Logo Studenta

Historia en Movimiento

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

R E V I S TA
AÑO IV | NÚMERO 4 | OCTUBRE 2017 ISSN 0719-5168 
ACCIÓN POLÍTICA
DESDE ABAJO
Expresiones de lucha de grupos 
subalternos en América Latina
(ss. XX y XXI)
REVISTA
HISTORIA en MOVIMIENTO
Acción política desde abajo: Expresiones de lucha de 
grupos subalternos en América Latina (ss. XX y XXI)
AÑO IV | NÚMERO 4 
PUBLICACIÓN ANUAL | OCTUBRE 2017
Concepción - CHILE
Inscripción Nº
ISSN 0719-5168
DIRECTOR-EDITOR
Cristian Suazo Albornoz
CONSEJO EDITORIAL
Eduardo Fierro Pezo
Yerko Aravena Constanzo
Gonzalo Soto Godoy
José Carvajal Arenas
Ramiro Rodríguez Lincoñir
COMITÉ CONSULTOR
Igor Goicovic Donoso
Pedro Canales Tapia
Sebastián Leiva Flores
Mario Valdés Vera
Pablo Alejandro Pozzi
Tito Tricot Novoa
CONTACTO
historiaenmovimientoconcepcion@gmail.com
DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN
Leticia Zapata Galdames
leticiazapatag@gmail.com
IMPRESIÓN
Dimacofi
Noviembre, 2017
Santiago, Chile
7 | PRESENTACIÓN
 ARTÍCULOS
15 | El movimiento obrero frente a la educación Chile, 1898-1922
Antonio Correa
30 | Por unas condiciones dignas de trabajo, ¡Estalla la huelga en Acerías Paz
del Río! 1979, Boyacá, Colombia
Carlos Plazas Díaz
46 | Dos sacerdotes franceses en Población La Victoria: André Jarlan y Pierre
Dubois y la No-Violencia activa durante la dictadura militar (1983-1986)
Eduardo Garín Abarzúa
57 | El Centro de Estudios Sociales La Brecha y el internacionalismo ácrata en
el Norte Grande (Chile, 1922-1924)
Eduardo Godoy Sepúlveda | Ivanna Margarucci 
70 | “Ser de izquierda”: Socialización política en la construcción de identidades
de izquierda de mujeres militantes del Gran Concepción en la década del 60’
Gina Inostroza Retamal
94 | Historias sobre un rosa amanecer. El movimiento homosexual y la transición
democrática en Chile, 1990-2000
J. Carlos Garrido
109 | El Movimiento Cocalero Boliviano: ¿Un Movimiento en el Poder? Reflexiones
en torno a la categoría de Movimientos Sociales
Lautaro Losino Demarchi
126 | “Salimos el primero de enero para hacernos escuchar”. El movimiento
zapatista en primera persona
Natalia Villalba Reichert
136 | Exterminio o Transformación ¡Matar o Morir! La antropología y el lugar del
indio en la nación mexicana posrevolucionaria
Rafael Antonio Rodrigues
149 | La contra-violencia política mapuche ante la violencia estatal chilena
Tito Tricot
INDICE
 ENSAYOS
166 | La miserable hoja seca arrebatada por el vendaval. Desilusión y resignación
en Los de Abajo, novela de la revolución mexicana, de Mariano Azuela.
José Vega Ortega
180 | Deuda histórica y falsificación. Una respuesta al trabajo de Leonardo León y
su interpretación liberal de la historia mapuche
Ramiro Rodríguez Lincoñir
 ENTREVISTA
194 | “Las luchas del pueblo mapuche, sobre todo en los años ochenta, marcan un
hito funfamental”. Reflexiones y proposiciones del historiador Mario Garcés
Pedro Canales Tapia
 COMENTARIOS DE LIBROS
210 | La escuela en nuestras manos (2014), Leonora Reyes Jedlicki
Cristian Olivares Gatica
216 | La constituyente revolucionaria. Historia de la fundación del MIR chileno
(2015), Marco Alvarez Vergara
Jaime Navarrete Vergara
Historia en Movimiento8 Año IV · Número 4 · 2017
Una de las características fundamentales de parte importante de la historiografía nacional de mediados del siglo XX en 
adelante, fue la clara vinculación de la labor del 
historiador con las luchas y problemas sociales 
del pueblo chileno. Esta tradición de estudios 
históricos –principalmente de cuño marxista en 
sus variados marcos de interpretación– estuvo 
integrada por los trabajos de historiadores como 
Julio César Jobet, Hernán Ramírez Necochea, 
Luis Vítale Cometa y Fernando Ortiz Letelier, 
los que se caracterizaron por manifestar un 
férreo compromiso con los afanes de cambio y 
transformación social, tan propios de la segunda 
mitad del siglo XX chileno. 
Este compromiso se manifestó en la labor y obra 
historiográfica y ensayística de los historiadores 
antes mencionados, abarcando un gran número 
de temáticas hasta esos momentos inexploradas 
o no investigadas por la historiografía liberal, 
conservadora o hispanista, muy importantes en 
la primera mitad del siglo XX. En este sentido 
la generación de historiadores de la llamada 
historiografía marxista chilena, coexistió con 
otras corrientes historiográficas e intelectuales 
en relaciones de continuidad y ruptura, todas las 
cuales dieron un importante valor al panorama 
historiográfico chileno del siglo XX1.
No obstante, digamos que la escuela 
marxista clásica de la historiografía nacional 
fue continuada, tras el oprobioso Golpe de 
Estado de 1973, por los trabajos de un grupo 
de historiadores en el exilio de los cuales el 
1 Existe una abundante obra articular y ensayística sobre la 
historiografía chilena contemporánea. Recomendamos el 
reciente trabajo de Julio Pinto Vallejos La historiografía chil-
ena del siglo XX. Cien años de propuestas y combates. Texto 
originalmente editado en México el año 2006 y reeditado en 
Chile por LOM. 
PRESENTACiÓN
más prolífico e importante ha sido Gabriel 
Salazar, quien desde las páginas de la revista 
Nueva Historia y junto a otros importantes 
historiadores, inaugura una tradición que instala 
una nueva interpretación de la historia social y 
política de Chile, y de paso da pie a una profunda 
renovación de los postulados del marxismo 
expresados en la historiografía de lo social. 
Desde estas tradiciones se han desarrollado y 
promovido intensos y muy fecundos debates 
acerca del rol de la historia en la sociedad y, más 
profundamente, acerca del rol que le compete 
al historiador en la producción de conocimiento 
histórico y la función social de éste.
En este marco y fundamentalmente desde 
grupos de estudiantes de historia y pedagogía 
en historia de distintas universidades, en el Chile 
de mediados de los años noventa del pasado 
siglo –un país inmerso en la postdictadura, 
caracterizada por el sometimiento de la clase 
política transicional al poder militar-empresarial– 
surge la pregunta por la función de la historia y 
el rol de esta disciplina del conocimiento en la 
sociedad. Sobre todo y a mayor abundamiento, 
en un país en que las grandes tensiones se 
manifestaban de manera velada y acalladas por 
los pactos de la recién inaugurada “transición 
a la democracia” y muchas preguntas de 
carácter social y político quedaban en el aire 
o sin respuesta alguna, más que la funcional 
a los consensos imperantes. Estas preguntas 
y profundos cuestionamientos se hacían más 
urgentes sobre todo para quienes estudiaban/
estudiábamos historia, ante la evidencia que 
esas tensiones propias de la Transición estaban 
desalojadas de las clases de la disciplina y 
de la preparación de los futuros pedagogos 
encargados de su enseñanza en las escuelas y 
liceos del país. Se sospechaba y desconfiaba de 
los discursos de una academia historiográfica 
9Acción política desde abajo: Expresiones de lucha de grupos subalternos en América Latina
amnésica y silenciada por los pactos 
transicionales y las huellas, aun muy vivas, del 
miedo sembrado por la Dictadura.
El escenario descrito es asumido e interpretado 
de esta manera muy crítica, fundamentalmente, 
por varios colectivos histórico-sociales, quienes 
al alero de talleres y de círculos de investigación 
en universidades y liceos se proponen escribir, 
promover e investigar la historia de Chile 
con el propósito de retomar la tradición de 
estudios e investigaciones que pongan en 
relieve las grandes tensiones y problemáticas 
que afectaban en ese momento a la sociedad 
chilena. Lo anterior se reflejó, desde mediados de 
los noventa, en revistas, actividades de difusión 
y sitios web, que asumen la responsabilidad de 
difundir trabajos e investigaciones vinculadas a 
la historia social y política de Chile desde claves 
ciudadanas, regionales y transformadoras. Lo 
anterior se vio impulsado por la coyuntura que 
significó la captura del Pinochet en Londres el 
año 1998 que abre las puertas de un inédito 
debate historiográficonacional2. La producción 
de estos talleres y colectivos de jóvenes 
historiadores se ve reflejada por ejemplo en el 
caso del Colectivo Oficios Varios de Santiago, 
quienes logran publicar el año 2004 el texto 
Arriba quemando el sol. Estudios de Historia 
Social Chilena: Experiencias populares de 
trabajo, revuelta y autonomía (1830-1940). 
O el Taller de Ciencias Sociales Luis Vitale de 
Concepción3, quienes el año 2006 publican el 
2 Este hecho histórico generó la reacción de historiadores 
de derecha, en particular Gonzalo Vial, quien esgrime una 
suerte de justificación histórica de la irrupción de los militares 
golpistas de 1973. Lo anterior moviliza a una serie de historia-
dores coordinados por Gabriel Salazar y Armando de Ramón, 
quienes dan forma al Manifiesto de Historiadores (LOM , 
1999) como respuesta a la interpretación que justificaba el 
Golpe de Estado y la instalación dictatorial.
3 El Taller de Ciencias Sociales Luis Vítale de Concepción 
estuvo conformado por noveles profesores de Historia 
egresados de la Universidad de Concepción. Este colectivo 
de difusión historiográfica inicia su trabajo a fines de los 
años noventa con talleres de debate de la historia reciente 
de Chile, en primera instancia en el Liceo Enrique Molina de 
la ciudad capital del Bio Bio, liceo público emblemático del 
territorio penquista. El Taller Luis Vitale se plantea –en una 
ciudad en donde la producción historiografía académica lucía 
una incontrarrestable hegemonía conservadora y tradicio-
nal– difundir, promover y rescatar una historiográfica en clave 
sociopolítica regional y ciudadana. 
trabajo Historia Sociopolítica del Concepción 
Contemporáneo. Memoria, Identidad, Territorio. 
