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UNIVERSIDAD DE MURCIA FACULTAD DE FILOSOFÍA Alimentos Transgénicos: Factores Culturales que Explican su Aceptación o Rechazo Dª. Amaia Álvarez de Luis 2017 2 3 University of Murcia Social Anthropology Area Health, migration and culture anthropological doctoral program GENETICALLY MODIFIED FOODS: CULTURAL FACTORS THAT EXPLAIN THEIR ACCEPTANCE OR REJECTION Mrs. Amaia Álvarez de Luis 2017 4 5 Universidad de Murcia Facultad de Filosofía Área de Antropología Social Programa de doctorado: Antropología: cultura, migración y salud. Tesis doctoral ALIMENTOS TRANSGÉNICOS: FACTORES CULTURALES QUE EXPLICAN SU ACEPTACIÓN O RECHAZO Doctoranda: Amaia Álvarez de Luis Directora: Fina Antón Hurtado Murcia, 2017 6 7 ALIMENTOS TRANSGÉNICOS: FACTORES CULTURALES QUE EXPLICAN SU ACEPTACIÓN O RECHAZO 8 9 A mi directora de tesis, Fina Antón Hurtado, por haber accedido a dirigir este trabajo desde un principio y haberme prestado su ayuda todas las veces que he lo he necesitado. A la Universidad de Murcia y en concreto a la Facultad de Filosofía a la cual pertenece la siguiente tesis doctoral. A Oxford Brookes University y en especial a Jeremy MacClancy, por haberme acogido y ayudado enormemente durante los tres inolvidables y excepcionales meses de mi estancia internacional. A toda mi familia, pero muy especialmente a mi marido, a mi madre y a mi hermana. Por haberme apoyado y animado durante todo este tiempo, en los momentos buenos y menos buenos. A mis suegros por no haber dejado nunca de ayudarme desde que pasé a formar parte de su familia. A mi familia británica: Ian, Amelie, Leila y Elis Walker pero sobre todo a mi querida amiga Jo Walker. A la familia Westover, por haber estado junto a mi durante todas mis estancias en Reino Unido haciéndome pasar tan buenos y emotivos momentos. Al colegio Liceo Monjardín y a todos los compañeros y buenos amigos que allí sé que tengo, por haber compartido cinco maravillosos años de experiencia profesional y espero que muchos más. A todos mis amigos por haberme acompañado durante todo este tiempo en esas salidas, que hacen que por unas horas te olvides del trabajo que aun te sigue quedando por hacer. Y no puedo acabar estos agradecimientos sin nombrar de manera muy especial a mi padre. Inspiración académica y modelo a nivel personal y profesional que no solo me animó a realizar este trabajo sino que ha sido de tanta ayuda a todos los niveles para poder haberlo acabado. Sin su apoyo, este trabajo nunca habría tenido lugar. 10 11 INTRODUCCIÓN 13 1. LOS ALIMENTOS TRANSGÉNICOS 21 1.1 LA POLÉMICA SOBRE LOS ALIMENTOS TRANSGÉNICOS 26 1.2 ¿QUÉ SON LOS ALIMENTOS TRANSGÉNICOS? 38 1.3. ORIGEN: CÓMO Y CUÁNDO APARECIERON LOS ORGANISMOS MODIFICADOS GENÉTICAMENTE 42 1.3.1 INGENIERÍA GENÉTICA EN PLANTAS 51 1.3.2 INGENIERÍA GENÉTICA EN ANIMALES 56 1.3.3 INGENIERÍA GENÉTICA EN MICROORGANISMOS 59 1.4 FUNCIÓN: POR QUÉ Y PARA QUÉ SE HAN DISEÑADO, PRODUCIDO Y COMERCIALIZADO 60 1.4.1 VEGETALES 60 1.4.2 ANIMALES 64 1.4.3 MICROORGANISMOS 66 1.5 SEGURIDAD VERSUS RIESGO EN LOS ALIMENTOS TRANSGÉNICOS 67 1.5.1 SEGURIDAD 69 1.5.2 RIESGO 75 RIESGOS PARA LA SALUD 81 RIESGOS PARA EL MEDIO AMBIENTE 88 RIESGOS PARA EL DESARROLLO LOCAL 94 2. MARCO TEÓRICO 105 2.1 LA PERSPECTIVA CULTURAL 108 2.2 ANTROPOLOGÍA DE LA ALIMENTACIÓN 114 2.3 HÁBITOS ALIMENTARIOS 120 2.4 FACTORES CULTURALES DE LOS HÁBITOS ALIMENTARIOS 124 2.4.1 FACTOR SIMBÓLICO 124 2.4.2 FACTOR INSTITUCIONAL 129 2.4.3 FACTOR TECNO-‐ECONÓMICO 134 2.4.4 FACTOR ECOLÓGICO 138 3. METODOLOGÍA 143 3.1 MÉTODOS UNIVERSALES 144 3.1.1 DEDUCTIVO 144 3.1.2 INDUCTIVO 144 3.1.3 ABDUCTIVO 145 3.2 MÉTODOS PARTICULARES: TÉCNICAS 146 3.2.1 TÉCNICAS CUALITATIVAS 149 3.2.1.1 EL TRABAJO DE CAMPO 152 3.2.1.2 LA ENTREVISTA ETNOGRÁFICA 155 3.2.2 TÉCNICAS CUANTITATIVAS 160 3.2.2.1 LA ENCUESTA Y EL CUESTIONARIO 162 ESCALA LIKERT 163 PRUEBA PILOTO 163 CODIFICACIÓN ESCALA LIKERT 164 ANÁLISIS ESTADÍSTICO DESCRIPTIVO 165 3.2.3 TÉCNICAS COMBINADAS: MÉTODOS MIXTOS 166 12 4. RESULTADOS 169 4.1. RESULTADOS DEL ENFOQUE CUANTITATIVO: DESCRIPTIVOS Y TABLAS DE CONTINGENCIA 170 4.1.1 ÍTEMS SOBRE EL FACTOR DE CONOCIMIENTO ES-‐UK 171 4.1.2 ITEMS SOBRE EL FACTOR SIMBÓLICO ES-‐UK 182 4.1.3 ÍTEMS SOBRE EL FACTOR TECNO-‐ECONÓMICO ES-‐UK 195 4.1.4 ÍTEMS SOBRE EL FACTOR SOCIO-‐POLÍTICO ES-‐UK 206 4.1.5 ÍTEMS SOBRE EL FACTOR ECOLÓGICO ES-‐UK 222 4.2. RESULTADOS DEL ENFOQUE CUALITATIVO: DESCRIPCIÓN Y COMPARACIÓN 231 4.2.1 FACTOR CONOCIMIENTO E INTERÉS 232 4.2.2 FACTOR SIMBÓLICO 237 4.2.3 FACTOR TECNO-‐ECONÓMICO 245 4.2.4 FACTOR INSTITUCIONAL 255 4.2.5 FACTOR ECOLÓGICO 268 5. CONCLUSIONES 273 6. ABSTRACT AND CONCLUSIONS 283 6.1 ABSTRACT 283 6.2. CONCLUSIONS 287 7. BIBLIOGRAFÍA 295 ANEXOS 321 13 INTRODUCCIÓN La preocupación que los productos transgénicos está despertando en gran parte de la sociedad es una muestra de la delicada situación que multinacionales por un lado y gobiernos y miembros de nuestra sociedad por otro, están atravesando en estos momentos. Es innegable que esta preocupación viene acompañada por una ciertaexpectación, pues en verdad hay muchas promesas e intereses en juego. Es difícil visualizar o concretar el futuro económico y legislativo de estos alimentos, pero lo que si podemos afirmar es que de momento lo que si han conseguido al menos, es polarizar fuertemente a nuestra sociedad. Si a todo esto le añadimos que la alimentación es un tema que ha venido suscitando entre la ciudadanos un gran interés desde siempre, encontramos en los alimentos transgénicos la combinación perfecta para que dicho campo sea llevado a debate o al menos objeto de múltiples investigaciones. Así, varias son las razones que están llevando a muchos investigadores a centrar sus esfuerzos en intentar buscar una solución que pueda zanjar o al menos aliviar el controvertido debate que ya comenzó a abrirse cuando se diseñaron y comercializaron este tipo de alimentos. La formación con la que contaba para afrontar este problema era única y exclusivamente científica. Licenciada en Biología y Bioquímica, Máster en Biología Celular y Molecular; y más de una década de vida profesional dedicada a proyectar estos conocimientos científicos primero en un laboratorio de investigación y luego en las aulas de enseñanza Secundaria. Poco antes de finalizar mis estudios universitarios, asistí a un curso sobre el tema de la alimentación en la