Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Psicología de las relaciones de autoridad y de poder Psicología de las relaciones de autoridad y de poder Florencio Jiménez Burillo (coordinador) Rafael del Águila Tejerina Enrique Luque José Luis Sangrador García Fernando Vallespín Oña Diseño del libro, de la cubierta y de la colección: Manel Andreu Primera edición en lengua castellana: mayo 2006 Rafael del Águila Tejerina, Florencio Jiménez Burillo, Enrique Luque, José Luis Sangrador García, Fernando Vallespín Oña, del texto 2006 Editorial UOC Av. Tibidabo, 45-47, 08035 Barcelona www.editorialuoc.com Realización editorial: Eureca Media, SL Impresión: ISBN: 84-9788-429-9 Depósito legal: Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño general y la cubierta, puede ser copiada, reproducida, almacenada o transmitida de ninguna forma, ni por ningún medio, sea éste eléctrico, químico, mecánico, óptico, grabación, fotocopia, o cualquier otro, sin la previa autorización escrita www.editorialuoc.com Coordinador Florencio Jiménez Burillo Autores Rafael del Águila Tejerina Catedrático de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma de Madrid. Director del Centro de Teoría Política (CTP), ha participado, dirigido y coordinado diversas acti- vidades académicas, reuniones y seminarios nacionales e internacionales. Asimismo ha sido director del Departamento de Ciencia Política de la UAM, de 1996 a 1999. Su especialidad es la Teoría. En la actualidad desarrolla, como investigador principal, un proyecto de investigación financiado por la CICYT sobre tolerancia (asociado al CTP de la UAM). Florencio Jiménez Burillo Doctor en Filosofía, Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología y Psicólogo. Catedrático de Psi- cología Social de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, de la que ha sido Decano. Autor de numerosas publicaciones sobre Psicología Social, Epistemología de las Ciencias Sociales y Psicología Política. Ha sido director de cursos de verano en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo de Santander y la Universidad Internacional de Andalucía, entre otras. En la actualidad es director del Departamento de Psicología Social de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid. Enrique Luque Catedrático de Antropología Social y director del Departamento de Antropología Social (Universi- dad Autónoma de Madrid). Ha sido profesor en las universidades de Granada, Complutense de Madrid y Salamanca. Se graduó en Antropología Social en la Universidad de Manchester (Reino Unido). Dedicado en especial al ámbito de la antropología política y jurídica, en la actualidad tra- baja en temas de comunicación y lenguaje políticos. Es asesor, consejero y colaborador de varias revistas de ciencias sociales o de actualidad bibliográfica de alcance nacional. José Luis Sangrador García Catedrático de Psicología Social en la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid. Entre sus publicaciones, merecen especial relevancia las que se han centrado sobre estereo- tipos y actitudes, entre las que destaca su obra Identidades, actitudes y estereotipos en la España de las Autonomías (Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1996). Entre sus actuales líneas de investigación, se encuentran las creencias sociales sobre el amor, y los procesos psicosociales impli- cados en la comunicación a través de ordenador (Internet). Fernando Vallespín Oña Catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid. Ha participado en más de una decena de proyectos financiados con fondos públicos. En la actualidad ocupa el cargo de Presi- dente del Centro de Investigaciones Sociológicas. Ha sido profesor visitante en las universidades de Harvard, Heidelberg y Frankfurt. Su area de especialización fundamental es la Teoría Política a la que ha contribuído con casi un centenar de publicaciones. Editorial UOC 7 Índice Índice Presentación ................................................................................................. 11 Capítulo I. Perspectivas teóricas y definicionales sobre el poder y la autoridad ...................................................... 15 Florencio Jiménez Burillo 1. Perspectivas teóricas sobre el poder ...................................................... 15 1.1. Las razones de la no investigación del poder ................................... 19 2. Las definiciones del poder ..................................................................... 20 2.1. Definiciones sustantivas del poder .................................................. 22 3. El poder como relación social ............................................................... 23 3.1. Características de la relación de poder ............................................. 24 3.2. El agente de poder: A ........................................................................ 26 3.3. Las bases del poder ........................................................................... 27 3.4. El paciente: B .................................................................................... 33 Resumen ....................................................................................................... 37 Capítulo II. Autoridad y poder en la sociedad tradicional .......................................................................................... 39 Enrique Luque 1. Poder y desigualdad: autoridad y jerarquía ......................................... 40 1.1. Raíces de la desigualdad: conocimientos y actividades versus riqueza y acumulación ........................................................... 40 1.2. Liderazgo y jefatura .......................................................................... 46 2. Formas elementales de la vida política: género y edad ...................... 47 2.1. Hombres y mujeres ........................................................................... 47 2.2. Clases de edad .................................................................................. 50 2.3. Poder, recursos y ritos ...................................................................... 52 Editorial UOC 8 Psicología de las relaciones de autoridad... 3. Diversidad cultural y ubicación del poder ........................................... 57 3.1. Del enmascaramiento a la centralidad del poder ............................ 60 3.2. Negación del poder e imperio de la unanimidad ............................ 63 3.3. Mayoría y unanimidad: consideraciones estructurales y sustratos culturales ........................................................................ 68 Resumen ....................................................................................................... 73 Capítulo III. El poder político y los orígenes del estado ...... 75 Fernando Vallespín Oña 1. El poder y el Estado absoluto ................................................................ 76 1.1. La transferencia del poder desde la sociedad al Estado: Thomas Hobbes ............................................................... 76 1.2. El concepto de soberanía: Juan Bodino ........................................... 83 2. El poder y el Estado democrático .......................................................... 84 2.1. La “domesticación” del poder del Estado: John Locke .................... 84 2.2. La restricción de los fines del Estado ................................................ 85 2.3. La escisión entre Estado-sociedad como espejo de la distinción entre poder social y poder político .................................................. 88 3. Autoridad y poder en el contexto de libertad e igualdad ................... 92 3.1. Los derechos humanos ..................................................................... 93 3.2. La división de poderes ...................................................................... 95 3.3. El Estado de derecho ........................................................................ 98 Resumen .......................................................................................................102 Capítulo IV. Poder y legitimidad política: Weber, Arendt y Foucault ............................................................................ 103 Rafael del Águila Tejerina 1. Poder y legitimidad en Max Weber ...................................................... 103 1.1. Poder y estrategia .............................................................................. 103 1.2. Legitimidad empírica ....................................................................... 106 2. Poder y legitimidad en Hannah Arendt ............................................... 109 2.1. Poder y modernidad: el pueblo como príncipe moderno ............... 109 2.2. Poder y acción concertada ............................................................... 111 2.3. Legitimidad deliberación y democracia ........................................... 114 Editorial UOC 9 Índice 3. Poder y resistencia en Michel Foucault ................................................ 118 3.1. Poder, sujeto del poder y constitución del sujeto ........................... 118 3.2. Poder, autoafirmación y resistencia ................................................. 122 Resumen ....................................................................................................... 126 Capítulo V. La personalidad autoritaria .................................... 127 José Luis Sangrador García 1. Los precursores de la investigación de Berkeley: el autoritarismo en la primera mitad del siglo XX .............................. 129 2. Las investigaciones del grupo de Berkeley sobre la personalidad autoritaria .......................................................... 132 2.1. La personalidad autoritaria y la escala F .......................................... 133 2.2. Críticas y nuevas aportaciones ......................................................... 