Logo Studenta

eliobrailovskytomo2historiaecologicadeiberoamerica

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Antonio Elio Brailovsky 
 
 
HISTORIA ECOLÓGICA DE IBEROAMÉRICA 
 
 
2º Tomo: De la Independencia a la Globalización 
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la 
Independencia a la Globalización 
 
 
 
1
1. INTRODUCCIÓN: 
LA HISTORIA ECOLÓGICA, UNA APROXIMACIÓN A LA COMPLEJIDAD. 
“El imperativo para nosotros no es como para el antiguo y el 
europeo “conócete a ti mismo”, sino “conoce tu paisaje”, pues 
para los primeros la historia es geografía urbanizada y para 
nosotros el paisaje es cultura en potencia”. 
Eduardo Caballero Calderón: “El hombre y el paisaje 
sudamericanos”1. 
POR QUÉ INVESTIGAMOS LA HISTORIA ECOLÓGICA 
Éste es el segundo y último tomo de mi obra “Historia ecológica de Iberoamérica”. 
La historia ecológica es un campo del conocimiento relativamente nuevo, que 
analiza el desarrollo de las relaciones naturaleza-sociedad en el transcurso del 
tiempo. Cada una de las formas de organización de los seres humanos tiene una 
peculiar manera de relacionarse con la naturaleza. Y por consiguiente, genera 
impactos ambientales específicos. Por sus propias características, implica un 
enfoque transdisciplinario. Es decir, la utilización y cruzamiento de informaciones 
producidas por ciencias diferentes, Si la noción misma de ambiente pone en 
cuestión nuestra manera tradicional de entender las ciencias, la historia del 
ambiente agrega nuevos matices a esa complejidad. 
Los desarrollos teóricos sobre el tema son muy amplios y no es objeto de este libro 
analizarlos en profundidad. En este libro se pone el acento en exponer los 
resultados de la investigación realizada, antes que en desarrollar o adherir a 
determinadas posturas teóricas. 
Los cambios ambientales sufridos por América Latina y el Caribe en los últimos 
siglos fueron muy profundos. “Durante ese período, el continente experimentó una 
ocupación generalizada y creciente de amplias zonas acompañada de una 
urbanización acelerada que aumentó el tamaño de varias de sus pequeñas ciudades 
al de grandes metrópolis de varios millones de habitantes. Como resultado de estos 
cambios, gran parte de los ecosistemas nativos fueron profundamente 
transformados: los bosques se volvieron sabanas y zonas agrícolas; los pastizales 
fueron absorbidos por las tierras de cultivos y en algunos casos, plantados con 
monocultivos arbóreos; algunas zonas desérticas fueron irrigadas; numerosos 
acuíferos sobreexplotados; los ríos, lagos y aguas costeras contaminados; la 
biodiversidad bajo ataque constante y la calidad de vida deteriorada. De ese modo, 
uno de los continentes más ricos en diversidades naturales y culturales, que poseía 
una de las bases de recursos más importantes del mundo, la ha venido perdiendo 
aceleradamente en forma alarmante. La preocupación más seria es que el proceso 
no se está enlentenciendo sino que, por el contrario, parece aumentar su ritmo 
cada día”2. 
La complejidad de estos procesos hace que no puedan ser comprendidos en una 
perspectiva de tiempo relativamente breve. Se trata de fenómenos de larga 
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la 
Independencia a la Globalización 
 
 
 
2
duración y cualquier intento de reducir la escala temporal del análisis puede llevar 
a una simple acumulación de datos, sin los suficientes elementos para integrarlos. 
Con lo cual, la gestión ambiental puede estar condenada al fracaso, por simple 
incomprensión de la realidad que tiene que abordar. 
Al mismo tiempo, son muchos los fenómenos sociales que resultan poco 
comprensibles si no se tiene en cuenta el contexto del medio natural en el que se 
desarrollan. 
Hablar de historia ecológica suele entrar en conflicto con las formas tradicionales 
de ver, tanto la historia como la ecología. Con respecto a la historia, investigar la 
evolución de nuestras relaciones con la naturaleza parece estar fuera de tema, o, a 
lo sumo, quedar relegado al campo de las curiosidades de la historia. "Una pesada 
y densa tradición nos bloquea el paso. Los historiadores nunca han creído que 
fuera su tarea considerar la relación entre la humanidad y la naturaleza. En la 
década de 1950, el historiador británico Sir Lewis Namier escribió que "la 
sustancia de la historia es asuntos humanos, hombres en acción". Esa definición 
traía un eco de principios del siglo XIX. El historiador alemán Leopold von Ranke, 
por ejemplo, considerado el padre de la Historia Moderna, se había referido a esa 
disciplina en la década de 1830 como la labor de "adquirir conocimiento sobre 
actividades humanas". Estos hombres consideraron el pasado como una 
preocupación exclusivamente humana, ignorando por completo el mundo no 
humano. Únicamente las personas --y sólo las occidentales--, tenían una historia, 
ajena a la tierra, al mar y a los otros seres vivos. Su historia debe ocuparse úni-
camente de relaciones sociales, políticas o económicas. Para ellos, los humanos 
viven separados de la naturaleza, y por encima de ella"3. 
La expresión "sólo las occidentales" hizo que durante mucho tiempo la evolución 
de los otros pueblos fuera tratada por la antropología y no por la historia. Tal vez 
de allí venga esa terrible palabra usada para denominarlos. A pesar de las 
manipulaciones etimológicas (incluyendo las de la Real Academia española) 
"aborigen" significa exactamente eso: "el que no tiene origen", es decir, el que 
carece de historia4. Con lo cual son coherentes los museos de ciencias naturales que 
conservan tanto restos arqueológicos de aborígenes como restos paleontológicos. A 
nadie se le ocurriría, sin embargo, poner la Venus de Milo junto a fósiles de 
dinosaurios. En cambio, se hace con mucha frecuencia, con testimonios físicos de la 
vida de los aborígenes. 
Pero también a menudo encontramos en la formación de algunos ecólogos 
prejuicios simétricos a los que aparecen en los historiadores tradicionales. La 
descripción que hacen de los ecosistemas, "a menudo parece irreal y contradictoria 
al historiador. Se suele describir los ecosistemas como conjuntos autoestructurados 
de plantas y animales que evolucionan a través del tiempo, sin la presencia de los 
seres humanos. Este concepto ignora el hecho de que muchos de los ecosistemas en 
nuestro mundo también han sido desde hace mucho tiempo el hogar de los 
humanos. Esa descripción carece de toda conexión con la historia humana: sus 
contingencias, sus accidentes, sus ciclos, ideas y fuerzas sociales. Con demasiada 
frecuencia, la ciencia parece ignorar el hecho de que los seres humanos han venido 
interactuando con la naturaleza desde hace uno o dos millones de años. Lo que 
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la 
Independencia a la Globalización 
 
 
 
3
entendemos por naturaleza es, en alguna medida, el producto de esa influencia 
humana en la historia"5. 
La influencia de las sociedades humanas sobre el ambiente no es, sin embargo, ni 
cuantitativa, ni lineal. Una aproximación intuitiva al tema sugiere que el impacto 
ambiental de las actividades humanas será mayor a medida que aumente la 
población y se desarrollen tecnologías industriales, lo que permite sustentar puntos 
de vista tan frecuentes (aún en el ámbito académico) como el siguiente: 
“Por ello hay que señalar que este análisis prolongado en el tiempo del "fenómeno 
ecohistórico", debe ser abordado atendiendo a tres momentos en la relación 
hombre-naturaleza: 
“1) Un primer momento de armonía en la dicha relación, en el que la depredación 
del hombre sobre la naturaleza es mínima y está en función de una cuestión de 
supervivencia. 
“2) Un segundo momento de aprovechamiento de los recursos naturales a gran 
escala, en el que el impacto sobre el medio es mayor y en el que la idea del 
beneficio económico impera y condiciona la dicha relación. 
“3) Un tercer momento de explotación intensiva y acelerada de los recursos 
naturales, provocando desequilibrios ecológicos profundos. Esta tercera fase está 
relacionadacon la implantación de las innovaciones de la Revolución Industrial del 
XIX en los diferentes marcos geográficos objeto de estudio”6. 
Pero lo que parece obvio al pensar las cosas desde la generalidad, deja de serlo al 
avanzar en una investigación de detalle. Un análisis histórico minucioso nos 
permite superar esta aproximación intuitiva y encontrar la especificidad de cada 
sociedad en su relación con la naturaleza. Esta especificidad no se refiere a la 
intensidad de la industrialización sino a un modelo complejo que requiere un 
análisis particular cada vez. Basta con recordar el colapso de las sociedades de 
Babilonia y Teotihuacán, provocado en ambos casos por la sobreexplotación del 
sistema de riego, para encontrarnos con desequilibrios profundos en la relación 
naturaleza-sociedad que no tienen nada que ver con la Revolución Industrial 7, 8. 
Estos errores son frecuentes cada vez que se habla de la relación hombre-
naturaleza y van asociados a esa concepción. Si en vez de hablar de la relación 
hombre-naturaleza, pensamos en términos de interrelaciones entre naturaleza y 
sociedad, nos vamos aproximando más a la comprensión del tema. Los seres 
humanos individuales no se relacionan con la naturaleza. Lo hacen mediatizados 
por su propia cultura, ya que la cultura es el habitat del hombre. 
Un punto de vista adicional es el que destaca la evolución histórica en el 
tratamiento del ambiente y pone el acento en las diferencias de disciplinas que 
abordan los problemas detectados. Al respecto, sostiene Verónica Paiva que: 
“Mayoritariamente, la bibliografía sobre historia ambiental e historia del 
ambiente producida en los últimos treinta y cinco años ha abordado la 
problemática desde la perspectiva ecológica y ecologista. Es decir, desde una 
mirada que toma categorías actuales del debate ambiental, investigando en cuanto 
los diferentes estilos de desarrollo de las sociedades históricamente consideradas, 
contribuyeron a forjar manejos más o menos cuidadosos del ambiente a lo largo de 
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la 
Independencia a la Globalización 
 