Universidad Internacional del Mar en Los Alcázares. Allí tuve la oportunidad de entrar en contacto con el estudio de la alimentación pero esta vez desde una perspectiva cultural, algo completamente diferente a lo que yo estaba acostumbrada. Un campo, el de las Ciencias Sociales, que me ha ayudado a completar un entendimiento sobre los transgénicos desde una perspectiva no exclusivamente basada en aspectos científicos y tecnológicos. Progresivamente he llegado al convencimiento de que la dimensión sociocultural también es relevante para comprender la aceptación o el rechazo de estos productos 14 de la Ingeniería genética. Ambos enfoque con sus particulares técnicas son necesarios y complementarios. Los ciudadanos quieren saber y se está expandiendo la idea del “derecho a conocer”. Y es que el consumidor recela de la falta de información que a veces le llega sobre los productos que selecciona en los lineales de los supermercados. La sociedad occidental atraviesa una situación en la cual los avances científico-‐tecnológicos no dejan de sucederse, algo que está generando a partes iguales esperanzas y miedos. Esperanzas de que dichos avances puedan contribuir a la búsqueda de soluciones a problemas relacionados con la erradicación del hambre en el mundo, la salubridad de los alimentos y un desarrollo sostenible. Pero al mismo tiempo la falta de información que a menudo se sucede tras la publicación de un nuevo hallazgo, en relación a quién está en realidad detrás del mismo, quién se va a beneficiar o qué precio habremos de pagar por el mismo, justifica las inquietudes y los temores que brotan entre la sociedad. La sociedad quiere y demanda una mayor seguridad alimentaria. Un tipo de seguridad que pasa por comprender la acepción semántica que refiere a un consumo de alimentos libres de riesgos “food safety”. Pero sin olvidar que en este mundo hay quien lucha por su supervivencia diaria mediante la búsqueda de una disponibilidad y accesibilidad alimentaria “food security”. De ahí la importancia de sopesar la seguridad versus riesgo que una producción y comercialización de estos productos transgénicos podría tener a nivel global y no solo para occidente. Son todos esos motivos, los que están llevando a muchos investigadores hacia la busqueda de una solución que pueda zanjar o al menos aliviar el controvertido debate que ya comenzó a abrirse en la década de los noventa con la publicación del primer tomate transgénico “Flavr Savr”. Y es aquí donde este trabajo de investigación debe enmarcarse. Y es que el tema de los alimentos transgénicos puede ser estudiado desde muchas perspectivas. En este trabajo la perspectiva cultural será la clave para intentar dar respuesta a una de las preguntas que la Antropología de la alimentación viene haciéndose desde que el debate de las modificaciones genéticas comienza a surgir: 15 explicar las causas que conducen a la toma de decisiones de aceptación o rechazo en los alimentos transgénicos. La Antropología de la alimentación se sirve de la cultura en este proyecto como hilo conductor con capacidad de aportar una explicación causal mediante su categoría central de “hábito alimentario”. Nos aporta una explicación de los alimentos disponibles que podemos comer/rechazar y cómo lo debemos hacer a través de dicha categoría. Al mismo tiempo la cultura actúa como nexo de unión con otras disciplinas pertenecientes al área de las Ciencias de la Naturaleza para poder establecer su explicación causal. En el saber actual Biología y cultura van de la mano y su asociación, logra que el resultado de este trabajo adquiera un carácter interdisciplinar. Me apoyo en este supuesto para diseñar un modelo cultural que vaya encaminado no solo a entender sino también a proponer conductas o rutinas que generenbuenos hábitos alimentarios para el individuo y que a su vez sirvan para la conservación del territorio como “paisaje cultural”. Categoría clave que la conciencia medio ambiental incluye como uno de los cuatros factores culturales —simbólico, institucional, tecno-‐ económico— y que este trabajo utiliza a la hora de buscar un peso causal en las respuestas de aceptación o rechazo de la ciudadanía a los alimentos transgénicos. Estos cuatro factores culturales son estudiados como los condicionantes que predisponen los esquemas mentales que conforman el hábito alimentario. Un hábito alimentario que tiene como una de sus funciones elegir el tipo de alimentos que las sociedades producen, seleccionan, preparan y en ultima instancia consumen. Se trata de cuatro factores o causas que se exponen de manera separada pero que quedan entrelazados atendiendo al principio de la causalidad circular. Cualquiera de ellos no puede entenderse sin el resto. La cultura es entendida como conjunto de creencias, valores y normas que recibimos de generaciones pasadas y nos forman como individuos con el paso del tiempo dentro de la comunidad en la que vivimos. No prescindo del interés, el conocimiento y las fuentes de información de los posibles consumidores de alimentos, pero considero necesario conocer sus creencias. No son meras ideas sino que tienen su origen en la 16 experiencia sensorial mediada por el cuerpo y culturalmente situada. Por eso, el factor simbólico nos ayuda a comprender que el comportamiento de todo individuo como miembro de una sociedad parte de unos hábitos que se estructuran a través de creencias, sentimientos, deseos y actitudes. Así gran parte de los alimentos que normalmente consumimos los hemos conocido y consumido dentro de nuestro entorno familiar y social (familia, amigos, etc.). Creencias, sentimientos, deseos y actitudes que ensamblan un modelo cultural que predispone a determinadas actitudes y formas conductuales de ser, tanto dentro como fuera de la alimentación. Pero en el campo de la alimentación, son estas actitudes positivas y negativas las que hacen que obremos de determinados modos o conductas. Conductas regladas que justifican la aceptación o rechazo de los alimentos transgénicos por parte de la sociedad. Pero estas conductas que muestran los individuos únicamente cobran sentido dentro de una sociedad organizada. En consecuencia vemos como las sociedades contemporáneas se estratifican atendiendo al tamaño de los integrantes de las mismas. La cultura nos va a ayudar a vincular lo individual y lo colectivo para poder comprender la estructura