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Las mariposas y la regionalización biogeográfica de Venezuela 441 Ángel L. Viloria Las mariposas (Lepidoptera: Papilionoidea) y la regionalización biogeográfica de Venezuela La línea del ecuador no atraviesa por la mitad del mundo como aprendimos en la escuela [...] El mapa- mundi que nos enseñaron otorga dos tercios al norte y un tercio al sur. Europa es, en el mapa, más extensa que América Latina, aunque en realidad América Lati- na duplica la superficie de Europa. La India parece más pequeña que Escandinavia, aunque es tres veces ma- yor. Estados Unidos y Canadá ocupan, en el mapa, más espacio que África, y en la realidad apenas llegan a las dos terceras partes del territorio africano. El mapa miente [...] Eduardo Galeano, Patas arriba: La escuela del mundo al revés (1998) He estimado que en Venezuela existen poco más de 2600 especies de mariposas, de las cuales alrededor de 800 son hesperioideos y el resto papilionoideos (Viloria, 2000). Esto representaría más o menos el 36% de la fauna de América Latina y el Caribe. Re- cientemente, Clavijo (2003) señaló entre 2300 y 2500 papilionoideos para el país, en cuyo caso la fauna venezolana de mariposas estaría por alrededor de las 3000 especies. De cualquier manera, las cifras son notablemente altas para un territorio de 912 050 km2. En relación con estos insectos, el país se encuentra medianamente bien explorado y no sería difícil, aun- que sí laborioso, confeccionar la primera lista taxonó- mica de especies y subespecies. Para ello se cuenta con los datos de numerosos especímenes deposita- dos en las colecciones entomológicas nacionales y foráneas, a los que habría que añadir –con las co- rrecciones necesarias– los registros publicados, cu- yas referencias han sido convenientemente catalo- gadas (Lamas et al., 1995; Lamas, 1997, 1998, 1999, 2000, 2002). Cabría destacar también que en esta tarea las expectativas de ruidos nomenclaturales y taxonómicos en general (Viloria, 2002) disminuirían considerablemente con la puesta en circulación de las listas sinonímicas elaboradas por Lamas y colabo- radores (2004). Sin embargo, no sería posible hablar seriamente de la distribución geográfica y de la bio- geografía de las mariposas en Venezuela sin asociar los taxones listados de la manera propuesta a los lu- gares en los que cada uno se hubiera encontrado de modo inequívoco. Se requiere, además, de un gacete- ro o nomenclátor completo y detallado de localida- des con referencia a un sistema geográfico de coorde- nadas. Exceptuando la experiencia del taxónomo para la identificación de las mariposas, la mayor parte de esta misión se limita a un trabajo relativamente me- cánico, enorme y repetitivo, que debe ejecutarse con el mayor cuidado. Labores tales deberían confiarse solo a especialistas, o por lo menos a técnicos bien entrenados. Candidatos de ambos perfiles escasean mundialmente, y ello es razón para que existan po- cos trabajos similares que se hayan completado a sa- tisfacción, en particular en Latinoamérica. El párrafo anterior no esconde las excusas para ratificar que el conocimiento de la fauna de mari- posas en Venezuela todavía dista de estar organiza- do idóneamente; condición que impone que el pre- sente sea un ensayo más, sin pretensiones de artí- culo científico riguroso. No obstante, posiblemente será un antecedente importante para la tipificación de regiones biogeográficas venezolanas con base en esta diversa e interesante fauna y un elemento para la crítica de lo que ya se ha hecho en el pasado en cuanto a biogeografía. Precisiones sobre los criterios para el análisis y la zonificación biogeográfica En un estudio razonable y bastante preciso, Hausdorf (2002) reconoció que consensualmente se ha asumi- do que las áreas de endemismo son las unidades bá- sicas de estudio en la biogeografía moderna. Esta afirmación es indudable para el caso de la biogeogra- fía de la vicarianza, en cuyo desarrollo es evidente el Ángel L. Viloria442 esfuerzo dirigido al establecimiento de criterios for- males para la delimitación de aquellas (Henderson, 1991; Platnick, 1991; Harold y Mooi, 1994; Morrone, 1994; Espinosa et al., 2001; Linder, 2001; Hausdorf, 2002; Szumik et al., 2002). Sorprendentemente, sobre estas aproximaciones subyacen asuntos conceptuales mucho menos aten- didos, como han sido las propias nociones de área de distribución y de área de endemismo. La primera de éstas, construida en un escenario puramente teó- rico, podría reducirse con satisfacción a asumir que la presencia de la especie otorgaría el estatus de área de distribución al espacio que ocupa (Zunino, 2000; Zunino y Zullini, 2003). En la práctica esto equival- dría a asumir que los puntos de registro en el espacio geográfico determinan el área de distribución de un organismo viviente, independientemente de la me- todología empleada. Por otro lado, la noción de área de endemismo pareciera emerger de observaciones menos evidentes y, por ello, componerse a partir de razonamientos y criterios de menor simplicidad. Re- sultado de esta situación es la gravitación, en torno a la biogeografía de la vicarianza, de al menos dos con- ceptos distintos generados a partir de criterios igual- mente variados. Todos parten y coinciden en presu- mir que las áreas de endemismo son producto de eventos históricos de fragmentación del espacio ocu- pado por las biotas ancestrales mediante la emergen- cia de barreras. El fenómeno da lugar a áreas meno- res en donde el aislamiento espacial y la evolución biológica, a través del tiempo geológico, generan la formación alopátrida de biotas nuevas (vicarianza). De esta premisa general naturalmente se deriva que las áreas de endemismo han de ser discretas, finitas, relativamente pequeñas, mutuamente excluyentes y delimitadas por barreras a cuyos lados se distribuyen grupos de especies diferentes. Una tendencia establece que bajo estas condicio- nes es posible reconocer similitudes espaciales en las áreas de distribución de especies que ocupan uno u otro lado de la barrera, y, por ello, utiliza como crite- rio definitivo el hecho que se pueda reconocer, den- tro de un área limitada, el solapamiento total o muy extenso de las distribuciones de al menos dos taxones (simpatría) (ej., Norman y Platnick, 1981; Linder, 2001). Caben bien en este tipo de área de endemismo los fenómenos de homopatría y de endopatría, pero resultaría ambiguo reconocer algunos grados meno- res de alelopatría y las posibles alopatrías internas (sensu Papavero et al., 1994). Sin embargo, como aliciente para esta ambigüedad, parece que Linder (2001) flexibilizó tácitamente esta noción, al definir las áreas de endemismo como aquellas delimitadas por la distribución congruente (no necesariamente coincidente, a nuestro entender) de al menos dos especies de área restringida. Otros puntos de vista (p. ej., Harold y Mooi, 1994; Hausdorf, 2002) nacen del principio que algunas es- pecies no necesariamente