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IV 
EN BUSCA DE LA PAZ 
A lo largo de la historia del hombre, uno de los objetivos principales de la investigación 
en el campo de las relaciones internacionales ha sido el descubrir un medio que propi-
cie la paz. Los capítulos 10 al 12 presentan enfoques en torno a la paz que han llamado 
la atención incluso en nuestros días: la balanza del poder, la disuasión o el control nu-
clear, la ley internacional, el gobierno mundial, la comunidad mundial y el estableci-
miento de una economía política a nivel mundial. Cada uno de estos enfoques conlleva 
una propuesta o una serie de propuestas con respecto a la paz, mismas que es posible 
evaluar en función de su viabilidad y factibilidad. Se dice que una propuesta es viable si, 
una vez puesta en marcha, realmente produce el efecto deseado de paz. En otras pala-
bras, una propuesta es viable si, en principio, se considera que funcionará. Por otra 
parte, se dice que una propuesta es factible si es posible llevarla a cabo -en otras 
palabras, si resulta 10 suficientemente práctica sin que implique costos exagerados. De-
safortunadamente, soluciones que suelen parecer más viables -como un gobierno 
mundial- no son precisamente las más factibles ; y aquéllas que pueden llevarse a cabo 
-tales como la disuasión- quizá no sean viables. 
Pese a innumerables tentativas nobles, es obvio que la guerra no ha sido eliminada 
de la faz de la tierra. En consecuencia, muchas propuestas de paz no pretenden abolir 
la guerra, sino mitigar sus efectos. Intentan lograrlo limitando las capacidades de cada 
bando (balanza del poder y disuasión o control nuclear), circunscribiendo las condicio-
nes bajo las cuales se puede emplear la guerra como un instrumento político y los méto-
dos que se utilizarán para librarla (control nuclear y guerra limitada), o planteando 
medios alternativos de resolución de conflicto, así como una atmósfera que aliente el 
cambio pacífico (por ejemplo, un gobierno mundial, o lineamientos que rijan una eco-
nomía política mundial estable). 
Probablemente, el mecanismo más antiguo de preservación de la paz, ha sido el mante-
nimiento de un equilibrio del poder. Ya en la remota época de Tucídides, el quebranta-
miento de una condición de equilibrio de poder se consideraba como causa de guerra: 
Lo que hizo de la guerra algo inevitable fue la expansión del poderío ateniense, y el 
temor que ello provocó en Esparta. 1 
1 Tucídides, (History o/ tbe Peloponnesian War, traducida al inglés por Rex Warner (Harmond-
sworth: Penguin Books, 1954), página 25 . 
31 7 
318 En busca de la paz 
A lo largo de la historia de Europa, y especialmente en el transcurso de los cuatro últi-
mos siglos, se ha citado al equilibrio de poder como una justificación política, y algunos 
han llegado a alabarlo como única propuesta realista para preservación de la paz. Sin 
embargo, la propuesta está materialmente llena de problemas. En el nivel práctico, no 
ha logrado ofrecer una solución realmente permanente; las guerras han hecho acto d~ 
presencia a lo largo de los últimos cuatro siglos. Quienes defienden la viabilidad de la 
balanza del poder, argumentan que estas guerras surgieron cuando el equilibrio se rom-
pió. Esre punto de vista no parece muy persuasivo, dado que reconoce la dificultad de 
poner en práctica un equilibrio justo en el momento en que se le necesita con mayor 
apremio -cuando hay amenaza de guerra. Por ende, dicho argumento salva la viabili-
dad de la propuesta, pero sacrifica su factibilidad. Por el contrario, otros manifiestan 
que el equilibrio puede lograrse, pero que eso no evitará la guerra de ninguna manera; 
los estados contenderán entre sí, sin importar si sus capacidades son equiparables o no. 
Además, en el nivel conceptual, la propuesta presenta dificultades por sus distintos 
significados. Algunos estudiosos, tales como Kenneth Waltz (1979), la consideran como 
un fenómeno automático y natural, como la mano invisible de Adam Smith; si una na-
ción aumenta su poderío, una u otras más realizarán los movimientos necesarios para 
equipararlo, y para hacerle frente. Otros la ven como una política consciente que los 
creadores de decisiones deben observar meticulosamente para que produzca los resul-
tados deseados. Inclusive hay quienes la consideran como un símbolo popular mediante 
el cual pueden ordenar apoyo y racionalizar una postura que se ha adopt:tdo por otras 
razones. Bajo tal apariencia, la balanza del poder constituye una forma de propaganda. 2 
Independientemente de si se trata -parafraseando a Ernst Haas (1953)- de una pres-
cripción, de un concepto empírico o de mera propaganda, aún es poco claro el motivo 
por el cual el equilibrio de poder debe funcionar. Tucídides y otros autores clásicos seña-
laron que si un estado adquiría un poder exagerado, no habría nada que le impidiera 
someter a todos los demás. Por supuesto, de aquí surge un peligro potencial, mas no se 
puede decir que un estado de equilibrio produzca la paz. Lo único que puede hacer un 
equilibrio es evitar una victoria "fácil". La guerra puede -y de hecho se da el caso con 
frecuencia- ocurrir entre iguales relativos. Lo anterior ha provocado que muchos eruditos 
argumenten que la seguridad se puede obtener únicamente mediante' una preponderancia 
de poder, y no mediante un equilibrio del mismo. Lo único que puede disuadir al bando 
contrario de atacar es el hecho de saber que perderá la guerra. Dicho argumento tiene 
sentido, ciertamente, pero entonces ¿qué va a evitar que el poder preponderante ataque? 
Este tipo de problemas conceptuales y teóricos, aunados al limitado éxito histórico 
que ha tenido la balanza del poder, han socavado la confianza de los eruditos en esta 
propuesta de paz. De hecho, se puede argumentar que ni el equilibrio de poder ni la 
preponderancia de poder se encuentran asociados al estado de paz; por el contrario, 
¡cada uno está vinculado con distintos tipos de guerra! Desde esta perspectiva, la balanza 
del poder se ha asociado a guerras totales, como las Guerras del Peloponeso, las Guerras 
Púnicas, la Guerra de los Treinta Años, las Guerras Napoleónicas y la Primera y Segunda 
Guerras Mundiales. Todas ellas fueron guerras de rivalidad entre iguales relativos. Por 
2 Ernst Haas menciona estos puntos en "The Balance of Power: Prescription, Concept, or 
Propaganda?" World Politics 5 (1953), pp. 442-477. Durante el siglo dieciocho, ]ohann Heinrich 
Gottlob von ]usti realizó comentarios críticos parecidos; véase Per Maurseth, "Balance of Power 
Thinking from the Renaissance to the French Revolution" ,journal 01 Peace Research, No. 2, (1964), 
pp. 131-132. 
En busca de la paz 319 
otra parte, la preponderancia de poder se asocia con guerras de conquista imperiales. A 
corto plazo, un equilibrio del poder puede evitar este último tipo de conflagraciones, 
pero al hacerlo suele producir condiciones que propician guerras totales entre rivales. 
Los ensayos contenidos en el capítulo 10 analizan algunos de estos temas en detalle. 
David Hume (1752), en un célebre ensayo, realiza una reseña de estudiosos de la Antigüe-
dad con el fin de dilucidar el principio de equilibrio del poder, e ilustra el modo en que 
se percibía dicho concepto en la Inglaterra del siglo dieciocho. Hume consideró que la 
tentativa británica por equilibrar poderes era susceptible de abusos, además de que lanzó 
críticas contra el gobierno inglés por su hostilidad excesiva y por sus guerras innecesarias. 
Morton Kaplan, en un artículo que nos ofrece una perspectiva general de su importante 
obra (1957) System and Process in Internatíonal Politics, emplea el lenguaje de sistemas 
para analizar la balanza del poder. Describe la forma. en que los elementos básicos de la 
balanza del poder europeo pueden verse como un sistema de conducta apoyado por una 
estructura específica, y el modo en que un cambio en la estructura puede producir distin-
tos sistemas. La principal contribución de Kaplan consiste en que brinda a los científicos 
políticos un conjunto depropuestas que explican de manera sistemática la función del 
poder en la configuración de la política mundial. Puesto que algunos de sus seis sistemas 
son de índole más pacífica que otros, su obra resulta también válida para quienes preten-
den evitar o limitar la guerra mediante un cambio en el sistema. Enseguida, A. F. K. Or-
ganski (1958) explica, en un convincente análisis, el motivo por el cual el equilibrio de 
poder generalmente no produce la paz. Luego expone su tesis de transición del poder, 
en la que afirma que las posibilidades de guerra aumentan cuando la nación predominan-
te o más poderosa es superada por otra pujante. Si esta tesis es válida, resulta evidente 
que el equilibrio de poder se emplea frecuentemente como medida provisional ante la 
amenaza de una gran conflagración. Como reacción contra las críticas al concepto de 
la balanza del poder, Kenneth Waltz (1979) intenta colocarlo sobre un nuevo basamente 
teórico, valiéndose de algunas de las perspectivas de la economía moderna. El análisis 
de Waltz anunció el surgimiento de un movimiento neorrealista dentro de la disciplina de. 
las relaciones internacionales, mismo que procuró revivir una serie de idea clásica realistas 
confiriéndoles una nueva forma sobre la base de una lógica económica capitalista. Por 
ejemplo, en la selección de Waltz, las analogías con el mercado desempeñan una función 
importante. Sin embargo, Waltz realmente no ofrece nuevos hallazgos empíricos sobre 
la forma en que opera la balanza del poder, o sobre la noción de que ésta evita la guerra. 
Además, la defensa que realiza en torno al equilibrio del poder no es precisamente típica 
de los realistas tradicionales como Morgenthau, que erm muy críticos del concepto. Pese 
a todo, Waltz contribuye de manera fundamental al debate gracias a su énfasis en la fun-
ción que desempeña la estructura en la configuración de la conducta. 
