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ABADIN CALAF XENIA

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PREVENCIÓN DE LA ENFERMEDAD 
OCULAR Y PERIOCULAR MEDIANTE 
EL USO DE LENTES SOLARES 
 
 
 
Facultad de Farmacia 
Universidad de Sevilla 
Xenia Abadín Calaf 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Facultad de Farmacia 
Universidad de Sevilla 
 
 
 
 
 
 
Trabajo Fin de Grado 
 
PREVENCIÓN DE LA ENFERMEDAD OCULAR Y 
PERIOCULAR MEDIANTE EL USO DE LENTES 
SOLARES 
 
Autora: Xenia Abadín Calaf 
Doble Grado en Farmacia y Óptica y Optometría 
 
Tutores: Carmen María Vázquez Cueto y Alfonso Mate Barrero. 
Departamento de Fisiología 
 
 
 
 
 
 
 
Revisión Bibliográfica 
Junio 2020, Sevilla 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
RESUMEN 
 
El ojo es un sistema complejo en el cual se produce el fenómeno de la visión. Para que este 
ocurra es necesario que llegue al ojo la radiación visible. Sin embargo, esta no es la única 
radiación que nos llega del sol, sino que la radiación solar está formada por distintos tipos en 
función de sus longitudes de onda. Las que constituyen el espectro óptico son la radiación 
ultravioleta, la radiación visible y la radiación infrarroja. Estas radiaciones pueden ser 
perjudiciales en determinadas situaciones o al exponernos a ellas de manera prolongada o en 
exceso. Por ello el sistema ocular presenta estructuras que absorben parte de esta radiación, 
protegiendo a otras estructuras más sensibles, como la retina. 
La principal radiación considerada perjudicial para el globo ocular es la radiación ultravioleta. 
Esta se considera un factor de riesgo de numerosas enfermedades oculares, como la 
fotoqueratitis, el pterigion, las cataratas o la degeneración macular asociada a la edad, entre 
otras. También se pueden producir enfermedades en la zona periocular, como el carcinoma de 
células basales o el carcinoma de células escamosas. Debido a todos estos daños que la radiación 
solar puede producirnos, es importante una adecuada protección frente a la misma, 
principalmente mediante el uso de gafas de sol. Éstas han demostrado proporcionar una 
adecuada protección frente a la luz solar, siempre y cuando conozcamos sus características 
idóneas y tengamos en cuenta además el tipo de material, el tamaño o la posición, entre otras 
particularidades para su correcto uso y adecuada selección, consiguiendo así la mayor 
protección posible. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
PALABRAS CLAVE: radiación, ultravioleta, enfermedad, exposición, protección. 
 
 
 
 
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ÍNDICE 
 
1. INTRODUCCIÓN .................................................................................................................... - 2 - 
1.1. FISIOLOGÍA OCULAR ....................................................................................................... - 3 - 
1.2. RADIACION SOLAR .......................................................................................................... - 4 - 
1.3. MECANISMO DE ACTUACIÓN DE LA LUZ EN EL OJO ...................................................... - 7 - 
1.4. ACERCAMIENTO INICIAL PATOLÓGICO .......................................................................... - 9 - 
2. OBJETIVO ............................................................................................................................ - 12 - 
3. METODOLOGÍA ................................................................................................................... - 12 - 
4. RESULTADOS Y DISCUSIÓN ................................................................................................. - 13 - 
4.1. CARCINOMA DE CÉLULAS BASALES Y CARCINOMA DE CÉLULAS ESCAMOSAS ............ - 13 - 
4.2. FOTOQUERATITIS ......................................................................................................... - 14 - 
4.3. PTERIGION .................................................................................................................... - 15 - 
4.4. CATARATAS................................................................................................................... - 16 - 
4.5. DMAE ............................................................................................................................ - 17 - 
4.6. PREVENCIÓN ................................................................................................................ - 18 - 
5. CONCLUSIONES ................................................................................................................... - 27 - 
6. BIBLIOGRAFÍA ..................................................................................................................... - 28 - 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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GLOSARIO DE TÉRMINOS 
 
BCC: carcinoma de células basales. 
DMAE: degeneración macular asociada a la edad. 
FDA: food and drug administration. 
IR: radiación infrarroja. 
NMSC: non-melanoma skin cancer. 
SCC: carcinoma de células escamosas. 
SNC: sistema nervioso central. 
UV: ultravioleta. 
UVR: radiación ultravioleta. 
VIS: radiación visible. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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1. INTRODUCCIÓN 
 
1.1. FISIOLOGÍA OCULAR 
 
En primer lugar, es necesario conocer ciertos aspectos fisiológicos del ojo humano para poder 
comprender cómo se ve afectado por la radiación solar, qué estructuras atraviesa la misma y 
cómo el ojo es capaz de formar la imagen gracias a lo que conocemos como luz. 
 
El ojo es uno de los sistemas más complejo del cuerpo humano cuya principal función es detectar 
e interpretar la información visual que nos llega del mundo exterior, transformando la energía 
lumínica en señales eléctricas que son enviadas al cerebro. Para lograrlo, contiene en sus 
estructuras una serie de tejidos con diferentes características y funciones. Algunos de estos 
requieren de una gran transparencia para permitir el paso de luz, mientras que otros tienen una 
densa pigmentación cuya función es la absorción de radiación a su paso por estas estructuras 
(Skalicky, 2016) (Chinnery et al., 2017). 
 
Cuando nos referimos al ojo humano desde el punto de visto fisiológico, podemos hacer 
referencia a tres regiones principales (Figura 1). La región externa está formada por la córnea y 
la esclera, conectadas en el limbo. La esclera es lo que conocemos como “blanco del ojo” y su 
función es darle forma y proteger sus elementos internos. La córnea es una estructura 
transparente, dividida en una serie de capas. La capa superior de la córnea es el epitelio y este 
se encuentra recubierto por una película lagrimal final, la cual protege el ojo de cualquier daño 
químico, biológico o mecánico (Willoughby et al., 2010). Además, hay que resaltar que la córnea 
es considerada la estructura que más absorbe la radiación que nos llega desde el exterior. 
 
La región media se conoce como úvea y es una capa vascular constituida por el iris (el cual 
delimita la pupila), el cuerpo ciliar y la coroides. Entre la región externa y la interna encontramos 
lo que se conoce como la cámara anterior, llena de un líquido transparente llamado humor 
acuoso. Por detrás del iris y delimitada posteriormente por el cristalino (principal sistema óptico 
del ojo) se encuentra la cámara posterior, también conteniendo el ya nombrado humor acuoso. 
El humor acuoso tiene una función nutritiva, además de contribuir a la forma del ojo y 
humedecer el cristalino. 
 
Detrás del cristalino nos encontramos con lo que se considera la región interna, donde tenemos 
el humor vítreo, líquido transparente principal responsable de la forma del ojo. Este humor 
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vítreo es el que está directamente en contacto con la retina, lugar donde necesitamos que llegue 
la luz para poder formar imágenes. 
 
 
Figura 1. Ilustración esquemática de la estructura del globo ocular. Tomado de Willoughby et 
al., Clin Exp Opthalmology.2010; 38: 2-11. 
 
