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En los pasos de Jesús

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A mí hermana Elcy, 
que plantó la Semilla 
en nuestros corazones. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Prefacio 
 
La sumisión, el bautismo en las aguas, la oración, el ayuno y el bautismo del 
Espíritu Santo, son algunos de los temas admirablemente abordados por el 
Obispo Macedo en este libro que contiene la esencia de este sentimiento 
tan sublime denominado “fe”. 
Fe es la palabra poderosa que siempre presenta en sus libros, porque el 
Obispo Macedo aspira, respira y transpira este maravilloso sentimiento en 
su vida y ministerio y que nos sirve de señal para introducirnos en el interior 
de la Roca Eterna. 
Sin fe es imposible agradar a Dios, siempre dice el Obispo Macedo, sabiendo 
que la salvación nace de la fe y no de las obras, que son frutos de la gracia 
de Dios en la vida de los salvos. 
El autor nos enseña que lo que importa es servir a Dios en novedad de 
espíritu, procedente de la verdadera fe viva que determina qué quién la 
posee es nacido de Dios. Fe no es solamente la aceptación como un acto 
mental, sino una disposición operada por Dios en nuestro corazón, qué nos 
da la segura confianza de que Dios, por los méritos de Cristo, perdona 
nuestros pecados y nos salva. Ésta es la gran verdad que debe ser grabada 
en el interior de nuestro agradecido corazón: ninguna gracia es más 
importante en la vida del cristiano que la fe, ya que ella, según la asimilación 
de la vida, de las obras y de los actos del Obispo Macedo, es omnipotente 
y, a través de ella, Dios realiza en nosotros Su propio poder, inmutable e 
infinito. 
“Tu fe te ha salvado”, son palabras de Jesucristo dirigidas a quién Lo buscó 
para obtener la sanidad de su cuerpo, recibiendo también la del alma, más 
preciosa todavía. Sí, es por fe que depositamos nuestras esperanzas en las 
cosas futuras: la salvación del alma, la resurrección del cuerpo, la vida 
eterna, la corona de gloria y un cuerpo glorificado semejante al de 
Jesucristo. 
Es por fe que vivimos cada día. Es por fe que operamos milagros y es por fe 
que Dios atiende nuestras peticiones. 
Indudablemente, nos faltaría espacio para enumerar más conceptos sobre 
la Fe que debe latir en nuestros corazones, caminar con nosotros en esta 
vida como una llama inextinguible en el santuario de nuestra alma. 
 
 
Los editores 
 
Introducción 
 
Este estudio tiene la finalidad principal de preparar hombres y mujeres para 
la batalla espiritual que ha de lidiarse, de aquí en adelante, hasta la venida 
del Gran Rey y Señor Jesucristo. 
Procuramos usar un texto de fácil comprensión, a fin de que todos los 
lectores puedan, no solamente ser edificados en la Roca, sino que puedan 
edificar a otros que el Señor envié a lo largo de su caminata en dirección al 
objetivo mayor, qué es rescatar almas para nuestro Dios. 
Todos recibimos talentos de Dios, unos más que otros, y, más tarde o más 
temprano, tendremos que dar cuenta de aquello que nos fue confiado. 
La Obra de Dios tiene una necesidad muy antigua, qué es la de utilizar a los 
obreros preparados para ejecutar la orden de sembrar la Palabra en el 
corazón de las personas. Tanto, qué el propio Señor Jesús se dirigió a los 
discípulos, diciendo: “La mies en verdad es mucha, más los obreros son 
pocos”. (Mateo 9: 37). 
A poco más de dos mil años de haber sido dichas esas palabras por el Señor 
Jesús, Su iglesia continúa viviendo la misma necesidad al ver cuán grande 
es el mundo y cuán escasos son los obreros que se disponen a hacer la obra 
de Dios. 
Por ese motivo, elaboramos este trabajo, que seguramente dará a los 
lectores más capacidad y discernimiento espiritual para su 
desenvolvimiento en la gracia y el conocimiento del señor Jesucristo y de 
su Santa voluntad: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, 
como obrero que no tiene de que avergonzarse, que usa bien la palabra de 
verdad.” (2 Timoteo 2:15) 
 
 
Edir Macedo 
 
 
 
1 
 
 
El origen del caos 
 
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra estaba desordenada 
y vacía, las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se 
movía sobre la faz de las aguas.” 
Génesis 1:1-2 
Es nuestro gran deseo, a través de este libro, traer a la luz la razón por la 
que tanta gente viene sufriendo y hace sufrir a otros en este viejo mundo, 
mostrando la salida a los más variados tipos de problemas que las personas 
viven. Además, queremos también despertar la fe del lector a fin de que 
éste participe de todo a lo que tiene derecho delante de Dios Padre y a 
través del nombre del Señor Jesucristo por obra y gracia del Espíritu Santo. 
Verificamos, en los dos primeros versículos del Génesis sobre la Creación, 
la existencia de algo que, a primera vista, parece un poco incoherente: en 
el primero, sí afirma que Dios creó los Cielos y la Tierra, e inmediatamente, 
en el segundo, dice que la Tierra estaba desordenada y vacía. Ahora bien, 
¿Cómo podemos entender que Dios haya creado algo sin forma y vacío? Y, 
si Él lo hizo así, ¿Por qué? ¿Con qué fin? 
De hecho, cuando Dios en el principio creó los cielos y la Tierra, éstos eran 
tan perfectos como Él. Eso es obvio, ya que las obras de Sus manos no 
podrían salir con fallas o defectos, ya que Él es Dios y no es hombre. Para Él 
no existen límites, dada su omnipotencia, omnipresencia y omnisciencia. 
“Alaben el nombre del Señor, porque solo Su nombre es enaltecido. Su 
gloria es sobre tierra y cielos”. (Salmos 148: 13) 
Nunca podremos encontrar en nuestro Dios alguna imperfección, pues está 
escrito: 
“¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano y los cielos con su palmo, 
con tres dedos junto el polvo de la Tierra, y peso los montes con balanza y 
con pesas los collados? 
 
¿Quién examinó al Espíritu del Señor o le aconsejó, enseñándole? ¿A quien 
pidió consejo para ser avisado? ¿Quién le enseñó el camino del juicio o le 
enseñó ciencia o le mostró la senda de la prudencia? 
He aquí que las naciones le son como la gota de agua que cae del cubo, y 
como menudo polvo en las balanzas le son estimadas. Y aquí que hace 
desaparecer las Islas como polvo. Ni el Líbano bastará para el fuego, ni todo 
sus animales para el sacrificio. 
Cómo nada son todas las naciones delante de él; y en su comparación serán 
estimadas en menos que nada, y que lo que no es. ¿A qué, pues, haréis 
semejante a Dios o qué imagen le compondréis? 
Isaías 40: 12-18 
Todo esto muestra apenas un matiz de Quién es realmente Dios. Nuestra 
mente nunca podrá concebir toda Su Majestad, Poder y Gloria, ya que 
somos infinitamente limitados. Esta es la razón por la cual creemos 
verdaderamente que, cuando Él creó los Cielos y la Tierra, estos eran 
perfectos como Él lo es. 
Cuándo sucedió lo que relata el segundo versículo de Génesis, ya habían 
transcurrido millones y millones de años y, en ese ínterin, la caída de 
Lucifer, que Ezequiel describe con mucha propiedad: 
“Vino a mi palabra del Señor, diciendo: Hijo de hombre, levanta endechas 
sobre el rey de Tiro, y dile: Así ha dicho el Señor Dios: Tú eras el sello de la 
perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. 
En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu 
vestidura: de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, 
carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas 
estuvieron preparados para ti en el día de tu creación. 
Tú, querubín grande, protector; yo te puse en el santo monte de Dios, allí 
estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en 
todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti 
maldad. 
A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y 
pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arroje de entre las 
piedras del fuego, oh querubín protector. 
Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduríaa causa de tu esplendor; yo te arrojare por tierra; delante de los reyes te 
pondré para que miren en ti. Con la multitud de tus maldades y con la 
iniquidad de tus contrataciones profanaste de tu santuario; yo, pues, saqué 
fuego de en medio de ti, el cual te consumió, y te puse en ceniza sobre la 
tierra a los ojos de todos los que te miran. 
Todos los que te conocieron de entre los pueblos se maravillarán sobre ti; 
espanto serás, y para siempre dejarás de ser.” 
Ezequiel 28:11-19 
Todo este relato de la caída de Lucifer (que quiere decir “lleno de luz”) pasó 
entre los dos primeros versículos del Génesis y, cómo el profeta lo describe. 
El fue lanzado por tierra, creando así el caos total en el planeta, es decir, se 
tornó en algo sin forma y vacío. 
Note el lector que, en el segundo versículo: Moisés no hace alusión a que 
los Cielos estuviesen sin forma y vacíos, pero si la Tierra. Eso es porque de 
los Cielos ya había sido arrancado y expulsando el querubín profano y 
también todos sus seguidores, qué se convirtieron en el diablo (aquel que 
separa) y sus demonios. De ahí la razón por la que los Cielos continúan 
siendo cómo fueron creados y la Tierra fue transformada. 
Lo que le sucedió a la Tierra también le sucedió al hombre. La Biblia describe 
así su creación: 
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a 
nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, 
en las bestias, en toda la tierra y en todo animal que se arrastra sobre la 
tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y 
hembra los creó” 
 Génesis 1: 26-27 
“Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en 
su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” 
 Génesis 2: 7 
Así como la tierra fue creada perfecta, también el hombre lo fue, ya que 
Adán no tenía un ojo solo ni sufría con alguna enfermedad. ¡No! 
Él fue creado a imagen y semejanza del Altísimo y perfecto en todos los 
sentidos. Así como Satanás (qué en hebreo significa “enemigo”) penetró en 
la tierra y la dejó sin forma y vacía, también penetró en la vida de Adán y 
Eva. Sutilmente los envolvió, de tal forma que dejaron de dar oídos a la 
Palabra de Dios para dar oídos a la de él. 
Comenzó entonces la gran tragedia de la humanidad, o su caos y vacío, 
porque, al dejar el hombre de someterse a Dios, quedó subordinado a 
Satanás. 
Dios es luz, orden y disciplina; y con Él no puede habitar el error, el pecado 
y las tinieblas. Por esto, Él fue obligado a hacer con el hombre lo mismo que 
con Lucifer y lo expulsó de Su presencia. 
Hasta entonces, la naturaleza colaboraba con el hombre. No necesitaba 
sudar para sacar el fruto de la Tierra, al contrario, la tierra gentilmente 
producía todo su sustento, porque él y la tierra eran hermanos por la 
Creación divina. Hubo entonces rebelión de parte de la tierra para con el 
hombre a causa de su rebelión contra el Creador. Hoy vemos cuánto lucha 
el hombre para extraer de la tierra su pan de cada día, muchas veces sin 
ningún éxito, por lo que es consumido por el hambre, la miseria y la 
desgracia. 
Impotente, exteriormente religioso, científico, culto y elegante, el mundo 
está dominado por los principios satánicos. Bajo su engañosa apariencia 
exterior, es una caldera ardiendo por ambiciones nacionales e 
internacionales, rivalidades comerciales, lágrimas escondidas tras una 
sonrisa. 
Satanás y su ejército de espíritus malignos (Daniel 10:13 y Efesios 6: 12) son 
los agentes invisibles y la causa real de la sed de poder y de la inteligencia 
maléfica de los dictadores y de todos aquellos que buscan y usan su poder 
terrenal para el mal. Estos son los dirigentes visibles. Las guerras y los 
conflictos periódicos, produciendo muerte, derramamiento de sangre 
inocente y extrema violencia, son los acompañantes indispensables. 
En el escalafón de la organización satánica, Satanás ejerce el dominio de los 
espíritus caídos que lo siguieron en su rebelión original. Su autoridad es, sin 
duda, un atributo delegado a él por sus siervos. 
 
