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‒ ‒ CAPÍTULO 34 AVA GARDNER: IMPACTO DEL TURBO-CAPITALISMO EN LA ESTRELLA DE HOLLYWOOD JORGE MARTÍNEZ-LUCENA Universitat Abat Oliba CEU – CEU Universities STEFANO ABBATE Universitat Abat Oliba CEU – CEU Universities 1. INTRODUCCIÓN Este capítulo de libro pone por escrito un trabajo de investigación do- cente y el consiguiente ejercicio hecho en clase de Antropología para alumnos de grados de comunicación. 2. OBJETIVOS El ejercicio propuesto en clase tiene como objetivo que los alumnos, a través de la investigación propia acerca de un personaje al que no cono- cerán demasiado, porque forma parte del star-system emanado del Ho- llywood clásico, pero que tiene irrenunciables parecidos con las celebri- ties de la sociedad digital a la que ellos pertenecen, descubran los posi- bles efectos no deseados de la propuesta del sueño americano propuesto por la industria de Hollywood en la intimidad de las personas, como metáfora de los efectos que puede tener este modelo cultural y sus cantos de sirena en la propia vida de los estudiantes, algo que, en sus últimas consecuencias llevaría a lo que el psicoanalista Massimo Recalcati (2003, 2009, 2019) las patologías propias de la clínica contemporánea del vacío, entre las cuales destacan las adicciones, los trastornos alimen- tarios, los cuadros ansiosos y las depresiones. Un segundo objetivo sería el de intentar mostrar una cierta evolución en cuanto a la concepción antropológica a lo largo de la historia de la modernidad. Un tercer ‒ ‒ objetivo sería mostrar en qué medida la formación humanística permite analizar en mayor profundidad la realidad cultural contemporánea, mu- chas veces signada por la dupla del hedonismo y el nihilismo, como bien muestran Esposito (2021) o Recalcati (2014), por poner dos ejemplos. 3. METODOLOGÍA Este capítulo, como se ha dicho, es el resultado síntético de un ejercicio propuesto en clase según la metodología del método del caso. En primer lugar, se presenta mínimamente en clase al personaje escogido, Ava Gardner, y se pide a los alumnos que hagan un trabajo individual de búsqueda acerca de su biografía, durante una semana y teniendo en cuenta los conceptos de sociedad del cansancio y del rendimiento de acuerdo con los textos de Byung-Chul Han (2010), de amor líquido y de capital sexual según Zygmunt Bauman (2006) y Eva Illouz y Dana Kaplan (2020), respectivamente. Este artículo es el resultado de ordenar narrativamente, siguiendo un re- lato biográfico de la actriz, diferentes ideas aparecidas en el diálogo es- tablecido entre alumnos y profesores en la clase de dos horas dedicada exclusivamente a recoger el resultado individual de la investigación tanto de alumnos como de profesores, teniendo en cuenta los textos de referencia. El resultado son los apartados que siguen, escrito por los profesores, que constituye un documento de estudio para la asignatura, susceptible de evaluación tanto durante el curso como durante el examen final. 4. AVA GARDNER: LA DIVA Ava Gardner (24/12/1922 Grabtown (Carolina del Norte) – 25/1/1990 Londres) fue una actriz norteamericana que se convirtió en un mito du- rante la época dorada de Hollywood. Buena parte del tiempo en que bri- lló su estrella lo pasó en España y en Italia. Fue una chica del Sur de los Estados Unidos –con un fuerte acento que tuvo que trabajar para poder triunfar en Hollywood- que pasó de la vida rural en los campos de tabaco ‒ ‒ a ser una de las mujeres más admiradas del mundo por su belleza, que hoy sigue embelesando, así como por su estilo y glamour. Uso aquí la palabra diva como sinónimo de lo que sería la encarnación del ideal de la modernidad. Chesterton, en su biografía San Francisco de Asís (1923), llama la atención sobre el hecho de que el santo miraba la realidad al revés. Para mirar adecuadamente el mundo se ponía a hacer la vertical, para poder mirar toda la creación colgando de Dios. Afirma- mos esto para mostrar que en el medievo el tipo de persona que encar- naba el ideal era distinto al que se tiende a perseguir en la modernidad y más en la modernidad tardía. El santo era o es alguien que concibe la vida teniendo en cuenta que es generado a cada instante por otro. Todas las circunstancias de la vida son afrontadas por el santo desde esta auto- conciencia, de este saberse hecho y querido en el presente por otro (Giussani, 1993, 19). En la modernidad esto cambia, poco a poco. El nuevo modelo de valor moderno proviene de las propias acciones. El humanista