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Ignacio Bosque: «Sobre las diferencias entre los adjetivos relacionales y los calificativos», Revista Argentina de Lingüística, vol. 9, 1993, pp. 9-48. SOBRE LAS DIFERENCIAS ENTRE LOS ADJETIVOS RELACIONALES Y LOS CALIFICATIVOS Ignacio Bosque, Universidad Complutense (Agosto de 1992) RESUMEN Este trabajo aborda la oposición entre adjetivos calificativos y adjetivos relacionales. Se presenta un estado de la cuestión crítico sobre esta oposición y se estudian varios aspectos morfológicos, sintácticos y semánticos de los adjetivos relacionales. En el ' 2 se dividen los adjetivos relacionales en dos grupos según posean o no valor argumental. En el ' 3 se abordan algunas diferencias sufijales entre ambas clases de adjetivos y se propone que su distinto comportamiento semántico en relación con los prefijos negativos se explica por la existencia de dos estructuras morfológicas distintas, de forma que sólo los relacionales dan lugar a paradojas de segmentación. El ' 4 trata de las diferencias semánticas entre ambos tipos de adjetivos. Los adjetivos relacionales se dividen en él en dos grupos según se establezca en el léxico o en la sintaxis su relación con los calificativos. En el mismo apartado se presentan algunos argumentos contra los análisis hiperespecíficos de los adjetivos relacionales. En el último apartado se propone analizar estos adjetivos como XE s, frente a los calificativos, que son proyecciones máximas. Finalmente se ofrecen algunos argumentos a favor de un análisis que establezca un paralelismo entre la gramática de estos adjetivos y la de los compuestos sintácticos endocéntricos de las lenguas germánicas GUIÓN 1. Introducción 2. Algunas clases de adjetivos 2.1. Dos clases de adjetivos relacionales 2.2. Ambigüedad “Q-θ” 2.3. Ambigüedad “C-θ” 2.4. Ambigüedad “Q-C” 3. Diferencias morfológicas 2 3.1. Sustantivos derivados 3.2. Sufijos Q y R. Dobletes 3.3. Prefijos negativos 3.4. Adverbios en -mente 4. Diferencias semánticas 4.1. Aspectos interpretativos 4.2. Los análisis hiperespecíficos 5. Diferencias sintácticas Referencias bibliográficas 1. Introducción* Se ha insistido tanto en la caracterización de los adjetivos como palabras que denotan cualidades o propiedades de las entidades a las que modifican, que con bastante frecuencia se olvida que no dejan de ser adjetivos aquellos que no representan esas nociones. Los adjetivos que se suelen llamar “relacionales”, “no * Este trabajo tiene su origen en una investigación que realicé para participar en el seminario sobre morfología romance y su relación con la sintaxis al que fui invitado por el Departamento de Lenguas Romances de la Universidad de Utrecht. El seminario tuvo lugar en el otoño de 1987, de modo que se cumple ahora un lustro, mucho tiempo como para que cualquier investigación pueda sobrevivir sin serios retoques. En el presente artículo he optado por elegir varios aspectos de entre los que se analizaban en aquel trabajo (que nunca se publicó), en lugar de desarrollar uno solo. Aunque quedan bastantes cuestiones que no podrán ser abordadas, este artículo tendrá por ello un cierto aire de repaso o de estado de la cuestión. Algunas de las propuestas que contiene deben ser, por tanto, desarrolladas, en el caso de que no resulten ser del todo erróneas. La estancia en Holanda y la ayuda a la investigación en la que se basa este estudio fue posible gracias a la financiación del Z.W.O. holandés (doss. B 32-127, corr. 79387) que deseo agradecer muy sinceramente. Quiero también dar las gracias a todo el grupo de romanistas de esa Universidad, y en particular a J. Schroten, I. Bordelois, M. Slager y W. Zwanenburg, cuya ayuda y estímulo fueron valiosísimos en mi estancia en ese departamento. Presenté diferentes versiones de algunos aspectos del material al que pertenecen estas páginas en las universidades de Utrecht, Groninga y Amsterdam (1987), en el curso de verano de la Universidad Autónoma de Barcelona (Girona, 1988) y en la ponencia que fui invitado a pronunciar en el XIX Congreso de la Sociedad Española de Lingüística (Salamanca, 1989). Muchas gracias también a los asistentes a todas esas conferencias por sus observaciones y sugerencias. Mía únicamente será la responsabilidad si no he sabido sacar de ellas todo el provecho posible. 3 predicativos”, “clasificatorios”, “denominales” y “referenciales”, entre otras denominaciones, se caracterizan precisamente porque no son calificativos, es decir, porque no denotan cualidades o propiedades de los sustantivos, sino por el hecho de que establecen conexiones entre esas entidades y otros dominios o ámbitos externos a ellas, y de acuerdo con las cuales sitúan o clasifican a los sustantivos sobre los que inciden. A pesar de que es frecuente analizar los adjetivos relacionales como una de las clases de adjetivos calificativos, en este trabajo apoyaremos la idea de que buena parte de su gramática se sigue del hecho de que no lo son. Es evidente que no podemos interpretar de igual manera el adjetivo musical cuando aparece en SSNN como sonido musical y cuando aparece en crítica musical. En el primer caso, musical es un adjetivo calificativo, por lo que denota una cualidad o una propiedad del sonido, pero en el segundo es relacional o clasificativo, puesto que nos habla de una clase de crítica, es decir, nos introduce un dominio (el de la música) en relación con el cual hay que entender la crítica. Análogamente, el significado de gramatical es distinto en los SSNN oración gramatical e investigación gramatical. El primer caso es, de hecho, ambiguo, porque podemos estar hablando de una cualidad poseída por el sustantivo oración (lectura calificativa) o bien de un dominio al que aplicamos el concepto de oración (lectura relacional). De hecho, esta segunda lectura era la única que tenía el sintagma hasta hace unos treinta años, ya que el concepto de “gramaticalidad” es relativamente reciente en la lingüística. En el segundo ejemplo, el adjetivo gramatical es únicamente relacional, puesto que no atribuimos cualidad alguna al núcleo nominal investigación, sino que estable- cemos el ámbito al que afecta. 4 El término relacional es característico de la lingüística francesa, en la que este tema tiene una gran tradición. De hecho, la distinción resulta familiar en Europa desde la escuela de Ginebra, no solo a través de Bally (1932), sino también en las obras de Sechehaye y Frei, es decir, desde los años veinte. Tenía, pues, parte de razón Marchand (1966b) cuando apuntaba que los autores generativistas que postulaban una “relación transformacional” entre adjetivos “atributivos” y “predicativos” en los años cincuenta y sesenta desconocían por lo general la tradición europea sobre las diferencias entre adjetivos calificativos y relacionales, aunque no es menos cierto que las interesantes observaciones que en ella se encuentran no constituyen siempre propuestas teóricas explícitas. Está muy generalizada la observación de que a los adjetivos relacionales, casi siempre denominales, les corresponde una estructura más compleja que a los calificativos, y también se ha señalado muchas veces que esconden relaciones semánticas diferentes bajo una estructura sintáctica aparentemente simple. En la gramática descriptiva francesa existe una larga serie de trabajos sobre la naturaleza de estos adjetivos. Sin mencionar estudios anteriores de los años cuarenta y cincuenta, pueden verse, entre otros, los de Kalik (1967), Tam- ba-Mecz (1980), Carlsson (1966) y Pinchon (1969)(1980), a los que se deben añadir los interesantes estudios monográficos de Gawe»ko (1975)(1976)(1977). Como en otras cuestiones, esta abundante bibliografía sobre el francés contrasta con la escasa atención que a este punto se le ha prestado en la tradicióngrama- tical española, en la que apenas existen estudios monográficos sobre él. Bartoš (1980) es, de hecho, una de las escasas excepciones. Dentro del generativismo, la semántica generativa de los años setenta parecía la teoría adecuada para recoger las complejas relaciones semánticas que esconden los adjetivos denominales. Postal (1969) fue el primer abogado —o al menos el más notorio— del análisis transformacional de dichos adjetivos a partir 5 del sustantivo que contienen (el adjetivo American derivaría, pues, transforma- cionalmente del sustantivo America). Este análisis fue correctamente criticado por Chomsky (1972) con argumentos bastante sólidos. Posiblemente, este antiguo concepto de “transformación” era tan irrestricto como el más antiguo proceso de “transposición derivativa” que se postulaba en la escuela de Ginebra en los años treinta (Bally 1932; véase también Kury»owicz 1936) con la idea de obtener los adjetivos relacionales de los sustantivos correspondientes. Resulta en cierto modo paradójico que Marchand aceptara este último concepto como aproblemático para dichos casos, a la vez que criticaba las transformaciones de la gramática generativa. En los años setenta, algunos autores semántico-generativistas proponían estructuras básicas aun más abstractas para derivar tales adjetivos, aunque, como se sabe, tal abstracción corría pareja con el carácter irrestricto de esos procesos transformacionales. Un primer estudio en esa dirección es el de Ljung (1970) para el inglés, que aplicaba la entonces reciente gramática de casos de Fillmore, como luego hiciera Dirven (1978). La línea semántico-generativista de Ljung la siguió Levi (1974)(1976)(1977)(1982), y en Europa Schmidt (1972), aunque con un interés ciertamente más descriptivo que teórico, lo que también se aplica a Breslin (1975). Independientemente de estos trabajos aparecieron