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Sobre_las_diferencias_entre_los_adjetivo

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Ignacio Bosque: «Sobre las diferencias entre los adjetivos relacionales y los calificativos», 
Revista Argentina de Lingüística, vol. 9, 1993, pp. 9-48. 
 
SOBRE LAS DIFERENCIAS ENTRE LOS ADJETIVOS 
RELACIONALES Y LOS CALIFICATIVOS 
Ignacio Bosque, Universidad Complutense 
(Agosto de 1992) 
 
RESUMEN 
 
Este trabajo aborda la oposición entre adjetivos calificativos y adjetivos relacionales. Se 
presenta un estado de la cuestión crítico sobre esta oposición y se estudian varios aspectos 
morfológicos, sintácticos y semánticos de los adjetivos relacionales. En el ' 2 se dividen los 
adjetivos relacionales en dos grupos según posean o no valor argumental. En el ' 3 se abordan 
algunas diferencias sufijales entre ambas clases de adjetivos y se propone que su distinto 
comportamiento semántico en relación con los prefijos negativos se explica por la existencia 
de dos estructuras morfológicas distintas, de forma que sólo los relacionales dan lugar a 
paradojas de segmentación. El ' 4 trata de las diferencias semánticas entre ambos tipos de 
adjetivos. Los adjetivos relacionales se dividen en él en dos grupos según se establezca en el 
léxico o en la sintaxis su relación con los calificativos. En el mismo apartado se presentan 
algunos argumentos contra los análisis hiperespecíficos de los adjetivos relacionales. En el 
último apartado se propone analizar estos adjetivos como XE s, frente a los calificativos, que 
son proyecciones máximas. Finalmente se ofrecen algunos argumentos a favor de un análisis 
que establezca un paralelismo entre la gramática de estos adjetivos y la de los compuestos 
sintácticos endocéntricos de las lenguas germánicas 
 
GUIÓN 
 1. Introducción 
 2. Algunas clases de adjetivos 
 2.1. Dos clases de adjetivos relacionales 
 2.2. Ambigüedad “Q-θ” 
 2.3. Ambigüedad “C-θ” 
 2.4. Ambigüedad “Q-C” 
 3. Diferencias morfológicas 
 
 
 2 
 
 3.1. Sustantivos derivados 
 3.2. Sufijos Q y R. Dobletes 
 3.3. Prefijos negativos 
 3.4. Adverbios en -mente 
 4. Diferencias semánticas 
 4.1. Aspectos interpretativos 
 4.2. Los análisis hiperespecíficos 
 5. Diferencias sintácticas 
 
 Referencias bibliográficas 
 
 
1. Introducción* 
 
 Se ha insistido tanto en la caracterización de los adjetivos como palabras 
que denotan cualidades o propiedades de las entidades a las que modifican, que 
con bastante frecuencia se olvida que no dejan de ser adjetivos aquellos que no 
representan esas nociones. Los adjetivos que se suelen llamar “relacionales”, “no 
 
* Este trabajo tiene su origen en una investigación que realicé para participar en el seminario 
sobre morfología romance y su relación con la sintaxis al que fui invitado por el Departamento 
de Lenguas Romances de la Universidad de Utrecht. El seminario tuvo lugar en el otoño de 
1987, de modo que se cumple ahora un lustro, mucho tiempo como para que cualquier 
investigación pueda sobrevivir sin serios retoques. En el presente artículo he optado por elegir 
varios aspectos de entre los que se analizaban en aquel trabajo (que nunca se publicó), en lugar 
de desarrollar uno solo. Aunque quedan bastantes cuestiones que no podrán ser abordadas, este 
artículo tendrá por ello un cierto aire de repaso o de estado de la cuestión. Algunas de las 
propuestas que contiene deben ser, por tanto, desarrolladas, en el caso de que no resulten ser del 
todo erróneas. La estancia en Holanda y la ayuda a la investigación en la que se basa este 
estudio fue posible gracias a la financiación del Z.W.O. holandés (doss. B 32-127, corr. 79387) 
que deseo agradecer muy sinceramente. Quiero también dar las gracias a todo el grupo de 
romanistas de esa Universidad, y en particular a J. Schroten, I. Bordelois, M. Slager y W. 
Zwanenburg, cuya ayuda y estímulo fueron valiosísimos en mi estancia en ese departamento. 
Presenté diferentes versiones de algunos aspectos del material al que pertenecen estas páginas 
en las universidades de Utrecht, Groninga y Amsterdam (1987), en el curso de verano de la 
Universidad Autónoma de Barcelona (Girona, 1988) y en la ponencia que fui invitado a 
pronunciar en el XIX Congreso de la Sociedad Española de Lingüística (Salamanca, 1989). 
Muchas gracias también a los asistentes a todas esas conferencias por sus observaciones y 
sugerencias. Mía únicamente será la responsabilidad si no he sabido sacar de ellas todo el 
provecho posible. 
 
 
 3 
 
predicativos”, “clasificatorios”, “denominales” y “referenciales”, entre otras 
denominaciones, se caracterizan precisamente porque no son calificativos, es 
decir, porque no denotan cualidades o propiedades de los sustantivos, sino por el 
hecho de que establecen conexiones entre esas entidades y otros dominios o 
ámbitos externos a ellas, y de acuerdo con las cuales sitúan o clasifican a los 
sustantivos sobre los que inciden. A pesar de que es frecuente analizar los 
adjetivos relacionales como una de las clases de adjetivos calificativos, en este 
trabajo apoyaremos la idea de que buena parte de su gramática se sigue del hecho 
de que no lo son. 
 
 Es evidente que no podemos interpretar de igual manera el adjetivo 
musical cuando aparece en SSNN como sonido musical y cuando aparece en 
crítica musical. En el primer caso, musical es un adjetivo calificativo, por lo que 
denota una cualidad o una propiedad del sonido, pero en el segundo es relacional 
o clasificativo, puesto que nos habla de una clase de crítica, es decir, nos 
introduce un dominio (el de la música) en relación con el cual hay que entender 
la crítica. Análogamente, el significado de gramatical es distinto en los SSNN 
oración gramatical e investigación gramatical. El primer caso es, de hecho, 
ambiguo, porque podemos estar hablando de una cualidad poseída por el 
sustantivo oración (lectura calificativa) o bien de un dominio al que aplicamos 
el concepto de oración (lectura relacional). De hecho, esta segunda lectura era la 
única que tenía el sintagma hasta hace unos treinta años, ya que el concepto de 
“gramaticalidad” es relativamente reciente en la lingüística. En el segundo 
ejemplo, el adjetivo gramatical es únicamente relacional, puesto que no 
atribuimos cualidad alguna al núcleo nominal investigación, sino que estable-
cemos el ámbito al que afecta. 
 
 
 4 
 
 El término relacional es característico de la lingüística francesa, en la que 
este tema tiene una gran tradición. De hecho, la distinción resulta familiar en 
Europa desde la escuela de Ginebra, no solo a través de Bally (1932), sino 
también en las obras de Sechehaye y Frei, es decir, desde los años veinte. Tenía, 
pues, parte de razón Marchand (1966b) cuando apuntaba que los autores 
generativistas que postulaban una “relación transformacional” entre adjetivos 
“atributivos” y “predicativos” en los años cincuenta y sesenta desconocían por lo 
general la tradición europea sobre las diferencias entre adjetivos calificativos y 
relacionales, aunque no es menos cierto que las interesantes observaciones que 
en ella se encuentran no constituyen siempre propuestas teóricas explícitas. 
 Está muy generalizada la observación de que a los adjetivos relacionales, 
casi siempre denominales, les corresponde una estructura más compleja que a los 
calificativos, y también se ha señalado muchas veces que esconden relaciones 
semánticas diferentes bajo una estructura sintáctica aparentemente simple. En la 
gramática descriptiva francesa existe una larga serie de trabajos sobre la 
naturaleza de estos adjetivos. Sin mencionar estudios anteriores de los años 
cuarenta y cincuenta, pueden verse, entre otros, los de Kalik (1967), Tam-
ba-Mecz (1980), Carlsson (1966) y Pinchon (1969)(1980), a los que se deben 
añadir los interesantes estudios monográficos de Gawe»ko (1975)(1976)(1977). 
Como en otras cuestiones, esta abundante bibliografía sobre el francés contrasta 
con la escasa atención que a este punto se le ha prestado en la tradicióngrama-
tical española, en la que apenas existen estudios monográficos sobre él. Bartoš 
(1980) es, de hecho, una de las escasas excepciones. 
 Dentro del generativismo, la semántica generativa de los años setenta 
parecía la teoría adecuada para recoger las complejas relaciones semánticas que 
esconden los adjetivos denominales. Postal (1969) fue el primer abogado —o al 
menos el más notorio— del análisis transformacional de dichos adjetivos a partir 
 
 
 5 
 
del sustantivo que contienen (el adjetivo American derivaría, pues, transforma-
cionalmente del sustantivo America). Este análisis fue correctamente criticado 
por Chomsky (1972) con argumentos bastante sólidos. Posiblemente, este 
antiguo concepto de “transformación” era tan irrestricto como el más antiguo 
proceso de “transposición derivativa” que se postulaba en la escuela de Ginebra 
en los años treinta (Bally 1932; véase también Kury»owicz 1936) con la idea de 
obtener los adjetivos relacionales de los sustantivos correspondientes. Resulta en 
cierto modo paradójico que Marchand aceptara este último concepto como 
aproblemático para dichos casos, a la vez que criticaba las transformaciones de la 
gramática generativa. 
En los años setenta, algunos autores semántico-generativistas proponían 
estructuras básicas aun más abstractas para derivar tales adjetivos, aunque, como 
se sabe, tal abstracción corría pareja con el carácter irrestricto de esos procesos 
transformacionales. Un primer estudio en esa dirección es el de Ljung (1970) 
para el inglés, que aplicaba la entonces reciente gramática de casos de Fillmore, 
como luego hiciera Dirven (1978). La línea semántico-generativista de Ljung la 
siguió Levi (1974)(1976)(1977)(1982), y en Europa Schmidt (1972), aunque con 
un interés ciertamente más descriptivo que teórico, lo que también se aplica a 
Breslin (1975). 
 Independientemente de estos trabajos aparecieron los detallados estudios 
descriptivos de Bartning (1980)(1984)(1986) para el francés —línea tardíamente 
aplicada al español en parte por Gil Jiménez (1988)— y, más tarde, Warren 
(1984a y b) (1988) para el inglés. Tanto en los trabajos de Bartning como en los 
de Warren es patente el interés de las autoras por reducir las relaciones signifi-
cativas que esconden los adjetivos de relación a un grupo finito de primitivos 
semánticos. La idea ya había sido aplicada, desde otro punto de vista, por los 
autores que usaban la gramática de casos como soporte teórico, pero es justo 
 
