Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
La senda del éxito El camino que debes transitar para ser feliz, conquistar tus temores y atraer la riqueza guru 200px X 200px www.UniversidadDeMillonarios.org Juan Antonio Guerrero Cañongo La senda del éxito El camino que debes transitar para ser feliz, conquistar tus temores y atraer la riqueza Reservados todos los derechos. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Repográficos - www.cedro.org), si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra Foto de portada bajo licencia de Shutterstock. © Juan Antonio Guerrero Cañongo © JORGE A. MESTAS EDICIONES, S.L. Avda. de Guadalix, 103 28120 Algete (Madrid) Tel. 91 886 43 80 Fax: 91 886 47 19 E-mail: info@mestasediciones.com www.mestasediciones.com http://www.facebook.com/MestasEdiciones http://www.twitter.com/#!/MestasEdiciones ISBN: 978-84-92892-04-4 Depósito legal: Printed in Spain - Impreso en España Director de colección: Raül Pere Ilustraciones: Rafael Navarro García Primera edición: Marzo, 2013 Si no tienes ambiciones terminarás trabajando para alguien que sí las tiene. Juan Antonio Guerrero Cañongo “¡TÚ NUNCA LOGRARÁS NADA!”: LAS PALABRAS QUE ME OBLIGARON A CAMINAR HACIA EL ÉXITO La luna llena iluminaba la calle donde caminaba, mis pasos co- rrespondían a un mero impulso más que a un deseo de movi- miento. Me desplazaba sin rumbo, tratando de acallar esa voz que constantemente interrumpía todo sonido externo, esas palabras tan hirientes que había escuchado de mi profesor de matemáticas, al cual admiraba. Aunque trataba de recordar aquello que Jessica me dijo antes de salir de su casa, no podía. Ella, al igual que mis compañeros, pre- senció todo, ellos se rieron a carcajadas, yo sólo agaché la cabeza, tratando de no dejar caer las lágrimas que contenía en una mezcla de tristeza y rabia. Ahora todos mis pensamientos se centraban en esa frase que es- taba taladrando mi mente: “tú nunca lograrás nada”, cuatro pala- bras emitidas por un supuesto profesional de la educación. Yo creí erróneamente que estaba ahí para apoyarme, tal vez porque in- conscientemente buscaba suplir a esa figura paterna que tanta falta me hizo en mi infancia, pero no fue así, él, al igual que mu- chos, no creía en mi. Sin darme cuenta llegué a un parque, ahí un vagabundo dormía acurrucado en un banco, lo observé, me pregunté si ese sería mi destino y mis lágrimas comenzaron a caer. Era ya muy de noche cuando crucé la puerta de mi casa, aunque procuré no hacer ruido, mi madre salió de su cuarto y se dirigió hacia donde estaba, bajé mi cabeza esperando su amonestación. 9 Pasaron algunos segundos, que me parecieron una eternidad, le- vanté la vista y me di cuenta de su semblante, expresaba tristeza, casi a punto de llorar, balbuceo: “tú eres especial, siempre lo he sabido”. Se dio la media vuelta y me dejó solo. Rompí en llanto, ¿no se suponía que yo debía consolarla a ella? ¡Yo era el hombre de la casa! Después de que mi padre se separara de ella, sólo yo estaba ahí acompañándola, fueron años difíciles que aún no se terminaban. El sueño me venció mientras las lágrimas seguían mojando mi cara. Ese día parecía que todo había terminado para mí. Desperté más temprano que de costumbre, aunque tenía el tiempo suficiente, no me preparé para acudir a la escuela, quería quedarme en mi casa, reflexionar sobre lo sucedido el día anterior, ahora eran dos frases las que se repetían constantemente en mi mente: “Tú nunca lograrás nada” y “tú eres especial, siempre lo he sabido”. ¿Especial? ¿Se referiría a que soy diferente? Desde niño solía pre- guntar por todo, no me gustaba quedarme con alguna duda, eso irritaba a muchos, que sólo atinaban a decir “deja de molestar”, entonces me sentía solo, diferente de los demás niños, aquellos que nunca cuestionaban nada y se conformaban con poco. ¿Especial? Era una palabra común pero que podía encerrar mu- chos significados. Encendí mi ordenador y busqué en Internet “tú eres especial”, entre las miles de páginas que se desplegaron ante mí, encontré una frase que me hizo reflexionar: “nadie es igual a ti”. ¿Yo nunca lograría nada? Comencé a cuestionarme esa sentencia, si era diferente a todos, debería lograr algo especial e incomparable. Como había decidido no ir al colegio seguí pensando en ello. Después de algunas horas de navegar en la red y encontrar dece- nas de páginas que hablaban sobre el éxito, decidí algo: a partir 10 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO de ese día investigaría todos los secretos para alcanzar el éxito en todo lo que me propusiera. No importaba mi edad, ni mi historia previa, ni siquiera esas pa- labras que me hirieron tanto. Ese día me prometí dedicar todo mi tiempo y esfuerzo para aprender sobre el éxito. Si alguien lo había logrado, yo debería disfrutarlo también. Si aprendía cómo tener éxito, podría enseñarle a otros cómo lo- grar lo que desearan y ¡nunca dejarse abatir por una persona o una frase! Busqué una libreta en mi cuarto, arranqué la portada y el reverso de esta, escribí con letras grandes en la primera página “La senda del éxito: el camino que debes transitar para ser feliz, conquistar tus temores y atraer la riqueza”. “La senda del éxito” debía comenzar a escribirse de inmediato. 11 LA SENDA DEL ÉXITO LA DETERMINACIÓN ES EL PRIMER INGREDIENTE DEL ÉXITO Cuando bajé a desayunar mi madre ya tenía preparado todo. Yo le sonreí agradeciéndole esa acción. Mientras comía mi deliciosa papaya en rebanadas (¡mi madre sabía que me encantaba!), ella me dijo dulcemente: - “¿Sabes qué me agrada de ti?” Debí sonrojarme porque ella se sonrío tímidamente mientras se- guía hablando sin verme a los ojos. - “Siempre has sido un necio”, dijo añadiendo: “eso te ayudará sólo si enfocas esa energía desbordante que tienes como joven”. Sonreí y le agradecí de nuevo su desayuno tan delicioso. Salí de casa dispuesto a aprender todo. Caminé hacia la parada de mi transporte público, esperé mientras observaba a mi alrededor, mi vecino pasó caminando junto a mí con su perro, nunca lo había visto paseándolo, es más, nunca me percaté que tenía un perro tan hermoso. Subí al vehículo. Iban muchas personas sin mirarse unas a otras, los adultos tenían una mirada perdida, había una mujer que iba maquillándose a un lado de un hombre que dormía profunda- mente, un niño me observaba atentamente y una religiosa leía, aunque compartíamos un lugar en común, todos éramos desco- nocidos. 13 Subió una pareja con un niño, al parecer lo llevaban a la escuela desde temprano, la mujer le gritaba al niño mientras éste veía hacia otro lado, como si no la escuchara, el padre intentaba calmar a la madre, pero no tenía resultado. Nunca me había dado cuenta que el transporte público parecía el escenario de un teatro, había muchos actores, cada uno con una historia que contar, con conductas que los hacían diferentes e in- teresantes. Entonces llegó un pensamiento muy poderoso a mi mente: si ese pequeño espacio albergaba tanta información, el mundo debía contener millones de maneras de triunfar. Jessica me esperaba al bajar, me sorprendió verla ahí, siempre nos encontrábamos en la escuela, nunca en la parada de mi transporte. Corrió a darme un abrazo cálido, diferente de los anteriores, eso me reconfortó aún más. Caminamos conversando hacia la escuela, le compartí mi inten- ción de investigar sobre cómo conseguir el éxito, ella sonrió con aprobación. Al llegar a la puerta del colegio, me dijo: “sabes que puedes contar conmigo”. Jessica era mi novia, hacía un par de meses que me había animado a proponerle que lo fuera. Era hermosa, sus ojos café claro hacían resplandecer su rostro, el cual siempre tenía un gesto triste. Su historia también lo era, vivía con sus abuelos, sus padres habían muerto en un accidente automovilístico hacía varios años. Ella no tenía hermanos. Desde quela conocí me gustó mucho. Ella era diferente de mis otras compañeras de escuela, era callada, y eso lo valoraba mucho, la vida es muy estridente a veces, por eso prefiero el silencio, aun- que no el aburrimiento. Jessica tenía siempre algo que contar, al igual que yo, leía mucho, eso la hacía mucho más interesante. Conversar con ella era como escuchar a muchos escritores impar- tiendo una charla acerca de sus ideas más locas. 14 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO Jessica irrumpió mis pensamientos moviendo sus manos frente a mi cara, yo había perdido la noción del tiempo pensando en ella. - “¿Qué harás después de salir del colegio?”, me preguntó. - “Iré a la biblioteca de la ciudad”, respondí añadiendo: “ya no nos acercamos a las bibliotecas”. Ella sonrío. Me dio un beso en la mejilla y se alejó tarareando una melodía que yo desconocía. La mañana pasó rápidamente, mi última clase era literatura, una de mis favoritas, la profesora era una erudita, a veces me pregun- taba qué hacía en la escuela, ella parecía no necesitar estar allí, su ropa era diferente, tenía dominio de varios idiomas y siempre es- taba sonriente. La mayoría de profesores parecían estar enojados todo el tiempo y acudían a impartir clase con el mismo traje gris oscuro, como si fueran a un velorio. Sofía, mi profesora, siempre nos animaba a aprender de todo un poco, ella siempre tenía un tema de conversación, aunque no des- perdiciaba el tiempo, procuraba estimularnos a seguir apren- diendo, viajar y preguntar. Por eso creía que ella podría darme una guía de cómo comenzar mi viaje de descubrimiento. Esperé a que terminara su clase, cuando se fueron todos mis com- pañeros, me acerqué a ella, que me recibió con una linda son - risa. - “¿Alguna duda?”, preguntó. - “Varias”, respondí sonriendo, “si usted tuviera mi edad y quisiera aprender sobre cómo tener éxito, ¿cuál sería su primer paso?” En su cara se dibujó una pícara sonrisa al tiempo que me pregun- taba: “¿Va en serio tu relación con Jessica?” 