplazar a esos incentivos para alcanzar niveles de productividad aceptables. Esta violencia consistió en castigos públicos, organizados como espectáculos, que tenían por objeto mantener los niveles de sumisión de la población esclava, mediante una estrategia del terror. Un indicador que cuestiona la idea de esclavitud benévola surge del estudio de las condiciones demográficas de los esclavos en Brasil, entre los que predominaban altas tasas de mortalidad y bajos índices de reproducción natural. Una comparación con la evolución de la población esclava de los Estados Unidos muestra un crecimiento demográfico mucho menor en Brasil, lo que sugiere peores condiciones de vida30. Entre los negros del Río de la Plata “la mortandad de los nacidos era tan impresionante que en 1828 llegó al 44,24 por mil; en cambio entre los blancos era del 24 por mil, es decir casi la mitad”31. Los motivos son muchos y muestran condiciones ambientales diferenciadas: deficiencias nutricionales de la madre, inadecuada preparación cultural, falta de atención médica, patéticas condiciones de vivienda, falta de ropa, alimentación mala, alta posibilidad de contagio de enfermedades, ambientes insalubres, dificultades de las madres para dejar los hijos en la casa en horarios de trabajo -las lavanderas los llevaban al río de recién nacidos-, y muchas otras posibles explicaciones. Incluso la mortandad era alta entre los adultos, llegando al extremo de ser mayor entre libertos, ya que al comprar la libertad también compraban peores condiciones de vida. Y es que son demasiados los prohombres de nuestra historia que aceptaron, admitieron o fueron cómplices de formas inhumanas de explotación. En definitiva, la Independencia fue hecha por un sector económicamente poderoso, que necesitaba romper la dependencia con España, más por motivos comerciales que ideológicos o humanitarios. La ruptura de los lazos coloniales con respecto a España y Portugal apareció predominantemente como un movimiento de colonos, ya que la situación del indio y del negro tendió aún a deteriorarse después de obtenida la Independencia y durante todo el siglo XIX. “Un primer cambio en la situación se debe a que muchas veces en los frentes militares hubo que recurrir a los sectores más populares, en cuyas filas se contaban numerosos mestizos y elementos de las razas dominadas”32. En muchos sitios del continente, el patriotismo de los criollos no los llevó a arriesgar sus vidas, sino que les alcanzó para enviar a sus esclavos a la guerra, para que pelearan por ellos. Juan Martín de Pueyrredón, Director Supremo del Río de la Plata, elogia la liberalidad de todos los que donaron sus esclavos para la guerra, y San Martín expresa en una carta: "Admira que un país de mediana población, sin erario público, sin comercio ni grandes capitales, falto de madera y primeras materias, haya podido elevar de su mismo seno un ejército de tres mil hombres, despojándose hasta de sus esclavos, únicos brazos para su agricultura”33. Aún esa conducta fue criticada como perniciosa, por quienes pensaban que no debía haberse alterado el orden social de la época colonial. Por eso es representativa la actitud de un pensador social como José Vasconcelos, quien hubiera preferido una emancipación de blancos sin indios ni negros. “En los Estados Unidos –dice- nunca se dio al movimiento independiente el sentido de una Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 17 17 guerra de castas. Ni a Washington, ni a Jefferson, ni a ninguno de los padres de la patria yanqui les pasó por la cabeza la idea absurda de que un piel roja debía ser Presidente o de que los negros debían ocupar los puestos ocupados por los ingleses. La idea de que la independencia tendiera a restablecer los poderes del indígena, no fue idea de indígenas. La Emancipación, se ha dicho hasta el cansancio, no la idearon ni consumaron los indios. La idea de soliviantar a los indios aparece en los caudillos de la Emancipación que, no encontrando ambiente para sus planes entre las clases cultas, recurrieron al arbitrio peligroso de incitar una guerra de castas, ya que no les era posible llevar adelante una guerra de Emancipación. Y a este cargo no escapa ni Bolívar, que en Colombia lanzó los negros contra los blancos, a fin de reclutar ejércitos. A los delNorte semejantes procedimientos les hubieran parecido desquiciadores, y lo son”34. Por eso quiero proponer una visión alternativa, que es tomar como punto de partida la liberación de los esclavos de Haití, en 1793. Se trata de un caso único en la historia de la humanidad. Una sublevación de esclavos exitosa, que