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Acta Bioethica 2017; 23 (2): 351-359
MEDICINA NARRATIVA: EL PACIENTE COMO “TEXTO”, 
OBJETO Y SUJETO DE LA COMPASIÓN
 
Carlos Alberto Rosas Jiménez1
Resumen: Las narraciones han llegado a influir en la medicina, dando lugar a un nuevo enfoque llamado “medicina narrativa”. 
En este trabajo consideramos al paciente como un texto, es decir, un libro abierto que el médico interviene, pero también del 
que el médico puede y necesita mucho aprender. Ahondar un poco en la perspectiva narrativa de la comprensión del paciente 
y de su situación nos ayuda a descubrir cómo el paciente es objeto de la compasión de los médicos, pero también cómo se 
convierte en sujeto de esa compasión. Concluimos que es importante que los médicos dediquen tiempo en su formación médica 
inicial, así como en su formación permanente, a explorar y explotar el valor de las narraciones, que les ayuden a categorizar 
sus experiencias vividas y las de los pacientes.
Palabras clave: compasión, bioética, narrativa, paciente, texto
Narrative medicine. The patient as “text”, object and subject of compassion
Abstract: Narrations have been able to influence medicine, giving rise to a new approach call “narrative medicine”. In this 
paper we consider the patient as a text, such is, an open book that the physician intervenes, but also from which the physician 
may and need to learn a lot. To deepen a little in the narrative perspective of patient understanding and his/her situation helps 
us to discover how the patient is object of compassion by physicians, but also how he/she turns into subject of compassion. 
We conclude that it is important for physicians to dedicate time in their initial medical training, as well as in their permanent 
training, to explore and exploit the value of narrations, that help them to categorize their living experiences and that of the 
patients.
Key words: compassion, bioethics, narrative, patient, text
Medicina narrativa: o paciente como “texto”, objeto e sujeito de compaixão
Resumo: As narrativas estão chegando a influenciar na medicina, dando origem a uma nova abordagem chamada “medi-
cina narrativa”. Neste trabalho consideramos o paciente como um texto, em outras palavras, um livro aberto que o médico 
intervém, mas também, que deve aprender muito. Aprofundar-se um pouco na perspectiva narrativa da compreensão do 
paciente e de sua situação ajuda a descobrir como o paciente é objeto da compaixão dos médicos, embora também como se 
converte em sujeito desta compaixão. Concluímos que é importante que os médicos dediquem mais tempo em sua formação 
médica inicial, bem como em sua formação permanente, para explorar o valor das narrativas que ajudam a categorizar suas 
experiências e a dos pacientes.
Palavras-chave: compaixão, bioética, narrativa, paciente, texto
1 Grupo de Investigación KHEIRON Bioética, Universidad de la Sabana, Bogotá, Colombia 
Correspondencia: carlosalbertorosasj@gmail.com
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Medicina narrativa: el paciente como “texto”, objeto y sujeto de la compasión - Carlos Alberto Rosas Jiménez
Introducción 
Hoy en día, como mencionan Miles y Loughlin 
y Miles y Mezzich(1), muchos pacientes experi-
mentan un tratamiento impersonal y deshuma-
nizante, tanto así que este fenómeno se presenta 
como una crisis dentro de los sistemas del cuida-
do de la salud. En esta realidad, a menudo se hace 
sentir a los pacientes como “el riñón en el cuarto 
5” o “el hígado en el cuarto 10”, en lugar de per-
sonas con una historia única de enfermedad(1). 
Por tanto, la búsqueda de un mayor respeto a la 
dignidad humana sigue siendo hoy una tarea im-
prescindible para la humanización de la salud.
La bioética personalista y la medicina han arroja-
do nuevas luces que permiten abordar por dife-
rentes flancos dicha problemática. Recientemente 
se han abierto nuevas ventanas que permiten la 
entrada de destellos de luz provenientes de diver-
sas maneras de aproximarse a la persona humana. 
Entre aquello que se muestra como novedoso está 
el elemento narrativo, que ha sido explorado des-
de la filosofía hermenéutica de Ricoeur y por la 
medicina narrativa. En efecto, como dice Alzate: 
“en la narración hay posibilidad de conocimien-
to, tanto de quien narra como de quien se narra, 
hay posibilidad de reconocimiento del otro y de 
sí mismo, porque existe la posibilidad de narrar-
me y contarme. Igualmente, tener la capacidad 
de narrar y narrarme ofrece la oportunidad de 
testimoniar y convertirme en testigo, es decir ser 
confiable ante un hecho, ser capaz de constatar-
lo”(1:71). Este elemento narrativo puede ser una 
herramienta conveniente, debido a que tanto el 
bioeticista como cualquier profesional de la salud, 
e incluso los pacientes, pueden narrar y narrar-
se(2). 
