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TRANSFORMACIONES EN EL USO DE LA ENERGÍA EN UN ESTABLECIMIENTO
RURAL DEL SUDESTE PAMPEANO. III Congreso de Geografía de Universidades
Públicas.
Conference Paper · November 2011
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Patricia Vazquez
National Scientific and Technical Research Council
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1 
 
TRANSFORMACIONES EN EL USO DE LA ENERGÍA EN UN ESTA BLECIMIENTO 
RURAL DEL SUDESTE PAMPEANO 
 
PROBLEMÁTICAS AMBIENTALES EN GEOGRAFÍA: SUSTENTABILIDAD, RIESGOS 
Y GESTIÓN 
 
Patricia Vazquez ∗∗∗∗ 
 
RESUMEN 
 
La agricultura pampeana tiende a intensificar la producción con doble cultivo, abandono 
de ganadería, siembra directa e incremento en el cultivo de soja. La sustentabilidad, 
objetivo primordial de las actividades productivas en el contexto actual, se favorece por 
el no laboreo que propicia la conservación edáfica, cabe preguntarse si los aspectos 
energéticos siguen igual tendencia aumentando su eficiencia. Con el objetivo de 
constatar si un agroecosistema bajo agriculturización permanente y siembra directa es 
más sustentable energéticamente que bajo producción agropecuaria convencional, se 
realizó un análisis energético cuali-cuantitativo (MJ) temporal, de un caso de estudio 
representativo de las tendencias productivas regionales. Para un agroecosistema de 
2280 ha del SE bonaerense (Argentina) se analizaron las campañas productivas 
1991/1992 2001/2002 y 2007/08, que cambiaron las prácticas aplicadas, pasando de un 
sistema agrícolo-ganadero con cultivo de granos y pasturas por laboreo, a uno 
exclusivamente agrícola, bajo siembra directa, doble cultivo y soja en las rotaciones. Se 
entrevistó a informantes calificados, se analizaron balances, circuitos energéticos 
mediante modelos gráficos cuantificados e indicadores de sustentabilidad energética 
relacionados con los costos y las eficiencias. Los cambios producidos en 2002 tuvieron 
un impacto negativo sobre la sustentabilidad estimada mediante indicadores 
energéticos; en los años subsiguientes la tendencia se mantuvo con ajustes que no 
bajaron costos, si aumentaron las eficiencias. La producción aumentó, el gasto de 
combustible se mantuvo constante al sustituirse la roturación por tareas asociadas al 
doble cultivo. Indicaron menor sustentabilidad la disminución de la eficiencia energética 
por mayores costos debidos a gastos en herbicidas y fertilizantes. 
 
INTRODUCCIÓN 
 
Los sistemas de producción agropecuaria se transforman en su estructura mediante 
procesos complejos. El desafío hoy es tender al desarrollo sustentable y mantener la 
productividad de los sistemas agropecuarios sin deteriorar en el largo plazo su 
 
∗ Trabajo desarrollado durante el periodo de Beca de Formación Superior de la UNLP. 
** Magister en Teledetección y SIG. CESAL. Nodo CONICET. Facultad de Ciencias Humanas, Campus 
Universitario, Arroyo Seco, Tandil, CP7000. CIISAS. Centro de Investigaciones Integradas Sobre 
Agricultura Sustentable. Facultad de Agronomía, Universidad del Centro de la provincia de Bs. As. CC 47, 
B7300, Azul, Argentina. patriciavazquez@faa.unicen.edu.ar; patriciavazquez11@gmail.com.ar 
 
