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LA COSTA ATLÁNTICA DE BUENOS AIRES – NATURALEZA Y PATRIMONIO CULTURAL
EL IMPACTO DEL TRÁFICO MARÍTIMO, PESCA 
ARTESANAL, HIDROCARBUROS, PLÁSTICOS
Y CONTAMINANTES SOBRE LA FAUNA MARINA 
EN LA REGIÓN COSTERA BONAERENSE
Hugo Patricio Castello (1), Marcela Junín (1),Julio Cesar Lorenzani 
(2) y Juan Lorenzani (2)
(1) Fundación de Historia Natural “Félix de Azara”, Univ. Maimónides, Hidalgo 775, 
C1405BCK, Argentina. (En comisión del MACN/CONICET). (2) Fundación Fauna Ar-
gentina, Avenida Colón 4324 Provincia: Buenos Aires, Mar del Plata, Pcia. de Bs. As., 
Argentina
INTRODUCCIÓN
Las actividades antrópicas en la región costera bonaerense generan un impacto cons-
tante y a menudo letal sobre la fauna marina costera.
Los plásticos lotantes que llegan al mar a través de las descargas cloacales prove-
nientes de las grandes ciudades costeras, los sunchos arrojados al mar, sumados a los 
problemas causados por el tránsito marítimo, que genera contaminación por hidrocar-
buros (derrames de crudo y lavado de sentina), atropellamientos de grandes mamíferos 
y la actividad pesquera con palangres, o líneas de pesca con centenares de anzuelos, 
son todos causales de distintos tipos de agresiones que sufren los grandes representan-
tes de la fauna marina como las ballenas, delines, lobos marinos y elefantes marinos, 
tortugas y aves marinas.
MORTALIDAD INCIDENTAL DE MAMÍFEROS MARINOS
Pinnípedos
Si bien en la actualidad no existe captura comercial de lobos marinos de un pelo 
(Otaria lavescens) en nuestro país, y su estado de conservación no es preocupante, 
los objetos plásticos lotantes, o que se encuentran a media agua en el puerto de Mar 
del Plata representan una amenaza constante y silenciosa para la conservación de los 
lobos marinos de este puerto pesquero (Lorenzani et. al., 1992).
Los sunchos (anillos o aros) plásticos, son cintas utilizadas para prensar cajas de car-
tón de pescado congelado. Al tirarlos al agua, lotan y los lobos marinos de un pelo lle-
vados por la curiosidad colocan la cabeza dentro del suncho, quedando éste atrapado 
en el grueso pelaje del cuello. Lentamente y a medida que el diámetro del cuello del 
lobo crece con la edad, el suncho corta la piel, luego la grasa y por último el músculo 
del cuello y llega a órganos respiratorios como la tráquea, lo que causa la muerte por 
asixia, o serias laceraciones de tejidos del cuello que no cicatrizan, se infectan y debi-
litan al lobo, pudiendo inalmente causarles la muerte (Figura 1).
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de Buenos Aires 
CAPÍTULO 
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.Los lobos de la colonia del 
puerto de Mar de Plata también 
se enganchan con tanzas de 
hilo de nylon, con trozos lo-
tantes de redes de pesca y hasta 
cubiertas de autos.
Dos de los autores (J. L y J. C. 
L) han cortado por medio de un 
dispositivo diseñado por ellos 
(cortasunchos) (Figura 2) un to-
tal de 1.335 sunchos en un total 
de 1.226 lobos de un pelo, y en 
5 lobos marinos de dos pelos 
(Arctocephalus australis). 
Ese grupo de conservacionis-
tas durante el período de 1993 
al 2008 han cortado un total de 
775 sunchos en 716 lobos, lo 
que indica que algunos lobos 
pueden llegar a tener más de un 
suncho y raramente hasta cua-
tro. La mayoría (94%) tenía los 
sunchos apretados, unos pocos 
muy ajustados (0,84%), y otros 
presentaban cortes profundos 
en el cuello (5,16%) (Figura 3). 