138 3. Hacia un autoritarismo no sesgado ideológicamente ......................... 145 3.1. Eysenck y la mentalidad dura .......................................................... 146 3.2. Rokeach y el dogmatismo ................................................................ 147 3.3. Otras aportaciones sobre el autoritarismo de izquierdas ................. 150 4. El concepto de autoritarismo en las últimas décadas ......................... 152 4.1. Altemeyer: el autoritarismo como conglomerado actitudinal ......... 152 4.2. Duckitt: el autoritarismo como función de la identificación grupal ............................................................... 157 4.3. El autoritarismo desde una perspectiva situacional y sociohistórica ................................................................................. 159 5. Epílogo ..................................................................................................... 163 Resumen ....................................................................................................... 166 Capítulo VI. La modernidad y los usos patológicos del poder: el holocausto nazi ...................................................... 169 Florencio Jiménez Burillo 1. La República de Weimar ........................................................................ 170 2. La tradición antisemita occidental ....................................................... 173 2.1. El racismo moderno ......................................................................... 175 2.2. Racismo y antisemitismo en Alemania ............................................ 178 Editorial UOC 10 Psicología de las relaciones de autoridad... 3. La figura de Hitler y Mi Lucha .............................................................. 179 3.1. Vida de Hitler ................................................................................... 180 3.2. Mi Lucha (Mein Kampf) ..................................................................... 181 3.3. El cine y el régimen nazi .................................................................. 184 4. Los campos de concentración nazis ..................................................... 185 4.1. Las deportaciones ............................................................................. 186 4.2. La vida en los campos ...................................................................... 188 4.3. El comportamiento en los campos .................................................. 191 4.4. La industria del holocausto. Reflexiones sobre la explotación del sentimiento judío ...............................................198 5. Las respuestas ciudadanas en el Tercer Reich ...................................... 199 5.1. Los judíos alemanes ......................................................................... 199 5.2. Los ciudadanos “corrientes” ............................................................. 202 5.3. El conocimiento de la existencia de los campos por los alemanes corrientes ..............................................................203 6. Las explicaciones del holocausto .......................................................... 205 6.1. Explicaciones macro ......................................................................... 206 6.2. La obediencia a la autoridad ............................................................ 212 6.3. Explicaciones micro ......................................................................... 214 Resumen ....................................................................................................... 223 Glosario ......................................................................................................... 225 Bibliografía.................................................................................................... 230 Editorial UOC 11 Presentación Presentación Escribir una presentación a una obra titulada Psicología de las Relaciones de au- toridad y de poder no es tarea fácil, al menos para quien escribe estas líneas como coordinador de la disciplina. A las dificultades que plantea la noción misma de poder –como luego se verá–, el propio enunciado de los descriptores que seña- lan los contenidos del libro viene a añadir aún más problemas. Ya que se hace evidente, que, como no podía ser de otra manera, se trata de abordar el poder y la autoridad desde diferentes niveles de análisis –diferentes juegos de lenguaje, por tanto– que, deseablemente, sean complementarios entre sí. Una vez descartada, ya desde elprincipio, la tentación –a la que han sucum- bido algunos sociobiólogos– de retrotraer al ámbito de la conducta animal –al comportamiento de algunos primates no humanos concretamente– los oríge- nes de las relaciones de poder –no las de autoridad, por ahora–, el primer capí- tulo plantea la extraordinaria complejidad que, intrínsecamente, encierra la noción de poder en el campo de las ciencias sociales. No obstante, una manera útil y clarificadora de aproximación al término parece ser la de considerarlo, ante todo, como una “relación” entre un agente y un paciente, evidentemente; pero también, y no menos importante, cabe contemplar el hecho de que entre ambos existe siempre un conjunto de razones, bases, motivos o fundamentos – compartidos o no, por uno y otro–, que inevitablemente operan en el desarrollo de la relación. Desde el punto de vista “genealógico”, el género y la edad son dos caracterís- ticas que, obviamente, diferencian a los humanos, y a partir de las cuales las so- ciedades primitivas han establecido relativas desigualdades sociales. Por ejemplo, el hecho de la subordinación de las mujeres respecto a los hombres o la distinta relevancia que las culturas primitivas asignan a los diferentes grupos de edad; relevancia que, por otra parte, no siempre está relacionada con la edad de los individuos. De modo que todas esas desigualdades no son independientes Editorial UOC 12 Psicología de las relaciones de autoridad... de las influencias culturales, pues, al cabo, son las propias sociedades las que ins- titucionalizan esas diferencias biológicastraduciéndolas en desigualdades polí- ticas y sociales. Solo caben conjeturas, nunca certezas, sobre cuándo y cómo surgieron las primeras instituciones políticas humanas. Pero lo que sí parece seguro es que en las sociedades tradicionales la visibilidad del poder no era en absoluto como en nuestra sociedad actual. Todo nuestro juego de luchas por el poder, liderazgos políticos, mayorías y minorías, etc., se disuelve en las organizaciones políticas premodernas en órganos colectivos que generalmente adoptan sus decisiones por consenso. Es a partir del siglo XIV cuando progresivamente van emergiendo nociones e instituciones políticas que culminan con la entronización del poder del Estado como el tema central de la filosofía política moderna. La gigantesca figura de Hobbes constituye, ante todo, el punto de partida de un evento verdaderamente crucial en la historia de las ideas políticas: nada me- nos que el proceso de transferencia del poder social al poder político, pensado éste en términos absolutos por el inglés como resultado de un ineluctable pro- ceso deductivo que incorpora tres argumentos fundamentales: primero, la vio- lencia y el conflicto –y, por tanto, el miedo concomitante a éstos– que son inevitables en toda sociedad. Segundo, por razones de supervivencia los hom- bres llegan a acordar que cada uno renunciará a ejercer su propia fuerza –su de- recho– en aras de la paz y la cooperación sociales. Tercero, será precisamente el Estado el que se constituya en el garante de ese pacífico estado de cosas y de ese modo queda legitimado en su ya exclusivo monopolio de la violencia. Un Esta- do cuyo máximo atributo será, desde Bodino, su soberanía, pues ninguna ins- tancia, externa o interna, puede disputarle su situación en lo más alto de la pirámide del poder y la autoridad. El pensamiento político de Locke trata de reestablecer los límites entre el po- der político y el poder social, perdidos en la obra de Hobbes, es decir, entre el Estado absoluto y los derechos fundamentales de los individuos particulares: vi- da, libertad, propiedad, etc., derechos que, según Locke, tienen una existencia anterior a la constitución misma de la sociedad y el Estado. Ahora, la función de este último queda “limitada” respecto a su anterior carácter absoluto, pues es el propio Estado el que debe ser controlado por la ley y de esa manera evitar su posible acción arbitraria. La división de poderes, justamente, será el mecanismo responsable de que tales límites y controles sean efectivos. Editorial UOC 13 Presentación Este proceso de legitimación del poder, iniciado por Hobbes, Bodino y Locke, tiene su continuación en el siglo XX en las obras de tres eminentes autores: We- ber, Arendt, y Foucault. Para Weber, a diferencia de Hobbes, el poder se vincula más con las ideas y los valores que con la violencia. Según su propia definición “relacional” del poder, se hace necesario algún tipo de razón que lo legitime: la cabal expresión de esa legitimación la encuentra Weber en el concepto de auto- ridad, del poder legitimado. Una legitimidad cambiante en el curso de la histo- ria, desde sus formas religiosas y tradicionales a la moderna legitimación legal- racional. Por influencia del pensamiento ilustrado, y especialmente de Rousseau, du- rante los siglos XIX y XX surgen nuevos intentos de legitimación del poder: entre ellos, algunos particularmente perniciosos –el “pueblo” o “la nación” en abs- tracto, por ejemplo– por su posterior utilización por parte de los regímenes to- talitarios del siglo pasado. Final y felizmente, derrotados éstos, las obras de Arendt, Habermas y Foucault significan tres importantes contribuciones en esa tarea legitimadora en nuestros días. Los anteriores enfoques del poder y la autoridad eran los propios de la Antropología Política y la Teoría Política. El capítulo V trata de