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Desarrollo SustentableDesarrollo Sustentable
Juan Manuel Corona 
COORDINADOR
Enfoques, políticas, gestión y desafíosEnfoques, políticas, gestión y desafíos
Departamento de Producción Económica
Desarrollo Sustentable
Enfoques, políticas, gestión y desafíos
Primera edición: 2015
D.R. © Universidad Autónoma Metropolitana
UAM-Xochimilco
Calzada del Hueso 1100
Col. Villa Quietud, Coyoacán
C.P. 04960, México, DF.
Diseño de portada y formación: José Antonio Díaz 
Producción editorial: Servicios de publicidad
ISBN: 978-607-28-0377-0 
Impreso y hecho en México / Printed and made in México
Desarrollo Sustentable
Enfoques, políticas, gestión y desafíos
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA
Salvador Vega y León
Rector general
Norberto Manjarrez Álvarez
Secretario general
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA
UNIDAD XOXHIMILCO
Patricia Emilia Alfaro Moctezuma
Rectora 
Guillermo Joaquín Jiménez Mercado
Secretario
DIVISIÓN DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES
Jorge Alsina Valdés y Capote
Director
Carlos Alfonso Hernández Gómez
Secretario académico
Juan Manuel Corona Alcántar
Jefe del Departamento de Producción Económica
COMITÉ EDITORIAL
Luciano Concheiro Bórquez
Juan Manuel Corona Alcántar
Felipe de Jesús Martínez Álvarez
Salvador Ferrer Ramírez
Aída Lerman Alperstein
Germán de la Reza Guardia
René Rivera Huerta
María Magdalena Saleme Aguilar
7
ÍNDICE
Introducción
Crecimiento, desarrollo y sustentabilidad 13
Juan Manuel Corona Alcántar
ENFOQUES, CONCEPTOS Y METODOLOGÍAS
Mercantilismo, algunas teorías heterodoxas y el desarrollo 23
Federico Novelo Urdanivia
Los estudios sobre la transición hacia las sustentabilidad: rasgos generales 63
y relevancia de su utilización en el contexto mexicano
Carlos Muñoz Villarreal
Crecimiento verde vs. metabolismo social 83
Graciela Carrillo González
Revisión de metodologías para implementar proyectos de desarrollo sustentable 105
Laura P. Peñalva Rosales
Magdalena Saleme Aguilar 
Aneline López González
8
DESARROLLO REGIONAL
Desigualdad, pobreza y crecimiento: el mundo rural en la política pública 131
Héctor Manuel Robles Berlanga 
Luciano Concheiro Bórquez
La construcción de sociedades sustentables en territorios rurales 153
Carlos A. Rodríguez Wallenius 
La Zona Metropolitana de Monterrey: 173
crecimiento y desarrollo económico ¿sustentable? 
Diana R. Villarreal González 
Johny J. Morales Basilio
Ciudad, economía y empresas: pilares de la pobreza 199
Enrique Contreras Montiel
POLÍTICA ECONÓMICA
Las recientes reformas financiera y hacendaria en México 229
Abigail Rodríguez Nava
Patricia Margarita Dorantes Hernández
México: auge comercial, inversión extranjera, estancamiento y deuda pública 247
Armando Pineda Osnaya
El impacto de la inversión extranjera directa en el empleo: el caso de México 271
Aura Adriana López Velarde
9
CONDICIONES DE TRABAJO Y DESARROLLO
Precariedad del trabajo y subsistencia en México. Un esbozo sobre la sustentabilidad 293
Alejandro Espinoza Yáñez
Género y desarrollo sustentable: una propuesta de medición de 321
condiciones de desigualdad
José de Jesús Gutiérrez Ramírez 
Gloria Idalia Baca Lobera
SALUD Y DESARROLLO
Marketing sostenible en la industria farmacéutica. 347
Estudio de caso: “la pastilla del día siguiente” 
Hilda Teresa Ramírez Alcántara 
Isaac Monzalvo Recillas
Investigación científica y actividad inventiva en el sector salud en México: 373
el caso del Instituto Mexicano del Seguro Social 
Arturo Torres Vargas 
Javier Jasso Villazul 
Guadalupe Calderón Martínez
Grado de conocimiento y aplicación de los lineamientos para la venta 397
de alimentos y bebidas en las escuelas primarias a tres años de su implementación 
Ana María Paredes Arriaga 
M. Cristina Alicia Velázquez Palmer
10
MEDIO AMBIENTE, ENERGÍA Y RESPONSABILIDAD SOCIAL
Energía “limpia” o energía perversa: actores sociales y parques 421
eólicos en Dinamarca y en el Istmo de Tehuantepec 
Roberto S. Diego Quintana
Las baterías como medio de almacenamiento de energía sustentable 443
Héctor A. Guerrero Martínez 
Gilberto Parra Huerta 
Elsy L. Gómez Ramos
Responsabilidad Social Organizacional en la reforestación de los bosques en México 467
Roxana Muñoz Hernández
EDUCACIÓN Y DESARROLLO
El papel de la educación en la distribución del ingreso: 1992-2012 489
Hilda Rosario Dávila Ibáñez 
Leticia Palma Cárdenas
Neoliberalismo y educación superior en México 513
D. Patricia Couturier Bañuelos 
Iván Jiménez Maya
Liderazgo de los rectores frente a la “tercera misión de la universidad”: 533
visiones globales, miradas locales 
Angélica Buendía Espinosa 
Rosalba Badillo 
George Krüken
11
La responsabilidad social de la universidad en el fomento del desarrollo sustentable 553
Elda Aurora Morales Espinosa 
Salvador García de León Campero 
Aketzalli Álvarez Morales
CONOCIMIENTO Y PROPIEDAD INTELECTUAL
Gestión del conocimiento en la producción de patentes académicas: 583
beneficios sociales y concentración de capacidades en la UAM-Xochimilco 
Claudia Díaz 
Jaime Aboites Aguilar
Método para identificar biopiratería de plantas endémicas de México 611
Manuel Soria López 
Israel Fuentes Páramo
13
Introducción
Crecimiento, desarrollo y sustentabilidad
Los nuevos enfoques, conceptos o ideas que emergen en las ciencias sociales y que impactan 
en millones de personas sirviendo de guía para la formulación de políticas públicas, son 
generalmente ideas simples, ideas accesibles y comprensibles para todos. Sólo cuando los 
nuevos paradigmas penetran en las instituciones y en sus diferentes niveles de agregación 
(individual, grupal, organizacional, público, privado) y desde lo local hasta lo global, pueden 
éstas convertirse en parte del tejido social dentro del cual se desenvuelve la vida humana 
(Harris, 2001). El Desarrollo Sustentable es un concepto, una idea, un enfoque que se ha 
vuelto vital para la sobrevivencia y prosperidad de los seres humanos. Constituye no sólo un 
cuerpo de conocimientos (Sachs, 2015) sino una heurística para entender el mundo, así como 
un método para la solución de problemas locales y globales.
El concepto de Desarrollo, primero, y, más tarde, el de Desarrollo Sustentable son 
conceptos dinámicos que se han venido discutiendo y transformando en los últimos 50 años. La 
estructura y el poder de los imperios coloniales que dominaron el mundo durante el siglo XIX 
y hasta muy avanzado el siglo XX, no sólo no promovieron el avance económico y social de lo 
que hoy denominamos el mundo en desarrollo, sino que en muchos aspectos contribuyeron 
a su atraso. Las colonias de estos poderosos imperios sirvieron fundamentalmente como 
proveedores de materias primas y fuerza de trabajo barata y esclava lo mismo que como 
consumidores cautivos de sus materias primas ya transformadas.
Los países más ricos y poderosos asociados a estos imperios no solamente ejercieron un 
control político y económico; también crearon e impusieron al resto del mundo una noción 
Introducción
14
peculiar sobre el desarrollo. El concepto de desarrollo que ha dominado el campo académico 
pero también, paralelamente, el trabajo de formulación de políticas públicas, ha estado asociado 
fundamentalmente al crecimiento económico de las naciones. En esta visión una sociedad 
“progresa” y se “moderniza” si crece, si es capaz de industrializarse, si se urbaniza y si genera 
una capacidad y una cultura extendida a la mayoría de su población para el consumo de masas. 
Esta visión pone poca o ninguna atención en asuntos sociales de gran relevancia como la calidad 
de vida, la equidad, la justicia y el medio ambiente.
Después de la Segunda Guerra Mundial y quizá como consecuencia del éxito alcanzado 
por el Plan Marshall en la reconstrucción de las economías europeas devastadas por la 
guerra, varios economistas que había participado directamente en ese Plan o dentro de 
algunas instituciones internacionales, como la Organización de las Naciones Unidas o el 
Banco Mundial,centraron su atención en los problemas de los países menos desarrollados o 
subdesarrollados, como se les clasificó en aquellos años. Los estudios y reflexiones de estos 
pioneros dieron lugar a lo que se ha dado en llamar la “Teoría de la Economía del Desarrollo”.
No hay duda de que de estos pioneros realizaron contribuciones importantes el finlandés 
Ragnar Nurkese (Teoría del Crecimiento Equilibrado y “Trampa de la pobreza”), el australiano 
Paul Rosentein-Rodan (Teoría del “Big Push”), Albert Hirschman (Teoría del Crecimiento 
Desequilibrado y enfoque de los eslabonamientos productivos industriales), el sueco Karl Gunnar 
Myrdal, que postuló la Teoría de la Acusación Acumulativa (Premio Nobel 1974), Arthur Lewis, 
que contribuyó con la Teoría de la Oferta Ilimitada de Mano de Obra (Premio Nobel 1979), y el 
economista e historiador estadunidense Walt Whitman Rostow, quien publicó su libro Las etapas del 
crecimiento económico: un manifiesto no comunista, una revisión ambiciosa de la economía del desarrollo 
que polemizaba con los postulados marxistas sobre el devenir histórico de las sociedades.
La identificación del concepto de desarrollo económico y social como crecimiento 
se debe en parte a esta escuela, pero principalmente a la teoría económica ortodoxa cuya 
atención se centró en una perspectiva positivista más que normativa, enfatizando el papel de la 
acumulación de capital per cápita como determinante fundamental del crecimiento económico. 