 
 6 
 
reconocer que en los trabajos de Bartning y Warren este principio se explora con 
sorprendente detalle. Esos estudios, y en particular Warren (1984a) y Bartning 
(1980), siguen constituyendo hoy en día puntos de referencia clásicos en los 
estudios sobre el adjetivo de relación. Los retomaremos brevemente en nuestro 
' 4.2. El hecho evidente de que los adjetivos relacionales “esconden” ciertas 
relaciones gramaticales de tipo oracional ha llamado la atención de muchos 
investigadores en no pocos marcos teóricos, y ni siquiera es excepción el modelo 
de Léxico-gramática que defiende Gross (véase Gross 1981). 
 En la teoría de la Rección y el Ligamiento de los años ochenta se ha 
prestado poca atención a las propiedades de los adjetivos relacionales, pero aun 
así es evidente que nadie defiende ya una relación de tipo transformacional para 
esas estructuras. Muchas de las referencias que se hacen en la bibliografía 
reciente son relativamente ocasionales, y generalmente retoman una interesante 
constricción sintáctica, descubierta por Kayne (1981), que impide tener adjetivos 
de relación como argumentos internos (véase el ' 5). Así, Giorgi y Longobardi 
(1989) —que acuñan el término adjetivos referenciales— extienden la idea de 
Kayne a los predicados no acusativos, y Picallo (1991) lo hace a los llamados 
“adjetivos psicológicos”. El análisis sintáctico reciente más detallado que 
conocemos sobre estos adjetivos realizado en dicho modelo es el de Cinque 
(1992). 
 En el presente trabajo quisiéramos, además de ofrecer un estado de la 
cuestión crítico sobre la oposición que nos ocupa, presentar algunas propuestas 
de análisis (unas relativamente detalladas y otras apenas esbozadas) que afectan 
a los aspectos morfológicos, sintácticos y semánticos de los adjetivos relacio-
nales. En el ' 2 dividiremos estos adjetivos en dos grupos, según posean o no 
valor argumental. En el ' 3 estudiaremos algunas diferencias entre los sufijos 
derivativos de los adjetivos calificativos y los de los relacionales. Sugeriremos 
 
 
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también que su distinto comportamiento semántico en relación con los prefijos 
negativos se explica por la existencia de dos estructuras morfológicas, de forma 
que sólo los relacionales dan lugar a paradojas de segmentación. En el ' 4 
haremos algunas consideraciones sobre las diferencias semánticas entre ambas 
clases de adjetivos, y estableceremos dos grupos de adjetivos relacionales según 
se establezca en el léxico o en la sintaxis su relación con los adjetivos califica-
tivos. En el mismo apartado expondremos algunas razones para no aceptar los 
que llamaremos análisis hiperespecíficos de los adjetivos de relación. En el ' 5 
estudiaremos algunos aspectos configuracionales de la sintaxis de estos 
adjetivos. Aduciremos que no existen sintagmas adjetivales formados sobre 
adjetivos de relación porque estos adjetivos son XE s, mientras que los califica-
tivos son proyecciones máximas. Finalmente, y a partir de esta idea, presenta-
remos algunos argumentos a favor de la viabilidad de un análisis que establezca 
un paralelismo entre la gramática de estos adjetivos y la de los compuestos 
sintácticos endocéntricos de las lenguas germánicas. 
 
2. Algunas clases de adjetivos 
 
2.1. Dos clases de adjetivos relacionales. En este apartado aceptaremos la 
división tradicional entre adjetivos calificativos y relacionales, pero dividiremos 
estos últimos en dos subclases. Así pues, trataremos en realidad de tres clases de 
adjetivos, a los que en lo sucesivo, y por razones de comodidad y brevedad, 
aludiremos mediante abreviaturas (para evitar la repetición de la letra C 
usaremos Q para los adjetivos calificativos): 
 
• Adjetivos calificativos (en adelante, adjs-Q). 
 
 
 8 
 
• Adjetivos relacionales (en adelante, adjs-R). Los dividiremos en dos 
grupos: 
o Adjetivos clasificativos (en adelante adjs-C). 
o Adjetivos argumentales o temáticos (en adelante adjs-θ). 
 
 La diferencia entre los adjs-C y los adjs-θ no es léxica, sino sintáctica. 
Como veremos, las diferencias entre los adjs-Q y los adjs-R se manifiestan en la 
morfología, la sintaxis y el léxico, e incluso una parte de ellas tiene su origen en 
nociones de naturaleza pragmática. Los adjs-C son adjetivos de relación no 
argumentales. Desde el punto de vista lexicográfico se les aplica la etiqueta 
tradicional de los diccionarios “relativo o perteneciente a”. Desde el punto de 
vista gramatical, se corresponden con llamada “relación R” que aparece en 
trabajos como Higginbotham 1983 y Allen 1979, y que realidad no está muy lejos 
del papel temático “X” que Williams (1981) asignaba a los complementos de 
genitivo. Con esta etiqueta se pretende evitar en parte la necesidad de penetrar en 
las numerosas clasificaciones semánticas que se presentan en los que llamamos 
análisis hiperespecíficos de los adjetivos relacionales (véase el ' 4.2.) 
 Los adj-Q se corresponden con la clase tradicional de los adjetivos 
calificativos, exceptuando, claro está, las interpretaciones amplias que dan a esta 
clase los autores que proponen incluir en ella los adjs-R como un subgrupo1, 
propuesta que no adoptaremos aquí. Los adjs-R se corresponden con los “no 
predicativos” de Levi, los “clasificativos” de Warren, los “referenciales” de 
Giorgi y Longobardi, o los “relacionales” del resto de los autores. Sin embargo, 
en nuestro análisis es importantediferenciar entre los dos tipos de adjs-R que 
introducimos porque los adjs-R denotan unas veces las clases en que inscribimos 
 
1 Un buen estado de la cuestión sobre esta última opción en la lingüística europea se ofrece en 
Lago (1984). 
 
 
 9 
 
las entidades individuales, mientras que otras veces hacen referencia a esas 
mismas entidades en tanto que argumentos de algún predicado. 
 Los adjs-Q son predicados, mientras que los adjs-θ son (o contienen) 
argumentos. Los adjs-C son, como hemos visto, complementos restrictivos que 
reciben varias interpretaciones de forma parecida a como las reciben los 
genitivos, y serán interpretados semánticamente como ellos. Nótese que si 
tenemos tres clases de adjetivos (Q, C y θ) es de esperar que existan casos de 
ambigüedad entre dichas interpretaciones. De hecho, este análisis prevé 
exactamente tres clases de ambigüedad y las tres existen: 
 
2.2. Ambigüedad “Q-θ” . La interpretación θ está, como veremos, estrictamente 
limitada a algunos papeles temáticos. La ambigüedad Q-θ se dará sólo si el 
sustantivo en cuestión tiene estructura argumental y el adjetivo admite ambas 
interpretaciones. La ambigüedad de sintagmas como reunión familiar radica en 
que familiar se interpreta en un sentido como adj-Q (familiar viene a equivaler 
a íntimo) o bien como adj-θ, y en tal caso hablamos de una familia que se reúne. 
Asimismo, en reforma constitucional podemos estar hablando de una reforma 
que se ajusta a la constitución (adj-Q) o bien de que la constitución resulta 
reformada (adj-θ). Como es lógico, lo esencial en los adjs-θ es que saturen un 
argumento de la estructura temática del sustantivo al que modifican. 
 
2.3. Ambigüedad “C-θ” . Los adjs-C se diferencian de los adjs-θ en que aquellos 
no saturan ningún argumento, bien porque el sustantivo no lo posee o bien 
porque se satura de otro modo. La distinción entre adjs-C y adjs-θ nos permite 
profundizar algo más en el significado de los adj-R. Como hemos visto, los 
adjs-C se ajustan bien a la etiqueta tradicional de las descripciones lexicográficas 
“relativo o perteneciente a” (como en clínica dental), pero ese tipo de paráfrasis 
 
 
 10 
 
no es adecuada para los argumentos de los sustantivos. Así pues, la gramática 
debe reflejar que un SN como el viaje presidencial no significa ‘el viaje relativo 
al presidente’, sino más bien ‘el viaje del presidente’ (donde presidente es el 
agente). Es decir, con algunos de los adj-R clasificamos los objetos en categorías 
establecidas por su relación con ámbitos diferentes, mientras que con otros 
introducimos argumentos de los sustantivos. 
 La distinción entre adjs-C y adjs-θ tiene otras ventajas relacionadas con la 
sorprendente forma en que los adjs-R obtienen su significado a partir del 
sustantivo al que modifican. En nuestro análisis, estas diferencias entre adjs-R se 
siguen de su interpretación como adjs-C o como adjs-θ. Nótese que un adjetivo 
como molecular no recibe la misma interpretación semántica en el sintagma la 
estructura molecular y en el sintagma la estructura molecular del acero. En el 
primero de ellos, molecular es un adj-θ, lo que significa que cubre, llena o satura 
el argumento del sustantivo estructura. La interpretación obtenida es ‘la 
estructura de las moléculas’. En el segundo caso, el argumento de estructura lo 
satura del acero, de modo que molecular es un adj-C y recibe otra interpretación 
(‘en lo relativo a’, ‘en lo que concierne a’). Nótese que si nos quedáramos 
únicamente con la lectura C de los adjs-R no podríamos explicar este contraste, 
que se basa en la oposición C-θ. 
 Existe otro argumento independiente a favor de que la distinción C-θ. Los 
adjs-R manifiestan casi todas las relaciones semánticas que los complementos 
con de permiten, y, como es sabido, entre ellas unas son argumentales y otras no 
lo son. Como se reconoce desde hace tiempo, una de las relaciones semánticas 
más difíciles de analizar sintácticamente en tales casos es la de predicación. Los 
adjs-R también ponen de manifiesto esa relación típica de los complementos con 
de. Consideremos estos ejemplos: 
 
 
 
 11 
 
(1) Problema comunitario, fenómeno turístico, espectáculo teatral, desastre 
electoral. 
 