Como bien dicen Carrió et al.(3), la medicina na-
rrativa es un movimiento liderado por médicos 
que pretenden revisar sus modelos profesionales, 
tomando en cuenta tanto su práctica asistencial 
como sus propias experiencias como pacientes. La 
introducción de relatos en la formación médica, 
añaden, pone en cuestión el modelo biomédico 
tradicional, al valorar tanto el conocimiento sub-
jetivo como el objetivo, el razonamiento inducti-
vo como el deductivo, y la experiencia humana y 
la emoción tanto como la información científica. 
Es así que la medicina narrativa está abriendo un 
nuevo enfoque de renovación de la medicina que 
amerita ser explorado.
El paciente puede ser entendido como un texto, 
como un libro abierto, del que el médico puede 
y necesita mucho aprender. Es por eso que ahon-
daremos más adelante en la perspectiva narrativa 
de la comprensión del paciente y de su situación. 
Ello nos ayudará a descubrir cómo el paciente es 
objeto de la compasión de los médicos, pero tam-
bién cómo se convierte en sujeto de esa compa-
sión. Para una mayor comprensión del enfoque 
que se le ha dado a la compasión en el presente 
trabajo recomendamos revisar un estudio que de-
sarrolla el tema con mayor profundidad(4). Debe 
definirse qué es, cómo se inicia la medicina narra-
tiva y de dónde surge la compasión, con el fin de 
ubicar mejor al lector en la intencionalidad de la 
propuesta. 
El objetivo de este trabajo consiste en evidenciar 
que una de las mejores maneras de aproximarse a 
un paciente es a través de la compasión. Pretende-
mos mostrar que la actitud compasiva se constru-
ye progresivamente, mediante el cultivo personal 
de otras virtudes o actitudes fundamentales para 
aproximarse al paciente, y hacemos algunas pro-
puestas que pueden ser incluidas en la formación 
básica del profesional de la salud.
1. El paciente como “texto”
En reflexiones anteriores hemos hablado del pa-
ciente como texto —como un libro abierto— y 
sus implicaciones en la bioética(5). Como dice 
Villarroel, apoyado en Ricouer, “el hecho de que 
el paciente sea visto como un texto es sinónimo 
de que en su ser de enfermo pueden emerger pa-
labras que muchas veces deben ser extraídas del 
silencio, palabras cuyo decir es siempre múltiple 
y están a la espera de nuevas interpretaciones que 
decidan su significación, palabras que, además, 
estarán abiertas a los muchos que puedan leerlas, 
a todas las instancias sociales que pueden proveer 
salud, en mayor o menor medida”(6:44-45). 
Para comprender mejor al paciente, para leerlo 
en profundidad, se requiere la actitud compa-
siva. En la ausencia de compasión los pacientes 
están descontentos y los profesionales lamentan 
una pérdida de significado y gratificación en su 
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Acta Bioethica 2017; 23 (2): 351-359
trabajo(1). La compasión, como dice Post, es una 
cualidad esencial en el óptimo cuidado médico y 
constituye una sabiduría perenne y universal en 
la ética médica. Por ello, la compasión puede ma-
nifestarse como movimiento del corazón(4), que 
se construye poco a poco mediante un proceso 
de sensibilización y se da a través de experiencias 
tanto negativas como positivas, es decir, tanto en 
el dolor como el sufrimiento de un paciente, en 
su mejoría o alegría por el éxitode un tratamiento 
o cura de una enfermedad. La compasión, vista de 
esta manera, abarca toda la realidad del pacien-
te y, de acuerdo con la analogía que sugerimos, 
conduciría a una comprensión más completa del 
“texto”. 
La compasión implica desarrollar la capacidad de 
asombro, como apertura a la realidad y como par-
te esencial de esa realidad, los rostros concretos de 
las personas que sufren o pasan por alguna nece-
sidad(4). Es esa misma capacidad de asombro la 
que se requiere cuando se desea gozar de la lectura 
de un libro, de cualquier texto; de lo contrario 
será una experiencia amarga y los contenidos no 
serán bien comprendidos. 