los detallados estudios descriptivos de Bartning (1980)(1984)(1986) para el francés —línea tardíamente aplicada al español en parte por Gil Jiménez (1988)— y, más tarde, Warren (1984a y b) (1988) para el inglés. Tanto en los trabajos de Bartning como en los de Warren es patente el interés de las autoras por reducir las relaciones signifi- cativas que esconden los adjetivos de relación a un grupo finito de primitivos semánticos. La idea ya había sido aplicada, desde otro punto de vista, por los autores que usaban la gramática de casos como soporte teórico, pero es justo 6 reconocer que en los trabajos de Bartning y Warren este principio se explora con sorprendente detalle. Esos estudios, y en particular Warren (1984a) y Bartning (1980), siguen constituyendo hoy en día puntos de referencia clásicos en los estudios sobre el adjetivo de relación. Los retomaremos brevemente en nuestro ' 4.2. El hecho evidente de que los adjetivos relacionales “esconden” ciertas relaciones gramaticales de tipo oracional ha llamado la atención de muchos investigadores en no pocos marcos teóricos, y ni siquiera es excepción el modelo de Léxico-gramática que defiende Gross (véase Gross 1981). En la teoría de la Rección y el Ligamiento de los años ochenta se ha prestado poca atención a las propiedades de los adjetivos relacionales, pero aun así es evidente que nadie defiende ya una relación de tipo transformacional para esas estructuras. Muchas de las referencias que se hacen en la bibliografía reciente son relativamente ocasionales, y generalmente retoman una interesante constricción sintáctica, descubierta por Kayne (1981), que impide tener adjetivos de relación como argumentos internos (véase el ' 5). Así, Giorgi y Longobardi (1989) —que acuñan el término adjetivos referenciales— extienden la idea de Kayne a los predicados no acusativos, y Picallo (1991) lo hace a los llamados “adjetivos psicológicos”. El análisis sintáctico reciente más detallado que conocemos sobre estos adjetivos realizado en dicho modelo es el de Cinque (1992). En el presente trabajo quisiéramos, además de ofrecer un estado de la cuestión crítico sobre la oposición que nos ocupa, presentar algunas propuestas de análisis (unas relativamente detalladas y otras apenas esbozadas) que afectan a los aspectos morfológicos, sintácticos y semánticos de los adjetivos relacio- nales. En el ' 2 dividiremos estos adjetivos en dos grupos, según posean o no valor argumental. En el ' 3 estudiaremos algunas diferencias entre los sufijos derivativos de los adjetivos calificativos y los de los relacionales. Sugeriremos 7 también que su distinto comportamiento semántico en relación con los prefijos negativos se explica por la existencia de dos estructuras morfológicas, de forma que sólo los relacionales dan lugar a paradojas de segmentación. En el ' 4 haremos algunas consideraciones sobre las diferencias semánticas entre ambas clases de adjetivos, y estableceremos dos grupos de adjetivos relacionales según se establezca en el léxico o en la sintaxis su relación con los adjetivos califica- tivos. En el mismo apartado expondremos algunas razones para no aceptar los que llamaremos análisis hiperespecíficos de los adjetivos de relación. En el ' 5 estudiaremos algunos aspectos configuracionales de la sintaxis de estos adjetivos. Aduciremos que no existen sintagmas adjetivales formados sobre adjetivos de relación porque estos adjetivos son XE s, mientras que los califica- tivos son proyecciones máximas. Finalmente, y a partir de esta idea, presenta- remos algunos argumentos a favor de la viabilidad de un análisis que establezca un paralelismo entre la gramática de estos adjetivos y la de los compuestos sintácticos endocéntricos de las lenguas germánicas. 2. Algunas clases de adjetivos 2.1. Dos clases de adjetivos relacionales. En este apartado aceptaremos la división tradicional entre adjetivos calificativos y relacionales, pero dividiremos estos últimos en dos subclases. Así pues, trataremos en realidad de tres clases de adjetivos, a los que en lo sucesivo, y por razones de comodidad y brevedad, aludiremos mediante abreviaturas (para evitar la repetición de la letra C usaremos Q para los adjetivos calificativos): • Adjetivos calificativos (en adelante, adjs-Q). 8 • Adjetivos relacionales (en adelante, adjs-R). Los dividiremos en dos grupos: o Adjetivos clasificativos (en adelante adjs-C). o Adjetivos argumentales o temáticos (en adelante adjs-θ). La diferencia entre los adjs-C y los adjs-θ no es léxica, sino sintáctica. Como veremos, las diferencias entre los adjs-Q y los adjs-R se manifiestan en la morfología, la sintaxis y el léxico, e incluso una parte de ellas tiene su origen en nociones de naturaleza pragmática. Los adjs-C son adjetivos de relación no argumentales. Desde el punto de vista lexicográfico se les aplica la etiqueta tradicional de los diccionarios “relativo o perteneciente a”. Desde el punto de vista gramatical, se corresponden con llamada “relación R” que aparece en trabajos como Higginbotham 1983 y Allen 1979, y que realidad no está muy lejos del papel temático “X” que Williams (1981) asignaba a los complementos de genitivo. Con esta etiqueta se pretende evitar en parte la necesidad de penetrar en las numerosas clasificaciones semánticas que se presentan en los que llamamos análisis hiperespecíficos de los adjetivos relacionales (véase el ' 4.2.) Los adj-Q se corresponden con la clase tradicional de los adjetivos calificativos, exceptuando, claro está, las interpretaciones amplias que dan a esta clase los autores que proponen incluir en ella los adjs-R como un subgrupo1, propuesta que no adoptaremos aquí. Los adjs-R se corresponden con los “no predicativos” de Levi, los “clasificativos” de Warren, los “referenciales” de Giorgi y Longobardi, o los “relacionales” del resto de los autores. Sin embargo, en nuestro análisis es importantediferenciar entre los dos tipos de adjs-R que introducimos porque los adjs-R denotan unas veces las clases en que inscribimos 1 Un buen estado de la cuestión sobre esta última opción en la lingüística europea se ofrece en Lago (1984). 9 las entidades individuales, mientras que otras veces hacen referencia a esas mismas entidades en tanto que argumentos de algún predicado. Los adjs-Q son predicados, mientras que los adjs-θ son (o contienen) argumentos. Los adjs-C son, como hemos visto, complementos restrictivos que reciben varias interpretaciones de forma parecida a como las reciben los genitivos, y serán interpretados semánticamente como ellos. Nótese que si tenemos tres clases de adjetivos (Q, C y θ) es de esperar que existan casos de ambigüedad entre dichas interpretaciones. De hecho, este análisis prevé exactamente tres clases de ambigüedad y las tres existen: 2.2. Ambigüedad “Q-θ” . La interpretación θ está, como veremos, estrictamente limitada a algunos papeles temáticos. La ambigüedad Q-θ se dará sólo si el sustantivo en cuestión tiene estructura argumental y el adjetivo admite ambas interpretaciones. La ambigüedad de sintagmas como reunión familiar radica en que familiar se interpreta en un sentido como adj-Q (familiar viene a equivaler a íntimo) o bien como adj-θ, y en tal caso hablamos de una familia que se reúne. Asimismo, en reforma constitucional podemos estar hablando de una reforma que se ajusta a la constitución (adj-Q) o bien de que la constitución resulta reformada (adj-θ). Como es lógico, lo esencial en los adjs-θ es que saturen un argumento de la estructura temática del sustantivo al que modifican. 2.3. Ambigüedad “C-θ” . Los adjs-C se diferencian de los adjs-θ en que aquellos no saturan ningún argumento, bien porque el sustantivo no lo posee o bien porque se satura de otro modo. La distinción entre adjs-C y adjs-θ nos permite profundizar algo más en el significado de los adj-R. Como hemos visto, los adjs-C se ajustan bien a la etiqueta tradicional de las descripciones lexicográficas “relativo o perteneciente a” (como en clínica dental), pero ese tipo de paráfrasis 10 no es adecuada para los argumentos de los sustantivos. Así pues, la gramática debe reflejar que un SN como el viaje presidencial no significa ‘el viaje relativo al presidente’, sino más bien ‘el viaje del presidente’ (donde presidente es el agente). Es decir, con algunos de los adj-R clasificamos los objetos en categorías establecidas por su relación con ámbitos diferentes, mientras que con otros introducimos argumentos de los sustantivos. La distinción entre adjs-C y adjs-θ tiene otras ventajas relacionadas con la sorprendente forma en que los adjs-R obtienen su significado a partir del sustantivo al que modifican. En nuestro análisis, estas diferencias entre adjs-R se siguen de su interpretación como adjs-C o como adjs-θ. Nótese que un adjetivo como molecular no recibe la misma interpretación semántica en el sintagma la estructura molecular y en el sintagma la estructura molecular del acero. En el primero de ellos, molecular es un adj-θ, lo que significa que cubre, llena o satura el argumento del sustantivo estructura. La interpretación obtenida es ‘la estructura de las moléculas’. En el segundo caso, el argumento de estructura lo satura del acero, de modo que molecular es un adj-C y recibe otra interpretación (‘en lo relativo a’, ‘en lo que concierne a’). Nótese que si nos quedáramos únicamente con la lectura C de los adjs-R no podríamos explicar este contraste, que se basa en la oposición C-θ. Existe otro argumento independiente a favor de que la distinción C-θ. Los adjs-R manifiestan casi todas las relaciones semánticas que los complementos con de permiten, y, como es sabido, entre ellas unas son argumentales y otras no lo