Todos los SSNN de (1) son ambiguos, y lo son en un sentido muy parecido a 
como lo son SSNN como el burro de Pedro. Es decir, el complemento del 
sustantivo puede interpretarse como un complemento restrictivo o como un 
“sujeto” de predicación. El SN problema comunitario puede aludir a un 
problema relacionado con la Comunidad (adj-C) o puede significar que la 
Comunidad es un problema (adj-θ); el SN desastre electoral puede aludir a un 
determinado desastre relacionado con las elecciones o bien puede significar que 
las elecciones son o fueron un desastre. Así pues, todos los SSNN de (1) 
ejemplifican la ambigüedad C-θ con argumentos externos (en el sentido de 
“sujetos” de predicación). Las restricciones sintácticas son, como es de esperar, 
las mismas que en los complementos con de: La ambigüedad sólo se da con 
sustantivos predicativos (fenómeno, problema, maravilla, desastre, etc.) y con 
artículos definidos: al igual que no hay ambigüedad en un burro de Pedro, 
tampoco la hay en un problema comunitario. Este último SN no podrá significar, 
por tanto, que la comunidad es un problema, frente a el problema comunitario, 
que sí admite tal interpretación. 
 Aunque no es nuestra intención presentar aquí un análisis formal de SSNN 
como el burro de Pedro, parece evidente que sea cual sea el análisis que se 
adopte,2 no sería muy distinto del que habría que postular para los adjs-θ que 
incluyen “sujetos de predicación”, o, dicho a la manera de Higginbotham (1985), 
para los SSNN que saturan “por identificación” los argumentos de algún predica-
do. 
 
 
2 Uno de los más interesantes en el marco de la gramática generativa es el de A. Suñer (1990). 
 
 
 12 
 
2.4. Ambigüedad “Q-C”. Obtendremos potencialmente este tipo de ambigüedad 
con adjs-Q que modifican a sustantivos sin estructura temática siempre que el 
adjetivo admita las dos interpretaciones (véase el ' 5). Así, en SSNN ambiguos 
como problema lógico podemos interpretar “el ser lógico” como una cualidad o 
una propiedad del problema (adj-Q) o bien es posible entender que hablamos de 
un problema relacionado con la lógica (adj-C). 
 Puede afirmarse, en resumen, que la distinción Q-C-θ está justificada 
semánticamente, en el sentido de que se trata de tres tipos distintos de significa-
dos aislables que dan lugar a situaciones de ambigüedad. De hecho, con los 
adjs-Q denotamos “propiedades”, con los adjs-C denotamos “clases” y con los 
adjs-θ denotamos “individuos”, o más exactamente entidades individuales que 
funcionan como argumentos. 
 Como ya hemos señalado, la mayor parte de los adjetivos relacionales son 
denominales. Ello es lógico, puesto que el sustantivo representa aquí el dominio 
con el que se establece la relación semántica en cuestión. Eso no significa que 
todos los adjetivos denominales sean necesariamente adjs-C o adjs-θ, puesto que 
ya hemos señalado que existe “ambigüedad Q-θ” y “ambigüedad Q-C”. 
 Existen también unos pocos adjs-R no denominales, como los formados 
sobre adjetivos de color (amenaza roja, invasión amarilla). Como es bien 
sabido, los colores representan convencionalmente grupos humanos en muchas 
lenguas y culturas. Nótese que amarillo es un adj-C en raza amarilla (ejemplo de 
Hernanz y Brucart (1987)), pero es un adj-θ en invasión amarilla, puesto que en 
el primer caso establecemos una de las clases objetivas de razas, mientras que en 
el segundo hablamos más bien de la invasión de algún grupo, y no exactamente 
de una clase de invasión.3 
 
3 En un estudio sobre la oposición Q-R deben descartarse, evidentemente, los aparentes adjs-R 
y adjs-Q que formanparte de unidades léxicas sin estructura interna. Así, es claro que ni 
tenemos un adj-Q en agujero negro ni tenemos un adj-R en tortilla francesa. Por el contrario, 
 
 
 13 
 
 
 
3. Diferencias morfológicas 
 
3.1. Sustantivos derivados. Como es de esperar, muchos de los adjs-Q admiten el 
sufijo -(i)dad u otro sufijo denominal que signifique ‘cualidad de’, hecho que fue 
observado desde los primeros estudios sobre los adjs-R. En realidad, eso es lo 
que significa el ser “calificativo” o “cualificativo”. Así, sintagmas como música 
popular constituyen ejemplos claros de ambigüedad “R-Q”, puesto que popular 
es o bien un adj-Q (y significa entonces ‘conocido’ o ‘difundido’), o bien es un 
adj-R y en tal caso denota unos de los tipos o de las clases de música. Obvia-
mente, si hablamos de la popularidad de la música sólo nos referimos a la lectura 
cualificativa. Análogamente, la ambigüedad que notamos en reunión familiar, en 
oración gramatical o en reforma constitucional desaparece en la familiaridad de 
la reunión, la gramaticalidad de la oración y la constitucionalidad de la 
reforma. 
 La existencia de este sustantivo derivado no es, sin embargo, impres-
cindible para que se dé la interpretación calificativa. Cabe aquí hacer dos grupos: 
 
a) Unas veces no existe un derivado claro por razones morfológicas o por lagunas 
léxicas explicables históricamente. Así en explosión volcánica tenemos 
ambigüedad R-Q sin que exista sustantivo derivado para la lectura Q. La 
 
ambas secuencias son unidades denominativas que han de interpretarse como piezas léxicas, 
por lo que sería lógico que aparecieran en el diccionario. La sintaxis tiene, ciertamente, muy 
poco que decir sobre ellas. 
 
 
 14 
 
cualidad de ser estupendo, mágico, accidental o curioso tampoco se designa con 
nombres, sin que los adjetivos correspondientes dejen de ser por ello adjs-Q.4 
 
b) Otras veces, en cambio, la ausencia de sustantivo se ajusta a pautas más 
sistemáticas. Así, la noción denotada por muchos adjs-Q denominales relacio-
nados con sensaciones físicas y anímicas no es en realidad “la posesión de la 
cualidad” del sustantivo del que derivan (véase Warren 1988 sobre este punto), 
sino más bien la propiedad que consiste en “manifestar o producir esa sensa-
ción”. No sería, pues, apropiado parafrasear doloroso como ‘que posee o 
contiene dolor’ (cf. en cambio acuoso), sino más bien como ‘que produce o 
manifiesta dolor’. Lo mismo es válido para adjetivos como oloroso, risueño, 
soñoliento o hambriento. 
 Nótese que junto a series derivativas como ley 6 legal 6 legalidad, 
caballero 6 caballeroso 6 caballerosidad o gramática 6 gramatical 6 grama-
ticalidad, no tenemos series del tipo dolor 6 doloroso 6 *dolorosidad; hambre 
6 hambriento 6 *hambriencia u olor 6 oloroso 6 *olorosidad. Ello significa en 
realidad que no es fácil conceptualizar verbalmente la noción correspondiente a 
la “posesión de una cualidad física producida o manifestada”. Entenderemos, sin 
embargo, que el que no existan sustantivos de cualidad en estos casos no 
significa que dejen de ser calificativos los adjs-Q correspondientes. 
 
3.2. Sufijos Q y R. Dobletes. Los sufijos adjetivales no determinan de manera 
sistemática la interpretación relacional o calificativa de los adjetivos denomi-
nales, puesto que, como hemos visto, existen casos de ambigüedad entre ambas 
lecturas con adjetivos formados mediante los mismos sufijos. No obstante, 
 
4 Recuérdese que muchos sustantivos tienen adjs-R derivados mediante bases supletivas, es 
decir, a partir de formas latinas independientes: hermano-fraternal, río-fluvial, traba-
jo-laboral, ciudad-urbano, cara-facial, etc., etc. 
 
 
 15 
 
existen ciertas regularidades que la gramática aprovecha. El que tales regulari-
dades léxicas no se conviertan en leyes es exactamente lo esperable en el ámbito 
de la morfología derivativa: 
 Algunas lenguas como el alemán (véase Gawe»lko 1975) muestran una 
distribución casi perfecta entre algunos sufijos-Q (como -ig) y sufijos-R (como 
-lich). En español, muy pocos de los adjetivos denominales que se construyen 
con -esco son adjs-R. Así, son adjs-Q formas como dantesco, goyesco, donjua-
nesco, quijotesco, celestinesco y otros muchos. Nótese que difícilmente podrían 
usarse como adjs-θ o adj-C aunque sean derivados de nombres propios5 . 
Caballeresco, juglaresco y plateresco están entre los pocos adjs-R terminados en 
-esco, mientras que del DRAE no se deduce si son adjs-Q o adjs-R formas como 
lopesco, petrarquesco o quevedesco (probablemente, sólo adjs-Q). 
 Tampoco son muchos los adjs-R entre el numeroso grupo de adjetivos 
terminados en -oso. Entre esas pocas excepciones están los términos técnicos que 
se pueden usar como adjs-R, además de como adjs-Q, en los casos en los que la 
presencia de la materia denotada por el sustantivo del que derivan puede ser 
distintiva de alguna clase natural, lo que les permite adquirir propiedades 
clasificatorias: glanduloso, nervioso, arenoso, oleaginoso, etc. Volveremos 
sobre estos adjetivos. Entre los terminados en –il, solo unos pocos son adjs-R 
(textil, pastoril, mercantil y pocos más), mientras que la mayor parte sólo 
admiten la interpretación calificativa (varonil, pueril, estudiantil, etc.). Por el 
contrario, la proporción se invierte claramente entre los terminados en -al, -ar, y 
-ario. 
 
