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REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 2, 2009, págs. 329-352
El concepto de intersubjetividad
en psicoanálisis
*Felipe Muller
“Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.”
Jorge Luis Borges, El Amenazado
“Un día me daré cuenta que esta muerte fue al mismo tiempo el
inicio de la mía.”
Imre Kertész, Yo, otro
Tras descubrirse autor del asesinato de su propio padre y luego de con-
firmar que quien es su esposa es a la vez su madre, Edipo ruega recibir
la peor pena que un mortal pueda imaginarse. En uno de los diálogos fi-
nales, habiendo hundido ya los alfileres de oro de Yocasta en sus propios
ojos, dice: “…porque ahorcarme no es bastante para purgar los crímenes
que contra ellos dos he cometido” (Sófocles, 2004, pág. 63). Es entonces
que Edipo suplica a Creonte, ahora en el poder, “que me eches de esta tie-
rra lo antes posible, adonde mortal alguno me dirija jamás la palabra”
(pág. 65). Más grave que la muerte, el destierro, la pérdida de la vida en
común, del espacio entre hombres, lo acercaría a purgar sus actos maldi-
tos.
Freud toma Edipo rey para hacernos saber de nuestras inclinaciones
inconscientes y nuestro sentimiento de culpa. Este aspecto punitorio del
destierro, de la pérdida delmundo entre los hombres no parece tener cen-
tralidad en la obra freudiana. Pero es en los últimos años donde estos es-
pacios “entre” sujetos comienzan a ser foco de conceptualización. En ge-
neral, estas producciones tienen lugar bajo el rótulo de “intersubjetivi-
dad”.
* Dirección: Arcos 2183, (C1428AFG) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.
muller@fibertel.com.ar
EL CONCEPTO DE INTERSUBJETIDAD EN PSICOANÁLISIS 331
reconocimiento, esta psicología de dos personas, lo que ha sido referido
como la intersubjetividad” (Aron, 1996b, pág. 592).
Este pequeño listado de definiciones evidencia la problemática del
término y la consecuente necesidad de clarificar sus distintos significa-
dos por medio de la articulación de los distintos usos del concepto. En
respuesta a esto último señalaré cuatro usos principales del término “in-
tersubjetividad” en el psicoanálisis. El primero es el uso generativo o
constitutivo, caracterizado por la emergencia o constitución de algún as-
pecto de la subjetividad a partir del encuentro con otros sujetos. El se-
gundo es el uso categorial. Del sustantivo “intersubjetividad” pasamos
al adjetivo “intersubjetivo” para hacer referencia a una categoría que
agrupa un conjunto de teorías con ciertas características. El tercer uso
es el descriptivo-relacional. En este caso la intersubjetividad señala un
modo específico de relación con el otro, al entrar en contacto con otras
“mentes”. Finalmente, el cuarto uso, es el que denomino específico.
Aquí, la intersubjetividad se configura según la dimensión de la expe-
riencia del encuentro con un otro que se enfatice en las distintas pro-
puestas.
Fuentes y orígenes del interés por la intersubjetividad
El primero en introducir la cuestión del otro sujeto por medio de la rela-
ción entre sujetos desde el psicoanálisis fue Lacan durante sus primeros
seminarios (Lacan, 1981; Green, 2000). Lacan, a su vez, fue quizás el
precursor en la utilización de la palabra “intersubjetividad” dentro del
psicoanálisis.1,2 En el psicoanálisis americano, el término fue introduci-
do por Stolorow casi tres décadas atrás (Aron, 1996a; Stolorow, 2002).
En el psicoanálisis rioplatense, hasta hace algunos años la palabra “in-
tersubjetividad” era empleada mayormente por grupos lacanianos vol-
cados sobre los primeros seminarios de Lacan, o era patrimonio casi ex-
clusivo de grupos orientados a un psicoanálisis grupal, familiar o de pa-
reja.
Hay varias razones que se esgrimen a la hora de pensar acerca del in-
terés creciente por la cuestión de la intersubjetividad. Éstas van desde
contradicciones conceptuales de orden técnico y metapsicológico en
Freud, pasando por hallazgos provenientes tanto desde la psicología del
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En este trabajo procuro centrarme en el concepto mismo de inter-
subjetividad. De uso creciente, sus definiciones reflejan las vicisitudes de
los intentos de una captura de la experiencia con las otras personas, con
otros sujetos, con un otro. A su vez, la pluralidad de significados resulta
tanto una consecuencia de referirse a una noción que resiste su apre-
hensión (como sucede con la alteridad) como un problema con la ampli-
tud de lo que abarca. Es decir, la intersubjetividad es un término amplio
ya que en general señala el encuentro con el otro. Y el problema es que
hay muchas dimensiones enfatizables en este encuentro. De allí que la
intersubjetividad posea múltiples significados según la dimensión de la
experiencia con un otro que se enfatice.
Algunos trabajos hacen hincapié en el espacio entre sujetos al que
Edipo sugería renunciar. En este caso la intersubjetividad es “esencial-
mente un ámbito relacional: es el ámbito que yace entre sujetos –entre
nosotros (porque nosotros, por supuesto, estamos entre los sujetos a
quienes el término hace referencia)– y en tanto yace entre, también re-
presenta el ámbito que es común a todos…” (Malpas, 2000, pág. 587).
Otros trabajos enfatizan la articulación de la subjetividad en el en-
cuentro con otros sujetos. Por ejemplo, para Frie y Reis (2001), “el tér-
mino «intersubjetividad» refiere en su sentido más básico a la interac-
ción entre dos sujetos: yo-mismo y otra persona, o sí-mismo y otro. El
campo Intersubjetivo es un área de involucramiento (engagement)
común en donde mi subjetividad individual se articula y es comunica-
da” (pág. 297). Para algunos autores, el entendimiento mismo es un
proceso de a dos. Por ejemplo, Renik (2004) plantea que “aceptar que el
psicoanálisis clínico es intersubjetivo significa reconocer que el en-
cuentro clínico consiste en una interacción entre subjetividades –el pa-
ciente y el analista– y que el entendimiento ganado por medio de la in-
vestigación clínica es un producto de esa interacción” (pág. 1054). A
veces la intersubjetividad parece ligada a un tipo de desarrollo evoluti-
vo del infante: “a partir de cierto momento, el infante es capaz de sen-
tir que otros distintos de él mismo pueden tener o albergar un estado
mental similar al suyo; sólo entonces resulta posible compartir las ex-
periencias subjetivas, sólo entonces hay intersubjetividad” (Stern,
1991, pág. 157). En otros casos, lo que se enfatiza es la inter-acción, “la
intersubjetividad en psicoanálisis se refiere al interjuego dinámico
entre las experiencias subjetivas del analista y el paciente, en la situa-
ción clínica” (Dunn, 2004, pág. 187). También es centro de teorización
la relación con un otro como un sujeto en sí mismo. Para Benjamin
(1988), “la idea de la intersubjetividad reorienta la concepción del
mundo psíquico desde la relación del sujeto con sus objetos hacia los su-
jetos encontrándose con otros sujetos” (pág. 20). A su vez, el reconoci-
miento queda asociado a la intersubjetividad: “es esta mutualidad del
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1. Véase, por ejemplo, la clase del 2 de junio de 1954, titulada por Miller como
“Relación de objeto y relación intersubjetiva” (Lacan, 1981).
2. Desarrollaré un trabajo sobre Lacan y la intersubjetividad en otro espacio.
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el Self no es sin un otro (Dunn, 1995). La construcción de este yo o self,
y por lo tanto la experiencia subjetiva misma, está íntimamente ligada
al otro y a sus representaciones.