1.2. RADIACION SOLAR 
 
La luz solar contiene una serie de radiaciones electromagnéticas caracterizadas por su 
frecuencia y su longitud de onda (Mota et al., 2003). En ellas se distingue desde ondas de radio, 
microondas, infrarrojos, luz visible, luz ultravioleta, rayos X y rayos gamma. De todas estas 
radiaciones electromagnéticas proporcionadas por el sol, solo la radiación ultravioleta (UVR), 
cuya longitud de onda está comprendida entre 100 y 380 nm, la radiación visible (VIS), entre 380 
y 760 nm y la radiación infrarroja (IR) entre 760 y 106 nm constituyen el espectro óptico. Tanto 
la IR como la VIS llegan a la superficie terrestre, además de una parte de la UVR y, por tanto, 
solo estas pueden llegar a nuestro ojo (Pitts, 1993a). 
 
En la Figura 2 podemos encontrar las longitudes de onda que comprenden cada zona del 
espectro electromagnético. 
 
 
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Figura 2. Regiones del espectro electromagnético. Tomado de Silverthorn. Fisiología sensitiva. 
Ojo y visión. En: Silverthorn. Fisiología Humana. 8ª ed. México. Médica Panamericana; 2019. 
338-352. 
 
La radiación ultravioleta se suele dividir en 3 regiones: 
▪ UV-C: 200 – 290 nm. 
▪ UV-B: 290 – 315 nm. 
▪ UV-A: 315 – 380 nm 
Como hemos dicho anteriormente, solo una parte de este tipo de radiación llega a la tierra, la 
cual no incluye la UV-C. Además, el espectro de radiación UV-B varía enormemente según la 
elevación solar en el cielo, es decir, depende de la estación del año en la que nos encontremos 
y de la hora del día (Sliney, 2005). Por otro lado, la VIS tiene como función estimular los 
pigmentos visuales en los fotorreceptores y, por tanto, es responsable del mecanismo de visión 
(Pitts, 1993a). 
 
Todas las radiaciones que llegan a la superficie terrestre, en exceso, pueden ser perjudiciales 
para nuestra salud ocular, de manera que el ojo tiene una serie de mecanismos de defensa para 
evitarlo, como son la apertura palpebral, la constricción pupilar y la absorción de luz mediante 
los tejidos oculares (Skalicky, 2016). 
▪ Apertura palpebral: la luz induce parpadeo reflexivo de manera que, ante el exceso de 
luz, el ojo actúa de manera refleja produciendo su cierre (Skalicky, 2016). 
▪ Constricción pupilar: cuando hay mucha luz, la pupila responde contrayéndose, 
consiguiendo así reducir la exposición de las lentes, vítreo y retina a la radiación 
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energética excesiva. El diámetro pupilar puede variar entre 7 y 8 mm en condiciones 
escotópicas y llegar a 2 mm en condiciones fotópicas (Pitts, 1993b) (Skalicky, 2016). 
▪ Absorción de luz mediante los tejidos oculares: empezando por la radiación con la 
longitud de onda más baja, la UV, esta atraviesa la córnea con una transmitancia a partir 
de 280 nm (UV-B), aumentando progresivamente llegando al 90% a 310 nm. Por lo que 
tanto UV-B como UV-A, atraviesan la córnea. Sin embargo, estas radiaciones no alcanzan 
la retina en su totalidad, puesto que el cristalino absorbe la mayor parte, protegiendo 
así a la retina. De esta manera, la retina muestra una pequeña pero significante banda 
de UV empezando en 305 nm, con un pico del 3% en 320 nm y decreciendo hasta el 1% 
en 340 nm. Por ello, si la lente que conocemos como cristalino no estuviera, como es el 
caso de los ojos afáquicos, se necesitaría protección frente a esta radiación (Figura 3) 
(Pitts, 1993b) (Sliney, 2002). 
 
Respecto a la parte del espectro correspondiente a la luz visible, la transmitancia empieza en 
380 nm, aumentando rápidamente al 70% en 450 nm y manteniéndose entre 80 – 90% el resto 
del espectro VIS. El hecho de que el medio ocular apenas absorba esta radiación es lo que nos 
permite que llegue a la retina y que se produzca el mecanismo de la visión (Pitts, 1993b). 
 
Por último, la radiación infrarroja también puede clasificarse en tres grupos según su longitud 
de onda: 
▪ IR-A: 760 – 1400 nm. 
▪ IR-B: 1400 – 3000 nm. 
▪ IR-C: 3000 nm – 1.000.000 nm. 
La ración IR es, en su mayor parte, absorbida en córnea y el humor acuoso; casi todo el IR-B e 
IR-C son absorbidos en estos medios, por lo que la única radiación que los atraviesa es la IR-A. 
El medio ocular transmite alrededor del 90% del IR-A a la retina, siendo prácticamente opaco 
para el resto. Esta radiación IR transmitida a la retina se absorbe primariamente por los 
pigmentos del epitelio retiniano (Pitts, 1993a) (Pitts, 1993b). 
 
En la Figura 3 se observa la transmitancia de las distintas longitudes de onda de la radiación 
óptica por los distintos medios oculares. 
 
 
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Figura 3. Transmitancia de la radiación óptica incidente en distintos componentes o estructuras 
oculares. Tomado de Pitts DG. Ocular Effects of Radiant Energy. En: Pitts DG and Kleinstein R. 
Environmental Vision, Interactions of the Eye, Vision and the Environment. Butterworth-
Heinemann; 1993b. 151–120. 
 
1.3. MECANISMO DE ACTUACIÓN DE LA LUZ EN EL OJO 
 
Para que pueda ocurrir el fenómeno de la visión, necesitamos que la luz reflejada por los objetos 
se traduzca en una imagen mental. Este proceso se puede dividir en tres pasos. El primero de 
ellos es la entrada de la luz en el ojo y su llegada hasta la retina. Tras esto, los fotorreceptores 
de la retina tienen que traducir esa energía luminosa en una señal eléctrica; proceso llamado 
fototransducción. Finalmente, las vías nerviosas de la retina hacia el encéfalo procesan estas 
señales, ya eléctricas, en imágenes visuales (Willoughby et al., 2010) (Silverthorn., 2019). 
 
Como ya hemos hablado, es la radiación visible la que es capaz de estimular los fotorreceptores 
una vez llega a la retina, pero este proceso no es tan sencillo. En la retina, las neuronas se 
organizan en capas, existiendo 5 tipos de neuronas: fotorreceptores, células bipolares, células 
ganglionares, células amacrinas y células horizontales. Son las primeras de ellas las responsables 
del proceso de fototransducción. Para ello, tenemos dos tipos de fotorreceptores: conos y 
bastones. Sin embargo, estos no se encuentran en la primera capa de la retina, aquella que 
primero impactaría la luz, sino que la luz debe atravesar varias capas retinianas de fibras 
nerviosas, neuronas y vasos sanguíneos antes de alcanzarlos. Con una excepción, la fóvea; 
región de la retina que carece de neuronas y vasos sanguíneos de manera que los 
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fotorreceptores reciben la luz de forma directa, como se puede observar en la Figura 4 (Miller, 
1993) (Silverthorn., 2019). 
 
 
Figura 4. Esquema que muestra cómo impacta la luz en los fotorreceptores de la fóvea. 
Tomado de Silverthorn. Fisiología sensitiva. Ojo y visión. En: Silverthorn. Fisiología Humana. 8ª 
ed. México. Médica Panamericana; 2019. 338-352. 
 