 5 Disuenan, pues, en la interpretación R, SSNN como estudios donjuanescos, vida dantesca 
o anales quijotescos. Se hacen algunas referencias a la interpretación R o Q de los adjetivos 
formados con este sufijo en Zwanenburg 1975, Malkiel 1972 y en la comparación de ambos 
que hace Walsh 1980. 
 
 
 16 
 
 Este tipo de diferencias son, creemos, significativas, a pesar de ser 
estadísticas más que sistemáticas. Nótese que no es del todo casual que el 
adjetivo italiano stradale sea relacional, mientras que el adjetivo español 
callejero sólo sea calificativo. Así pues, esp. cruce callejero (frente a it. incrocio 
stradale) no puede significar ‘cruce de calles’ (cf. en cambio viario6). Así, pues, 
las diferencias estadísticas muestran ciertas tendencias morfológicas claras en 
los adjs-Q y los adjs-R. Es importante saber si estamos ante una u otra clase de 
adjetivos para prever adecuadamente su comportamiento gramatical, no sólo por 
las razones posicionales que veremos en el ' 5, sino porque la gramática debe 
proporcionar la interpretación semántica adecuada del tipo de incidencia 
correspondiente. El que peligroso, dantesco y pueril no sean adjs-R es lo que nos 
permite saber que los SSNN crecimiento peligroso, movimiento pueril y escritos 
dantescos no significan respectivamente ‘crecimiento del peligro, ‘movimiento 
de los niños’ y ‘escritos de Dante’. A las tendencias estadísticas señaladas debe 
añadirse que existen varios pares de adjetivos con idéntica base nominal y 
diferente sufijo derivativo. El primer miembro del par posee la lectura califica-
tiva y el segundo la relacional. Se trata de pares como los de (2): 
 
(2) Enérgico-energético; caballuno-caballar; cívico-civil; paternal-paterno; 
sedoso-sedero; cordial-cardíaco; devoto-devocional; estiloso-estilístico; 
etc. 
 
 Así, una industria puede ser “sedera” y una tela puede ser “sedosa”, pero 
no al contrario. La cría de caballos es “caballar” y no “caballuna”, y el afecto 
podrá ser “paterno” o “paternal” con significados muy diferentes. Como es de 
esperar, algunos de estos pares no existen en otras lenguas (esp. muscu-
 
6 Gracias a Minne Gerben de Boer por esta observación. 
 
 
 17 
 
loso-muscular equivale únicamente a ingl. muscular) mientras que otras veces 
ocurre lo contrario: el español carece de pares como fr. infantin-infantil, o 
familier-familial (véase Hietbrink 1985), ocomo ingl. urbane-urban, pecu-
nious-pecuniary o classic-classical. De hecho, si tiene razón Farsi (1968), el 
inglés posee otros muchos pares como los que se muestran en (2), entre los que 
están los de (3): 
 
(3) Affectionate-affective; perceptive-perceptual; tactful-tactile; cultu-
red-cultural; toothesome-dental; accurate-factual; nutritious-nutritional; 
sensitive-sensory; timely-temporal. 
 
 Existen, finalmente, algunos pares del tipo “Q-Q/R”, es decir pares en los 
que el adj-Q puede funcionar también como adj-R, mientras que la situación 
contraria no es posible. Así, en pares como armonioso-armónico o ceremonio-
so-ceremonial, el segundo término puede ser R o Q, mientras que el primero es 
únicamente Q, lo que también se sigue de las generalizaciones morfológicas 
introducidas. 
 Así pues, con las irregularidades que son de esperar en procesos léxicos de 
esta naturaleza,7 puede concluirse que las diferencias morfológicas apuntadas 
muestran un correlato de la oposición “R-Q”, y que los sufijos elegidos son, al 
menos estadísticamente, responsables más o menos directos de la preferencia por 
una lectura u otra. 
 
 7 No hemos hecho mención a algunos de ellos, como el de la doble derivación de los adjs-R. 
Algunos adjs-R plantean un interesante problema morfológico si se tiene en cuenta que pueden 
estar asociados con dos bases léxicas distintas. El significado de adjs-R como presidencial o 
imperial es claramente distinto según se asocien con los sustantivos presidente y emperador o 
con los sustantivos presidencia e imperio. Lo mismo puede aplicarse a adjetivos Q-R como 
romántico, que unas veces asociamos con romanticismo y otras con romance. Este problema 
no será abordado en el presente trabajo. 
 
 
 18 
 
 
3.3. Prefijos negativos. La estrecha relación que existe entre la prefijación en 
inglés y la clase semántica a la que pertenece el adjetivo fue estudiada por 
Zimmer (1964). Para Farsi (1968) los adjs-R toman en inglés el prefijo non-, 
mientras que los adjs-Q toman otros como un-, dis- o in-. Así, sobre urban 
(adj-R) formamos nonurban, mientras que sobre urbane (adj-Q) formamos 
inurbane. El mismo contraste opone en esencia nonacademic y unacadenic o 
noncardiac y unhearthy.8 Este tipo de contraste no es, en realidad, sorprendente, 
ya que los adjs-R no tienen antónimos. De hecho, dada la naturaleza semántica 
de los adjs-R, y en particular la ausencia de escalas en las que graduar propiedad 
alguna, es absolutamente esperable que no los tengan, o —para ser más 
precisos— que sólo tengan opuestos de naturaleza cultural (urbano-rural, 
humano-divino, septentrional-meridional), que no son propiamente antónimos 
ni complementarios en los sentidos más restrictivos de estos términos (véase 
Cruse 1986). 
 Podría discutirse si esta generalización prevé adecuadamente pares como 
nonscientific-unscientific, o nonconventional-unconventional (véanse sobre este 
punto Warren 1984a y Aarts & Calbert 1979). Como se sabe, el adjetivo 
nonscientific viene a significar ‘que está fuera del ámbito de la ciencia’, mientras 
que unscientific significa más bien ‘que no se ajusta a los principios de la 
ciencia’. Existe, pues, cierto desacuerdo sobre si es o no la oposición R-Q lo que 
está en juego en estos casos. Para Marchand (1966a) la respuesta parece ser NO, 
puesto que la oposición básica que él establece se da entre “negación proposicio-
nal” (con non-) y “negación de palabra” (con un-), pero creemos que la relación 
 
8 No obstante, Farsi reconoce más adelante en este mismo trabajo que en ocasiones es el prefijo 
un- el que selecciona la lectura R, mientras que in- selecciona la lectura Q. Esta opción se da en 
unos pocos casos, como los que muestran las oposiciones unartistic-inartistic; un-
human-inhuman o unmoral-inmoral. 
 
 
 19 
 
entre los diferentes prefijos y la oposición Q-R es básicamente correcta (véase 
también Quirk y otros 1985). Podemos, pues, entender que unscientific es un 
adj-Q aunque no sea graduable. De hecho la ambigüedad R-Q de reforma 
constitucional se da a pesar de la inexistencia de ?*muy constitucional. Si existe 
el sustantivo cientificidad y podemos construir el sintagma absolutamente 
científico, es porque no dejan de ser adjs-Q aquellos que expresan propiedades 
o cualidades relacionadas con la aceptación o el cumplimiento de normas, reglas 
o condiciones: gramatical, legal, científico, imparcial, etc. etc. (véase el ' 4.1 
sobre este punto). Otros pares como nonchristian-unchristian o nonspi-
ritual-unspiritual se ajustan exactamente a la misma idea: la negación en los 
adjs-R no implica la existencia de antonimia, sino la exclusión de la clase que el 
adj-R representa. En los adjs-Q, por el contrario, el adjetivo denota una propie-
dad, por lo que no se excluye la existencia de grados en una escala implícita de 
adecuación. 
 Por lo que respecta al español, no existen procesos productivos de 
prefijación que sean sensibles a la oposición R-Q, pero nótese que el prefijo in- 
(y sus variantes) resulta rechazado por los adjs-Q, de modo que la ambigüedad 
R-Q que notamos en popular o en legal desaparece en impopular e ilegal (sólo 
adjs-Q). No hay, pues, ambigüedad R-Q en sintagmas como música impopular 
ni acciones ilegales. 
 Tanto en lo que respecta al inglés como al español, estos hechos están 
razonablemente claros. Podemos preguntarnos entonces por qué han de ser así 
las cosas. Si volvemos sobre los hechos mencionados podemos entender que, en 
realidad, las razones últimas que impiden las interpretaciones señaladas son 
morfológicas, antes que semánticas. Es decir, si recordamos que los prefijos 
negativos no modifican a los sustantivos, sino a los adjetivos, y tenemos en 
cuenta que la segmentación de ilegal no es *[[i-leg]-al]] , sino [i-[leg-al]] , ya 
 
 
 20 
 
habremos explicado por qué ilegal no es un adj-R, es decir, por qué el sintagma 
acciones ilegales no significa ‘acciones no relacionas con las leyes’, sino 
‘acciones que no están de acuerdo con la ley’ (=no legales). 
 Por lo que respecta a la oposición inglesa entre non- y un-, puede 
suponerse razonablemente que non- da lugar a una de las muy conocidas 
“paradojas de segmentación” (bracketing paradoxes), de modo que necesi-
taremos dos estructuras para nonscientific: una (por razones semánticas) del tipo 
[[non-scient]-ific] , y otra (por razones morfológicas) del tipo 
[non-[scient-ific]] . Sólo en la primera tenemos un constituyente formado por 
“non-science”. Así pues, si la negación non- se interpreta como prefijo nominal 
en los adjs-R, la estructura será consistente con el significado de tales forma-
ciones prefijadas y reflejará además en cierta manera el concepto intuitivo de 
“negación proposicional” que Marchand (1966a) consideraba básico en estos 
casos. La existencia de dos segmentaciones por razones semánticas y morfoló-
gicas diferentes ha sido muy estudiada en un buen número de construcciones 
morfológicas, para las que existen varias soluciones técnicas diferentes (el cap. 
10 de Spencer 1991 presenta un excelente estado de la cuestión). 
 Vistas así las cosas, creemos que lo que caracteriza a los adjs-R no es sólo 
la elección de un determinado prefijo negativo, como sostenía Farsi con buenos 
argumentos, sino más bien la de dos estructuras morfológicas distintas, motiva-
das por las diferentes propiedades selectivas de los prefijos que en ellas 
intervienen. Así pues, aunque de forma más regular en unas lenguas que en otras, 
parece bastante evidente que también los prefijos son sensibles a la oposición 
R-Q, de forma en cierto modo paralela a la manera en que los sufijos derivativos 
lo son. 
 