A continuación, describimos algunas actitudes 
que, de no existir, es muy difícil que se llegue a ser 
verdaderamente compasivo. 
Humildad
La lectura de un libro está dada por un sinnúmero 
de motivaciones. Sin detenernos en particular en 
ellas, se puede afirmar que siempre se busca que 
el libro nos diga algo nuevo, algo que no sabe-
mos, algo visto desde otra perspectiva. En el fon-
do, dejamos que el libro sea lo que es y, al leerlo, 
nosotros nos enriqueceremos con su lectura. Es 
así que, si un libro dijera todo lo que ya sé, que 
no me aporta nada nuevo, y dice lo que yo quie-
ro que diga, probablemente no lo leeríamos. Pues 
bien, esa actitud con la que nos aproximamos a 
un libro dejando que el libro sea lo que es, es la 
humildad. Esto se da porque en el fondo nos de-
jamos asombrar por lo que nos propone el libro. 
El asombro presupone una actitud humilde, y la 
compasión verdadera no se da sin asombro: 
“El sentimiento de admiración que está en el 
inicio de toda reflexión sapiencial solo es posible 
gracias a una actitud fundamental de humildad: 
el reconocimiento de la propia ignorancia y de los 
límites de la propia inteligencia. Es así como el 
ser humano queda radicalmente capacitado para 
avanzar en el camino que lo conduce al hallazgo 
de respuestas cada vez más fundantes, pues, gra-
cias a la humildad, somos conscientes de la rique-
za insondable de la realidad y, al mismo tiempo, 
de la limitada capacidad del entendimiento hu-
mano para abarcar y penetrar dicha realidad en 
toda su complejidad y amplitud. La persona hu-
milde sabe que detrás de cada interrogante resuel-
to late una nueva pregunta que le incita a avanzar 
respetuosa y atenta por los senderos que cosas, 
hechos y personas le señalan. El humilde es, por 
consiguiente, sumamente dócil, esto es, habitual-
mente dispuesto a dejarse enseñar por la realidad 
y por los demás”(7:5).
Además, la compasión, como es descrita por 
Guerrero e Izuzquiza(8), es silenciosa y humilde; 
a menos que la compasión vaya acompañada de 
humildad, dice Lachmanova(9), no es verdadera 
compasión. Es por eso que “si un corazón es re-
gido por el orgullo, mostrará una falta de com-
pasión para con los demás”(9:23). La verdadera 
actitud compasiva es la que se deja enseñar por 
la realidad. La verdadera persona compasiva es la 
que ve en el paciente un texto que tiene todo por 
enseñarle, que tiene un número de páginas que 
esperan ser leídas. 
Quien lee un libro, quien lee un texto, se olvida de 
cierta manera de sí mismo, para poder compren-
der lo que el texto le dice. La compasión implica 
un olvido del yo. Pero no es desentenderse de uno 
mismo, es un olvido pasajero. Dice García-Baró: 
“la compasión verdadera, la que es compasión a 
secas y no compasión de, necesita de un olvido 
pasajero del Yo, de la memoria, de aquello que 
nos hace diferentes los unos de los otros. Cuando 
no somos memoria, sino puro presente estamos 
en disposición de acoger al Tú como otro Yo y no 
como un objeto. Podemos entonces hacer nues-
tras sus preocupaciones. Pero estos momentos de 
auténtica compasión son realmente escasos para 
nuestra existencia”(10:214). Siendo humildes 
podemos hacer nuestras las preocupaciones de 
los demás. La soberbia, que es todo lo opuesto 
a la humildad, nos impide esa apertura al otro y 
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Medicina narrativa: el paciente como “texto”, objeto y sujeto de la compasión - Carlos Alberto Rosas Jiménez
a sus necesidades, pues, como dice Polaino, “la 
persona soberbia sólo está pendiente de poner 
de manifiesto su excelencia personal o lo que ella 
considera le hace ser excelente (…) Pero no está 
atenta a los bienes ajenos, de los que casi nunca se 
alegra, sino que trata de minimizarlos o quitarles 
la importancia que tienen. Se muestra más bien 
partidaria del espíritu justiciero que devuelve mal 
por mal, porque en su corazón no hay lugar para 
el perdón, la comprensión o la tolerancia”(11).