Con el advenimiento de las armas nucleares, el pensamiento sobre el equilibrio del 
poder se vio suplantado por el concepto de controlo disuasión nuclear. La balanza 
del terror nuclear, con toda su carga de espeluznante presión, pareció sumar los aspec-
tos positivos del equilibrio del poder y de la preponderancia del poder, pero sin sus 
aspectos negativos. En la medida en que cada bando tenga la capacidad de absorber un 
ataque inicial y de ejercer represalias, el poder es relativamente igual, tal como en la 
balanza del poder. Así, es posible evitar las guerras de conquista derivadas de la desi-
gualdad. Por el contrario, la enorme capacidad destructiva de las armas nucleares garan-
tiza que ambos bandos perderán una guerra nuclear. En tanto que prevaleciera esa mutua 
destrucción garantizada, efectivamente cada bando contaría con una preponderancia de 
poder y, en consecuencia, se evitarían las guerras de rivalidad. 
320 En busca de la paz 
El capítulo 11 reproduce el pensamiento de mayor influencia y relevancia en torno 
a este tema. El capítulo inicia con artículo de Clausewitz, el teórico militar del siglo die-
ciocho, dado que su obra ha sido de especial importancia en el dilema nuclear. Ahora 
que la guerra puede cobrar dimensiones tan catastróficas y aniquiladoras, conviene re-
cordar con exactitud la esencia misma de la guerra, la forma en que ésta se relaciona 
con la política, ya qué intereses sirve. Clausewitz abordó estos temas de acuerdo con 
su época; su persistente comentario de que "la guerra no es sino la continuación de la 
política por otro medios" ha causado especial impacto entre los teóricos nucleares, 
dado que esclarece contundente mente que el objetivo del uso de la fuerza es ganar un 
conjunto de decisiones políticas. 
A fines de las décadas de 1950 y 1960, un grupo de estudiosos norteamericanos 
analizó algunos temas vinculados con las armas nucleares, y creó lo que, eíectivamen-
te, se convertiría en una doctrina norteamericana de la disuasión. La obra de Bernard 
Brodie, Herman Kahn, Thomas Schelling y Henry Kissinger es de vital importancia. Bro-
die fue uno de los primeros en percibir que las armas nucleares transformarían las 
añejas nociones de la balanza del poder, y harían recaer aún mayor importancia en 
la estrategia. Herman Kahn, durante el periodo en que trabajó para la RAND Corpora-
tion, fue uno de los principales arquitectos del control nuclear. En la selección que 
se reproduce en estas páginas, define tres tipos de disuasión, y la lógica que sustenta 
a cada uno de los tres. Uno de los problemas que Kahn (1960) señala tanto en este 
análisis como en su obra On Tbermonuclear War, más voluminosa, plantea que si la 
disuasión contra el ataque directo realmente funciona, entonces resulta difícil creer 
que los Estados Unidos arriesgaran una aniql;i!ación nuclear para proteger a Berlín, 
por no mencionar a Taiwan. 
Lo anterior llegó a conocerse como el problema de credibilidad, y se convirtió en 
centro de atención de gran parte de la obra de Thomas ScheJling, asociado también con 
la RAND. Schelling expuso que es más sencillo disuadir a alguien de emprender una 
acción que obligarlo a hacer algo. Su discernimiento de tal distinción entre disuasión 
e "imposición", aunado a su obra en torno a la credibilidad, hacen de Schelling una 
figura de la talla del propio Herman Kahn. 
Pese a que, aparentemente, los Estados Unidos lograron disuadir tanto las amenazas 
soviéticas contra Berlín como los ataques chinos sobre Taiwan mediante amenazas de 
represalia masiva, el problema de la credibilidad y los riesgos que conlleva dicha estra-
tegia fueron gravosos. En dos obras principales, Nuclear Weapons and Foreign Policy 
y The Necessity!or Choice, Henry Kissinger define los problemas relacionados con la 
represalia masiva, y trata de solucionarlos brindando a los Estados Unidos una opción 
entre guerra nuclear y rendición: una fuerza militar convencional. En la selección que 
aquí reproducimos, Kissinger traza el perfil de cómo librar una guerra limitada para evi-
tar una intensificación de hostilidades que desemboque en confrontación nuclear. 
Los argumentos deductivos de Brodie, Kahn y Schelling, aunados a los pronuncia-
mientos públicos de John Foster Dulles y, posteriormente, de Robert McNamara, trans-
formaron paulatinamente al control nuclear de (eoría y política en dogma y doctrina. No 
obstante, las pruebas empíricas que lo sustentaban eran escasas. Bruce Russett (1963) 
emprendió el primer análisis de envergadura, mismo que se reimprime en estas pági-
nas.3 Russett examina las condiciones bajo las cuales la disuasión alcanzó éxito tanto 
3 Para información actualizada, léase de Paul Huth y Bruce Russett, " What Makes Deterrence 
Work? Cases from 1900 to 1980", World Politics 36 Oulio de 1984), pp. 496-526. 
En busca de la paz 321 
en el periodo nuclear como en el prenuclear. Pese a su naturaleza fundamentalmente 
sugerente, el artículo cobró importancia por su insistencia en que las afirmaciones em-
píricas debían ser sometidas a una verificación sistemática, en vez de aceptarlas llana-
mente a través de su repetición; también es notable su hallazgo en torno a que algunos 
aspectos de la teoría de la disuasión eran incorrectos. 
Los estudios de casos comparativos realizados once años más tarde por Alexander 
George y Richard Smoke (1974) repercutieron incluso con mayor fuerza. En medio de 
un entorno político modificado, sus análisis provocaron serias dudas en torno a la pre-
cisión empírica de gran parte de la doctrina de disuasión. Su análisis de los actos nortea-
mericanos demuestra que la teoría de la disuasión ofrece una guía insuficiente a los 
creadores de decisiones, y que éstos suelen desviarse de la guía disponible. Si la teoría de 
la disuasión no puede describir y explicar con exactitud los actos de los creadores 
de decisiones norteamericanos, entonces es dudoso que pueda predecir la reacción de 
rusos o de chinos ante una confrontación nuclear. No obstante, su pwpósito es el 
de brindar precisamente este tipo de información. La selección que aquí se reproducees parte de su conclusión. 
Las implicaciones que arroja el análisis de George y de Smoke son por demás per-
turbadoras, dado que la disuasión nuclear se ha constituido en la base que ha empleado 
el Occidente para evitar la guerra nuclear. Los críticos de la estrategia nuclear, como 
Anatol Rapoport, han señalado frecuentemente los riesgos que conlleva una política 
diplomática al filo de la navaja; pero si los líderes de decisión ni siquiera realizan los 
tipos de cálculo de costo y beneficio sobre los cuales se fundamenta la disuasión, en-
tonces los riesgos son mucho mayores. Es por demás factible que la ausencia de una 
guerra nuclear entre los EE.UU. y la U.R.S.S. no sea simplemente consecuencia de la 
disuasión nuclear, sino de la suma de otros factores conciliadores, como el hecho de 
que los EE.UU. y la U.R.S.S. no son vecinos geográficos, que no pelean por territorio, que 
están dispuestos a aceptar un reparto defacto de Europa, que el uno no pretende 
derrocar al gobierno del otro y que se encuentran preparados para perder guerras limi-
tadas en la periferia con tal de evitar una escalada hacia la guerra total. Si tal es el 
caso, la proliferación nuclear es, pues, mucho más peligrosa de lo que habíamos imagi-
nado, porque no es probable que estos factores de conciliación se hallen presentes 
entre otras naciones. 
Según la historia, la propuesta más generalizada para poner un fin a las guerras ha 
sido la creación de un gobierno mundial y el establecimiento de una ley internacional. 
Dante, Hobbes, Rousseau y Kant, todos ellos discutieron dicha propuesta de manera 
enérgica. El meollo del argumento estriba en la suposición de que, en un estado de anar-
quía (ausencia de gobierno y de ley), la guerra surge de forma natural puesto que no 
existe nada que la evite (véase Waltz, artículo 38 de este libro); ocurre cada vez que uno 
de los bandos prefiere luchar que perder. Por ende, en un estado anárquico, la guerra 
ofrece la misma función que el gobierno -un medio para tomar decisiones autoritarias. 
De acuerdo con este argumento, tanto el gobierno mundial como la ley internacional 
se puede convertir en sustitutos de guerra, siempre y cuando las naciones estén dispuestas 
a aceptarlos como bases no violentas y obligatorias para llegar a un acuerdo político. 
Con el fin de dar sustento empírico a este argumento, quienes proponen el gobierno 
mundial suelen señalar la relativa ausencia de violencia interna dentro de aquellas na-
ciones que cuentan con gobiernos legítimos. Afirman que, del mismo modo en que el 
gobierno interno ha puesto fin al estado natural dentro de un territorio dado, así tam-
bién el gobierno mundial puede poner fin a la anarquía mundial. 