logra su propia libertad y que finalmente logra tomar el control del Estado que los oprimía. Los cambios son tan profundos que las diferencias entre uno y otro enfoque son cualitativas. Recordemos el enorme peso que tuvo en la economía colonial la relación esclavista. Hubo grandes diferencias entre las distintas zonas, pero una fuerte presencia de estos intereses en el poder económico y político. “La aristocracia terrateniente de Venezuela era más tradicionalista y tenía más ambiciones de poder político que los esclavistas de Cuba; en Costa Rica no había esclavitud de negros y prácticamente no la había de indios, pero esta última estaba muy generalizada en Guatemala y El Salvador”35. Agreguemos en algunas zonas ganaderas había una mayoría de población mestiza y casi la totalidad de los esclavos trabajaban en hatos y en la producción de víveres para el consumo local, lo que permitía un gran margen de libertad en sus movimientos. En el Río de la Plata, las faenas rurales estaban a cargo de mestizos (los gauderios o gauchos), pero la esclavitud urbana era importante. En la minería de la zona andina, especialmente en el cerro del Potosí, las víctimas de la esclavitud eran los indios36. Otros estaban sometidos al régimen despiadado de las grandes haciendas, como en Santo Domingo o en Brasil. En todos los casos, las condiciones de salubridad del habitat y el trabajo provocaron altos niveles de morbilidad y mortalidad. Desde el ambiente de los barcos negreros (a los que los portugueses llamaron tumbeiros, por la enorme mortandad que se producía durante el transporte de los esclavos desde África hasta América), hasta condiciones de vida tan extremas que llevaron a que los hacendados establecieran castigos para las esclavas que abortaban voluntariamente, la situación ambiental de los esclavos tenía profundas diferencias de la del resto de la sociedad. La rebelión de los esclavos en la colonia francesa de Sainte Domingue se inició a partir de la negativa de los revolucionarios franceses de extender los Derechos del Hombre y del Ciudadano a los esclavos que sostenían la economía colonial. Los ideales de liberté, egalité, fraternité no eran universales sino restringidos a los ciudadanos blancos. Esto incluyó la lucha de los propietarios mulatos para ser tratados electoralmente igual que los blancos, mientras reclamaban que se Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 18 18 protegieran sus derechos de propiedad sobre otros seres humanos. Tampoco los demócratas norteamericanos aceptaron que los negros tuvieran los mismos derechos que ellos, a punto tal que contribuyeron a la represión de los esclavos sublevados. En Sainte Domingue, dice Juan Bosch “la rebelión era total; ardían los cañaverales y los cafetales, las lujosas casas de vivienda, los edificios de las fábricas de azúcar y de ron, las cuarterías de los esclavos. Los amos, sus mujeres y sus hijos eran muertos a golpes de machete y quemados en las hogueras de sus propias casas. (…) Los Estados Unidos se apresuraron a enviar armas y municiones y en el mes de diciembre George Washington escribía estas palabras: "¡Qué lamentable es ver tal espíritu de revuelta entre los negros!". Y efectivamente era lamentable, porque esos negros de Haití dejaban lo mejor de su vida en los ingenios para que los Estados Unidos fueran suplidos de azúcar y ron a cambio de la harina y el pescado seco de Norteamérica con que los amos blancos les daban de comer”37. Y aún en fecha tan tardía como 1856, los intereses esclavistas del Sur de los Estados Unidos financiaron una invasión mercenaria a Nicaragua que anunció el restablecimiento de la esclavitud en ese país. La operación incluía el intento de incorporar Nicaragua a los EE.UU., con la idea de agregar los votos de los senadores esclavistas al Senado norteamericano. La esclavitud es abolida en la España metropolitana en 1837, pero es necesario esperar a 1880 para que la misma abolición se haga efectiva en Cuba. Uno de los motivos por los cuales la bandera cubana lleva una estrella y los mismos colores de la norteamericana es el intento de un grupo esclavista de incorporar Cuba a los Estados Unidos, en la misma concepción que lo ocurrido con Nicaragua. Es necesario recordar que los procesos sociales tienen consecuencias de larga duración, a menudo mucho más allá de lo que habitualmente estamos dispuesto a aceptar. En el primer tomo de esta obra habíamos hablado de las comunidades fundadas por los esclavos fugados en Brasil (quilombos) durante la época colonial. Este movimiento continuó durante todo el período de duración de la esclavitud en