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Desarrollo SustentableDesarrollo Sustentable Juan Manuel Corona COORDINADOR Enfoques, políticas, gestión y desafíosEnfoques, políticas, gestión y desafíos Departamento de Producción Económica Desarrollo Sustentable Enfoques, políticas, gestión y desafíos Primera edición: 2015 D.R. © Universidad Autónoma Metropolitana UAM-Xochimilco Calzada del Hueso 1100 Col. Villa Quietud, Coyoacán C.P. 04960, México, DF. Diseño de portada y formación: José Antonio Díaz Producción editorial: Servicios de publicidad ISBN: 978-607-28-0377-0 Impreso y hecho en México / Printed and made in México Desarrollo Sustentable Enfoques, políticas, gestión y desafíos UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA Salvador Vega y León Rector general Norberto Manjarrez Álvarez Secretario general UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA UNIDAD XOXHIMILCO Patricia Emilia Alfaro Moctezuma Rectora Guillermo Joaquín Jiménez Mercado Secretario DIVISIÓN DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES Jorge Alsina Valdés y Capote Director Carlos Alfonso Hernández Gómez Secretario académico Juan Manuel Corona Alcántar Jefe del Departamento de Producción Económica COMITÉ EDITORIAL Luciano Concheiro Bórquez Juan Manuel Corona Alcántar Felipe de Jesús Martínez Álvarez Salvador Ferrer Ramírez Aída Lerman Alperstein Germán de la Reza Guardia René Rivera Huerta María Magdalena Saleme Aguilar 7 ÍNDICE Introducción Crecimiento, desarrollo y sustentabilidad 13 Juan Manuel Corona Alcántar ENFOQUES, CONCEPTOS Y METODOLOGÍAS Mercantilismo, algunas teorías heterodoxas y el desarrollo 23 Federico Novelo Urdanivia Los estudios sobre la transición hacia las sustentabilidad: rasgos generales 63 y relevancia de su utilización en el contexto mexicano Carlos Muñoz Villarreal Crecimiento verde vs. metabolismo social 83 Graciela Carrillo González Revisión de metodologías para implementar proyectos de desarrollo sustentable 105 Laura P. Peñalva Rosales Magdalena Saleme Aguilar Aneline López González 8 DESARROLLO REGIONAL Desigualdad, pobreza y crecimiento: el mundo rural en la política pública 131 Héctor Manuel Robles Berlanga Luciano Concheiro Bórquez La construcción de sociedades sustentables en territorios rurales 153 Carlos A. Rodríguez Wallenius La Zona Metropolitana de Monterrey: 173 crecimiento y desarrollo económico ¿sustentable? Diana R. Villarreal González Johny J. Morales Basilio Ciudad, economía y empresas: pilares de la pobreza 199 Enrique Contreras Montiel POLÍTICA ECONÓMICA Las recientes reformas financiera y hacendaria en México 229 Abigail Rodríguez Nava Patricia Margarita Dorantes Hernández México: auge comercial, inversión extranjera, estancamiento y deuda pública 247 Armando Pineda Osnaya El impacto de la inversión extranjera directa en el empleo: el caso de México 271 Aura Adriana López Velarde 9 CONDICIONES DE TRABAJO Y DESARROLLO Precariedad del trabajo y subsistencia en México. Un esbozo sobre la sustentabilidad 293 Alejandro Espinoza Yáñez Género y desarrollo sustentable: una propuesta de medición de 321 condiciones de desigualdad José de Jesús Gutiérrez Ramírez Gloria Idalia Baca Lobera SALUD Y DESARROLLO Marketing sostenible en la industria farmacéutica. 347 Estudio de caso: “la pastilla del día siguiente” Hilda Teresa Ramírez Alcántara Isaac Monzalvo Recillas Investigación científica y actividad inventiva en el sector salud en México: 373 el caso del Instituto Mexicano del Seguro Social Arturo Torres Vargas Javier Jasso Villazul Guadalupe Calderón Martínez Grado de conocimiento y aplicación de los lineamientos para la venta 397 de alimentos y bebidas en las escuelas primarias a tres años de su implementación Ana María Paredes Arriaga M. Cristina Alicia Velázquez Palmer 10 MEDIO AMBIENTE, ENERGÍA Y RESPONSABILIDAD SOCIAL Energía “limpia” o energía perversa: actores sociales y parques 421 eólicos en Dinamarca y en el Istmo de Tehuantepec Roberto S. Diego Quintana Las baterías como medio de almacenamiento de energía sustentable 443 Héctor A. Guerrero Martínez Gilberto Parra Huerta Elsy L. Gómez Ramos Responsabilidad Social Organizacional en la reforestación de los bosques en México 467 Roxana Muñoz Hernández EDUCACIÓN Y DESARROLLO El papel de la educación en la distribución del ingreso: 1992-2012 489 Hilda Rosario Dávila Ibáñez Leticia Palma Cárdenas Neoliberalismo y educación superior en México 513 D. Patricia Couturier Bañuelos Iván Jiménez Maya Liderazgo de los rectores frente a la “tercera misión de la universidad”: 533 visiones globales, miradas locales Angélica Buendía Espinosa Rosalba Badillo George Krüken 11 La responsabilidad social de la universidad en el fomento del desarrollo sustentable 553 Elda Aurora Morales Espinosa Salvador García de León Campero Aketzalli Álvarez Morales CONOCIMIENTO Y PROPIEDAD INTELECTUAL Gestión del conocimiento en la producción de patentes académicas: 583 beneficios sociales y concentración de capacidades en la UAM-Xochimilco Claudia Díaz Jaime Aboites Aguilar Método para identificar biopiratería de plantas endémicas de México 611 Manuel Soria López Israel Fuentes Páramo 13 Introducción Crecimiento, desarrollo y sustentabilidad Los nuevos enfoques, conceptos o ideas que emergen en las ciencias sociales y que impactan en millones de personas sirviendo de guía para la formulación de políticas públicas, son generalmente ideas simples, ideas accesibles y comprensibles para todos. Sólo cuando los nuevos paradigmas penetran en las instituciones y en sus diferentes niveles de agregación (individual, grupal, organizacional, público, privado) y desde lo local hasta lo global, pueden éstas convertirse en parte del tejido social dentro del cual se desenvuelve la vida humana (Harris, 2001). El Desarrollo Sustentable es un concepto, una idea, un enfoque que se ha vuelto vital para la sobrevivencia y prosperidad de los seres humanos. Constituye no sólo un cuerpo de conocimientos (Sachs, 2015) sino una heurística para entender el mundo, así como un método para la solución de problemas locales y globales. El concepto de Desarrollo, primero, y, más tarde, el de Desarrollo Sustentable son conceptos dinámicos que se han venido discutiendo y transformando en los últimos 50 años. La estructura y el poder de los imperios coloniales que dominaron el mundo durante el siglo XIX y hasta muy avanzado el siglo XX, no sólo no promovieron el avance económico y social de lo que hoy denominamos el mundo en desarrollo, sino que en muchos aspectos contribuyeron a su atraso. Las colonias de estos poderosos imperios sirvieron fundamentalmente como proveedores de materias primas y fuerza de trabajo barata y esclava lo mismo que como consumidores cautivos de sus materias primas ya transformadas. Los países más ricos y poderosos asociados a estos imperios no solamente ejercieron un control político y económico; también crearon e impusieron al resto del mundo una noción Introducción 14 peculiar sobre el desarrollo. El concepto de desarrollo que ha dominado el campo académico pero también, paralelamente, el trabajo de formulación de políticas públicas, ha estado asociado fundamentalmente al crecimiento económico de las naciones. En esta visión una sociedad “progresa” y se “moderniza” si crece, si es capaz de industrializarse, si se urbaniza y si genera una capacidad y una cultura extendida a la mayoría de su población para el consumo de masas. Esta visión pone poca o ninguna atención en asuntos sociales de gran relevancia como la calidad de vida, la equidad, la justicia y el medio ambiente. Después de la Segunda Guerra Mundial y quizá como consecuencia del éxito alcanzado por el Plan Marshall en la reconstrucción de las economías europeas devastadas por la guerra, varios economistas que había participado directamente en ese Plan o dentro de algunas instituciones internacionales, como la Organización de las Naciones Unidas o el Banco Mundial,centraron su atención en los problemas de los países menos desarrollados o subdesarrollados, como se les clasificó en aquellos años. Los estudios y reflexiones de estos pioneros dieron lugar a lo que se ha dado en llamar la “Teoría de la Economía del Desarrollo”. No hay duda de que de estos pioneros realizaron contribuciones importantes el finlandés Ragnar Nurkese (Teoría del Crecimiento Equilibrado y “Trampa de la pobreza”), el australiano Paul Rosentein-Rodan (Teoría del “Big Push”), Albert Hirschman (Teoría del Crecimiento Desequilibrado y enfoque de los eslabonamientos productivos industriales), el sueco Karl Gunnar Myrdal, que postuló la Teoría de la Acusación Acumulativa (Premio Nobel 1974), Arthur Lewis, que contribuyó con la Teoría de la Oferta Ilimitada de Mano de Obra (Premio Nobel 1979), y el economista e historiador estadunidense Walt Whitman Rostow, quien publicó su libro Las etapas del crecimiento económico: un manifiesto no comunista, una revisión ambiciosa de la economía del desarrollo que polemizaba con los postulados marxistas sobre el devenir histórico de las sociedades. La identificación del concepto de desarrollo económico y social como crecimiento se debe en parte a esta escuela, pero principalmente a la teoría económica ortodoxa cuya atención se centró en una perspectiva positivista más que normativa, enfatizando el papel de la acumulación de capital per cápita como determinante fundamental del crecimiento económico. Un ingrediente adicional de este enfoque es la idea de que el desarrollo de las sociedades es fundamentalmente un fenómeno lineal. Si bien el enfoque lineal del desarrollo tiene su origen en las ideas de Colin Clark e Irvin Fisher sobre las etapas del cambio estructural, fue en la obra fundamental de Rostow (1960) mencionada arriba donde se trató de establecer sus fundamentos históricos y teóricos. De acuerdo con Clark y Fisher (Thirlwall, 2003), las sociedades deberían transitar ineludiblemente por tres etapas de desarrollo: la primera etapa estaría caracterizada por el predominio del sector primario, orientado fundamentalmente a la producción de bienes para satisfacer las necesidades Introducción 15 básicas; los países en esta fase serían clasificados como países subdesarrollados. La segunda etapa corresponde al predominio del sector secundario, en particular de la manufactura; los países en esta etapa podrían considerarse países en desarrollo. En la fase tercera y final el sector terciario sería el motor fundamental del crecimiento; en la visión de Clark y Fisher las naciones en esta fase serían economías desarrolladas en estado de madurez. Rostow, por su parte, intentó construir una megateoría de la historia del desarrollo económico. En ella postuló la inevitabilidad y previsibilidad del desarrollo económico (Thirlwall, 2003). Según Rostow todos los países en desarrollo que buscaran ser exitosos deberían transitar por cinco etapas: 1. Las sociedades tradicionales, un mundo prenewtoniano, predominantemente agrícola, con muy poca movilidad de fuerza de trabajo y en el que los límites de la productividad están impuestos por las limitaciones de la ciencia. 