15 LA SENDA DEL ÉXITO - “Es fácil saber que estoy enamorado de Jessica, pero estas dudas corresponden a una empresa personal”, dije sonriendo, “quiero saber cómo ser exitoso, ya sabe, tener el mundo a mis pies”. - “Bueno, si tuviera tu edad, comenzaría investigando a los grandes personajes de la historia, aquellos que se empecinaron por alcanzar el éxito. Abraham Lincoln es una buena opción para comenzar”. - “¿Abraham Lincoln?”, le cuestioné tímidamente. - “Él no sólo fue uno de los mejores presidentes de Estados Uni- dos, su vida estaba marcada por la tragedia, pero la supo hacer a un lado para alcanzar aquello que deseaba. Analizar su vida será un estupendo comienzo”. Quedé un par de minutos sin decir nada, tratando de recordar aquello que había escuchado de Lincoln. - “Ve a la biblioteca antes de que la cierren por falta de usuarios” dijo en tono festivo mientras recogía sus libros de la mesa que ocupaban los profesores. Le agradecí por ese dato. Ella me dijo que podía contar con su apoyo cuando lo deseara. ¡Ya tenía a varias personas de mi lado en mi incipiente cruzada! Debí haber salido con una gran sonrisa, puesto que Tomás, mi mejor amigo, me preguntó que era tan cómico. - “Hablar con la maestra Sofía es revitalizante”, dije. - “Ella es muy alegre y siempre tiene algo que decir”, afirmó sus- pirando. Conversamos un poco sobre mi nuevo proyecto y mi determina- ción para triunfar. A él le agradó y me dio una palmada en la es- palda mientras decía: “lo vas a lograr”. 16 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO Me despedí de él prometiéndole hablarle por la noche. Fui a la biblioteca de la ciudad, a investigar sobre Abraham Lin- coln, tal y como me había dicho Sofía, lo que encontré me dejó pensando mucho: Lincoln fue presidente de los Estados Unidos, pero lo logró después de 28 años de intentar figurar en la política. Para muchos, él experimentó un fracaso tras otro, pero no fue así, eso demostró su determinación para triunfar, aunque no lo lo- grara de inmediato. Gracias a ello, este personaje pasó a la historia como uno de los más grandes presidentes de los Estados Unidos de América. Abraham Lincoln sufrió innumerables fracasos, pero él nunca fue un fracasado pues no se dio por vencido, por eso debía emularlo, tener esa necedad para lograr lo que me propusiera. Inclusive este personaje había dicho algo que comprobaba mi hipótesis: “Re- cuerda siempre que tu propia resolución de triunfar es más im- portante que cualquier otra cosa”, él se consideraba un necio, tenía propuesto triunfar y lo hizo, como muchos líderes en el mundo. Esa necedad debía hacerla mía. Esa determinación para nunca darse por vencido es la que mu- chos llaman necedad y es de la que carecían muchos de mis com- pañeros y amigos, ese debía ser mi objetivo. Anoté en mi libreta la palabra necedad, ese era un requisito para el éxito de cualquier persona. Reflexioné en el camino a casa sobre esta nueva palabra. Desafor- tunadamente nos van quitando esa característica mientras vamos creciendo, un niño se empecina en obtener un juguete, pero los padres van minando ese deseo con tanto regaño, ¡si nos dejaran ser necios probablemente tendríamos éxito! Por supuesto, Lincoln no era el único necio de la historia, yo había escuchado un poco de la vida de Ray Kroc, el millonario que llevo a McDonald´s a ser el imperio en comida rápida en todo el mundo, Kroc era vendedor y se empeñó en ser el mejor en su 17 LA SENDA DEL ÉXITO ramo, dedicaba muchas horas a aprender y a llevarlo a la práctica, incluso no dormía adecuadamente, tal como afirmaba: “Creo que no dormía más de seis horas promedio por noche, a veces dormía cuatro o menos”, había escuchado de muchas personas que lo ha- cían, ¡aunque quisieran dormir muchas horas no podían! Era más fuerte su deseo de triunfar que su descanso. El mismo Kroc dijo alguna vez: “Detestaba estar inactivo, aunque fuera un minuto. Estaba decidido a vivir confortablemente y pudimos permitír- noslo gracias a los ingresos que me procuraban mis dos empleos”. ¡Esa determinación y necedad debían ser mías! Estaba comenzando y ya me sentía con mucha energía para lograr aquello que deseara, lo iba a lograr, ¡tenía que ser grande! ¡Debía tener éxito! Tal como Kroc diría: “Estaba convencido de que si uno piensa en pequeño, sigue siendo pequeño, ¡y yo no tenía la intención de serlo!” ¡Yo tampoco quería ser pequeño! 18 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO TENER UN PLAN ES UN REQUISITO PARA EL ÉXITO Llegué a mi casa feliz y tal como había prometido a Tomás, le llamé por teléfono. Pronto estaba repitiéndole todo lo aprendido. Con esto me di cuenta que si conversamos con otro lo asimilado, tendremos más ideas. Tomás también estaba entusiasmado, me dijo que recordaba una conferencia donde fue como asistente. El ponente les había dicho que deberían trazarse un plan para alcanzar sus sueños, ese era uno de los requisitos para alcanzar lo que de- searan. “Por supuesto, ¡debo tener un plan!”, grité dentro de mí. Muchos de los libros que había leído afirmaban que los grandes personajes de la historia habían tenido uno, por ejemplo Alejan- dro Magno conquistó grandes territorios dedicando largas horas a pensar qué debía hacer, estudiaba la condición geográfica del lugar, sus tropas, los habitantes y sus costumbres, esos datos le permitían preparar un ataque certero. Aristóteles, su maestro, le influyó mucho, puesto que le enseñó a pensar, es decir, a utilizar las ideas y la lógica para encontrar so- luciones a sus problemas, antes de actuar por impulso. Todos los personajes famosos habían dedicado muchas horas a pensar, eso los había preparado para conducirse adecuada- mente. En cambio aquellos que fracasan sólo actúan, sin pensar previamente sobre las consecuencias inminentes de su proce- der. 19 Definitivamente tener un plan es requisito imprescindible para triunfar, por eso debía tener uno, ya que deseaba ser exitoso, pero no sabía cómo lograrlo. Entonces tomé mi libreta y anoté todas las ideas que me llegaban a la mente,esas que contestaban una simple pregunta: ¿Cómo tener éxito? Después de mucho escribir y borrar algunas ideas, ya tenía apun- tadas algunas opciones: • Leer diversos textos sobre el éxito, la riqueza y la felicidad. • Leer sobre la vida de personas con éxito. • Investigar sobre la riqueza, el éxito y la felicidad en Internet. • Escuchar conferencias de triunfadores. • Entrevistar personas de éxito. El resto del día pensé en mis opciones, sabía que eran necesarias y tenía que fijármelas como obligaciones, es decir, debía dedicar algún tiempo a diario para cumplirlas. Conocí a muchas personas que deseaban ser ricas, pero nunca ha- bían hecho algo para lograrlo, otros, en cambio, por lo menos compraban billetes de lotería con la esperanza de ganarse el pre- mio mayor. Aunque es una opción no muy recomendable, al menos hacían algo. Pero millones de personas sólo confían en que algo mágico sucederá, y es absurdo desear tener buena suerte sin trabajar para tenerla. Hace poco investigué sobre la suerte, todas las lecturas y las per- sonas que opinaban coincidían en que podemos crearla. Como tal no existe, es necesario que nosotros hagamos algo para tenerla. A este respecto el escritor y economista canadiense Stephen Butler Leacock dijo atinadamente: “Creo muchísimo en la suerte y des- cubro que cuanto más trabajo, más suerte tengo”. Conozco a muchos que desean encarecidamente tener suerte, como si ésta fuera una cualidad con la que nacen algunas perso- 20 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO nas, no se dan cuenta que todos podemos tenerla, pero necesita- mos dedicarle tiempo y empeño a las tareas que nos la traerán. El escritor, político y economista francés Marie Roch Louis Reybaud lo enunció de esta forma: “De todos los medios que conducen a la suerte, los más seguros son la perseverancia y el trabajo”. Ya tenía claro que debía perseverar, por eso tenía que seguir mi plan recientemente trazado, él me ayudaría a obtener lo que deseaba. El primer paso estaba dado, ahora era necesario seguirlo. Enton- ces vino a mi mente una cita que encontré de un autor muy co- nocido, pero que no había leído, Napoleón Hill: “Primero viene el pensamiento, luego viene la organización de ese pensamiento en ideas y planes, luego la transformación de esos planes en realidad. El comienzo, tal como puedes ver está en tu imaginación.” Si él pensaba de esa forma, debía leer sus obras, eso formaba parte de mis opciones para el éxito. Seguí investigando sobre los planes y hábitos para el éxito, me llamó la atención una serie de preguntas que hacía un escritor: ¿Quieres tener dinero? Perfecto, es un buen objetivo, ahora pregúntate qué has hecho para tenerlo. ¿Te has levantado temprano todos los días para aprovechar el día? ¿Has asistido a conferencias o cursos estos últimos meses? ¿Has leído algún libro que te dé las pautas para obtener el éxito y la riqueza? ¿Le has agradecido a la vida por tantas enseñanzas que te ha dado? ¿Has preguntado a los prósperos cómo obtuvieron su riqueza? ¿Has ejercitado tu cerebro para que te ayude a tener riquezas? Entonces comprendí que debía encauzar todas mis acciones hacia la adquisición del éxito y comprometerme a alcanzarlo. Para eso 21 LA SENDA DEL ÉXITO debería dedicar al menos un par de horas al día para lograrlo, debía leer, investigar y entrevistarme con personas exitosas. Si cada día que pasa no puedes alcanzar tus sueños, cambia la forma en que haces las cosas, pero no cambies tus sueños. 22 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO PERSIGUE TUS SUEÑOS Y NO PERMITAS QUE OTROS TE HAGAN DUDAR Algunos días pasaron, gracias al plan que me había propuesto mi felicidad aumentaba, no veía todo tan gris y me sentía con nuevos bríos para seguir adelante. Recordé a un profesor que me había impartido una clase unos años atrás. Él siempre nos mencionaba que debíamos luchar por lo que deseáramos, sin importar los obstáculos que encontrára- mos en el camino. Yo no lo había vuelto a ver y deseaba aprender más de esa filosofía, por lo que fui a mi vieja escuela para saber si aún colaboraba en ella. Una de mis antiguas profesoras me encontró en el pasillo, después de intercambiar los saludos acostumbrados y preguntarnos cómo nos trataba la vida, le cuestioné sobre Marcos, el profesor. “Dejó la escuela hace un par de años”, dijo mientras hacía un gesto de desprecio, “afirmaba que este lugar no era para él”. Le solicité su teléfono o cualquier otro dato que pudiera servirme para encontrarlo. Ella me prometió enviármelo por correo elec- trónico esa noche, y así lo hizo. Pronto estaba en comunicación con Marcos, quien amablemente me otorgó una cita en su oficina, que por cierto, estaba en su casa. Conversamos de todo el tiempo que había pasado, de lo vivido y de la escuela donde había trabajado. 