Estos espíritus, habiendo decidido seguir a Satanás, en vez de permanecer 
leales a su Creador, fueron confirmados irremisiblemente en la maldad y 
abandonados al error. 
Siendo así, están en completo acuerdo con su príncipe y le rinden servicio 
voluntario en los diferentes cargos y posiciones, en un reino altamente 
organizado (Mateos 12: 25). Su decisión inicial los unió para siempre a su 
programa de engañó a su inevitable condenación. 
Aunque el conocimiento de Satanás sea agudo y sobrenatural, no es un 
conocimiento santo y salvador. Sus demonios creen y se estremecen 
(Santiago 2: 19), pero siendo confirmados en la maldad, nunca buscan el 
perdón y la pureza. Tienen un profundo conocimiento de que Jesús es el 
Señor del mundo espiritual, pero sus confesiones no envuelven una 
confianza salvadora o una sumisión voluntaria. Ellos respetan a Cristo 
(Mateos 3: 11), pero tal respeto no viene del amor por una santa comunión, 
sino la de la inclinación de una voluntad inferior a uno superior, con odio y 
resentimiento. 
Los actos de los poseídos indican que los demonios los poseen, en algunos 
casos con propósitos de gratificación sensual y usando todo tipo de 
impureza. Eso puede explicar el deseo de los poseídos de vivir en un estado 
de desnudez, tener pensamientos licenciosos (Lucas 8: 27) y frecuentar 
lugares impuros, cómo las tumbas. 
La naturaleza viciosa y vil de los demonios se demostró en el deseo que 
tuvieron de entrar en los cerdos (Marcos 5: 12) y en su actividad de la 
proclamación del amor libre (1 Timoteo 4: 3), con la destrucción moral de 
una sociedad ordenada (Romanos 1: 24). 
Sumado a su inteligencia sobrehumana y a su moral viciada, los demonios 
poseen una fuerza asombrosa. Tienen el poder sobre el cuerpo humano 
para causar: 
• Mudez (Mateo 9:32-33) 
• Ceguera (Mateos 12: 22) 
• Demencia (Lucas 8: 26-36) 
• Deseos suicidas (Marcos 9: 22) 
• Males físicos (Marcos 9: 18) 
• Y las más variadas deformidades físicas (Lucas 13: 11-17) 
No hay razón para suponer que el diablo y sus ángeles hayan dejado de 
actuar en la actualidad cómo lo hacían en los días de los apóstoles. El 
apóstol Juan escribió que “el mundo entero está bajo el maligno” (1 Juan 5: 
19) 
En el texto original encontramos la idea de que “todo el mundo yace 
adormecido en el sueño del maligno” Satanás, según lo enseñado por el 
Señor Jesucristo, actúa como un padre con los que le pertenecen, pero 
como un padre desposeído de misericordia (Juan 8: 44). Satanás es 
reconocido como rey y dios de este siglo. Su reino es el de las tinieblas y el 
de la muerte (Hebreos 2: 14 y Judas 1:9), un reino espiritual y maligno que 
opera en los hijos de la desobediencia llegando los ojos del entendimiento, 
para que no comprendan la verdadera salvación qué hay en Cristo Jesús, 
(Efesios 2: 2-3 , 2 Corintios 4:3-4 , 1 Juan 3:10; Juan 12:31; 14:30 y 16:11 y 
Hechos 26:18). 
El diablo continúa ejerciendo sobre los incrédulos el mismo dominio al que 
Adán se entregó cuando pecó. El pecado del hombre y el dominio satánicos 
sobre él, están, de esta forma, Unidos y estrechamente relacionados entre 
sí, (Juan 1: 3-8) 
La incredulidad, con su terrible castigo y condenación eterna (Marcos 16: 
16) es el resultado de la obra perniciosa de Satanás en el hombre (Efesios 
2: 1-2 ; 2 Corintios 4:4 ; Mateo 13:25). 
Todos los que rechazan el Evangelio actúan por instigación satánica, que los 
retiene bajo su poder (Hechos 26: 18 y Colosenses 1: 13). La propia negación 
de la existencia de los demonios es consecuencia de la obra del diablo en el 
corazón del hombre, (2 Corintios 11:14). 
El acusador frente a la iglesia de Jesucristo 
Oponerse a la voluntad de Dios es el primer objetivo satánico, en la Biblia 
él también es llamado: 
• “Adversario” (Job 1:6; Mateos 13: 39; Zacarías3: 1; 1 Pedro 5:8). 
• “Diablo”; “Acusador” (Génesis 3: 1-5; Job 1:9,11; 2:4-5 ; Apocalipsis 
12: 10). 
La intromisión de su voluntad en la voluntad divina fue la apostasía original, 
trayendo como consecuencia la exaltación del ego (el “yo”) contra todo lo 
que se llama Dios y es objeto de culto (2 Tesalonicenses 2:4). Desde la 
muerte de Abel hasta la matanza de los niños inocentes por Herodes, puede 
observarse el implacable odio de Satanás contra la semilla prometida, su 
antagonismo con el Mesías de Dios y con el propósito divino que se 
realizaba en Él. 
Podemos discernir la tremenda resistencia venenosa de Satanás y sus 
demonios a los planes de Dios y Sus propósitos en Cristo, en su aparición 
personal para tentar al Señor en el desierto. 
Asimismo en los tremendos disturbios que ahí va produciendo en todas 
partes a fin de frustrar Su ministerio público, en la traición de Judas, en la 
negación de Pedro, en la horrible ceguera y engaño de los líderes judíos. Lo 
mismo observamos a través de los anales de la historia de la Iglesia, hasta 
la última y terrible colisión qué sucederá entre Dios y los demonios en 
Armagedón. (Apocalipsis 16: 13-16) 
En la parábola de la cizaña, Jesús hablo de la hierba dañina que es sembrada 
por el diablo (Mateo 13: 38-39). El apóstol Pedro advirtió contra ella (1 
Pedro 5:8). La furia de Satanás está especialmente dirigida contra la Iglesia 
de Cristo: 
Sus demonios procuran destruirla por todos los medios, (Mateo 16:18) 
Intentan impedir a los que la hoy en que acepten la Palabra de Dios (Lucas 
8:12) 
Diseminan doctrinas erróneas, (Mateo 13:25; 1 Timoteo 4:1) 
Fomentan persecuciones contra el Reino de Cristo, (Apocalipsis 12:7) 
Es obvio que la llamada opresión del diablo es, en su mayor parte, obra de 
sus emisarios y siervos, los demonios. Eran parte de su colosal actividad es 
delegada a ellos, ya que Satanás no es omnipresente, ni omnipotente, ni 
omnisciente. Los demonios angustian a la humanidad desordenando La 
mente en su posesión demoníaca (Marcos 1: 23-27 y 5:1-20) 
El fuego eterno preparado para Satanás y sus ángeles (Mateo 25: 41) es la 
condenación eterna esperada por ellos. Esta era la terrible condenación que 
los demonios tenían en mente cuando clamaron a Jesús: “¿Has venido acá 
para atormentarnos antes de tiempo?”, (Mateo 8:29); “¡Ah! ¿Qué tienes 
con nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? (Marcos 1: 24). 
Satanás será lanzado en el lago de fuego y azufre, su lugar de la eterna 
condenación, para ser atormentado día y noche, por los siglos de los siglos 
(Apocalipsis 20: 10) 
No hay duda de que sus cómplices demoníacos, que han colaborado con él 
en su misión de engañar a la humanidad, tendrán el mismo destino y al 
mismo tiempo. Todo espíritu maligno estará presente en el juicio, delante 
del Trono Blanco, y será destinado a las llamas eternas de la “Ghenas” 
(Apocalipsis 20: 11-15). 
Cuánto más lejos de Dios, más cerca se está de Satanás y, por eso mismo, 
la humanidad está pasando por todo lo que leemos y oímos en las noticias. 
Nadie se entiende, padres contra hijos y viceversa; lucha de clases, 
revoluciones y guerras. La lucha de la humanidad fue, es y será, hasta la 
segunda venida del Señor Jesucristo, como una disputa entre todos los 
buitres por un único trozo de carroña en el desierto. El hambre, las 
enfermedades, las guerras y todo el mal y el caos se apoderarán de este 
viejo mundo, y lo volverán sin forma y nuevamente vacío. 
El amigo lector puede notar que todas las desgracias que sufre la existencia 
humana se deben a una única “chispa” de destrucción, constituida por la 
rebelión del hombre contra Dios, su Creador. Por causa de su estupidez 
espiritual dejó de dar oídos a la Palabra de Dios para escuchar al diablo, y 
por eso continúa en el sufrimiento y en el dolor. El hombre cosecha hoy lo 
que sembró ayer y mañana cosechará lo que haya sembrado hoy. Todo 
depende del hombre, ese ser rebelde e insensato. Mientras se mantenga 
aliado al Diablo, seguirá sufriendo por su rebeldía delante Dios 
El diablo, Lucifer, se equivocó, a pesar de toda la sabiduría que tenía, fue un 
insensato y ahora se esfuerza en hacer que el hombre se equivoque y se 
aparte de su Creador. 
 Ante todo esto, ¿Qué podemos hacer para librarnos de toda la destrucción 
que este mundo está sufriendo? ¿Qué haremos para volver al jardín del 
Edén? ¿Cómo podemos mantener comunión con Dios? ¿Hay alguna 
esperanza para nosotros? 
El Señor Jesús nos garantiza una vida abundante. En las páginas siguientes 
usted encontrará un camino a seguir para poder vivir una vida real, aquí y 
ahora y, en el mundo venidero. 
¡La vida eterna! 
2 
 
 
 
 
Diez pasos rumbo a la salvación 
 
Hemos recibido en nuestras reuniones personas que antes estaban 
involucradas con las drogas, el alcohol, lo demoníaco, pérdidas en el mundo 
y sin esperanzas. Hoy, después de concurrir con frecuencia a nuestras 
reuniones de liberación, están totalmente libres y transformadas, llenas de 
la presencia del Espíritu Santo y colaborando fielmente en la Obra del 
Señor. 
 