son. Como se reconoce desde hace tiempo, una de las relaciones semánticas más difíciles de analizar sintácticamente en tales casos es la de predicación. Los adjs-R también ponen de manifiesto esa relación típica de los complementos con de. Consideremos estos ejemplos: 11 (1) Problema comunitario, fenómeno turístico, espectáculo teatral, desastre electoral. Todos los SSNN de (1) son ambiguos, y lo son en un sentido muy parecido a como lo son SSNN como el burro de Pedro. Es decir, el complemento del sustantivo puede interpretarse como un complemento restrictivo o como un “sujeto” de predicación. El SN problema comunitario puede aludir a un problema relacionado con la Comunidad (adj-C) o puede significar que la Comunidad es un problema (adj-θ); el SN desastre electoral puede aludir a un determinado desastre relacionado con las elecciones o bien puede significar que las elecciones son o fueron un desastre. Así pues, todos los SSNN de (1) ejemplifican la ambigüedad C-θ con argumentos externos (en el sentido de “sujetos” de predicación). Las restricciones sintácticas son, como es de esperar, las mismas que en los complementos con de: La ambigüedad sólo se da con sustantivos predicativos (fenómeno, problema, maravilla, desastre, etc.) y con artículos definidos: al igual que no hay ambigüedad en un burro de Pedro, tampoco la hay en un problema comunitario. Este último SN no podrá significar, por tanto, que la comunidad es un problema, frente a el problema comunitario, que sí admite tal interpretación. Aunque no es nuestra intención presentar aquí un análisis formal de SSNN como el burro de Pedro, parece evidente que sea cual sea el análisis que se adopte,2 no sería muy distinto del que habría que postular para los adjs-θ que incluyen “sujetos de predicación”, o, dicho a la manera de Higginbotham (1985), para los SSNN que saturan “por identificación” los argumentos de algún predica- do. 2 Uno de los más interesantes en el marco de la gramática generativa es el de A. Suñer (1990). 12 2.4. Ambigüedad “Q-C”. Obtendremos potencialmente este tipo de ambigüedad con adjs-Q que modifican a sustantivos sin estructura temática siempre que el adjetivo admita las dos interpretaciones (véase el ' 5). Así, en SSNN ambiguos como problema lógico podemos interpretar “el ser lógico” como una cualidad o una propiedad del problema (adj-Q) o bien es posible entender que hablamos de un problema relacionado con la lógica (adj-C). Puede afirmarse, en resumen, que la distinción Q-C-θ está justificada semánticamente, en el sentido de que se trata de tres tipos distintos de significa- dos aislables que dan lugar a situaciones de ambigüedad. De hecho, con los adjs-Q denotamos “propiedades”, con los adjs-C denotamos “clases” y con los adjs-θ denotamos “individuos”, o más exactamente entidades individuales que funcionan como argumentos. Como ya hemos señalado, la mayor parte de los adjetivos relacionales son denominales. Ello es lógico, puesto que el sustantivo representa aquí el dominio con el que se establece la relación semántica en cuestión. Eso no significa que todos los adjetivos denominales sean necesariamente adjs-C o adjs-θ, puesto que ya hemos señalado que existe “ambigüedad Q-θ” y “ambigüedad Q-C”. Existen también unos pocos adjs-R no denominales, como los formados sobre adjetivos de color (amenaza roja, invasión amarilla). Como es bien sabido, los colores representan convencionalmente grupos humanos en muchas lenguas y culturas. Nótese que amarillo es un adj-C en raza amarilla (ejemplo de Hernanz y Brucart (1987)), pero es un adj-θ en invasión amarilla, puesto que en el primer caso establecemos una de las clases objetivas de razas, mientras que en el segundo hablamos más bien de la invasión de algún grupo, y no exactamente de una clase de invasión.3 3 En un estudio sobre la oposición Q-R deben descartarse, evidentemente, los aparentes adjs-R y adjs-Q que formanparte de unidades léxicas sin estructura interna. Así, es claro que ni tenemos un adj-Q en agujero negro ni tenemos un adj-R en tortilla francesa. Por el contrario, 13 3. Diferencias morfológicas 3.1. Sustantivos derivados. Como es de esperar, muchos de los adjs-Q admiten el sufijo -(i)dad u otro sufijo denominal que signifique ‘cualidad de’, hecho que fue observado desde los primeros estudios sobre los adjs-R. En realidad, eso es lo que significa el ser “calificativo” o “cualificativo”. Así, sintagmas como música popular constituyen ejemplos claros de ambigüedad “R-Q”, puesto que popular es o bien un adj-Q (y significa entonces ‘conocido’ o ‘difundido’), o bien es un adj-R y en tal caso denota unos de los tipos o de las clases de música. Obvia- mente, si hablamos de la popularidad de la música sólo nos referimos a la lectura cualificativa. Análogamente, la ambigüedad que notamos en reunión familiar, en oración gramatical o en reforma constitucional desaparece en la familiaridad de la reunión, la gramaticalidad de la oración y la constitucionalidad de la reforma. La existencia de este sustantivo derivado no es, sin embargo, impres- cindible para que se dé la interpretación calificativa. Cabe aquí hacer dos grupos: a) Unas veces no existe un derivado claro por razones morfológicas o por lagunas léxicas explicables históricamente. Así en explosión volcánica tenemos ambigüedad R-Q sin que exista sustantivo derivado para la lectura Q. La ambas secuencias son unidades denominativas que han de interpretarse como piezas léxicas, por lo que sería lógico que aparecieran en el diccionario. La sintaxis tiene, ciertamente, muy poco que decir sobre ellas. 14 cualidad de ser estupendo, mágico, accidental o curioso tampoco se designa con nombres, sin que los adjetivos correspondientes dejen de ser por ello adjs-Q.4 b) Otras veces, en cambio, la ausencia de sustantivo se ajusta a pautas más sistemáticas. Así, la noción denotada por muchos adjs-Q denominales relacio- nados con sensaciones físicas y anímicas no es en realidad “la posesión de la cualidad” del sustantivo del que derivan (véase Warren 1988 sobre este punto), sino más bien la propiedad que consiste en “manifestar o producir esa sensa- ción”. No sería, pues, apropiado parafrasear doloroso como ‘que posee o contiene dolor’ (cf. en cambio acuoso), sino más bien como ‘que produce o manifiesta dolor’. Lo mismo es válido para adjetivos como oloroso, risueño, soñoliento o hambriento. Nótese que junto a series derivativas como ley 6 legal 6 legalidad, caballero 6 caballeroso 6 caballerosidad o gramática 6 gramatical 6 grama- ticalidad, no tenemos series del tipo dolor 6 doloroso 6 *dolorosidad; hambre 6 hambriento 6 *hambriencia u olor 6 oloroso 6 *olorosidad. Ello significa en realidad que no es fácil conceptualizar verbalmente la noción correspondiente a la “posesión de una cualidad física producida o manifestada”. Entenderemos, sin embargo, que el que no existan sustantivos de cualidad en estos casos no significa que dejen de ser calificativos los adjs-Q correspondientes. 3.2. Sufijos Q y R. Dobletes. Los sufijos adjetivales no determinan de manera sistemática la interpretación relacional o calificativa de los adjetivos denomi- nales, puesto que, como hemos visto, existen casos de ambigüedad entre ambas lecturas con adjetivos formados mediante los mismos sufijos. No obstante, 4 Recuérdese que muchos sustantivos tienen adjs-R derivados mediante bases supletivas, es decir, a partir de formas latinas independientes: hermano-fraternal, río-fluvial, traba- jo-laboral, ciudad-urbano, cara-facial, etc., etc. 15 existen ciertas regularidades que la gramática aprovecha. El que tales regulari- dades léxicas no se conviertan en leyes es exactamente lo esperable en el ámbito de la morfología derivativa: Algunas lenguas como el alemán (véase Gawe»lko 1975) muestran una distribución casi perfecta entre algunos sufijos-Q (como -ig) y sufijos-R (como -lich). En español, muy pocos de los adjetivos denominales que se construyen con -esco son adjs-R. Así, son adjs-Q formas como dantesco, goyesco, donjua- nesco, quijotesco, celestinesco y otros muchos. Nótese que difícilmente podrían usarse como adjs-θ o adj-C aunque sean derivados de nombres propios5 . Caballeresco, juglaresco y plateresco están entre los pocos adjs-R terminados en -esco, mientras que del DRAE no se deduce si son adjs-Q o adjs-R formas como lopesco, petrarquesco o quevedesco (probablemente, sólo adjs-Q). Tampoco son muchos los adjs-R entre el numeroso grupo de adjetivos terminados en -oso. Entre esas pocas excepciones están los términos técnicos que se pueden usar como adjs-R, además de como adjs-Q, en los casos en los que la presencia de la materia denotada por el sustantivo del que derivan puede ser distintiva de alguna clase natural, lo que les permite adquirir propiedades clasificatorias: glanduloso, nervioso, arenoso, oleaginoso, etc. Volveremos sobre estos adjetivos. Entre los terminados en –il, solo unos pocos son adjs-R (textil, pastoril, mercantil y pocos más), mientras que la mayor parte sólo admiten la interpretación calificativa (varonil, pueril, estudiantil, etc.). Por el contrario, la proporción se invierte claramente entre los terminados en -al, -ar, y -ario. 5 Disuenan, pues, en la interpretación R, SSNN como estudios donjuanescos, vida dantesca o anales quijotescos. Se hacen algunas referencias a la interpretación R o Q de los adjetivos formados con este sufijo en Zwanenburg 1975, Malkiel 1972 y en la comparación de ambos que hace Walsh 1980. 