Para retirar los sunchos y cuan-
do su extracción era diicultosa 
por la agresividad de los lobos 
se usaron dardos anestésicos 
para sedar al animal. Los obje-
tos insertados en los cuellos y 
que fueron extraídos por medio 
del “cortasunchos”, ya sea en 
cuello o cabeza de los lobos es-
tuvieron representados por sun-
chos de plástico (74,4%), trozos 
de red (5,4%), alambres metáli-
cos (2,8%) y también tanza de 
nylon (28 casos).
Se sospecha que no todos los 
lobos marinos con sunchos del 
Figura 1: Suncho que ha penetrado el cuero de un ejemplar ma-
cho de lobo marino, puerto de Mar del Plata. Foto: Lorenzani
Figura 2: Cortando un suncho a través del alambrado de la lobería 
del puerto de Mar del Plata, Mayo de 1991 (J. C. L.). Foto: Lorenzani.
Figura 3: Herida profunda producida por un suncho que ha penetrado 
el grueso pelaje del cuello de un lobo marino. Foto: Lorenzani.
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puerto de Mar del Plata los han adquirido en ese puerto, sino que los ejemplares 
pueden proceder de otras regiones costeras más al sur o al norte. De hecho se han 
comenzado a registrar cabos de nylon enredados en el cuello de elefantes marinos del 
sur (Mirounga leonina), en la colonia reproductora de Punta Norte, Pla. Valdés, Chubut 
(Fundación Patagonia Natural, 2008).
 El hallazgo de lobos marinos vivos con trozos de redes de pesca envolviendo par-
cialmente su cuerpo (Figura 4) se debe a que con frecuencia el lobo marino se enmalla 
durante la operación de pesca, ya sea de arrastre o trasmallo y no se llega a ahogar, por 
lo que con la red es izado vivo a la cubierta, como si fuera un pescado enmallado; ante 
esto y por miedo a ser mordidos, los pescadores cortan ese trozo de red alrededor del 
cuello y posteriormente lo liberan vivo al mar con la red colocada de esa manera, que 
los conduce a una lenta muerte. Si en el peor de los casos el animal muere ahogado 
en la red lo liberan a lote y la marea arrastra el cuerpo hacia la playa. 
Es frecuente encontrar en cualquier viaje que se efectúe por las playas de arena al 
sur de Punta Rasa (Buenos Aires), cadáveres en descomposición de lobos ahogados 
en redes de pesca. No existen datos precisos sobre mortalidad por enmallamiento de 
lobos marinos de un pelo en nuestras costas, pero se calcula que varios miles mueren 
en aguas del Cono Sur a raíz de la interacción con las pesquerías. 
Se ha iniciado un registro en las playas de Mar del Plata de ataques a mordiscos a 
lobitos de pequeño porte, por perros callejeros. Los perros vagabundos y otros con 
dueños se han convertido en un problema de conservación ya que ocupan también 
sectores de playa, atacando todo lo que aparece (gaviotas, pingüinos y lobos) (obs. 
pers. J. L. L y J. C.L).
A lo largo de la costa del Atlántico Sudoccidental la especie establece loberías de 
descanso invernal de machos, siendo los puertos con actividad pesquera lugares pre-
ferentemente elegidos posiblemente por la abundancia de pescado de fácil acceso y 
porque las explanadas y muelles de cemento asemejan el hábitat rocoso de su ambien-
Figura 4: Trozo de una red 
de hilo de nylon muy grue-
so, enganchado como freno 
de caballo, que impedía la 
apertura de la boca y enre-
dado en el cuello y cabeza 
de un ejemplar macho, en 
el puerto de Mar del Plata. 
Ese animal, que con segu-
ridad tenía problemas para 
respirar y alimentarse, fue 
posteriormente liberado. 
Foto Lorenzani.
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te natural y proveen protección de los temporales invernales en una estación en la que 
deben comer y acumular reserva de grasa para la temporada reproductiva por venir.
