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Aproximaciones-historicas-y-didacticas

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APROXIMACIONES 
HISTÓRICAS Y
DIDÁCTICAS AL
ANTIGUO EGIPTO
Y SUS PERIFERIAS
PERLA S. RODRÍGUEZ
AUGUSTO GAYUBAS
(Editores)
Aproximaciones históricas y didácticas al Antiguo Egipto y sus 
periferias / Perla S.
 Rodríguez ... [et al.] ; editado por Perla S. Rodríguez ; Augusto 
Gayubas. - 1a ed
 ilustrada. - Salta : Instituto de Investigación en Ciencias Sociales y 
Humanidades
 CONICET, 2022.
 Libro digital, PDF
 Archivo Digital: descarga y online
 ISBN 978-987-48842-1-3
 1. Relaciones Sociales. 2. Relaciones Culturales. 3. Antiguo Egipto. I. 
Rodríguez, Perla S., ed. II. Gayubas, Augusto, ed. 
 CDD 306.09
Imagen de portada: Detalle de pintura mural de la tumba de Nebamun 
(Dinastía XVIII), British Museum. CC BY-NS-SA 4.0.
4
ÍNDICE
Presentación ................................................................................................................ 5
Pastores en la Prehistoria del Sahara egipcio. Una aproximación al origen 
del Sendero de Abu Ballas ....................................................................................... 6
Marcelo Zulian
¿Un sinecismo avant la lettre? El surgimiento de las primeras ciudades en 
Palestina (ca. 3400-2400 a.C.) ................................................................................... 25
Pablo Jaruf
Hallar los animales ocultos: el tratamiento de las imágenes en la historia 
temprana del antiguo Egipto .................................................................................. 44
Sebastián F. Maydana
Acerca del rol de los intermediarios culturales en las expediciones comerciales 
del Estado egipcio durante el Reino Antiguo: reflexiones a partir (y más allá) 
de la Autobiografía de Herkhuf .............................................................................. 56
Horacio Miguel Hernán Zapata
El alimento para los muertos en las tumbas egipcias del Reino Antiguo y 
el Primer Período Intermedio: un repaso bibliográfico ..................................... 83
Ana Bella Pérez Campos
Literatura en el antiguo Egipto: arcaísmo, tradición y continuidad en el
relato de Sinuhé ......................................................................................................... 95
Judith D. del Valle Bazán y Walter Norberto Herrera
La enseñanza de las ciencias sociales en la escuela secundaria y los sectores 
subalternos en Egipto: reflexiones iniciales por un aprendizaje 
significativo ............................................................................................................... 110
Ariel Vera
Las fuentes y la enseñanza de la Historia Antigua en el nivel superior: 
aportes y reflexiones ................................................................................................ 121
María Silvia Álvarez, María Noel Balla y Ana Bella Pérez Campos
“El campesino elocuente” según Shadi Abdel Salam: un comentario histórico-
cinematográfico ......................................................................................................... 133 
Augusto Gayubas
5
Presentación
Los artículos contenidos en el presente volumen constituyen los avances 
de investigación del equipo de trabajo que integró el proyecto CIUNSa (Consejo 
de Investigación de la Universidad Nacional de Salta) N° 2608, “Prácticas 
sociales y configuraciones culturales en las sociedades antiguas del Mediterráneo 
oriental: una aproximación histórica y didáctica”, radicado en el Instituto de 
Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanidades (CONICET-UNSa). En tanto 
tal, se presenta como continuación del libro Poder y cultura en el antiguo Egipto. 
Contribuciones a la reflexión histórica sobre el valle del Nilo y sus periferias (ICSOH, 
2019), producto de las líneas de trabajo exploradas en éste y anteriores proyectos 
radicados en la misma institución.
El objetivo de esta publicación es difundir los trabajos de investigación del 
grupo de trabajo, resultado de las investigaciones particulares, de los intercambios 
colectivos y de las distintas instancias de formación de sus integrantes. A la 
vez, procura contribuir con la producción historiográfica regional mediante la 
discusión de problemas históricos relativos a las sociedades que habitaron el 
antiguo Egipto y sus periferias, en un arco cronológico amplio que contempla, 
adicionalmente, las aproximaciones contemporáneas a estas sociedades antiguas.
Para ello se propone un diálogo interdisciplinario, apelando a los aportes 
de la antropología, la arqueología, la historia comparada, la narratología y otras 
disciplinas o enfoques afines. Complementariamente, se busca reflexionar sobre 
estrategias pedagógicas a partir de un análisis de los límites y las potencialidades 
que presenta la transposición didáctica en ámbitos educativos de nivel medio 
y superior, así como sobre una de las formas en que la cultura audiovisual 
contemporánea se aproximó a la sociedad del antiguo Egipto.
En suma, el presente libro forma parte de las actividades mediante las 
cuales se busca consolidar un espacio de discusión académica en torno a la historia 
y la didáctica de las sociedades antiguas en Argentina, aunando contribuciones 
de investigadores y docentes de universidades e institutos de formación docente 
de distintos puntos del país.
Perla S. Rodríguez
Augusto Gayubas
6
Pastores en la Prehistoria del Sahara egipcio. 
Una aproximación al origen del Sendero de Abu Ballas
Marcelo Zulian
Universidad de Morón
Introducción
El desierto del Sahara tiene una historia reciente que puede remontarse 
algo más de 20.000 años hacia atrás. Durante este tiempo pasó por varias etapas, 
incluida una en la que los humanos y los animales pudieron habitarlo (ca. 8500-
5500 a.C., período de Reocupación, según la cronología del Holoceno de Kuper y 
Kröpelin, 2006)1. Hacia el final de la etapa, sin embargo, el clima volvió a cambiar 
en lo que se conoce como el Árido Medio-Holocénico (6000-5000 a.C.), con un 
proceso de desertización que avanzaba de norte a sur2 y que se fue acelerando con 
el paso de los años. Finalmente, en torno al 3500 a.C., ya sólo quedaban algunos 
puntos capaces de sostener un hábitat regular3.
Entre éstos, los más importantes a la altura del Alto Egipto eran los oasis 
de Dakhla y Kharga, la región de Nabta Playa-Bir Kiseiba, el Gilf Kebir, el Gebel 
Uweinat, y unos pocos sitios aún más al sur (Gehlen et al., 2002: 107). El deterioro 
climático también implicó un cambio hacia una especialización de las actividades 
económicas realizadas allí (Gatto, 2011: 24). En este sentido, se debe tener en 
cuenta que el pasaje de la caza al pastoreo, como actividad económica principal, 
representa una transición tanto económica como ecológica (Chang y Koster, 1986: 
100), ya que los animales domésticos son un recurso que se posee y del que se 
puede disponer cuando se necesita, a diferencia de la caza, que debe buscarse y 
atraparse, con la posibilidad cierta de que se fracase. Pero, además, los pastores 
1 Mucho del conocimiento que hoy tenemos del Sahara antes de que se convirtiera en un desierto 
se debe a las imágenes del Radar de Apertura Sintética (SAR, por sus siglas en inglés). Debido 
a la capacidad de las ondas de radar de penetrar en una superficie de arena seca, se lograron 
imágenes de debajo de la superficie que ganaron una gran atención a principios de la década 
de 1980, al descubrirse canales de ríos enterrados debajo de la arena del Sahara, algunos más 
anchos que el Nilo. Estos descubrimientos confirmaron el pasado fluvial del Sahara oriental y 
proporcionaron una explicación de la existencia de los numerosos oasis y de restos de antiguos 
depósitos lacustres en el corazón del Sahara (Ghoneim et al., 2007: 1759).
2 Según Bubenzer y Riemer (2007: 609), de aproximadamente 35 km por año, en base a la 
recopilación de datos de C14.
3 Aunque breves eventos húmedos pueden haber ocurrido alrededor de 4900 a.C. y probablemente 
alrededor de 4400 a.C., visibles a partir de nuevas reocupaciones en muchas regiones (Gehlen et 
al., 2002: 113).
7Pastoresen la Prehistoria del Sahara egipcio. Una aproximación al origen del Sendero de Abu BallasMARCELO ZULIAN
podían acumular animales en un proceso de enriquecimiento que era imposible 
para los cazadores-recolectores. Por lo tanto, el proceso de domesticación muy 
probablemente marca una adopción irreversible de un nuevo sistema económico 
(Chang y Koster, 1986: 100).
Pero el pastoreo parece haber traído, en el caso del África sahariana, 
un grado mayor de nomadismo, con lo cual, como señala Elena Garcea (2004: 
111), “la economía ‘neolítica’ en el Sahara no implicó sedentarismo, como en el 
Cercano Oriente, donde la agricultura era la principal actividad económica”. Por 
el contrario, “se avanzó hacia un nomadismo sistemático y a una tradición típica 
de las culturas pastoras, y los rebaños se constituyeron en la principal actividad 
económica de producción de alimentos por varios milenios” (Garcea, 2004: 111). 