16 Este tipo de diferencias son, creemos, significativas, a pesar de ser estadísticas más que sistemáticas. Nótese que no es del todo casual que el adjetivo italiano stradale sea relacional, mientras que el adjetivo español callejero sólo sea calificativo. Así pues, esp. cruce callejero (frente a it. incrocio stradale) no puede significar ‘cruce de calles’ (cf. en cambio viario6). Así, pues, las diferencias estadísticas muestran ciertas tendencias morfológicas claras en los adjs-Q y los adjs-R. Es importante saber si estamos ante una u otra clase de adjetivos para prever adecuadamente su comportamiento gramatical, no sólo por las razones posicionales que veremos en el ' 5, sino porque la gramática debe proporcionar la interpretación semántica adecuada del tipo de incidencia correspondiente. El que peligroso, dantesco y pueril no sean adjs-R es lo que nos permite saber que los SSNN crecimiento peligroso, movimiento pueril y escritos dantescos no significan respectivamente ‘crecimiento del peligro, ‘movimiento de los niños’ y ‘escritos de Dante’. A las tendencias estadísticas señaladas debe añadirse que existen varios pares de adjetivos con idéntica base nominal y diferente sufijo derivativo. El primer miembro del par posee la lectura califica- tiva y el segundo la relacional. Se trata de pares como los de (2): (2) Enérgico-energético; caballuno-caballar; cívico-civil; paternal-paterno; sedoso-sedero; cordial-cardíaco; devoto-devocional; estiloso-estilístico; etc. Así, una industria puede ser “sedera” y una tela puede ser “sedosa”, pero no al contrario. La cría de caballos es “caballar” y no “caballuna”, y el afecto podrá ser “paterno” o “paternal” con significados muy diferentes. Como es de esperar, algunos de estos pares no existen en otras lenguas (esp. muscu- 6 Gracias a Minne Gerben de Boer por esta observación. 17 loso-muscular equivale únicamente a ingl. muscular) mientras que otras veces ocurre lo contrario: el español carece de pares como fr. infantin-infantil, o familier-familial (véase Hietbrink 1985), ocomo ingl. urbane-urban, pecu- nious-pecuniary o classic-classical. De hecho, si tiene razón Farsi (1968), el inglés posee otros muchos pares como los que se muestran en (2), entre los que están los de (3): (3) Affectionate-affective; perceptive-perceptual; tactful-tactile; cultu- red-cultural; toothesome-dental; accurate-factual; nutritious-nutritional; sensitive-sensory; timely-temporal. Existen, finalmente, algunos pares del tipo “Q-Q/R”, es decir pares en los que el adj-Q puede funcionar también como adj-R, mientras que la situación contraria no es posible. Así, en pares como armonioso-armónico o ceremonio- so-ceremonial, el segundo término puede ser R o Q, mientras que el primero es únicamente Q, lo que también se sigue de las generalizaciones morfológicas introducidas. Así pues, con las irregularidades que son de esperar en procesos léxicos de esta naturaleza,7 puede concluirse que las diferencias morfológicas apuntadas muestran un correlato de la oposición “R-Q”, y que los sufijos elegidos son, al menos estadísticamente, responsables más o menos directos de la preferencia por una lectura u otra. 7 No hemos hecho mención a algunos de ellos, como el de la doble derivación de los adjs-R. Algunos adjs-R plantean un interesante problema morfológico si se tiene en cuenta que pueden estar asociados con dos bases léxicas distintas. El significado de adjs-R como presidencial o imperial es claramente distinto según se asocien con los sustantivos presidente y emperador o con los sustantivos presidencia e imperio. Lo mismo puede aplicarse a adjetivos Q-R como romántico, que unas veces asociamos con romanticismo y otras con romance. Este problema no será abordado en el presente trabajo. 18 3.3. Prefijos negativos. La estrecha relación que existe entre la prefijación en inglés y la clase semántica a la que pertenece el adjetivo fue estudiada por Zimmer (1964). Para Farsi (1968) los adjs-R toman en inglés el prefijo non-, mientras que los adjs-Q toman otros como un-, dis- o in-. Así, sobre urban (adj-R) formamos nonurban, mientras que sobre urbane (adj-Q) formamos inurbane. El mismo contraste opone en esencia nonacademic y unacadenic o noncardiac y unhearthy.8 Este tipo de contraste no es, en realidad, sorprendente, ya que los adjs-R no tienen antónimos. De hecho, dada la naturaleza semántica de los adjs-R, y en particular la ausencia de escalas en las que graduar propiedad alguna, es absolutamente esperable que no los tengan, o —para ser más precisos— que sólo tengan opuestos de naturaleza cultural (urbano-rural, humano-divino, septentrional-meridional), que no son propiamente antónimos ni complementarios en los sentidos más restrictivos de estos términos (véase Cruse 1986). Podría discutirse si esta generalización prevé adecuadamente pares como nonscientific-unscientific, o nonconventional-unconventional (véanse sobre este punto Warren 1984a y Aarts & Calbert 1979). Como se sabe, el adjetivo nonscientific viene a significar ‘que está fuera del ámbito de la ciencia’, mientras que unscientific significa más bien ‘que no se ajusta a los principios de la ciencia’. Existe, pues, cierto desacuerdo sobre si es o no la oposición R-Q lo que está en juego en estos casos. Para Marchand (1966a) la respuesta parece ser NO, puesto que la oposición básica que él establece se da entre “negación proposicio- nal” (con non-) y “negación de palabra” (con un-), pero creemos que la relación 8 No obstante, Farsi reconoce más adelante en este mismo trabajo que en ocasiones es el prefijo un- el que selecciona la lectura R, mientras que in- selecciona la lectura Q. Esta opción se da en unos pocos casos, como los que muestran las oposiciones unartistic-inartistic; un- human-inhuman o unmoral-inmoral. 19 entre los diferentes prefijos y la oposición Q-R es básicamente correcta (véase también Quirk y otros 1985). Podemos, pues, entender que unscientific es un adj-Q aunque no sea graduable. De hecho la ambigüedad R-Q de reforma constitucional se da a pesar de la inexistencia de ?*muy constitucional. Si existe el sustantivo cientificidad y podemos construir el sintagma absolutamente científico, es porque no dejan de ser adjs-Q aquellos que expresan propiedades o cualidades relacionadas con la aceptación o el cumplimiento de normas, reglas o condiciones: gramatical, legal, científico, imparcial, etc. etc. (véase el ' 4.1 sobre este punto). Otros pares como nonchristian-unchristian o nonspi- ritual-unspiritual se ajustan exactamente a la misma idea: la negación en los adjs-R no implica la existencia de antonimia, sino la exclusión de la clase que el adj-R representa. En los adjs-Q, por el contrario, el adjetivo denota una propie- dad, por lo que no se excluye la existencia de grados en una escala implícita de adecuación. Por lo que respecta al español, no existen procesos productivos de prefijación que sean sensibles a la oposición R-Q, pero nótese que el prefijo in- (y sus variantes) resulta rechazado por los adjs-Q, de modo que la ambigüedad R-Q que notamos en popular o en legal desaparece en impopular e ilegal (sólo adjs-Q). No hay, pues, ambigüedad R-Q en sintagmas como música impopular ni acciones ilegales. Tanto en lo que respecta al inglés como al español, estos hechos están razonablemente claros. Podemos preguntarnos entonces por qué han de ser así las cosas. Si volvemos sobre los hechos mencionados podemos entender que, en realidad, las razones últimas que impiden las interpretaciones señaladas son morfológicas, antes que semánticas. Es decir, si recordamos que los prefijos negativos no modifican a los sustantivos, sino a los adjetivos, y tenemos en cuenta que la segmentación de ilegal no es *[[i-leg]-al]] , sino [i-[leg-al]] , ya 20 habremos explicado por qué ilegal no es un adj-R, es decir, por qué el sintagma acciones ilegales no significa ‘acciones no relacionas con las leyes’, sino ‘acciones que no están de acuerdo con la ley’ (=no legales). Por lo que respecta a la oposición inglesa entre non- y un-, puede suponerse razonablemente que non- da lugar a una de las muy conocidas “paradojas de segmentación” (bracketing paradoxes), de modo que necesi- taremos dos estructuras para nonscientific: una (por razones semánticas) del tipo [[non-scient]-ific] , y otra (por razones morfológicas) del tipo [non-[scient-ific]] . Sólo en la primera tenemos un constituyente formado por “non-science”. Así pues, si la negación non- se interpreta como prefijo nominal en los adjs-R, la estructura será consistente con el significado de tales forma- ciones prefijadas y reflejará además en cierta manera el concepto intuitivo de “negación proposicional” que Marchand (1966a) consideraba básico en estos casos. La existencia de dos segmentaciones por razones semánticas y morfoló- gicas diferentes ha sido muy estudiada en un buen número de construcciones morfológicas, para las que existen varias soluciones técnicas diferentes (el cap. 10 de Spencer 1991 presenta un excelente estado de la cuestión). Vistas así las cosas, creemos que lo que caracteriza a los adjs-R no es sólo la elección de un determinado prefijo negativo, como sostenía Farsi con buenos argumentos, sino más bien la de dos estructuras morfológicas distintas, motiva- das por las diferentes propiedades selectivas de los prefijos que en ellas intervienen. Así pues, aunque de forma más regular en unas lenguas que en otras, parece bastante evidente que también los prefijos son sensibles a la oposición R-Q, de forma en cierto modo paralela a la manera en que los sufijos derivativos lo son. 21 3.4. Adverbios en -mente. En un antiguo pero excelente trabajo descriptivo sobre la oposición R-Q, A. Kalik (1967) sugería que los adjs-R no forman adverbios de manera, sino adverbios depunto de vista. La idea es razonable, puesto que el adverbio coincide con el adj-R en focalizar o