Un ingrediente adicional de este enfoque es la idea de que el desarrollo de las sociedades es 
fundamentalmente un fenómeno lineal.
Si bien el enfoque lineal del desarrollo tiene su origen en las ideas de Colin Clark e Irvin 
Fisher sobre las etapas del cambio estructural, fue en la obra fundamental de Rostow (1960) 
mencionada arriba donde se trató de establecer sus fundamentos históricos y teóricos. De 
acuerdo con Clark y Fisher (Thirlwall, 2003), las sociedades deberían transitar ineludiblemente 
por tres etapas de desarrollo: la primera etapa estaría caracterizada por el predominio del sector 
primario, orientado fundamentalmente a la producción de bienes para satisfacer las necesidades 
Introducción
15
básicas; los países en esta fase serían clasificados como países subdesarrollados. La segunda 
etapa corresponde al predominio del sector secundario, en particular de la manufactura; los 
países en esta etapa podrían considerarse países en desarrollo. En la fase tercera y final el sector 
terciario sería el motor fundamental del crecimiento; en la visión de Clark y Fisher las naciones 
en esta fase serían economías desarrolladas en estado de madurez.
Rostow, por su parte, intentó construir una megateoría de la historia del desarrollo 
económico. En ella postuló la inevitabilidad y previsibilidad del desarrollo económico 
(Thirlwall, 2003). Según Rostow todos los países en desarrollo que buscaran ser exitosos 
deberían transitar por cinco etapas: 1. Las sociedades tradicionales, un mundo prenewtoniano, 
predominantemente agrícola, con muy poca movilidad de fuerza de trabajo y en el que los 
límites de la productividad están impuestos por las limitaciones de la ciencia. 2. Sociedades 
en transición, ubicadas entre el predominio del sistema feudal y el despegue de las sociedades 
industriales. 3. Sociedades en etapa de despegue, en las que el crecimiento económico es un proceso 
autosostenido, sobre la base de una acumulación de capital superior al 10 % del producto 
interno y donde la industria en el sector fundamental que empuja el crecimiento. 4. La etapa 
de madurez y 5. Sociedades caracterizadas por masas de alto consumo.
Aunque este cuerpo de teorías y conceptos presentan algunas diferencias importantes, en 
sentido amplio compartieron una misma visión, por lo que puede tratárseles como una escuela 
de pensamiento sobre el desarrollo económico. Como en toda escuela de análisis, se observan 
en ellas diferencias de énfasis e interpretación sobre varias problemáticas; sin embargo, existen 
proposiciones fundamentales que todas ellas comparten. En principio la mayoría de estos 
“desarrollistas” comparten la idea de que las naciones en desarrollo podrían alcanzar sin gran 
dificultad el estado de desarrollo, compartiendo con diferente grado varios de los conceptos 
fundamentales y recomendaciones de la escuela macroeconómica keynesiana, tales como el rol de 
la demanda agregada en el crecimiento, la tasa de ahorro (S/Y) y la tasa de inversión (I/Y) (Cypher, 
2008). Aunque la mayoría de ellos tenía un profundo respeto por las fuerzas del mercado, no 
dudaron nunca en recomendar una intervención a gran escala del gobierno en la economía, sobre 
todo en aquellas esferas en que consideraban que los mercados no funcionaban bien.
A principios de los años 70 era ya evidente que varios de los postulados de la escuela del 
desarrollo no se estaban alcanzando. La economía mundial estaba enfrentando una profunda 
crisis con altas tasas de inflación, bajas tasas de crecimiento y un incremento en el número 
de desempleados. Las condiciones de vida en todo el mundo estaban empeorando y signos 
alarmantes sobre el deterioro ambiental a nivel global hicieron sonar las alarmas. En América 
Latina varios países como México, Argentina y Brasil enfrentaban problemas importantes en 
su crecimiento y era claro que no estaban transitando hacia economías desarrolladas; lejos de 
Introducción
16
eso, varios de sus problemas económicos y sociales se habían exacerbado y más bien se estaba 
ampliando la brecha respecto de los países más ricos.
En 1971, Denis Goulet propuso una modificación al concepto de desarrollo. Criticó la 
idea de que el crecimiento económico y la industrialización se traducirían con el tiempo en 
sociedades más justas. La idea de la identificación del crecimiento con la industrialización 
fue evaluada por Goulet como inadecuada o en el mejor de los casos insuficiente. Para él la 
noción de desarrollo debería incorporar tres componentes básicos asociados al cuidado de 
los valores humanos más elementales (Thirlwall, 2003): 1. La autosubsistencia. Según Goulet 
ningún país podía ser considerado como plenamente desarrollado si no era capaz de proveer 
a todos sus habitantes de sus necesidades básicas: alimentación, vestido, vivienda y educación 
elemental. 2. La autoestima o el sentimiento de independencia y autorrespeto. Ningún país –observó 
Goulet– podría ser considerado como desarrollado si continuaba como una nación colonizada 
o sometida por otras naciones, y si no tenía el poder para establecer relaciones en términos de 
igualdad. 3. La libertad, entendida como el liberarse de lo que Goulet llamó las tres principales 
maldiciones de la humanidad; el deseo imperioso por la posesión de bienes materiales, la 
ignorancia y la miseria. Ninguna persona puede considerarse plenamente en libertad, escribía, 
si no es libre de elegir, si sigue aprisionada en los márgenes de la subsistencia y encadenada a 
la ignorancia. En su visión, los tres componentes básicos del desarrollo no podían ser vistos 
aisladamente, estaban íntimamente interrelacionados.
Las ideas de Goulet constituyen el antecedente inmediato del pensamiento de Amartya Sen 
sobre el Desarrollo. Sen definió el desarrollo en términos de “titularidades” y ”capacidades”. 
Las titularidades entendidas como el conjunto de canastas alternativas de bienes que las 
personas podían ordenar en una sociedad, haciendo uso pleno de sus derechos y obligaciones 
(Sen, 1970), y las “capacidades” como la habilidad y capacidad para decidir sobre opciones 
alternativas. Las capacidades implican la libertad individual apunto Sen.
En el pensamiento de Amartya Sen, como en el de Denis Goulet, la libertad de los 
individuos y las sociedades fue identificada como un elemento clave para alcanzar el desarrollo. 
Para Sen (Thirlwall, 2003, Sen, 1985) el desarrollo consiste fundamentalmente en la 
abolición de varios tipos de carencias que mantienen a las sociedades en situación de falta de 
libertadesplenas: a) Satisfacer el deseo de las necesidades básicas materiales, b) Eliminación 
de la hambruna y la desnutrición, c) Pobres servicios de salud, d) Superación de ausencia de 
derechos civiles y libertades políticas.
Las contribuciones de Sen, Goulet y otros (Streeten et al., 1981) hicieron posible una nueva 
conceptualización del desarrollo que puso el acento no únicamente en el crecimiento económico 
per se, sino también en los beneficios sociales que podrían derivarse de él, así como en una 
Introducción
17
serie de valores humanos, como la libertad, la justicia y el derecho a la educación, la salud y la 
alimentación. La rama de la economía dedica al estudio del desarrollo también fue redefinida. 
La economía del desarrollo está preocupada por la promoción del crecimiento económico, pero también 
estudia los mecanismos sociales, políticos e institucionales, públicos y privados que es necesario considerar para 
brindar a la población una mejor vida (Thirlwal, 2003).
El desarrollo tiene que ver con la realización de los valores humanos fundamentales y con la búsqueda 
de los mecanismos que permitan extender los frutos de estos valores a la gran mayoría de la población mundial 
(Cypher, 2008).
La nueva corriente de pensamiento puso el acento en el desarrollo de la sociedad y no nada 
más en el desarrollo económico. De esta manera, según Cypher, una sociedad desarrollada 
debería ser aquella en que las personas estuvieran bien alimentadas y vestidas, con acceso 
a una gran variedad de bienes; sería una sociedad sana viviendo en un ambiente saludable. 
Una sociedad desarrollada debería poder disfrutar de tiempo libre y acceso a servicios de 
entretenimiento, una sociedad desarrollada debería estar libre de violencia y discriminación, 
con altos niveles de tolerancia y equidad. En síntesis, una nación desarrollada es una en la cual 
la gran mayoría de su población ha alcanzado altos niveles en su calidad de vida.
La pobreza, la desnutrición, la falta de acceso a servicios sanitarios y de salud, la inequidad, 
la falta de derechos civiles no son problemas menores a los que se enfrentan las sociedades, más 
aún: parece ser que se han vuelto un problema endémico del desarrollo. Duras críticas fueron 
dirigidas al viejo paradigma desarrollista y a los organismos internacionales que implementaron 
políticas de desarrollo sobre la base de sus postulados, Norgaard (1994) fue contundente en 
ese sentido.
El modernismo, y su más reciente manifestación como desarrollo, han traicionado el progreso… 
mientras unos pocos han alcanzado la abundancia material, el agotamiento de los recursos 
y la degradación ambiental han puesto en riesgo y amenazan las esperanzas de todos… La 
Modernización traicionó el progreso al alejarnos y prevenirnos de la búsqueda y el cuidado del 
entretejido de problemas sociales, ambientales, organizacionales y culturales (Norgaard, p. 2).
En 1999, el presidente del Banco Mundial James Wolfensohn y el jefe de asesores 
económicos Joseph Stieglitz reconocieron que la solución a estos problemas era crucial para 
alcanzar un desarrollo global exitoso. La creciente conciencia de estos desafíos llevó a una 
Introducción
18
creciente aceptación de los nuevos conceptos sobre el desarrollo que incorporaban, además de 
los factores sociales y los valores humanos, el cuidado y la interacción con el medio ambiente. 
El desarrollo debería implicar la protección del ambiente y al mismo tiempo lograr la justicia 
social. Éstas eran las bases fundamentales del nuevo paradigma en la teoría del desarrollo, el 
“desarrollo sustentable”, pero… ¿qué significa realmente?