Los bastones son los responsables de la visión nocturna y son mucho más numerosos que los 
conos (20:1), excepto en la fóvea, donde solo encontramos conos. Estos, son los responsables 
de la buena definición de la visión en condiciones de luz diurna. Ambos tipos de fotorreceptores 
se encuentran unidos a una molécula biológica conocida como pigmento visual; rodopsina en el 
caso de los bastones, y tres moléculas estrechamente relacionadas con esta en el caso de los 
conos (Miller, 1993) (Silverthorn., 2019). 
 
Estos fotopigmentos se estimulan por diferentes longitudes de onda de luz visible, 
desencadenado su excitación y adquisición de una nueva configuración. Esta nueva 
configuración inicia una cascada de segundos mensajeros a través de la proteína G, que conduce 
a la hiperpolarización del pigmento visual (Silverthorn., 2019). 
 
Tras esto, se procede al procesamiento de la señal eléctrica. La información de los 
fotorreceptores se condensa en axones que salen del ojo por el nervio óptico. La liberación de 
glutamato en las células bipolares es el primer paso del procesamiento. Las células bipolares 
harán sinapsis en células ganglionares, cuyos axones forman el nervio óptico,a través del cual 
transmitirán el potencial de acción hacia el sistema nervioso central (SNC). Los nervios ópticos 
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entran en el encéfalo en el quiasma óptico. Aquí, las fibras nerviosas del lado nasal de cada ojo 
se cruzan hacia el otro lado del encéfalo para su procesamiento, de manera que la información 
del lado derecho del campo visual se procesa en el lado izquierdo del encéfalo y viceversa. La 
mayoría de los axones, al salir del quiasma se proyectan al cuerpo geniculado lateral del tálamo, 
donde hacen sinapsis con las neuronas que se dirigirán a la corteza visual, donde se procesará 
la información (Figura 5) (Silverthorn., 2019). 
 
 
Figura 5. Cruce de fibras nerviosas en el quiasma óptico. Tomado de Silverthorn. Fisiología 
sensitiva. Ojo y visión. En: Silverthorn. Fisiología Humana. 8ª ed. México. Médica 
Panamericana; 2019. 338-352. 
 
1.4. ACERCAMIENTO INICIAL PATOLÓGICO 
 
Como ya hemos dicho, la radiación electromagnética, y en concreto la luz visible, son necesarias 
para poder desarrollar el fenómeno de la visión. Sin embargo, a su paso por las distintas 
estructuras del globo ocular, la radiación puede causar daños. Estos daños pueden ser debidos 
a una exposición excesiva al sol, pero también pueden producirse por una exposición normal 
pero prolongada en el tiempo. Es decir, la radiación solar es considerada un factor de riesgo de 
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numerosas enfermedades oculares que resumiremos a continuación y cuyas causas principales 
e implicación de la luz solar en ellas serán discutidas posteriormente. 
 
Una de las estructuras principales que ayudan al globo ocular a protegerse de la radiación son 
los párpados. Sin embargo, estos también pueden verse afectados por ella. El carcinoma de 
células basales (BCC) y el carcinoma de células escamosas (SCC) constituyen el 90% de los 
tumores palpebrales. Existen evidencias que relacionan la aparición de estas enfermedades con 
la latitud y, por tanto, con una mayor exposición a la UVR (Yam and Kwok, 2014). 
 
Cuando la radiación llega al ojo, las primeras estructuras que se encuentra son la córnea y la 
conjuntiva. Estas estructuras están más expuestas a los daños debidos a la radiación solar puesto 
que son las que se encuentran expuestas más directamente a ella. La inflamación de la córnea 
se conoce como queratitis, y en concreto la que produce el sol, como fotoqueratitis. Esta 
radiación también puede reactivar enfermedades ya existentes en la córnea, como la queratitis 
herpética. Otra enfermedad menos común es la queratopatía climática en gotas, la cual se 
caracteriza por la opacidad de las capas anteriores de la córnea como consecuencia de la 
acumulación de depósitos. Su etiología no se conoce con exactitud, sin embargo, se relaciona 
con áreas con altos niveles de radiación UV. En la conjuntiva, la radiación puede producir una 
enfermedad inflamatoria y proliferativa, con un crecimiento invasivo de tejido que acaba 
afectando tanto a conjuntiva como a córnea, el pterigión. Además, una sobreexposición de la 
conjuntiva podrá producir la sensibilización de esta, con una consiguiente inflamación del tejido, 
conociéndose como fotoconjuntivis o conjuntivitis actínica (Pérez Mogollón and Bohórquez 
Ballén, 2007) (Mary Norval, 2011) (Yam and Kwok, 2014). 
 
Pasadas estas estructuras y tejidos, la radiación se encuentra con lo que conocemos como región 
media del globo ocular, o úvea. En esta zona, las radiaciones también pueden provocar daños, 
como por ejemplo el melanoma uveal. El melanoma uveal es el más común de los melanomas 
no cutáneos y la exposición solar ha sido estudiada y evaluada en numerosas ocasiones como 
un posible factor de riesgo asociado a dicha enfermedad (Egan et al., 1988). 
 
Pasada esta región nos encontramos con la lente principal del ojo, el cristalino. Por todos es 
conocida la principal patología asociada a esta lente, las cataratas, y que, a pesar de existir varias 
clasificaciones y causas, la principal es aquella cuyo principal factor de riesgo es la edad. Su 
etiología es la opacificación de la lente, impidiendo que la luz alcance la retina de forma clara 
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para poder ser enfocada. A esta opacificación también parece contribuir la exposición solar 
(Lofgren, 2016). 
 
Una vez que la radiación llega a la retina, también puede producir daños. Existen varios 
mecanismos envueltos en la agresión del espectro electromagnético en la retina; fototérmico, 
fotoquímico y fotomecánico (Tosini et al., 2016). Numerosos estudios han evaluado el efecto 
que la luz solar tiene en patologías retinianas como la degeneración macular asociada a la edad 
(DMAE) u otras retinopatías, tal como la retinopatía solar (Sui et al., 2013) (Begaj and Schaal, 
2018). 
 
Una vez presentadas las patologías oculares que tienen relación con la radiación solar, 
posteriormente se detallarán las radiaciones implicadas, así como el grado de implicación de las 
mismas. Además, detallaremos los mecanismos implicados en dichas patologías, así como las 
medidas preventivas adecuadas. 
 
Por último, resaltar que la radiación más nociva para la estructura ocular es la radiación 
ultravioleta, frente a la cual nos protegemos mediante el uso de lentes solares. Éstas, además 
de protegernos de las radiaciones UV, disminuyen la intensidad de la luz visible, es decir, la 
luminosidad. Estas lentes solares, también nos protegen la zona periocular, por lo que, debido 
a todos estos motivos, su uso resulta indispensable para protegernos del sol. No todos somos 
conscientes de la importancia de las lentes solares, incluso en días no soleados, desconociendo 
gran parte de la población la función y prevención que ofrecen. Todas estas cuestiones serán 
debatidas posteriormente basándonos en evidencias mostradas por diferentes autores. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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2. OBJETIVO: 
 
El objetivo de esta revisión bibliográfica es explicar los mecanismos por los cuales la radiación 
solar daña distintas estructuras del globo ocular, constituyendo de esta manera un factor de 
riesgo o una causa de muchas enfermedades oculares. Además, explicaremos la importancia de 
las lentes solares para protegernos de dichos daños y, por consiguiente, analizaremos el papel 
esencial de las mismas en la prevención de estas enfermedades oculares. 
 