Primer paso 
Aceptar de hecho al Señor Jesús como único Señor y Salvador – Esto incluye 
más que una simple decisión mental. “Aceptar”, en el sentido bíblico, 
significa creer, confiar y seguir. Muchos dicen que aceptan a Jesús, pero 
cambian Su nombre por otros, y no depositan su fe totalmente en Él. Dicen 
que aceptan a Jesús, pero mientras tanto afirman que “todos los caminos 
llevan a Dios”. Se someten a los “santos” y a los ídolos y depositan su 
confianza en ellos. Incluso dicen que “Dios es bueno y que el diablo no es 
tan malo”, haciendo así la voluntad de Satanás. 
Estas personas no pueden ser liberadas si proceden de esta manera, ya que 
Dios no es un Dios de confusión. El verdadero seguidor de Jesús no puede 
estar entre el sí y el no. No puede estar entre dos pensamientos. Esto es 
absurdo a los ojos de Dios. Nadie puede estar en la luz y en las tinieblas al 
mismo tiempo porque o la luz disiparía las tinieblas, o éstas sofocarían a la 
luz. 
Aceptar al Señor Jesucristo significa abandonar la antigua vida. Dar nuestra 
espalda al error y someterse al Señor por medio de Su Palabra; negarse a sí 
 
mismo, tomar la cruz e ir en pos de Él. Sí hace esto, la persona estará 
preparada para todo. Si tuviera que enfrentar mil y una barreras, ella lo 
hará. Aunque tenga que resistir al mundo entero, eso no será difícil. 
Imagínese ahora un mar tempestuoso donde su barco se está hundiendo y 
no hay nada a su alrededor en que lo pueda asegurar. De repente, aparece 
alguien en un barco grande y fuerte que le extiende una mano. Por 
supuesto que usted irá a tomarla aunque no conozca al dueño de la mano 
extendida. Siempre estará agradecido a la persona que, en la hora de la 
aflicción, cuando la muerte lo estaba rodeando, salvó su vida. Así hace el 
Señor Jesús con nosotros. Aunque alguien no Lo conozca bien, Su mano 
siempre está extendida para librarlo de la muerte. Acéptelo cómo Salvador, 
ya que Su mano está extendida para librarnos de todo mal, para liberarlo 
completamente. 
 
Segundo paso 
Participar en los servicios religiosos – La participación en las reuniones de 
nuestra iglesia es un factor muy importante para quién, verdaderamente, 
desea tener una nueva vida, apartada de la influencia de los demonios. 
Hay demonios que no se manifiestan en las primeras reuniones. Hay otros 
que están esperando afuera de la iglesia, esperan que las personas salgan, 
o incluso en sus casas que están “cargadas”. Hay casos en que la persona es 
deseada por centenares de demonios y ellos luchan por poseerla. 
El diablo nunca estará satisfecho al perder una batalla, buscará recuperarse 
siempre. Esa es una de las principales razones por las que aquel que desea 
una liberación total y completa no puede dejar de participar en las 
reuniones de la iglesia. 
 
Tercer pasoBuscar el bautismo con el Espíritu Santo - El hombre fue destinado por Dios 
para ser templo del Espíritu Santo. Pero su rebelión dejó que los espíritus 
inmundos dominen su cuerpo, su mente y su alma. Mientras tanto, el Señor 
todavía concede Su Espíritu a aquel que Lo busca. 
 
El bautismo con el Espíritu Santo es considerado como la segunda 
bendición, pues se produce después de la salvación. Después de la entrega 
y de la liberación, la persona debe buscar ardientemente ese bautismo. 
 
Cuarto paso 
Andar en Santidad – La palabra santo significa, en su expresión más simple, 
“separado”. Nadie puede ser liberado de Satanás y los demonios y 
continuar haciendo la voluntad de ellos. Aquel que desea servir a Dios tiene 
que andar según Su voluntad. El apóstol Juan dice que aquel que está en 
Cristo debe andar como Él anduvo. es necesaria una conducta Santa e 
irreprensible por parte de aquel que desea seguir a Jesús. 
Si usted, lector, desea en verdad la salvación, no admita ninguna sociedad 
con el diablo y camine con la cabeza bien alta sin tener de que avergonzarse 
y sea sumiso a Dios por su libre y espontánea voluntad. 
 
Quinto paso 
Leer la Biblia diariamente – “Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a 
mi camino” (Salmos 119:105). 
No puede haber una perfecta comunión con Dios sin el conocimiento de Su 
Santa voluntad. Cuando Jesús venció al diablo, Él lo hizo usando la Palabra 
de Dios. Ella es la espada del Espíritu Santo. Cuando la usamos con fe nada 
hay en este mundo capaz de derrotarnos, pues ella penetra en lo más 
íntimo de nuestro ser hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los 
tuétanos. Cuándo es pronunciada por un siervo de Dios en el nombre del 
Señor Jesús, produce efectos extraordinarios. 
Todo aquel que desea vencer a Satanás debe conocer bien la Palabra de 
Dios, la Sagrada Biblia. El centurión le dijo al Señor Jesús que solamente 
pronunciara una palabra y su siervo sería sanado. ¡Dicho y hecho! La 
Palabra llegó hasta el siervo del centurión y realizó el milagro. Es a través 
de esa maravillosa Palabra que los mayores milagros han sucedido. Ella 
produce fe en nuestros corazones para resistir al diablo. Por eso la 
necesidad de conocerla profundamente se hace obligatoria. 
 
Sexto paso 
Evitar las malas compañías – Nuestra experiencia nos lleva a creer que uno 
de los puntos fundamentales para la liberación de una persona está en el 
hecho de desligarla totalmente de compañías que no profesen la misma fe. 
De ahí la verdad del refrán “Dime con quién andas y te diré quién eres”. 
Tenemos razones suficientes para considerar este punto de mucha 
importancia para el proceso de salvación de una persona. 
Hemos visto personas que comenzaron una vida gloriosa en la iglesia pero, 
poco tiempo después, llevados por las malas compañías, terminaron 
desviándose de su comunión. 
Usted debe buscar amistades que tengan su misma fe y evitar las 
conversaciones que no edifican, así como las discusiones y contactos que 
puedan poner en riesgo su salvación. 
 
Séptimo paso 
Ser bautizado – Todas las bendiciones de Dios son prometidas para aquel 
que creyere y fuere bautizado, y eso debe suceder inmediatamente 
después que la persona haya aceptado al Señor Jesucristo como su Salvador 
personal. El bautismo en las aguas es la mortificación de los hechos en la 
carne, la sepultura del viejo “yo” y el surgimiento de una nueva criatura 
limpia y lavada para una vida nueva. 
Cuando aceptamos a Jesús como nuestro Salvador personal no podemos 
dejar que las manías o malas costumbres o cualquier hecho de la carne 
estorben nuestra relación con el Señor. Aquel mal genio, el orgullo, la 
vanidad, etc., son producto de la carne y deben ser abandonados. ¿Cómo 
nacer de nuevo, si no morimos? No podemos quedar con dos naturalezas, 
una pecaminosa y otra convertida. Morir con Cristo significa que nuestra 
carne no puede dar más frutos. Tenemos que vivir según el Espíritu Santo, 
en novedad de vida. 
 
 
 
Octavo paso 
Frecuentar las reuniones de miembros – No cabe la menor duda que las 
personas, al convertirse a Cristo, necesitan de mayores conocimientos para 
poder transitar el camino cristiano. 
Las reuniones de la iglesia, dónde los miembros se reúnen para alabar a 
Dios y aprender Su Palabra, son las verdaderas aguas de consuelo para el 
cristiano sediento. Necesitamos alimentar nuestra fe con la Palabra de 
Verdad, que nos arma contra las trampas de Satanás. 
 