Cuando en 1987 la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo presentó su reporte 
“Our Common Future” (Nuestro Futuro Común), buscaba una solución conceptual que resolviera 
el conflicto entre metas medioambientales y metas del desarrollo formulando una definición de 
desarrollo sostenible. “Desarrollo Sustentable es un tipo de desarrollo que satisface las necesidades del 
presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”. La 
definición ha sido ampliamente criticada desde entonces, pero hay tres aspectos de ésta que han sido 
generalmente aceptados (Harris, 2000).
El factor económico. Un sistema económico sustentable debe ser capaz de producir bienes 
y servicios sobre bases de continuidad que le permitan manejar la gobernabilidad del sistema, 
sin deudas externas, evitando desequilibrios sectoriales extremos que generen daños en la 
agricultura o la producción industrial.
El factor ambiental. Un sistema ambiental sustentable debe mantener estable la base de 
recursos naturales, evitando la sobreexplotación del sistema de recursos renovables y la lesión 
a las funciones medioambientales. Esto debe incluir el mantenimiento y el cuidado de la 
biodiversidad, la estabilidad atmosférica y la preservación de otras funciones del ecosistema 
que no están ordinariamente clasificadas como recursos económicos.
El factor social. Un sistema socialmente sustentable debe alcanzar la distribución equitativa 
y adecuada de los servicios sociales, incluyendo salud y educación, equidad de género, 
transparencia política, así como la búsqueda y la preservación de la justicia y los derechos 
civiles fundamentales.
La definición y sus dimensiones social, ambiental y económica introduce varias 
complicaciones para su operatividad en términos de política pública y ha generado múltiples 
críticas. Sin embargo, el avance respecto del viejo paradigma es significativo. Las tres 
dimensiones subrayan los aspectos más relevantes que deberían considerarse cuando se habla 
de desarrollo.
El debate sobre lo que debe ser el desarrollo de las sociedades está lejos de concluir, los 
conceptos de “desarrollo económico”’, “desarrollo social”, “desarrollo incluyente”, “desarrollo 
humano” y “desarrollo sustentable” solamente dan cuenta de la gran preocupación por contar 
Introducción
19
con un marco analítico que permita explicar y resolver los problemas fundamentales que 
enfrenta la especie humana. La humanidad se encuentra en un momento histórico de grandes 
definiciones. Estamos ante una serie de desafíos que tienen que ver con la perpetuación de 
desequilibrios e inequidades dentro y entre las naciones, un agravamiento de la pobreza, la 
hambruna, las enfermedades y el analfabetismo. Paralelamente se ha producido un mayor 
deterioro de los ecosistemas de los cuales depende en alto grado el bienestar de la especie humana 
y de otras especies. Sin embargo, la integración de ambiente y desarrollo social se está volviendo 
cada vez más una preocupación mundial, y no es para menos, pues estos problemas ameritan que 
se les preste una gran atención. La satisfacción de las necesidades elementales de los humanos, 
la mejora en los estándares de vida para todos, una mejor protección y una mejor administración 
de los ecosistemas son esenciales para un futuro más próspero, seguro y saludable de la especie 
humana de la salud del planeta..
“Desarrollo Sustentable: enfoques, políticas, gestión y desafíos” es un esfuerzo colectivo de la 
comunidad académica del Departamento de Producción Económica, que desde distintas 
perspectivas analíticas se enfoca al tratamiento de una diversidad de problemáticas asociadas 
con el desarrollo y la sustentabilidad económica, social y ecológica. El libro está integrado por 
veinticinco capítulos organizados en ocho secciones. 
La primera sección; Enfoques, conceptos y metodologías, presenta desde una perspectiva 
histórica y analítica del tratamiento que se ha hecho por parte de distintas escuelas de 
pensamiento económico, y desde el campo de la ecología al concepto de ‘desarrollo’. La segunda 
sección: Desarrollo Regional; está integrada por tres trabajos que abordan el problema de la 
pobreza, la desigualdad y la sustentabilidad en el medio rural y urbano. La tercera sección está 
dedicada a dos temas centrales de la Política Económica; la reformahacendaría, la reforma fiscal 
y la política de inversión extranjera, así como sus impactos en el crecimiento. Bajo el título de 
Condiciones de Trabajo y Desarrollo, la sección cuarta aborda dos temas cruciales para México: la 
prevaricación del trabajo y problemas de género asociadas con el desarrollo. La sección quinta 
por tres estudios de caso que exploran la relación entre Salud y Desarrollo. Responsabilidad Social, 
Medio Ambiente y Energía son tres problemas intrínsecamente relacionados que se abordan en 
la sección sexta. La relación entre Educación y Desarrollo se aborda desde distintas niveles y 
perspectivas en tres trabajos que integran la sección séptima. Finalmente la última sección está 
dedicada al tratamiento de la protección de la propiedad intelectual.
Juan Manuel Corona Alcántar 
Coordinador de la edición
Introducción
20
Bibliografía
Cypher, James M., and James, L. Dietz (2008), The process of economic development, Routledge, New York.
Goulet, Denis (1971), The cruel choice: a new concept in the theory of development, Athenaeum, New York
Harris, Jonathan M. (2000), Basic principles of sustainable development. Working paper 00-04. Global 
Development and Environment Institute, Tutfs University, USA. [http://ase.tufts.edu/gdae].
Norgaard, Richard B. (1994), Development Betrayed: The end of progress and a Coevolutionary Revision of the 
Future, Routledge, New York and London.
Roger, Backhouse (1991), A history of modern economic analysis, Basil Blackwell, Oxford, U.K.
Rostow, Walt W. (1960), The Stages of Economic Growth: A Non-Communist Manifesto, Cambridge University 
Press, United Kingdom.
Sachs, D. Jeffrey (2015), The Age of Sustainable Development, Columbia University Press, New York.
Sen, Amartya (1970), Collective choice and social welfare, North-Holand, Elsevier Science Publishing Co., 
New York.
Sen, Amartya (1985), Commodities and Capabilities, Oxford University Press, Delhi New York.
Streeten, Paul, Shhid Burki, Mahbub UI Haq, Norman Hicks, Frances Steward (1981), First things, First: 
Meeting Basic Human Needs in the Developing Countries. World Bank, and Oxford University Press, New 
York.
Theilwall, A. P. (2003), Growth and Development: with special reference to development economics. 
World Commission on Environment and Development (1987), Our Common Future.
Enfoques, conceptos y metodologías
23
Presentación
Entre una respetable cantidad de elementos relevantes en la construcción de las teorías del 
desarrollo, que integran (o excluyen): el individualismo metodológico, el proteccionismo, un 
amplio espectro de regulaciones, el libre mercado, las instituciones, la libertad, la democracia, la 
planificación, el tamaño y formas de intervención del Estado y un amplio etcétera, las escuelas 
del pensamiento social –no sólo económico– tienden a mostrar su carácter competitivo, por 
cuanto representan intereses, valores e instrumentos altamente diferenciados, según la posición 
política de sus valedores1 y según los objetivos sociales perseguidos en cada caso.
El papel de los instrumentos, especialmente en el análisis económico, muy a pesar de la ingenua 
consideración que los percibe como «neutrales», condiciona significativamente la percepción 
de los problemas; o como, con cierto humor, lo planteaba Mark Twain: “Cuando lo único que 
tienes es un martillo, todos los problemas comienzan a parecer clavos” (Citado en Reinert, 2007, p. 
44). Otro tanto ocurre con las elaboraciones teóricas y su utilización o consulta en las más 
importantes universidades o centros de investigación: 
“Durante el ominoso año de 1984 la biblioteca Baker de la Universidad de Harvard desechó todos los 
libros que no se habían consultado durante los últimos diez lustros, entre ellos la mayoría de la colección de 
1 “La economía es una cuestión política. No es, y nunca podrá ser, una ciencia. En economía no hay verdades objetivas 
que puedan ser establecidas sin que medien juicios políticos y, a menudo, éticos. Por lo tanto, al enfrentarse a un razonamiento 
económico, hay que plantearse la antigua pregunta, cui bono? (¿quién se beneficia?) que hizo célebre el estadista y orador 
romano Marco Tulio Cicerón” (Chang, 2014, p 6).
Mercantilismo, algunas teorías heterodoxas 
y el desarrollo
Federico Novelo Urdanivia*
Es una regla general de prudencia que una vez llegados a la cumbre de la grandeza, se arroje 
tras de sí la escala que nos ha servido para trepar, a fin de que otros queden privados de la posibilidad 
de alcanzarnos.
List (1841, p 336).
* Profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana, México.
Federico Novelo Urdanivia
24
libros de Fiedrich List (1789-1846). […] Diez años después, cuando visité a un profesor de Harvard quien 
estaba realizando un trabajo comparativo sobre Adam Smith y Fiedrich List y se lamentó sobre la falta de 
material de este último en la biblioteca Baker le pude explicar la razón, y para demostrárselo le envié por fax 
las páginas iniciales de los libros que necesitaba, con el sello desechado de Harvard claramente estampado en 
la guarda” (Reinert, 2007, p. 11).
Por su parte, J. E. King describe cómo, a partir de los reajustes que sepultan a la institucionalidad 
del New Deal y a la de Bretton Woods, los economistas heterodoxos y seguidores de Keynes, 
Kalecki y Sraffa son expulsados de las principales revistas de economía a nivel mundial, aunque 
con énfasis en las del Reino Unido y de Estados Unidos de América (King, 2009, p. 296 pp.).
En este trabajo no se incluye a todos los heterodoxos, ni siquiera a los más radicales, como 
los marxistas y el llamado padre del institucionalismo, Thorstein Bunde Veblen,2 porque en 
ellos no es visible ninguna preocupación relativa al desarrollo, dentro del capitalismo, más allá 
del ánimo de controversia.
La identidad que, por mucho tiempo, se estableció entre crecimiento y desarrollo ha 
perdido eficacia explicativa, primero, al evolucionar la concepción del segundo, para entenderlo 
como crecimiento con distribución de sus frutos; segundo, como crecimiento con distribución 
y desarrollo humano3 y, tercero, como crecimiento con distribución, desarrollo humano e 
igualdad de resultados y oportunidades.