renacentista (italiano) es quizás el primer paradigma de lo que podríamos llamar el divo. Alguien capaz de pintar, de construir, de edificar, de esculpir, de diseñar, de inventar, etc. Leonardo. Ahí tenemos el nuevo modelo que en nuestra sociedad se traduce hoy en los personajes creadores de las tecnológicas, por ejemplo. También tenemos deportistas, raperos y es- trellas del pop. Son personas que destacan, que son genios, nos decimos, incluso algunos en diversos ámbitos. Son las encarnaciones de lo que llamamos el sueño americano. Con sus propias fuerzas han alcanzado la cima, el logro, el éxito, etc. En los años 20 del siglo pasado, ya preparados por el estreno de El mes- tizo en 1913, mucho antes de la pujanza de lo que llamamos las tecno- lógicas, apareció una nueva industria que iba a mover millones de dóla- res y que abrió un nuevo camino para las divas y divos: la industria del cine. Entre ellos, con huella en el paseo de la fama de Hollywood, aun- que sin Oscar, tenemos a Ava Gardner –solo nominada en 1953 como mejor actriz por Mogambo. La gente del cine, sus estrellas, con toda su variedad, pasó a formar parte del panteón mediático. Algo que fue la base de lo que hoy tendemos a llamar celebrities. ‒ ‒ Ava Gardner, como se intentará explicar, fue una diva que triunfó gra- cias a su belleza biológica, a su instinto ante la cámara, a su capacidad para dejar atrás lo que había aprendido y a transformarse. Su carrera fue la rentabilización de su capital sexual que fue endiosado, explotado y finalmente desechado cuando ya estaba agotado. Ella no creía ser muy buena actriz, sin embargo, pocas actrices se convirtieron en iconos más poderosos que ella, la que Hemingway bautizó como “el animal más bello del mundo”, expresión que a ella no le gustaba ni un pelo. La realidad de Ava Gardner fue la de una chica nacida de un matrimonio con 7 hijos, de los cuales ella era la pequeña. Su padre fue campesino y se dedicaba a cultivar tabaco. Su madre se reinventó varias veces debido a la pobreza ahondada con la crisis del 29, de la cual Ava Lavina Gard- ner vivió todas las consecuencias nocivas que se leen en Las uvas de la ira (1939), de John Steinbeck. Cuando se lee la autobiografía, Ava cuenta cómo estuvo escuchando la agonía de su padre, con una tos im- parable provocada por la miseria: Nada más llegar [de NY, donde había pasado unas semanas con su her- mana], tuvo que ingresar en el hospital y se quedó allí una semana o dos. Los médicos dijeron que tenía una infección estreptocócica en los tubos bronquiales. En aquellos tiempos no había medicinas para este tipo de cosas y tampoco nos bastaba el dinero para pagar hospitales. Cuando papá volvió a casa, mamá organizó las cosas para que durmiéramos to- dos en una habitación del tamaño de un cuarto de baño. Durante más de un año dormí en un colchón de paja en el suelo, hasta que papá se puso tan enfermo que su tos nos mantenía a todos despiertos. Entonces mamá tuvo que tomar una de las habitaciones al fondo del pasillo, que podía haber alquilado a un trabajador del puerto, y trasladó a papá allí (Gard- ner, 1991, 35) Su relación con la Metro-Goldwyn-Mayer (MGM) empezó en Nueva York, donde el entonces marido de su hermana Bappie, fotógrafo y con madera de manager, consiguió que finalmente le hiciesen una prueba y la contratasen por su belleza y fotogenia, que no por su acento o sus dotes de canto. El contrato, según ella mismacuenta, no te proporcionaba ningún privilegio especial, pero te mantenía en su poder (…) ¿Pago? Cincuenta dólares a la semana durante siete años. Como aprendiz de secretaria sin empleo me parecía mucho dinero, pero ellos sabían lo que se hacían (Gardner, 1991, 52). ‒ ‒ A partir de ese momento (1941) se fue a Los Ángeles a vivir con su hermana Bappie, autorizada por su madre, que se moría de cáncer en la costa Este. Entonces era una chica que apenas se había besado con un chico. Su salto a la fama ocurrió con su magnética interpretación de un cuento de Ernest Hemingway “The Killers”, que en la cartelera española tomó el título de Forajidos (1946). De Hemingway, más adelante, interpretó papeles protagonistas en Las nieves del Kilimanjaro (1952) y Fiesta (1957). En The Killers (1946) interpretó a una femme fatale jovencísima y estilizadísima que sabía poner su belleza en consonancia con la luz y las sombras de la fotografía. Gracias a esta sobrevenida fama, Ava Gardner recorrió el camino de la consiguiente liberación de la mujer en apenas 20 años, buena parte de ellos viviendo en