 
 
4
la historia”. 
“A mi criterio, este tipo de "historia ecológica" resulta útil para responder a 
preocupaciones "actuales" del investigador ecologista, tales como evaluar la 
sostenibilidad del ambiente a lo largo del tiempo, pero en ocasiones cae en 
extrapolaciones conceptuales y en anacronismos al designar como "ecológicas" a 
medidas de ordenamiento urbano que fueron ideadas y puestas en práctica desde 
concepciones científicas y objetivos de intervención muy diferentes a los actuales, y 
muy lejanos a lo que hoy se entiende por "problemática ambiental". Desde este 
lugar, mi hipótesis es que si bien la preocupación de las profesiones por la calidad 
del entorno urbano existió desde antaño en los profesionales de la ciudad, lo cierto 
es que los "problemas", las "ópticas científicas y disciplinares" y los "objetivos de 
intervención" que guiaron la práctica profesional por aquel entonces eran 
radicalmente diferentes a las actuales, y que resulta necesario rescatar la 
problemática desde su respectiva dimensión histórico temporal”9. 
Al respecto, podemos decir que la entrada por profesiones o por la historia de las 
disciplinas profesionales que se ocupan de los temas que hoy llamamos ambientales 
es un aporte válido, siempre que se la enmarque en los procesos históricos 
generales que permiten su comprensión. La historia de la ciencia no es sólo la 
historia de la evolución de los conocimientos, sino que es –y muy especialmente- la 
historia de lo que las sociedades humanas hacen con esos conocimientos. 
Coincidimos en que los objetivos de las intervenciones sobre el ambiente varían en 
distintas etapas históricas, pero las variables explicativas no están en las disciplinas 
que intervienen sobre el ambiente sino en las sociedades que construyen esas 
disciplinas. Y en el modo en que las respectivas estructuras de poder utilizaron los 
conocimientos para reproducir la estructura de poder que los beneficiaba. En este 
libro vamos a ver algunos de esos condicionamientos sociales en la aplicación de los 
conocimientos. Para dar ahora un solo ejemplo, veremos de qué modo la discusión 
económica sobre si mejorar o no el habitat de los esclavos condicionó al 
pensamiento científico-sanitario de la época y su forma de explicar las diferentes 
epidemias. 
En esta obra analizamos la relación sociedad-naturaleza, dado que la relación de 
nuestra especie con el medio natural sólo puede darse a través de sus diferentes 
maneras de organización social. De modo que en este texto estudiaremos la 
especificidad de las condiciones ambientales en diversos contextos históricos, sin 
atarnos al preconcepto que vincula el grado de desarrollo de las fuerzas 
productivas con el daño ambiental. Simplemente veremos en cuáles casos podemos 
considerar que esa proporcionalidad existe y en cuáles no encontramos que se 
registre. 
Trabajar sobre historia ecológica nos permite superar la vieja noción de 
considerar a la naturaleza solamente como un conjunto de recursos naturales 
apropiables y podemos poner el acento en la coevolución naturaleza sociedad. El 
desarrollo de las sociedades humanas genera cambios en el medio natural en el que 
están insertos. Y a su vez, los cambios en los ecosistemas condicionan 
modificaciones en el modo de vida de los seres humanos. Tal vez una de las 
modificaciones más espectaculares haya sido el pasaje de la vida nómade a la vida 
sedentaria, al final del neolítico, cuando la disminución de las piezas de caza forzó 
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la 
Independencia a la Globalización 
 
 
 
5
a los humanos a dedicarse a la agricultura. De allí en adelante, cada etapa de la 
vida de las sociedades humanas generó cambios en los ecosistemas, los que a su vez 
incidieron en acelerar nuevas formas de organización social. 
De este modo, las sociedades humanas y los ecosistemas coevolucionan. La noción 
de coevolución fue desarrollada inicialmente para analizar los cambios recíprocos 
que se producen entre especies analizadas, las que a veces se descubren cuando la 
extinción de una especie provoca la de otra especie asociada. ¿Qué significa 
realmente la extinción de una especie animal o vegetal? En principio, todos 
creemos conocer la respuesta: desaparecen todos los ejemplares de esa especie y se 
pierde para siempre una determinada forma de vida. Esto es lo obvio. Solamente 
que la realidad es mucho más compleja, porque nosotros estamos habituados a 
pensar en especies aisladas, y nos cuesta trabajo imaginar su rol en la trama de la 
vida. 
Por ejemplo, las asombrosas formas de adaptación entre ciertas plantas y los 
insectos que las polinizan. El modo en que una planta que es ciega desarrolla 
colores brillantes para atraer determinados insectos y el modo en que esos insectos 
se especializan en alimentarse de esa planta al tiempo que la polinizan. En estos 
casos, el insecto no se adapta a la planta ni la planta al insecto sino que se 
modifican mutuamente. Se han desarrollado juntos y la extinción de uno de ellos 
amenazará la existencia del otro. Sin embargo, las implicancias políticas de las 
teorías de Darwin (basadas en la competencia y la supervivencia de los más aptos) 
desplazaron el estudio de los fenómenos asociativos entre los seres vivientes, de los 
cuales la simbiosis es la más representativa para esta analogía que queremos hacer. 
La idea del hombre que domina la naturaleza es coherente con la ideología 
darwiniana del triunfo de los pueblos fuertes sobre los débiles. 
Pero la de Darwin es una biología de las especies tomadas en forma individual, en 
tanto que la ecología pone el acento en las relaciones. Este enfoque relacional nos 
lleva a pensar en las interacciones entre especies diferentes como uno de los 
motores de la evolución. Y esas interacciones llevan a modificaciones en los 
ecosistemas.Esto que ocurre en las relaciones entre diversas especies vivientes, 
también sucede con las relaciones entre las sociedades humanas y los ecosistemas, 
aunque esta interacción es, aún mucho menos conocida. El objeto de estudio de la 
historia ecológica es esa coevolución entre naturaleza y sociedad10. Es decir, que 
las sociedades humanas transforman su medio natural y esas modificaciones las 
llevan a producir cambios en las estructuras sociales, para adaptarse a las nuevas 
realidades de su soporte natural. 
La escala de trabajo de esta investigación (un continente entero) requiere de un 
comentario adicional. ¿Hasta dónde podemos pensar en los países y hacer historia 
de los países cuando los ecosistemas no reconocen límites políticos? En opinión de 
un autor, "un tema que los historiadores ambientales no han confrontado 
sistemáticamente es el de la escala. Los historiadores han tenido durante más de 
cien años una fuerte tendencia a usar el concepto Estado-Nación como su 
unidad de análisis preferida. Los Estados burocráticos fueron buenos 
almacenadores y conservadores de archivos, pero para muchos tipos de historia, 
incluyendo la mayoría de la historia ambiental, el concepto Estado-Nación es una 
escala de operación equivocada. Los procesos ecológicos despliegan sin tener en 
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la 
Independencia a la Globalización 
 
 
 
6
cuenta las fronteras, y las tendencias culturales e intelectuales lo hacen casi con el 
mismo descuido. La única variedad de historia ambiental para la que tiene sentido 
el formato Estado-Nación es la historia política y de costumbres". 
"La elección de una escala apropiada al tema requiere siempre consideraciones 
cuidadosas. Los historiadores ambientales, en virtud de sus roces ocasionales con 
los geógrafos (quienes son muy conscientes de los problemas de escala), están entre 
los mejor preparados para quitar a la profesión de historiadores su confianza en el 
formato Estado-Nación. La historia puede escribirse a cualquier escala, desde la 
más pequeña hasta la global (¡e incluso más allá!)"11. 
Sin embargo, las vivencias humanas se encuentran ligadas a los respectivos países, 
con lo cual el abandono de la escala nacional es, también, un forzamiento de las 
cosas, aunque en un sentido diferente. Por eso, el uso de la escala latinoamericana 
en este libro apunta a crear un marco general en el cual se facilite la investigación 
de las respectivas historias locales y nacionales de América Latina. 
HISTORIA ECOLÓGICA Y ACTUALIDAD POLÍTICA. 
Inicialmente, la historia ecológica era un tema que interesaba sólo a unos pocos 
eruditos y su ámbito era el del debate académico. Sin embargo, la aparición de la 
noción de deuda ecológica modificó la visión y los alcances de la historia ecológica. 
Para esta corriente de pensamiento, “la deuda ecológica es la deuda contraída por 
los países industrializados con el resto a causa del expolio histórico y presente de 
los recursos naturales, los impactos ambientales exportados y la libre utilización 
del espacio ambiental global para depositar residuos”12. Por supuesto que no se 
trata de una deuda reconocida, sino de una serie de conductas del Norte que 
resultaron perjudiciales para el Sur y sobre las cuales muchos teóricos del Sur 
sostienen que generan una obligación por parte de quienes cometieron esos daños. 
Este punto de vista ha sustentado un amplio desarrollo doctrinario que contrasta 
la deuda financiera del Tercer Mundo con el daño ambiental y el saqueo de los 
recursos naturales realizado por las grandes potencias. El argumento es que es 
necesario cuantificar el valor económico del daño ambiental que el Norte le ha 
hecho al Sur y utilizarlo para compensar la deuda externa del Sur. El tema fue 
tratado por investigadores y académicos como John Dilla, Joan Martínez Alier y 
Walter Pengue13, 14, 15 y también por dirigentes políticos como Fidel Castro y 
Néstor Kirchner16, 17, quienes coincidieron en que el Norte había provocado serios 
daños ambientales en el Sur y debía pagar por ello. La única manera de conocer 
ese daño es reconstruyendo la historia de esos daños ambientales, la cual no puede 
separarse del resto de las relaciones naturaleza-sociedad. Por este camino, la 
historia ecológica ingresó a la política. 
El V Foro Social Mundial (FSM), reunido en Porto Alegre, Brasil, los días 26 al 31 
de enero de 2005, incluyó en sus conclusiones “la contundente consideración de 
una deuda ecológica adquirida por los países del Norte hacia los del Sur”18. En las 
mismas expresaba: 
 “Fomentar la conciencia de los pueblos del Sur, de que ellos son los pueblos 
acreedores de las deudas históricas, sociales y ecológicas, a fin de fortalecer la 
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la 
Independencia a la Globalización 
 