23 - “El director de la escuela siempre me apoyó en todo, estoy agra- decido por eso”, dijo. - “¿Por qué dejó la escuela?”, le pregunté. - “Por perseguir mi sueño”, afirmó ufano, “tenía que tener todo el tiempo del mundo para echar a andar mi proyecto de vida y dando cátedra no podría haberlo logrado”. Me confió que hacía años que deseaba ser escritor, pero su trabajo no le permitía dedicarse a ello, así que optó por renunciar a él, para dedicarse por completo a esa tarea. - “¿Fue sencillo dejar el trabajo?”, le cuestioné. - “Claro que no”, dijo, “muchos miedos me acompañaron, cons- tantemente me preguntaba si estaba haciendo lo correcto. Tam- bién lo hacía mi esposa, quien era la más preocupada de que hubiera tomado esa decisión. Mis padres también me encararon, me dijeron que lo pensara bien, ya que tenía un empleo seguro, donde me daban seguridad social para mi familia, pero hice oídos sordos y continúe con lo planeado”. Afirmó que fueron muchas personas las que se rieron de sus sue- ños, pero él continúo escribiendo su primera obra, los meses pa- saron y el dinero que había ahorrado se estaba terminando. Su mujer, aunque a disgusto, lo apoyaba en esa “idea loca”, como so- lían llamarla todos aquellos que conocían su nueva ocupación. El libro se terminó de escribir y comenzó a buscar alguien que se lo publicara. - “Fue difícil encontrar una editorial que se interesara”, me con- fió, “muchas ni siquiera me contestaban los correos electrónicos que les enviaba, unas cuantas me decían que no era lo que bus- caban”. - “¿Qué hizo entonces?”, pregunté. 24 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO - “Algo audaz”, dijo, “comencé a contactarme con escritores y a preguntarles cómo habían logrado que les publicaran su obra, ¡entonces adquirí los conocimientos necesarios para lograr mi cometido! Volví a mi escrito y lo mejoré, contacté de nuevo con las editoriales y les expliqué que había mejorado el conte- nido, también les mencioné sobre la ayuda que había recibido de los autores. Dos editoriales se interesaron en mi obra, elegí una y a partir de ese momento comenzó mi carrera como es- critor”. Lo que escuché fue estupendo. Muchas personas no confiaban en sus sueños, pero él se aferró a lo deseado y ahora era obvio que gozaba de ese éxito. - “Mantente enfocado en aquello que sueñas”, me dijo, “no escu- ches las palabras necias, si sabes qué quieres, encáuzate en ello, aunque dudes, sigue la marcha, pronto verás resultados”. - “¿Aunque sean mis seres queridos los que cuestionan mis sue- ños?”, pregunté. - “Así es”, respondió. “Ellos desean lo mejor para ti y suponen que un empleo lo es, muchos creen que trabajar para otro es una ex- celente opción, ya que te dan dinero a cambio de tu tiempo, ¡pero nunca tendrás tiempo para ti o para los tuyos!, siempre dedicarás tu esfuerzo a otros y no dirigirás esa energía a cumplir tus sue- ños”. Era totalmente cierto. Muchos cambiaban su tiempo por dinero, sólo unos cuantos seguían sus sueños. Estos les darían mucho más dinero que el que obtenían trabajando para otros. Debía dejar de escuchar las palabras necias y acallar mis temores, sólo así podría alcanzar el éxito en mi vida. Mis sueños me espe- raban y seguía aprendiendo cómo conseguir realizarlos. - “Sólorecuerda que los sueños deben seguirse de un plan de acción”, mencionó, “desafortunadamente la mayoría de personas 25 LA SENDA DEL ÉXITO supone que sólo con un sueño se puede lograr mucho, pero debes actuar si realmente deseas que se convierta en realidad”. - “Un cocinero debe preparar la receta que se le ocurrió”, dije en- tusiasmado. - “Así es, y mientras prepara el plato se dará cuenta de algunos errores, que deberá corregir para mejorarla”, dijo. Efectivamente muchas personas sueñan, pero no actúan. Actuar nos proporciona las claves necesarias para el éxito, puesto que nos muestra las posibles equivocaciones para evitarlas en el futuro. Perseguir nuestros sueños significa actuar. Cuando lo hacemos, comenzamos a consolidar nuestro futuro. 26 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO LA DISCIPLINA ES FUNDAMENTAL PARA EL ÉXITO Era miércoles, tenía educación física. Jaime, mi profesor, había sido militar. Su enseñanza era enérgica, de hecho su trato así lo era. Debo confesar que unos años antes me intimidaba, al parecer carecía de sentimientos, rara vez lo había visto sonreír. Aunque ahora sabía que no buscaba dañarnos, antes lo pensaba. Constantemente nos decía que debíamos ser disciplinados, pero yo no sabía a qué se refería. Ese día estaba decidido a preguntár- selo al terminar la clase. Me quedé al final con Tomás, le expliqué lo que deseaba y me acom- pañó a ver al profesor, quien estaba a punto de entrar a su oficina. - “Profesor, ¿podría darme unos minutos?”, pregunté mientras apresuraba mi paso. - “Por supuesto señor, ¿qué se le ofrece?”, dijo con tono marcial. - “Usted nos ha dicho cientos de veces que debemos ser discipli- nados, ¿a qué se refiere? ¿Para qué nos serviría serlo?” Nunca debió haber escuchado esas preguntas pues se quedó mi- rándome fijamente esbozando una mueca de extrañeza. - “Entren a mi oficina para explicarles más sobre ello”, nos indicó. Su espacio estaba lleno de trofeos deportivos, fotografías de él mientras realizaba alguna proeza y decenas de diplomas de cursos que había impartido. 27 - “La disciplina es la clave para todo”, nos dijo, “significa que deben enfocar sus esfuerzos en conseguir un fin. Desafortunadamente la mayoría de personas carecen de ella”. - “¿Es decir que si deseo ser un gran deportista como usted debo enfocarme en ello y en nada más?”, preguntó Tomás. - “Más que enfocarte en una sola finalidad, debes darte cuenta qué necesitas para lograrlo e idear un plan para conseguirlo, pero sin desviarte del camino propuesto”, dijo el profesor. ¡Un plan! ¡No estaba tan errado en mi búsqueda del éxito! Grité para mis adentros. Mi sonrisa debió ser muy grande, ya que el profesor me preguntó la razón de ella. - “Es que me he trazado un plan”, dije entusiasmado, “pero nece- sitaba que alguien me dijera que estaba en lo correcto”. - “Ahora que tienes un plan debes ser disciplinado con él”, dijo, “la mayoría de personas sigue uno durante un par de semanas y después lo deja abandonado. Muchas veces necesitarás años para ver resultados, pero créeme, los tendrás si te ciñes a ese plan”. Ahora todo quedaba más claro. Muchas personas fracasaban de- bido a que creían que todo se cumpliría “por arte de magia”. Nunca se esforzaban por lograrlo. El profesor interrumpió mis pensamientos: “Muchos de sus ami- gos se inscriben a los gimnasios con la esperanza de tener mús- culos marcados, pero se desesperan rápidamente al no obtener resultados. Todos los hombres musculosos lo han logrado en años de entrenamiento constante, han cambiado su forma de alimen- tarse y otros hábitos, eso es producto de la disciplina”. - “Entonces, ¿para conseguir una meta es necesario cambiar cier- tos hábitos?”, preguntó Tomás. - “Así es, la disciplina hace que observemos ciertos hábitos. Una persona obesa necesita cambiar su tipo de alimentación para dis- 28 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO minuir su peso, pero muchas personas creen que un producto má- gico les ayudará en su objetivo. Es necesario cambiar de hábitos para lograr aquello que deseas”. - “¿Es lo que hace un deportista famoso?”, pregunté. - “No sólo un deportista”, contestó, “un actor y un millonario, todo aquel que desee tener el éxito deberá dedicar tiempo y esfuerzo para conseguir aquello que desea”. - “¿Todos podemos conseguir el éxito?”, cuestionó Tomás. - “Por supuesto, sólo que pocos están dispuestos a pagar el pre- cio”, dijo, “unos cuantos dedicarán tiempo a entrenar o a in- vestigar. Esas horas que dedicarán a ese fin, muchas veces no se las pagarán. Sus amigos se divertirán mientras ellos están enfrascados en su tarea, pero en algún momento verán el be- neficio. ¿Se han preguntado por qué los amigos de los depor- tistas exitosos no son famosos como ellos? La respuesta es simple, no dedicaron el tiempo suficiente a entrenar, en lugar de ello se dedicaban a divertirse. Ahora ellos pagan las conse- cuencias”. - “¿Es malo dedicar tiempo al ocio?”, volvió a preguntar Tomás. - “No, sólo que no debes quejarte después. Todo es una decisión y debemos responsabilizarnos de ella. Si tú quieres divertirte, estás en tu derecho, sólo que estarás en desventaja con aquellos que ya están haciendo algo para ser exitosos, si decides descansar, en- fréntate a las consecuencias de esa decisión. Aquellos que han de- cidido triunfar saben que dedicarán poco tiempo a la familia, a sus amigos y a divertirse, pero en el futuro tendrán tiempo de sobra para ello. Un jugador de fútbol profesional trabajó muchos años para disfrutar ahora, pero muchas personas no se dan cuenta de esto”, nos explicó. Tenía razón. Muchos suponían que el éxito llegaba por casualidad, no que se tenía que hacer algo para conseguirlo. 