En el puerto de Mar del Plata la presencia de la especie ha sido referida desde co-
mienzos del siglo XX, pero fue en 1986 por iniciativa de la ONG Fundación Fauna 
Argentina, que la colonia ha sido cercada con alambrado y convertida en reserva 
municipal.
Desde hace décadas las aguas interiores del puerto comprendidas entre las escolleras 
Norte y Sur se encuentra poluída con hidrocarburos y derivados provenientes de las 
embarcaciones que operan en el área. Las muestras de agua tomadas en los márgenes 
de la lobería contenían en 1992 un total 277,9 mg por litro de materia orgánica total, 
de la que se obtuvieron tres fracciones de hidrocarburos: saturados 69%, aromáticos 
19,8 % y compuestos polares 18,1%, con una distribución cromatográica de hidro-
carburos predominando las fracciones pesadas(Junín y Castello, 1992; 1999).
Por marcación con decoloración de pelo con agua oxigenada (Figura 5) se ha com-
probado que existe intercambio de individuos entre la mencionada colonia y la más 
grande del Atlántico Sur en Isla de los Lobos, Uruguay (Lorenzani y Lorenzani, 1992).
Por lo tanto si bien se iniere que los individuos cambian de lugar, se han identiicado 
por marcas naturales en Mar del Plata individuos que han transcurrido entre 10 y 15 
inviernos en la colonia en contacto directo con hidrocarburos, muchos de los cuales 
pasan muchas horas en el agua marginal al asentamiento, sumergidos en un magma 
de restos de cabos náuticos y desechos embebidos en hidrocarburos que el viento y la 
circulación del agua hacen impactar en la escollera Sur.
En un censo realizado en 1989/1990 por el Laboratorio de Mamíferos Marinos del 
Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN) se comprobó que un porcentaje im-
portante de los individuos presentaban defectos en su pelaje, áreas de alopecia, con 
hiperqueratosis (engrosamiento de la piel) con lesiones agrietadas a veces sangrantes, 
por rascado y defectos ungueales.
Figura 5: Marcación por deco-
loración aplicada por la Fun-
dación Fauna Argentina a los 
lobos marinos de un pelo de 
la colonia del puerto de Mar 
del Plata. Foto: Lorenzani.
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Las alteraciones del pelaje se presen-
taban en un 64% de los animales abar-
cando desde 40 a 90% de la supericie 
corporal. Los juveniles presentaban un 
pelaje en mejor estado en comparación 
con adultos y seniles con más inviernos 
trascurridos en la lobería (Junín y Caste-
llo, 1999). 
En la necropsia realizada a un animal 
senil muerto por causas naturales, se 
analizaron cortes histológicos de las le-
siones de piel; este individuo presentaba 
alopecia en 95% de su cuerpo (Figura 6). 
Concomitante a la alopecia se observa-
ron otras lesiones inlamatorias de muco-
sas como estomatitis, gingivitis, conjun-
tivitis, lesiones pustulosas, rinitis, altera-
ciones de las uñas. 
Experiencias de laboratorio conirman 
que la aplicación tópica de hidrocarbu-
ros causa lesiones idénticas en caballos 
y bovinos (Juck et al., 1981), que con la 
exposición repetida a lo largo del tiem-
po puede derivar en tumores de piel o 
mucosas y que las mismas lesiones se 
presentaban en los trabajadores de la industria del petróleo cuando se trabajaba sin 
protección. Además del petróleo, los machos de esta especie por asentarse en la costa 
durante el invierno, se encuentran expuestos a otros contaminantes de origen antrópi-
co como los pesticidas órgano clorados y organofosforados. La especie por su hábito 
costero y el gran porte de los machos, que acumulan grasa a lo largo del invierno, 
bioacumulan y biomagniican los contaminantes por la gran cantidad de pescado in-
gerido y el tamaño medio de sus presas. 
En el muestreo realizado en esta especie en distintas áreas del Atlántico SO, se encon-
traron valores de clorados de hasta 7 ppm (Junín, 1999). Por sus grandes desplazamien-
tos no se considera que puedan inferirse grados de contaminación de un asentamiento 
humano especíico pero sí una medida indirecta del riesgo humano por consumo de 
las mismas presas. Cabe señalar que los standards admitidos para consumo de carne 
son de menos de 1 ppm.
