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Programa Institucional Estado y Sociedad en el Perú de Ingreso Medio Esta publicación se llevó a cabo con la ayuda de una subvención del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo, Canadá, bajo la iniciativa Think Thank. Libro sometido a doble lectura de pares anónimos. Serie: Perú Problema, 68 © IEP Instituto de Estudios Peruanos Horacio Urteaga 694, Lima 15072 Telf.: (51-1) 200-8500 www.iep.org.pe ISBN eBook: 978-612-326-161-0 Primera edición digital: Lima, marzo de 2022 Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú: 2022-02011 Registro del proyecto editorial en la Biblioteca Nacional del Perú: 31501132200134 Corrección de pruebas: Daniel Soria Diagramación: Silvana Lizarbe Carátula: Apollo Studio Ajuste arte carátula: Gino Becerra Asistente de edición: Yisleny López Cuidado de edición: Odín del Pozo Prohibida la reproducción total o parcial de cualquier parte de este libro sin permiso del Instituto de Estudios Peruanos Reátegui, Luciana ¿De qué colegio eres?: la reproducción de la clase alta en el Perú / Luciana Reátegui, Álvaro Grompone Velásquez y Mauricio Rentería. Lima, IEP, 2022. (Perú Problema, 68) 1. CLASES SOCIALES; 2. CLASE ALTA; 3. DOMINACIÓN; 4. COLEGIOS; 5. EDUCACIÓN PRIVADA; 6. ASPECTOS ECONÓMICOS; 7. ASPECTOS SOCIALES; 8. PERÚ W/02.04.01/P/68 La licencia de este libro se ha otorgado a LIBRE, ÍNDICE AGRADECIMIENTOS INTRODUCCIÓN Capítulo 1. ¿Cómo nos aproximamos a la clase alta? Reproducción social mediada por la escuela Habitus y reproducción social Capítulo 2. ¿Qué tienen en común los miembros de la clase alta? Capítulo 3. El colegio como espacio de excelencia El enfoque internacional y cosmopolita Tradicionalismo y valores La amplia oferta de actividades y el cultivo concertado ¿Quiénes acceden a estos colegios? Admisión y cierre social Capítulo 4. ¿Para quiénes están hechos estos colegios? Familias y reproducción social Juntos y apartados El cultivo de las formas Devotas y héroes Capítulo 5. ¿Qué le da el colegio a estas familias fuera de lo académico? El colegio como estilo de vida Consolidación como grupo: fiestas y espacios exclusivos La homogamia: de amistades a contratos matrimoniales La construcción del género Las fronteras simbólicas, o cómo distinguir quién es o no de clase alta Capítulo 6. La universidad, un espacio liminal Familiaridad universitaria Salir de la burbuja Participación sin incorporación Capítulo 7. La reproducción consolidada la trayectoria postuniversidad El acceso a la esfera laboral y la movilización de redes familiares El colegio como señal en el mercado laboral La extensión de la trayectoria académica: los estudios de posgrado La compleja tensión entre los privilegios y el esfuerzo Reflexiones finales o ¿de qué colegio eres? Bibliografía La licencia de este libro se ha otorgado a LIBRE, AGRADECIMIENTOS E ste libro no hubiese sido posible sin todas las personas que nos brindaron su apoyo en distintas etapas de la investigación. En primer lugar, queremos agradecer al Instituto de Estudios Peruanos (IEP), ya que nos dio un espacio propicio para perseguir nuestras inquietudes académicas y ponerlas en discusión con nuestros colegas. Fue particularmente importante el apoyo y confianza de Ricardo Cuenca, Patricia Zárate y Marisa Remy. No podemos dejar de mencionar las constantes discusiones en torno a este estudio que tuvimos con nuestros colegas, pero, sobre todo, amigos del “socavón”: Carlos Urrutia, Diego Sánchez, Kathia Albújar, Pámela Cantuarias y Rodrigo Gil. Fueron ellos quienes acompañaron de cerca todo el proceso de investigación y soportaron nuestros constantes cuestionamientos y ganas de conversar sobre lo que íbamos encontrando. Finalmente, fue indispensable contar con personas que contribuyeron de distintas maneras en la realización del estudio: Andrea García, Andrea Román, Gonzalo Villanueva, Francisco Durand, Lucía Otero, Micaela Reátegui, Nicolás Valdés, Patricia Amat, Paula Velásquez, Silvana Freire y Talía Celi. La licencia de este libro se ha otorgado a LIBRE, La ascensión de los privilegiados es un fenómeno angustioso, pero inevitable: solo en las utopías no existe. Es deber del justo hacer la guerra a todo privilegio inmerecido, pero no debemos olvidar que se trata de una guerra sin fin. Donde hay poder ejercido por pocos, o por uno solo, contra muchos, el privilegio nace y prolifera, aun contra el deseo del poder mismo; pero es normal que el poder lo proteja y lo estimule. Primo Levi La licencia de este libro se ha otorgado a LIBRE, INTRODUCCIÓN J aime Bayly es uno de los periodistas y escritores más conocidos y polémicos del país. Parte de su popularidad se debe a la relación ambigua que siempre mantuvo con su origen privilegiado. Tanto en sus novelas y columnas de opinión como en sus programas televisivos el escritor se ha encargado de aproximar a su audiencia a los entretelones de su familia y entorno cercano de una manera jovial y, por momentos, descarnada. Más allá de la curiosidad que pueda animar los retratos, muchas veces infames, que nos brinda el autor sobre su entorno, resultan interesantes las conexiones de parentesco que se pueden armar a su alrededor. El padre de Jaime Bayly, James Bayly Llona, fue un empresario y banquero de notables recursos económicos. No obstante, el que tuvo más éxito en el ámbito empresarial-financiero fue, sin duda, su hermano, Walter Bayly Llona. Actualmente, el tío de Jaime Bayly se desempeña como CEO de Credicorp Ltd., el holding al que pertenece el Banco de Crédito del Perú. Walter Bayly se casó con María de Fátima Aramburú Álvarez Calderón, sobrina de la historiadora María Delfina Álvarez Calderón y de Jorge Álvarez Calderón, sacerdote y una de las figuras más notables de la teología de la liberación en el Perú. Ellos son, a su vez, primos de Arturo Álvarez Calderón Wells, padre de Diana Álvarez Calderón, quien fuese ministra de Cultura durante el gobierno de Ollanta Humala. Diana Álvarez Calderón está emparentada por el lado materno con el actual alcalde de Lima, Jorge Muñoz Wells, mientras que su primer matrimonio fue con Rafael Belmont Chiarella. Rafael Belmont, por su parte, es primo de Ricardo Belmont Casinelli —político, quien justamente fue derrotado en las últimas elecciones a la alcaldía de Lima Metropolitana por Jorge Muñoz— y de los empresarios Fernando y Eduardo Belmont Anderson, dueños de Belcorp y catalogados por Forbes como los hombres más ricos del Perú. Jaime Bayly usualmente ha contado mayores detalles de su familia materna, dada su más estrecha relación con su madre. Doris Letts Colmenares es hermana de Josefina Letts, quien estuvo casada con Felipe Osterling, político del Partido Popular Cristiano y expresidente del Senado hasta el golpe de Estado de Alberto Fujimori. Entre sus hijos destacan Rafael Osterling, reconocido chef nacional, y Madelein Osterling, abogada, excandidata a la alcaldía de San Isidro — curiosamente, con el partido fujimorista— y pareja sentimental del periodista Aldo Mariátegui.1 Doris Letts es también hermana del empresario minero de notables recursos económicos Roberto Letts y de Ricardo Letts, reconocido político de izquierda, fundador de Vanguardia Revolucionaria y del Partido Unificado Mariateguista (PUM), así como diputado por Izquierda Unida (1990- 1992). Ricardo Letts se casó con Margarita Benavides Matarazzo, nieta del expresidente Óscar R. Benavides y prima del empresario minero y expresidente del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP), Alberto Benavides de la Quintana, así como de Ismael y Ángela Benavides de la Quintana. De aquí se desprenden una serie de parentescos interesantes. El hijo de Alberto Benavides de la Quintana es Roque Benavides Ganoza, empresario minero siempre muy vinculado a la política, mientras que el hijo de Ismael Benavides de la Quintana es Ismael Benavides Ferreyros, economista, empresario y exministro de Agricultura y de Economía durante el gobierno de Alan García. Por su lado, el hijo de Ángela Benavides de la Quintana es FernandoCillóniz Benavides, empresario agroexportador, expresidente regional de Ica y precandidato a la presidencia del Perú en las últimas elecciones. Benjamín Cillóniz, hijo de Fernando Cillóniz, está a su vez casado con Isabel del Solar, sobrina de Blanca del Solar Dibós, quien es cuñada del ya mencionado Ismael Benavides Ferreyros. Estos miembros de la familia Del Solar se encuentran también emparentados con José Guillermo del Solar, exfutbolista y exentrenador de la selección peruana de fútbol, y con Salvador del Solar, actor, director y ex primer ministro durante el gobierno de Martín Vizcarra. Este repaso accidental e intencionadamente enrevesado puede parecer anecdótico, pero, en realidad, nos invita a pensar en distintos aspectos vinculados a las clases altas en el Perú. Para empezar, hemos visto personajes destacados — a veces más por su notoriedad que por su talento— en el ámbito empresarial, profesional, deportivo, artístico, periodístico, cultural y político. De hecho, solo a partir de este caso hemos encontrado ministros de Estado de los últimos cuatro gobiernos. Dicha coincidencia no es necesariamente sorpresiva. La sensación generalizada de que sin importar a qué ocupación/profesión nos refiramos, la población de clase alta se encuentra sobrerrepresentada en los ámbitos más legitimados parece refrendarse con este caso. Es llamativo que, al examinar las trayectorias educativas de los personajes arriba mencionados, nos encontremos con un conjunto bastante reducido de instituciones educativas. Junto a un grupo pequeño de universidades, la gran mayoría de quienes hemos mencionado pasaron por no más de cinco colegios, todos privados y de muy alto costo. Los colegios Santa María Marianistas, Villa María, Inmaculada, Markham College o Recoleta son algunos de los más frecuentes. A ellos deben añadirse otros espacios bastante cerrados en los que estos personajes suelen encontrarse y frecuentarse. Destacan un par de clubes sociales