El propósito del presente trabajo es poner en tensión lo que podría identificarse como la 
génesis de las teorías convencionales (clásica y neoclásica) del desarrollo, desde antes de la 
propuesta originaria de Adam Smith, y oponerle los términos provenientes de las corrientes 
heterodoxas, desde las que llegan del muy lejano y criticado mercantilismo. Por supuesto, 
se trata de aproximaciones que llevan a percibir en términos como riqueza, grandeza o la 
simple prosperidad formas germinales, inacabadas, de lo que alrededor de la cintura del siglo 
XX emergió como la entonces floreciente teoría del desarrollo; ahora habría que emplear el 
plural. Sólo en mentes obtusas cabría imaginar que esta puesta en tensión significa aplicar las 
características actuales de las teorías del desarrollo, como referente, a las ideas que las anteceden 
y que, aquí, ocupan el espacio principal. El procedimiento es otro y descansa en el carácter 
competitivo que –a lo largo de la historia– adorna a la ciencia económica.
2 “Define a las instituciones como principios de acción acerca de cuya estabilidad y finalidad los hombres no tienen 
prácticamente duda alguna. Así, los principios de la utilidad marginal son aceptados tan fácilmente por los individuos sin 
sentido crítico a causa de que parecen estar muy de acuerdo con las instituciones –las formas de conducta acostumbradas y 
convencionales– de una cultura pecuniaria” (Roll, 1955, p. 408).
3 El desarrollo humano se mide por índices relativos al PIB per cápita, a la esperanza de vida al nacer y a la 
reducción del analfabetismo o, alternativamente, a los años de escolaridad promedio.
Mercantilismo, algunas teorías heterodoxas y el desarrollo
25
El desarrollo del texto pretende ser, entre otras cosas, un elogio a la historia y una detenidarevisión de ciertas paradojas. Por ejemplo, al enlistar las máximas políticas que condujeron a 
la grandeza de Inglaterra, Fiedrich List introduce las expresiones de precoz proteccionismo 
y de otras formas de intervención gubernamental, documentables desde el siglo XIV que, ya 
muy avanzado el XVIII, son negadas (o encubiertas) por Adam Smith: “Sólo con Adam Smith 
se añadió una nueva máxima política a las enumeradas, a saber: encubrir la verdadera política de 
Inglaterra mediante las razones y argumentos cosmopolitas inventados por Smith, con objeto de evitar que 
las naciones extranjeras imiten esa política” (List, 1841, p. 336). Desde ese entonces, el capitalismo 
maduro o, si se prefiere, los países ricos han instruido a los que no lo son para que sigan un 
recetario muy distinto a lo que fue la historia de los primeros: “Haced lo que os digo, no lo que 
hice” (Chang, 2013, p. 94).
Como corresponde a un esfuerzo de este tipo, se ofrece un producto polémico en momentos 
y circunstancias en los que el debate pareciera agotarse en las causas, profundidad y efectos de 
la Gran Recesión o en el poco sorprendente descubrimiento de la desigualdad que produce el 
capitalismo. Buen provecho.
I. LA CULTURA GLOBAL DE LA MODERNIDAD: EL LIBERALISMO
“Los fundamentos de una doctrina liberal, por decirlo así, se establecen en el siglo XVI. Existe una 
disciplina social cuyas sanciones son independientes del ideal religioso. Hay un Estado que se basta a sí mismo. 
Una disposición intelectual consciente, quizá un poco inquietamente consciente, de que una limitación del 
derecho especulativo es también una merma al derecho del poder material. Tenemos un nuevo mundo físico, 
tanto en el sentido geográfico como en el ideológico. Como el contenido de la experiencia es nuevo también, se 
requieren postulados nuevos para su interpretación. Su carácter se está ya definiendo en el campo de la teoría 
social no menos que en los de la ciencia y la filosofía. Su contenido es material y de este mundo, en vez de serlo 
espiritual y del venidero. Es expansivo, utilitario, confiado en sí mismo. Pone ante sí el ideal del dominio 
sobre la naturaleza por la razón de la tranquilidad y comodidad que conferirá tal dominio. Es en su esencia el 
punto de vista de una nueva clase que, con su autoridad, está convencida de que puede remoldear los destinos 
del hombre en forma mejor que en el pasado. Ha apuntado la filosofía sobre la que se propone proceder. En el 
periodo siguiente procede sin vacilaciones a su definición más cabal” (Laski, 1939, pp. 74-75).
Según I. Wallerstein, el aglutinante ideológico de la economía-mundo capitalista desde 
1789 hasta 1989 fue el liberalismo (junto con su correlato, aunque no derivado, el cientificismo):
 “Las fechas son bastante exactas. La Revolución francesa marca la entrada del liberalismo al escenario 
político. La caída de los comunismos en 1989 marca su salida […] Las ideologías no eran necesarias ni posibles 
antes de la transformación de la geocultura de la economía mundo capitalista provocada por la Revolución 
francesa y su prolongación napoleónica […] El cambio político era la excepción y debía justificarse en forma 
excepcional; cuando ocurría, no se pensaba que estableciera un precedente para ulteriores cambios.
Federico Novelo Urdanivia
26
El cataclismo desencadenado por la Revolución francesa –un cataclismo que se sintió en Europa entera 
y más allá– transformó esa mentalidad. El pueblo había pasado a ser el soberano. Todos los esfuerzos de los 
«reaccionarios» desde 1815 hasta 1848 no hicieron mayor mella en las nuevas mentalidades. Después de 
1848 nadie volvió siquiera a intentarlo seriamente, al menos hasta hoy. En realidad, el cambio –el cambio 
de todo tipo, incluyendo el cambio político– había pasado a ser normal. Fue precisamente porque esa visión del 
 mundo fue aceptada tan rápido por lo que surgieron las ideologías. Eran los planes de acción política que había 
que seguir a la luz de la normalidad del cambio político y la correlativa creencia en la soberanía popular” 
(Wallerstein, 1996, pp. 95-96).
La normalidad del cambio y el surgimiento de las ideologías, en la acepción de planes de 
acción política, originaron los dos más relevantes derivados del liberalismo; el que hizo acto 
de presencia como reacción inmediata, incluso durante la propia Revolución francesa: el 
conservadurismo, y uno más tardío, que resulta del movimiento revolucionario de 1848: 
el socialismo. La búsqueda del progreso (aunque a distintos ritmos), el protagónico papel de 
la razón, la compañía de la ciencia moderna y aun la aceptación de un relevante papel del 
Estado en materia económica, conformaron el tronco común liberal de cuyas ramas surgió el 
liberalismo propiamente tal y sus rebeldes escoltas a izquierda y derecha.
El sostenido proceso de cambios que se verifica entre la Reforma religiosa y la Revolución 
francesa transita por la secularización del poder, que ha pasado de las manos de la Iglesia a las 
del Príncipe, para –en actos diversos de autorrepresión– ponerse al servicio de unos pocos, 
la nueva clase burguesa que es promotora y beneficiaria de mucho más que la sola vertiente 
económica del liberalismo. Durante el proceso de apropiación burguesa del Estado hay un 
periodo considerable de intervención gubernamental en materia económica, que es el del 
mercantilismo.
I.I. MERCANTILISMO
“El mercantilismo es, por lo tanto, el primer paso que da el nuevo Estado secular en su camino hacia la 
realización cabal del liberalismo. Su aceptación es bien natural. La acción de un gobierno fuerte ha asegurado 
la paz; ¿por qué no ha de obtener también la prosperidad?” (Laski, 1939, p. 52).
La obra más reconocida sobre dicho periodo es la del profesor E. F. Heckscher, La época 
mercantilista, editada por el Fondo de Cultura Económica en 1953. En ella se resaltan cuatro 
características de ese pensamiento económico, que son las siguientes:
En primer lugar destaca que los mercantilistas jamás imaginaron la existencia de una 
tendencia hacia el ajuste automático de la tasa de interés que la estableciera en el nivel adecuado. 
Mercantilismo, algunas teorías heterodoxas y el desarrollo
27
El problema de las altas tasas de interés lo percibieron como el mayor obstáculo para el 
crecimiento de la ocupación y lo explicaron como derivado de la cantidad de dinero y de la 
preferencia por la liquidez. Al procurar aumentar la primera y disminuir la segunda, luchaban 
por el crecimiento de la riqueza de la nación:4 
“La abundancia de dinero hace bajar el precio de la usura o el tipo de interés […] El alto interés deprime 
el comercio, lo que hace a los comerciantes ricos retirarse y colocar su acervo a interés y a los comerciantes de 
menor importancia quebrar” (Heckscher, 1953, pp. 644-646).
La segunda característica relevante del pensamiento mercantilista consiste en que advirtió 
el sofisma de la baratura y los riesgos que implica una competencia excesiva para que la relación 
de intercambio se convierta en adversa para una nación. Heckscher cita a Gerald Maylnes en 
su Lex Mercatoria: 
“Procurad no competir con otros malbaratando para daño de la república, con el pretexto de aumentar el 
comercio; porque el comercio no aumenta cuando los bienes son muy baratos, porque la baratura procede de la corta 
demanda y la escasez de dinero, que hace las cosas baratas; de tal manera que lo contrario aumenta el comercio, 
cuando hay abundancia de dinero y los bienes se vuelven más caros al ser demandados” (Heckscher, 1953, p. 655).
La tercera característica del pensamiento mercantilista consistió en considerar el miedo a 
los bienes y la escasez de dinero como causas de la desocupación. De nuevo Heckscher cita a 
Clement Armstrong, que, en escritos de 1530, formula:
“La gran superabundancia de productos y mercancías de fuera importados todos los años en Inglaterra no sólo 
ha determinado una penuria de dinero, sino que, además, ha arruinado toda la industria que podría haber dado 
trabajoa un gran número de personas del pueblo bajo, permitiéndoles sacar de ese trabajo dinero para pagar sus 
alimentos y bebidas y que hoy se ven obligados a holgar o a vivir de la mendicidad y del robo […] El pensamiento 
mercantilista mataba dos pájaros de un tiro. De una parte, se desembarazaba el país de un sobrante de mercancías, 
en el que, según se creía, radicaba la causa del paro forzoso y que se reputaba perjudicial por todos los conceptos; 
de otra parte aumentaba la cantidad de dinero existente en el país” (Heckscher, 1953, pp. 569-570 y 624).
