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Biologia de los microorganismos (1613)

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E N F E R M E D A D E S B A C T E R I A N A S Y V Í R I C A S T R A N S M I T I D A S D E P E R S O N A A P E R S O N A 949
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permiten identifican el agente infeccioso y determinan la pauta 
de tratamiento; normalmente no se suele recurrir al aislamiento 
y el cultivo directo de los virus de la hepatitis.
Muchos de los instrumentos de diagnóstico inmunológi-
cos y moleculares tratados en el Capítulo 27 se emplean para 
diagnosticar la hepatitis. Entre ellos, se encuentran las prue-
bas de enzimoinmunoanálisis, que identifican proteínas víricas 
o anticuerpos víricos en muestras de sangre, la inmunotransfe-
rencia (Western blot) y la inmunofluorescencia (microscópica).
Las pruebas de la reacción en cadena de la polimerasa (PCR)
también se emplean para detectar el genoma vírico en la sangre
o en muestras tisulares del hígado obtenidas por biopsia.
La infección por HAV o HBV se puede evitar con vacunas
efectivas. Se recomienda la vacunación contra el HBV y, en 
muchos casos, es obligatoria para los escolares en los Estados 
Unidos. No existen vacunas eficaces contra los otros virus de la 
hepatitis. Las personas no vacunadas deben seguir una serie de 
precauciones generales para evitar infectarse, como un alto nivel 
de vigilancia, la manipulación aséptica, y una serie de procedi-
mientos especiales para tratar con los pacientes, con los fluidos 
corporales y con los materiales de desecho infectados ( Sec-
ción 27.1). La mayoría de los tratamientos de la hepatitis son de 
apoyo, y recomiendan descanso y tiempo para permitir que el 
sistema inmunitario ataque la infección y se repare el hígado. En 
algunos casos, especialmente en infecciones por HBV, existen 
fármacos antivirales que proporcionan un tratamiento efectivo. 
MINIRREVISIÓN
 ¿Qué órgano atacan los virus de la hepatitis? ¿Cómo se 
transmiten los virus de la hepatitis A, de la hepatitis B y de la 
hepatitis C?
 Describa métodos potenciales de prevención y tratamiento 
para los virus de la hepatitis A, la hepatitis B y la hepatitis C.
hepática crónica y cirrosis. En el 3-5 % de los individuos infec-
tados, la infección crónica por HCV provoca hepatocarcinoma 
(cáncer de hígado). El período de latencia para el desarrollo del 
cáncer puede durar varias décadas a partir de la infección ini-
cial. Los nuevos casos detectados y registrados en los Estados 
Unidos (Figura 29.33) son solamente una fracción de las 25.000 
nuevas infecciones anuales por HCV estimadas en los Esta-
dos Unidos. Cada año se produce un elevado número de muer-
tes relacionadas con el HCV debido a infecciones crónicas que 
evolucionan hasta provocar cáncer de hígado. Las enfermeda-
des hepáticas inducidas por el HCV suponen hasta 10.000 de 
las 25.000 muertes anuales debidas a cáncer de hígado, a otras 
enfermedades hepáticas crónicas y a cirrosis.
Otros aspectos de los síndromes de hepatitis
La hepatitis es una enfermedad aguda del hígado, un órgano 
vital que interviene en numerosos procesos metabólicos, como 
la síntesis de carbohidratos, de lípidos y de proteínas, además de 
la detoxificación y muchas otras funciones. Los síntomas de la 
hepatitis incluyen fiebre, ictericia (color amarillento de la piel y 
los ojos), hepatomegalia (aumento del hígado) y cirrosis. Todos 
los virus de la hepatitis provocan síntomas graves muy pareci-
dos y no se pueden distinguir fácilmente basándose solo en los 
síntomas clínicos. Las infecciones crónicas de hepatitis, nor-
malmente producidas por el HBV o el HCV, suelen ser asinto-
máticas o producen síntomas muy leves, pero pueden ser causa 
de enfermedades hepáticas graves, incluso en ausencia de cán-
cer de hígado.
El diagnóstico de la hepatitis se basa en una combinación de 
aspectos clínicos y pruebas de laboratorio que evalúan la fun-
ción hepática, especialmente, las enzimas hepáticas clave. La 
cirrosis se diagnostica mediante el examen visual de biopsias 
del tejido del hígado. Para confirmar el diagnóstico también se 
emplean pruebas moleculares específicas para los virus, que 
IV Infecciones de transmisión sexual
Las infecciones de transmisión sexual (STI, de sexuallytransmitted infections), también llamadas enfermedades de 
transmisión sexual (STD, de sexually transmitted diseases) o 
enfermedades venéreas, están causadas por una amplia varie-
dad de bacterias, virus, protistas e incluso hongos (Tabla 29.4). A 
diferencia de los patógenos respiratorios, que pueden liberarse 
constantemente y en gran número por parte de un individuo 
infectado, los patógenos que se transmiten sexualmente, por lo 
general, solamente se encuentran en los fluidos del tracto geni-
tourinario (en el caso del VIH, también en la sangre). Debido a 
que necesitan un ambiente protegido y húmedo para sobrevivir, 
estos patógenos colonizan preferentemente, y a veces exclusiva-
mente, el tracto genitourinario.
Como la transmisión de STI se limita a la actividad sexual, su 
propagación se puede controlar con abstinencia sexual, y puede 
minimizarse mediante el uso de condones, que evitan el inter-
cambio de fluidos corporales durante el acto sexual. Excepto 
el VIH/SIDA, la mayoría de las STI son curables y presentan 
síntomas leves. Esta circunstancia, combinada con el rechazo 
de algunos individuos infectados a seguir un tratamiento, 
convierten las STI en un reto permanente para la salud pública. 
Sin embargo, retrasar o eludir el tratamiento de STI solo sirve 
para mantener activas las vías de transmisión, y puede llevar a 
problemas a largo plazo, como infertilidad, cáncer, enfermeda-
des cardíacas, enfermedades neurodegenerativas, defectos de 
nacimiento, aborto o destrucción del sistema inmune, todas 
ellas potencialmente mortales.
29.12 La gonorrea y la sífilis
Tanto la gonorrea como la sífilis son antiguas STI, pero debido 
a la disparidad de síntomas, sus patrones generales difieren 
considerablemente entre sí. En los Estados Unidos, los casos 
de gonorrea aumentaron después de la introducción de las píl-
doras anticonceptivas en la década de 1960, y esta enfermedad 
todavía es muy frecuente; la sífilis, por otra parte, tiene una 
incidencia mucho menor (Figura 29.35). Esto se debe, en parte, a 
que la sífilis muestra síntomas muy evidentes en sus fases ini-
ciales, y los individuos infectados suelen buscar un tratamiento 
inmediato.
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