institucional a la que el individuo pertenece. El primer nivel que se establece entre los individuos es el familiar. Entorno afectivo en el cual el individuo comienza a forjar los hábitos alimentarios desde su nacimiento. Pero las relaciones sociales del individuo no quedan relegadas a un entorno escaso y reducido como es familiar. El ser humano se organiza dentro de comunidades locales o empresas que funcionan a partir de los modelos culturales pre-‐establecidos por el grupo y que a su vez tienen como fin último generar cultura. Es decir la cultura es el medio y al mismo tiempo el fin de estos grupos institucionales. Además estas organizaciones quedan englobadas y estructuradas por el último estrato institucional, el estado. El problema es que dicho estrato conlleva unas dimensiones que impide el establecimiento de relaciones entre todos y cada uno de los miembros del mismo. Por ello, serán unos pocos los que estructuren y ordenen a todo el sistema institucional: las élites de poder. Grupos reducidos que forman los partidos políticos allá donde la democracia impera. Partidos políticos con unas actuaciones en relación a la legislación e implementación de los productos transgénicos que en los últimos tiempos podrían haber quedado en entredicho. Motivo por el cual no dejan de ser vigilados por la 17 sociedad desde hace ya unos años. No son pocos los sectores de la sociedad los que claman que detrás de cada ley o norma en este campo, está la presión de los conocidos como lobby o grupos de influencia de poder. Algo que nos lleva a entender la importancia que el tercer factor o factor tecno-‐ económico tendría en este trabajo. En un mundo globalizado donde cada vez resulta más claro y evidente que la sociedad queda gobernada en ultima instancia por la economía y no por sus políticos, resulta imprescindible entender qué factores condicionan la economía de la sociedad: instrumentos, élites de poder, territorios e ideología cultural. Factores que explican como se lleva a cabo la producción, intercambio, distribución y consumo de bienes. Parto de los instrumentos para explicar la importancia que la Biotecnología, instrumento tecnológico que el ser humano desarrolla a finales del siglo XX y ha perfeccionado en el presente siglo XXI, ha cobrado en los territorios occidentales. Avances que han colocado a los países poseedores de dicha tecnología en una situación de tal supremacía económica que ha logrado condicionar el resto del desarrollo mundial. Losterritorios del sur o países subdesarrollados dependen de occidente. Pero ya hemos visto que las decisiones de occidente las toman el reducido grupo que conforma las élites de poder. El papel que las empresas multinacionales está jugando a la hora de la toma de dichas decisiones es más que dudoso. El elevado número de patentes que está en juego podría comprometer altos intereses económicos. Intereses económicos que afectarían al estado y a sus gobernantes de primera mano, dejando una situación si cabe aun más complicada. Y sin embargo y al mismo tiempo los territorios desfavorecidos y gran parte de la sociedad occidental sigue esperando que las promesas que un día nos hicieron con productos como el golden rice puedan realmente llegar a eliminar enfermedades, aliviar la hambruna o contribuir a erradicar la pobreza mundial. De aquí la importancia de desarrollar un modelo cultural coherente y robusto que nos ayude a caminar hacia un desarrollo sostenible que no deje de lado a los problemas que afectan a la salud humana, a un buen desarrollo local tanto en el norte como en el sur y a un medio ambiente que sea capaz de recuperar la categoría clave de “paisaje cultural”. Así pues, termino de justificar la necesidad de introducir el factor ambiental 18 como parte primordial e inédita en este trabajo que usa la cultura como hilo conductor para intentar dar respuesta a las causas que hacen que aceptemos o rechacemos los alimentos transgénicos. Los individuos ya no podemos ser entendidos sin el medio que habitamos. A lo largo de su historia las diferentes culturas se asientan sobre los territorios y extraen los bienes que de este necesitan para sobrevivir. Por tanto naturaleza y cultura han de ser inseparables. Nacemos con una carga génica que nos condiciona para el resto de nuestras vidas, pero el condicionamiento génico no es único y exclusivo. Además existen otros condicionantes, los patrones culturales que vamos adquiriendo con el paso del tiempo y que nos ayudan a sobrevivir y adaptarnos al medio. Una adaptación que en los últimos tiempos podríamos llamar “mal-‐adaptación”. Estamos haciendo un uso indebido de nuestro territorio y las consecuencias tienen que ser vistas desde tres vertientes, pues cada vez que dañamos el territorio dañamos nuestro modo de vida, las raíces de nuestra identidad y el paisaje o espacio que nos proporciona satisfacción y bienestar físico y mental. Los alimentos transgénicos podrían formar parte de un nuevo modelo cultural que contribuyese enormemente a la mejora de los territorios desde estas tres dimensiones aportando modos de vida con mejoras que implicasen una producción de mayor eficiencia, un desarrollo local que reforzase la identidad del estado nación y un medio más saludable y ecológico capaz de participar de la categoría de paisaje cultural. Al mismo tiempo todas estas esperanzas podrían irse al traste si los intereses políticos y económicos hacen que los avances que empezaron en los 70, con las enzimas de restricción de Stanley Cohen & Herbert Boyer queden patentadas en las manos de unas pocas multinacionales. Algo que de no cambiar mucho la situación es altamente probable que ocurra. Basta con observar las disputas que las prometedoras técnicas de edición génica están desatando. Mi hipótesis de trabajo es que la explicación y la solución a este problema, que la respuesta al por qué las personas aceptan o rechazan la implementación de las técnicas de Ingeniería Genética en el mundo de la industria alimentaria, es de tipo 19 cultural. Para ello he utilizado una Comunidad de Estudio que se centra en grupos universitarios (estudio cuantitativo) y diferentes sectores de la sociedad en general (estudio cualitativo). Los primeros deben ser entendidos como potenciales o futuros consumidores y los segundos como actuales consumidores. La utilización de técnicas cuantitativas y cualitativas en combinación, hace