29 LA SENDA DEL ÉXITO Había escuchado a cientos de personas afirmar que las circuns- tancias que los rodeaban eran las culpables de su mala fortuna, pero seguían levantándose tarde, pasaban mucho tiempo en fies- tas y reuniones sociales, renunciaban pronto a sus empleos y se sentaban durante horas frente a un televisor. - “Si deseas tener éxito debes cambiar tus hábitos”, mencionó el profesor. - “¿Entonces debo darme cuenta de los malos hábitos que tengo?”, preguntó Tomás. - “Por supuesto, es el primer paso”, dijo, “esto es muy difícil, ya que la mayoría de personas no desea darse cuenta de sus errores. Nos han enseñado que el fracaso es malo, por eso nadie quiere ver sus errores, sólo los esconde, con esto sigue haciendo lo mismo una y otra vez. Para tener éxito debes darte cuenta de lo equivocado que estás y después hacer lo necesario para corregir tu rumbo”. Recordé entonces una conferencia que había escuchado en la es- cuela, el ponente afirmaba que las personas que deciden dejar de beber alcohol deben buscar amigos que sean abstemios, ya que con las personas que consumen alcohol harán lo mismo. Me que- daba claro que para lograr algo debemos cambiar nuestros hábi- tos. - “Si quieres modificar algo, debes cambiar tus hábitos, hasta que se vuelva una disciplina, ambas están relacionadas”, dijo el profe- sor, “es decir, debes buscar cómo lograr lo que te propongas, ese cómo es el proceso, si algo no te funciona, cambia la forma en que lo estás haciendo, entonces lograrás mucho más”. Mientras analizaba sus palabras encontré una frase en su pizarrón de corcho, era de Albert Einstein: No hay signo más claro de locura que repetir lo mismo una y otra vez esperando resultados distintos. 30 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO El profesor sonrió cuando se dio cuenta que estaba leyendo esa cita, “Einstein tenía mucha razón en ello, ¿no lo crees?” Asentí con la cabeza sonriendo. ¿Cuántas personas hacían lo mismo una y otra vez esperando que todo cambiara? Estaban en un error, si se daban cuenta del proceso todo sería más simple, pues sabrían qué hábitos adquirir y qué cosas eliminar. Aunque habían sido unos cuantos minutos de charla yo había aprendido bastante. Le agradecí por su tiempo y salimos al pasillo con nuevos bríos. No me cabe la menor duda de que aprender es la mejor motivación que existe. Definitivamenteel gran problema de las personas era la falta de disciplina, que no tenían hábitos y carecían de metas. Conocía muchas personas que habían dejado atrás sus sueños por no saber cómo cumplirlos, ¡si hubiesen tenido disciplina, hábitos y metas los habrían alcanzado! Debía aprender más de la disciplina. Cuando llegué a mi casa busqué en Internet algunos artículos sobre la disciplina. Uno de ellos tenía una frase de ese autor que ya me intrigaba, Napoleón Hill: La autodisciplina comienza con el dominio de tus pensamien- tos. Si no controlas lo que piensas, no puedes controlar lo que haces. “Dominar los pensamientos”, pensé, ya había leído algunos artí- culos que mencionaban que las palabras que escuchábamos po- dían motivarnos o frenar nuestro avance, ahora todo iba quedando claro. No sólo las palabras de otros, sino las que nos dirigimos a nos- otros, es decir, nuestro pensamientos. Si creemos que no podemos lograr algo, lo más probable es que sea cierto, puesto que las pa- labras que nos repetiremos serán “es difícil”, “no puedo hacerlo”, 31 LA SENDA DEL ÉXITO “ahora no es el momento” y muchas más frases destructivas, por eso es necesario que detengamos esas voces absurdas. Pero, ¿qué pensamientos colocar en mi mente? Esa sería mi pró- xima investigación. 32 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO DEBES ELEGIR QUÉ TIPO DE PENSAMIENTOS TENDRÁS DURANTE EL DÍA Mi búsqueda de pensamientos y palabras que podían serme útiles para motivarme me llevó a conocer a un autor interesante: Carlos Castaneda. Él afirmaba haber estado con un chamán mexicano, Juan Matus y con aquello que le enseñó esta figura mágica, escribió varios libros. En ellos podemos darnos cuenta de la sabiduría ancestral mexicana, que es compartida por la filosofía oriental. Una frase de uno de sus libros me llamó especialmente la aten- ción: Descanso, refugio, miedo: todo ello no son más que palabras creadoras de estados de ánimo que hemos aprendido a aceptar sin tan siquiera cuestionarnos su valor. Castaneda afirmaba que las palabras creaban estados de ánimo y yo lo creía también. Había visto videos donde a personas que car- gaban ciertos objetos se les decían palabras relacionadas con la debilidad y dejaban caerlo, pero a otros se les daban otras que sig- nificaban fortaleza y soportaban aún más peso. Esas palabras que denotaban fuerza permitían hacer cosas in - creíbles. Recordé entonces que tenía muchos compañeros que se decían incapaces de gustarle a la chica que les atraía, ¡y eso era verdad! Por más esfuerzos que hicieran, ella ni los miraba, pero aquellos que se sabían atractivos –aunque a todas luces no lo fue- ran– ejercían un poder de atracción tal que pocas chicas los ig- noraban. 33 Definitivamente las palabras eran creadoras de estados de ánimo. La tristeza no llegaba porque si. Cuando me sentí mal aquel día, fueron las palabras del profesor de matemáticas las que taladraban mi mente, se repetían una y otra vez, ¡yo las repetía! Ese día pensé muchas cosas, pero aquello que pensé –esas palabras- me habían entristecido por algunas horas. Todo estaba más claro. Cualquiera de nosotros podemos elegir qué tipo de palabras re- petir una y otra vez en nuestra mente. Si queremos estar tristes, deberán ser de melancolía y rechazo, pero si deseamos la felicidad, serán de alegría y motivación. Los estados de ánimo no llegan solos, algo los dispara, entre esos factores están las palabras, éstas que construyen o modifican los pensamientos. ¡Las palabras pueden debilitarnos o hacernos más fuertes! Vino a mí otro ejemplo: el de los caminantes de fuego. Estas per- sonas que caminan descalzas en brasas ardientes repiten sin cesar palabras relacionadas con fuerza y control corporal y pueden atra- vesar el camino sin quemarse las plantas de los pies. Las palabras pueden darnos poder o quitárnoslo, por eso debemos elegirlas cuidadosamente y desechar aquellas que nos impidan avanzar. Era claro que también deberíamos evitar aquellas melodías que sean tristes, llenas de rencor o que impliquen conformismo. Co- nocí una mujer que siempre escuchaba una estación de radio que se especializaba en canciones de ese tipo, ella siempre estaba triste, en cambio otra que escuchaba música festiva nunca dejaba de sonreír. Si podemos elegir qué escuchar, ¿por qué optar por canciones o palabras melancólicas? Eso era absurdo y no iba a permitírmelo, 34 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO cada vez que comenzara a escucharlas buscaría cómo dejar de ha- cerlo, ¡ya no iba a permitir entristecerme por cosas banales! Tampoco iba a permitir rodearme de personas pesimistas, es claro que sus palabras taladran la mente del más fuerte, ¿para qué es- cuchar las palabras necias? Es mejor rodearnos de personas opti- mistas, aquellas que no ven obstáculos, sino retos. Ya lo decía el estadista y primer ministro británico Winston Churchill: “un op- timista ve la oportunidad en toda calamidad; un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad”. Tenía claro que repetirme una y otra vez algo indicaría a mi mente que era verdad y entonces sería muy difícil erradicar esa creencia, por eso debía escoger con quien reunirme, para evitar tener pen- samientos inadecuados. Todo se iba volviendo más claro, debía escoger a mis amistades y también hacerlo con mis pensamientos, ¡mi salud mental estaba en juego! Por eso mi madre me había repetido una y otra vez que tenía que tener cuidado en la elección de mis amigos y pareja, aunque no la comprendí en su momento, ella se refería a esto. Todas las perso- nas tienen una historia personal, debido a su familia y amigos que lo rodean, por eso han construido una personalidad, que a veces no es la adecuada. Entonces debemos darnos cuenta de quienes los rodean, porque ya los han influido. Para tener éxito debemos elegir con quién nos reunimos y qué pensamientos nos permitimos tener durante el día. Aquellas per- sonas que no controlaban esto estaban destinadas al fracaso. Recuerdo una película en que el protagonista se levantaba todos los días e inmediatamente colocaba una película de motivación en su re- productor, eso lo impulsaba durante el día para lograr más ventas. Todos podemos hacer algo semejante. Primero debemos escoger qué frases nos ayudarán durante el día, después debemos repetir- 35 LA SENDA DEL ÉXITO las varias veces a lo largo de la jornada. También podríamos con- seguir conferencias de motivación o audiolibros sobre el éxito para escucharlos varias veces durante la semana. Nosotros elegimos qué pensamientos nos acompañarán, por eso es importante elegir qué escucharemos y con quién nos reunire- mos. La vida nos pone muchos obstáculos confiando que somos muy in- teligentes para sortearlos. 36 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO DATE CUENTA DE TUS CARENCIAS PARA ENCONTRAR CÓMO MEJORAR Comencé a dar caminatas todas las tardes. Ellas me ayudaban a despejar mi mente, me proveían de ideas y además fortalecían mis músculos. Solía cambiar constantemente mi camino, a veces recorría ciertas avenidas, otras eran calles del centro de la ciudad. En una ocasión encontré un cartel donde se invitaba a una charla por demás inte- resante: “¿Cómo hice mi fortuna?”