privados —el Club Regatas Lima es uno crucial— y, sin duda, los espacios de encuentro familiar. La figura se hace aún más compleja y sugerente si consideramos que una revisión rápida de los hijos e hijas de los arriba mencionados nos remite, una vez más, a los mismos espacios de encuentro — familia, clubes sociales, colegios—, todos ellos bastante cerrados y excluyentes, tal como en generaciones precedentes.2 Si bien uno podría enfatizar, por un lado, el parentesco semiaristocrático y, por otro, el privilegio profesional extendido que emerge en este caso, esta circunstancia parece ser consecuencia de un proceso más complejo. Por ejemplo, quizá los vínculos matrimoniales no resultan necesariamente parte de una estrategia explícita de construir alianzas matrimoniales ventajosas, sino la consecuencia de que la mayoría de estos individuos transiten por espacios educativos, recreativos y profesionales bastante similares entre sí y cerrados para el resto de la sociedad. Si las clases altas mantienen espacios de encuentro tan sólidos, cerrados y que acaparan gran parte de la vida social de los individuos de este sector, la homofilia no necesita explicitarse para aparecer. En un contexto como el Perú donde el capital social resulta tan relevante para adquirir empleo y oportunidades de desarrollo profesional, que los individuos de las mismas familias se encuentren en posiciones privilegiadas no es un dato menor. La lógica de los círculos sociales cerrados facilita que quienes se encuentran emparentados con estos sectores tengan mejores perspectivas profesionales y que, de manera circular, los vínculos de parentesco reproduzcan las posiciones privilegiadas de las nuevas generaciones de clases altas. Otra cuestión emerge a partir del reducido conjunto de colegios que aparecen en esta suerte de seguimiento. En la actualidad existe la creencia casi fanática de que las posiciones de éxito se alcanzan a partir del mérito, dentro de lo cual los títulos y trayectoria educativa parecen tener un papel central. Que tantos individuos privilegiados en términos socioeconómicos hayan transitado por unos pocos colegios nos hace preguntarnos si estaríamos ante un caso de reproducción social mediada por la educación y si serían las primeras etapas de la vida educativa las que tendrían un papel preponderante. Las ideas sueltas que emergen a partir de este caso aparentemente anecdótico guían las reflexiones del presente trabajo. Nos cuestionamos sobre cómo se construye, en la actualidad, una clase social de privilegio en el país. Estudiamos también las trayectorias de las clases altas, qué factores estarían detrás de esta producción como clase y qué tanto pesan factores meritocráticos en contraposición a aspectos vinculados con la reproducción social. Nos preguntamos, entonces, ¿cómo es que los individuos originariamente privilegiados terminan sobrerrepresentados en todos los espacios laborales legitimados del país? ¿Qué papel cumple la trayectoria educativa en el encumbramiento de sujetos ya previamente privilegiados? ¿Son las clases altas en el Perú el producto de una trayectoria meritocrática? En suma, esta investigación gira en torno a la pregunta de cómo se mantiene, se reproduce y se defiende el privilegio en el Perú del siglo XXI. *** Esta investigación se enmarca en la atención que, particularmente en la última década, investigadores de diferentes disciplinas de las ciencias sociales le han dedicado al estudio de los sectores más privilegiados y dominantes de la sociedad. Renovando un viejo interés de la sociología por el estudio de las élites (evidenciado en clásicos de la sociología estadounidense como La élite del poder (The Power Elite) (1956) de C. Wright Mills o ¿Quien gobierna Estados Unidos? (Who Rules America?) (1967) de G. William Domhoff), estas investigaciones han respondido al llamado de economistas como Anthony Atkinson, Thomas Piketty y Branko Milanovic sobre los crecientes niveles de desigualdad económica alrededor del mundo. Lo que destaca en estos trabajos es la alta concentración del ingreso nacional en muy pocas manos, una tendencia que se verifica tanto en países de capitalismo avanzado como Estados Unidos o el Reino Unido, como en la gran mayoría de naciones del sur global. Reflexionando sobre El capital en el siglo XXI de Thomas Piketty, Mike Savage (2014) señala que el desafío para la sociología sobre el tema consiste en […] la necesidad de centrarse en los muy ricos y conocer hasta qué punto este grupo podría estar cristalizando como clase. En lugar de la obsesión sociológica tradicional con los límites entre la clase media y la clase trabajadora, y por lo tanto las líneas divisorias en los tramos medios de la sociedad, en su lugar, debemos dirigir nuestra mirada mucho más arriba en la distribución social, para enfocarnos en los muy ricos y en una élite más amplia. (2014: 603)3 A pesar de las diferencias temáticas y de enfoque, los estudios recientes sobre las clases dominantes conceden un lugar privilegiado a la dimensión simbólica que atraviesa las relaciones de desigualdad entre grupos, así como al papel de las instituciones educativas en la reproducción de inequidades. Estudios como los de Friedman y Laurison (2019) y Rivera (2015) muestran la forma en que conocimientos y saberes prácticos asociados al origen social —i. e. usos de lenguaje, vestimenta, gustos—, así como el sentido de seguridad y autoridad que facilita, se traducen en ventajas profesionales y económicas que benefician a un grupo reducido de la clase dominante. Muestran que detrás del discurso meritocrático que atraviesa los niveles más elevados del mercado laboral se esconden mecanismos de segregación basados en afinidades entre los miembros directivos y los nuevos “reclutas”; entre ambos existe una coincidencia cultural (cultural matching) vinculada al origen de clase. Jack (2019), Gessaghi (2016) y Khan (2010), por su parte, muestran cómo las instituciones educativas de élite toman la posta a las familias en la transmisión de maneras de ser y hacer acordes con su estatuto privilegiadoen la sociedad. Las relaciones que entablan dentro de estos universos estructurados por rígidas barreras de ingreso a personas ajenas a la clase alta facilitan también la perpetuación del privilegio. Sin embargo, este renovado énfasis no se ve reflejado en el estudio de los sectores más privilegiados en el Perú. Salvo los trabajos de Durand (2016, 2017) sobre grupos de poder económico y el estudio de Kogan (2009) acerca de las relaciones de género en la clase alta limeña, no existen investigaciones empíricas que arrojen luz sobre los sectores social y económicamente dominantes de la sociedad peruana. La última gran polémica sobre el carácter de la clase alta data de hace más de cincuenta años, cuando en La oligarquía en el Perú se discutía si existía un núcleo oligárquico que ejercía el dominio en el país o si las clases altas peruanas no eran más que un apéndice del capital transnacional (Bourricaud et ál. 1969). De ahí en más se tienen algunos trabajos que recogen esta polémica (Valderrama y Ludman 1979), estudios sobre la clase alta a inicios del siglo XX (Gilbert 1982; Portocarrero 2004, 2013) o mapeos de las familias de mayores recursos en el país (Malpica 1989, Vásquez 2005). Aunque son textos valiosos, no necesariamente abordan la dinámica de reproducción de la clase alta, ni las trayectorias y estrategias para preservar el privilegio. Es precisamente con el fin de contribuir a llenar este vacío y alentar futuros estudios sobre los sectores más privilegiados del país que esta investigación ofrece al lector una mirada sobre la manera en que la clase alta peruana se forma a escala de los individuos que la componen. El objetivo general de la investigación es analizar la producción de la clase alta en el Perú a partir de la trayectoria educativa de sus miembros. Nos enfocamos en la forma en que la educación sirve como un mecanismo de reproducción de la clase alta y, con ello, de producción de cuadros para la élite. La investigación se enmarca en los estudios sobre reproducción social mediada por la escuela, en gran medida inspirados por los planteamientos de Pierre Bourdieu. Bajo esta lógica, si bien el ascenso hacia las posiciones más encumbradas de la sociedad ya no estaría asociado a una herencia directa de manera nobiliaria, este tampoco se explicaría por los méritos individuales. Más bien, las estrategias de reproducción social que emplearían las familias de clase alta estarían mediadas por la adquisición y acumulación de títulos educativos que permitan transformar el capital económico en capital cultural y académico. Esta estrategia, a su vez, permitiría a las nuevas generaciones legitimar su posición como clases altas y, de esta manera, mantener y reproducir el privilegio. La particularidad peruana se encontraría en el notable peso de las primeras etapas de la vida educativa en este entramado de reproducción social. La mayoría de los estudios realizados en otros contextos se concentran en las universidades, entendidas como el espacio neurálgico de reproducción social. En nuestro caso, en cambio, sostenemos que además de los soportes familiares, académicos y sociales, los colegios de prestigio a los cuales acceden las nuevas generaciones de clases altas constituyen el eje fundamental para su reproducción social. Más allá del contenido académico de estos colegios, planteamos que alrededor de ellos se estructura una serie de relaciones sociales restringidas y sumamente excluyentes. Dado que estas instancias no se refieren únicamente a los espacios académicos, sino también a las actividades recreativas —ya sea deportes, fiestas u otros espacios de ocio—, en esta etapa de la vida se configuran una especie de “paraíso social” entre pares y un fuerte sentido de pertenencia. Estas instituciones no solo sirven como mecanismo de cierre social, sino que también otorgan ventajas simbólicas, culturales y sociales que se traducen en beneficios durante la vida adulta posterior. El