2. Sociedades en transición, ubicadas entre el predominio del sistema feudal y el despegue de las sociedades industriales. 3. Sociedades en etapa de despegue, en las que el crecimiento económico es un proceso autosostenido, sobre la base de una acumulación de capital superior al 10 % del producto interno y donde la industria en el sector fundamental que empuja el crecimiento. 4. La etapa de madurez y 5. Sociedades caracterizadas por masas de alto consumo. Aunque este cuerpo de teorías y conceptos presentan algunas diferencias importantes, en sentido amplio compartieron una misma visión, por lo que puede tratárseles como una escuela de pensamiento sobre el desarrollo económico. Como en toda escuela de análisis, se observan en ellas diferencias de énfasis e interpretación sobre varias problemáticas; sin embargo, existen proposiciones fundamentales que todas ellas comparten. En principio la mayoría de estos “desarrollistas” comparten la idea de que las naciones en desarrollo podrían alcanzar sin gran dificultad el estado de desarrollo, compartiendo con diferente grado varios de los conceptos fundamentales y recomendaciones de la escuela macroeconómica keynesiana, tales como el rol de la demanda agregada en el crecimiento, la tasa de ahorro (S/Y) y la tasa de inversión (I/Y) (Cypher, 2008). Aunque la mayoría de ellos tenía un profundo respeto por las fuerzas del mercado, no dudaron nunca en recomendar una intervención a gran escala del gobierno en la economía, sobre todo en aquellas esferas en que consideraban que los mercados no funcionaban bien. A principios de los años 70 era ya evidente que varios de los postulados de la escuela del desarrollo no se estaban alcanzando. La economía mundial estaba enfrentando una profunda crisis con altas tasas de inflación, bajas tasas de crecimiento y un incremento en el número de desempleados. Las condiciones de vida en todo el mundo estaban empeorando y signos alarmantes sobre el deterioro ambiental a nivel global hicieron sonar las alarmas. En América Latina varios países como México, Argentina y Brasil enfrentaban problemas importantes en su crecimiento y era claro que no estaban transitando hacia economías desarrolladas; lejos de Introducción 16 eso, varios de sus problemas económicos y sociales se habían exacerbado y más bien se estaba ampliando la brecha respecto de los países más ricos. En 1971, Denis Goulet propuso una modificación al concepto de desarrollo. Criticó la idea de que el crecimiento económico y la industrialización se traducirían con el tiempo en sociedades más justas. La idea de la identificación del crecimiento con la industrialización fue evaluada por Goulet como inadecuada o en el mejor de los casos insuficiente. Para él la noción de desarrollo debería incorporar tres componentes básicos asociados al cuidado de los valores humanos más elementales (Thirlwall, 2003): 1. La autosubsistencia. Según Goulet ningún país podía ser considerado como plenamente desarrollado si no era capaz de proveer a todos sus habitantes de sus necesidades básicas: alimentación, vestido, vivienda y educación elemental. 2. La autoestima o el sentimiento de independencia y autorrespeto. Ningún país –observó Goulet– podría ser considerado como desarrollado si continuaba como una nación colonizada o sometida por otras naciones, y si no tenía el poder para establecer relaciones en términos de igualdad. 3. La libertad, entendida como el liberarse de lo que Goulet llamó las tres principales maldiciones de la humanidad; el deseo imperioso por la posesión de bienes materiales, la ignorancia y la miseria. Ninguna persona puede considerarse plenamente en libertad, escribía, si no es libre de elegir, si sigue aprisionada en los márgenes de la subsistencia y encadenada a la ignorancia. En su visión, los tres componentes básicos del desarrollo no podían ser vistos aisladamente, estaban íntimamente interrelacionados. Las ideas de Goulet constituyen el antecedente inmediato del pensamiento de Amartya Sen sobre el Desarrollo. Sen definió el desarrollo en términos de “titularidades” y ”capacidades”. Las titularidades entendidas como el conjunto de canastas alternativas de bienes que las personas podían ordenar en una sociedad, haciendo uso pleno de sus derechos y obligaciones (Sen, 1970), y las “capacidades” como la habilidad y capacidad para decidir sobre opciones alternativas. Las capacidades implican la libertad individual apunto Sen. En el pensamiento de Amartya Sen, como en el de Denis Goulet, la libertad de los individuos y las sociedades fue identificada como un elemento clave para alcanzar el desarrollo. Para Sen (Thirlwall, 2003, Sen, 1985) el desarrollo consiste fundamentalmente en la abolición de varios tipos de carencias que mantienen a las sociedades en situación de falta de libertadesplenas: a) Satisfacer el deseo de las necesidades básicas materiales, b) Eliminación de la hambruna y la desnutrición, c) Pobres servicios de salud, d) Superación de ausencia de derechos civiles y libertades políticas. Las contribuciones de Sen, Goulet y otros (Streeten et al., 1981) hicieron posible una nueva conceptualización del desarrollo que puso el acento no únicamente en el crecimiento económico per se, sino también en los beneficios sociales que podrían derivarse de él, así como en una Introducción 17 serie de valores humanos, como la libertad, la justicia y el derecho a la educación, la salud y la alimentación. La rama de la economía dedica al estudio del desarrollo también fue redefinida. La economía del desarrollo está preocupada por la promoción del crecimiento económico, pero también estudia los mecanismos sociales, políticos e institucionales, públicos y privados que es necesario considerar para brindar a la población una mejor vida (Thirlwal, 2003). El desarrollo tiene que ver con la realización de los valores humanos fundamentales y con la búsqueda de los mecanismos que permitan extender los frutos de estos valores a la gran mayoría de la población mundial (Cypher, 2008). La nueva corriente de pensamiento puso el acento en el desarrollo de la sociedad y no nada más en el desarrollo económico. De esta manera, según Cypher, una sociedad desarrollada debería ser aquella en que las personas estuvieran bien alimentadas y vestidas, con acceso a una gran variedad de bienes; sería una sociedad sana viviendo en un ambiente saludable. Una sociedad desarrollada debería poder disfrutar de tiempo libre y acceso a servicios de entretenimiento, una sociedad desarrollada debería estar libre de violencia y discriminación, con altos niveles de tolerancia y equidad. En síntesis, una nación desarrollada es una en la cual la gran mayoría de su población ha alcanzado altos niveles en su calidad de vida. La pobreza, la desnutrición, la falta de acceso a servicios sanitarios y de salud, la inequidad, la falta de derechos civiles no son problemas menores a los que se enfrentan las sociedades, más aún: parece ser que se han vuelto un problema endémico del desarrollo. Duras críticas fueron dirigidas al viejo paradigma desarrollista y a los organismos internacionales que implementaron políticas de desarrollo sobre la base de sus postulados, Norgaard (1994) fue contundente en ese sentido. El modernismo, y su más reciente manifestación como desarrollo, han traicionado el progreso… mientras unos pocos han alcanzado la abundancia material, el agotamiento de los recursos y la degradación ambiental han puesto en riesgo y amenazan las esperanzas de todos… La Modernización traicionó el progreso al alejarnos y prevenirnos de la búsqueda y el cuidado del entretejido de problemas sociales, ambientales, organizacionales y culturales (Norgaard, p. 2). En 1999, el presidente del Banco Mundial James Wolfensohn y el jefe de asesores económicos Joseph Stieglitz reconocieron que la solución a estos problemas era crucial para alcanzar un desarrollo global exitoso. La creciente conciencia de estos desafíos llevó a una Introducción 18 creciente aceptación de los nuevos conceptos sobre el desarrollo que incorporaban, además de los factores sociales y los valores humanos, el cuidado y la interacción con el medio ambiente. El desarrollo debería implicar la protección del ambiente y al mismo tiempo lograr la justicia social. Éstas eran las bases fundamentales del nuevo paradigma en la teoría del desarrollo, el “desarrollo sustentable”, pero… ¿qué significa realmente? Cuando en 1987 la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo presentó su reporte “Our Common Future” (Nuestro Futuro Común), buscaba una solución conceptual que resolviera el conflicto entre metas medioambientales y metas del desarrollo formulando una definición de desarrollo sostenible. “Desarrollo Sustentable es un tipo de desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”. La