analizar nuestro asunto desde una perspectiva esencialmente psicológica, o mejor, psicosociológica. El triunfo de los regímenes autoritarios antes citados durante la primera mitad del pasado siglo, planteó graves preguntas, no sólo a la Filosofía y a la Ética, sino a todas las ciencias sociales y políticas. Y entre ellas, no fue la de menor impor- tancia la que surgió como consecuencia de un hecho tan innegable como dolo- roso: el gran apoyo popular que tuvieron los regímenes fascistas. Todo lo cual llevó a tratar de averiguar si habría algún tipo de factor de personalidad que explicara esa entusiasta adhesión. De ese modo, una sostenida corriente de investigación desembocó en la pro- puesta de que, en efecto, había un síndrome psicológico, la personalidad auto- ritaria, que operaría a modo de sustrato psicológico individual de los regímenes fascistas y que predisponía a determinados individuos a identificarse con los sis- temas políticos de ultraderecha. El diluvio crítico que cayó sobre la obra de Adorno y colaboradores obligó a revisar muy radicalmente las tesis primeras so- bre el autoritarismo. Entre ellas, si no existiría un autoritarismo de izquierdas y no exclusivamente de derechas. Ése y otros problemas, tanto sustantivos como Editorial UOC 14 Psicología de las relaciones de autoridad... metodológicos, han marcado la actual investigación sobre las dimensiones psi- cológicas del autoritarismo. Finalmente, el último capítulo trata de lo que, para muchos, es el más trágico episodio en la historia de Occidente: el holocausto nazi. Supremo ejemplo de uso patológico del poder. Se trata de un acontecimiento sobre el que ninguna disciplina puede decir más que otra, ya que en su origen, desarrollo y final, el régimen hitleriano necesita ser explicado desde múltiples niveles de análisis, aunque en este caso concreto, la perspectiva adoptada, por razones obvias, sea la sociopsicológica; sin embargo, será obligado para contextualizar el hecho pe- dir ayuda a otros saberes. Mediante la lectura y el estudio de los capítulos de esta obra, se pretende que el lector sea capaz de: – Tener una visión general de conjunto de los diversos niveles de análisis desde los que puede estudiarse el poder y la autoridad. – Comprender la naturaleza constitutivamente histórico-cultural del po- der, por medio de la observación de sus más tempranas manifestaciones en las sociedades primitivas. – Conocer la relación dialéctica entre poder político y poder social iniciada en la edad moderna y que planteó, entre otras, la importantísima cues- tión de la “legitimidad del poder”. – Conocer el trágico episodio de la instauración del régimen nazi y el holo- causto como ejemplo supremo del ejercicio destructivo del poder y la au- toridad, por medio del examen de algunos de los factores que lo hicieron posible fundamentalmente desde el punto de visto sociopsicológico. Editorial UOC 15 Capítulo I. Perspectivas teóricas... Capítulo I Perspectivas teóricas y definicionales sobre el poder y la autoridad Florencio Jiménez Burillo En este capítulo primero nos limitaremos a exponer unas sencillas notas preliminares a un tema, el del poder y la autoridad, de una imponente com- plejidad, tal y como se podrá ver en los sucesivos capítulos. Esta obra forma parte de un currículo psicológico y aunque en su contenido aparezcan cues- tiones abordadas por otras disciplinas, en este capítulo parece que lo más adecuado es ofrecer alguna información sobre aspectos teóricos y conceptua- les del poder realizados desde una perspectiva fundamentalmente psicoso- ciológica. 1. Perspectivas teóricas sobre el poder Hay, al menos, dos grandes tradiciones en la conceptualización científico- social del poder, vinculadas, cada una de ellas, a dos gigantescos personajes del pensamiento político moderno. Ambos vivieron en épocas y países dife- rentes y desarrollaron sus trabajos intelectuales en contextos políticos tam- bién muy distintos: • Uno, Nicolás Maquiavelo, en la Florencia del siglo XVI, participando muy activamente –arriesgando la vida– en las intrigaspolíticas de la ciudad hasta ser finalmente apartado de la política. • El otro , Thomas Hobbes, en cambio, sirvió a un Estado unificado, sobe- rano y centralizado. Su decisivo papel en la historia de la teoría política está suficientemente explicado en el capítulo III (“El poder político y los orígenes de Estado”). Editorial UOC 16 Psicología de las relaciones de autoridad... Lo que ahora importa subrayar es que ambos genios han venido a constituir- se como puntos de origen de dos grandes corrientes de pensamiento acerca de la naturaleza y funcionamiento del poder que llegan hasta nuestros días. A este respecto, intentaremos sintetizar lo que en su excelente libro afirma Clegg (1989) tras un análisis comparativo de ambos autores. Maquiavelo, como “profesional” de la política, no contempló el poder desde una perspectiva intelectual que trata de argumentar racionalmente acerca de sus fundamentos filosóficos y consecuencias morales. El florentino no se interesó por lo que el poder es, sino por lo que el poder hace: cómo funciona, cómo ac- túa. El foco de su atención es, ante todo, la estrategia, el juego táctico en un esce- nario cambiante, en donde la moral es un recurso a utilizar eficazmente más que un imperativo al que deba ajustarse la acción política. Se trata de una visión del poder fundamentalmente racional, realista y amoral; el actor político, si ha de al- canzar y mantener el poder, debe interpretar en cada momento las reglas del juego en situaciones de enorme incertidumbre como las existentes en la ciudad de Florencia en tiempo de los Medicis. Un mundo de constantes intrigas y cons- piraciones, donde día a día era necesario desplegar las tácticas apropiadas para “seguir vivo” en la inacabable contienda política. Para Maquiavelo no existen, por tanto, “leyes” sobre el comportamiento del poder; no hay una ciencia uni- versal que guíe la acción de los agentes políticos: lo único que realmente existe es ese escenario en el que cada actor despliega sus propias estrategias buscando satisfacer sus intereses personales (Clegg, 1989, pp. 29-34). Por su parte, Hobbes escribió su obra en un país con un monarca que gober- naba un Estado unificado. Su visión del poder fue, ante todo, la de un “científi- co” que pretende analizar lo que el poder es. Y como buen científico, desarrolló un “método” para estudiarlo. Un método –eran los tiempos de Newton– causal, mecánico, y también individualista. Porque en Hobbes el poder va a ser, antes que otra cosa, una “newtoniana” fuerza causal. El poder tiene como punto de origen un individuo, A, que por medio de su propia actividad, entra en “relacio- nes de poder” con B, en el que “causa” un impacto proporcional a la fuerza que posea. El choque de una bola de billar con otra podría ser una adecuada imagen de la cadena causal hobbesiana del poder. Maquiavelo se interesó por la estrategia, por las acciones reales de los actores políticos, aquí y ahora, interpretando en cada momento los roles adecuados exi- gibles en circunstancias cambiantes. Hobbes analizó el mecanicismo causalista Editorial UOC 17 Capítulo I. Perspectivas teóricas... que despliega un poder que legisla y regula la vida política nacional y que, por tanto, se encuentra sometido a unas leyes que la ciencia política es capaz de es- tablecer (Clegg, 1989, pp. 34-38). Pues bien, aunque no sea posible entrar ahora en pormenores, digamos que las más acreditadas teorías posteriores sobre el poder, de un modo más o menos explícito, van a ser contempladas como continuación de las respectivas concep- ciones de Maquiavelo y Hobbes. De esta manera, habría una línea “maquiave- lista” que incorporaría, por ejemplo, a Pareto, Hunter, Mills, Bachratz y Baratz, Foucault, Giddens y Clegg. Del mismo modo existiría una tradición hobbesiana que continuaría en Weber, Russell, Dahl, Wrong y Lukes. Ante la imposibilidad de dar mínima cuenta de las ideas fundamentales de cada uno de ellos –por otra parte diferentes entre sí en varios aspectos– digamos tan solo un par de cosas: a) Para los herederos de Hobbes el estudio del poder considera al individuo, de modo atomista, como unidad de análisis en un juego de “suma cero” –si A tiene poder es a expensas de B o C. b) Y como buenos conductistas, para algunos de ellos, por ejemplo, Dahl, la medida de las respuestas observables de B cumple una función metodológi- ca central. Por su parte, los continuadores de Maquiavelo tratan de analizar el poder en los escenarios mismos –la estructura social– donde se ventilan sus conflictos. En contra del empirismo y el atomismo individualista defendido por los hobbesia- nos, aquéllos sostienen, por ejemplo, que en su actuación el poder no siempre es visible y manifiesto. Así, los antes citados Bachratz y Baratz (1962, 1970) pre- sentan una concepción del poder según la cual A no realiza acciones tendentes a que B se comporte de determinada manera, sino que, justamente, A tiene po- der sobre B por la “no-decisión” de A respecto de B. En otras palabras, A mani- pula de tal manera la situación que logra eliminar, por ejemplo de un “orden del día”, aquellos asuntos que son relevantes para B. Estos procesos de no-deci- sión funcionan mediante tres tipos de estrategias: – En primer lugar los poderosos no atienden a las demandas de los subordinados, y cuando éstos logran que sus agravios sean tomados en consideración, se nombran, por ejemplo, comisiones que dictaminen sobre los temas o se piden enmiendas a todos los concernidos aplazando las decisiones reales indefinidamente. Editorial UOC 18 Psicología de las relaciones de autoridad... – En segundo término, los propios subordinados, anticipando este estado de cosas, es probable que desistan y no planteen siquiera los problemas. – En tercer lugar, los intereses de las minorías dominantes ejercen tal grado de con- trol sobre el modo de operar