 
2 
 
capacidad productiva potencial, o agotar los recursos naturales, satisfaciendo las 
necesidades sociales y económicas (WCED 1987; Kauffman et al. 1994). Bajo la 
concepción moderna de la agricultura, la apropiación del ambiente en respuesta a 
necesidades de rentabilidad supone una interacción que según el tipo de tecnologías 
utilizadas puede traer aparejados problemas ecológicos, sociales, culturales y 
económicos (Gutman 1988). Desde el punto de vista energético, la agricultura depende 
cada vez más de subsidios externos, por lo que la energía del petróleo se transforma en 
alimento y se ha puesto en duda la posibilidad de mantener altos rendimientos 
mediante una subvención sostenida e indefinida de suministros energéticos (Leach 
1976; Heichel 1980; Odum 1980; Pimentel 1980, 1993; Gingins y Viglizzo 1981; Lugo 
1982; Marchioro 1985; CNR-ENEA 1989; Pimentel y Heichel 1991; Refsgaard et al. 
1998; Santos et al. 2000; Dalgaard et al. 2001; Ceccon et al. 2002; Denoia et al. 2006; 
Denoia et al. 2008; Lewandowski y Schmidt 2006; Meul et al. 2007; Montico et al. 
2007). 
La agricultura pampeana desde los años 90’, ha respondido a la aceleración de los 
ritmos de rotación del capital y de la capitalización de la renta del suelo - que busca 
maximizar las ganancias en el corto plazo (Leff 1994) -, tendiendo hacia el aumento de 
la producción, la intensificación agrícola con doble cultivo anual y el consecuente 
abandono de la ganadería bovina. Paulatinamente, se ha ido reduciendo el laboreo del 
suelo al adoptarse la siembra directa, se ha incorporado la soja (Glicine max (L.) Merr.) 
como cultivo predominante y ha aumentado la mecanización y la utilización de insumos 
químicos y biológicos. 
El concepto de sustentabilidad, es más sencillo de interpretar que de medir. Para 
comprender su complejidad y multidimensión, los indicadores, cuyas ventajas son la 
simplificación, cuantificación, análisis y comunicación, constituyen una herramienta útil, 
que permite analizar fenómenos complejos haciéndolos cuantificables y comprensibles. 
A menudo son medidas fáciles de obtener que sintetizan información relevante de un 
fenómeno particular y permiten visualizar tendencias no detectables fácilmente (Mc 
Queen & Noack 1988; Adriaanse 1993). El análisis de los agroecosistemas mediante 
indicadores de sustentabilidad permite revelar aquellos puntos críticos que la 
comprometen (Sarandón 2002;Vigglizo et al. 2002). Una manera de evaluar los efectos 
sobre la sustentabilidad de varias modalidades de producción es comparando 
agroecosistemas distintos sujetos a manejo diferente, o analizando temporalmente un 
mismo agroecosistema que haya cambiado sus técnicas de producción. Esta última 
manera tiene la ventaja de que permite mantener constantes algunas variables - clima, 
topografía, tipo de suelo, características del drenaje, superficie -, y facilita la evaluación 
del efecto sobre la sustentabilidad que ejercen específicamente, los cambios en las 
técnicas de gestión. Los estudios de caso resultan apropiados para el análisis de estas 
situaciones. 
En el sudeste bonaerense, la tendencia ha sido a reemplazar la estrategia de 
producción agrícola convencional, que implica la roturación del suelo, y a adoptar la 
siembra directa o labranza cero, que es considerada una técnica sustentable por 
propiciar la conservación del suelo. La no labranza disminuye los riesgos de erosión, y 
contribuye a conservar la materia orgánica y la humedad edáfica, pero exige el control 
de las malezas con herbicidas. Además, el modelo productivo condicionado por los 
mercados, conduce a la agriculturización permanente. El doble cultivo anual, que 
3 
 
conlleva a un mayor uso de fertilizantes y agroquímicos, incluye en la zona de estudio la 
rotación trigo-soja: el trigo es el cultivo tradicional y la soja manifiesta un marcado 
incremento. Otros cultivos de menor importancia, son los de girasol, maíz, cebada, 
alpiste y avena. 
Cabe preguntarse cómo este conjunto de transformaciones inciden sobre los aspectos 
energéticos de los agroecosistemas y sobre la sustentabilidad general del mismo. La 
hipótesis es que los cambios en las técnicas productivas no conducen a un uso más 
eficiente de la energía ni a aumentar la sustentabilidad del agroecosistema desde el 
punto de vista energético. 
El objetivo del trabajo es constatar si la combinación “siembra directa - doble cultivo 
anual -incremento de la soja” mejora la sustentabilidad energética de los 
agroecosistemas respecto de la producción agropecuaria convencional. 
 
MÉTODOS 
 
Se realizó un estudio de caso en un establecimiento rural (latitud: 37° 13’ 25’’ Sur; 
longitud 59° 34’ 33.2’’ Oeste) representativo del sudeste pampeano (Buenos Aires, 
Argentina) (Figura 1). En él se compararon temporalmente los flujos energéticos 
cuantificados de un agroecosistema sujeto a distintas modalidades productivas a lo 
largo de 15 años, que ocupa 2280 ha en el pedemonte serrano del partido de Tandil. 
 