Soledad
Es usual que, por las distintas ocupaciones y el rit-
mo de vida actual, la mayoría de las personas que 
viven en una ciudad hagan dos cosas al mismo 
tiempo: por ejemplo, hablar por teléfono y limpiar 
el escritorio, o salir a trotar y escuchar música, en-
tre muchos otros ejemplos. No obstante, cuando 
nos abocamos a la tarea de leer, no es posible hacer 
otra cosa al mismo tiempo, y si la hacemos suele 
quedar mal hecha. ¿Por qué? Porque necesitamos 
la concentración para leer. Quien decide leer un 
libro, una revista o un texto en general necesita 
de un espacio vital que le proporcione un cierto 
grado de soledad para hacerlo. Análogamente con 
el paciente, al que consideramos como un texto, 
con el fin de proporcionarle la atención debida, 
no podemos llegar haciendo otras cosas, hablando 
por teléfono, enviando mensajes de “chat” por el 
celular, ni buscando arreglar aquel aparato que se 
nos descompuso. 
Pues bien, la verdadera actitud compasiva re-
quiere de la soledad, como dice Nouwen: “La 
compasión es el fruto de la soledad. (…) la puri-
ficación y transformación que tienen lugar en la 
soledad se manifiestan en la compasión”(12:26). 
Es en esta soledad en la que se gesta la verdadera 
compasión. Cuántas veces los médicos creen que 
entre más pacientes atiendan, más van a ser com-
pasivos. Es cierto, el contacto con los pacientes 
los va educando en esas actitudes necesarias para 
el trato con ellos, pero son pocos los momentos 
que se dedican para estar solos, para poder digerir 
tantas experiencias que viven ellos mismos en el 
contacto con sus pacientes. A los médicos de hoy 
les falta algo de soledad. Y eso se ve reflejado en 
la poca soledad del encuentro médico-paciente 
pues, si bien es un encuentro —como dijimos—, 
requiere de soledad. Si el médico no busca que 
su encuentro con el paciente esté teñido por esa 
sana soledad, no explotará la riqueza de dicho 
encuentro, quizá no resuelva todos los problemas 
que tiene que resolver y no salga enriquecido por 
lo que ese encuentro le puede aportar. Pensamos 
que la falta de soledad para ser compasivo no es 
negociable. Se podrá ser un buen autómata de la 
medicina, pero no una persona que trate a sus pa-
cientes como personas. En este sentido, Nouwen 
nos ilumina de la siguiente manera: 
“Esta solidaridad compasiva crece en la soledad. 
En la soledad nos percatamos de que nada hu-
mano nos resulta ajeno, de que las raíces de todo 
conflicto, guerra, injusticia, crueldad, odio, celos 
y envidias están profundamente ancladas en nues-
tros corazones. En la soledad nuestro corazón de 
piedra puede ser cambiado en un corazón de car-
ne, un corazón rebelde en corazón contrito, y un 
corazón cerrado en un corazón capaz de abrirse 
a todos los que sufren, en un gesto de solidari-
dad”(12:27).
Y es que no cabe duda de que ser compasivo es 
difícil. Tenemos que partir de allí. Quien crea que 
ser compasivo es simple empatía, sonreír al pa-
ciente cada vez que lo visita y brindarle un trato 
amable, está equivocado. La compasión incluye 
todo esto, pero va mucho más allá. Por eso dice 
Nouwen: “No subestimemos lo mucho que cues-
ta ser compasivo. La compasión es difícil porque 
requiere disposición interior a ir con otros al lugar 
en que ellos son débiles, vulnerables, aislados y 
rotos”(12:26).
Aprender a estar
¡Cuántas veces escuchamos entre esposos, amigos, 
novios, hermanos de comunidad, que reclaman 
quemuchas veces sus compañeros los escuchan, 
pero simplemente no están ahí! En el mundo de 
hoy es frecuente escuchar que son pocos los que 
escuchan de verdad al otro, y dentro de los que es-
cuchan, muchos lo hacen, pero pensando en otras 
cosas, en sus ocupaciones, en sus problemas, etc. 
Pues bien, para ser compasivo hay que aprender 
a “estar”. 
Quien no es capaz de desconectarse de internet, 
de su acelerado ritmo de vida, de las presiones del 
trabajo, del estudio —o simplemente no puede 
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estar en silencio—, no podrá tomar un libro y 
sentarse a leer. Por el contrario, quien logra des-
conectarse y apartarse un poco de todas esas pre-
ocupaciones, consigue sacar el tiempo para tomar 
un libro y leerlo. Un buen lector aprende a estar 
con el libro; un buen lector sabe que vale la pena 
dedicarle tiempo; un buen lector busca una pos-
tura cómoda para degustar la lectura. Una postu-
ra incómoda conducirá al lector a abandonar la 
lectura del texto. Sencillamente, un buen lector 
aprende a estar. 