España. Cuando Occidente empezaba a introducir de- terminados cambios en el rol de la mujer en la sociedad y estallaba la revolución cultural de los hippies y del 68 francés, Ava Gardner ya había terminado el proceso y se iba a vivir a Londres, huyendo de una España franquista que le reclamaba impuestos por pagar. El sociólogo A. Giddens afirma en su libro La transformación de la in- timidad: Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas (2006) que los cambios que permitieron la separación de la sexualidad tanto del amor como de la reproducción, que a su vez permitieron la liberación de la mujer tanto en el plano laboral como en el familiar, fue- ron la legalización del divorcio, los métodos anticonceptivos y la despe- nalización del aborto. En este sentido, Ava Gardner vivió tres matrimonios y tres divorcios. Vivió dos abortos cuando estaba con Frank Sinatra. Tuvo relaciones con muchos hombres, tal como ella misma confiesa en su autobiografía y se veía reflejado en la prensa rosa de la época (aunque como ella nos dice, mucho de los romances que se le atribuyesen fuesen inventados) y no confiesa ningún otro embarazo y aborto. Su vida de casamientos y divorcios fue muy turbulenta. En un primer momento se casó con Mickey Ronney, que la introdujo en la vida noc- turna, algo que siempre le encantó. Le pidieron permiso a Louis B. ‒ ‒ Mayer, jerifalte de la MGM, para casarse. Se lo concedió, se casaron, perdió la virginidad e iniciaron un matrimonio en el que rápidamente su marido empezó a mentirle y a engañarla. Ella nos lo cuenta en su propia autobiografía: (…) un año y cinco días después de que me pusieran la sortija que decía “Amor Eterno” en el dedo, el matrimonio había terminado y pasó a ma- nos de los abogados (…) El decreto de divorcio fue concedido el 21 de mayo de 1943. Una ocasión muy triste, que lo fue todavía más porque mamá murió ese mismo día.” (1991, 83). Sucesivamente, se casó con Artie Shaw, un músico autodidacta, que muy probablemente fuese intelectualmente superdotado. Ava dice de él: “Supongo que Artie fue el primer hombre inteligente e intelectual que había conocido, y me dejó pasmada.” (1991, 120). Estuvieron alrededor de ocho meses saliendo y disfrutando de la noche. Después se fueron a vivir juntos. Y posteriormente se casaron el 17 de octubre de 1945. Era el segundo matrimonio de Ava y el tercero de Artie. El resultado de su relación fue que Ava se sentía muy inferior a Artie. Él la quería guiar intelectualmente, mientras que el único libro que Ava había leído cuando se casaron era Lo que el viento se llevó (1936). Este complejo intelectual con respecto a su segundo marido la llevó a ir a su psicoana- lista y a hacerse un test de inteligencia del que resultó que ella era muy inteligente, aunque no había recibido demasiada educación, e incluso la llevó a apuntarse a la universidad a distancia, que le fue bastante bien mientras se dedicó a ello. Esa pretensión de Shaw sobre ella, a la que quería formar intelectualmente, junto a la agitada vida profesional y noc- turna, los llevó a las peleas y al divorcio en 1946, un año después de ca- sarse. Como era habitual en ella, no pidió ningún tipo de indemnización. Se quedó soltera coincidiendo con su éxito en la gran pantalla. Tras su segundo divorcio, empezó a tener una vida sexual bastante activa con diversos amantes. Uno de ellos, por ejemplo, fue el apuesto galán Robert Taylor, con quien tuvo un affaire mientras rodaba El soborno (1949), pese a que estaba casado con Bárbara Stanwyck. Después conoció a Frank Sinatra, que era un católico casado cuando empezaron a salir, pero que estaba intentando que su mujer le diese el divorcio. Se enamoraron ‒ ‒ y su vida se llenó de borracheras, celos y peleas, lo que no impidió que se casasen una vez Sinatra consiguió el divorcio, en 1951. Pero antes de casarse, España entró en la vida de Ava. En el rodaje de Pandora y el holandés errante (1951), con James Mason como compa- ñero de cartel, visita por primera vez nuestro país, en Tossa de Mar: Cada noche el cielo se llenaba de estrellas y los bares se llenaban de canciones flamencas y de danzas gitanas. Maldita sea, toda la Costa Brava era un continuo plató de cine en aquellos tiempos. He de admitir que España me fascinó desde el primer momento. Sentí una especie de parentesco con el flamenco: entonces estaba vivo, era puro. Las corridas eran espectáculos bellos y emocionantes, lo mismo que las fiestas popu- lares, cuando todo el mundo se vestía con aquellos maravillosos trajes