Figura 1. Localización del partido de Tandil y establecimiento rural seleccionado 
 
 
 
El establecimiento seleccionado como caso de estudio representó un modelo de los 
cambios productivos en el contexto socio / económico / natural, y de las tendencias 
generales prevalecientes en la región, ya que aplica las novedades tecnológicas 
propuestas por los principales grupos asesores agrícolas (AACREA, APRESID, CREA). 
Comprende una superficie relativamente amplia para la zona, debido a que las 
unidades de producción familiar en el sudeste bonaerense podrían funcionar con 200 
4 
 
ha, en tanto que la tendencia actual es a concentrar la tierra en grandes 
establecimientos (> a 1000 ha) gestionados por empresas o sociedades. Dado que el 
establecimiento elegido representa un modelo para la zona, se lo toma como un caso 
testigo a analizar, que contribuirá a la comprensión de los procesos de cambio 
generales de la región. 
El análisis energético cuali-cuantitativo (MJ) se realizó para tres momentos que 
representaron cambios significativos en las prácticas de producción: las campañas 
agrícolas 1991/1992 (producción agropecuaria tradicional para la zona), 2001/2002 
(reciente incorporación de la agriculturización permanente) y 2007/2008 (ajustes 
productivos de la agriculturización permanente). 
Las variables analizadas fueron: modalidad agrícola utilizada (ganadería, siembra 
convencional y directa); semillas sembradas y cosechadas de cada uno (kg); ganado 
que ingresa y que egresa (kg); combustibles y lubricantes para maquinarias y vehículos 
(gasoil y aceite; L/año); fertilizantes (tipos; L); plaguicidas (tipos; L) y personal 
(número). El contenido energético (MJ/año) de los insumos y productos se estimó a 
partir de conversiones establecidas por otros autores (Leach 1976; Heichel 1980; 
Pimentel 1980; Marchioro 1985; Anglada 1997; Dalgaard 2001; Denoia et al. 2006; 
UTFSM–Chile 2007). En el caso de las pasturas que persisten por 5 años, el valor 
energético de las semillas se dividió por cinco. 
Se analizaron comparativamente las entradas (insumos) y salidas (producción) de 
energía de cada momento productivo y como herramienta de análisis y evaluación del 
camino que sigue la energía dentro del agroecosistema, se construyeron modelos 
gráficos cuantificados utilizando el lenguaje energético de Odum (1971). Se calculó la 
producción anual y los balances energéticos totales (entradas (insumos) - salidas 
(producción)). Se calcularon indicadores energéticos de sustentabilidad: (1) Consumo 
de energía fósil = ∑ costo energético de los insumos plaguicidas, fertilizantes, semillas y 
combustibles usados para la roturación del suelo, siembra, fumigación, cosecha, etc. 
(Viglizzo et al. 2002). (2) Subsidios energéticos artificiales = combustibles + fertilizantes 
+ plaguicidas; se diferencia del anterior en que no se consideran las semillas que si bien 
su producción representa un gasto de combustibles fósiles, son un producto biológico. 
(3) Eficiencia de uso de la energía fósil = insumo o ingresos / producto o egresos = (1) / 
producción de cultivos y carne. Expresa la cantidad de energía fósil (MJ) consumida 
para obtener 1 MJ de producto, por lo que a mayor consumo de energía, más 
ineficiente es el proceso productivo (Viglizzo et al. 2002). (4) Eficiencia de producción 
total del agroecosistema (EP) = Pt / Pt-1. Dónde Pt = todos los egresos; Pt-1 = todos los 
ingresos (Odum 1971; Speeding 1979). (5) Eficiencia de producción de cada tipo de 
cultivo = producto de cosecha / semillas sembradas. (6) Eficiencia de producción del 
ganado vacuno = egreso de ganado / ingreso de ganado. (7) Eficiencia de producción 
del sistema ganadería-pasturas (E/I) = egreso de ganado / vacas que ingresan + 
semillas de pasturas + combustibles + fertilizantes. 
 
RESULTADOS Y DISCUSIÓN 
 
Circulación de la energía en los agroecosistemas 
 
5 
 
Los modelos energéticos gráficos (Figura 2 (a), (b), (c)) representan los caminos 
generales que siguió la energía en el establecimiento rural en cada campaña 
agropecuaria analizada y permiten observar las entradas de insumos y salidas de 
productos, así como la transferencia y las transformaciones de energía entre los 
componentes bióticos y abióticos del agroecosistema. 
 
Figura 2. 
Modelo de flujo de energía (Odum, 1971) de un establecimiento rural pampeano (a) 
Bajo un sistema de producción de agricultura convencional (campaña agrícola 
1991/1992). (b) y (c) Bajo siembra directa, doble cultivo y agriculturización permanente 
del sistema, con abandono de la ganadería (campañas productivas 2001/2001 y 
2007/2008). 
 