Para que la compasión sea verdadera compasión, 
el médico debe aprender a estar con su paciente, 
no solo dedicarle el tiempo suficiente para poder 
ir leyendo su situación, sino que se sienta cómodo 
para una buena lectura, de la misma manera que 
alguien se acomoda para leer un libro. Es cierto 
que una consulta no podrá muchas veces aseme-
jarse a esa lectura, pero sí requerirá el nivel de 
concentración, atención y sensibilidad para reali-
zar una buena lectura de la situación del paciente. 
Por ejemplo, cuando éste busca ser escuchado por 
su médico, pero este último no toma una postura 
para escuchar, es probable que el paciente se des-
anime y no narre todo lo que le sucede, porque 
pareciera que lo que está diciendo incomoda al 
médico, pues éste no se ha tomado el trabajo de 
tomar una postura de escucha, sencillamente no 
está como debería estar ante el paciente. 
Dice García-Baró: “La verdadera compasión sólo 
es posible en la palabra básica Yo-Tú, en el modo 
de la relación. Necesita, por tanto, cumplir una 
serie muy estricta de requisitos: debe darse en una 
dimensión temporal de puro presente, no puede 
ser buscada, pues requiere de la pasividad del suje-
to y no puede mediar en ella ningún signo ni uso 
de razón”(10:215). Aprendemos a estar cuando 
valoramos el presente, cuando valoramos que el 
encuentro con tal o cual persona es único, que no 
sabemos si se repetirá; quizá, si fuéramos cons-
cientes de que nuestros encuentros con personas 
concretas podrían no repetirse, nuestra actitud en 
dicho encuentro sería muy diferente y, si afortu-
nadamente continúan dichos encuentros, apren-
deremos a estar cada día un poco más. 
Dejar ser
El paciente no puede ser víctima de juicios teme-
rarios, como podría suceder con un texto cual-
quiera. Desde el momento en que un libro es 
catalogado como “aburrido”, “pasado de moda”, 
su imagen se ve mancillada de alguna manera. Es 
necesario dejar que estos sean simples comenta-
rios, que no afecten el juicio de los que no lo han 
leído o que lleven a que la persona se cierre a todo 
lo que podría aportarle en su conjunto el conteni-
do del texto. “Para estar al servicio de otros, dice 
Nouwen, tenemos que renunciar a medir el sen-
tido y valor de nuestra vida con el metro ajeno. 
(…) dejar de juzgarlos, dejar de evaluarlos y libe-
rarnos de este modo para poder ser compasivos. 
La compasión nunca puede coexistir con el juicio, 
porque el juicio crea la distancia, la distinción que 
nos impide estar realmente con el otro”(12:27). 
Cabe aclarar que, ante un paciente, un médico 
o profesional de la salud debe emitir juicios; el 
problema está cuando se emiten juicios temera-
rios y se cataloga a los pacientes como mercancía. 
Es por eso que Nouwen afirma que quien busca 
en todo momento juzgar a otra persona lo único 
que hace es distanciarse de ella, pues los juicios 
endurecen el corazón y así lo único que se genera 
es una mayor distancia entre el médico y el pa-
ciente, y se hace difícil la vivencia de la actitud 
compasiva. Los juicios nos llevan a encasillar a las 
personas, a no darles respiro, a etiquetarlas y que-
darnos con una imagen de ellas que quizá no es 
la que mejor las refleja. En fin, lo problemático es 
no dejar ser al paciente que sea lo que es, reducir-
lo a una simple etiqueta, ya de la habitación que 
ocupa, el número asignado en la sala de cuidados 
intensivos o su patología. 
Dice Post(1) que la narrativa de la enfermedad 
debe ser respetada, que ningún paciente puede 
ser reducido a un acertijo biológico que debe ser 
resuelto. Esta visión empobrecida del paciente, 
sumada al posible etiquetaje que se pueda hacer 
de ellos, puede conducir al médico a verse limita-
do por sus propios juicios, pues son estos límites 
autoimpuestos los que impiden estar disponibles 
para la gente y achican la compasión(12).