definición ha sido ampliamente criticada desde entonces, pero hay tres aspectos de ésta que han sido generalmente aceptados (Harris, 2000). El factor económico. Un sistema económico sustentable debe ser capaz de producir bienes y servicios sobre bases de continuidad que le permitan manejar la gobernabilidad del sistema, sin deudas externas, evitando desequilibrios sectoriales extremos que generen daños en la agricultura o la producción industrial. El factor ambiental. Un sistema ambiental sustentable debe mantener estable la base de recursos naturales, evitando la sobreexplotación del sistema de recursos renovables y la lesión a las funciones medioambientales. Esto debe incluir el mantenimiento y el cuidado de la biodiversidad, la estabilidad atmosférica y la preservación de otras funciones del ecosistema que no están ordinariamente clasificadas como recursos económicos. El factor social. Un sistema socialmente sustentable debe alcanzar la distribución equitativa y adecuada de los servicios sociales, incluyendo salud y educación, equidad de género, transparencia política, así como la búsqueda y la preservación de la justicia y los derechos civiles fundamentales. La definición y sus dimensiones social, ambiental y económica introduce varias complicaciones para su operatividad en términos de política pública y ha generado múltiples críticas. Sin embargo, el avance respecto del viejo paradigma es significativo. Las tres dimensiones subrayan los aspectos más relevantes que deberían considerarse cuando se habla de desarrollo. El debate sobre lo que debe ser el desarrollo de las sociedades está lejos de concluir, los conceptos de “desarrollo económico”’, “desarrollo social”, “desarrollo incluyente”, “desarrollo humano” y “desarrollo sustentable” solamente dan cuenta de la gran preocupación por contar Introducción 19 con un marco analítico que permita explicar y resolver los problemas fundamentales que enfrenta la especie humana. La humanidad se encuentra en un momento histórico de grandes definiciones. Estamos ante una serie de desafíos que tienen que ver con la perpetuación de desequilibrios e inequidades dentro y entre las naciones, un agravamiento de la pobreza, la hambruna, las enfermedades y el analfabetismo. Paralelamente se ha producido un mayor deterioro de los ecosistemas de los cuales depende en alto grado el bienestar de la especie humana y de otras especies. Sin embargo, la integración de ambiente y desarrollo social se está volviendo cada vez más una preocupación mundial, y no es para menos, pues estos problemas ameritan que se les preste una gran atención. La satisfacción de las necesidades elementales de los humanos, la mejora en los estándares de vida para todos, una mejor protección y una mejor administración de los ecosistemas son esenciales para un futuro más próspero, seguro y saludable de la especie humana de la salud del planeta.. “Desarrollo Sustentable: enfoques, políticas, gestión y desafíos” es un esfuerzo colectivo de la comunidad académica del Departamento de Producción Económica, que desde distintas perspectivas analíticas se enfoca al tratamiento de una diversidad de problemáticas asociadas con el desarrollo y la sustentabilidad económica, social y ecológica. El libro está integrado por veinticinco capítulos organizados en ocho secciones. La primera sección; Enfoques, conceptos y metodologías, presenta desde una perspectiva histórica y analítica del tratamiento que se ha hecho por parte de distintas escuelas de pensamiento económico, y desde el campo de la ecología al concepto de ‘desarrollo’. La segunda sección: Desarrollo Regional; está integrada por tres trabajos que abordan el problema de la pobreza, la desigualdad y la sustentabilidad en el medio rural y urbano. La tercera sección está dedicada a dos temas centrales de la Política Económica; la reformahacendaría, la reforma fiscal y la política de inversión extranjera, así como sus impactos en el crecimiento. Bajo el título de Condiciones de Trabajo y Desarrollo, la sección cuarta aborda dos temas cruciales para México: la prevaricación del trabajo y problemas de género asociadas con el desarrollo. La sección quinta por tres estudios de caso que exploran la relación entre Salud y Desarrollo. Responsabilidad Social, Medio Ambiente y Energía son tres problemas intrínsecamente relacionados que se abordan en la sección sexta. La relación entre Educación y Desarrollo se aborda desde distintas niveles y perspectivas en tres trabajos que integran la sección séptima. Finalmente la última sección está dedicada al tratamiento de la protección de la propiedad intelectual. Juan Manuel Corona Alcántar Coordinador de la edición Introducción 20 Bibliografía Cypher, James M., and James, L. Dietz (2008), The process of economic development, Routledge, New York. Goulet, Denis (1971), The cruel choice: a new concept in the theory of development, Athenaeum, New York Harris, Jonathan M. (2000), Basic principles of sustainable development. Working paper 00-04. Global Development and Environment Institute, Tutfs University, USA. [http://ase.tufts.edu/gdae]. Norgaard, Richard B. (1994), Development Betrayed: The end of progress and a Coevolutionary Revision of the Future, Routledge, New York and London. Roger, Backhouse (1991), A history of modern economic analysis, Basil Blackwell, Oxford, U.K. Rostow, Walt W. (1960), The Stages of Economic Growth: A Non-Communist Manifesto, Cambridge University Press, United Kingdom. Sachs, D. Jeffrey (2015), The Age of Sustainable Development, Columbia University Press, New York. Sen, Amartya (1970), Collective choice and social welfare, North-Holand, Elsevier Science Publishing Co., New York. Sen, Amartya (1985), Commodities and Capabilities, Oxford University Press, Delhi New York. Streeten, Paul, Shhid Burki, Mahbub UI Haq, Norman Hicks, Frances Steward (1981), First things, First: Meeting Basic Human Needs in the Developing Countries. World Bank, and Oxford University Press, New York. Theilwall, A. P. (2003), Growth and Development: with special reference to development economics. World Commission on Environment and Development (1987), Our Common Future. Enfoques, conceptos y metodologías 23 Presentación Entre una respetable cantidad de elementos relevantes en la construcción de las teorías del desarrollo, que integran (o excluyen): el individualismo metodológico, el proteccionismo, un amplio espectro de regulaciones, el libre mercado, las instituciones, la libertad, la democracia, la planificación, el tamaño y formas de intervención del Estado y un amplio etcétera, las escuelas del pensamiento social –no sólo económico– tienden a mostrar su carácter competitivo, por cuanto representan intereses, valores e instrumentos altamente diferenciados, según la posición política de sus valedores1 y según los objetivos sociales perseguidos en cada caso. El papel de los instrumentos, especialmente en el análisis económico, muy a pesar de la ingenua consideración que los percibe como «neutrales», condiciona significativamente la percepción de los problemas; o como, con cierto humor, lo planteaba Mark Twain: “Cuando lo único que tienes es un martillo, todos los problemas comienzan a parecer clavos” (Citado en Reinert, 2007, p. 44). Otro tanto ocurre con las elaboraciones teóricas y su utilización o consulta en las más importantes universidades o centros de investigación: “Durante el ominoso año de 1984 la biblioteca Baker de la Universidad de Harvard desechó todos los libros que no se habían consultado durante los últimos diez lustros, entre ellos la mayoría de la colección de 1 “La economía es una cuestión política. No es, y nunca podrá ser, una ciencia. En economía no hay verdades objetivas que puedan ser establecidas sin que medien juicios políticos y, a menudo, éticos. Por lo tanto, al enfrentarse a un razonamiento económico, hay que plantearse la antigua pregunta, cui bono? (¿quién se beneficia?) que hizo célebre el estadista y orador romano Marco Tulio Cicerón” (Chang, 2014, p 6). Mercantilismo, algunas teorías heterodoxas y el desarrollo Federico Novelo Urdanivia* Es una regla general de prudencia que una vez llegados a la cumbre de la grandeza, se arroje tras de sí la escala que nos ha servido para trepar, a fin de que otros queden privados de la posibilidad de alcanzarnos. List (1841, p 336). * Profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana, México. Federico Novelo Urdanivia 24 libros de Fiedrich List (1789-1846). […] Diez años después, cuando visité a un profesor de Harvard quien estaba realizando un trabajo comparativo sobre Adam Smith y Fiedrich List y se lamentó sobre la falta de material de este último en la biblioteca Baker le pude explicar la razón, y para demostrárselo le envié por fax las páginas iniciales de los libros que necesitaba, con el sello desechado de Harvard claramente estampado en la guarda” (Reinert, 2007, p. 11). Por su parte, J. E. King describe cómo, a partir de los reajustes que sepultan a la institucionalidad del New Deal y a la de Bretton Woods, los economistas heterodoxos y seguidores de Keynes, Kalecki y Sraffa son expulsados de las principales revistas de economía a nivel mundial, aunque con énfasis en las del Reino Unido y de Estados Unidos de América (King, 2009, p. 296 pp.). En este trabajo no se incluye a todos los heterodoxos, ni siquiera a los más radicales, como los marxistas y el llamado padre del institucionalismo, Thorstein Bunde Veblen,2 porque en ellos no es visible ninguna preocupación relativa al desarrollo, dentro del capitalismo, más allá del ánimo de controversia. La identidad que, por mucho tiempo, se estableció entre crecimiento y desarrollo ha perdido eficacia explicativa, primero, al evolucionar la concepción del segundo, para entenderlo como crecimiento con distribución de sus frutos; segundo, como crecimiento con distribución y desarrollo humano3 y, tercero, como crecimiento con distribución, desarrollo humano e igualdad de resultados y oportunidades. El propósito del presente trabajo es poner en tensión lo que podría identificarse como la génesis de las teorías convencionales (clásica y neoclásica) del desarrollo, desde antes de la propuesta originaria de Adam Smith, y oponerle los términos provenientes de las corrientes heterodoxas, desde las que llegan del muy lejano y criticado mercantilismo. Por supuesto, se trata de aproximaciones que llevan a percibir en términos como riqueza, grandeza o la simple prosperidad formas germinales, inacabadas, de lo que alrededor de la cintura del siglo XX emergió como la entonces floreciente teoría del desarrollo; ahora habría que emplear el plural. Sólo en mentes obtusas cabría imaginar que esta puesta en tensión significa aplicar las características actuales de las teorías del desarrollo, como referente, a las ideas que las anteceden y que, aquí, ocupan el espacio principal. El procedimiento es otro y descansa en el carácter competitivo que –a lo largo de la historia– adorna a la ciencia económica. 