Noveno paso 
Ser fiel en los diezmos y en las ofrendas – Cuando alguien se propone seguir 
al Señor Jesús tiene que caminar con las normas que Él ha establecido. 
Somos nosotros los que acompañamos al Señor y, por eso, debemos dar 
oídos a Su voz. 
La Biblia dice en Malaquías 3:10 qué hay un espíritu devorador, causante 
de todo miseria, de toda desgracia y del caos en la vida de aquellos que 
roban al Señor en los diezmos y las ofrendas. 
Cuando Dios creó al hombre lo hizo perfecto y lo colocó sobre Su creación. 
Dios le dio el derecho y el privilegio de administrar todos los bienes de la 
Tierra, pero a cambio le pide una décima parte de todo su trabajo. Hizo esto 
para que lo reconozcamos como Señor de todas las cosas y nos 
consideremos como Sus siervos. 
Sí le somos fieles, Él será fiel con nosotros y jamás dejará que falte nuestro 
sustento, ni permitirá qué los espíritus devoradores actúen en nuestra vida. 
De esta forma, querido lector, Dios es glorificado con las primicias de todos 
nuestros frutos, y es preferible el 90% con Él que el 100% sin Su provisión. 
dar los diezmos y las ofrendas significa realmente amar la obra de Dios y 
estar preocupado en llevarla adelante. 
“Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi Casa: Probadme 
ahora en esto, dice el Señor de los Ejércitos, a ver si no os abro las ventanas 
de los cielos y derramó sobre vosotros bendiciones hasta que sobreabunde. 
Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto 
de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice el Señor de los 
Ejércitos.” 
Malaquías 3:10-11 
 
Décimo paso 
Orar sin cesar y vigilar – Tal vez usted estará pensando que esté pasó es 
difícil, pero en realidad es el más importante para su completa liberación. 
Orar sin cesar es estar siempre en espíritu de oración, siempre en contacto 
con Dios. ¿Cuántas veces nos encontramos hablando con alguien y, al 
mismo tiempo, orando para que su problema sea solucionado? 
Nuestras manos pueden estar atadas, pero nuestro espíritu debe estar 
ligado al de Dios. En este mandamiento están comprendidas las oraciones 
silenciosas hechas a solas; las oraciones hechas en grupo junto a otros 
hermanos; las oraciones de rodillas, etc. 
Cuando estamos en oración, vigilando siempre para no ser engañados, 
Satanás no encuentra una brecha por dónde entrar en nuestra vida. 
La Biblia declara que el diablo vive rodeándonos, rugiendo como un león, 
procurando devorar a aquellos que están espiritualmente dormidos. 
Cuándo oramos y vigilamos, El diablo no solamente se aleja de nosotros, 
sino que se dobla delante de nuestra oración. No hay demonio que resista 
el poder existente en la persona que lleva una vida de oración y vigilancia 
en la presencia de Dios. 
 
 
 
3 
 
 
El conocimiento de la Palabra 
 
Dios jamás dará Su aprobación a quién no tenga conocimiento de Su Santa 
Palabra, pues, cómo está escrito: “Lámpara es a mis pies tu palabra y 
lumbrera a mi camino” (Salmos 119:105). 
Cuando una persona alcanza la salvación a través del don perfecto del señor 
Jesucristo, inmediatamente siente el deseo de llevar esta misma bendición 
a los que están perdidos en este mundo. 
Impulsada por el Espíritu Santo, inicia su ministerio particular de ganar 
almas para el Reino de Dios. Cuando estamos preocupados en ganar el pan 
nuestro de cada día, tenemos que trabajar, ya que solamente con el sudorde nuestra frente es cómo lo conseguimos. Para hacer alguna cosa en pro 
de la Obra de Dios, tenemos que “sudar” nuestro corazón delante de Dios 
en búsqueda de Su santa voluntad para nuestras vidas. Y esto solo es 
posible con el conocimiento de las Sagradas Escrituras. 
Cuando alguien sale en busca de almas tiene que estar consciente de una 
cosa: se enfrentará con las fuerzas espirituales del mal. Su lucha dejará de 
ser librada en el campo material para librarse, exclusivamente, en el campo 
espiritual, pues tendrá que luchar contra los espíritus que dominan este 
mundo tenebroso. 
Para qué es su lucha sea victoriosa usted necesita tener un gran bagaje de 
conocimiento de la Palabra de Dios, pues es la única arma que tenemos a 
nuestra disposición para vencer las huestes demoníacas: 
“Porque la Palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que toda espada 
de dos filos: penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los 
tuétanos, y decirme los pensamientos y las intenciones del corazón”. 
Hebreos 4:12 
 
 
El apóstol Pablo, procurando “armar” a todos los cristianos de modo 
general, nos da la receta de la armadura de Dios (Efesios 6:10-18) y habla 
de la Palabra de Dios como la verdadera espada del Espíritu Santo. 
El cristiano dice estar consciente de esta Palabra, a fin de que pueda usarla 
contra las fuerzas del mal. El propio Señor Jesús, en Su tentación en el 
desierto utilizó únicamente la Palabra de Dios para vencer a Satanás. Es 
interesante notar que Satanás, conocedor también de la Palabra, la usó 
para tentarlo (Mateo 4:1-11). La táctica de la victoria de Jesús sobre Satanás 
en la tentación fue exclusivamente decir “Está escrito”, citando a 
continuación parte de las Escrituras. 
Varias veces tuvimos la oportunidad de ver la eficacia de la Palabra de Dios 
al usarla en oraciones en favor de personas perturbadas. Me acuerdo de 
una ocasión, cuando una mujer joven y fuerte estaba poseída por una legión 
de demonios. 
Yo ya había casi agotado mis fuerzas físicas y había clamado asiduamente 
en el nombre del Señor Jesús, y ella continuaba poseída. Entonces, cité la 
Palabra de Dios a los demonios y, enseguida, les ordené que saliesen de 
aquel cuerpo en nombre del Señor Jesús. Fue en aquel momento que ella 
realmente quedó libre de aquellas huestes. 
No siempre usar el nombre de Jesús pura y simplemente resuelve el 
problema; es necesario recurrir a alguna cita bíblica para que los demonios 
sepan que quién les ordena salir tiene el conocimiento de los derechos 
dados por el Señor Jesús. 
El diablo precisa tener la certeza de que el cristiano no es ningún ignorante 
intentando “mostrarse” delante de los hombres a su costa. Debemos 
demostrarle a Satanás que somos personas de Dios, y que Él, a través del 
Señor Jesucristo, nos concedió poder sobre los demonios y que somos 
conscientes de nuestras responsabilidades mediante las promesas del 
Señor Jesús, las cuales guardamos en nuestro corazón. 
Por lo que aconsejamos a todos leer la Sagrada Biblia en su totalidad. 
Cómo leer la Biblia – Muchas personas se desaniman cuándo empiezan a 
leer la Biblia por qué no comprenden casi nada de lo que están leyendo. 
Otras se pierden en las genealogías y otros temas del Antiguo Testamento. 
Se debe tener en cuenta que, “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil 
para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 
Timoteo 3:16) 
Por lo tanto, por más difícil, complicado cansador que sea el estudio de la 
Escritura, aún así, es la Palabra de Dios, y lo que no comprendamos ahora 
mañana nos será claro. Lo importante es que tengamos el conocimiento de 
ella, pues tarde o temprano surtirá un efecto eficaz para nuestros 
problemas. 
El lector no se debe preocupar por no comprender algunos pasajes bíblicos, 
pues jamás ha existido un hombre en este mundo capaz de interpretarla 
totalmente. Además, ésta es una de las razones de la existencia de varios 
tipos de iglesia en el mundo, pues cada una de ellas interpreta la Biblia a su 
manera. 
A continuación damos algunos consejos útiles para una correcta lectura de 
la Biblia: 
Antes de abrir la Biblia hacer una oración sincera al Espíritu Santo para que 
lo ilumine y oriente en la lectura. 
Es apropiado leer diariamente tres capítulos del Antiguo Testamento y dos 
del Nuevo Testamento. 
El lugar donde leer la Biblia debe ser silencioso y la persona debe estar 
sentada nunca acostada. 
La lectura no debe ser apresurada, al contrario, debe ser pausada y 
observando las puntuaciones, pues son muy importante para un mayor 
entendimiento de lo que está escrito. 
Observar muy atentamente los verbos, pues siempre expresan una acción. 
Anotar las palabras que no se comprendan y luego buscar su significado en 
el diccionario. 
Proseguir con la lectura aunque no se comprenda, pues, oportunamente, 
cuando vuelva a leerla de nuevo la verá más clara. 
Nunca deje para mañana los capítulos que pueda leer hoy. Recuerde que el 
diablo hará todo lo posible para que usted desista de leer toda la Biblia, 
pues él sabe que sí prosigue en la lectura será mucho más capaz y tendrá 
mucha más fe. 
El único medio de provocar el aumento de fe en nosotros y en los que nos 
oyen es describir pasajes bíblicos. Por mejor que sea el testimonio de una 
persona, nunca surtirá el efecto que tiene la propia Palabra de Dios. Cuando 
nosotros utilizamos el testimonio de alguien es con el objetivo de traer 
ánimo y entusiasmo a los oyentes, para que ellos tengan disposición de orar 
y buscar en Dios la solución de sus problemas. 
Solamente ministrando la Palabra de Dios es que conseguiremos avivar y 
proporcionar más fe en las personas: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por 
la Palabra de Dios” (Romanos 10:17) 
Muchos cristianos han sido ridiculizados ante la opinión pública al citar 
pasajes bíblicos de manera errónea. Por ejemplo, ya he oído a alguien decir 
que el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos en forma de viento. 
Cuando la realidad es que el Espíritu Santo vino sobre los discípulos y el 
sonido era como de un viento impetuoso. Por eso, nosotros vemos la gran 
necesidad de tener un conocimiento real de la Palabra de Dios, tal y como 
nos amonesta el apóstol Pablo: “Procura con diligencia presentarte a Dios 
aprobado, como obrero que no tiene de que avergonzarse, que usa bien la 
palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15) 
El lector que desea crecer en la gracia y en el conocimiento del Señor 
Jesucristo, además de ser un “jarro” escogido por Dios, debe tener el 
máximo de cuidado con su vida espiritual y desenvolverse con esmero en el 
conocimiento de la Palabra de Dios, pues ella es el apoyo poderoso de 
nuestra fe. 
La palabra de Dios es tan importante que hay un capítulo en el libro de 
Salmos exaltándola exclusivamente en cada versículo, es el Salmo 119. El 
propio Señor Jesús dijo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no 
pasarán” (Marcos 13:31) 
Cuando la Reina Isabel II de Inglaterra estaba haciendo coronada en la 
abadía de Westminster, le fue regalado un ejemplar de la Biblia. Esta fue la 
parte más conmovedora de la ceremonia. Al entregarle el presente, el 
oficiante le dijo: “Vuestra Majestad, os entrego la cosa más preciosa que se 
os pueda dar”. Sin dudas, un excelente presente. Es realmente la cosa más 
preciosa que se pueda dar porque es producto de la inspiración de Dios. 
 