Los valores más altos de plomo en hígado de Otaria lavescens se encontraron en los 
lobos del puerto de Mar del Plata (75,55 ± 9.885 ppm) ya que la lobería se encontraba 
asentada aledaña a una vía de circulación de automotores (Junín, 1999).
Los machos de elefante marino, realizan desplazamientos erráticos. La época de cría 
Figura 6: Lobo macho adulto parcialmente pelado por 
efecto de la exposición crónica a la acción de hidrocarbu-
ros en aguas del puerto de Mar del Plata. Foto: M. Junín.
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de esta especie en la colonia reproductora de Punta Norte tiene lugar todos los años 
de agosto a principios de noviembre.
La aparición de ejemplares machos adultos y muy ocasionalmente de hembras de 
elefantes marinos en distintos puntos de la costa de la provincia de Buenos Aires ha 
sido detallada ya por Castello (1984).
Se trata de machos que se alejan nadando hacia el norte, siguiendo la corriente fría 
de Malvinas desde su área de cría en Punta Norte y pueden alcanzar localidades muy 
al norte en la costa del Brasil. Algunos penetran en el estuario del Río de la Plata y 
son avistados en las cercanías del Delta de Tigre, como ha ocurrido en el 2013 con un 
macho que apareció en un club náutico de Acassuso.
Se conocen cuatro registros antiguos ocurridos en las siguientes localidades y fe-
chas: arroyo Espera, delta del Paraná (11/5/1949, un macho de 3,76 m); San Isidro 
(25/6/1974); Mar del Plata (1940?), y Club Náutico de Mar del Plata (2-3/1977, un 
macho 2,80 m). En las costas del Uruguay se habn obtenido 9 registros y 6 en las costas 
del sur del Brasil (Castello, opus cit.).
En cambio en los balnearios de Mar del Plata se ha hecho famoso el caso de un ma-
cho subadulto de 4,60 m de largo, bautizado como “Perry” (Figura 7), -al que se puede 
identiicar fácilmente por una gran cicatriz estrellada en su pelaje del lado izquierdo-, 
que ha descansado en la arena, frente al balneario de “La Perla” en distintas oportu-
nidades. En marzo de 1993, descansó 3 días, volvió al mar y apareció a 2,5 km del 
punto anterior y permaneció 7 días, retornando 10 meses después el 13/1/1994 a 3 km 
Figura 7: “Perry”, macho subadulto descansando en la playa balneario “La Perla”, Mar del Plata. Se observa la 
herida en forma de estrella en su lanco izquierdo. Foto: Lorenzani.
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del sitio anterior, en estado de muda. El mismo individuo en los 5 meses subsiguiente 
salió 3 veces más (enero a mayo) alternando con períodos de 17 a 84 días en el mar.
Se han obtenido otros nueve registros de elefantes marinos en playas de esta locali-
dad entre los años 1985 y 1994. En todos los casos, excepto una hembra, se trató de 
machos con prolongadas permanencias en la playa relacionadas con muda de pelaje 
(Lorenzani y Lorenzani, 1994).
Cuando estos ejemplares aislados aparecen en la costa de muestra provincia, los me-
dios divulgan la noticia y el público y autoridades suponen que el animal está herido o 
próximo a morir, lo que lleva a que decidan capturarlo para “curarlo” y posteriormente 
liberarlo.
Mas ilógicos son los denominados “rescates” de lobos marinos de dos pelos que 
aparecieron en distintas localidades bonaerenses. Estos fueron y son localizados por 
autoridades provinciales y rescatados en diferentes sectores luviales, uno en aguas del 
río Paraná de las Palmas a la altura de Campana, y tres en el Río de la Plata, entre las 
localidades de Hudson y Magdalena. Se trata de desplazamientos erráticos de lobos 
de dos pelos procedentes de la gran colonia reproductora ubicada en la Isla de Lobos, 
cerca de Punta del Este. En ninguno de los casos se menciona que los animales estu-
vieran heridos o desnutridos. 