Jessica Benjamin (1988; 1990) señala, por su lado, otras dos fuentes
del interés por la intersubjetividad. La primera de ellas esta ligada a los
aportes provenientes de las investigaciones de la psicología del desarro-
llo (i.e. Stern) y de la etología (i.e. Bowlby). Según Benjamin, estos apor-
tes muestran que se supera una visión del bebé pasivo, evitativo y hasta
autista, cuya relación con el mundo se limita a las necesidades de ali-
mentación y cuidado. El nuevo bebé es un agente socialmente activo –en
este infante la sociabilidad es primaria– queresponde a las miradas y a
las voces de los otros. De allí que el otro vaya cobrando un nuevo lugar
en la teorización sobre el desarrollo del psiquismo.
La segunda fuente señalada por Benjamin es la experiencia clínica
misma. Aron (1996a) resalta también la experiencia del consultorio
como el lugar predominante en el vuelco hacia una perspectiva inter-
subjetiva. Aquí, la focalización en el conflicto edípico, la neurosis y la re-
presión se desplaza a lo pre-edípico, a las experiencias de constitución de
un sentido de sí y a las patologías del narcisismo y del vacío, en donde la
otra persona, madre o cuidador, y su respuesta tienen un lugar central.
Sin embargo, la causa fuerte del interés por la cuestión intersubjetiva
(que engloba al menos una de las fuentes anteriormente presentadas) re-
sulta de un cambio en la concepción del sujeto en el psicoanálisis. La no-
ción de un sujeto dialógico comienza a reemplazar la idea de sujeto mo-
nológico. Este desplazamiento se da al menos en cuatro frentes dentro
del psicoanálisis. El primero parte de la consideración de espacios inter-
nos y externos hacia un énfasis en los espacios “entre”. El segundo prio-
riza la relación sujeto-sujeto por sobre la relación sujeto-objeto. El terce-
ro enfatiza la acción y las prácticas relacionales por sobre el insight. El
cuarto parte de perspectivas fundacionistas, realistas o positivistas hacia
perspectivas hermenéuticas y constructivistas (Muller, 2005).
De estos cuatro desplazamientos, todos relevantes al pensar la inter-
subjetividad, deseo presentar brevemente aquel que muestra el origen
de la problemática del encuentro con otra persona en tanto resulta ob-
jetivada vía representación. La concepción monológica del sujeto hace
hincapié justamente en la representación (Taylor, 1991). El mundo, y
consecuentemente el otro, es representado, objetivado, devenido objeto
de la conciencia.
Freud también hace de la representación un elemento central de su
desarrollo. El inconciente está poblado de representaciones reprimidas y
tiene como piedra angular a las pulsiones. Las pulsiones se sirven de las
representaciones preconcientes y concientes para encontrar formas de
gratificación. De allí es que el otro como objeto de conciencia propio de
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desarrollo y la experiencia del consultorio en el trato con los nuevos cua-
dros psicopatológicos, hasta lo que yo entiendo como un cambio en la
concepción del sujeto dentro del psicoanálisis.
Dunn (1995) presenta “dos contradicciones conceptuales” en Freud
como elementos contribuyentes al desarrollo de la intersubjetividad en
el psicoanálisis contemporáneo. La primera tiene que ver con los pro-
blemas en la conceptualización de la relación misma entre transferencia
y contratransferencia, siendo esta última problemática. Mientras que la
transferencia es una fuerza distorsionante e inamovible para el anali-
zante, la contratransferencia, entendida como la transferencia del ana-
lista, es un error técnico que da cuenta de falta de análisis del analista.
En el primer momento del psicoanálisis, la contratransferencia debe ser
discernida y dominada (Freud, 1910a).
De Freud en adelante tuvo lugar un creciente interés en la contra-
transferencia. Comienza a ser conceptualizada más ampliamente, inclu-
yendo todas las reacciones del analista al analizante, reconociendo
además su carácter inevitable y por eso incorporándola como una he-
rramienta en el trabajo analítico (Heimann, 1950). El movimiento si-
guiente, y donde teorizan hoy en día algunas escuelas, como la de las re-
laciones objetales, la interpersonalista y la relacional, es la inclusión de
la subjetividad del analista como algo que no se agota en sus reacciones
frente a su analizante (Dunn, 1995). Se indaga entonces el impacto que
posee la subjetividad del analista en la experiencia del analizante (Aron,
1991; Hoffman, 1983).
El otro antecedente a los desarrollos intersubjetivos que señala Dunn
lo encontramos en la conceptualización freudiana del Yo. Para Freud, el
Yo es dos cosas: por momentos, un conjunto de funciones mentales, y por
otros, un conjunto de representaciones. En el primer caso hablamos de
funciones como la percepción, la prueba de la realidad, el pensamiento,
el juicio. En este caso, “la importancia funcional del yo se expresa en el
hecho de que normalmente le es asignado el gobierno sobre los accesos
a la motilidad” (Freud, 1923, pág. 27). En el segundo caso, el yo es un
conjunto de representaciones3 (Freud, 1910b), una construcción produ-
cida por las identificaciones (Freud, 1923). Sobre esta última noción del
yo se elaboran los desarrollos intersubjetivos, en el hecho de que el Yo o
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3. “[…] la perturbación psicógena de la visión consiste en que ciertas representacio-
nes anudadas a esta última permanecen divorciadas de la conciencia, el abordaje psico-
analítico supondrá que estas representaciones han entrado en oposición con otras, más
intensas –para las cuales empleamos el concepto colectivo de ‘yo’, compuesto de manera
diversa en cada caso–, y por eso cayeron en la represión” (Freud, 1910b, pág. 211).
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para que exista una realidad humana, una sociedad, tiene que haber una
multiplicidad de deseos dirigidos entre sus integrantes. ¿Qué se identi-
fica como lo más básico o lo primero? Sólo un sentimiento de sí que se
comparte con el animal. Lo propio del hombre es la conciencia de sí, de
su realidad humana y de su dignidad (Kojeve, 1969). Pero la pregunta
por el hombre pasa por la producción de esta conciencia de sí.
El deseo está involucrado en la producción de esta conciencia de sí.
Pero no cualquier deseo, sino aquel dirigido a los objetos no naturales
más allá de la realidad dada. El único objeto al que el deseo puede diri-
girse más allá de la realidad dada es al deseo mismo, por su condición de
vacío o falta. El problema con los objetos naturales es que el deseo en
tanto dirigido a estos objetos intensifica este sentimiento de sí, pero no
resulta en la conciencia de sí. Para el desarrollo de esta conciencia, diri-
jo mi deseo a otro deseo, al deseo del otro, que no es un objeto dado jus-
tamente por esa condición de falta o vacío. El deseo es humano en la me-
dida en que uno desee poseer o asimilar el deseo del otro, es decir, ser de-
seado, ser amado, ser reconocido (Kojeve, 1969). Es en el poner la vida
en riesgo, en el estar dispuesto a morir por tales deseos, por una bande-
ra, por una medalla, por el reconocimiento, donde se hace ver la huma-
nidad del hombre. Hegel, en boca de Kojeve, viene a decir que el Deseo
que genera conciencia de sí es finalmente una función del deseo por el
reconocimiento del otro.
George Mead (1934), filósofo pragmatista y psicólogo social, es otro
buen ejemplo de una concepción generativa de la intersubjetividad. La
distinción entre “organismo” y “sí-mismo” o “persona” implica el desa-
rrollo de alguna capacidad que dé paso del primero a lo segundo. Esta
capacidad es la “conciencia de sí”. Para ello postula un “Otro
Generalizado”, aquella internalización que es central en su teoría sobre
la constitución de la persona.