322 En bus~ de' la paz 
El problema de dicha propuesta parece estribar no tanto en su viabilidád ,~probable_ 
mente funcionaría si se pudiera crear un gobierno mundial cuyas decisiones se respeta-
ran- sino en su factibilidad - ¿cómo se puede crear un gobierno ~undi~l?, ~DS críticos 
contemporáneos del gobierno mundial y de la ley internacion~l han' calificadq"a esta pro-
puesta de utópica, dada la inexistencia absoluta de las condiciones nece$arjas"'para crear 
un gobierno mundial eficaz o imponer una ley internacional. Álguriós 'CrlÜc(Js realistas 
• • ' r S ", , _ ~ J 
corno Reinhold Niebuhr y Hans Morgenthau han afirmado qu'e¡ rula qga';de~las Naciones 
ni las Naciones Unidas podrían erigirse en gobiernos protomimi;liáIes;' püéstd~que el go-
bierno presupone una comunidad, Corno no hubo ni hay cOrl1~riÍd~~ tritlriqfal,; tampoco 
puede integrarse un gobierno mundial. Tanto los realistas coind'otroscríticól(señalan que 
la sola existencia de un gobierno no evitará la violencia ~éomO' flagraritemeijte han de-
mostrado las guerras c'iviles' y las revoluciones, Es preciso descu¡)iii"1~ :E6hdiCiones que 
propician un gobierno eJícdz.' En años recientes, tales críticas han~í:5rby6'catlb"q~e algunos 
estudiosos investigue? las causas de form~ción de icomunida~~s·¡i:sj~'~6~i.~~~encias en 
cuanto a las expectativas de crear un gobIerno, Algunos abngaoarrla' esperanza de que 
esos conocimientos se pudieran utilizar para contribuir a la cr~ac,ióni .ae\iQá :t.omunidad 
mundiai, que a su vez sirviera de base para lacreaeión de \}n go?ie,r'no'I#un~tal. De he-
cho, cuando se integró la UNESCO se le asig1l:~aesta tnisiÓri. fl,~c:iU~59; '~a, Querra Fría 
aniquiló este soberbio objetivo y otros 'similares a' cargo de 'las"NaciOnes Uhidas, 
La factibilidad de un gobierno mundíal plantea un piobleih~ PQi id¿lji~~Jabvio , pero 
hay quitnes también han propuesto en tela ~e ' duda,su conveni~i1(:ia: E~i~t.en indivi-
duos que no desean la paz a cambio'dé'la justieia; !~o ,deJa iguaIOad;' 'ü de~ f~'!ibertad, o 
de cualquier otra garantía o valor que aprecien pOf'encim\J:de tooo. De'!m:U1:é'ra similar, 
pueden mostrarse titubeantes eón respecto 'a\uiirse a un gobiernd '({iesp;da~r una ley 
que beneficie a~mos más que a' eilo§,' o ,qué i~stitúciqnalice-'e~ si:Ú,ü:qu'ü 'i~~bstacu1ice 
el cambio, o que merme su áutonorilHl y confiera aun'cuerpo interriacional-el derecho 
de tornar decisiones p()r' e,ll~s, Toda's, eS~,as ~azOnes expÍica?':#~,a~i raü~~fl?¡lf~de apoyo 
e~ pro de un gobierno ' munqia~entrelos est,~dos del muhdo"actua!':\ J:>" <~ 
No obstante, ,se suel~:adopta:~ de'ds,~9~e~ autoritarias a nivel inuricl~al ,·.I,p~~,i¿,ularmente 
en'el terreno econótnico- que afectan~; auilque indirectamente, la'vida 'diaria de millo-
nes deseres humanos. ¿Qué pfodiiCit ~é6coa para el meiddo muñdial,ü'cü'sechas bá-
sicas para el consumo local? ¿Cuánto. cobrar por ellas? ¿Es precisO 'instituIr medidas de 
austeridad? Los e1ementosfueriHe la;pfopia nación -el mercad{) mundial, las corpora-
ciones mu1tinádonales;' el BaricoMundial-,influyen cada vez más, 'cuan'db po determi-
nan, en la respuéstaatalts ,irlteir6g;lOtes~ Los :esta(Íospueden'set' sObe,rahos desde un 
' punto de vista Iegal,rri~scasi 'riun<a 'desde una perspectiva económicá. 'Estoha suscita-
do un álnplio cOrisehsod~ que iJI).peia una economía política mupdial ~nica, dispuesta 
en torno a prá~tícaS' capicilistas,q'ue propicia unniayor grado 'dé orden y de coopera-
ción que el que se puede apreciar' en la noción realist<). delaanarquía. Laeconomía polí-
tica mund,ial sirVe 'de prueba de \a posibilidad de establecer institucionesrpundialcs y 
un orden mundial que perrnitan al sistema internacional desplaZarse de Un estado natu-
ral (véase Hobbes, selección'28) hacia una sociedad mundial (véase Burton, selección 
15), pese a'encontrarnos tan alejados de la realidad de una comúnidíld y,gobierno mun-
diales. ¿Ofrecerá la economía política mundial la base material para unriitindo más pací-
fico? He aquí una interrogante abierta al debate; sin embargo, cabe recordar que el 
propio sistema capitalista mundial fue establecido mediante, la violencia y la domina-
ción, y que no representa necesariamente el tipo de sistema,más i\1sto, dado que reparte 
beneficios y costos de modo tal que permite a los acaudalados engrandecer fácilmente 
En busca de la paz 
sus arcas, en tanto que impide que los pobres pongan fin a la explotación de que ~on 
objeto (véase Glatung, artículo 33 de este libro). 
El capítulo 12 presenta tres ensayos acerca de la ley internacional y del gobierno 
mundial. El primero de ellos es de Rugo Grocio, ampliamente reconocido como el pa-
dre de la ley internacional. Grocio, holandés por nacionalidad y jurista del siglo dieci-
siete, cobró celebridad al promulgar el principio de libertad de los mares, así como por 
establecer las bases de la ley internacional moderna. El artículo que aquí se reproduce, 
pertenece a su prolegómeno a Tbe Law of War and Peace publicada por vez primera 
en 1625. En dicha obra, expone su defensa de que la ley internacional, como reflejo 
de la ley natural, favorece los mejores intereses de todos los estados. El segundo artícu-
lo de la pluma de Grenville Clark y Louis Sohn, fue publicada iIÚcialmente en 1958; en 
ella, plantean la propuesta de convertira las Naciones UIÚdas en un gobierno cuasi mun-
dial. En el tercer artículo, lnis Claude esboza algunas de las dificultades que surgen al 
trazar una analogía entre gobierno interno y gobierno mundial. En especial, señala que 
los defensores del gobierno mundial,como Clark y Sohn, suelen ignorar el hecho de 
que el gobierno no se fundamenta tanto en el "precepto de ley" como en el "precepto 
de política" . Dos de las obras de Claude, Swords into Plowsbares (1956) y Power and 
International Relatíons (1962) -de esta últL'lla se extrajo la selección aquí reimpresa-
se consideraron como estudios primordiales de la organización internacional en el 
periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial. 
El capítulo 12 incluye también un ensayo de Karl Deutsch en torno a la integración 
entre naciones -es decir, e! proceso mediante el cual dos o más naciones establecen 
sutrcientes vínculos culturales, sociales, económicos y políticos como para crear un sen-
ti do de comunidad. David Mitrany vislumbró dicho proceso como un paso trascenden-
tal para la creación de un estado de paz. Él planteó el argumento funcionalista que dicta 
que la cooperación en un área -especialmente en un área no política- "derramaría" 
cooperación en otra área. La creación de la Comunidad Europea de Carbón y Acero 
(European Coal and Stee! Community - ,ECSC) y, posteriormente, del Mercado Común 
Europeo, como mecanismos destinados a poner: fin a la .guerra en EuropaOccidental, 
impulsó la investigación empírica en torno al proceso de integración y la relación que 
éste guarda con la. paz. Karl Deutsch se colocó a la vanguardia de dicho esfuerzo; este 
erudito ha cobrado amplia reputación por su empleo del enfoque cibernético en e! estu-
dio de la integración -es decir, un enfoque que versa acerca de! modo en que la infor-
mación se comunica y transfiere para dar surgimiento, a una comunidad. En e! ensayo 
que aquí presentamos define tanto la integración como los otros conceptos principa-
les que componen la base de su perspectiva. ....• . . . . 
El capítulo 12 concluye con una discusión en torno a la economía política mundial, 
un rubro donde, recientemente, el conflicto se ha negociado y se ha esquivado fre~uen­
temente la violencia. Se presentan dos artículos: una suscrita por lmmanuel Wallerstein, y 
la otra por Robert Keohane. Dichos artículos ofrecen perspectivas distintas con respec-
to a la economía política mundial de la actualidad, además de que hacer un seguimiento 
de su desarrollo histórico desde sus orígenes, en el siglo dieciséis, hasta su dominación 
por parte de los Estados Unidos. Immanuel Wallers.tein (1974) enarbola la responsabili-
dad, por encima de cualquier otro erudito, de! concepto que dicta que la economía de 
cualquier nación individual sólo se puede comprender en términos de la economía mun-
dial. Dicho autor brinda una extensa explicación histórica de la evolución de esta. eco-
nomía mundial, así como un análisis ele las causas por las cuales la disposición actual 
324 En busca de la paz 
de sus elementos ha evitado el surgimiento de un imperio de dimensiones mundiales. 
Al igual que muchas otras obras clásicas de las relaciones internacionales, la de Waller-
stein procede de ámbitos ajenos a la disciplina. Ante la decadencia de la hegemonía 
económica norteamericana, marcada por el abandono del patrón oro y posteriormente, 
por el embargo petrolero árabe, la obra de Wallerstein se hizo acreedora de un alto gra-
do de atención, y contribuyó a promover un énfasis renovado en la economía política 
dentro de la disciplina. Su análisis representa un enfoque de economía política que 
abreva en la historia social y en el tratado marxista. El artículo de Robert Keohane (1984) 
aborda el tema de la economía política mundial a partir de la interrogante de aquello 
que obliga a los estados egocéntricos sedientos de poder a cooperar en medida suficien-
te para crear tal economía. Concibe a la cooperación como derivado de un sistema de 
normas y de instituciones creadas y preservadas por un poder hegemónico. En esta 
etapa de decadencia de la hegemonía norteamericana, ¿sobrevivirán la cooperación y 
el sistema mismo? Keohane afirma que sí, por múltiples razones. El análisis de Keohane 
representa una tentativa de reformular el realismo tomando en cuenta la importancia 
de los valores, las normas y las instituciones para moderar la lucha por el poder explicar 
el surgimiento de la cooperación. En este sentido, se le puede poner en contraste con el 
planteamiento de Wallerstein y de Cox (véase el artículo 17), más impregnado del pen-
samiento marxista. 
Las propuestas de paz que se analizan en esta parte del libro, han sido seleccionadas 
en función de su importancia con respecto a la interrogante que ha eclipsado a la políti-
ca plUndial desde mediados del siglo veinte: ¿es factible evitar la aniquilación nuclear? 