Delines
Existe abundante información sobre la muerte del delfín “franciscana” (Pontoporia 
blainvillei) por asixia, debido a enredamiento accidental en redes de espera y arrastre, 
tanto en la costa del sur del Brasil, Uruguay y provincia de Buenos Aires, siendo más 
precisa y detallada en los dos primeros países que en la costa bonaerense. La prefe-
rencia costera de esta especie la hace muy vulnerable a las pesquerías artesanales de 
enmalle.
En 18 localidades de la costa argentina, entre 1997 y 2003, desde el puerto de Gral. 
Lavalle en el estuario del Plata hasta la ría de Bahía Blanca, se estimó la mortalidad 
anual en redes de enmalle, artes de pesca de arrastre, redes de cerco y artes de pesca 
para camarón en un total de 354delines/año durante el período1997-2000, dismi-
nuyendo a 307 entre los años 2002-2003. La CPUE (captura por unidad de esfuerzo) 
fue mayor para la zona de Bahía de Samborombón-Cabo de San Antonio que para la 
región sur: Mar del Plata - ría de Bahía Blanca.
Si se calcula un mínimo de 400 delines muertos por año en la costa bonaerense so-
bre una población estimada de 15.000 ejemplares, el cálculo de mortalidad representa 
más del 2% de la población argentina de franciscana (Cappozzo et al., 2007).
Sin embargo un estudio mas reciente eleva la cifra de mortalidad de franciscana. 
Según Negri et al. (2012), sólo en la ría de Bahía Blanca, a 5 km de la costa y a una 
profundidad de 10 a 20 m en redes de enmalle y para camarón, la mortalidad anual 
fue de 107 delines (92 de ellos en trasmallos y 15 en redes de camarón). Si se calcula 
la mortalidad de la costa norte de la provincia de Buenos Aires se alcanzaría un valor 
máximo de mortalidad que luctúa entre 360-539 delines como pesca colateral para 
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toda la provincia de Buenos Aires. Eso representaría entre el 2,5 y el 3,7% del total de 
la abundancia de la especie y llevaría inevitablemente al declinio de la población, a 
menos que las autoridades pesqueras adopten medidas adecuadas para disminuirla.
La franciscana no es el único delfín que muere accidentalmente en redes de pesca. 
Se ha registrado un caso de enmallamiento accidental en el “cachalote enano” (Kogia 
sinus) (Lorenzani et al., 1998) y aunque no está bien documentado se sabe que el 
delfín común (Delphinus delphis) y el delfín oscuro (Lagenorhynchus obscurus), son 
capturados incidentalmente en redes de cerco en las aguas de la provincia de Buenos 
Aires, siendo la red de arrastre pelágica con portones la que genera mayor mortalidad 
entre las especies de delines que se alimentan de la anchoíta (Fundación Patagonia 
Natural, 2008).
Según un estudio realizado, sobre un total de 106 franciscanas muertas por asixia 
en redes de pesca bonaerense, 30 de ellas (28%) presentaban restos de plástico en el 
tracto digestivo, siendo éstos mas frecuentes en el área del estuario del Plata que en la 
región marina, aunque de igual calidad. Trozos de celofán, bolsas plásticas y banditas 
(de goma) fueron hallados en el 64,3% de los individuos con ingesta plástica, y en 
el 37,4% restante había trozos de monoilamentos de nylon y cuerdas usados en la 
pesca. Es de destacar que no fue posible detectar úlceras u obstrucciones en el tracto 
digestivo (Denuncio et al., 2011), quizás debido al pequeño tamaño de los plásticos 
degradados. 
Es opinión de los autores que los restos plásticos ingeridos provengan de las des-
cargas cloacales de la ciudad de Buenos Aires y de otras ciudades costeras que son 
parcialmente disgregados por el accionar de las corrientes en el estuario y, que al 
lotar, serían confundidos por las franciscanas con invertebrados marinos, de un modo 
semejante a lo que ocurre con las tortugas y aves marinas.