del sistema, que llegan a poder determinar no sólo si ciertas propuesta serán expresadas, sino incluso si lograrán ser pensadas por los do- minados. Se trata, en definitiva, de un modo oculto, difícil de medir, pero suma- mente eficaz de la actuación del poder. S. R. Clegg (1989). Frameworks of Power (pp. 75 y ss.). Londres: Sage. Apuntemos, también, que la concepción maquiavélica del poder ha sido supremamente continuada por Michael Foucault, cuyos análisis de los “circui- tos de poder” se nos aparecen mucho más útiles que los hobbesianos para ex- plicar adecuadamente el funcionamiento del poder en el globalizado mundo en que vivimos1. Hay que advertir, por último, que desde el ámbito de la Psicología Social, se han formulado micromodelos del poder desde un nivel de análisis interpersonal o del pequeño grupo. Un buen ejemplo es la teoría del impacto social de Bibb Latané (1981), según la cual la capacidad de influencia de un grupo de personas sobre un B cualquiera depende del efecto multiplicador de tres magnitudes: in- tensidad, inmediatez y número de agentes presentes. La intensidad es el estatus, poder, credibilidad, etc. de los agentes, tal y como son percibidos por B; la in- mediatez se refiere a la mayor o menor proximidad física de esos agentes. De modo que cuanto más numerosos, cercanos y poderosos sean percibidos los in- tegrantes del grupo, tanto más influencia ejercerán sobre su objetivo. En este sentido, puede ser un ejercicio muy ilustrativo analizar los resultados de los ex- perimentos de Milgram desde esta perspectiva del impacto social. Por lo que respecta a la Psicología Social, sus estudios sobre el poder pueden ser retrotraídos hasta los comienzos mismos de la disciplina a finales del siglo XIX, o bien ser fechados en la década de los sesenta del siglo pasado. La decisión de- pende de establecer previamente qué se entiende por poder social. a) Si, por ejemplo, se considera la influencia social como el proceso psicosocial más general del que el poder es una subcategoría, entonces encontramos múlti- ples ejemplos del estudiode este proceso desde el nacimiento de esta disciplina 1. De las tesis de Foucault se da una cumplida exposición en el capítulo IV (“Poder y legitimidad política: Weber, Arendt y Foucault”). Editorial UOC 19 Capítulo I. Perspectivas teóricas... hasta hoy. Los teóricos de la Psicología de las Masas –Le Bon, Tarde, etc.– mostra- ron las profundas transformaciones experimentadas por los individuos inmersos en conductas colectivas; Ross trató los procesos de sugestibilidad diferencial y conformidad externa e interna, y Floyd Allport, asimismo, analizó fenómenos de influencia grupal. Más adelante, el “campo de fuerzas” lewiniano, las teorías del intercambio, los procesos de obediencia analizados por Kelman, los famosísimos experimentos de Sheriff, Asch o Milgram, la personalidad autoritaria, el programa de Hovland en Yale sobre cambio de actitudes, y los estudios sobre minorías acti- vas de Moscovici son jalones, sobradamente conocidos, en la investigación psico- sociológica de nuestro asunto en la corta historia de la disciplina. b) Las cosas cambian, sin embargo, si es el poder social el que se constituye como proceso más general y la influencia social es ahora considerada una parte de él. Entonces, sí que adquiere sentido aquella denuncia que presentó Cartwright en 1959 acusando a la Psicología Social de haber ignorado el tema del poder [...] hasta justamente esa fecha. Pues en ese libro –Studies in Social Power– no sólo propone el propio Cartwright su concepción del poder desde la teoría del campo, sino que además recoge el artículo probablemente más citado en la literatura psicosociológica: “Las bases del poder social” de French y Raven, al que más adelante tendremos ocasión de volver. Pasado un tiempo, la situa- ción no cambió demasiado, pues todavía en 1965, Clark insistía y lamentaba lo mismo; no obstante, a finales de esa década y desde luego desde los años seten- ta, se desató un insospechado interés por el poder con la publicación de varios libros por parte de McClelland, Winter, Tedeschi, Kipnis, Ng Sik Hung, etc. Por cierto, ese desinterés acerca del poder ha sido compartido por la Psicología de las Organizaciones, que en muchos casos ha identificado, erróneamente, el estudio del poder en las organizaciones con la autoridad o el liderazgo. 1.1. Las razones de la no investigación del poder El día 30 de octubre de 1998, en su discurso de agradecimiento por haber sido nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad Rovira i Virgili de Ta- rragona, dijo Chomsky: Editorial UOC 20 Psicología de las relaciones de autoridad... “[...] los arquitectos del poder deben crear una fuerza que pueda ser sentida, pero no vista. El poder se mantiene fuerte cuando está en la oscuridad; si se expone a la luz comienza a evaporarse.” En efecto, investigar las relaciones de poder, especialmente a sus elites, es una tarea si no imposible, al menos altamente dificultosa. Ante el desinterés an- tes citado por el tema del poder, los propios psicólogos sociales han ofrecido ra- zones para explicar esa falta de atención: a) En primer lugar la inmensa complejidad del vocablo, ya en sí misma “ahuyentadora” de todo intento de acercamiento. b) En segundo término, las propias instituciones y organizaciones no auto- rizan un tipo de investigación que disminuiría su propio poder, no lo aumenta- ría. Pues es este un concepto perturbador –“la última palabra sucia en la teoría de la organización” (Robbins)– que altera los cauces normales por donde se su- pone que discurre, es decir, la autoridad, la comunicación, el liderazgo, etc. En consecuencia, en tanto a los estudiantes de las disciplinas concernidas se les “so- cializa” en el no-estudio del poder, los directivos, obsesionados con la eficacia, no se dejan investigar, y tanto menos cuanto más alta sea su posición. Por su parte, a los “espectadores” –pueblo, público, alumnos, clientes, etc.– sólo les im- porta realmente que “las cosas funcionen” y para ellos son irrelevantes las lu- chas por el poder en el seno de las organizaciones. c) Por último, aunque este punto merecería un tratamiento detallado, Clegg y Dunkerley, dos muy competentes teóricos de la organización, señalan como causa de este desinterés la –intencionada o no– errónea traducción por parte de Parsons del término weberiano de poder (Herrschaft) por autoridad. 2. Las definiciones del poder Es la del poder una de esas nociones a las que bien puede aplicarse aquello que San Agustín decía del tiempo: “si no me preguntas qué es, lo sé, pero si me lo preguntas, no lo sé”. Ese desconocimiento respecto a qué sea exactamente el poder no radica, por cierto, en que carezcamos de definiciones sino, por el con- Editorial UOC 21 Capítulo I. Perspectivas teóricas... trario, por la abundancia de ellas. Porque es, claro está, muy difícil que mera- mente en una fórmula sea posible incorporar los múltiples sentidos contenidos en el vocablo poder, como sustantivo y/o como verbo. Así, el DRAE recoge en la voz poder –sólo como sustantivo– estos significados, entre otros: ‘dominio, imperio, facultad y jurisdicción que alguien tiene para mandar o ejecutar al- go. [...] fuerza, vigor, capacidad, posibilidad, poderío. Suprema potestad rectora y coac- tiva del Estado’, viniendo a continuación una variedad de tipos de poder: absoluto, adquisitivo, ejecutivo, espiritual, fáctico, temporal, etc. No menor pluralidad significa- tiva ofrece, por ejemplo, el Diccionario Inglés de Oxford: dominio, dirección, influen- cia, control, autoridad, ser espiritual o celestial que posee control o influencia, etc. Pero no acaban aquí los problemas, pues la literatura especializada, previa- mente a cualquier intento de definición, suele plantear la irremediable polise- mia del término, a través, por ejemplo, de estos interrogantes (entendiendo, como venimos haciendo, por A el agente de poder –individual o colectivo– y por B el paciente –el que recibe o padece la acción del agente, y que también puede ser individual o colectivo): 1) Si el poder actúa “intencionadamente” imponiendo en B su voluntad –in- cluso a pesar de la resistencia de éste– o también se considera poder la “no actua- ción” de A que acarrea consecuencias negativas para B, tal y como acabamos de ver que sostienen Bachratz y Baratz (1962, 1970). 2) Sobre la amplitud del concepto de poder: si se trata del proceso más gene- ral en cuanto a “efectos intentados” por A, en cualquier esfera de la sociedad, o, más restringidamente si nos encontramos ante un tipo de relación social espe- cífica, cualificada por ciertos atributos o propiedades que la distinguirían de otras relaciones asimismo productoras de efectos. 3) Cómo han de ser las respuestas de B para que exista una relación de poder: si éste debe modificar sus conductas y/o también sus actitudes, sentimientos, pensamientos, creencias, valores, etc. O si estas últimas reacciones son irrele- vantes para A, sólo interesado en que B haga lo que A desea. 4) Si el poder es solamente capacidad “sobre” o “para” –tener poder– o sea, una potencia de obrar, o también, y principalmente, es acción real y efectiva – ejercer poder– (Gallino, 1995; Henderson, 1981). Y otras muchas cuestiones en las que no es posible entrar ahora. Editorial UOC 22 Psicología de las relaciones de autoridad... Simplificando mucho, hay dos maneras de abordar el concepto de poder: una, mediante las habituales definiciones sustantivas o esenciales. La otra, con- templando el poder como una relación social, que es la que a continuación va- mos a desarrollar. 