análisis del papel de los colegios en la conformación de la clase alta peruana nos obliga a cuestionar el discurso de la meritocracia. No se trata de plantear que la trayectoria de los integrantes de las clases altas carezca de méritos, esfuerzos y logros. Efectivamente, deben superar una serie de retos y desafíos académicos antes de acumular las credenciales necesarias para alcanzar posiciones encumbradas. Sin embargo, este esfuerzo se encuentra inscrito en una serie de privilegios previos, espacios educativos exclusivos y ventajas vinculadas con la herencia, que hacen que el mérito esté lejos de ser el factor determinante para el éxito. Tal como plantea Victoria Gessaghi desde el título de su estudio, la (re)producción de clases altas deriva de una tensión entre la herencia y el mérito, dentro de la cual el primer elemento no puede ignorarse. Reconstruir las trayectorias educativas no solo permite explicar el ascenso de miembros de clases altas hacia posiciones encumbradas, sino también entender su legitimación a partir de un discurso del esfuerzo propio. El enfoque de esta investigación es de corte cualitativo. Nos concentramos en entrevistas a los egresados de cuatro colegios de clase alta limeña, dos de ellos de clara orientación internacional y dos de mayor carácter tradicional entre la élite peruana. Para tratar de capturar la trayectoria desde el colegio hasta el encumbramiento profesional, nos concentramos en tres cohortes de egresados: aquellos que se encuentran en la etapa universitaria, aquellos que ya están laborando y “en ascenso” hacia posiciones de élite, y aquellos ya encumbrados en posiciones profesionales de prestigio. Como complemento, realizamos también un mapeo de la trayectoria educativa de los miembros de directorios y equipos gerenciales de las empresas más grandes del Perú. El texto se estructura en cuatro partes: el marco teórico, la metodología, los hallazgos y las reflexiones finales. Los hallazgos se encuentran organizados de la siguiente manera: en primer lugar, nos centramos en el colegio, sus características académicas, su oferta extracurricular, los valores que promueven y los mecanismos de cierre social que se construyen para que se mantenga como un espacio de privilegio. Luego abordamos a las familias y las relaciones que se producen en su entorno, entendidas como un ámbito fundamental en la formación y reproducción de este sector social. Más adelante, ahondamos en los espacios de socialización, los lazos de cercanía inscritos en relaciones de amistad y matrimonio, y las relaciones de género; vínculos todos ellos necesarios para su consolidación como grupo. En cuarto lugar, desarrollamos la relación con la universidad que tienen los y las informantes; enfatizamos en su constitución como un espacio liminal (de tránsito) en la trayectoria de estos sectores. Por último, retomamos sus recorridos laborales y profesionales, un momento clave en el que sostenemos que se produce el proceso de encumbramiento como parte de la clase alta. 1. Aldo Mariátegui es nieto del político e intelectual de izquierda José Carlos Mariátegui, y, por tanto, se encuentra emparentado con Julia Swayne y Mariátegui, esposa del expresidente Augusto B. Leguía. Su hermano Roberto Leguía es, por cierto, bisabuelo del mencionado alcalde de Lima Jorge Muñoz Wells. 2. En generaciones más jóvenes, algunos colegios, como el Sagrados Corazones de Recoleta, pierden relevancia, mientras que otros, como el colegio Roosevelt, se vuelven más importantes. La figura de un núcleo reducido de colegios, sin embargo, se mantiene. 3. Traducción propia de: “the need to focus on the very wealthy, and how far this group might indeed be crystallizing as a class. Rather than the traditional sociological obsession with the boundaries between middle and working class, and so the dividing lines in the middle reaches of society, we instead need to turn our gaze much higher up the social distribution in order to focus on the very wealthy and a broader elite class”. La licencia de este libro se ha otorgado a LIBRE, Capítulo 1 ¿CÓMONOS APROXIMAMOS A LA CLASE ALTA? L as clases sociales han sido uno de los temas más estudiados en las ciencias sociales. Gran parte de este interés se debe a que, desde sus primeras formulaciones en Saint-Simon y luego en Marx y Weber, esta manera de clasificar a los grupos demostró ser muy poderosa para desentrañar la estructura social de las sociedades capitalistas, y permitía a la vez reconocer la singularidad de las organizaciones sociales modernas mediante una separación entre formaciones sociales precedentes y paralelas así como determinar las formas en que se distribuye el poder y la dominación. Para Marx, las clases sociales se configuraban, principalmente, según su relación con los medios de producción: si los poseían o se veían sometidos a quienes los controlaban. La “clase” implicaría un conjunto de condiciones de existencia similares y, sobre todo, de intereses y conciencia comunes —aunque subyacentes antes de la formación del proletariado industrial—, que se presentaban siempre de manera relacional (respecto de las otras clases sociales) y antagónica (entre poseedores-dominantes y sometidos-dominados). Weber, desligándose del economicismo de Marx, introducía el prestigio y estatus como una forma de distinción adicional, ligada a (i) la posesión de un estilo de vida similar (prácticas y bienes con valor simbólico) y (ii) un grado de cierre social (por ejemplo, matrimonios entre miembros de la misma clase). Esta primera diferenciación nos permite esbozar los distintos énfasis en los estudios tradicionales sobre las clases situadas en la cúspide de la estructura social. Los trabajos de inspiración marxista colocan el acento en aquellos que controlan los medios de producción y su posición dominante dentro de la estructura productiva. Es a partir de este control que las clases altas logran posiciones preeminentes en las demás esferas de la sociedad. El énfasis de los estudios de inspiración weberiana, en contraste, se sitúa en las características del grupo en la cúspide antes que en la estructura social: interesan los recursos que posee el grupo y cómo se transforman en poder; de ahí se desprende su estudio sobre los distintos tipos de dominación según los recursos poseídos por quien ostenta el poder y su alcance (Khan 2012). Los estudios sobre las clases altas, las élites o la clase dominante han posicionado a estos autores como ejes clave, pero han tenido desarrollos importantes desde entonces. Dos autores clave fueron Gaetano Mosca y Vilfredo Pareto, en cuyo análisis la existencia de la élite se veía de manera bastante más positiva. Estos autores planteaban la existencia de una clase alta como un proceso natural e incluso necesario y beneficioso para la sociedad. La propuesta de Pareto se centra en su esquema de circulación de élites para enfatizar que la élite está compuesta por los individuos más aptos de la sociedad. Su carácter como élite no es heredado, cerrado ni protegido, sino que hay un proceso continuo de reclutamiento de nuevos miembros unidos por sus talentos superiores. Se trata de una dinámica perenne en la que facciones de la élite pierden su carácter excepcional con el tiempo hasta que nuevos individuos (o una nueva élite) la revigorizan con un renovado influjo de mayores aptitudes; es más bien cuando fracasa o se bloquea esta circulación que decae toda la élite en conjunto (por no haber podido revigorizarse) y es reemplazada por otra más apta. Más que transformaciones socioestructurales detrás de este cambio, un ciclo continuo y eterno de circulación de élites sería el que mantiene la estructura social intacta, con los más aptos siempre en posiciones de mayor poder (Pareto 1935, 1968; Bottomore 1993; Khan 2012). Para Mosca, por su parte, en toda sociedad existen siempre dos clases: la que dirige y la que es dirigida. La primera, “siempre la menos numerosa, se encarga de todas las funciones políticas, monopoliza el poder y disfruta de las ventajas que el poder acarrea, mientras que la segunda es controlada por la primera de una manera más o menos legal, más o menos violenta y arbitraria” (1939: 50). El ejercicio de este dominio es inevitable por el mismo hecho de ser la élite una minoría, condición que le permite una mayor organización, actuar en concierto y encontrar intereses comunes, en contraste con una mayoría impotente a causa de su número extendido. Esta clase dominante se distinguiría del resto de la sociedad, además, por sus cualidades materiales, intelectuales y morales superiores, condición materializada en la posesión de algún atributo altamente estimado por la sociedad. De hecho, su poder no vendría de la mera imposición, sino que es fundamental la existencia de una clase media que sirve de vínculo entre ambas clases y de donde provienen, de acuerdo con sus cualidades superiores, los cuadros para la clase dominante (Mosca 1939, Bottomore 1993). En contraposición a esta teoría funcionalista (y optimista) en torno a las élites, Wright Mills presenta su teoría elitista del poder. El autor sostiene que en Estados Unidos existe una élite que controla y dispone de los recursos de los dominios en los que se ejerce el poder: la economía (aparato industrial), el aparato militar y el Gobierno. Aunque no está conformada necesariamente por los mismos individuos, estarían unidos por un origen común, intereses compartidos y vínculos sociales que los hacen actuar en conjunto para solidificar su poder (Wright Mills 1956). Se trata de una minoría que ocupa los puestos de mando clave de la sociedad y que “como poseedora del poder, la riqueza y la fama; puede considerarse asimismo como formada por individuos pertenecientes al estrato superior de una sociedad capitalista” (p. 20). Vista así, lejos de ser consecuencia de un proceso selectivo y meritocrático, la élite de poder está compuesta por un grupo reducido (hombres de negocios, militares y abogados) con vínculos entre ellos y mecanismos para legitimar