. La impartiría un empresario de la localidad que había hecho mucho dinero durante su juventud. Obviamente tenía que asistir a ella. El día llegó y el ponente comenzó con una cita muy interesante: En esta charla no te voy a dar una receta de cocina para que la sigas al pie de la letra, eso sería absurdo, nunca lograrías darle el mismo sabor que yo le confiero al platillo, te voy a invitar a analizar esa receta de cocina, para que la mejores y elabores una propia. Explicaba que no existía una fórmula exacta para conseguir el éxito o la riqueza, pero sí existían ciertos elementos que podíamos emular para conseguir aquello que deseáramos. Eso me pareció estupendo. Muchas personas deseaban adquirir riquezas orando, comprando billetes de lotería o esperando un mal llamado “golpe de suerte”, pero nunca analizaban el proceso del éxito de los triunfadores. Si 37reflexionáramos sobre sus acciones descubriríamos cómo alcan- zaron la victoria. No podríamos hacer lo mismo puesto que ellos tienen ciertas características que son suyas, pero encontraríamos ciertos elementos necesarios para el éxito, que incluso mejorarí- amos, como hace un chef con una receta de cocina que perteneció a su familia por generaciones. El ponente nos invitó a dejar a un lado por un par de horas aquello que creíamos como cierto, para que nuestra mente permitiera analizar la información nueva que nos proporcionaría. Utilizó otra cita para ello: El verdadero aprendizaje es el que surge de la destrucción de viejas creencias, es decir, para aprender debemos desaprender lo que creemos como cierto. Estaba totalmente de acuerdo, era como aquella parábola del bu- dismo Zen de la taza vacía, que había leído en un libro de ense- ñanzas orientales: Un aprendiz muy destacado llegó frente a su nuevo maestro Zen, quien estaba preparando su té. El maestro le preguntó: “¿Qué sabes sobre la vida?” El aprendiz comenzó a darle docenas de definiciones, posturas filosóficas, nombrar libros y nombres de sabios que habían hablado de ello. Mientras hacía esto, el maestro Zen había co- menzado a llenar su taza con el líquido recién preparado. Lo hacía como el aprendiz, sin parar y en poco tiempo ya la había llenado por lo que se empezó a desbordar. El aprendiz, viendo esto horrorizado, le preguntó: “¿Qué hace si ya está llena su taza? El maestro Zen contestó: “Tú eres como esta taza, ¿cómo puedo colocar más té en mi taza si ya está llena? Primero vacía lo que sabes y después regresa para aprender”. 38 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO Si suponíamos que todo estaba bien, nunca podríamos escuchar los consejos de otros, obviamente esto nos llevaría al fracaso. Siempre debemos cuestionarnos si aquello que hacemos no puede ser mejorado, eso nos conducirá a la excelencia. Estaba comprendiendo que las creencias y el diálogo con nosotros mismos era determinante para el éxito, si suponíamos conocer todo, no podríamos hacer nada pues no habría espacio para el aprendizaje. El ponente siguió explicando que las personas fracasaban porque se conformaban con lo que habían aprendido de otros, nunca in- vestigaban por su cuenta. Para tener éxito se debía tener capacidad para razonar, criticar y analizar nuestro entorno, además de ser creativos y con iniciativa. Él dijo que cuando era adolescente sus padres tenían un local co- mercial y trabajaba con ellos. Pronto se dio cuenta que estar detrás de un mostrador no era lo suyo, perdía mucho tiempo esperando a los clientes y a veces el dinero no era suficiente, entonces se pre- guntó si podría existir otro negocio donde él no tuviera que estar presente para que funcionara. Aunque no encontró respuesta, se propuso hacerlo. Pronto se dio cuenta que debía aprender cómo ganar dinero de for- mas diversas, no tener miedo a iniciar nuevos proyectos, ser crea- tivo y encontrar nuevas fuentes de ingresos, eso lo llevaría al éxito. En los años que siguieron leyó libros sobre ventas, atención al cliente, trabajo en red, mercadotecnia, recursos humanos e inno- vación. Esto le permitió comenzar a idear su primera empresa: una distribuidora de productos naturistas. Contactó a los fabricantes y les ofreció comercializar sus produc- tos si le otorgaban un precio competitivo, rápidamente tenía de- cenas de empresas que ampliaron su lista de productos. Él los vendía a locales comerciales e incluso al público en general. Como seguía cuestionándose sobre lo que hacía, se dio cuenta que si de- seaba más dinero, debía elaborar sus propios productos. 39 LA SENDA DEL ÉXITO Comenzó a buscar fabricantes de envases para los distintos pro- ductos y fábricas que los realizaran, explicó que ellas le maquila- ban, es decir, le manufacturaban y él sólo colocaba su marca, esto era una ventaja, ya que no tenía una empresa productora con los gastos que implicaba (pago de trabajadores, pago de permisos, etc.) si no sólo el producto que necesitaba. Él buscaba un envase y una etiqueta adecuada, realizaba la publicidad y ganaba mucho más dinero que cuando comenzó. Para él, buscar alguien que lo haga por ti es la mejor forma de al- canzar el éxito rápidamente. Obviamente también tenía vendedo- res que colocaban el producto en los diferentes locales comerciales. Constantemente mencionaba que el éxito comienza en la mente, pero la gran mayoría de personas suponía que el trabajo duro era a clave de éste. Él afirmaba que gracias a su preparación en ventas, atención al cliente, trabajo en red, mercadotecnia, recursos hu- manos e innovación y, por supuesto, dedicar mucho tiempo a pensar, había logrado alcanzar sus metas. A partir de darse cuenta de sus carencias, encontró qué hacer para cubrirlas. Él descubrió que no le agradaba la ocupación de sus pa- dres, por tanto debía encontrar otra forma de ganar dinero. En ese andar se dio cuenta que debía aprender sobre ciertos tópicos y así lo hizo, esa era su estrategia que todos podíamos seguir si deseábamos tener éxito. El ponente animaba a utilizar las nuevas tecnologías de la infor- mación y comunicación, ya que afirmaba que toda persona debe- ría estar a la vanguardia, eso la colocaría un paso delante de sus posibles competidores. También decía que si carecíamos de conocimientos en la tecno- logía, contratáramos a alguien que la dominara, “nadie necesita ser experto para tener éxito”, mencionó 40 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO SI ALGO NO TE FUNCIONA, HAZLO DE FORMA DIFERENTE Había decidido que asistiría a cuanta conferencia se presentara en mi ciudad. Estaba dispuesto a aprender cómo alcanzar mis metas de manera rápida y precisa. En otra de mis caminatas me enteré que en mi ciudad se presen- taría un conferenciante. El tema parecía interesante, hablaría sobre el éxito. Invité a Tomás para que me acompañara, pero él dijo que había un partido de fútbol que deseaba ver, aunque yo conside- raba que era mejor practicarlo ya que no encontraba sentido al- guno a ver un deporte en la televisión, respeté su decisión. Compré mi boleto y esperé que llegara el día indicado. La conferencia fue estupenda. Odio a los conferenciantes que piden a la audiencia que se levante de su asiento para gritar o aplaudir. Yo voy a aprender, no a ejercitarme, pero muchos usan esa técnica ya que el cuerpo se estimula con esas acciones, enton- ces todos salen diciendo “fue espectacular”, “ahora puedo lograr lo que me proponga” y más sandeces, pero no se dan cuenta que sólo fue una motivación superficial que pronto olvidarán. Entre los temas que desarrolló estaba la adquisición de hábitos para alcanzar el éxito. Es absurdo que queramos algo y no tenga- mos ciertas costumbres que nos acercarán a él, ¡por eso no logra- mos mucho! Después de la conferencia, me acerqué hacia donde estaba el ex- positor. Aunque eran decenas de personas que deseaban platicar con él, aguardé pacientemente mi turno. Su asistente se acercó y 41 me dijo que probablemente no me podría atender, ya que tenía otro compromiso en unos minutos, sólo sonreí y le dije que espe- raría hasta hablar con él, se dio la vuelta con una sonrisa de burla en sus labios. El asistente se acercó a él, se dirigió a todos los presentes y les anun- ció que debían retirarse a otro lugar, por ello ya no sería posible que los siguiera atendiendo, les recordó su correo electrónico y les solicitó que le escribieran todos sus comentarios y preguntas. Antes de abordar su camioneta, me acerqué al conferenciante, le dije que estaba decidido a tener éxito y quería conocer sus secre- tos, el me miró fijamente y me preguntó: ¿de verdad quieres eso? Viéndolo a los ojos contesté sin dudar “Sí”. Sin despegar su mirada me dijo: “Tengo que ir a cenar con un editor ya que ahí firmare- mos el contrato de mi último libro, ¿quieres acompañarnos?”, sin pensarlo le dije que estaría encantado de hacerlo. Durante el trayecto fuimos charlando sobre su vida, la mía y el por qué utilizaba una libreta de notas, entonces él me pidió que escribieraen ella lo que me diría, era algo importante y me serviría para lograr mi cometido. Preparé mi bolígrafo y esperé sus indi- caciones, de manera clara, me dijo lo siguiente: Tu cerebro se ejercita con cada nuevo descubrimiento, o mejor dicho, un nuevo camino neuronal se construye cuando apren- des algo nuevo. Si tienes múltiples caminos neuronales tendrás más oportunidades de ser feliz, saludable y exitoso. Las per- sonas creativas, tienen millones de caminos neuronales y si- guen construyendo más y más a diario. Sólo visualiza esto: si una idea nueva genera una conexión neuronal, ¿cuántas co- nexiones neuronales se crean a partir de mil ideas nuevas? Si algo no te funciona, hazlo de otra forma. Ese aprendizaje nadie te lo va a dar, es oro molido en tus manos, ya que le en- señaste a tu cerebro de qué forma no debe hacer las cosas. Tomás Alva Edison dio una respuesta que ha sido recordada durante años cuando lo cuestionaron sobre los “fracasos” que 42 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO tuvo cuando inventó la bombilla eléctrica: “no sé qué entien- des por fracaso, pero de algo si estoy seguro, y es que en todo este tiempo aprendí que antes de pensar en dos mil fracasos he descubierto más de dos mil maneras de no hacer este fila- mento”. Esto no es optimismo, es cambiar tus esquemas men- tales para obtener lo que desees en el momento que quieras. Después de anotar esto, el silencio hizo su aparición dentro del vehículo, nadie hablaba, todos reflexionábamos sobre lo que había dicho. Él miraba a través del cristal las calles de la ciudad, son- riendo. “Cambiar mis esquemas mentales para obtener lo que deseo”, esa frase se repetía cientos de veces en mi mente, era cierto, todo dependía de la forma de ver al mundo, otros me lo habían dicho y ahora lo comprobaba. - “Muchos suponen que deben seguir haciendo lo mismo una y otra vez aunque no les resulte, esa práctica sólo los conducirá al fracaso”, dijo interrumpiendo mis pensamientos. Entonces recordé la frase en la pizarra de corcho de mi profesor Jaime. - “Como dijo Albert Einstein: ‘No hay signo