Brasil. Existían redes de asistencia a los esclavos escapados, que les permitían llegar hasta algún quilombo donde ocultarse. Estas redes eran dirigidas por ex esclavas viejas, que habían sido liberadas por sus dueños cuando ya no era rentable mantenerlas38. Los quilombos se establecieron en sitios inaccesibles y sus habitantes practicaron agricultura de subsistencia. Aún hoy, se llega a muchas de esas comunidades por caminos imperceptibles, que sólo unos pocos conocen. A más de un siglo de abolida la esclavitud, subsisten en Brasil unas 1.600 comunidades quilombolas reconocidas, que reciben alguna clase de asistencia social de las autoridades39. Sólo en el Estado de Bahía existen actualmente 396 comunidades quilombolas. Su propia ubicación geográfica dificulta la integración de sus miembros a la economía y la cultura nacional. Hay barreras físicas y culturales que los distancian de la educación, la salud y el empleo. Siguen marginados, sufriendo aún las consecuencias de hechos sociales que creíamos terminados en el siglo XIX. Todo esto apunta a recordar que todo análisis de las formas de utilización de los recursos naturales y las condiciones del ambiente en América Latina durante gran Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 19 19 parte del siglo XIX tiene que tener en cuenta las condiciones de esclavitud. En cuanto a los motivos británicos para combatir el tráfico negrero, además de los humanitarios, tenemos que tener en cuenta que de ese modo estaban eliminando a la única competencia existente para las máquinas de vapor que ellos fabricaban, utilizaban y vendían. LA PEOR FORMA DE CONTAMINACIÓN ES LA GUERRA Los aspectos más críticos de las guerras de la Independencia y las guerras civiles posteriores no se vinculan con los caídos en las batallas, sino con la enorme mortandad de población civil por las consecuencias ambientales de los conflictos bélicos. El impacto ambiental y sanitario de la Guerra de la Independencia es lo suficientemente profundo como para que debamos analizarlo, aún con la incompleta información disponible. Habitualmente, las pérdidas de vidas humanas causadas por las guerras son casi imposibles de estimar40. No es objeto de esta investigación hacer ese cálculo, pero sí señalar algunas de sus implicancias ambientales. Al respecto, es sugestiva la comparación de las víctimas totales de las guerras con las cifras de los hombres realmente caídos en las batallas. Las cifras de bajas de estos encuentros son inciertas, pero su orden de magnitud no lo es. En el combate de San Lorenzo (primera victoria de San Martín en América), el parte oficial menciona 54 muertos. La batalla de Maipú, que culmina con la Independencia de Chile, produjo 3.000 muertos en ambos bandos41. La de Ayacucho, que terminó con el dominio español en América, unos 2 mil muertos. Ésta es la parte de la guerraque habitualmente se ve en la mayor parte de las crónicas y la que recoge casi siempre el cine. Analicemos un poco la que queda oculta. Veamos un análisis demográfico sobre lo ocurrido con la población española durante la invasión napoleónica, que puede servirnos de aproximación metodológica, ya que no conocemos un estudio equivalente sobre las guerras americanas del mismo período. Las muertes que afectaron a los ejércitos se debieron principalmente a enfermedades infecciosas (82 por ciento de las muertes) provocadas por las malas condiciones ambientales y en mucha menor medida (14 por ciento de las muertes) a heridas producidas en el campo de batalla42. Eso en el caso de los ejércitos invasores, como el de Napoleón. Es diferente la situación de los invadidos, como lo fueron los españoles o los rusos. “La guerra tiene el doble perfil de guerra convencional que enfrenta a ejércitos regulares y guerra de guerrillas, actividad esta última cuyos integrantes son difíciles de contabilizar por el carácter esporádico de su intervención; y porque la guerra repercute de manera muy importante sobre la población civil, sobre la que se abaten desalojos, requisas, sitios, represalias, epidemias y hambres. Entre estos factores la guerra ocupa un puesto destacado como desencadenante o agravante de la crisis: las pérdidas de cosecha por destrucciones, requisas o huida de la población, las penalidades que ésta sufre cuando su territorio se convierte en escenario de la contienda, las epidemias que ven facilitada su difusión por los movimientos de tropas y civiles son elementos que están detrás de las fuertes alzas de mortalidad de 1809 en Galicia, Asturias o Cataluña”. También es frecuente la destrucción de cultivos y el corte de las líneas normales de suministro de alimentos. Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 20 20 El resultado de la escasez son niveles tan altos de carestía que suelen provocar mortalidad por hambre. Pero además de morir, en las guerras la gente deja de nacer. Por la separación o disolución de las familias, por abortos provocados por episodios de violencia o por desnutrición, hay muchos motivos para que una guerra provoque situaciones de despoblamiento en gran escala. En la primera parte de esta obra habíamos hablado de la pérdida de población de América al comienzo de la conquista. Sugestivamente, al comienzo y al final del período colonial se producen situaciones de despoblamiento masivo. Las guerras también causan epidemias. En la guerra por la liberación de Haití, las condiciones ambientales jugaron un rol decisivo, al derrotar a los ejércitos europeos. Se trató de una guerra larga y compleja, con muchos actores enfrentados: terratenientes blancos y mulatos, esclavos sublevados y tropas inglesas, francesas y españolas, con frecuentes cambios de bando de unos y de otros. “Aunque no se vieron seriamente amenazados por los rebeldes hasta el final, los británicos sucumbieron en cambio a la geografía de St. Domingue. El comandante inglés había asegurado a Londres que podía tomarse el territorio con 877 soldados, pero los refuerzos no lograban mantenerse al día con los estragos que producían la fiebre amarilla y la malaria. En un caso típico, el teniente Thomas Howard, al mando de un regimiento formado por 700 húsares perdió 500 hombres en un mes, cuando en batalla sólo había perdido siete. Al final, las enfermedades y los rebeldes forzaron a los británicos a evacuar la isla, dejando a sus espaldas más de 14.000 muertos. Edmund Burke resumió así este desastre: “La espada hostil es caritativa: el país mismo es el enemigo más temido”43. Cuando Napoleón consolida su poder, se pone como objetivo recuperar la colonia y restablecer la esclavitud. La producción de azúcar de la isla la había transformado en un sitio de una riqueza excepcional y era una pieza clave del programa de colonias de Bonaparte, ya que sería la base militar para el control de la Louisiana. De modo que los barcos que llevaron la guillotina a América para usarla como símbolo de la libertad, terminaron empleándola para tratar de consolidar la opresión44. “Su fracaso fue igual al de los británicos. Los soldados franceses no pudieron sobrevivir en el ambiente malsano de Haití. En 1802, Leclerc, el cuñado de Napoleón, ocupó rápidamente toda la colonia con 20.000 soldados, pero la fiebre amarilla y la malaria volvieron a tomar el control: la mortalidad por fiebre amarilla excedió el 80 por ciento. Para ocultar sus bajas, los franceses sacaban a los muertos de noche y suspendieron los funerales militares. Sólo dos comandantes de regimiento sobrevivieron, y el propio Leclerc sucumbió a la fiebre amarilla antes de que terminara el año. Los franceses lucharon con refuerzos masivos hasta 1803, cuando decidieron evacuar lo que quedaba del ejército. Diez mil hombres lograron regresar a Francia y 55.000 quedaron enterrados en la colonia”45. Para dar una idea de la crueldad de esa guerra, diremos que el sucesor de Leclerc alimentaba perros feroces con sus propios esclavos, para mantener un clima de terror. Agreguemos que la mayor inmunidad de los africanos a las enfermedades tropicales fue uno de los argumentos más fuertes para la continuación de la trata Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 21 21 de esclavos. Los negros parecían especialmente diseñados para trabajar en las colonias tropicales. La paradoja es que la enfermedad que facilitó la liberación de los esclavos parece haber sido introducida en América por el propio tráfico negrero, probablemente en 1699. Es probable que la huida de los blancos debido a la insurrección de los esclavos haya dispersado la fiebre amarilla hacia los Estados Unidos46. Pero las guerras generan problemas ambientales y sanitarios con independencia del sitio en que sucedan. Veamos un testimonio de las consecuencias ambientales del sitio de Montevideo: “El 1° de octubre de 1812 se inició el segundo sitio de Montevideo, que se desarrollará al mando de Rondeau contando con apoyo sanitario de la Junta de Buenos Aires. Los calores de ese verano, los malos cuidados de asistencia en Montevideo, en el Hospital Real, la falta de agua en los aljibes y el hecho de que los sitiadores coparan los pozos de la Aguada, determinaron que la poca agua que había estuviera en malas condiciones, “salobre y pestífera” dice Acuña de Figueroa. Ello