2 “Define a las instituciones como principios de acción acerca de cuya estabilidad y finalidad los hombres no tienen prácticamente duda alguna. Así, los principios de la utilidad marginal son aceptados tan fácilmente por los individuos sin sentido crítico a causa de que parecen estar muy de acuerdo con las instituciones –las formas de conducta acostumbradas y convencionales– de una cultura pecuniaria” (Roll, 1955, p. 408). 3 El desarrollo humano se mide por índices relativos al PIB per cápita, a la esperanza de vida al nacer y a la reducción del analfabetismo o, alternativamente, a los años de escolaridad promedio. Mercantilismo, algunas teorías heterodoxas y el desarrollo 25 El desarrollo del texto pretende ser, entre otras cosas, un elogio a la historia y una detenidarevisión de ciertas paradojas. Por ejemplo, al enlistar las máximas políticas que condujeron a la grandeza de Inglaterra, Fiedrich List introduce las expresiones de precoz proteccionismo y de otras formas de intervención gubernamental, documentables desde el siglo XIV que, ya muy avanzado el XVIII, son negadas (o encubiertas) por Adam Smith: “Sólo con Adam Smith se añadió una nueva máxima política a las enumeradas, a saber: encubrir la verdadera política de Inglaterra mediante las razones y argumentos cosmopolitas inventados por Smith, con objeto de evitar que las naciones extranjeras imiten esa política” (List, 1841, p. 336). Desde ese entonces, el capitalismo maduro o, si se prefiere, los países ricos han instruido a los que no lo son para que sigan un recetario muy distinto a lo que fue la historia de los primeros: “Haced lo que os digo, no lo que hice” (Chang, 2013, p. 94). Como corresponde a un esfuerzo de este tipo, se ofrece un producto polémico en momentos y circunstancias en los que el debate pareciera agotarse en las causas, profundidad y efectos de la Gran Recesión o en el poco sorprendente descubrimiento de la desigualdad que produce el capitalismo. Buen provecho. I. LA CULTURA GLOBAL DE LA MODERNIDAD: EL LIBERALISMO “Los fundamentos de una doctrina liberal, por decirlo así, se establecen en el siglo XVI. Existe una disciplina social cuyas sanciones son independientes del ideal religioso. Hay un Estado que se basta a sí mismo. Una disposición intelectual consciente, quizá un poco inquietamente consciente, de que una limitación del derecho especulativo es también una merma al derecho del poder material. Tenemos un nuevo mundo físico, tanto en el sentido geográfico como en el ideológico. Como el contenido de la experiencia es nuevo también, se requieren postulados nuevos para su interpretación. Su carácter se está ya definiendo en el campo de la teoría social no menos que en los de la ciencia y la filosofía. Su contenido es material y de este mundo, en vez de serlo espiritual y del venidero. Es expansivo, utilitario, confiado en sí mismo. Pone ante sí el ideal del dominio sobre la naturaleza por la razón de la tranquilidad y comodidad que conferirá tal dominio. Es en su esencia el punto de vista de una nueva clase que, con su autoridad, está convencida de que puede remoldear los destinos del hombre en forma mejor que en el pasado. Ha apuntado la filosofía sobre la que se propone proceder. En el periodo siguiente procede sin vacilaciones a su definición más cabal” (Laski, 1939, pp. 74-75). Según I. Wallerstein, el aglutinante ideológico de la economía-mundo capitalista desde 1789 hasta 1989 fue el liberalismo (junto con su correlato, aunque no derivado, el cientificismo): “Las fechas son bastante exactas. La Revolución francesa marca la entrada del liberalismo al escenario político. La caída de los comunismos en 1989 marca su salida […] Las ideologías no eran necesarias ni posibles antes de la transformación de la geocultura de la economía mundo capitalista provocada por la Revolución francesa y su prolongación napoleónica […] El cambio político era la excepción y debía justificarse en forma excepcional; cuando ocurría, no se pensaba que estableciera un precedente para ulteriores cambios. Federico Novelo Urdanivia 26 El cataclismo desencadenado por la Revolución francesa –un cataclismo que se sintió en Europa entera y más allá– transformó esa mentalidad. El pueblo había pasado a ser el soberano. Todos los esfuerzos de los «reaccionarios» desde 1815 hasta 1848 no hicieron mayor mella en las nuevas mentalidades. Después de 1848 nadie volvió siquiera a intentarlo seriamente, al menos hasta hoy. En realidad, el cambio –el cambio de todo tipo, incluyendo el cambio político– había pasado a ser normal. Fue precisamente porque esa visión del mundo fue aceptada tan rápido por lo que surgieron las ideologías. Eran los planes de acción política que había que seguir a la luz de la normalidad del cambio político y la correlativa creencia en la soberanía popular” (Wallerstein, 1996, pp. 95-96). La normalidad del cambio y el surgimiento de las ideologías, en la acepción de planes de acción política, originaron los dos más relevantes derivados del liberalismo; el que hizo acto de presencia como reacción inmediata, incluso durante la propia Revolución francesa: el conservadurismo, y uno más tardío, que resulta del movimiento revolucionario de 1848: el socialismo. La búsqueda del progreso (aunque a distintos ritmos), el protagónico papel de la razón, la compañía de la ciencia moderna y aun la aceptación de un relevante papel del Estado en materia económica, conformaron el tronco común liberal de cuyas ramas surgió el liberalismo propiamente tal y sus rebeldes escoltas a izquierda y derecha. El sostenido proceso de cambios que se verifica entre la Reforma religiosa y la Revolución francesa transita por la secularización del poder, que ha pasado de las manos de la Iglesia a las del Príncipe, para –en actos diversos de autorrepresión– ponerse al servicio de unos pocos, la nueva clase burguesa que es promotora y beneficiaria de mucho más que la sola vertiente económica del liberalismo. Durante el proceso de apropiación burguesa del Estado hay un periodo considerable de intervención gubernamental en materia económica, que es el del mercantilismo. I.I. MERCANTILISMO “El mercantilismo es, por lo tanto, el primer paso que da el nuevo Estado secular en su camino hacia la realización cabal del liberalismo. Su aceptación es bien natural. La acción de un gobierno fuerte ha asegurado la paz; ¿por qué no ha de obtener también la prosperidad?” (Laski, 1939, p. 52). La obra más reconocida sobre dicho periodo es la del profesor E. F. Heckscher, La época mercantilista, editada por el Fondo de Cultura Económica en 1953. En ella se resaltan cuatro características de ese pensamiento económico, que son las siguientes: En primer lugar destaca que los mercantilistas jamás imaginaron la existencia de una tendencia hacia el ajuste automático de la tasa de interés que la estableciera en el nivel adecuado. Mercantilismo, algunas teorías heterodoxas y el desarrollo 27 El problema de las altas tasas de interés lo percibieron como el mayor obstáculo para el crecimiento de la ocupación y lo explicaron como derivado de la cantidad de dinero y de la preferencia por la liquidez. Al procurar aumentar la primera y disminuir la segunda, luchaban por el crecimiento de la riqueza de la nación:4 “La abundancia de dinero hace bajar el precio de la usura o el tipo de interés […] El alto interés deprime el comercio, lo que hace a los comerciantes ricos retirarse y colocar su acervo a interés y a los comerciantes de menor importancia quebrar” (Heckscher, 1953, pp. 644-646). La segunda característica relevante del pensamiento mercantilista consiste en que advirtió el sofisma de la baratura y los riesgos que implica una competencia excesiva para que la relación de intercambio se convierta en adversa para una nación. Heckscher cita a Gerald Maylnes en su Lex Mercatoria: “Procurad no competir con otros malbaratando para daño de la república, con el pretexto de aumentar el comercio; porque el comercio no aumenta cuando los bienes son muy baratos, porque la baratura procede de la corta demanda y la escasez de dinero, que hace las cosas baratas; de tal manera que lo contrario aumenta el comercio, cuando hay abundancia de dinero y los bienes se vuelven más caros al ser demandados” (Heckscher, 1953, p. 655). La tercera característica del pensamiento mercantilista consistió en considerar el miedo a los bienes y la escasez de dinero como causas de la desocupación. De nuevo Heckscher cita a Clement Armstrong, que, en escritos de 1530, formula: “La gran superabundancia de productos y mercancías de fuera importados todos los años en Inglaterra no sólo ha determinado una penuria de dinero, sino que, además, ha arruinado toda la industria que podría haber dado trabajoa un gran número de personas del pueblo bajo, permitiéndoles sacar de ese trabajo dinero para pagar sus alimentos y bebidas y que hoy se ven obligados a holgar o a vivir de la mendicidad y del robo […] El pensamiento mercantilista mataba dos pájaros de un tiro. De una parte, se desembarazaba el país de un sobrante de mercancías, en el que, según se creía, radicaba la causa del paro forzoso y que se reputaba perjudicial por todos los conceptos; de otra parte aumentaba la cantidad de dinero existente en el país” (Heckscher, 1953, pp. 569-570 y 624). La cuarta característica es que no evadía la repercusión que el carácter nacionalista de sus propuestas había de tener en la tendencia a promover la guerra, al luchar por la ventaja nacional y por la fuerza relativa. Es particularmente en este caso donde el papel del Estado, necesariamente intervencionista, adquiere la dimensión fundamental que, más tarde, durante la época del amanecer de la economía política clásica, con Adam Smith en el origen, se juzgará claramente estorbosa. 