3. METODOLOGÍA: 
 
La metodología empleada en la realización del presente trabajo se ha basado en la búsqueda de 
información en bases de datos tales como PubMed, Science Direct y Medline Plus, encontrando 
mayor información en la primera de ellas. Así mismo, también se ha obtenido información de 
libros especializados (como “Fisiología Humana” y “Environmental Vision”, entre otros). 
 
La búsqueda de información ha sido realizada en el período comprendido entre febrero y mayo 
de 2020. Se ha realizado una primera búsqueda más general utilizando como principales 
palabras clave “sunlight”, “radiation”, “ocular disease” and “ultraviolet light”, siguiendo por una 
búsqueda más exhaustiva con palabras clave tales como “prevention”, “sunglasses”, 
“protection”, “polarized” o “lens material”. 
 
Respecto a la bibliografía encontrada, se ha intentado seleccionar siempre aquellos artículos 
más novedosos. Cuando esto no ha sido posible se ha recurrido a artículos o libros más antiguos 
(como es el caso de “Environmental Vision”), intentando siempre que la información obtenida 
fuese la más actualizada y de mayor interés para el tema de este trabajo. En algunas ocasiones, 
también se han seleccionado artículos no tan novedosos para poder comparar sus resultados 
con los más actuales. 
 
 
 
 
 
 
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4. RESULTADOS Y DISCUSIÓN 
 
4.1. CARCINOMA DE CÉLULAS BASALES Y CARCINOMA DE CÉLULAS ESCAMOSAS 
 
El BCC y el SCC se agrupan bajo el nombre de “non-melanoma skin cáncer” (NMSC) y, como ya 
hemos visto previamente son la mayor causa de tumores palpebrales. Concretamente,del 5 al 
10% de los cánceres de piel se desarrollan solo en los párpados (Saleh et al., 2017). Esta alta 
incidencia está relacionada con dos hechos: el primero de ellos es que la piel de los párpados es 
la más fina de todo el cuerpo siendo por ello más vulnerable a la exposición prolongada a la UVR. 
Mientras que el segundo motivo se relaciona con que sea una zona más pobremente protegida 
al aplicarnos crema solar, como detallaremos más adelante (Pratt et al., 2017). 
 
Los efectos dañinos de la radiación UV en la piel se producen por daño celular directo y por 
alteraciones en la función inmunológica (Meeran et al., 2008). Además, esta radiación UV crea 
mutaciones, como la que ocurre en el gen supresor de tumores p53. Debido a esto, este gen no 
podrá actuar en los procesos de reparación de ADN, produciéndose una desregulación, 
conduciendo al inicio del cáncer de piel (Benjamin and Ananthaswamy, 2007). 
 
Con respecto a la relación de esta enfermedad con la exposición a la luz solar, ya en 1995 se 
encontró un mayor riesgo de desarrollar SCC con exposición crónica al sol por motivos 
ocupacionales en los 10 años anteriores al diagnóstico (Gallagher et al., 1995). Por lo tanto, se 
puede afirmar que la acumulación de exposición solar es un factor causativo en el desarrollo de 
SCC. Sin embargo, su relación con el desarrollo de BCC es más compleja. Actualmente se sugiere 
que la formación de BCC puede depender más de la severidad de la exposición a la radiación UV 
en edades tempranas, que de la acumulación en un período de tiempo (Yam and Kwok, 2014). 
Estos datos son parecidos a los obtenidos en otro estudio realizado en Irlanda, donde se 
relaciona la exposición acumulativa a la radiación UV con el SCC, mientras que el desarrollo de 
BCC lo hace con la exposición intermitente del sol a altas dosis (Quigley et al., 2019). 
 
Otro hecho que demuestra la implicación de la radiación solar en el desarrollo de NMSC es que 
un simple cambio en nuestro comportamiento, protegiéndonos rigurosamente de la exposición 
UV puede reducir el cáncer de piel, sobre todo en la región periocular y los párpados, cuya 
exposición es muy alta (Vainio et al., 2000) (Karlica-Utrobicić et al., 2014). 
 
 
- 14 - 
 
4.2. FOTOQUERATITIS 
 
Los daños causados por la radiación solar en el ojo pueden ser agudos o crónicos. La 
fotoqueratitis es una respuesta aguda a la radiación UV-B excesiva. Se presenta tras una 
exposición prolongada sin protección en un lugar con una alta reflectividad como puede ser la 
nieve, la montaña o la playa. Sus síntomas se caracterizan por ojo rojo, lagrimeo, dolor, 
fotofobia, incluso pérdida temporal de visión o visión borrosa (Behar-Cohen et al., 2014) (Izadi 
et al., 2018). El tiempo de aparición de los síntomas tras la exposición varía según diferentes 
autores; mientras algunos afirman que aparecen entre 24 – 48 horas tras la exposición (Izadi et 
al., 2018), otros hablan de entre solo 6 – 12 horas (Acosta et al., 2014). 
 
Para poder comprender cómo afecta la exposición solar aguda a la córnea, necesitamos 
profundizar previamente en su estructura. La córnea está compuesta por cinco capas: 
▪ Epitelio: compuesto por células epiteliales, con capacidad de regeneración. 
▪ Membrana de Bowman: capa acelular. 
▪ Estroma: compuesta por fibras de colágeno, queratinocitos y matriz. 
▪ Membrana de Descemet: se considera la membrana basal del endotelio. 
▪ Endotelio: compuesto por células endoteliales escamosas. Estas se pierden con la edad 
(Villa and Santodomingo, 2010). 
 
Se ha demostrado que la radiación UV alrededor de 280 nm causa apoptosis en las células 
epiteliales y en los queratinocitos superficiales, mientras que a 310 nm la radiación es capaz de 
producir apoptosis en células epiteliales, queratinocitos y células endoteliales (Podskochy et al., 
2000). 
 
Como ya hemos dicho, las células epiteliales tienen capacidad de regeneración, por lo que, tras 
su muerte, son creadas nuevas células para sustituirlas. Esto significa que, tras la exposición, 
debería haber un aumento del grosor del epitelio, sin embargo, lo que se produce es un 
adelgazamiento, lo cual nos lleva a decir que la muerte celular no es la principal ruta de 
eliminación de células epiteliales corneales (Delic et al., 2017). Otro posible motivo de 
desaparición de células epiteliales podría ser su desprendimiento. Algunos autores han 
demostrado que una pequeña dosis de UV-B incrementa la velocidad de desprendimiento de 
células epiteliales de la superficie ocular (Ren and G, 1994), pero aún no se tiene claro si el 
desprendimiento puede ser debido a una señal fisiológica externa (como la radiación), o si 
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simplemente se debe a la presión causada por la regeneración de células desde la periferia (Delic 
et al., 2017). 
 
Respecto al dolor característico de la fotoqueratitis, este se debe a que la radiación UV-B 
interrumpe el proceso normal y ordenado de descamación epitelial de la superficie corneal, 
aumentando su velocidad de manera que las terminaciones nerviosas subepiteliales a la córnea 
quedan expuestas, sin dar tiempo a que las células se regeneren y ordenen. Esta exposición de 
las terminaciones nerviosas es el motivo del dolor (Ren and G, 1994) (Yam and Kwok, 2014). 
 