Para Mead, la persona no está dada de entrada. El organismo, al igual
que la persona, tiene una conciencia que la define como un “mero estar
ahí” (a mere thereness). Pero lo que distingue a la persona es la con-
ciencia de sí: hay persona cuando hay conciencia de sí. Ésta es la que po-
sibilita a la persona tomarse como objeto para sí misma. Es decir, refle-
xiona, se vuelve sobre sí, siendo ahora el sujeto mismo el objeto de pen-
samiento, de percepción. El desarrollo de esta conciencia de sí requiere
lo que Mead llama el “Otro Generalizado”. Éste no es otra cosa que la
internalización del conjunto de actitudes de los demás hacia el sí-mismo
que ahora media en la relación del sujeto consigo mismo. Al momento de
reflexión, de concebirse como objeto, lo hace por medio del Otro
Generalizado, tomando hacia sí la actitud que han tenidolos demás
hacia su sí-mismo. Es entonces la interacción con el otro lo que posibili-
ta la constitución de la persona, mediante la conformación de un “Otro
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la concepción monológica deviene objeto de la pulsión cuando esta se
sirve de las representaciones no reprimidas en la búsqueda de descarga.
En la concepción dialógica, el otro no es objeto de la conciencia sino
otra conciencia (Taylor, 1991). En la relación con otra conciencia, lo que
puede tener lugar entre ellas es un “enganche” y el desarrollo de una
“ritmicidad” compartida (i.e. los diálogos apasionados). Estas experien-
cias, que no son foco de conceptualización y consideración en las con-
cepciones monológicas, se consideran vitales en una concepción dialógi-
ca del sujeto. Lo dialógico sostiene que hay experiencias, producidas en
el encuentro con otras personas que son esenciales para el sujeto y de las
cuales no se puede dar cuenta desde un modelo representacional. En ge-
neral se cristaliza en el psicoanálisis en la preocupación por la intersub-
jetividad.
Este desplazamiento conforma, a mi entender, la razón central a la
hora de pensar las fuentes del interés por la intersubjetividad: un cam-
bio en la concepción del sujeto con la consecuente modificación del lugar
del otro en la constitución del psiquismo y la subjetividad.
La intersubjetividad en su uso generativo-constitutivo
La intersubjetividad en un sentido generativo o constitutivo sostiene
que la subjetividad es posible a partir del encuentro con otras personas.
El producto de esa interacción –reconocimiento, internalización, identi-
ficación, adquisición de estructuras psíquicas/mentales, etc.– da lugar a
la conciencia de sí (Hegel o Mead) y por lo tanto al sujeto, a los procesos
mentales superiores (Vygotsky), o a la formación misma de estructuras
psíquicas (Freud). En este sentido, la totalidad del propio cuerpo psico-
analítico es una teoría intersubjetiva ya que, partiendo de Freud, el en-
cuentro con los otros es central en la constitución del psiquismo.4
Desde la filosofía encontramos el ejemplo clásico de las formas gene-
rativas o constitutivas de la intersubjetividad en Hegel. A partir de la
lucha por el reconocimiento se produce la realidad humana, la concien-
cia de sí y, por lo tanto, el hombre. El planteo hegeliano sostiene que,
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4. También es posible leer a Freud asumiendo primero un desarrollo individual con
un posterior vuelco hacia el mundo exterior. En el desarrollo de la libido, del autoerotis-
mo se pasa al narcisismo y, en un tercer momento, el psiquismo se vuelca hacia los ob-
jetos del mundo exterior. Este es un punto central ya que en el debate sobre la inter-
subjetividad se indaga sobre la subjetividad. En este respecto, existen dos posiciones:
aquella que sostiene que se puede hablar de subjetividad antes del encuentro con el otro
y aquella que niega la subjetividad antes del encuentro con el otro. En la filosofía, el
tema pasa por el valor de lo pre-reflexivo y lo pre-proposicional (Frie y Reis, 2001).
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va. Freud (1923) supone un grado de diferenciación dentro del Yo, que
llamará Superyó. Esta instancia resulta de una alteración del Yo como
consecuencia de un proceso psicológico que conocemos como “identifica-
ción”, mediante el cual asimilamos un aspecto, propiedad o atributo de
otro (Laplanche y Pontalis, 1981). En la identificación “se aspira a con-
figurar al yo propio a semejanza del otro, tomado como ‘modelo’”
(Freud, 1921, pág. 100).
Incluso el origen mismo de este Yo propio que se moldea por medio de
identificaciones no es sin el otro. Este Yo mismo es creado por identifi-
caciones, pero se trata de una identificación más primaria, inmediata
que no resulta de una investidura de objeto. Esta es justamente la iden-
tificación primaria5 (Freud, 1923). Cuando ya hay un Yo más constitui-
do que se moldea por identificaciones resultantes de investir al otro (los
objetos), hablamos de identificación secundaria en la conformación del
Yo-Superyó. Un poco más tarde Freud nos explica que el Superyó, agen-
cia representante de los vínculos parentales, es consecuencia directa del
complejo de Edipo (Freud, 1923).
El complejo de Edipo en términos simples nace en el momento en que
dos modalidades de vínculo que el niño establece con sus progenitores
entran en conflicto. La relación con la madre parte de una elección de
objeto anaclítica, mientras que el vínculo con el padre surge de una iden-
tificación. Cuando se incrementan los deseos sexuales hacia la madre y
a su vez se esclarece la percepción de que el padre es un obstáculo para
los mismos, nace el complejo de Edipo. El desenlace más normal según
Freud es la resignación del objeto madre, posibilitada por un refuerzo en
la identificación con el padre, proceso que también depende de las dis-
posiciones sexuales.
El Yo puede resignar este objeto madre cuando el obstáculo ya no es
tanto exterior como interior. La función represiva del padre en lo con-
cerniente a los deseos del niño hacia la madre comienza a ocurrir inter-
namente, “en cierta medida toma prestada del padre la fuerza para lo-
grarlo” (Freud, 1923, pág. 36). Si bien en Mead la internalización de la
actitud de los demás hacia uno da lugar al “Otro Generalizado”, en
Freud es la internalización de la imagen del otro, su fuerza y demás atri-
butos lo que posibilita la conformación del Superyó.
Al presentar su desarrollo del Yo y del Superyó, Freud se confronta
con uno de los puntos centrales en la problemática de la intersubjetivi-
FELIPE MULLER336
Generalizado”, una estructura que surge como producto de esa interac-
ción.
En Freud, sin necesariamente enfatizar la noción de “conciencia de
sí” o “persona”, hablamos del lugar del otro en la constitución del psi-
quismo. La idea es la misma: es a partir de la interacción con otro, otra
persona, otro sujeto, que el psiquismo y la subjetividad comienzan a
constituirse. Quiero esbozar tres lugares en el desarrollo freudiano
donde el otro funciona como constituyente: el deseo, la génesis del Yo-
Superyó y el orden social. En los dos primeros, el otro participa en la
conformación del psiquismo. En el tercer caso, resaltando la contrapar-
te externa a la conformación del superyó, el otro incorporado contribuye
a la constitución del orden social.