La mayoría del trabajo erudito sugiere que la balanza del poder no es un mecanismo 
viable ni factible para evitar la guerra convencional. Al nivel nuclear, la propuesta del 
equilibrio del poder ha sido sustituida por la noción de disuasión o control nuclear, a 
la que se le ha otorgado amplio crédito en la prevención de un conflicto bélico entre 
los Estados Unidos y la U.R.S .S. Actualmente se pone en tela de duda el grado de efica-
cia real del control nuclear. El hecho de que ambas naciones hayan esquivado hasta 
ahora una conflagración nuclear puede no tener nada que ver con los principios de la 
disuasión. Si tal es el caso, entonces la proliferación nuclear resulta por demás ominosa, 
puesto que no es posible confiar en la disuasión. Esto ha provocado que algunos 
busquen el desarme nuclear y el gobierno mUndial. Sin embargo, como ya hemos visto, 
aparentemente no han madurado las condiciones políticas favorables para esto. Todo 
lo anterior sugiere que la teoría de las relaciones internacionales no puede ofrecer nin-
guna solución de tipo permanente. ¿Puede acaso brindar algunas pautas? 
En este punto se puede ser más optimista. La teoría de las relaciones internacionales 
nos ofrece dos enfoques fundamentales que pueden servir como guía de conducta. El . 
primero de ellos, que parte de la literatura acerca de la balanza del poder y la disuasión 
nuclear, manifiesta que tanto naciones como otros actores políticos tienen la obliga-
ción, por lo menos, de prepararse para defender militarmente sus intereses, si abrigan 
la esperanza de cristalizarlos. En el campo de la política internacional, la virtud -o la 
razón- no puede sustituir al poder. El segundo enfoque, que se origina en las nociones 
idealistas de gobierno mundial y de ley internacional, así como en el análisis de la eco-
nomía política mundial, postula que las reglas y las normas pueden brindar un medio de 
escape del estado natural y su guerra intermitente. Mediante la institucionalización 
de la ley y los procedimientos para crear decisiones políticas, es posible mitigar la lucha 
por el poder, y limitar el uso de la violencia. 
En busca de la paz 325 
Al amalgamar ambos enfoques, se deduce la siguiente estrategia de dos pasos. Prime-
ro, para evitar una guerra nuclear y alcanzar un estado de paz aceptable, cada una de 
las partes debe estar preparada para combatir y no para rendirse; ambas partes deben 
mostrar buena disposición a tolerar la postura del rival con respecto a ciertos asuntos 
fundamentales, para poder llegar a un acuerdo en torno a otros. 
Una vez integrada esta fase, será posible ingresar a una segunda, que consiste en el 
establecimiento de regímenes mundiales fundamentados en la aceptación de ciertos li-
neamientos y normas con relación a la forma en que las naciones pueden competir y, 
de ser necesario, contender entre sí. El objetivo de dichos regímenes sería el de resolver 
problemas políticos ingentes. Un régimen mundial único que abarcara todos los proble-
mas equivaldría a un gobierno mundial, y este no es factible. Es más la probabilidad 
de poder crear una variedad de regímenes mundiales, cada unocon distintos lineamien-
tos y participantes, pero también limitado a un conjunto identificable de asuntos. La 
conducción de la economía política mundial ofrece un descollante ejemplo de la forma 
en que un régimen internacional eficiente puede tomar decisiones trascendentales. 
El régimen crítico sería el que se ocupara del conflicto nuclear y los asuntos vincu-
lados al mismo. Los esfuerzos de Nixon, Kissinger y Brezhnev por lograr un relajamien-
to de tensiones fueron una clara manifestación incipiente de dicho tipo de régimen. Si 
este último fuese exitoso, se le podría prolongar y extender hasta que cobrara la forma 
de un concierto de poder tendiente a evitar o a limitar guerras convencionales entre 
potencias menores. Un concierto de esta especie podría operar siguiendo casi fielmente 
el ejemplo sentado por el Concierto de Europa en 1815, yen algún momento podría 
incluir a los estados europeos más importantes, aJapón, China y, quizá, a las potencias 
regionales del Tercer Mundo. Los demás regímenes se ocuparían exclusivamente de 
los océanos, las cuestiones económicas, los energéticos, el desarrollo, los alimentos, las 
telecomunicaciones, etc. De hecho, en algunas de estas áreas -como la de los océanos-
actualmente se está creando un nuevo cuerpo de legislación internacional; en otras, tales 
como las de economía, energéticos y alimentos, se crean nuevas normas y estructuras. 
Los procedimientos mediante los cuales se resuelvan estos problemas más funcionalis-
tas, así como la forma en que los Estados Unidos y la Unión Soviética solucionen la 
Guerra Fría, se constituirán en precedentes primordiales para la futura prevención de 
una guerra nuclear. El punto clave, para hacer eco de la insistencia de Claude y de otros 
filósofos como Edmund Burke, estriba en que la creación de dichos regímenes se debe 
llevar a cabo en la práctica y con base en la experiencia, y no mediante la imposición 
de esquemas racionalistas; sólo entonces tendrán la oportunidad real de ser factibles. 
Esta breve exposición debe ser indicativa de que la teoría de las relaciones internacio-
nales puede ofrecer enfoques y lineamientos en torno a problemas tan pertinaces. La 
posibilidad de que tales enfoques se empleen con sabiduría o en forma perniciosa de-
penderá de los actos de los líderes mundiales, de sus seguidores y de los movimientos 
políticos en masa. 
LECTURAS RECOMENDADAS 
Equilibrio de Poder: 
ERNsrB. HAAS. 1953. El Equilibrio del Poder: ¿Prescripción, Concepto o Propagan-
da? World Politics 5: 442-477. 
326 En busca de la paz 
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Control Nucle~~: 
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UNIDAD 
10 
LA BALANZA DEL PODER 
35. De la balanza del poder 
DAVID HUME 
Cabe preguntarse si la idea de la balanza del 
poder se debe atribuir por completo a la política 
moderna, o si es sólo lafrase la que se ha inven-
tado en épocas recientes. Lo cierto es queJENO-
FONTE, en sus Instituciones de CIRO, describe 
la unión de potencias ASIÁTICAS movidas por la 
envidia de la credente fuerza de MEDOS y PERSAS; 
Y aunque esa elegante obra debería suponerse por 
completo un romance, dicho sentimiento, atri-
buido por el citado autor a los príncipes orien-
tales, prueba -al menos- que la noción era ya 
común en tiempos antiguos. ' 
En.toda la política de GR.ECIA, la angustia con 
relación al equilibrio del poder se halla, patente y 
se nos ha señalado expresamente, incluso desde 
los historiadores antiguos. TUCIDIDES describe la 
liga formada contra ATENAS, que produjo la gUe-
rra del PELOPONESO, como una unión atribui-
ble por completo a este principio. Y luego de 
la caída de ATENAS, cuando TEBANOS y LA-, 
CEDEMONES se disputaban la soberanía, nos 
De Essays: Moral, Polítical, and Lite¡-ary, 
Parte n, Ensayo 7. Publicado por primera vez 
en 1752 . Notas al calce suprimidas . 
encontramos con que los ATENIENSES (tanto co-
mo los habitantes de otras repúblicas) se Ianzaban 
siempre en menor escaIa y se esforzaban por pre-
servar el equilibrio. Ellos apoyaron a TEBAS con-
tra ESPARTA, hasta la gran victoria lograda por 
EP AMINONDAS en LEUCTRA, después de la cual 
se pasaron al lado de los conquistados, sólo por 
generosidad, según aparentaron, pero en reali-
dad por su envidia hacia los conquistadores. 
Quienquiera que leyere la oración de DE-' 
MOSTENES a los MEGALOPOLITANOS puede 
advertir los extremos refInamientos sobre este 
principio, que -incluso- penetrarían la men-
te de un VENECIANO o de un teórico INGLÉS. y 
a raíz de la primera ascensión dei poder MACE-
DONIO, el mencionado orador descubrió de in-
medi:¡to el peligro, sonó 'la alarma a través de 
toda GRECIA y, fInalmente, congregó a aquella 
confederación bajo los estandartes de ATENAS, 
para llevar a cabo la magna y decisiva batalla de 
QUERONEA, 
Es verdad, las guerras GRIEGAS fueron vistas 
por los historiadores como guerras de emulación ' 
más que de política, y cada estado parece haber 
tenido más en consideración el honor de diri-
gir al resto que todas las bien fincadas esperanzas 
327 
328 La balanza del poder 
de autoridad y dominio. Si consideramos, en 
realidad, el escaso número de habitantes de cual-
quier república, en comparación con el todo, la 
gran dificultad de instaurar sitios en aquellos 
tiempos y la extraordinaria bravura y disciplina 
de cada ciudadano de aquel noble pueblo, lle-
garemos a la conclusión de que la balanza del 
poder estaba, de hecho, suficientemente asegu-
rado en GRECIA,y que qp necesitaba custodiar-
se con la cautela que quizá sea necesaria en otras 
épocas. Pero así atribuyamos el cambio de ban-
dos en todas las repúblicas GRIEGAS a envidio-
sa emulación o a política de cautela, los efectos 
fueron idénticos, y cada poder predominante 
tuvo que hacer frente a una confederación en 
su contra que, a menudo, se hallaba integrada 
por sus examigos y aliados. 
Ese mismo principio, llamémosle envidia o 
prudencia, que dio lugar al ostracismo de A TE-
NAS, Y al petalismo [destierro] de SIRACUSA, 
que expulsó a todo aquel ciudadano cuya fama 
y poder sobrepasaban al resto; ese mismo prin-
cipio, digo, se descubrió -en forma muy natu-
ral- en la política exterior, y pronto engendró 
enemigos para el estado líder, aunque modera-
do en el ejercicio de su autoridad. 
El monarca PERSA era, en verdad, por el ni-
vel de su fuerza, un príncipe insignificante, si 
se le compara con las repúblicas GRIEGAS; y, 
por ende, le correspondía, más por seguridad 
que por emulación, interesarse en las disputas 
de aquéllas y apoyar a la racción más débil en 
cada contiendad. Tal fue el consejo de ALCI-
BIADES dio a TISSAFERNES, y que promulgó 
cerca de un siglo la duración del imperio PER-
SA, hasta que su descuido, por un momento, 
luego de la primera aparición del genio aspirante 
de FILIPO, echó por tierra el descollante pero 
frágil edificio, con una rapidez poco común en 
la historia de la humanidad. 