4 Para calcular la tasa de interés (i), Keynes (y los mercantilistas) establece(n) la relación de la cantidad de dinero (M) con la preferencia por la liquidez (Pl), tal que i = Pl /M. Al crecer M, Ceteris paribus, disminuye i. Federico Novelo Urdanivia 28 Un libro convicto de ser una indecencia por el gran jurado de Middlesex en la tercera década del siglo XVIII y –casi simultáneamente– quemado en Francia, La fábula de las abejas de Bernard Mandeville, ofrece una brillante conclusión que, de paso, ilustra lo que bien podría percibirse como la política mercantilista del desarrollo: “Por tanto, el único arte infalible para hacer a una nación feliz y lo que llamamos floreciente, consiste en proporcionar a todos la oportunidad de trabajar; para conseguir lo cual el primer cuidado del gobierno debe ser promover tan gran variedad de manufacturas, artes y oficios como el ingenio humano pueda inventar; y el segundo, estimular la agricultura y la pesca en todas sus ramas, para obligar igualmente a la tierra y al hombre a rendir el máximo de su capacidad; pues así como la una es una regla infalible para atraer a una nación grandes multitudes de gentes, la otra es el único medio de mantenerlas y alimentarlas. La grandeza y la felicidad de las naciones deben esperarse de esta política y no de las frívolas regulaciones de la prodigalidad y la frugalidad (que, según las circunstancias de las gentes, tomarán el giro más conveniente); porque déjese que el valor del oro y de la plata suba o baje, el bienestar de todas las sociedades dependerá siempre de los frutos de la tierra y del trabajo de la gente; ambos juntos son un tesoro más cierto, más inextinguible y más real, que el oro del Brasil o la plata de Potosí” (Mandeville, 1729, p. 127). I.2. ADAM SMITH Y FIEDRICH LIST “Pero [los argumentos del sistema mercantil] eran sofísticos en suponer que tanto para aumentar como para conservar la cantidad de esos metales se necesitaba de más atención por parte del Gobierno que para aumentar y conservar cualquier otra mercancía, pues basta la libertad de comercio, sin otra peculiar atención, para que la oferta se produzca en las condiciones debidas” (Smith, 1776, p. 381). A pesar de que en el prólogo del mismo libro de Mandeville, F. B. Kaye sugiere una influencia directa sobre la obra de A. Smith (Kaye, 1982, LXXVII), es una sugerencia ambivalente, por cuanto el texto de Mandeville recibe una severa crítica en la primera obra de Smith y es citado (favorablemente) en los capítulos I, II y X de La riqueza de las naciones: “El auténtico fundamento de este sistema licencioso se encuentra en algunas doctrinas ascéticas populares que florecieron antes de su época, según las cuales la virtud consistía en la completa extirpación y aniquilamiento de todas nuestras pasiones. Al Dr. Mandeville le resultó sencillo probar, primero, que esa conquista plena jamás tuvo lugar entre los seres humanos, y segundo, que si tenía lugar de manera universal sería perniciosa para la sociedad, porque pondría fin a toda industria y comercio, y en cierto sentido a toda la actividad de la vida humana. Mediante la primera proposición parecía haber demostrado que no existía realmente la virtud, y que lo que pretendía serlo no era más que pura trampa y engaño a la humanidad; y mediante la segunda, que los vicios privados eran beneficios públicos, puesto que sin ellos ninguna sociedad podía prosperar o florecer. Tal es el sistema del Dr. Mandeville, que en su tiempo provocó tanto alboroto en el mundo, y que aunque quizá nunca generó más vicio del que habría habido sin él, como mínimo hizo que el vicio, que surgía de otras Mercantilismo, algunas teorías heterodoxas y el desarrollo 29 causas, apareciese con más desvergüenza, y proclamó la corrupción de sus motivaciones con una audacia disoluta que no se había conocido hasta entonces” (Smith, 1759, pp. 527-528).5 De otro lado, el capítulo I de La riqueza de las naciones, De la división del trabajo, el II, Del principio que motiva la división del trabajo y el X, De los salarios y beneficios en los diferentes empleos del trabajo y del capital, son espacios en los que se hace un reconocimiento a las aportaciones de Mandeville, que van de la creación del término división del trabajo a la propuesta de diferenciar los salarios industriales de los rurales (favoreciendo a los primeros). Al respecto, Keynes contrasta la cita que se hace de Mandeville líneas atrás con el conocido aforismo de Smith: “Compárese con Adam Smith, el precursor de la escuela clásica, quien escribió: «Lo que es prudencia en la conducta de toda familia privada escasamente puede ser insensatez en la de un gran reino»; probablemente refiriéndose al anterior pasaje de Mandeville” (Keynes, 1936, p. 347 n.).6 La extraordinaria ventaja que en los terrenos económico y comercial alcanzó Inglaterra en relación al resto del mundo, descansó en razones previas a la Revolución Industrial y muy lejanas de laissez faire. Veamos: A. Preferir la importación de energía productiva a la importación de artículos, B. Cultivar y proteger cuidadosamente el auge de la energía productiva, C. Importar solamente materias primas y productos agrícolas, y exportar solamente artículos manufacturados, D. Utilizar el excedente de energía productiva en la colonización y sumisión de las naciones bárbaras, E. Reservar de modo exclusivo a la metrópoli el abastecimiento de las colonias y países sometidos, con artículos manufacturados, comprando en cambio a dichos países sus materias primas y, en particular, sus productos coloniales, 5 En este texto, Smith emplea por vez primera su célebre intuición, en relación a los empleos que, para el uso de sus tierras, habrán de generar los terratenientes: “Una mano invisible los conduce a realizar casi la misma distribución de las cosas necesarias para la vida que habría tenido lugar si la tierra hubiese sido dividida en porciones iguales entre todos sus habitantes, y así sin pretenderlo, sin saberlo, promueven el interés de la sociedad y aportan medios para la multiplicación de la especie. Cuando la providencia distribuyó la tierra entre unos pocos patronos señoriales, ni olvidó ni abandonó a los que parecían haber quedado excluidos del reparto” (Smith, 1759, pp. 324-325). 6 En el presente texto se emplea la traducción de José Ferrater Mora de La fábula… que no carga con los errores en que incurrió Eduardo Hornedo, en la que hizo de la Teoría general…, al menos en lo relativo a la cita de Mandeville (Cfr. Keynes, J. M., 1973, p. 445). Federico Novelo Urdanivia 30 F. Atender de modo exclusivo a la navegación costera y al tráfico marítimo entre la metrópoli y las colonias, protegiendo las pesquerías marítimas por medio de primas y asegurando la mayor participación posible en el tráfico internacional, G. Fundar de este modo una supremacía y, a base de ella, extender el comercio exterior e incrementar incesantemente las posesionescoloniales, H. Admitir solamente la libertad en el comercio colonial y en la navegación, en cuanto de este modo se gane más que se pierda; estipular privilegios marítimos de carácter recíproco, sólo cuando de este modo se logre una ventaja por parte de Inglaterra, evitándose que las naciones extranjeras instituyan en su propio beneficio ciertas limitaciones a la navegación, I. Hacer a las naciones independientes extranjeras ciertas concesiones, en orden a la importación de productos agrícolas, si a cambio pueden obtenerse concesiones en orden a la exportación de productos manufacturados, J. Cuando tales concesiones no puedan lograrse mediante tratados, llegar al mismo fin recurriendo al comercio de contrabando, y K. Declarar la guerra y estipular alianzas, considerando exclusivamente los intereses industriales, comerciales, navieros y coloniales; sacar ventaja de amigos y enemigos; de éstos, interrumpiendo su comercio marítimo; de aquellos, arruinando sus manufacturas mediante subsidios que se paguen en forma de artículos manufacturados ingleses (List, 1836, pp. 335-336). Es una historia muy distante del relato dominante, que pretende convertir a Inglaterra en la inicial y duradera campeona del libre comercio; sólo lo fue cuando había alcanzado esa grandeza, cuando se dispuso a ser, y fue, el obrador del mundo. Ese notable desarrollo se hizo acompañar del no tan precoz elogio del individualismo, paradójicamente guiado por un poderoso e intangible instrumento: “Ninguno se propone, por lo general, promover el interés público, ni sabe hasta qué punto lo promueve. Cuando prefiere la actividad económica de su país a la extranjera, únicamente considera su seguridad, y cuando dirige la primera de tal forma que su producto represente el mayor valor posible, sólo piensa en su ganancia propia; pero en éste como en otros muchos casos, es conducido por una mano invisible a promover un fin que no entraba en sus intenciones. Mas no implica mal alguno para la sociedad que tal fin no entre a formar parte de sus propósitos, pues al perseguir su propio