Logo Studenta

LA_SENDA_DEL_EXITO_JUAN_ANTONIO_GUERRERO_CANONGO_tradingpdfgratis

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

La senda del éxito
El camino que debes transitar para ser feliz,
conquistar tus temores y atraer la riqueza
guru
200px X 200px
www.UniversidadDeMillonarios.org
Juan Antonio Guerrero Cañongo
La senda del éxito
El camino que debes transitar para ser feliz,
conquistar tus temores y atraer la riqueza
Reservados todos los derechos. Cualquier forma de reproducción, distribución,
comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada
con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Repográficos - www.cedro.org),
si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra
Foto de portada bajo licencia de Shutterstock.
© Juan Antonio Guerrero Cañongo
© JORGE A. MESTAS EDICIONES, S.L.
Avda. de Guadalix, 103
28120 Algete (Madrid)
Tel. 91 886 43 80
Fax: 91 886 47 19
E-mail: info@mestasediciones.com
www.mestasediciones.com
http://www.facebook.com/MestasEdiciones
http://www.twitter.com/#!/MestasEdiciones
ISBN: 978-84-92892-04-4
Depósito legal: 
Printed in Spain - Impreso en España
Director de colección: Raül Pere
Ilustraciones: Rafael Navarro García
Primera edición: Marzo, 2013
Si no tienes ambiciones terminarás
trabajando para alguien que sí las tiene.
Juan Antonio Guerrero Cañongo
“¡TÚ NUNCA LOGRARÁS NADA!”: LAS PALABRAS QUE ME
OBLIGARON A CAMINAR HACIA EL ÉXITO
La luna llena iluminaba la calle donde caminaba, mis pasos co-
rrespondían a un mero impulso más que a un deseo de movi-
miento. Me desplazaba sin rumbo, tratando de acallar esa voz que
constantemente interrumpía todo sonido externo, esas palabras
tan hirientes que había escuchado de mi profesor de matemáticas,
al cual admiraba.
Aunque trataba de recordar aquello que Jessica me dijo antes de
salir de su casa, no podía. Ella, al igual que mis compañeros, pre-
senció todo, ellos se rieron a carcajadas, yo sólo agaché la cabeza,
tratando de no dejar caer las lágrimas que contenía en una mezcla
de tristeza y rabia.
Ahora todos mis pensamientos se centraban en esa frase que es-
taba taladrando mi mente: “tú nunca lograrás nada”, cuatro pala-
bras emitidas por un supuesto profesional de la educación. Yo creí
erróneamente que estaba ahí para apoyarme, tal vez porque in-
conscientemente buscaba suplir a esa figura paterna que tanta
falta me hizo en mi infancia, pero no fue así, él, al igual que mu-
chos, no creía en mi.
Sin darme cuenta llegué a un parque, ahí un vagabundo dormía
acurrucado en un banco, lo observé, me pregunté si ese sería mi
destino y mis lágrimas comenzaron a caer.
Era ya muy de noche cuando crucé la puerta de mi casa, aunque
procuré no hacer ruido, mi madre salió de su cuarto y se dirigió
hacia donde estaba, bajé mi cabeza esperando su amonestación.
9
Pasaron algunos segundos, que me parecieron una eternidad, le-
vanté la vista y me di cuenta de su semblante, expresaba tristeza,
casi a punto de llorar, balbuceo: “tú eres especial, siempre lo he
sabido”. Se dio la media vuelta y me dejó solo.
Rompí en llanto, ¿no se suponía que yo debía consolarla a ella?
¡Yo era el hombre de la casa! Después de que mi padre se separara
de ella, sólo yo estaba ahí acompañándola, fueron años difíciles
que aún no se terminaban.
El sueño me venció mientras las lágrimas seguían mojando mi
cara. Ese día parecía que todo había terminado para mí.
Desperté más temprano que de costumbre, aunque tenía el tiempo
suficiente, no me preparé para acudir a la escuela, quería quedarme
en mi casa, reflexionar sobre lo sucedido el día anterior, ahora eran
dos frases las que se repetían constantemente en mi mente: “Tú
nunca lograrás nada” y “tú eres especial, siempre lo he sabido”. 
¿Especial? ¿Se referiría a que soy diferente? Desde niño solía pre-
guntar por todo, no me gustaba quedarme con alguna duda, eso
irritaba a muchos, que sólo atinaban a decir “deja de molestar”,
entonces me sentía solo, diferente de los demás niños, aquellos
que nunca cuestionaban nada y se conformaban con poco. 
¿Especial? Era una palabra común pero que podía encerrar mu-
chos significados. Encendí mi ordenador y busqué en Internet “tú
eres especial”, entre las miles de páginas que se desplegaron ante
mí, encontré una frase que me hizo reflexionar: “nadie es igual 
a ti”.
¿Yo nunca lograría nada? Comencé a cuestionarme esa sentencia, si
era diferente a todos, debería lograr algo especial e incomparable.
Como había decidido no ir al colegio seguí pensando en ello. 
Después de algunas horas de navegar en la red y encontrar dece-
nas de páginas que hablaban sobre el éxito, decidí algo: a partir
10
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
de ese día investigaría todos los secretos para alcanzar el éxito en
todo lo que me propusiera.
No importaba mi edad, ni mi historia previa, ni siquiera esas pa-
labras que me hirieron tanto. Ese día me prometí dedicar todo mi
tiempo y esfuerzo para aprender sobre el éxito. Si alguien lo había
logrado, yo debería disfrutarlo también.
Si aprendía cómo tener éxito, podría enseñarle a otros cómo lo-
grar lo que desearan y ¡nunca dejarse abatir por una persona o
una frase!
Busqué una libreta en mi cuarto, arranqué la portada y el reverso
de esta, escribí con letras grandes en la primera página “La senda
del éxito: el camino que debes transitar para ser feliz, conquistar
tus temores y atraer la riqueza”.
“La senda del éxito” debía comenzar a escribirse de inmediato.
11
LA SENDA DEL ÉXITO
LA DETERMINACIÓN ES EL PRIMER INGREDIENTE DEL ÉXITO
Cuando bajé a desayunar mi madre ya tenía preparado todo. Yo
le sonreí agradeciéndole esa acción.
Mientras comía mi deliciosa papaya en rebanadas (¡mi madre
sabía que me encantaba!), ella me dijo dulcemente:
- “¿Sabes qué me agrada de ti?”
Debí sonrojarme porque ella se sonrío tímidamente mientras se-
guía hablando sin verme a los ojos.
- “Siempre has sido un necio”, dijo añadiendo: “eso te ayudará sólo
si enfocas esa energía desbordante que tienes como joven”.
Sonreí y le agradecí de nuevo su desayuno tan delicioso.
Salí de casa dispuesto a aprender todo. Caminé hacia la parada de
mi transporte público, esperé mientras observaba a mi alrededor,
mi vecino pasó caminando junto a mí con su perro, nunca lo
había visto paseándolo, es más, nunca me percaté que tenía un
perro tan hermoso.
Subí al vehículo. Iban muchas personas sin mirarse unas a otras,
los adultos tenían una mirada perdida, había una mujer que iba
maquillándose a un lado de un hombre que dormía profunda-
mente, un niño me observaba atentamente y una religiosa leía,
aunque compartíamos un lugar en común, todos éramos desco-
nocidos.