Ambos trabajos de jóvenes historiadores 
con formación historiográfica y pedagógica, 
simbolizaron un esfuerzo por vincular la 
producción e investigación histórica con las 
preguntas comunes del ciudadano y sus 
afanes por construir sociedades más justas, 
democráticas y libertarias, tomando como base 
la matriz científica del ejercicio historiográfico y 
del trabajo docente. 
En esta síntesis, de suyo parcial e incompleta, y 
en una relación de continuidad con lo descrito, 
se inscribe la Revista Historia en Movimiento, 
la cual presentamos hoy a la comunidad 
académica y política de Concepción y el país. 
Historia en Movimiento, que ya cuenta con su 
4º número en circulación, es fruto del esfuerzo e 
iniciativa de un grupo de jóvenes profesores –en 
su minuto estudiantes de Pedagogía en Historia 
y Geografía de la Universidad de Concepción– 
los cuales tuvieron la enorme lucidez intelectual 
y política de fundar este órgano de difusión y 
proyección de conocimiento historiográfico en 
clave ciudadana y popular, que, a través de sus 
temáticas y trabajos, busca develar la innegable 
conexión entre la escritura investigativa de la 
historia y la política en su sentido genuino de 
transformación. 
La Revista que hoy presentamos, enhorabuena, 
se contrapone a una historia encerrada 
en las cárceles de la cientificidad apolítica 
y aséptica e incluso de un progresismo 
políticamente correcto, que, haciendo gala de 
un sesgo epistémico positivista, confunde la 
descripción y la crónica historiográfica de temas 
controversiales, con la producción de categorías 
de análisis que expliquen en profundidad 
histórica los procesos que intenta desentrañar. 
En este sentido un tema muy importante 
debatir es la producción historiográfica actual 
–cuestión que obviamente no desarrollaremos 
en profundidad en esta presentación– en 
el sentido de constatar cómo parte de la 
historiografía política desde territorios regionales 
específicos, tiende a confundir la descripción 
de eventos pasados traumáticos para el pueblo 
Historia en Movimiento10 Año IV · Número 4 · 2017
chileno, con vanas sistematizaciones de relatos 
autobiográficos o historias de vida que no 
superan lo anecdótico o coloquial. 
Desde estas coordenadas levemente descritas 
cobra mucha relevancia la revista que hoy 
presentamos y los trabajos que la componen. 
Historia en Movimiento, como artefacto 
intelectual que sistematiza el trabajo de jóvenes 
historiadores, representa una toma de posición 
político-historiográfica, configurando lo que 
el historiador catalán Josep Fontana define, 
aludiendo a la historia, como un ejercicio de 
“análisis del pasado y proyecto social”4. Esto sin 
duda otorga un valor central a este esfuerzo de 
publicación, ya que reivindica las líneas centrales 
de la labor historiográfica contemporánea, 
en su matriz societal, política y cultural, 
constituyéndose en historia viva al servicio de 
la formación política y ciudadana de las futuras 
generaciones. En este marco la Revista debiera 
constituirse en un referente para la enseñanza y 
difusión de la historia reciente de Chile y, como 
veremos, de aspectos importantes de la historia 
de América Latina.
A modo de ejemplo diremos que este número 
de la Revista reúne una colección de artículos 
que van desde la historia política y social de 
los siglos XIX y XX, tal es el caso del trabajo El 
Centro de Estudios Sociales La Brecha y el 
internacionalismo ácrata en el Norte Grande 
(Chile, 1922-1924), escrito por los profesores de 
historia Eduardo Godoy Sepúlveda e Ivanna 
Margarucci. En estos mismos marcos temporales 
se instala el estudio El movimiento obrero frente 
a la educación: Chile, 1898-1922 del historiador 
de la Universidad de Chile Antonio Correa. El 
escrito de Correa nos muestra la constante 
tensión entre las nacientes políticas estatales 
de educación y las ideas educativas expresadas 
por el movimiento obrero de cuño anarquista y 
socialista en los principios del siglo XX. 
En los marcos de la denominada Historia 
Reciente el trabajo presentado por el profesor 
4 Fontana, Josep, Historia. Análisis del pasado y proyecto 
social, Editorial Crítica, Barcelona, 1982.
de historia Eduardo Marco Garín Abarzúa: 
Dos sacerdotes franceses en Población La 
Victoria: André Jarlan y Pierre Dubois y la No-
Violencia activa durante la dictadura militar 
(1983-1986), el autor nos llevan al periodo 
donde las contradicciones socioeconómicas y 
políticas del régimen militar en Chile detonaron 
violentas protestas de los pobladores buscando 
poner fin a la dictadura militar. Por otro lado 
encontramos la perspectiva de género en el 
trabajo de la profesora Gina Inostroza, titulado 
“Ser de Izquierda”: socialización política en la 
construcción de identidades de izquierda de 
mujeres militantes del Gran Concepción en 
la década del 60’. En el mismo campo de la 
historia reciente podremos leer el texto Historias 
sobre un rosa amanecer. El movimiento 
homosexual y la transición democrática en 
Chile, 1990-2000 del licenciado en historia Juan 
Carlos Garrido. 
Encontraremos también en estas páginas un 
interesante texto de reflexión teórica titulado: El 
Movimiento Cocalero Boliviano: ¿Un Movimiento 
en el Poder? Reflexiones en torno a la categoría 
de Movimientos Sociales, de Lautaro Losino 
Demarchi, estudiante avanzado en la Carrera 
de Profesorado y Licenciatura en Historia de la 
Universidad Nacional del Comahue, Argentina. 
Lo mismo, en perspectiva latinoamericana, el 
texto titulado Por unas condiciones dignas de 
trabajo, ¡estalla la huelga en Acerías Paz del 
Río! 1979, Boyacá, Colombia, del licenciado 
en ciencias sociales Carlos Andrés Plazas Díaz 
de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de 
Colombia. 
En el área de la historia indígena encontramos 
los trabajos titulados “Salimos el primero de 
enero para hacernos escuchar”. El movimiento 
zapatista en primera persona, de la profesora 
de historia argentina Natalia Villalba Reichert; 
Exterminio o Transformación ¡Matar o Morir! La 
antropología y el lugar del indio en la nación 
mexicana posrevolucionaria de Rafael Antonio 
Rodrigues quien es profesor de historia y lenguas 
extranjeras de la Universidad de Brasilia. Para el 
caso chileno y en la temática de las relaciones 
estado y mundo indígena mapuche se presenta11Acción política desde abajo: Expresiones de lucha de grupos subalternos en América Latina
el trabajo del Doctor en Sociología Tito Tricot 
titulado La contra-violencia política mapuche 
ante la violencia estatal chilena. 
Por otro lado en el acápite de ensayos de este 
número, podremos leer el texto La miserable 
hoja seca arrebatada por el vendaval. 
Desilusión y resignación en Los de Abajo, novela 
de la revolución mexicana, de Mariano Azuela, 
del estudiante de lengua y literatura hispánica 
de la Universidad de Chile José Manuel Vega 
Ortega, seguido del texto del sociólogo mapuche 
Ramiro Rodríguez Lincoñir Deuda histórica 
y falsificación: Una respuesta al trabajo de 
Leonardo León y su interpretación liberal de la 
historia mapuche. 
Este número ha incorporado una muy 
interesante entrevista al destacado historiador 
y educador Mario Garcés Duran, realizada por 
el profesor Pedro Canales, que representa 
un importante aporte a la revista dado la 
experiencia y aporte del historiador a los 
procesos de educación popular y las luchas 
sociales desde loa años 80, teniendo especial 
relevancia en los procesos de educación popular 
desarrollados en muchos lugares del país. En 
esta entrevista Mario Garcés se refiere, entre 
otras materias, a su acercamiento a la historia 
mapuche y reconoce la deuda que tiene la 
historiografía y el mundo social chileno con este 
pueblo y sus luchas históricas. 
Para concluir este recuento detallado de 
los trabajos que presentamos, Historia en 
Movimiento nos muestra dos reseñas de 
libros de máximo interés para comprender 
los procesos históricos que orientan la lucha 
social contemporánea. Se trata de la reseña del 
libro de Leonora Reyes Jedlicki La escuela en 
nuestras manos. Las experiencias educativas 
de la Asociación General de Profesores y 
la Federación Obrera de Chile (1921-1932), 
reseña escrita por el educador popular Cristian 
David Olivares Gatica y, finalmente, la reseña 
del texto de Marco Álvarez La constituyente 
revolucionaria. Historia de la fundación del MIR 
chileno, escrita por el licenciado en historia Jaime 
Navarrete Vergara. 
Para concluir esta presentación invitamos a 
toda la comunidad académica, estudiantil y 
al profesorado de historia, a leer y disfrutar 
con vivo interés cada uno de los artículos de 
la Revista. Solo así este trabajo de creación 
editorial cumplirá su objetivo de constituirse 
en un aporte a la comprensión del pasado 
para, de este modo, desentrañar en clave 
histórica las grandes tensiones y problemáticas 
que afectan a los ciudadanos del país. En los 
textos que presentamos para su lectura están 
efectivamente los sujetos de “carne y hueso” 
de nuestra historia: el pueblo mapuche, los 
colectivos LGBT, las mujeres feministas y sus 
luchas políticas, las víctimas del exterminio 
político de Pinochet, el movimiento obrero y 
anarquista de principios de siglo XX, entre otros. 
Finalmente, junto con felicitar y saludar esta 
iniciativa editorial, manifiesto con mucho énfasis 
los desafíos para quienes se aventuraron y 
materializaron este proyecto, principalmente el 
darle continuidad y difusión tanto para el público 
especializado como para la enseñanza de la 
disciplina, ante lo cual es necesario presentar y 
generar alianzas estratégicas con profesores y 
docentes del sistema escolar, contribuyendo de 
ese modo a democratizar y ampliar el acceso 
al conocimiento de nuevos temas y sujetos 
históricos, dando vida real a los usos de una 
historia y unas ciencias sociales de nuevo cuño, 
que, desde la militancia de lo social, sea un apoyo 
a las transformaciones que el país reclama.