tengan que ocupar una extensión notable del área de endemismo, o que sus distribuciones hayan de solaparse dentro de ella. Las premisas históricas vicariancistas y los métodos cladísticos permitirían reconocer áreas de endemismo con estas características, siempre y cuando se pudie- ra comprobar que aquellas especies no solo presen- tan distribuciones sino también filogenias congruen- tes. Aquí se descubre que para definir áreas de endemismo, la congruencia de los límites en la distri- bución de las especies (Platnick, 1991) sería menos relevante que la existencia de barreras geográficas funcionalmente efectivas entre aquellas (Hausdorf, 2001). Lamentablemente, esta última condición re- posa en un principio hipotético que todavía reclama ser comprobado, cual es el de la especiación alo- pátrida (ver Tregenza y Butlin, 1999, pero también Forister et al., en prensa); de otra forma, sería muy fácil confiar en la capacidad de predicción de una barrera geográfica reconocida a priori para definir las posibles áreas de endemismo de un territorio. Esto es lo mismo que volver a la costumbrede quienes nos precedieron en el reconocimiento de áreas de endemismo usando criterios intuitivos, los que com- binaban la apreciación empírica de accidentes fisiográficos como posibles barreras con evidencias aisladas de registros puntuales de distribución. En mi opinión, las áreas de endemismo pueden reconocerse más o menos exitosamente con los mé- todos de análisis biogeográfico corrientemente en boga (ej., cladístico, panbiogeográfico), mas resulta extremamente difícil establecer los límites precisos de las mismas, toda vez que casi todos los eventos vicariantes que presuntamente generaron las biotas actuales, son parte de la historia remota pasada. Y si bien muchas de las barreras que los originaron toda- Las mariposas y la regionalización biogeográfica de Venezuela 443 vía pueden reconocerse, la dispersión reciente de al- gunos organismos por sobre esas barreras complica a tal grado la percepción de límites, que es necesario preguntarse si realmente tienen algún sentido las prácticas más comunes en biogeografía descriptiva, como la zonificación biogeográfica, con base en las áreas de endemismo. Hausdorf (2002) opinó que los análisis biogeográficos de los elementos bióticos (y no de las áreas de endemismo) como unidades geo- gráficas (y no históricas) eventualmente podrían re- solver el problema del establecimiento de límites para cualquier tipo de zonificación, sin necesidad de invo- car la explicación histórica que necesita asumir como premisa el reconocimiento de áreas de endemismo. Sin embargo, estableció que los resultados obteni- dos de esta manera han de ser necesaria y meramen- te descriptivos, y que no son sino un primer paso al cual puede seguir la investigación de las razones his- tóricas o ecológicas de los fenómenos detectados. Viene al caso en este punto reconocer que lo que se ha llamado modernamente clasificación o zonifi- cación biogeográfica, por largo tiempo adoleció de claridad teórica a este respecto. Los criterios que pri- varon en el reconocimiento de regiones, subregiones, provincias y distritos biogeográficos, independiente- mente de la clase de organismos estudiados, en mu- chos casos, y particularmente para Venezuela, no fueron precisados con antelación, por lo cual hay una disparidad notable de propuestas, que hoy día po- drían separarse por lo menos en cuatro categorías que no pueden ser homologables: propuestas con base en criterios fisiográficos, basados en variables climá- ticas, con base en la composición de elementos bióticos y considerando áreas de endemismo (Cuadro I). Cuadro 1. Propuestas de división biogeográfica del territorio venezolano (por autor y fecha) y criterios que privaron para cada una de ellas. Los criterios principales utilizados en cada caso aparecen marcados con una “X”, y aquellos obviados aparecen con un “—”. Autores Elementos Áreas de Elementos Elementos Otros fisiográficos endemismo bióticos climáticos Pittier, 1920 Uslar Pietri, 1944 Venegas Filardo, 1945 M.A. Vila, 1950 Tamayo, 1955-1958 Hueck, 1960 Rivero, 1961-1964 Rodulfo Cortés, 1962 Chaves, 1963 Racenis, 1965, 1966 Roze, 1966 Ewel et al., 1968 Mago-Leccia, 1970 Eisenberg & Redford, 1979 Brown & Fernández, 1985 Bodini & Pérez, 1985 Linares, 1987 Huber & Alarcón, 1988 Neild, 1996 Huber, 1997 Biocentro, 1998 Linares, 1998 Barrio Amorós, 1998 Péfaur & Rivero, 2000 X X X X X X X X X X - X X - - - - X - X X X - X - - - - - - - - - X X - X - X X - - X - - - X - X - - X X X X - - - - X - X - - X X - X - X - X X - X X X - - - - - - X - - - - - - - - - - - - - X X X - - - X X - - - - - - - - - - - - - - - Ángel L. Viloria444 Diversidad ambiental venezolana y regionalización biogeográfica Venezuela es un territorio privilegiado por la diversi- dad de sus ambientes, los cuales posiblemente son producto de transformaciones históricas por medio de las cuales una variedad de sustratos —albergues de formas vivientes— se configuraron en el complejo paisaje actual. Geólogos y ecólogos reconocen clara- mente la coexistencia de formaciones y asociaciones a las cuales atribuyen distintos orígenes y edades. En este escenario de antigüedad enigmática también es evidente la transformación profunda que el elemen- to humano viene introduciendo con particular em- peño en los últimos cien años. La tierra venezolana (Fig. 1) posee una extensa frontera, continental e insular, con el Mar Caribe, por tanto recibiendo las influencias inmediatas de los fe- nómenos atmosféricos y oceánicos que derivan de esta cercanía. Entra en ella el extremo norte de los Andes, cuyas altas montañas engolfan la cuenca aluvial del estuario de Maracaibo. Se prolonga el ple- gamiento montañoso por toda la costa norte hasta las estribaciones del Turimikire (Cordillera Oriental) y Paria. Entre este cinturón de serranías y las mesetas del escudo guayanés, se explayan llanuras y penilla- nuras del sistema fluvial del Orinoco, el cual está co- nectado al amazónico por el brazo Casiquiare, y abier- to al océano Atlántico a través de un amplio delta. Al norte del río Orinoco la tierra se eleva desde el nivel del mar hasta los 5000 m (pico Bolívar, Cordillera de Mérida) y alcanza en el sur los 3000 m (Cerro La Ne- blina). Estas circunstancias fisiográficas proveen una heterogeneidad espacial notable, diversidad de am- Fig. 1. Mapa fisiográfico de Venezuela, indicando las principales cadenas montañosas del país y otros acci- dentes geográficos de importancia (modificado de Zuloaga, 1958 y Chaves, 1963). Las mariposas y la regionalización biogeográfica de Venezuela 445 bientes y una amplia gama de hábitats disponibles para las mariposas. Ambientalmente es posible reco- nocer en Venezuela regiones desérticas, sabanas, bosques de muchos tipos que van desde xerófitos hasta muy húmedos montanos, matorrales de alta montaña y páramos. Por supuesto, la mención ante- rior es incompleta si no se cita que Ewel et