su posición de poder institucionalizado (Wright Mills 1956, Domhoff 1967, Khan 2012). Esta concepción, en corto, denunciaba la existencia de una élite cohesionada, unificada y bastante más cerrada de lo que planteaban las posturas anteriores, pero legitimada por un manto meritocrático. Frente a esta visión denunciatoria, surgió también en Estados Unidos la teoría pluralista del poder, que tuvo un antecedente importante en Aron (1950), quien indicaba que había varios grupos dentro de las élites, cada uno asociado a una función concreta, consolidada mediante procesos de reclutamiento desde sectores distintos y con relaciones entre sí alrededor de intereses compartidos pero también de enfrentamiento. De hecho, Aron denunciaba que la élite unificada era típica de las economías socialistas —en tanto se recluta exclusivamente del partido comunista para conformar todas las facciones de la élite—, mientras que en las sociedades plurales occidentales existía una élite dividida y libertad de organización y asociación que hacía su posición en el poder más precaria. Robert Dahl (1958, 1966), quien articuló de modo más elaborado esta propuesta, indicó que es cierto que en regímenes democráticos había grupos con diferentes cuotas de poder, pero ello no derivaba en la existencia de una minoría como élite de poder. Dahl señaló además que este modelo no diferenciaba el potencial de un grupo para ejercer dominio (i. e. militares) de su poder real en la sociedad y no reconocía que esta minoría estaba sujeta a un conjunto de reglas y contrapesos, además de que no probaba realmente que un mismo grupo tuviera mayor influencia en todas las esferas al mismo tiempo. A partir del caso de New Heaven, Dahl rastrea la evolución de los grupos de poder desde los “patricios” de la primera mitad del siglo XIX, cuando una minoría controlaba todas las esferas de influencia (política, económica social) y era reconocida como élite legítima por la población. Su posición de privilegio se insertaba en un esquema de desigualdad acumulativa, es decir, “cuando un individuo se encontraba mucho mejorque otro en un tipo de recursos, como riqueza, usualmente se encontraba en mejor posición en todos los demás recursos” (Dahl 1961: 85). A diferencia de lo que ocurría con este grupo —más parecido a una élite de poder—, en el sistema político de mediados del siglo XX ya no parecen existir estas desigualdades acumulativas, sino más bien “un sistema dominado por varios conjuntos con líderes distintos cada uno capaz de acceder a una combinación diferente de recursos políticos. Era, en corto, un sistema pluralista” (p. 86). En este nuevo esquema, la élite es fácilmente penetrada, no hay un recurso o un ámbito que domine claramente a los demás y cada grupo tiene una posición influyente sobre un ámbito distinto y específico entre los recursos en disputa, a la vez que en el juego político se delimitan amplios campos para manifestar insatisfacción y formar coaliciones que incluyan a amplios segmentos de la sociedad (Dahl 1961). Si bien este esquema no aseguraba una igualdad absoluta, imponía límites claros a la hegemonía cerrada de un grupo social y propiciaba, más bien, conflictos multipolares (Dahl 1978). Dentro de estos vaivenes en torno a las concepciones de las élites, clases altas y grupos dominantes, hemos esquivado hasta ahora la difícil distinción entre estos conceptos. Parecería que élites y clases son prácticamente lo mismo en una sociedad capitalista, y ha sido precisamente de esta manera como han sido entendidos los sectores dominantes de la sociedad por el marxismo. Sin embargo, John Scott (2008) establece que, si bien las élites y las clases altas pueden llegar a confundirse, analíticamente es provechoso separarlas. Para Scott la diferencia estriba en el poder. Es decir, aunque las clases altas se caracterizan por acumular recursos, ello no se traduce inmediatamente en relaciones de poder. Así, por ejemplo, una familia puede obtener recursos de rentas sin por ello ostentar posiciones de poder. Por el contrario, las élites se basan precisamente en aquellas posiciones que otorgan distintas formas de poder: coercitivo en el caso de los militares, así como de comando en el de los altos funcionarios del Estado. Esta distinción se encuentra presente en el planteamiento de clases y de élites de Bourdieu, el cual sirve como una especie de posición intermedia entre los planteamientos anteriores. En su esquema de clases, Bourdieu rompe también con el economicismo marxista cuando propone una estructura multidimensional de clases, la cual incluye los factores culturales (disposiciones y bienes simbólicos que otorgan estatus cultural) y sociales (contactos y redes sociales plausibles de ser fuente de gratificación) a los que denomina capitales. Al igual que el capital económico, los capitales cultural y social son variables acumulables que inciden en la desigual distribución del poder (Bourdieu 2011). Dentro de este marco, las clases altas hacen referencia a aquellos grupos que acumulan los principales capitales —económico, social y cultural— en cantidades que los diferencian del resto de la sociedad y les significan ventajas respecto de esta. Sin embargo, dicho orden de cosas no estaría desligado de la cuestión del poder. Conforme uno se mueve en dirección a los sectores que concentran más de estos recursos, nos encontramos con personas que ocupan posiciones de poder en el campo económico, profesional y el de la producción cultural. Lo interesante de esta propuesta es que permite conciliar la existencia de distintas facciones dentro de las clases altas con la existencia de un campo en el cual únicamente participan aquellos con las mayores cantidades de capital. Este es el denominado campo de poder; un campo de luchas por el poder entre portadores de poderes diferentes a partir de su posesión de cantidad de capital suficiente para ocupar posiciones dominantes en el seno de sus respectivos campos —intelectual, artístico, servicio civil, poder económico, prestigio social, etc.—, los cuales se enfrentan para transformar e inclinar esta relación de fuerza a su favor (Bourdieu 2015). Las clases, en ese sentido, se diferenciarían tanto jerárquicamente (volumen de capital) como horizontalmente (composición entre tipos de capital). Es en estos espacios donde disputan su legitimidad —en ambos sentidos— quienes ostentan posiciones privilegiadas, lo que requiere estrategias simbólicas para justificar el fundamento sobre el que reposa su poder — escondiendo lo arbitrario detrás de ello—, ejercido en los demás ámbitos y el resto de la sociedad (Wacquant 1993, Ellersgaard et ál. 2013, Bourdieu 2015). Este estado de cosas no excluye ciertamente las divisiones, oposiciones y luchas que tienen lugar en relación con las dinámicas internas de los diferentes sectores. Por ejemplo, usualmente aquellos con mayor capital cultural pueden verse dominados por los poseedores de mayor capital económico aun dentro de este campo de poder. No obstante, se trata de agrupaciones que gozan de lo que Wittgenstein llama un “parecido de familia”, lo cual nos remite a condiciones sociales de producción, las cuales se traducen —por medio del habitus— en representaciones, apreciaciones y prácticas similares (Bourdieu 2008: 43). Se trata de una homogeneidad definida por un conjunto de hábitos, entrenamientos, actitudes y valoraciones comunes asociadas al “buen gusto”, un saber-ser y saber-hacer, así como un conjunto de referencias culturales (Bourdieu 1998). Es, formulado brevemente, una combinación de solidaridades y fracturas en la cúspide de la estructura de clases de la sociedad (Savage 2016). Reproducción social mediada por la escuela Los estudios sobre la reproducción material y simbólica de las clases, de sus familias, sus patrones de comportamiento y sus orientaciones socioculturales se encuentran claramente inspirados en los trabajos de Bourdieu. En particular, destacan sus planteamientos en torno a los mecanismos sociales y culturales que movilizan a las clases altas hacia la reproducción de las relaciones de dominación (Bourdieu 1998); o, dicho de otro modo, en relación con la forma como mantienen y garantizan su dominio en el espacio social. Lejos de señalar la existencia de una alta circulación de las élites, estos enfoques ponen el acento en las formas como las clases dominantes se perpetúan en el tiempo. Desde la década de 1960 se señalaba así que, si bien se había incrementado la movilidad social, gran parte de esta “recorre distancias considerablemente cortas del espacio social” (Miliband 1997: 40). Es decir, eran aquellos provenientes de un origen social más privilegiado quienes “competían” desde una posición mucho más ventajosa para alcanzar y mantenerse en los espacios de élite (Bourdieu y Passeron 2003, Miliband 1997). Estudios más recientes también enfatizan que, dentro de un entramado que valora la meritocracia y movilidad social, el origen social aún resulta una variable fundamental para explicar el posterior desempeño en la esfera laboral (Savage 2015, Friedman y Laurison 2019). De hecho, algunas investigaciones han tratado de comprender las razones por las cuales ciertos individuos logran alcanzar las posiciones de mayor poder en empresas e instituciones “de entre las decenas de miles que luchan por ellas” (Useem y Karabel 1986: 184). A pesar de nutrirse de diferentes contextos, todos estos trabajos muestran que aquellos individuos de origen social privilegiado están sobrerrepresentados en estas posiciones a través de complejos mecanismos de reproducción social (Flemmen 2012, Ellersgaard et ál. 2013, Hartmann 2010). Todo lo referido plantea interrogantes respecto de las estrategias de reproducción social que intervienen en la distribución desigual de los recursos (materiales y simbólicos) en tanto constituyen formas de mantener o aumentar la posición social de privilegio (Bourdieu 2011). No obstante, estas estrategias no deben entenderse como acciones emprendidas a partir de cálculos puramente