Mario Andrés Valdés Vera 
Doctor en Educación
Universidad de Concepción
Concepción, Chile, Mayo 2017 
ARTÍCULOS
No son las generaciones de hoy las que 
van a libertar y redimir al proletariado 
esclavo de veinte siglos; son las nuevas 
generaciones y a esas hay que educarlas con profunda 
convicción en la bondad de la ciencia y de las ideas de 
libertad, de justicia, de fraternidad, de arte y poesía.
Abramos para nuestros hijos los horizontes de la poesía, de 
la luz, de las artes, de la moral, del amor.
Eduquemos los niños.
Luis Emilio Recabarren
“
”
Historia en Movimiento16 Año IV · Número 4 · 2017
EL MOVIMIENTO OBRERO 
FRENTE A LA EDUCACIÓN
CHILE, 1898-1922
Antonio Correa1
Al despuntar el siglo XX un acuciante nuevo panorama definiría la evolución del movimiento obrero chileno por las siguientes décadas. El éxodo desde el campo a la ciudad y centros mineros se tradujo en una presión aplastante para las clases 
trabajadoras, las que debieron soportar problemas económicos, sanitarios, de salud, morales 
y todos los demás rigores y carencias que se ocultaban tras el concepto de “cuestión social”, 
frente a los cuales la clase dirigente se mostró ineficaz.2 A lo anterior se unieron otros factores de 
orden político e ideológico. El Partido Democrático, que había conducido durante los últimos 
años del siglo XIX la participación política de los elementos populares (obreros y artesanos), fue 
siendo asimilado por el establishment político.3 El ingreso del Partido Democrático a la Alianza 
Liberal fue la coyuntura que precipitó a muchos miembros que hasta entonces comulgaban 
con aquel partido a adoptar una posición ideológica más radicalizada, observándose un giro 
en el discurso político de las nuevas agrupaciones de izquierda al comenzar a delinearse los 
principios del anarquismo y el socialismo en Chile.
La clase obrera organizada pasó de un papel casi insignificante en la escena política de fines 
del siglo XIX a desempeñar el rol de un actor relevante que comenzó a demandar poder 
político y económico.4 No obstante lo anterior, el movimiento obrero que surgió en Chile 
durante las primeras décadas del siglo XX no debe ser abordado como un fenómeno aislado 
producido por las malas condiciones de vida de los trabajadores y las nuevas ideas radicales 
que comenzaban a llegar lentamente a Chile. Al menos en su concepción sobre la educación, 
las distintas corrientes ideológicas que crearon y movilizaron el nacimiento del sindicalismo 
1 Historiador (Universidad de Chile). Especialista en Historia de Chile y Política Indígena. correagomez@gmail.com
2 Vial, Gonzalo, Historia de Chile (1891-1973), Editorial Zig-Zag¸ Santiago, 1982, volumen I, tomo II, p. 496.
3 Ibídem, p. 576.
4 De Shazo, Peter, Trabajadores urbanos y sindicatos en Chile: 1902-1927, Dibam, Centro de investigaciones Diego Barros 
Arana, Santiago, 2007, p. 18.
17Acción política desde abajo: Expresiones de lucha de grupos subalternos en América Latina
en Chile, heredaron de las organizaciones mutualistas del siglo XIX muchos conceptos 
fundamentales de la educación y los medios para ilustrar a los trabajadores organizados. 
Por otro lado, la multiplicidad de proyectos políticos antihegemónicos y sus programas 
levantados no deben hacer pensar al lector incauto que esta era un movimiento de trabajadores 
compartimentalizado en donde cada ideología movía su propia bandera. Lo cierto es que al 
menos durante las primeras décadas del nuevo siglo XX predominó una suerte de ambigüedad 
entre los distintos grupos autodenominados antisistémicos, pero la verdad es que la vida 
política de los nuevos dirigentes de izquierda fue muchas veces promiscua. Era una época de 
construcciones y definiciones políticas y no es extraño que después de defender vehemente 
los postulados de su nuevo partido, militantes insignes pasaran a otro frente para convertirse 
en fundadores de colectividades políticas con vida hasta el día de hoy. 5 
Lo que hemos querido ilustrar con este pequeño esbozo de la escena política en el cambio 
de siglo es que no siempre debemos dejarnos encandilar con las grandes transformaciones 
para entender al movimiento obrero de las primeras décadas del siglo XX. A veces conviene 
no perder de vista las continuidades con la larga tradición del trabajo organizado en Chile. Las 
ideas sobre la educación durante las primeras décadas devida del movimiento obrero chileno, 
es uno de los fenómenos que podrían entenderse mejor desde una perspectiva histórica de 
mediana o larga duración. 
Las sociedades mutuales, primeras formas de organización obrera surgidas hacia mediados 
del siglo XIX, fueron una respuesta original de los grupos populares ante las condiciones 
de vida que les imponía el sistema6, en una época en que el Estado aún no comenzaba 
a desempeñar funciones reguladoras de la fuerza laboral.7 En estas nuevas instancias 
asociativas se desplegaban estrategias de supervivencia, progreso moral y material que nacían 
y se realizaban por medio de la cooperación de sus miembros, marcando los orígenes de la 
autogestión en las tareas destinadas al progreso del sector, lo que podría considerarse como 
un fenómeno de mediana o larga duración dentro de la evolución del movimiento obrero 
desde sus antecedentes en las primeras agrupaciones mutualistas hasta al menos la dictadura 
de Carlos Ibáñez (1927-1931). 
Inscrita en este contexto, la educación popular fue asumida desde un comienzo por las 
propias organizaciones de trabajadores, aunque no de manera exclusiva ya que la autogestión 
educacional del mundo obrero convivió con otros proyectos de instrucción popular 
patrocinados por miembros de los más variados sectores políticos. Junto a las iniciativas 
mutualistas y mancomunales existieron en forma paralela otras instituciones que, aunque 
no estaban organizadas por obreros, dedicaron sus esfuerzos a la educación y la formación 
política de los trabajadores, evidenciando que el proyecto de regeneración popular no era 
exclusivo del mundo obrero y cuya ilustración pareciera haber sido una tarea recogida por 
instituciones que representaban a distintas agrupaciones políticas y sociales, como las 
sociedades de escuelas nocturnas para obreros, la constante labor educacional de la Iglesia y 
5 Grez Toso, Sergio, Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de “la idea” en Chile, 1893-1915, LOM Ediciones, 
Santiago, 2007, p. 14.
6 Núñez, Iván, Educación popular y movimiento obrero: un estudio histórico, PIIE, Santiago, abril 1982, pp. 15-16.
7 Varas, Augusto, “Ideal socialista y teoría marxista en Chile: Recabarren y el Komintern”, en Varas, Augusto, Alfredo Riquelme, 
Marcelo Casals (editores), Partido Comunista en Chile. Una historia presente, Catalonia, Santiago, 2010, p. 53.
Historia en Movimiento18 Año IV · Número 4 · 2017
el trabajo de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH) por fomentar la 
educación popular, entre otras iniciativas. 
Como hemos propuesto en otros trabajos8 el movimiento obrero conservó la esencia de la 
“regeneración del pueblo”, proclamada por las primeras asociaciones de artesanos al promediar 
el siglo XIX, la autogestión en sus principios rectores: educación, moral y bienestar. Entendido 
como una política primordial de las organizaciones obreras por implementar programas de 
educación para sus miembros gestionados por los mismos trabajadores. 
Aunque resulta evidente que hacia el cambio de siglo el discurso del movimiento obrero 
experimenta una marcada evolución hacia la demanda política junto con un giro progresivo 
cada vez más orientado a la búsqueda de un proyecto social alternativo basado en la 
conciencia explícita de clase, la triada “educación-moral-bienestar” pareciera seguir siendo 
el eje reivindicativo por excelencia, a pesar de encontrarse inserto en un discurso que aspira a 
transformaciones sociales y políticas profundas. 
El presente artículo pretende esbozar la posición del movimiento obrero frente a la educación 
identificando su diagnóstico, su crítica y su proposición. El análisis se centra en las posturas 
anarquistas y socialistas –destacando en esta última el pensamiento de su líder Luis Emilio 
Recabarren– por ser las principales vertientes ideológicas y organizativas en que se expresó el 
mundo obrero organizado durante las primeras décadas del nuevo siglo. 
En los años del cambio de siglo la necesidad de una educación verdaderamente popular nacida 
y sostenida al interior del movimiento obrero fue tomando mayor relevancia en los discursos 
de sus principales corrientes, conforme se configuraba un proyecto político y social propio, cuya 
identidad descansaba en buena medida en su antagonismo frente a los sectores dominantes y, 
en el caso que nos ocupa, en el rechazo a sus proyectos educacionales. Si algo había aprendido 
el movimiento popular a principios del siglo XX, como herencia de más de cincuenta años de 
asociatividad obrera, era la autoeducación, es decir, lo opuesto al estatismo educacional.9
Lo que resulta interesante es que para el movimiento obrero además de la instrucción 
propiamente formal (la escolaridad) la educación también debía perseguir otros objetivos 
que respondían a aspiraciones propias de la clase obrera y a los nuevos fines políticos que 
demandaba la adopción de una posición ideológica más radicalizada, como el progreso moral, 
la intelectualización de los trabajadores y, no menos importante, la propaganda política. Podría 
proponerse, entonces, que en la concreción de estos objetivos el movimiento obrero entendió 
la tarea educativa como un proyecto amplio de ilustración obrera con fines de redención social, 
que debía abordarse desde distintos frentes tales como, la escuela, la prensa, la conferencia, 
la representación teatral, etc., ocupando así los espacios clásicos de sociabilidad popular que 
venían fomentando las organizaciones mutualistas desde mediados del siglo XIX.
8 Ver: Serrano, Sol (Editora), Historia de la Educación en Chile (1810-2010), Cap. IX: La idea de educación en el movimiento 
obrero. Santiago, Taurus, 2012.
9 Salazar, Gabriel, Del poder constituyente de asalariados e intelectuales (Chile, siglos XIX y XX), LOM Ediciones, Santiago, 
2009, p. 54.