determinó la aparición de numerosas epidemias, especialmente erisipela y fiebre amarilla. Al terminar el sitio el 23 de junio de 1814, luego de 21 meses de asedio, Montevideo sólo tenía 10.000 habitantes, habiendo muerto 20.000; como resultados de combates sólo 818, con 531 heridos que quedaron mutilados”47. En otras palabras, que el 4 por ciento de los muertos cayó en los combates y el 96 por ciento por las enfermedades ambientales asociadas a la guerra. En los casos en los que la Guerra de la Independencia tuvo las características de una guerra social, el encarnizamiento fue mucho mayor y lo mismo ocurrió con el impacto social y ambiental, ya que hubo estrategias de exterminio mutuo, antes que de toma del poder o de ocupación de determinadas posiciones estratégicas. En la actual Venezuela, "los presos de ambos bandos eran lanceados o degollados en el lugar en que se echaban en tierra agotados por el cansancio y los sufrimientos; el país era recorrido en toda su extensión por partidas que no respetaban ni vidas, ni bienes, ni hogares, ni templos; en las familias divididas por la guerra la madre lloraba al hijo que moría en el lado republicano y a la vez rezaba por la vida de otro de sus hijos que se hallaba en el campo realista. En las ciudades de la cordillera de la costa norte -la que da al Caribe- las poblaciones se habían alimentado tradicionalmente de los productos sacados de los pequeños valles, pero laguerra social echó de esos valles a los que los cultivaban, de manera que en 1814 el hambre se generalizó en Caracas a tal punto que hay descripciones de esos días en que se cuenta cómo iban las mujeres de familias linajudas buscando por las calles desperdicios con que alimentar a sus deudos. Los niños tiernos morían de consunción, los ancianos enloquecían de hambre, los hombres iban a combatir, y todos lloraban de cólera", dice Juan Bosch48. "Nadie podría decir cuántas fueron las víctimas de la guerra social venezolana, pero no se exageraría si se dijera que debieron llegar a 100.000. Tres días después de la segunda batalla de La Puerta, cuando todavía no se habían producido las hecatombes de Valencia, Caracas y la región oriental, el asesor de la Intendencia de Venezuela decía que "las poblaciones de millares de almas han quedado reducidas: unas, a centenas; otras, a docenas, y de otras no quedan más que los Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 22 22 vestigios de que allí vivieron racionales". Un funcionario realista afirmaba que Boves49 estaba exterminando la raza blanca en Venezuela, y en febrero de 1815, más de dos meses después de la muerte de Boves, Morales escribía, hablando de los republicanos, que "no han quedado ni reliquias de esta inicua raza en toda Costa Firme". El ganado se redujo, tanto vacas, como caballos y mulas, de 4,5 millones de cabezas en 1812, a 256.000 en 1823. El fuerte de la economía, es decir las plantaciones de cacao, entre 1810 y 1816, bajó de 120.000 fanegas al año a 20.000; y el café entre los mismos años, de 80.000 quintales a 20.000. En Costa Rica, un invasor, “dejó tras sí algo más mortal que las balas de sus filibusteros: fue el cólera, que hizo su aparición en Rivas una semana después de la batalla y mató tantos soldados y oficiales costarricenses que el presidente Mora Fernández tuvo que abandonar la ciudad y dirigirse a su país”50. En Dominicana, después de un intento español de volver a apoderarse del país, en 1864, “los soldados españoles sufrieron mucho en esa guerra. El país no tenía ni puertos, ni caminos, ni ferrocarriles; las intensas lluvias tropicales se alternaban con los fuertes calores de la zona; la malaria, la buba y las enfermedades intestinales causaban miles de bajas en sus filas”51. Durante la guerra de la Independencia de Cuba existieron situaciones de mortandad masiva por hambre. El jefe español “ordenó la concentración de los campesinos en los sitios donde hubiera guarniciones españolas, con lo cual quedó virtualmente liquidada la producción de viandas y animales de carne y comenzó a generalizarse el hambre y la muerte por inanición. Los cubanos, por su parte, estaban llevando a cabo la llamada "campaña de la tea", esto es, la destrucción, por medio del fuego, de todos los ingenios y los cañaverales”52. En 1897, el ejército español tuvo 30.000 bajas, sólo por enfermedades. Es sugestivo que en casi todos los casos las enfermedades ambientales sorprenden a los militares de todos los bandos, cuya preparación profesional los hace pensar sólo en enemigos humanos. La ausencia de prevenciones ambientales es una contante en todos los casos. Los