 
 
7
resistencia y defender los derechos humanos sociales, culturales, colectivos y 
ambientales, a través de: 
a) Recuperar la historia ecológica de nuestros pueblos. 
b) Identificar y hacer visible las deudas históricas, sociales y ecológicas. 
c) Impulsar campañas sobre la ilegitimidad de la deuda externa y promover 
auditorias integrales. 
d) Alertar sobre la propuesta de que el intercambio de la deuda por proyectos 
sociales o ambientales, por si solo, no es el camino. 
e) Promover espacios de reflexión y debate sobre las deudas históricas, sociales y 
ecológicas a nivel local, nacional e internacional. 
f) Crear articulaciones Sur-Sur y Sur-Norte para exigir la anulación de la deuda 
externa y el reconocimiento de las deudas del Norte en relación al Sur”. 
De este modo, un tema que parecía estrictamente académico pasa a ocupar un 
lugar de primer orden en la discusión política y social internacional. 
DE QUÉ HABLA ESTE LIBRO. 
El primer tomo de esta obra19 (subtitulado “De los mayas al Quijote”) analiza las 
condiciones ambientales de la Península Ibérica durante la Edad Media y los 
cambios que implicó el Renacimiento, y trabaja las diferentes miradas sobre el 
ambiente que tenían sus habitantes cristianos, moros y judíos. Este modo de ver la 
naturaleza contrasta con el de una gran cantidad de pueblos, que hoy llamamos 
americanos. Se trata de una enorme diversidad de culturas, que incluye tanto a 
quienes realizaron el prodigio de la construcción de la papa y el maíz, como a los 
habitantes de los fríos del Norte y del Sur y también a quienes aprendieron a 
aprovechar la sucesión ecológica en las selvas tropicales. 
Allé se analiza el impacto ambiental de la conquista y las características 
ambientales de las ciudades españolas y portuguesas edificadas de este lado de la 
Mar Océana. Las duras condiciones del trabajo minero, de la economía esclavista 
de plantación y de la vida en las grandes llanuras. Y la obra cierra con el rebote de 
todo este proceso sobre la vieja Europa. Es decir, con el impacto ambiental que la 
conquista y colonización tuvieron sobre Europa. 
Este segundo y último tomo (“De la Independencia a la Globalización”), se refiere 
sustancialmente a los procesos y condiciones ambientales de los países 
latinoamericanos durante los siglos XIX y XX, y a las expectativas de futuro que 
surgen de esa evolución. 
Analiza las condiciones ambientales durante el difícil período de guerras de la 
Independencia y de conflictos internos para la formación de los respectivos 
Estados Nacionales. Guerras que asumieron características diferentes en aquellos 
territorios cuya relación con el medio natural era la de una economía esclavista de 
plantación, que en los que tenían otro tipo de relación con su entorno. 
El libro detalla después la relación con los recursos naturales y el ambiente 
durante el período de europeización (desde mediados del siglo XIX hasta los 
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la 
Independencia a la Globalización 
 
 
 
8
primeros años del XX), en el cual la mayoría de las clasesdirigentes del continente 
eligieron imitar a sus equivalentes del Hemisferio Norte. La ilusión de que bastaba 
con copiar las formas externas de los países ricos, sin desarrollar una industria 
propia, domina este período. Se caracteriza por la inserción de las economías 
latinoamericanas en la división internacional del trabajo como productores de 
materias primas. Las migraciones internacionales y la extensión de las líneas 
ferroviarias son algunas de las piezas claves de este proceso. 
La etapa siguiente, de sustitución de importaciones, es la más heterogénea, e 
incluye nuevas formas de relación entre la sociedad y el Estado y de estos con los 
recursos naturales. Incluye situaciones tales como la nacionalización del petróleo 
en México bajo Lázaro Cárdenas o el proceso de industrialización en Argentina 
durante el peronismo. Las migraciones internas, el rápido crecimiento de las 
ciudades y la contaminación industrial caracterizan a esta etapa. Es frecuente la 
presencia de dictaduras militares con un extremo nivel de violencia. 
La última etapa, de globalización, se desarrolla a partir de los procesos de 
privatizaciones y desindustrialización iniciados a fines del siglo XX con un 
marcado deterioro de las condiciones de vida de grandes sectores de la población. 
A diferencia de la etapa anterior, las condiciones de capitalismo salvaje se 
consolidan en contextos de democracia formal. En varios países se adoptan 
estrategias de atracción de inversiones contaminantes, con el pretexto de ampliar 
las fuentes de trabajo. 
PERIODIZACIÓN Y FASES DE DESARROLLO. 
La periodización es uno de los aspectos más complejos a definir cuando se trabaja 
con un objeto de estudio histórico heterogéneo. Estamos analizando a diversos 
países, en los cuales han ocurrido fenómenos históricos comparables, pero que no 
han ocurrido en forma simultánea. 
El sólo hecho de la emancipación marca diferencias profundas. La gestión de los 
recursos naturales y del ambiente es diferente si estamos en una colonia 
subordinada a los dictados de su Metrópoli que si se trata de una nación soberana. 
Sin embargo, entre la independencia de Haití (1804) y la de Cuba (1898) tenemos 
casi un siglo. Y aún hoy existen en América territorios coloniales, como Puerto 
Rico o las Islas Malvinas. 
Esto hace que la cronología sea necesariamente imprecisa. ¿Cómo periodizar sobre 
fenómenos comparables, pero que han ocurrido en momentos diferentes? Está 
claro que cualquier respuesta a esta pregunta será casi arbitraria. Por otra parte, 
como veremos en su momento, periodizar significa una toma de posición ideológica 
sobre lo que consideramos más importante frente a lo que pensamos como menos 
importante. Por ejemplo, ¿comenzamos la etapa independiente con los conflictos 
que tuvieron con la Metrópoli los terratenientes esclavistas de Caracas y los 
comerciantes contrabandistas de Buenos Aires? ¿O lo hacemos a partir de la 
emancipación de los esclavos? Y en este último caso, ¿lo hacemos a partir del 
momento en que los criollos de la dieron o cuando los esclavos la tomaron por su 
propia mano? 
UTILIZAMOS LA NOCIÓN DE FASES DE DESARROLLO
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la 
Independencia a la Globalización 
 
 
 
9
Sin embargo, a pesar de la imprecisión, vamos a periodizar porque nos interesa 
transmitir la noción de fases de desarrollo, como herramienta para la comprensión 
de los fenómenos sociales desde la perspectiva de la larga duración, incluyendo 
especialmente los que ocurren en el momento histórico que estamos viviendo. 
Para reflexionar sobre esto, tenemos que superar la noción intuitiva del tiempo 
histórico como un continuo. Nos resulta más útil dividirlo en etapas que llamamos 
fases de desarrollo. Esos períodos no son sólo un agrupamiento de años en los que 
ocurren sucesos semejantes, sino que hay entre ellos un vínculo más profundo, 
cuyo entramado tiene fuerza explicativa para una serie de fenómenos vinculados 
con la relación sociedad-naturaleza. Las actitudes de los hombres ante la 
naturaleza están mediatizadas por la visión de la sociedad a la que pertenecen. A lo 
largo de la historia latinoamericana podemos detectar diferentes concepciones 
sobre la naturaleza, que se corresponden con cada momento histórico particular. 
Esto es lo que hace que la actitud ante cada uno de los temas ambientales sea 
diferente en cada etapa histórica. 
En cada período se desarrolla un modelo de sociedad, en el que interactúan con 
una misma lógica interna todas las variables sociales: hay una cierta estructura de 
poder, una peculiar forma de las relaciones internacionales, una estructura 
productiva acorde con lo anterior, que genera o adopta tecnologías coherentes con 
ese modelo. Es decir, que una fase de desarrollo es internamente coherente en 
todos sus aspectos: la política, la economía, el orden social, la estructura del 
Estado, los aspectos culturales (desde la pintura y la música hasta las modalidades 
de las relaciones entre los sexos). Y, también, tiene una peculiar manera de hacer 
ciudades y una modalidad específica de relación con la naturaleza. Esta relación 
tiene que ver con las tecnologías prevalecientes, pero también con las ideas, 
prejuicios y condiciones sociales que condicionan tanto la invención como la 
aplicación de esas tecnologías. 
Si fuerámos a hacer una analogía con la vida de las personas, diríamos que cada 
etapa de la vida significa una totalidad coherente, y que los cambios que ocurren al 
pasar de la infancia a la adolescencia son cualitativos (aunque alguien pudiera 
querer explicarlos por un cambio en las cantidades de hormonas que segrega el 
organismo). Lo mismo parece ocurrir con las fases de desarrollo por las que 
atraviesan las sociedades humanas. 
Tengo que aclarar que esta concepción no tiene nada que ver con la de Rostow, 
que estuvo de moda hace varias décadas20. Para ese autor, todas las sociedades 
atraviesan por etapas semejantes, lo que lo lleva a suponer que los países pobres 
están en la infancia y los ricos en la adultez. Por el contrario, en este libro, pongo el 
acento en la especificidad de las fases de desarrollo de cada país o región. 
Esto supone, además, que elementos semejantes actúan de forma muy distinta al 
pasar de una fase de desarrollo a otra. Por ejemplo, el rol jugado por las empresas 
de servicios públicos durante el período en que se nacionalizaron los ferrocarriles 
es completamente distinto que en la etapa de privatizaciones. 
Podríamos decir, gráficamente, que es como si al terminar una fase de desarrollo, 
la sociedad barajara de nuevo los diversos componentes de la vida social y diera 
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la 
Independencia a la Globalización 
 