De hecho, Fiona Marshall (1990: 873) cree que la especialización pastoral puede 
haber sido el fruto de una combinación entre la “oportunidad ambiental” y la 
“competencia cultural”. El término “Neolítico Pastoral” se usa en África Oriental 
para referirse a “todas las sociedades con tecnología lítica de la Edad de Piedra 
Tardía, vasijas de cerámica y una base económica que depende en gran medida 
del ganado doméstico” (Marshall, 1990: 874).
Entre fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI se descubrió la existencia 
de una ruta que atravesaba una de las zonas más estériles del Sahara para terminar 
misteriosamente en un lugar que no parecía ofrecer ninguna justificación para su 
trazado. Esta ruta se conoce como el Sendero de Abu Ballas, y parece comunicar 
la antigua capital del oasis de Dakhla, Ayn Asil, con el macizo del Gilf Kebir, unos 
400 kilómetros al suroeste. La idea que en esta oportunidad intentaremos exponer 
es que esta vía hacia el sur había sido utilizada desde mucho antes de que fuera 
estructurada la ruta que hoy conocemos, cuando las condiciones locales eran 
menos adversas y la región se introducía en la nueva dinámica “neolítica” del 
África Nororiental, y que el equipamiento del que habla el registro arqueológico 
(y al que nos referiremos inmediatamente) no fue otra cosa que la adaptación del 
viejo camino a las nuevas circunstancias ecológicas y políticas del Egipto de fines 
del III milenio a.C.
I
En 19164, John Ball y el Tte. Eric D. Moore exploraban el Sahara Oriental 
cuando dieron con una colina a cuyos pies hallaron centenares de vasijas, muchas 
4 Existe alguna confusión con respecto a la fecha de descubrimiento de John Ball. Algunas veces 
aparece la fecha 1916, otras 1917 (Marsal, 2014: 59), y otras 1918 (Förster y Kuper, 2003: 167). Lo 
cierto es que el propio Ball ha confirmado la primera (Ball, 1927: 122): “Parece muy probable 
que la acumulación de grandes tinajas de barro rotas que descubrí en 1916 en el lugar que llamé 
‘Pottery Hill’ (latitud 24º 26’ 27”, longitud 27º 38’ 54”) sea uno de los vertederos en cuestión”.
8Pastores en la Prehistoria del Sahara egipcio. Una aproximación al origen del Sendero de Abu BallasMARCELO ZULIAN
de ellas completas. Ball llamó al lugar Pottery Hill (“Colina de la Cerámica”). 
Años después, en 1923, Ball regresó al lugar acompañando al príncipe Kemal 
el Din (fig. 1), quien deseaba reconocer tan extraordinario descubrimiento. El 
príncipe aprovechó la ocasión para rebautizar el sitio como Abu Ballas (“Colina 
de la Cerámica” en árabe5).
La mayoría de los recipientes tenía gran similitud con los datados en 
la llamada “Primera Fase Post-incendio”6 (hacia fines del reinado de Pepi II; 
Soukiassian et al., 1990: 356) de Ayn Asil (capital del oasis de Dakhla), lo que 
llevaba su antigüedad a fines del Reino Antiguo (Riemer, 2007: 134), cuando el 
palacio del gobernador local fue incendiado7. Esta datación fue luego confirmada 
por pruebas de radiocarbono efectuadas sobre restos hallados en recipientes de 
los sitios Abu Ballas y Muhattah Jaqub, que arrojaron fechas de entre 2220 y 2160 
a.C. (Förster, 2007b: 6; Clayton et al., 2008: 130). Finalmente, se determinó que 
toda la cerámica podía datarse entre fines del Reino Antiguo y el Primer Período 
Intermedio8.
Aunque el lugar fue visitado en varias ocasiones en los años siguientes, 
Abu Ballas no adquirió su verdadera dimensión hasta que en 1999 el comerciante 
y aventurero alemán Carlo Bergmann, un explorador amateur que llevaba varios 
años recorriendo el desierto a lomo de camello, descubrió que existía una cadena 
de sitios similares que, partiendo del oasis de Dakhla, se internaba en el desierto 
(Kuper y Förster, 2003: 167). Luego, en el año 2000 el propio Bergmann pudo 
confirmar la existencia de veintisiete puestos que, casi en línea recta, comunicaban 
Ayn Asil con el Gilf Kebir, un macizo de unos 15.000 km2 en la actual frontera 
sur-occidental de Egipto (con Sudán y Libia). La ruta cubría una distancia de casi 
5 Autores como Förster traducen Abu Ballas como “Padre de las Jarras” (Förster y Kuper, 2003; 
Förster, 2007a), aunque el propio Kemal el Din ha señalado en 1927 que: “El Dr. Ball llamó a este 
sitio Pottery Hill. Le di el nombre de Abu Ballas, que tiene el mismo significado en árabe” (Kemal 
el Din y Franchet, 1927: 596).
6 Existen algunas dudas acerca del citado incendio. Soukiassian et al. (1990: 356-357) hacen la 
siguiente reflexión: “Se observaron rastros de un violento incendio, inmediatamente seguido de 
reconstrucción, en el recinto sur, en la puerta sur y en el cuarto sur del recinto norte. ¿Es el 
mismo fuego en todas partes? Podemos dudarlo si observamos que afecta al primer nivel de la 
grandísima edificación ubicada en la zona sur del primer recinto, pero sólo al segundo estado del 
edificio este y al estado más desarrollado de las capillas de los gobernadores. Sin embargo, las 
mediciones de datación por termoluminiscencia muestran que, a menos que asuma dos incendios 
cada pocos años, se trata de un solo incendio”.
7 Para una posible relación entre la construcción del Sendero de Abu Ballas y la destrucción del 
palacio, ver Förster (2015: 476).
8 La duración del Primer Período Intermedio no es un asunto que carezca de debate, con un rango 
que va desde los 140 a los 230 años (Brovarski, 1999: 45). Como éste no es, de todas maneras, el 
tema central del trabajo, se adopta un convencional término medio de unos 200 años, tomando 
como base el inicio del Reino Medio en torno al año 2000 a.C. Sobre los problemas de cronología 
del Primer Período Intermedio, ver Seidlmayer (2000).
9Pastores en la Prehistoria del Sahara egipcio. Una aproximación al origen del Sendero de Abu BallasMARCELO ZULIAN
400 kilómetros (uno de los tramos más secos hoy día; Förster, 2015: 19), en la que 
el sitio de Abu Ballas se ubicaba aproximadamente en la mitad. Ya no se trataba 
de un puesto aislado, sino de parte de una bien trazada y organizada ruta (fig. 2)9.
Llamativamente, ninguna pieza de cerámica del Reino Medio ha sido 
hallada en la ruta, y no parece que ésta haya sido empleada nuevamente con 
regularidad sino hasta el Reino Nuevo (Förster, 2007b: 7), a partir de la segunda 
mitad del II milenio a.C., y luego en época romana10.
En 2003 se halló en el sitio Khufu 01/01, aproximadamente a mitad de 
camino entre Dakhla y Abu Ballas, el sello de un rey cuyo nombre no está 
preservado en forma completa. De todas maneras, al estar acompañado por el 
cartucho del rey Redyedef, tiende a adjudicarse a su padre, Keops (Khufu), de la 
IV Dinastía (Förster, 2004: 6-7; 2008: 19-20; De Flers et al., 2007: 52). Este hallazgo 
indicaría que, aunque la construcción de la ruta databa de fines del III milenio 
a.C., el camino sobre el que había sido establecida estaba ya en uso, al menos, 
desde unos 300 años antes11.
II
Hoy la mayoría de los especialistas tienden a coincidir en que el objetivo 
final era el África Subsahariana y sus exóticas riquezas (sobre todo incienso, 
marfil, ébano y pieles; Pöllath, 2009: 95; Hendrickx et al., 2013: 340; Förster,2015: 
21), y que el Sendero de Abu Ballas se había construido como una ruta alternativa 
a otras más cercanas al Nilo12. Sin embargo, ni Bergmann ni quienes continuaron 
su trabajo lograron identificar nuevos puestos de abastecimiento de agua más 
allá del Gilf Kebir, que ha estado seco desde inicios del III milenio a.C., lo que 
aumentó la confusión de los investigadores.
El Gilf Kebir se eleva abruptamente de 200 a 300 metros sobre la llanura 
circundante, alcanzando elevaciones máximas de más de 1000 metros sobre el 
9 Para una ubicación y recorrido general de la ruta, ver Förster (2015: 69-77).
10 Para un análisis detallado de la cerámica y su cronología, ver Förster (2015: 129ss).
11 De hecho, el Sendero de Abu Ballas es la evidencia más antigua del tráfico trans-sahariano hasta 
la fecha (Förster, 2015: 21).