 
(a) 
 
 
6 
 
 
(b) 
 
 
(c) 
 
La energía radiante promedio que, luego de disiparse (caja negra), llega a la superficie 
terrestre en el sudeste bonaerense, es de aproximadamente 16.14 MJ m-2 día-1 (Rivas y 
7 
 
Caselles 2004), por lo que a la unidad productiva analizada llegaron 134317080000 
MJ/año; de ella, sólo la radiación fotosintéticamente activa ingresó al sistema limitada 
por la capacidad fotosintética del cultivo presente. Las acciones y el trabajo humano, 
constituyeron una fuerza externa que determinó cambios en la estructura y en las 
características funcionales del agroecosistema, y fue responsable de la incorporación 
de varios insumos energéticos. En los trabajos agrícolas (preparar la tierra, sembrar, 
fumigar) se utilizaron maquinarias que consumen energía fósily liberan calor, 
subsidiando la energía solar que ingresa por fotosíntesis al cultivo. El nitrógeno (N) y el 
fósforo (P) incorporados al suelo fueron los nutrientes (concebidos como fuentes de 
energía fósil ya que en su fabricación ésta se consume) que aceleraron las tasas 
fotosintéticas. Las semillas de los cultivos (cereales y oleaginosas) y las especies 
forrajeras que componían las pasturas, se incorporaron como un insumo más en la 
siembra. Los cultivos y malezas fueron los responsables de la productividad primaria, 
parte de cuya energía se extrajo con la cosecha, a través de la fuerza del hombre y sus 
maquinarias accionadas por energía fósil. La producción, de granos de cereales y 
oleaginosas, se acumuló en camiones, bolsas o silos hasta su siembra o 
comercialización. La vegetación ruderal y las malezas ingresan al agroecosistema a 
través de sus mecanismos naturales de dispersión y compiten con los cultivos por los 
recursos, a la vez que hospedan fauna silvestre, tanto plagas como fauna que pueda 
cumplir roles en el control biológico de las plagas. Ésta biomasa animal y vegetal no se 
cuantificó. La productividad de las pasturas siguió la vía del pastoreo, y en parte la de 
los detritos, y dio lugar a la productividad secundaria a través del engorde del ganado. 
Parte de esa energía se disipó en forma de calor metabólico, y parte contribuyó a la 
fertilización del suelo por el aporte de materia orgánica de las deyecciones y los 
animales muertos. Los consumidores primarios fueron los novillos y vaquillonas cuando 
los hubo, y los herbívoros silvestres nativos y exóticos (insectos, aves, liebres, cuises y 
ratones) que entran y salen del sistema y no se cuantificaron. Muchos de los herbívoros 
silvestres así como los hongos parásitos que reducen la superficie foliar fotosintética, se 
consideran plagas si consumen parte de su productividad, o dañan los tejidos de las 
plantas. Por ello el agricultor desmalezó en forma mecánica y / o con herbicidas y aplicó 
plaguicidas - insecticidas y fungicidas - para interrumpir los flujos energéticos 
indeseables económicamente. En consecuencia simplificó la red trófica del 
agroecosistema. Los agroquímicos se representaron como fuentes de energía, dado 
que su fabricación consume energía fósil. Los consumidores secundarios – carnívoros e 
insectívoros - estuvieron constituidos por fauna silvestre (aves, comadrejas, hurones, 
mulitas, peludos, zorrinos, zorros, gatos) y no se cuantificaron. Las plantas y animales 
muertos, los restos de cosecha y las deyecciones, constituyeron energía no exportada 
del sistema que contribuyó a aumentar la materia orgánica del suelo y el aporte de 
nutrientes. No se cuantificó el flujo de contribución a la materia orgánica de los 
descomponedores (hongos, bacterias, detritívoros) pero no se ignora la relevancia del 
proceso de la descomposición que convierte la materia orgánica simplificándola a 
nutrientes básicos y compuestos de nitrógeno, fósforo, azufre, potasio, que contribuyen 
a mantener la fertilidad del suelo al procurar el reciclaje de los nutrientes. 
El camino que sigue la energía en los agroecosistemas, mostró que la mayor parte de 
la energía fue exportada fuera del sistema por el hombre y que esto se magnificó 
8 
 