En el Proyecto, Freud (1895) hace un desarrollo del aparato y nos
dice que en los inicios de la historia éste es simple, siendo su modelo el
del arco reflejo. Como se trata de un sistema que tiende a mantenerse
libre de estímulos, los estímulos externos son descargados rápidamente
por vías motrices. Lo que brinda al aparato su complejidad y da lugar a
la constitución del psiquismo es lo que Freud llama el “apremio de la
vida”. Esto no es más que el aumento de excitación en el aparato por los
estímulos endógenos. Este “apremio de la vida” tiene que ver entonces
con las excitaciones provenientes del interior del cuerpo. El problema
con estas excitaciones internas es que no podemos librarnos de ellas de
la misma manera en que es posible librarse de las excitaciones externas,
es decir, por la huída. Actúan continuamente y sólo se produce un cam-
bio momentáneo cuando tiene lugar la “vivencia de satisfacción” que
cancela el o los estímulos internos operantes. En el caso del niño se pro-
duce con la ayuda del cuidador, identificada por Freud como la “acción
especifica” (Freud, 1894). Es con frecuencia esta participación de un
otro en la primera vivencia de satisfacción lo que se considera central en
la constitución del deseo.
En la descripción de la “vivencia de satisfacción”, Freud desarrolla
más en detalle la estructura del deseo (Freud, 1900). Central a la viven-
cia de satisfacción es la imagen mnémica de cierta percepción que queda
asociada a la huella que dejó en la memoria la excitación producida por
la necesidad. Frente a un aumento de tensión de origen interno en el
aparato, se produce un movimiento tendiente a investirla imagen mné-
mica de aquella percepción. Este proceso da lugar a la percepción misma
y allí hablamos de “cumplimiento de deseo” –lo que el aparato intenta
reestablecer es la situación de satisfacción primaria. Parte de la imagen
mnémica esta conformada por el otro y su participación en la acción es-
pecífica. Por lo tanto, aquí el deseo no es sin el otro.
Pero tampoco el Yo es sin el otro. Y éste es el segundo lugar que quie-
ro señalar como propio de una intersubjetividad emergente o constituti-
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5. Laplanche y Pontalis (1981) definen la identificación primaria como el “modo pri-
mitivo de constitución del sujeto sobre el modelo del otro, que no es secundario a una re-
lación previamente establecida en la cual el objeto se presenta desde el principio inde-
pendiente” (pág. 189).
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teoría intersubjetiva, una visión intersubjetiva, o de lo intersubjetivo. En
general la intersubjetividad designa una categoría compuesta por un
conjunto de teorías que dan cuenta de experiencias con los otros y que
no pueden explicarse a partir de la noción de pulsión. A veces se la con-
sidera un sinónimo de “interpersonal”, “relacional”, “interaccional”,
“diádico” o “dialógico”.6 En general, la intersubjetividad es contrapues-
ta con otra categoría, denominada “intrapsíquica”, “monádica”, “tradi-
cional” o “clásica”, conformada por un conjunto de teorías cuyo centro
proposicional es la pulsión y el conflicto intrapsíquico. De esta manera,
el debate contemporáneo se formula en términos de “Intrapsíquico” o
“Clásico” vs. “Intersubjetivo”. Ésta es la nueva forma que toman los in-
tentos previos de ordenamiento del campo de producción psicoanalítica,
cuyas categorías eran el ya conocido par “One person psychology” /
“Two person psychology” de Balint, o el más contemporáneo “Modelo de
estructuración pulsional” / “Modelo de estructuración relacional”
(Greenberg y Mitchell, 1983).
Para Dunn (1995), una perspectiva “clásica” es aquella basada en
una orientación científica positivista. En ella, el analista es capaz de si-
tuarse en una posición determinada frente a la vida psíquica del anali-
zante en la búsqueda de objetividad. En este proceso se pueden identifi-
car los componentes de la vida psíquica del analizante y verlos operar
“dentro” de ella o él, sin influencia del clínico. Esto quiere decir que el
analista puede ser, a la manera de un científico, un observador externo
e imparcial. En las descripciones de lo observado se enfatizan los modos
en que la pulsión es tramitada. Además, según Dunn, la perspectiva clá-
sica es más mecanicista en sus explicaciones y utiliza metáforas mate-
riales.
Por otro lado, en la perspectiva “intersubjetiva”, el conocimiento del
analizante es considerado en contexto con una interacción clínica parti-
cular. El proceso terapéutico mismo deriva de un cruce de las reacciones
clínicas de analizante y analista. En él, lo psíquico no puede ser enten-
dido fuera de la matriz social, siempre en desarrollo y de la cual el ana-
lista forma parte. Por eso se sostiene que los datos se co-construyen
entre analista y analizante. Así como la perspectiva clásica hace hinca-
pié en la pulsión como factor motivacional central, en la perspectiva in-
tersubjetiva se enfatiza establecer una conexión y comunicación con los
otros.
FELIPE MULLER338
dad: de qué se trata aquello que está antes del encuentro con un otro y
de qué manera se constituye un Yo a partir de aquello. En Hegel, este
“aquello” es esa criatura incipiente que se constituye en hombre al par-
ticipar en la lucha por el reconocimiento. En Mead tenemos un organis-
mo que se constituye como persona a partir de participar en el orden so-
cial y poder internalizar el Otro Generalizado que posibilita la concien-
cia de sí. En Freud se constituye un Yo de Ello que lo antecede por medio
de la identificación.
El problema es que la identificación ya presupone la existencia de
algo con capacidad de identificarse. Ese algo con capacidad de identifi-
carse es el problema, ya que no puede ser simplemente Ello que esta ahí.
En líneas generales, ese algo con capacidad de identificarse es un Yo in-
cipiente, un Yo endeble que se produce a partir del contacto con la rea-
lidad de aquEllo que esta ahí. Ello, por sí solo, no se puede identificar.
El Yo incipiente es la parte de Ello modificada por la percepción. Algo
más se tiene que producir, y eso que se produce es entonces una identi-
ficación primera. Así es como Freud hace el salto del pasaje de un mundo
sin Yo a un mundo con Yo. El moldeado del Yo y la constitución del
Superyó como consecuencia del retiro de catexias es producto de una
identificación secundaria.
El tercer lugar en la obra freudiana donde se ilustra una intersubje-
tividad generativa o constitutiva es en el desarrollo de algún grado de or-
ganización social, como se plantea en Tótem y tabú (Freud, 1913). La
complejidad adicional en esta instancia surge tras la incorporación del
padre asesinado. Freud se pregunta por el pasaje que debe de haber te-
nido lugar desde la horda primitiva a la tribu con el grado de organiza-
ción de un sistema totémico.
Freud plantea que en algún momento, ante el padre de la horda pri-
mitiva, caracterizado por su violencia y celosía y por el acaparamiento
de las hembras para sí, los hermanos expulsados ya crecidos se alían,
matan a su progenitor y lo devoran. En el acto de la devoración, se iden-
tifican con él y se apropian de su fuerza. Éste es el origen de muchas
cosas, dice Freud: de las organizaciones sociales, de las limitaciones éti-
cas y de la religión.
La intersubjetividad en su uso categorial
En la dimensión categorial, la palabra “intersubjetividad” se desplaza
desde el lugar privilegiado de sustantivo para dar cuenta mayormente
de la cualidad de una teoría. Aquí, la palabra adjetiva los sustantivos
“metateoría”, “teoría”, “perspectiva”, “visión”, “campo” y “modelo”,
entre otros. Se habla entonces de una perspectiva intersubjetiva, una
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6. Por ejemplo, para Spezzano (1996), “dialógico”, “intersubjetivo” y “constructivis-
ta” son distintos términos utilizados para hacer referencia a una psicología de dos per-
sonas. Pero hay que considerar las diferencias. “Relacional” parece abarcar más que lo
interpersonal, y además “intersubjetividad” e “interpersonal” no son lo mismo (Aron,
1996a).