13
Subió una pareja con un niño, al parecer lo llevaban a la escuela
desde temprano, la mujer le gritaba al niño mientras éste veía
hacia otro lado, como si no la escuchara, el padre intentaba calmar
a la madre, pero no tenía resultado.
Nunca me había dado cuenta que el transporte público parecía el
escenario de un teatro, había muchos actores, cada uno con una
historia que contar, con conductas que los hacían diferentes e in-
teresantes. 
Entonces llegó un pensamiento muy poderoso a mi mente: si ese
pequeño espacio albergaba tanta información, el mundo debía
contener millones de maneras de triunfar.
Jessica me esperaba al bajar, me sorprendió verla ahí, siempre nos
encontrábamos en la escuela, nunca en la parada de mi transporte.
Corrió a darme un abrazo cálido, diferente de los anteriores, eso
me reconfortó aún más.
Caminamos conversando hacia la escuela, le compartí mi inten-
ción de investigar sobre cómo conseguir el éxito, ella sonrió con
aprobación. Al llegar a la puerta del colegio, me dijo: “sabes que
puedes contar conmigo”.
Jessica era mi novia, hacía un par de meses que me había animado
a proponerle que lo fuera. Era hermosa, sus ojos café claro hacían
resplandecer su rostro, el cual siempre tenía un gesto triste. Su
historia también lo era, vivía con sus abuelos, sus padres habían
muerto en un accidente automovilístico hacía varios años. Ella no
tenía hermanos.
Desde quela conocí me gustó mucho. Ella era diferente de mis
otras compañeras de escuela, era callada, y eso lo valoraba mucho,
la vida es muy estridente a veces, por eso prefiero el silencio, aun-
que no el aburrimiento. Jessica tenía siempre algo que contar, al
igual que yo, leía mucho, eso la hacía mucho más interesante.
Conversar con ella era como escuchar a muchos escritores impar-
tiendo una charla acerca de sus ideas más locas.
14
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
Jessica irrumpió mis pensamientos moviendo sus manos frente a
mi cara, yo había perdido la noción del tiempo pensando en ella.
- “¿Qué harás después de salir del colegio?”, me preguntó.
- “Iré a la biblioteca de la ciudad”, respondí añadiendo: “ya no nos
acercamos a las bibliotecas”.
Ella sonrío. Me dio un beso en la mejilla y se alejó tarareando una
melodía que yo desconocía.
La mañana pasó rápidamente, mi última clase era literatura, una
de mis favoritas, la profesora era una erudita, a veces me pregun-
taba qué hacía en la escuela, ella parecía no necesitar estar allí, su
ropa era diferente, tenía dominio de varios idiomas y siempre es-
taba sonriente. La mayoría de profesores parecían estar enojados
todo el tiempo y acudían a impartir clase con el mismo traje gris
oscuro, como si fueran a un velorio. 
Sofía, mi profesora, siempre nos animaba a aprender de todo un
poco, ella siempre tenía un tema de conversación, aunque no des-
perdiciaba el tiempo, procuraba estimularnos a seguir apren-
diendo, viajar y preguntar. 
Por eso creía que ella podría darme una guía de cómo comenzar
mi viaje de descubrimiento.
Esperé a que terminara su clase, cuando se fueron todos mis com-
pañeros, me acerqué a ella, que me recibió con una linda son -
risa.
- “¿Alguna duda?”, preguntó.
- “Varias”, respondí sonriendo, “si usted tuviera mi edad y quisiera
aprender sobre cómo tener éxito, ¿cuál sería su primer paso?”
En su cara se dibujó una pícara sonrisa al tiempo que me pregun-
taba: “¿Va en serio tu relación con Jessica?”
15
LA SENDA DEL ÉXITO
- “Es fácil saber que estoy enamorado de Jessica, pero estas dudas
corresponden a una empresa personal”, dije sonriendo, “quiero
saber cómo ser exitoso, ya sabe, tener el mundo a mis pies”.
- “Bueno, si tuviera tu edad, comenzaría investigando a los grandes
personajes de la historia, aquellos que se empecinaron por alcanzar
el éxito. Abraham Lincoln es una buena opción para comenzar”.
- “¿Abraham Lincoln?”, le cuestioné tímidamente.
- “Él no sólo fue uno de los mejores presidentes de Estados Uni-
dos, su vida estaba marcada por la tragedia, pero la supo hacer a
un lado para alcanzar aquello que deseaba. Analizar su vida será
un estupendo comienzo”.
Quedé un par de minutos sin decir nada, tratando de recordar
aquello que había escuchado de Lincoln.
- “Ve a la biblioteca antes de que la cierren por falta de usuarios”
dijo en tono festivo mientras recogía sus libros de la mesa que
ocupaban los profesores.
Le agradecí por ese dato. Ella me dijo que podía contar con su
apoyo cuando lo deseara. 
¡Ya tenía a varias personas de mi lado en mi incipiente cruzada!
Debí haber salido con una gran sonrisa, puesto que Tomás, mi
mejor amigo, me preguntó que era tan cómico.
- “Hablar con la maestra Sofía es revitalizante”, dije.
- “Ella es muy alegre y siempre tiene algo que decir”, afirmó sus-
pirando.
Conversamos un poco sobre mi nuevo proyecto y mi determina-
ción para triunfar. A él le agradó y me dio una palmada en la es-
palda mientras decía: “lo vas a lograr”.
16
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
Me despedí de él prometiéndole hablarle por la noche.
Fui a la biblioteca de la ciudad, a investigar sobre Abraham Lin-
coln, tal y como me había dicho Sofía, lo que encontré me dejó
pensando mucho: Lincoln fue presidente de los Estados Unidos,
pero lo logró después de 28 años de intentar figurar en la política.
Para muchos, él experimentó un fracaso tras otro, pero no fue así,
eso demostró su determinación para triunfar, aunque no lo lo-
grara de inmediato. Gracias a ello, este personaje pasó a la historia
como uno de los más grandes presidentes de los Estados Unidos
de América.
Abraham Lincoln sufrió innumerables fracasos, pero él nunca fue
un fracasado pues no se dio por vencido, por eso debía emularlo,
tener esa necedad para lograr lo que me propusiera. Inclusive este
personaje había dicho algo que comprobaba mi hipótesis: “Re-
cuerda siempre que tu propia resolución de triunfar es más im-
portante que cualquier otra cosa”, él se consideraba un necio, tenía
propuesto triunfar y lo hizo, como muchos líderes en el mundo.
Esa necedad debía hacerla mía.
Esa determinación para nunca darse por vencido es la que mu-
chos llaman necedad y es de la que carecían muchos de mis com-
pañeros y amigos, ese debía ser mi objetivo. Anoté en mi libreta
la palabra necedad, ese era un requisito para el éxito de cualquier
persona.
Reflexioné en el camino a casa sobre esta nueva palabra. Desafor-
tunadamente nos van quitando esa característica mientras vamos
creciendo, un niño se empecina en obtener un juguete, pero los
padres van minando ese deseo con tanto regaño, ¡si nos dejaran
ser necios probablemente tendríamos éxito!