cuando se eliminó el ganado en 2001 y se reemplazaron las pasturas artificiales por 
cultivos anuales. Esto minimiza la cadena del pastoreo y afecta la vía de los detritos. 
La comparación temporal de los modelos mostró que el trabajo humano se redujo un 
11% (13742250 MJ/año) en las campañas posteriores a 1991/1992 debido a la 
reducción del personal necesario para el manejo del ganado. Aumentó la necesidad de 
capacitación en el personal, pero esto no se cuantificó. Los combustibles fósiles 
utilizados por unidad de superficie se redujeron a la mitad con la siembra directa, de 44 
a 22 L/ha. No obstante, en el balance general del agroecosistema la cantidad total de 
combustibles utilizados aumentó un 2.7% en las primeras campañas (95556.5 MJ/año) 
dado que se incrementaron los trabajos agrícolas al incorporarse al cultivo las áreas de 
pastoreo y al realizarse doble cultivo anual sobre la misma superficie de tierra. La 
planificación más precisa del uso de la tierra y el ajuste en las rotaciones determinó en 
la campaña 2001/2002 un aumento del gasto de combustible de un 3% adicional 
(109374.6 MJ /año). Los insumos de semillas de cereales y oleaginosas al 
agroecosistema fueron aumentando diferencialmente. La agriculturización permanente 
determinó en 2001/2002 respecto de 1991/1992, un incremento en la energía ingresada 
en forma de simientes que fue más marcada para las oleaginosas (soja y girasol) que 
para los cereales (trigo, maíz, avena); las primeras se triplican, en tanto que los 
segundos aumentan un 22.4%. La tendencia al aumento, aunque no tan pronunciada, 
se mantuvo hacia 2007/2008 pero esta vez, perdieron preponderancia las oleaginosas 
que sólo se incrementaron un 11%, en tanto que los cereales lo hicieron un 50%. 
Dentro de esta tendencia hubo un crecimiento diferencial en el que el trigo preponderó 
entre los cereales y la soja entre las oleaginosas, al punto que en 2002 desapareció la 
avena y en el 2008 el maíz. Así la productividad primaria tuvo un origen más diverso en 
1991/1992 y fue llevada a cabo por los cultivos de trigo, soja, maíz, girasol, alpiste y de 
pasturas mixtas; se redujo a trigo, soja, maíz y girasol en 2001/2002 y en 2007/2008 a 
trigo, soja y girasol. 
Los años analizados reflejaron el momento en que se desató el auge del cultivo de soja 
en la región pampeana, así la producción de oleaginosas se triplicó en los primeros 10 
años y luego presentó un incremento relativo del 9.7% adicional en los 5 años 
siguientes. La producción de cereales, principalmente trigo, disminuyó un 16% al 
incorporarse la soja como cultivo dominante, aunque esto no reflejó la intención de 
siembra (que sí superó a la realizada en 1992), sino una reducción de la eficiencia. En 
la campaña subsiguiente se recuperó la producción de cereales, que aumentó un 29% y 
superó incluso (un 14% más) lo que se producía en 1992. Las semillas de las especies 
forrajeras que dieron lugar a pasturas permanentes de 5 años, sólo se incorporaron 
como insumo en 1992, y constituyeron un 2.2% del ingreso anual de energía por 
simientes al agroecosistema. Esta vía energética siguió el camino de los herbívoros 
domésticos; el ganado entrante, representó un ingreso energético en forma de biomasa, 
que representó el 40% de los insumos biológicos y fue el más elevado junto con las 
semillas de cereales. La productividad secundaria, que se manifestó en el engorde del 
ganado vacuno, duplicó (96% superior) la energía de entrada (biomasa) y se exportó 
del sistema en forma de animales en pie. Contribuyó en cantidad - no en calidad - a la 
producción total del agroecosistema sólo en un 2.15%. Tras el abandono de la 
ganadería, en 2002 el área ocupada por las pasturas fue utilizada en cultivos de 
cosecha. 
9 
 