2.1. Definiciones sustantivas del poder – Weber: “Poder significa la probabilidad de imponer la propia voluntad dentro de una relación social aun contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad”. – Lewin: “Poder es la posibilidad de inducir fuerzas de cierta magnitud en otra persona”. – Blau: “Poder es la capacidad de personas o grupos para imponer su volun- tad a otros,a pesar de la resistencia, mediante disuasión bien en la forma de otorgar recompensas bien castigando”. – Mechanic: “Poder se define como fuerza que determina una conducta que puede no ocurrir si las fuerzas no actuaran”. – Dahl: “A puede sobre B en la medida en que B hace algo que no haría de otra manera”. – Kaplan: “Poder es la capacidad para influir en otros, esto es, cambiar la probabilidad de que otros responderán de ciertos modos a específicos es- tímulos”. – Biersted: “Poder es la capacidad de emplear fuerza”. – Simon: “Poder es la manifestación de una asimetría en la relación entre A y B”. – French y Cartwright: “El poder de A sobre B es igual a la máxima fuerza que A puede ofrecer sobre B, menos la máxima resistencia que B puede movilizar en dirección opuesta”. – Robbins: “Poder es la capacidad que tiene A de influir en el comporta- miento de B, de modo que B actúe de acuerdo con los deseos de A”. – Yukl: “Poder es la capacidad absoluta de un agente individual para influir en la conducta o actitudes de una o más personas-objetivo en un momen- to dado”. Editorial UOC 23 Capítulo I. Perspectivas teóricas... 3. El poder como relación social El diccionario de la RAE define, en uno de sus sentidos, el término relación como ‘conexión, correspondencia, trato, comunicación de alguien con otra per- sona’. El término castellano relación carece de las connotaciones, psicológica- mente interesantes, que posee ese vocablo en otros idiomas. • Por un lado, rapport, rapporto, relationship o Verhältus denotan una co- nexión, vínculo o interdependencia entre dos o más agentes en virtud de la cual son inducidos –y aun forzados– a interactuar independientemente tanto de sus preferencias, como de su propia conciencia acerca de la na- turaleza misma de esa relación. Se trata aquí de una relación objetiva res- pecto a la cual cabe una conciencia, hay que insistir, más o menos adecuada o falsa, por parte de los agentes. • De otra parte, existen las palabras relation, relazione o Beziehrung, para de- signar aquellas relaciones acompañadas de plena conciencia acerca del nexo existente entre los actores. En este segundo significado están presen- tes un conjunto de estados mentales, actitudes, y dimensiones afectivas no necesariamente manifiestas en los primeros vocablos citados. Es desde este segundo sentido desde el que más se ha estudiado la teoría so- cial contemporánea, desde Tarde a Cooley, pasando por Weber. Frente a ellos, Marx –recuérdese el famoso pasaje del prefacio de su obra Contribución a la Crí- tica de la Economía Política–, analizó esas relaciones objetivas que él denominó relaciones materiales de existencia (Gallino, 1995). Hay muchos tipos de relaciones entre los humanos: económicas, jurídicas, de parentesco, sexuales, etc. y, naturalmente, relaciones de poder. Unas relacio- nes que pueden darse objetivamente y que pueden estar acompañadas de la co- rrecta toma de conciencia por parte de los agentes. De modo que puede existir, por ejemplo, una relación amorosa –subjetiva- mente entendida así– que pueda ser calificada –objetivamente– como una rela- ción de poder por parte bien de su(s) protagonista(s), bien por un observador externo a la relación. De modo que en una relación de poder, el dato subjetivo es, sin duda, muy importante –sobre todo para la Psicología–, pero en modo al- guno agota el análisis de esa relación. Editorial UOC 24 Psicología de las relaciones de autoridad... A continuación, vamos a exponer, sintéticamente, algunas características generales relevantes de esas relaciones de poder. Y, en segundo lugar, rese- ñaremos algunas de las particularidades investigadas en los actores de esa re- lación de poder, que consta, como mínimo, de dos elementos: un agente – persona, grupo, organización, estado– y un paciente. Y además, de unos me- dios o bases que aparecen como creencias, razones, o actividades operantes entre A y B. 3.1. Características de la relación de poder Más de una veintena de rasgos distintivos de la relación de poder pueden en- contrarse en la literatura especializada. A unos pocos de ellos, como las circuns- tancias demandan, se aludirá a continuación. 1) En primer lugar, se trata de una relación dialéctica: entre A y B debe existir algún tipo de interdependencia, vínculo, conexión o interacción reales. Con ello, se excluye que pueda haber relación de poder entre, por ejemplo, agentes ultraterrenos o sobrenaturales. 2) Es una relación, en segundo término, probabilística: el ejercicio del po- der por A siempre supone un cierto margen de maniobra de reacción por par- te de B. Esa mayor o menor probabilidad de que éste actúe según las demandas de A depende no sólo de los atributos de este último, sino también de la situación en que se desarrolla esa relación de poder. Por ejemplo, la pro- babilidad de que B haga lo que A le ordene es, obviamente, mayor en un campo de concentración que si A y B interaccionan como vendedor-cliente o profesor-alumno. 3) La dependencia es una tercera característica. En el ejercicio de poder de A sobre B, éste de algún modo depende de A respecto a algo. Y tanto más poder tendrá A cuanto mayor dependencia tenga B respecto a él. 4) Es una relación, en cuarto lugar, asimétrica: entre A y B hay una relativa desigualdad, del tipo que fuere. Lo que no excluye que, pasado el tiempo, o en otro escenario diferente, sea B el que ocupe la posición de A y sea distinta esa asimetría. Editorial UOC 25 Capítulo I. Perspectivas teóricas... 5) En quinto lugar, es una relación condicionada por la situación: las rela- ciones de poder acontecen siempre y necesariamente en unas coordenadas espacio-temporales. Esta obvia característica es muy importante, pues exige tener en cuenta factores extrapsicológicos de A y/o B, que pueden ser deter- minantes en la relación. De ahí que las generalizaciones de los resultados de investigaciones experimentales sobre el poder a la vida real sean altamente problemáticas. Ése es el caso, precisamente, de las explicaciones sobre la naturaleza del nazismo basadas en los experimentos de Milgram, como veremos en el últi- mo capítulo. El hecho de que la relación de poder esté afectada, constituti- vamente, por la situación nos hace ver también cuáles son los niveles de la conducta de B controlados por A: pensamientos, sentimientos, o acciones, o los tres a la vez, como pretenden los gurús de ciertas sectas. Asimismo, el fac- tor situacional señala la duración temporal que puede tener el ejercicio del poder de A sobre B. 6) Por último, se trata de una relación causal. El análisis del lazo causal en las relaciones de poder, que la mayoría de los autores soslayan, plantea especiales dificultades. Pues si ya de por sí el significado de causa depende del juego del lenguaje donde se utilice tal concepto, cuando se emplea en el ámbito de las ciencias sociales los problemas aumentan aún más. En la tra- dición hobbesiana de las teorías acerca de la naturaleza del poder, el premio Nobel Herbert Simon, en 1953, consideró a las relaciones de poder bajo la pers- pectiva de las relaciones causales. En esta línea, varios acreditados politólogos – Dahl, Lasswell, Kaplan, McFarland, etc.– han propuesto que un cabal concepto de relación de poder debe incluir la condición de que A, de algún modo, “causa” la reacción de B. Dicho de otro modo, B no actuaría como lo hace si antes A no hu- biera intervenido. Tal propuesta, coherente con la perspectiva conductista de algunos de los au- tores citados, supone un concepto de poder que deja de lado la circunstancia de que B actúe de forma determinada respecto de A sin que éste haya intervenido en absoluto. Algunos autores proponen precisamente el concepto de influencia social para designar este tipo de “no relación”: B, diríase, actúa conforme a los supuestos deseos de A, sin que A sea consciente de ello. Editorial UOC 26 Psicología de las relaciones de autoridad... 3.2. El agentede poder: A Los “poderosos”, en cualquier ámbito que se considere, no suelen ser fácil- mente accesibles a la investigación científica. Comparativamente, sabemos mu- cho más acerca de los que obedecen o padecen en la relación de poder, que de aquellos situados en lo más alto de la pirámide jerárquica. En el mejor de los casos, son los mandos intermedios los que, ocasionalmente, se han prestado a ser preguntados; pero de los escasos sujetos que realmente tienen el poder poco se sabe, salvo que acudamos a sus memorias –generalmente, autocomplacien- tes– o a biografías “no autorizadas”. Decía Hobbes que la motivación de poder es consustancial al ser humano, y que sólo cesa con la muerte. Otros psicólogos, como Adler, aunque en un contexto diferente, también han defendido su universalidad. Más cercana- mente, McClelland situó el poder, junto al motivo de éxito y el de afiliación, como un componente sustantivo de la naturaleza humana. Como anterior- mente para Veroff y Winter, para McClelland el poder, como el ser según Aristóteles, será uno, pero se dice de muchas maneras. En tanto deseo de contro- lar e influir en otros, algunas teorías predicen que las personas con una elevada motivación de poder desplegarán diversos comportamientos para satisfacerla: por ejemplo, manejar las emociones de otras personas, ganar reputación, ejercer el liderazgo, etc. Aunque, como advierte McClelland, el deseo de poder carece de buena prensa y suele disimularse, hay conductas aparentemente no relacionadas con la moti- vación de poder que, sin embargo, “delatan” en quienes las realizan un soterrado afán de éste. Beber habitualmente alcohol, competir, seducir eróticamente, estu- diar carreras influyentes como periodismo o en una escuela de negocios, etc. Par- ticularmente sorprendente es la vinculación que algunos autores establecen entre alta motivación de poder y comportamiento “prosocial”. Parece que ayudar o aconsejar a otros, ejercer el voluntariado, organizar actividades, enseñar, etc. sitúa a la gente en una posición jerárquica superior, dominante, respecto a los otros (Frieze y Boneva, 2001). Y en esta línea de ar- gumentación ¿no sería interesante desvelar un disimulado –o quizá incons- ciente– motivo de poder en el ejercicio, por ejemplo, del sacerdocio o la Psicología? Editorial UOC 27 Capítulo I. Perspectivas teóricas... 