Ballenas
Si bien los registros de ballenas de diversas especies varadas en las costas bonae-
renses se repiten casi todos los años, vale la pena describir un caso particularmente 
llamativo.
Con fecha 18/8/2009, fue hallada muerta una hembra de ballena franca austral (Eu-
balaena australis), de 13,4 m de largo, en las playas de Orense (Tres Arroyos, Buenos 
Aires) (Figura 8).
Figura 8: Ballena franca austral hembra varada en 
la playa de Orense (Tres Arroyos), Buenos Aires. 
Se puede observar una línea madre de espinel de 
10 m de longitud que había penetrado en el tejido 
del lóbulo caudal derecho, enroscada además en 
el pedúnculo caudal y que llegaba hasta el hue-
so, evidenciando regeneración de los tejidos sobre 
ella. Foto: Lorenzani.
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Al examinar el cadáver se halló una línea madre de espinel o palangre de 10 m de 
longitud enroscada en la cola, que había penetrado la carne llegando hasta el hueso 
y evidenciaba regeneración de los tejidos sobre ella. La carcasa mostraba además un 
corte de 1,4 m de longitud que recorría el dorso a una distancia de 4,2 m de la cola. 
Al realizarse el descarne se evidenció que las epíisis de las vértebras lumbares estaban 
quebradas. 
Esas evidencias permitirían suponer que el ejemplar habría sobrevivido al enmalle y 
posiblemente tuviera diicultades de locomoción tornándolo vulnerable a la colisión 
con un navío de la cual luego fue víctima (Lorenzani, et al., 2010).
MORTALIDAD INCIDENTAL DE TORTUGAS MARINAS
En Argentina el interés por las tortugas marinas se ha desarrollado en los últimos años 
y en particular entre diversas entidades que operan en la costa atlántica de la provincia 
de Buenos Aires. Una de ellas es la Fundación Fauna Argentina, con sede en Mar del 
Plata, y existe además, desde el 2002, un Programa Regional de Investigación y Con-
servación de Tortugas Marinas de la Argentina (PRICTMA) que nuclea los esfuerzos de 
varias instituciones locales.
Es sabido que la ingesta accidental de plástico por parte de las tortugas es un factor 
de mortalidad; en el estómago de una joven tortuga hallada frente a las costas de la 
Bahía de Samborombón se hallaron 74 restos de plástico ingeridos, que probablemen-
te los confundiera con medusas u otros celenterados, que constituyen habitualmente 
su dieta. La ingestión de contaminación oceánica no-biodegradable puede provocar 
Figura 10: Tortuga verde rescatada viva de las redes de un barco pesquero costero, Mar del Plata. Foto: Lorenzani.
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una obstrucción digestiva y laceraciones internas. El 
resultado puede ser la debilidad progresiva seguida 
de la muerte.
Para evitar la pérdida de información cientíica so-
bre tortugas, la Fundación Fauna Argentina ha elabo-
rado un manual (Figura 9) para los pescadores de lan-
chas costeras del Puerto de Mar del Plata, de modo 
que cuando en forma incidental se las capturen en 
las redes pesqueras (Figura 10), éstas sean traídas vi-
vas al puerto para que pueden ser marcadas y libe-
radas, y efectuar así, posteriormente, estudios sobre 
su migración, varamientos, mortalidad y localización 
de áreas de alimentación.
MORTALIDAD DEL PINGÜINO DE MAGALLANES 
El pingüino de Magallanes (Spheniscus magellanicus) está ampliamente distribuido a 
lo largo de la costa meridional de América del Sur. 
Esta especie, que es el pingüino más común del mar argentino, fue cazada comercial-
mente entre los siglos XVIII y XIX por su piel y aceite, llevando a ciertas poblaciones 
al borde de la extinción.