EL CONCEPTO DE INTERSUBJETIDAD EN PSICOANÁLISIS 341
desarrollo de ciertas capacidades relacionales. En estos casos la palabra
deja el lugar del sustantivo, adoptando su forma adverbial. Desde este
lugar, da cuenta de un vínculo fuerte con el otro, en donde lo que se seña-
la como aspecto central es la experiencia de relación con un agente capaz
de estados intencionales. En estos casos podemos decir que nos relacio-
namos “intersubjetivamente” con el otro.
En la filosofía ya encontramos distinciones en la manera de relacio-
narnos. Por ejemplo, Buber (1994) diferencia dos formas de relación,
que se corresponden con dos formas de la experiencia de sí, y dependen
solamente de la manera en que usamos lo que él llamó las “palabras fun-
damentales”, ordenadas en pares de vocablos. Éstas son el Yo-Tú y el Yo-
Ello. Cuando nos referimos al otro como Tú, tenemos una experiencia
distinta del otro que en aquellos casos en los que decimos Ello, él o ella.
El Yo que se produce al enunciar Tú es distinto al Yo producido al enun-
ciar Ello. Al decir Ello, él, ella, aquél o aquélla, lo que hacemos es obje-
tivar al otro para experienciarlo y utilizarlo. Este otro resultante se
constituye por partes, mediatizado por la conciencia y localizado en el
espacio. Cuando decimos Tú, iniciamos una relación mutua. En ella el
otro se presenta como un todo, la relación es inmediata y el espacio se
comparte con el otro. En este caso, el otro no es un objeto de nuestra ex-
periencia sino un sujeto que se comunica con nosotros (Crossley, 1996).
También encontramos este tipode distinción en la psicología del de-
sarrollo. Ésta propone que a partir de cierto momento, el infante es
capaz de una modalidad de relación distinta a la que viene manifestan-
do con sus cuidadores. En esta instancia, el infante ya no se relaciona so-
lamente con otra entidad diferenciada, sino con otro agente poseedor de
estados intencionales. Es a partir de este momento que se habla de “in-
tersubjetividad” (Traverthan, citado en Stern, 1989). El término “inter-
subjetividad” se vuelve, como señalé, una modalidad adverbial: el infan-
te desarrolla una capacidad mediante la cual se puede relacionar inter-
subjetivamente, a condición de que la intencionalidad del otro sea un ele-
mento en la experiencia misma de relación.
Stephen Mitchell es quizás uno de los autores del psicoanálisis con-
temporáneo más leído en cierta parte del mundo anglosajón. En su últi-
mo trabajo plantea un modelo relacional integrativo, cuya fase más de-
sarrollada denomina “intersubjetividad” (Mitchell, 2000). Propone cua-
tro dimensiones interaccionales, esto es, cuatro modos básicos en los que
opera la relacionalidad7 que progresivamente incrementan su grado de
organización. El modo 1, y más básico, se interesa por aquello que la
FELIPE MULLER340
Benjamin (1988) diferencia la perspectiva “intrapsíquica” de la “in-
tersubjetiva”. La primera ve al self como una unidad discreta con una
estructura interna compleja, cuya área crucial es el inconsciente, sus
fantasías y su dinámica. Se trata de una perspectiva que enfatiza al otro
en tanto objeto. La segunda, en cambio, mantiene que el self se desa-
rrolla por medio de la relación con los otros. Este otro es un sujeto en sí
mismo, otro “sí-mismo”. La concepción del psiquismo de la relación del
sujeto con su objeto se desplaza a la relación del sujeto con otros sujetos.
Se focaliza en lo que sucede en el campo con el otro, y en las capacidades
que emergen de esa interacción. El área crucial es la representación del
sí mismo y del otro como distintos pero relacionados.
Al tratar la cuestión de la intersubjetividad, Yamín (1999) resalta este
sentido categorial del término. Organiza el campo psicoanalítico en tér-
minos de “modelos clásicos” y “modelos intersubjetivos”. El primero en-
fatiza el conflicto intrapsíquico, lo repetitivo, la represión y la regresión,
y se funda en una psicología más monopersonal. Lo centrífugo en este
modelo se asocia a lo repetitivo, ya que el analizante impone en la si-
tuación analítica los patrones de relación de adentro hacia fuera y no
otorga tanto peso a la influencia del objeto externo. La palabra “descu-
brimiento” queda asociada a estos modelos. El segundo modelo prioriza
el factor actual por sobre el repetitivo, privilegiando la influencia del ob-
jeto externo y la determinación que éste pueda llegar a tener sobre la re-
lación de objeto del analizante. En este caso, el movimiento se realiza de
afuera hacia adentro, destacando la vía centrípeta por sobre la centrífu-
ga. En vez de utilizar la palabra “descubrimiento”, los analistas del mo-
delo intersubjetivo hablan de “creación”. La neutralidad, la regla de abs-
tinencia y la noción de frustración como factor de maduración quedan
lógicamente eliminadas en estos abordajes.
En cuanto al uso del concepto en su forma categorial, encontramos
dos posturas. Por un lado aquellos que defienden una de estas categorías
en detrimento de la categoría opositora, ya sea descalificándola o argu-
mentando sobre su falta de innovación. El debate que se origina ha dado
lugar a lo que se llama “psicoanálisis comparativo”. Por otro lado, están
quienes toman una posición conciliadora e integradora, mostrando la
importancia y la riqueza de considerar ambas perspectivas como com-
plementarias en el trabajo clínico.
La intersubjetividad en su uso descriptivo-relacional
Según sus capacidades, un sujeto tiene distintas maneras de relacionar-
se con las otras personas. La palabra “intersubjetividad” puede ser uti-
lizada para dar cuenta de un modo de relación particular, vinculado al
REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 2, 2009, págs. 329-352
7. Relationality es uno de los términos que hacen al título del trabajo de Mitchell
(2000).
EL CONCEPTO DE INTERSUBJETIDAD EN PSICOANÁLISIS 343
aunque la madre ha sido diversamente caracterizada de acuerdo a dis-
tintas teorías, nunca fue un sujeto en sí mismo. Ha sido, en palabras de
Benjamin, el objeto de apego, el objeto de deseo, el objeto especular, el
otro significativo, una frustradora óptima, etc. Benjamin (1988) enfati-
za el carácter de sujeto de la madre en la experiencia con el niño, lo cual
tiene un impacto en la constitución del psiquismo del bebé: “… la madre
real no es simplemente un objeto de las necesidades y las demandas del
niño; ella es, de hecho, otro sujeto cuyo centro independiente debe estar
por fuera del niño si ella va a garantizarle el reconocimiento que él
busca” (pág. 24).
Lo que Benjamin va a resaltar es la necesidad de teorizar sobre el de-
sarrollo de la capacidad para una relación mutua entre dos sujetos: la ca-
pacidad del reconocimiento mutuo –la necesidad de reconocer al otro y a
la vez ser reconocido por éste. Una teoría que se centra en el estudio de
esta capacidad es una teoría de la intersubjetividad. Aron (1996a) por su
parte toma esta diferenciación y distingue las experiencias de regulación
mutua –la experiencia con el objeto– de aquellas de reconocimiento
mutuo –la experiencia con el sujeto–. En todos los casos, la palabra “in-
tersubjetividad” queda ligada a un modo particular de relación con el
otro.