La compasión es bidireccional
Diríamos que hemos llegado al punto más impor-
tante de la comprensión del paciente como texto 
y sus implicaciones en la compasión. Pues el pa-
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Medicina narrativa: el paciente como “texto”, objeto y sujeto de la compasión - Carlos Alberto Rosas Jiménez
ciente como todo texto, tiene mucho que aportar 
al médico, que es su lector. Es momento de recor-
dar al médico y a los profesionales de la salud que 
vean al paciente no solo como a aquel a quien dan 
atención, curan sus enfermedades o dan cuidados 
paliativos, sino también como aquel de quien re-
ciben. Siempre será más fácil dar que recibir. Por 
ello, siempre será más fácil ver al paciente como 
necesitado de compasión, sin que el médico se 
descubra como un lector que, durante toda la lec-
tura de un texto, se mantiene en constante actitud 
de escucha y aprendizaje no solo de contenidos, 
sino de emociones y experiencias de vida humana 
que le proporciona el encuentro con el pacien-
te. Ser compasivo puede ser más fácil que dejarse 
compadecer, como dice Lachmanova: “Nos resul-
ta fácil comprender que saber dar constituye una 
de las dimensiones de la compasión. Saber recibir 
es otra dimensión, de tal modo que respetemos la 
dignidad del otro”(9:73).
El problema ha estado en la poca comprensión 
de lo que es la enfermedad. Se ha visto siempre 
como algo físico, pero va mucho más allá, ya que 
la enfermedad, aunque es una ausencia de salud, 
no es un estado en el que se deja de ser algo, una 
carencia, una ausencia de identidad(13). A ve-
ces pareciera que los médicos se aproximaran a 
los pacientes como si hubiera que erradicar por 
completo la enfermedad, pues no erradicarla pue-
de ser considerado a veces como un fracaso. Pero 
el problema no es que haya enfermos, dice Imíz-
coz(13), sino que haya sanos que no conozcan su 
posibilidad de enfermar, o que haya especialistas 
que estén convencidos —o nos convenzan— de 
la posibilidad de erradicar la enfermedad o los es-
tados enfermales del hombre; es decir, que el es-
tado de salud nos dé unas convicciones erróneas 
sobre nosotros mismos que nos hagan pensar que 
la enfermedad es un retraso, una falta de conoci-
mientos o un fallo del sistema. 
En clínicas y hospitales, a veces se percibe que el 
paciente es menos que todos los que trabajan allí 
—médicos, enfermeras, personal administrativo, 
etc.—, y es que “si los demás se convierten en me-
ros objetos de mi cuidado y generosidad, si no 
les doy la oportunidad de que también me den 
algo, y sobre todo si no les hago saber que son 
un don en mi vida, les estoy degradando”(9:74). 
Peor aún, no solamente se les degrada, sino que, 
al final, el pobre, el necesitado o el enfermo no 
quieren salir de donde están(9). 
Por otro lado, pensar que la relación médico-pa-
ciente es unidireccional no solo tiene consecuen-
cias de instrumentalización del paciente, sino que 
se da una “instrumentalización mutua”(8:69). 
Esto es precisamente lo que sucede muchas veces 
con los médicos. Es muy conocido el dicho de 
que “los médicos no son buenos pacientes” y de 
cierta forma este dichorefleja esa dificultad que 
tienen de recibir en general, de recibir ayuda. Pero 
si no desarrollamos esa disposición para recibir es 
difícil que podamos ser compasivos. Al recibir se 
da un proceso de sensibilización y de ablanda-
miento del corazón que nos posibilita para que, 
con esa misma sensibilidad, podamos servir y salir 
al encuentro especialmente de los más débiles.
Competencias narrativas para el encuentro 
médico-paciente
De acuerdo con lo que hemos mencionado en es-
tudios anteriores(4), podemos decir que no se re-
quiere estar ante situaciones de dolor o sufrimien-
to para desarrollar un corazón compasivo. Lo cual 
nos lleva a pensar que los médicos y los estudiantes 
de medicina pueden disponer y entrenar su cora-
zón para ser compasivos, no solo en la atención a 
pacientes en clínica u hospital, sino que se puede 
aprovechar otras instancias de la vida diaria para 
crecer en dicha actitud compasiva. Por ejemplo, 
los doctores que pasan por un proceso de “burn 
out” muestran evidencias de mejoría cuando van 
en viajes de misiones médicas de periodos cortos 
y se reconectan con su deseo principal de cuidar 
a otros(1). Campbell(1) afirma que los viajes de 
misiones médicas de dos semanas a Sudamérica 
contribuyeron a bajar los puntajes en las escales 
de “burn out” a su retorno; dichos puntajes con-
tinuaron mejorando en los seis meses siguientes. 