más claro de locura que repetir lo mismo una y otra vez esperando resultados distin- tos’. Por eso debemos hacer cosas diferentes hasta conseguir lo que nos proponemos”, señalé. - “Así es, siguiendo las enseñanzas de Einstein, muchos confunden la perseverancia con la locura, porque se olvidan de ver las cosas en diferente ángulo. Si deseas armar un rompecabezas en poco tiempo, debes de ver la figura completa, antes de intentar unir sus partes”, explicó, “un proverbio ruso dice ´ Hay quienes pasan por el bosque y sólo ven leña para el fuego´, esto refleja lo que men- ciono, pocos dan un paso atrás para darse cuenta de todas las po- sibilidades que tienen enfrente”. - “Por eso muchos abandonan su meta justo antes de llegar a ella”, dije. 43 LA SENDA DEL ÉXITO - “Desafortunadamente es así, debes ser tenaz, pero no sólo ver tu objetivo, sino ver todo el panorama, es decir, ver el bosque antes que sólo un árbol para leña”, aseveró. - “¿Si algo no funciona, debemos dar un paso atrás para darnos cuenta del por qué?”, pregunté. - “Por supuesto, si algo no funciona inténtalo de otra forma, es lo que hacía Einstein, incluso dejaba inconclusos muchos artículos y proyectos, para retomarlos más adelante, cuando tenía más ele- mentos para avanzar”, dijo. Tenía razón. Si algo no nos funcionaba, deberíamos dar un paso atrás para ver nuestros errores y corregirlos, entre más distancia tengamos del bosque más árboles veremos y, por supuesto, más usos, no sólo uno. Él sostenía que esa práctica construía más caminos neuronales, necesarios para pensar de forma diferente y así tener pleno control de nuestros recursos. Seguía aprendiendo mucho sobre el éxito y recién comenzaba en mi andar. 44 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO LUCE Y ACTÚA COMO UN GANADOR Conforme los días pasaban, aprovechaba cada oportunidad para aprender algo nuevo. Mi carácter, mi voluntad, conocimientos y personalidad tenían que fortalecerse si pretendía lograr, en el menor tiempo posible, buenos resultados en lo que hiciera. Eso lo comprendía perfectamente, pero tenía que cambiar algu- nas costumbres y pensamientos que se me habían inculcado desde pequeño. Tenía que deshacerme de patrones de pensa- miento que no me permitían visualizar claramente mi camino trazado. Apelé por seguir algunas sugerencias y recomendaciones que me habían ofrecido libros y personas, al fin y al cabo nada perdía. En la escuela se celebraba un ciclo de conferencias, una en espacial llamó mi atención: Piensa y te harás rico. La impartía una mujer llamada Martha. No dudé en asistir. Logré rescatar varios conceptos de ella que me parecieron muy reveladores. Entre ellos, que somos los creadores de nuestro mundo y que todo lo que llega a nuestra vida lo estamos atrayendo mediante nuestros deseos y las imágenes que mantenemos en nuestra mente. También afirmaba que podíamos crear las causas para generar los efectos que precipitaran las riquezas que deseáramos. Y que si centrábamos nuestra atención en lo que anhelábamos, crearíamos una causa que sería como un potente imán para llevar hacia noso - tros, como efecto, el producto de lo que deseábamos. 45 Citó varios libros que anoté inmediatamente, lo que aquella mujer estaba diciendo tenía gran importancia para mí y no quería des- aprovechar la oportunidad. Al final, todos quedamos fascinados. Ella, como seguramente es- taba acostumbrada, se llevó los aplausos y la aceptación. Esperé un poco para entrevistarme con ella, ¡debía conocer más sobre el éxito! Frente a ella sin trabas le pregunté lo que me inquietaba: “¿Cuál es tu secreto del éxito?” - “Son muchos, ser disciplinada, aprender de los grandes y emu- larlos”, dijo sonriente. - “¿Cómo puedes imitarlos sin perder tu personalidad?”, pregunté interesado. - “Buena pregunta”, dijo conservando su sonrisa, “¿Qué hace un niño cuando comienza a hablar? Si has observado, repite las pa- labras que escucha, pero pronto comienza a añadirlas en su re- pertorio, también lo hace cuando aprende a andar en bicicleta y cuando se viste como sus padres, él copia ciertas conductas que le servirán para conseguir el éxito, pero después las hace suyas”. - “Es decir, si quiero tener éxito, ¿debo actuar como alguien exi- toso hasta que haga mías esas conductas?”, seguí cuestionando. - “Algo así, supongamos que desearas hacer deducciones como Einstein, si observas algunos videos de él, verás que no le preo- cupaba lo que pensaran, él era natural al hablar, al andar e incluso al pensar, eso eliminaba los obstáculos mentales que pudieran sur- girle, si hiciéramos lo mismo, tendríamos un pensamiento más claro, semejante al de él, pero nuestro”, dijo. Todo iba aclarándose, había observado muchas entrevistas a per- sonas con éxito, en ellas se veían muchas conductas similares: su 46 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO modo de andar era preciso, hablaban sin importarles si se equi- vocaban y en su estilo de vestir se reflejaba la comodidad. En cam- bio aquellos individuos inseguros que conocía hacían lo contrario. - “¿Hay posturas corporales que nos acerquen al éxito?”, pregunté. - “Por supuesto”, dijo, “si levantas el mentón y los hombros, pronto experimentarás una gran seguridad en ti mismo, pero si haces lo contrario, experimentarás melancolía”. Me explicó que Charles Darwin había realizado investigaciones sobre las emociones y la conducta animal, éstas demostraban que ciertas posturas denotaban estados de ánimo en ellos, en el hu- mano sucedía algo similar, si adoptábamos una postura de enojo, nuestro cuerpo enviaría señales al cerebro para que nos enojáse- mos, si adquiríamos una de felicidad, también sucedería esa co- municación cuerpo-mente. - “Esto es algo que pocos saben”, agregó, “es sumamente impor- tante que lo tomes en cuenta si deseas tener éxito, nuestro cerebro imita fácilmente, incluso las posturas de los demás, por eso cuando una persona ve una película donde los protagonistas de- noten tristeza, ella sale melancólicadel cine, si se reúne con per- sonas melancólicas, sucederá lo mismo”. - “¡Esto ya lo había escuchado antes!”, dije entusiasmado, “si esta- mos con personas pesimistas, nos comportaremos igual”. -“¡Exacto!”, afirmó, “una de las funciones de nuestro cerebro es imitar, por eso debemos tener cuidado cuando elegimos a las per- sonas que estarán a nuestro alrededor, además de elegir cuidado- samente los programas que vemos en la televisión, hay estudios que demuestran que la agresión en los medios de comunicación es imitada por las personas que la ven y escuchan, por eso tene- mos que tener mucho cuidado”. Ella me explicó que por eso cuando éramos niños imitábamos la forma de ser de algunos personajes en la televisión, nuestros jue- 47 LA SENDA DEL ÉXITO gos giraban alrededor de ser tal o cual personaje ficticio, ¡por eso todos deseábamos ser un superhéroe! También cuando llegaba la adolescencia sucedía algo semejante, imitábamos la forma de hablar y actuar de nuestros ídolos, con ello estábamos forjando nuestra personalidad, es decir, jugábamos a ser alguno de ellos para decidir de qué posturas apropiarnos. Por eso era tan importante elegir a nuestros modelos. Ella opinaba que desafortunadamente imitaríamos a los que estuvieran a nues- tro alrededor, aunque no fueran adecuados para ayudarnos a al- canzar el éxito. Me iba con muchas ideas. Si deseaba tener éxito, debía actuar como alguien exitoso, además tenía que escuchar más conferen- cias relacionadas con el tema, ver videos y leer sobre esa temática. Internet era una gran fuente de recursos, había muchos videos sobre entrevistas y conferencias de personas exitosas, ¡sólo tenía que elegir aquellas que valieran la pena! No por nada el escritor y filósofo italiano Umberto Eco dijo en una entrevista: “Internet es una gran biblioteca, pero desorganizada”. 48 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO Nuestro cerebro se adapta a cualquier desafío que nos impongamos. 49 LA SENDA DEL ÉXITO HAZ QUE OTROS TRABAJEN PARA TI Recordé que tenía un tío que era médico, pero no ejercía esa pro- fesión a pesar que muchas personas afirmaban que era excelente. Daniel, nombre bíblico que había heredado de un amigo de su padre, tenía la fama de ser un extraordinario comerciante, vendía y compraba productos en diversos lugares con gran éxito. Lo que debía hacer estaba claro, tenía que entrevistarme con mi tío Daniel, él sabía algo que yo necesitaba conocer cuanto antes. Acudí a su negocio. Como siempre, él no se encontraba ahí, sólo estaban su esposa e hijas. Después de intercambiar las frases acos- tumbradas para esos casos (¿cómo estás?, ¿tus padres están bien?, etc.), les pregunté sobre mi tío, y cómo podría hablar con él. Mi tía sonrío y me dijo que estaba de viaje y no regresaría antes de tres días. Prometí volver el día de su regreso. Esos días fueron angustiantes, deseaba conocer el secreto para alcanzar el éxito de voz de Daniel, pero, ¿querría dármelo? Nunca lo visitaba, tampoco había conversado alguna vez con él, ¿por qué me lo daría? Dejé que el tiempo pasara, acallando constantemente esas voces que me apesadumbraban y que me decían “no te dirá nada”. Incluso pensé que se reiría de mí. Los amigos de mi edad estaban preocupados por salir con chicas, conocer los nuevos bares y tener el teléfono celular de moda, yo estaba buscando el camino del éxito, algo que pocos inda- gaban. El día llegó, después de tomar mis clases por la mañana, fui a verlo. Él estaba en su negocio, junto con su esposa. Me sonrío 51 cuando me vio entrar, esperó a que fuera hasta el mostrador sos- teniendo esa sonrisa afable. - “¿Me buscabas?” preguntó. Sólo atiné a mover mi cabeza afir- mándolo, “¿qué deseas?” Volvió a inquirir. - “Tengo varias preguntas que hacerte, respecto a la vida, la forma de tener éxito y cómo ganar dinero” respondí un tanto temeroso de que me escuchara su familia, pensando que se burlarían de mis cuestionamientos. - “Supongo que deseas conocer eso para cumplir con una tarea escolar”, dijo. -“Te equivocas Daniel, deseo conocer cómo lograste tener éxito, quiero tener éxito al igual que tu lo tienes”, dije con total seguridad. Él se quedó pensativo y su sonrisa desapareció un momento. Esos segundos que transcurrieron me parecieron interminables, pensé muchas cosas, tal vez se daría la vuelta y me dejaría ahí, se reiría de mi búsqueda o me diría que no tenía tiempo. Su esposa me miraba de reojo, como si tratara de escuchar nuestra conversación. Una de sus hijas, me miraba fijamente, eso me ponía nervioso, yo era un extraño que nunca los visitaba, sólo los saludaba por la calle o en fiestas familiares. Daniel me dijo que lo siguiera. Pasé por atrás de un mostrador, mientras mi tía y prima nos veían con extrañeza. Caminamos entre cajas de productos por un pasillo im- provisado. Llegamos a un patio descuidado, muchas de las plantas que estaban ahí se habían marchitado, aunque se notaba cierto descuido, todo era agradable. Daniel se detuvo frente a una fuente de piedra que carecía de agua y se volteó a verme con un gesto de asombro. - “No esperaba esto”, balbuceó Daniel y continúo diciendo: “ni mis hijas me han preguntado sobre mi éxito, te soy sincero, supuse que nadie lo haría”. 