 
 
10
otra vez las mismas cartas, que ahora jugarán un rol diferente. Esta herramienta 
conceptual es una adaptación a los tiempos y condiciones históricas de este estudio, 
de la noción de civilización, tal como la usa Arnold Toynbee21. Tanto civilizaciones 
como fases de desarrollo reflejan, en sus respectivas escalas de tiempo, unidades 
conceptuales inteligibles en sí mismas. 
Con esta concepción queda claro por qué no estoy utilizando una periodización 
específica para el tema que estamos tratando aquí, sino una periodización para los 
fenómenos referidos al conjunto de la sociedad latinoamericana. 
He tomado el criterio de la evolución de las relaciones entre naturaleza y sociedad 
en la Argentina durante sus diversas fases de desarrollo de la investigación 
publicada en el libro compartido: "Memoria Verde: Historia Ecológica de la 
Argentina"22 y también en mi “Historia de las Crisis Argentinas”23 . En dichas 
obras se exploran las consecuencias de estos conceptos teóricos para cada una de 
las fases de desarrollo de la historia argentina. Durante las mismas, se adoptaron 
estilos de desarrollo y modelos de país que difieren cualitativamente unos de otros 
y que implican sucesivosreemplazos de tecnologías, de modalidad de uso de los 
recursos naturales, y de organización social, con definidas consecuencias 
ambientales. 
Si aceptamos este punto de vista, estamos diciendo simultáneamente que no tiene 
sentido adoptar una periodización para la historia económica, otra para la historia 
de la cultura, otra para la historia ambiental y así sucesivamente. Pensamos en una 
única periodización para el conjunto de hechos que ocurren en una sociedad 
humana, ya que entendemos que hay interrelaciones que sólo se dan en ese período 
histórico. Quizás una buena definición de fase de desarrollo sea el período en el 
cual se da una cierta modalidad de interacciones entre fenómenos sociales diversos 
y entre éstos con el medio natural. La noción de fases de desarrollo nos lleva a 
integrar el tratamiento de fenómenos que habitualmente se estudian por separado. 
LOS CAMBIOS EN LAS SOCIEDADES HUMANAS OCURREN A TRAVÉS DE 
CONFLICTOS 
El conflicto es una característica de todas las sociedades humanas. Durante 
nuestras vidas vamos a estar siempre inmersos en conflictos sociales. Por eso es 
importante analizarlos y ver de qué modo esos conflictos inciden sobre los 
diferentes proyectos sociales que se plantean. 
Casi por definición de conflicto social, el resultado no está predeterminado (la 
gente no suele iniciar conflictos si tiene la certeza de perderlos): unas veces 
ganarán unos y otras veces los otros. Me parece oportuno insistir en el carácter 
dinámico de estos procesos, para evitar los extremos de “una vez que se firmó ya 
está”, o, por el contrario: “ellos nunca van a dejar que esto suceda”. Tampoco iban 
a dejar nunca que las mujeres votaran. 
Es el motivo por el cual en este libro hay un especial énfasis en los conflictos 
vinculados con la apropiación social de la naturaleza. 
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la 
Independencia a la Globalización 
 
 
 
11
Los fenómenos sociales no se pueden comprender si no tenemos en cuenta las 
interrelaciones de las sociedades humanas con el medio natural del que se 
sustentan y en el que se apoyan. 
Nuestra perspectiva epistemológica, es que los fenómenos sociales no son 
autónomos con respecto a los contextos y procesos naturales. Por ende, muchos 
procesos históricos simplemente no se entienden si no tenemos en cuenta el 
contexto natural. Doy un par de ejemplos: 
• La supervivencia de la esclavitud en Brasil hasta fines del siglo XIX podría 
tener mucho que ver con el hecho de que las tecnologías de la época para las 
producciones tropicales (realizadas en las grandes fazendas) requerían mano de 
obra no calificada, que, por tanto, no necesitaba ser cuidada, ni tratada como 
una inversión. Por el contrario, las producciones de clima templado requerían 
mano de obra más calificada, que tuviera incentivos económicos para el 
trabajo, lo que hizo ineficiente la esclavitud en el Río de la Plata. Cuando se 
intentó hacer con esclavos la misma producción que en otros sitios se hacía con 
hombres libres, la iniciativa resultó un fracaso económico. Por ejemplo, los 
testimonios de viajeros indican que en la segunda mitad del siglo XIX los 
trabajadores libres de un saladero del Río de la Plata tenían una productividad 
equivalente al doble de la productividad de los esclavos en un saladero del 
Brasil. 
• El modelo de país de la Generación del ´80 en Argentina no requirió solamente 
de los procesos sociales que llevaron a la formación del Estado Nacional. 
También fue necesaria la evolución de los ecosistemas pampeanos y su 
incremento de productividad. Una acción absolutamente deliberada modificó 
los ecosistemas pampeanos durante buena parte del siglo XIX para ponerlos en 
condiciones de producir bienes exportables en gran escala, tal como veremos en 
los apartados correspondientes de esta obra. La confluencia de las dos 
evoluciones (y un conjunto de otros factores, por supuesto) produjo el modelo 
de "granero del mundo". 
La ideología que sustenta esta obra tiene una propuesta concreta para enfrentar 
los problemas actuales de las relaciones entre la sociedad y el Estado, que es la 
ampliación de la democracia participativa. 
Hablar de este tema nos lleva a discutir la crisis de representatividad del Estado en 
la actual etapa histórica. El tema de la corrupción y la desconfianza que la gente 
les tiene a los políticos son algunos de los emergentes de esa situación. Al no confiar 
la gente en nadie, la única manera de evitar que el sistema se vuelva ingobernable 
es abrir la puerta de un Estado que siempre estuvo cerrado a nuevas formas de 
iniciativa y control popular. 
En última instancia, el sistema es más estable (aumenta la gobernabilidad) si se 
institucionalizan estos mecanismos de participación ciudadana. Asimismo, 
aumentan las probabilidades de una mayor equidad en las relaciones sociales. 
Esto nos remite, nuevamente, al tema del conflicto social, que debería estar 
presente a lo largo de toda investigación de historia ambiental. Una herramienta 
participativa puede transformarse rápidamente en un simulacro de participación, 
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la 
Independencia a la Globalización 
 
 
 
12
y la vida social se va a desarrollar en una tensión permanente entre los intentos de 
unos por que vayan en serio y los de otros para que sea un engaño. O, dicho de 
otra forma, entre los intentos de abrir el Estado al reclamo ciudadano y los de 
cerrarlo. 
SOBRE LA TERMINOLOGÍA UTILIZADA Y LAS CIENCIAS 
INVOLUCRADAS 
Periódicamente aparecen mensajes de la comunidad científica (o de parte de ella) a 
la comunidad, en el sentido de corregir el uso impropio de algunos términos. Así, 
veinte años atrás hubo una intensa campaña de los científicos para evitar el uso 
popular de la palabra “ecología” en relación con los fenómenos que conocemos 
como ambientales. Actualmente se usan esfuerzos semejantes para evitar el uso 
popular de la expresión “medio ambiente” y reemplazarlo simplemente por 
“ambiente”. Si de señales contradictorias se trata, podemos recordar que el 
Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) no ha 
modificado su nombre. 
También se desautoriza a menudo el uso popular de la expresión “cuidar la 
ecología” (por activar la protecci ón ambiental), afirmando que “la ecología es una 
ciencia y no necesita que nadie la cuide”. Sin embargo, las mismas personas que 
rechazan el cuidado de la ecología, dicen cuidar su economía cada vez que ahorran 
dinero. Olvidan que la economía es también una ciencia y le rige todo lo que 
digamos para la ecología en tanto ciencia. Admitimos, entonces, que las palabras 
pueden usarse con más de un significado. 
Detrás de estos juegos de palabras (en apariencia superficiales), hay algo más 
profundo, que es la competencia entre académicos y pueblo por la construcción del 
idioma, competencia iniciada en 1492 con la publicación del Diccionario de Nebrija 
y que aún continúa. 
A menudo el uso académico de ciertos términos indica la pertenencia del autor a 
determinada corriente científica. He tratado de evitarlo en la medida de lo posible. 
En este libro se asume la paternidad popular del lenguaje, lo que significa el uso 
indistinto de términos que el habla popular considera como sinónimos. La 
prioridad aquí es analizar cientos procesos de historia ecológica antes que 
explicarlos en términos de una u otra doctrina en boga. Algunos grupos 
académicos utilizan la expresión “historia ecológica” y otros “historia ambiental” 
para referirse tal vez al mismo objeto de conocimiento. En esta obra ambas 
expresiones son utilizadas en forma indistinta. 
En cuanto al vocabulario profesional utilizado, recordemos que se trata de un 
estudio transdisciplinario. De seguirse los usos y costumbres del ámbito académico, 
debería estar escrito utilizando el lenguaje profesional de todas las disciplinas 
involucradas, lo cual lo convertiría en un objeto indescifrable.Por ese motivo, he 
utilizado un lenguaje de divulgación. Esto no significa que se trate de un libro 
periodístico. Se trata de una investigación académica, que utiliza un lenguaje 
similar al del periodismo. 
Como sabemos, las formas de utilización de los recursos naturales y las condiciones 
del ambiente están íntimamente ligados con el modelo de sociedad que lo hace. Si 
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la 
Independencia a la Globalización 
 
 
 
13
 
bien el vínculo entre los seres humanos y el ambiente es la tecnología, toda 
tecnología es producto de una sociedad y de sus relaciones sociales, tanto como de 
los conocimientos existentes. 
Esto vincula la historia ecológica con la historia económica y la historia social, las 
que no pueden ser comprendidas si se las trata por separado. Es decir, que los 
modelos de países establecidos en cada sociedad en cada etapa histórica son 
determinantes para profundizar el análisis ambiental. Por eso el lector reconocerá 
en lo que sigue algunas cuestiones de historia económica y social, indispensables 
para comprender los fenómenos que conocemos como de historia ambiental. 
 