Por supuesto, Lincoln no era el único necio de la historia, yo había
escuchado un poco de la vida de Ray Kroc, el millonario que llevo
a McDonald´s a ser el imperio en comida rápida en todo el
mundo, Kroc era vendedor y se empeñó en ser el mejor en su
17
LA SENDA DEL ÉXITO
ramo, dedicaba muchas horas a aprender y a llevarlo a la práctica,
incluso no dormía adecuadamente, tal como afirmaba: “Creo que
no dormía más de seis horas promedio por noche, a veces dormía
cuatro o menos”, había escuchado de muchas personas que lo ha-
cían, ¡aunque quisieran dormir muchas horas no podían! Era más
fuerte su deseo de triunfar que su descanso. El mismo Kroc dijo
alguna vez: “Detestaba estar inactivo, aunque fuera un minuto.
Estaba decidido a vivir confortablemente y pudimos permitír-
noslo gracias a los ingresos que me procuraban mis dos empleos”.
¡Esa determinación y necedad debían ser mías!
Estaba comenzando y ya me sentía con mucha energía para lograr
aquello que deseara, lo iba a lograr, ¡tenía que ser grande! ¡Debía
tener éxito! Tal como Kroc diría: “Estaba convencido de que si
uno piensa en pequeño, sigue siendo pequeño, ¡y yo no tenía la
intención de serlo!”
¡Yo tampoco quería ser pequeño!
18
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
TENER UN PLAN ES UN REQUISITO PARA EL ÉXITO
Llegué a mi casa feliz y tal como había prometido a Tomás, le
llamé por teléfono. Pronto estaba repitiéndole todo lo aprendido.
Con esto me di cuenta que si conversamos con otro lo asimilado,
tendremos más ideas.
Tomás también estaba entusiasmado, me dijo que recordaba
una conferencia donde fue como asistente. El ponente les
había dicho que deberían trazarse un plan para alcanzar sus
sueños, ese era uno de los requisitos para alcanzar lo que de-
searan.
“Por supuesto, ¡debo tener un plan!”, grité dentro de mí.
Muchos de los libros que había leído afirmaban que los grandes
personajes de la historia habían tenido uno, por ejemplo Alejan-
dro Magno conquistó grandes territorios dedicando largas horas
a pensar qué debía hacer, estudiaba la condición geográfica del
lugar, sus tropas, los habitantes y sus costumbres, esos datos le
permitían preparar un ataque certero.
Aristóteles, su maestro, le influyó mucho, puesto que le enseñó a
pensar, es decir, a utilizar las ideas y la lógica para encontrar so-
luciones a sus problemas, antes de actuar por impulso.
Todos los personajes famosos habían dedicado muchas horas a
pensar, eso los había preparado para conducirse adecuada-
mente. En cambio aquellos que fracasan sólo actúan, sin pensar
previamente sobre las consecuencias inminentes de su proce-
der.
19
Definitivamente tener un plan es requisito imprescindible para
triunfar, por eso debía tener uno, ya que deseaba ser exitoso, pero
no sabía cómo lograrlo.
Entonces tomé mi libreta y anoté todas las ideas que me llegaban
a la mente,esas que contestaban una simple pregunta: ¿Cómo
tener éxito?
Después de mucho escribir y borrar algunas ideas, ya tenía apun-
tadas algunas opciones:
• Leer diversos textos sobre el éxito, la riqueza y la felicidad.
• Leer sobre la vida de personas con éxito.
• Investigar sobre la riqueza, el éxito y la felicidad en Internet.
• Escuchar conferencias de triunfadores.
• Entrevistar personas de éxito.
El resto del día pensé en mis opciones, sabía que eran necesarias
y tenía que fijármelas como obligaciones, es decir, debía dedicar
algún tiempo a diario para cumplirlas.
Conocí a muchas personas que deseaban ser ricas, pero nunca ha-
bían hecho algo para lograrlo, otros, en cambio, por lo menos
compraban billetes de lotería con la esperanza de ganarse el pre-
mio mayor. Aunque es una opción no muy recomendable, al
menos hacían algo. Pero millones de personas sólo confían en que
algo mágico sucederá, y es absurdo desear tener buena suerte sin
trabajar para tenerla.
Hace poco investigué sobre la suerte, todas las lecturas y las per-
sonas que opinaban coincidían en que podemos crearla. Como
tal no existe, es necesario que nosotros hagamos algo para tenerla.
A este respecto el escritor y economista canadiense Stephen Butler
Leacock dijo atinadamente: “Creo muchísimo en la suerte y des-
cubro que cuanto más trabajo, más suerte tengo”.
Conozco a muchos que desean encarecidamente tener suerte,
como si ésta fuera una cualidad con la que nacen algunas perso-
20
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
nas, no se dan cuenta que todos podemos tenerla, pero necesita-
mos dedicarle tiempo y empeño a las tareas que nos la traerán. El
escritor, político y economista francés Marie Roch Louis Reybaud
lo enunció de esta forma: “De todos los medios que conducen a
la suerte, los más seguros son la perseverancia y el trabajo”.
Ya tenía claro que debía perseverar, por eso tenía que seguir mi plan
recientemente trazado, él me ayudaría a obtener lo que deseaba.
El primer paso estaba dado, ahora era necesario seguirlo. Enton-
ces vino a mi mente una cita que encontré de un autor muy co-
nocido, pero que no había leído, Napoleón Hill:
“Primero viene el pensamiento, luego viene la organización
de ese pensamiento en ideas y planes, luego la transformación
de esos planes en realidad. El comienzo, tal como puedes ver
está en tu imaginación.”
Si él pensaba de esa forma, debía leer sus obras, eso formaba parte
de mis opciones para el éxito.
Seguí investigando sobre los planes y hábitos para el éxito, me
llamó la atención una serie de preguntas que hacía un escritor:
¿Quieres tener dinero? Perfecto, es un buen objetivo, ahora
pregúntate qué has hecho para tenerlo.
¿Te has levantado temprano todos los días para aprovechar el
día?
¿Has asistido a conferencias o cursos estos últimos meses?
¿Has leído algún libro que te dé las pautas para obtener el éxito
y la riqueza?
¿Le has agradecido a la vida por tantas enseñanzas que te ha
dado?
¿Has preguntado a los prósperos cómo obtuvieron su riqueza?
¿Has ejercitado tu cerebro para que te ayude a tener riquezas?
Entonces comprendí que debía encauzar todas mis acciones hacia
la adquisición del éxito y comprometerme a alcanzarlo. Para eso
21
LA SENDA DEL ÉXITO
debería dedicar al menos un par de horas al día para lograrlo,
debía leer, investigar y entrevistarme con personas exitosas.
Si cada día que pasa no puedes alcanzar tus sueños, cambia la
forma en que haces las cosas, pero no cambies tus sueños.
22
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
PERSIGUE TUS SUEÑOS Y NO PERMITAS QUE OTROS TE
HAGAN DUDAR
Algunos días pasaron, gracias al plan que me había propuesto mi
felicidad aumentaba, no veía todo tan gris y me sentía con nuevos
bríos para seguir adelante.
Recordé a un profesor que me había impartido una clase unos
años atrás. Él siempre nos mencionaba que debíamos luchar por
lo que deseáramos, sin importar los obstáculos que encontrára-
mos en el camino. Yo no lo había vuelto a ver y deseaba aprender
más de esa filosofía, por lo que fui a mi vieja escuela para saber si
aún colaboraba en ella.
Una de mis antiguas profesoras me encontró en el pasillo, después
de intercambiar los saludos acostumbrados y preguntarnos cómo
nos trataba la vida, le cuestioné sobre Marcos, el profesor. “Dejó
la escuela hace un par de años”, dijo mientras hacía un gesto de
desprecio, “afirmaba que este lugar no era para él”.