La intersubjetividad en su uso específico
Por último, quiero presentar un cuarto uso del término que llamaré es-
pecífico. Éste consiste en muchos casos en la forma específica que toma
el uso denominado generativo o constitutivo. Es posible una articulación
más específica del uso generativo del concepto tomando como eje a las
distintas dimensiones del encuentro con el otro que suelen enfatizar los
distintas propuestas intersubjetivas. Por ejemplo, en algunos trabajos se
resalta, como vimos, la centralidad de la experiencia de reconocimiento.
En otros, lo que ocupa un lugar preponderante es la experiencia del en-
cuentro con la alteridad o la ajenidad. De la misma manera, algunos en-
fatizan la centralidad del lenguaje. La gran cantidad de escritos sobre
enactment (puesta en acto) explícitamente ligados a una perspectiva in-
tersubjetiva obliga a considerar la acción (considerando la raíz “acto”
del concepto de enactment) como otra dimensión central que contribuye
a una articulación más específica del concepto. A su vez, se habla del es-
pacio intersubjetivo como espacio “entre” sujetos, lo cual lleva a recono-
cer al término prepositivo “entre” como una dimensión en sí en el en-
cuentro con un otro. Finalmente, proliferan estudios sobre el problema
de la terceridad, lo cual implica considerar al tercero como otra de las di-
mensiones de la intersubjetividad.
FELIPE MULLER342
gente hace con otro (se toman aportes como los de Bowlby y Sullivan) y
por la manera en que el campo relacional se organiza en torno a la in-
fluencia recíproca y a la regulación mutua. Este modo se centra en lo no-
reflexivo y en el comportamiento presimbólico. El modo 2 se identifica
con la permeabilidad del afecto en la experiencia relacional (se retoma
la teorización transferencia-contratransferencia de autores como
Ogden, Bollas, Mitchell, Hoffman y Davies). El modo 3 refiere a la orga-
nización de la experiencia vincular en términos de configuraciones self-
otro (el aporte es de autores como Fairbairn). En estos tres primeros
modos, el otro no es organizado ni experienciado como un sujeto inde-
pendiente en sí mismo. Recién en el modo 3, el otro es simbolizado pero
ocupa principalmente lugares funcionales, ya sea como objeto reflejante,
contenedor, excitante, satisfactorio. Finalmente, el modo 4 es el más so-
fisticado. La organización de la experiencia con un otro es en tanto otro,
en tanto sujeto en sí mismo. Este modo es el “intersubjetivo”y hace re-
ferencia al reconocimiento mutuo de agentes reflexivos (el aporte se
toma de trabajos como los de Chodrow y Benjamin).
Pero quizás sea en Winnicott (1989) donde encontramos una tempra-
na distinción en términos de jerarquía de los procesos relacionales.
Winnicott diferencia la relación de objeto del uso de objeto. En la relación
de objeto, el sujeto es afectado por el objeto en la medida en que lo ca-
tectiza. De esa manera, el objeto deviene significativo a través de los me-
canismos de proyección y de identificación. Algo del sujeto se ve dismi-
nuido al punto que encuentra algo de sí en el objeto, aunque enriqueci-
do por el sentimiento. En la relación de objeto, paradójicamente, el su-
jeto queda aislado. El uso de objeto presupone la relación de objeto y su
novedad radica en que se hacen presentes la naturaleza y el comporta-
miento del objeto. Para que uno pueda usar el objeto (y aquí “usar” no
se relaciona con el sentido de “explotación”), éste no debe ser un con-
junto de proyecciones, ya que de esa manera estaría dentro del área de
control omnipotente de uno, sino que debe ser real, debe ser parte de
una realidad compartida. El desarrollo de la capacidad para el uso del
objeto depende de la respuesta del objeto a la destructividad del niño.
Así, Winnicott pone el peso en el factor ambiental en dos sentidos: por
un lado, “en el examen del uso no hay escapatoria: el analista tiene que
considerar la naturaleza del objeto, no como una proyección, sino como
una cosa en sí misma” (pág. 221); por otro lado, la capacidad para la re-
lación de objeto depende de la capacidad del objeto de sobrevivir a la des-
tructividad del niño. Winnicott otorga a la agresión un nuevo papel en
la constitución del principio de realidad.
Si bien Winnicott no usa la palabra “intersubjetividad”, es Benjamin
(1988; 1990; 1995) quien toma esta distinción winnicottiana para su
propuesta intersubjetiva. Tanto en la psicología como en el psicoanálisis,
REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 2, 2009, págs. 329-352
EL CONCEPTO DE INTERSUBJETIDAD EN PSICOANÁLISIS 345
La intersubjetividad en su dimensión de espacio “entre” sujetos, o el
espacio intersubjetivo o intermundano, hace hincapié en aquellos ele-
mentos que conforman el campo común del que participan los sujetos.
El psicoanálisis parte de un sistema bipolar, constituido por el mundo y
el sujeto libidinal (Lacan, 1981). Del “espacio potencial” winnicottiano
(Winnicott, 1972) en adelante, el espacio “entre”, el terreno común
entre sujetos, es cada vez más teorizado. Stolorow y Atwood (1996), en
los Estados Unidos, definen su teoría de la intersubjetividad como una
teoría del campo orientada a entender los fenómenos psicológicos a par-
tir del contexto intersubjetivo en el cual van tomando forma. Esto im-
plica atender el sistema o campo generado por el interjuego mutuo entre
las subjetividades (analizante y analista, o bien bebe/niño y cuidador).
La teoría del campo de los Baranger (2004) es otro buen ejemplo. Ellos
resaltan una fantasía inconsciente básica que surge a partir de la es-
tructura relacional establecida entre analista y analizante y que a su
vez, dialécticamente, contribuye en cada momento a estructurarla. Al
pensar implícitamente el “entre”, los Baranger enfatizan esta fantasía
inconsciente común que parece comenzar a regir la interacción.
También se puede considerar el fantasma como ocupante de ese espacio.
El concepto de trama interfantasmática parece indicar que el “entre” se
constituye por un fantasma común (Spivacow, 2001). Aunque Winnicott
lo llame “el lugar en que vivimos” (Winnicott, 1972) y en ese contexto se
pregunte “qué es la vida misma” (pág. 133), todavía no hay una clara ar-
ticulación de la vitalidad e importancia de este espacio y de sus distintos
elementos constitutivos. Entonces, 1) ¿qué se genera o produce a partir
de la consideración de estos espacios?; 2) ¿de qué manera se genera o
produce?; y 3) ¿cuáles son las formas que toma en los desarrollos que
consideran esta dimensión?
La alteridad es quizás uno de los temas más problemáticos al mo-
mento de pensar el encuentro con el otro, ya que tiene que ver con un
aspecto radical, y justamente el otro en tanto otro. El psicoanálisis se
preocupó por lo que se repite en distintos contextos, a expensas de lo
nuevo. Lo nuevo de la experiencia con el otro es aquello de lo cual una
intersubjetividad de la alteridad debe dar cuenta. La alteridad o la aje-
nidad es un problema poco teorizado en el psicoanálisis. Una notable ex-
cepción son los trabajos de Isidoro Berenstein (2004) y Janine Puget
(2003). Al lidiar con la ajenidad del otro, conceptos como el de “transfe-
rencia” e “identificación” resultan inadecuados ya que tienen que ver
con lo “mismo”, lo “semejante”, lo “conocido”. No es posible la conside-
ración de la alteridad, de lo otro del otro. La “imposición”, la “presen-
cia”, la “interferencia” son términos que van conformando una nueva
metapsicología psicoanalítica que permita teorizar sobre lo ajeno del
otro (Berenstein, 2004). Las preguntas posibles a plantearse son: 1) ¿qué
FELIPE MULLER344
Un planteo dimensional recorta ciertos aspectos de un mismo fenó-
meno, en donde se reflejan a su vez la totalidad de las dimensiones. Al
enfatizar una de ellas, se obtiene una mejor comprensión de un aspecto
o característica particular del encuentro con el otro. Crossley (1996) di-
mensiona la intersubjetividad en una fase “egológica” y otra “radical”.