Nos concentraremos ahora en la escritura de re-
latos, como una manera de adquirir un corazón 
más compasivo. El simple hecho de narrar las ex-
periencias vividas contribuye a un ablandamiento 
del corazón, piedra angular de la actitud compa-
siva, así como el crecimiento de la capacidad de 
asombro, estrechamente ligada a ésta. 
La doctora Rita Charon propuso la medicina na-
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rrativa como un modelo para una práctica médica 
humana y efectiva, pues ésta requiere una compe-
tencia narrativa, es decir, la habilidad para reco-
nocer, absorber, interpretar y actuar en las histo-
rias y condiciones de los demás(14). La adopción 
de métodos como la lectura de literatura y escritos 
reflexivos, afirma Charon(14), permite a la medi-
cina narrativa examinar e iluminar cuatro de las 
situaciones centrales de la medicina: médico y pa-
ciente, médico consigo mismo, médico y colegas, 
y médicos y sociedad. Con esta competencia na-
rrativa los médicos pueden alcanzar y unirse a sus 
pacientes en la enfermedad, identificar sus pro-
pios recorridos en la medicina, reconocer su cer-
canía y responsabilidades con otros profesionales 
de la salud, e inaugurar un discurso consecuente 
con el público en general sobre el cuidado de la 
salud. Los médicos aprenden de las situaciones de 
los pacientes de muchas maneras, incluyendo las 
narraciones y las escritas. Los médicos registran 
los estados de ánimo, los silencios, y los cambios 
corporales de los pacientes; de esta manera, van 
absorbiendo, sin necesidad del uso de las pala-
bras, un conocimiento acerca de ellos(15). 
Pero, ¿qué utilidad real puede tener para un médi-
co —dedicado a los asuntos asistenciales, docen-
tes o investigadores de su especialidad— una se-
lección de novelas, poemas o piezas dramáticas?, 
se pregunta Navarro(16). Pues este es uno de los 
retos a los que se ha visto abocada la medicina 
narrativa. Charon(17) afirma que, como base de 
la cultura, la religión, la familia y la comunidad, 
la narración es una vía mediante la cual somos 
más nosotros mismos, nos permite conocer nues-
tro ser. En el caso de la medicina, que es el que 
aquí nos atañe, se han dado grandes avances; ya 
para el 2007 los currículos y proyectos narrativos 
se habían difundido en los Estados Unidos, Cana-
dá, Europa, Gran Bretaña, Latinoamérica, Medio 
Oriente y Australia(15). 
Con el fin de que los médicos y estudiantes de 
medicina puedan adquirir, fortalecer y explotar 
sus capacidades narrativas, queremos mencionar 
dos importantes iniciativas desarrolladas reciente-
mente. En primer lugar, la lectura de otros tex-
tos distintos a los de medicina pues, como dice 
Navarro: “En esta búsqueda, los libros de texto 
habrán de resultarle de escasa utilidad. Cierto es 
que los cuadros sintomáticos, los signos clínicos, 
los datos analíticos y los resultados de las más 
modernas técnicas diagnósticas vienen recogidos 
con extraordinaria minuciosidad en estos sesudos 
tratados; pero rara vez ocurre igual con los senti-
mientos o las sensaciones más íntimas del pacien-
te. Si es esto lo que buscamos, más vale volver la 
vista a los textos escritos no por los más eminentes 
discípulos de Hipócrates, sino por quienes mejor 
han sabido observar, interpretar y expresar los 
entresijos del alma humana: los grandes escrito-
res de la literatura universal”(16:98). Es así que 
Navarro(16) ha hecho una lista de 70 textos que 
debería incluir el médico en su formación, por 
ejemplo, Middlemarch, de George Eliot, El médi-
co imaginario, de Molière, y El doctor inverosímil, 
de Ramón Gómez de la Serna, entre otros. 
Además de la lectura de obras literarias, se ha 
comprobado la importancia de las narraciones 
escritas; así, la revista Medicina Narrativa, de la 
Pontificia Universidad Javeriana, que en cuatro 
años de edición (2011 a 2014)2 ha publicado 353 
artículos, escritos por estudiantes y profesores. 