52 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO - Sólo atiné a decir: “Siempre hay alguien diferente”. - “Sobrino, acompáñame a la sala de mi casa”. Su casa estaba atrás del negocio. Pronto estábamos sentados en una sala sencilla, con pocos elementos decorativos y un juego de sillones viejos. Un perro pequeño llegó a hacernos compañía, Daniel lo acarició mientras me decía “este perro me lo regaló un gran amigo, él lo rescató de la calle, unos niños lo apedreaban, pero aquí forma parte de la familia”. El perro movía la cola rápidamente e intentaba lamerle la mano. “Podemos aprender mucho de todos los seres vivos, él me ha enseñado que el tamaño no importa, siempre que estés seguro de lo que eres” dijo Daniel mientras seguía acaricián- dolo. Daniel dejó de acariciarlo, entonces me preguntó: “¿qué quieres saber?”. - “He escuchado mucho de ti”, le dije sonriendo, “en la familia dicen que eres una persona muy inteligente…” - “¿Por no dedicarme a consultar a pacientes?”, dijo mientras una pícara sonrisa se dibujaba en su rostro. Yo no sabía que contestar, intentaba decir algo pero las palabras no salían de mi boca. - “No te preocupes, estoy acostumbrado a que me cuestionen sobre ello, incluso mi esposa lo ha hecho, ¿quieres saber por qué no consulto ahora?”. - “Bueno, esa no es la razón de que esté aquí…” Daniel interrumpió mi sentencia para decirme: “comenzaré ex- plicándote el por qué de mi decisión, eso forma parte de mi éxito”. 53 LA SENDA DEL ÉXITO Mi tío se acomodó en su sofá. - “¿Sabes cuántos pacientes atendía al día?” Me preguntó. - “Lo desconozco”, dije. - “Alrededor de diez, a cada uno le cobraba una suma considera- ble, pero no me alcanzaba para adquirir lo que deseaba, además debía esperar que llegaran pacientes a mi consultorio, yo soy muy desesperado para hacerlo, no nací para estar sentado detrás de un escritorio esperando, entonces decidí dejar de pasar consulta para dedicar mi tiempo a ganar dinero en serio”. - “Pero era un trabajo”, dije sin comprender lo que me decía. - “Hay diferentes formas de trabajar y cada una de ellas nos hacen ganar o perder dinero”, dijo, “muchos suponen que mientras se gane dinero no importa si estamos a gusto o no, pero yo creo que si hacemos algo que nos agrada y además ganamos dinero somos doblemente felices”. - “Sí, eso he escuchado”, dije. - “Y es cierto, yo soy muy activo, odio estar sentado esperando, prefiero hacer algo”, afirmó, “si hubiera conocido esa característica antes de estudiar medicina, me hubiera decidido por otra profe- sión, ¿sabes por qué elegí medicina?“ Moví la cabeza de un lado a otro sin saber qué responder. - “Alguien me dijo que podía ganar mucho dinero en ella, no se equivocó, pero como te decía, hay diferentes formas de ganarlo”. Daniel me explicó que los médicos, al igual que otrosprofesiona- les dedicados al servicio, no tenían jefes, trabajaban para ellos, pero el problema es que si un día decidían no abrir su consultorio, el dinero no llegaba, si querían salir por una semana, el dinero no llegaba por esa semana. 54 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO - “Esa forma de ganar dinero no me gusta”, dijo mientras se le- vantaba del sillón. - “¿Qué forma de trabajo te gusta?”, cuestioné. - “La dirección de una empresa”, dijo sonriendo. Entonces me señaló que un dueño de empresa dirige a varias per- sonas, como un general a un ejército, su trabajo consiste en pla- near y decidir cómo ejecutar, “si tienes a diez médicos trabajando para ti, te darán diez veces más ingresos que si trabajas solo”, dijo ufano. Reflexioné sobre esas palabras. Era cierto, muchas personas tenían a otros trabajando para ellos, por lo que su esfuerzo era menor, te- nían más tiempo para su familia y parecían gozar más de su trabajo. - “Supongamos que quieres poner un bar. Para su éxito deberás buscar camareros, un disc jockey, un barman, alguien que cuide la puerta, etcétera, a ellos les pagarás un sueldo por su trabajo, pero tú tendrás una mayor ganancia, eso es ser empresario, es decir, serás dueño de tu propia empresa y tendrás a otros trabajando para ti”, dijo, “por eso dejé de trabajar para mí mismo y decidí tener a otras personas trabajando para mí en múltiples negocios”. Él se veía muy entusiasmado con la idea de ser empresario. - “Pero hay otra forma de ganar dinero, con menos esfuerzo y con menos complicaciones: invertir dinero para que haga más dinero”, afirmó. - “¿Cómo es eso?”, pregunté. Daniel me relató sobre un compañero de universidad que tenía un edificio con consultorios. Él se les ofrecía a médicos especia- listas sin cobrarles renta, a cambio les solicitaba un porcentaje de lo que ellos cobraban, “lo interesante”, dijo, “es que los especialistas lo ven como una gran oferta, pero en realidad los tiene trabajando 55 LA SENDA DEL ÉXITO para él, ellos buscan los pacientes, él recibe dinero sin consultar”. Para Daniel, esa era una mejor forma de ganar dinero. Platicamos sobre la razón de hacerle esas preguntas, la importan- cia que tenía el éxito en mi vida y qué estaba dispuesto a hacer para llegar a mi meta. Debieron haber pasado unos cincuenta mi- nutos, cuando Daniel me dijo algo que me obligó a reflexionar aún más: “he ganado mucho dinero siendo un voraz devorador de información”. Todo lo que investigaba, lo escribía en una libreta, que a nadie mostraba, era más que un diario, un libro con información valiosa, que en algún momento le servía para algo. Él, cuando necesitaba una idea o una manera diferente para adquirir dinero, abría la li- breta y encontraba muchas respuestas a sus cuestionamientos. “Te propongo que hagas lo mismo”, me dijo con una sonrisa, “ese es el primer paso para lograr lo que desees”. Mi rostro delineó un esbozo de sonrisa, realmente no sabía qué hacer, estaba frente a un ser exitoso y no lo estaba aprovechando. Daniel movió la cabeza de lado a lado mientras me dirigía las úl- timas palabras de aquella conversación: “no necesitas comprender todo en unos pocos minutos, si realmente deseas triunfar no ten- drás sólo un maestro, deberás buscar varios”. Me invitó a caminar hacia la puerta, yo no atiné a decir nada. Mis pasos me llevaron frente a ella. Aunque hubiese preferido decir muchas palabras, sólo atiné a decir “gracias”. Salí de ahí como si me hubieran golpeado muy fuerte, definitiva- mente sus palabras habían causado en mí una gran revolución mental. “Deberé buscar varios maestros”, repetí para mis adentros. 56 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO DONDE QUIERA QUE VAYAS HAY UNA MINA DE ORO Mi búsqueda me condujo hacia muchas personas que me dieron centenares de nuevas ideas. Todos los días descubría algo nuevo, eso me llenaba de energía, ahora sabía que aprender y tener nuevos retos son las mejores op- ciones para dejar a un lado la tristeza. En ese andar de nuevos descubrimientos, supe de una excelente persona que se convertiría en mi mentor. Héctor era un reconocido comerciante de la ciudad, centenares de personas afirmaban que tenía mucha suerte, otros decían que se aprovechaba de los más débiles. Aunque había escuchado bastante de él, no lo conocía personal- mente. Decidí hablar con Héctor para preguntarle sobre el secreto de su éxito. Acudí a uno de sus almacenes de ropa, para preguntar cómo en- contrarlo. Me recibió una señorita muy amable que indicó llamarse Norma, quien me preguntó para qué lo buscaba. - “Quisiera preguntarle algunas cosas que me intrigan”, respondí con una sonrisa. - “Dudo que te pueda atender, es una persona muy ocupada”, dijo Norma. 