Cohelo Junior y Figueiredo (2003) dimensionan la otredad consideran-
do cuatro matrices que resultan en cuatro formas de intersubjetividad:
intersubjetividad trans-subjetiva, intersubjetividad traumática, inter-
subjetividad interspersonal e intersubjetividad intrapsíquica. Mi pro-
puesta se centra en el reconocimiento, el espacio “entre”, la alteridad, la
acción, el tercero y el lenguaje como dimensiones posibles del encuentro
entre sujetos.
Estas seis dimensiones están presentes en el encuentro con otro, y
cada una de ellas, al mismo tiempo que conforma un uso específico del
concepto de intersubjetividad, puede ser tomada como eje para un orde-
namiento y un estudio más acotado de la cuestión intersubjetiva en el
psicoanálisis. Aquí entonces el trabajo es doble. Por una lado articular
este uso y, por otro, a partir de esta articulación, formular las bases para
un estudio futuro de la cuestión intersubjetiva. Quizás las preguntas
que corresponde formular al abordar un estudio de la intersubjetividad
son: 1) ¿qué es lo que cada una de las dimensiones produce, genera o
contribuye a generar en términos psíquicos y subjetivos en las distintas
propuestas teóricas?; 2) ¿de qué manera lo hace?; 3) ¿cuál es la forma
que toma esa dimensión en los desarrollos que la enfatizan?
En lo que sigue me propongo señalar estas dimensiones, con la men-
ción de distintos trabajos solamente a modo ilustrativo de propuestas
que han elaborado, a veces de manera directa y explicita, otras no, en
cada una de estas dimensiones.
La intersubjetividad en su dimensión del reconocimiento se preocupa
por las respuestas de los otros hacia uno, pero a su vez trata el propio re-
conocimiento de los otros como otros sujetos. Aquí estamos en el terreno
del reconocimiento mutuo, y el trabajo de Benjamin es probablemente uno
de los intentos más serios de teorización sobre las problemáticas de este re-
conocimiento. Pero hay otras formas de reconocimiento: reconocimiento
mutuo y reconocimiento de sí parecen distintas partes en el camino del re-
conocimiento (Ricoeur, 2005). El reconocimiento profundo también se iden-
tifica como otra de sus formas (Eisold, 1999). Si bien el uso específico del
término intersubjetividad queda asociado en algunos desarrollos al reco-
nocimiento, las distintas formas del mismo pueden proponerse como un
principio organizador de un estudio del reconocimiento en el psicoanálisis.
Las preguntas a plantearse son, entonces: 1) ¿qué se produce o genera a
partir del reconocimiento?, 2) ¿de qué manera lo hace?, y 3) ¿cuáles son las
formas del reconocimientomás enfatizadas en las distintas teorías?
REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 2, 2009, págs. 329-352
EL CONCEPTO DE INTERSUBJETIDAD EN PSICOANÁLISIS 347
ten en tensión (Ogden, 1994). Cada uno crea, niega y preserva al otro.
La intersubjetividad toma forma de tercero analítico, y la experiencia de
cada uno de los participantes del encuentro analítico se constituye en un
movimiento dialéctico entre subjetividad e intersubjetividad, es decir en
la relación con el tercero analítico. Ésta es una de las formas en que el
tercero se hace presente en los desarrollos intersubjetivos. El tercero
puede tomar también otras formas (de excluido, significante nombre del
padre, etc.). A su vez, según las distintas teorías, el lugar del tercero
puede ser ocupado por distintos elementos: el padre, el supervisor, la
teoría, la idea de bien, el espacio intersubjetivo mismo, etc. Para Britton
(2004), el tercero en tanto configurador de un “espacio triangular” se
vincula directamente con la producción o emergencia de la capacidad de
reflexión, de poder visualizarse a sí mismo según el punto de vista ajeno.
Las preguntas orientadas a profundizar y organizar este eje son: 1) ¿qué
genera el tercero, o la experiencia de terceridad en los distintos desa-
rrollos?, 2) ¿de qué manera lo hace?, y 3) ¿cuál es la forma que toma el
tercero en cada desarrollo teórico?
El auge del interés por la intersubjetividad en psicoanálisis llega con un
poco de retraso, de la mano de un desplazamiento en la concepción
misma del sujeto: una noción dialógica del sujeto comienza a hacerse
cada vez más presente y consecuentemente el otro empieza a tener un
lugar diferente en las producciones teóricas y técnicas. Es así como la
palabra “intersubjetividad” va tomando fuerza y es utilizada dentro del
campo psicoanalítico en diversos contextos de distintas maneras.
Cuando se llega al punto en el cual todo resulta ser “intersubjetivo”, el
término pierde vigor, por lo que un trabajo de articulación de algunos de
sus usos puede revitalizar el concepto.
Es así que intenté desarrollar cuatro usos de la palabra “intersubje-
tividad”. Primero, un uso generativo o constitutivo, donde a partir del
encuentro con los otros se produce algo. En el caso de Freud es la cons-
titución misma del deseo, del yo-superyó en el modelo estructural, y del
orden social. Segundo, un uso categorial del término. La palabra en este
caso adjetiva a los sustantivos “teoría”, “modelo”, “perspectiva”, “vi-
sión” y “abordaje”, entre otros. En este caso de refiere a un conjunto
proposicional dentro del psicoanálisis que mayormente dan cuenta de la
experiencia relacional dejando de lado la noción de pulsión. Tercero, un
uso descriptivo-relacional, que demuestra un modo de relación con otro
en tanto entidad separada poseedora de estados intencionales, y no so-
lamente en tanto entidad separada. Por último, un uso específico, en el
que la palabra “intersubjetividad” a veces se asocia a una u otra dimen-
sión del encuentro con otro: el reconocimiento, el espacio “entre” suje-
tos, la alteridad, la inter-acción, el tercero y el lenguaje.
FELIPE MULLER346
se genera o produce con la consideración de la alteridad?; 2) ¿cómo se ge-
nera o produce eso? y 3) ¿cuáles de las formas que puede tomar la alte-
ridad han sido consideradas hasta el momento?
En los reportes sobre técnica analítica, el enactment o “puesta en
acto” parece ser uno de los conceptos de mayor proliferación, que se aso-
cia de manera explícita a una perspectiva intersubjetiva. El enactment
sugiere una acción cuya fuerza y finalidad es influenciar a un otro implí-
cito en la interacción8 (McLauglin, 1991). Además implica un cambio
con respecto a la metapsicología freudiana y el modelo del arco reflejo
(Renik, 1993). Si bien esta suma de trabajos da cuenta de un cambio en
la técnica analítica misma, ya que posibilita ver el desplazamiento desde
una técnica basada en el insight hasta aquella en la que se articulan ac-
ciones y prácticas relacionales (Muller, 2005), es difícil encontrar estu-
dios unificadores y abarcativos sobre la acción en psicoanálisis
(Issaharoff, 1999). Las preguntas para un estudio de la intersubjetividad
que toma la acción como eje podrían ser: 1) ¿Qué se produce o genera a
partir de la acción y qué lugar tiene el otro en las propuestas?; 2) ¿de qué
manera se genera algo a partir de la acción?; 3) ¿cuáles son las formas
que el concepto de acción toma en los distintos desarrollos?