De estos artículos, la mayor cantidad ha estado en 
cuatro áreas temáticas, marcadas así por la revista: 
19,0% (66 artículos) acerca de la “vocación mé-
dica”; 17,6% (62 artículos) sobre “prosa diversa”; 
16,1% (57 artículos) relativa a “relatos de enfer-
medad” y 11% (39 artículos) “sobre la muerte” y 
en particular de la muerte de seres queridos. Por 
otro lado, habiendo comenzado con 24 artícu-
los en el primer número de la revista de 2011, 
en los dos números de 2014 se publicaron 60 y 
56 artículos. De acuerdo con lo anterior, vemos 
el creciente interés, tanto de profesores como de 
estudiantes, de narrar sus experiencias médicas 
de diversas maneras: en poesía, relatos en prosa, 
cuentos, etc. Incluso, a partir del 2013, se creó 
una nueva sección en la revista —“Facultad en 
pañales”—, en la que se publica fotos y pequeñas 
biografías de los narradores. Existe por tanto un 
fuerte deseo de contar la vida, de narrar y narrar-
se, pues, como dice la doctora Russo:
“La literatura, así como la filosofía, puede ser un 
instrumento precioso para que se formen genera-
ciones de médicos sensibles a la historia del dolor 
del paciente, además de a la mera historia clínica. 
2 Datos tomados por el autor luego de una revisión de cada uno de 
los números de la revista publicados en el sitio web http://revistas.
javerianacali.edu.co/index.php/medicinanarrativa
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Medicina narrativa: el paciente como “texto”, objeto y sujeto de la compasión - Carlos Alberto Rosas Jiménez
Si sólo la persona humana tiene historia, más pre-
cisamente biografía, porque a través de su liber-
tad madura en una continuidad de acciones, no 
puede haber cuidado de la persona sin la atención 
a su historia, es decir, sin el respeto de su liber-
tad”(18:131).
La habilidad de narrar y de representar lo que ob-
servamos o sufrimos en momentos de enfermedad 
nos da acceso a un conocimiento que, sin la re-
presentación narrativa, quedaría fuera de nuestras 
conciencias(19); es por ello que, a pesar de recibir 
resistencia a introducir este tipo de enfoque en 
la formación médica, es importante tenerla muy 
en cuenta. Sus resultados se verán más adelante, 
cuando haya generaciones de médicos formados 
bajo esta escuela de la medicina narrativa. 
Conclusión
Estas reflexiones nos parecen lo suficientemente 
paradigmáticas para señalar que el paciente puede 
ser considerado con “texto”, en cuanto es un libro 
abierto que ofrece gran cantidad de información, 
tan vasta y tan compleja como puede haber sido 
su vida, y no solo sus episodios de enfermedad, 
dolor o sufrimiento. En esta instancia, el pacien-
te sigue siendo objeto de estudio del médico, el 
cual busca ayudarle en su proceso de curaciónde 
la enfermedad —aliviando sus dolores— y en su 
recuperación. 
Asimismo, entender como un texto al paciente 
permite descubrir ciertas actitudes que son im-
prescindibles para hacer una lectura a fondo sobre 
él, las cuales se constituyen en las piezas con las 
que constituye una verdadera actitud compasiva 
hacia el paciente. Queda claro que esta actitud no 
es una pérdida de tiempo para el médico ni un 
desgaste emocional, sino que constituye una for-
taleza para crecer en la efectividad de su ejercicio 
profesional, en sus relaciones con otros médicos 
y demás profesionales de la salud, así como en el 
proceso formativo de los estudiantes de medicina. 
Como libro abierto, el paciente reclama la catego-
ría de sujeto, de un individuo con el que el mé-
dico puede no solo tener un verdadero encuentro 
personal, sino que también puede y debe apren-
der mucho de él. Para ello, es importante que los 
médicos dediquen tiempo en su formación médi-
ca inicial, así como en su formación permanente, 
a explorar y explotar el valor de las narraciones, 
para instruirse a través de la lectura de libros y 
obras de literatura en general, o de la escritura de 
textos que les ayuden a categorizar sus experien-
cias vividas y las de los pacientes. La acogida de 
estas iniciativas enfocadas en la narrativa es muy 
alta, pero queda por continuar indagando, si sus 
resultados contribuyen a la tan anhelada humani-
zación de la medicina. 
 359
Acta Bioethica 2017; 23 (2): 351-359
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March 2015). Disponible en: http://goo.gl/z7oIGZ (March 12th , 2015).
Recibido: 13 de noviembre de 2015
Aceptado: 7 de junio de 2016

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