Le solicité su teléfono o cualquier otro dato que pudiera servirme
para encontrarlo. Ella me prometió enviármelo por correo elec-
trónico esa noche, y así lo hizo.
Pronto estaba en comunicación con Marcos, quien amablemente
me otorgó una cita en su oficina, que por cierto, estaba en su
casa.
Conversamos de todo el tiempo que había pasado, de lo vivido y
de la escuela donde había trabajado.
23
- “El director de la escuela siempre me apoyó en todo, estoy agra-
decido por eso”, dijo.
- “¿Por qué dejó la escuela?”, le pregunté.
- “Por perseguir mi sueño”, afirmó ufano, “tenía que tener todo el
tiempo del mundo para echar a andar mi proyecto de vida y
dando cátedra no podría haberlo logrado”.
Me confió que hacía años que deseaba ser escritor, pero su trabajo
no le permitía dedicarse a ello, así que optó por renunciar a él,
para dedicarse por completo a esa tarea.
- “¿Fue sencillo dejar el trabajo?”, le cuestioné.
- “Claro que no”, dijo, “muchos miedos me acompañaron, cons-
tantemente me preguntaba si estaba haciendo lo correcto. Tam-
bién lo hacía mi esposa, quien era la más preocupada de que
hubiera tomado esa decisión. Mis padres también me encararon,
me dijeron que lo pensara bien, ya que tenía un empleo seguro,
donde me daban seguridad social para mi familia, pero hice oídos
sordos y continúe con lo planeado”.
Afirmó que fueron muchas personas las que se rieron de sus sue-
ños, pero él continúo escribiendo su primera obra, los meses pa-
saron y el dinero que había ahorrado se estaba terminando. Su
mujer, aunque a disgusto, lo apoyaba en esa “idea loca”, como so-
lían llamarla todos aquellos que conocían su nueva ocupación.
El libro se terminó de escribir y comenzó a buscar alguien que se
lo publicara.
- “Fue difícil encontrar una editorial que se interesara”, me con-
fió, “muchas ni siquiera me contestaban los correos electrónicos
que les enviaba, unas cuantas me decían que no era lo que bus-
caban”.
- “¿Qué hizo entonces?”, pregunté.
24
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
- “Algo audaz”, dijo, “comencé a contactarme con escritores y
a preguntarles cómo habían logrado que les publicaran su obra,
¡entonces adquirí los conocimientos necesarios para lograr mi
cometido! Volví a mi escrito y lo mejoré, contacté de nuevo
con las editoriales y les expliqué que había mejorado el conte-
nido, también les mencioné sobre la ayuda que había recibido
de los autores. Dos editoriales se interesaron en mi obra, elegí
una y a partir de ese momento comenzó mi carrera como es-
critor”.
Lo que escuché fue estupendo. Muchas personas no confiaban en
sus sueños, pero él se aferró a lo deseado y ahora era obvio que
gozaba de ese éxito.
- “Mantente enfocado en aquello que sueñas”, me dijo, “no escu-
ches las palabras necias, si sabes qué quieres, encáuzate en ello,
aunque dudes, sigue la marcha, pronto verás resultados”.
- “¿Aunque sean mis seres queridos los que cuestionan mis sue-
ños?”, pregunté.
- “Así es”, respondió. “Ellos desean lo mejor para ti y suponen que
un empleo lo es, muchos creen que trabajar para otro es una ex-
celente opción, ya que te dan dinero a cambio de tu tiempo, ¡pero
nunca tendrás tiempo para ti o para los tuyos!, siempre dedicarás
tu esfuerzo a otros y no dirigirás esa energía a cumplir tus sue-
ños”.
Era totalmente cierto. Muchos cambiaban su tiempo por dinero,
sólo unos cuantos seguían sus sueños. Estos les darían mucho más
dinero que el que obtenían trabajando para otros.
Debía dejar de escuchar las palabras necias y acallar mis temores,
sólo así podría alcanzar el éxito en mi vida. Mis sueños me espe-
raban y seguía aprendiendo cómo conseguir realizarlos.
- “Sólorecuerda que los sueños deben seguirse de un plan de
acción”, mencionó, “desafortunadamente la mayoría de personas
25
LA SENDA DEL ÉXITO
supone que sólo con un sueño se puede lograr mucho, pero debes
actuar si realmente deseas que se convierta en realidad”.
- “Un cocinero debe preparar la receta que se le ocurrió”, dije en-
tusiasmado.
- “Así es, y mientras prepara el plato se dará cuenta de algunos
errores, que deberá corregir para mejorarla”, dijo.
Efectivamente muchas personas sueñan, pero no actúan. Actuar
nos proporciona las claves necesarias para el éxito, puesto que nos
muestra las posibles equivocaciones para evitarlas en el futuro.
Perseguir nuestros sueños significa actuar. Cuando lo hacemos,
comenzamos a consolidar nuestro futuro.
26
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
LA DISCIPLINA ES FUNDAMENTAL PARA EL ÉXITO
Era miércoles, tenía educación física. Jaime, mi profesor, había
sido militar. Su enseñanza era enérgica, de hecho su trato así lo
era. Debo confesar que unos años antes me intimidaba, al parecer
carecía de sentimientos, rara vez lo había visto sonreír. Aunque
ahora sabía que no buscaba dañarnos, antes lo pensaba.
Constantemente nos decía que debíamos ser disciplinados, pero
yo no sabía a qué se refería. Ese día estaba decidido a preguntár-
selo al terminar la clase.
Me quedé al final con Tomás, le expliqué lo que deseaba y me acom-
pañó a ver al profesor, quien estaba a punto de entrar a su oficina.
- “Profesor, ¿podría darme unos minutos?”, pregunté mientras
apresuraba mi paso.
- “Por supuesto señor, ¿qué se le ofrece?”, dijo con tono marcial.
- “Usted nos ha dicho cientos de veces que debemos ser discipli-
nados, ¿a qué se refiere? ¿Para qué nos serviría serlo?”
Nunca debió haber escuchado esas preguntas pues se quedó mi-
rándome fijamente esbozando una mueca de extrañeza.
- “Entren a mi oficina para explicarles más sobre ello”, nos indicó.
Su espacio estaba lleno de trofeos deportivos, fotografías de él
mientras realizaba alguna proeza y decenas de diplomas de cursos
que había impartido.
27
- “La disciplina es la clave para todo”, nos dijo, “significa que deben
enfocar sus esfuerzos en conseguir un fin. Desafortunadamente
la mayoría de personas carecen de ella”.
- “¿Es decir que si deseo ser un gran deportista como usted debo
enfocarme en ello y en nada más?”, preguntó Tomás.
- “Más que enfocarte en una sola finalidad, debes darte cuenta
qué necesitas para lograrlo e idear un plan para conseguirlo, pero
sin desviarte del camino propuesto”, dijo el profesor.
¡Un plan! ¡No estaba tan errado en mi búsqueda del éxito! Grité
para mis adentros. Mi sonrisa debió ser muy grande, ya que el
profesor me preguntó la razón de ella.
- “Es que me he trazado un plan”, dije entusiasmado, “pero nece-
sitaba que alguien me dijera que estaba en lo correcto”.
- “Ahora que tienes un plan debes ser disciplinado con él”, dijo,
“la mayoría de personas sigue uno durante un par de semanas y
después lo deja abandonado. Muchas veces necesitarás años para
ver resultados, pero créeme, los tendrás si te ciñes a ese plan”.