que el tipo de metodología empleada sea los denominados métodos mixtos. Un tipo de metodología que enriquece cualquier estudio de investigación ya que logra que la perspectiva social que de la etnografía se obtiene, pueda elaborar y perfeccionar las preguntas del cuestionario de los cuales se obtendrán los resultados estadísticos. Resultados estadísticos que serán completados y perfeccionados con las percepciones sociales etnográficas antes de establecer las conclusiones finales. Es decir un camino de ida y vuelta donde una técnica logra suplementar las carencias o déficits de la otra. La etnografía es una fuente de resultados precisos pero no deja de realizarse a un sector poblacional muy reducido. Algo que puede solventarse con la encuesta cuantitativa, la cual proporciona muchos resultados de una manera rápida y sencilla. Resultados que no pueden ser entendidos de manera tan precisa debido a la generalidad de las preguntas que contiene. Por esto, será de nuevo la etnografía la que ayude a perfilar dichos resultados antes de trazar ninguna conclusión. En todo momento he tenido en cuenta que mi comunidad de estudio es reducida y por ello limitada.Por este motivo mis conclusiones deberán guardar una relación con el número de personas incluidas en el estudio y nunca deberán extrapolarse a los pensamientos generales de ambos países. Además no se debe olvidar la situación de privilegio que ambos países gozan por el mero hecho de pertenecer a la cultura occidental. Son territorios cuyas culturas quedan totalmente condicionadas por sus desarrolladas economías. 20 De acuerdo con estos principios, estos son los objetivos de mi estudio: OBJETIVO GENERAL Ø Analizar desde un punto de vista sociocultural la aceptación o rechazo de los alimentos transgénicos en diferentes sectores poblacionales OBJETIVOS ESPECÍFICOS Ø Conocer la información y el interés que tienen estos sectores sobre los alimentos transgénicos. Ø Estudiar mediante el uso de los métodos mixtos el peso que los cuatro factores culturales descritos tienen en la actitud que las personas muestran a la hora de aceptar o rechazar un alimento transgénico. o Analizar cuantitativamente (comparar y contrastar) las diferencias de opinión que existen entre grupos de estudiantes universitarios atendiendo a su origen y el tipo de carrera universitaria que están realizándolo, tomando aquellos ítem del cuestionario que muestren diferencias porcentuales en los resultados descriptivos obtenidos (gráficos de barras y tablas de contingencia). o Obtener unos resultados mas globales y enriquecidos a través de la perspectiva cualitativa que las entrevistas etnográficas realizadas a otros sectores poblacionales aportan. 21 1. LOS ALIMENTOS TRANSGÉNICOS Alimentarse cada día es una necesidad básica de las personas. Es un modo de comportamiento universal que está presente en todas las culturas. De ahí que para los investigadores conocer qué se come y por qué se come o no se come lo que se considera comestible es tan importante que no hay ciencia alguna que haya prescindido o haya dejado de abordar desde alguna perspectiva el tema de los alimentos. Éstos se pueden describir como cualquier sustancia de origen mineral, vegetal o animal que no sea venenosa, sea comestible o bebible y cuyos elementos asimila el organismo para poder vivir y desarrollarse. En el Codex Alimentarius se definen como toda sustancia, elaborada, semielaborada o bruta, que se destina al consumo humano, incluidas las bebidas, el chicle y cualesquiera otras sustancias que se utilicen en la fabricación, preparación o tratamiento de los alimentos, pero no incluye los cosméticos ni el tabaco ni las sustancias utilizadas solamente como medicamentos. El Código alimentario español precisa esta definición: todas las sustancias o productos de cualquier naturaleza, sólidos o líquidos, naturales o transformados, que por sus características, aplicaciones, componentes, preparación y estado de conservación, sean susceptibles de ser habitual o idóneamente utilizados a alguno de los fines siguientes: a) Para la normal nutrición humana o como fruitivos. b) Como productos dietéticos, en casos especiales de alimentación humana. Interesa conocer los alimentos que consumen las personas. Los antropólogos han centrado sus investigaciones en conocer los productos alimenticios que se cultivan, se transforman, se comparten, reparten o se venden, los modos como se preparan y cocinan para finalmente ser consumidos por la población. El consumo de alimentos así como la regulación de los residuos alimentarios implica la actividad de muchas personas en variados y numerosos ámbitos socio-‐físicos. El hecho alimentario es un «hecho total» como señalara M. Mauss y, por tanto, afecta a todos los aspectos de la vida de los miembros de cualquier sociedad. No es de extrañar que sea abordado por todas las ramas de la Antropología. Pero hay una rama que concentra su investigación no solamente en describirlos y clasificarlos sino también entender las razones por las 22 cuales el ser humano selecciona o rechaza determinados alimentos: Antropología de la alimentación. Para alcanzar este objetivo no solamente tiene en cuenta los factores biológicos de carácter nutricional sino también los culturales de carácter individual y sociofísico. “Alimentación: ¿biología/antropología? ¿naturaleza/cultura? Son indiscutiblemente dos realidades pero a la vez –y esto es el rationale siempre presente en Antropología-‐ no son binomios discursivamente opuestos, primero porque son demasiado diferentes para ser opuestos y segundo porque se atraen en su semántica y en su esfera de gravedad semiótica. Para apreciarlo basta visualizarlos desde nuestra existencia individual y social: la primera – necesidad natural-‐ exige construir y ser cumplimentada por una constelación ciertamente asimétrica que requiere ordenación cultural particular con lógica interna -‐hambre, salud, nutrición, convivencia, solidaridad etc.