 
 
 21 
 
3.4. Adverbios en -mente. En un antiguo pero excelente trabajo descriptivo sobre 
la oposición R-Q, A. Kalik (1967) sugería que los adjs-R no forman adverbios de 
manera, sino adverbios depunto de vista. La idea es razonable, puesto que el 
adverbio coincide con el adj-R en focalizar o seleccionar un fragmento de un 
dominio dentro de un ámbito que se desea restringir: históricamente, musical-
mente, parlamentariamente, culturalmente.9 Creemos que la idea de Kalik es 
correcta en lo fundamental y merece ser desarrollada. Nótese que esta distinción 
explica la clara ambigüedad “R-Q” que se percibe en sintagmas como actuar 
deportivamente (‘con actitud deportiva’ (=Q) o ‘en el terreno del deporte’ (=R)), 
o la no menos clara de Lo ayudó legalmente (‘dentro de la legalidad’ (=Q) o ‘en 
materias legales’ (=R)). Esta misma ambigüedad “R-Q” también explica los dos 
sentidos, enteramente esperables, de adverbios como musicalmente: El susurro 
entró musicalmente por sus oídos (lectura Q), frente a Musicalmente, es el 
primer artista de su generación (lectura R). Aun así, debe hacerse notar que la 
hipótesis no está suficientemente restringida porque sólo es aplicable a algunos 
de los sustantivos que denotan normas, disciplinas o instituciones, y no a todos 
los adj-R. Tampoco explica la relación entre los significados Q y R y las 
respectivas posiciones sintácticas de los adverbios (los adverbios-Q, frente a los 
adverbios-R, por ejemplo, no se suelen anteponer a la oración). 
 A pesar de que consideremos que la oposición R-Q se extiende también a 
los adverbios, el desarrollar este punto requeriría un estudio monográfico sobre 
la sintaxis de los adverbios en -mente abordada desde esta perspectiva, tarea que 
excede con mucho a nuestros objetivos en este trabajo. Nuestra sugerencia en 
este punto será tan solo la de apuntar que probablemente podemos derivar de la 
distinción “R-Q” la conocida categoría de “adverbios de punto de vista”. Dado 
 
9 Luján (1980:222) sugería en cambio que los adjs-R no tienen adverbios en -mente. 
 
 
 22 
 
que la sintaxis necesita independientemente la distinción “R-Q”, esta reducción 
sería sin duda deseable en cualquier concepción restrictiva de la gramática. 
 
 
4. Diferencias semánticas 
 
4.1. Aspectos interpretativos. Como apunta Warren (1984b), la oposición R-Q 
mantiene alguna relación con la conocida distinción de Bolinger (1967) entre 
“modificadores del referente” y “modificadores de la referencia” de un SN, 
aunque la correspondencia no sea del todo exacta. Si decimos de alguien que es 
“un actor cómico” podemos estar afirmando dos cosas. Podemos estar atribu-
yendo la comicidad a esa persona, independientemente de que sea no un actor 
(=lectura Q). En esta interpretación, un actor cómico viene a significar ‘una 
persona que es cómica además de ser actor’ (modificación del referente, en el 
sentido de Bolinger). El análisis sería parecido al que daríamos para SSNN como 
un actor borracho. En la segunda lectura (=lectura R) no atribuimos la comici-
dad a ninguna persona, sino que el adjetivo cómico restringe ahora la denotación 
de actor, que se ve por tanto modificada (=modificación de la referencia, en el 
sentido de Bolinger). Consecuentemente, en el primer caso predicamos de un 
individuo el ser actor y el ser cómico, mientras que en el segundo no predicamos 
de él el ser cómico, sino que lo inscribimos en la clase de los actores cómicos. 
Así pues, sólo el SN actor cómico, pero no el adjetivo cómico, puede conside-
rarse en este segundo caso como un predicado. Desde este punto de vista, la 
conocida incapacidad de los adjs-R para aparecer en las oraciones copulativas 
 
 
 23 
 
(este actor es cómico: Q/*R) confirma simplemente que los adj-R no son 
predicados.10 
 Se ha señalado muchas veces que la gradación está reservada a los adjs-Q, 
con lo que no tenemos ambigüedad en reunión muy familiar o en música muy 
popular. Podemos suponer que lo que se gradúa en estos casos es la extensión o 
la magnitud en la que se posee la cualidad denotada, luego es lógico que los 
adjs-R no acepten esta propiedad, precisamente porque no denotan cualidades, 
sino clases (adjs-C) o individuos (adjs-θ). Obviamente, los adjs-R que pasan a 
funcionar como adjs-Q adquieren la gradación como una de las marcas de la 
nueva clase (lo que se revela en contrastes conocidos como temperamento muy 
francés frente a *pasaporte muy francés). Como es sabido, estas alternancias son 
muy fáciles de encontrar. (Farsi 1968 contiene una lista: diplomático es 
graduable si se predica de carácter, pero no de inmunidad; religioso lo es si se 
predica de hombre, pero no de guerra, etc. etc.) Podemos, pues, decir que una 
propiedad se posee en mayor o menor grado, pero no se pertenece a una clase en 
mayor o menor medida.11 
 Existen, como hemos visto, algunos adjs-Q no graduables. Denotan por lo 
general relaciones con sistemas de normas, reglas o preceptos. Warren (1988) 
señala correctamente que este tipo de adjetivos (entre los que están gramatical, 
legal, constitucional, etc.) no tienen perífrasis del tipo ‘que posee X ni ‘que 
manifiesta X’, sino más bien del tipo ‘que se ajusta a X’ o ‘que está de acuerdo 
 
10 La oposición entre adjs-R y adjs-Q no se corresponde exactamente con la interesante 
distinción de Siegel (1976) entre adjetivos “intersectivos” y “no interesectivos”. Véase sobre 
este punto Demonte (1982). 
11 Los adjs-R rechazan el sufijo -ísimo y también los sufijos diminutivos, lo que es consistente 
con la aproximación esbozada. No lo es, en cambio, el que estos mismos adjetivos tampoco 
acepten diminutivos en su lectura Q (*canciones muy popularcitas). Esto parece sugerir que los 
procesos de afijación expresiva no están regulados por los mismos principios semánticos que 
intervienen en la gradación gramatical, sino más bien por mecanismos morfofonológicos 
independientes, lo que explicaría que no les afecte la recategorización R6 Q. 
 
 
 24 
 
con X’. En nuestra opinión (no al parecer en la de Warren), se trata de interpreta-
ciones Q, puesto que admiten el sufijo -idad, pero aun así es de notar que no 
aceptan con naturalidad el adverbio muy en la lectura Q, y sí en cambio otros 
como enteramente o absolutamente. Cabe pensar que la propiedad de “estar de 
acuerdo con una norma” se mide más frecuentemente en estos términos abso-
lutos, pero aun así, esta es una cuestión que debe ser examinada con más detalle 
(véase más adelante a propósito de los “adjetivos de norma”). 
 El paso de adjs-R a adjs-Q es mucho más frecuente que el contrario. 
Recuérdese que hemos señalado algunos pasos “Q > R”: el de los grupos que se 
identifican por colores por razón de raza o divisiones políticas, y el de los 
adjetivos, en principio calificativos, que denotan sin embargo propiedades 
físicas que interpretamos como distintivas o clasificatorias (roca arenosa, tejido 
adiposo). La recategorización inversa (“R > Q”) es, en cambio, mucho más 
frecuente. Esta recategorización plantea una primera pregunta interesante y nada 
trivial: ¿Es posible deducir el significado de un adj-R cuando está recategorizado 
como adj-Q? Se han dado varias respuestas a esta pregunta, que oscilan entre las 
más optimistas (Warren) y las más pesimistas (Levi). Warren sostiene, por 
ejemplo, que existen procesos objetivos de cálculo de los significados “Q” 
obtenidos, y que en estos procesos intervienen factores léxicos y factores 
pragmáticos. La postura de Levi se acerca más bien a la homonimia.12 Por 
nuestra parte, creemos que los factores que intervienen en la conversión de 
adjs-R en adjs-Q son en gran medida los factores semánticos que permiten 
 
12 El estudio de estas diferencias es, naturalmente, muy anterior, aunque no siempre más 
explícito. Así, para Bally (1932, ' 180) la diferencia semántica entre vegetación tropical y 
calor tropical estribaba en que el concepto de “trópico” se entiende “en extensión” en el primer 
caso y “en comprehensión” en el segundo. El paso de los significados relacionales a los 
calificativoses, para este autor, resultado de “una evolución muy próxima al estado de lengua 
considerado”. Parece que el paso R > Q se interpreta fundamentalmente como cambio 
histórico. 
 