Todos los años, una vez terminada la temporada de reproducción del pingüino en 
Punta Tombo (Chubut), los ejemplares juveniles y adultos se lanzan al mar para ali-
mentarse dentro de la rica corriente fría de Malvinas, e iniciar una extensa migración 
hacia el Norte, sobre aguas de la plataforma continental del Brasil, alcanzando la 
latitud de Cabo Frío (Estado de Rio de Janeiro, Brasil), y ocasionalmente Salvador de 
Bahía, para luego retornar al sur. 
A lo largo de este extenso proceso migratorio se registran dos picos de mortalidad 
de ejemplares en las playas, el primero cuando se dirigen hacia el norte y el segundo 
cuando retornan hacia el sur.
El petróleo es una amenaza mortal para las aves marinas en general y especialmente 
para las buceadoras que pasan gran parte de su tiempo nadando y capturando sus pre-
sas en el mar. Cuando un pingüino emerge en aguas con derrame de hidrocarburos, las 
plumas se apelmazan y se separan, perdiendo su capacidad de aislarlo térmicamente 
del frío. El animal queda así imposibilitado de sumergirse y pierde la lotabilidad, tor-
nándose extremadamente sensible a las condiciones externas. Esto puede resultar en 
hipotermia, o en una hipertermia inicial porsobrecalentamiento cuando el petróleo es 
denso y forma una gruesa capa.
Figura 9: Uno de los pocos manuales existentes en español para entre-
nar a los pescadores a rescatar tortugas marinas atrapadas en redes 
de pesca costera. Foto: Fundación Fauna Argentina.
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Cuando el ave trata instintivamente de limpiarse las plumas, in-
giere petróleo, y éste contamina sus órganos internos, produciendo 
efectos tóxicos sobre el sistema nervioso. Además, por su comporta-
miento, se focaliza extremadamente en la limpieza, quitando tiempo 
para continuar el intento de nadar y capturar presas, siendo entonces 
el ayuno otro efecto del empetrolamiento, que lo lleva a la deshidra-
tación, la anemia por hemólisis (ruptura de glóbulos rojos por efecto 
directo tóxico) y desnutrición con pérdida rápida de peso. Así, los 
pingüinos empetrolados acaban perdiendo la capacidad natatoria y 
varan en la playa, agonizantes (Figura 11).
Burger (1993), estableció que no existe una relación consistente 
entre el volumen de petróleo derramado y la mortalidad resultante, 
ya que factores agregados de extrema importancia en el resultado inal son: la densi-
dad de aves en la zona en el momento del derrame, dirección y velocidad del viento, 
acción de las mareas, distancia de la costa y temperatura (el petróleo tiende a formar 
bolas de alquitrán, "tar-balls", mucho más rápidamente en aguas cálidas).
Se estima que los pingüinos hallados muertos en las playas son sólo una fracción de 
la mortalidad real; se calcula que por cada individuo hallado muerto con signos de 
empetrolamiento, 10 han muerto sin llegar a la costa.
La mortalidad directa de aves marinas, como resultado de los derrames agudos de 
petróleo ha recibido considerable atención de los medios (Dunnet, 1982) pero no hay 
que desdeñar a causa de estos eventos impactantes, los efectos que la contaminación 
crónica ejerce a nivel poblacional (Sharp, 1996). La contaminación crónica por petró-
leo sería responsable por la disminución de la población de pingüinos. Sólo 7 de los 
25 centros de rehabilitación de pingüinos están situados en las márgenes de la costa 
atlántica argentina, y los restantes están situados en Uruguay y Brasil hasta Fortaleza. 
El pingüino de Magallanes, a raíz de estas amenazas antrópicas, es una especie consi-
derada por la UICN como “parcialmente amenazada”.
AGRADECIMIENTOS
Al fotógrafo R. Trinchero por todo su apoyo en su especialidad, y al Dr. Jorge P. Cas-
tello (FURG, Brasil) por el apoyo bibliográico brindado para la realización de este 
capítulo, y sus comentarios sobre la anchoíta. 
Figura 11. Pingüino 
empetrolado salien-
do del agua en la 
región costera bo-
naerense. Foto: ?
foto muy pequeña, está ampliada al máximo posible, puede salir pixelada
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BIBLIOGRAFÍA 
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