Los sucesores de ALEJANDRO demostraron 
profunda envidia del equilibrio del poder; una 
envidia fundada en la verdadera política y la 
prudencia, y que mantuvo bien clara duran-
te varias épocas la partición hecha después de 
la muerte del gran,conquistador. La fortuna y la 
ambición de ANTIGONO los amenazaron nue-
vamente con una monarquía universal, pero la 
combinación de sus fuerzas y su victoria en IPSO 
los salvaron. Y en épocas subsecuentes encon-
tramos que, como los príncipes orientales Con-
sideraban a GRIEGOS y MACEDONIOS como 
las únicas fuerzas militares reales con las que 
guardaban alguna relación, conservaron siem-
pre un ojo avizor sobre esa parte del mundo. En 
particular, los PTOLOMEOS apoyaron prime-
ro a ARA TO ya los AQUEOS, y luego a CLEO-
MENES, rey de ESPARTA, sin más propósito 
que el de contrabalancear el poder de los mo-
narcas MACEDONIOS. En relación a esto es 
el informe que da POLIBIO sobre la política 
EGIPCIA. 
La razón para suponer que los antiguos fue-
ron completamente ignorantes de la balanza del 
poder al parecer proviene de la historia RO-
MANA más que de la GRIEGA; y como las tran-
sacciones de la primera por lo general nos son 
más familiares hemos formado a ese tenor todas 
nuestras conclusiones. Quizá esto se deba a que 
los ROMANOS nunca se enfrentaron a ninguna 
alianza general o confederación contraria a ellos, 
como naturalmente pudiera haberse esperado 
en razón de las rápidas conquistas y la declarada 
ambición, sino que tranquilamente libres sub-
yugaron a sus vecinos, uno después de otro, 
hasta que extendieron sus dominios a todo el 
mundo conocido. Sin mencionar la fabulosa his-
toria de sus guerras ITÁLICAS, hubo, luego de la 
invasión realizada por ANIBAL contra el estado 
ROMANO, una notable crisis que debió haber 
llamado la atención de todas las naciones civili-
zadas. Más tarde pareció (ya que era difícil de 
observar en ese tiempo) que se había tratado 
de una batalla por instaurar un imperio univer-
sal; sin embargo, ningún príncipe o estado pa-
rece haberse alarmado en lo más mínimo ante 
el hecho o la materia de disputa. FILIPO DE MA-
CEDONIA perman<;.ció neutral hasta que palpó 
las victorias de ANIBAL; y después formó im-
prudentemente una alianza con el conquista-
dor, en términos aún más imprudentes. FILIPO 
estipuló que iba a ayudar a los CARTAGINE-
SES en su conquista contra ITALIA, después de 
la cual aquéllos se comprometieron a introdu-
cir fuerzas en GRECIA, para ayudarlo a someter 
a sus estados mancomunados. 
RHODAS y ACAYA son las repúblicas más 
celebradas, por los historiadores antiguos, por 
su sabiduría y su firme política; sin embargo, 
ambas ayudaron a los ROMANOS en su guerra 
contra FILIPO y ANTIOCO. y lo que puede esti-
marse como prueba más contundente de que es-
ta máxima no era generalmente conocida en esas 
épocas es que ningún autor antiguo ha destaca-
do la imprudencia de tales medidas, ni tampoco 
ha censurado ese absurdo tratado menciona-
do antes, concertado por FILIPO con los CAR-
TAGINESES. Príncipes y estadistas de todas las 
épocas pueden, de antemano, quedar ciegos en 
sus razonamientos con respecto a los aconteci-
mientos; pero es en cierta forma extraordinario 
que, .mucho tiempo después, los historiadores 
no integren un juicio más exacto de los hechos. 
MA~INISA, ATALO y PRUSIAS, al satisfacer 
sus pasiones personales fueron, sin excepción, 
instrumentos de la grandeza ROMANA, y nunca 
parecieron sospechar que estaban forjando sus 
propias cadenas, al llevar adelante las conquistas 
de sus aliados. [Más tarde] Un simple tratado y un 
acuerdo entre MASINISA y los CARTAGINE-
SES -tan requeridos por el interés de ambas 
partes- impidieron a los ROMANOS la entrada 
en ÁFRICA y preservaron la libertad del mundo. 
El único príncipe que encontramos en la his-
toria de ROMA que parece haber comprendido 
la balanza del poder, es HIERO, rey de SIRACU-
SAo Aunque aliado de ROMA, envió ayuda a los 
CARTAGINESES, durante la guerra de los auxi-
liares: "Estimando necesario", dice POLIBIO, 
"para conservar sus dominios en Sicilia y pre-
servar la amistad de Roma, el que CARTAGO 
quedara segura, y que no por su caída el poder 
restante dejara de sentirse capaz -sin contras-
te ni oposición- de ejecutar sus propósitos y 
contiendas. Y, aquí, él actuó con gran sabidu-
ría y prudencia. Y esto, nunca, por ningún mo-
tivo, debe pasarse por alto, ni debe tal fuerza 
dejarse en una sola mano, incapacitando así a los 
estados vecinos para defender contra ella sus 
derechos" . Y aquí tenéis el propósito de la po-
lítica moderna, delineado en términos precisos. 
En resumen, la máxima de preservar el equili-
brio del poder se funda a tal grado en el sentido 
común y en el razonamiento obvio que es impo-
De la balanza del poder 329 
sible que se le haya escapado de la Antigüedad, en 
donde hallamos -entre otros particulares- tan-
tas y tantas huellas de penetración y monamiento 
profundos. Si no tan conocida y admitida como 
lo es actualmente, es innegable que tuvo cierta 
influencia en todos aquellos príncipes y políti-
cos más sabios y experimentados. Y de hecho, 
incluso en nuestros días, aunque es generalmen-
te conocida y admitida entre quienes razonan 
especulativamente, carece -en la práctica- de 
una más amplia autoridad entre quienes gobier-
nan al mundo. 
Después de la caída del imperio ROMANO, 
la forma de gobierno establecida por los conquis-
tadores del Norte los incapacitó, en gran medi-
da, para realizar más conquistas, a la vez que 
mantuvo a cada estado por largo tiempo dentro 
de sus propios límites . Pero cuando el vasalla-
je y la milicia feudal fueron abolidos, el mundo 
cayó de nuevo en la angustia por el peligro de 
la monarquía universal con base en la unión 
de tantos reinos y principados en la persona del 
emperador CARLOS. Mas el poder de la casa de 
AUSTRIA, fundamentado en sus extensos aun-
que divididos dominios, y sus riquezas -que 
derivaban de las minas de oro y plata- resulta-
ron con más probabilidades de decadencia, por 
sus defectos internos, que de echar abajo todos 
los impedimentos levantados contra ellos. En 
menos de un siglo, la fuerza de la altiva y vio-
lenta estirpe quedó hecha añicos, esfumóse su 
opulencia y cayó la noche sobre su esplendor: 
triunfaba un nuevo poder, formidable para todas 
las libertades de EUROPA y poseedor de todas las 
ventajas del anterior, pero que actuaba libre de 
sus defectos, excepto por una porción de aquel 
espíritu de intolerancia y persecución que tan-
to tiempo vivió -y aún pervive- en la casa 
de AUSTRIA. 
En las guerrasgenerales, sostenidas ~ontra 
este ambicioso poder, la GRAN BRETANA ha 
permanecido a la delantera, y aún mantiene su 
posición. Además de sus ventajas -riquezas y 
situación-, su pueblo está animado por tal espí-
ritu nacional, y es tan profundamente sensible a 
la protección de su gobierno que confiamos en 
que su vigor jamás habrá de desfallecer en tan ne-
cesaria y justa causa. Por el contrario, si podemos 
330 La balanza del poder 
juzgar por el pasado, el apasionado ardor po-
pular parece, más bien, requerir alguna mode-
ración, ya que -a menudo- este pueblo ha 
pecado de laudable exceso más que de vergon-
zosa deficiencia. 
El primer lugar, al parecer hemos estado más 
poseídos por el espíritu GRIEGO en envidiosa 
emulación, en lugar de haber actuado guiados 
por las prudentes perspectivas de la política mo-
derna. Nuestras guerras con FRANCIA se inicia-
ron con justicia; incluso -tal vez- por nece-
sidad, pero siempre han estado impulsadas por 
la obstinación y la pasión. La misma paz con-
certada tiempo después en RYSWICK, en 1697, 
fue ofrecida ya desde el año noventa y dos; la 
guerra que concluyó en UTRECH en 1712 pudo 
haber dado fin en buenas condiciones en GER-
TRUYTENBERG, en el octavo año; yen 1743 
pudimos haber concedido en FRANKFURT los 
mismos términos que tuvimos el gusto de acep-
tar en AIX-LA-CHAPELLE en el año cuarenta y 
ocho. Vemos aquí, pues, que más de la mitad 
de nuestras guerras con FRANCIA y todas nues-
tras deudas públicas se deben más a nuestra 
imprudente vehemencia que a la ambición de 
nuestros vecinos. 
En segundo lugar, es tan abierta nuestra opo-
sición al poder de FRANCIA y nos hallamos tan 
alerta en defensa de nuestros aliados que éstos 
cuentan con nuestra fuerza tanto como con la 
suya; y, al confiar en llevar adelante la guerra 
a nuestra costa, rechazan todos los términos ra-
zonables de arreglo. Habent subjectos, tanquam 
suos: vi/es, ut alienos. Todo el mundo sabe que 
el voto de las facciones de la Casa de los Co-
munes, a principios del anterior Parlamento, y 
con el sentimiento declarado de la nación, hizo 
que la reina de HUNGRÍA permaneciera infle-
xible en sus propios términos, y obstaculizó ese 
acuerdo con PRUSIA que habría restaurado de 
inmediato la tranquilidad general de EUROPA. 