Ahora todo quedaba más claro. Muchas personas fracasaban de-
bido a que creían que todo se cumpliría “por arte de magia”.
Nunca se esforzaban por lograrlo.
El profesor interrumpió mis pensamientos: “Muchos de sus ami-
gos se inscriben a los gimnasios con la esperanza de tener mús-
culos marcados, pero se desesperan rápidamente al no obtener
resultados. Todos los hombres musculosos lo han logrado en años
de entrenamiento constante, han cambiado su forma de alimen-
tarse y otros hábitos, eso es producto de la disciplina”.
- “Entonces, ¿para conseguir una meta es necesario cambiar cier-
tos hábitos?”, preguntó Tomás.
- “Así es, la disciplina hace que observemos ciertos hábitos. Una
persona obesa necesita cambiar su tipo de alimentación para dis-
28
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
minuir su peso, pero muchas personas creen que un producto má-
gico les ayudará en su objetivo. Es necesario cambiar de hábitos
para lograr aquello que deseas”.
- “¿Es lo que hace un deportista famoso?”, pregunté.
- “No sólo un deportista”, contestó, “un actor y un millonario, todo
aquel que desee tener el éxito deberá dedicar tiempo y esfuerzo
para conseguir aquello que desea”.
- “¿Todos podemos conseguir el éxito?”, cuestionó Tomás.
- “Por supuesto, sólo que pocos están dispuestos a pagar el pre-
cio”, dijo, “unos cuantos dedicarán tiempo a entrenar o a in-
vestigar. Esas horas que dedicarán a ese fin, muchas veces no
se las pagarán. Sus amigos se divertirán mientras ellos están
enfrascados en su tarea, pero en algún momento verán el be-
neficio. ¿Se han preguntado por qué los amigos de los depor-
tistas exitosos no son famosos como ellos? La respuesta es
simple, no dedicaron el tiempo suficiente a entrenar, en lugar
de ello se dedicaban a divertirse. Ahora ellos pagan las conse-
cuencias”.
- “¿Es malo dedicar tiempo al ocio?”, volvió a preguntar Tomás.
- “No, sólo que no debes quejarte después. Todo es una decisión
y debemos responsabilizarnos de ella. Si tú quieres divertirte, estás
en tu derecho, sólo que estarás en desventaja con aquellos que ya
están haciendo algo para ser exitosos, si decides descansar, en-
fréntate a las consecuencias de esa decisión. Aquellos que han de-
cidido triunfar saben que dedicarán poco tiempo a la familia, a
sus amigos y a divertirse, pero en el futuro tendrán tiempo de
sobra para ello. Un jugador de fútbol profesional trabajó muchos
años para disfrutar ahora, pero muchas personas no se dan cuenta
de esto”, nos explicó.
Tenía razón. Muchos suponían que el éxito llegaba por casualidad,
no que se tenía que hacer algo para conseguirlo.
29
LA SENDA DEL ÉXITO
Había escuchado a cientos de personas afirmar que las circuns-
tancias que los rodeaban eran las culpables de su mala fortuna,
pero seguían levantándose tarde, pasaban mucho tiempo en fies-
tas y reuniones sociales, renunciaban pronto a sus empleos y se
sentaban durante horas frente a un televisor.
- “Si deseas tener éxito debes cambiar tus hábitos”, mencionó el
profesor.
- “¿Entonces debo darme cuenta de los malos hábitos que tengo?”,
preguntó Tomás.
- “Por supuesto, es el primer paso”, dijo, “esto es muy difícil, ya
que la mayoría de personas no desea darse cuenta de sus errores.
Nos han enseñado que el fracaso es malo, por eso nadie quiere
ver sus errores, sólo los esconde, con esto sigue haciendo lo
mismo una y otra vez. Para tener éxito debes darte cuenta de lo
equivocado que estás y después hacer lo necesario para corregir
tu rumbo”.
Recordé entonces una conferencia que había escuchado en la es-
cuela, el ponente afirmaba que las personas que deciden dejar de
beber alcohol deben buscar amigos que sean abstemios, ya que
con las personas que consumen alcohol harán lo mismo. Me que-
daba claro que para lograr algo debemos cambiar nuestros hábi-
tos.
- “Si quieres modificar algo, debes cambiar tus hábitos, hasta que
se vuelva una disciplina, ambas están relacionadas”, dijo el profe-
sor, “es decir, debes buscar cómo lograr lo que te propongas, ese
cómo es el proceso, si algo no te funciona, cambia la forma en que
lo estás haciendo, entonces lograrás mucho más”.
Mientras analizaba sus palabras encontré una frase en su pizarrón
de corcho, era de Albert Einstein:
No hay signo más claro de locura que repetir lo mismo una y
otra vez esperando resultados distintos.
30
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
El profesor sonrió cuando se dio cuenta que estaba leyendo esa
cita, “Einstein tenía mucha razón en ello, ¿no lo crees?”
Asentí con la cabeza sonriendo. ¿Cuántas personas hacían lo
mismo una y otra vez esperando que todo cambiara? Estaban en
un error, si se daban cuenta del proceso todo sería más simple,
pues sabrían qué hábitos adquirir y qué cosas eliminar.
Aunque habían sido unos cuantos minutos de charla yo había
aprendido bastante. Le agradecí por su tiempo y salimos al pasillo
con nuevos bríos. No me cabe la menor duda de que aprender es
la mejor motivación que existe.
Definitivamenteel gran problema de las personas era la falta de
disciplina, que no tenían hábitos y carecían de metas. Conocía
muchas personas que habían dejado atrás sus sueños por no saber
cómo cumplirlos, ¡si hubiesen tenido disciplina, hábitos y metas
los habrían alcanzado!
Debía aprender más de la disciplina.
Cuando llegué a mi casa busqué en Internet algunos artículos
sobre la disciplina. Uno de ellos tenía una frase de ese autor que
ya me intrigaba, Napoleón Hill:
La autodisciplina comienza con el dominio de tus pensamien-
tos. Si no controlas lo que piensas, no puedes controlar lo que
haces. 
“Dominar los pensamientos”, pensé, ya había leído algunos artí-
culos que mencionaban que las palabras que escuchábamos po-
dían motivarnos o frenar nuestro avance, ahora todo iba
quedando claro.
No sólo las palabras de otros, sino las que nos dirigimos a nos-
otros, es decir, nuestro pensamientos. Si creemos que no podemos
lograr algo, lo más probable es que sea cierto, puesto que las pa-
labras que nos repetiremos serán “es difícil”, “no puedo hacerlo”,
31
LA SENDA DEL ÉXITO
“ahora no es el momento” y muchas más frases destructivas, por
eso es necesario que detengamos esas voces absurdas.
Pero, ¿qué pensamientos colocar en mi mente? Esa sería mi pró-
xima investigación.
32
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
DEBES ELEGIR QUÉ TIPO DE PENSAMIENTOS TENDRÁS
DURANTE EL DÍA
Mi búsqueda de pensamientos y palabras que podían serme útiles
para motivarme me llevó a conocer a un autor interesante: Carlos
Castaneda.
Él afirmaba haber estado con un chamán mexicano, Juan
Matus y con aquello que le enseñó esta figura mágica, escribió
varios libros. En ellos podemos darnos cuenta de la sabiduría
ancestral mexicana, que es compartida por la filosofía oriental.