seleccionar un fragmento de un dominio dentro de un ámbito que se desea restringir: históricamente, musical- mente, parlamentariamente, culturalmente.9 Creemos que la idea de Kalik es correcta en lo fundamental y merece ser desarrollada. Nótese que esta distinción explica la clara ambigüedad “R-Q” que se percibe en sintagmas como actuar deportivamente (‘con actitud deportiva’ (=Q) o ‘en el terreno del deporte’ (=R)), o la no menos clara de Lo ayudó legalmente (‘dentro de la legalidad’ (=Q) o ‘en materias legales’ (=R)). Esta misma ambigüedad “R-Q” también explica los dos sentidos, enteramente esperables, de adverbios como musicalmente: El susurro entró musicalmente por sus oídos (lectura Q), frente a Musicalmente, es el primer artista de su generación (lectura R). Aun así, debe hacerse notar que la hipótesis no está suficientemente restringida porque sólo es aplicable a algunos de los sustantivos que denotan normas, disciplinas o instituciones, y no a todos los adj-R. Tampoco explica la relación entre los significados Q y R y las respectivas posiciones sintácticas de los adverbios (los adverbios-Q, frente a los adverbios-R, por ejemplo, no se suelen anteponer a la oración). A pesar de que consideremos que la oposición R-Q se extiende también a los adverbios, el desarrollar este punto requeriría un estudio monográfico sobre la sintaxis de los adverbios en -mente abordada desde esta perspectiva, tarea que excede con mucho a nuestros objetivos en este trabajo. Nuestra sugerencia en este punto será tan solo la de apuntar que probablemente podemos derivar de la distinción “R-Q” la conocida categoría de “adverbios de punto de vista”. Dado 9 Luján (1980:222) sugería en cambio que los adjs-R no tienen adverbios en -mente. 22 que la sintaxis necesita independientemente la distinción “R-Q”, esta reducción sería sin duda deseable en cualquier concepción restrictiva de la gramática. 4. Diferencias semánticas 4.1. Aspectos interpretativos. Como apunta Warren (1984b), la oposición R-Q mantiene alguna relación con la conocida distinción de Bolinger (1967) entre “modificadores del referente” y “modificadores de la referencia” de un SN, aunque la correspondencia no sea del todo exacta. Si decimos de alguien que es “un actor cómico” podemos estar afirmando dos cosas. Podemos estar atribu- yendo la comicidad a esa persona, independientemente de que sea no un actor (=lectura Q). En esta interpretación, un actor cómico viene a significar ‘una persona que es cómica además de ser actor’ (modificación del referente, en el sentido de Bolinger). El análisis sería parecido al que daríamos para SSNN como un actor borracho. En la segunda lectura (=lectura R) no atribuimos la comici- dad a ninguna persona, sino que el adjetivo cómico restringe ahora la denotación de actor, que se ve por tanto modificada (=modificación de la referencia, en el sentido de Bolinger). Consecuentemente, en el primer caso predicamos de un individuo el ser actor y el ser cómico, mientras que en el segundo no predicamos de él el ser cómico, sino que lo inscribimos en la clase de los actores cómicos. Así pues, sólo el SN actor cómico, pero no el adjetivo cómico, puede conside- rarse en este segundo caso como un predicado. Desde este punto de vista, la conocida incapacidad de los adjs-R para aparecer en las oraciones copulativas 23 (este actor es cómico: Q/*R) confirma simplemente que los adj-R no son predicados.10 Se ha señalado muchas veces que la gradación está reservada a los adjs-Q, con lo que no tenemos ambigüedad en reunión muy familiar o en música muy popular. Podemos suponer que lo que se gradúa en estos casos es la extensión o la magnitud en la que se posee la cualidad denotada, luego es lógico que los adjs-R no acepten esta propiedad, precisamente porque no denotan cualidades, sino clases (adjs-C) o individuos (adjs-θ). Obviamente, los adjs-R que pasan a funcionar como adjs-Q adquieren la gradación como una de las marcas de la nueva clase (lo que se revela en contrastes conocidos como temperamento muy francés frente a *pasaporte muy francés). Como es sabido, estas alternancias son muy fáciles de encontrar. (Farsi 1968 contiene una lista: diplomático es graduable si se predica de carácter, pero no de inmunidad; religioso lo es si se predica de hombre, pero no de guerra, etc. etc.) Podemos, pues, decir que una propiedad se posee en mayor o menor grado, pero no se pertenece a una clase en mayor o menor medida.11 Existen, como hemos visto, algunos adjs-Q no graduables. Denotan por lo general relaciones con sistemas de normas, reglas o preceptos. Warren (1988) señala correctamente que este tipo de adjetivos (entre los que están gramatical, legal, constitucional, etc.) no tienen perífrasis del tipo ‘que posee X ni ‘que manifiesta X’, sino más bien del tipo ‘que se ajusta a X’ o ‘que está de acuerdo 10 La oposición entre adjs-R y adjs-Q no se corresponde exactamente con la interesante distinción de Siegel (1976) entre adjetivos “intersectivos” y “no interesectivos”. Véase sobre este punto Demonte (1982). 11 Los adjs-R rechazan el sufijo -ísimo y también los sufijos diminutivos, lo que es consistente con la aproximación esbozada. No lo es, en cambio, el que estos mismos adjetivos tampoco acepten diminutivos en su lectura Q (*canciones muy popularcitas). Esto parece sugerir que los procesos de afijación expresiva no están regulados por los mismos principios semánticos que intervienen en la gradación gramatical, sino más bien por mecanismos morfofonológicos independientes, lo que explicaría que no les afecte la recategorización R6 Q. 24 con X’. En nuestra opinión (no al parecer en la de Warren), se trata de interpreta- ciones Q, puesto que admiten el sufijo -idad, pero aun así es de notar que no aceptan con naturalidad el adverbio muy en la lectura Q, y sí en cambio otros como enteramente o absolutamente. Cabe pensar que la propiedad de “estar de acuerdo con una norma” se mide más frecuentemente en estos términos abso- lutos, pero aun así, esta es una cuestión que debe ser examinada con más detalle (véase más adelante a propósito de los “adjetivos de norma”). El paso de adjs-R a adjs-Q es mucho más frecuente que el contrario. Recuérdese que hemos señalado algunos pasos “Q > R”: el de los grupos que se identifican por colores por razón de raza o divisiones políticas, y el de los adjetivos, en principio calificativos, que denotan sin embargo propiedades físicas que interpretamos como distintivas o clasificatorias (roca arenosa, tejido adiposo). La recategorización inversa (“R > Q”) es, en cambio, mucho más frecuente. Esta recategorización plantea una primera pregunta interesante y nada trivial: ¿Es posible deducir el significado de un adj-R cuando está recategorizado como adj-Q? Se han dado varias respuestas a esta pregunta, que oscilan entre las más optimistas (Warren) y las más pesimistas (Levi). Warren sostiene, por ejemplo, que existen procesos objetivos de cálculo de los significados “Q” obtenidos, y que en estos procesos intervienen factores léxicos y factores pragmáticos. La postura de Levi se acerca más bien a la homonimia.12 Por nuestra parte, creemos que los factores que intervienen en la conversión de adjs-R en adjs-Q son en gran medida los factores semánticos que permiten 12 El estudio de estas diferencias es, naturalmente, muy anterior, aunque no siempre más explícito. Así, para Bally (1932, ' 180) la diferencia semántica entre vegetación tropical y calor tropical estribaba en que el concepto de “trópico” se entiende “en extensión” en el primer caso y “en comprehensión” en el segundo. El paso de los significados relacionales a los calificativoses, para este autor, resultado de “una evolución muy próxima al estado de lengua considerado”. Parece que el paso R > Q se interpreta fundamentalmente como cambio histórico. 25 recategorizar las clases como propiedades. Así pues, la gramática no contiene ni debe contener especificaciones sobre estereotipos culturales, pero nos debe aclarar en cambio qué quiere decir seleccionar una lectura cualificativa o una relacional. Veamos brevemente esta diferencia. Tal vez el ejemplo más claro de lo que debe y no debe decirnos la gramática sobre esta cuestión lo proporcionen los adjetivos gentilicios, y en general los llamados “étnicos”. Es evidente que no corresponde a la gramática presentar los contenidos culturales estereotipados que se suponen en la inter- pretación de sintagmas como carácter bastante francés o temperamento muy inglés. Sabemos que adverbios como típicamente solo se pueden predicar de cualidades o de sucesos que se asocien con nociones estereotipadas, pero es obvio que la gramática no debe contener listas de estereotipos. No le corresponde a ella prever que unos adjetivos gentilicios se asocian por razones culturales con ciertos estereotipos (francés, inglés), mientras que otros (birmano, finés) no lo hagan, por idénticas razones extralingüísticas. El léxico nos dice, por el contra- rio, que un determinado concepto está categorizado como “cualidad”, y no como “clase”, por lo que debemos esperar que la propiedad así designada se posea en mayor o menor grado. A estos grados es a los que el hablante habrá de buscar correspondencias en su sistema de estereotipos culturales extralingüísticos. La gramática no nos dirá, por tanto, cuáles son en cada caso los significados añadidos que hemos de deducir por el hecho de recategorizar un adj-R como adj-Q. Relacionada con la anterior está la pregunta tradicional de por qué deducimos los hablantes los mismos estereotipos en los mismos casos. Los adjs-Q derivados de adjs-R antroponímicos, por ejemplo, tienen las mismas características que los