12 La más conocida de las cuales es sin duda la “Ruta de los 40 días”. Esta ruta, que parte de 
Asiut y que tuvo su apogeo durante el Reino Medio (primera mitad del II milenio a.C.), cae 
casi verticalmente hasta el oasis de Selima, en Sudán (Derrien y Gradel, 2015: 40), evitando el 
largo rodeo a que obligaba el Sendero de Abu Ballas. Tan eficiente resulta esta ruta, que aún era 
empleada a comienzos del siglo XX por los primeros viajeros en auto por el desierto. Como el 
período de apogeo del Sendero de Abu Ballas coincidió con el ascenso del poderoso Grupo-C 
(Anderson, 1999: 214) de Nubia (2200-1500 a.C.), se pensó que su tendido había tenido como 
objetivo evitar sus zonas de influencia (Loprieno, 1999: 41). Pero el mismo empleo de la “Ruta de 
los 40 días”, que claramente sí entraba en su zona de influencia, parece desmentir tal posibilidad.
10Pastores en la Prehistoria del Sahara egipcio. Una aproximación al origen del Sendero de Abu BallasMARCELO ZULIAN
nivel del mar. Se trata de una meseta de arenisca con numerosos wadis (cauces 
de ríos secos) de lados empinados que se extienden desde su perímetro hacia el 
interior. En la región se descubrieron concentraciones de artefactos y lugares con 
arte rupestre en algunos de los wadis. La meseta fue avistada por primera vez en 
1925 por el príncipe Kemal el Din en su camino de Kharga a Uweinat, quien le 
dio el nombre pero no registró su tamaño hasta 1926, cuando la expedición del 
príncipe a Sarra pasó cerca y fijó la escarpa oriental de la meseta. La Expedición 
Bagnold de 1930 siguió la misma ruta a lo largo del macizo (Clayton, 1933: 254).
El Gilf Kebir pertenece a las partes arqueológicamente menos conocidas del 
Egipto contemporáneo, y es famoso por su arte rupestre y sus refugios pintados, 
especialmente la llamada “Cueva de los Nadadores”, descubierta en los años 1930 
por el famoso explorador del desierto y espía de la Segunda Guerra Mundial, 
Lásló Almásy (su nombre se deriva del hecho de que las paredes presentan, 
entre otras escenas, muchas pequeñas figuras humanas en actitudes que pueden 
recordar vagamente el acto de nadar), y la cercana “Cueva de las Bestias” (para 
un detalle de ésta, ver Förster et al., 2012; Förster, 2013b), descubierta solo en 2001 
(Bartá, 2014: 189).
Un poco más al suroeste (unos 200 kilómetros), sin embargo, existe otra 
elevación natural de unos 2300 km2 llamada Gebel Uweinat, que también pudo 
ser un objetivo, sobre todo si se tiene en cuenta que su nombre significa, en árabe, 
“pequeñas fuentes de agua”. Pero tampoco allí se han encontrado evidencias 
de presencia egipcia contemporánea con el uso del sendero13. El Gebel Uweinat 
se eleva a 1100 metros sobre la llanura circundante, alcanzando una altura de 
1900 metros sobre el nivel del mar. También es diseccionado por los principales 
wadis a lo largo de cuyos bordes se han hallado refugios con pinturas. No se 
han reportado concentraciones de artefactos para los wadis de Gebel Uweinat 
(McHugh, 1974a: 237).
En la actualidad, el área de Gilf Kebir-Gebel Uweinat recibe sólo lluvias 
esporádicas, pero éstas se absorben y permiten almacenar suficiente humedad en 
las formaciones rocosas y los lechos de los wadis como para soportar una vegetación 
consistente en pastos, melones y, en algunos lugares, acacias (McHugh, 1974a: 
237). Los restos de fauna de grandes mamíferos presentes en Gebel Uweinat 
y Gilf Kebir son muy limitados. En Gebel Uweinat sólo se registran carneros 
de Berbería (Ammo tragus lervia) y gacelas (Gazella dorcas, G. leptoceros), aunque 
13 Es interesante señalar que el señor W. J. Harding King, uno de los exploradores que recorrió 
esos caminos en los años 1920, creía que, como no era posible alcanzar Gebel Uweinat desde 
Dakhla sin abastecimiento alguno de agua, debía haber un oasis perdido en algún lugar a unos 
10 días de Dakhla a lomo de camello (Harding King, 1928: 246). En su época, muchos creían que 
se trataba del perdido oasis de Zerzura, uno de los mitos de la región.
11Pastores en la Prehistoria del Sahara egipcio. Una aproximación al origen del Sendero de Abu BallasMARCELO ZULIAN
todavía en 1968-69 una familia Tubu14 con unas sesenta cabras, doce dromedarios 
y una docena de burros semisalvajes vivía allí (Gautier, 1982: 336). En el Gilf Kebir, 
por su parte, apenas se ha registrado en las últimas décadas la presencia de algún 
carnero de Berbería (Hendrickx et al., 2009: 190), aunque en 1938 Bagnold dice 
haber visto muchos ejemplares (a los que llama waddan) en Karkur Tahl, cuando 
por entonces se decía que estos animales estaban extintos en la región (Bagnold, 
1939: 286). Estos datos indicarían que las extremas condiciones no impiden la 
existencia de alguna vida de tanto en tanto, pero aun así ni el Gilf Kebir ni el 
Gebel Uweinat han entregado evidencia alguna sobre cuáles fueron los motivos 
para construir y mantener una ruta que parecía acabar en sus inmediaciones, 
lejos de cualquier fuente de riqueza15.
Por otra parte, sin embargo, más allá del Gilf Kebir se han detectado 
lugares, como Enneri Bardagué y Adrar Bous, que, entre ca. 5500 y 4500 a.C., 
parecen haber alcanzado gran prosperidad gracias a la cría de ganado vacuno 
(Marshall y Hildebrand, 2002: fig. 2). Asimismo, son muchas las evidencias de 
una actividad similar en el Ennedi y el Tibesti, en Chad, entre ca. 4000 y 1500 a.C.
III
La prehistoria del oasis de Dakhla puede dividirse en tres etapas culturales16: 
la cultura Masara (ca. 7200-6500 a.C.), la cultura Bashendi (ca. 5700-3250 a.C.), y 
la cultura Sheikh Muftah, contemporánea del Predinástico y del Reino Antiguo 
egipcios17. Además, la cultura Bashendi puede dividirse en dos fases bastante 
14 El pueblo Tubu habita una amplia región cuyos vértices pueden ubicarse en el lago Chad al 
suroeste, el Tibesti al oeste, el Ennedi al este, y precisamente el Gilf Kebir/Gebel Uweinat al 
noreste. Se trata de nómadas criadores de animales, y no sería difícil que se trate de los herederos 
(al menos culturales) de los antiguos habitantes del desierto egipcio del suroeste (Baroin, 1986).
15 La expedición que dejara la inscripción adjudicada a Keops mencionada antes aparentemente 
había sido enviada a aquellas regiones, encabezada por los “supervisores de reclutas”, Iymery 
y Beby, en busca de “mefat”, probablemente un material para hacer pinturas (Kuhlmann, 2005). 
Pero no es el único registro. Según Kuper y Förster (2003: 26): “Otra inscripción más corta registra 
que Beby había estado en el sitio (sin Iymery) dos años antes, liderando un regimiento (hasta 200 
hombres) por la misma razón: para ‘producir todo tipo de mefat’”. Ver también Berger (2012).
16 Esta cronología sigue la formulada por Mary McDonald (1999: 268). Ver asimismo McDonald 
(2019).
17 Aunque la idea requiere de mayor investigación, creo que lo que conocemos como cultura Sheikh 
Muftah fue producto de la interacción entre poblaciones originarias del oasis y del desierto y las 
poblaciones nilóticas. Anna Boozer (2015: 8) cree que las excavaciones realizadas en Dakhla desde 
fines de la década de 1990 muestran una mezcla entre la cultura indígena Sheikh Muftah y los 
egipcios migrantes del valle del Nilo. Stan Hendrickxet al. (2013: 341), por otra parte, recuerdan 
que en el Sendero de Abu Ballas fueron hallados restos de cerámica Sheikh Muftah, algunas veces 
en combinación con cerámica egipcia de fines del Reino Antiguo. Y Mary McDonald et al. (2001: 
12Pastores en la Prehistoria del Sahara egipcio. Una aproximación al origen del Sendero de Abu BallasMARCELO ZULIAN
distintivas con base, sobre todo, en el modelo de subsistencia: Bashendi A (ca. 
5700-4550 a.C.), basado en la caza y la recolección, y Bashendi B (ca. 4550-3250 
a.C.), basado en la cría de animales, especialmente reses.
Aunque se supone que para cuando inició la etapa Bashendi el ganado 
vacuno ya se conocía en la región, lo cierto es que todos los huesos de animales 
identificados son de especies silvestres. Los sitios de la fase Bashendi A se 
caracterizan por la dispersión de hogares y artefactos a lo largo de playas18 con 
una exuberante vegetación. Los artefactos incluyen cuchillos finos bifaciales, 
puntas de flecha de diferentes formas, piedras de moler y cáscaras de huevos 
de avestruz. La cerámica es escasa en los sitios Bashendi A, y ningún recipiente 
completo ha sido recobrado (Warfe, 2003: 181). También se descubrieron unas 200 
estructuras con anillos de piedra en la cresta adyacente a la cuenca grande, que 
presentan fechas de finales de esta fase (McDonald, 1999: 268). De esta forma, 
los grupos Bashendi A parecen haber sido sobre todo cazadores-recolectores 
nómadas o semi-sedentarios (Warfe, 2003: 179).