1 Caballero Calderón, Eduardo: “Suramérica, tierra del hombre”, Madrid, Ed. 
Guadarrama, 1956. 
2 Antón, Danilo J.: “Diversidad, globalización y los caminos de la naturaleza”, CIID 
Canadá - Piri Guazú Ediciones, Science – 2000. 
3 Worster, Donald: “La Historia en la Edad de la Ecología”, en Ilé, Anuario de Ecología, 
Cultura y Sociedad, La Habana, 2002. 
4 Actualmente, la Real Academia Española define la palabra como “originario del suelo en 
que vive”. Sin embargo, ab es una partícula privativa, es decir que niega lo que tiene al 
lado. Por eso aborto (ab-orto) significa negación del nacimiento. 
5 Worster, Donald: “La Historia en la Edad de la Ecología”, op. cit. 
6 Valdés Hansen, Felipe “La Historia Ecológica: breve reflexión sobre sus objetivos y 
periodificación”, en http://www.h-debate.com/papers/sesionte/9/Felipe%20Valdes.htm, 
cit. 7/5/2006 
7 Para Teotihuacán, ver el primer tomo de esta obra. 
8 Para Babilonia y otras ciudades de la Mesopotamia asiática, ver Brailovsky, Antonio 
Elio: “La ecología en la Biblia”, Buenos Aires, Planeta, 1992 y Editorial Milá (AMIA-
Fundación Vida Silvestre Argentina), 2005. 
9 Paiva, Verónica: “Medio ambiente urbano: Una mirada desde la historia de las ideas 
científicas y las profesiones de la ciudad. Buenos Aires 1850-1915”, en Revista de 
Urbanismo, Universidad de Chile, agosto de 2000. 
10 Foladori, Guillermo: “Controversias sobre sustentabiblidad: la coevolución sociedad 
naturaleza”, México, Miguel Ángel Porrúa Editores, 2001. 
11 McNeill, John R.: “Naturaleza y cultura en la historia ambiental” en Revista Nómadas, 
Bogotá, Instituto de estudios de la Universidad Central, 2005. 
12 “Introducción a la deuda ecológica”, en: 
http://www.debtwatch.org/es/inicio/enprofunditat/plantilla_1.php?identif=59, cit. 8/5/2006. 
13 Dillan, John: “Deuda ecológica. El Sur dice al Norte: “es hora de pagar”. Publicado en 
Ecología Política, No 20. Icaria Editorial, 2000. 
14 Martínez Alier, Joan: “Deuda ecológica y deuda externa”, en Ecología Política, No 14, 
septiembre 1997. 
15 Pengue, Walter Alberto: “Lo que el Norte le debe al Sur: Comercio desigual y deuda 
ecológica”, en Le Monde Diplomatique, Buenos Aires, abril 2002. 
16 Castro Ruz, Fidel: “Discurso en la Conferencia de Naciones Unidas Sobre Medio 
Ambiente y Desarrollo”, Río de Janeiro, Brasil, 12/6/1992. 
http://www.h-debate.com/papers/sesionte/9/Felipe%20Valdes.htm
http://www.debtwatch.org/es/inicio/enprofunditat/plantilla_1.php?identif=59
http://www.debtwatch.org/documents/enprofunditat/Deute_ecologic/dillon.pdf
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la 
Independencia a la Globalización 
 
 
 
14
 
17 Kirchner, Néstor: “Discurso en la Convención sobre el Cambio Climático, COP 10”, 
Buenos Aires, 15/12/2004. 
18 V Foro Social Mundial, Conclusiones. 
19 Brailovsky, Antonio Elio : “Historia ecológica de Iberoamérica: De los mayas al 
Quijote:”, Buenos Aires, Ed. Kaicrón-Le Monde Diplomatique, 2006. 
20 Rostow, Walt Whitman: “Las etapas del crecimiento económico”, México, Fondo de 
Cultura Económica, 1960. 
21 Toynbee, Arnold: "Estudio de la Historia", Madrid, Planeta - De Agostini, 1985. 
22 Brailovsky, Antonio Elio y Foguelman, Dina: "Memoria Verde: Historia Ecológica de la 
Argentina", Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1991. 
23 Brailovsky, Antonio Elio "Historia de las crisis argentinas: un sacrificio inútil", Buenos 
Aires, Editorial de Belgrano, 1982. Editorial Círculo de Lectores, 1982. Varias ediciones. 
Reformulación completa para la edición de 1996 en Editorial de Belgrano. 
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia 
a la Globalización 
 
 
 
14
14
2. EL AMBIENTE EN LOS PRIMEROS AÑOS DE VIDA INDEPENDIENTE 
SHYLOCK.- ¿Qué sentencia he de temer, no habiendo hecho 
mal alguno? Tenéis entre vosotros numerosos esclavos que 
habéis comprado y que empleáis, como vuestros asnos, vuestros 
perros y vuestros mulos, en tareas abyectas y serviles, porque los 
habéis comprado. ¿Iré a deciros: ponedlos en libertad, casadlos 
con vuestras herederas? ¿Por qué los abrumáis bajo sus fardos, 
por qué sus lechos no son tan blandos como los vuestros, sus 
paladares regalados con los mismos manjares? Me 
responderéis: «Los esclavos son nuestros». Yo os respondo a mi 
vez: «Esta libra de carne que le reclamo la he comprado cara, es 
mía, y la tendré”. 
(William Shakespeare: “El Mercader de Venecia”, Acto IV) 
“El derecho de la guerra hace esclavos a los prisioneros entre 
los negros, incluyéndose en ellos las mujeres y los infantes, 
deben las dos acusadas quejarse solo de las instituciones de su 
país, las cuales supuestas, es que se ha hecho el comercio de sus 
personas. La ilustración política que tenemos, no nos obliga de 
mejorar instituciones ajenas, ni a renunciar al derecho de 
propiedad, que adquirimos con nuestro dinero y riesgos, en una 
especie, que por convención entre naciones diversas se vendía al 
primer comprador que aparecía. Si esas leyes deben llamarse 
bárbaras, no somos caballeros andantes para viajar a 
desfacerlas: y jamás seremos cómplices de esa barbarie, por la 
adquisición que hacemos de esos mismos esclavos, como no lo 
somos al comprar el azúcar y pastas de metales, de las infinitas 
muertes y trabajo que sufren entre los que elaboran aquella y 
éstas”. 
(Juan Jorge Wich, escrito presentado en un juicio en 
Montevideo en 1821)24. 
¿CUÁNDO COMIENZA ESTA ETAPA?
En una disciplina tan cargada de ideologías como la historia, hasta la elección de 
unas u otras fechas para destacar el comienzo o el final de una etapa también tiene 
su carga ideológica. Por ejemplo, es frecuente definir al año 1810 como el comienzo 
de la Emancipación americana. Tenemos, por supuesto, buenos argumentos y una 
larga tradición historiográfica en ese sentido. Sin embargo, esa mirada pone el 
acento en la conducta de los grupos dominantes locales, que se habían enriquecido 
durante la colonia y que comenzaron a tener contradicciones con el poder español 
hasta que impulsaron los movimientos independentistas, aprovechando la invasión 
napoleónica a España. Los protagonistas de 1810 son los comerciantes y 
contrabandistas del Río de la Plata o la oligarquía esclavista (los mantuanos) de 
Caracas, para dar sólo un par de ejemplos. Para esas clases sociales, la 
Independencia es una simple cuestión de intereses económicos. 
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia 
a la Globalización 
 
 
 
15
15
Recordemos que la mayor parte de los próceres y protagonistas de la 
Independencia son blancos,en una sociedad rígidamente estratificada por el color 
de la piel y en la cual los blancos no eran mayoría. En la mayor parte de los casos, 
los ideales humanitarios expresados se referían a sólo a una parte de la población, 
a la que ellos pertenecían. Hacia el año 1800, según los censos de Lima y México, la 
población hispanoamericana estaba compuesta por aproximadamente 3.000.000 de 
blancos, 4.000.000 de mestizos, 1.200.000 negros y 7.000.000 indios. En Cuba, en 
1825, un 49 por ciento de la población era esclava25. 
“Encabezado por los sectores criollos blancos y por una minoría mestiza, el 
proceso independentista fue diferente en las distintas regiones del imperio español 
y no implicó al conjunto social hispanoamericano, sino a un sector que necesitaba 
romper los lazos políticos con España, pero que ya estaba vinculado con el poder 
económico en las colonias. Éste estaba constituido por los criollos dedicados al 
comercio, propietarios de haciendas y profesionales que sólo tenían acceso a 
puestos secundarios en la administración colonial”26. En ese proceso, aquellos 
dirigentes independentistas que reclamaron un trato igualitario para indios y para 
negros fueron rápidamente desplazados por los sectores más conservadores. 
El tema de la esclavitud es un hilo conductor en la historia americana, no sólo la 
del período colonial sino también la de buena parte del siglo XIX y XX. En algunos 
casos, se extiende en los hechos hasta la actualidad, a pesar de las prohibiciones 
formales27. Sin embargo, en muchos países latinoamericanos hay un ocultamiento 
de sus implicancias sociales. Las descripciones de una esclavitud benévola, 
mostrada como una especie de paternalismo, son abundantísimas. Entre los 
muchos ejemplos, tenemos el del joven Darwin, quien después de visitar un 
establecimiento de campo cerca de Río de Janeiro, escribió: “En fazendas como 
ésta no dudo que los esclavos pasan la vida contentos y felices. Los sábados y 
domingos trabajan para ellos, y en este fértil clima la labor de dos días es suficiente 
para dar de comer a un hombre y su familia toda la semana”28. En Brasil, mucho 
de esa imagen se origina en un esfuerzo publicitario hacia el exterior para evitar el 
bloqueo al tráfico negrero efectuado por los barcos ingleses. 
En Uruguay, la opinión predominante queda bien expresada en la cita que está 
como acápite del presente capítulo y que muestra una sugestiva coincidencia con el 
pensamiento de Shylock. Mientras las leyes admitan la esclavitud, no somos 
caballeros andantes para querer cambiarlas. 
En Argentina, Bartolomé Mitre escribió que los esclavos "entraban a formar parte 
de la familia con la que se identificaban, siendo tratados con suavidad y 
soportando un trabajo fácil, no más penoso que el de sus amos, en medio de una 
abundancia relativa que hacía grata la vida", y Vicente Quesada llegó a cerrar el 
siglo XIX diciendo que "estas relaciones eran casi afectuosas"29. En Argentina, 
hasta muy avanzada la segunda mitad del siglo XX, las representaciones en los 
actos escolares incluían una niña con la cara tiznada que vendía empanadas al 
público, como para dar la idea de la tranquila vida de los esclavos domésticos. 
Para creer en expresiones como ésta, sería necesario que los propios esclavos 
dijeran lo mismo, lo que, previsiblemente, no hemos encontrado. 
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia 
a la Globalización 
 