derivados de gentilicios. Sabemos que SSNN como un monumento un tanto napoleónico, una película muy almodovariana o un cuadro 26 típicamente daliniano no denotan objetos construidos o producidos por los individuos a los que se hace mención, sino objetos a los que atribuimos las características prototípicas de las obras o los comportamientos de esas personas. Probablemente, todos los hablantes interpretamos de forma muy parecida estos adjs-Q, obtenidos productivamente de adjs-R, pero tampoco aquí corresponde a la gramática establecer cómo y por qué compartimos los sistemas de símbolos que percibimos a nuestro alrededor. Entre las tareas de la gramática no está, ciertamente, la de explicar cómo distinguimos las personas de los personajes en el mundo que nos rodea, ni por qué reaccionamos de forma parecida ante los efectos irónicos basados en conocimientos culturales compartidos. Nuestra postura es, pues, distinta de la parece sostener Warren en este punto, ya que no defenderemos que la gramática deba incorporar los procedimientos pragmáticos necesarios para realizar tales distinciones, sino que entenderemos más bien que entre sus tareas no está la de explicar la interpretación compartida de los símbolos. Esta empresa forma parte en realidad de uno de los muchos sistemas extralingüísticos que se interrelacionan con los aspectos más formales del sistema gramatical, pero que son externos a él. Propondremos en este apartado que existen dos clases gramaticales de adjs-R tomando como criterio su relación con los adjs-Q correspondientes. En la primera clase el hablante conoce la relación R-Q y ha de tener acceso indepen- dientemente a ambas interpretaciones. En este primer grupo, los significados Q y R se han de listar independientemente en el léxico. En la segunda clase, el ha- blante calcula el significado Q a partir del significado R, y este proceso de cálculo se hace en la sintaxis. Veamos brevemente la diferencia entre ambas clases: 27 a) Relaciones R-Q almacenadas. Existen pruebas claras de que la interpretación “Q” se aprende muchas veces independientemente de la interpretación “R”, o de que en tales casos los hablantes usan ambas sin establecer un cálculo deductivo entre ellas. Ello significa que ambas deben aparecer en el léxico como unidades independientes, como ocurre en otros muchos casos de polisemia. Así, es posible usar varios adjs-Q obtenidos de adjs-R gentilicios y antroponímicos sin tener conocimiento necesariamente de esta última interpretación. Piénsese en adjeti- vos como kafkiano, espartano o hercúleo en SSNN como procedimiento kafkiano, condiciones espartanas o fuerza hercúlea. En algunos casos, como el del adj-Q campechano, su relación con el adj-R gentilicio del que procede (‘natural de Campeche, estado de México’) se pierde en la etimología, sin que de él hablante tenga conciencia de ella. En casi todos los adjetivos de este grupo existe una conexión histórica interesante entre la lectura R y la lectura Q. El hablante puede reconocer esta relación, como reconoce una etimología sobre la que reflexiona, pero no puede establecer una relación productiva entre ambas. La relación entre adjs-R y adjs-Q se aprende, pues, independientemente en estos casos, junto con los usos figurados que han entrado en el léxico como consecuencia de factores históricos y culturales difícilmente previsibles. Piénsese en la lectura Q, que señalamos entre paréntesis, de adjs-R como teatral (‘aparatoso’), diplomático (‘disimula- do’, ‘sutil’), antidiluviano (‘obsoleto’), urbano (‘atento’, ‘sociable’), divino (‘magnífico’, ‘extraordinario’), humano (‘compasivo’, ‘benévolo’), deportivo (‘correcto’, ‘ecuánime’), astronómico (‘desmesurado’, ‘carísimo’), económico (‘barato’), dramático (‘conmovedor’, ‘patético’), antológico (‘excepcional’), entre otros muchos. Estos adjetivos tienen dos entradas en el léxico, de forma que se da entre ellas una relación de polisemia, más que de homonimia. El hablante no puede 28 calcular una de las lecturas por el hecho de conocer la otra, aunque el lingüista pueda rastrearla históricamente. Nótese además que es de esperar que se den casos en los que un extranjero conozca la interpretación R y desconozca en cambio la interpretación Q de estos adjetivos. b) Relaciones R-Q calculadas. El análisis de la polisemia no cubre todos los casos. De hecho, resulta claramente insatisfactorio en las situaciones en las que la relación “R-Q” es productiva. En tales situaciones, frente a las del grupo anterior, no se trata ya de recategorizar un adj-R como adj-Q, sino de prever qué significará un adjetivo que está marcado como R, Q, o con ambos rasgos, en una misma entrada léxica. Si sabemos que un adjetivo es denominal (como legal), conocemos el nombre del que deriva (ley) en un relación semántica transparente, y no tenemos ninguna marca léxica idiosincrásica que nos identifique este adjetivo con los del grupo a), podemos prever ambas lecturas de forma produc- tiva. Así, el SN ayuda legal13 es un claro ejemplo de ambigüedad R-Q. Es evidente que legal puede significar ‘que está de acuerdo con la ley’ (adj-Q) o ‘que está relacionado con la ley’ (adj-R). En el primer caso, ayuda legal se opone a ayuda ilegal (en este sentido usamos el sustantivo legalidad), y en el segundo contrasta con ayuda financiera, administrativa, etc.). Esta es una ambigüedad que el hablante calcula, y no un producto de la información léxica. Es, además, improbable que un extranjero conozca una de estas dos interpretaciones y que no tenga acceso a la otra, frente a lo que ocurría con los adjetivos del grupo anterior. Dado que este adjetivo se deriva de un sustantivo y está marcado para la interpre- tación Q y para la R, podremos construir la lectura Q (‘cualidad o propiedadde...)’ y la lectura R (‘relación con el ámbito de...’) de forma productiva. El 13 El ejemplo ayuda legal está tomado de Warren 1988, pero el análisis que de él haremos es considerablemente diferente. 29 mismo análisis se extiende a sintagmas ambiguos como problema lógico o crítica musical, entre otros muchos. Pero es imprescindible preguntarse si estos “rasgos” R o Q son idiosin- crásicos o se deducen, por el contrario, de otros factores. Obviamente, no es una casualidad el que un adjetivo como ruidoso no sea adj-R, mientras que religioso y legal sí lo sean (nótese la ambigüedad “R-Q” del SN líder religioso). Ello está relacionado, evidentemente, con el hecho de que la ley y la religión, frente al ruido, pueden considerarse nociones sociales complejas que están articuladas o reguladas en sistemas de normas y preceptos. Si nos limitamos a decir que ruidoso no posee el rasgo “R” y que religioso sí lo posee, perderemos esta deducción evidente. Nótese que ésta es exactamente la base de la crítica que desde hace algún tiempo han planteado muchos autores a los sistemas de repre- sentación semántica basados en rasgos léxicos, y en particular a los de la estructura argumental de los predicados. Como se sabe, el conjunto de papeles temáticos que se asignan a un predicado no es desde luego arbitrario (como podría ser un rasgo de género), sino que se obtiene o se deduce de una estructura conceptual más abstracta, y en ciertos casos de una estructura aspectual intermedia. Sabemos que el tener en el léxico tal relación de valencias semánti- cas es imprescindible para prever comportamientos gramaticales, pero también sabemos que postular rasgos en lugar de deducirlos no es nunca una opción deseable. En el caso de nuestros adjetivos, los rasgos Q y R no representan una estructura argumental, pero es evidente que la relación productiva entre las lecturas R y Q se deriva en buena parte de la pertenencia de esas unidades a ciertas clases semánticas, como la de los adjetivos de norma. No son, en definitiva, rasgos léxicos arbitrarios, ni siquiera primitivos, los que están en juego. 30 Podría pensarse tal vez que tendría sentido proponer un análisis pragmá- tico, y no gramatical, de estas relaciones. De esta forma, el paso Q > R se ajustaría a una serie de condiciones extralingüísticas. La pertenencia a una clase podría entonces forzarse estableciendo marcos situacionales independientes de los significados léxicos (tal vez desde la teoría de los prototipos o desde otra concepción pragmática). Ello relativizaría por completo la distinción “R-Q”: un vehículo ruidoso podría designar una clase administrativa de vehículo en alguna normativa municipal, y, por tanto, tendríamos un ejemplo de adj-R. Si se tiene en cuenta la interpretación R del adjetivo arenoso en nuestro ejemplo roca arenosa, mencionado más arriba, se recordará que no estaba motivada por razones gramaticales, sino más bien por ciertas condiciones extralingüísticas que convierten en clases algunas de las propiedades que interpretamos como características definitorias de los objetos. Desde esta forma de ver las cosas, se diría que un adjetivo no denota una cualidad o una clase de forma inherente, sino de manera relativa a las condiciones extralingüísticas que se consideren relevantes en cada tipo de discurso. Nótese que un adjetivo tan claramente calificativo como amoroso (amorosas caricias) es adj-R en estrategias amoro- sas o en literatura amorosa. Ello es posible porque el amor no sólo puede concebirse como un sentimiento o una disposición (lectura Q), sino también como un dominio o un ámbito, y esta es la categorización que la lectura R necesita para poder ser viable. Aunque la idea de relativizar la oposición R-Q en un análisis pragmático no carece de atractivo,14 en este trabajo no adoptaremos la concepción que acabamos de esbozar, ya que tal tipo de indeterminación no está suficientemente restringido gramaticalmente. De hecho, no puede dar cuenta de las poderosas 14 Los trabajos de Warren (1984a y b; 1988) constituyen una de los resultados de explorar una vía parecida a esta. 31 constricciones formales (morfológicas y sintácticas) que existen sobre la gramática de los adj-R y porque prevé, de hecho, muchas más ambigüedades de las que efectivamente se dan. A eso se añade que, como hemos visto en el ' 3, existen un buen número de diferencias léxicas entre adjetivos Q y R que la gramática debe reflejar. En este trabajo mantendremos, pues, una concepción “gramatical”, más que “pragmática”, de la oposición “R-Q”, pero, aun así, somos conscientes de que, al igual que ocurre con otros muchos rasgos léxicos, el gramático los necesita para entrar con ellos en la sintaxis, sin saber siempre con precisión de qué otros niveles de análisis semántico son reflejo o consecuencia. Dicho de otra forma, nos interesan los comportamientos gramaticales de los adjetivos una vez que sabemos que son adjs-Q o adjs-R, pero no podemos presentar una teoría abarcadora, y a la vez restrictiva, que en lugar de marcar esos rasgos, los deduzca en todos los casos (de manera explícita y no intuitiva, se entiende) de las informaciones semánticas que hayan de aparecer en las entradas léxicas de los adjetivos. 