Una frase de uno de sus libros me llamó especialmente la aten-
ción:
Descanso, refugio, miedo: todo ello no son más que palabras
creadoras de estados de ánimo que hemos aprendido a aceptar
sin tan siquiera cuestionarnos su valor. 
Castaneda afirmaba que las palabras creaban estados de ánimo y
yo lo creía también. Había visto videos donde a personas que car-
gaban ciertos objetos se les decían palabras relacionadas con la
debilidad y dejaban caerlo, pero a otros se les daban otras que sig-
nificaban fortaleza y soportaban aún más peso.
Esas palabras que denotaban fuerza permitían hacer cosas in -
creíbles. Recordé entonces que tenía muchos compañeros que se
decían incapaces de gustarle a la chica que les atraía, ¡y eso era
verdad! Por más esfuerzos que hicieran, ella ni los miraba, pero
aquellos que se sabían atractivos –aunque a todas luces no lo fue-
ran– ejercían un poder de atracción tal que pocas chicas los ig-
noraban.
33
Definitivamente las palabras eran creadoras de estados de ánimo.
La tristeza no llegaba porque si. Cuando me sentí mal aquel día,
fueron las palabras del profesor de matemáticas las que taladraban
mi mente, se repetían una y otra vez, ¡yo las repetía! Ese día pensé
muchas cosas, pero aquello que pensé –esas palabras- me habían
entristecido por algunas horas.
Todo estaba más claro.
Cualquiera de nosotros podemos elegir qué tipo de palabras re-
petir una y otra vez en nuestra mente. Si queremos estar tristes,
deberán ser de melancolía y rechazo, pero si deseamos la felicidad,
serán de alegría y motivación.
Los estados de ánimo no llegan solos, algo los dispara, entre esos
factores están las palabras, éstas que construyen o modifican los
pensamientos.
¡Las palabras pueden debilitarnos o hacernos más fuertes!
Vino a mí otro ejemplo: el de los caminantes de fuego. Estas per-
sonas que caminan descalzas en brasas ardientes repiten sin cesar
palabras relacionadas con fuerza y control corporal y pueden atra-
vesar el camino sin quemarse las plantas de los pies.
Las palabras pueden darnos poder o quitárnoslo, por eso debemos
elegirlas cuidadosamente y desechar aquellas que nos impidan
avanzar.
Era claro que también deberíamos evitar aquellas melodías que
sean tristes, llenas de rencor o que impliquen conformismo. Co-
nocí una mujer que siempre escuchaba una estación de radio que
se especializaba en canciones de ese tipo, ella siempre estaba triste,
en cambio otra que escuchaba música festiva nunca dejaba de
sonreír.
Si podemos elegir qué escuchar, ¿por qué optar por canciones o
palabras melancólicas? Eso era absurdo y no iba a permitírmelo,
34
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
cada vez que comenzara a escucharlas buscaría cómo dejar de ha-
cerlo, ¡ya no iba a permitir entristecerme por cosas banales!
Tampoco iba a permitir rodearme de personas pesimistas, es claro
que sus palabras taladran la mente del más fuerte, ¿para qué es-
cuchar las palabras necias? Es mejor rodearnos de personas opti-
mistas, aquellas que no ven obstáculos, sino retos. Ya lo decía el
estadista y primer ministro británico Winston Churchill: “un op-
timista ve la oportunidad en toda calamidad; un pesimista ve una
calamidad en toda oportunidad”.
Tenía claro que repetirme una y otra vez algo indicaría a mi mente
que era verdad y entonces sería muy difícil erradicar esa creencia,
por eso debía escoger con quien reunirme, para evitar tener pen-
samientos inadecuados.
Todo se iba volviendo más claro, debía escoger a mis amistades y
también hacerlo con mis pensamientos, ¡mi salud mental estaba
en juego!
Por eso mi madre me había repetido una y otra vez que tenía que
tener cuidado en la elección de mis amigos y pareja, aunque no la
comprendí en su momento, ella se refería a esto. Todas las perso-
nas tienen una historia personal, debido a su familia y amigos que
lo rodean, por eso han construido una personalidad, que a veces
no es la adecuada. Entonces debemos darnos cuenta de quienes
los rodean, porque ya los han influido.
Para tener éxito debemos elegir con quién nos reunimos y qué
pensamientos nos permitimos tener durante el día. Aquellas per-
sonas que no controlaban esto estaban destinadas al fracaso.
Recuerdo una película en que el protagonista se levantaba todos los
días e inmediatamente colocaba una película de motivación en su re-
productor, eso lo impulsaba durante el día para lograr más ventas.
Todos podemos hacer algo semejante. Primero debemos escoger
qué frases nos ayudarán durante el día, después debemos repetir-
35
LA SENDA DEL ÉXITO
las varias veces a lo largo de la jornada. También podríamos con-
seguir conferencias de motivación o audiolibros sobre el éxito
para escucharlos varias veces durante la semana.
Nosotros elegimos qué pensamientos nos acompañarán, por eso
es importante elegir qué escucharemos y con quién nos reunire-
mos.
La vida nos pone muchos obstáculos confiando que somos muy in-
teligentes para sortearlos.
36
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
DATE CUENTA DE TUS CARENCIAS PARA ENCONTRAR
CÓMO MEJORAR
Comencé a dar caminatas todas las tardes. Ellas me ayudaban a
despejar mi mente, me proveían de ideas y además fortalecían mis
músculos.
Solía cambiar constantemente mi camino, a veces recorría ciertas
avenidas, otras eran calles del centro de la ciudad. En una ocasión
encontré un cartel donde se invitaba a una charla por demás inte-
resante: “¿Cómo hice mi fortuna?”. La impartiría un empresario de
la localidad que había hecho mucho dinero durante su juventud.
Obviamente tenía que asistir a ella.
El día llegó y el ponente comenzó con una cita muy interesante:
En esta charla no te voy a dar una receta de cocina para que la
sigas al pie de la letra, eso sería absurdo, nunca lograrías darle
el mismo sabor que yo le confiero al platillo, te voy a invitar a
analizar esa receta de cocina, para que la mejores y elabores
una propia.
Explicaba que no existía una fórmula exacta para conseguir el
éxito o la riqueza, pero sí existían ciertos elementos que podíamos
emular para conseguir aquello que deseáramos. Eso me pareció
estupendo.
Muchas personas deseaban adquirir riquezas orando, comprando
billetes de lotería o esperando un mal llamado “golpe de suerte”,
pero nunca analizaban el proceso del éxito de los triunfadores. Si
37reflexionáramos sobre sus acciones descubriríamos cómo alcan-
zaron la victoria. No podríamos hacer lo mismo puesto que ellos
tienen ciertas características que son suyas, pero encontraríamos
ciertos elementos necesarios para el éxito, que incluso mejorarí-
amos, como hace un chef con una receta de cocina que perteneció
a su familia por generaciones.
El ponente nos invitó a dejar a un lado por un par de horas aquello
que creíamos como cierto, para que nuestra mente permitiera
analizar la información nueva que nos proporcionaría. Utilizó
otra cita para ello:
El verdadero aprendizaje es el que surge de la destrucción de
viejas creencias, es decir, para aprender debemos desaprender
lo que creemos como cierto.