interés, promueve el de la sociedad de una manera más efectiva que si esto entrara en sus designios” (Smith, 1776, p. 402). Mercantilismo, algunas teorías heterodoxas y el desarrollo 31 I.3. ALEXANDER HAMILTON “Hamilton ha sido uno de esos escasos prácticos de la política económica que consideran importante aprender más economía analítica que el poco de erudición a la violeta que tan buenos servicios presta al dirigirse a auditorios de cierto tipo” (Schumpeter, 1954, p. 242 n.). Entre los llamados vástagos de Europa occidental (Australia, Canadá y Estados Unidos)7 destaca el último, no sólo por mantener –hasta la fecha– un prolongado liderazgo económico internacional, sino porque su historia económica se parece muy poco a los consejos de libre mercado que hoy ofrece al populoso espacio del no desarrollo. Al proponer, en el fin del siglo XVIII, el fomento de la manufactura en Estados Unidos, Alexander Hamilton, secretario del Tesoro, enumeró los medios para lograrlo: IMPUESTOS PROTECCIONISTAS: IMPUESTOS SOBRE LOS ARTÍCULOS EXTRANJEROS QUE COMPITEN CON LOS ARTÍCULOS NACIONALES QUE HAN DE SER FOMENTADOS. La conveniencia de esta clase de fomento es un tema sobre el cual no debe extenderse, ya que no sólo es el claro resultado de innumerables asuntos que se han sugerido, sino que, además, se encuentra sancionado en las leyes de los Estados Unidos en diversidad de casos; asimismo, tiene la ventaja de ser una fuente de ingresos. SUBVENCIONES MONETARIAS. La subvención monetaria se ha considerado uno de los medios más efectivos para alentar la producción de manufacturas, y es, en algunos aspectos, el mejor. Se trata de una forma de fomento más positiva y directa que cualquier otra y, por ello, puede, de un modo más inmediato, estimular y mantener nuevas empresas, aumentando la posibilidad de ganancia y disminuyendo los riesgos de pérdida en los primeros intentos. Evita la inconveniencia de aumentar temporalmente el precio, que afectaría en otros aspectos de la producción; o bien causa efectos en menor escala, sea evitando incrementar los cargos sobre el artículo extranjero, como en el caso de los impuestos proteccionistas, sea elevando muy poco los cargos. Las subvenciones no tienden, como los altos impuestos proteccionistas, a producir escasez. A menudo, las subvenciones no sólo son el mejor recurso, sino el único capaz de unir el incentivo de un nuevo producto de la agricultura con un nuevo producto de la industria. 7 El descriptivo término proviene de Angus Maddison (Maddison, 1991, p. 11), y corresponde al efecto directo que la Revolución Industrial tuvo sobre algunas colonias; también se emplea la traducción de Retoños de Occidente, que incluye a Nueva Zelanda (Bértola y Ocampo, 2013, p. 16). Federico Novelo Urdanivia 32 No debe olvidarse que un impuesto sobre la importación de un artículo no puede apoyar de otra manera a la producción doméstica más que dando a esta última grandes ventajas en el mercado nacional. No puede tener influencia sobre las ventas provechosas de un artículo que se produce en los mercados extranjeros y, por ello, tampoco en el fomento de su exportación. La verdadera manera de conciliar estos dos intereses es aplicar un impuesto a las manufacturas extranjeras del material, deseando que se aliente su crecimiento, y aplicar el producto de ese impuesto por medio de subvenciones, sea a la producción del material mismo, sea a la manufactura nacional, o sobre ambas. Salvo las formas más ordinarias y sencillas de propiedad de la industria, o aquellas para las que hay ventajas locales de importancia, las subvenciones monetarias son, la mayoría de las veces, indispensables para el establecimiento de una nueva rama. GRATIFICACIONES. Las gratificaciones sirven para premiar algún desempeño de excelencia o superioridad, algún ejercicio o habilidad extraordinaria, y sólo se otorgan en pocos casos. Sin embargo, su efecto es el de alentar el esfuerzo general; creadas para ser tanto honorarias como lucrativas, las gratificaciones se dirigen a diferentes sentimientos: tocan tanto las cuerdas de la competencia como las del interés. Son, asimismo, un medio para estimular, a bajo costo, la empresa de toda la comunidad. FOMENTO A LOS NUEVOS INVENTOS Y DESCUBRIMIENTOS EN LA NACIÓN, Y LA INTRODUCCIÓN EN ESTADOS UNIDOS DE LOS QUE SE PUEDAN REALIZAR EN OTROS PAÍSES, EN ESPECIAL LOS RELACIONADOS CON LA MAQUINARIA. Éste se encuentra entre las contribuciones más útiles e imprescindibles que se puedan hacer a la producción de manufacturas. Los medios que suelen aplicarse a este fomento son las recompensas pecuniarias y, por algún tiempo, las concesiones de patentes exclusivas. Las primeras deben emplearse de conformidad con la ocasión, así como con la utilidad del invento o descubrimiento. Las últimas, en tanto protección para “los autores e inventores”, tal como lo señala el ordenamiento de la ley. REGLAMENTACIONES SENSATAS PARA EL CONTROL DE CALIDAD DE LOS PRODUCTOS MANUFACTURADOS. Éstas no se encuentran entre los medios menos importantes para promover el éxito de las manufacturas. En muchos casos se trata, a decir verdad, de uno de los más relevantes. Al prevenir los fraudes entre los consumidores nacionales y los exportadores a otras naciones, al mejorar la calidad y al conservar los Mercantilismo, algunas teorías heterodoxas y el desarrollo 33 rasgos de las manufacturas nacionales, no puede dejar de contribuir a su venta provechosa y expedita, así como evitar la competencia ventajosa de otras partes (Hamilton, 1795, p. 161-162). Vale la pena preguntar: ¿cuántas de estas medidas le serían hoy permitidas a un país no desarrollado? Ninguna. No es un dato menor el recordar que estas propuestas de Hamilton se convirtieron en una importante inspiración para Fiedrich List, particularmente para el establecimiento, en 1833, de la Zollverein (liga aduanera alemana), que es casi40 años anterior al Reich alemán (Gazol, 2005, p. 31). I.4. DAVID RICARDO Y ROBERT THOMAS MALTHUS “¡Si Malthus y no Ricardo hubiera sido el tronco del que brotó la ciencia económica del siglo XIX, cuánto más sabio y rico sería hoy el mundo!” (Keynes, 1922, p. 146). Ricardo, cuyos esfuerzos teóricos se diferencian de los de Adam Smith por cuanto concentró sus elaboraciones en explicar la forma en la que la riqueza se distribuye entre los agentes, y no sólo en las causas por las que llega a existir, compartió con éste una sólida confianza en los beneficios del libre comercio. Los agentes económicos de Ricardo, son: los propietarios de la tierra, que la arriendan, la clase trabajadora que presta sus servicios a cambio de un salario, y la clase capitalista, que alquila la tierra, da trabajo a los obreros y organiza el proceso productivo; convertido en modelo, este enfoque presenta algunas restricciones: un solo producto (el trigo), la identidad de la inversión con el fondo de salarios y una duración anual del proceso productivo. La formalización descansa en un elemental sistema de ecuaciones: 1.1 X = f (N), con las siguientes características: b. f´(1)>´x c. f´´(N) < 0 1.2 R = f (N) – Nf´(N), 1.3 W = NX, 1.4 K = W, 1.5 P = X – R – W, Federico Novelo Urdanivia 34 Donde: X indica la cantidad de grano producida durante el periodo de producción, N el número de trabajadores empleados, R las rentas totales, W los salarios totales, K el capital circulante, P los beneficios y x el salario unitario. La ecuación (1.1) representa la función de producción del sistema y el significado de las características es: a. Consiste en que si no empleamos trabajador alguno, la producción que se obtiene puede ser cero o positiva, b. Significa que cuando comenzamos el proceso productivo, con el primer trabajador obtenemos una producción de grano que es al menos superior a la cantidad ´x, que representa el “salario de subsistencia”, y c. Significa que la producción se realiza con rendimientos de escala decrecientes (en obsequio de la racionalidad empresarial, que comienza a producir en los ámbitos más rentables –lo que, para el modelo, equivale al uso inicial de las tierras con mayor fertilidad–). Si se observa el modelo formado por las ecuaciones de 1.1 a 1.5, resulta evidente que es incompleto, ya que está constituido por cinco ecuaciones y tiene siete incógnitas. Para completarlo, se añaden las dos ecuaciones siguientes: 1.6 N= N´, 1.7 K = K´, Donde: N´ y K´ representan respectivamente las cantidades disponibles de trabajo y de capital. La condición prevista por Ricardo, en el ánimo de alcanzar la estabilidad de todo el sistema, consiste en que el salario pagado sea igual al salario de subsistencia (x = ´x), de donde resulta la última ecuación necesaria para el equilibrio natural: 1.8 x = ´x En este equilibrio natural, el número de trabajadores y, por lo tanto, la población, es una variable determinada por el propio sistema económico; más específicamente, por el nivel de ingreso, de forma que si éste aumenta (x>´x), la población crecerá y, al contrario (si x< ´x), disminuirá (Pasinetti, 1984, pp. 19-318). 