al. (1968) reconocieron, según el sistema de clasificación de Holdridge, 26 zonas de vida en Venezuela. Por otro lado, el estudio fitogeográfico más detallado que se haya hecho hasta ahora en el país, define 150 tipos distintos de vegetación (Huber y Alarcón, 1988). En la mayoría de las clasificaciones territoriales o regionalizaciones geográficas propuestas para el te- rritorio venezolano ha predominado el criterio fisiográfico, bien de manera independiente o combi- nado con consideraciones sobre los elementos bióticos asociados a algún tipo de paisaje. Esta situa- ción ha sido motivo de reclamo intelectual en más de una ocasión (Febres Cordero, 1976). El cuadro I sintetiza las zonificaciones de Vene- zuela que han propuesto diversos autores, la mayo- ría ya discutidos a través de la línea histórica en los trabajos de Rodulfo Cortés (1952), Sánchez Osés y Pérez-Hernández (1998, 2005), Pérez-Hernández y Lew (2001) y Pérez-Hernández (com. pers.). La nove- dad aquí es que se ha tratado de sustraer los criterios que cada autor utilizó en la regionalización de áreas naturales del país, para mostrar cuán diferentes fue- ron. Un examen superficial revela que habría varias categorías de regionalización que, como se ha dicho anteriormente, no pueden equipararse del todo. La determinación de zonas de vida, por ejemplo, princi- palmente se ha hecho a partir de consideraciones de la variabilidad climática sobre la fisiografía territorial (p. ej., Ewel et al., 1968); los mapas y esquemas de vegetación en esencia han considerado los tipos de asociaciones vegetales (= elementos bióticos), a ve- ces en combinación con variables fisiográficas y /o climáticas (p. ej., Tamayo, 1955, 1958; Hueck, 1960; Huber y Alarcón, 1988; Huber, 1997); de igual mane- ra ha pasado con la zonificación general de algunos grupos animales en donde se ha preferido evaluar la distribución de las composiciones faunísticas y no las áreas de endemismo (p. ej., mamíferos; ver Eisenberg y Redford, 1979 y Linares, 1987, 1998). Para este tipo de regionalización hay mayor diversidad de catego- rías y tipos de zonas y, posiblemente,de acuerdo con lo discutido por Hausdorf (2002), las mismas tendrían límites mucho más precisos que los que puedan ver- se más adelante en las llamadas regiones de ende- mismo. Éste es el caso concreto de los mapas de Ewel et al. (1968, zonas de vida) y Huber y Alarcón (1988, vegetación), que no necesariamente tienen que re- flejar el mismo patrón, pues provienen del análisis de variables y causas distintas. De esta manera, y para las tareas comparativas que aquí se quiere desarrollar, quedan descartadas muy pocas fuentes de información en las cuales el criterio de zonificación principal haya sido el endemismo. Po- siblemente, esta condición refleja que el establecimien- to de áreas de endemismo requiere de conocimientos taxonómicos y geográficos más profundos: es necesa- rio no solo que la resolución de la taxonomía del gru- po sea óptima, sino que las evidencias de distribución espacial sean de dimensiones y coberturas razonables. No es casualidad que las primeras propuestas de esta naturaleza, en Venezuela, provinieran de autores que en su momento desarrollaban estudios exhaustivos de taxonomía y faunística de grupos particulares, sobre los que finalmente se convirtieron en especialistas (Racenis, tetrápodos en general y después odonatos; Roze, serpientes; Mago-Leccia, peces, referencias en el cuadro I). A nivel general, éste también ha sido el escenario para la regionalización biogeográfica de Iberoamérica y el Caribe. No deberían confundirse (aunque pudie- ran equivalerse en ciertos casos) bajo una misma ca- tegoría las propuestas basadas en criterios fundamen- tales totalmente disímiles. Tampoco podrían, por el mismo hecho, convertirse en sinónimos, porque por definición no lo son. Regionalizaciones fitogeográficas (p. ej., Hueck, 1957, 1966), o ecológicas (p. ej., Diner- stein et al., 1995), se validan muy bien fuera del al- cance de los ensayos de regionalización que se han basado principalmente en el estudio de áreas de endemismo (p. ej., Müller, 1973; Cabrera y Willink, 1980; Morrone, 2001a, b, d, 2002a, b), y que son en nuestra fecha, principalmente del dominio de la biogeografía histórica. En lo que respecta a las mariposas venezolanas, las únicas apreciaciones biogeográficas desarrolladas hasta este momento exclusivamente se han basado en el reconocimiento cualitativo de la presencia de Ángel L. Viloria446 áreas de endemismo para taxones adaptados a zonas boscosas de elevaciones bajas y medias (Brown y Fer- nández-Yépez, 1985; Neild, 1996) y taxones que solo viven en grandes elevaciones, la mayoría altoandinos (Viloria, 2000). Tales áreas de endemismo presentan considerable congruencia con las reconocidas prime- ramente por Haffer (1969) y Cracraft (1985) para las tierras bajas de América tropical, y Vuilleumier (1969, 1970) y Simpson (1971) para el dominio altoandino septentrional. No entraremos aquí en los detalles rela- cionados con las explicaciones históricas que para uno u otro caso se han hipotetizado. Rasgos biogeográficos de la fauna de mariposas de Venezuela y su utilidad relativa Como resultado del reconocimiento taxonómico pro- gresivo de la fauna de mariposas (Papilionoidea) que existe en Venezuela, hemos alcanzado un grado de entendimiento aceptable sobre el tema, lo cual hace posible discriminar algunos rasgos biogeográficos elementales que serían de utilidad para cualquier es- tudio ulterior de carácter descriptivo o histórico. Es- tos rasgos tienen la utilidad instantánea de definir nociones sobre categorías y jerarquías que conside- ramos indispensables para el ejercicio de la regiona- lización. Tales rasgos se desarrollan en seguida. Pandemismo. Se habla de pandemismo general para referirse a alguna especie de mariposa que se encuen- tra como residente en el país pero formando parte de una distribución amplia en zonas tropicales y templa- das de varios continentes, el ejemplo más evidente y conocido es Danaus plexippus (L.) (Nymphalidae: Danainae). Sin embargo, esta especie está representa- da regionalmente por subespecies distintas, tanto en el área del Caribe como en otras regiones del mundo. El pandemismo tropical se refiere a especies de distribución pantropical cuya presencia se ha detec- tado en el territorio venezolano. Con certeza se co- noce un único caso, el ninfálido Hypolimnas misippus (L.) (Raymond, 1982; Smith et al., 1994; Viloria, inéd.), que suele estar asociado a las regiones costeras. Se ha manejado la hipótesis que dicha especie fue in- troducida desde el África al Caribe mediante barcos que comerciaban con esclavos (aunque fuera descri- ta de ‘América’) (Brown y Heinemann, 1972; Smith et al., 1994). Neild (1996) definió esta especie como una ‘gran migratoria’. No hay pruebas contundentes de una u otra aseveración y creo más aceptable que su expansión se deba a causas naturales progresivas, con un origen probablemente