La cuarta característica es que no evadía la repercusión que el carácter nacionalista de sus 
propuestas había de tener en la tendencia a promover la guerra, al luchar por la ventaja nacional y 
por la fuerza relativa. Es particularmente en este caso donde el papel del Estado, necesariamente 
intervencionista, adquiere la dimensión fundamental que, más tarde, durante la época del amanecer 
de la economía política clásica, con Adam Smith en el origen, se juzgará claramente estorbosa.
4 Para calcular la tasa de interés (i), Keynes (y los mercantilistas) establece(n) la relación de la cantidad de 
dinero (M) con la preferencia por la liquidez (Pl), tal que i = Pl /M. Al crecer M, Ceteris paribus, disminuye i.
Federico Novelo Urdanivia
28
Un libro convicto de ser una indecencia por el gran jurado de Middlesex en la tercera 
década del siglo XVIII y –casi simultáneamente– quemado en Francia, La fábula de las abejas 
de Bernard Mandeville, ofrece una brillante conclusión que, de paso, ilustra lo que bien podría 
percibirse como la política mercantilista del desarrollo:
“Por tanto, el único arte infalible para hacer a una nación feliz y lo que llamamos floreciente, consiste en 
proporcionar a todos la oportunidad de trabajar; para conseguir lo cual el primer cuidado del gobierno debe 
ser promover tan gran variedad de manufacturas, artes y oficios como el ingenio humano pueda inventar; 
y el segundo, estimular la agricultura y la pesca en todas sus ramas, para obligar igualmente a la tierra y al 
hombre a rendir el máximo de su capacidad; pues así como la una es una regla infalible para atraer a una 
nación grandes multitudes de gentes, la otra es el único medio de mantenerlas y alimentarlas. La grandeza y la 
felicidad de las naciones deben esperarse de esta política y no de las frívolas regulaciones de la prodigalidad y 
la frugalidad (que, según las circunstancias de las gentes, tomarán el giro más conveniente); porque déjese que 
el valor del oro y de la plata suba o baje, el bienestar de todas las sociedades dependerá siempre de los frutos 
de la tierra y del trabajo de la gente; ambos juntos son un tesoro más cierto, más inextinguible y más real, que 
el oro del Brasil o la plata de Potosí” (Mandeville, 1729, p. 127).
I.2. ADAM SMITH Y FIEDRICH LIST
“Pero [los argumentos del sistema mercantil] eran sofísticos en suponer que tanto para aumentar 
como para conservar la cantidad de esos metales se necesitaba de más atención por parte del Gobierno que para 
aumentar y conservar cualquier otra mercancía, pues basta la libertad de comercio, sin otra peculiar atención, 
para que la oferta se produzca en las condiciones debidas” (Smith, 1776, p. 381).
A pesar de que en el prólogo del mismo libro de Mandeville, F. B. Kaye sugiere una 
influencia directa sobre la obra de A. Smith (Kaye, 1982, LXXVII), es una sugerencia 
ambivalente, por cuanto el texto de Mandeville recibe una severa crítica en la primera obra 
de Smith y es citado (favorablemente) en los capítulos I, II y X de La riqueza de las naciones:
“El auténtico fundamento de este sistema licencioso se encuentra en algunas doctrinas ascéticas populares 
que florecieron antes de su época, según las cuales la virtud consistía en la completa extirpación y aniquilamiento 
de todas nuestras pasiones. Al Dr. Mandeville le resultó sencillo probar, primero, que esa conquista plena jamás 
tuvo lugar entre los seres humanos, y segundo, que si tenía lugar de manera universal sería perniciosa para la 
sociedad, porque pondría fin a toda industria y comercio, y en cierto sentido a toda la actividad de la vida 
humana. Mediante la primera proposición parecía haber demostrado que no existía realmente la virtud, y 
que lo que pretendía serlo no era más que pura trampa y engaño a la humanidad; y mediante la segunda, que 
los vicios privados eran beneficios públicos, puesto que sin ellos ninguna sociedad podía prosperar o florecer.
Tal es el sistema del Dr. Mandeville, que en su tiempo provocó tanto alboroto en el mundo, y que aunque 
quizá nunca generó más vicio del que habría habido sin él, como mínimo hizo que el vicio, que surgía de otras 
Mercantilismo, algunas teorías heterodoxas y el desarrollo
29
causas, apareciese con más desvergüenza, y proclamó la corrupción de sus motivaciones con una audacia disoluta 
que no se había conocido hasta entonces” (Smith, 1759, pp. 527-528).5
De otro lado, el capítulo I de La riqueza de las naciones, De la división del trabajo, el II, Del 
principio que motiva la división del trabajo y el X, De los salarios y beneficios en los diferentes empleos 
del trabajo y del capital, son espacios en los que se hace un reconocimiento a las aportaciones de 
Mandeville, que van de la creación del término división del trabajo a la propuesta de diferenciar 
los salarios industriales de los rurales (favoreciendo a los primeros). Al respecto, Keynes 
contrasta la cita que se hace de Mandeville líneas atrás con el conocido aforismo de Smith: 
“Compárese con Adam Smith, el precursor de la escuela clásica, quien escribió: «Lo que es prudencia en 
la conducta de toda familia privada escasamente puede ser insensatez en la de un gran reino»; probablemente 
refiriéndose al anterior pasaje de Mandeville” (Keynes, 1936, p. 347 n.).6
La extraordinaria ventaja que en los terrenos económico y comercial alcanzó Inglaterra 
en relación al resto del mundo, descansó en razones previas a la Revolución Industrial y muy 
lejanas de laissez faire. Veamos:
A. Preferir la importación de energía productiva a la importación de artículos,
B. Cultivar y proteger cuidadosamente el auge de la energía productiva,
C. Importar solamente materias primas y productos agrícolas, y exportar solamente artículos 
manufacturados,
D. Utilizar el excedente de energía productiva en la colonización y sumisión de las naciones 
bárbaras,
E. Reservar de modo exclusivo a la metrópoli el abastecimiento de las colonias y países sometidos, 
con artículos manufacturados, comprando en cambio a dichos países sus materias primas y, en 
particular, sus productos coloniales,
5 En este texto, Smith emplea por vez primera su célebre intuición, en relación a los empleos que, para el uso de 
sus tierras, habrán de generar los terratenientes: “Una mano invisible los conduce a realizar casi la misma distribución 
de las cosas necesarias para la vida que habría tenido lugar si la tierra hubiese sido dividida en porciones iguales entre todos 
sus habitantes, y así sin pretenderlo, sin saberlo, promueven el interés de la sociedad y aportan medios para la multiplicación 
de la especie. Cuando la providencia distribuyó la tierra entre unos pocos patronos señoriales, ni olvidó ni abandonó a los que 
parecían haber quedado excluidos del reparto” (Smith, 1759, pp. 324-325).
6 En el presente texto se emplea la traducción de José Ferrater Mora de La fábula… que no carga con los 
errores en que incurrió Eduardo Hornedo, en la que hizo de la Teoría general…, al menos en lo relativo a la cita 
de Mandeville (Cfr. Keynes, J. M., 1973, p. 445).
Federico Novelo Urdanivia
30
F. Atender de modo exclusivo a la navegación costera y al tráfico marítimo entre la metrópoli y 
las colonias, protegiendo las pesquerías marítimas por medio de primas y asegurando la mayor 
participación posible en el tráfico internacional,
G. Fundar de este modo una supremacía y, a base de ella, extender el comercio exterior e 
incrementar incesantemente las posesionescoloniales,
H. Admitir solamente la libertad en el comercio colonial y en la navegación, en cuanto de este modo 
se gane más que se pierda; estipular privilegios marítimos de carácter recíproco, sólo cuando de 
este modo se logre una ventaja por parte de Inglaterra, evitándose que las naciones extranjeras 
instituyan en su propio beneficio ciertas limitaciones a la navegación,
I. Hacer a las naciones independientes extranjeras ciertas concesiones, en orden a la importación 
de productos agrícolas, si a cambio pueden obtenerse concesiones en orden a la exportación de 
productos manufacturados,
J. Cuando tales concesiones no puedan lograrse mediante tratados, llegar al mismo fin recurriendo 
al comercio de contrabando, y
K. Declarar la guerra y estipular alianzas, considerando exclusivamente los intereses industriales, 
comerciales, navieros y coloniales; sacar ventaja de amigos y enemigos; de éstos, interrumpiendo 
su comercio marítimo; de aquellos, arruinando sus manufacturas mediante subsidios que se 
paguen en forma de artículos manufacturados ingleses (List, 1836, pp. 335-336).
Es una historia muy distante del relato dominante, que pretende convertir a Inglaterra 
en la inicial y duradera campeona del libre comercio; sólo lo fue cuando había alcanzado esa 
grandeza, cuando se dispuso a ser, y fue, el obrador del mundo. Ese notable desarrollo se 
hizo acompañar del no tan precoz elogio del individualismo, paradójicamente guiado por un 
poderoso e intangible instrumento:
“Ninguno se propone, por lo general, promover el interés público, ni sabe hasta qué punto lo promueve. 
Cuando prefiere la actividad económica de su país a la extranjera, únicamente considera su seguridad, y cuando 
dirige la primera de tal forma que su producto represente el mayor valor posible, sólo piensa en su ganancia 
propia; pero en éste como en otros muchos casos, es conducido por una mano invisible a promover un fin que no 
entraba en sus intenciones. Mas no implica mal alguno para la sociedad que tal fin no entre a formar parte 
de sus propósitos, pues al perseguir su propio interés, promueve el de la sociedad de una manera más efectiva 
que si esto entrara en sus designios” (Smith, 1776, p. 402).