4.2. Los análisis hiperespecíficos. Los adjs-R no expresan, como hemos visto, cualidades o propiedades, sino otras nociones diferentes como son, en palabras de Lapesa 1975, “situación, nacionalidad, materia, origen, clase, pertenencia, etc”. En los últimos veinte años han aparecido descripciones muy detalladas de los valores semánticos que pueden adquirir los adjetivos relacionales,15 pero aun así creemos que en varias de ellas se plantea lo que podría llamarse una hiperespecificación de significados relacionales. Esta hiperespecificación es la 15 Aunque no siempre separan en todos los casos los usos Q de los usos R. Entre esos trabajos deben mencionarse los ya citados de Bartning (1980)(1984)(1986) y Warren (1984a y b)(1988), a los que pueden añadirse Coates (1971), Breslin (1975), Ljung (1970), Schmidt (1972), Brinker (1974) y Dirven (1978), entre otros. 32 que hemos intentado evitar en parte con las distinciones introducidas (Q, R, C, θ) que aspiran a tener reflejo gramatical. En los trabajos citados se apuntan varias interpretaciones para los adjetivos que hemos clasificado simplemente como adjs-R, y que hemos subdividido en adjs-C y adjs-θ. Entre esas interpretaciones mucho más detalladas que allí se mencionan están las locativas, como ‘lugar en donde’ (desembarco lunar, vía terrestre), ‘lugar de donde’ (bombardeo aéreo) y ‘lugar adonde’ (viaje estelar). Otras interpretaciones son la instrumental (llamada telefónica, demostración matemática), la temporal (huelga veraniega, juegos medievales), la de objeto producido (vaca lechera), la de procedencia (viento meridional, residuos industriales), la de causa (persecución religiosa, crisis nerviosa), la de origen o fuente (calor solar, aguas pluviales), la de pertenencia o adscripción (piel facial, tradición universitaria), la de finalidad (utensilios culinarios) y todavía algunas otras más. No todas se obtienen de la misma forma ni todas coinciden para los diferentes autores que mencionamos en la nota anterior, pero en todos ellos es patente el interés por establecer un conjunto finito de esquemas semánticos primitivos a los que remitirían todas las combinaciones entre sustantivos y adjs-R. Los que estamos llamando análisis hiperespecíficos de las interpreta- ciones semánticas de los adj-R proporcionan casi exactamente los mismos resultados que se obtienen al clasificar semánticamente los complementos de genitivo, y son en gran medida las mismas interpretaciones que se esconden en los compuestos endocéntricosde la lenguas germánicas, como se comprueba desde los antiguos trabajos sobre la composición en inglés publicados en los años setenta (véase, por ejemplo, Downing 1977). Es difícil saber si tales conexiones se calculan mediante principios pragmáticos o mediante principios semánticos, pero parece claro que en lo que respecta específicamente a los 33 adjs-R, su virtualidad gramatical es escasa. Nótese que si nos olvidamos por completo de los adjs-R e intentamos hacer una lista de relaciones posibles entre objetos del mundo, no llegaríamos a una lista muy distinta de la anterior. A todo ello debe añadirse que los procedimientos de cálculo no parecen enteramente explícitos en la mayor parte de estos análisis. Consideremos el ejemplo citado viento meridional. No sería descabellado, en principio, suponer que viento posee una estructura argumental que incluye un argumento de origen, de modo que el adj-R meridional podría saturar este argumento. Aunque más adelante argumentaremos contra este análisis, supongamos por un momento que es correcto. Este sería un análisis esencialmente “semántico”, basado en la idea de que el sustantivo tiene una estructura argumental. Pero si consideramos el ejemplo también citado calor solar, no es tan evidente que la interpretación de ‘causación’ o de ‘origen’ (‘calor procedente del sol’) se obtenga a través de la estructura argumental de calor, puesto que es muy discutible que esta exista. Si el mecanismo de cálculo ha de ser en tal caso “pragmático” y no “semántico”, no queda claro cuáles han de ser exactamente los principios pragmáticos que entran en juego, dado que las máximas griceanas, ampliadas o no, no parecen ser suficientes (véase Warren 1988 para otra forma de ver las cosas). Existen además buenas razones para sostener que los adjs-R no pueden saturar otros argumentos que los que correspondientes a los complementos de genitivo, dado que el papel del sufijo-R es, también en este punto, idéntico al de la preposición de: ni el uno ni la otra intervienen directamente en la asignación de papel-θ, sino que actúan como una “marca de Caso” (en el sentido que el término tiene en el modelo RL), es decir, como un mecanismo de identificación formal. Desde este punto de vista, no es correcto interpretar estelar como adjetivo que satura un argumento de destino en viaje estelar, fundamentalmente porque los argumentos de destino no se representan con complementos de 34 genitivo. De hecho, esta constricción es la que nos permite explicar que un sintagma como obediencia gubernamental no significará ‘obediencia al gobierno’. Ello prevé, en suma, que las interpretaciones de los adjs-R serán más restrictivas de lo que los análisis hiperespecíficos sugieren en principio, y esta reducción es, desde luego, deseable. Como es de esperar, el viaje marroquí no es ambiguo entre ‘el viaje desde Marruecos’ y ‘el viaje a Marruecos’, sino que posee la misma indeterminación del SN el viaje de Marruecos, es decir, la que se ha llamado “interpretación-R” de los complementos de genitivo (adjs-C en los términos de este trabajo). En resumen: al igual que no está enteramente claro que un conjunto limitado y ordenado de principios pragmáticos pueda elegir explícitamente la interpretación correcta de los complementos de genitivo en cada contexto particular, tampoco es evidente que esos principios puedan realizar dicho papel en la interpretación de los adjs-R. Aunque no creemos que la gramática necesite asumir los mecanismos de cálculo asociados a las conexiones de significado que hemos llamado hiperes- pecíficas, sí creemos en cambio que el léxico debe marcar las que llamaremos interpretaciones semánticas exclusivas de ciertos adjs-R. Necesitamos prever que un SN como curación manual no va a significar ‘curación de las manos’ (cf. en cambio curación cutánea), y también que un análisis del aire en un tubo de ensayo no es un análisis aéreo (cf. en cambio análisis bacterial). Estas son, paradójicamente, interpretaciones permitidas a priori en una aproximación pragmática, pero la gramática debe excluirlas adecuadamente. Una forma de hacerlo es lograr que el léxico restrinja individualmente la interpretación de estos adjs-R, de forma que algunos adjs-R serán exclusiva o intrínsecamente instru- mentales (manual), locativos (aéreo), o tal vez incluso distributivos (la expira- ción anual no significa ‘la expiración de un año’). Vistas así las cosas, la tarea 35 del léxico en estos casos es la de restringir las interpretaciones posibles de un pequeño grupo de adjetivos. Para los demás, la gramática asigna simplemente la lectura C en las condiciones posicionales que veremos en el apartado siguiente, y en unas pocas situaciones, alguna de las pocas lecturas-θ que hemos conside- rado viables. 5. Diferencias sintácticas Las diferencias sintácticas fundamentales entre adjs-Q y adjs-R son bien conocidas, y han sido señaladas en múltiples trabajos. La mayor parte de ellas son consecuencia de la naturaleza no predicativa de los adjs-R: a) Los adjs-R no funcionan como atributos en las oraciones copulativas, como en *El viaje fue presidencial, y tampoco pueden ser predicados en las cláusulas reducidas: no es viable la lectura R de legal en Considero legal la información. Cuando los adjetivos denominales aparecen en estas construcciones (como en el problema era parlamentario, no presidencial) lo hacen como adjs-Q. Véase Schmidt (1972) sobre este uso. b) Los adjs-R no aparecen en posición prenominal. Cuando parece que lo hacen (como en una dramática situación, frente a *el dramático género, ejemplos de Hernanz y Brucart (1987)) se trata, de nuevo, de adjs-Q. Sobre la relación que existe entre esta propiedad y la anterior véase Demonte (1982). 