Sabiduría salvadora – Aquellos que buscan con sinceridad la verdad, nunca 
pueden dejar de leer la Biblia. En ella hay una sabiduría salvadora que no 
existe ningún otro libro, porque el cristianismo no está basado en un libro 
impreso, sino en una Persona viva. Las Escrituras “dan testimonio de mí”, 
dijo Jesús en Juan 5:39. El único lugar que obtenemos un conocimiento 
claro de esta Persona y de sus enseñanzas es en la Biblia. 
Primero: Las Escrituras son útiles para enseñar – La Palabranos prepara 
para la vida. Vista a la luz de la acción de Dios, Su Palabra nos educa y nos 
enseña el camino de la verdadera vida existente en Cristo. Es imposible que 
la iglesia exista sin la revelación bíblica de la Palabra del Señor. ella nos 
concede sabiduría para la vida; es instrumento educador de la gracia de 
Dios y nos enseña a tener vida, cómo dice Tito: “Y nos enseña que, (…) 
vivamos, en este siglo” (Tito 2:12). 
Segundo: Las Escrituras son útiles para la reprensión – En otras palabras, 
son útiles para “hacernos ver los caminos equivocados de la vida”. Son 
valiosas para convencer y mostrarnos la senda correcta, el camino de la vida 
verdadera. 
La Biblia convence al hombre de su error, de su situación equivocada en 
cuanto a Dios y a la vida, llevándole a la conversión por la acción del Espíritu 
Santo. Guía al hombre a Cristo y al encuentro de una vida plena y abundante 
en Él. 
¿Con cuántas personas ya ocurrido eso? Las Escrituras han abierto a 
hombres y a mujeres el camino hacia Dios, pues en ellas hay una sabiduría 
salvadora, la sabiduría que viene de Dios. ¡No existe otro libro capaz de 
transformar alcohólicos, prostitutas, pervertidos, ladrones, asesinos, 
viciosos, maníacos en personas piadosas, temerosas de Dios y útiles a la 
sociedad! 
Tercero: Las Escrituras son útiles para corregirnos – Todo en la vida, ideas, 
posiciones, comportamientos, enseñanzas, teorías, teología, valores éticos, 
etc., Debe ser comprobado y puesto en comparación con las enseñanzas 
bíblicas. Todo aquello que vaya en contra de sus principios básicos debe ser 
rechazado, porque la Palabra de Dios no corrige solamente ideas, sino que 
da las directrices para corregir la vida del hombre, de las naciones y del 
mundo. 
 
Todos nosotros debemos desarrollar nuestra capacidad intelectual: 
conocer, especular… pero todo debe estar a la luz de Cristo, siendo 
colocado a prueba delante del testimonio total de las Escrituras. Sí eso 
realmente acontece, mucho de lo que ocurre en la vida de las personas, del 
hogar, de los grupos sociales, de las relaciones humanas, de nuestra vida 
nacional y universal, será diferente. 
La revelación divina en Cristo es la prueba que lleva al hombre a 
confrontarse con Él y a someterse a la desvalorización de todas las 
vanidades de la vida. Cristo es la levadura que desvaloriza y rompe las 
fronteras que nosotros hemos creado. Su Palabra es un instrumento 
correctivo. 
Cuarto: Las Escrituras instruyen en la justicia – Desarrollan el sentido de 
justicia y preparan al ser humano para la práctica de las buenas obras, para 
las cuales Dios nos creó. La divina Palabra educa a la humanidad en el 
camino de la justicia, una de las virtudes más difíciles de encontrar en la 
vida humana. Es a la luz de la Palabra de Dios, cuya revelación final es Cristo, 
que llegamos a la justicia. 
Se cuenta que Federico “el Grande”, rey de Prusia, cierta vez pretendió 
extender los límites de su jardines. Uno de los linderos era de propiedad 
particular, perteneciente a un molinero. Los funcionarios del palacio 
buscaron al modesto productor de harina, ya que el rey necesitaba sus 
tierras, preguntándole en cuanto quería venderlas. El molinero respondió 
que no vendería su propiedad, ya que el molino era de él como Prusia del 
rey. Federico mandó a llamarlo, e hizo lo posible para efectuar la compra. 
El molinero respondió que allí había muerto su abuelo y nacido sus hijos. 
No lo vendería, cualquiera que fuera el precio. Perdiendo la paciencia, el 
poderoso monarca pregunto: 
— ¿Usted no sabe que puedo tomar sus tierras sin pagarlas? 
— Podría, si no hubiera justicia… -dijo el molinero. 
Federico, encantado con la respuesta, respondió: 
— Vecino, quédese con sus tierras. 
Un siglo después, un bisnieto del molinero, estando en dificultades 
económicas, hizo saber al gobernante de entonces que estaba dispuesto a 
vender el molino. A ello, el rey, descendiente de Federico, le envío el 
siguiente recado: 
“Mi amigo vecino, 
El molino no es mío ni suyo. Pertenece a la Historia. Es para nosotros, por 
tanto, es imposible a mí comprarlo que usted venderlo. Mientras tanto, 
cómo los vecinos deben ayudarse mutuamente, le remito está orden de 
pago que usted podrá retirar del Tesoro.” 
 
Es probable que hoy, tras algunos siglos, no exista ya que el molino que 
quedó para siempre en la Historia como símbolo del sentimiento de justicia 
que debe prevalecer en el corazón de los grandes hombres. 
Dios es justicia. Su Palabra nos guía en el camino de una vida dónde habrá 
verdadera justicia en las relaciones entre Dios y el hombre, los hombres 
entre sí, los grupos sociales y las naciones unas con otras. Ella es la fuente 
de la justicia, justicia que se traduce en un nuevo tipo de vida y de 
relacionamiento. 
Nosotros debemos estudiarla, no solo mirando a nuestra edificación 
personal, sino también para transformarnos en instrumentos utilizados por 
Dios para salvar a otras personas, confortar vidas y despertar al hombre 
para la justicia. Somos inflamados por Dios a fin de alcanzar una vida de 
responsabilidad y sensibilidad hacia nuestro prójimo. 
 
 
 
 
 
4 
 
La oración 
 
La oración es el único canal de comunicación entre el hombre y Dios. A 
través de ella nosotros mantenemos comunión con Nuestro Señor 
Jesucristo. Cuándo hacemos una oración sincera y honesta estamos 
abriendo nuestro corazón delante del Señor, ésta es la oración en espíritu 
y en verdad de la que habla la Biblia. 
Al orar de tal forma, nos damos cuenta de nuestras mayores necesidades y 
de cuántos somos dependientes de Dios, además de desenvolver fuerzas 
espirituales que nos garantizan la victoria en las tentaciones. 
Cómo la oración es una expresión del alma humana hacia su Creador, no es 
necesario que sea erudita o sofisticada, con lindas palabras, ya que Dios 
sabe quiénes somos y lo que deseamos. Debe ser simple, objetiva, 
impregnada al máximo de humildad. 
La oración solamente será eficaz, es decir, recibirá respuesta, si, cuando 
hablamos con Dios, tenemos y la certeza de que Sus oídos están atentos a 
nuestros clamores. Si esto no sucede en el momento de orar, nuestras 
palabras serán vanas. Por eso mismo, el ambiente en que debemos orar 
debe ser propicio, a fin de que podamos concentrarnos en lo que estamos 
haciendo con todo el fervor del corazón. 
Cuando el Señor Jesús enseñó a Sus discípulos la oración del Padre Nuestro, 
no era Su intención que la usásemos literalmente cada vez que deseáramos 
hablar con Dios. Él solo quiso dejarnos un modelo de cómo debemos 
comunicarnos con nuestro Padre Celestial. 
Características de la oración – Son muchos los aspectos de una oración, 
pero vamos a simplificar los y dividirlos en tres partes. 
 
1. Adoración 
2. Pedido 
3. Agradecimiento 
 
1.1. La adoración es esencial para poder entrar en la presencia de Dios en 
oración. Ella enriquece nuestra humildad, además de mostrar la sinceridad 
del alma, dignificando, honrando y magnificando aún más a nuestro Señor 
y Dios. Al entrar adorando en la presencia del Señor, estamos reconociendo 
Su santidad. Estos son algunos ejemplos de oraciones que alcanzaron sus 
objetivos: 
 
• La oración de Ezequías (2 Reyes 19:14-19). 
• La oración de Elías (1 Reyes 18:36). 
• La oración de David (Salmo 8). 
• La oración del Señor Jesús (Mateo 6:9-13) 
• La oración de la iglesia primitiva (Hechos 4:24-31). 
• La oración del leproso (Mateo 8:2) 
• La oración de la mujer Cananea (Mateo 15:22). 
• La oración de Jairo (Marcos 5:22-23). 
 
En todas estas oraciones podemos verificar que la adoración fue lo primero 
que se hizo. 
En este mundo vil, dónde no existe una sola persona perfecta, ay honra y 
honor por parte de aquellos que se consideran inferiores para con sus 
superiores. Por ejemplo: los jueces son tratados de “ilustrísimos”, los 
presidentes, senadores, diputados, gobernadores,alcaldes, de 
“excelentísimos”. ¡Con mucha mayor razón debemos entrar en la presencia 
de Dios con todas las honras, glorias y alabanzas que podamos darle, pues, 
Él y solamente Él es digno de toda nuestra oración! 
Nuestra adoración también provoca milagros extraordinarios en nuestras 
vidas. Cómo sucedió con el apóstol Pablo y Silas cuando estuvieron presos 
y encadenados; ellos comenzaron a orar y alabar a Dios con cánticos, 
mientras sus compañeros de prisión escuchaban. De repente, alrededor de 
la medianoche, hubo un terremoto tan violento que movió los cimientos de 
la cárcel. Se abrieron todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos 
los presos (Hechos 16:24-26). 
La verdad es que las alabanzas que efectuamos a Dios son como Su 
alimento. Así como el perfume de las flores atrae a las abejas, nuestra 
alabanza y adoración, cómo incienso, atraer la presencia de Dios hasta 
nosotros. Por eso, antes de efectuar cualquier petición al Señor, debemos 
atraerlo con nuestras alabanzas. 
 