-‐, campo este elástico y evasivo que lleva al valor moral y a la transcendencia, y esto es así si nos guiamos por la categoría conjuntiva holística, imprescindible desde Mauss en nuestra disciplina” (Lisón Tolosana: 2017: 1). Conviene subrayar este aspecto porque en la ciencia de nuestros días todavía se mantiene la dicotomía de Ciencias naturales y humanas comodominios de investigación diferentes e infranqueables. Se está expandiendo la diferencia entre conocimiento objetivo y subjetivo que traducido al campo de la alimentación se concreta en la falsa oposición entre nutrición (inconsciente) y alimentación (consciente). Se reconoce la necesidad de combinarlos pero de manera sutil se prima únicamente el objetivo. Necesitamos una visión integral en la que se conjugue y se tenga en cuenta tanto la dimensión biológica como cultural. La alimentación no es y no ha sido nunca una actividad puramente biológica. La alimentación no se reduce al consumo de alimentos en el que solamente se tiene en cuenta la cantidad y la calidad de los nutrientes que contienen los alimentos sino que también se seleccionan y consumen por razones culturales. De ahí la necesidad de tener en cuenta valoraciones de diferentes interpretaciones culturales a la hora de definir que es comestible y que no lo es, es decir, qué se considera alimento saludable para las personas. Es cierto que los factores fisiológicos son fundamentales a la hora de seleccionar y consumir los alimentos pero no podemos prescindir de lo cultural. Lo que comemos afecta a la 23 fisiología de nuestro cuerpo y por ello lo biológico es primario pero no único. No podemos prescindir de los factores culturales. Lo biológico es fundamental, pero inmediatamente aparecen los factores socio-‐culturales. “Alimento es ambos «naturaleza» y «cultura», y conecta ambas divisiones: substancia y símbolo; es el sustento de la vida en sentido bioquímico y cognitivo. Los consumimos y hacemos que sean parte de nosotros mismos: física y socialmente” (MacClancy y Macbeth 2004: 23). Son muchos los alimentos culturalmente testados que se consumen en la variedad de culturas que existen en el planeta tierra. Son muchas las clasificaciones que se han hecho de los alimentos por parte de los especialistas en la ciencia de los alimentos: comestible/no comestible, permitido/tabuado, macronutrientes/micronutrientes, mineral/vegetal/animal, natural/artificial, frío/caliente, etc. (Leach 1974: 46; Espeitx & Gracia 1999: 139; Bello Gutierrez: 2000: 29; Cid 2003: 13; Madrid Conesa & Madrid Gomáriz 2006: 10; McGee 2007: 508; Hinrich 2010: 19; Fox 2014: 2; Contreras & Ribas 2016: 147; Marovelli 2016: 1). La base de cualquiera de las clasificaciones existentes se fundamenta en algún criterio que sea fértil. En el presente los alimentos producidos por las nuevas técnicas emergentes como la biotecnología presentan dificultades de clasificación a los investigadores pero sobre todo a los consumidores en lo relativo a su aceptación o rechazo. La elección de los alimentos no solamente depende de las características sensoriales del producto sino de muchos otros factores. No solamente se tiene en cuenta la calidad intrínseca del producto sino que también se tienen en cuenta factores extrínsecos. En el caso de los alimentos producidos por las nuevas tecnologías la seguridad en el modo de producción es esencial para su elección y decisión de comprar o rechazar. Está siendo el interés de los consumidores así como las presiones de los movimientos sociales los que están introduciendo el lema del derecho a conocer (Right to know) el modo como han sido producidos los alimentos que pueden comprar y consumir (Jahan 2017: 10; Gostin 2016: 2345; Haspolat 2016: 150; Ergönül 2013: 462; Cardello et al. 207: 80). Son algunas de las razones por las que en este trabajo tomaré el «modo de producción» como criterio para hacer una clasificación de los alimentos. Considero fértil este criterio en la medida que sirve para organizar y entender los alimentos que actualmente se consumen en las sociedades 24 desarrolladas y en gran parte de las que se encuentran en vías de desarrollo debido al impacto de la globalización alimentaria. De acuerdo con este criterio distingo cinco grandes grupos de alimentos: § Industriales o convencionales: alimentos producidos, procesados y comercializados con todos los avances que provienen de la tecno-‐ciencia. Se inicia con la Revolución Verde propiciada por N. Borlaug que progresivamente sustituye los tradicionales. § Transgénicos o alimentos modificados genéticamente: alimentos producidos, transformados o que contienen ingredientes o aditivos originados por medio de las técnicas de la ingeniería genética. § Ecológicos u orgánicos: alimentos producidos de manera natural y sin el uso de productos químicos en su elaboración. § Artesanos o tradicionales: alimentos producidos según técnicas tradicionales y garantizando la calidad del producto. § Funcionales o nuevos alimentos: alimentos, naturales o transformados, que se ha demostrado científicamente que sus nutrientes proporcionan al organismo un mejor estado de salud y bienestar. De entre todos ellos son los alimentos transgénicos (AT), también denominados alimentos modificados genéticamente (AMG), los que mayores disputas están produciendo en nuestra sociedad. A pesar de su increíble potencial, muchas personas recelan de la biotecnología y de los alimentos transgénicos, aunque están sometidos a estrictos controles de su contenido nutricional, alergenicidad, toxicidad potencial e impacto ambiental.A pesar de la aceptación que los productos transgénicos han tenido por parte de los agricultores, a pesar de que se está produciendo un aumento de su cultivo, el hecho de que sean producidos de manera artificial por medio de técnica de bioingeniería se han convertido en tema polémico. Los miembros de nuestra sociedad empiezan a concienciarse del tema y a darse cuenta de que junto a las grandes ventajas también pueden tener riesgos que pueden poner en peligro la salud humana. Es cierto que nadie ha podido demostrar científicamente estos riesgos, pero persiste la sospecha y aumenta la preocupación en los consumidores sobre la seguridad alimentaria de estos productos. Las autoridades públicas han sido sensibles 25 a estas preocupaciones de los ciudadanos y están controlando a través de leyes la producción así como la importación de este tipo de alimentos. Existe la obligación de etiquetar aquellos alimentos que contengan más del 0’9% de OMG pero no está implantada en todos los países del mundo. Desde su misma aparición fueron puestos en tela de juicio. Nunca fueron aceptados plenamente como un progreso científico que contribuyera al desarrollo de la humanidad. Su historia está repleta de opiniones encontradas. Y lo que es más grave: la disputa continúa y no parece tener fin (Ishii. & Araki 2016; Corral 2016; Zhan et al. 2016; Viedma-‐Viedma et al. 2016; Grauerholz & Owens 2015; Zeratsky 2015; López Fandiño 2014; Altieri 2009; Millán Fuertes 2008; Cubero 2003; Verdurme & Viaene 2002; Álvarez Munárriz 2001; Ramón 2000; Feldmann et al. 2000; Riechman 1999; Thompson 1997). 