36 c) Los adjs-Q no son coordinables con adjs-R. Cuando parece que sí lo son (como en cotidianas y dolorosas confesiones, ejemplo de Kalik (1967)) se trata, de nuevo, de interpretaciones calificativas. d) Los adjs-R requieren adyacencia con el sustantivo. Ningún adj-Q puede aparecer entre el sustantivo y un adj-R. Esta propiedad ha sido observada en numerosos estudios: Brinker (1974), Lago (1984) —y los trabajos ci- tados en este último— y otros estudios anteriores y posteriores. La mayor parte de las investigaciones gramaticales sobre los adjs-R realizadas en el marco de la gramática generativa reciente presentan análisis sintácticos de su relación con la base nominal; es decir, análisis que determinan las posiciones de ambos tipos de adjetivos dentro de la estructura sintáctica del SN. Así, por ejemplo, para Cinque 1992, los adjs-R están situados en el especificador del SN, mientras que los adjs-Q están en el especificador de alguna proyección funcional flexiva entre el SDet y el SN. Como los adjs-R separan (frente a lo que sería esperable) el núcleo nominal de su argumento interno, Cinque propone que el sustantivo se mueve en estos casos al núcleo de esa proyección flexiva intermedia, con lo que el adj-R no ha de moverse de su posición en el especificador del SN, y se obtiene asímismo la adyacencia con el sustantivo. En este último apartado quisiéramos esbozar apenas, de manera reconoci- damente somera y sumamente provisional, algunos argumentos que apoyan un análisis más morfológico que sintáctico de las propiedades gramaticales de los adjs-R. Sugeriremos, concretamente, que la relación sintáctica que mantienen con el sustantivo al que modifican tiene varios puntos de contacto con la que caracteriza muchos de los compuestos sintácticos endocéntricos de las lenguas 37 germánicas. No elaboraremos, sin embargo, en el presente trabajo una teoría morfológica de las relaciones léxicas que consideraremos. Nuestro interés se centrará en presentar argumentos a favor de la convenienciade hacer pasar algunas de esas relaciones del terreno de la sintaxis del SN al terreno de los llamados “compuestos sintácticos” que se conoce relativamente bien en las lenguas germánicas. Obviamente, al establecer la relación que nos interesa con los compuestos endocéntricos de las lenguas germánicas no queremos decir que toda la gramá- tica de los adjs-R haya de pasar a la morfología, y menos aún en el sentido tradicional que el término morfología tiene en la lingüística romance. Basta pensar que los sintagmas formados con sustantivo y adj-R tienen flexión interna para concluir que, si éste fuera el criterio decisivo para alejarlos de las unidades morfológicas, es evidente que no podrían considerarse entre ellas. Existen grandes discrepancias entre los morfólogos acerca de si son propiamemte léxicos o sintácticos los recursos gramaticales que participan en la formación de los compuestos endocéntricos del inglés. Así, a pesar de que se reconoce que los compuestos radicales y sintéticos tienen una estructura sintáctica configuracional, los partidarios de una concepción léxica de estos procesos sitúan estas relaciones en una componente de Formación de Palabras enriquecido. Este componente puede, por tanto, no sólo manejar una estructura de constituyentes compleja y con cierto grado de recursividad, sino que también tiene acceso a procesos como el de asignación de papeles temáticos. Se acepta pues, en esta línea, que las relaciones que permiten las estructuras argumentales son visibles en dicho nivel. Las funciones sintácticas tradicionales no se reconocen, pues, en este estrato morfológico, pero sí la asignación de papeles temáticos, que deja de ser una propiedad exclusiva de la sintaxis oracional (véanse Di Sciullo y Williams (1987) y Salkirk (1982)). Por otra parte, el hecho 38 de que muchos de los procesos que tienen lugar en la formación de compuestos ingleses (tanto sintéticos como radicales) sean en realidad “propiamente sintácticos” (rección direccional por parte de un núcleo, movimientos en la estructura configuracional, acceso a la estructura argumental de los predicados, asignación de papeles θ, entre otros) hace pensar a algunos investigadores, entre los que es posible situar a Lieber (1988), Sproat (1985) y Roeper (1988), que es la sintaxis el lugar apropiado para tales procesos, con lo que se anula en unos casos y se relativiza en otros el papel de un componente autónomo de “Forma- ción de Palabras”. La polémica es compleja (véase Spencer 1991 para un buen resumen) porque, en último extremo, los “componentes gramaticales” se definen por el hecho de poseer unidades y propiedades no compartidas por otras formas de organizar los datos gramaticales. Algunas de las características más conocidas de los adjs-R se relacionan con su naturaleza morfológica. Consideremos el hecho de que estos adjetivos no liguen anáforas (el ejemplo clásico es *The Albanian destruction of itself; véanse Kayne 1981 y Giorgi y Longobardi 1989). En realidad no se sigue de ello el que tales adjetivos no contengan argumentos, sino más bien que estos “sustantivos internos” no son accesibles por razones morfológicas. De hecho, esta particula- ridad se reduce a una conocida propiedad de las piezas léxicas: la de constituir “islas anafóricas”. Un razonamiento análogo podría aplicarse a la imposibilidad de que los argumentos nominales contenidos en los adjs-θ agentivos controlen los sujetos nulos de las cláusulas finales, como en *El viaje presidenciali al extranjero para PROi evitar su procesamiento. Existe otra peculiaridad morfológica de las construcciones con adjs-R que mantiene una relación estrecha con los compuestos sintéticos de las lenguas germánicas. Se trata de la restricción que afecta a la interpretación genérica que con frecuencia posee la relación verbo-nominal en tales compuestos. Como se ha 39 señalado varias veces, el término truck driver no designa a una persona que alguna vez ha conducido un camión, sino al que habitualmente lo hace. Nótese que lo mismo valdría en español para formaciones como constructor naval o revitalizador capilar. De hecho, si son extraños en español sintagmas como ?*reformador constitucional o ?*descubridor viral es simplemente porque en ellos se designan acciones no habituales, es decir, porque no cabe la lectura genérica. Lo interesante, desde nuestro punto de vista, es que tales sintagmas tampoco podrían equivaler a compuestos bien formados en inglés. Se trata, pues, de una conocida propiedad de algunas formaciones morfológicas que se percibe claramente en las construcciones con nuestros adjs-R. Se pueden rastrear en varios autores europeos observaciones diversas sobre la integridad léxica de las formaciones sintácticas en las que intervienen adjs-R. Así, Rojo (1975) señalaba que, frente a lo que ocurre con los adjetivos que denotan cualidades, de la combinación de sustantivo y adjetivo clasificador se obtiene “una nueva unidad, para la que muy bien podría existir una unidad léxica específica”. Otras observaciones análogas se pueden encontrar en los trabajos de Gawe»lko y Warren citados anteriormente y en varios de los estudios descriptivos de la tradición francesa a los que nos hemos referido. En la gramática inglesa reciente ha sido probablemente Levi (1977)(1982) la autora que más ha insistido en la relación entre los adjs-R y la estructura de los compuestos endocéntricos. En línea con este tipo de acercamiento, creemos que se pueden apuntar algunas diferencias sintácticas entre los adjs-Q y los adjs-R para el español, que quedan esbozadas muy esquemáticamente en (4): (4) a) Los adjs-R no constituyen proyecciones máximas, sino XE s. La categoría de sintagma adjetival no se aplica, por tanto, más que a los adjs-Q. 40 b) Los adjs-R requieren adyacencia estructural con el sustantivo que los rige. La relación formal entre ambos XE se aproxima a la rela- ción que existe entre algunos compuestos sintácticos endocéntricos de las lenguas germánicas. Los adjs-Q requieren adyacencia lineal con el sustantivo del que se predican y están fuera de la proyección máxima que reúne a los argumentos del núcleo nominal.16 c) Si buen puede decirse que los sufijos-Q incorporan papeles temáticos propios (‘que posee la cualidad de’, ‘semejante a’, etc.), es claro que los sufijos-R no incorporan papeles temáticos. Funcio- nan en su lugar como equivalentes de las “marcas de Caso”, y tan solo transmiten relaciones temáticas obtenidas de algún predicado si se dan las condiciones estructurales necesarias para ello. Como ya hemos visto, existen razones para pensar que el sufijo adjetival de los adjs-R actúa como marca de Caso (en el sentido que dicho término tiene en el modelo RL), es decir, como procedimiento formal de legitimación de los complementos de algún núcleo. Esta marca actúa de forma parecida a como lo hace la preposición de en la sintaxis. Podría pensarse que el hecho de que tal marca sea necesaria, en lugar de la simple adyacencia de los compuestos sintácticos, es razón suficiente para mantener que los adjs-R no tienen ninguna relación con ellos. Creemos, sin embargo, que no es así. En realidad, la idea de que los afijos derivativos de los adjs-R se relacionan con algún tipo de “caso 16 Como señala Cinque (1992), esta última parte de la restricción parece correcta pero no explica en principio secuencias como política equivocada del gobierno. En su análisis, esta paradoja se resuelve postulando el movimento del sustantivo al núcleo de una proyección flexiva más alta que el SN. Véase más adelante. 41 flexional” se remonta al menos a Gawe»lko (1975), quien cita otros precedentes. Podemos entender razonablemente que la presencia de esta marca es necesaria por el simple hecho de los adjs-R
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