En tercer lugar, somos tan de verdad com-
batientes que, una vez comprometidos, perde-
mos todo interés por nosotros mismos y por 
nuestra posteridad, y sólo consideramos líl me-
jor forma de fastidiar al enemigo. El hecho de 
hipotecar nuestras rentas públicas en niveles tan 
profundos en las guerras, en las que resultamos 
sólo accesorios, fue -sin duda- el error más 
catastrófico del que alguna vez haya sido culpa-
ble una nación con pretensiones hacia la política 
y la prudencia. El remedio áel financiamiento, si 
remedio pudiésemos llamarle, y no más bien un 
veneno, debe -con toda razón- reservarse para 
un último extremo, ya que ningún mal, excepto 
el más grave y perentorio, debe inducirnos a la 
adopción de un recurso tan peligroso. 
Estos excesos hacia loS que hemos sido lleva-
dos son lesivos y pudieran -con el tiempo-lle-
gar a serlo en mayor grado al provocar, como es 
usual, el extremo opuesto, y dejarnos totalmente 
despreocupados e ignorantes por negligencia 
respecto a los destinos de EUROPA. Los ATE-
NIENSES, uno de los pueblos más agitadores, 
intrigantes y belicosos de GRECIA, al encontrar 
erróneo lanzarse en todas las batallas, abando-
naron toda atención sobre los asuntos exteriores 
e, incluso, en ninguna contienda tomaban par-
te, en ninguno de los bandos, como no fuese 
adulando y complaciendo al vencedor. 
Las grandes monarquías son, sin duda, destruc-
tivas para la naturaleza humana: en su desarrollo, 
en su prolongación y aun en su desplome, que 
nunca se halla muy distante de su surgimiento. El 
genio militar que engrandece la monarquía, 
pronto deja la corte, la capital y el centro de tal 
gobierno, en tanto que las guerras continúan 
a gran distancia, e interesan sólo a una muy 
pequeña parte del estado. Los miembros de la 
antigua nobleza, cuyos afectos los unen a su so-
berano, viven todos en la corte y nunca acep-
tarán cargos militares que puedan desplazarlos 
hacia remotas fronteras bárbaras, en las que es-
tarían distantes de sus placeres y fortuna . Las 
armas del estado deben, por tanto, confiarse a 
desconocidos mercenarios, sin celo, sin afecto, 
sin honor y listos siempre a volverse en contra 
del príncipe y a unirse a todo descontento apa-
sionado que les ofrezca paga y botín. He aquí 
la marcha necesaria de los asuntos humanos: la 
naturaleza del hombre se constata a sí misma en 
su frívola elevación; así trabaja ciegamente la 
ambición para la destrucción del conquistador 
y su familia, de cada cosa querida y cercana a 
él. Los BORBONES, confiados en el apoyo de su 
valerosa, amante y fiel nobleza, impulsaron sin 
reservas ni limitaciones su preponderancia. És-
tos, en tanto inflamados de gloria y emulación, 
pueden soportar las fatigas y los peligros inhe-
rentes a la guerra, pero jamás se someterían a 
languidecer en las guarniciones de HUNGRÍA 
o de LITUANIA, olvidados por la corte y sacri-
ficados ante las intrigas de cada favorito o de 
cada amante que rodea al príncipe. Los ejércitos 
De la balanza del poder 331 
están llenos de CROATAS y de TÁRTAROS, de 
HUSARES y de COSACOS, entremezclados qui-
zá con algunos soldados de fortuna de las me-
jores provincias; y el melancólico sino de los 
emperadores ROMANOS, por esta misma causa, 
se renueva incesantemente, hasta la disolución 
final de la monarquía. 
.36. Algunos obstáculos en la investigación 
de sistemas internacionales 
MORTON A. KAPLAN 
Este ensayo intentará ofrecer una explicación 
breve y no técnica de algunos de los modelos 
teóricos empleados en System ·and Process in 
International Potities . . . Hay una serie de con-
sideraciones teóricas que sustentan este ensayo. 
Una de ellas se refiere a que efectivamente se 
presenta cierto patrón de conducta repetible o 
característica dentro del sistema internacional. 
Otra señala que este comportamiento correspon-
de a un patrón porque los elementos del patrón 
son congruentes internamente y porque además 
satisfacen necesidades de cobertura tanto inter-
nacional como nacional. U na tercera conside-
ración expone que los patrones internacionales 
de conducta se encuentran interrelacionados, de 
maneras que es factible especificar, con las ca-
racterísticas de las entidades que participan en 
la política internacional, y con las funciones que 
realizan ... 
Condensado de "Sorne Problems of Interna-
tional Systems Research", de Morton A. Kaplan, 
publicado por vez primera en International 
Political Communities: An Antbology (Garden 
City, N.Y.: Anchor, 1966), pp. 469-486. Reim-
preso con autorización del autor . Notas al cal-
ce suprimidas. 
Del mismo modo en que es posible construir 
modelos alternativos de sistemas políticos -por 
ejemplo, democráticos o totalitarios- así como 
de sistemas familiares -por ejemplo familias nu-
cleares, familias extensas, monógamas o políga-
mas-, así también es posible construir distintos 
modelos de sistemas internacionales ... En esta 
sección se presentan seis modelos alternativos 
de sistemas internacionales que, por supuesto, 
no agotan las posibilidades. Sin embargo, se pre-
tende que exploren precisamente el continuo de 
posibilidades. Estos modelos, en su actual estado 
de desarrollo, son de índole heurística; ahora 
que, si poseen cierto grado de conveniencia, 
pueden dar acceso a una organización más sig-
nificativa del conocimiento existente, así como 
a una organización más productiva de la futura 
investigación. Sólo dos de los modelos -el siste-
ma de "la balanza del poder" y el sistema bipolar 
disgregado- poseen contrapartes históricas. 
Sistema de "la balanza del poder" 
... El sistema internacional de "la balanza del 
poder" constituye un sistema social internacio-
nal que no integra entre sus componentes a un 
Algunos obstáculosen la investigación de sistemas internacionales 333 
subsistema político. Los actores que pertenecen 
al sistema son exclusivamente de índole nacio-
nal, tales como Francia, Alemania, Italia, etc. Son 
cinco los actores nacionales -como mínimo-
que deben ajustarse a la clasificación de "actor 
nacional esencial" a efecto de que el sistema 
funcione. 
El sistema internacional de "la balanza del 
poder" se caracteriza por la operación de las si-
guientes normas esenciales, mismas que cons-
tituyen la conducta característica del sistema: 1) 
incrementar las capacidades, pero negociar an-
tes que pelear; 2) pelear antes que dejar de in-
crementar las capacidades; 3) dejar de pelear 
antes que eliminar a un actor esencial; 4) opo-
nerse a toda coalición o actor individual que 
propenda a asumir una postura predominante 
dentro del sistema; 5) limitar o imponer restric-
ciones a aquellos actores que acepten principios 
organizacionales supranacionales; y 6) permitir 
que aquellos actores nacionales esenciales que 
hayan sido derrotados o limitados reingresen al 
sistema como socios de funciones aceptables, 
o tomar las medidas necesarias para que un ac-
tor antes prescindible, ingrese a la clasificación 
de actor esencial. Tratar a todo actor esencial 
como socio de funciones aceptable. 
Las dos primeras reglas del sistema interna-
cional de "la balanza del poder" reflejan que 
no existe ningún subsistema político dentro del 
sistema social internacional. Por ende, los ac-
tores nacionales esenciales deben depender de 
sí mismos o de sus aliados para conseguir pro-
tección. Ahora bien, si muestran debilidad, sus 
aliados pueden abandonarlos. En consecuencia, 
un actor nacional esencial debe ser capaz, bajo 
circunstancias extremas, de proteger sus propios 
valores nacionales. La tercera norma esencial ilus-
tra el hecho de que otras naciones son valiosas 
como aliados potenciales. Además, la nacio-
nalidad puede fijar límites a la expansión po-
tencial. 
Las reglas cuarta y quinta reconocen que una 
coalición predominante, o un actor nacional de 
tales características, puede constituir un riesgo 
a los intereses de otros actores nacionales. Por 
otra parte, si una coalición adquiriera prepon-
derancia, sería muy probable que el miembro 
mayor de la coalición cobrara predominio por 
encima de los miembros menores de su propia 
coalición. He aquí una de las razones por las cua-
les los miembros de una exitosa co::lición pue-
den enemistarse entre sí; también es posible que 
negocien con los perdedores para obtener ma-
yores beneficios de éstos que de sus propios 
aliados. 
La sexta regla declara que la membresía den-
tro del sistema depende exclusivamente del 
comportamiento que corresponda a las normas 
o reglas esenciales del sistema de "la balanza del 
poder". Ante una reducción del número de ac-
tores esenciales, el sistema internacional de "la 
balanza del poder" perderá estabilidad. Por tan-
to, el mantener un número de actores naciona-
les esenciales por encima de un límite mínimo 
crítico se erige en condición necesaria para la 
estabilidad del sistema. La mejor manera de lo-
grarlo es restituir la membresía plena dentro del 
sistema a los actores derrotados o a los rebel-
des reformados. 
Pese a que toda acción o alineación en par-
ticular puede ser resultado de "accidentes" -es 
decir, del conjunto de condiciones específicas 
que producen la acción o la alineación, inclui-
dos elementos tales como golpes de suerte o 
factores de personalidad- una elevada correla-
ción entre el patrón de comportamiento nacional 
y las reglas esenciales del sistema internacional 
representaría una confirmación de las prediccio-
nes que arroja la teoría .. . 
No es posible reducir el número de reglas 
esenciales. El fracaso operativo de cualquier 
regla resultará en el fracaso de, por los menos, 
otra regla ... Las reglas del sistema son inter-
dependientes. Por ejemplo, la incapacidad de 
reincorporar o de reemplazar actores naciona-
les esenciales derrotados finalmente interferirá 
con la formación de coaliciones capaces de im-
poner restricciones a actores nacionales rebeldes 
o a coaliciones potencialmente predominan-
tes . .. 