2.1. El Señor Jesús, antes de enseñarnos la oración del Padre Nuestro, 
afirmó: “Dios, vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que 
vosotros le pidáis” (Mateo 6:8). 
Realmente, todas nuestras peticiones son conocidas por Dios aún antes de 
externalizarlas, pero es necesario que pidamos, porque mientras 
formulamos nuestros pedidos, estamos también despertando nuestra fe, 
en la búsqueda de un contacto mayor con Dios. Al recibir las respuestas a 
nuestras oraciones, el Señor recibe más gloria de nuestra parte. Cuánto más 
pedimos, más recibiremos y glorificaremos al Señor. 
Es por eso que el Señor Jesús dijo: “Todo lo que pidáis al Padre en mi 
nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo” (Juan 14:13). 
Nuestros pedidos glorifican a nuestro Padre a través de nuestro Salvador 
Jesús. 
Qué pedir y qué no – Nuestras peticiones delante de Dios no tienen valor si 
no tienen un objetivo. Tenemos que considerar si glorificarán a Dios a través 
de nosotros, o si servirán sólo para apartarnos más de Él, esto es, con los 
placeres de la carne. El apóstol Santiago nos amonesta sobre esto diciendo: 
“¿De dónde vienen Las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de 
vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis y 
no tenéis; matáis y ardéis de envidia y nada podéis alcanzar; combatís y 
lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, 
porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. ¡Adúlteros!, ¿No sabéis 
que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que 
quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.” 
Santiago 4:1-4 
¿Cuántas veces le insistimos a Dios al respecto de alguna cosa, creyendo 
que es buena para nosotros, y cuando la recibimos nos arrepentimos? 
Todos los pedidos que le hacemos a Dios deben estar de acuerdo con las 
Sagradas Escrituras y siempre “según la voluntad de Él”. Por ejemplo, la cura 
de una enfermedad es la voluntad de Dios. Está determinado en la Biblia, y 
el propio Señor Jesús lo realizó en aquellos que se acercaron a Él. La vida 
económica bendecida es una promesa de Dios y del Señor Jesús (Malaquías 
3:10, Juan 10:10). La paz celestial también es de la entera voluntad de Dios, 
Él quiere que la gocemos. Por lo tanto, podemos hablar con Dios y pedir 
todo lo que se encuentra dentro de esos parámetros: 
Bendición física – sanidad divina 
Bendición económica - poder adquisitivo suficiente para cubrir todas 
nuestras necesidades materiales. 
Bendición espiritual - salvación eterna en Cristo Jesús. 
Muchos son los que viven pidiendo una bendición, pero se quedan 
esperando eternamente y no reciben nada. ¿Por qué? 
Existen millones de bendiciones prometidas en la Biblia y, si las personas no 
son explícitas en lo que quieren realmente, el Señor no podrá atenderlas. Sí 
deseamos un sueldo mejor, tenemos que decírselo a Dios; “Señor yo quiero 
un salario de X pesos por mes”. Sí mi deseo es que el Señor me dé un coche 
nuevo, debemos establecer su marca y modelo. 
¡Debemos saber pedir si queremos recibir! 
 
3.1 Creo que esta parte tan importante de la oración no necesita 
comentarios, ya que un sentimiento de agradecimiento a Dios nunca será 
olvidado por aquellos que experimentan Sus bendiciones. Cuándo 
agradecemos al Señor anticipadamente por una petición, estamos 
probándole nuestra fe en Él. 
Nada de lo que pidamos tendrá efecto si no usamos la “llave” para ser 
atendidos: el nombre del Señor Jesucristo. Dijo Jesús: “Todo lo que pidáis al 
Padre en mi nombre, lo haré” (Juan 14:13). ¡Este Nombre es el secreto del 
milagro nuestro de cada día! 
 
 
 
5 
 
El perdón 
 
Quién anhele andar en los pasos del Señor Jesús no puede ignorar o 
despreciar una de las más sublimes leyes morales: el perdón. El cristianismo 
jamás podría sobrevivir, y hasta la venida del Señor Jesús no habría tenido 
ningún sentido, si el espíritu del perdón no pudiese funcionar en lo más 
íntimo del ser humano. 
La Biblia nos enseña que Dios puede comprender nuestras fallas, errores y 
debilidades, pero no soporta a quién se niega a practicar el perdón. No 
perdonar es cometer injusticia consigo mismo, ya que todos cometemos 
errores. El corazón que perdona siempre encontrará salida para redimirse 
delante de Dios y de los hombres, ¡pero el inflexible jamás será salvo! 
Cuando cultivamos un resentimiento contra alguien, estamos permitiendo 
que la semilla del mal brote dentro de nosotros y, cuánto más tiempo la 
dejemos intacta más difícil será arrancarla. No sirve de nada olvidarla, ni 
aún cubrirla con obras de caridad, porque tarde o temprano ella para 
aparecer sus hojas y, consecuentemente, sus frutos nocivos. Ésta es una de 
las razones fundamentales por las que afirmamos que el perdón es mucho 
más que una simple virtud, es una gran necesidad. 
El deudor sin compasión - La Biblia está repleta de pasajes donde Dios 
muestra Su carácter delante de las fallas y pecados humanos. El Señor Jesús 
durante todos Su ministerio dio ejemplos de cómo debemos comportarnos 
unos con los otros, todos Sus milagros muestran Su compasión hacia los 
hombres pecadores. Y así como Él se manifestó a los hombres, no teniendo 
ninguna deuda con ellos, también exige de cada uno de nosotros la misma 
actitud en relación a nuestros semejantes: 
“Por lo cual, el reino delos cielos es semejante a un rey que quiso hacer 
cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue de sentados 
uno que le debía diez mil talentos. A éste, como no pudo pagar, ordenó su 
señor venderle a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que le pagase la 
deuda. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten 
paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de aquel siervo, movido 
a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. 
Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, qué le debía cien 
denarios: y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. 
Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba, diciendo: Ten 
paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Más el no quiso, si no fue y le 
hecho en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que 
pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo 
que había pasado. 
Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda 
te perdone, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia 
de tu consiervo como yo la tuve de ti? Entonces su señor, enojado, lo 
entrego a los verdugos, hasta que pagase todo que debía. Así también mi 
Padre Celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno 
a su hermano sus ofensas”. 
Mateo 18:23-35 
La aplicación de esta parábola ilustra muy bien la difícil ley del perdón, que 
debe ser ejercida por cada seguidor del Señor Jesucristo ¡cueste lo que 
cuestey duela lo que duela! Podemos aprender perfectamente con esta 
enseñanza que nadie jamás podrá tomar posesión del Reino de los Cielos si 
mantiene en su corazón un sentimiento de rencor contra su prójimo. 
Además, en el modelo de oración que el Señor Jesús nos dio, afirma: “y 
perdónanos nuestras deudas, cómo también perdonamos a nuestros 
deudores” (Mateo 6: 12) 
Sí anhelamos el gran perdón de Dios, debemos perdonar los pequeñísimos 
errores que los demás cometen contra nosotros. Por mayor que sea la falta 
cometida por alguien contra nosotros, será siempre considerada mínima 
ante las fallas que hemos cometido contra el Dios Padre, Dios Hijo y Dios 
Espíritu Santo. 
Siempre es deber del cristiano amar a su enemigo y perdonarlo. El propio 
Dios es nuestro gran ejemplo de perdón. Él, por causa de Cristo, perdonó a 
los hombres, que por sí mismos no merecían recibir perdón. 
El Señor Jesucristo nos enseña en cuanto a la reconciliación entre una 
persona y su “hermano” que la ha ofendido. La palabra “hermano” indica 
en este caso un hermano en la fe y no solo un hermano de sangre. Cuando 
la enseñanza fue presentada por primera vez, se refería, sin duda, a la 
reconciliación entre un judío y otro. La enseñanza bíblica sigue siendo válida 
como un modelo de reconciliación entre los hombres. 
En Mateo 18:22, la enseñanza es tan incisiva que muchos cristianos les 
gustaría ignorarla. En el versículo 21, vemos a Pedro preguntar 
esperanzado: “Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque 
contra mí? ¿Hasta siete?” Pedro sabía que necesitaba perdonar a su 
hermano, pero tenía la esperanza de que hubiera un límite para ese perdón. 
¿Cuántos cristianos en nuestros días también desearían que existiese un 
límite? De la misma forma qué es ilimitada la clemencia divina, así también 
debe ser ilimitado nuestro perdón. 
La respuesta de Cristo a Pedro fue que el límite no era de siete veces, sino 
de setenta veces siete, ósea 490 veces (versículo 22). Éste no era un número 
mágico. Cristo no le decía a Pedro que si alguien le ofendía 491 veces ya 
tenía el derecho de vengarse. Nada de eso. El maestro estaba enseñando 
que el perdón no tiene límites. 
Este mandamiento no es fácil de recibir y practicar. Generalmente estamos 
dispuestos a perdonar al ofensor una o dos veces, pero, sí continúa 
ofendiéndonos comenzamos a dudar de la sabiduría del perdón. 
Comenzamos a sentir que se está aprovechando de nuestra “bondad” y 
tenemos ganas de hacer que pague el mal que está cometiendo contra 
nosotros. 
Si la persona se arrepiente y desea sinceramente nuestro perdón, estamos 
obligados a concederlo. Esto no sería posible si Dios dejase al cristiano 
luchar con sus propias fuerzas. Él nos dio su Santo Espíritu para hacer 
morada en la vida de su siervo fiel. Si el tal vive en el poder del Espíritu, 
reconoce la verdad de las palabras del apóstol Pablo a los filipenses: 
“porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por 
Su buena voluntad”. (Filipenses 2:13) 
De la misma forma, Dios no exige pago por Su perdón. La vida eterna es don 
gratuito del Creador para todos los que Le buscan, (ver Romanos 6: 23) 
Vea usted lo que hizo el siervo perdonado del texto bíblico examinado 
anteriormente (Mateo 18: 29,30). Su gran deuda fue perdonada, pero el 
rehúso perdonar a su consiervo una deuda menor. Rehúso hasta el darle 
una oportunidad de trabajar para saldar la deuda y lo lanzó a la prisión. 
“¡Qué siervo tan ingrato!”, decimos cuando leemos esta parábola, pero 
dejamos de observar que él es el ejemplo de un cristiano sin compasión. En 
Cristo, Dios nos perdona totalmente, pero, ¿acaso no hacemos lo mismo 
que aquel siervo? Librados del castigo de nuestros pecados por el perdón 
de Dios, renunciamos a perdonar a nuestros hermanos en Cristo por los 
males que nos causan. 
Dios no pide simplemente que el cristiano perdone las transgresiones de los 
hombres, sino que lo exige como una condición para recibir Su perdón. esto 
está declarado con claridad indiscutible en Mateo 6:14-15. El cristiano debe 
ser compasivo para poder recibir clemencia. Además de esto, el perdón 
debe ser sincero. No se trata de palabras, sino de algo que debe brotar del 
corazón. (Mateo 18: 35) 
Sí esta exigencia parece muy difícil de cumplirse, lea la pregunta de los 
discípulos y la respuesta de Cristo en Mateo 19: 25-26. Recuerde que el Dios 
que puede perdonarnos es también el Dios que en Judas 1:24 “es poderoso 
para guardaros sin caída y presentarnos sin mancha delante de su gloria con 
gran alegría”. 
El espíritu de intolerancia no surgió en épocas recientes. Vive en el hombre 
desde el comienzo de los tiempos y ha ensuciado la historia con muertes, 
guerras y otra clase de males menores. 
Hemos observado, en muchas ocasiones, personas aparentemente 
cristianas, o sea, que se colocan un velo cristiano con la finalidad de mostrar 
al mundo su fe, viviendo desgraciadamente, buscando siempre aquí y allá 
una palabra que venga al encuentro de sus aspiraciones. Son personas que 
ven a otras crecer en la fe y en el conocimiento del Señor Jesús pero ellas 
continúan paralizadas en el desarrollo de su creencia. 
Eso sucede simplemente porque no ejercitaron, cuándo fue necesario, la 
ley del perdón, sino que al contrario, mantienen en sus corazones malos 
sentimientos contra alguien, razón por la cual su “fe” no trae ningún 
beneficio a su vida “cristiana”. 
Airaos, pero no pequéis – En una sociedad podrida, corrupta e injusta, 
difícilmente podremos pasar los días ilesos, sin ninguna falta o falla. 
Tenemos que admitir que algunas veces somos tomados por sorpresa por 
sentimientos de ira e indignación, por no soportar los abusos o las 
amenazas de la injusticia. Algunos teólogos le llaman a esto la “justa 
indignación”, puede ser de parte de Dios, cómo fue el caso del Señor Jesús: 
“Entró Jesús en el templo de Dios y hecho fuera a todos los que vendían y 
compraban en el Templo, volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los 
que vendían palomas” (Mateo 21: 12) 
También puede venir de parte del propio ser humano. Está ira jamás debe 
servir de permiso o pretexto para cualquiera otra forma de enojo. Eso es 
muy común entre los que militan en la carne o los incrédulos, qué se aman 
más a sí mismos que a Dios. Por eso mismo, practican y ejercen toda suerte 
de cólera, debido al egoísmo que reina en sus corazones. Este tipo de ira 
también es diferente de la que no condena la Biblia. 
Cómo cristiano puedo airarme por las injusticias cometidas contra el pueblo 
de Dios, en defensa de Su obra, por el cuidado de Su casa, etc., pero nunca 
en búsqueda de beneficios propios. No son pocos los que se dicen de Dios 
y que, con frecuencia, han distorsionado el propósito de la Palabra: “Airaos, 
pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo” (Efesios 4: 26). 
Yo creo que esta era de la cual habla la Biblia es la que experimentamos 
durante nuestro ministerio de la Palabra de Dios, al ver tanta miseria y 
dolor. También cuando oímos verdaderas aberraciones de Satanás, a través 
de personas que se colocan en situaciones humillantes al ser poseídas por 
entidades infernales, es cuando en lo más íntimo, me lleno de cólera contra 
el diablo y sus demonios. Cuando leo en los periódicos acerca de políticos 
deseando hacer leyes para obligar a niños en las escuelas a recibir 
enseñanzas contrarias a las Sagradas Escrituras, entonces la ira se enciende 
en mi… Ésta es la ira que nos es permitido sentir. 
Martín Lutero confesó un día: “Cuando estoy airado puedo escribir, orar y 
predicar bien, pues todo mi temperamento se despierta y mi 
entendimiento se agudiza, y todas las preocupaciones y tentaciones 
mundanas desaparecen”. 
Cuando la ira se aparta de los moldes bíblicos, esto es, cuándo es producto 
del egoísmo, entonces debemos de tratar la con todo cuidado para no dejar 
que produzca unsentimiento de rencor creciente. Por esa razón, el apóstol 
Pablo nos amonesta a fin de que no dejemos que el sol se ponga sin que 
antes hayamos sacado el enojo de nuestro corazón. 
 