Por su parte, la mayoría de los sitios Bashendi B están ubicados en el borde 
de las playas o cerca de la base del oasis, lo que tiende a sugerir un oasis escaso 
(Warfe, 2003: 182). Los artefactos característicos incluyen cuchillos, puntas de 
flecha, hojas de piedra, pequeñas hachas pulidas, cuentas de amazonita, y pulseras 
y collares de conchas marinas, lo que indicaría contactos a largas distancias. La 
fauna se compone principalmente de ganado vacuno y caprino, implicando 
una dependencia de los animales domésticos. Como es escasa la evidencia de 
sedentarismo, se presume una existencia fundamentalmente nómada19.
La secuencia Bashendi bien podría representar la respuesta humana al 
proceso de desertización del Sahara, cuando muchos de los animales salvajes 
que habían sido objeto de los cazadores Bashendi A –probablemente jirafas, 
hipopótamos, ñus y gacelas, entre otros– habían emigrado hacia el sur, obligando 
a los habitantes de la región a asegurarse el alimento a través de la domesticación, 
dando inicio a la fase B, y, como dice Chandler (2006: 5), poniendo en marcha la 
“revolución neolítica del desierto occidental”.
La prehistoria del Gilf Kebir, por su parte, ha sido dividida culturalmente 
también en cuatro etapas, bastante similares a las de Dakhla20: Gilf A (ca. 8300-
4) hacen notar que la propia cultura Sheikh Muftah desapareció casi al mismo tiempo que llegaba 
a su fin el Reino Antiguo.
18 Una “playa” es el fondo plano de una cuenca desértica sin drenaje, a menudo restos de un lago 
poco profundo.
19 Aunque este esquema cronológico se establece específicamente para el oasis de Dakhla, las 
tipologías que lo definen se pueden rastrear en buena parte del desierto egipcio suroccidental, 
indicando la existencia de una serie de prácticas comunes a todos los habitantes de la región.
20 Las cifras se basan en Gehlen et al. (2002) y Pöllath (2009: fig. 1).
13Pastores en la Prehistoria del Sahara egipcio. Una aproximación al origen del Sendero de Abu BallasMARCELO ZULIAN
6800 a.C.), Gilf B (ca. 6500-4300 a.C.), Gilf C (ca. 4300-3500 a.C.), y Gilf D (ca. 3300-
2700 a.C.). Es muy poco lo que sabemos sobre la cultura Gilf A, aunque la caza 
debe haber sido fundamental. Linstädter y Kröpelin (2004: 766) equiparan estos 
períodos al Epipaleolítico o Neolítico Temprano, al Neolítico Medio, al Neolítico 
Tardío, y al Neolítico Final, respectivamente.
La evidencia material es mucho menor que en Dakhla, y prácticamente 
no existe para la primera etapa. Por otro lado, la gran cantidad de huesos de 
animales salvajes hallados en los sitios Gilf B indica claramente que la caza era 
el principal sustento de las poblaciones, aunque el hallazgo de piedras de moler 
permite suponer también cierto uso de cereales silvestres (Gehlen et al., 2002: 
105). Los primeros restos de ovicápridos y de ganado vacuno se registran en la 
etapa Gilf C, durante la segunda mitad del V milenio a.C. Parece existir un vacío 
entre el 3500 a.C., cuando las características de la etapa Gilf C desaparecen, y 
el 3300 a.C., cuando se evidencia la aparición de un nuevo desarrollo cultural, 
llamado Gilf D, que finalizó en torno al 2700 a.C., cuando el Gilf Kebir se quedó 
sin fuentes de agua permanente, y fue definitivamente abandonado. Quizá la 
interrupción entre 3500 y 3300 a.C. se debió a un momento de particular sequedad 
que preanunciaba el final. Las dificultades propias de la etapa –tal vez una 
ocupación irregular– casi no han conservado restos, habiéndose hallado apenas 
unos pocos de lo que parecen ser grandes animales (Gehlen et al., 2002: 108), muy 
probablemente ganado vacuno.
IV
En 1974, William P. McHugh publicó una secuencia cronológica para 
las pinturas rupestres de la región Gilf Kebir-Gebel Uweinat basada en la 
mejor conocida secuencia del Ennedi, en Chad Oriental, aunque sin asignarle 
fechas absolutas. Esta secuencia es la siguiente: 1º etapa: imágenes de especies 
nativas, hombres armados y perros; 2º etapa: imágenes de especies nativas y 
muy raramente ganado; 3º etapa: imágenes de ganado, a menudo con pieles 
decoradas; 4º etapa: pinturas dominadas por escenas de ganado (a menudo con 
ubres visibles y pieles moteadas, con manchas negras y blancas), arqueros y otras 
figuras masculinas, unas pocas mujeres y niños, escenas domésticas (estructuras 
parecidas a refugios y elementos utilitarios), y muy raramente animales salvajes 
y perros (McHugh, 1974b: 12).
Luego, en 1982 y basándose en los trabajos de exploradores y especialistas 
que estudiaron el lugar desde los años 1930, McHugh estableció una secuencia 
cultural para la región del Gilf Kebir-Gebel Uweinat durante el Holoceno Medio 
14Pastores en la Prehistoria del Sahara egipcio. Una aproximación al origen del Sendero de Abu BallasMARCELO ZULIAN
y Tardío21 (ca. 7000-3500 a. C.). En su opinión, durante el Holoceno Medio (ca. 
7000-5300 a.C.), la región fue colonizada por pequeños grupos dispersos de 
cazadores-recolectores nómadas, quienes se establecieron sobre todo en el área 
de Uweinat, donde cazaban jirafas, órices, gacelas, ovejas salvajes y avestruces. 
Para ello utilizaban perros, palos, trampas de rueda, lazos y, tal vez, arco y flecha 
(McHugh, 1982: 328).
Para el Holoceno Tardío (5300-3500 a.C.), por otra parte, McHugh estableció 
cuatro etapas. Durante la primera, a la que llama Inicial, se habría producido 
la aparición en la región del ganado vacuno, aunque todavía debía tratarse de 
especies salvajes. En la fase Media, el ganado vacuno, ya domesticado, se habría 
vuelto dominante. Durante la fase Tardía, aunque el ganado vacuno todavía es 
dominante en las imágenes, también son abundantes las escenas en las que las 
personas son representadas en escenas sociales, incluidas escenas de combate. 
Finalmente, en la última fase, se produce la aparición de las cabras (McHugh, 
1982: 328-329).
Asimismo, McHugh analizó los patrones de migración de cuatro pueblos 
pastores de África: los Baggara Humr del sur de Kordofan, Sudán, los Wodaabe 
Fulani de Bornu, noreste de Nigeria, los Jie del noreste de Uganda, y los Turkana 
del noreste de Kenia. Es interesante señalar que el modelo de subsistencia al 
que nos referíamos antes como “Neolítico Pastoral” tiene en la región del lago 
Turkana uno de sus ejemplos mejor documentados (Sitios de GaJi 4 y GaJi 2). 
Allí, la cerámica Nderit se asocia con un conjunto de fauna que incluye ovejas 
y cabras, ganado vacuno, animales salvajes y peces (Marshall, 1990: 874). 
Desgraciadamente, no se conoce bien el patrónde movimientos de los Turkana, 
aunque se cree que puede ser de unos 360 a 570 kilómetros, con un área total de 
unos 67.000 km2, y sus animales suelen pasar unos nueve meses aprovechando 
los pastos de montaña (McHugh, 1974a: 239).
Luego, en 2006, Rudolph Kuper y Stefan Kröpelin dividieron el Holoceno 
de la región suroccidental egipcia en cuatro fases con base en las condiciones 
ecológicas y el proceso de desertización del Sahara. Cada período fue caracterizado 
según la respuesta humana de subsistencia frente al cambio climático. Estas fases 
se corresponden, aproximadamente, con las cronologías de Dakhla y del Gilf 
Kebir.
Como se puede observar en la tabla 1, aproximadamente entre mediados 
del V milenio y mediados del IV milenio a.C., tanto Dakhla como el Gilf Kebir 
(Fases Bashendi B y Gilf C) parecen haber compartido una misma dinámica de 
subsistencia: el pastoreo. Este momento también parece ser coincidente con la 
transición, según el análisis pictográfico de McHugh (1974b; 1982), de pastores 
21 En esta parte se adopta la cronología de Pöllath (2009: 80), en lugar de la que da McHugh.
15Pastores en la Prehistoria del Sahara egipcio. Una aproximación al origen del Sendero de Abu BallasMARCELO ZULIAN
nómadas a pastores estacionales en el Sahara meridional (Ennedi/Gilf Kebir), 
con motivos tales como imágenes de ganado, a menudo con pieles decoradas 
y/o moteadas, con manchas negras y blancas, y ubres visibles, arqueros y otras 
figuras masculinas, unas pocas mujeres y niños, escenas domésticas en estructuras 
parecidas a refugios, y elementos utilitarios.