26 1.1 LA POLÉMICA SOBRE LOS ALIMENTOS TRANSGÉNICOS La modificación genética en organismos es un proceso llevado a cabo mediante un conjunto de tecnologías capaces de alterar la maquinaria génica de cualquier organismo vivo: animales, plantas o microorganismos. Combina genes de diferentes organismos y se conoce como tecnología de ADN recombinante ya que da como resultado organismos llamados “Genéticamente Modificados” (GM), de “ingeniería genética” o “transgénicos” (Bawa & Anilakumar 2013). La tecnología generalmente se denomina “biotecnología moderna” o “tecnología genética”, en ocasiones también “tecnología de ADN recombinante” o “Ingeniería Genética”. “Las aplicaciones biotecnológicas de la ingeniería genética constan de cuatro operaciones principales: obtención del gen que codifica para el producto que interesa produzca el microorganismo; introducción del gen en los microorganismos; inducción del microorganismo a iniciar la elaboración de la sustancia extraña y recogida del producto” (Prentis 185: 37). Este proceso permite transferir genes seleccionados individuales de un organismo a otro, también entre especies no relacionadas generando Organismos Genéticamente Modificados conocidos como OMGs (WHO 2014). Los organismos modificados genéticamente fueron la base en la que se apoyó la industria alimentaria para producir alimentos transgénicos también denominados alimentos modificados genéticamente. El término de alimento modificado genéticamente o alimento transgénico se encuadra dentro de la categoría de Organismo Modificado en el cual el material genético (ADN) ha sido alterado de un modo artificial (Altman & Hasegawa 2011). Es habitual distinguir, al hablar de transgénicos, entre híbridos, creados mediante técnicas tradicionales de cultivo y transgénico, organismo al que se le ha transferido información genética mediante técnicas de Ingeniería Genética. Las técnicas de Ingeniería Genética permiten la transferencia de características deseadas en plantas algo que no es posible de conseguir en cultivos que crecen de manera convencional. “En el ámbito de la alimentación, se ha venido utilizando técnicas que consistían en la utilización de microorganismos para la elaboración de deter-‐ 27 minados alimentos. Estas técnicas, que consisten en la utilización de organismos vivos para modificar o fabricar nuevos productos, es lo que hoy se conoce como «biotecnología». Aunque este es un término acuñado recientemente, sus técnicas se llevan utilizando siglos. Los nuevos conocimien-‐ tos sobre biología molecular han llevado al desarrollo de la ingeniería genética (IG), técnica que permite modificar el genoma de los seres vivos. La aplicación de la IG en alimentación ha permitido obtener alimentos genéticamente modificados (AGM)” (Viedma-‐Viedma et al. 2015: 270). La revolución de la genómica y la biotecnología moderna ha generado y seguirá generando muchos dilemas éticos y sociales y, por tanto, muchas polémicas. A pesar de que la aceptación entre los productores es notable, los consumidores, sobre todo en Europa, se han mostrado tradicionalmente reacios este tipo de productos (Eurobarometer 2000; Nooeme & Gil 2006). Conviene señalar que en torno a los alimentos transgénicos hay dos factores externos que están formando una opinión pública negativa. Por un lado entra en juego el miedo de los políticos ante esta tecnología que ya es una realidad dominante fuera de la Unión Europea, y por otro lado la percepción de que se pueda producir un monopolio dado que hay pocas empresasque se pueden permitir financiar los altos costes que la investigación biotecnológica implica. Las discusiones acerca de la innovación en agricultura han ido en aumento en los últimos 50 años, especialmente desde la introducción de los cultivos modificados genéticamente. Distintos argumentos se han puesto de manifiesto con el objetivo de apoyar las opiniones sobre el modo en el cual la agricultura debería desarrollarse en un futuro. El resultado ha llevado a un profundo debate que ha dividido a la opinión pública en grupos pro y anti-‐ biotecnología. Es a finales de los noventa cuando esta situación comienza a polarizarse. La expansión de los cultivos de Organismos Genéticamente Modificados comienza a tropezar en Europa occidental con barreras legales y una feroz oposición a estos cultivos emerge desde todas las partes del mundo (Stone 2010). Campañas y debates a favor y en contra de las modificaciones genéticas comienzan a surgir a partir de 1999. A pesar de esta oposición los OMGs comienzan a convertirse en parte de nuestra vida cotidiana, entrando en la sociedad a través de la agricultura, medicina, investigación y 28 la gestión medioambiental; al mismo tiempo una agria y acerada controversia estalla en todo el mundo. La llegada a nuestra mesa de estos alimentos se realiza de forma indirecta y se cree que no habría problema si se produjera de forma directa. Todos los alimentos que consumimos han sido de alguna forma modificados genéticamente, pero la diferencia se halla en que lo que antes se hacía poco a poco, por selección de casos más productivos, con las técnicas de ingeniería genética ahora se hace de una manaera más rápida y eficiente. En efecto, las tecnologías que permiten realizar modificaciones genéticas en alimentos brindan oportunidades de conocimiento para los grandes retos del siglo XXI, pero a su vez plantean riesgos tanto conocidos como desconocidos. Las controversias y preocupaciones que rodean a los alimentos y cultivos GM se centran en la seguridad humana y medioambiental, el etiquetado y las preferencias del consumidor, derechos de la propiedad intelectual (DPI), la ética, la seguridad alimentaria, una reducción de la pobreza a nivel mundial y la conservación del medio ambiente (The Nordic Africa Institute 2015; Bawa & Anilakumar 2013). Lo que para algunos podría ser la clave para salvar a la población mediante una agricultura más sostenible para otros es una indudable amenaza. Si las alegaciones de los «pro» biotecnología se