19Acción política desde abajo: Expresiones de lucha de grupos subalternos en América Latina
LA EDUCACIÓN EN EL PROYECTO ANARQUISTA
El pensamiento anarquista en Chile destaca por la temprana adopción de un discurso 
abiertamente antisistémico y con proyección revolucionaria. Su postura frente a la educación 
se inscribe en este contexto. Beneficiándose de una dilatada experiencia asociativa del 
movimiento popular de trabajadores, la corriente ácrata pareciera continuar en forma natural 
con el ideario de regeneración popular ilustrado –basado en los principios de la educación, la 
moral y el bienestar–, a la vez que al irrumpir con expresiones políticas populares más radicales, 
inaugura un discurso rupturista con la línea reformista, liberal y democrática que había 
prevalecido hasta entonces en el mundo obrero organizado.10 El anarquismo representaría un 
paso importante en la maduración del movimiento obrero y en la conquista de autonomía 
política e ideológica en relación al liberalismo. Además de ser uno de los elementos más 
dinámicos y exitosos de la clase obrera, fueron los pioneros en el surgimiento del movimiento 
sindicalista en Chile.11
En términos culturales, la corriente libertaria se colocó a la vanguardia en los inicios del 
movimiento obrero al desplegar “las primeras iniciativas destinadas a disputar los espacios 
productores y difusores de la cultura controlados por las fuerzas sociales hegemónicas.”12 En 
la búsqueda decidida por diferenciarse de la cultura oligárquica, su proyecto de autogestión 
educativa pareciera tomar forma a poco andar y no sufrir alteraciones significativas con el 
progreso del tiempo.
De acuerdo a lo propuesto más arriba, el programa anarquista de ilustración obrera cubrió 
distintos frentes de acción tales como la prensa, la creación de centros de estudios sociales, 
ateneos obreros y la apertura de escuelas racionalistas, como se verá más adelante. 
Es probable que el modelo primario exportador de este periodo no haya requerido de una 
mano de obra mayoritariamente calificada, producto de la naturaleza misma del trabajo, por 
lo general caracterizado por faenas manuales en la agriculturay la minería. La demanda por 
trabajadores calificados y alfabetizados era baja, lo que no incentivaba una mayor extensión de 
la educación obrera la cual, como se intenta sugerir, apuntó a un sentido mucho más moral que 
económico puesto que su capacidad de movilización social era algo aún demasiado incierto.
Además de asumir el manejo de las letras, en el grupo al que Peter De Shazo llama “aristócratas 
obreros”, en el que se incluyen trabajadores especializados y cercanos al mundo letrado como 
los tipógrafos,13 no se tiene un conocimiento exacto de la cantidad de obreros alfabetizados. A 
pesar de esto, resulta evidente que su número no debe haber parecido tan insignificante a los 
dirigentes del movimiento obrero ya que muchos de sus medios de propaganda e ilustración 
se inscribían precisamente en el “espacio de la escritura” (lo que en modo alguno excluyó a 
las medios orales de instrucción obrera como la conferencia y la representación teatral, las 
que probablemente resultaban más masivas). No obstante lo anterior, el número de obreros 
que participaban del ejercicio de la lectura pareciera nunca haber sido suficiente, así como 
tampoco los esfuerzos por incentivar este hábito entre la clase trabajadora. 
10 Grez, op. cit., p. 29.
11 De Shazo, op. cit., p. 22.
12 Grez, op. cit., p. 49.
13 De Shazo, op. cit., p. 97.
Historia en Movimiento20 Año IV · Número 4 · 2017
Aunque no contamos con muchas noticias sobre el nivel de educación de los dirigentes del 
movimiento obrero, puede inferirse que éste muchas veces era elevado, a pesar que no siempre 
fuera producto de una instrucción formal. Prueba de ello son las conferencias, escritos y lecturas 
que se preocupaban en producir y difundir entre los trabajadores, Luis Emilio Recabarren y Alejandro 
Escobar, Julio Rebosio, Armando Triviño y otros emblemáticos líderes del socialismo y el anarquismo.
Para las organizaciones anarquistas la prensa constituía un faro de ilustración. Común era la 
organización de bibliotecas populares sostenidas por los mismos periódicos. Así, por ejemplo, la 
publicación capitalina El Productor, mantuvo una biblioteca cuya convocatoria estaba abierta a 
“los compañeros y amigos que quieran leer”, para cuyo éxito solicitaba a “todos los amantes de 
la verdadera instrucción del proletariado, la donación de libros”.14 El fomento de la lectura en la 
clase obrera constituía otra de las cruzadas emprendida por la prensa anarquista. Con frecuencia 
sus periódicos incentivaban la lectura dándole a esta actividad un carácter emancipador. 
“Adquirir compañeros el hábito de leer, e imaginad que por cada página que deis vuelta en un 
libro despedazáis un eslabón de esa cadena intangible pero cruel que os ata en la esclavitud de 
esta época…”, clamaba La Batalla, una de las más importantes publicaciones anarquistas, en 
uno de sus continuos llamados a estimular el hábito de la lectura entre la clase obrera.15 
Una concepción similar de la lectura como medio de liberación la encontramos en el llamado 
que hace el connotado dirigente y redactor ácrata Armando Triviño, preso en la Cárcel de San 
Felipe en 1914, fomentando la lectura entre sus compañeros reos ya que ésta 
es el único alimento para nuestras mentes ignorantes preñadas de prejuicios, 
asilo de fantasmas, pastos de injusticias y de atropellos, donde nuestros amos 
nos pisotean y nos colocan en pedestal y sobre nosotros se yerguen ebrios de 
hipocresía, de lujo, sedientos de sangre y poderío. 
La lectura, además, daría a los presidiarios, “víctimas del actual régimen”, el conocimiento de 
sus “derechos pisoteados y –concluye el autor– sabrán comprender, que nuestra existencia no 
es la vida que nos ha dado la naturaleza.”16
Los Ateneos y Centro de Estudios Sociales eran organizaciones multifuncionales que cumplían 
los objetivos de formación política, educación popular y propaganda ideológica. Eran espacios 
de sociabilidad, intercambio cultural, educación y adoctrinamiento político, aspectos que para 
sus organizadores podían resumirse en el concepto de “intelectualización obrera”.17 Para Sergio 
Grez, este tipo de instancias “significaba entrar directamente en la disputa por la hegemonía 
cultural, creando una zona de contestación ideológica con capacidad de sumar voces críticas 
al sistema de dominación.”18 
El Ateneo Obrero respondió a la necesidad de crear un espacio para el estudio y el arte abierto 
a la clase obrera, puesto que –como señala en sus memorias Alejandro Escobar, uno de sus 
creadores– el ateneo de la Universidad “no daba opción sino a los intelectuales de la burguesía 
14 El Productor, Santiago, diciembre de 1912.
15 La Batalla, Santiago, 1ª quincena de Julio de 1913.
16 La Batalla, Santiago, 1ª quincena de Enero de 1915.
17 La Batalla, Santiago, 1ª quincena de julio de 1913.
18 Grez, op. cit., p. 53.
21Acción política desde abajo: Expresiones de lucha de grupos subalternos en América Latina
y la clase media”.19 Inaugurado en septiembre de 1899, el Ateneo Obrero fue una suerte de 
centro de ilustración popular donde se desarrollaban actividades tales como veladas de arte y 
pensamiento, conferencias y representaciones teatrales hechas por los mismos obreros donde 
concurría un público de ambos sexos, con una asistencia que podía llegar en un buen día a las 
doscientas personas.20 En estas veladas y conferencias participaron los más destacados de la 
primera generación de dirigentes anarquistas tales como Magno Espinoza, Alejandro Escobar 
y Carvallo, Luis Olea, Tomás Díaz Moscoso, Esteban Cavieres y Manuel J. Montenegro, entre 
otros. A pesar de la intermitencia de sus actividades y de la escasa duración (no alcanzó a 
cumplir dos años antes de su desaparición definitiva), el Ateneo Obrero tiene la importancia 
de ser una de las primeras experiencias del proyecto anarquista de ilustración obrera que 
hizo uso de los espacios de sociabilidad popular, evidenciando lo que será una constante 
en el movimiento obrero durante sus primeras décadas, la continuidad con la experiencia 
asociativa desarrollada por más de medio siglo por las organizaciones de trabajadores. 
Ocupando dichas estructuras de sociabilidad popular de larga duración, los Centros de 
Estudios Sociales se propusieron fomentar la instrucción obrera dentro de un contexto social 
y festivo. Si bien es cierto, estaban llamados a ser los centros neurálgicos de la actividad 
anarquista tales como la fundación de periódicos y organización sindical, la propuesta de los 
Centros de Estudios Sociales estaba dirigida a todos los trabajadores, debía ser un espacio 
de instrucción, una segunda casa dedicada a la educación del obrero y a la sociabilización del 
conocimiento. Alrededor de 1920 estos centros y otras asociaciones educativas y culturales 
similares proliferaban, al menos en la capital.
 Uno de los primeros proyectos de este tipo fue el llamado Areópago del Pensamiento Libre 
en 1900. Este centro, que no llegó a ser mucho más que un proyecto, sirve de ejemplo de las 
actividades que realizaban estos verdaderos espacios sociales de instrucción, que podrían 
considerarse la piedra angular del proyecto anarquista de ilustración obrera, en donde la línea 
que separaba la educación de la propaganda ideológica se desdibujaba al punto de borrarse 
por completo. Magno Espinoza, Enrique Cuadra y José Tomás Díaz Moscoso, sus creadores, lo 
definían como “un centro de reunión y propaganda, que facilite a los amigos y compañeros, 
el cultivo de las ciencias económicas, políticas y sociales”. Entre sus objetivos estaba “fundar 
una biblioteca sociológica, a disposición de todos los amantes de la lectura y de los obreros 
en general”, la celebración regular de conferencias, así como abrir un curso de castellano y 
declamación y la organización de una academia dramático-musical-literaria, clases que 
debían funcionar los días de la semana en la noche y los domingos en la tarde.21 
 Así exponía sus objetivos el Centro de Estudios Sociales “Francisco Ferrer”, uno de los más 
importantesde este período: 
Las aspiraciones de los organizadores del Centro es noble y hermosa: quieren 
realizar nuestro sueño dorado, fundar la Casa del Obrero, su verdadera casa donde 
pueda ir el obrero después de su penosa labor, a descansar, a leer nuestra prensa en 
19 Escobar Carvallo, Alejandro, “Memorias”, en Mapocho, N° 58, Dibam, Santiago, segundo semestre de 2005, pp. 351-417, 
p.408.