4.3. PTERIGION 
 
Un ejemplo de daño crónico de la radiación solar UV a la córnea es el pterigion. Es uno de los 
trastornos oculares más comunes y consiste en el crecimiento de tejido fibrovascular 
subepitelial, empezando en la conjuntiva bulbar sobre la córnea (Bradley et al., 2010). Se 
produce por la alteración de las células madre del limbo y los fibroblastos, que contribuyen a la 
iniciación del pterigion e inducen la aparición de factores de crecimiento, citoquinas 
proinflamatorias y metaloproteinasas de matriz que promueven su progresión (Ochoa-Tabares, 
2006). Esta alteración de la superficie ocular puede ser causante de un astigmatismo irregular 
y/o una importante disminución de la visión, además de las preocupaciones estéticas (Errais et 
al., 2008) (Marmamula et al., 2013). 
 
A pesar de que existen varias teorías con respecto a su patogénesis, como podría ser la acción 
de las citoquinas o las metaloproteinasas, entre otros, se sabe que la radiación UV juega un 
papel muy importante en su desarrollo (Di Girolamoa et al., 2004). Aunque aún se desconoce la 
importancia del tiempo de exposición a la radiación UV en el proceso de esta enfermedad, se 
estima que la interacción de la radiación UV con otros factores puede tener un efecto sinérgico 
a largo plazo para su desarrollo (Farhad Rezvan et al., 2018). 
 
Numerosos estudios epidemiológicos demuestran el efecto de la UVR solar en la prevalencia del 
pterigion entre la población. Es más común encontrarlo en regiones de latitudes entre 40º al 
norte y al sur del ecuador, zona en la cual la intensidad de la luz UV es más alta que fuera de 
ella. Se estima que en esta zona la prevalencia se sitúa alrededor del 22%, mientras que fuera 
de ella es menor del 2% (Zhou et al., 2016). Otro estudio afirma una mayor prevalencia en zonas 
rurales o en personas que trabajan al aire libre, lo cual corrobora la radiación UV como factor de 
riesgo (Aragonés and Alemañy, 2009). 
- 16 - 
 
 
El pterigion se presenta principalmente en la zona del limbo nasal. Según algunos autores, esto 
se debe a que la luz que incide en el ojo sufre una refracción periférica a través de la cámara 
anterior, lo cual lleva a una concentración de su intensidad 20 veces superior a nivel del limbo 
nasal (Moran and Hollows, 1985). Sin embargo, existen otras teorías que explican la predilección 
nasal como consecuencia de la reflectividad del terreno, que hace que la radiación UV se refleje 
fuera de la piel de la nariz y regiones adyacentes hacia el lado nasal del ojo (Balachandra HK., 
2005). 
 
4.4. CATARATAS 
 
Se conoce como cataratas al síndrome clínico caracterizado por unaopacificación de la lente del 
ojo, el cristalino, cuyo síntoma principal es la disminución de la visión (Yam and Kwok, 2014). Es 
una causa significativa de invalidez visual con una alta incidencia, representando alrededor del 
49% de la discapacidad visual en el mundo (Varma et al., 2011). Existen muchos tipos de 
cataratas y numerosas formas de clasificarlas, siendo la más común la clasificación según la 
localización de la opacidad. De esta manera tenemos: 
▪ Cataratas subcapsulares: localizadas en la cápsula del cristalino. 
▪ Cataratas nucleares: la opacidad se encuentra en el núcleo del cristalino. 
▪ Cataratas corticales: localizándose en la corteza periférica del cristalino. 
▪ Cataratas en “árbol de Navidad”: en las cuales la catarata se encuentra en la corteza 
profunda y en el núcleo (Rodríguez R and Bustamante C, 2012). 
 
A pesar de que existen varios motivos por los que pueden desarrollarse cataratas, la edad es el 
factor más común. Más del 50% de los mayores de 65 años sufren cataratas. El cristalino tiene 
un pigmento que absorbe la radiación UV y disipa su energía de manera segura, pero después 
de la mediana edad, este pigmento protector es convertido gradualmente en un cromóforo 
fototóxico que convierte la radiación UV en especies reactivas de oxígeno. Esto, junto a la 
disminución en la producción de enzimas antioxidantes que normalmente hacen desaparecer 
estas especies reactivas, produce daño a las células epiteliales y proteínas de la lente, lo que 
resulta en una opacificación de la misma (Roberts, 2011). 
 
La asociación entre dosis solar de radiación UV y la prevalencia de cataratas aparece por los años 
80. Algunos estudios demostraron una mayor prevalencia de cataratas en mayores de 65 años 
- 17 - 
 
en sitios con una mayor duración de la luz solar (Hiller et al., 1977). Estudios actuales corroboran 
este hecho, como el realizado en el sur de Francia, donde se asocia una exposición a la radiación 
UV ambiental de por vida con un mayor riesgo de extracción de cataratas (Delcourt et al., 2014). 
 
Sin embargo, respecto al tipo de catarata que la luz solar puede producir, no existe tanto 
consenso. Mientras algunos estudios muestran una relación entre la radiación solar UV-B y las 
cataratas corticales y ninguna correlación con las cataratas nucleares (Storey et al., 2013), otros 
resultados no muestran una asociación entre la exposición solar y las cataratas corticales, y sin 
embargo, encuentran una relación entre los años expuestos a la luz solar y una mayor 
probabilidad de desarrollo de cataratas nucleares (Pastor-Valero et al., 2007). Por tanto, aún 
hace falta un mayor estudio y profundización en el daño que la radiación solar produce en el 
cristalino. 
 
4.5. DMAE 
 
La degeneración macular asociada a la edad (DMAE) es una enfermedad ocular causada por la 
acumulación de drusas en la mácula, lo cual lleva progresivamente a una discapacidad visual 
permanente. No existe un tratamiento curativo, sino solo un tipo de tratamiento que permite 
enlentecer su progresión (Sui et al., 2013). Por ello, es una de las principales causas de ceguera 
en los países desarrollados (Wong et al., 2011). 
 
La patogenia de la enfermedad se desconoce con exactitud, pero se cree que uno de los 
principales motivos es la producción de estrés oxidativo en las células retinianas (Wong et al., 
2011). El desarrollo de la DMAE se asocia con muchos factores de riesgo como la edad, la 
alimentación e incluso el consumo de alcohol. Muchos estudios han investigado la radiación 
solar como posible factor de riesgo, pero los resultados de estos estudios han sido inconsistentes 
(Armstrong and Mousavi, 2015). 
 
Un estudio publicado en 2018 mostró que la exposición solar no está asociada a un mayor riesgo 
de DMAE (Zhou et al., 2018). Sin embargo, la literatura epidemiológica publicada indica que 
aquellas personas expuestas a mayores niveles de radiación solar tienen un riesgo mayor de 
desarrollo de DMAE (Sui et al., 2013). 
 
- 18 - 
 
No se han conseguido datos claros respecto al daño que produce la radiación UV en la retina, 
sin embargo, sí se ha visto que los daños que produce esta radiación en el pigmento retiniano 
epitelial son similares a los que aparecen en la DMAE. Esta falta de asociación clara ha llevado a 
sugerir que es la radiación correspondiente al espectro visible la causante del daño asociado a 
la DMAE, concretamente la luz azul (comprendida entre 400-500 nm). Así, estudios demuestran 
que es la porción del espectro visible la que produce un mayor daño fotoquímico en el pigmento 
retiniano epitelial en células animales (Yam and Kwok, 2014). 
 