Y siguiendo con el análisis de McHugh, si comparamos la población de 
Dakhla del Bashendi B con los Turkana podemos observar, como se ve en la tabla 
2, que ambos pueblos enfrentan condiciones ecológicas parecidas: promedio 
de lluvia anual, topografía y dedicación casi exclusiva al pastoreo de ganado 
vacuno (los Turkana poseen otros tipos de ganado, pero los mantienen apartados 
del vacuno, y quizá lo mismo ocurría con los Bashendi, que aparentemente sólo 
movían a este último). El área de movimiento también es similar si tomamos 
conjuntamente al Gilf Kebir y al Gebel Uweinat (unos 55.000 km2).
Por lo tanto, sería posible afirmar que hacia fines del V milenio o inicios 
del IV milenio a.C., la región meridional del Sahara egipcio atravesaba una etapa 
de creciente desertización, cría de ganado vacuno en el nivel de subsistencia (la 
cantidad de restos óseos no parece justificar una cría destinada al intercambio o 
al comercio), y la emergencia de un nomadismo estacional que pudo motivar la 
creación de una ruta entre Dakhla y el Gilf Kebir-Gebel Uweinat en el marco de un 
circuito de pastoreo. Que por el Sendero de Abu Ballas es posible traficar ganado 
parece confirmarlo la inscripción en la que se observa a un ternero tomando leche 
de su madre (fig. 3).
Como nada indica en esta etapa la presencia estable de una población 
autóctona en el Gilf Kebir o en el Gebel Uweinat22, mientras que Dakhla parece 
haber contado ininterrumpidamente con habitantes desde al menos el período 
Masara (ca. 7200 a.C.), lo más probable es que se tratara de habitantes de Dakhla 
que movían su ganado a las alturas del Gilf Kebir/Gebel Uweinat. De cualquier 
manera, no importa el sentido del movimiento para explicar la existencia del 
Sendero de Abu Ballas.
22 Cabe, de todas maneras, mencionar que en el Gilf Kebir se observaron círculos construidos con 
una sola fila de piedras planas, y de un metro o metro y medio de diámetro, en tres locaciones. 
También se encontraron círculos similares en la cima de una colina aislada a unos 40 kilómetros al 
noreste de la parte sur del Gilf Kebir. No se pudo asignar un propósito obvio a estas construcciones. 
Aún menos explicables son ciertas líneas irregulares de piedras dispuestas en la superficie de la 
meseta. Tal vez estén relacionadas con las muchas vías bien definidas que se adivinan sobre la 
meseta, y podrían indicar límites de algún tipo. Peel y Bagnold, que observaron estas rarezas 
en un viaje en 1938, tuvieron la impresión general de que la meseta “había sido visitada con 
frecuencia, si no habitada, hasta los tiempos neolíticos” (Peel y Bagnold, 1939: 293).
16Pastores en la Prehistoria del Sahara egipcio. Una aproximación al origen del Sendero de Abu BallasMARCELO ZULIAN
Conclusión
Está claro que no existe ninguna evidencia de que el ganado de Dakhla 
fuera el mismo que el del Gilf Kebir/Gebel Uweinat, pero dadas las etapas 
coincidentes entre uno y otro lugar, y el hecho de que ni el Gilf Kebir ni el Gebel 
Uweinat parecen haber contado con población local permanente –y aun así es 
evidente alguna presencia de ganado vacuno, ya sea en las pinturas rupestres 
o en el registro óseo–, no parece haber otra explicación que un movimiento de 
pastoreo entre un sitio y otro, aclarando de este modo el misterio de la escasez de 
evidencia material de ganado vacuno a la que nos referíamos unas páginas atrás: 
si la región de Gilf Kebir/Gebel Uweinat sólo era un área de pastoreo estacional, 
entonces no habría razón para que los restos óseos abundaran.
Y si este pastoreo estacional entre Dakhla y Gilf Kebir/Gebel Uweinat 
fue el caso, el histórico Sendero de Abu Ballas habría sido la ruta más directa. 
Incluso es posible que algún movimiento se extendiera hasta el Ennedi u otro 
lugar más al sur23, sobre todo para adquirir animales. Además, sigue vigente 
la posibilidad, seguramente prioritaria a partir del Predinástico egipcio, de 
mantener rutas alternativas hacia el África subsahariana. En este último sentido, 
resulta interesante que el explorador británico R. A. Bagnold haya señalado, en 
1939, que “con mucho, la mejor ruta al Gebel Uweinat desde el Nilo es a través 
de Selima” (1939: 285). Selima era el final de la “Ruta de los 40 Días”, lo cual 
podría indicar que, al menos uno de los objetivos del Sendero de Abu Ballas, 
era realizar el camino inverso (Dakhla-Uweinat-Selima) para evitar quizá zonas 
problemáticas a finales del Reino Antiguo/Primer Período Intermedio, que es la 
época en la que el sendero fue organizado con puestos de abastecimiento.
En resumen, es probable que el Sendero de Abu Ballas de fines del Reino 
Antiguo egipcio se estableciera sobre la base de una ruta bien conocida por los 
pastores neolíticos de la región.
23 Aunque el Ennedi parece la opción más lógica, por estar más cerca, es interesante la opinión 
de McHugh a favor del Tibesti, por sus similitudes con el área Gilf Kebir-Gebel Uweinat: “una 
cadena de macizos menores que podrían haber servido como ‘estaciones’ en la migración de los 
pastores de ganado. Estas formaciones elevadas podrían haber proporcionado los refugios tan 
necesarios para el ganado durante la estación seca” (McHugh, 1974a: 242-243).
17Pastores en la Prehistoria del Sahara egipcio. Una aproximación al origen del Sendero de Abu BallasMARCELO ZULIAN
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Tablas
Cronología del Holoceno Cronología de Dakhla Cronología del Gilf Kebir
Reocupación 
(8500-7000 a.C.)
Húmedo inicial
Sin datos24
Gilf A 
(8300-6500 a.C.)
Cazadores
Formación 
(7000-5300 a.C.)
Húmedo final
Masara 
(7200-6500 a.C.)
Cazadores-recolectores Gilf B 
(6500-4300 a.C.)
Cazadores
Regionalización 
(5300-3500 a.C.)
Pastores
Bashendi A 
(5700-4550 a.C.)
Cazadores
Bashendi B 
(4550-3200 a.C.)
Pastores
Gilf C 
(4300-3500 a.C.)
Pastores
Marginalización 
(3500-1500 a.C.)
Despoblamiento
Sheikh Muftah
(3500-2000 a.C.)
Pastores / agricultores
Gilf D 
(3300-2700 a.C.)
¿Pastores?
Tabla 1. Cronologías del Holoceno, de Dakhla y del Gilf Kebir seguidas en este trabajo.
24 Según Kleindienst et al. (2008: tabla 1), hay un vacío entre la cultura Masara y la cultura previa, 
Sheikh Mabruk, pero según McDonald et al. (2006: fig. 2) –incluida Maxine Kleindienst–, este 
vacío no existe.
22Pastores en la Prehistoria del Sahara egipcio. Una aproximación al origen del Sendero de Abu BallasMARCELO ZULIAN
Pueblos Turkana Dakhla
Ubicación N 2º-5º S 34º-36º N 24º-26º S 28º-29º
Elevación 350-1200 m 150-500 m
Topografía
Planicies, colinas, 
montañas
Planicies, playas, 
colinas
Lluvias anuales 150-600 mm 150-600 mm
Desierto 15%
¿80-90%?Semi-desiertos 25%
Sabana seca 50%
Inundación estacional -- --
Colinas con pastos 10% ¿10-20%?
Predominio del pastoreo Sí Sí
Agricultura ausente o 
sin importancia
Sí Sí
Caza ¿? Un poco
Tabla 2. Cuadro comparativo de condiciones ecológicas entre los Turkana y Dakhla.
23Pastores en la Prehistoria del Sahara egipcio. Una aproximación al origen del Sendero de Abu BallasMARCELO ZULIAN
Imágenes
Fig. 1. El príncipe Kemal el Din en Pottery Hill, marzo de 1923. Foto por John Ball. (Förster, 2013a: fig. 4).
Fig. 2. Sendero de Abu Ballas (Förster, 2013a: 298).
24Pastores en la Prehistoria del Sahara egipcio. Una aproximación al origen del Sendero de Abu BallasMARCELO ZULIAN
Fig. 3. Grabado de una vaca y su ternero en el Sendero de Abu Ballas (Förster, 2007b: 24).
25
¿Un sinecismo avant la lettre? 
El surgimiento de las primeras ciudades en Palestina 
(ca. 3400-2400 a.C.)