No se cuantificaron la biomasa animal y vegetal fuera de la del cultivo y del ganado 
doméstico, pero podrían suponerse más abundantes en 1992 por la presencia de las 
pasturas y áreas ocupadas por alambrados. Sus bordes son espacios que pueden 
proporcionar hábitat a flora y fauna espontánea, entre ellos, plagas o especies 
potencialmente dañinas para los cultivos. No obstante el gasto energético destinado 
controlarlas mediante agroquímicos evidenció un brusco aumento temporal. Así, 
mientras que en 1991/1992 se realizó un gasto semejante en herbicidas y plaguicidas 
(0.15 y 0.12%) en las campañas posteriores el aumento en herbicidas fue exponencial, 
probablemente en relación a la aplicación de la siembra directa, asociado a la soja y al 
paquete tecnológico que la acompaña, que por su condición de cultivo transgénico se 
asocia a un uso indiscriminado de herbicidas. Así, mientras que en 1992 se desmalezó 
principalmente en forma mecánica, en 2001/2002 el uso de herbicidasfue 26 veces 
superior y aumentó un 31% adicional en 2007/2008. Los plaguicidas en cambio, se 
incrementaron 2.5 veces en la campaña 2001/2002, y luego un 37% adicional en 
2007/2008. Los herbicidas tuvieron un comportamiento más gravitante que los otros 
plaguicidas, pero el salto se produjo al cambiar la década, siendo la tendencia al 
incremento en los 5 años subsiguientes más semejante entre ellos. 
La siembra directa, a partir de 2002, propende a la conservación de la materia orgánica 
del suelo proveniente de los rastrojos de los cultivos, retardando su descomposición y 
protegiéndo de la erosión, aunque ya no hubo aporte de deyecciones de grandes 
herbívoros. La incorporación de fertilizantes al agroecosistema se incrementó 3.5 veces 
en los primeros 10 años analizados, probablemente debido a la intensificación de la 
agricultura. El nitrógeno se intensificó más que el fósforo (3,7 veces el N y 3,2 el P). En 
los siguientes 6 años, aunque más moderada, esta tendencia continuó, aumentó un 
22% el N y un 13% el P. 
 
Balances de energía e indicadores energéticos de su stentabilidad 
 
En relación a las entradas de energía al agroecosistema, el indicador consumo de 
energía anual total, que representa el total de insumos utilizados en el ciclo productivo, 
mostró un incremento de 290% en 2001/2002 respecto de 1991/1992, y un 122.4% en 
2007/2008 respecto de 2001/2002 (Tabla 1). 
No obstante si sólo se consideran los subsidios energéticos artificiales (combustibles, 
fertilizantes, plaguicidas, sin contar el de semillas) - indicador consumo de energía fósil 
-, se incrementó en un 319% y 121.4% respectivamente. No todos los subsidios 
artificiales se incrementaron en la misma proporción; los que más lo hicieron fueron los 
plaguicidas: 1592% (16 veces más) en 2002 y 131% (1.3 veces) en 2007. De ellos el 
uso de herbicidas fue el que más se acrecentó, en segundo lugar los fertilizantes, más 
el N (367%) que el P (319%) en 1991/1992 y 2001/2002, y continuaron aumentando 
pero en menor medida el N (122%) y el P (103%) en 2001/2002 y 2007/2008. Los 
combustibles quedaron en tercer lugar, con un aumento del 103% y 110%. 
El análisis de los costos energéticos mostró que la energía artificial ingresada al 
sistema en 2001/2002 fue 289.5% mayor que en 1991/1992 y 121.4% en la campaña 
2007/2008, lo que indica que cada vez se hizo más necesaria aplicación de energía 
artificial. La dependencia de energía fósil, que podría esperarse se redujera al 
implementar técnicas agrícolas que implican menor laboreo de la tierra, se incrementó 
10 
 
un 103% debido a la superficie adicional a sembrar y a cosechar. El trabajo del hombre 
disminuyó un 11% en el año 2001/2002 y luego se mantuvo constante. La utilización de 
fertilizantes nitrogenados aumentó un 367 y 165% en 2001/2002 y 2007/2008 y de 
fosforados en un 319 y 165%. Esto respondería al aumento de la superficie cultivada y 
a la intensificación en el uso del suelo, pero también podría relacionarse con un 
empobrecimiento de los suelos. Sobre el uso de herbicidas recayó la mayor 
responsabilidad en el aumento de los costos - se incrementó un 2600% y 122% 
respectivamente -. Esto responde a que con la implementación de la siembra directa se 
eliminó el desmalezamiento mecánico y, por ende se dependió en mayor medida de 
herbicidas químicos. Conjuntamente aumentó el uso de insecticidas y fungicidas del 
252 y 9.3% que acompañó al incremento de las superficies con un mismo cultivo y al 
mayor riesgos de pérdidas por plagas que ocurre al disminuir la diversidad de los 
cultivos (Altieri 1999). 
Tabla 1. Producción, energía, doble cultivo e indicadores de sustentabilidad de tres 
momentos productivos en un establecimiento rural bajo diferentes técnicas productivas: 
ganadería y agricultura tradicional (1991/1992); abandono de la ganadería, doble cultivo bajo 
siembra directa (2001/2002; 2007/2008). I=inputs; E=outputs. 
Campaña agrícola Indicador energético 
1991/1992 2001/2002 2007/2008 
Producción agropecuaria (MJ) 7545787.6 188513835.8 226258800.0 
Balance de energía (MJ) +4998507.6 +152192027.0 +181799779.2 
Consumo de energía fósil (MJ) 12544295.2 36321808.9 44459020.8 
Subsidios energéticos artificiales (MJ) 10035026.0 32020251.3 38874774.8 
Eficiencias: 
de uso de la energía fósil (I/E) 0.085 0.192 0.196 
total de producción (E/I) 11.7 5.2 5.1 
de producción en oleaginosas(E/I) 39.6 40.3 39.7 
de producción en cereales(E/I) 68.5 47.5 40.0 
de producción del ganado (E/I) 2 --- --- 
de producción ganadería-pasturas (E/I) 1.1 --- --- 
En cuanto a las salidas de energía, que constituyen la producción o cantidad de 
biomasa alimentaria producida por el agroecosistema, esta siguió una tendencia 
general a incrementarse, 128 y 120%. En 2001/2002 se produjo energéticamente el 
doble que en 1991/1992, y cerca del triple para 2007/2008. Los balances energéticos 
siguieron igual tendencia que la producción, tendieron a incrementarse pero de manera 
11 
 