4.6. PREVENCIÓN 
 
Una vez conocidas un poco más a fondo las principales enfermedades afectadas por la radiación 
solar, o al menos en las que la radiación solar es el principal factor de riesgo o uno de ellos, y sin 
olvidarnos de otras que por tener menor prevalencia entre la población no dejan de ser 
importantes, la pregunta que nos planteamos es_: ¿cómo lo evitamos? Para conocer sobre la 
prevención de estas enfermedades necesitamos considerar una serie de hechos: 
 
En primer lugar, y como ya se ha hablado anteriormente, existe una prevalencia geográfica de 
determinadas enfermedades con un factor de riesgo como la radiación solar relacionada con la 
latitud, siendo éstas más prevalentes en aquellos lugares donde existe una mayor luminosidad 
o más horas de luz solar, lo cual ha conducido a diversos autores a relacionarlas con la exposición 
(Sliney, 2001). 
 
Por otro lado, la exposición a los rayos UV y a la luz exterior cambia constantemente durante el 
día. Por ejemplo, a medio día, el nivel de UVR solar a una longitud de onda de 300 nm es diez 
veces superior que tres horas antes o tres horas después. También se produce un cambio en la 
radiación visible, aunque no tan grande (Sliney, 2001). Sin embargo, aunque la UVR alcance su 
punto máximo alrededor de mediodía, la radiación que nos llega depende de la elevación solar 
en relación con los ojos. A medida que el sol aparece en el cielo, la exposición ocular directa 
aumenta hasta que llega un momento en que el párpado y la ceja forman una sombra sobre la 
córnea, disminuyendo así la exposición directa. En un estudio realizado en el año 2011 se 
demostró que el daño corneal sufrido por la UVR fue mayor entre las 8:00 y las 10:00 y entre las 
14:00 y las 16:00, comparado con el daño producido a las horas del mediodía (alrededor de las 
12:00) (Sasaki et al., 2011). 
 
- 19 - 
 
Otro factor que afecta a la exposición solar son las estaciones del año. En verano nos llegan 
dosis más altas de UVR que en otras estaciones, debido a la disminución de la elevación solar 
(Godar et al., 2001). Existen estudios que afirman que la cantidad de UVR que llega a la tierra 
varía un ± 3,5% durante todo el año (Krizan et al., 2011). Otro factor relacionado es la presencia 
de nubes; se ha demostrado que la reducción media de UVR por su presencia suele ser de entre 
el 15 y el 30% (McKenzie et al., 2003). 
 
Todos estos factores son importantes a la hora de protegernos del sol puesto que debemos ser 
conscientes del daño que este puede producirnos en diferentes situaciones o lugares. Además, 
esta gran variabilidad de dosis de UV según el tiempo de exposición, el lugar, la estación del año 
o la altitud del sol, así como el hecho de que no se conozcan con exactitud los daños producidos 
por la luz visible o si existe daño producido por la radiación IR, pueden dificultar la toma de 
decisiones en cuanto al nivel de protección que deberíamos obtener mediante las lentes 
solares, principal medida eficaz de eliminación de la radiaciones nocivas para el globo ocular 
(Dain, 2003). 
 
Existen comités de normas técnicas en muchos países y a nivel internacional donde se esclarecen 
estándares sobre la protección que deben proporcionar las gafas solares. Sin embargo, inclusodentro de estos comités existen diferencias entre sus miembros en cuanto a la necesidad de 
protección. Los defensores de la salud pública aseguran la necesidad de filtrar la radiación UV 
en su totalidad, mientras que la mayoría de fabricantes abogan por una protección menor 
basada solo en aquellos peligros bien establecidos y probados (Rabbetts and Sliney, 2019). 
 
Uno de los mayores conflictos es el límite superior de longitud de onda frente a la que debe 
protegernos una lente solar. Este es considerado un límite importante para la protección de la 
retina, sobre todo en edades tempranas, cuando el cristalino es mucho más transparente, 
permitiendo que el medio ocular en su totalidad transmita mayor radiación a la retina (Rabbetts 
and Sliney, 2019). A los 10 años, aproximadamente el 4% de la radiación incidente a 400 nm 
llega a la retina, siendo 15 veces menor a 380 nm (International Commission on Illumination 
(CIE), 2012). Sin embargo, existe poca evidencia específica sobre el daño a largo plazo de 
radiaciones comprendidas entre 380 y 400 nm (International Organization for Standardization 
(ISO)., 2018). 
 
La mayoría de los comités y guías están de acuerdo en extender el límite a 400 nm, pero los 
fabricantes aseguran que hacerlo puede causar un tono amarillento en la lente que, aunque solo 
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sería perceptible sobre un fondo blanco, puede ser rechazado por el consumidor. Además, esto 
puede elevar el coste de dichas lentes o incluso podría ser imposible lograrlo con ciertos 
materiales. Ellos aseguran que proporcionando una absorción de la lente de radiación hasta 380 
nm se asegura una protección muy buena frente a la radiación UV-B y frente a las longitudes de 
onda más cortas de UV-A. Todo esto nos conduce a la siguiente duda: cuando nos afirman que 
una gafa protege frente a la radiación UV, ¿nos protege de radiaciones hasta 380 nm o hasta 
400 nm? (Rabbetts and Sliney, 2019). 
 
Además de que la lente deba cumplir unas determinadas condiciones en cuanto a longitudes de 
onda que debe proteger, ésta también debe permitir el paso de la luz visible y con ella la 
distinción de colores. No existe una regulación referida al color que deben tener las lentes, pero 
este no puede interferir en la percepción de los mismos, en particular verde y rojo, para una 
correcta interpretación de las señales de tráfico. Por tanto, se debe disminuir la luz visible que 
llega al ojo, para reducir la molestia que produce el resplandor, pero sin interferir en la visión de 
colores (Tuchinda et al., 2006). 
 
Lo que sí se ha especificado con claridad respecto a los colores es que, para aquellas gafas de 
sol con lentes muy oscuras, la montura de la gafa de sol debe ser envolvente o tener 
protecciones laterales. Esto es un requisito para la categoría más oscura de gafas de sol en la 
Organización Internacional de Estándares (ISO., 2015). Esto puede deberse al hecho de que las 
lentes oscuras causan dilatación pupilar, de manera que los rayos periféricos oblicuos pueden 
entrar más fácilmente en el ojo si el diseño de la gafa no envuelve el área temporal (Tuchinda et 
al., 2006). Estudios anteriores parecen estar en concordancia con este hecho, afirmando que las 
lentes muy oscuras desencadenan un mecanismo fisiológico igual que el que se produce cuando 
apagamos la luz o estamos a oscuras, mediante el cual el sistema ocular produce dilatación de 
la pupila en su intento por captar luz para poder poner en marcha el mecanismo de visión. Esto 
resulta en una mayor entrada de rayos a las estructuras oculares si la lente de sol en cuestión 
no tiene una buena protección o si la gafa permite el reflejo de la luz UV desde los laterales 
(Rosenthal et al., 1988). Por otro lado, existen otros estudios que añaden que el ojo puede estar 
expuesto a la radiación UV que proviene del reflejo en la parte posterior de la lente, de manera 
que el uso de gafas cerradas o envolventes también disminuiría la cantidad de UV reflejada 
(Sakamoto et al., 1999). 
 