57 Aunque le dije que no le quitaría mucho tiempo, se negó a de- cirme cómo contactarlo, puesto que él los reprendía si le envia- ban personas a su oficina. Como insistí en saber cómo comunicarme con Héctor, ella accedió a darme un teléfono de otro trabajador, quien se encargaba de contratar a los empleados de sus negocios, me dijo que probablemente podría conseguirme una entrevista. Le agradecí el gesto y me retiré. Cuando llegué a mi casa marqué de inmediato el teléfono propor- cionado, me contestó Pedro, el encargado de recursos humanos. Le expliqué que tenía una tarea en la escuela, debía entrevistar a una persona de éxito y había elegido a Héctor, sabía que estaba ocupado pero no le quitaría mucho tiempo, sólo serían algunas preguntas ya estructuradas. Debí ser muy insistente ya que a regañadientes me proporcionó una dirección, me dijo que era su oficina y que pocos sabían dónde se encontraba, por tanto debía tener mucho cuidado de no revelar esa dirección. Le agradecí por el dato y él me dijo: “procura no hacerle perder su tiempo”. De inmediato fui a la dirección que me había confiado, era una construcción que parecía ser una casa, aunque extrañado, toqué el timbre. Una mujer mayor salió a abrir. Sin perder una sonrisa amable, preguntó que deseaba. - “Deseo entrevistar al señor Héctor, me han dicho que es una per- sona sumamente ocupada pero realmente deseo hacerlo”, dije se- guro de mi mismo. - “Tienes actitud, pero Héctor no tiene tiempo, deberás esperar a que te asigne una hora y día para conversar un par de minutos con él”, dijo. 58 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO Supongo que ella esperaba que me fuera resignado, pero insistí con una sonrisa. Volteó hacia su izquierda, se quedó pensativa, en silencio por al- gunos segundos. Su rostro era apacible, sin algún gesto. - “Pasa”, dijo abriendo totalmente la puerta, “veré que te atienda ahora”. Dentro de mí grité con júbilo, había logrado pasar a los guardianes de Héctor, ahora sería más sencillo hablar con él, aunque fueran unos minutos. Esperé unos diez minutos. En la sala de estar había montañas de li- bros apilados, papeles engrapados y sobres conteniendo hojas, aun- que estaba desordenado, existía cierta administración en el lugar. Estaba acostumbrado a esa “decoración”, la mayoría de personas exitosas que conocía eran así, al parecer no les importaba la esté- tica del lugar, definitivamente un decorador de interiores no ten- dría empleo con ellos. Ensimismado en mis pensamientos no me di cuenta de que un hombre maduro estaba parado frente a mí, vestía pantalón de mezclilla y una camiseta. - “¿Señor Héctor?”, pregunté. - “Sólo llámame Héctor”, dijo sonriendo. Se sentó a un lado de mí mientras me preguntaba a qué había acu- dido. - “Sé que tu tiempo es muy valioso, por eso voy a ir al grano”, le dije, “¿qué secreto tienes para el éxito?”. Héctor se inclinó hacia atrás mientras se sonreía, “nunca había escuchado esa pregunta de un joven”, afirmó. 59 LA SENDA DEL ÉXITO Le relaté rápidamente sobre la obsesión que tenía, él me escu- chó pacientemente aunque miraba a su alrededor muchas veces, como si le llegaran de repente decenas de ideas y pensamien- tos. Me interrumpió diciendo: “Parte de mi éxito ha sido observar de- tenidamente, así me he dado cuenta de lo que otros pasan por alto”. Siguióexplicándome que la mayoría de personas buscaba tra- bajo, pero pocos buscaban ganar dinero, eso era un error graví- simo ya que se debía ganar dinero y nunca trabajar para ganar dinero. - “¿Cuántas horas trabaja un profesor en tu escuela?”, preguntó. Como nunca me había puesto a analizar esto no pude contestar. - “Trabaja alrededor de 35 horas a la semana, es decir, 8 horas dia- rias. Él tiene que comer, dormir y convivir con su familia, por tanto no tendrá tiempo para ganar dinero, sólo para trabajar”, dijo. - “Pero mientras trabaja gana dinero”, aseveré extrañado. - “Así es, pero es insuficiente. ¿Te has dado cuenta que hay perso- nas que ganan mucho más dinero que ellos dedicando menos tiempo? Ellas han observado cosas que tus profesores no, por eso lo han logrado”. Me explicó que los profesores no tenían tiempo de observar, ya que tenían tareas que cumplir, estaban tan ensimismados en su trabajo que olvidaban lo esencial: observar todo a su alrededor. - “Observar nos proporciona una gran ventaja, descubrimos ver- daderas minas de oro si le dedicamos tiempo a esa actividad”, mencionó Héctor, “Henry Ford se dio cuenta que las personas de clase media deseaban un auto y no lo podían comprar y Michael Dell, el dueño de Dell Computer, comenzó a armar computadoras 60 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO según las necesidades de los compradores, si ellos no hubieran observado, no serían millonarios. Una persona que supone que el trabajo le dará dinero, dedicará todo su tiempo a trabajar, por eso nunca tendrá tiempo para observar”. Era totalmente cierto, los emprendedores que había conocido te- nían esa característica: observaban todo sin perder detalle. Héctor me comentó que la innovación era resultado de la obser- vación. El creía que no habían inventos, sólo innovaciones, es decir, mejoras a un producto ya existente, pero para lograrlo, se debía observar. - “Thomas Alva Edison tenía esa cualidad, siempre observaba con detenimiento su alrededor, desde que comenzó a vender periódi- cos en el tren cuando era niño, se dio cuenta que siendo vendedor no ganaría mucho dinero, ¡debía ser el editor! Y así lo hizo. Para perfeccionar sus innovaciones contrató a más personas que lo hi- cieran por él, ¡tuvo decenas de inventores mejorando sus patentes! Edison observaba y descubría muchas minas de oro, que explo- taba sabiamente”, me explicó. Héctor tenía razón, millones de personas no tenían tiempo de ob- servar, por eso eran pobres, pocos dedicaban tiempo a esa activi- dad y por ello tenían fortuna. Él me dijo que parte fundamental de observar era investigar, “si ya te diste cuenta de algo, ahora investiga todo sobre eso, vuélvete un obsesivo con la información”, aseveró. Para él los datos eran sumamente importantes, ya que nos pro- porcionaban información, la que se convertía en conocimiento. “Por ejemplo, si sabes cuántas personas viven en una comunidad, ahora debes saber quiénes tienen poder adquisitivo, de ellos cuán- tos son hombres y cuántas son mujeres, si vendes bolsos para mujer te serán útiles esos datos, ya que los transformarás en in- formación y posteriormente en conocimiento, y éste último es poder”, aseguró sonriente. 61 LA SENDA DEL ÉXITO Obtuve muchas ideas de esa conversación: debía observar y ad- quirir todos los datos que pudiera, posteriormente transformarlos en información y ya tendría el conocimiento, lo que me ayudaría a encontrar nichos de mercado para mis productos o servicios. Héctor se levantó y supe que la enseñanza había concluido. Le agradecí y le pregunté si podía darme algún nombre de alguna persona igualmente exitosa, para entrevistarlo también. Son- riendo con una pícara sonrisa, me dio un nombre: Soichiro Honda. “Aunque no podrás platicar con él, mejor búscalo en In- ternet”, dijo. 62 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO SÉ AUTODIDACTA, AMBICIOSO Y SIEMPRE BUSCA GANAR Cuando empecé a fabricar motos, los profetas de los malos augurios, a veces mis mejores amigos, venían a desalentarme. ‘Mejor sería que compraras un taller mecánico. Harías mucho dinero. Hay muchos vehículos que reparar en este país’. Yo no los escuché y, pese a sus opiniones pesimistas, el 24 de sep- tiembre de 1948 creé la compañía Honda Motor, que hoy bri- lla en todo el mundo. Soichiro Honda. ¡Ya sabía por qué Héctor me había indicado que debía investigar sobre ese gran personaje! Honda era un ejemplo a seguir, tenía una meta, nunca se conformó y fue autodidacta, ¡todas las carac- terísticas de un millonario! Honda nació en 1906 en un pequeño pueblo de la provincia de Shizuoka, Japón, su padre se rebeló a ser agricultor como la mayoría de personas en ese lugar, característica que le heredó a él. Desde niño le interesó la mecánica, constantemente le pedía a su abuelo que lo llevara a ver una máquina que descascaraba arroz en una granja vecina, él recuerda que “amaba el olor del combus- tible, que apestaba, el ruido que hacía, las nubes de humo que lan- zaba, y me pasaba horas agachado observando la máquina mientras mi abuelo me apresuraba a volver a casa”. A Soichiro le fascinaba observar, por eso Héctor sabía sobre él, ¡eran idénticos! Ahora comprendía la importancia de hacerlo: si estamos pendientes de los detalles, encontraremos verdaderas minas de oro esperando ser trabajadas. 63 Observar e investigar fueron los pilares de su éxito. Viajó varias veces a otros países para darse cuenta cómo funcionaban los mo- tores de distintos fabricantes, para mejorarlos. Henry Ford hacía algo semejante con los autos, cuenta una anécdota que mientras observaba una carrera de autos, un competidor francés tuvo un percance y se estrelló contra la valla quedando completamente destruido, la gran mayoría de asistentes se quedaron inmóviles, pero Ford bajó hasta la pista para tocar todas las partes del vehí- culo, ahí se dio cuenta que poseía una carrocería liviana y resis- tente, entonces pensó “esto es justo lo que me hace falta”. Literalmente corrió a su fábrica con una parte del auto, para que sus ingenieros le indicaran de qué consistía esa aleación, pero nadie lo supo. Siguió preguntando a más expertos hasta que al- guien le dijo que era de un metal de origen francés al que se le agregaba vanadio, como ninguna fundición en Estados Unidos podía hacer placas con esta combinación, viajó a Inglaterra donde encontró una fábrica que le proveyó de ese material, con lo que sus autos se hicieron más livianos y resistentes, ¡gracias a eso su- peró a sus competidores rápidamente! Si Ford y Honda no hubieran observado, no tendrían millones de dólares, definitivamente prestar atención era un ingrediente ne- cesario para el éxito. Conforme voy aprendiendo del éxito me doy cuenta que son mu- chos factores los que permiten a las personas alcanzarlo, la obser- vación no serviría de nada si no se acompaña con la ambición, por eso, si deseo más, mi mente buscará cómo lograrlo, pero si me conformo, ya no trabajará más, pues supone que todo está ya escrito. Esos factores podemos aprenderlos de otros, tal como hizo Honda, quien relataba que de niño le confesó a su padre la admi- ración por Napoleón Bonaparte, personaje que sería su motiva- ción, tal como él dijo: Supe que Napoleón era de orígenes modestos, que quizás su familia vivía de manera muy pobre. Por tanto no era necesario 64 JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO nacer noble o rico para triunfar en la vida. Había otras cuali- dades que daban derecho al éxito. El coraje, la perseverancia, el gusto soñador por la ambición. La ambición, el coraje y la perseverancia acompañaron a Honda, quien se identificó con Napoleón hasta en su estatura: Físicamente me lo imaginaba como un hombre tan grande y fuerte como su poder y su fama. Cuando años más tarde, me enteré, leyendo libros de historia, de que era de baja estatura, no me decepcioné. Yo mismo no era muy alto y me resultaba evidente que no se mide la grandeza de un hombre por su es- tatura física, sino por sus actos, por la huella que deja en la historia de los hombres. La vida de Honda me había parecido estupenda,
Compartir