3.2.1. Los usos del poder Es sobradamente conocida la frase que Lord Acton escribió en una carta en- viada a Mandel Creighton en 1987: “el poder tiende a la corrupción [...], y el po- der absoluto corrompe absolutamente”. Desde luego, hay abundantes ejemplos en la historia que corroboran esa afirmación. Es obvia la corrupción constitutiva de las dictaduras, pero también en los regímenes democráticos prolifera ese vi- cio a pesar del juego de contrapesos de los diferentes poderes que operan en la sociedad. Tener poder, afirma Kipnis, favorece la persecución de fines egoístas. El control por parte de A de recursos apetecidos por los subordinados hace que éstos se comporten con deferencia –y aun con servilismo– ante quien ejerce el poder. Pero como la percepción del actor y el observador son diferentes, los po- derosos suelen identificar erróneamente esa adhesión de los subordinados como señal de su buen uso del poder. De ahí conjeturan que son absolutamente merecidos los “privilegios” de que disfrutan (Lee-Chai y otros, 2001). Pero no siempre el uso del poder posee connotaciones negativas. Foucault y Giddens, por ejemplo, han mostrado cómo es posible utilizar el poder de un modo productivo –poder como capacidad “para”–, beneficioso en la defensa de intereses generales. Y también en la historia encontramos ejemplos de poderes con efectos positivos para quienes los padecen. 3.3. Las bases del poder Como antes ha quedado dicho, entre el agente de poder, A, y el que recibe la influencia, B, existen unas bases en virtud de las cuales A y/o B llevan a cabo sus respectivas conductas. Se trata entonces de razones, motivos o fundamentos a partir de los cuales A y B actúan en la relación de poder sin que deba existir ne- cesariamente, ni mucho menos, una coincidencia en ellos respecto a una o va- rias de esas bases. Es decir, que A actúe apoyándose, por ejemplo, en su capacidad de castigar a B, no significa que éste reconozca en A la legitimidad para hacerlo. Existen numerosas bases o fuentes de poder de A. En unos casos, se trata fundamentalmente de características personales, mientras que en otros Editorial UOC 28 Psicología de las relaciones de autoridad... su poder deriva de la posición con la que cuenta en una determinada cadena je- rárquica de la sociedad o la organización. En la literatura psicosociológica sobre el poder, los trabajos publicados a par- tir de los años cincuenta por French y Raven constituyen, sin duda, la más obli- gada referencia al tratar el punto que ahora nos ocupa. En efecto, en una serie de artículos, French y Raven (1971) propusieron su abundantemente citado mo- delo según el cual existen hasta cinco fundamentales bases del poder: 1) Poder coercitivo. A posee la capacidad de utilizar la amenaza y el castigo frente a B. 2) Poder de recompensa. En este caso, A tiene los recursos para premiar la con- ducta de B. 3) Poder legítimo. El poder deriva ahora de la posición de A en la estructura formal de autoridad, de modo que B cree que A está legitimado para ejercer el poder. 4) Poder referente. Esta base radica en los sentimientos de lealtad, admiración y afecto que B tiene hacia A. 5) Poder del experto. Son los conocimientos o habilidades de A en algún cam- po lo que le autoriza para ejercer el poder sobre B. 6) Poder de información. Raven (1965) añadió esta sexta base, según la cual A controla el acceso y distribución de información relevante para B. Los autores, sobre todo Raven (1992, 2001), modificaron posteriormente al- gunas cosas, pero el modelo ha permanecido sustancialmente idéntico a sus pri- meras formulaciones. Los trabajos de French y Raven han sido objeto de numerosas críticas, en oca- siones, verdaderamente devastadoras. Éste es el caso de los artículos de Podsakoff y Schriesheim (1985) y Rahim (1988). • Los dos primeros autores, tras revisar 18 estudios realizados con muestras diversas de individuos en los que se utilizó el modelo de French y Raven, concluyeron, por ejemplo, que las escalas que supuestamente debían me- dir cada una de las bases resultaban insuficientes para “operacionalizar” conceptos teóricos tan amplios y sujetos a interpretaciones tan diversas como recompensa, referencia, etc. Editorial UOC 29 Capítulo I. Perspectivas teóricas... • Por su parte, Rahin demostró que las cinco bases del modelo inicial no eran conceptualmente distintas, ya que, por ejemplo, experto y referente se solapan. • Otros estudios arrojan tan llamativos resultados como que, aun aceptan- do el modelo, en lugar de cinco habría doce bases de poder, pues por ejemplo el poder legítimo podría a su vez tener él mismo como base la au- toridad formal, la responsabilidad, el control de recursos y las reglas bu- rocráticas de la organización en cuestión. Sin embargo, al igual que ha ocurrido con otros constructos, modelos y teo- rías psicosociológicos, las más serias críticas no han afectado a la utilización de la teoría de French y Raven, que sigue citándose profusamente hasta el punto de que, como antes se dijo, es uno de los artículos con mayor impacto en la his- toria de la Psicología Social. Veamos, a continuación, algunas particularidades de cada una de las bases. a) El poder coercitivo supone que B es consciente de que A puede infligirle sanciones negativas. Se trata de un uso del poder relativamente fácil si se posee la capacidad de castigar. Algunos especialistas, como Yukl (2002, pp. 141-172) advierten que el poder coercitivo debe ser administrado con suma prudencia y aplicado sólo en caso de extrema necesidad, pues como es natural, suscitaun profundo resentimiento en B. Pero es más conveniente, antes de llegar a esa si- tuación, que B sepa claramente cuáles pueden ser las consecuencias para él si realiza tal o cual acción. En cualquier caso, los castigos, reprensiones o adver- tencias han de hacerse en privado, con mucha calma, sin mostrar animadver- sión personal. No sobraría pedirle a B su punto de vista acerca del problema, a la vez que se intenta hacerle ver que la coerción es –porque así debe ser– propor- cional a la gravedad de su infracción. b) El poder de recompensa utiliza recursos que B desea y valora positiva- mente. Ahora se trata de administrar incentivos específicos que serán más o menos eficaces según factores pertenecientes tanto a B, como a la actividad misma que éste desempeña. Hay una copiosa literatura especializada preci- samente en “políticas de incentivos” en los textos de recursos humanos en la que, obviamente, no debemos entrar. Aumento en el salario, promocio- nes, menciones honoríficas, mejores horarios, etc., son unos pocos ejemplos Editorial UOC 30 Psicología de las relaciones de autoridad... de ese poder de recompensa que un ejecutivo puede tener sobre sus subordi- nados en una organización. Un adecuado uso del poder de recompensa debe tener en cuenta medidas tan de sentido común, como que las recompensas deben ser moralmente irrepro- chables, que no es eficaz ofrecer premios que luego no puedan hacerse efectivos, que deben estar claramente establecidos los criterios para ser acreedor de recom- pensas y que es rechazable usar éstas de modo manipulador. c) El poder legítimo no deriva de las características de A, sino de su posi- ción en la instancia en cuestión (organización, familia, sociedad, etc.). Este poder se define como autoridad, la cual, naturalmente, puede utilizar en su ejercicio tanto recompensas como castigos. En sus primeros trabajos de fina- les de los años cincuenta, French y Raven distinguieron hasta tres fuentes de legitimidad: – los valores culturales –por ejemplo, elecciones– que conceden a A la facul- tad de mando; – la ocupación de una posición de autoridad; – el nombramiento de A por un agente legitimador. De todas ellas, la elección suele ser el procedimiento que suscita más adhesión. Aunque no es el caso ahora de detenerse en ello, una cuestión interesante, cuando se trata de la autoridad, se refiere a su supuesta “crisis” en los más diversos ámbitos, desde el propio Estado hasta la familia, pasando por la es- cuela. Bass (1990), por ejemplo, en su famoso texto sobre el liderazgo, plan- tea este problema aportando datos muy significativos de EE.UU., aunque reconoce que esa crisis de autoridad ocurre en todas partes. Así, resulta que si en los años cincuenta el ochenta por ciento de los norteamericanos tenían una gran confianza en la Presidencia de la nación, tras los sucios episodios del Watergate, esa confianza descendió hasta un treinta y tres por ciento. A su vez, el politólogo Seymur Lipset, analizando el intervalo entre la mitad de la década de los sesenta y de los ochenta, muestra el general declive de con- fianza y aprecio –y por tanto, de legitimidad– en prácticamente todas las ins- tituciones del país, desde los medios hasta el ejército, pasando por el Tribunal Supremo y el Congreso. Editorial UOC 31 Capítulo I. Perspectivas teóricas... Como quiera que sea, una posición de autoridad no siempre supone obe- diencia y aceptación generalizada por parte de los subordinados. Por ello, de nuevo Yukl advierte acerca del necesario cuidado con que hay que ejercer la au- toridad. El modo como se formula una orden o petición puede afectar a su cum- plimiento; un tono educado es preferible a uno arrogante, pues no hace visible la distancia entre el estatus de A y B. Claro está que en ciertas organizaciones, como el Ejército, o en situaciones de emergencia, lo que se impone es más la fir- meza del líder formal que la cortesía. Y por supuesto, es