Pablo Jaruf
Universidad de Buenos Aires
Universidad Nacional de Luján
ISP Joaquín V. González
Introducción
A fines del IV milenio a.C. surgieron las primeras ciudades en Palestina 
(fig. 1). Se trataba de asentamientos fortificados en cuyo interior se agrupaban 
viviendas separadas por calles y plazas. Algunos de ellos contaban con grandes 
edificios, posiblemente templos o palacios, y con complejos dedicados a la 
producción y al almacenamiento. Los más grandes no superaban las 30 ha, razón 
por la cual hay quienes prefieren considerarlos poblados amurallados antes que 
ciudades propiamente dichas1 (p. ej., Savage et al., 2007; Chesson, 2015; Chesson y 
Philip, 2003). En lo que respecta a la cronología, este fenómeno se solía restringir a 
la Edad del Bronce Antiguo (BA) II-III, aunque ahora se estima que debe incluirse 
también el BA IB, por lo que este primer urbanismo se extendería, entonces, desde 
3400 hasta 2400 a.C. aproximadamente2.
Se han propuesto distintas teorías para explicar el surgimiento de 
este tipo de asentamientos, la mayoría de ellas inspiradas en el modelo de la 
revolución urbana (Childe, 1950; Buccellati, 1977). Según este enfoque, las 
ciudades palestinas reproducían en menor escala las mismas características que 
las mesopotámicas, cuyo origen se debía al establecimiento de especialistas a 
tiempo completo en lugares donde un grupo encargado de la administración 
de un sistema centralizado de producción agrícola podía generar suficiente 
excedente como para mantener un personal dependiente (p. ej., Kempinski, 1978; 
Ben-Tor, 1992: 81-125; Mazar, 1992: 91-150). En el caso particular de Palestina, 
además, se ha destacado la posición estratégica de estos asentamientos en las 
1 En un trabajo anterior hemos propuesto que una mejor manera de conceptualizarlos es como 
asentamientos urbanos, término que aquí adoptamos como sinónimo de ciudad (Jaruf, 2019). 
Con respecto a la cuestión del tamaño, es menester destacar el sitio de ‘En Esur/Assawir, el cual 
parece haber llegado a las 65 ha en el BA I (Elad y Paz, 2018).
2 Las fechas corresponden a Greenberg (2019), pero las relativas al BA I fueron revisadas a partir 
de Milevski et al. (2019).
26¿Un sinecismo avant la lettre? El surgimiento de las primeras ciudades en Palestina (ca. 3400-2400 a.C.)PABLO JARUF
rutas de intercambio tanto local (p. ej., Milevski, 2011) como interregional (p. ej., 
Greenberg y Palumbi, 2015).
Ahora bien, en los últimos años viene ganando lugar otro enfoque según 
el cual elsurgimiento de estas ciudades habría sido resultado de un proceso 
semejante al sinecismo, es decir, de una integración de oîkoi o households que, de 
estar aislados en el territorio, pasaron a agruparse en un mismo lugar. Estas teorías 
sostienen que los nuevos poblados conservaban todavía una estructura social 
basada en dichas unidades por lo que, para caracterizar a estas agregaciones, 
emplean conceptos tales como corporate village o house society, los cuales destacan 
justamente el carácter segmentario de las mismas (p. ej., Philip, 2001: 165-166; 
Chesson, 2003). Desde este punto de vista, a diferencia del modelo de la revolución 
urbana, la administración de los recursos seguiría estando a cargo de cada uno 
de los oîkoi o households, y estos asentamientos, en lugar de ser los centros de una 
clase dirigente y de un artesanado especializado, serían simplemente el espacio 
común de poblaciones que en esencia seguían siendo rurales (p. ej., Schloen, 
2001: 194-200).
Nuestro objetivo es ponderar la pertinencia de este último enfoque y de 
los conceptos de sinecismo y de oîkos/household para explicar el surgimiento de 
las primeras ciudades en Palestina. Para esto, primero, revisamos la postulación 
original de dichas ideas y su aplicación en el análisis del fenómeno del urbanismo 
temprano; segundo, damos cuenta muy brevemente de la evidencia disponible, 
considerando también aquella información que podemos inferir a partir de los 
documentos de Ebla –los escritos más cercanos en tiempo y espacio a nuestro 
caso de estudio–; y, por último, con base en lo anterior, destacamos las ventajas y 
limitaciones del modelo en cuestión.
Del sinecismo a los sinecismos
La palabra sinecismo o synoikismós proviene de Grecia antigua y refiere al 
proceso mediante el cual grupos humanos separados se unían de manera gradual 
en una misma comunidad (p. ej., Demand, 1990; Cavanagh, 1991; Hansen, 1995; 
Davies, 1997). Aunque algunos lo emplean para explicar el surgimiento de las 
ciudades, este concepto, en realidad, remite al origen de la pólis, esto es, a un tipo 
de estructura política específica que, si bien suele contar con un asentamiento 
urbano, el asty, incluye también el espacio rural, la chora. En efecto, si bien el 
sinecismo puede implicar una unión física, en realidad remite a una congregación 
política. De esto resulta la enorme disparidad en el tamaño y características del 
asty, al punto que algunas póleis no contaban con ningún asentamiento urbano 
propiamente dicho (Ducrey, 1995).
27¿Un sinecismo avant la lettre? El surgimiento de las primeras ciudades en Palestina (ca. 3400-2400 a.C.)PABLO JARUF
Sinecismo significa etimológicamente la agregación de oîkoi, estos últimos 
comúnmente traducidos al inglés como household3. En general, con estos términos 
se refiere a grandes unidades compuestas por bienes muebles e inmuebles y un 
personal dependiente. Sin embargo, conviene remarcar que la formación de la 
pólis incluye una estructura intermedia anterior, la aldea o kóme (Gallego, 2017: 
132-136), la cual no suele figurar en los estudios que aplican estos modelos a otros 
escenarios históricos.
Un ejemplo reciente lo provee Domenici (2018: 48-49), quien sostiene que 
la gran conurbación de Teotihuacán habría sido resultado de un sinecismo, lo cual 
explicaría la organización del asentamiento en barrios claramente diferenciados. 
A su modo de ver, estos últimos constituirían la sede de organizaciones 
sociales en parte urbanas y en parte rurales, las cuales conservaban una relativa 
autonomía, lo que otorgaba un carácter segmentario a toda la estructura política. 
Para lo anterior se basa en el planteo de Blanton y colegas (1996), quienes han 
sugerido que en Mesoamérica coexistieron dos estrategias políticas, una de tipo 
exclusivista o de red (network), la cual se basaba en el control monopólico de los 
recursos materiales y de las fuentes de poder, y otra de tipo corporativo (corporate) 
donde, al contrario, los recursos y las fuentes eran controlados por diferentes 
grupos sin cuya colaboración era imposible gobernar. Según estos autores, la 
fundación y el rápido crecimiento de asentamientos como Monte Albán serían 
también resultado de un sinecismo, tanto físico como político, en el cual grupos 
federados habrían establecido un nuevo centro común ubicado en un espacio 
político neutral (Blanton et al., 1999: 62-66).
Este tipo de planteos fue aplicado al estudio de las ciudades de Mesopotamia, 
particularmente por Stone (2005), quien considera a los centros urbanos como el 
nucleamiento voluntario de pequeñas entidades sociopolíticas antes dispersas. A 
su modo de ver, estas unidades serían households, las cuales constituirían entonces 
la unidad básica de organización de tales asentamientos, postura adelantada 
décadas antes por Gelb (1979) en sus estudios sobre los documentos cuneiformes. 
Estas conurbaciones y la institucionalización de grandes households –templos y 
palacios–, entonces, tendrían como objetivo producir y administrar de forma más 
eficiente los recursos disponibles para un beneficio común, al punto que, cuando 
las cosas parecían complicarse, las personas podían abandonar los asentamientos 
“votando con sus pies” (Stone, 2005: 152).
De la misma manera, Fleisher (2010), en su análisis sobre la formación de 
las ciudades suajili en la costa de África oriental, entre 750 y 1500 d.C., sostiene 
que éstas fueron resultado, no de la colonización de mercaderes árabes –como 
se creía anteriormente– sino del movimiento de poblaciones desde pequeños 
3 Sobre la traducción de los términos oîkos y household al castellano, véase el siguiente apartado. 
28¿Un sinecismo avant la lettre? El surgimiento de las primeras ciudades en Palestina (ca. 3400-2400 a.C.)PABLO JARUF
asentamientos rurales hacia unos pocos núcleos costeros, proceso que también 
llama sinecismo. Si bien en su fundamentación teórica remite a trabajos sobre 
Grecia arcaica y los ya mencionados acerca de Mesoamérica, refiere también 
al urbanista Soja, quien ofrece una definición más amplia y, por eso, menos 
específica, sobre tal concepto. Este autor sostiene que ya desde los primeros 
asentamientos neolíticos existía un estímulo hacia la aglomeración que empujaba 
al agrupamiento voluntario de personas (Soja, 2008 [2000]: 41-46). A su modo de 
ver, el sinecismo es una “fuerza activa y motriz… (que) supone la formación de 
una red regional de asentamientos nucleados y anidados de modo jerárquico, 
capaces de generar innovación, crecimiento y desarrollo social (así como también 
individual), desde el interior de su dominio territorial definido” (Soja, 2008 
[2000]: 43). Vemos así, entonces, cómo esta idea de sinecismo se ha ampliado de 
tal manera que podría ser aplicada casi a cualquier proceso de urbanización.