En la siguiente figura se observa la llegada de la radiación al ojo a pesar de usar como protección 
una lente de sol, tanto por la reflexión en la cara interna de la lente como por los laterales. 
- 21 - 
 
 
Figura 6. Llegada de la radiación solar al ojo con el uso de una lente solar. Tomado de Sliney 
DH. J Photochem Photobiol B, 2001-;64:166-75. 
 
Además, también existen otros motivos por los cuales las gafas de sol deben ser envolventes y/o 
grandes. Como hemos visto, existe un daño de la radiación solar a la estructura ocular e incluso 
a los párpados. De hecho, en un estudio realizado en 2017, se determinó que la zona de los 
párpados era un área pobremente protegida, ya que en la aplicación rutinaria de la crema solar 
nos olvidamos de protegerla, pasando a ser una zona de riesgo (Pratt et al., 2017). De ahí que 
este sea otro motivo por el que necesitamos que las gafas de sol nos protejan esta región. 
 
De hecho, en cuanto al tamaño de las lentes, los estándares australianos presentan un 
requerimiento mínimo de 28 mm para adultos y 24 mm para niños, evitando así el uso de lentes 
solares más pequeñas (Almutawa and Buabbas, 2014). También es importante la posición de las 
gafas, ya que mover las gafas una pequeña distancia de 6 mm alejándolas de la superficie ocular, 
aumenta el incremento de la radiación que llega a los ojos en más de un 20% (Rosenthal et al., 
1988). Por lo tanto, al menos que se empleen geometrías con protecciones laterales o diseños 
envolventes, la especificación de los factores de transmisión UVR por debajo del 2 – 5% se vuelve 
engañosa (Sliney, 2001). 
 
En cuanto a los materiales de la lente solar, también existen diferencias entre ellos en cuanto a 
la protección que proporcionan. Antiguamente, las lentes eran casi exclusivamente de vidrio. 
Sin embargo, hoy en día es raro encontrar este material. Lo más habitual es encontrarnos con 
lentes orgánicas (acetato de celulosa) o de policarbonato. Tanto estos materiales como las pocas 
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gafas que podamos encontrarnos actualmente de cristal, proporcionan una mayor absorción 
que el vidrio que se usaba antiguamente (Dain, 2003). 
 
Es importante especificar los requerimientos que establece la FDA (Food and Drug 
Administration) con respecto a la transmitancia permitida en lentes solares: 
▪ Deben transmitir menos del 1% de radiación UV-B. 
▪ Deben transmitir menos del 5% de radiación UV-A. 
▪ Deben transmitir entre el 10 y el 25% de radiación visible (FDA, 2001). 
 
Dentro de las lentes orgánicas podemos encontrarnos distintos tratamientos, como el 
fotocromatismo o la polarización. Por un lado, las lentes fotocromáticas son aquellas que tienen 
una tonalidad clara cuando nos encontramos en el interior, pero se oscurecen al ponernos en 
contacto con la radiación UV. Esto se consigue por la presencia de unas moléculas fotocrómicas 
que al exponerse a la UVR se distribuyen de manera activa absorbiendo la luz visible (Suárez and 
Cadena, 2011). 
 
Por otro lado, las lentes polarizadas son aquellas cuyo tratamiento ayuda a la disminución del 
reflejo o resplandor, pero es importante destacar que no proporcionan una protección extra 
bloqueando más UVR (Tuchinda et al., 2006). Cuando la luz se refleja en un plano horizontal 
como puede ser el agua, la nieve o el suelo, se produce una polarización en ese plano. Esto 
reduce la visibilidad y es molesto, no nos sirve para el mecanismo de visión, puesto que es la luz 
vertical la única útil para el ojo humano. Las lentes polarizadas tienen un filtro vertical que 
bloquea la luz polarizada horizontalmente con gran efectividad, desapareciendo ese reflejo 
molesto (Suárez and Cadena, 2011). 
 
Por tanto, es importante tener en cuenta tanto el material de la lente como los filtros o 
tratamientos que se le añaden durante su proceso de fabricación. En este estudio realizado en 
2011 se intentó comprobar si las lentesfotocromáticas, polarizadas y de policarbonato cumplían 
con los requisitos establecidos por la FDA. Se encontró que tanto las lentes polarizadas como las 
de policarbonato los cumplían, sin embargo, las lentes fotocromáticas de menor espesor 
transmitían un 31% de luz visible, encontrándose el límite superior en el 25%, incumpliendo este 
criterio. En cuanto al bloqueo de la radiación UV, este no era suficiente, transmitiendo un 5,6% 
de UV-A y un 3,6% de UV-B, ambos valores por encima de los requerimientos. También se 
observaron variaciones entre diferentes modelos o marcas dentro de las lentes polarizadas y de 
- 23 - 
 
policarbonato, pero todas estas variaciones se encontraban dentro de los requerimientos 
(Suárez and Cadena, 2011). 
 
Además de tener en cuenta los colores, formas, materiales y filtros de la lente de sol, estas 
también pueden clasificarse en categorías. Tradicionalmente se han clasificado en tres 
categorías según su propósito: gafas de moda (usadas como accesorios y con una mínima 
protección UV), gafas de sol generales (reducen el resplandor y la intensidad de la luz, con 
protección UV) y gafas con propósito especial (para situaciones de alta luminosidad como 
esquiar o ir a la playa) (Davis, 1990). 
 
Clasificaciones más modernas se han realizado acorde con la transmitancia de la lente en el 
rango de luz visible y con el tinte de la misma. De esta manera, se han clasificado en 5 categorías, 
del 0 al 4. Las categorías 0 y 1 no se consideran gafas de sol, puesto que la protección que ofrecen 
es mínima, son lentes muy claras. De la categoría 2 a la 4 se consideran gafas de sol, puesto que 
ofrecen una protección buena contra la UVR. Se oscurecen conforme mayor sea el número de 
la categoría, siendo las de categoría 4 las más oscuras. De hecho, las de esta categoría son tan 
oscuras que no pueden usarse para la conducción (Masili et al., 2015). 
 
Aún existen más clasificaciones, por ejemplo, la realizada en un estudio en 2019 donde se 
clasificó y estudió la protección que proporcionaban las gafas de sol de 6 grupos diferentes: 
▪ Gafas de sol de bajo precio, incluso gratis. 
▪ Gafas de sol de precio medio. 
▪ Gafas de sol de alto precio, de diseñador. 
▪ Gafas de sol de demostración. 
▪ Gafas bloqueadoras de luz azul. 
▪ Lentes sin tinte. 
En este estudio se analizaron diferentes modelos y marcas dentro de cada grupo y se obtuvo 
como resultado que todas excepto las lentes sin tinte y las de demostración, proporcionaban 
una protección del 100% en el UV (hasta 400 nm). En cuanto al bloqueo de la luz azul (entre 400 
– 495 nm), se encontraron más diferencias, siendo las que proporcionaban una mayor 
protección frente a esta (de entre el 90 – 94%) las de precio alto, en concreto las marcas Maui 
Jim y Costa Brine P, las más caras del mercado. Por debajo de ellas dentro del mismo grupo de 
precio, se encontraba la marca Ray Ban, algunos de cuyos modelos solo producían un bloqueo 
del 73% de la luz azul. Las gafas bloqueadoras de luz azul también proporcionaron una buena 
protección de la misma (de un 90%), aunque algunas de ellas, como el modelo Essilor Crizal 
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Prevencia, presentaron un bloqueo menor. Esto puede deberse a que los fabricantes intentan 
disminuir el tono amarillo de la lente que produce el bloqueo de la luz azul, consiguiendo una 
lente más transparente pero como consecuencia, con menor protección (Giannos et al., 2019). 
 