necesario no cursar ja- más órdenes cuya probabilidad de obediencia sea muy baja. d) El poder referente se basa en los sentimientos de admiración, afecto o leal- tad experimentados por B hacia A. Un caso extremo acontece en el fenómeno denominado identificación, en el que B, de modo prácticamente incondicional, obedece, actúa y desarrolla actitudes semejantes a las de A. Ciertos episodios en determinadas sectas y algunos desdichados ejemplos de líderes “carismáti- cos” –Hitler, sin ir más lejos– son muestras de esos acríticos procesos de iden- tificación. Este tipo de poder aumenta en la medida en que A, creíblemente, se interesa por las necesidades y sentimientos de sus subordinados, a los que trata con respeto y consideración. Y hablamos de credibilidad porque, como señala Yukl (2002) y antes Shakespeare, las acciones pesan más que las pala- bras, y A no puede manipular durante mucho tiempo los sentimientos sin que los B descubran su impostura. Y es que el poder referente tiene sus limitacio- nes. Hay cosas que no cabe ordenar, aunque los sentimientos de B hacia A sean muy calurosos, ni una buena sintonía con B debiera conducir a que A solicita- ra incesantemente conductas obedientes. Y una regla básica: vigilar las diver- sas formas de “congraciamiento” que la gente puede llegar a exhibir para satisfacer sus intereses. e) El poder del experto reside en la percepción por parte de B de que A posee capacidades o conocimientos destacados en algún campo o tarea en el que am- bos participan. Como ya dejó dicho Francis Bacon hace cuatrocientos años, el conocimiento es poder, y la capacidad de poder que otorga ser competente en algo, especialmente si los otros lo ignoran todo o parte, se manifiesta en la toma de decisiones, recepción de información y, en general, en aceptar y seguir las di- rectrices señaladas por los expertos. Aun con el rechazo que pueda suscitar A incurriendo en un comportamien- to altanero, el poder basado en la competencia suele producir escasas resisten- Editorial UOC 32 Psicología de las relaciones de autoridad... cias por parte de B, si éste reconoce, naturalmente, la pericia de A. La competencia, en cualquier campo, sólo puede mantenerse a lo largo del tiem- po con gran esfuerzo, y ése es el desafío que constantemente tiene ante sí el po- der basado en ella. Pues solamente si los otros asumen que es competente, podrá A continuar ejerciendo su influencia. Por eso hay expertos, e incluso departa- mentos enteros, que ocultan o protegen celosamente sus conocimientos o habilidades, para seguir en posición de dominio, situación que perderían si otros compartieran esas destrezas. El uso de jergas especializadas sólo comprensibles por el “endogrupo”, es un ejemplo más de esta estrategia de poder por parte de determinados expertos. En cualquier caso, un uso razonable de este poder desaconseja la arrogancia y en su lugar propone la clara argumentación por parte del experto de por qué las cosas deben hacerse de la manera que él manifiesta. f) Por último, el poder de la información radica en el control que A puede tener de la información relevante para B. Es evidente que retener informa- ción mantiene a los que carecen de ella en la ignorancia y, al cabo, en la de- pendencia del que la posee. Un ejemplo del poder que puede dar a alguien la posesión de información es el del testigo que, en un juicio, tiene una gran capacidad de influir en el jurado, no por su persona, sino por la información de que dispone. Ya sabemos, a partir de la investigación de las redes de comunicación en grupos y organizaciones, que quien ocupa un lugar estratégico en ellas posee una capacidad diferencial para influir en las decisiones colectivas. Y desde luego, la manipulación de la información es algo suficientemente conocido como estrategia del poder a todos los niveles, al menos desde los escritos de Maquiavelo. Digamos antes de concluir este punto que algunos estudios han tratado de es- tablecer comparativamente la relativa eficaciade cada una de las bases del poder: parece que el poder del experto y el legítimo son los más destacados, seguidos del referente, la recompensa y, comprensiblemente, el coercitivo, que ocupa el último lugar. Todo ello, naturalmente, dependiente del propio contexto situa- cional donde acontece el ejercicio del poder, pues no cabe esperar, por ejemplo, demasiadas muestras de poder de recompensa o referente en un campo de ex- terminio nazi. Editorial UOC 33 Capítulo I. Perspectivas teóricas... 3.3.1. La medida del poder Como antes quedó dicho, según Chomsky, el poder tiende a ocultarse y esa circunstancia, si no impide, al menos hace extraordinariamente difícil su inves- tigación y eventual medida. Desde hace años existen instrumentos de medida de los tres elementos que componen una relación de poder: respecto de A hay cuestionarios, como el de Phillips, y adaptaciones de tests proyectivos como el TAT. Asimismo, por medio de experimentos se ha intentado medir las reaccio- nes de B. Y respecto a las bases, las escalas construidas por Hinkin y Schriesheim (1989) han sido muy utilizadas en la investigación. Algunos autores sostienen que, dadas las dificultades, es preferible medir “indirectamente” el poder, por ejemplo, a través de indicadores como número de secretarios, superficie de los despachos, grado de inaccesibilidad de A, etc. Y también por las consecuencias que implican las decisiones de A: por ejemplo, el número de personas despedi- das en una empresa. 3.4. El paciente: B Los denominados pacientes en una relación de poder son, claro está, muchos más numerosos que las elites del poder –Hume se admiraba de la facilidad con que “los pocos mandan a los muchos”– y, desde luego, son más fáciles de inves- tigar. Varias respuestas de B han sido documentadas, experimental o empírica- mente, no sólo en el ámbito de la Psicología Social llamada dominante, sino desde otras disciplinas. La conformidad u obediencia es una respuesta abundantemente estudiada por le Psicología Social. Ya en los comienzos de la disciplina a finales del siglo XIX y comienzos del XX se habló –Le Bon, Ross, McDougall– de mecanismos de conformidad: sugestión, imitación, contagio, simpatía, instinto gregario, etc. Después, tras emprender la Psicología Social el “seguro camino de la ciencia” – conductismo más experimentalismo– hubo una edad de oro en la investigación de estos temas por autores ya clásicos como F. Allport, Sheriff, Asch, Crut- chfield, Milgram, Hovland, etc. y que no es necesario repetir. Editorial UOC 34 Psicología de las relaciones de autoridad... Lo que sí que conviene recordar es que en esta respuesta “pública” de confor- midad intervienen otros factores, además de la orden eventual de una autoridad o la presión grupal: por ejemplo, corresponder a un favor que nos hicieron. En cualquier caso, en la voluminosa literatura sobre este asunto se suele distinguir entre lo que, desde Deutsch y Gerard hace casi 50 años, se viene llamando confor- midad informacional y normativa. Se trata de dos procesos diferentes: • En la primera, el sujeto “obedece” a la influencia movido por un interés por obtener un adecuado conocimiento acerca de una situación que de al- guna manera desconoce. • En el segundo caso, la respuesta obediente está motivada por el deseo de obtener aprobación del otro o evitar su rechazo. Es un proceso “dual” que, como observa Turner, se corresponde, respectivamente, con dos líneas de investigación diferentes: la influencia “informacional” subyace en el ca- pítulo “Cambio de actitud/persuasión”, en tanto la influencia “normati- va” opera en el campo de investigación “Poder/obediencia”. Recuérdese también que, frente a una conceptualización de la obediencia como conducta pública de conformidad, Kelman (1961) en un clásico artículo introdujo las nociones de identificación –a la conducta pública se añade una aceptación privada– e internalización –en la que existe una plena coincidencia de B con el agente de influencia A. En 1981, J. W. Brehm y Brehm publicaron un libro en el que amplían las teo- rías que el segundo denominó de la reactancia psicológica en una obra aparecida en 1966. En síntesis, la teoría sostiene que cualquier orden o mandato por parte de A que B perciba como amenaza a su libertad de acción suscitará en este últi- mo un estado de activación motivacional que, en su caso, le llevará a oponerse a los requerimientos de A. Continuando por esa línea de investigación la “resistencia” al poder ha sido una respuesta menos estudiada por la Psicología Social básica que por la Psicolo- gía de las Organizaciones. Se trata de una conducta que, por de pronto, supone un desafío al poder. Dentro precisamente del ámbito de los estudios sobre las organizaciones, Ashforth y Mael (1998, p. 90) definen la resistencia como “ac- ción intencional de comisión u omisión que desafía los deseos de otros”. Se trata de una relación dialéctica en la que A y B se oponen y refuerzan mutuamente, Editorial UOC 35 Capítulo I. Perspectivas teóricas... pues, al cabo, la acción resistente de B no deja de ser un ejercicio de poder. Las organizaciones, en tanto agentes de poder –recuérdese la tipología de Etzioni de organizaciones utilitarias, coercitivas y normativas– intentan, por diversos me- dios, obtener de sus miembros no sólo obediencia pública, sino también identifi- caciones privadas, de tal modo que, idealmente, el “self” del sujeto se disuelva en las metas de la organización. En esa dialéctica de poder/resistencia los individuos reaccionan de modos diferentes, desde las quejas al jefe sin insubordinarse abier- tamente, hasta el sabotaje, pasando por las huelgas de celo o el escaqueo. Un matiz importante que cabe tener en cuenta en las “prácticas de resisten- cia” al poder es que si B no resiste la primera vez que aparece la amenaza a sus libertades, aumentarán las dificultades para la resistencia posterior. Aunque, en cualquier caso, las organizaciones suelen ofrecer vías aceptables de resistencia, de tal modo que los subordinados puedan desahogar sus reactancias de modo “funcional” para la organización (Ashforth y Mael, 1998). Otras posibles reacciones de B, aunque no han sido abordadas por la Psico- logía Social, son altamente interesantes. Por ejemplo, en la teoría sociológica de la alineación (Seeman, Geyer) se afirma que una posible respuesta del sujeto oprimido es la de la impotencia. Se trata de una “conducta” –de una ausencia de conducta– de inhibición de la acción, en la medida en que B cree que su eventual acción no puede cambiar la situación o acarrearle refuerzo alguno. Es éste un concepto sumamente aprovechable para explicar, por ejemplo, el fenó- meno de la apatía política. Asimismo, son de innegable importancia las tres re- acciones analizadas por Hirsmann en su clásico libro Salida, voz, lealtad: en la primera B “huye”, se escapa de la relación de poder para él indeseable; en la se- gunda protesta y hace oír sus propias razones; en la tercera permanece, continúa esa existente relación de dominación. Visto todo lo cual, es evidente que hay reacciones cómodas para el poder, porque, aunque la “procesión” vaya por dentro de B, su existencia no se cues- tiona –salida, lealtad, obediencia, identificación internalización, etc.