africano. Finalmente, puede existir pandemismo de espe- cies americanas, neotropicales o andinas, con gran versatilidad ecológica y que tienen una distribución amplísima dentro del continente, encontrándose tam- bién en parte de América del Norte y hasta los límites de las zonas subantárticas. Pueden citarse como ejem- plos algunas especies del género Phoebis, y el caso de Nathalis iole (Pieridae) o algunas especies de los géneros Vanessa (Nymphalidae), Libytheana (Libythei- dae) y Leptotes (Lycaenidae). Regionalismo. El regionalismo de taxones dentro del ámbito neotropical –amazónico, andino y caribeño (mesoamericano o antillano)– se refiere a distribucio- nes más o menos restringidas de géneros o especies con cierto grado de endemismo relativo. Con frecuen- cia los autores de tratados faunísticos o florísticos en Venezuela se han referido con cierto desenfado a la existencia de ‘elementos’ alóctonos localizados den- tro del territorio venezolano, cuando en realidad han debido referirse a componentes regionales o subregio- nales considerablemente extensos, cuya amplitud abar- ca parte de Venezuela y otras áreas continentales o insulares adyacentes. Hemos visto citar con mucha fre- cuencia, por ejemplo, que en la cuenca del Lago de Maracaibo existe un ‘elemento magdalénico’ (Mago- Leccia, 1970; Pérez y Taphorn, 1993), dando la idea falsa que desde la cuenca del río Magdalena hubo una colonización reciente hacia la cuenca del lago de Maracaibo. Esta crítica no pretende hacer creer a priori que esto no haya podido ser así, pero sí llamar la aten- ción en cuanto a que quienes hayan emitido ese juicio lo más probable es que hayan querido decir que existe un ‘elemento común’ entre las cuencas del río Mag- dalena y el lago de Maracaibo. Hablar en este caso de ‘elemento magdalénico’ sería poco cuidadoso y, posi- blemente, denotaría ignorancia en torno al evento his- tórico responsable de ese elemento biótico común. El biogeógrafo no podría denominar ‘magdalénico’ a un taxón que se haya descubierto o detectado por prime- ra vez en la cuenca del Magdalena, pero que pudiera Las mariposas y la regionalización biogeográfica de Venezuela 447 estar presente de manera natural en todos los am- bientes tropicales desde México a Brasil. El regionalis- mo biogeográfico, entendido aquí como una catego- ría de endemismo taxonómico en regiones de consi- derable extensión, es un fenómeno reconocible y útil para la zonificación biogeográfica. El regionalismo viene a ser el rasgo más común de la fauna de mariposas en Venezuela, donde la mayoría de las especies y subespecies no son exclusi- vamente venezolanas, sino que se distribuyen en sec- tores más o menos amplios que incluyen parcial o totalmente el territorio venezolano. Son numerosos los ejemplos que pueden citarse de distribución re- gional o subregional entre las mariposas conocidas en Venezuela. Taxones representativos de este rasgo aparecen mencionados más adelante bajo el subtítu- lo de regiones Neotropical y Andina, y sus corres- pondientes subregiones. Endemismo o provincialismo. El endemismo es la restricción máxima que puede experimentar un taxón en su área de distribución.Esta condición puede ser reiterativa para taxones distintos sobre un espacio común, lo cual permite a la biogeografía descriptiva determinar o proponer las provincias, distritos o ca- tegorías biogeográficas inferiores a estos últimos. Se diferencia del regionalismo principalmente por que se verifica a escalas espaciales menores. Las maripo- sas venezolanas exhiben distintos niveles de ende- mismo que pueden clasificarse en tres tipos. Los endemismos bajos a nivel de especies en todo el territorio se dan cuando algunas pocas especies, de distribución relativamente restringida, solo se lo- calizan dentro del territorio nacional. Este fenómeno ha de explicarse por causas fortuitas que han hecho coincidir barreras biogeográficas reales con los lími- tes político-territoriales del país. En general se orde- nan dentro de esta categoría especies endémicas de las tierras venezolanas de poca o mediana elevación, las cuales son relativamente escasas, y por lo cual hablamos de ‘endemismos de bajo tenor’. Dos casos típicos pudieran ser los de Perisama goeringi y Memphis salinasi, ninfálidos hasta ahora conocidos únicamente dentro de la porción venezolana de la cuenca del lago de Maracaibo. Los endemismos moderados a nivel de subespecies en las tierras bajas se reconocen en la mayoría de las formas subespecíficas de ninfálidos (Heliconiinae, Ithomiinae, Brassolinae, Morphinae, Limenitidinae, etc.), sobre tales distribuciones se modelaron los cen- tros de endemismo de las mariposas venezolanas (Brown y Fernández Yépez, 1985; Neild, 1996) y la hipótesis histórica conexa, refugios paleoecológicos de Haffer. En muchos casos los centros de endemismo exceden los límites políticos de Venezuela, por lo que formalmente no es posible hablar de endemismo es- tricto en el país. Abajo, en la lista de taxones caracte- rísticos de las provincias de la región Neotropical, se presentan ejemplos de estos endemismos que aquí se han llamado moderados para resaltar que no son muy frecuentes si consideramos como cotas las fron- teras del territorio venezolano. Los endemismos moderados a nivel específico en las montañas de mediana elevación y altos a nivel de subespecies se refieren a un fenómeno común de- tectado en la América tropical, de que el endemismo aumenta de manera proporcional al incremento de la elevación montañosa (Adams, 1985). En el caso venezolano, muchas mariposas entran dentro de esta categoría, particularmente algunas Ithomiinae y Satyrinae, así como ciertas Pieridae, caso concreto el de las especies y subespecies de satíridos endémicos de las fajas altitudinales medias de todos los siste- mas montañosos al norte del Orinoco, los cuales han sido listados recientemente (Viloria, 2000). Finalmente, los endemismos elevados o totales (gé- neros, especies, subespecies) en las altas montañas obedecen a las mismas premisas enunciadas en el lite- ral anterior. Se clasifican en esta categoría los casos de géneros y especies endémicas de las cumbres de los tepuyes, así como los taxones genéricos anotados en este trabajo como características de la provincia del Páramo Norandino (sensu Morrone, 2001d, 2002b) y todas las especies y subespecies a ellos adscritos. Eventualismo. Definimos este rasgo como la apari- ción eventual de elementos alóctonos (en algunos casos migratorios) dentro de la fauna de mariposas del territorio venezolano. Posiblemente no existen ejemplos confiables, toda vez que por su misma even- tualidad quedan relegados al terreno de lo dudoso. Sin embargo, no faltan en las colecciones, por ejem- plo, especímenes aislados de especies típicamente norteamericanas con etiquetas de procedencia vene- Ángel L. Viloria448 zolana. Algunos de estos casos también podrían atri- buirse a la introducción eventual de inmaduros so- bre sus plantas huéspedes exóticas (mediante