regionales. Todo era maravilloso, y continuaba sin tregua día y noche. Me encantaba (1991, 181). Pese a la infidelidad de Ava Gardner con Mario Cabré una noche de black-out y las que cometió también Sinatra, se casaron. Frank estaba en el peor momento de su carrera, porque estaba perdiendo la voz y eso le hacía sentirse deprimido, porque tenía que empezar a cantar en salas de segunda, mientras que Ava estaba convirtiéndose en una estrella, aunque todavía estaba ligada por contrato a la MGM. El “papel de su vida” (1991, 238) en Mogambo (1953) la catapultó al estrellato y le dio una dura experiencia de rodaje en África, no solo a nivel profesional sino también personal, ya que fue durante y al final de este rodaje que fue dos veces a abortar a Londres. En el mismo 1953 también le llegó el reconocimiento cinematográfico a Frank, con su papel de Angelo Mag- gio en De aquí a la eternidad, que le valió un Oscar como mejor actor de reparto. Tantos altibajos, sumados a la persecución de los medios, no facilitaron su relación, que se fue deteriorando rápidamente. Tras Mogambo, Ava Gardner filmó Los caballeros del Rey Arturo (1953) y le dieron permiso para acompañar a su marido en una gira de conciertos por Nápoles, Roma, Milán y después Escandinavia, pero Ava descubrió a su marido en varios engaños, lo que provocó la separación. Lo cuenta así en sus memorias: recuerdo con precisión el momento en que tomé la decisión de pedir el divorcio. Fue el día en que sonó el teléfono y era Frank anunciándome que estaba en la cama con otra mujer. Me dijo claramente que ya que se ‒ ‒ le acusaba constantemente de infidelidad cuando era inocente, era lógico que llegara el día en que él decidiese que lo mismo daba ser culpable. Pero para mí fue un momento escalofriante. Me sentí profundamente herida. (…) Cuando tienes que enfrentarte al hecho de que el matrimonio con el hombre que amas se ha terminado, es muy duro, es pura agonía. (1991, 250). A partir de ese momento pone una losa a cualquier posibilidad de otro matrimonio. Se lo piden, pero no vuelve a caer en la “trampa”. Su razo- namiento es el siguiente: Sufrí, realmente sufrí, con mis tres maridos. Y lo intenté con todas mis fuerzas, maldita sea, empezando cada matrimonio con la certeza de que iba a durarhasta el final de mis días. Y, sin embargo, ninguno de ellos duró más de uno o dos años. (…) Sé que los hombres con quienes me casé resultaban muy atractivos al sexo opuesto: los veinte matrimonios que tuvieron entre los tres demuestras al menos esto. Y sé que tenía que enfrentarme a situaciones en las que las señoras en cuestión les estaban prácticamente arrastrando a la cama. Podría comprender la lógica de es- tos hechos, pero no podía convivir con ellos. El sexo no es tan impor- tante, pero sí lo es cuando amas mucho a una persona (1991, 251). De este modo, su carrera empieza a funcionar y su camino vuelve a co- ger un rumbo europeo. Como si se tratase de una profecía de lo que iba a suceder en su vida, rueda La condesa descalza (1954), con Humphrey Bogart, en la que interpreta a una supuesta bailaora de Madrid llamada María Vargas, que después triunfa en Hollywood como Maria D’Amata y acaba siendo enterrada en Italia. En este filme a Ava Gardner le en- canta la escena de danza que hacía “seduciendo a mi pareja, tentándolo a acercarse más, escapándome de sus abrazos con piruetas, provocán- dole con mi cuerpo” (1991, 257). Así, una nueva llamada del flamenco y de España renace en Italia y apa- rece retratada en esta escena, de la que ella nos dice: No solo me estaba intoxicando personalmente más y más con los román- ticos ritmos del flamenco, sino que era la primera vez que había bailado en una película, de manera que me pasé tres semanas enteras ensayando cada noche sobre aquellos fríos suelos romanos. Rodamos la escena en un olivar de Tívoli, en las afueras de Roma, con cien gitanos marcando el ritmo al compás de un disco. Cuando se estropeó el gramófono, ellos siguieron batiendo palmas, y esa fue la secuencia que utilizamos.” (1991, 257) ‒ ‒ Este fue el culmen de su fama y ahí, tras varios altercados con la prensa que inventaba amoríos donde no los había, conoció a Luis Miguel Do- minguín. Nos cuenta ella misma: Luis era alto y garboso con unos ojos oscuros penetrantes y observadores que solía mover sin girar la cabeza (…) Luis Miguel era considerado por todos como el torero mejor pagado, el más popular y el más solicitado del mundo. (…) era un caballero cultísimo que, como dijo alguien, ha- blaba cuatro