El estudio citado anteriormente se centró únicamente en la parte del espectro visible 
correspondiente a la luz azul puesto que esta es una de las mayores causas de daño en la retina, 
concretamente en su epitelio, a pesar de tener efectos beneficiosos como el formar parte del 
control del ritmo circadiano ((ISO)., 2018). Se ha comprobado que la eliminación de un 94% del 
componente de luz azul reduce el daño retiniano (Vicente-Tejedor et al., 2018). 
 
Son numerosos los estudios relacionados con la protección que ofrecen las gafas de sol frente a 
la luz ultravioleta y visible. Entre ellos, un estudio publicado en 2018 demostró el efecto 
protector de las gafas de sol en la aparición del pterigión, indicando un riesgo menor en un 53% 
de desarrollarlo entre aquellos que usaban regularmente gafas de protección solar frente a 
aquellos que no lo hacían (Farhad Rezvan et al., 2018). Otro estudio relacionado con la aparición 
de cataratas demostró que el uso de lentes solares durante el trabajo o actividades de ocio al 
aire libre durante edades tempranas, estaba asociado a un riesgo menor de desarrollo de 
cataratas nucleares (Neale et al., 2003). Sin embargo, la protección de las gafas solares frente a 
enfermedades como la DMAE no está tan claro. En un estudio realizado en 2004 se encontró 
relación entre la exposición prolongada a la luz solar y una alta incidencia de DMAE, pero el 
efecto protector de las gafas solares fue solo marginal y los datos fueron demasiado subjetivos 
(Tomany et al., 2004). 
 
Además, cabe destacar que las lentes solares no son la única medida de protección frente a la 
UVR disponible hoy en día, sino que también disponemos de lentes de contacto con protección 
UV. Estas se pueden agrupar en dos clases: la clase 1 es la que proporciona un nivel de 
protección más alto, llegando a bloquear el 90% de la radiación UV-A y el 99% de la UV-B, 
mientras que la protección proporcionada por la clase 2 es menor. Esta diferencia se debe a los 
diferentes polímeros de absorción que se usan en su fabricación, siendo el senofilcon A y el 
galyfilcon A los que han mostrado una mayor reducción eficaz de la radiación UV que alcanza las 
estructuras oculares. Estos polímeros son los que utilizan las lentes de contacto de la clase 1 
(Chandler, 2011). 
 
Las lentes de contacto con protección UV presentan ciertas ventajas con respecto a las lentes 
solares. Diversos estudios afirman que pueden proporcionar una mejor protección de las 
- 25 - 
 
estructuras internas del ojo limitando los rayos periféricos que no pueden bloquear algunas 
gafas de sol, como aquellas que no tienen una estructura envolvente (Harris et al., 1999) 
(Chandler, 2011). Un estudio realizado en 2003 demostró una significante reducción en la 
intensidad de la luz periférica focalizada en el limbo nasal cuando se usaban este tipo de lentes 
de contacto, apoyando la hipótesis de que estas pueden atenuar la cantidad de radiación UV 
periférica y, por tanto, disminuir el riesgo de desarrollar enfermedades oculares como pterigión 
o cataratas (Kwok et al., 2003). 
 
Sin embargo, el uso de esta medida también presenta inconvenientes, puesto que al contrario 
que las gafas de sol, las lentes de contacto no protegen las áreas de la cara que si quedan 
protegidas por una gafa solar. Por ello y puesto que no se han realizado estudios clínicos a largo 
plazo en humanos que demuestren la eficacia de estas lentes de contacto en la prevención de 
determinadas enfermedades oculares, su uso no puede desplazar a otras medidas de 
protección, sino que la combinación de ellos en función del momento del día, actividad o lugar 
es la mejor medida (Chandler, 2011). 
 
A pesar de que existen opiniones contrapuestas y que la relación entre la exposición solar y 
determinadas enfermedades no está clara, o no lo está el papel protector de lentes solares o 
lentes de contacto, la mayoría de los autores están de acuerdo en la necesidad de protegernos 
de la radiación. 
 
Por ello, organizaciones como el Colegio Nacional de Ópticos y Optometristas, especialistas en 
la salud ocular, establecen recomendaciones en cuanto a la protección solar y al uso de las lentes 
solares. En ellas se describe de forma clara la importancia del uso de las mismas para prevenir 
enfermedades oculares, y recalcan su mayor importancia en personas más sensibles, como son 
los niños y las personas mayores. También dan importancia, como ya se ha hablado, al tamaño 
de las gafas y a queposean una buena protección además de una buena calidad visual, sin 
impedir la distinción de colores. Es importante, afirman, que sea un profesional sanitario el que 
recomiende un producto u otro según las características y necesidades del paciente. 
 
También son conscientes de que las gafas de sol son un complemento de moda, y recomiendan 
que además de fijarnos en los elementos estéticos, no nos olvidemos de la protección. Así, 
aconsejan: 
▪ Comprar gafas de sol en establecimientos sanitarios de óptica. 
▪ Fijarse en la categoría del filtro. 
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▪ No comprar gafas de sol sin filtro de UV-A. 
▪ Comprar lentes solares con la mayor protección lateral posible. 
▪ Usarlas en cualquier época del año, no solo en verano y también cuando está nublado. 
▪ Acostumbrar a los niños al uso de lentes solares, puesto que son los más expuestos. 
▪ No exponernos, ni usando gafas de sol, a situaciones de alta radiación como son los 
eclipses solares. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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5. CONCLUSIONES 
 
Tras la realización de esta revisión bibliográfica, obtenemos como principal conclusión la 
importancia de la protección de las estructuras oculares frente a la radiación solar, 
especialmente frente a la radiación UV. 
Existen múltiples evidencias científicas del papel de esta radiación en el desarrollo de distintas 
enfermedades, como la fotoqueratitis o el pterigion. Sin embargo, sabemos que existen 
diferencias entre distintos autores con respecto a la influencia de la radiación en el desarrollo 
de otras enfermedades y hay datos que aún no están claros, como la influencia de la radiación 
UV o la radiación VIS en el desarrollo de la DMAE, o la relación entre la exposición solar y el 
desarrollo de distintos tipos de cataratas. A pesar de ello, todos los autores están de acuerdo en 
que la protección solar es fundamental para la salud ocular. 
De lo que no cabe duda alguna es del papel protector que nos proporcionan las lentes solares, 
disminuyendo la influencia de distintas enfermedades oculares con su uso. Por ello, cabe 
destacar la importancia de una buena elección de la lente solar en función de distintas 
características, siendo los profesionales sanitarios especializados en salud ocular fundamentales 
en esta toma de decisión. 
Por último, es importante hacer énfasis en la importancia de la seguridad ocular frente a la 
radiación solar, desde edades tempranas, reforzando el conocimiento y la educación en este 
tema. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
- 28 - 
 
6. BIBLIOGRAFÍA 
 
Acosta MC, Luna C, Quirce S, Belmonte C. Corneal Sensory Nerve Activity in an Experimental 
Model of UV Keratitis. IOVS. 2014; 55: 3403-12. 
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