 
 25 
 
recategorizar las clases como propiedades. Así pues, la gramática no contiene ni 
debe contener especificaciones sobre estereotipos culturales, pero nos debe 
aclarar en cambio qué quiere decir seleccionar una lectura cualificativa o una 
relacional. Veamos brevemente esta diferencia. 
 Tal vez el ejemplo más claro de lo que debe y no debe decirnos la 
gramática sobre esta cuestión lo proporcionen los adjetivos gentilicios, y en 
general los llamados “étnicos”. Es evidente que no corresponde a la gramática 
presentar los contenidos culturales estereotipados que se suponen en la inter-
pretación de sintagmas como carácter bastante francés o temperamento muy 
inglés. Sabemos que adverbios como típicamente solo se pueden predicar de 
cualidades o de sucesos que se asocien con nociones estereotipadas, pero es 
obvio que la gramática no debe contener listas de estereotipos. No le corresponde 
a ella prever que unos adjetivos gentilicios se asocian por razones culturales con 
ciertos estereotipos (francés, inglés), mientras que otros (birmano, finés) no lo 
hagan, por idénticas razones extralingüísticas. El léxico nos dice, por el contra-
rio, que un determinado concepto está categorizado como “cualidad”, y no como 
“clase”, por lo que debemos esperar que la propiedad así designada se posea en 
mayor o menor grado. A estos grados es a los que el hablante habrá de buscar 
correspondencias en su sistema de estereotipos culturales extralingüísticos. La 
gramática no nos dirá, por tanto, cuáles son en cada caso los significados 
añadidos que hemos de deducir por el hecho de recategorizar un adj-R como 
adj-Q. 
 Relacionada con la anterior está la pregunta tradicional de por qué 
deducimos los hablantes los mismos estereotipos en los mismos casos. Los 
adjs-Q derivados de adjs-R antroponímicos, por ejemplo, tienen las mismas 
características que los derivados de gentilicios. Sabemos que SSNN como un 
monumento un tanto napoleónico, una película muy almodovariana o un cuadro 
 
 
 26 
 
típicamente daliniano no denotan objetos construidos o producidos por los 
individuos a los que se hace mención, sino objetos a los que atribuimos las 
características prototípicas de las obras o los comportamientos de esas personas. 
Probablemente, todos los hablantes interpretamos de forma muy parecida estos 
adjs-Q, obtenidos productivamente de adjs-R, pero tampoco aquí corresponde a 
la gramática establecer cómo y por qué compartimos los sistemas de símbolos 
que percibimos a nuestro alrededor. Entre las tareas de la gramática no está, 
ciertamente, la de explicar cómo distinguimos las personas de los personajes en 
el mundo que nos rodea, ni por qué reaccionamos de forma parecida ante los 
efectos irónicos basados en conocimientos culturales compartidos. Nuestra 
postura es, pues, distinta de la parece sostener Warren en este punto, ya que no 
defenderemos que la gramática deba incorporar los procedimientos pragmáticos 
necesarios para realizar tales distinciones, sino que entenderemos más bien que 
entre sus tareas no está la de explicar la interpretación compartida de los 
símbolos. Esta empresa forma parte en realidad de uno de los muchos sistemas 
extralingüísticos que se interrelacionan con los aspectos más formales del 
sistema gramatical, pero que son externos a él. 
 Propondremos en este apartado que existen dos clases gramaticales de 
adjs-R tomando como criterio su relación con los adjs-Q correspondientes. En la 
primera clase el hablante conoce la relación R-Q y ha de tener acceso indepen-
dientemente a ambas interpretaciones. En este primer grupo, los significados Q 
y R se han de listar independientemente en el léxico. En la segunda clase, el ha-
blante calcula el significado Q a partir del significado R, y este proceso de 
cálculo se hace en la sintaxis. Veamos brevemente la diferencia entre ambas 
clases: 
 
 
 
 27 
 
a) Relaciones R-Q almacenadas. Existen pruebas claras de que la interpretación 
“Q” se aprende muchas veces independientemente de la interpretación “R”, o de 
que en tales casos los hablantes usan ambas sin establecer un cálculo deductivo 
entre ellas. Ello significa que ambas deben aparecer en el léxico como unidades 
independientes, como ocurre en otros muchos casos de polisemia. Así, es posible 
usar varios adjs-Q obtenidos de adjs-R gentilicios y antroponímicos sin tener 
conocimiento necesariamente de esta última interpretación. Piénsese en adjeti-
vos como kafkiano, espartano o hercúleo en SSNN como procedimiento 
kafkiano, condiciones espartanas o fuerza hercúlea. En algunos casos, como el 
del adj-Q campechano, su relación con el adj-R gentilicio del que procede 
(‘natural de Campeche, estado de México’) se pierde en la etimología, sin que de 
él hablante tenga conciencia de ella. 
 En casi todos los adjetivos de este grupo existe una conexión histórica 
interesante entre la lectura R y la lectura Q. El hablante puede reconocer esta 
relación, como reconoce una etimología sobre la que reflexiona, pero no puede 
establecer una relación productiva entre ambas. La relación entre adjs-R y adjs-Q 
se aprende, pues, independientemente en estos casos, junto con los usos 
figurados que han entrado en el léxico como consecuencia de factores históricos 
y culturales difícilmente previsibles. Piénsese en la lectura Q, que señalamos 
entre paréntesis, de adjs-R como teatral (‘aparatoso’), diplomático (‘disimula-
do’, ‘sutil’), antidiluviano (‘obsoleto’), urbano (‘atento’, ‘sociable’), divino 
(‘magnífico’, ‘extraordinario’), humano (‘compasivo’, ‘benévolo’), deportivo 
(‘correcto’, ‘ecuánime’), astronómico (‘desmesurado’, ‘carísimo’), económico 
(‘barato’), dramático (‘conmovedor’, ‘patético’), antológico (‘excepcional’), 
entre otros muchos. 
 Estos adjetivos tienen dos entradas en el léxico, de forma que se da entre 
ellas una relación de polisemia, más que de homonimia. El hablante no puede 
 
 
 28 
 
calcular una de las lecturas por el hecho de conocer la otra, aunque el lingüista 
pueda rastrearla históricamente. Nótese además que es de esperar que se den 
casos en los que un extranjero conozca la interpretación R y desconozca en 
cambio la interpretación Q de estos adjetivos. 
 
b) Relaciones R-Q calculadas. El análisis de la polisemia no cubre todos los 
casos. De hecho, resulta claramente insatisfactorio en las situaciones en las que 
la relación “R-Q” es productiva. En tales situaciones, frente a las del grupo 
anterior, no se trata ya de recategorizar un adj-R como adj-Q, sino de prever qué 
significará un adjetivo que está marcado como R, Q, o con ambos rasgos, en una 
misma entrada léxica. Si sabemos que un adjetivo es denominal (como legal), 
conocemos el nombre del que deriva (ley) en un relación semántica transparente, 
y no tenemos ninguna marca léxica idiosincrásica que nos identifique este 
adjetivo con los del grupo a), podemos prever ambas lecturas de forma produc-
tiva. Así, el SN ayuda legal13 es un claro ejemplo de ambigüedad R-Q. Es 
evidente que legal puede significar ‘que está de acuerdo con la ley’ (adj-Q) o 
‘que está relacionado con la ley’ (adj-R). En el primer caso, ayuda legal se opone 
a ayuda ilegal (en este sentido usamos el sustantivo legalidad), y en el segundo 
contrasta con ayuda financiera, administrativa, etc.). Esta es una ambigüedad 
que el hablante calcula, y no un producto de la información léxica. Es, además, 
improbable que un extranjero conozca una de estas dos interpretaciones y que no 
tenga acceso a la otra, frente a lo que ocurría con los adjetivos del grupo anterior. 
Dado que este adjetivo se deriva de un sustantivo y está marcado para la interpre-
tación Q y para la R, podremos construir la lectura Q (‘cualidad o propiedadde...)’ y la lectura R (‘relación con el ámbito de...’) de forma productiva. El 
 
13 El ejemplo ayuda legal está tomado de Warren 1988, pero el análisis que de él haremos es 
considerablemente diferente. 
 
 
 29 
 
mismo análisis se extiende a sintagmas ambiguos como problema lógico o 
crítica musical, entre otros muchos. 
 Pero es imprescindible preguntarse si estos “rasgos” R o Q son idiosin-
crásicos o se deducen, por el contrario, de otros factores. Obviamente, no es una 
casualidad el que un adjetivo como ruidoso no sea adj-R, mientras que religioso 
y legal sí lo sean (nótese la ambigüedad “R-Q” del SN líder religioso). Ello está 
relacionado, evidentemente, con el hecho de que la ley y la religión, frente al 
ruido, pueden considerarse nociones sociales complejas que están articuladas o 
reguladas en sistemas de normas y preceptos. Si nos limitamos a decir que 
ruidoso no posee el rasgo “R” y que religioso sí lo posee, perderemos esta 
deducción evidente. Nótese que ésta es exactamente la base de la crítica que 
desde hace algún tiempo han planteado muchos autores a los sistemas de repre-
sentación semántica basados en rasgos léxicos, y en particular a los de la 
estructura argumental de los predicados. Como se sabe, el conjunto de papeles 
temáticos que se asignan a un predicado no es desde luego arbitrario (como 
podría ser un rasgo de género), sino que se obtiene o se deduce de una estructura 
conceptual más abstracta, y en ciertos casos de una estructura aspectual 
intermedia. Sabemos que el tener en el léxico tal relación de valencias semánti-
cas es imprescindible para prever comportamientos gramaticales, pero también 
sabemos que postular rasgos en lugar de deducirlos no es nunca una opción 
deseable. En el caso de nuestros adjetivos, los rasgos Q y R no representan una 
estructura argumental, pero es evidente que la relación productiva entre las 
lecturas R y Q se deriva en buena parte de la pertenencia de esas unidades a 
ciertas clases semánticas, como la de los adjetivos de norma. No son, en 
definitiva, rasgos léxicos arbitrarios, ni siquiera primitivos, los que están en 
juego. 
 