20 El Ácrata, Santiago, 1° de marzo de 1900.
21 El Ácrata, Santiago, Julio 1° de 1900.
Historia en Movimiento22 Año IV · Número 4 · 2017
el extranjero, a elevar su pensamiento con el de los viejos maestros, refundándolo 
en una sola aspiración: la felicidad de los trabajadores.22 
Como se mencionó más arriba, la educación en el pensamiento anarquista era vista como un 
medio de liberación “por medio de la elevación moral e intelectual de la clase trabajadora”.23 En 
este sentido, los organizadores veían el centro como “un punto donde instruirnos en nuestros 
derechos y deberes, y capacitarnos para nuestra completa emancipación.”24 Evidenciando el 
carácter festivo que tenía la instrucción en el proyecto anarquista de ilustración obrera, el 
Centro de Estudios Sociales “Francisco Ferrer” realizaba todos los viernes una velada llamada 
“fiesta de instrucción”, las que se sumaban a las matinées dominicales de “intelectualización 
obrera”. En el decir de sus miembros, el Centro “realizaba una obra educadora en pro del 
levantamiento moral e intelectual de los trabajadores por medio de la afinidad intelectual.”25 
El Centro de Estudios Sociales Francisco Ferrer, nombrado en honor del pedagogo y mártir 
del anarquismo español, tenía la importancia de ser uno de los más importantes espacios de 
reunión de numerosos anarquistas extranjeros, rusos, ingleses y españoles.26 
La importancia dada por los distintos Centros de Estudios Sociales a la organización de 
conferencias y la constancia de éstas en el tiempo, pueden dar cuenta del éxito de su labor 
de instrucción y adoctrinamiento. En palabras del Centro de Estudios Sociales “Eliseo Reclús”, 
el plan de conferencias es concebido como “una cruzada de educación popular” en donde se 
propone 
la más ardua tarea, como es llevar a la conciencia obrera los conocimientos 
fundamentales de los distintos problemas filosóficos, científicos y sociológicos, 
que hoy conmueven en sus mismos cimientos todos los viejos valores éticos y 
sociales que hasta hoy rigen la vida de los hombres.27 
Las conferencias, por lo general, versaban sobre temas como economía política y social, 
filosofía, historia, ciencias y artes.
El movimiento anarquista se caracterizó por su abierto rechazo tanto a la educación pública 
como a la religiosa, puesto que ambas reforzaban la dominación del pueblo, exaltando la 
primera la propaganda patriótica y la segunda los dogmas de la fe. Para la corriente libertaria, el 
Estado, en su afán por mantener latente en el espíritu popular el concepto de autoridad, “día a 
día invade con decretos y más decretos las escuelas públicas a fin de que inoculen en el corazón 
de los chilenos la llama del patriotismo, simbolizado en la bandera de tres colores.”28 En tanto 
que la educación emanada de instituciones religiosas, “donde se principia por obstaculizar el 
cerebro infantil con dogmas de fe”29, es vista como un peligro nefasto para la humanidad, “ya 
que de esas concepciones se derivan todas las plagas de guerras y hambre que ha venido 
22 El Productor, Santiago, enero de 1912.
23 La Batalla, Santiago, 1ª quincena de Enero de 1913.
24 El Productor, Santiago, enero de 1912.
25 La Batalla, Santiago, 1ª quincena de Julio de 1913.
26 Vial, op. cit., volumen III, p. 195.
27 La Verba Roja, Valparaíso, 1ª quincena de noviembre de 1918.
28 La Verba Roja, Valparaíso, 2ª quincena de Noviembre de 1922.
29 La Batalla, Santiago, 1ª quincena de Diciembre de 1913. 
23Acción política desde abajo: Expresiones de lucha de grupos subalternos en América Latina
contemplando el hombre.”30 Frente a este negativo diagnóstico de la educación chilena en los 
años que giran en torno al centenario, el anarquismo levantó su propia alternativa de instrucción 
escolar. Basándose en las enseñanzas de Francisco Ferrer, pedagogo español y mártir del 
anarquismo recientemente fusilado en 1909 acusado de atentar contra la vida de Alfonso XIII, 
el movimiento ácrata se decidió por la Escuela Racionalista como modelo escolar. Éste debía, 
en términos generales, “desterrar de la mente lo que divide a los hombres, los falsos conceptos 
de propiedad, patria y familia, para poder alcanzar el grado de libertad y el bienestar”.31
 Para el pensamiento anarquista el problema de la educación pública y religiosa vigente por 
aquellos años radicaba en su metodología, al poner el énfasis en el aprendizaje repetitivo 
–cuya monotonía pronto hacía perder la atención del niño–, en la relación jerárquica entre 
el maestro y el alumno y en el uso de la violencia y el miedo para inculcar disciplina. En 
consecuencia, su propuesta se basaba en un estricto principio antiautoritario, en donde el 
sentido de igualdad que debe existir en el aula incluía al profesor. En palabras de Daniel 
Antuñano, anarquista argentino residente en Chile que se convirtió en uno de los gestores de 
la educación racionalista en nuestro país:
es necesario que [el maestro] prescinda de esa soberanía que ejerce cuando se 
presenta ante los niños. El maestro ha de ser un compañero, un amigo de juegos 
que pasará el día entregado a dar distintas explicaciones, sobre distintos objetos, 
manifestando sus propiedades y a la influencia que están sujetos.32 
El principio sobre el que debían basarse las escuelas racionalistas era el de la voluntariedad 
de sus alumnos.33 
Si bien es cierto, resulta muy difícil pronunciarse sobre el éxito o fracaso que pueden haber 
tenido las escuelas racionalistas gestionadas por organizaciones de carácter anarquistas, dada 
la escasez de registros al respecto, resulta indudable el interés que despertó la propuesta 
pedagógica de Francisco Ferrer en las distintas agrupaciones libertarias en Chile. A los 
numerosos homenajes publicados en la prensa anarquista y el Centro de Estudios Sociales 
bautizado en su honor, deben sumarse iniciativas como la del periódico El Productor, el cual 
demostrando un compromiso con la obra de Ferrer, distribuyó su libro La Escuela Moderna, 
a precio de costo.34 
No obstante lo anterior, no son muchas las noticias que poseemos sobre el establecimiento 
de escuelas racionalistas de inspiración anarquista para este período. A la fundada por la 
agrupación Defensa y Despertar de la Mujer de Viña del Mar, dirigida por Daniel Antuñano35, 
sólo podemos sumar algunas iniciativas de escasa proyección en el tiempo entre las que 
destaca la Escuela Moderna de Iquique.36
30 La Verba Roja, Valparaíso, 2ª quincena de Noviembre de 1922.
31 Joll, James, Los anarquistas, Ediciones Grijalbo, S. A., Barcelona, 1968, p. 222.
32 La Batalla, Santiago, 1ª quincena de Diciembre de 1913. 
33 Joll, op. cit., p. 219. Joll, op. cit., p. 219.
34 El Productor, Santiago, octubre de 1912.
35 La Batalla, Santiago, 2ª quincena de Abril de 1915.
36 La Batalla, Santiago, 2ª quincena de Abril de 1914.
Historia en Movimiento24 Año IV · Número 4 · 2017
EL SOCIALISMO FRENTE A LA EDUCACIÓN
La educación en el pensamiento socialista constituía la base que posibilitaría la eventual 
transformación social al estar íntimamente ligada al progreso moral de la clase obrera. 
Para el movimiento obrero en general, pero particularmente para la doctrina socialista, el 
disciplinamiento moral era la condición indispensable para el desarrollo de una conciencia 
obrera.37 Para su líder, Luis Emilio Recabarren, la moral, basada en la más pura razón, debía 
reemplazar a la religión como rectora de la conducta de la clase trabajadora. Al respecto, diría 
Recabarren:
mi religión es la moral que extirpe todo vicio, mala costumbre o hábito grosero, en 
razón a la lógica, a la cultura y el amor al prójimo, pero nunca portemor o amor 
a una cosa imaginaria o forjada, alimentada en la mente o en la ilusión de la fe.38 
Esta dimensión moral como ideal obrero evidencia una clara continuidad con el ideario de 
regeneración popular que durante más de medio siglo habían intentado reivindicar para sí 
las organizaciones obreras. Como se mencionó al comienzo del presente capítulo, la triada 
“educación-moral-bienestar” continuaba siendo el eje reivindicativo por excelencia en 
el discurso socialista –al servicio de un proyecto de transformaciones políticas y sociales 
profundas–, dentro del cual la educación constituía el punto de partida. 
En marzo de 1916 el periódico santiaguino Acción Obrera, órgano del Partido Obrero Socialista, 
resumía lo que venimos proponiendo en uno de los muchos llamados a la ilustración obrera 
que realizaba la prensa socialista, al señalar que 
la necesidad que tienen los trabajadores de ilustrarse, es indiscutible; pues de 
ella depende su mejoramiento, su moralidad y su bienestar… la moralidad del 
trabajador, deja mucho que desear, cuando éste permanece sumido en la 
ignorancia llamando el vacío de su mentalidad los prejuicios y las supersticiones 
más ridículas.39 
El propio Recabarren, consideraba al socialismo como un erradicador de los males morales 
que degeneraban a la clase obrera, sosteniendo que los borrachos, el juego y “los vicios de 
todo género que hoy existen, desaparecerán por la acción del socialismo.”40 
Si bien es cierto, esta dimensión moral se encuentra presente en el “ethos” del movimiento 
obrero desde sus primeros antecedentes y durante las primeras décadas del siglo XX es un 
rasgo común a otras vertientes ideológicas del movimiento, en el socialismo –particularmente 
en el pensamiento de Luis Emilio Recabarren– la moral obrera se convierte en uno los 
principales ejes articulantes de su discurso. Para el histórico líder, el éxito de la transformación 
social que pretende el socialismo descansa sobre la base de la moral y la concientización de la 
37 Moulian, Tomás e Isabel Torres, Concepción de la política e ideal moral en la prensa obrera: 1919-1922, Flacso, Santiago, 
1987, p. 2.