– en tanto otras le generan problemas, pues suponen un desafío y un enfrentamiento. Por último, no hay que minusvalorar las informaciones suministradas por supervivientes de campos de concentración, y que veremos en el último capítu- lo, y por personas liberadas tras un secuestro. Reacciones diversas desde la “re- gresión” a la “sumisión”, pasando por la “identificación” con los verdugos y el síndrome de Estocolmo. Editorial UOC 36 Psicología de las relaciones de autoridad... 3.4.1. Poder y lenguaje Que el poder utiliza el lenguaje para alcanzar sus objetivos es tan obvio como la manipulación que hace de él. Lo que han mostrado Reid y Ng (1999) en un interesante trabajoes cómo el análisis del propio lenguaje puede ser un proce- dimiento sumamente fiable para analizar la naturaleza del poder: el lenguaje es un expresivo indicador del poder del hablante. Desde la sociolinguística, por ejemplo, ya hace muchos años que Lakoff puso de manifiesto lo siguiente: a) El carácter asertivo y tajante de A frente al carácter evasivo y dubitativo del lenguaje de B. Desde el punto de vista “macro”, el poder de unas naciones sobre otras también se traduce en múltiples formas de dominación lingüística. b) En segundo término, el análisis del discurso muestra asimismo cómo en la conversación intergrupal o grupal quien más poder tiene suele controlar el sentido y resultado del diálogo. c) En tercer lugar, como antes quedó dicho, el poder usa estratégicamente el lenguaje para establecer y focalizar “procesos de atención social” sobre ciertos asuntos y evitar otros que pueden perjudicarle. d) Finalmente, grupos dominantes en la sociedad –tecnócratas, medios de comunicación de masas, etc.– utilizan sus lenguajes tanto para fortalecer los in- tereses endogrupales, como para excluir a los “profanos”. El sexismo es el ejem- plo que toman Reid y Ng para mostrar la dominación masculina sobre las mujeres. Los términos masculinos van delante de los femeninos (Adán y Eva, señor Pérez y señora Pérez), de tal modo que esa postergación puede adquirir un efecto contaminante negativo existente en determinadas oposiciones: bueno/ malo, rico/pobre, vida/muerte. Además, muchos roles femeninos suelen definir- se en relación con los de los varones. Por ejemplo, decimos María es viuda de Juan, y es menos habitual la frase Juan es viudo de María. Finalmente, seguimos utilizando genéricamente el término hombre para referirnos a la Humanidad. Editorial UOC 37 Capítulo I. Perspectivas teóricas... Resumen En una ocasión B. Russell afirmó que el poder era a la ciencia social lo que la energía a la física. La metáfora del gran filósofo ayuda a comprender la natura- leza esencialmente proteica del concepto de poder. Como la energía, el poder no se destruye, sino que, transformándose, adopta múltiples rostros y formas se- gún los autores y las circunstancias en las que actúa. Por lo demás, que Maquiavelo y Hobbes sean considerados aún hoy como dos fuentes inspiradoras de las principales perspectivas sobre el poder social prueba, además del carácter perenne del poder, la existencia de autores “clási- cos” en las ciencias sociales. Sin embargo, pese a su importancia y al central papel que representa en la vida social, el poder no ha recibido la merecida atención por parte de la Psico- logía, incluida la Psicología Social. Pero, aunque frecuentemente se oculta de- trás de nociones menos “perturbadoras” –por ejemplo, liderazgo o autoridad– el poder es consustancial a todas las relaciones sociales, aunque sean diversas las bases a partir de las cuales despliega sus actuaciones. Editorial UOC 39 Capítulo II. Autoridad y poder... Capítulo II Autoridad y poder en la sociedad tradicional Enrique Luque Los temas que comprende este capítulo han sido, tradicionalmente, objeto de estudio de la antropología política (una rama o especialización de la antropología social). Ahora bien, no es ésta la única disciplina interesada en ellos, ni, por otra parte, los antropólogos se limitan en la actualidad al estudio de sociedades primi- tivas o tradicionales. El conocimiento que de éstas fue acumulando la antropolo- gía social es hoy de gran utilidad para otros campos de las ciencias sociales y humanas (como la ciencia política, la psicología social, la prehistoria o la arqueo- logía). Y ello por diversas razones, entre las que cabe destacar las siguientes: a) En primer lugar, las realidades estudiadas por los antropólogos en aque- llas sociedades ofrecen importantes contrastes respecto a las que constituyen nuestro entorno inmediato, tanto en el presente como en el pasado. La re- flexión y el análisis de tales contrastes pueden permitir una consideración más relativizada de nuestras propias realidades: nada hay en ellas de natural o de universal. Son, por el contrario, producto de circunstancias históricas y del pa- pel del hombre en las mismas. b) En segundo lugar, el talante que caracterizó en otra época a la antropolo- gía, esto es, un necesario distanciamiento respecto a los hechos estudiados, re- sulta igualmente beneficioso para el estudio de lo más próximo o mejor conocido. Un mayor desapasionamiento y objetividad en la investigación de nuestras instituciones debería ser la consecuencia beneficiosa en este caso. c) En tercer lugar, y complementario de lo anterior, los propios métodos ha- bituales de la investigación etnográfica (relación directa con el objeto de estu- dio, empatía y técnicas cualitativas) pueden proporcionar una mayor proximidad y una más completa comprensión de los fenómenos de poder y au- toridad en el mundo contemporáneo. Editorial UOC 40 Psicología de las relaciones de autoridad... d) Por último, aunque nunca podremos llegar a conocer el origen de fenó- menos como el poder, en cambio la investigación antropológica (mediante la etnohistoria y la etnografía sobre el terreno) sí que puede revelarnos la génesis de las estructuras del poder, tanto en procesos decisivos de transformación so- ciopolíticos como en situaciones cruciales para la vida de la humanidad. 1. Poder y desigualdad: autoridad y jerarquía 1.1. Raíces de la desigualdad: conocimientos y actividades versus riqueza y acumulación Partamos de una premisa generalmente aceptada hoy en día: poder y autoridad hacen referencia a realidades o fenómenos que tienen carácter universal, en el tiem- po y en el espacio. No obstante, como cualquier otro fenómeno sociocultural, sus formas o manifestaciones han sido diversas a través de la historia de la humanidad. Lo mismo puede decirse de sus expresiones concretas a lo largo y ancho del planeta. La sociología política hace tiempo que dio cuenta de esa doble faz de estas realidades. Así, el más completo y ambicioso análisis del poder en las ciencias sociales contemporáneas, el weberiano, hace uso de estos dos términos para expresar ambas vertientes. En efecto, para Max Weber el poder es un fenómeno ubicuo, componente necesario de todas las relaciones sociales. En cambio, su concre- ción, histórica y cultural, se reviste de formas de autoridad. El sociólogo alemán sintetizó éstas en tres fundamentales: tradicional, carismática y legal. Cada una de ellas responde a un específico sistema valorativo, ya predomine en él un de- terminado elemento u otro, presentes por otra parte en todas las acciones hu- manas. Esto es, a la autoridad tradicional corresponde el hábito; en el caso de la autoridad carismática, la emotividad y la atribución de cualidades excepciona- les a un líder son elementos primordiales; por último, la racionalidad es esencial para convertir el mero poder en autoridad legal. Son éstas, pues, formas varias de legitimación o de aceptación del hecho omnipresente que es el poder. Ni que decir tiene que esta tipología del poder, u otras similares, no refleja plenamente la diversidad cultural en este orden de cosas. Lo que interesaba a Editorial UOC 41 Capítulo II. Autoridad y poder... Weber era, ante todo y sobre todo, el mundo occidental y su evolución histórica en un proceso de creciente racionalidad en las relaciones sociales. La realidad de sociedades distintas y distantes se acomoda con dificultad a ese pretendido pro- ceso. No cabe duda de que, como pretendía el gran politólogo, el poder entraña algún tipo de violencia, de conflicto y de desigualdad. Estos tres elementos sí que se encuentran presentes en muy diferentes realidades sociales y culturales, si bien, una vez más, con ropajes culturales variados. Toda desigualdad entraña un diferente acceso y una diferente apropiación de recursos escasos y altamente valorados. Por ello, tal vez, el contraste más llama-
Compartir