lenguas en un medio en el que algunos eran casi analfabe- tos. Entre sus amigos figuraban personajes como Picasso o Papá He- mingway, quien lo describía como una combinación de Don Juan y Hamlet (1991, 263) Con él vivió, ya conscientemente, el sexo como diversión sin compro- miso: (…) éramos buenos amigos, además de buenos amantes, y no nos exi- gíamos demasiado el uno al otro. Luis Miguel era muy divertido y me encantaba tenerle cerca de mí. Francamente, me intrigaba el hecho de que no parecía necesitarme, y por supuesto no estaba buscando publici- dad como tantos de los hombres europeos que se habían cruzado en mi camino (1991, 263) 5. AVA GARDNER: EXPLOTACIÓN Y MALTRATO Ava se mudó a Madrid en diciembre de 1955, poco antes de cumplir los 33 años. Sale huyendo de la visibilidad del star system hollywoodiense creyendo que en Madrid podrá pasar desapercibida. Se compra una casa llamada “La bruja” en La Moraleja. Sin embargo, al instalarse en Ma- drid, su relación con Luis Miguel Dominguín termina porque él “estaba ansioso por sentar la cabeza, casarse y tener una familia, y yo sabía que no estaba preparada para esta clase de domesticidad” (1991, 289). Así que el famoso torero acabó casándose con su amiga Lucía Bosé, mien- tras que Ava empezó una relación con el actor italiano Walter Chiari, curiosamente un antiguo amor de Lucía Bosé. De este nuevo amante Ava nos dice: ‒ ‒ Walter era divertido, apuesto, sosegado, muy inteligente, y un compa- ñero encantador. Me siguió por toda Europa, por todo el mundo, en reali- dad. Nuestra asociación duró mucho tiempo e incluso vivimos juntos en muchas ocasiones. Y, sí, Walter a menudo me pidió que me casara con él, pero yo no podía y no lo hice. La distancia que separa gustar de amar es, a mi modo de ver, tan ancha como el Pacífico. Y entre Walter Chiari y yo nunca hubo más (1991, 289-290) Pese a ser una enamorada de la noche española, muchas de sus películas se rodaban en el exterior, lo cual la obligaba a largos viajes. El rodaje de Fiesta (1957) por ejemplo, fue en México, ya que cuando se pusieron a rodar Pamplona estaba completamente nevada. También llegó la nada memorable película La maja desnuda (1958) que ponía fin a la explota- ción a la que la había sometido la MGM. A partir de ese momento, ella podría cobrar íntegramente su trabajo. La queja respecto de su contrato es una constante en sus memorias. Leemos, por ejemplo: Francamente, la MGM no fue nunca el estudio adecuado para mí. Cuando hice Soborno [1949], fue el primer papel protagonista en los siete años que llevaba allí. El estudio nunca se molestó en promocio- narme. Nunca compraron ningún texto para mí. En realidad, tenían tan poco interés en mí que casi podría decirse que nunca me querían por ahí: “¡Échala fuera, préstala, o regálasela a alguien!” (…) Les pagaban bien por regalarme a aquellos estudios, pero a mí no se me permitía compartir las ganancias. (…) Nadie me dio las gracias jamás durante todos aque- llos años en que era la chica buena del estudio. Me sentía como una es- clava. Puede que me descubrieran, pero llegué a sentir que no les debía, ni a ellos ni al negocio que representaban, nada en absoluto” (1991, 192). Se puede ver cómo, inclusive a la hora de razonar su aborto, emerge esta deshumanización que sufre en el trabajo, debida a las condiciones dra- conianas y extractivas de su contrato con la MGM. Parecen resonar en sus palabras las acusaciones hechas a la sociedad actual por diversos autores actuales. El filósofo Byung-Chul Han (2010) habla de la socie- dad del rendimiento, en que compara a los seres humanos de la sociedad globalizada actual con hámsters subidos a la infinita rueda de la auto- explotación. El teórico crítico, Hartmut Rosa, describe, en su libro Alie- nación y Aceleración (2016), nuestra sociedad como una sociedad de esclavos de la creciente aceleración que el neo-liberalismo requiere para seguir desplegándose a través del desarrollo tecnológico. ‒ ‒ Este tipo de denuncias se podría aplicar a la vida de Ava Gardner, que no se libró de las garras de la industria cinematográfica pese a ser una reconocida actriz. Cuando en sus memorias Ava discurre acerca de las razones que le llevaron a abortar, vemos cómo conceptos como la com- petencia, el trabajo y el tiempo toman un papel protagonista en las cate- gorías con las que funciona su mente: (…) descubrí que estaba embarazada. (…) También sabía que, si iba a hacer algo al respecto, tenía que ser ahora. Frank había regresado a Ho- llywood; la invitación para