38 Cruzat, Ximena y Eduardo Devés (recopiladores), Recabarren: Escritos de prensa (1898-1924), tomo I, Santiago, Nuestra 
América, Terranova Editores, 1985, pp.176-177.
39 Acción Obrera, Santiago, 2ª quincena de marzo de 1916.
40 Cruzat y Devés, op. cit., tomo 1, p. 74.
25Acción política desde abajo: Expresiones de lucha de grupos subalternos en América Latina
clase obrera. Erradicar los vicios fomentando la educación son los fundamentos del progreso 
moral al que debiera aspirar el trabajador consciente. Recabarren concebía a la educación 
como un motor de transformación social, en tanto la ignorancia era considerada como uno de 
los vicios que degeneran y esclavizan al pueblo.
Al igual que en el pensamiento anarquista, la instrucción y la formación ideológica son 
los objetivos a los que debía apuntar la educación popular y, como en las organizaciones 
libertarias, los instrumentos utilizados en la concreción de dicha tarea educadora –conferencias, 
veladas educativas, representaciones teatrales y la prensa– ocuparon los espacios clásicos de 
sociabilidad que venían fomentando las organizaciones de trabajadores desde mediados del 
siglo XIX. 
La prensa era un instrumento educador de la clase obrera. Así lo expresaba Luis Emilio 
Recabarren quien veía a la prensa obrera como portadora de una misión sagrada: “contribuir a 
la ilustración y difundir la cultura en las costumbres de los pueblos”.41 La importancia educadora 
atribuida a la prensa en el pensamiento socialista quedó plasmada en el reglamento del 
Partido Obrero Socialista. En él se estableció que el partido mantendría su propia prensa “para 
realizar su misión de educar y de propagar la doctrina”.42 En éste, además, quedó acordado 
que todos los afiliados al partido tendrían la obligación de ser suscriptores del periódico. Para 
el Partido Obrero Socialista, el compromiso de sus miembros –y los simpatizantes en general– 
con su prensa iba más allá de la mera recaudación de fondos para sostener las publicaciones. 
Cada trabajador consciente debía cumplir un rol propagandístico colaborando activamente 
con la difusión de la prensa socialista. 
Nosotros los proletarios –sostendría La Aurora, órgano oficial del Partido– tenemos un deber 
moral en ayudar la propaganda que se hace por los periódicos, considerando siempre que los 
diez centavos de desembolso son diez o veinte eslabones menos en la cadena de la esclavitud 
moderna de los trabajadores.43 
Respecto a la importancia de la prensa obrera para el movimiento socialista, Luis Emilio 
Recabarren sentenciaría: “La prensa, trabajadores, es nuestra salvación” “¡Sin la prensa no 
alcanzaréis progresos, sin la prensa no valdréis nada!”44
Durante las primeras décadas del siglo XX, el socialismo calificaba como un fracaso la labor 
docente emprendida por el Estado. La crítica apuntaba no sólo a la falta de cobertura, 
sino también a los contenidos de una educación que ponía el énfasis en enseñar “al niño 
una cantidad de anécdotas embrutecedoras tendiente a pervertir la tierna conciencia con 
apriorismos extravagantes”. Al igual que en el pensamiento anarquista, el socialismo critica la 
exacerbación de los valores patrióticos y religiosos en la enseñanza escolar “hasta convencer 
al niño que debe dejarse matar por defender la religión y el capital ajeno”, en desmedro de 
un enfoque curricular que enseñe “a los niños la gramática, geografía, caligrafía, dibujo y otras 
ciencias indispensables para ganarse la vida o para la cultura popular”.45
41 Ibídem, p. 5.
42 Recabarren, Luis Emilio, El pensamiento de Luis Emilio Recabarren, t. I, Santiago, Camino de Victoria, 1971, p. 94.
43 La Aurora, Taltal, viernes 30 de julio de 1916.
44 Cruzat y Devés, op. cit., tomo 3, p. 151.
45 Ibídem, tomo 1, pp. 96-97.
Historia en Movimiento26 Año IV · Número 4 · 2017
Sin embargo, más allá de esta dimensión que resaltaba la funcionalidad de la educación, 
la instrucción del niño que proponía el proyecto socialista, siguiendo la línea argumental 
expuesta más arriba, debía cumplir el objetivo primordial de servir a la formación moral del 
infante. En este sentido, para la postura socialista, reflejada en el pensamiento de Luis Emilio 
Recabarren “la buena aplicación al estudio, debe efectuarse únicamente porque ello reporta 
en bien único del mismo niño, porque crecerá perfecto en lo posible, en sus costumbres e 
inclinaciones y muy alejado de la vanidad o la soberbia”.46 
Para Recabarren, y para el socialismo en general, confiar la educación escolar a instituciones 
religiosas es enviar a los niños “a recibir la corruptora enseñanza clerical que multiplica el 
número de los hipócritas y de los jesuitas, que tanto dañan la verdad”.47 Oponiéndose a todo 
indicio religioso en la instrucción infantil, la propuesta educativa del socialismo apuntaba a 
una verdadera enseñanza liberal que desterrara todo pensamiento clerical presente aún en 
la educación pública y en muchos que se decían liberales. Al respecto Recabarren clamaba: 
“Hagamos algún día liberalismo, liberalismo íntegro, cueste lo que cueste, pero desterremos 
todo aquello que aparentemente debe tolerarse y que no es otra cosa que la zancadilla traidora 
preparada por los clericales liberales”. Para el líder socialista, el verdadero liberalismo, el laicismo 
a toda prueba, no sólo de ser el principio que rija en las escuelas sino, además, en todos los 
ámbitos educativos como en la tribuna, en el teatro, en el libro, en la prensa y en la calle 
porque el clericalismo, mientras nos enseña a mirar el cielo, y a buscar a Dios en lo 
alto, ellos, miran abajo, la tierra, y recogen sus frutos y se aprovechan de nuestra 
infantilidad, desarrollando acción permanente entre las sombras de sus obras 
establecidas y ayudadas por herencia atávica.48 
Los principios nacionalistas, muy presentes en la formación escolar por esos años, provocabanun rechazo similar a la presencia de todo elemento religioso en la educación infantil. Al igual 
que en el anarquismo el discurso político y social estrictamente clasista, articulado por el 
pensamiento socialista y por Luis Emilio Recabarren en particular, los conducía a rechazar 
en forma natural cualquier relato que enfatizara los “valores patrios”. Una de las principales 
críticas del socialismo a la educación pública es precisamente que dichos valores conducen a 
inculcar el militarismo y el nacionalismo en las mentes infantiles.
Desde sus primeras intervenciones en la prensa en 1898, Luis Emilio Recabarren hacía notar 
que la educación general y obligatoria para el pueblo debía contarse entre sus principales 
reivindicaciones por ser un medio de emancipación social, aspiración que a su juicio debe 
ser compartida por todos quienes se consideran verdaderos socialistas. “Nosotros pedimos 
instrucción para el pueblo, como medio de emancipación social. La instrucción general y 
obligatoria en el pueblo, traería, con el transcurso de los años, una transformación social en 
beneficio directo para el pueblo”, clamaba desde la prensa quien se convertiría en el futuro líder 
del socialismo chileno.49 Catorce años después que Recabarren expresara la necesidad de una 
educación general y obligatoria para el pueblo, el programa y reglamento del recientemente 
46 Ibídem, pp. 176-177.
47 Ibídem, tomo 2, p. 222.
48 Ibídem, tomo 3, p. 89.
49 Ibídem, tomo 1, p. 1.
27Acción política desde abajo: Expresiones de lucha de grupos subalternos en América Latina
creado Partido Obrero Socialista, conducido por el propio Recabarren, reforzaba esta idea al 
proponer una serie de medidas que debía perseguir el nuevo referente político destinadas a 
mejorar la calidad y cobertura de la educación pública:
•	 La instrucción será laica, obligatoria y gratuita para todos los niños hasta los 14 años
•	 Aplicación preferente de los recursos del Estado a la enseñanza primaria
•	 Suministro de alimentos gratuitos a los niños durante el día, como asimismo, de ropas, 
libros y útiles escolares 
•	 Fomento de escuelas nocturnas y profesionales 
•	 Creación de colonias escolares 
•	 Exposición frecuentes de labores, productos agrícolas, industriales y de arte.50
Era frecuente la apertura de escuelas sostenidas por el Partido Obrero Socialista o de inspiración 
socialista, como ocurría muchas veces con las sociedades mancomunales en el norte salitrero, 
y algunas de éstas lograron cierto éxito sostenido en el tiempo. Así, por ejemplo, las secciones 
del Partido de Valparaíso y Viña del Mar llevaron a cabo una intensa labor en este sentido 
abriendo escuelas nocturnas para adultos y niños, en donde se impartían cursos de lectura y 
escritura, ortografía práctica, matemáticas e inglés. En un principio estas iniciativas tuvieron 
que luchar con el ausentismo y la reticencia de muchos obreros a educar a sus hijos y a ellos 
mismos. La poca convocatoria amenazaba con cerrar estas escuelas hacia mediados de 1915. 
En este tiempo eran frecuentes las campañas llevadas a cabo por la prensa socialista para 
fomentar la asistencia a las escuelas obreras. 