racionales; más bien se trata de disposiciones incorporadas en la socialización y puestas a actuar mediante suajuste a contextos determinados. Así, Bourdieu (2011) plantea cinco estrategias de reproducción social presentes en las sociedades occidentales: (i) las de inversión biológica, (ii) las sucesorias, (iii) las educativas, (iv) las de inversión económica y (v) las de inversión simbólica. Si bien en las últimas décadas se ha producido una resignificación de muchas de estas estrategias, uno de sus mecanismos predilectos es la educación, ya que constituye una instancia fundamental en la reproducción social.1 Las estrategias educativas consisten en inversiones a largo plazo que realizan las familias, las cuales no se reducen a la formación de “capital humano”, sino que tienen como función principal “producir agentes sociales dignos y capaces de recibir la herencia del grupo” (Bourdieu 2011: 36). Para Bourdieu (2015), el sistema escolar actúa como un algoritmo de clasificación que agrupa a la sociedad en forma de clusters (lo más parecido posible al interior y lo más diferenciado posible del resto), a la vez que reproduce y legitima las distancias, entre unos y otros, que componen la estructura social. Se trata de una configuración donde las credenciales educativas tienen un rol fundamental en tanto refrendan el capital heredado para legitimar el estatus de élite. Así, la escuela constituye el mecanismo central para transformar el capital económico en capital cultural institucionalizado (Flemmen 2012, Ellersgard et ál. 2013, Hartmann 2010). Dentro de los límites de este esquema, la sociedad contemporánea se caracteriza por el reemplazo de un “modo de reproducción familiar” por uno “mediado por la escuela”. Si antes las familias eran las encargadas de dirigir directamente la transmisión del poder, los privilegios y las costumbres, actualmente las credenciales educativas y la socialización escolar aparecen como esenciales para aquellas (Wacquant 1993: 27). Por ello, las familias de clases altas invierten todos sus capitales disponibles posibles para asegurar el acceso de la siguiente generación a instituciones que, dentro del entramado competitivo, aparecen como las más ventajosas y exclusivas (Weis 2015). En ese sentido, hoy en día, la escuela tiene la tarea de consagrar a aquellos llamados a ejercer el poder como élite. El sistema educativo, por tanto, no produce dinámicas que conduzcan a la cúspide social desde el mérito académico, sino que reproduce distancias previamente configuradas. Las instituciones de élite no hacen más que diferenciar académicamente a quienes ya están previamente diferenciados por su origen social “ofreciéndoles —por medio del reconocimiento oficial— la posibilidad de consumarse plenamente” (Bourdieu 2015: 211); un mecanismo más complejo que la herencia familiar, pero con resultados bastante similares: Funciona con [la] aparente imparcialidad de un sorteo en verdad sistemáticamente sesgado produciendo con total inocencia efectos infinitamente más cercanos, en cualquiera de los casos, a los previamente asegurados por la transmisión de herencia directa que a la redistribución al azar. (Bourdieu 2015: 401-402) Si bien no todos los estudiantes de las instituciones de élite tienen la misma suerte, Bourdieu señala que esta forma de reproducción opera “estadísticamente”, en tanto es una mayoría significativa la que logra reproducir el patrimonio heredado. Las trayectorias de clase ascendente sirven, a su vez, para legitimar el mérito y el esfuerzo por sobre la herencia, y hacer de las excepciones casos ejemplares (Wacquant 1993, Bourdieu 2015). De esta manera, lejos de poner en jaque al sistema de jerarquías clasistas, tales recorridos lo refuerzan (Miliband 1997). Este no es necesariamente un proceso sencillo, especialmente si se considera la reciente expansión de la educación alrededor del mundo. En tanto culminar los estudios ha dejado de ser suficiente, los hogares privilegiados buscan nuevos o actualizados circuitos educativos que los diferencien del conjunto; se trata de una presión competitiva constante que lleva a recurrir a nuevos mecanismos de diferenciación (Bathmaker et ál. 2013, Kenway et ál. 2013). Estas trayectorias se materializan en instituciones educativas de élite que, además de caracterizarse por sus altas pensiones, permiten un acceso diferencial a recursos y oportunidades educativas —por contenido curricular, vínculos con universidades del exterior, actividades extracurriculares, entre otros aspectos— difícilmente alcanzables desde otros espacios (Gaztambide-Fernández et ál. 2013, Kenway y Fahey 2015). Son estos ámbitos de privilegio educativo semirrestringidos —formal (vía pensiones) o informalmente (mediante rigurosos procesos de selección)— para individuos provenientes de hogares de clases altas, en tanto ingresar en ellos requiere cuantiosas inversiones materiales y simbólicas desde temprana edad, mucho más accesibles para hogares de tales sectores (Bourdieu y Passeron 2003, Miliband 1997). Estos son espacios que resultan mucho más cómodos para los “herederos” de estos hogares, quienes, al compartir un amplio conjunto de actividades en torno a la escuela y frecuentaciones sociales, adquieren un sentido de intimidad y de pertenencia, una “experiencia bendecida de armonía social” (Bourdieu 2015: 117, McDonald et ál. 2012, Gaztambide-Fernández et ál. 2013). Los gastos asociados a la educación, en ese sentido, no deben entenderse como un deseo irracional de gasto, sino comprendidos dentro de una lógica de inversión —vía la educación de los hijos— en mejores oportunidades para el futuro familiar (Kenway et ál. 2013). Se crea de estos modos un circuito educativo que conduce a posiciones de élite; al mismo tiempo, el haber transitado por él favorece la monopolización de posiciones económicas y sociales más ventajosas posteriormente (Ziegler 2017, Hartmann 2018). A la larga, este acceso educativo diferencial será fundamental para acceder a su vez a los espacios laborales de mayor privilegio y ocupar una posición notablemente ventajosa para el desarrollo profesional en posiciones de poder. Que sea esta una estrategia mediada por la educación contribuye, además, a un sentido de merecimiento y de énfasis del propio esfuerzo por sobre el privilegio. Al haber acumulado las mejores credenciales educativas posibles, se promueve y refuerza un sentido de autoconfianza (self-confidence) y de merecimiento (entitlement) por haber transitado exitosamente a través de este circuito diferenciado (Howard 2010, Gaztambide-Fernández et ál. 2013, Galloway y Conner 2015, Munch 2018). En ese sentido, la reproducción mediada por instituciones de élite funciona de dos maneras: produce formas de solidaridad en su interior mientras enfatiza el mérito diferencial con respecto al resto de la sociedad (Luci y Gessaghi 2016). Habitus y reproducción social Las diferentes estrategias de reproducción social que realizan las familias, de manera directa o a través de las instituciones educativas, deben buena parte de su éxito a que se traducen en una subjetividad moldeada de acuerdo con los principios de la clase dominante. De hecho, las credenciales educativas adquieren plena eficacia cuando se combinan con cualidades y disposiciones cuya inculcación pertenece al ámbito familiar (Useem y Karabel 1986, Ziegler y Gessaghi 2012). Por un lado, este proceso enfatiza la interdependencia entre las instituciones educativas de élite y las familias de la clase dominante: mientras que las últimas producen lo que esperan las primeras, las instituciones educativas, a su vez, se encargan de consagrar a los miembros del grupo familiar (Stevens 2008). Por otra parte, reclama una atención particular la manera en que este proceso se traduce en un cuerpo socializado, es decir, las formas en que la trayectoria produce maneras de ser y hacer que, a lo largo de la carrera hacia las posiciones de élite, sirven de confirmación práctica de aquellos signos que otorgan dignidad social, como las credenciales educativas o el apellido familiar. Desde los primeros años de vida del infante, la familia inicia un procesode inculcación de un conjunto de disposiciones cognitivas y comportamentales que se traducen en la consolidación de lo que Bourdieu denomina habitus de clase. Eje central de la teoría de la práctica de Bourdieu (2007), el habitus constituye un sistema de “disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y de representaciones” (Bourdieu 2007: 86). El concepto de disposición nos remite a un sentido incorporado por los sujetos de una forma más o menos consciente que se actualiza (o hace real) en la práctica. El habitus constituye una especie de segunda naturaleza social que predispone a los individuos a representarse el mundo y actuar de determinada manera; y se encuentra atravesado de criterios éticos y estéticos incorporados a lo largo de la trayectoria social. Para Bourdieu (2007) es el cuerpo mismo, la hexis corporal, el que constituye “la mitología política realizada, incorporada, vuelta disposición permanente, manera perdurable de estar, de hablar, de caminar, y, por ende, de sentir y pensar” (Bourdieu 2007: 113). En este sentido, la apariencia, el modo de vestir, la manera de hablar, las expresiones faciales y movimientos corporales, esto es, todas aquellas dotaciones expresivas de los actores que Erving Goffman (2001: 35) refiere como “fachada personal”, no son menos el producto de las disposiciones del habitus que los gustos musicales o los juicios morales del individuo. El concepto de habitus permite a Bourdieu analizar los diferentes modos de existencia social que prescriben los diferentes campos o subuniversos de acción social. De esta manera, los mundos del arte, la política o la academia producen agentes cuya pertenencia al campo se verifica, en buena medida, en la incorporación de sistemas de disposiciones específicas constituidas por los criterios de visión y división dominantes. Si bien la noción de habitus suele remitir a