Mercantilismo, algunas teorías heterodoxas y el desarrollo
31
I.3. ALEXANDER HAMILTON
“Hamilton ha sido uno de esos escasos prácticos de la política económica que consideran importante 
aprender más economía analítica que el poco de erudición a la violeta que tan buenos servicios presta al dirigirse 
a auditorios de cierto tipo” (Schumpeter, 1954, p. 242 n.).
Entre los llamados vástagos de Europa occidental (Australia, Canadá y Estados Unidos)7 
destaca el último, no sólo por mantener –hasta la fecha– un prolongado liderazgo económico 
internacional, sino porque su historia económica se parece muy poco a los consejos de libre 
mercado que hoy ofrece al populoso espacio del no desarrollo. Al proponer, en el fin del siglo 
XVIII, el fomento de la manufactura en Estados Unidos, Alexander Hamilton, secretario del 
Tesoro, enumeró los medios para lograrlo:
IMPUESTOS PROTECCIONISTAS: IMPUESTOS SOBRE LOS ARTÍCULOS 
EXTRANJEROS QUE COMPITEN CON LOS ARTÍCULOS NACIONALES QUE HAN DE 
SER FOMENTADOS.
La conveniencia de esta clase de fomento es un tema sobre el cual no debe extenderse, ya que no sólo es el claro 
resultado de innumerables asuntos que se han sugerido, sino que, además, se encuentra sancionado en las 
leyes de los Estados Unidos en diversidad de casos; asimismo, tiene la ventaja de ser una fuente de ingresos.
SUBVENCIONES MONETARIAS.
La subvención monetaria se ha considerado uno de los medios más efectivos para alentar la producción de 
manufacturas, y es, en algunos aspectos, el mejor. Se trata de una forma de fomento más positiva y directa 
que cualquier otra y, por ello, puede, de un modo más inmediato, estimular y mantener nuevas empresas, 
aumentando la posibilidad de ganancia y disminuyendo los riesgos de pérdida en los primeros intentos.
Evita la inconveniencia de aumentar temporalmente el precio, que afectaría en otros aspectos 
de la producción; o bien causa efectos en menor escala, sea evitando incrementar los cargos sobre el 
artículo extranjero, como en el caso de los impuestos proteccionistas, sea elevando muy poco los cargos. 
Las subvenciones no tienden, como los altos impuestos proteccionistas, a producir escasez. A menudo, las 
subvenciones no sólo son el mejor recurso, sino el único capaz de unir el incentivo de un nuevo producto 
de la agricultura con un nuevo producto de la industria.
7 El descriptivo término proviene de Angus Maddison (Maddison, 1991, p. 11), y corresponde al efecto 
directo que la Revolución Industrial tuvo sobre algunas colonias; también se emplea la traducción de Retoños de 
Occidente, que incluye a Nueva Zelanda (Bértola y Ocampo, 2013, p. 16).
Federico Novelo Urdanivia
32
No debe olvidarse que un impuesto sobre la importación de un artículo no puede apoyar de otra 
manera a la producción doméstica más que dando a esta última grandes ventajas en el mercado nacional. 
No puede tener influencia sobre las ventas provechosas de un artículo que se produce en los mercados 
extranjeros y, por ello, tampoco en el fomento de su exportación.
La verdadera manera de conciliar estos dos intereses es aplicar un impuesto a las manufacturas 
extranjeras del material, deseando que se aliente su crecimiento, y aplicar el producto de ese impuesto 
por medio de subvenciones, sea a la producción del material mismo, sea a la manufactura nacional, o 
sobre ambas.
Salvo las formas más ordinarias y sencillas de propiedad de la industria, o aquellas para las que hay 
ventajas locales de importancia, las subvenciones monetarias son, la mayoría de las veces, indispensables 
para el establecimiento de una nueva rama.
GRATIFICACIONES.
Las gratificaciones sirven para premiar algún desempeño de excelencia o superioridad, algún ejercicio 
o habilidad extraordinaria, y sólo se otorgan en pocos casos. Sin embargo, su efecto es el de alentar el 
esfuerzo general; creadas para ser tanto honorarias como lucrativas, las gratificaciones se dirigen a 
diferentes sentimientos: tocan tanto las cuerdas de la competencia como las del interés. Son, asimismo, 
un medio para estimular, a bajo costo, la empresa de toda la comunidad.
FOMENTO A LOS NUEVOS INVENTOS Y DESCUBRIMIENTOS EN LA NACIÓN, Y LA 
INTRODUCCIÓN EN ESTADOS UNIDOS DE LOS QUE SE PUEDAN REALIZAR EN 
OTROS PAÍSES, EN ESPECIAL LOS RELACIONADOS CON LA MAQUINARIA.
Éste se encuentra entre las contribuciones más útiles e imprescindibles que se puedan hacer a la producción 
de manufacturas. Los medios que suelen aplicarse a este fomento son las recompensas pecuniarias y, por 
algún tiempo, las concesiones de patentes exclusivas. Las primeras deben emplearse de conformidad con 
la ocasión, así como con la utilidad del invento o descubrimiento. Las últimas, en tanto protección para 
“los autores e inventores”, tal como lo señala el ordenamiento de la ley.
REGLAMENTACIONES SENSATAS PARA EL CONTROL DE CALIDAD DE LOS 
PRODUCTOS MANUFACTURADOS.
Éstas no se encuentran entre los medios menos importantes para promover el éxito de las manufacturas. 
En muchos casos se trata, a decir verdad, de uno de los más relevantes. Al prevenir los fraudes entre 
los consumidores nacionales y los exportadores a otras naciones, al mejorar la calidad y al conservar los 
Mercantilismo, algunas teorías heterodoxas y el desarrollo
33
rasgos de las manufacturas nacionales, no puede dejar de contribuir a su venta provechosa y expedita, 
así como evitar la competencia ventajosa de otras partes (Hamilton, 1795, p. 161-162).
Vale la pena preguntar: ¿cuántas de estas medidas le serían hoy permitidas a un país no 
desarrollado? Ninguna. No es un dato menor el recordar que estas propuestas de Hamilton 
se convirtieron en una importante inspiración para Fiedrich List, particularmente para el 
establecimiento, en 1833, de la Zollverein (liga aduanera alemana), que es casi40 años anterior 
al Reich alemán (Gazol, 2005, p. 31).
I.4. DAVID RICARDO Y ROBERT THOMAS MALTHUS
“¡Si Malthus y no Ricardo hubiera sido el tronco del que brotó la ciencia económica del siglo 
XIX, cuánto más sabio y rico sería hoy el mundo!” (Keynes, 1922, p. 146).
Ricardo, cuyos esfuerzos teóricos se diferencian de los de Adam Smith por cuanto 
concentró sus elaboraciones en explicar la forma en la que la riqueza se distribuye entre 
los agentes, y no sólo en las causas por las que llega a existir, compartió con éste una sólida 
confianza en los beneficios del libre comercio. Los agentes económicos de Ricardo, son: los 
propietarios de la tierra, que la arriendan, la clase trabajadora que presta sus servicios a cambio 
de un salario, y la clase capitalista, que alquila la tierra, da trabajo a los obreros y organiza el 
proceso productivo; convertido en modelo, este enfoque presenta algunas restricciones: un solo 
producto (el trigo), la identidad de la inversión con el fondo de salarios y una duración anual 
del proceso productivo. La formalización descansa en un elemental sistema de ecuaciones:
1.1 X = f (N), con las siguientes características:
b. f´(1)>´x
c. f´´(N) < 0
1.2 R = f (N) – Nf´(N),
1.3 W = NX,
1.4 K = W,
1.5 P = X – R – W,
Federico Novelo Urdanivia
34
Donde:
X indica la cantidad de grano producida durante el periodo de producción, N el número 
de trabajadores empleados, R las rentas totales, W los salarios totales, K el capital circulante, 
P los beneficios y x el salario unitario. La ecuación (1.1) representa la función de producción 
del sistema y el significado de las características es:
a. Consiste en que si no empleamos trabajador alguno, la producción que se obtiene 
puede ser cero o positiva,
b. Significa que cuando comenzamos el proceso productivo, con el primer trabajador 
obtenemos una producción de grano que es al menos superior a la cantidad ´x, que 
representa el “salario de subsistencia”, y
c. Significa que la producción se realiza con rendimientos de escala decrecientes (en obsequio 
de la racionalidad empresarial, que comienza a producir en los ámbitos más rentables –lo 
que, para el modelo, equivale al uso inicial de las tierras con mayor fertilidad–).
Si se observa el modelo formado por las ecuaciones de 1.1 a 1.5, resulta evidente que 
es incompleto, ya que está constituido por cinco ecuaciones y tiene siete incógnitas. Para 
completarlo, se añaden las dos ecuaciones siguientes:
1.6 N= N´,
1.7 K = K´,
Donde:
N´ y K´ representan respectivamente las cantidades disponibles de trabajo y de capital. 
La condición prevista por Ricardo, en el ánimo de alcanzar la estabilidad de todo el sistema, 
consiste en que el salario pagado sea igual al salario de subsistencia (x = ´x), de donde resulta 
la última ecuación necesaria para el equilibrio natural:
1.8 x = ´x
En este equilibrio natural, el número de trabajadores y, por lo tanto, la población, es una 
variable determinada por el propio sistema económico; más específicamente, por el nivel de 
ingreso, de forma que si éste aumenta (x>´x), la población crecerá y, al contrario (si x< ´x), 
disminuirá (Pasinetti, 1984, pp. 19-318).
8 “Cuando el precio de mercado de la mano de obra es superior al natural, la situación del trabajador es floreciente 
y próspera, pues puede disponer de mayor cantidad de artículos de primera necesidad y de satisfacciones y, por lo tanto, 
mantener una familia numerosa. Sin embargo, cuando, debido al estímulo que los salarios elevados proporcionan para el 
incremento de la población, aumenta el número de trabajadores, los salarios vuelven a su precio natural y a veces hasta bajan 
más, en virtud de una reacción” (Ricardo, 1817, capítulo V, p. 98).