basaban en aliviar la pobreza del tercer mundo mediante el uso de variedades genéticas como el arroz dorado, la mandioca resistente a virus o las bananas resistentes a hongos (Moffat et al. 1999), los «anti» tecnología se oponen al uso de dichos avances y avisan de los posibles riesgos que éstos podrían generar en relación a la soberanía de los agricultores y medio ambiente (Stone 2010). No cabe duda de que existe un incremento en el uso de OMGs para fines alimentarios y otros productos esenciales. Los partidarios de los alimentos transgénicos afirman que éstos respetan el medio ambiente, no tienen riesgo para la salud humana, son rentables para los agricultores y están convenientemente regulados (Altman & Hasegawa:2011). Aquellos que apuestan por los OMGs sostienen que las modificaciones genéticas de plantas y animales no es nada más que la última de una larga lista de tecnologías para potenciar la producción que ha contribuido al incremento del abastecimiento de alimentos a nivel mundial. Esto hace que la mayoría de los científicos defiendan un uso controlado y regulado de los OMGs, basándose en razones nutricionales, medioambientales, económicas y sociales. Asumen el principio de precaución y alegan la multitud de medidas precautorias que se aplican, haciendo 29 de estos productos los más controlados y seguros. Podemos encontrar publicaciones que afirman que todos los estudios científicos realizados han demostrado que los OMGs son seguros (Alcalde Cazorla 2009). Del mismo modo expertos en biotecnología, reforzados por expertos en Ciencias Sociales (Collier 2008; Herring 2008a,b; Paarlberg 2000), han asegurado que los cultivos GM podrían contribuir a erradicar el hambre y proporcionar una suficiente alimentación en el tercer mundo (Stone:2010). Para la pobreza de ciertos países de África, la cual estaría en parte debida a la falta de implementación de “ciencia moderna” como los cultivos GM (Paarlberg 2008). Desde el lanzamiento de estas tecnologías , varios han sido los discursos que contenían la expresión modificación genética junto a la palabra progreso, intentando mostrar una visión de ésta como un paso más que se habría dado después de la consecución de cultivos domesticados mediante las convencionales técnicas de hibridación en cultivos (Monsanto Corp. 2001). Este discurso a menudo solía venir acompañado del fantasma Malthusiano1 de la hambruna (Scoones 2002; Stone 2002b, 2005b; Stone & Glover 2017), donde el hambre sería una condición que viene dada por naturaleza (Ross 1998) y los cultivos GM la clave para una futura solución. Sin embargo también hay expertos y partidarios del uso de la Ingeniería Genética para la producciónde alimentos que nos advierten del impacto que podría tener la introducción de plantas y animales GM, y apuestan por la cautela y la precaución. La sensación de que los alimentos transgénicos puedan ser perjudiciales tanto para la salud humana como animal debido a una falta de examen, persiste a día de hoy entre la población. Prácticamente no hubo oposición a uso de bacterias GM para la producción de medicamentos como en el caso de la insulina. Si bien, los OMGs fueron pronto rechazados de manera masiva por los ciudadanos, fuese en su comida o en sus campos (Leroux 2016). Cuando los cultivos GM comentaron a ponerse en marcha, especulaciones acerca de cómo esos genes manipulados podrían ser transferidos o “escaparse” al medio ambiente de manera incontrolada sin posibilidad de recuperación, comenzaron a surgir (Ellstrand: 2001, Snow: 2005). Del mismo modo, no hay certeza de los efectos que los alimentos transgénicos pueden tener a largo plazo. Estos grupos opositores y detractores alegan la existencia de posibles peligros tanto a 1 Teoría poblacional de Thomas Malthus: la población crece más que los recursos y puede producirse una catástrofe malthusiana o sobrepoblación 30 medio como largo plazo para la salud, medio ambiente y el desarrollo local (Lepage: 2013; Seralini et al. 2012). Los críticos argumentan que la transferencia de nuevos genes en los alimentos puede alterar la composición química desencadenando alergias o toxicidades de estos alimentos en humanos. Estas alegaciones en algunos casos van más allá y nos advierten de que los cultivos transgénicos poseen genes de resistencia a antibióticos. Estos genes, podrían ser adoptados por bacterias causantes de enfermedades en humanos lo cual generaría futuras resistencias a la hora de intentar combatirlas con dichos antibióticos. (Ahmad et alii 212: 534). La evolución biológica en la mayoría de los casos es lenta y no se puede descartar la aparición de efectos no deseados debido a que no hemos tenido tiempo suficiente para verlos. Es uno de los argumentos que se usa para apelar al principio de precaución. Son precisamente estos últimos datos, anteriormente citados, en los que se apoyan los detractores para oponerse a su producción, encontrando así importantes sectores contrarios a los transgénicos. Las asociaciones ecologistas denuncian una falta de conocimiento y de comprensión de los riesgos ambientales ya que no habrían sido testados adecuadamente y habría un gran desconocimiento sobre los efectos a largo plazo. Para Greenpeace, los transgénicos podrían suponer un grave riesgo para la biodiversidad y tener efectos irreversibles e imprevisibles sobre los ecosistemas: incremento del uso de tóxicos, contaminación genética del suelo, pérdida de biodiversidad, desarrollo de resistencias en insectos y vegetación adventicia (malas hierbas), efectos no deseados en otros organismos... Del mismo modo argumentan posibles riesgos para la salud: nuevas alergias, disminución en la capacidad de fertilidad en mamíferos alimentados con OMGs, contaminación de alimentos, problemas en órganos internos etc. El gen transferido en la especie que se pretende mejorar debe ser funcional y su regulación tiene que estar garantizada y sin embargo no conocemos con exactitud su estabilidad en un proceso de evolución a corto plazo. En términos generales para los críticos la producción y el consumo de alimentos es inmoral porque su inocuidad no está fundada científicamente, contiene efectos colaterales todavía desconocidos, pueden ser potencialmente peligrosos y es un riesgo que en manera alguna debemos asumir. Detractores de la tecnología transgénica en la agricultura rechazan el principio de equivalencia