El saber escribir y leer malamente, no es saber nada. Muchos dicen yo sé leer y 
escribir y no necesito aprender más, pero cuán equivocados los que esto dicen, y 
que perjuicio más grande se hacen al no querer aprender más […]
advertía El Socialista –periódico porteño órgano del Partido Obrero Socialista–, evidenciando, 
tal vez, que la alfabetización de la clase obrera, al menos a nivel rudimentario, podría haber 
sido más frecuente de lo que suele suponerse.51 Sin embargo, resulta muy difícil aventurarse a 
dar una estimación sobre el nivel de alfabetización en las clases trabajadores y mucho menos 
el origen de su instrucción y sus hábitos de lectura. Dos años después el panorama parecía 
mejorar para la escuela nocturna obrera de Viña del Mar, la cual contaba con una asistencia 
promedio que fluctuaba entre 45 y 50 alumnos, hijos de proletarios radicados en la zona.52
Los esfuerzos realizados por el Partido Obrero Socialista por abrir y sostener escuelas obreras 
buscaron paliar la falta de cobertura estatal y corregir el curriculum de enseñanza de las 
escuelas públicas y religiosas. Sin embargo los medios eran escaso y el ausentismo escolar 
alto, y a pesar de haber numerosas noticias en la prensa obrera sobre apertura de escuelas 
no observamos lo mismo de su permanencia en el tiempo. Medios tan comprometidos con 
la educación popular y las escuelas patrocinadas por el Partido Obrero Socialista, como El 
socialista, reconociendo su propia falta de cobertura, realizaron frecuentemente llamados 
a los padres a cumplir con su obligación de enviar a sus hijos a las escuelas del Estado, 
50 Recabarren, op. cit., tomo I, p. 90.
51 El Socialista, Valparaíso, sábado 14 de agosto de 1915.
52 El Socialista, Valparaíso, jueves 31 de mayo de 1917.
Historia en Movimiento28 Año IV · Número 4 · 2017
comprendiendo que la falta de escolaridad en gran medida era producto del poco compromiso 
de los padres con la instrucción escolar de sus hijos. 
Desgraciadamente –lamenta El Socialista–, no todos los padres de familias se dan cuenta 
exacta de los deberes que les corresponden con respecto a la educación de ellos, dejándolos 
entregados a la ignorancia más completa y en estado de semi salvajismo. De ahí nace la 
vagancia y la mendicidad en los niños, los vicios y toda clase de males que aquejan a la 
infancia y que lleva más tarde a los individuos a las cárceles o a los manicomios.53 
A MODO DE CONCLUSIÓN
El comienzo de la dictadura de Carlos Ibáñez y la represión ejercida a la a los sindicatos dio 
término a los proyectos educativos del movimiento obrero. Este hecho marcaría el ocaso 
de una larga práctica de autoeducación popular asumido por el movimiento obrero en su 
etapa formativa, la cual definió la concepción de la educación en su pensamiento desde 
sus antecedentes en las primeras agrupaciones de trabajadores promediando el siglo XIX 
hasta el momentáneo desbande de las organizaciones populares como consecuencia de la 
política represiva de la dictadura de Ibáñez. Primero dentro del marco del ideario liberal de 
regeneración popular ilustrada y más tarde, de la mano de las nuevas ideologías, persiguiendo 
un fin revolucionario, durante un periodo de cerca de ochenta años las organizaciones obreras 
comprendieron a la educación como el pilar fundamental de una tarea civilizatoria que debía 
traer el progreso material y moral a la clase trabajadora. 
La instrucción y la formación ideológica fueron los objetivos centrales a los que apuntó la 
educación popular en las corrientes anarquistas y socialistas. En su momento ambas levantaron 
proyectos culturales alternativos a los defendidos por las fuerzas hegemónicas, para lo cual se 
valieron de un concepto amplio de ilustración en el cual la escuela, la prensa, la conferencia, 
la velada cultural y la representación teatral confluían en una estrategia educativa propia del 
mundo obrero en el que se ocuparon los tradicionales espacios de sociabilidad popular.
53 El Socialista, Valparaíso, sábado 16 de marzo de 1918.
No sé por qué extraña razón el tema 
del movimiento obrero es uno de los que 
menos ha merecido atención teórica en 
América Latina, siendo uno de los más investigados 
y publicitados. Quizá esta falencia se deba al “peso de la 
noche” de las ideologías, que han bloqueado el análisis 
objetivo de la trayectoria de un movimiento obrero que 
ha seguido un curso específico, diferenciado respecto 
del europeo. La óptica eurocentrista de la izquierda 
latinoamericana no sólo ha conducido a gruesos errores 
tácticos al tratar de aplicar mecánicamente esquemas 
importados de los países capitalistas desarrollados, 
sino también a una impotencia teórica para explicar las 
particularidades de nuestro conflicto social. […] 
Clase, conciencia de clase y lucha de clases constituyen un 
todo único e indivisible. No tomar debidacuenta de esta 
totalidad, conduce a elaborar historias del movimiento 
obrero desligadas de la formación social, sin estudiar 
siquiera a la clase opresora, la acción de su Estado y la 
vida cotidiana (familia proletaria, uso de su tiempo libre, 
hábitat, etc.) traspasada por la ideología de la clase 
dominante. Se han publicado historias donde se confunde 
clase, movimiento obrero, sindicatos y partidos. Por 
eso, muchas de esas obras no son en rigor historias del 
movimiento obrero sino historias de sus organizaciones 
sindicales y políticas.
Luis Vitale
“
”
31Acción política desde abajo: Expresiones de lucha de grupos subalternos en América Latina
POR UNAS CONDICIONES 
DIGNAS DE TRABAJO, 
¡ESTALLA LA HUELGA EN 
ACERÍAS PAZ DEL RÍO!
 1979, Boyacá, Colombia1
Carlos Andrés Plazas Díaz2
Con el asesinato del líder liberal Jorge Eliecer Gaitán en 1948, Colombia vivió una ola desenfrenada de violencia política y social, entre liberales y conservadores. La violencia que venía manifestándose tiempo atrás se agudizó; se expandió un frenesí de acciones 
violentas y el país entró en un estado de excepción total.3 La solución póstuma fue la firma de 
un acuerdo entre los partidos tradicionales, liberales y conservadores, en el cual se repartieron 
el aparato estatal durante 16 años, alternando los gobiernos para cada partido cada 4 años, 
éste periodo se conoció como el Frente Nacional (FN).4
1 El presente escrito forma parte del trabajo Acciones colectivas del movimiento sindical de Acerías Paz de Río, Boyacá, Co-
lombia 1979 – 1994, para obtener el título de Maestro en Historia. 
2 Licenciado en Ciencias sociales de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC) y candidato a Maestro en 
Historia por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo ( Morelia/México) 
3 Véase: Arias, Ricardo, “Los sucesos del 9 de abril de 1948 como legitimadores de la violencia oficial”, en: Historia Critica, N° 17, 
1998, Universidad de Los Andes, Bogotá, Colombia, pp. 39-46. 
4 El Frente Nacional fue una coalición política concretada en 1958 entre el Partido Liberal y el Partido Conservador de la Repú-
blica de Colombia. A manera de respuesta frente a la llegada de la dictadura militar en 1953, su consolidación en el poder entre 
1954 y 1956, y luego de una década de grandes índices de violencia y enfrentamientos políticos radicales, los representantes de 
ambos partidos, Alberto Lleras Camargo (Partido Liberal) y Laureano Gómez Castro (Partido Conservador) se reunieron para 
discutir la necesidad de un pacto entre ambos partidos para restaurar la presencia en el poder del Bipartidismo. El 24 de julio 
de 1956, los líderes firmaron el Pacto de Benidorm en tierras españolas, en donde se estableció como sistema de gobierno 
que, durante los siguientes 16 años, el poder presidencial se alternaría cada cuatro años entre un representante liberal y uno 
conservador. El acuerdo comenzó a ser aplicado en 1958, luego de la caída de la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, la transición 
política efectuada por una Junta Militar, y con la elección de Alberto Lleras Camargo, y llegó a su fin el 7 de agosto de 1974, en el 
momento en que termina el mandato del político conservador Misael Pastrana Borrero. 
Tomado de: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/ayudadetareas/poli/frentenacional.htm. Consultado el 4 de febrero de 
2015. 
Historia en Movimiento32 Año IV · Número 4 · 2017
Mediante la repartición del poder la oligarquía logró diezmar la violencia bipartidista, sin 
embargo, en el tránsito del FN se secularizó ésta y tuvieron lugar nuevas manifestaciones 
violentas, en su mayoría a causa de la subordinación y exclusión de los sectores populares 
y de oposición. En este orden de ideas, surgieron nuevos actores que participaron y fueron 
objeto de represión. Alejo Vargas Velásquez lo plantea como una nueva ola de violencia, sujeta 
a discursos revolucionarios de transformación estatal. En este sentido, brotaron movimientos 
guerrilleros, como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Ejército de 
Liberación Nacional (ELN) y el Ejército Popular de Liberación (EPL).5 Asimismo se dieron 
nuevas movilizaciones y protestas en contra de la administración arbitraria del FN. Estos 
procesos llevaron a un desconocimiento del sistema y a la necesidad de repensar nuevas 
dinámicas políticas por parte de las élites. 
En el régimen bipartidista la brecha que separaba los diferentes grupos sociales se manifestó 
más, generando nuevas animadversiones. En este contexto, los múltiples actores evidenciaron 
sus problemáticas y optaron por acciones concretas para protestar en contra del sistema. 
Estudiantes, campesinos, indígenas, sociedad civil y obreros se movilizaron constantemente. 
La creciente enemistad entre Estado, grupos de poder, actores sociales y sociedad civil no 
es algo nuevo en la historia de Colombia, sin embargo, en este periodo las contradicciones 
y dicotomías se acrecentaron, desfigurando la intención de apaciguar los odios y conflictos, 
empero las políticas gubernamentales no ayudaron a disminuir la brecha social.6
En el año de 1974 terminó la etapa del Frente Nacional e inició una apertura “democrática” 
de los procesos electorales. Empero, prevalecía el temor de que la confrontación bipartidista 
reapareciera, por lo cual se buscó un equilibrio mediante la asignación de cargos públicos para 
el partido perdedor de la contienda electoral.7
ASÍ COMENZÓ TODO
Esta huelga representó el primer levantamiento de más de 7500 trabajadores, su principal 
reclamo fue mejoras sociales, laborales y salariales. En medio de inconformismos, reclamos, 
arengas y discursos, los trabajadores de la única siderúrgica integrada del país redactaron 
su pliego de peticiones para comenzar la negociación por una convención colectiva que 
brindará garantías dignas de trabajo. En noviembre de 1978, radicaron frente a las directivas 
de la empresa sus reclamos, sin embargo el proceso de negociación no finalizó de manera 
adecuada. Al respecto la Unión de trabajadores de Colombia8 (UTC) declaró: 
Que desde el mes de noviembre de 1978, se iniciaron las negociaciones del 
pliego de peticiones presentado dentro de los términos legales de parte del 
5 Vargas Velásquez, Alejo, “El sistema político colombiano al inicio del gobierno de Santos”, en: Nueva Sociedad, N° 231, Ene-
feb 2011, p. 120. 