Mercantilismo, algunas teorías heterodoxas y el desarrollo
35
Entre los elementos fundamentales de la teoría del desarrollo, desde cualquier enfoque 
actual, la demanda efectiva ocupa un sitio de la mayor relevancia, aunque no siempre ha sido así:
“Ricardo conquistó a Inglaterra de una manera tan cabal como la Santa Inquisición a España. Su 
teoría no fue aceptada sólo por la City, los estadistas y el mundo académico, sino que la controversia se detuvo 
y el punto de vista contrario desapareció completamente y dejó de estudiarse. El gran enigma de la demanda 
efectiva, con el que Malthus había luchado, se desvaneció de la literatura económica. Ni una sola vez puede 
verse mencionado en cualquiera de los trabajos de Marshall, Edgeworth y el profesor Pigou, de cuyas manos 
ha recibido su mayor madurez la teoría clásica. Sólo pudo vivir furtivamente disfrazada, en las regiones del 
bajo mundo de Carlos Marx, Silvio Gesell y el mayor Douglas” (Keynes, 1936, p. 43).
Este principio, o enigma, exclusivamente referido a la demanda de bienes de consumo en 
la versión malthusiana, aparece como elemento crítico, heterodoxo, en la correspondencia entre 
David Ricardo y Robert Thomas Malthus, rescatada por P. Sraffa y citada por J. M. Keynes:
“El 24 de enero de 1817, Ricardo escribió la siguiente carta a Malthus:
Me parece que una causa fundamental de nuestras divergencias sobre la cuestión que tan a menudo hemos 
discutido es que tú siempre tienes en mente los efectos inmediatos y temporales de las mutaciones particulares, 
mientras que yo dejo a un lado esos efectos inmediatos y temporales y concentro toda mi atención en el permanente 
estado de cosas que resulta de ellos. Tal vez tú concedas un peso excesivo a esos efectos temporales, mientras que 
yo me siento inclinado a infravalorarlos. Para tratar correctamente el asunto sería necesario diferenciarlos y 
citarlos cuidadosamente, adscribiendo a cada uno los debidos efectos.
Dos días después, Malthus respondió:
Estoy de acuerdo contigo en que una causa de nuestra diferencia de opinión es la que tú mencionas. Es 
verdad que tiendo a referirme con frecuencia a las cosas tal como son, como única vía para hacer que mis 
escritos sean prácticamente útiles a la sociedad, y creo también, como única vía que me preserve de caer en 
los errores de los sastres de Laputa, de modo que partiendo de un pequeño error se llegaría a conclusiones 
alejadísimas de la verdad. Por lo demás, creo realmente que el progreso de la sociedad consiste en movimientos 
irregulares, y que omitir las consideraciones de causa, que durante ocho o diez años darán un fuerte impulso a 
la producción y a la población, o serán un freno para ellas, es omitir las causas de la riqueza y de la pobreza 
de las naciones, que es el gran objeto de las investigaciones de la economía política. Un escritor puede hacer 
cuantas hipótesis le plazca, pero si supone lo que no es prácticamente verdadero, excluye la posibilidad de sacar 
de sus hipótesis una conclusión práctica. En tu ensayo sobre los beneficios, supones que los salarios reales del 
trabajo se mantienen constantes, pero puesto que varían con cada modificación del precio de las mercancías 
(mientras nominalmente siguen iguales) y, en realidad, son variables como los beneficios, no hay ninguna 
posibilidad de que tus deducciones sean exactas en cuanto aplicadas al estado efectivo de las cosas. En todos 
los países de nuestro entorno, y particularmente en el nuestro, vemos periodos de mayor o menor prosperidad 
y a veces de adversidad, nunca el progreso uniforme que tú pareces únicamente contemplar. Pero hay todavía 
otra causa más específica de divergencia entre nosotros. Tú pareces creer que las necesidades y los gustos de la 
humanidad están siempre a punto para la oferta, mientras que yo soy rotundamente de la opinión que pocas 
cosas hay más difíciles que inspirar nuevos gustos y necesidades, especialmente con viejas materias primas; que 
uno de los grandes elementos de la demanda es el valor que la gente atribuye a las mercancías, y que, cuanto 
Federico Novelo Urdanivia
36
más plenamente se adapte la oferta a la demanda, tanto mayor será este valor, y por lo tanto mayor será el 
número de días de trabajo que intercambiará […] Estoy profundamente convencidode que prácticamente 
el actual obstáculo para la producción y la población surge más de la carencia de estímulo que de la carencia de 
capacidad de producción”(Keynes, 1922 , pp. 106-108).
La relevancia de la demanda efectiva, ampliada a la de bienes intermedios y de inversión, 
es imposible de exagerar. Con ella, la economía cambia el núcleo duro de su problema; si 
en las preocupaciones de Smith y Ricardo (por no hablar de Lionel Robbins y su peculiar 
definición de la economía) éste era el de la escasez, con la notable evolución del producto en 
años posteriores, se hará presente el problema de la abundancia, de la dificultad creciente para 
realizar la totalidad del valor producido, con la que se desalienta la inversión, el empleo y el 
crecimiento del ingreso. El talento de Malthus se hace visible en la adelantada comprensión 
de este relevante cambio de problemática.
I.5. JOHN STUART MILL
“Kant señaló una vez que «del retorcido tronco de la humanidad no ha salido nunca nada derecho». Mill 
creía profundamente en esta afirmación” (Berlin, 1959, p. 349).
Las iniciales razones por las que J. S. Mill toma un sitio entre los teóricos heterodoxos 
del desarrollo están relacionadas con una metamorfosis en la percepción que tiene sobre el 
socialismo,10 la propiedad y la distribución, y sobre el futuro (probable) de las clases trabajadoras. 
Sobre el primero, se hace visible un leve cambio, en sentido favorable, entre 1848 y 1852:
“En primer lugar, es por desgracia muy cierto que el salario del trabajador ordinario es en todos los 
países de Europa insuficiente para satisfacer en una medida tolerable las necesidades físicas y morales de la 
población. Pero cuando se alega además que esta remuneración insuficiente tiende a disminuir; que existe, 
usando las palabras de M. Louis Blanc, «une baisse continue des salaires», la afirmación no está de acuerdo 
con la información exacta que poseemos, y con muchos hechos notorios. Falta probar que exista algún país en 
el mundo civilizado en el cual los salarios ordinarios del trabajo, ya se estimen en dinero o en artículos de 
consumo, declinan; mientras en muchos es indudable que aumentan, si se consideran en su conjunto; aumento 
que se hace cada día, no más lento, sino más rápido […] Es, pues, el comunismo el que ha de probar, mediante 
un experimento de carácter práctico, si puede llegar a inculcar esa educación. Sólo la experiencia puede mostrar 
si existe ya una parte de la población cuyo nivel moral sea lo suficientemente alto para realizar con éxito el 
9 La conferencia de Isaiah Berlin, John Stuart Mill y los fines de la vida (1959) es el prólogo de Mill, 1859, 
editado en 1997 por Alianza Editorial.
10 Cabe aclarar que Mill conoció mucho de las elaboraciones de los socialistas utópicos franceses y prácticamente 
nada del marxismo.
Mercantilismo, algunas teorías heterodoxas y el desarrollo
37
comunismo y para inculcar a la generación siguiente a la suya la educación necesaria para mantener ese alto 
nivel en forma permanente. Si las asociaciones comunistas prueban que pueden ser duraderas y prósperas 
se multiplicarán y probablemente serán adoptadas por partes sucesivas de la población de los países más 
adelantados a medida que vayan haciéndose más propias por su moral para esta forma de vida” (Mill, 1871, 
pp. 842 y 844).
Respecto a la propiedad:
“Pero aunque, por las razones indicadas, es de suponer que la propiedad individual existirá aún durante 
mucho tiempo, aunque sólo sea en forma provisional, no por ello hemos de concluir que ha de existir durante 
todo este tiempo sin modificación alguna. Por el contrario, aquellos que derivan el mayor beneficio de las leyes 
sobre la propiedad, están a un mismo tiempo interesados y obligados a examinar con imparcialidad todas 
aquellas proposiciones que tiendan a hacer de alguna manera que esas leyes sean menos onerosas para la mayoría.
Una de las equivocaciones que se cometen con más frecuencia, y de las cuales se derivan los mayores 
errores de carácter práctico en los asuntos humanos, es la de suponer que un mismo nombre representa siempre 
el mismo conjunto de ideas. Ninguna palabra ha sido objeto en mayor grado de esta clase de incomprensión 
que la palabra propiedad. Significa, en cualquier estado de la sociedad, el poder más amplio para usar o 
controlar exclusivamente las cosas (y por desgracia algunas veces las personas) que la ley concede o que reconoce 
la costumbre en ese estado de la sociedad; pero esas facultades de uso y control exclusivo son muy diversas y 
difieren mucho en los distintos países y en diferentes estados de la sociedad.
El concepto de propiedad no es algo idéntico a sí mismo en el curso de la historia, que no pueda alterarse, 
sino que es variable como todas las demás creaciones del espíritu humano; en cualquier época determinada no 
es otra cosa que una expresión condensada que indica los derechos que la ley o la costumbre de una sociedad 
determinada conceden sobre las cosas en esa época precisa; pero ni sobre este punto ni sobre ningún otro puede 
la ley y la costumbre de una época y un lugar determinados reclamar el derecho a permanecer estereotipadas 
para siempre. El hecho que la adopción de una determinada reforma de las leyes y las costumbres implique no 
la adaptación de los asuntos humanos al concepto existente de la propiedad, sino la de éste a las ideas existentes 
sobre el desarrollo y el mejoramiento de la humanidad, no supone que la reforma en cuestión sea por necesidad 
censurable” (Mill, 1871, pp. 846-847).
Y sobre el futuro de las clases trabajadoras:
“Los pobres han soltado las andaderas y no se les puede gobernar o tratar como si fueran niños. Su destino 
tiene que depender en lo sucesivo de sus propias cualidades. Las naciones modernas tendrán que aprender la 
lección de que el bienestar de un pueblo se ha de lograr por medio de la justicia y la libertad de los ciudadanos. 