 
 30 
 
 Podría pensarse tal vez que tendría sentido proponer un análisis pragmá-
tico, y no gramatical, de estas relaciones. De esta forma, el paso Q > R se 
ajustaría a una serie de condiciones extralingüísticas. La pertenencia a una clase 
podría entonces forzarse estableciendo marcos situacionales independientes de 
los significados léxicos (tal vez desde la teoría de los prototipos o desde otra 
concepción pragmática). Ello relativizaría por completo la distinción “R-Q”: un 
vehículo ruidoso podría designar una clase administrativa de vehículo en alguna 
normativa municipal, y, por tanto, tendríamos un ejemplo de adj-R. Si se tiene en 
cuenta la interpretación R del adjetivo arenoso en nuestro ejemplo roca arenosa, 
mencionado más arriba, se recordará que no estaba motivada por razones 
gramaticales, sino más bien por ciertas condiciones extralingüísticas que 
convierten en clases algunas de las propiedades que interpretamos como 
características definitorias de los objetos. Desde esta forma de ver las cosas, se 
diría que un adjetivo no denota una cualidad o una clase de forma inherente, sino 
de manera relativa a las condiciones extralingüísticas que se consideren 
relevantes en cada tipo de discurso. Nótese que un adjetivo tan claramente 
calificativo como amoroso (amorosas caricias) es adj-R en estrategias amoro-
sas o en literatura amorosa. Ello es posible porque el amor no sólo puede 
concebirse como un sentimiento o una disposición (lectura Q), sino también 
como un dominio o un ámbito, y esta es la categorización que la lectura R 
necesita para poder ser viable. 
 Aunque la idea de relativizar la oposición R-Q en un análisis pragmático 
no carece de atractivo,14 en este trabajo no adoptaremos la concepción que 
acabamos de esbozar, ya que tal tipo de indeterminación no está suficientemente 
restringido gramaticalmente. De hecho, no puede dar cuenta de las poderosas 
 
14 Los trabajos de Warren (1984a y b; 1988) constituyen una de los resultados de explorar una 
vía parecida a esta. 
 
 
 31 
 
constricciones formales (morfológicas y sintácticas) que existen sobre la 
gramática de los adj-R y porque prevé, de hecho, muchas más ambigüedades de 
las que efectivamente se dan. A eso se añade que, como hemos visto en el ' 3, 
existen un buen número de diferencias léxicas entre adjetivos Q y R que la 
gramática debe reflejar. En este trabajo mantendremos, pues, una concepción 
“gramatical”, más que “pragmática”, de la oposición “R-Q”, pero, aun así, somos 
conscientes de que, al igual que ocurre con otros muchos rasgos léxicos, el 
gramático los necesita para entrar con ellos en la sintaxis, sin saber siempre con 
precisión de qué otros niveles de análisis semántico son reflejo o consecuencia. 
Dicho de otra forma, nos interesan los comportamientos gramaticales de los 
adjetivos una vez que sabemos que son adjs-Q o adjs-R, pero no podemos 
presentar una teoría abarcadora, y a la vez restrictiva, que en lugar de marcar esos 
rasgos, los deduzca en todos los casos (de manera explícita y no intuitiva, se 
entiende) de las informaciones semánticas que hayan de aparecer en las entradas 
léxicas de los adjetivos. 
 
4.2. Los análisis hiperespecíficos. Los adjs-R no expresan, como hemos visto, 
cualidades o propiedades, sino otras nociones diferentes como son, en palabras 
de Lapesa 1975, “situación, nacionalidad, materia, origen, clase, pertenencia, 
etc”. En los últimos veinte años han aparecido descripciones muy detalladas de 
los valores semánticos que pueden adquirir los adjetivos relacionales,15 pero aun 
así creemos que en varias de ellas se plantea lo que podría llamarse una 
hiperespecificación de significados relacionales. Esta hiperespecificación es la 
 
15 Aunque no siempre separan en todos los casos los usos Q de los usos R. Entre esos trabajos 
deben mencionarse los ya citados de Bartning (1980)(1984)(1986) y Warren (1984a y b)(1988), 
a los que pueden añadirse Coates (1971), Breslin (1975), Ljung (1970), Schmidt (1972), 
Brinker (1974) y Dirven (1978), entre otros. 
 
 
 32 
 
que hemos intentado evitar en parte con las distinciones introducidas (Q, R, C, θ) 
que aspiran a tener reflejo gramatical. 
 En los trabajos citados se apuntan varias interpretaciones para los 
adjetivos que hemos clasificado simplemente como adjs-R, y que hemos 
subdividido en adjs-C y adjs-θ. Entre esas interpretaciones mucho más detalladas 
que allí se mencionan están las locativas, como ‘lugar en donde’ (desembarco 
lunar, vía terrestre), ‘lugar de donde’ (bombardeo aéreo) y ‘lugar adonde’ (viaje 
estelar). Otras interpretaciones son la instrumental (llamada telefónica, 
demostración matemática), la temporal (huelga veraniega, juegos medievales), 
la de objeto producido (vaca lechera), la de procedencia (viento meridional, 
residuos industriales), la de causa (persecución religiosa, crisis nerviosa), la de 
origen o fuente (calor solar, aguas pluviales), la de pertenencia o adscripción 
(piel facial, tradición universitaria), la de finalidad (utensilios culinarios) y 
todavía algunas otras más. No todas se obtienen de la misma forma ni todas 
coinciden para los diferentes autores que mencionamos en la nota anterior, pero 
en todos ellos es patente el interés por establecer un conjunto finito de esquemas 
semánticos primitivos a los que remitirían todas las combinaciones entre 
sustantivos y adjs-R. 
 Los que estamos llamando análisis hiperespecíficos de las interpreta-
ciones semánticas de los adj-R proporcionan casi exactamente los mismos 
resultados que se obtienen al clasificar semánticamente los complementos de 
genitivo, y son en gran medida las mismas interpretaciones que se esconden en 
los compuestos endocéntricosde la lenguas germánicas, como se comprueba 
desde los antiguos trabajos sobre la composición en inglés publicados en los 
años setenta (véase, por ejemplo, Downing 1977). Es difícil saber si tales 
conexiones se calculan mediante principios pragmáticos o mediante principios 
semánticos, pero parece claro que en lo que respecta específicamente a los 
 
 
 33 
 
adjs-R, su virtualidad gramatical es escasa. Nótese que si nos olvidamos por 
completo de los adjs-R e intentamos hacer una lista de relaciones posibles entre 
objetos del mundo, no llegaríamos a una lista muy distinta de la anterior. 
 A todo ello debe añadirse que los procedimientos de cálculo no parecen 
enteramente explícitos en la mayor parte de estos análisis. Consideremos el 
ejemplo citado viento meridional. No sería descabellado, en principio, suponer 
que viento posee una estructura argumental que incluye un argumento de origen, 
de modo que el adj-R meridional podría saturar este argumento. Aunque más 
adelante argumentaremos contra este análisis, supongamos por un momento que 
es correcto. Este sería un análisis esencialmente “semántico”, basado en la idea 
de que el sustantivo tiene una estructura argumental. Pero si consideramos el 
ejemplo también citado calor solar, no es tan evidente que la interpretación de 
‘causación’ o de ‘origen’ (‘calor procedente del sol’) se obtenga a través de la 
estructura argumental de calor, puesto que es muy discutible que esta exista. Si 
el mecanismo de cálculo ha de ser en tal caso “pragmático” y no “semántico”, no 
queda claro cuáles han de ser exactamente los principios pragmáticos que entran 
en juego, dado que las máximas griceanas, ampliadas o no, no parecen ser 
suficientes (véase Warren 1988 para otra forma de ver las cosas). 
 Existen además buenas razones para sostener que los adjs-R no pueden 
saturar otros argumentos que los que correspondientes a los complementos de 
genitivo, dado que el papel del sufijo-R es, también en este punto, idéntico al de 
la preposición de: ni el uno ni la otra intervienen directamente en la asignación 
de papel-θ, sino que actúan como una “marca de Caso” (en el sentido que el 
término tiene en el modelo RL), es decir, como un mecanismo de identificación 
formal. Desde este punto de vista, no es correcto interpretar estelar como 
adjetivo que satura un argumento de destino en viaje estelar, fundamentalmente 
porque los argumentos de destino no se representan con complementos de 
 
 
 34 
 
genitivo. De hecho, esta constricción es la que nos permite explicar que un 
sintagma como obediencia gubernamental no significará ‘obediencia al 
gobierno’. 
 Ello prevé, en suma, que las interpretaciones de los adjs-R serán más 
restrictivas de lo que los análisis hiperespecíficos sugieren en principio, y esta 
reducción es, desde luego, deseable. Como es de esperar, el viaje marroquí no es 
ambiguo entre ‘el viaje desde Marruecos’ y ‘el viaje a Marruecos’, sino que 
posee la misma indeterminación del SN el viaje de Marruecos, es decir, la que se 
ha llamado “interpretación-R” de los complementos de genitivo (adjs-C en los 
términos de este trabajo). En resumen: al igual que no está enteramente claro que 
un conjunto limitado y ordenado de principios pragmáticos pueda elegir 
explícitamente la interpretación correcta de los complementos de genitivo en 
cada contexto particular, tampoco es evidente que esos principios puedan 
realizar dicho papel en la interpretación de los adjs-R. 
 Aunque no creemos que la gramática necesite asumir los mecanismos de 
cálculo asociados a las conexiones de significado que hemos llamado hiperes-
pecíficas, sí creemos en cambio que el léxico debe marcar las que llamaremos 
interpretaciones semánticas exclusivas de ciertos adjs-R. Necesitamos prever 
que un SN como curación manual no va a significar ‘curación de las manos’ (cf. 
en cambio curación cutánea), y también que un análisis del aire en un tubo de 
ensayo no es un análisis aéreo (cf. en cambio análisis bacterial). Estas son, 
paradójicamente, interpretaciones permitidas a priori en una aproximación 
pragmática, pero la gramática debe excluirlas adecuadamente. Una forma de 
hacerlo es lograr que el léxico restrinja individualmente la interpretación de estos 
adjs-R, de forma que algunos adjs-R serán exclusiva o intrínsecamente instru-
mentales (manual), locativos (aéreo), o tal vez incluso distributivos (la expira-
ción anual no significa ‘la expiración de un año’). Vistas así las cosas, la tarea 
 
 
 35 
 
del léxico en estos casos es la de restringir las interpretaciones posibles de un 
pequeño grupo de adjetivos. Para los demás, la gramática asigna simplemente la 
lectura C en las condiciones posicionales que veremos en el apartado siguiente, 
y en unas pocas situaciones, alguna de las pocas lecturas-θ que hemos conside-
rado viables. 
 
 
5. Diferencias sintácticas 
 
 Las diferencias sintácticas fundamentales entre adjs-Q y adjs-R son bien 
conocidas, y han sido señaladas en múltiples trabajos. La mayor parte de ellas 
son consecuencia de la naturaleza no predicativa de los adjs-R: 
 
a) Los adjs-R no funcionan como atributos en las oraciones copulativas, 
como en *El viaje fue presidencial, y tampoco pueden ser predicados en 
las cláusulas reducidas: no es viable la lectura R de legal en Considero 
legal la información. Cuando los adjetivos denominales aparecen en estas 
construcciones (como en el problema era parlamentario, no presidencial) 
lo hacen como adjs-Q. Véase Schmidt (1972) sobre este uso. 
 
b) Los adjs-R no aparecen en posición prenominal. Cuando parece que lo 
hacen (como en una dramática situación, frente a *el dramático género, 
ejemplos de Hernanz y Brucart (1987)) se trata, de nuevo, de adjs-Q. Sobre 
la relación que existe entre esta propiedad y la anterior véase Demonte 
(1982). 
 