8 “Cuando el precio de mercado de la mano de obra es superior al natural, la situación del trabajador es floreciente y próspera, pues puede disponer de mayor cantidad de artículos de primera necesidad y de satisfacciones y, por lo tanto, mantener una familia numerosa. Sin embargo, cuando, debido al estímulo que los salarios elevados proporcionan para el incremento de la población, aumenta el número de trabajadores, los salarios vuelven a su precio natural y a veces hasta bajan más, en virtud de una reacción” (Ricardo, 1817, capítulo V, p. 98). Mercantilismo, algunas teorías heterodoxas y el desarrollo 35 Entre los elementos fundamentales de la teoría del desarrollo, desde cualquier enfoque actual, la demanda efectiva ocupa un sitio de la mayor relevancia, aunque no siempre ha sido así: “Ricardo conquistó a Inglaterra de una manera tan cabal como la Santa Inquisición a España. Su teoría no fue aceptada sólo por la City, los estadistas y el mundo académico, sino que la controversia se detuvo y el punto de vista contrario desapareció completamente y dejó de estudiarse. El gran enigma de la demanda efectiva, con el que Malthus había luchado, se desvaneció de la literatura económica. Ni una sola vez puede verse mencionado en cualquiera de los trabajos de Marshall, Edgeworth y el profesor Pigou, de cuyas manos ha recibido su mayor madurez la teoría clásica. Sólo pudo vivir furtivamente disfrazada, en las regiones del bajo mundo de Carlos Marx, Silvio Gesell y el mayor Douglas” (Keynes, 1936, p. 43). Este principio, o enigma, exclusivamente referido a la demanda de bienes de consumo en la versión malthusiana, aparece como elemento crítico, heterodoxo, en la correspondencia entre David Ricardo y Robert Thomas Malthus, rescatada por P. Sraffa y citada por J. M. Keynes: “El 24 de enero de 1817, Ricardo escribió la siguiente carta a Malthus: Me parece que una causa fundamental de nuestras divergencias sobre la cuestión que tan a menudo hemos discutido es que tú siempre tienes en mente los efectos inmediatos y temporales de las mutaciones particulares, mientras que yo dejo a un lado esos efectos inmediatos y temporales y concentro toda mi atención en el permanente estado de cosas que resulta de ellos. Tal vez tú concedas un peso excesivo a esos efectos temporales, mientras que yo me siento inclinado a infravalorarlos. Para tratar correctamente el asunto sería necesario diferenciarlos y citarlos cuidadosamente, adscribiendo a cada uno los debidos efectos. Dos días después, Malthus respondió: Estoy de acuerdo contigo en que una causa de nuestra diferencia de opinión es la que tú mencionas. Es verdad que tiendo a referirme con frecuencia a las cosas tal como son, como única vía para hacer que mis escritos sean prácticamente útiles a la sociedad, y creo también, como única vía que me preserve de caer en los errores de los sastres de Laputa, de modo que partiendo de un pequeño error se llegaría a conclusiones alejadísimas de la verdad. Por lo demás, creo realmente que el progreso de la sociedad consiste en movimientos irregulares, y que omitir las consideraciones de causa, que durante ocho o diez años darán un fuerte impulso a la producción y a la población, o serán un freno para ellas, es omitir las causas de la riqueza y de la pobreza de las naciones, que es el gran objeto de las investigaciones de la economía política. Un escritor puede hacer cuantas hipótesis le plazca, pero si supone lo que no es prácticamente verdadero, excluye la posibilidad de sacar de sus hipótesis una conclusión práctica. En tu ensayo sobre los beneficios, supones que los salarios reales del trabajo se mantienen constantes, pero puesto que varían con cada modificación del precio de las mercancías (mientras nominalmente siguen iguales) y, en realidad, son variables como los beneficios, no hay ninguna posibilidad de que tus deducciones sean exactas en cuanto aplicadas al estado efectivo de las cosas. En todos los países de nuestro entorno, y particularmente en el nuestro, vemos periodos de mayor o menor prosperidad y a veces de adversidad, nunca el progreso uniforme que tú pareces únicamente contemplar. Pero hay todavía otra causa más específica de divergencia entre nosotros. Tú pareces creer que las necesidades y los gustos de la humanidad están siempre a punto para la oferta, mientras que yo soy rotundamente de la opinión que pocas cosas hay más difíciles que inspirar nuevos gustos y necesidades, especialmente con viejas materias primas; que uno de los grandes elementos de la demanda es el valor que la gente atribuye a las mercancías, y que, cuanto Federico Novelo Urdanivia 36 más plenamente se adapte la oferta a la demanda, tanto mayor será este valor, y por lo tanto mayor será el número de días de trabajo que intercambiará […] Estoy profundamente convencidode que prácticamente el actual obstáculo para la producción y la población surge más de la carencia de estímulo que de la carencia de capacidad de producción”(Keynes, 1922 , pp. 106-108). La relevancia de la demanda efectiva, ampliada a la de bienes intermedios y de inversión, es imposible de exagerar. Con ella, la economía cambia el núcleo duro de su problema; si en las preocupaciones de Smith y Ricardo (por no hablar de Lionel Robbins y su peculiar definición de la economía) éste era el de la escasez, con la notable evolución del producto en años posteriores, se hará presente el problema de la abundancia, de la dificultad creciente para realizar la totalidad del valor producido, con la que se desalienta la inversión, el empleo y el crecimiento del ingreso. El talento de Malthus se hace visible en la adelantada comprensión de este relevante cambio de problemática. I.5. JOHN STUART MILL “Kant señaló una vez que «del retorcido tronco de la humanidad no ha salido nunca nada derecho». Mill creía profundamente en esta afirmación” (Berlin, 1959, p. 349). Las iniciales razones por las que J. S. Mill toma un sitio entre los teóricos heterodoxos del desarrollo están relacionadas con una metamorfosis en la percepción que tiene sobre el socialismo,10 la propiedad y la distribución, y sobre el futuro (probable) de las clases trabajadoras. Sobre el primero, se hace visible un leve cambio, en sentido favorable, entre 1848 y 1852: “En primer lugar, es por desgracia muy cierto que el salario del trabajador ordinario es en todos los países de Europa insuficiente para satisfacer en una medida tolerable las necesidades físicas y morales de la población. Pero cuando se alega además que esta remuneración insuficiente tiende a disminuir; que existe, usando las palabras de M. Louis Blanc, «une baisse continue des salaires», la afirmación no está de acuerdo con la información exacta que poseemos, y con muchos hechos notorios. Falta probar que exista algún país en el mundo civilizado en el cual los salarios ordinarios del trabajo, ya se estimen en dinero o en artículos de consumo, declinan; mientras en muchos es indudable que aumentan, si se consideran en su conjunto; aumento que se hace cada día, no más lento, sino más rápido […] Es, pues, el comunismo el que ha de probar, mediante un experimento de carácter práctico, si puede llegar a inculcar esa educación. Sólo la experiencia puede mostrar si existe ya una parte de la población cuyo nivel moral sea lo suficientemente alto para realizar con éxito el 9 La conferencia de Isaiah Berlin, John Stuart Mill y los fines de la vida (1959) es el prólogo de Mill, 1859, editado en 1997 por Alianza Editorial. 10 Cabe aclarar que Mill conoció mucho de las elaboraciones de los socialistas utópicos franceses y prácticamente nada del marxismo. Mercantilismo, algunas teorías heterodoxas y el desarrollo 37 comunismo y para inculcar a la generación siguiente a la suya la educación necesaria para mantener ese alto nivel en forma permanente. Si las asociaciones comunistas prueban que pueden ser duraderas y prósperas se multiplicarán y probablemente serán adoptadas por partes sucesivas de la población de los países más adelantados a medida que vayan haciéndose más propias por su moral para esta forma de vida” (Mill, 1871, pp. 842 y 844). Respecto a la propiedad: “Pero aunque, por las razones indicadas, es de suponer que la propiedad individual existirá aún durante mucho tiempo, aunque sólo sea en forma provisional, no por ello hemos de concluir que ha de existir durante todo este tiempo sin modificación alguna. Por el contrario, aquellos que derivan el mayor beneficio de las leyes sobre la propiedad, están a un mismo tiempo interesados y obligados a examinar con imparcialidad todas aquellas proposiciones que tiendan a hacer de alguna manera que esas leyes sean menos onerosas para la mayoría. Una de las equivocaciones que se cometen con más frecuencia, y de las cuales se derivan los mayores errores de carácter práctico en los asuntos humanos, es la de suponer que un mismo nombre representa siempre el mismo conjunto de ideas. Ninguna palabra ha sido objeto en mayor grado de esta clase de incomprensión que la palabra propiedad. Significa, en cualquier estado de la sociedad, el poder más amplio para usar o controlar exclusivamente las cosas (y por desgracia algunas veces las personas) que la ley concede o que reconoce la costumbre en ese estado de la sociedad; pero esas facultades de uso y control exclusivo son muy diversas y difieren mucho en los distintos países y en diferentes estados de la sociedad. El concepto de propiedad no es algo idéntico a sí mismo en el curso de la historia, que no pueda alterarse, sino que es variable como todas las demás creaciones del espíritu humano; en cualquier época determinada no es otra cosa que una expresión condensada que indica los derechos que la ley o la costumbre de una sociedad determinada conceden sobre las cosas en esa época precisa; pero ni sobre este punto ni sobre ningún otro puede la ley y la costumbre de una época y un lugar determinados reclamar el derecho a permanecer estereotipadas para siempre. El hecho que la adopción de una determinada reforma de las leyes y las costumbres implique no la adaptación de los asuntos humanos al concepto existente de la propiedad, sino la de éste a las ideas existentes sobre el desarrollo y el mejoramiento de la humanidad, no supone que la reforma en cuestión sea por necesidad censurable” (Mill, 1871, pp. 846-847). Y sobre el futuro de las clases trabajadoras: “Los pobres han soltado las andaderas y no se les puede gobernar o tratar como si fueran niños. Su destino tiene que depender en lo sucesivo de sus propias cualidades. Las naciones modernas tendrán que aprender la lección de que el bienestar de un pueblo se ha de lograr por medio de la justicia y la libertad de los ciudadanos. La teoría de la dependencia intenta hacer que no sean necesarias esas cualidades en las clases subordinadas. Pero ahora, cuando incluso en lo referente a su