 
 
16
16
Sin embargo, en un modelo productivo en el que las personas trabajan sin 
incentivos económicos, sólo la violencia puede reemplazar a esos incentivos para 
alcanzar niveles de productividad aceptables. Esta violencia consistió en castigos 
públicos, organizados como espectáculos, que tenían por objeto mantener los 
niveles de sumisión de la población esclava, mediante una estrategia del terror. Un 
indicador que cuestiona la idea de esclavitud benévola surge del estudio de las 
condiciones demográficas de los esclavos en Brasil, entre los que predominaban 
altas tasas de mortalidad y bajos índices de reproducción natural. Una 
comparación con la evolución de la población esclava de los Estados Unidos 
muestra un crecimiento demográfico mucho menor en Brasil, lo que sugiere peores 
condiciones de vida30. 
Entre los negros del Río de la Plata “la mortandad de los nacidos era tan 
impresionante que en 1828 llegó al 44,24 por mil; en cambio entre los blancos era 
del 24 por mil, es decir casi la mitad”31. Los motivos son muchos y muestran 
condiciones ambientales diferenciadas: deficiencias nutricionales de la madre, 
inadecuada preparación cultural, falta de atención médica, patéticas condiciones 
de vivienda, falta de ropa, alimentación mala, alta posibilidad de contagio de 
enfermedades, ambientes insalubres, dificultades de las madres para dejar los 
hijos en la casa en horarios de trabajo -las lavanderas los llevaban al río de recién 
nacidos-, y muchas otras posibles explicaciones. Incluso la mortandad era alta 
entre los adultos, llegando al extremo de ser mayor entre libertos, ya que al 
comprar la libertad también compraban peores condiciones de vida. 
Y es que son demasiados los prohombres de nuestra historia que aceptaron, 
admitieron o fueron cómplices de formas inhumanas de explotación. En definitiva, 
la Independencia fue hecha por un sector económicamente poderoso, que 
necesitaba romper la dependencia con España, más por motivos comerciales que 
ideológicos o humanitarios. La ruptura de los lazos coloniales con respecto a 
España y Portugal apareció predominantemente como un movimiento de colonos, 
ya que la situación del indio y del negro tendió aún a deteriorarse después de 
obtenida la Independencia y durante todo el siglo XIX. “Un primer cambio en la 
situación se debe a que muchas veces en los frentes militares hubo que recurrir a 
los sectores más populares, en cuyas filas se contaban numerosos mestizos y 
elementos de las razas dominadas”32. 
En muchos sitios del continente, el patriotismo de los criollos no los llevó a 
arriesgar sus vidas, sino que les alcanzó para enviar a sus esclavos a la guerra, 
para que pelearan por ellos. Juan Martín de Pueyrredón, Director Supremo del 
Río de la Plata, elogia la liberalidad de todos los que donaron sus esclavos para la 
guerra, y San Martín expresa en una carta: "Admira que un país de mediana 
población, sin erario público, sin comercio ni grandes capitales, falto de madera y 
primeras materias, haya podido elevar de su mismo seno un ejército de tres mil 
hombres, despojándose hasta de sus esclavos, únicos brazos para su agricultura”33. 
Aún esa conducta fue criticada como perniciosa, por quienes pensaban que no 
debía haberse alterado el orden social de la época colonial. Por eso es 
representativa la actitud de un pensador social como José Vasconcelos, quien 
hubiera preferido una emancipación de blancos sin indios ni negros. “En los 
Estados Unidos –dice- nunca se dio al movimiento independiente el sentido de una 
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia 
a la Globalización 
 
 
 
17
17
guerra de castas. Ni a Washington, ni a Jefferson, ni a ninguno de los padres de la 
patria yanqui les pasó por la cabeza la idea absurda de que un piel roja debía ser 
Presidente o de que los negros debían ocupar los puestos ocupados por los ingleses. 
La idea de que la independencia tendiera a restablecer los poderes del indígena, no 
fue idea de indígenas. La Emancipación, se ha dicho hasta el cansancio, no la 
idearon ni consumaron los indios. La idea de soliviantar a los indios aparece en los 
caudillos de la Emancipación que, no encontrando ambiente para sus planes entre 
las clases cultas, recurrieron al arbitrio peligroso de incitar una guerra de castas, 
ya que no les era posible llevar adelante una guerra de Emancipación. Y a este 
cargo no escapa ni Bolívar, que en Colombia lanzó los negros contra los blancos, a 
fin de reclutar ejércitos. A los delNorte semejantes procedimientos les hubieran 
parecido desquiciadores, y lo son”34. 
Por eso quiero proponer una visión alternativa, que es tomar como punto de 
partida la liberación de los esclavos de Haití, en 1793. Se trata de un caso único en 
la historia de la humanidad. Una sublevación de esclavos exitosa, que logra su 
propia libertad y que finalmente logra tomar el control del Estado que los oprimía. 
Los cambios son tan profundos que las diferencias entre uno y otro enfoque son 
cualitativas. 
Recordemos el enorme peso que tuvo en la economía colonial la relación esclavista. 
Hubo grandes diferencias entre las distintas zonas, pero una fuerte presencia de 
estos intereses en el poder económico y político. “La aristocracia terrateniente de 
Venezuela era más tradicionalista y tenía más ambiciones de poder político que los 
esclavistas de Cuba; en Costa Rica no había esclavitud de negros y prácticamente 
no la había de indios, pero esta última estaba muy generalizada en Guatemala y El 
Salvador”35. Agreguemos en algunas zonas ganaderas había una mayoría de 
población mestiza y casi la totalidad de los esclavos trabajaban en hatos y en la 
producción de víveres para el consumo local, lo que permitía un gran margen de 
libertad en sus movimientos. En el Río de la Plata, las faenas rurales estaban a 
cargo de mestizos (los gauderios o gauchos), pero la esclavitud urbana era 
importante. En la minería de la zona andina, especialmente en el cerro del Potosí, 
las víctimas de la esclavitud eran los indios36. Otros estaban sometidos al régimen 
despiadado de las grandes haciendas, como en Santo Domingo o en Brasil. 
En todos los casos, las condiciones de salubridad del habitat y el trabajo 
provocaron altos niveles de morbilidad y mortalidad. Desde el ambiente de los 
barcos negreros (a los que los portugueses llamaron tumbeiros, por la enorme 
mortandad que se producía durante el transporte de los esclavos desde África 
hasta América), hasta condiciones de vida tan extremas que llevaron a que los 
hacendados establecieran castigos para las esclavas que abortaban 
voluntariamente, la situación ambiental de los esclavos tenía profundas diferencias 
de la del resto de la sociedad. 
La rebelión de los esclavos en la colonia francesa de Sainte Domingue se inició a 
partir de la negativa de los revolucionarios franceses de extender los Derechos del 
Hombre y del Ciudadano a los esclavos que sostenían la economía colonial. Los 
ideales de liberté, egalité, fraternité no eran universales sino restringidos a los 
ciudadanos blancos. Esto incluyó la lucha de los propietarios mulatos para ser 
tratados electoralmente igual que los blancos, mientras reclamaban que se 
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia 
a la Globalización 
 
 
 