En resumen, las reglas constituyen normas 
de equilibrio para el sistema. Sin embargo, esto 
no implica que los actores se apeguen a ellas sólo 
porque son normas de equilibrio, a menos que 
un actor tenga un interés especial en preservar el 
334 La balanza del poder 
equilibrio del sistema. Las restricciones impues-
tas al actor deben motivarlo a conducirse en 
consonancia con las reglas; o, si uno o más ac-
tores no sienten tal motivación, los demás de-
ben ser motivados a actuar de tal modo que 
obliguen a los actores rebeldes a apegarse nue-
vamente a una conducta congruente con las re-
glas. Así pues, 1".5 reglas se consideran desde una 
perspectiva de normatividad -es decir, como 
descriptoras del comportamiento que preserva-
rá el equilibrio del sistema- o de predicción 
-como predictoras de que los actores se com-
portarán de tal manera si las otras variables pre-
sentes en el sistema y el entorno se encuentran 
en sus puntos de equilibrio. Si, por el contra-
rio, las demás variables del sistema y del entor-
no no se encuentran en equilibrio, se espera el 
surgimiento de un comportamiento rebelde. 
Es relativamente sencillo encontrar ejemplos 
históricos que ilustren eL funcionamiento del sis-
tema de "la balanza del poder". Los estados 
europeos habrían aceptado a Napoleón si éste 
hubiera estado dispuesto a seguir las reglas del 
juego. La restauración de los Borbones al po-
der permitió la aplicación de la regla 3. De no 
haber sido esto posible, el sistema internacio-
nal se habría desestabilizado de inmediato. La 
readmisión de Francia al sistema internacional 
después d.e la restauración cumplió lo estipula-
do por la regla 6. 
. El concierto europeo, magistralmeme descrito 
por Mowat, ilustra la primera regla. La regla 4 
queda ejemplificada por la entente cordiale, y 
la segunda por la historia general de los siglos 
dieciocho y diecinueve. Ahora bien, es probable 
que el mejor ejemplo de la regla 3 lo constituya 
la diplomacia que dirigió Bismarck hacia Sadowa, 
aunque sus motivaCiones fueron mucho más 
complejas que lo que la simple regla pudiera indi-
car. Este ensayo no se propone barajear referen-
cias históricas. El lector puede realizar su propia 
investigación para determinar si el comporta-
miento internacional efectivamente tendió a ape-
garse a estas reglas durante dichos siglos. 
Los cambios de condiciones que pueden pro-
piciar la desestabilización del sistema internacio-
nal de "la balanza del poder" son: la existencia 
de un actor nacional esencial que no siga las 
reglas del juego, por ejemplo, alguien que ac-
túe contrariamente a las reglas esenciales del siso' 
tema; en el ejemplo analizado, un participante 
que busque la hegemonía; fallas en el flujo de 
información que impidan que un actor nacional 
adopte las medidas necesarias para proteger su 
propia posición en el plano internacional; cam-
bios de capacidad que se tornen acumulativos 
y, al hacerlo, incrementen la disparidad inicial 
entre las capacidades de los actores nacionales 
esenciales; conflictos entre las prescripciones de 
diferentes reglas bajo ciertas condiciones; dificul-
tades que se originen en la logística del proceso 
"balanceador", el reducido número de actores 
esenciales o una falta de flexibilidad del meca-
nismo "balanceador" ... 
La inestabilidad puede darse, aun cuando 
ninguno de los diversos actores nacionales tenga 
la intención de derrocar al sistema de "la balanza 
del poder" . .. Incluso el esfuerzo por derrotar 
a Napoleón y por constreñir al territorio galo a 
sus límites históricos tuvo algunos efectos de 
esta especie. Dicho esfuerzo, aun cuando se ape-
gó a las reglas cuarta, quinta y sexta, contribuyó 
también al engrandecimiento de Prusia, trastor-
nando en consecuencia el equilibrio int~rno en-
tre los actores germanos. Es probable que dichoepisodio desencadenara el proceso que, poste-
riormente, produjo la hegemonía prusa dentro 
de Alemania y la hegemonía alemana dentro de 
Europa. Así pues, se movilizó un proceso dinámi-
co que no se pudo compensar mediant~canibios 
dentro de las alineaciones o de las coaliciones. 
El sistema de "la balanza del poder" da lu-
gar a las siguientes consecuencias: l~s alianzas 
tienden a ser específicas, de corta duración, y 
a variar de acuerdo con el factor ventaja y no 
con la ideología (incluso bajo condiciones de 
guerra). Las guerras tienden a ser limitadas en 
sus objetivos. Existe una amplia gama de legis-
lación internacional de aplicación universal den-
tro del sistema. Entre las reglas más significativas 
de ley aplicable destacan aquellas que se ocu-
pan de los reglamentos de guerra y de la doc-
trina de no intervención. 
En su forma ideal, el sistema de "la balanza 
del poder" es un sistema que permite cualquier 
combinación de actores dentro de las alianzas, 
Algunos obstáculos en la investigación de sistemasinternadorzales"335 
siempre y cuando ninguna de las alianzas cobre 
una marcada preponderancia en cuanto a capa-
cidades. El sistema tiende a preservarse porque 
aun cuando una nación en particular intente pre-
dominar sobre las demás, ésta debe actuar de 
modo tal que evite que cualquier otra nación 
logre tal objetivo, con el fin de proteger sus in-
tereses. Al igual que la "mano invisible" de la 
competencia descrita por Adam Smith, el siste-
ma internacional posee una vigilancia informal 
constituida por el propio interés, por lo que no 
hay necesidad de un subsistema político. 
El surgimiento de poderosos actores rebeldes, 
las contramedidas inadecuadas por parte de ac-
tores fieles, las nuevaS ideologías internacionales 
y el crecimiento de sistemas supranacionales 
como el bloque comunista, con sus organiza-
ciones internacionaleS de partidos políticos, ta-
ñeron la campana de la muerte para el sistema 
internacional de "la balanza del poder". 
Sistema bipolar libre 
En lugar del sistema anterior -luego de un 
periodo inicial de inestabilidad- hizo su apari-
ción el sistema bipolar libre . Éste difiere en mu-
chos aspectos de importancia del sistema de "la 
balanza del poder". Los actores supra nacionales 
participan dentro del sistema internacional. Pue-
den ser actores en bloque, tales como la OTAN 
o el bloque Comunista, o actores universales, 
como las Naciones Unidas. Casi todos los acto-
res nacionales pertenecen a la organización de 
actores universales, y muchos de ellos,-incluida 
la mayoría de los principales actores nacionales-
pertenecen a uno u otro de los bloques predomi-
nantes. No obstante, algunos actores nacionales 
puede no pertenecer a ninguna de las organiza-
ciones en bloque. 
A diferencia del sistema internacional de "la 
balanza del poder", donde las reglas se aplican 
de manera uniforme a todo actor nacional , las 
reglas esenciales del sistema bipolar libre trazan 
distinciones, por ejemplo, entre las funciones 
que desempeñan aquellos actores que sí son 
miembros de bloques y aquellos que no lo son. 
En el sistema de "la balanza del poder", la 
función del "balanceador" era de integración, 
puesto que evitaba que cualquier alianza adqui-
riera predominio. Según la forma ideal del sis-
tema, cualquier actor nacional esta calificado 
para desempeñar esa fundón. En el sistema bi-
polar libre, sin embargo, la función de integra-
ción consiste realmente en una mediación. El 
act:>r que la desempeña no se une a ninguno de 
los dos bandos, sino que funge como mediador 
entre las partes contendientes. Por ende, sólo 
aquellos que no son miembros de ningún blo-
que, o las organizaciones de actores universa-
les, pueden desempeñar la función integradora 
f'O el sistema bipolar libre. . . ' 
Al haber sólo dos agrupamientos princip,ales 
en el sistem~ bipolar, todbcambio vertiginoso en 
las capacidades militares tiende a desest:lbilizar 
al sistema. Por esta razón, el hecho de. que los 
bloques principales posean sistemas nucleares 
de segundo ataque, se constituye en factor ne-
cesario para la estabilidad dentro del sistema. 
A continuación citamos las reglas del siste-
ma bipolar libre: 
l . Todos los bloques suscritos a los principios in-
tegradores de jerarquía plena o mixta tienen la 
obligación de eliminar al bloque rival. 
2. Todos los bloques suscritos a los principios in-
tegradores de jerarquía plena o mixta deben ne-
gociar antes que combatir; librarguerras menores 
antes que enfrascarse en grandes conflagraciones; 
y participar en estas últimas ~bajo conocimiento 
pleno del riesgo y de los costos que implican-
antes que fracasar en,la eliminación,del bloque 
rival. . . . 
3. Todós los actores de los bloques deben incremen-
tar sus capacidades en la medida que lo hagan los 
. del bloque opuesto. .. 
4. Todos los actores de los bloques suscritos a los 
principios organizativos no jerárquicos, deben ne-
gociar antes que combatir para incrementar ca-
pacidades; librar guerras menores antes que dejar 
de incrementar capacidades, pero a la vez refre-
narse de iniciar grandes conflagraciones por esa 
causa. 
5. Todos los actores de los bloques deben partici-
par en grandes conflagraciones antes que permi-
tir que el bloque rival alcance una posiCión de 
fuerza preponderante. . 
6. Todos los miembros de los bloques deben subordi-
nar los objetivos del actor uni\'ersal a los objeti\'Os 
336 La balanza del poder 
de su propio bloque, ante la eventualidad de que 
surja un grave conflicto entre ambos objetivos, 
pero deben subordinar los objetivos del bloque 
rival a aquéllos del actor universal. 
7. Todos los actores nacionales no miembros del 
bloque deben coordinar sus objetivos naciona-
les con aquéllos del actor universal, así como tra-
tar de subordinar los objetivos de los actores del 
bloque a los del actor universal. 
8. Los actores del bloque deben esforzarse por 
aumentar la membresía de su bloque, pero tole-
rar la posición de no miembro de un actor na-
cional dado si la única alternativa es obligar a ese 
actor nacional a integrarse al bloque rival o apo-
yar sus objetivos. 