situación son cada día menos subalternas y sus espíritus cada vez menos conformes con el grado de dependencia que aún resta, son las virtudes de la independencia las que más necesitan. De ahora en adelante, los consejos, las exhortaciones, las normas de conducta que se propongan, tienen que ofrecérseles de igual a igual y aceptarlas ellos con los ojos bien abiertos. La perspectiva del futuro depende del grado en que pueda convertírseles en seres racionales” (Mill, 1871, p. 648). Federico Novelo Urdanivia 38 Si estos temas y, muy especialmente, la forma de abordarlos, representan un punto de inflexión en la forma de pensar de John Stuart Mill, digamos, en relación a la primera versión (1848) de sus Principios, ¿qué ocurrió para operar en él tamaña metamorfosis? Apareció una creciente influencia, amistosa y sentimental: “Fue durante este periodo de mi evolución mental que ahora había alcanzado, cuando entablé la amistad que ha sido el honor y la bendición principal de mi existencia, así como la fuente de gran parte de lo que he intentado hacer y espero realizar de ahora en adelante en favor de la mejora del género humano. Fui presentado por primera vez a la dama que, después de una amistad de veinte años, consintió en ser mi esposa, en 1830, cuando yo tenía veinticinco, y ella veintitrés años. Se renovó así una vieja amistad con la familia de su marido, cuyo abuelo vivía en una casa vecina a la de mi padre, en Newington Green” (Mill, 1873, p. 18211). La dama era Harriet Hardy Taylor Mill: “… una mujer autodidacta, fue una rompedora en su comportamiento personal y en su pensamiento con la ortodoxia del siglo XIX. Escribió tres ensayos –La liberación de las mujeres (1851), El matrimonio y el divorcio (1831) y –al lado de Mill– Ensayo sobre la igualdad de los sexos (1951)– y focalizó cuatro aspectos generales de análisis en los que estructuró sus reflexiones. El primer semblante que consideróimportante examinar trataba sobre las actitudes personales acordes con una sociedad moderna, con la finalidad de romper con el conformismo social que reprimía el desarrollo intelectual de una parte de la población: los individuos faltos de oportunidades y de derechos, independientemente de su sexo. En concreto, era la educación la cuestión primordial y la base que podría impulsar el crecimiento personal que empujaría a todos los sujetos a desplegar nuevas expectativas vitales. En el caso de las mujeres era la salvación para poder traspasar las fronteras de la vida familiar, a las que estaban condenadas, dirigiendo sus ambiciones hacia nuevas perspectivas que, hasta entonces, estaban bajo el dominio masculino. La segunda meditación sobre la que versaron sus escritos recayó sobre la urgencia de permitir a las mujeres el acceso a la educación secundaria y universitaria para adquirir y desarrollar las capacidades formativas que facilitarían su entrada profesional en el mercado de trabajo, en igualdad de competencia con los hombres. La tercera cuestión que captó su atención era la conveniencia de legislar el divorcio, como una posibilidad real de un desacertado matrimonio, derivado, en parte, de la deficiente normativa que regulaba las relaciones matrimoniales construidas sobre la dependencia económica y social de las mujeres. La cuarta instancia que ocupó sus pensamientos, de más profundo calado porque incluía encaminar la consecución de todas las demás, hizo hincapié sobre el derecho al sufragio universal, así como la necesidad de abrir el camino a la participación de las mujeres y de los hombres de color en la gestión pública” (Gallego, 2007, p. 79). Con tan notables cualidades, no debe extrañar el carácter apologético con el que Mill se refería a su esposa; aunque, además, existió otra importante razón: “El sustrato psicológico de esta apología tan elaboradamente formal tenía de hecho una gran fuerza, rayana incluso en lo sensacional. Pues lo que en realidad quería decir John Stuart Mill era que cuando conoció 11 “El capítulo de la Economía política que ha tenido más influencia en la opinión pública –el que habla del probable futuro de las clases trabajadoras- se lo debo enteramente a ella (a Harriet Hardy Taylor Mill)” (Mill, 1873, p. 235). Mercantilismo, algunas teorías heterodoxas y el desarrollo 39 a Harriet, encontró en ella a alguien que supo emanciparlo; emanciparlo de la esclavitud paterna” (Schama, 2004, p. 188).12 Es conocida la obsesión de James Mill, padre de John Stuart, para hacer del mayor de sus nueve hijos “… una copia exacta de su persona. El padre se había empeñado con todas sus fuerzas en difundir el credo utilitario de su amigo y mentor Jeremy Bentham consistente en alcanzar el «máximo de felicidad para el mayor número posible» de seres humanos. Partiendo del presupuesto de que el hombre es una especie de manojo de receptores sensoriales que respondían tanto al placer como al dolor, el legislador ilustrado debía intentar maximizar el primero y minimizar el segundo. Por primera vez los males, materiales y morales, que afectaban a la humanidad iban a ser objeto de un análisis sistemático y científico: se mediría su magnitud, se diagnosticarían sus causas y se prescribirían los remedios oportunos. Se redactaría un informe y se haría una serie de recomendaciones para legislar; se procedería a reclutar un grupo de inspectores a sueldo que velara por la ejecución del proceso y la puesta en marcha de la ley. Hasta entonces, los imperios habían sido gobernados por la fuerza. El imperio británico sería gobernado por el conocimiento. James Mill se había convertido en un candidato al puesto en el Departamento de Inspectores tras publicar una Historia de la India británica (1817) larguísima, por no decir ilegible debido a su carácter exhaustivo. John Stuart Mill tenía apenas once años cuando la obra magna de su padre fue presentada al mundo. Pero su adiestramiento para convertirse en uno de los propagadores de la felicidad había empezado mucho antes. Como la mente de un niño es comparable a una superficie de cera suave y blanda, totalmente vacía pero perfectamente receptiva, la instrucción no debía comenzarse demasiado pronto. A juicio de James, tres años era más o menos la edad correcta para enseñar el griego a su hijo. A las Fábulas de Esopo (en versión original) siguieron rápidamente Platón, Heródoto (en su totalidad) y Jenofonte. La aritmética era mucho menos divertida, pero a los ocho años llegarían el latín, la Historia de Roma desde su creación hasta la Commonwealth (1738-1771) de Nathaniel Hooke y una Visión histórica del gobierno inglés desde el asentamiento anglosajón hasta la ascensión al trono de los Estuardo (1787) de John Millar para alivio de la criatura. Los Mill residían en el barrio favorito de los radicales reformistas y feministas, en el Stoke Newington Green del doctor Price. Y fue durante los paseos por sus zonas verdes y en el transcurso de largas caminatas por lo que todavía era campo abierto cuando Mill padre instruyó a su hijo, ya de diez años, en materias tales como el cálculo diferencial, las leyes agrarias romanas o el análisis de la retórica griega. Cuando su padre fue nombrado para el puesto de la Compañía de las Indias Orientales, a John Stuart le tocó encargarse de la instrucción de sus hermanos pequeños. En su tiempo libre, entre la lectura de las pruebas de la Historia 12 La dedicatoria de su ensayo extraordinario, Sobre la libertad, describe esos sentimientos: “A la querida y llorada memoria de la que fue inspiradora, y en parte autora, de lo mejor que hay en mis obras, a la memoria de la amiga y de la esposa, cuyo exaltado sentido de lo verdadero y de lo justo fue mi estímulo más vivo, y cuya aprobación fue mi principal recompensa, dedico este volumen. Como todo lo que he escrito desde hace muchos años, es tanto suyo como mío; pero la obra, tal cual está, no tiene, sino en un grado muy insuficiente, la inestimable ventaja de haber sido revisada por ella; algunas de sus partes más importantes se reservaron para un segundo y más cuidadoso examen, que ya nunca han de recibir. Si yo fuera capaz de interpretar para el mundo la mitad de los grandes pensamientos y nobles sentimientos enterrados con ella, le prestaría un beneficio más grande que el que verosímilmente pueda derivarse de todo cuanto yo pueda escribir sin la inspiración y la asistencia de su sin rival discreción” (Mill, 1859, p. 56). Federico Novelo Urdanivia 40 de la India británica de su padre y el estudio de la economía política y la lógica, se dedicaba a hurtadillas a la pequeña literatura, principalmente Shakespeare. A los catorce años le concedieron la oportunidad de realizar un viaje a Chateu Pompignon, cerca de Toulouse, pero cuando regresó, se reanudó la instrucción intensiva e implacable de su padre. James Mill tuvo un éxito pasmoso en su empeño por convertir a John Stuart en una máquina pensante provista de todo tipo de conocimientos imaginables y con sus capacidades de cálculo y de cómputo perfectamente calibradas. Sin embargo, también había forjado una criatura que ya se sentía abrumada por la responsabilidad de la misión asignada de «saber todo lo importante», temerosa de su inflexible y severo padre y atormentada por el miedo a su falta de idoneidad. Pero al menos, según creía, había recibido los cimientos de la sabiduría y la vocación de la virtud” (Schama, 2004, pp. 188-190). Esta peculiar niñez explica, al menos, cuatro cuestiones en la vida y ocupaciones de John Stuart Mill: la total carencia de cualquier cosa parecida al sentido del humor, su interés por la psicología, la pasión por Harriet (su emancipadora) y la elaboración del ensayo Sobre la libertad. Es éste un trabajo de una profundidad tan notable como la rebeldía que muestra frente a la dictadura de las mayorías, la opresión sobre la libertad de pensamiento y discusión, la negación de la individualidad y la autoridad de la sociedad
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