Estaba totalmente de acuerdo, era como aquella parábola del bu-
dismo Zen de la taza vacía, que había leído en un libro de ense-
ñanzas orientales:
Un aprendiz muy destacado llegó frente a su nuevo maestro
Zen, quien estaba preparando su té.
El maestro le preguntó: “¿Qué sabes sobre la vida?”
El aprendiz comenzó a darle docenas de definiciones, posturas
filosóficas, nombrar libros y nombres de sabios que habían
hablado de ello. Mientras hacía esto, el maestro Zen había co-
menzado a llenar su taza con el líquido recién preparado. Lo
hacía como el aprendiz, sin parar y en poco tiempo ya la había
llenado por lo que se empezó a desbordar.
El aprendiz, viendo esto horrorizado, le preguntó: “¿Qué hace
si ya está llena su taza?
El maestro Zen contestó: “Tú eres como esta taza, ¿cómo
puedo colocar más té en mi taza si ya está llena? Primero vacía
lo que sabes y después regresa para aprender”.
38
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
Si suponíamos que todo estaba bien, nunca podríamos escuchar
los consejos de otros, obviamente esto nos llevaría al fracaso.
Siempre debemos cuestionarnos si aquello que hacemos no puede
ser mejorado, eso nos conducirá a la excelencia.
Estaba comprendiendo que las creencias y el diálogo con nosotros
mismos era determinante para el éxito, si suponíamos conocer todo,
no podríamos hacer nada pues no habría espacio para el aprendizaje.
El ponente siguió explicando que las personas fracasaban porque
se conformaban con lo que habían aprendido de otros, nunca in-
vestigaban por su cuenta. Para tener éxito se debía tener capacidad
para razonar, criticar y analizar nuestro entorno, además de ser
creativos y con iniciativa.
Él dijo que cuando era adolescente sus padres tenían un local co-
mercial y trabajaba con ellos. Pronto se dio cuenta que estar detrás
de un mostrador no era lo suyo, perdía mucho tiempo esperando
a los clientes y a veces el dinero no era suficiente, entonces se pre-
guntó si podría existir otro negocio donde él no tuviera que estar
presente para que funcionara. Aunque no encontró respuesta, se
propuso hacerlo.
Pronto se dio cuenta que debía aprender cómo ganar dinero de for-
mas diversas, no tener miedo a iniciar nuevos proyectos, ser crea-
tivo y encontrar nuevas fuentes de ingresos, eso lo llevaría al éxito.
En los años que siguieron leyó libros sobre ventas, atención al
cliente, trabajo en red, mercadotecnia, recursos humanos e inno-
vación. Esto le permitió comenzar a idear su primera empresa:
una distribuidora de productos naturistas.
Contactó a los fabricantes y les ofreció comercializar sus produc-
tos si le otorgaban un precio competitivo, rápidamente tenía de-
cenas de empresas que ampliaron su lista de productos. Él los
vendía a locales comerciales e incluso al público en general. Como
seguía cuestionándose sobre lo que hacía, se dio cuenta que si de-
seaba más dinero, debía elaborar sus propios productos. 
39
LA SENDA DEL ÉXITO
Comenzó a buscar fabricantes de envases para los distintos pro-
ductos y fábricas que los realizaran, explicó que ellas le maquila-
ban, es decir, le manufacturaban y él sólo colocaba su marca, esto
era una ventaja, ya que no tenía una empresa productora con los
gastos que implicaba (pago de trabajadores, pago de permisos,
etc.) si no sólo el producto que necesitaba. Él buscaba un envase
y una etiqueta adecuada, realizaba la publicidad y ganaba mucho
más dinero que cuando comenzó.
Para él, buscar alguien que lo haga por ti es la mejor forma de al-
canzar el éxito rápidamente. Obviamente también tenía vendedo-
res que colocaban el producto en los diferentes locales comerciales.
Constantemente mencionaba que el éxito comienza en la mente,
pero la gran mayoría de personas suponía que el trabajo duro era
a clave de éste. Él afirmaba que gracias a su preparación en ventas,
atención al cliente, trabajo en red, mercadotecnia, recursos hu-
manos e innovación y, por supuesto, dedicar mucho tiempo a
pensar, había logrado alcanzar sus metas.
A partir de darse cuenta de sus carencias, encontró qué hacer para
cubrirlas. Él descubrió que no le agradaba la ocupación de sus pa-
dres, por tanto debía encontrar otra forma de ganar dinero. En
ese andar se dio cuenta que debía aprender sobre ciertos tópicos
y así lo hizo, esa era su estrategia que todos podíamos seguir si
deseábamos tener éxito.
El ponente animaba a utilizar las nuevas tecnologías de la infor-
mación y comunicación, ya que afirmaba que toda persona debe-
ría estar a la vanguardia, eso la colocaría un paso delante de sus
posibles competidores.
También decía que si carecíamos de conocimientos en la tecno-
logía, contratáramos a alguien que la dominara, “nadie necesita
ser experto para tener éxito”, mencionó
40
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
SI ALGO NO TE FUNCIONA, HAZLO DE FORMA DIFERENTE
Había decidido que asistiría a cuanta conferencia se presentara en
mi ciudad. Estaba dispuesto a aprender cómo alcanzar mis metas
de manera rápida y precisa.
En otra de mis caminatas me enteré que en mi ciudad se presen-
taría un conferenciante. El tema parecía interesante, hablaría sobre
el éxito. Invité a Tomás para que me acompañara, pero él dijo que
había un partido de fútbol que deseaba ver, aunque yo conside-
raba que era mejor practicarlo ya que no encontraba sentido al-
guno a ver un deporte en la televisión, respeté su decisión.
Compré mi boleto y esperé que llegara el día indicado.
La conferencia fue estupenda. Odio a los conferenciantes que
piden a la audiencia que se levante de su asiento para gritar o
aplaudir. Yo voy a aprender, no a ejercitarme, pero muchos usan
esa técnica ya que el cuerpo se estimula con esas acciones, enton-
ces todos salen diciendo “fue espectacular”, “ahora puedo lograr
lo que me proponga” y más sandeces, pero no se dan cuenta que
sólo fue una motivación superficial que pronto olvidarán.
Entre los temas que desarrolló estaba la adquisición de hábitos
para alcanzar el éxito. Es absurdo que queramos algo y no tenga-
mos ciertas costumbres que nos acercarán a él, ¡por eso no logra-
mos mucho!
Después de la conferencia, me acerqué hacia donde estaba el ex-
positor. Aunque eran decenas de personas que deseaban platicar
con él, aguardé pacientemente mi turno. Su asistente se acercó y
41
me dijo que probablemente no me podría atender, ya que tenía
otro compromiso en unos minutos, sólo sonreí y le dije que espe-
raría hasta hablar con él, se dio la vuelta con una sonrisa de burla
en sus labios.
El asistente se acercó a él, se dirigió a todos los presentes y les anun-
ció que debían retirarse a otro lugar, por ello ya no sería posible
que los siguiera atendiendo, les recordó su correo electrónico y les
solicitó que le escribieran todos sus comentarios y preguntas.
Antes de abordar su camioneta, me acerqué al conferenciante, le
dije que estaba decidido a tener éxito y quería conocer sus secre-
tos, el me miró fijamente y me preguntó: ¿de verdad quieres eso?
Viéndolo a los ojos contesté sin dudar “Sí”. Sin despegar su mirada
me dijo: “Tengo que ir a cenar con un editor ya que ahí firmare-
mos el contrato de mi último libro, ¿quieres acompañarnos?”, sin
pensarlo le dije que estaría encantado de hacerlo.