la prueba de De aquí a la eternidad por fin se había materializado. No se lo había dicho y no iba a decírselo. Ya tenía bastantes preocupaciones propias: Me senté en mi tienda e intenté pensar en ello de manera racional. Y fue muy duro. Tenía muy sólidas convicciones sobre traer un niño al mundo. Sentía que a no ser que es- tuvieses dispuesta a dedicar prácticamente todo tu tiempo a tu hijo en sus primeros años, no tenías derecho a hacerlo. Si un niño no es deseado -y de algún modo ellos lo saben- está en desventaja desde el momento de nacer. Y aparte de eso, estaba el hecho de que la MGM tenía toda clase de cláusulas penalizadoras para el caso de que sus estrellas tuvie- sen hijos. Si yo tuviese uno, me cortarían el sueldo. ¿Y cómo iba a ga- narme la vida? Frank estaba absolutamente en bancarrota y probable- mente seguiría así (o eso pensaba yo) durante mucho tiempo. No podía tener un bebé en esas condiciones.” (1991, 241-242) Incluso podríamos decir que este mismo esquema de competitividad y rendimiento encuentra su correlato en la transformación de la intimidad de la mujer, que en Ava se muestra como pionero de situaciones queson descritas en nuestros días. Por ejemplo, lo que el sociólogo Zygmunt Bauman (2016) llamó el amor líquido, esa adopción de la lógica del consumo en las relaciones amorosas, emerge claramente en su vida a medida que se va adentrando en su carrera profesional. Algo similar a lo que afirman la socióloga Eva Illouz y la filósofa Dana Kaplan (2020) en su libro conjunto El capital sexual en la modernidad tardía, en el que se muestra cómo las mujeres cambian sus hábitos sexuales en una línea que les permite ganar en competitividad en el mundo laboral, lo cual sería una sorda violencia empleada por el sistema neo-liberal sobre los cuerpos de las mujeres. Algo similar sucedería si pensamos la evolución de la vida de Ava con respecto al alcohol, que es omnipresente en su existencia nocturna. Pese a que ella dice que le sirve para socializar y para combatir su timidez, ‒ ‒ también resuena aquí lo que Byung Chul-Han llama “sociedad paliativa” o “sociedad positiva” (2021). Vivimos en una sociedad en la que no hay respuesta al nivel del significado para el dolor, el sufrimiento y el sacri- ficio. Es por ello que, sin recursos simbólicos de otro tipo, sólo tenemos dos posibilidades: por un lado, la negación de lo negativo, a través de discursos como el de la psicología positiva, en que la felicidad es una obligación y quien no es feliz se tiene que sentir culpable por no serlo; y por el otro, la narcosis, a través de cualquier producto diseñado para combatir el estrés y la ansiedad, y seguir produciendo. El alcohol en la vida de Ava Gardner funciona en este sentido. La primera película que le propusieron tras su liberación contractual fue la apocalíptica La hora final (1959), rodada en Australia, donde trabajó de nuevo con Gregory Peck, con Fred Astaire y un jovencísimo Anthony Perkins. Fue entonces cuando percibió claramente algo que ya sospe- chaba, que Walter Chiari estaba con ella para hacerse publicidad a sí mismo en la prensa rosa. Tras ello, le propusieron protagonizar una adaptación de una obra de Tenesee Williams, dirigida por John Huston, que la acosó sexualmente cuando ella era jovencita, pero que, en su reencuentro, se mostró mucho más equilibrado y respetuoso. Así comenzó la aventura de La noche de la Iguana (1964) por la que le pagaron 500.000 euros y que se filmó en Puerto Vallarta, en la costa mexicana del Pacífico. Esta vez, el triángulo amoroso tenía otros dos vértices de renombre, como son Deborah Kerr y Richard Burton. Aunque más bien era un cuadrado amoroso, porque también había que incluir a la menor interpretada por Sue Lyon, que había hecho de Lolita (1962) y que aquí continuaba un poco con el mismo papel. Tras este filme, en el que la crítica alabó su interpretación, aunque Ava no estuviera demasiado contenta de cómo le había quedado, Dino de Laurentis la contrató en su filme La Biblia (1966), también con John Huston. En el rodaje, que tuvo lugar en Italia, fue donde conoció al actor que hacía de Abraham -mientras ella tenía que hacer de Sara-, George C. Scott, que se convirtió en su nuevo novio. ¿Cuál fue el problema con su nuevo amante? Ella contesta: ‒ ‒ El problema, encanto era la priva. Los dos bebíamos bastante, pero cuando yo bebía, solía achisparme y ponerme alegre. Cuando George bebía, podía perder la cabeza de una manera absolutamente terrorífica (1991, 330) La primera vez que George le