En lo que respecta a las primeras ciudades palestinas, planteos semejantes 
han venido ganando espacio fundamentalmente por dos razones. Primero, por el 
pequeño tamaño de estos asentamientos, de unas pocas hectáreas, por sus escasos 
indicios sobre desigualdad social y por el predominio de un ethos colectivo, como 
parece mostrar la cultura material y las evidencias mortuorias (p. ej., Ilan, 2002; 
Ashkenazi, 2019; Greenberg, 2019: 71-95). Como decíamos, esto llevó a hablar 
de poblados (towns) en lugar de ciudades propiamente dichas (cities), al punto 
que algunos, en lugar de urbanismo, prefieren hablar de “pobladismo” (townism 
[sic]) (Chesson, 2019: 178). Segundo, por su ubicación geográfica, pues no sólo se 
trata de una región mediterránea, cercana a los asentamientos urbanos costeros 
donde luego estuvieron las ciudades fenicias y helénicas, bases del modelo de la 
pólis, sino también porque su contexto ambiental es muy distinto de las llanuras 
inundables de Mesopotamia (p. ej., Chesson y Philip, 2003). La visión más clara 
al respecto la ofrece Schloen, quien considera que la mejor analogía son las agro-
town de Sardinia, Sicilia, y de partes de España, las cuales se trataban de “grandesaldeas con mil habitantes como mucho, de los cuales la mayoría eran campesinos 
que viajaban cada día desde los campos o huertos de los alrededores” (Schloen, 
2001: 198).
Sobre el origen de estos asentamientos, contamos con un estudio de Falconer 
y Savage (1995) donde destacan que la primera urbanización de Palestina había 
implicado una marcada disminución en la cantidad de asentamientos rurales4. 
Recientemente, de Miroschedji (2018) ha comparado explícitamente este fenómeno 
con las póleis helénicas, sugiriendo que: “este proceso de rápida concentración de 
población en un reducido número de asentamientos corresponde a un modo de 
4 Este proceso de disminución de asentamientos rurales ha sido señalado también, por ejemplo, 
en de Miroschedji (2000), Nigro (2013) y Gophna y Paz (2014).
29¿Un sinecismo avant la lettre? El surgimiento de las primeras ciudades en Palestina (ca. 3400-2400 a.C.)PABLO JARUF
formación urbana conocido en Grecia antigua como ‘sinecismo’” (de Miroschedji, 
2018: 110). Llegados a este punto, entonces, es necesario preguntarnos si lo que se 
había concentrado en Palestina habían sido agrupamientos sociales semejantes al 
oîkos/household, lo que nos obliga a profundizar en esta última cuestión.
Las mil y una caras del household
La palabra sinecismo, como dijimos, está formada por la palabra oîkos, 
la cual se suele traducir al inglés como household. Esta última no tiene un 
equivalente directo en la lengua castellana y en la bibliografía especializada 
no existen coincidencias sobre su correcta traducción. Una posibilidad que se 
utiliza de manera extendida es la de “unidad doméstica”5. Sin embargo, no todos 
comparten esta opinión. Entre las distintas traducciones podemos encontrar “casa 
familiar extendida” (Pfoh, 2009: 137), “casa solariega” (Pfoh, 2014: 30), “hacienda” 
(Liverani, 2014a [2013]: 3946), “fundo” o “chacra” (Gandulla, comunicación 
personal).
Estas divergencias se complican si consideramos que en los estudios se 
entremezclan tres usos distintos del concepto. Por un lado, están aquellos que 
respetan el significado original del inglés household, que refiere a cualquier 
organización doméstica y está fuertemente ligado a la familia. Por otro lado, 
están quienes se basan en los estudios clásicos y por lo tanto remiten al oîkos 
griego, el cual consiste en una entidad amplia y compleja que incluía no-
residentes, además de los bienes muebles e inmuebles, todo lo cual formaba 
una gran unidad económica autosuficiente. Por último, están los que remiten 
al modelo antropológico de sociétés à maison o house society, el cual se basa en 
estudios etnográficos contemporáneos realizados por Lévi-Strauss (1981 [1979]).
El primer uso predomina en los arqueólogos de habla inglesa (p. ej., 
Blanton, 1994; Albertz y Schmitt, 2012; Parker y Foster, 2012). Por ejemplo, para 
Jongsma y Greenfield (2003) –quienes a su vez se basan en el trabajo arqueológico 
de Flannery (1976) sobre las aldeas mesoamericanas– el household “consiste en un 
grupo de personas que interactúan y desarrollan ciertas actividades en una misma 
residencia”, “comparten un comportamiento económico doméstico básico”, por 
lo que “representan la unidad económica cooperativa y co-residencial mínima” 
(Jongsma y Greenfield, 2003: 21).
5 Por ejemplo, Postgate (1999 [1992]: 115) y Sahlins (1983 [1974]: 84). La traducción al castellano 
de Postgate corresponde a Carlos Pérez Suárez, mientras que la de Sahlins a Emilio Muñiz y Ema 
Rosa Fondevila.
6 Aziende en el italiano original, traducción al castellano de Juan Vivanco.
30¿Un sinecismo avant la lettre? El surgimiento de las primeras ciudades en Palestina (ca. 3400-2400 a.C.)PABLO JARUF
Previamente, Sahlins (1974), en sus estudios etnográficos, había 
conceptualizado el household de una manera semejante, como la unidad que forma 
la base de la vida comunitaria. Este autor equiparaba dicho concepto con el de 
familia, aunque aclaraba que esta identificación directa era simplista, advirtiendo 
que la producción podía exceder la unidad familiar (Sahlins, 1974: 77). Sucede 
que la variedad de tamaño y capacidad económica entre las distintas unidades 
implica, de manera necesaria, el establecimiento de formas de cooperación que 
permitan la reproducción comunitaria, lo que Sahlins denominaba modalidad 
doméstica de producción (Sahlins, 1974: 74-99).
De manera reciente, Kenneth Hirth (2020), en su estudio sobre la economía 
antigua desde una perspectiva global, sostiene que el household es la unidad más 
importante de la sociedad humana. Si bien tampoco lo identifica de manera 
directa con la familia, es usual que utilice ambos términos como sinónimos, 
aunque destacando que el factor distintivo del household es la corresidencia o 
bien la centralidad de una residencia para la articulación de lazos sociales que 
exceden aquellos dados sólo por el parentesco (Hirth, 2020: 17-26), lo que nos 
acerca al siguiente uso de este concepto.
El segundo empleo de household remite a la idea de oîkos, contando como 
referencia de autoridad la obra de Weber (1944 [1922]: 311-314), para quien se 
trataba de una unidad autárquica en términos económicos, esto es, que producía 
lo que consumía, sin recurrir a otros medios:
Un aparato de fuerzas domésticas de trabajo, con frecuencia con una 
amplia especialización, crea entonces todo lo que el señor necesita en 
bienes y servicios personales, no sólo económicos sino también militares 
y sagrados; el propio suelo de las materias primas; talleres propios con su 
mano de obra propia producen todos los demás bienes materiales; servidores, 
funcionarios, sacerdotes de la casa, guerreros, realizan los demás servicios 
y el cambio sirve, en todo caso, para desprenderse de lo que eventualmente 
sobre y para llenar la falta de lo que no se puede producir dentro (Weber, 
1944 [1922]: 312).
Como se deduce de lo anterior, no todos los integrantes de cada oîkos 
eran parientes. Algunos de ellos se asociaban de manera voluntaria mientras 
que otros lo hacían a la fuerza. Pues bien, este segundo significado es el que 
predomina en los estudios sobre los documentos cuneiformes del Cercano 
Oriente. Ya mencionamos a Gelb (1979), para quien un oîkos u household consistía 
en un personal permanente compuesto por oficiales y supervisores, a los que se 
sumaban soldados, artesanos y otros trabajadores ocasionales, así como mujeres 
y niños sin familia. Retomando este mismo sentido, Maisels (1987) propuso que 
el predominio de ciudades en Mesopotamia, en lugar de un Estado territorial 
31¿Un sinecismo avant la lettre? El surgimiento de las primeras ciudades en Palestina (ca. 3400-2400 a.C.)PABLO JARUF
unificado, se debía, justamente, a que la base social estaba compuesta por 
households autónomos.