 
 
 36 
 
c) Los adjs-Q no son coordinables con adjs-R. Cuando parece que sí lo son 
(como en cotidianas y dolorosas confesiones, ejemplo de Kalik (1967)) se 
trata, de nuevo, de interpretaciones calificativas. 
 
d) Los adjs-R requieren adyacencia con el sustantivo. Ningún adj-Q puede 
aparecer entre el sustantivo y un adj-R. Esta propiedad ha sido observada 
en numerosos estudios: Brinker (1974), Lago (1984) —y los trabajos ci-
tados en este último— y otros estudios anteriores y posteriores. 
 
 La mayor parte de las investigaciones gramaticales sobre los adjs-R 
realizadas en el marco de la gramática generativa reciente presentan análisis 
sintácticos de su relación con la base nominal; es decir, análisis que determinan 
las posiciones de ambos tipos de adjetivos dentro de la estructura sintáctica del 
SN. Así, por ejemplo, para Cinque 1992, los adjs-R están situados en el 
especificador del SN, mientras que los adjs-Q están en el especificador de alguna 
proyección funcional flexiva entre el SDet y el SN. Como los adjs-R separan 
(frente a lo que sería esperable) el núcleo nominal de su argumento interno, 
Cinque propone que el sustantivo se mueve en estos casos al núcleo de esa 
proyección flexiva intermedia, con lo que el adj-R no ha de moverse de su 
posición en el especificador del SN, y se obtiene asímismo la adyacencia con el 
sustantivo. 
 En este último apartado quisiéramos esbozar apenas, de manera reconoci-
damente somera y sumamente provisional, algunos argumentos que apoyan un 
análisis más morfológico que sintáctico de las propiedades gramaticales de los 
adjs-R. Sugeriremos, concretamente, que la relación sintáctica que mantienen 
con el sustantivo al que modifican tiene varios puntos de contacto con la que 
caracteriza muchos de los compuestos sintácticos endocéntricos de las lenguas 
 
 
 37 
 
germánicas. No elaboraremos, sin embargo, en el presente trabajo una teoría 
morfológica de las relaciones léxicas que consideraremos. Nuestro interés se 
centrará en presentar argumentos a favor de la convenienciade hacer pasar 
algunas de esas relaciones del terreno de la sintaxis del SN al terreno de los 
llamados “compuestos sintácticos” que se conoce relativamente bien en las 
lenguas germánicas. 
 Obviamente, al establecer la relación que nos interesa con los compuestos 
endocéntricos de las lenguas germánicas no queremos decir que toda la gramá-
tica de los adjs-R haya de pasar a la morfología, y menos aún en el sentido 
tradicional que el término morfología tiene en la lingüística romance. Basta 
pensar que los sintagmas formados con sustantivo y adj-R tienen flexión interna 
para concluir que, si éste fuera el criterio decisivo para alejarlos de las unidades 
morfológicas, es evidente que no podrían considerarse entre ellas. 
 Existen grandes discrepancias entre los morfólogos acerca de si son 
propiamemte léxicos o sintácticos los recursos gramaticales que participan en la 
formación de los compuestos endocéntricos del inglés. Así, a pesar de que se 
reconoce que los compuestos radicales y sintéticos tienen una estructura 
sintáctica configuracional, los partidarios de una concepción léxica de estos 
procesos sitúan estas relaciones en una componente de Formación de Palabras 
enriquecido. Este componente puede, por tanto, no sólo manejar una estructura 
de constituyentes compleja y con cierto grado de recursividad, sino que también 
tiene acceso a procesos como el de asignación de papeles temáticos. Se acepta 
pues, en esta línea, que las relaciones que permiten las estructuras argumentales 
son visibles en dicho nivel. Las funciones sintácticas tradicionales no se 
reconocen, pues, en este estrato morfológico, pero sí la asignación de papeles 
temáticos, que deja de ser una propiedad exclusiva de la sintaxis oracional 
(véanse Di Sciullo y Williams (1987) y Salkirk (1982)). Por otra parte, el hecho 
 
 
 38 
 
de que muchos de los procesos que tienen lugar en la formación de compuestos 
ingleses (tanto sintéticos como radicales) sean en realidad “propiamente 
sintácticos” (rección direccional por parte de un núcleo, movimientos en la 
estructura configuracional, acceso a la estructura argumental de los predicados, 
asignación de papeles θ, entre otros) hace pensar a algunos investigadores, entre 
los que es posible situar a Lieber (1988), Sproat (1985) y Roeper (1988), que es 
la sintaxis el lugar apropiado para tales procesos, con lo que se anula en unos 
casos y se relativiza en otros el papel de un componente autónomo de “Forma-
ción de Palabras”. La polémica es compleja (véase Spencer 1991 para un buen 
resumen) porque, en último extremo, los “componentes gramaticales” se definen 
por el hecho de poseer unidades y propiedades no compartidas por otras formas 
de organizar los datos gramaticales. 
 Algunas de las características más conocidas de los adjs-R se relacionan 
con su naturaleza morfológica. Consideremos el hecho de que estos adjetivos no 
liguen anáforas (el ejemplo clásico es *The Albanian destruction of itself; véanse 
Kayne 1981 y Giorgi y Longobardi 1989). En realidad no se sigue de ello el que 
tales adjetivos no contengan argumentos, sino más bien que estos “sustantivos 
internos” no son accesibles por razones morfológicas. De hecho, esta particula-
ridad se reduce a una conocida propiedad de las piezas léxicas: la de constituir 
“islas anafóricas”. Un razonamiento análogo podría aplicarse a la imposibilidad 
de que los argumentos nominales contenidos en los adjs-θ agentivos controlen 
los sujetos nulos de las cláusulas finales, como en *El viaje presidenciali al 
extranjero para PROi evitar su procesamiento. 
 Existe otra peculiaridad morfológica de las construcciones con adjs-R que 
mantiene una relación estrecha con los compuestos sintéticos de las lenguas 
germánicas. Se trata de la restricción que afecta a la interpretación genérica que 
con frecuencia posee la relación verbo-nominal en tales compuestos. Como se ha 
 
 
 39 
 
señalado varias veces, el término truck driver no designa a una persona que 
alguna vez ha conducido un camión, sino al que habitualmente lo hace. Nótese 
que lo mismo valdría en español para formaciones como constructor naval o 
revitalizador capilar. De hecho, si son extraños en español sintagmas como 
?*reformador constitucional o ?*descubridor viral es simplemente porque en 
ellos se designan acciones no habituales, es decir, porque no cabe la lectura 
genérica. Lo interesante, desde nuestro punto de vista, es que tales sintagmas 
tampoco podrían equivaler a compuestos bien formados en inglés. Se trata, pues, 
de una conocida propiedad de algunas formaciones morfológicas que se percibe 
claramente en las construcciones con nuestros adjs-R. 
 Se pueden rastrear en varios autores europeos observaciones diversas 
sobre la integridad léxica de las formaciones sintácticas en las que intervienen 
adjs-R. Así, Rojo (1975) señalaba que, frente a lo que ocurre con los adjetivos 
que denotan cualidades, de la combinación de sustantivo y adjetivo clasificador 
se obtiene “una nueva unidad, para la que muy bien podría existir una unidad 
léxica específica”. Otras observaciones análogas se pueden encontrar en los 
trabajos de Gawe»lko y Warren citados anteriormente y en varios de los estudios 
descriptivos de la tradición francesa a los que nos hemos referido. En la 
gramática inglesa reciente ha sido probablemente Levi (1977)(1982) la autora 
que más ha insistido en la relación entre los adjs-R y la estructura de los 
compuestos endocéntricos. En línea con este tipo de acercamiento, creemos que 
se pueden apuntar algunas diferencias sintácticas entre los adjs-Q y los adjs-R 
para el español, que quedan esbozadas muy esquemáticamente en (4): 
 
(4) a) Los adjs-R no constituyen proyecciones máximas, sino XE s. La 
categoría de sintagma adjetival no se aplica, por tanto, más que a los 
adjs-Q. 
 
 
 40 
 
 
 b) Los adjs-R requieren adyacencia estructural con el sustantivo que 
los rige. La relación formal entre ambos XE se aproxima a la rela-
ción que existe entre algunos compuestos sintácticos endocéntricos 
de las lenguas germánicas. Los adjs-Q requieren adyacencia lineal 
con el sustantivo del que se predican y están fuera de la proyección 
máxima que reúne a los argumentos del núcleo nominal.16 
 
 c) Si buen puede decirse que los sufijos-Q incorporan papeles 
temáticos propios (‘que posee la cualidad de’, ‘semejante a’, etc.), 
es claro que los sufijos-R no incorporan papeles temáticos. Funcio-
nan en su lugar como equivalentes de las “marcas de Caso”, y tan 
solo transmiten relaciones temáticas obtenidas de algún predicado 
si se dan las condiciones estructurales necesarias para ello. 
 
 Como ya hemos visto, existen razones para pensar que el sufijo adjetival 
de los adjs-R actúa como marca de Caso (en el sentido que dicho término tiene 
en el modelo RL), es decir, como procedimiento formal de legitimación de los 
complementos de algún núcleo. Esta marca actúa de forma parecida a como lo 
hace la preposición de en la sintaxis. Podría pensarse que el hecho de que tal 
marca sea necesaria, en lugar de la simple adyacencia de los compuestos 
sintácticos, es razón suficiente para mantener que los adjs-R no tienen ninguna 
relación con ellos. Creemos, sin embargo, que no es así. En realidad, la idea de 
que los afijos derivativos de los adjs-R se relacionan con algún tipo de “caso 
 
16 Como señala Cinque (1992), esta última parte de la restricción parece correcta pero no 
explica en principio secuencias como política equivocada del gobierno. En su análisis, esta 
paradoja se resuelve postulando el movimento del sustantivo al núcleo de una proyección 
flexiva más alta que el SN. Véase más adelante. 
 
 
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flexional” se remonta al menos a Gawe»lko (1975), quien cita otros precedentes. 
Podemos entender razonablemente que la presencia de esta marca es necesaria 
por el simple hecho de los adjs-R

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