puso la mano encima la explica con detalle en sus memorias. Fue en un pequeño hotel de los Abruzzos: Como siempre, George y yo habíamos salido a cenar, y al regresar al hotel habíamos vuelto a su dormitorio a tomar una última copa. George ya había bebido bastante aquella noche, y después de dos o tres bebidas más, yo ya veía que iba a tener uno de sus arranques de cólera. Empezó a discutir conmigo y decidí que había llegado el momento de mar- charme. Las ganas. De pronto, sin motivo alguno, una mano me golpeó la cara y recibí puñetazos desde todos los ángulos. ¿Qué hacer entonces? ¿Gritar? ¿Desmayarte? ¿Intentar razonar? Intenté razonar. El resultado fueron más puñetazos, más acusaciones. El tiempo que transcurrió hasta que logré escapar me pareció interminable” (1991, 331). John Huston se percató de la situación. Prueba de ello es que cuando el rodaje se trasladó a Sicilia contrató a mafiosos del lugar como guardaes- paldas de Ava. En sus memorias leemos cómo George, Rennie y Ava salieron a cenar a un restaurante y George bebió y empezó a metamor- fosearse: Entonces, de pronto, salió de la oscuridad aquel trío de rufianes y se plantó a nuestro lado. Muy silenciosamente. Muy rápidamente. Muy só- lidamente. Uno tomó el brazo derecho de George, otro el izquierdo, y el tercero caminaba detrás de él, a corta distancia. Ningún ruido, ninguna lucha, ningún empujón. Y por parte de George ninguna protesta mientras le condujeron hasta un coche que les esperaba y le metieron dentro (1991,.332-333). George Scott se la volvió a liar en el Hotel Savoy de Londres, terminado ya el rodaje italiano. El actor se presentó allí sin ser invitado: De pronto sonaron unos golpes muy fuertes en la puerta. “Dile que no estoy aquí -le dije a Reenie-. Dile cualquier cosa. Intenta deshacerte de él. Busqué por mi alrededor un sitio donde ocultarme. ¿Mi dormitorio? ¿El dormitorio de Reenie? ¿El cuarto de baño? (…) Oí la voz desespe- rada de Reenie, el estruendo al irrumpir él por la puerta. “¿Dónde está? -chilló George-. Sé que está aquí. Lo que no supe hasta más tarde es que sujetaba una botella rota contra la gargante de Reenie” (1991, 333-334). Consiguieron escapar por una ventana del baño y llamaron a seguridad, que rápidamente subió a meter a George Scott en su habitación: ‒ ‒ George pasó la noche siguiente en una celda londinense; fue acusado de borrachera y alboroto, y obligado a aparecer ante un magistrado a la ma- ñana siguiente. La multa normal por estos delitos era entonces de diez chelines (1991, 334). Pero la cosa tampoco acabó ahí, sino que en Los Ángeles volvió a aco- sarla y maltratarla en el bungalow del Hotel Beverly Hills en que se hos- pedaba en una visita a su hermana Bappie: Me amaba, decía, quería casarse conmigo (…) Si no podía poseerme, iba a matarme. Y me dio un manotazo en la cara con tal fuerza que me derribó al suelo. Luego siguieron más golpes, más furia, más amenazas. (…) Se arrodilló y blandía los bordes del cristal roto delante de mi cara mientras con la otra me pegaba. Diciéndome que me quería, y dándome un puñetazo en el ojo (1991, 335). Vendió “La Bruja”, su casa en La Moraleja, y se trasladó al número 11 de la avenida Doctor Arce, mucho más cerca de la fiesta y el sarao noc- turnos en los que Ava Gardner ya vivía instalada. Su estancia en la España franquista terminó cuando, en el 1968, con 45 años, el ministro Fraga Iribarne fue a reclamarle los impuestos que no había pagado. A partir de entonces se marchó a Londres, trabajó menos y se dedicó a sus amigos, a su perro y a la vida nocturna, que siempre le había gustado. Cuando le faltaba dinero, cuenta la voz en off del docu- mental La noche que no acaba, aceptaba algún trabajo y se desintoxi- caba para poderlo realizar. Después llegó la apoplejía. 6. RESULTADOS Los resultados de esta investigación pueden resumirse en la palabras de la misma actriz: Rita Hayworth dijo una vez que el problema de su vida era que los hom- bres se enamoraban de Gilda, su personaje más glamoroso, y se desper- taban a la mañana siguiente con Rita. Es un sentimiento con el que me identifico totalmente. Siempre me he sentido prisionera de mi imagen, he creído que la gente prefiere los mitos y que no quería saber nada de la “yo” real” (1991, 152). En Ava Gardner, como en tantos mitos de la modernidad, se hace difícil delimitar de un modo exacto la frontera entre la realidad y la ficción. Hay escenas de sus películas que parecen haber sido escritas en ‒ ‒ consonancia con su vida real. En su vida quizás tambiéntenía