disposiciones individuales o esquemas cognitivos y comportamentales inculcados en campos especializados —i. e. el habitus pugilístico (Wacquant 2006) o el habitus político (2018)—, las condiciones de existencia que enmarcan el origen y la trayectoria de clase suelen traer aparejada la emergencia de disposiciones comunes, i. e. habitus de clase (Bourdieu 2008: 98, Corcuff 2005: 121). En el caso de las clases dominantes, el habitus inculca desde muy temprano disposiciones que funcionan como señales de distinción cultural, y más adelante se confunden como señales de mayor inteligencia, “cultura” o de confianza con el entorno y respecto de uno mismo (Hartmann 2000, Friedman y Laurison 2019). Un ejemplo de ello es la facilidad de habla, la confianza en lo dicho o, según Bourdieu, la “desenvoltura”, esto es, “el privilegio de quienes, habiendo adquirido su cultura por imperceptible familiarización en el seno mismo de la familia, tienen la cultura docta por cultura materna y pueden mantener con ella una relación de familiaridad que implica la inconciencia de la adquisición” (Bourdieu 2015: 40). Están en juego aquí procesos estrechamente imbricados, dado que las disposiciones culturales y mayores niveles de capital social favorecen una mayor adaptación al circuito educativo de élite —i. e. el manejo del lenguaje propio de la enseñanza— y una serie de disposiciones para superar cada una de sus etapas (Bourdieu y Passeron 2003). *** Este estudio sigue un enfoque cualitativo, el cual nos permite profundizar en las representaciones que producen los propios actores sobre el mundo. Debido a que la investigación busca conocer las trayectorias educativas de los jóvenes estudiados, a través de este enfoque se buscará ahondar en las experiencias personales e interpretaciones acerca de dichas experiencias (Vasilachis de Gialdino 2006). Es decir, se busca abordar la problemática desde la voz de los propios individuos. Por este motivo, se emplearon entrevistas semiestructuradas como la principal estrategia de recolección de información. En términos prácticos, la entrevista es una estrategia que trabaja sobre las enunciaciones de las personas: se busca hacer que la gente hable sobre lo que sabe, piensa y cree (Spradley 1979: 9, citado en Guber 2001: 75). Con esta herramienta no pretendemos asegurar la veracidad de la información proporcionada; más bien, esta técnica, en tanto se funda en una mirada comprehensiva, nos permite identificar motivaciones, intereses y valores compartidos por nuestros informantes. De acuerdo con Taylor y Bogdan (١٩٩٤: ١٠٥-١٠٨), existen cinco criterios para determinar si es idóneo aplicar una entrevista en profundidad como método cualitativo: (i) intereses de investigación claros y definidos, (ii) personas no accesibles de otro modo, (iii) limitaciones de tiempo, (iv) una amplia gama de personas y (v) el deseo de establecer una experiencia humana subjetiva. Dado que es muy poco lo que se ha trabajado sobre las clases altas en el Perú, la identificación de nuestro objeto de estudio presentó importantes desafíos. En los trabajos revisados, algunas de las estrategias se relacionaban con la pertenencia a instituciones de élite de educación superior (Bourdieu 2015), ser parte de las “grandes familias” según el apellido (Gessaghi 2016) o la trayectoria social y económica alrededor de instituciones de prestigio (Tiramonti y Ziegler 2008). En el caso peruano, no se aprecia un grupo cohesionado de grandes familias claramente identificables; se trata en cambio de una mezcla de grupos relativamente diferenciados sin que ninguno de ellos logre una clara hegemonía como clase alta (Durand 2011). Más bien, si algo ha sido recurrente en las ciencias sociales nacionales ha sido la certeza de que el Perú republicano ha carecido de una clase alta consolidada que afiance su poder económico y social de manera sostenida (Bonilla 1984, Cotler 1978). Si a ello se agrega el rápido y notable ascenso económico de grupos tradicionalmente ajenos a la acumulación económica hasta la cima de la pirámide de ingresos, la dinámica se complejiza. Por ello, más que asumir quiénes pertenecen a las clases altas y sus características, hemos priorizado abarcar la heterogeneidad de este grupo, lo cual resulta especialmente pertinente dada la escasez de estudios al respecto. En tanto no priorizamos ahondar en una clasificación de las clases altas, seguimos a Gessaghi (2016) y a Tiramonti y Ziegler (2008) cuando ponen el énfasis en procesos, intenciones y estrategias de legitimación y producción de clase que se dan entre sus miembros. Para identificar a los entrevistados como parte de la clase alta limeña se ha optado por tener como referencia principal el colegio de procedencia. Si bien es un indicador imperfecto, la existencia de un reducido grupo de colegios que concentran a la población de mayores recursos económicos, así como el elevado costo de acceder a ellos (cifras prohibitivas para prácticamente toda la sociedad peruana) permite identificar mejor a los sectores altos en relación con otros indicadores tradicionales (lugar de residencia, apellido, ocupación económica, entre otros). Además, el sistema educativo peruano es un escenario fragmentado debido a que existen espacios donde predominan representaciones y patrones de socialización característicos (y exclusivos) de las clases altas. En la elección del colegio, entonces, consideramos dos variables fundamentales: el costo de la mensualidad y la tradición del colegio como exclusivo de clases altas. Con este criterio, hemos seleccionado cuatro colegios privados de Lima.2 Dos de ellos se encuentran entre los cinco colegios más caros de Lima —con una mensualidad de entre S/ 3000 y S/ 4000—, el Internacional1 y el Internacional2. Estos son colegios laicos, de enfoque internacional, originalmente planteados para hijos de inmigrantes, pero que han ido asimilando a familias ya establecidas en el país (con ascendencia británica o sin ella). Junto a ellos, incluimos dos colegios que, si bienno se encuentran dentro de los diez colegios más caros, son conocidos por albergar a familias de la clase alta más acusadamente tradicional: el colegio Tradicional1 y el Tradicional2 —con un costo mensual de alrededor de S/ 2000—. Se busca, entonces, complementar esta investigación con un análisis de las familias de clases altas de más larga data, aquellas que valoran más una educación tradicional y de carácter hereditario. Debido a que se busca conocer las trayectorias educativas, se ha optado por entrevistar a tres cohortes: “egresados”, “en ascenso” y “encumbrados”. El primer grupo incluye desde los recién ingresados a la universidad hasta aquellos que habían culminado hace no más de un año esta fase educativa. En este caso, nos interesa ahondar en la experiencia escolar y universitaria desde una perspectiva cercana, así como en la socialización en ambos espacios. El segundo grupo, “en ascenso” incluye a aquellos que habían terminado la universidad hacía más de dos años, de modo que puedan dar una visión más clara sobre su trayectoria laboral hasta el momento. En este grupo, junto a los puntos ya mencionados, nos interesa acercarnos a la experiencia de la búsqueda y obtención del primer empleo, así como la trayectoria posterior; ello nos permitirá conocer las redes y circunstancias que les permitieron ingresar a un trabajo. Por último, la categoría de los “encumbrados” reúne a aquellos entrevistados con una amplia trayectoria profesional que en la actualidad ocupan una posición destacada en sus respectivos campos. La tabla 1 muestra el número de entrevistas realizadas. En total, fueron 27 entrevistas, de las cuales 15 fueron a hombres y 12 a mujeres. Tabla 1 RELACIÓN DE ENTREVISTAS Entrevistados Egresados En ascenso Encumbrados Total Hombre 3 5 7 15 Mujer 4 5 3 12 Total 7 10 10 27 Esta información fue complementada con un mapeo de actores de la élite económico-empresarial del país, el cual se realizó sobre la base de una selección de los directores y gerentes de las sesenta empresas con mayor volumen de ventas del país.3 A partir de la información disponible en internet (memorias anuales de las empresas y redes sociales como Linkedin), se elaboró una base de datos de la trayectoria educativa (básica, superior y posgrado) de los altos mandos de estas empresas. Si bien se construyó una base de casi 400 personas, solo se pudo conseguir información de toda la trayectoria educativa (aspecto fundamental para nuestro análisis) de 94 de ellos, en relación con los cuales se realiza el análisis. Por último, es importante mencionar que a lo largo del texto hemos utilizado el pronombre masculino “entrevistados” o “padres” al referirnos tanto a mujeres como hombres. Si bien consideramos que es importante hacer la distinción, por temas de facilidad y fluidez de lectura, usamos el pronombre masculino. 1. Wallerstein (1988) identifica este proceso como claramente burgués. Como los que ocupaban posición ventajosa ya no podían legar un pasado y linaje, debían invertir para permitir el acceso privilegiado de la siguiente generación a las mejores instituciones educativas que aseguraran la consolidación como clase. 2. Se ha optado por mantener en confidencialidad el nombre de los colegios con el fin de conservar el anonimato de los informantes, así como para no sesgar la lectura. 