La teoría de la dependencia intenta hacer que no sean necesarias esas cualidades en las clases subordinadas. 
Pero ahora, cuando incluso en lo referente a su situación son cada día menos subalternas y sus espíritus cada 
vez menos conformes con el grado de dependencia que aún resta, son las virtudes de la independencia las que 
más necesitan. De ahora en adelante, los consejos, las exhortaciones, las normas de conducta que se propongan, 
tienen que ofrecérseles de igual a igual y aceptarlas ellos con los ojos bien abiertos. La perspectiva del futuro 
depende del grado en que pueda convertírseles en seres racionales” (Mill, 1871, p. 648).
Federico Novelo Urdanivia
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Si estos temas y, muy especialmente, la forma de abordarlos, representan un punto de 
inflexión en la forma de pensar de John Stuart Mill, digamos, en relación a la primera versión 
(1848) de sus Principios, ¿qué ocurrió para operar en él tamaña metamorfosis? Apareció una 
creciente influencia, amistosa y sentimental:
“Fue durante este periodo de mi evolución mental que ahora había alcanzado, cuando entablé la amistad 
que ha sido el honor y la bendición principal de mi existencia, así como la fuente de gran parte de lo que he 
intentado hacer y espero realizar de ahora en adelante en favor de la mejora del género humano. Fui presentado 
por primera vez a la dama que, después de una amistad de veinte años, consintió en ser mi esposa, en 1830, 
cuando yo tenía veinticinco, y ella veintitrés años. Se renovó así una vieja amistad con la familia de su marido, 
cuyo abuelo vivía en una casa vecina a la de mi padre, en Newington Green” (Mill, 1873, p. 18211). La dama 
era Harriet Hardy Taylor Mill: “… una mujer autodidacta, fue una rompedora en su comportamiento 
personal y en su pensamiento con la ortodoxia del siglo XIX. Escribió tres ensayos –La liberación de las 
mujeres (1851), El matrimonio y el divorcio (1831) y –al lado de Mill– Ensayo sobre la igualdad de los sexos 
(1951)– y focalizó cuatro aspectos generales de análisis en los que estructuró sus reflexiones. El primer semblante 
que consideróimportante examinar trataba sobre las actitudes personales acordes con una sociedad moderna, 
con la finalidad de romper con el conformismo social que reprimía el desarrollo intelectual de una parte de la 
población: los individuos faltos de oportunidades y de derechos, independientemente de su sexo. En concreto, 
era la educación la cuestión primordial y la base que podría impulsar el crecimiento personal que empujaría a 
todos los sujetos a desplegar nuevas expectativas vitales. En el caso de las mujeres era la salvación para poder 
traspasar las fronteras de la vida familiar, a las que estaban condenadas, dirigiendo sus ambiciones hacia 
nuevas perspectivas que, hasta entonces, estaban bajo el dominio masculino.
La segunda meditación sobre la que versaron sus escritos recayó sobre la urgencia de permitir a las mujeres 
el acceso a la educación secundaria y universitaria para adquirir y desarrollar las capacidades formativas 
que facilitarían su entrada profesional en el mercado de trabajo, en igualdad de competencia con los hombres.
La tercera cuestión que captó su atención era la conveniencia de legislar el divorcio, como una posibilidad 
real de un desacertado matrimonio, derivado, en parte, de la deficiente normativa que regulaba las relaciones 
matrimoniales construidas sobre la dependencia económica y social de las mujeres. La cuarta instancia que 
ocupó sus pensamientos, de más profundo calado porque incluía encaminar la consecución de todas las demás, 
hizo hincapié sobre el derecho al sufragio universal, así como la necesidad de abrir el camino a la participación 
de las mujeres y de los hombres de color en la gestión pública” (Gallego, 2007, p. 79).
Con tan notables cualidades, no debe extrañar el carácter apologético con el que Mill se 
refería a su esposa; aunque, además, existió otra importante razón:
“El sustrato psicológico de esta apología tan elaboradamente formal tenía de hecho una gran fuerza, 
rayana incluso en lo sensacional. Pues lo que en realidad quería decir John Stuart Mill era que cuando conoció 
11 “El capítulo de la Economía política que ha tenido más influencia en la opinión pública –el que habla del probable 
futuro de las clases trabajadoras- se lo debo enteramente a ella (a Harriet Hardy Taylor Mill)” (Mill, 1873, p. 235).
Mercantilismo, algunas teorías heterodoxas y el desarrollo
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a Harriet, encontró en ella a alguien que supo emanciparlo; emanciparlo de la esclavitud paterna” (Schama, 
2004, p. 188).12
Es conocida la obsesión de James Mill, padre de John Stuart, para hacer del mayor de 
sus nueve hijos 
“… una copia exacta de su persona. El padre se había empeñado con todas sus fuerzas en difundir el 
credo utilitario de su amigo y mentor Jeremy Bentham consistente en alcanzar el «máximo de felicidad para 
el mayor número posible» de seres humanos. Partiendo del presupuesto de que el hombre es una especie de 
manojo de receptores sensoriales que respondían tanto al placer como al dolor, el legislador ilustrado debía 
intentar maximizar el primero y minimizar el segundo. Por primera vez los males, materiales y morales, que 
afectaban a la humanidad iban a ser objeto de un análisis sistemático y científico: se mediría su magnitud, se 
diagnosticarían sus causas y se prescribirían los remedios oportunos. Se redactaría un informe y se haría una 
serie de recomendaciones para legislar; se procedería a reclutar un grupo de inspectores a sueldo que velara por 
la ejecución del proceso y la puesta en marcha de la ley. Hasta entonces, los imperios habían sido gobernados 
por la fuerza. El imperio británico sería gobernado por el conocimiento. James Mill se había convertido en 
un candidato al puesto en el Departamento de Inspectores tras publicar una Historia de la India británica 
(1817) larguísima, por no decir ilegible debido a su carácter exhaustivo.
John Stuart Mill tenía apenas once años cuando la obra magna de su padre fue presentada al mundo. 
Pero su adiestramiento para convertirse en uno de los propagadores de la felicidad había empezado mucho 
antes. Como la mente de un niño es comparable a una superficie de cera suave y blanda, totalmente vacía 
pero perfectamente receptiva, la instrucción no debía comenzarse demasiado pronto. A juicio de James, tres 
años era más o menos la edad correcta para enseñar el griego a su hijo. A las Fábulas de Esopo (en versión 
original) siguieron rápidamente Platón, Heródoto (en su totalidad) y Jenofonte. La aritmética era mucho 
menos divertida, pero a los ocho años llegarían el latín, la Historia de Roma desde su creación hasta la 
Commonwealth (1738-1771) de Nathaniel Hooke y una Visión histórica del gobierno inglés desde el 
asentamiento anglosajón hasta la ascensión al trono de los Estuardo (1787) de John Millar para alivio 
de la criatura. Los Mill residían en el barrio favorito de los radicales reformistas y feministas, en el Stoke 
Newington Green del doctor Price. Y fue durante los paseos por sus zonas verdes y en el transcurso de largas 
caminatas por lo que todavía era campo abierto cuando Mill padre instruyó a su hijo, ya de diez años, en 
materias tales como el cálculo diferencial, las leyes agrarias romanas o el análisis de la retórica griega. Cuando 
su padre fue nombrado para el puesto de la Compañía de las Indias Orientales, a John Stuart le tocó encargarse 
de la instrucción de sus hermanos pequeños. En su tiempo libre, entre la lectura de las pruebas de la Historia 
12 La dedicatoria de su ensayo extraordinario, Sobre la libertad, describe esos sentimientos: “A la querida y llorada 
memoria de la que fue inspiradora, y en parte autora, de lo mejor que hay en mis obras, a la memoria de la amiga y de 
la esposa, cuyo exaltado sentido de lo verdadero y de lo justo fue mi estímulo más vivo, y cuya aprobación fue mi principal 
recompensa, dedico este volumen. Como todo lo que he escrito desde hace muchos años, es tanto suyo como mío; pero la obra, 
tal cual está, no tiene, sino en un grado muy insuficiente, la inestimable ventaja de haber sido revisada por ella; algunas 
de sus partes más importantes se reservaron para un segundo y más cuidadoso examen, que ya nunca han de recibir. Si yo 
fuera capaz de interpretar para el mundo la mitad de los grandes pensamientos y nobles sentimientos enterrados con ella, 
le prestaría un beneficio más grande que el que verosímilmente pueda derivarse de todo cuanto yo pueda escribir sin la 
inspiración y la asistencia de su sin rival discreción” (Mill, 1859, p. 56).
Federico Novelo Urdanivia
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de la India británica de su padre y el estudio de la economía política y la lógica, se dedicaba a hurtadillas a 
la pequeña literatura, principalmente Shakespeare. A los catorce años le concedieron la oportunidad de realizar 
un viaje a Chateu Pompignon, cerca de Toulouse, pero cuando regresó, se reanudó la instrucción intensiva e 
implacable de su padre.
James Mill tuvo un éxito pasmoso en su empeño por convertir a John Stuart en una máquina pensante 
provista de todo tipo de conocimientos imaginables y con sus capacidades de cálculo y de cómputo perfectamente 
calibradas. Sin embargo, también había forjado una criatura que ya se sentía abrumada por la responsabilidad 
de la misión asignada de «saber todo lo importante», temerosa de su inflexible y severo padre y atormentada 
por el miedo a su falta de idoneidad. Pero al menos, según creía, había recibido los cimientos de la sabiduría 
y la vocación de la virtud” (Schama, 2004, pp. 188-190).
Esta peculiar niñez explica, al menos, cuatro cuestiones en la vida y ocupaciones de John 
Stuart Mill: la total carencia de cualquier cosa parecida al sentido del humor, su interés por la 
psicología, la pasión por Harriet (su emancipadora) y la elaboración del ensayo Sobre la libertad. 
Es éste un trabajo de una profundidad tan notable como la rebeldía que muestra frente a la 
dictadura de las mayorías, la opresión sobre la libertad de pensamiento y discusión, la negación 
de la individualidad y la autoridad de la sociedad

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