9. Los actores nacionales no miembros del bloque 
deben proceder de modo tal que reduzcan el pe-
ligro de guerra entre los actores del bloque. 
10. Los no miembros del bloque deben rehusarse a 
apoyar las políticas que emprenda un actor del 
bloque contra otro, salvo en sus funciones co-
mo miembros de un actor universal. 
11. Los actores universales deben reducir la incom-
patibilidad entre los bloques. 
12. Los actores universales deben convocar a la mo-
vilización de actores nacionales no miembros del 
bloque contra casos de flagrante rebeldía, por 
ejemplo, si un actor del bloque recurre a la fuer-
za. Esta regla, a menos que fuera contrabalanceada 
por las demás, permitiría que el actor universal 
se convirtiera en el prototipo de un sistema in-
ternacional universal. 
.. . Ahora expondremos las consecuencias del 
sistema bipolar libre. Las alianzas tienden a ser 
a largo plazo, a fundamentarse en intereses per-
manentes y no cambiantes, y a incluir compo-
nentes ideológicos. Las guerras, si no fuera por 
el temor a las de índole nuclear, tenderían a ser 
ilimitadas. No obstante, repito, el temor a la es-
calada nuclear cobra tales dimensiones que, de 
hecho, existe una mayor moderación en cuan-
to a las guerras que en el sistema de "la balanza 
del poder" . Por ende, las guerras tienden a ser 
muy limitadas, e incluso son escasas. En lo to-
cante al campo legislativo, existen menos res-
tricciones hacia la intervención que en el sistema 
de "la balanza del poder", y aquellas limitantes 
que efectivamente se presentan, se desprenden 
en gran medida del temor a una escalada. Se em-
plea la organización universal principalmente 
para fmes de mediación y, hasta cierto punto, pa-
ra desalentar la guerra. 
Sistema bipolar cerrado 
El sistema internacional bipolar cerrado re-
presenta una modificación del sistema bipolar 
libre, donde tantolos actores no miembros del 
bloque como lus actores universales desapare-
cen por completo, o dejan de ser significativos. 
Sin embargo, a menos que ambos bloques se 
organicen de acuerdo con un orden jerárquico, 
el sistema propenderá a la inestabilidad. 
No existe función integradora o mediadora 
dentro del sistema bipolar cerrado. Por tanto, 
habrá una tendencia hacia un grado elevado de 
tensión disfuncional dentro del sistema, razón 
por la cual el sistema bipolar cerrado no cons-
tituirá un organismo altamente estable o bien 
integrado. 
Sistema Universal 
El sistema internacional universal podría 
crearse como consecuencia del funcionamien-
to de una organización de actores universales 
dentro de un sistema bipolar libre. El sistema 
universal, en contraste con los sistemas inter-
nacionales previamente descritos, contaría con 
un sistema político en calidad de subsistema del 
sistema social internacional. No obstante, es po-
sible que este sistema político fuera del tipo con-
federado, es decir, que operara con base en 
gobiernos territoriales y no en seres humanos 
de manera directa. 
El sistema internacional universal sería un sis-
tema integrado y solidario. Pese a la eventuali-
dad del surgimiento de agrupaciones políticas 
informales dentro del sistema, los conflictos de 
intereses se resolverían de acuerdo con las re-
glas políticas del sistema. Por otra parte, se con-
formaría un cuerpo de funcionarios políticos y 
de administradores que guardaran lealtad pri-
mordial al sistema internacional, antes que a 
cualquier subsistema territorial del sistema in-
ternacional. 
El hecho de que el sistema internacional uni-
versal sea estable o no depende de la medida 
Algunos obstáculos en la investigación de sistemas internacionales 337 
en que tenga acceso directo a los recursos y a 
las instalaciones, así como de la proporción que 
prive entre sus capacidades y las de los actores 
nacionales miembros del sistema. 
Sistema jerárquico 
El sistema internacional de jerarquías puede 
ser democrático o autoritario en cuanto a la for-
ma. Si evoluciona a partir de un sistema !'1ter-
nacional universal -quizá en razón de que las 
satisfacciones provocadas por la exitosa opera-
ción de dicho sistema internacional universal 
exaltan el deseo de lograr un sistema internacio-
nal más integrado y solidario- es probable que 
cobre la forma de sistema democrático. Si, por 
el contrario, un bloque victorioso o poderoso 
impone el sistema de jerarquías sobre actores 
nacionales dispuestos, entonces cabe la proba-
bilidad de que el sistema internacional sea auto-
ritario. 
El sistema de jerarquías contiene a otro, de 
índole política. Dentro de éste, las líneas funcio-
nales de organización ejercen mayor fuerza que 
las geográficas. Dicha característica ampliamente 
integrada del sistema internacional de jerarquías 
propicia una mayor estabilidad. La intersección 
funcional impide enormemente una eficiente or-
ganización contra el sistema internacional, o el 
retiro del mismo. Aun cuando la constitución 
del sistema permitiese dicho retiro, la integra-
ción de los recursos elevaría los costos del mis-
mo hasta niveles exagerados. 
Sistema de veto unitario 
Imaginemos un mundo en el que aproxima-
damente veinte naciones al azar posean sistemas 
nucleares capaces de lanzar un primer ataque, 
nada increíble, por cierto. Es decir, cada una de 
estas naciones contaría con un sistema nuclear 
que no eliminaría por completo las fuerzas ene-
migas en un primer ataque, pero que -si todo 
funciona de acuerdo con los planes- merma-
ría a tal grado las fuerzas enemigas que se pu-
diera contemplar la posibilidad de una guerra a 
partir de un primer ataque. Sin embargo, incluso 
un primer ataque exitoso dejaría a la nación que 
lo lanzara en una posición vulnerable -por ia 
merma en su arsenal- al ataque de una tercera 
nación -un ataque nada improbable si el que 
aquella lanzó en primera instancia no fue pro-
vocado, o si la tercera nación tuviera intencio-
nes perversas-o En todo caso, esa posición de 
vulnerabilidad del atacante a un ataque subse-
cuente por parte de un tercer estado tendería 
a inhibir al primero, salvo en circunstancias de 
provocación extrema. 
En este mundo, sería escasa la necesidad de 
integrar alianzas específicas. Si dichas alianzas 
llegaran a darse, cabría pensar que su naturale-
za fuera no ideológica. Las naciones podrían 
aliarse mediante pactos que establecieran la obli-
gación de ejercer represalias contra cualquier 
"agresor" que lanzara un ataque nuclear, o que 
rebasara ciertas proporciones previamente es-
pecificadas, en contra de algún miembro de la 
alianza. 
En este sistema, no surgen expectativas de 
guerras prolongadas de contravalores o de con-
trafuerza. Si acaso se emplearan armas nuclea-
res, esto sería en actos limitados de represalia 
para efectos de advertencia, o en otras formas es-
trictamente limitadas también. Las guerras que 
efectivamente ocurrieran no presentarían una 
tendencia nuclear, y serían limitadas tanto en 
área geográfica como en métodos de combate. 
Las contiendas sublimitadas se darían con ma-
yor frecuencia que las guerras reales. 
No obstante, el sistema contaría aparente-
mente con cierto potencial para desencadenar 
guerras, o conflictos catalíticos. Es decir, si una 
nación se involucrara en un ataque de contra-
fuerza, de acuerdo con algunás opiniones, es-
to desencadenaría probablemente un ataque 
contra la misma por parte de un tercer estado. 
Asimismo, un ataque anónimo o un accidente 
catalizaría una serie de guerras. No es posible 
negar tales posibilidades, especialmente si se 
exacerban las tensiones dentro del sistema. Pese 
a todo, resultan improbables tanto los primeros 
ataques como las guerras accidentales, dada la 
inexistencia de fuerzas creíbles de primer ataque, 
así como la disponibilidad de sistemas adecuados 
de mando y control. .. Aquellas naciones equi-
padas con fuerzas nucleares dentro del sistema 
338 La balanza del poder 
de veto unitario mostrarán una inclinación a la 
autosuficiencia, y al rechazo de presiones ex-
ternas, aun cuando éstas provengan de organi-
zaciones universales. De manera particular, las 
funciones de la organización universal que se 
ocupan del cambio político tenderán a reducir-
se. Lo anterior quedará reforzado por la desa-
parición del problema del colonialismo como 
asunto fundamental de la política mundial. 
Las políticas exteriores de las grandes poten-
cias nucleares propenderían a ser aislacionistas. 
Las alianzas, como ya hemos especificado, re-
trocederían en importancia, y se contendrían las 
ambiciones hegemónicas -primordialmente 
por la obvia incapacidad para cristalizarlas. An-
te la presencia real de una agresión, las funcio-
nes de protección tenderían a desplazarse a las 
espaldas de "otros", dada la imposibilidad de 
una asignación "natural" de dicha función . (Es 
decir, casi cualquier potencia nuclear podría de-
sempeñar esta función; no existiría una presión 
específica sobre una nación en especial para que 
la asumiera.) . . . 
37. La transición del poder 
A. F. K. ORGANSKI 
.. . Se proclama que la balanza del poder pro-
duce paz. Ya hemos observado que realmente 
hubo periodos en los que hubo una distribución 
equitativa del poder entre contendientes, o en 
que las partes involucradas así lo creyeron, pero 
el análisis revela que tales periodos fueron más la 
excepción que la regla. El estudio aún más me-
ticuloso revela que efectivamente se trató de 
periodos de guerra, y no de paz. 
En e! transcurso de! siglo dieciocho, último 
siglo de! periodo bautizado como la edad de oro 
de la balanza del poder, se sucedieron constan-
tes guerras. Durante e! siglo diecinueve, después 
de las Guerras Napoleónicas, privó una paz ca-
si continua. Generalmente a la balanza de! poder 
se le confiere amplio crédito por ese siglo de paz 
pero, según nuestra observación preliminar, no 
hubo equilibrio en absoluto, sino una excesiva 
preponderancia de poder en manos

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