18
18
protegieran sus derechos de propiedad sobre otros seres humanos. 
Tampoco los demócratas norteamericanos aceptaron que los negros tuvieran los 
mismos derechos que ellos, a punto tal que contribuyeron a la represión de los 
esclavos sublevados. En Sainte Domingue, dice Juan Bosch “la rebelión era total; 
ardían los cañaverales y los cafetales, las lujosas casas de vivienda, los edificios de 
las fábricas de azúcar y de ron, las cuarterías de los esclavos. Los amos, sus 
mujeres y sus hijos eran muertos a golpes de machete y quemados en las hogueras 
de sus propias casas. (…) Los Estados Unidos se apresuraron a enviar armas y 
municiones y en el mes de diciembre George Washington escribía estas palabras: 
"¡Qué lamentable es ver tal espíritu de revuelta entre los negros!". Y efectivamente 
era lamentable, porque esos negros de Haití dejaban lo mejor de su vida en los 
ingenios para que los Estados Unidos fueran suplidos de azúcar y ron a cambio de 
la harina y el pescado seco de Norteamérica con que los amos blancos les daban de 
comer”37. 
Y aún en fecha tan tardía como 1856, los intereses esclavistas del Sur de los 
Estados Unidos financiaron una invasión mercenaria a Nicaragua que anunció el 
restablecimiento de la esclavitud en ese país. La operación incluía el intento de 
incorporar Nicaragua a los EE.UU., con la idea de agregar los votos de los 
senadores esclavistas al Senado norteamericano. La esclavitud es abolida en la 
España metropolitana en 1837, pero es necesario esperar a 1880 para que la misma 
abolición se haga efectiva en Cuba. Uno de los motivos por los cuales la bandera 
cubana lleva una estrella y los mismos colores de la norteamericana es el intento de 
un grupo esclavista de incorporar Cuba a los Estados Unidos, en la misma 
concepción que lo ocurrido con Nicaragua. 
Es necesario recordar que los procesos sociales tienen consecuencias de larga 
duración, a menudo mucho más allá de lo que habitualmente estamos dispuesto a 
aceptar. En el primer tomo de esta obra habíamos hablado de las comunidades 
fundadas por los esclavos fugados en Brasil (quilombos) durante la época colonial. 
Este movimiento continuó durante todo el período de duración de la esclavitud en 
Brasil. Existían redes de asistencia a los esclavos escapados, que les permitían 
llegar hasta algún quilombo donde ocultarse. Estas redes eran dirigidas por ex 
esclavas viejas, que habían sido liberadas por sus dueños cuando ya no era 
rentable mantenerlas38. Los quilombos se establecieron en sitios inaccesibles y sus 
habitantes practicaron agricultura de subsistencia. Aún hoy, se llega a muchas de 
esas comunidades por caminos imperceptibles, que sólo unos pocos conocen. 
A más de un siglo de abolida la esclavitud, subsisten en Brasil unas 1.600 
comunidades quilombolas reconocidas, que reciben alguna clase de asistencia 
social de las autoridades39. Sólo en el Estado de Bahía existen actualmente 396 
comunidades quilombolas. Su propia ubicación geográfica dificulta la integración 
de sus miembros a la economía y la cultura nacional. Hay barreras físicas y 
culturales que los distancian de la educación, la salud y el empleo. Siguen 
marginados, sufriendo aún las consecuencias de hechos sociales que creíamos 
terminados en el siglo XIX. 
Todo esto apunta a recordar que todo análisis de las formas de utilización de los 
recursos naturales y las condiciones del ambiente en América Latina durante gran 
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia 
a la Globalización 
 
 
 
19
19
parte del siglo XIX tiene que tener en cuenta las condiciones de esclavitud. En 
cuanto a los motivos británicos para combatir el tráfico negrero, además de los 
humanitarios, tenemos que tener en cuenta que de ese modo estaban eliminando a 
la única competencia existente para las máquinas de vapor que ellos fabricaban, 
utilizaban y vendían. 
LA PEOR FORMA DE CONTAMINACIÓN ES LA GUERRA 
Los aspectos más críticos de las guerras de la Independencia y las guerras civiles 
posteriores no se vinculan con los caídos en las batallas, sino con la enorme 
mortandad de población civil por las consecuencias ambientales de los conflictos 
bélicos. El impacto ambiental y sanitario de la Guerra de la Independencia es lo 
suficientemente profundo como para que debamos analizarlo, aún con la 
incompleta información disponible. 
Habitualmente, las pérdidas de vidas humanas causadas por las guerras son casi 
imposibles de estimar40. No es objeto de esta investigación hacer ese cálculo, pero 
sí señalar algunas de sus implicancias ambientales. Al respecto, es sugestiva la 
comparación de las víctimas totales de las guerras con las cifras de los hombres 
realmente caídos en las batallas. Las cifras de bajas de estos encuentros son 
inciertas, pero su orden de magnitud no lo es. En el combate de San Lorenzo 
(primera victoria de San Martín en América), el parte oficial menciona 54 
muertos. La batalla de Maipú, que culmina con la Independencia de Chile, 
produjo 3.000 muertos en ambos bandos41. La de Ayacucho, que terminó con el 
dominio español en América, unos 2 mil muertos. 
Ésta es la parte de la guerraque habitualmente se ve en la mayor parte de las 
crónicas y la que recoge casi siempre el cine. Analicemos un poco la que queda 
oculta. Veamos un análisis demográfico sobre lo ocurrido con la población 
española durante la invasión napoleónica, que puede servirnos de aproximación 
metodológica, ya que no conocemos un estudio equivalente sobre las guerras 
americanas del mismo período. Las muertes que afectaron a los ejércitos se 
debieron principalmente a enfermedades infecciosas (82 por ciento de las muertes) 
provocadas por las malas condiciones ambientales y en mucha menor medida (14 
por ciento de las muertes) a heridas producidas en el campo de batalla42. 
Eso en el caso de los ejércitos invasores, como el de Napoleón. Es diferente la 
situación de los invadidos, como lo fueron los españoles o los rusos. “La guerra 
tiene el doble perfil de guerra convencional que enfrenta a ejércitos regulares y 
guerra de guerrillas, actividad esta última cuyos integrantes son difíciles de 
contabilizar por el carácter esporádico de su intervención; y porque la guerra 
repercute de manera muy importante sobre la población civil, sobre la que se 
abaten desalojos, requisas, sitios, represalias, epidemias y hambres. Entre estos 
factores la guerra ocupa un puesto destacado como desencadenante o agravante de 
la crisis: las pérdidas de cosecha por destrucciones, requisas o huida de la 
población, las penalidades que ésta sufre cuando su territorio se convierte en 
escenario de la contienda, las epidemias que ven facilitada su difusión por los 
movimientos de tropas y civiles son elementos que están detrás de las fuertes alzas 
de mortalidad de 1809 en Galicia, Asturias o Cataluña”. También es frecuente la 
destrucción de cultivos y el corte de las líneas normales de suministro de alimentos. 
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia 
a la Globalización 
 
 
 
20
20
El resultado de la escasez son niveles tan altos de carestía que suelen provocar 
mortalidad por hambre. 
Pero además de morir, en las guerras la gente deja de nacer. Por la separación o 
disolución de las familias, por abortos provocados por episodios de violencia o por 
desnutrición, hay muchos motivos para que una guerra provoque situaciones de 
despoblamiento en gran escala. En la primera parte de esta obra habíamos 
hablado de la pérdida de población de América al comienzo de la conquista. 
Sugestivamente, al comienzo y al final del período colonial se producen situaciones 
de despoblamiento masivo. 
Las guerras también causan epidemias. En la guerra por la liberación de Haití, las 
condiciones ambientales jugaron un rol decisivo, al derrotar a los ejércitos 
europeos. Se trató de una guerra larga y compleja, con muchos actores 
enfrentados: terratenientes blancos y mulatos, esclavos sublevados y tropas 
inglesas, francesas y españolas, con frecuentes cambios de bando de unos y de 
otros. “Aunque no se vieron seriamente amenazados por los rebeldes hasta el final, 
los británicos sucumbieron en cambio a la geografía de St. Domingue. El 
comandante inglés había asegurado a Londres que podía tomarse el territorio con 
877 soldados, pero los refuerzos no lograban mantenerse al día con los estragos 
que producían la fiebre amarilla y la malaria. En un caso típico, el teniente 
Thomas Howard, al mando de un regimiento formado por 700 húsares perdió 500 
hombres en un mes, cuando en batalla sólo había perdido siete. Al final, las 
enfermedades y los rebeldes forzaron a los británicos a evacuar la isla, dejando a 
sus espaldas más de 14.000 muertos. Edmund Burke resumió así este desastre: “La 
espada hostil es caritativa: el país mismo es el enemigo más temido”43. 
Cuando Napoleón consolida su poder, se pone como objetivo recuperar la colonia y 
restablecer la esclavitud. La producción de azúcar de la isla la había transformado 
en un sitio de una riqueza excepcional y era una pieza clave del programa de 
colonias de Bonaparte, ya que sería la base militar para el control de la Louisiana. 
De modo que los barcos que llevaron la guillotina a América para usarla como 
símbolo de la libertad, terminaron empleándola para tratar de consolidar la 
opresión44. 
“Su fracaso fue igual al de los británicos. Los soldados franceses no pudieron 
sobrevivir en el ambiente malsano de Haití. En 1802, Leclerc, el cuñado de 
Napoleón, ocupó rápidamente toda la colonia con 20.000 soldados, pero la fiebre 
amarilla y la malaria volvieron a tomar el control: la mortalidad por fiebre 
amarilla excedió el 80 por ciento. Para ocultar sus bajas, los franceses sacaban a 
los muertos de noche y suspendieron los funerales militares. Sólo dos comandantes 
de regimiento sobrevivieron, y el propio Leclerc sucumbió a la fiebre amarilla 
antes de que terminara el año. Los franceses lucharon con refuerzos masivos hasta 
1803, cuando decidieron evacuar lo que quedaba del ejército. Diez mil hombres 
lograron regresar a Francia y 55.000 quedaron enterrados en la colonia”45. Para 
dar una idea de la crueldad de esa guerra, diremos que el sucesor de Leclerc 
alimentaba perros feroces con sus propios esclavos, para mantener un clima de 
terror. Agreguemos que la mayor inmunidad de los africanos a las enfermedades 
tropicales fue uno de los argumentos más fuertes para la continuación de la trata 
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia 
a la Globalización 
 
 
 