el trá- fico de plantas de interés agrícola u ornamental), los cuales si bien pueden llegar a emerger como adul- tos, no logran establecer poblaciones viables residen- tes en Venezuela. Todos los rasgos mencionados, a excepción del último, deberían tomarse en cuenta en la elabora- ción eventual de una zonificación de elementos bióticos de la fauna de mariposas de Venezuela, pero solamente los rasgos de regionalismo y endemismo parecieran apropiados en la territorialización por áreas de endemismo, sobre la cual se basan las clasifica- ciones biogeográficas más recientes de América. Las mariposas (Papilionoidea) en el escenario de la última regionalización biogeográfica de Venezuela A partir de las propuestas de Haffer (1969), Vuilleumier (1969, 1970) y Simpson (1971), se ha venido abu- sando del uso de las nociones de centro de endemis- mo, refugio boscoso e isla de páramo. El mero hecho descriptivo de los patrones de distribución observa- dos, particularmente en mariposas americanas, con frecuencia se entremezcla con las explicaciones his- tóricas hipotéticas, las cuales han recibido no pocas críticas y cuestionamientos más recientes (ver Haffer, 1997). Esta práctica debe abandonarse para los efec- tos de la regionalización biogeográfica, ya que, en principio, esta última no necesariamente requiere explicaciones históricas. En este sentido, se valida aquí como propuesta legítima la última regionalización biogeográfica propuesta por Morrone (2001a,b,d, 2002b) para Iberoamérica y el Caribe, la cual se basa en el reconocimiento de áreas de endemismo a tra- vés de una combinación de métodos de biogeografía cladística y análisis de trazos (panbiogeografía). Bien parece que dicha clasificación es susceptible de ser ajustada y refinada, y no permanecerá exenta de crí- ticas ni hoy ni en el futuro, pero provee el punto de partida para reconocer regiones y otras categorías biogeográficas inferiores, mediante procedimientos que pueden someterse a prueba de manera repetida y por vías distintas. Aquí se ha realizado una investigación de las dis- tribuciones puntuales de algunas subfamilias, tribus, géneros y grupos de especies de mariposas diurnas, con el fin de comparar su congruencia con las divi- siones biogeográficas propuestas por Morrone con base en diversos grupos de seres vivientes, en los que las mariposas fueron representantes minoritarios, y en algunos casos simplemente omitidos. En la mayo- ría de los taxones investigados se encontró corres- pondencia y/o congruencia con la propuesta en cues- tión, lo cual se atribuye a lo apropiado que resulta el método de trazos individuales o generales para la delimitación de áreas de endemismo, y éste a su vez para la intuición de regiones, subregiones, provin- cias y distritos. Obviamente, esta clasificación biogeo- gráfica cuenta con antecedentes importantes que no pueden obviarse, entre los cuales se advierten nume- rosas propuestas originadas a partir de las hipótesis mencionadas de centros de endemismo e islas de páramo, de allí que se incluyan algunos comentarios en relación con las equivalencias (o sinonimias en el sentido de Morrone). Para la designación de taxones dentro de las re- giones, subregiones y provincias que de acuerdo con la clasificación de Morrone limitan con o se superpo- nen al territorio venezolano, se han consultado revi- siones relativamente recientes de grupos genéricos de mariposas de América tropical y estudios faunís- ticos regionales, confiables desde el punto de vista taxonómico y distribucional (Brown, 1932; Forster, 1964; Brown y Benson, 1975; Nicolay, 1977; Bristow, 1981, 1982, 1991; Jenkins, 1983, 1984, 1985a, 1985b, 1986, 1987, 1989, 1990; Ackery y Vane-Wright, 1984; Brown y Fernández-Yépez, 1985; Callaghan, 1985, 1986; Descimon, 1986; Brown, 1987; Racheli y Periset, 1992; Tyler et al., 1994; Smith et al., 1994; Neild, 1996; Hall, 1999; Viloria y Pyrcz, 2000; Hall y Harvey, 2001; De Marmels et al., 2003; Willmott, 2003; Ferrer Paris y Viloria, 2004). Se seleccionaron algunos taxones pro- pios y característicos (endémicos) de la regiones Neotropical y Andina, así como de las correspondien- tes subregiones, aun cuando muchos de ellos todavía no están confirmadosen territorio venezolano. Todos los taxones citados aquí para las provincias ya han sido registrados en Venezuela. Región Neotropical: Actinote (Nymphalidae: Acraeinae); Nesiostrymon y Terra (Lycaenidae) (Mo- Las mariposas y la regionalización biogeográfica de Venezuela 449 rrone, 2001d). Otros Papilionoidea exclusivamente neo- tropicales, según esta definición serían: Battus polyda- mas (Papilionidae); tribu Dismorphiini (Pieridae; Dis- morphiinae); tribu Anaeini (Charaxinae); subfamilia Ithomiinae; subfamilia Heliconiinae, Agrias, Prepona, (Nymphalidae); Danaus eresimus, D. gilippus y Lycorea (Danainae); Euptychia, Euptychoides, Cissia, Forsterina- ria, Hermeuptychia, Magneuptychia, Pierella, Splen- deuptychia y Taygetis (Satyrinae); Adelpha, Asterope, Catonephele, Ectima, Epiphile, Eunica, Hamadryas, Myscelia y Nessaea, (Nymphalinae); y Magnastigma (Lycaenidae); Nymphidium y Theope (Riodininae). Subregión Caribeña: Morrone no presenta lepi- dópteros entre los taxones circunscritos a esta región. Se proponen los siguientes taxones de distribución exclusivamente caribeña: Battus crassus lepidus, B. ingenuus, B. laodamas, Heraclides androgeus epidau- rus, H. paeon thrason, Mimoides ilus, Parides eury- medes, P. panares, Protesilaus telesilaus dolius, P. pro- tesilaus dariensis, Protographium anaxilaus y P. philo- laus (Papilionidae); Anetia (Danainae); Catoblepia orgetorix, Opsiphanes bogotanus, O. quiteria badius, Selenophanes cassiope amplior, S. josephus excisus y S. josephus excultus (Brassolinae); Hyalyris excelsa (Ithomiinae); Adelpha basiloides, A. fessonia, Catone- phele orites, Epiphile grandis, E. hermosa, Eunica alc- mena alcmena, E. araucana, E. monima, E. venusia y Nessaea aglaura (Nymphalidae); y Charis barnesi, C. hermodora y Theope publius (Riodininae). Provincia de Maracaibo: Parides eurymedes eury- medes (Papilionidae); Opsiphanes sallei sallei y O. tamarindi mesomerista (Brassolinae); Hyalyris coeno avinoffi y H. excelsa ssp. (Ithomiinae); y Adelpha heraclea makkeda, A. justina justinella y Epiphile epi- menes electra (Nymphalidae). Ver además la lista de taxones del Apéndice 1, los cuales corresponden a la cuenca del lago de Maracaibo, que es una porción muy bien definida de esta provincia, y a la que posi- blemente deba asignársele la categoría de distrito bio- geográfico. La provincia de Maracaibo incluye el cen- tro de endemismo de mariposas denominado Cata- tumbo (Brown y Fernández Yépez, 1985; Neild, 1996). Provincia de la Costa Venezolana: Se proponen como característicos de esta provincia, los siguientes papilionoideos: Eueides procula procula (Heliconii- nae); Hyalyris coeno coeno, Melinaea lilis lilis y Ti- thorea harmonia megara (Ithomiinae); Adelpha ma- lea ixia, A. zina pyrczi, Fountainea