Naturalmente, nos quiso decir que cuando seamos asaltados por la ira, 
cualquiera que sea el motivo, ella tenga poca duración para que no nos 
perjudique a nosotros y mucho a otros. El rey David afirma: “¡Temblad y 
no pequéis! Meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad” 
(Salmos 4:4) 
El sentimiento de ira debe ser de poca duración, caso contrario construirá 
un castillo de males que será mucho más difícil de derribar a través del 
perdón. 
Una señora vino a nuestro despacho pastoral a solicitar ayuda porque había 
sufrido durante toda su vida de casada, y este sufrimiento empeoró 
después que se separó de su marido. Enfermedades, problemas 
económicos y una serie de molestias y aflicciones la acompañaban. 
Pasados algunos meses y después de haber efectuado varias cadenas de 
oración en la iglesia, ella presentó grandes mejoras. La situación económica 
estaba mejorando y las enfermedades cesaron, pero aún faltaba alguna 
cosa, porque ella no era totalmente feliz, que es la voluntad de Dios para 
nuestras vidas. Le pregunté si tenía algún recuerdo del pasado que la 
mantuviera con rencor hacia alguien. 
Después de responder que si, le aconseje que sacara aquel sentimiento del 
corazón, pues jamás sería totalmente bendecida y tendría que enfrentarse 
a futuros problemas si incubaba aquella ira. Ella, entonces, respondió: 
¿Cómo puedo hacer eso? No está en mi el deseo sincero de perdonar”. Le 
aconsejé que pidiera ayuda el Espíritu Santo, que Él haría lo necesario. 
Gracias a Dios, ella no solamente perdono a su marido, sino que se 
reconciliaron después de diez años de separación. Ahora sus hijos también 
están con su corazón es totalmente vueltos a Dios. Hoy hay alegría, paz y 
vida abundante en aquel hogar, porque el espíritu del perdón hizo posible 
la actuación del Espíritu Santo en su familia. 
 