más marcada en los últimos 5 años. Esto fue consecuencia del incremento marcado de 
los costos que se produjo en 2002, que luego se moderó. Ya Santos y colaboradores 
(2000) habían señalado que la siembra directa tiene una conversión y balances 
energéticos más favorables que la labranza convencional. Esto muestra que el empleo 
de tecnologías de fertilización y control de adversidades, sumado al mejoramiento 
genético de los cultivos han conducido al incremento de los rendimientos y por lo tanto 
de las salidas (output) de los agroecosistemas (Bonel et al. 2005). Aunque se ha 
alertado que el incremento de la productividad de los sistemas agropecuarios, deben 
contemplar aumentos en el ingreso de la energía (Montico et al. 2007), los balances 
evidenciaron hacerse cada vez más positivos. 
La eficiencia total de producción sufrió primero una reducción del 44.3% en 2001/2002, 
pero luego se recuperó aumentó el 97.8% en 2007/2008 (Tabla 1). Se explica porque 
en 1991/1992, la producción fue aproximadamente 12 veces superior a los ingresos de 
insumos, en tanto que el 2001/2002 fue poco más de cinco veces superior, y en 
2007/2008, de cinco veces y media. 
La eficiencia en el uso de la energía fósil disminuyó hacia 2001/2002. Así en 1991/1992 
se necesitó un subsidio de energía de 0.085MJ para generar 1MJ de producto, mientras 
que en 2001/2002 se necesitaron 0.192MJ. Esto implica que en 2001/2002 el consumo 
de megajoules fue 226% superior para generar productos que en 1991/1992. En 
2007/2008 vuelve a aumentar y ya se necesitaron subsidios de 0.196MJ para generar 1 
MJ de producto, o sea que se consumió un 102.1% menos de energía para generar 
productos que en 2001/2002. 
Las cereales fueron los cultivos con la mayor eficiencia de producción; ésta mostró una 
disminución del 144.2% en 2001/2002 respecto de 1991/1992, y una reducción 
adicional del 84.2% en 2007/2008. Las oleaginosas en cambio, aunque mucho menos 
eficientes, mostraron una tendencia temporal a aumentar su eficiencia: 101.6% en 
2001/2002 y 98.6% adicional en 2007/2008. Se observó una mayor eficiencia de 
producción de los cereales que de las oleaginosas, contrariamente éste último cultivo 
mostró una expansión mayor. La reducción de la eficiencia que se manifestó en los 
cultivos de cereales de 2001/2002, podría deberse a que la soja responde mejor a las 
nuevas técnicas de producción o, que superada cierta intensidad de energía fósil, actúa 
como factor de tensión (Lugo 1982). 
En 2001/2002 se triplicó la producción pero bajó la eficiencia del proceso productivo y 
se necesitaron más megajoules (44.28%) para generar productos que en 1991/1992. 
Los resultados indicarían que en 2001/2002 sería una mayor proporción de energía fósil 
la que se transforma en alimento lo que refuerza la afirmación de que se tiende a 
“consumir petróleo y no alimentos” de origen natural (Odum 1980). Se ha dicho que al 
duplicarse el rendimiento se requieren 10 veces más fertilizantes, pesticidas y energía 
animal o mecánica (Odum 1973).Esto no se evidenció en el caso bajo estudio, ya que 
la duplicación del rendimiento se correspondió con un incremento de los subsidios de 
dos veces y media, no obstante permitió corroborar la hipótesis de que el aumento en 
los rendimientos no implica necesariamente una mayor eficiencia en el uso de la 
energía (Lugo 1982). 
Tanto el consumo de energía como la eficiencia en su uso han sido propuestos como 
indicadores de sustentabilidad por lo que podemos inferir que en el caso analizado, los 
sistemas de producción de 2001/2002 y 2007/2008 son menos sustentables en 
12 
 