titan romeroi y Prepona praeneste choroniensis (Nymphalidae); y Magnastigma elsa venezolana (Lycaenidae). Esta pro- vincia engolfa los centros de endemismo de Rancho Grande y Sucre (Fig. 2). Provincia de los Llanos Venezolanos: Actinote ami- da (Nymphalidae: Acraeinae) (Morrone, 2001d). Otras mariposas propias de esta provincia son: Parides eury- medes agathokles, P. panares tachira y Protographium dioxippus marae (Papilionidae); Opsiphanes quiteria phylas (Brassolinae), Heliconius cydno barinasensis (Heliconiinae); Hypothyris fluonia ssp. y Melinaea lilis lateapicalis (Ithomiinae); y Adelpha cocala orellanae, A. cytherea nahua, A. heraclea antonii, A. justina ine- sae, A. malea malea, A. plesure pseudomalea y A. zi- na desousae (Nymphalidae). La extensión de esta pro- vincia es bastante amplia, por lo que queda asimila- do dentro de la misma el centro de endemismo de mariposas propuesto por Brown y Fernández Yépez (1985), denominado Apure. Subregión Amazónica: Son característicos y ex- clusivos de esta subregión los siguientes lepidópteros: Battus belus, B. crassus crassus, Parides chabrias y P. orellana (Papilionidae); Catoblepia berecynthia, C. soranus, C. versitincta y C. xanthus (Brassolinae); Heli- conius demeter y Neruda aoede (Heliconiinae); Hypo- Fig. 2. Mapa de las áreas de endemismos de las mari- posas en Venezuela (tomado de Neild, 1996), repre- sentando una variación de la propuesta inicial de Brown y Fernández-Yépez (1985). Ángel L. Viloria450 thyris semifulva, H. vallonia y Napeogenes sylphis (Ithomiinae); Adelpha attica attica, A. malea aethalia, A. mesentina, A. pollina, A. viola pseudococala, A. ximena, Asterope batesii, A. buckleyi, A. leprieuri, A. sapphira, A. optima, A. whitelyi, Catonephele salacia, Ectima lirides, Eunica amycla, E. chlororhoa, E. in- cognita, E. sophonisba sophonisba, E. veronica, E. viola, E. violetta, Hamadryas albicornis, H. alicia, H. belladonna, Myscelia capenas, M. hypatia, Nessaea obrina, N. batesii y N. hewitsoni (Nymphalidae); y Theope aureonitens, T. dabrerai, T. excelsa, T. galio- nicus, T. philotes, T. sericea y T. lampropteryx (Riodi- ninae), y muchos otros más. Provincia de Imerí: Algunas mariposas típicas y endémicas de esta provincia son Eueides tales bar- cellinus, Heliconius demeter zikani, H. elevatus tara- cuanus, H. hermathena renatae y Neruda aoede lu- cretius (Heliconiinae); y Eutresis hyperaea imeriensis, Hypothyris connexa ssp., Melinaea mnasias ssp. y Ti- thorea harmonia sulfurata (Ithomiinae). Esta provin- cia cubre el denominado centro de endemismo de Imerí (Haffer, 1969; Brown y Fernández Yépez, 1985; Neild, 1996). Provincia de la Guyana: Caracterizada por la si- guiente fauna de mariposas diurnas: Parides klagesi (Papilionidae); Catoblepia berecynthia halli (Bra- ssolinae); Heliconius luciana y Neruda aoede emme- lina (Heliconiinae); Hypothyris connexa lema; Meli- naea mnasias eratosthenes y Tithorea harmonia harmonia (Ithomiinae); y Memphis viloriai y Meso- taenia vaninka delafuentei (Nymphalidae). Incluye los centros de reconocido endemismo en mariposas de- nominados Ventuari e Imataca (Fig. 2). Provincia de la Guyana Húmeda: Algunas de sus mariposas endémicas son: Parides panthonus pantho- nus y Pterourus menatius lemoulti (Papilionidae), Ca- toblepia xanthus xanthus y Opsiphanes quiteria qui- teria (Brassolinae); Heliconius elevatus tumatumari y H. hecale clearei (Heliconiinae), Hypothyris vallonia glycon y Tithorea harmonia dorada (Ithomiinae); Ne- ssaea batesii magniplaga y Prepona pseudomphale orinocensis (Nymphalidae); y Theope brevignoni (Rio- dininae). Cubre una parte del centro de endemismo previamente denominado Imataca. Provincia de Roraima: Seguramente contiene mu- chos endemismos en mariposas, pero la fauna regio- nal todavía es poco conocida. Algunos taxones en- démicos de esta provincia son: Opsiphanes invirae roraimaensis (Brassolinae); Heliconius demeter bee- bei, H. elevatus roraima y H. hecale vetustus (Helico- niinae); Hypothyris connexa connexa, Melinaea lilis kayei, Melinaea mnasias tecta, Napeogenes sylphis potaronus y Tithorea harmonia ssp. (Ithomiinae); y Adelpha boreas kayei (Nymphalidae). Esta provincia parece equivaler al centro de endemismo denomina- do Pantepui (que es, sin embargo, un término con significado diferente al que formalmente aquí se le asigna; ver párrafo siguiente). Entre las mariposas, existe un número considera- ble de taxones de mediana y alta montaña inmersos en la subregión Amazónica que no pueden ubicarse con precisión dentro de las provincias propuestas an- teriormente, por encontrarse en una zona altitudinal superior, fragmentada a manera de archipiélago en- tre las provincias de la Guyana, Roraima e Imerí. Esta fauna taxonómicamente es unitaria y cohesiva, y sus especies y subespecies son propias de una zona altitudinal definida por encima de los 1000 m, y es- trictamente endémicas del Pantepui (sensu Huber, 1987), unidad biogeográfica a la cual debería confe- rírsele al menos carácter provincial o subregional: Catasticta duida, Pereute lindemannae pemona, Pereute lindemannae piaroa y Pseudopieris viridula mimaripa (Pieridae); Pedaliodes demarmelsi, P. ro- raimae, P. terramaris y P. yutajeana; y Protopedaliodes kukenani, P. profaunay P. ridouti (Satyrinae). Región Andina: Esta región es amplia y latitu- dinalmente muy diversa, contiene algunos elemen- tos característicos en cuanto a su fauna: Tatochila (Pieridae) y Steroma (Satyrinae) Subregión Páramo Puneña: Infraphulia, Phulia, Piercolias y Pierphulia (Pieridae) (Morrone, 2001d) [Corresponden únicamente a la Provincia de la Puna]. Otros taxones aquí propuestos: Altopedaliodes, Corderopedaliodes, Manerebia, Panyapedaliodes, Parapedaliodes, Pherepedaliodes, Steremnia y Thie- meia (Satyrinae). Provincia del Páramo Norandino: Pterourus cacicus (Papilionidae); Colias dimera, Reliquia y Tatochila xan- thodice (Pieridae); y Arhuaco, Cheimas, Dangond, Diaphanos, Idioneurula, Paramo, Redonda, Sabatoga, Steromapedaliodes y Tamania (Satyrinae). Dentro del territorio venezolano el Páramo Norandino se encuen- tra muy fragmentado debido a la topografía de las Las mariposas y la regionalización biogeográfica de Venezuela 451 sierras que circundan la cuenca del lago de Maracaibo. Vuilleumier (1969, 1970) y Simpson (1971) reconocie- ron un archipiélago altoandino en los Andes venezo- lanos, en cuyas islas o porciones aisladas existen faunas bien definidas, endémicas y de distribución muy res- tringida. Viloria (2000) reconoció los endemismos de mariposas (Satyrinae, Nymphalidae) para cada uno de estos sistemas montañosos y los separó de acuerdo con unidades que básicamente corresponden a las is- las de páramo propuestas por los autores previamen- te mencionados. Posiblemente estas unidades tengan el rango jerárquico de distritos: Tamá, Batallón-La Ne- gra, Mérida, Niquitao y Cendé. Reflexiones finales y conclusiones Todo lo que se ha escrito previamente sobre maripo- sas en Venezuela (y