Fisiología de la semilla

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Fisiología de la semilla
Las semillas son estructuras fundamentales en la reproducción de las plantas con semilla. Están compuestas por una cubierta protectora, un embrión en desarrollo y reservas de alimento que proporcionan los nutrientes necesarios para que el embrión pueda germinar y desarrollarse en una nueva planta.
El proceso de formación de la semilla comienza con la polinización, donde el polen se deposita en el óvulo de la flor y se fertiliza, dando lugar a la formación de la semilla. Una vez formada, la semilla entra en un estado de dormancia, donde suspende su crecimiento y metabolismo hasta que las condiciones ambientales sean favorables para la germinación.
Durante la dormancia, las semillas pueden experimentar cambios bioquímicos y físicos que les permiten resistir condiciones adversas como la sequía, el frío o la presencia de patógenos. 
Estos cambios incluyen la acumulación de sustancias protectoras como azúcares, proteínas y lípidos, así como la formación de una cubierta dura que protege al embrión.
Una vez que las condiciones ambientales son favorables, la semilla entra en un proceso de germinación, donde el embrión comienza a crecer y desarrollarse. Este proceso está regulado por una serie de factores internos y externos que afectan la actividad enzimática y el crecimiento celular en la semilla.
Entre los factores internos que regulan la germinación se encuentran las hormonas vegetales, como las auxinas y las giberelinas, que estimulan la elongación celular y la ruptura de la cubierta de la semilla. Entre los factores externos se encuentran la temperatura, la humedad y la disponibilidad de luz, que pueden afectar la velocidad y la eficiencia de la germinación.
En resumen, la fisiología de la semilla es un proceso complejo que involucra la formación, la dormancia y la germinación de la semilla. 
Comprender estos procesos es fundamental para la producción de cultivos y la conservación de la biodiversidad vegetal.