21
21
de esclavos. Los negros parecían especialmente diseñados para trabajar en las 
colonias tropicales. 
La paradoja es que la enfermedad que facilitó la liberación de los esclavos parece 
haber sido introducida en América por el propio tráfico negrero, probablemente 
en 1699. Es probable que la huida de los blancos debido a la insurrección de los 
esclavos haya dispersado la fiebre amarilla hacia los Estados Unidos46. 
Pero las guerras generan problemas ambientales y sanitarios con independencia 
del sitio en que sucedan. Veamos un testimonio de las consecuencias ambientales 
del sitio de Montevideo: “El 1° de octubre de 1812 se inició el segundo sitio de 
Montevideo, que se desarrollará al mando de Rondeau contando con apoyo 
sanitario de la Junta de Buenos Aires. Los calores de ese verano, los malos 
cuidados de asistencia en Montevideo, en el Hospital Real, la falta de agua en los 
aljibes y el hecho de que los sitiadores coparan los pozos de la Aguada, 
determinaron que la poca agua que había estuviera en malas condiciones, “salobre 
y pestífera” dice Acuña de Figueroa. Ello determinó la aparición de numerosas 
epidemias, especialmente erisipela y fiebre amarilla. Al terminar el sitio el 23 de 
junio de 1814, luego de 21 meses de asedio, Montevideo sólo tenía 10.000 
habitantes, habiendo muerto 20.000; como resultados de combates sólo 818, con 
531 heridos que quedaron mutilados”47. En otras palabras, que el 4 por ciento de 
los muertos cayó en los combates y el 96 por ciento por las enfermedades 
ambientales asociadas a la guerra. 
En los casos en los que la Guerra de la Independencia tuvo las características de 
una guerra social, el encarnizamiento fue mucho mayor y lo mismo ocurrió con el 
impacto social y ambiental, ya que hubo estrategias de exterminio mutuo, antes 
que de toma del poder o de ocupación de determinadas posiciones estratégicas. 
En la actual Venezuela, "los presos de ambos bandos eran lanceados o degollados 
en el lugar en que se echaban en tierra agotados por el cansancio y los 
sufrimientos; el país era recorrido en toda su extensión por partidas que no 
respetaban ni vidas, ni bienes, ni hogares, ni templos; en las familias divididas por 
la guerra la madre lloraba al hijo que moría en el lado republicano y a la vez 
rezaba por la vida de otro de sus hijos que se hallaba en el campo realista. En las 
ciudades de la cordillera de la costa norte -la que da al Caribe- las poblaciones se 
habían alimentado tradicionalmente de los productos sacados de los pequeños 
valles, pero laguerra social echó de esos valles a los que los cultivaban, de manera 
que en 1814 el hambre se generalizó en Caracas a tal punto que hay descripciones 
de esos días en que se cuenta cómo iban las mujeres de familias linajudas buscando 
por las calles desperdicios con que alimentar a sus deudos. Los niños tiernos 
morían de consunción, los ancianos enloquecían de hambre, los hombres iban a 
combatir, y todos lloraban de cólera", dice Juan Bosch48. 
"Nadie podría decir cuántas fueron las víctimas de la guerra social venezolana, 
pero no se exageraría si se dijera que debieron llegar a 100.000. Tres días después 
de la segunda batalla de La Puerta, cuando todavía no se habían producido las 
hecatombes de Valencia, Caracas y la región oriental, el asesor de la Intendencia 
de Venezuela decía que "las poblaciones de millares de almas han quedado 
reducidas: unas, a centenas; otras, a docenas, y de otras no quedan más que los 
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia 
a la Globalización 
 
 
 
22
22
vestigios de que allí vivieron racionales". Un funcionario realista afirmaba que 
Boves49 estaba exterminando la raza blanca en Venezuela, y en febrero de 1815, 
más de dos meses después de la muerte de Boves, Morales escribía, hablando de los 
republicanos, que "no han quedado ni reliquias de esta inicua raza en toda Costa 
Firme". 
El ganado se redujo, tanto vacas, como caballos y mulas, de 4,5 millones de cabezas 
en 1812, a 256.000 en 1823. El fuerte de la economía, es decir las plantaciones de 
cacao, entre 1810 y 1816, bajó de 120.000 fanegas al año a 20.000; y el café entre 
los mismos años, de 80.000 quintales a 20.000. 
En Costa Rica, un invasor, “dejó tras sí algo más mortal que las balas de sus 
filibusteros: fue el cólera, que hizo su aparición en Rivas una semana después de la 
batalla y mató tantos soldados y oficiales costarricenses que el presidente Mora 
Fernández tuvo que abandonar la ciudad y dirigirse a su país”50. En Dominicana, 
después de un intento español de volver a apoderarse del país, en 1864, “los 
soldados españoles sufrieron mucho en esa guerra. El país no tenía ni puertos, ni 
caminos, ni ferrocarriles; las intensas lluvias tropicales se alternaban con los 
fuertes calores de la zona; la malaria, la buba y las enfermedades intestinales 
causaban miles de bajas en sus filas”51. 
Durante la guerra de la Independencia de Cuba existieron situaciones de 
mortandad masiva por hambre. El jefe español “ordenó la concentración de los 
campesinos en los sitios donde hubiera guarniciones españolas, con lo cual quedó 
virtualmente liquidada la producción de viandas y animales de carne y comenzó a 
generalizarse el hambre y la muerte por inanición. Los cubanos, por su parte, 
estaban llevando a cabo la llamada "campaña de la tea", esto es, la destrucción, por 
medio del fuego, de todos los ingenios y los cañaverales”52. En 1897, el ejército 
español tuvo 30.000 bajas, sólo por enfermedades. 
Es sugestivo que en casi todos los casos las enfermedades ambientales sorprenden a 
los militares de todos los bandos, cuya preparación profesional los hace pensar sólo 
en enemigos humanos. La ausencia de prevenciones ambientales es una contante 
en todos los casos. Los riesgos, sin embargo, son conocidos desde la Antigüedad: 
leemos en la Biblia una serie de indicaciones de higiene militar para los ejércitos 
judíos, que les ayudaron en sus luchas contra enemigos más poderosos pero menos 
prevenidos en este aspecto53. 
En medio de ese clima destructivo, los grupos gobernantes de los distintos países 
latinoamericanos no apostaron a la conservación de sus respectivos recursos 
naturales. Por un lado, la baja densidad de población y la extensión de los 
territorios permitía suponer a los recursos naturales como inagotables y, al mismo 
tiempo, como imposibles de controlar. Por otro lado, las actitudes de posguerra 
estuvieron orientadas a obtener rápidas ganancias en cualquier sitio en el que 
hubiera la oportunidad de lograrlas. 
Al mismo tiempo, la guerra llevó a modificar los perfiles productivos de muchas 
zonas. En áreas como la pampa y el Río de la Plata, la inseguridad generalizada 
llevó a disminuir aún más el interés por la agricultura y reforzar la actividad 
ganadera, por la movilidad del ganado en caso de conflicto. En el valle de Caracas, 
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia 
a la Globalización 
 
 
 
23
23
esto llevó a los grandes terratenientes a desviarse del cultivo del cacao al del café, 
ya que el fruto de este último puede conservarse durante más tiempo. En 
condiciones de guerras en el mar, bloqueos y eventos semejantes, era sustancial 
disponer de una mercancía que pudiera esperar las condiciones políticas y 
económicas favorables sin arruinarse. 
Recíprocamente, la ausencia de guerra permitió dedicar mayores recursos al 
crecimiento económico en aquellos países que atravesaron la Independencia con 
niveles más bajos de conflictividad. Es significativo el caso del Paraguay, cuya 
independencia fue el resultado de las guerras efectuadas por sus vecinos, y el de 
Brasil, que se separó de Portugal por decisiones palaciegas que no se reflejaron en 
cruentas batallas. 
LA ACTITUD ILUSTRADA HACIA LOS RECURSOS NATURALES 
Entre los antecedentes de la Emancipación podemos mencionar la actitud de una 
serie de intelectuales de la Ilustración que, hacia el final del período colonial, 
plantearon una mirada diferente sobre la relación naturaleza-sociedad en 
América. Si bien muchos de ellos lo hicieron pensando a las posesiones americanas 
como parte de la Metrópoli y no separadas de ella, su concepción era antagónica de 
la política puramente extractiva llevada a cabo por las potencias coloniales. 
Estos autores cuestionan las conductas depredatorias acerca de la naturaleza y 
destacan la necesidad de actitudes conservacionistas y de un empleo racional de los 
recursos naturales subutilizados. En su mayor parte son intelectuales que lo ven 
desde la racionalidad económica, antes que de una aproximación sensible y 
romántica a la naturaleza. Por ejemplo, en el informe de la expedición botánica de 
José Celestino Mutis al Nuevo Reino de Granada se recomienda cultivar la tierra 
para bajar los costos laborales al no tener que importar alimentos: “la perfección 
de la agricultura, que abaratando los víveres disminuirá el valor de los jornales”54. 
Afirmación en la que escuchamos el eco lejano del economista inglés David 
Ricardo, quien buscaba un país que, produciendo trigo barato, permitiera bajar el 
precio del pan en Inglaterra y poder pagar así salarios más bajos que aumentaran 
la competitividad internacional de la industria británica. 
Sin embargo, algunos de ellos, como el barón de Humboldt, combinan la 
evaluación económica con la mirada romántica sobre la naturaleza, donde 
adquiere su máximo valor el vínculo subjetivo con el entorno. También Gaspar 
Melchor de Jovellanos, maestro de muchos de ellos, adopta actitudes románticas 
que dejarán su huella en generaciones posteriores. “Para hallar el origen de la 
poesía –dice Jovellanos- hemos de recurrir a los desiertos y los bosques; debemos 
volver a la edad de los cazadores y los pescadores, y en fin al estado más sencillo de 
la naturaleza humana”55. 
Y es que no se trataba sólo de proteger árboles, sino de poner en cuestión el modelo 
económico sobre el que se basaba la monarquía absoluta. El mercantilismo había 
sido la doctrina económica de los reyes, la que les resultaba adecuada para 
financiar sus guerras. Se basaba en identificar la riqueza con la posesión de 
metales preciosos. Esto llevó a que todos los esfuerzos del Estado estuvieran 
destinados a acumular el oro necesario para pagar armamentos y mercenarios. 
Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la Independencia 
a la Globalización 
 
 
 
24
24
Recordemos que para la concepción dominante en

Continuar navegando