3. Para identificar a las empresas, nos basamos en el Ranking 500 elaborado por la revista Semana Económica el año 2014. Como nuestro interés radica en los empresarios nacionales, un criterio de selección fue que más de la mitad del directorio de la empresa sea peruano. Con ello, nos quedamos con 20 de las 60 empresas. La licencia de este libro se ha otorgado a LIBRE, Capítulo 2 ¿QUÉ TIENEN EN COMÚN LOS MIEMBROS DE LA CLASE ALTA? D ado que nuestro análisis se centra en los mecanismos de reproducción social derivados de la educación, partimos de un mapeo rápido sobre los centros educativos a los que adscriben los directores y gerentes de las principales empresas del país. Como se verá, la mayor parte de ellos pertenecen a colegios tradicionales de clase alta, y una gran parte son egresados de los centros educativos incluidos en nuestra investigación. De los 94 altos cargos analizados, el Tradicional1 destaca como la principal cantera, con 29 personas. Internacional1 tiene 8 casos y Católico11 7. Estos tres colegios de varones concentran al 47% de los casos identificados. Cabe mencionar que, del total de personas incluidas en la muestra, tan solo 13 son mujeres. No sorprende, por tanto, que sean los colegios de élite de hombres los que predominan en ella. El resto de alto cargos proviene de los diez colegios más caros del país (nueve casos) y de los colegios tradicionales de clases altas para mujeres (seis casos; incluidos Tradicional2 e Internacional2). Si agregamos estos tres tipos de colegio suman 59 de los 94 miembros de la élite empresarial. Esto significa que, pese a que representan un porcentaje minúsculo de los centros educativos que existen en el país, casi dos terceras partes de los altos cargos identificados provienen de colegios tradicionales de clases altas). El resto de los colegios que completan este mapeo se dividen entre colegios ubicados entre los 50 más caros (17 casos), colegios fuera de Lima (8 casos) y otros colegios (10 casos). Estos últimos son los únicos que pueden considerarse como indiscutiblemente distantes de los sectores privilegiados. Figura 1 COLEGIOS DE PROCEDENCIA DE LA ÉLITE ECONÓMICA La educación superior muestra un patrón similar de concentración en cuatro universidades de élite. La Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), la Universidad del Pacífico (UP) y la Universidad de Lima (UL) han sido tradicionalmente las universidades más exclusivas y prestigiosas del país, todas ellas privadas y usualmente ubicadas entre las cinco más caras. La mayoría de los individuos identificados provienen de esas universidades, con 21, 18 y 17 casos, respectivamente. Pese a que antes resultaba aún más inusual que en la actualidad, otro grupo importante de personas (16 casos) realizó el pregrado en universidades del extranjero. Si consideramos a estos individuos como aquellos que continúan en un circuito de élite, encontramos 72 casos, esto es, más de las tres cuartas partes de nuestra muestra. Figura 2 UNIVERSIDADES DE PROCEDENCIA DE LA ÉLITE ECONÓMICA Son pocos los casos en los que la educación culmina en el pregrado. Solo 17 casos de nuestra muestra siguen este patrón. En cambio, casi tres cuartas partes cuenta con un Master of Business Administration (MBA) (56 casos) o una maestría en el área de su especialidad (15 casos), usualmente adquirida en universidades prestigiosas del extranjero. Esta formación se complementa con cursos de especialización gerencial en unas pocas escuelas de negocios. Dicho esto, lo que argumentamos es que no es coincidencia, y tampoco el devenir de la meritocracia, que exista una sobrerrepresentación de estas instituciones educativas en puestos de poder empresarial. Por el contrario, los hallazgos pretenden evidenciar de qué forma es que estos colegios terminan siendo protagonistas en espacios de poder —como lo son las empresas elegidas para el mapeo— y los mecanismos que se ponen en marcha para garantizar su reproducción. Los siguientes capítulos exploran las trayectorias de personas de clase alta en Lima, con particular atención a las instituciones educativas. El colegio al que atendieron estos individuos parece, entonces, un punto de partida ideal para nuestro análisis. 1. Se ha denominado Católico1 a uno de los colegios que, años atrás, fue un colegio representativo de la clase alta. Si bien no es parte de los colegios seleccionados para la investigación, muchos de los empresarios de mayor edad han egresado de dicha institución. La licencia de este libro se ha otorgado a LIBRE, Capítulo 3 EL COLEGIO COMO ESPACIO DE EXCELENCIA C orría el año 2013 cuando Federicaculminó la educación secundaria. Entonces tuvo que optar por qué y dónde continuar su trayectoria académica. Ya había decidido que quería estudiar en el extranjero y, más específicamente, en una de las universidades de la Ivy League estadounidense.1 Postuló a siete de ellas, además de otras tres universidades; finalmente, se enroló en la que había sido su primera opción desde el principio. Cuando la entrevistamos para esta investigación ya había culminado con éxito la universidad, había retornado al país y se encontraba laborando en uno de los centros de investigación más prestigiosos. La de Federica es hasta ahora una trayectoria exitosa con visos de continuar mejorando. A lo largo de la entrevista, nos llamó la atención la alta valoración que tenía del colegio donde estudió y la centralidad que le otorgaba con respecto al resto de su formación. “Siento que mi colegio me preparó de una forma increíble para lo que venía después, para aplicar afuera, para irme, para que me vaya bien en la universidad allá”, nos señaló. Lejos de ser una excepción, los entrevistados tienen una alta estima del colegio donde estudiaron, y la gran mayoría no escatima elogios al referirse a la educación recibida en estas instituciones de élite y las oportunidades que les significaron. No es casualidad que sean justamente estas las instituciones educativas elegidas por familias privilegiadas. Aunque existe un componente crucial de socialización, la dimensión académica también es un atributo destacado de estos colegios. Como señala Aaron Koh (2015), junto a aspectos simbólicos, su prestigio se encuentra anclado en aquellos materiales muy concretos, tales como la infraestructura, la ratio profesor-alumno, la cantidad y calidad de actividades extracurriculares, la calidad de los profesores y el currículo. A diferencia de otros países, en el Perú no existen rankings de rendimiento académico o exámenes estandarizados para todos los egresados de la educación secundaria.2 Sin embargo, existe cierto consenso social con respecto al prestigio académico de algunos centros, así como cierto respaldo empírico de esta percepción. Según Balarin y colaboradores (2018), los colegios situados en distritos más acomodados y con pensiones más altas suelen tener mejores resultados en las pruebas estandarizadas llevadas a cabo por el Ministerio de Educación (Minedu). Nuestros entrevistados, de manera poco sorpresiva, resaltan el gran nivel académico de sus colegios. En general, se considera que fueron exigentes y demandantes, sobre todo si se comparan con el resto de los colegios del país. Existen variantes dentro de esta generalizada valoración. Quienes estudiaron en Tradicional1, por ejemplo, destacan la gran calidad de enseñanza en matemáticas y ciencias, mientras que las egresadas del Tradicional2 e Internacional2 más bien resaltan el componente académico de los cursos de letras y humanidades.3 La calidad de los profesores también es un atributo muy valorado por los egresados. “En historia, por ejemplo, son profesores extranjeros con maestría o doctorado en historia, que un poco transmiten esa pasión”, señala una egresada.4 Prácticamente todos reconocen el alto nivel del personal docente, especialmente de los profesores extranjeros. En los colegios internacionales esta tendencia es aún más evidente. Los entrevistados mencionan que los docentes están más preparados e imparten sus clases en inglés nativo (aspecto que desarrollaremos a continuación). Quienes egresaron hacía varios años de los colegios tradicionales también señalaron que un gran atributo de la institución era contar con profesores de otros países, lo que elevaba significativamente la calidad académica.5 Lamentan, sin embargo, que esta práctica se haya ido perdiendo en los últimos años, lo que habría disminuido el nivel académico. Los entrevistados consideran que el colegio provee aptitudes, habilidades y valores que exceden la transmisión de conocimientos; son capaces de preparar a los jóvenes para un proceso de aprendizaje que dura toda la vida o, en los términos de los colegios de élite, para ser lifelong learners. Habrían sido así capaces de desarrollar una aproximación “heterodoxa”, centrada en habilidades como la capacidad de investigar el pensamiento crítico y autónomo, la de organizar y analizar ideas, y la la habilidad para resolver problemas mediante estrategias imaginativas. Más que el contenido académico en sí mismo, los egresados valoran la adquisición de competencias prácticas como redacción, comprensión lectora y capacidad para analizar críticamente textos. El colegio, entonces, se percibe como una preparación para desenvolverse adecuadamente en los distintos ámbitos de la vida adulta. Los colegios de élite proveen de esta manera educación de calidad y múltiples oportunidades, que, de aprovecharse, facilitarían o incluso garantizarían el éxito posterior del alumno. En un sistema educativo tan fragmentado como el peruano, esta educación de gran calidad supondría una diferencia clave con respecto al resto del sistema educativo nacional. La distinción es muy clara respecto de los colegios públicos, pero no se limita a estos. Como veremos más adelante, los marcos de referencia académica nos remiten a un conjunto muy reducido de colegios de élite, con lo que incluso parecen establecerse diferencias con colegios de clase media, que también suelen aparecen bien posicionados en rankings escolares. Este componente diferencial aparece en las narrativas de los egresados como algo sumamente importante para su desarrollo posterior. Si yo me pongo a comparar con otros tipos de formación que he visto en otras personas, sin llegar a mezquinarlos en lo más mínimo, yo sí siento que, por lo menos en lo que respecta a mí formación, sí me ha servido mucho el colegio […] sí siento que me ha ayudado profesionalmente y personalmente también […] uno está seguro [de] que va a poder hacer profesionalmente lo que quiera hacer. O sea, te plantean que tienes el potencial para conquistar el mundo. (Gerardo, Internacional1, egresado) Con mis exalumnas con las que mantengo