Es a partir de lo que se ha llamado el “giro lingüístico” que el len-
guaje pasa a tener un lugar central a la hora de pensar las cuestiones del
sujeto. Buber (1994) es un claro ejemplo de ello: el Yo de las palabras
fundamentales Yo-Tú es distinto de aquel Yo de las palabras fundamen-
tales Yo-Ello. Es decir, enunciar Tú o Ello es al mismo tiempo un acto de
constitución del Yo. En cada caso se constituye un Yo distinto por medio
del lenguaje. Lacan es, desde el psicoanálisis, el ejemplo paradigmático
de una intersubjetividad del lenguaje. Para él, “no solo el hombre nace
en el lenguaje, exactamente como nace en el mundo, sino que nace por
el lenguaje” (Lacan, 2007, pág. 42). La importancia del lenguaje se ha
hecho presente en el psicoanálisis de la mano del estructuralismo, la
hermenéutica y el constructivismo. Las preguntas organizadoras de este
eje serían: 1) ¿qué genera el lenguaje desde las distintas propuestas, ya
sean estructuralistas, hermenéuticas y constructivistas?; 2) ¿de qué ma-
nera lo hace?; 3) ¿cuál es el lugar de los otros en cada una de las pro-
puestas?
Ogden, uno de los psicoanalistas contemporáneos más creativos, es
reconocido por su propuesta del tercero analítico al pensar el interjuego
dialéctico entre subjetividad e intersubjetividad, conceptos que coexis-
REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 2, 2009, págs. 329-352
8. Esta definición es problemática en términos intersubjetivos ya que hace hincapié
en este otro implícito.
EL CONCEPTO DE INTERSUBJETIDAD EN PSICOANÁLISIS 349
DESCRIPTORES: INTERSUBJETIVIDAD / ALTERIDAD / SUJETO / OTRO / RELACIÓN / LENGUAJE
Summary
THE CONCEPT OF INTERSUBJECTIVITY IN PSYCHOANALYSIS
This article presents four different uses of the term “intersubjectivity”: the
emergent or constitutive use, the categorial use, the relational-descriptive use
and the specific use. The emergent or constitutive use emphasizes the produc-
tion, generation or constitution of something –i.e. psychic structures, subjecti-
vity- from the encounter with the other. In the categorial use, intersubjectivity
makes reference to a group of theories which have as a common denominator
the consideration of relational experiences as vital to the subject, and that can-
not be explained by the drive theory. The relational-descriptive use shows a
subject-subject relationship, which characterizes as a relationship with another
entity capable of intentional states. Finally, the specific use makes reference to
the different forms the emergent or constitutive use of the word “intersubjec-
tivity” take. This use of the term is grounded in any of the six dimensions in-
volved in the encounter with the other: recognition, the space “between”, alte-
rity, inter-action, language and thirdness. At the same time, the article propo-
ses a change in the conception of the subject in psychoanalysis as one of the
main sources of the growing interest on intersubjetivity.
KEYWORDS: INTERSUBJECTIVITY / OTHERNESS / SUBJECT / OTHER / RELATION / LANGUAGE
Resumo
O CONCEITO DA INTERSUBJETIVIDADE NA PSICANÁLISE
Este artigo apresenta quatro usos diferentes do termo “intersubjetividade”: uso
generativo-constitutivo, uso categorial, uso descritivo-relacional e uso específi-
co. O uso generativo ou constitutivo enfatiza a produção, geração ou consti-
tuição de alguma coisa –i.e. psiquismo, subjetividade- a partir do encontro com
outro sujeito. No uso categorial, a intersubjetividade se refere a um conjunto de
teorias cujo denominador comum é a consideração de experiências relacionais
como vitais ao sujeito, que não podem ser explicadasmediante um esquema pul-
sional. O uso descritivo-relacional ilustra uma forma de relação sujeito-sujeito,
que se caracteriza pelo vínculo do sujeito com uma entidade diferenciada e pos-
suidora de estados intencionais. Finalmente, o uso específico estabelece as for-
mas que foi tomando o uso generativo ou constitutivo do termo “intersubjetivi-
dade”. Este uso se assenta em alguma das seis dimensões que faz o encontro
com outro: o reconhecimento, o espaço “entre”, a alteridade, a interação, a lin-
guagem e a terceridade. Por outro lado, o artigo propõe uma mudança na con-
cepção do sujeito na psicanálise contemporânea como uma das fontes da
emergência do interesse pela intersubjetividade.
FELIPE MULLER348
El uso específico presenta algunas dificultades: al enfatizar la dimen-
sión del reconocimiento simultáneamente a las dimensiones de la alteri-
dad o ajenidad, provoca la tensión que producen la coexistencia de abor-
dajes diametralmente opuestos. Los términos con prefijo “re” resultan
problemáticos cuando lo que se quiere rescatar es lo “nuevo”, lo distin-
to, lo otro.9
Por otro lado, no he pretendido exhaustividad, sino tan solo señalar
estos usos del concepto de “intersubjetividad” que son los que mayor-
mente tienen lugar. Es por eso que al articular el uso específico se
podrían proponer, quizás, otros ejes y dimensiones. De la misma mane-
ra, estos usos del concepto se pueden articular considerando el trabajo
de otros autores.
Para concluir, quizás el aporte más importante de este trabajo sea la
articulación del último uso del concepto de “intersubjetividad”: el uso
específico. Es justamente debido a la ausencia de textos sistemáticos en
el estudio de las cuestiones intersubjetivas que las dimensiones articu-
ladas y propuestas, al igual que las preguntas vinculadas a estas dimen-
siones, pueden funcionar como ejes para un estudio metódico. En todos
los casos se apunta a saber las distintas maneras en que el otro se hace
presente y su participación en la producción de subjetividad.
Resumen
Este artículo presenta cuatro usos distintos del término “intersubjetividad”: el
uso generativo-constitutivo, el uso categorial, el uso descriptivo-relacional y el
uso específico. El uso generativo o constitutivo enfatiza la producción, genera-
ción o constitución de algo –i.e. psiquismo, subjetividad– a partir del encuentro
con otro sujeto. En el uso categorial, la intersubjetividad refiere a un conjunto
de teorías cuyo denominador común es la consideración de experiencias rela-
cionales como vitales al sujeto, que no pueden explicarse mediante un esquema
pulsional. El uso descriptivo-relacional ilustra una forma de relación sujeto-su-
jeto, que se caracteriza por el vínculo del sujeto con una entidad diferenciada y
poseedora de estados intencionales. Finalmente, el uso específico plantea las
formas que fue tomando el uso generativo o constitutivo del término “inter-
subjetividad”. Este uso se asienta en alguna de las seis dimensiones que hace al
encuentro con otro: el reconocimiento, el espacio “entre”, la alteridad, la inter-
acción, el lenguaje y la terceridad. A su vez, el artículo propone un cambio en la
concepción del sujeto en el psicoanálisis contemporáneo como una de las fuen-
tes de la emergencia del interés por la intersubjetividad.
REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 2, 2009, págs. 329-352
9. Véase Berenstein (2004).
EL CONCEPTO DE INTERSUBJETIDAD EN PSICOANÁLISIS 351
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(Este trabajo fue presentado el 16 de marzo de 2009, y ha sido seleccionado para su
publicación el 13 de mayo de 2009.)
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