gran parte del Neotrópico) en materia de distribución y biogeografía adolece de cier- ta falta de rigor y formalidad. Los estudios lepidop- terológicos pasados han aportado elementos valio- sos para la construcción de la distribución de las es- pecies en el país, sin dejar de mencionar que su ma- yor importancia es el progreso considerable en la calidad de la resolución taxonómica de grupos hasta entonces sumidos en el caos. Esto ha permitido con- solidar una visión adecuada y relativamente exitosa de la distribución real de las especies, mediante la inter y extrapolación de puntos de distribución sobre mapas y bajo los principales rasgos fisiográficos del territorio cartografiado. De esta manera, se han ge- nerado las áreas de distribución conocidas para las mariposas en el territorio venezolano. Desafortuna- damente, esta concepción biogeográfica carece de formalismo y adolece de método riguroso. Además, se presenta débil desde el punto de vista científico al presumir que en ausencia de registros verificables de la existencia de un taxón, los límites de su distri- bución los proporciona el accidente geográfico o la barrera fisiográfica más evidente en la periferia de los puntos reales de distribución. Efectivamente, mu- chos casos de distribución real podrían ajustarse a este tipo de predicción, pero, en la práctica, a me- nudo podría probarse lo contrario, particularmente si coleccionistas y lepidopterólogos llegaran a ex- plorar mejor el país. Probablemente las áreas que Brown y Fernández Yépez (1985) llamaron centros de endemismo cons- tituyan los límites reales de distribución de diversas especies de Heliconiinae y de otras subfamilias y fa- milias de mariposas; sin embargo, en sus mapas de distribución por especie es posible apreciar que en la mayoría de los casos las distribuciones conocidas en realidad son más amplias, superponiéndose con tres o más ‘centros’. Neild (1996) también utilizó los nom- bres de aquellos centros de endemismo, pero en un sentido ampliado (Fig. 2), logrando comunicar al lec- tor una idea intuitiva de la distribución de las mari- posas en Venezuela, que, sin embargo, deja notar malamente la ambigüedad de los límites. ¿Cómo sa- bremos los límites espaciales de las áreas de ende- mismo de las mariposas en Venezuela? Realizando un inventario de este grupo taxonómico, o de subgru- pos selectos taxónomicamente bien conocidos, en todo el territorio; catalogando los numerosos regis- tros históricos que ya existen en colecciones entomo- lógicas venezolanas y extranjeras, y construyendo bases masivas de datos; clasificando las localidades de registro en sistemas de coordenadas geográficas y elaborando mapas digitales de distribución pun- tual (georreferidos); y aplicando métodos formales para el reconocimiento de las áreas de distribución, las áreas de endemismo y/o las áreas que conforman las biotas regionales (ver ejemplo de propuestas metodológicas en Escalante et al., 2001). Una segun- da fase del proyecto debería acometerse por un gru- po de trabajo dispuesto a sistematizar la labor de exploración territorial con énfasis en la captura de mariposas en zonas reconocidas como de vacío de in- formación, incertidumbre o conflicto. Una iniciativa interesante que actualmente sigue una metodología similar la constituye el proyecto PedCat (Ferrer-Paris y Viloria, MS), el cual si bien tiene una cobertura conti- nental, incluye el procesamiento de la información correspondiente a un grupo importante de géneros, especies y subespecies de satirinos de Venezuela. De cualquier forma, la regionalización que deri- vase del estudio más cuidadoso y exhaustivo de las mariposas de Venezuela, seguramente no complace- rá las expectativas generales de contar con una ver- dadera zonificación biogeográfica venezolana. Es in- discutible, pues para ello se requerirá ensayar un aná- lisis voluminoso de datos de registro con la mayor Ángel L. Viloria452 cantidad de taxones posibles. Las mariposas solas no pueden ser suficientes para la delimitación de regio- nes biogeográficas en Venezuela. Homologación, jerarquización y la necesidad de una Comisión y un Código Internacional de Nomenclatura Biogeográfica Se ha vislumbrado en la discusión al inicio de estas notas la falta de uniformidad y consenso en los crite- rios utilizados a través del historial de propuestas de regionalización de Iberoamérica y el Caribe. Hemos visto, además, que Venezuela no solamente no esca- pa de este mal, sino que es un ejemplo supremo de esta situación, la cual inexplicablemente se mantiene sin solución. El resultado ha sido el imperio de la ar- bitrariedad en la biogeografía descriptiva. ¿Cuáles son las causas de este disparatado orden, en donde, a veces sin explicación, se mezclan sistemas de clasifi- cación que se han basado en criterios distintos y mutuamente excluyentes? ¿Sobre cuáles premisas se formulan las equivalencias, paralelismos y sinonimias de los distintas sistemas de clasificación biogeográfica propuestos? ¿Cuál regionalización se acerca más a la realidad y por ello puede ser recomendable asumirla como clasificación universal para el entendimiento de la comunidad científica mundial? Todas estas pre- guntas surgen obviamente de un escenario carente de normas que regulen el albedrío de quienes estu- dian la distribución de los seres vivos sobre la Tierra. Morrone (2001c) discutió el concepto y la importan- cia del reconocimiento de las homologías (primaria y secundaria) en la biogeografía histórica. Asimismo, señaló que su identificación es fundamental para el reconocimiento de áreas de endemismo, que posi- blemente son las unidades más apropiadas para la regionalización biogeográfica. Propongo que las homologías biogeográficas (reconocidas por los mé- todos formales disponibles, como la panbiogeografía y la biogeografía cladística) también se utilicen en la biogeografía descriptiva como técnicas para la iden- tificación de equivalencias o sinonimias entre los dis- tintos sistemas de clasificación biogeográfica, de manera que faciliten su interpretación. De las discusiones desarrolladas en este ensayo pareciera quedar claro que hay dos tipos de sistemas de clasificación biogeográfica, que no son reconci- liables ni homologables: el basado en las áreas de endemismo y el basado en elementos bióticos;sin embargo, ambos pueden considerarse válidos y de utilidad práctica probada a los distintos enfoques que puedan darse al problema de la distribución de los seres vivos en la Tierra. De parte de quienes prefieren el escenario de las asociaciones bióticas para la regionalización biogeográfica (principalmente botá- nicos, fitogeógrafos y fitoecólogos), se nota un es- fuerzo interesante en unificar criterios para comuni- carse a través de un lenguaje común en el futuro, el cual viene materializado en un voluminoso Glosario fitoecológico de las Américas (Huber y Riina, 1997, 2004). Este tipo de esfuerzo mancomunado todavía no se percibe entre los biogeógrafos interesados