contacto, están por todo el mundo, haciendo un millón de cosas, y yo creo que eso es parte por las bases que te ha dado el colegio y las oportunidades que ellas han tenido por estar en el Internacional2. (Maria, Internacional2, en ascenso) Más allá de lo referido por estos entrevistados, existen diferencias claras entre los colegios y modelos educativos, especialmente entre las instituciones educativas que hemos denominado internacionales frente a las tradicionales. De ahí que sea conveniente un breve análisis de ambos enfoques El enfoque internacional y cosmopolita Como ocurre en casi todos los países del mundo, dos de nuestras instituciones de estudio fundamentan su prestigio en una preparación “orientada hacia afuera”, de estándares internacionales y con un enfoque enmarcado en la globalización. En el caso de los colegios internacionales, estos atributos son la principal característica que las distingue del resto. Aspectos como una educación bilingüe, la preparación para evaluaciones internacionales y apuntar para un mundo interconectado son centrales en la “misión y visión” del colegio. Un elemento clave en esta línea es la importancia que estos centros conceden a la enseñanza del inglés. Los colegios internacionales ofrecen el aprendizaje del idioma de manera intensiva y desde muy temprano; es lo que denominan una enseñanza “por inmersión”. De hecho, este fue un elemento decisivo para que los padres optaran por estos colegios, de modo que no parece gratuito este marcado énfasis bilingüe. Desde los primeros años de la etapa escolar (3-7 años), el inglés se estimula tanto en instancias lectivas como a través de diversas actividades lúdicas. Uno de los colegios señala que ya desde este momento “trabajamos específicamente los fonemas en inglés, así como la discriminación auditiva en este idioma a través de diferentes juegos y actividades”. También “exponemos a las niñas a escuchar cuentos, canciones, asícomo seguir instrucciones orales cada vez más complejas en inglés”.6 Más adelante, la mayoría de cursos se imparten en inglés, lo que se hace aún más pronunciado en los últimos años. El inglés adquiere, entonces, un estatus similar o incluso de mayor relevancia que el castellano. Los entrevistados destacan por eso el haber recibido una educación angloparlante como un aspecto distintivo frente a otros colegios. El inglés, de hecho, se vuelve parte de su identidad y de su manera de expresarse naturalmente. Durante las entrevistas, nos llamaba la atención las continuas transiciones del castellano al inglés y, en muchos casos, la necesidad o mayor facilidad de realizar ciertas expresiones en este último idioma. En palabras de Francesca, “o sea, yo pienso en inglés, no tengo que traducir nada, entonces sí me parece súper útil. A mí sí me gusta mi colegio”.7 Dado que los colegios estudiados son de filiación británica, los alumnos avanzan en la secuencia de certificaciones de la Universidad de Cambridge. De este modo, se espera que los egresados cuenten con un dominio del idioma inglés equivalente al que se alcanzaría en una institución de educación básica del Reino Unido. El enfoque internacional, sin embargo, va mucho más allá de la enseñanza del inglés. Un punto central consiste en la inserción de los colegios en redes internacionales. La más grande y recurrentemente mencionada es la International Baccalaureate (IB), creada en 1968.8 Esta red de más de cinco mil colegios alrededor del mundo combina un currículo de excelencia académica con la formación de un perfil de estudiante intercultural y consciente de su conexión con el resto del mundo. Los colegios asociados son en su gran mayoría privados. A ellos asisten las familias más privilegiadas de cada país, y se ubican entre los colegios de mejor rendimiento (Kessler y Krüger 2018).9 Existen varios programas dentro del IB, pero el más común y de mayor tradición es el Diploma Program, que es precisamente el implementado en los dos colegios internacionales de nuestro estudio.10 Consiste en un programa intensivo de dos años, dictado casi exclusivamente en inglés, de gran exigencia académica y dirigido a fomentar habilidades de investigación y análisis crítico, así como a brindar un amplio y diverso conjunto de conocimientos. La idea es que, más allá de lo lectivo, se puedan formar lifelong learners a partir de un perfil particular: (i) inquirers, (ii) knowledable, (iii) thinkers, (iv) communicators, (v) principled, (vi) open-minded, (vii) caring, (viii) risk-takers, (ix) balanced y (x) reflective.11 Alrededor de un tercio de la promoción, casi siempre el de mejor rendimiento, tiene la posibilidad de realizar el IB.12 Para adquirir este diploma, se debe completar una serie de asignaciones y superar exitosamente las evaluaciones finales, lo que requiere una preparación a un ritmo académico más intenso. Más que en conocimientos concretos, la presentación del programa pone énfasis en la capacidad de (i) analizar y presentar información, (ii) evaluar y construir argumentos y (iii) resolver problemas de manera creativa. Al pasar estas pruebas, se alcanza un diploma proporcionado por la organización del IB, que sirve para ingresar a las principales universidades de Europa, Australia, Nueva Zelanda y Canadá. El IB se presenta como una propuesta acorde a las necesidades actuales, en contraste a una supuesta educación tradicional-conservadora que predominaría en los colegios peruanos. Mientras que esta última se centraría en la memorización, normas estrictas, una enseñanza centrada en el docente, la formación de sujetos herméticos y una perspectiva nacional, los programas IB promueven una educación de análisis crítico, dirigida al estudiante, transdisciplinaria, holística y de múltiples perspectivas además de la nacional.13 La correspondencia de este enfoque con lo recogido en las entrevistas permite inferir que estos discursos calan significativamente en los egresados, quienes valoran la orientación pedagógica centrada en la investigación y el análisis crítico. Como indica Felipe, “la educación inglesa es bien buena, es más ligada a enseñarte a pensar que a enseñarte datos específicos […] .En el IB no hay respuestas correctas, es enseñarte a pensar”.14 Desde su punto de vista, los atributos del programa resultan no solo distintos, sino abiertamente superiores al resto de colegios del país. En términos de una exalumna y ahora profesora del Internacional2, […] las habilidades que les enseñan a las chicas del IB son muy buenas, las preparan para ser académicas, el ensayo, la investigación y ciertas habilidades como elaborar conclusiones, hacer hipótesis, investigar, todas esas cosas en el IB tienes que hacer un montón, en el nacional no tanto. Las chicas que hacen el IB llegan muy bien preparadas para la universidad. (Maria, Internacional2, en ascenso) Como vemos, el contraste con la educación “tradicional” parece fundirse con lo impartido en el sistema educativo nacional. El IB funciona implícitamente como un signo de distinción que, por un lado, separa a los estudiantes de la enorme mayoría que culmina la etapa escolar según el programa nacional —en contraste “hacia adentro”—, a la vez que los hace sentirse parte de una comunidad y sentidos comunes internacionales —acercándose “hacia afuera” (Kessler y Krüger 2018)—. En ese sentido, varios egresados señalaron que este diploma los posicionó como “académicamente competitivos”, puesto que “es un estándar a nivel internacional, ya no solo algo local”.15 Se concreta así una fragmentación del sistema educativo, que los ubica en una categoría diferenciada del resto de colegios del país. En línea con lo que veremos más adelante, esta particular exigencia contribuye a la elaboración de narrativas en torno al mérito, a poseer un especial interés en la educación y al hecho comprobado de haber transitado por exigencias especialmente demandantes (Howard 2010). Quienes transitaron por el IB no ocultaron un sentido de orgullo por haber pasado por una alta exigencia académica, además de haberse enrolado en un programa distinto y considerado más demandante que el sistema nacional. Los testimonios hacían continua referencia al haber sido seleccionados para cursar el bachillerato, a todo el esfuerzo que requería y a las oportunidades que les había abierto. Siguiendo a Rubén Gaztambide-Fernández y colaboradores (2013), es posible percibir un sentido de orgullo, merecimiento (entitlement) y de pertenencia a este estatus académicamente distintivo. Junto a lo anterior, el IB otorga una credencial de validez global, un “pasaporte global para el éxito”. Es un diploma que los equipara con los mejores colegios alrededor del mundo y amplía sus horizontes de acceso hacia una cartera más amplia de opciones de educación superior en el extranjero (Kenway y Fahey 2015, Koh 2015, Kenway 2018, Kotzyba et ál. 2018). Un grupo importante de entrevistados decidió enrolarse en el IB por su interés —que aparecía como una decisión clara en algunos casos— en estudiar en el extranjero. En muchos casos, conseguían este cometido. Como ejemplo, dos de las entrevistas se realizaron con jóvenes que se encuentran residiendo en el exterior (una de ellas fue vía Skype, la otra fue durante sus vacaciones en Lima), a lo que podemos agregar una joven que había regresado hacía pocos meses al país. En estos casos, estudiaron en un grupo selecto de universidades que aparecían sistemáticamente dentro del top 10 del ranking de las mejores de Estados Unidos de América (EUA) y Canadá. Una vez más, el contraste con el sistema nacional fue muy claro. Este último aparecía como sumamente restringido a la preparación al examen de admisión nacional, lo que no brindaba ninguna utilidad para quienes buscaban ingresar a universidades en el extranjero. No son pocos los casos en los que los egresados recuerdan su etapa en el IB como equivalente a la universidad. La intensa exigencia académica, unida a la mayor flexibilidad para elegir cursos y horarios, se presenta como
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