riesgos, sin embargo, son conocidos desde la Antigüedad: leemos en la Biblia una serie de indicaciones de higiene militar para los ejércitos judíos, que les ayudaron en sus luchas contra enemigos más poderosos pero menos prevenidos en este aspecto53. En medio de ese clima destructivo, los grupos gobernantes de los distintos países latinoamericanos no apostaron a la conservación de sus respectivos recursos naturales. Por un lado, la baja densidad de población y la extensión de los territorios permitía suponer a los recursos naturales como inagotables y, al mismo tiempo, como imposibles de controlar. Por otro lado, las actitudes de posguerra estuvieron orientadas a obtener rápidas ganancias en cualquier sitio en el que hubiera la oportunidad de lograrlas. Al mismo tiempo, la guerra llevó a modificar los perfiles productivos de muchas zonas. En áreas como la pampa y el Río de la Plata, la inseguridad generalizada llevó a disminuir aún más el interés por la agricultura y reforzar la actividad ganadera, por la movilidad del ganado en caso de conflicto. En el valle de Caracas, Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 23 23 esto llevó a los grandes terratenientes a desviarse del cultivo del cacao al del café, ya que el fruto de este último puede conservarse durante más tiempo. En condiciones de guerras en el mar, bloqueos y eventos semejantes, era sustancial disponer de una mercancía que pudiera esperar las condiciones políticas y económicas favorables sin arruinarse. Recíprocamente, la ausencia de guerra permitió dedicar mayores recursos al crecimiento económico en aquellos países que atravesaron la Independencia con niveles más bajos de conflictividad. Es significativo el caso del Paraguay, cuya independencia fue el resultado de las guerras efectuadas por sus vecinos, y el de Brasil, que se separó de Portugal por decisiones palaciegas que no se reflejaron en cruentas batallas. LA ACTITUD ILUSTRADA HACIA LOS RECURSOS NATURALES Entre los antecedentes de la Emancipación podemos mencionar la actitud de una serie de intelectuales de la Ilustración que, hacia el final del período colonial, plantearon una mirada diferente sobre la relación naturaleza-sociedad en América. Si bien muchos de ellos lo hicieron pensando a las posesiones americanas como parte de la Metrópoli y no separadas de ella, su concepción era antagónica de la política puramente extractiva llevada a cabo por las potencias coloniales. Estos autores cuestionan las conductas depredatorias acerca de la naturaleza y destacan la necesidad de actitudes conservacionistas y de un empleo racional de los recursos naturales subutilizados. En su mayor parte son intelectuales que lo ven desde la racionalidad económica, antes que de una aproximación sensible y romántica a la naturaleza. Por ejemplo, en el informe de la expedición botánica de José Celestino Mutis al Nuevo Reino de Granada se recomienda cultivar la tierra para bajar los costos laborales al no tener que importar alimentos: “la perfección de la agricultura, que abaratando los víveres disminuirá el valor de los jornales”54. Afirmación en la que escuchamos el eco lejano del economista inglés David Ricardo, quien buscaba un país que, produciendo trigo barato, permitiera bajar el precio del pan en Inglaterra y poder pagar así salarios más bajos que aumentaran la competitividad internacional de la industria británica. Sin embargo, algunos de ellos, como el barón de Humboldt, combinan la evaluación económica con la mirada romántica sobre la naturaleza, donde adquiere su máximo valor el vínculo subjetivo con el entorno. También Gaspar Melchor de Jovellanos, maestro de muchos de ellos, adopta actitudes románticas que dejarán su huella en generaciones posteriores. “Para hallar el origen de la poesía –dice Jovellanos- hemos de recurrir a los desiertos y los bosques; debemos volver a la edad de los cazadores y los pescadores, y en fin al estado más sencillo de la naturaleza humana”55. Y es que no se trataba sólo de proteger árboles, sino de poner en cuestión el modelo económico sobre el que se basaba la monarquía absoluta. El mercantilismo había sido la doctrina económica de los reyes, la que les resultaba adecuada para financiar sus guerras. Se basaba en identificar la riqueza con la posesión de metales preciosos. Esto llevó a que todos los esfuerzos del Estado estuvieran destinados a acumular el oro necesario para pagar armamentos y mercenarios. Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia a la Globalización 24 24 Recordemos que para la concepción dominante en
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