 
6 
 
La sumisión 
 
La sumisión es un comportamiento humilde de las autoridades constituidas. 
En nuestro caso debemos tener una actitud resignada ante la autoridad 
espiritual constituida por Dios. Tenemos muchos ejemplos en la Biblia de 
autoridades constituidas por Dios y de insubordinaciones y rebeliones de 
terceros que quisieron apoderarse de esa autoridad, sin la mínima dirección 
del Espíritu Santo. Las consecuencias drásticas como tendremos 
oportunidad de ver a continuación: 
Dios vs. Lucifer – “Y seré semejante al Altísimo” (Isaías 14: 14). Debido a su 
codicia, Lucifer (que significa “lleno de luz”) se transformó en Satanás o 
diablo, debido únicamente a su rebeldía contra la autoridad suprema de 
Dios. 
Por eso, las consecuencias fueron terribles en todos los aspectos. Una de 
ellas fue la de arrastrar a la tercera parte de los ángeles que estaban en el 
Cielo hacia la Tierra, cómo se relata el Apocalipsis 12:4: “Su Hola arrastró la 
tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra”. 
 Aquel que sigue a un rebelde o insubordinado se vuelve tan rebelde como 
su líder y el castigo que caiga sobre el insubordinado caerá también sobre 
aquel que le sigue 
La cola del dragón, o sea, de Satanás, en su rebelión llevo cautiva consigo a 
la tercera parte de los ángeles o estrellas del Cielo, que hoy son llamados 
demonios. Así ha sucedido a través de los tiempos. Aquellos que se 
rebelaron contra la autoridad constituida por Dios lo hicieron contra el 
propio Dios, y, por eso, también recogieron los frutos de la desobediencia. 
No solamente ellos mismos, sino todos los que les siguieron. 
Moisés vs. Miriam – Moisés fue constituido por Dios con autoridad sobre 
todo el pueblo de Israel, a pesar de ser renuente al liderazgo que Él le 
imponía. Podemos sentir el drama de Moisés delante de Dios en el capítulo 
4 del libro de Éxodo. Fue en el desierto, en medio de muchas tribulaciones, 
problemas y dificultades, dónde se dio una de las grandes rebeliones contra 
el siervo de Dios. 
Es interesante destacar que las rebeliones o insubordinación es se dan 
exactamente cuando más se necesita de la unión y colaboración de todos. 
Moisés estaba enfrentando un gran problema: el pueblo judío estaba 
cansado y harto del maná, lo que querían era carne. 
Pero en el desierto no había ningún animal que pudiesen matar y comer, 
entonces se lamentaban contra Dios y Moisés, diciendo que en Egipto, aún 
siendo esclavos, tenían buena provisión de pescado, pepinos, melones, 
cebollas, ajos,etc., y que: ¡Ahora (…) nada sino este maná ven nuestros 
ojos”. (Números 11: 5-6) 
Miriam y Aarón, aprovechándose de los problemas que Moisés estaba 
enfrentando y también de su debilidad al haber tomado por mujer a una 
etíope, buscaban llevar al pueblo a una rebelión contra el ungido del Señor, 
diciendo: “¿Solamente por Moisés ha hablado el Señor? ¿No ha hablado 
también por nosotros?” (Números 12: 2). 
Las insubordinación es normalmente comienzan de esta forma: “Si el fulano 
tiene el Espíritu Santo, yo también lo tengo; entonces, si Dios hace la obra 
a través de él, la hará también a través de mi. Por lo tanto, no necesito estar 
por debajo de sus pies, y mucho menos tengo que dar cuenta de mis actos 
a nadie…” Si alguien que está a nuestro lado no está aún liberado, dará 
“ciertos consejos” inspirados por el propio Satanás. Una vez de acuerdo con 
la otra persona, enseguida viene otra después, y luego otra y otra… hasta 
que la rebelión o insubordinación comienza a irradiar sus efectos 
diabólicos: 
“Dijo el Señor a Moisés, a Aarón y a María: ‘Salid vosotros tres al 
tabernáculo de reunión'. Y salieron ellos tres. Entonces el Señor descendió 
en la columna de la nube y se puso a la puerta del Tabernáculo. Llamó a 
Aarón y María, y se acercaron ambos. 
Y el señor les dijo: ‘Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros 
algún profeta de Dios, me apareceré a él en visión, en sueños le hablaré. 
No así con mi siervo Moisés, qué es fiel en toda mi casa. Cara a cara hablaré 
con él, claramente y no con enigmas, y verá la apariencia del Señor. ¿Por 
qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés?’. Entonces 
la ira del Señor se encendió contra ellos, luego se fue”. 
Números 12: 4-9 
Cualquier procedimiento contra la autoridad constituida por Dios, aunque 
estuviera cometiendo algún error, es peligroso. Por ejemplo, sí yo cometo 
alguna injusticia con mis hijas, mismo siendo yo injusto, ellas no dejan de 
ser mis hijas ni yo dejo de ser su padre, y continúo con mi autoridad como 
tal. Por lo tanto, aunque el pastor haya sido injusto con sus ovejas, o mismo 
haya cometido algún pecado, aún así, continúa siendo el “ungido” del Señor 
y sus errores serán cobrados por el propio Dios. 
Nadie tiene el derecho de rebelarse contra la autoridad constituida por 
Dios, ya que Él es quién tomará las medidas necesarias para sacar o dejar 
permanecer a alguien en su condición de autoridad espiritual. ¡Nadie jamás 
debe ni siquiera pensar en colocarse en el lugar de Dios y tomar medidas 
en contra de Su ungido! Mucho menos, realizar comentarios negativos al 
respecto de aquella autoridad espiritual. 
Veamos el caso del pueblo de Israel. Sus fundamentos eran ciertos, pero las 
actitudes tomadas por María y Aarón eran equivocadas. La rebelión de 
María tenía fundamento, pues Moisés estaba equivocado cuando tomó por 
mujer a una etíope. Primero, porque ya tenía una mujer, y segundo, porque 
la nueva no formaba parte del pueblo de Israel. Aarón y María se colocaron 
en el lugar de Dios y juzgaron al siervo de Dios. 
María contrajo lepra en la mitad de su cuerpo, y, mismo después de la 
oración de Moisés, quedó desterrada del campamento por siete días. A 
pesar de ser hermana de Moisés, fue humillada por causa de su acción. ¡Es 
imprescindible que el cristiano semantenga en una total y completa 
sumisión, porque si no es capaz de someterse a aquel a quién ve, cuánto 
menos al Señor Jesús, al que no ve! 
Moisés vs. Coré – Coré, Datán y Abiram, junto con 250 hombres principales 
de la congregación, se levantaron contra Moisés y Aarón y les dijeron: 
“¡Basta ya de vosotros! Toda la congregación, todos ellos son santos, y en 
medio de ellos está el Señor. ¿Por qué, pues, os encumbráis vosotros sobre 
la congregación del Señor?” (Números 16:3) 
Otra vez nos encontramos a Moisés con problemas de insubordinación 
entre su pueblo y, una vez más las consecuencias fueron terribles, pero en 
esta ocasión los perjuicios de vidas fueron mayores. Yo creo que esta 
segunda gran rebelión tuvo su origen con María, ya que ella había plantado 
la semilla con anterioridad en muchos corazones. Más de quince mil 
personas, incluyendo mujeres y niños que no tenían nada que ver con 
aquello, perecieron a causa de una rebelión contra el siervo del Señor. Lea 
atentamente el capítulo 16 del libro de Números y las conclusiones serán 
notables. 
Encontramos muchos casos de rebeldía insubordinación en la Biblia, de los 
que podemos sacar el máximo provecho posible, a fin de no caer de la 
misma forma. Cuando el señor Jesús comenzó a enseñar a Sus discípulos, la 
primera elección fue exactamente sobre la humildad: “Bienaventurados los 
pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5: 3) 
¿Qué significa la humildad, sino una actitud respetuosa, sumisa y de 
acatamiento? El Señor Jesús sabía que la primera cosa que Sus discípulos 
tenían que aprender era la humildad, o sea, la sumisión, pues, ¿cómo podría 
la Obra de Dios expandirse por este mundo, si no hubiera una reverencia 
humilde en acatar las órdenes de las autoridades instituidas por Él? 
Por lo tanto, podemos concluir con el siguiente versículo: “servíos por amor 
los unos a los otros” (Gálatas 5: 13) 
 
 
 
7 
 
La discreción 
 
La discreción es una de las virtudes que no pueden ser olvidadas cuándo 
enfocamos el comportamiento espiritual que el cristiano debe mantener 
delante del Señor Jesús. De hecho, si no hubiera una perfecta relación de 
unos con otros, difícilmente existiría una vida de perfecta comunión entre 
el hombre con Dios, en toda su plenitud. 
Abordaremos este asunto de una manera resumida, pero servirá de base 
para una vida plena de las bendiciones de Dios. 
La desnudez de Noé – “Después comenzó Noé a labrar la tierra, y plantó 
una viña; y bebió del vino, y se embriagó, y estaba descubierto en medio de 
su tienda. Y Cam, padre de Canaán, vio la desnudez de su padre, y lo dijo a 
sus dos hermanos que estaban afuera. 
Entonces Sem y Jafet tomaron la ropa, y la pusieron sobre sus propios 
hombros, y andando hacia atrás, teniendo vueltos sus rostros, cubrieron la 
desnudez de su padre. Y despertó Noé de su embriaguez, y supo lo que le 
había hecho su hijo más joven, y le dijo: Maldito sea Canaán; siervo de 
siervos será a sus hermanos. 
Dijo más: Bendito por mi Dios sea Sem, y sea Canaán su siervo. Engrandezca 
Dios a Jafet, y habite en las tiendas de Sem, y sea Canaán su siervo. 
Génesis 9: 20-27 
La desnudez de la cual trata está narración se refiere a las fallas o errores 
del padre espiritual dentro de la comunidad cristiana, o sea, la iglesia. Quién 
fuera depositario de la autoridad espiritual tiene la obligación de 
mantenerse como ejemplo, delante de las personas que lidera, de la misma 
forma cómo el Señor Jesús fue ejemplo para Sus discípulos. 
El líder espiritual de la comunidad debe ser visto como si fuese el mismo 
Jesús y, por eso mismo, sus fallas, errores o defectos jamás deben ser 
evidenciados. 
 
En la narración de Noé no está en juicio la actitud de embriagarse y 
colocarse desnudó en su tienda, ni mucho menos qué tal desnudez fuera 
descubierta por su hijo más joven, pero si el comportamiento de éste hacia 
sus hermanos. Cam jamás debería haber comunicado a sus hermanos el 
haber visto la desnudez de su padre, y esto sirve también para la iglesia. 
Nadie debe divulgar los errores de su padre espiritual y mucho menos los 
de sus propios hermanos, aunque sean los más íntimos. Si acaso nos 
aconteciera un incidente como el de Cam, jamás debemos pasárselo a los 
demás, pues no todos tienen la estructura espiritual para soportar tal carga. 
Todos los cristianos tienen su desnudez. Nadie es perfecto, ni puede 
considerarse como tal. El Espíritu Santo, que habita en nosotros, sabe 
perfectamente quién y como somos, y nuestra desnudez está delante de 
Sus ojos; aún así, hace morada en nosotros. Entonces, ¿quién se encuentra 
en el derecho de revelar nuestra desnudez? 
Podemos observar en este pasaje que Cam no le mintió a sus hermanos, 
pero no por eso dejó de cometer un gran pecado, al punto que su 
descendencia heredó una maldición. Que esto sirva de lección para todos 
los que, aún diciendo la verdad, al saber del error de un hermano, tienen la 
costumbre de divulgarlo ante todos. 
Este hecho es muy típico de las personas que, aún estando llenas de fe, no 
pueden controlar sus impulsos de su lengua delante de ciertas 
“oportunidades” que Satanás les presenta. Es por eso que muchas personas 
hoy están en el infierno y no son pocas las que irán para allá por el simple 
hecho de dar a conocer la desnudez de otros. 
El apóstol Santiago nos amonesta mucho en cuanto a los pecados de la 
lengua y es nuestro deber refrenarla: 
“Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, 
éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. He aquí 
nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, 
y dirigimos así todo su cuerpo. 
Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas por impetuosos 
vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las 
gobierna quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se 
jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño 
fuego! 
Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre 
nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la 
creación; y ella misma es inflamada por el infierno. Porque toda naturaleza 
de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido 
tomada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la 
lengua, qué es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. 
Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, 
qué están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden 
bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así”. 
 Santiago 3: 2-10 
El Señor Jesús dijo: “¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al 
vientre, y es echado en la letrina? Pero lo que sale de la boca, del corazón 
sale; y esto contamina al hombre”. (Mateo 15: 17-18) 
Ahora bien, si Dios considera la lengua humana cómo fuego y como un 
mundo de iniquidad, entonces debemos tener todo el cuidado de filtrar 
nuestras palabras a fin de que no vayamos a colocar la “mies del Señor” en 
las llamas del infierno. Por esto mismo, cabe a cada uno de nosotros, qué 
nos consideramos auténticos cristianos, en vez de echar más “leña en este 
fuego”, apagarlo con el “Agua de Vida” que nos habita. Está escrito: “El qué 
cubre la falta busca amistad; más el que la divulga, aparta al amigo”. 
(Proverbios 17: 9) 
Realmente, cuando la Biblia se refiere a la discreción sobre el pecado ajeno 
lo hace para no poner en juego las muchas vidas que fueron rescatadas por 
la sangre del Cordero. Hemos visto a muchas personas abandonar la fe 
cristiana porque tomaron conocimiento de faltas, fallas o pecados de otros 
hermanos pastores que, en un momento de debilidad cometieron serios 
delitos. No es porque debemos buscar comprender sus fallas, no es que 
estamos aprobando sus actitudes, al contrario, ¡porque

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