que inter- pretar para estar a la altura de sus papeles en el cine. Sin embargo, no encaja plenamente en ningún mito preestablecido. Como se ha dicho, su residencia en España y la ficción que rodó durante dicho periodo, parecía un ensayo o unas variaciones en torno al mito de Carmen, porque con ella se desataba la pasión entre los hombres y éstos enloquecían. Como hemos visto, algunos la dañaban. Como nos cuenta el periodista Stephen Birmingham, que fue compañero suyo de borra- cheras: Yo estaba en su casa de Madrid mientras ella estaba en Roma rodando La Biblia con él [George C. Scott] y cuando volvió, llevaba un brazo en cabestrillo, y ¡Dios, qué mal aspecto tenía! Le había roto la clavícula, le había arrancado un mechón de cabello, y veía doble. - ¿Por qué lo aguantas? – le pregunté. -Oh, me he enamorado de él -dijo-. Me he enamorado de él.” (p. 345) Otro de los mitos femeninos que podemos adivinar en su biografía es el de Medea, la mujer que mata a sus hijos por despecho de Jasón, su amado, que se va con Glauca, la princesa de Corinto, en la homónima tragedia de Eurípides. La reproduce Pasolini en su Medea (1969). Jason quiere civilizar a Medea, quiere que ésta abandone su condición de mu- jer para que se dedique a su condición de madre. Como nos dice Recal- cati en su libro Los tabúes del mundo (2022): Medea rechaza, sin embargo, el destino burgués que le promete el prag- matismo obtuso de su hombre. El ultraje imperdonable de Jasón consiste en no entender nada del amor que mueve a Medea como mujer más allá de la Madre. (1991, 77-78). En esta línea, Ava Gardner no tiene solo rasgos de Medea, sino también del ditirambo y la embriaguez del dios Dionisos, del mito de Pigmalion, con claros antecedentes cinematográficos en Madam Butterfly (George Cukor, 1946), e incluso, en su afición radical al alcohol, resuenan en ella los malestares de Narciso. ‒ ‒ 7. CONCLUSIONES La historia de Ava Gardner, más que un mito griego o una historia que nos permite acceder al significado de la vida humana, es el espejo de la industria de Hollywood que acabó creando con ella un micro-mito y construyó una historia con la finalidad de atraer a las masas para que consumieran y hacerlas sentir más predispuestas a la modernidad, a la liquidez, a la normalización de ciertas conductas femeninas que eran la expresión de nuevos imaginarios sociales. Y con este fin se usó su be- lleza salvaje, impía y primigenia, y se explotó su deseo y su existencia icónica, convirtiéndola en una inmensa fuente de negocio. Sin embargo, todo se jugaba en el campo del deseo. A lo largo de toda su vida es fácil identificar su búsqueda desesperada de algo que la satis- ficiera. Buscó en sus maridos ese amor, y ellos no estuvieron a la altura moral ni ontológica de darle lo que necesitaba y le partieron el alma. Su enorme capital sexual, en un contexto de ruptura de las convenciones del pasado y de creación de nuevos imaginarios de éxito y feminidad, la arrastraron a un torbellino de dolor y decepciones. Así que, para estar a la altura de las circunstancias y de las expectativas culturales, sociales y económicas que le rodeaban, optó por la anestesia de nuestra sociedad paliativa (Han, 2021) y, diciéndole no al dolor de ser amada más allá del mero goce de muerte. Los analgésicos en su vida fueron el alcohol y los amores narcisistas mientras duraron. Sin embargo, el alcohol duró hasta el final, porque su deseo de cumplimiento también fue perenne. 8. REFERENCIAS Bauman, Z. ( ). Amor líquido. Fondo de Cultura Económica. Esposito, C. ( ). El nihilismo de nuestro tiempo. Una crónica. Encuentro. Gardner, A. ( ). Ava Gardner. Con su propia voz. Grijalbo Giddens, A. ( ). La transformación de la intimidad. Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas. Cátedra. Giussani, L. ( ). La coscienza religiosa nell’uomo moderno. Jaca Book. Han, B. C. ( ) La sociedad del cansancio. Herder. Han, B.-C. ( ). La sociedad paliativa. Herder. ‒ ‒ Illouz, E. y Kaplan, D. ( ). El capital sexual en la modernidad tardía. Herder. Recalcati ( ). Clínica del vacío. Anorexias, dependencias, psicosis. Síntesis. Recalcati ( ). L’uomo senza inconscio. Raffaelo Cortina Editore. Recalcati ( ). El complejo de Telémaco. Anagrama. Recalcati ( ). Nuove melanconie. Raffaelo Cortina Editore. Recalcati ( ). Los tabúes del mundo. Raffaelo Cortina Editore. Rosa, H. ( ). Alienación y aceleración. Hacia una teoría crítica de la temporalidad en la modernidad tardía. Akal.
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