en la regionalización de América mediante criterios de reconocimiento de áreas de endemismo. Para el ini- cio de un proyecto que permita regular y estandari- zar la terminología, el lenguaje, y en general la no- menclatura, de un sistema único y universal de clasi- ficación biogeográfica, así como la clasificación je- rárquica (como una vez lo ejemplificó Racenis,1965) de lo que debe ser una región, una subregión, una provincia, un distrito, etc., recientemente adelanté la idea de constituir una comisión internacional para la estructuración y redacción de un Código Internacio- nal de Nomenclatura Biogeográfica (Viloria, 2004), planteamiento que ante lo aquí discutido probable- mente acuse mayor vigencia. Agradecimientos Me encuentro muy agradecido con Jorge Llorente Bousquets, D. Jimena Castro, Armando Luis Martínez, Isabel Vargas Fernández y el resto de los organizado- res y patrocinadores de las I Jornadas Biogeográficas RIBES, celebradas en septiembre de 2003 en la Ciu- dad de México, donde presenté un esbozo del tema aquí tratado. Roger Pérez-Hernández me proporcio- nó dos de sus trabajos inéditos para ser consultados sin reserva, y además atendió mis dudas bibliográfi- cas con diligencia. Mariana Alarcón y José R. Ferrer me asistieron en parte de las investigaciones faunís- ticas necesarias para el desarrollo de este ensayo. Ana María Pérez, del Centro Internacional de Ecología Tro- Las mariposas y la regionalización biogeográfica de Venezuela 453 pical, me asistió en la consulta de la riquísima biblio- teca que ha depositado allí Otto Huber. Finalmente, hago un reconocimiento público a la paciencia que tuvieron conmigo Jorge Llorente y Juan J. Morrone, editores de este volumen. Referencias Ackery, P.R. y R.I. Vane-Wright. 1984. Milkweed butterflies, their cladistics and biology. Ithaca, Nueva York: Cornell University Press / British Museum (Natu- ral History), 425 p. Adams, M.J. 1985. Speciation in the pronophiline butterflies (Satyridae) of the northern Andes. J. Res. Lep., Suppl. 1: 33-49. Arias, Q. 2004. 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Limenitidinae Adelpha heraclea makkeda Hewitson Diaethria gabaza intermedia Viette Diaethria neglecta merida Honrath Epiphile dilecta venezuelensis Jenkins Epiphile epimenes electra Staudinger Mesotaenia vaninka gonalia Fruhstorfer Nica flavilla lucillae Neild Perisama bomplandii venezuelana Viette Perisama emma emma Oberthür Perisama emma cormieri Neild Perisama guerini ssp. Perisama goeringi Druce Perisama tryphena asormani Attal y Crosson-du-Cormier Perisama oppelii bleuzeni Attal y Crosson-du-Cormier Perisama humboldtii attali Neild Perisama tringa tristis Oberthür Charaxinae Memphis salinasi Pyrcz Prepona praeneste isabelae Orellana Heliconiinae Eueides lybia salcedoi Brown y Fernández Yépez Eueides tales franciscus Brown y Holzinger Heliconius congener ocannensis Stichel y Riffarth Heliconius cydno gadouae Brown y Fernández Yépez Heliconius cydno cordula Neustetter Heliconius hecalesia romeroi Brown y Fernández Yépez Heliconius ismenius tilleti Brown y Fernández Yépez Ithomiinae Callithomia hezia perija Masters Hyalyris excelsa tachira T. y L. Racheli Hypothyris fluonia baiochii T. y L. Racheli Melinaea ethra lateapicalis Hall Napaeogenes stella browni T. y L. Racheli Sais rosalia ssp. nov. Tithorea tarricina franciscoi Brown Apéndice 2 Mariposas (Papilionoidea) aparentemente endémicas del meso y altoandino que circunda la cuenca del lago de Maracaibo. La siguiente lista contiene taxones de algunas familias y subfamilias que han sido relati- vamente bien estudiadas en los Andes de Venezuela (todos endémicos de la región). Las fuentes de infor- mación son las siguientes, Pieridae: Reissinger (1972), Rey y Pyrcz (1996), Wojtusiak y Rey (1999), Lamas y Bollino (2004); Satyrinae: Viloria (2000); Lycaenidae: Salazar et al. (1997), Le Crom y Johnson (1997) y Orellana (2004). También se añaden registros de las colecciones que el autor ha realizado en la región, depositadas en el Museo de Artrópodos de la Facul- tad de Agronomía y en el Museo de Biología de La Universidad del Zulia. Pieridae Catasticta chrysolopha chrysolopha (Kollar) Catasticta chrysolopha spectrum Reissinger Catasticta flisa hermione Reissinger Catasticta prioneris ssp. Catasticta revancha Pyrcz y Rey Catasticta semiramis costarum Bollino y Lamas Catasticta tricolor tomasi Wojtusiak y Rey Catasticta tricolor ssp. Catasticta uricoecheae inopa Wojtusiak y Rey Tatochila xanthodice ssp. 1 Tatochila xanthodice ssp. 2 Nymphalidae Satyrinae ‘Altopedaliodes’ sp. Cheimas opalinus opalinus Staudinger Cheimas opalinus ssp. Corades pannonia ploas Thieme Corades pax Watkins Dangond dangondi Adams y Bernard Diaphanos curvignathos Viloria Diaphanos fuscus Viloria Diaphanos huberi Adams y Bernard Diaphanos sp. Eretris apuleja altamira Adams y Bernard Eretris apuleja ssp. 1 Eretris porphyria perija Adams y Bernard Eretris porphyria ssp. 1 Eretris porphyria ssp. 2 Idioneurula sp. Las mariposas y la regionalización biogeográfica de Venezuela 459 Lasiophila circe sp. Lasiophila zapatoza manaurera Adams y Bernard Lasiophila zapatoza meridae Adams y Bernard Lasiophila zapatoza ssp. Lymanopoda altaselva Adams y Bernard Lymanopoda dietzi Adams y Bernard Lymanopoda lebbaea ssp. Lymanopoda maletera Adams y Bernard Lymanopoda marianna marianna Staudinger Lymanopoda marianna ssp. ‘Lymanopoda’ maso ssp. nov. Lymanopoda paramera Adams y Bernard Lymanopoda samius ssp. Lymanopoda sp. 1 Lymanopoda sp. 2 ‘Penrosada’ franciscae Adams y Bernard ‘Penrosada’ navarrae Adams y Bernard ‘Penrosada’ quinterae Adams y Bernard Manerebia sp. 1 Manerebia sp. 2 Manerebia sp. 3 Oxeoschistus simplex ssp. Oxeoschistus puerta ssp. Pedaliodes antigua Adams y Bernard Pedaliodes baccara ssp. Pedaliodes cesarense Adams y Bernard Pedaliodes empusa ssp. Pedaliodes japhleta Butler Pedaliodes luteocosta Adams y Bernard Pedaliodes ornata ornata Grose-Smith y Kirby Pedaliodes ornata ssp. Pedaliodes plotina pharnaspes Hewitson Pedaliodes plotina rapha Butler Pedaliodes plotina ssp. 1 Pedaliodes plotina ssp. 2 Pedaliodes plotina ssp. 3 Pedaliodes plotina ssp. 4 Pedaliodes proerna fumaria Thieme Pedaliodes suspiro Adams y Bernard Pedaliodes tyrrheoides Adams y Bernard Pedaliodes vallenata Adams y Bernard Pedaliodes zuleta Adams y Bernard Pedaliodes sp. 1 Pedaliodes sp. 2 Pedaliodes sp. 3 Pedaliodes sp. 4 Pronophila epidipnis ssp. Redonda bordoni Viloria y Pyrcz Redonda sp. Redonda empetrus bolivari Adams y Bernard. Redonda empetrus empetrus (Thieme) Redonda empetrus ssp. Steremnia pronophila ssp. Steromapedaliodes albarregas (Adams y Bernard) Steromapedaliodes albonotata (Godman y Salvin) Steromapedaliodes sanchezi Viloria y Pyrcz Steromapedaliodes schuberti Viloria y Pyrcz Tamania jacquelineae Pyrcz Lycaenidae Podanotum sp. Shapiroana circe Johnson [?] Solanorum pyrczi Johnson, LeCrom y Constantino Strymon rosari Torres y Johnson
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