sustancial e invocan el principio de 31 precaución, enfatizando que hasta tanto no se establezca que la probabilidad de ocasionar un impacto indeseado en el ambiente, la salud o las economías campesinas sea cero, esta tecnología debe ser proscrita de la faz de la tierra. En contra, aquellos que están a favor afirman que no se ha demostrado que los cultivos GM sean seguros. Sostienen que la legalidad desde sus inicios tenía muchos fallos y además se legisló sin tener en cuenta las consideraciones de seguridad. Rechazan el principio de equivalencia sustancial porque está diseñado de manera vaga e imprecisa, posibilitando a las compañías una licencia completa para proclamar los transgénicos sustancialmente equivalentes a los no transgénicos (Ho & Ching 2003; Riechman 2002). A su vez, algunas asociaciones de consumidores se quejan de que tales productos han sido impuestos desde “arriba” y el sistema de etiquetado no es transparente. Esto hace difícil la identificación de alimentos que han sufrido la transferencia de nuevos genes que podrían alterar la composición química de los mismos desencadenando respuestas en nuestro organismo como toxicidades o alergias a largo plazo. Declaraciones como “la ciencia está violando campos que pertenecen a Dios” (Charles:2006) ydenominaciones de los cultivos GM como “comida Frankenstein” por asociaciones como Greenpeace son ejemplos de la fuerte crítica que estas modificaciones genéticas han tenido en los últimos tiempos (Riechman: 2000). En esta guerra que no parece tener fin conviene destacar la presencia de Antropólogos con experiencia en agricultura que han optado por adoptar posiciones más sutiles como es el caso de Scoones (2002) que no descarta el uso de los cultivos GM, pero explora los supuestos que podrían estar ocultos en el uso de la biotecnología a pequeña escala en países del tercer mundo. Para otros los resultados obtenidos en la revolución verde podrían ser una buena lente con la cual observar y analizar lo que una revolución genética podría suponer en un futuro (Brooks 2005, Conway 1998, Parayil 2003, Spielman 2007, Tripp 2009a, Vroom 2009). En el caso de Stone(2010), la virulencia que este debate ha ido cobrando es debida a todo lo que podría estar en juego en términos ecológicos, económicos y políticos. “La oposición por el público en general surgió inicialmente de una percepción de que los organismos modificados genéticamente (OMG) presentan 32 numerosos riesgos, que parecen afectar a un campo extremadamente amplio de áreas -‐alimentos, salud, medio ambiente, economía, sociedad, biodiversidad, geopolítica, etc.-‐ Los beneficios esperados en compensación parecen ser solamente escasos o incluso inexistentes, especialmente con los tipos de plantas transgénicas que se han desarrollado hasta ahora. Esta percepción creó la impresión en la mente del público de que, mientras la Ingeniería Genética puede aumentar los beneficios del puñado de empresas directamente implicadas, no hay prácticamente beneficio para el resto de la sociedad, que en cambio tiene que hacer frente a los que percibe como riesgos importantes. Desde esta perspectiva, por consiguiente, los OMG se miran como algo innecesario, inútil y, además, peligroso e incontrolable una vez introducido” (Bonny 2003: 3). Todas estas declaraciones “pro” y “anti” nos muestran con meridiana claridad la relevancia que están teniendo los alimentos transgénicos en nuestra sociedad (Antón Hurtado 2015: 269-‐270). Un repaso por nuestra historia más reciente, puede darnos una idea de cómo todos estos movimientos se fueron gestando. En un principio los primeros avances realizados con técnicas de bioingeniería son vistos con admiración entre la sociedad (primer tomate transgénico, nacimiento de la oveja Dolly…), pero con el tiempo comienzan a ser motivo de debate y controversia en los medios de comunicación. “La biotecnología, con su revolución genómica, ha situado a los individuos de las sociedades complejas entre la esperanza y el miedo. Se piensa que las investigaciones biotecnológicas van a propiciar la erradicación de numerosas enfermedades, la sustitución de órganos y tejidos dañados sin sufrir rechazo, la eliminación de la esterilidad y del hambre, etc. Pero simultáneamente se teme por el mal uso que se pueda hacer de la clonación, con la posibilidad de propiciar una eugenesia racial, la distorsión de la identidad personal, la reducción de la biodiversidad, la aparición de nuevos gérmenes, etc.” (Antón Hurtado 2012: 359). Esta tensión entre el miedo y la esperanza está teniendo mayor impacto Europa que 33 en Estados Unidos donde se empezaron a producir y comercializar los alimentos transgénicos. Cuando el primer tomate GM llega a los mercados europeos en 1995 lo hace bajo una apariencia de buen etiquetado y a bajo precio, logrando así que su venta sea buena. Un año después, un elevado número de productos procesados que contienen soja genéticamente modificada de la compañía de Monsanto llegan a la venta. A diferencia de lo que había ocurrido con el tomate GM, en este caso los productos no son etiquetados y los beneficios que ofrecen al consumidor no están nada claros. Es entonces cuando las voces que están en contra de estos productos comienzan a escucharse con fuerza hasta conseguir que dos años después, en 1998, sean retirados de las estanterías de los supermercados. La polémica no había hecho más que comenzar. Monsanto no había sido capaz de manejar bien el asunto en sus comienzos y las asociaciones ecologistas no pararían de presionar a los gobiernos para impedir la entrada de estos productos al mercado. Además el momento no era el mejor en lo que a seguridad alimenticia se referiría. En Reino Unido por ejemplo, los ciudadanos habían visto en la primavera de 1996 que la encefalopatía espongiforme bovina o el mal de las vacas locas serían agentes causales de la incurable enfermedad del Creutzfeldt-‐Jakob y eso a pesar de los esfuerzos que se habían llevado a cabo tanto por parte del gobierno como de algunos científicos para asegurar lo contrario (Stone 2002). “El 20 de marzo de 1996 va a quedarse muy probablemente como la fecha que marca la entrada de las sociedades industrializadas en lo que se ha denominado la era del riesgo alimentario o, en su segunda acepción, de la seguridad alimentaria. Es el día, en efecto,
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