términos energéticos que el de 1992. Esto se contrapone a lo analizado por Viglizzo y 
otros (2002) que remarcan como característica positiva en la región pampeana el hecho 
de que habría una tendencia general a haber una mayor eficiencia en el uso de la 
energía, y concuerda con la idea de que los sistemas altamente industrializados bajan 
la eficiencia en el uso de la energía (Pimentel 1999) y que los sistemas agrícolas 
actuales requieren cantidades altas y crecientes de insumos, y poseen elevados costos 
energéticos (Denoia et al 2006). Probablemente estas tendencias hubieran sido aún 
más pronunciadas si se hubieran tenido en cuenta otros costos adicionales, que no se 
han convertido en valores energéticos. Por ejemplo, en 2002, los derivados del 
perfeccionamiento tecnológico en el mejoramiento genético de las semillas, en la 
fabricación de maquinarias y en la capacitación el personal. 
En síntesis, el análisis de los resultados obtenidos en el establecimiento rural estudiado 
bajo las modalidades de producción adoptadas en 1992, en 2002 y en 2007 permiten 
afirmar que los cambios producidos en 2002 tuvieron un impacto negativo más drástico 
sobre la sustentabilidad medida a partir de indicadores energéticos y que en los años 
subsiguientes la tendencia se mantuvo con ajustes que no bajaron los costos, sino que 
aumentaron las eficiencias. Los cambios producidos en las modalidades agropecuarias 
en la primera década de este siglo en la porción sur de la región pampeana, respecto 
del modo de producción agrícolo-ganadera convencional, se resumen como sigue: 
• La producción total siguió una tendencia a incrementarse, a estar basada sólo en la 
agricultura y a disminuir la preponderancia del trigo como cultivo dominante sino a 
compartirla con la soja, no obstante la eficiencia de producción de los cereales, fue 
más elevada que la de las oleaginosas. Los costos (indicador consumo de energía) se 
duplicaron en 2002 por lo que la eficiencia energética (indicador eficiencia total de 
producción) disminuyó en un primer momento pero se recuperó en años subsiguientes 
con los costos más estables. En términos de balances de energía, el incremento fue 
más abrupto entre 2002 y 2007, en que aumentó la producción y no tanto los costos. 
• La mayor dependencia en productos agroquímicos determinó el aumento de costos, 
principalmente por el uso de plaguicidas (14 veces superior), esencialmente de 
herbicidas, y en menor medida de fertilizantes (3 veces y media). 
 
CONCLUSIONES 
 
Los cambios a través del tiempo en las modalidades de producción en el caso 
estudiado, no necesariamente implicaron una mayor sustentabilidad del agroecosistema 
en cuanto a la utilización de la energía. Los resultados pusieron en evidencia que la 
implementación de la siembra directa a partir de 2002 no ha determinado por si sola 
que los agroecosistemas donde se aplica, sigan un sentido que se corresponda con la 
condición de “sustentable” que se le ha asignado. Se constata que cada vez se hace 
necesaria una mayor aplicación de energía artificial. Con la siembra directa y el uso de 
un cultivo transgénico aumentan los costos energéticos y bajan las eficiencias, al 
aumentar los insumos de agroquímicos. Con la siembra directa el gasto de combustible 
por unidad de superficie cultivada se redujo a la mitad a causa de que se eliminan los 
trabajos de las maquinarias en la preparación de la tierra, no obstante el combustible 
13 
 
total gastado en el agroecosistema se mantuvo constante debido al aumento de la 
superficie agrícola y al doble cultivo anual del área. 
Se concluye que la combinación “siembra directa - doble cultivo anual -incremento de la 
soja” no mejora la sustentabilidad en términos energéticos de los agroecosistemas 
respecto de la producción agrícola-ganadera que fue convencional en el sudeste 
pampeano en la última mitad del siglo pasado. 
 
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