El tercer empleo de household, por último, no se basa en los estudios clásicos 
sino en el modelo etnográfico de sociétés à maison elaborado por Lévi-Strauss, 
traducido al inglés como house society (Joyce y Gillespie, 2000). Este modelo había 
sido propuesto para explicar la compleja organización social de los Kwakiutl, 
pueblo de la costa noreste de América del Norte, donde se intersecaban tres modos 
distintos de descendencia: unilineal, bilineal e indiferenciada (Lévi-Strauss, 1981 
[1979]: 140-162). Al respecto, Lévi-Strauss sostenía que la institución central de 
esta sociedad era la maison, a la cual definía como una:
persona moral detentadora de un dominio constituido a la vez por bienes 
materiales e inmateriales, que se perpetúa por la transmisión de su nombre, 
de su fortuna y de sus títulos en línea real o ficticia, tenida por legítima con 
la sola condición de que esta continuidad pueda explicarse en el lenguaje 
del parentesco o de la alianza y, las más de las veces, de las dos al mismo 
tiempo (Lévi-Strauss, 1981 [1979]: 150).
Siguiendo esta definición, parecería ser posible equiparar el concepto de 
maison con el de oîkos o household. Sin embargo, los estudios acerca del origen de 
las primeras ciudades en Palestinadistinguen de manera clara entre uno y otro. 
Por ejemplo, según Chesson (2003: 81-84), la maison o house era en realidad una 
agrupación de distintos households, formando agrupamientos que son visibles 
arqueológicamente en asentamientos urbanos como Arad, donde cada uno 
constituiría un barrio separado (fig. 2). Desde este punto de vista, es importante 
destacar que, independientemente de las palabras y traducciones, la idea central 
de esta autora es que una nueva agregación no implicaría una modificación 
sustantiva de las unidades que la componen. De esta manera, cada maison o house 
reproducía a mayor escala las mismas características de cada household, entendido 
este último de la primera manera, esto es, simplemente como un grupo parental 
co-residente.
Lo anterior es aún más claro en el planteo de Schloen, quien propone 
un modelo al que llama household patrimonial, según el cual: “las relaciones 
household-familiares7 proveen el modelo no sólo para la autoridad y la 
obediencia al gobierno, sino también para la organización de la producción 
y el consumo, y para la integración de los dioses con la sociedad humana” 
(2001: 255). Para lo anterior se basa, en parte, en el amplio uso del término 
7 Hemos preferido conservar el término original en inglés, debido a los problemas de traducción 
comentados en párrafos anteriores, y uniéndolo con guion a la palabra familiares, para dar cuenta 
así de la íntima vinculación entre uno y otro que plantea el autor.
32¿Un sinecismo avant la lettre? El surgimiento de las primeras ciudades en Palestina (ca. 3400-2400 a.C.)PABLO JARUF
nativo *byt, que es el que predomina en los documentos escritos de la 
región de Siria-Palestina de la Edad del Bronce. En efecto, mientras que en 
determinados contextos parece significar simplemente el edificio de una casa, 
en otros casos da cuenta de una organización social sumamente compleja que 
excede al grupo de co-residentes (p. ej., Baumgartner, 1967: 119-124).
Volviendo ahora a la cuestión del sinecismo, debíamos responder si lo que 
se agrupaba en las primeras ciudades palestinas eran realmente oîkoi/households. 
La mayoría de los autores piensa que era así, como por ejemplo Kenneth Hirth 
(2020: 38-41), quien sostiene que el household ofrece la base material y simbólica que 
permite la estructuración de las primeras instituciones políticas de la antigüedad. 
En lo que respecta a Siria-Palestina, varios han propuesto ideas semejantes, 
especialmente aquellos que sostienen que estos asentamientos urbanos eran en 
realidad aldeas, las cuales denominan como corporate villages (p. ej., Philip, 2001: 
167-168). No obstante, a nuestro modo de ver, una consecuencia de este tipo de 
planteos es que el fenómeno del primer urbanismo perdería especificidad, pues 
son aplicados también a aglomeraciones previas del Neolítico y del Calcolítico. Un 
ejemplo lo ofrece Banning (2010), para quien es posible hablar de agrupamientos 
de dos tipos de household durante estos últimos períodos: las “casas de patio” 
(courtyard houses) y los “recintos de patio” (courtyard compounds) (fig. 3). De ser así, 
es legítimo preguntarse cuáles serían, entonces, los cambios y las características 
específicas del BA. Para resolver esta cuestión se torna necesario profundizar en 
las evidencias concretas sobre la primera urbanización de Palestina y, a partir de 
ello, ponderar la utilidad de estos modelos y conceptos para comprender dicho 
fenómeno.
Los asentamientos urbanos como un nuevo espacio social
Una de las primeras novedades que aparece en los asentamientos del BA 
IB (ca. 3400-3100 a.C.) son las estructuras defensivas. Conocemos fortificaciones 
tanto al norte de Palestina, como en ‘En Zippori, al este, en Tel Shalem y Tell Abu 
al-Kharaz, y al sur, en Tel Erani (Milevski et al., 20198). La construcción de estas 
estructuras implica, por un lado, la existencia de un escenario de inseguridad, lo 
que nos lleva a suponer que los grupos no se habrían unido de manera totalmente 
voluntaria, sino apremiados por el contexto, por lo que podríamos hablar 
entonces de un consenso límite, donde el grupo que habitaba este asentamiento 
con anterioridad, o que liderase este tipo de empresas, tuviera un rol dominante 
sobre el resto de las personas (Jaruf et al., 2021). Por otro lado, es evidente que 
se necesitaba coordinar una gran cantidad de mano de obra y de recursos 
8 Para las referencias de cada sitio, consultar la bibliografía de Milevski et al. (2019).
33¿Un sinecismo avant la lettre? El surgimiento de las primeras ciudades en Palestina (ca. 3400-2400 a.C.)PABLO JARUF
en trabajos que duraban meses o años y que luego debían ser mantenidos con 
regularidad (p. ej., Shalev, 2018).
Si bien no puede descartarse que dichas obras pudieron haber sido 
resultado de una labor cooperativa, con el paso de las generaciones es posible que 
estas obligaciones pasaran a estar impuestas. En efecto, tras un siglo o poco más 
de fuerte urbanización durante el BA II (ca. 3100-2900 a.C.), varios asentamientos 
fueron abandonados, como se verifica en Arad, Tell el-Far’ah (Norte), Tel Bareqet, 
Qyriat Ata, mientras que otros sufrieron destrucción, como en Tell es-Sa’idiya y 
Tell Abu al-Kharaz (Greenberg, 2019: 949). Posiblemente, lo que sucedió fue que 
las nuevas generaciones ya no estaban dispuestas a esforzarse para mantener 
estas estructuras. Aquellos asentamientos que siguieron ocupados durante el BA 
III (ca. 2900-2400 a.C.), en cambio, no sólo aumentaron sus murallas, torres y 
puertas, sino que erigieron grandes edificios públicos, como palacios y complejos 
de almacenamiento, como observamos en Tel Yarmuth, Tel Beth Yerah y Khirbet 
ez-Zeraqun (Genz, 201010). Al parecer, en estos casos las cargas se lograron 
imponer, dando lugar a una clara diferenciación entre gobernantes y gobernados. 
De hecho, en este período se multiplica la presencia de bienes de lujo, como por 
ejemplo objetos de marfil finamente tallados y armas ceremoniales de cobre (p. 
ej., Beck, 2002; Sass y Sebbane, 2006). 
En general, el conjunto de la evidencia nos permite suponer la existencia 
de primeras agrupaciones en un contexto de enfrentamientos bélicos, hacia fines 
del BA IB y comienzos del BA II, caracterizado quizás por la cooperación, como 
parece inferirse a partir de la cultura material igualitaria y los pocos indicios 
de diferenciación social, mencionados mas arriba. Sin embargo, esta situación se 
modificó, dando lugar a una clara desigualdad, como se verifica durante el BA III. 
Esta dinámica es sugerida en el trabajo ya mencionado de de Miroschedji (2018: 
130-132), para quien en un primer momento habría prevalecido una estrategia 
de tipo corporativo –modelo, como ya vimos, propuesto para Mesoamérica–, 
pero que, producto de la competencia entre distintos households, habría pasado 
a prevalecer, poco a poco, una estrategia de tipo exclusivista o de red, lo que dio 
lugar a la aparición de los primeros palacios (fig. 4). Lo mismo se ha planteado 
para el caso de Siria, donde Porter (2002), por ejemplo, en su estudio del sitio 
de Tell Banat, también habla al comienzo de una estrategia de tipo corporativo 
según la cual los muertos de los grupos pastoriles de la región se fusionaban 
en un grupo indiferenciado de ancestros. Posteriormente, el establecimiento de 
formas complejas de culto habría producido una paulatina conurbación donde un 
grupo determinado, empleando ahora estrategias exclusivistas, se imponía sobre 
9 Para las referencias de cada sitio, consultar la bibliografía de Greenberg (2019).
10 Para las referencias de cada sitio, consultar la bibliografía de Genz (2010).
34¿Un sinecismo avant la lettre? El surgimiento de las primeras ciudades en Palestina (ca. 3400-2400 a.C.)PABLO JARUF
el resto de la población, no por medio de la fuerza, sino gracias a la manipulación 
de las prácticas mortuorias y su acceso privilegiado a los ancestros.
Los documentos escritos más cercanos a la primera urbanización de 
Palestina corresponden al

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