6 Archila Neira, Mauricio, “El frente nacional: una historia de enemistad social”, en: Anuario Colombiano de Historia Social y de 
la Cultura, N° 24, 1997, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia, p. 190. 
7 Archila Neira, Mauricio, Idas y venidas. Vueltas y revueltas. Protesta social en Colombia 1958-1990. Bogotá, ICANH y CINEP, 
2005. p. 109. 
8 Central sindical a la que se encontraba afiliado el sindicato de Acerías Paz del Río, de línea conservadora y a la que le 
correspondía mediar en los conflictos de sus afiliados.
33Acción política desde abajo: Expresiones de lucha de grupos subalternos en América Latina
Sindicato Nacional de Trabajadores de Acerías Paz del Río S. A., a la empresa ya 
mencionada, habiendo primado en el largo proceso de las negociaciones de parte 
de los empleadores una posición inconsecuente con las más sentidas peticiones 
de los trabajadores.9 
Ésta es la primera táctica institucionalizada10 que la mayoría de sindicatos ponen en práctica 
para la obtención de demandas antes de agotar otros recursos que implique un mayor 
desgaste. La intención es reducir las contradicciones sobre los puntos a discutir; sin embargo, 
existe gran probabilidad que la mediación no llegue a buen fin, pues, los antagonismos de 
intereses entre los empleadores y obreros es una constante. Las principales exigencias que 
contenía el pliego de peticiones11 fueron: 
•	 Mejoras en las condiciones de trabajo: Entrega de dotaciones de overoles al personal, 
mejoramiento de herramientas e instrumentos y elementos necesarios para una seguridad 
laboraldebida.
•	 Instalación de calentadores eléctricos para los sanitarios en los distintos espacios mineros 
(cláusula 48). 
•	 Construcción de casetas para personal de vigilancia (cláusula 38).
•	 Ajuste salarial en un 70%. 
•	 Avance en las pensiones de jubilación con 20 años de trabajo y a cualquier edad, para 
trabajadores que laboran en altas temperaturas y condiciones ambientales anormales 
(fundidores, soldadores, obreros de convertidores, operadores de calderas, etc.)
•	 Aumento adecuado para las sumas prestadas para vivienda. 
•	 Auxilios educacionales.
•	 Que la empresa asuma los servicios de cafetería y casino.
•	 Auxilio para medicamentos de familiares.
•	 Respeto al fuero sindical.
•	 Respeto por la prima (bono navideño) y otros beneficios económicos. 
Las exigencias respondían en cierta medida a las modificaciones decretadas a nivel nacional 
en los precios de los combustibles, el transporte, los procesos inflacionarios y la pérdida de 
poder adquisitivo de los trabajadores. Al respecto, las centrales y organizaciones obreras 
expresaron:
El alza de las tarifas en el transporte agregadas a los reajustes en los precios de 
los combustibles (estimadas por el ministerio de Minas, Alberto Vásquez Restrepo, 
en un 23 %) reducen considerablemente el ya muy débil poder adquisitivo de 
9 Maldonado, Jorge, 30 años después, Apoyo de la UTC, resolución N° 0149, Sogamoso, 15 de marzo de 1979, pp. 9-10. El 
documento en mención es una publicación informal hecha por un trabajador que hizo parte del movimiento, allí condensa una 
serie de escritos, noticias, comunicados etc., por ende se hace referencia al documento en especifico
10 Tarrow, Sidney, El poder en movimiento, los movimientos sociales, la acción colectiva y la política, España, Alianza Editorial, 
1994, p. 200. 
11 La reivindicaciones mencionadas fueron recopiladas de los siguientes documentos sindicales encontrados en el archivo del 
sindicato:
Comunicado N° 005, Paz del Río, enero 18 de 1979.
Comunicado N° 001, Paz del Río, enero 4 de 1980. 
Comunicado N° 003, Paz del Río, marzo 3 de 1980.
Resolución N° 01, Belencito, Marzo 2 de 1979. 
Boletín N° 10, Paz de Río, marzo 10 de 1979.
Historia en Movimiento34 Año IV · Número 4 · 2017
los salarios de los trabajadores y constituye una dura carga para las clases 
marginadas, a pesar que se originan en fenómenos externos como la crisis del 
petróleo que nadie desconoce. Lo anterior indica claramente la necesidad de una 
elevación del salario mínimo.12 
La etapa de arreglo directo duró alrededor de 70 días, desde el 13 de noviembre de 1978 hasta 
finales de enero de 1979, de las 87 cláusulas a negociar a la fecha solo estaban resueltas 25. La 
negociación se encontraba en un desconcierto total, los únicos avances concernían a servicios 
médicos asistenciales, relaciones sindicales y peticiones de menor importancia. La intención 
patronal era desviar la atención del punto más álgido e importante: el aumento salarial.13 De 
los 300 puntos que contenía el pliego tan solo 60 fueron aceptados. Los aspectos difíciles 
de la discusión fueron salarios, edad de jubilación y pensiones. El sindicato exigía un reajuste 
del 70 % en los sueldos, la contra propuesta de la empresa comprendía un 20 % y negaba la 
propuesta de jubilación ya que sería una pesada carga económica.14 Asimismo, el ofrecimiento 
de Acerías para los préstamos de dineros para la construcción de vivienda no sobrepasan el 
30 %, un promedio aproximado del costo del pliego de peticiones llega a un millón de pesos.”15
La comisión negociadora no estuvo sola. Las masas inconformes acompañaron las 
negociaciones con una constante agitación e invitación a estar informados. Se realizaron una 
serie de mítines en la portería principal de la siderúrgica; hubo una participación activa de 
las seccionales y se hizo un ferviente y revolucionario llamado a toda la militancia sindical 
para realizar mítines simultáneos en todos los frentes mineros y demás dependencias de la 
empresa.16 En esta lógica el mitin es una de las acciones más frecuentes, más espontaneas 
y que aglutinan menor número de población, pero que cumplen un papel fundamental al 
motivar al movimiento, en algunos casos con mayor cohesión identitaria y un marco ideológico 
previo.17 En medio de la euforia se escuchaba:
compañeros parece que ha llegado la hora para que despertemos del letargo 
en que hemos vivido por tanto tiempo; hagamos un examen de conciencia y 
preguntémonos qué hemos conseguido a través de tantos años de trabajo y 
sacrificios; creemos que lo único que hemos logrado es la vejez y un sinnúmero de 
enfermedades.18 
Con un proceso de negociación nublado y la posición obstinada del complejo industrial de 
acceder a las demandas, la junta directiva encargada de negociar convocó asamblea general 
de trabajadores el 7 de marzo de 1979 en la cuidad de Sogamoso, para tomar la decisión de 
ir a la huelga. La asamblea decisoria se inició con 109 delegados de los trabajadores, con las 
notas del himno nacional y las palabras de Carlos Flechas, presidente del sindicato. El espacio 
12 El Espectador, “Revisión de salarios piden centrales obreras”, Bogotá, domingo 18 de marzo de 1979, p. 1 A y 8 A. 
13 Comunicado N°005, “Inconsecuente rechazo del pliego de peticiones asume la empresa”, Paz del Río, enero 18 de 1979.
14 El Tiempo, “El martes decretarían huelga en Paz del Río”, Bogotá, sábado 2 de marzo de 1979, p. 11 A. 
15 El Espectador, “Decretan huelga en Paz del Río”, Bogotá, Jueves 8 de marzo de 1979, pp. 1 A y 10 A. 
16 Boletín informativo N° 008: “Llamado de alerta y de participación activa en defensa de nuestros intereses”, Paz del Río, 
febrero 15 de 1979. 
17 Marco, Jorge, “Entre la fiesta y la huelga Protesta social y repertorios de acción colectiva (1931-1936)”. https://www.ucm.es/
data/cont/media/www/pag-13888/Jorge_Marco.pdf [consultado el 28 de diciembre de 2014.] 
18 Boletín informativo N° 009: “El próximo 28 de febrero termina la conciliación”, Paz del Río, febrero 23 de 1928.
35Acción política desde abajo: Expresiones de lucha de grupos subalternos en América Latina
contó con la presencia de Tulio Cuevas y José Corredor Nuñez, delegados de la Unión de 
Trabajadores de Colombia (UTC) encargados de acompañar el proceso. 
En la reunión, Corredor Nuñez, secretario de asuntos jurídicos de la UTC, extendió una 
invitación a la reflexión y a la cordura, teniendo en cuenta las consecuencias para el país en 
términos económicos y sociales, y a su vez la posibilidad de que el Presidente de la República, 
a través de la ley 48 de 1968, constituyera antes de tiempo un tribunal de arbitramiento en 
vista de la gravedad del movimiento para la nación. En ese momento se escuchó un grito 
muy fuerte por parte de los trabajadores que decía ¡que sea Sogamoso la segunda zona 
bananera del país! En las calles frente al lugar de la reunión se escuchó otro grito que rompió 
el silencio ¡Viva la huelga! eran los trabajadores de la Acería que hacían historia en treinta años 
de labores. Hacia al atardecer en forma secuencial los mítines resonaban en cada una de las 
seccionales de la empresas anunciando la decisión del pleno. 
Acompañado de los gritos ¡viva la huelga! se organizó un paro de una hora y media en la planta 
principal de la industria. Según el diario El Tiempo, para la empresa las pérdidas estimadas 
durante esta acción colectiva fueron de 18 millones de pesos. Sin embargo, los saldos rojos 
pudieron elevarse a 350 millones en 24 horas que era el aproximado diario de la producción de 
la siderúrgica. Finalizada la etapa de prehuelga, el sindicato contó con 5 y 30 días para declarar la 
hora cero; en ese lapso existía la posibilidad de un arreglo directo.19 Ésta acción fue una muestra 
de la capacidad organizativa que tuvo el movimiento y a su vez representó un mecanismo de 
presión para lograr una solución previa, no obstante la empresa rehusó a firmar un arreglo.
Otro aspecto de gran importancia que se decidió en la asamblea fue la estructura orgánica

Continuar navegando