Durante el trayecto fuimos charlando sobre su vida, la mía y el
por qué utilizaba una libreta de notas, entonces él me pidió que
escribieraen ella lo que me diría, era algo importante y me serviría
para lograr mi cometido. Preparé mi bolígrafo y esperé sus indi-
caciones, de manera clara, me dijo lo siguiente:
Tu cerebro se ejercita con cada nuevo descubrimiento, o mejor
dicho, un nuevo camino neuronal se construye cuando apren-
des algo nuevo. Si tienes múltiples caminos neuronales tendrás
más oportunidades de ser feliz, saludable y exitoso. Las per-
sonas creativas, tienen millones de caminos neuronales y si-
guen construyendo más y más a diario. Sólo visualiza esto: si
una idea nueva genera una conexión neuronal, ¿cuántas co-
nexiones neuronales se crean a partir de mil ideas nuevas?
Si algo no te funciona, hazlo de otra forma. Ese aprendizaje
nadie te lo va a dar, es oro molido en tus manos, ya que le en-
señaste a tu cerebro de qué forma no debe hacer las cosas.
Tomás Alva Edison dio una respuesta que ha sido recordada
durante años cuando lo cuestionaron sobre los “fracasos” que
42
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
tuvo cuando inventó la bombilla eléctrica: “no sé qué entien-
des por fracaso, pero de algo si estoy seguro, y es que en todo
este tiempo aprendí que antes de pensar en dos mil fracasos
he descubierto más de dos mil maneras de no hacer este fila-
mento”. Esto no es optimismo, es cambiar tus esquemas men-
tales para obtener lo que desees en el momento que quieras.
Después de anotar esto, el silencio hizo su aparición dentro del
vehículo, nadie hablaba, todos reflexionábamos sobre lo que había
dicho. Él miraba a través del cristal las calles de la ciudad, son-
riendo. “Cambiar mis esquemas mentales para obtener lo que
deseo”, esa frase se repetía cientos de veces en mi mente, era cierto,
todo dependía de la forma de ver al mundo, otros me lo habían
dicho y ahora lo comprobaba.
- “Muchos suponen que deben seguir haciendo lo mismo una y
otra vez aunque no les resulte, esa práctica sólo los conducirá al
fracaso”, dijo interrumpiendo mis pensamientos.
Entonces recordé la frase en la pizarra de corcho de mi profesor
Jaime.
- “Como dijo Albert Einstein: ‘No hay signo más claro de locura
que repetir lo mismo una y otra vez esperando resultados distin-
tos’. Por eso debemos hacer cosas diferentes hasta conseguir lo que
nos proponemos”, señalé.
- “Así es, siguiendo las enseñanzas de Einstein, muchos confunden
la perseverancia con la locura, porque se olvidan de ver las cosas
en diferente ángulo. Si deseas armar un rompecabezas en poco
tiempo, debes de ver la figura completa, antes de intentar unir sus
partes”, explicó, “un proverbio ruso dice ´ Hay quienes pasan por
el bosque y sólo ven leña para el fuego´, esto refleja lo que men-
ciono, pocos dan un paso atrás para darse cuenta de todas las po-
sibilidades que tienen enfrente”.
- “Por eso muchos abandonan su meta justo antes de llegar a ella”,
dije.
43
LA SENDA DEL ÉXITO
- “Desafortunadamente es así, debes ser tenaz, pero no sólo ver
tu objetivo, sino ver todo el panorama, es decir, ver el bosque antes
que sólo un árbol para leña”, aseveró.
- “¿Si algo no funciona, debemos dar un paso atrás para darnos
cuenta del por qué?”, pregunté.
- “Por supuesto, si algo no funciona inténtalo de otra forma, es lo
que hacía Einstein, incluso dejaba inconclusos muchos artículos
y proyectos, para retomarlos más adelante, cuando tenía más ele-
mentos para avanzar”, dijo.
Tenía razón. Si algo no nos funcionaba, deberíamos dar un paso
atrás para ver nuestros errores y corregirlos, entre más distancia
tengamos del bosque más árboles veremos y, por supuesto, más
usos, no sólo uno.
Él sostenía que esa práctica construía más caminos neuronales,
necesarios para pensar de forma diferente y así tener pleno control
de nuestros recursos.
Seguía aprendiendo mucho sobre el éxito y recién comenzaba en
mi andar.
44
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
LUCE Y ACTÚA COMO UN GANADOR
Conforme los días pasaban, aprovechaba cada oportunidad para
aprender algo nuevo. Mi carácter, mi voluntad, conocimientos y
personalidad tenían que fortalecerse si pretendía lograr, en el
menor tiempo posible, buenos resultados en lo que hiciera.
Eso lo comprendía perfectamente, pero tenía que cambiar algu-
nas costumbres y pensamientos que se me habían inculcado
desde pequeño. Tenía que deshacerme de patrones de pensa-
miento que no me permitían visualizar claramente mi camino
trazado. 
Apelé por seguir algunas sugerencias y recomendaciones que me
habían ofrecido libros y personas, al fin y al cabo nada perdía.
En la escuela se celebraba un ciclo de conferencias, una en espacial
llamó mi atención: Piensa y te harás rico. La impartía una mujer
llamada Martha. No dudé en asistir.
Logré rescatar varios conceptos de ella que me parecieron muy
reveladores. Entre ellos, que somos los creadores de nuestro
mundo y que todo lo que llega a nuestra vida lo estamos atrayendo
mediante nuestros deseos y las imágenes que mantenemos en
nuestra mente.
También afirmaba que podíamos crear las causas para generar los
efectos que precipitaran las riquezas que deseáramos. Y que si
centrábamos nuestra atención en lo que anhelábamos, crearíamos
una causa que sería como un potente imán para llevar hacia noso -
tros, como efecto, el producto de lo que deseábamos. 
45
Citó varios libros que anoté inmediatamente, lo que aquella mujer
estaba diciendo tenía gran importancia para mí y no quería des-
aprovechar la oportunidad.
Al final, todos quedamos fascinados. Ella, como seguramente es-
taba acostumbrada, se llevó los aplausos y la aceptación.
Esperé un poco para entrevistarme con ella, ¡debía conocer más
sobre el éxito! 
Frente a ella sin trabas le pregunté lo que me inquietaba: “¿Cuál
es tu secreto del éxito?”
- “Son muchos, ser disciplinada, aprender de los grandes y emu-
larlos”, dijo sonriente.
- “¿Cómo puedes imitarlos sin perder tu personalidad?”, pregunté
interesado.
- “Buena pregunta”, dijo conservando su sonrisa, “¿Qué hace un
niño cuando comienza a hablar? Si has observado, repite las pa-
labras que escucha, pero pronto comienza a añadirlas en su re-
pertorio, también lo hace cuando aprende a andar en bicicleta y
cuando se viste como sus padres, él copia ciertas conductas que
le servirán para conseguir el éxito, pero después las hace suyas”.
- “Es decir, si quiero tener éxito, ¿debo actuar como alguien exi-
toso hasta que haga mías esas conductas?”, seguí cuestionando.
- “Algo así, supongamos que desearas hacer deducciones como
Einstein, si observas algunos videos de él, verás que no le preo-
cupaba lo que pensaran, él era natural al hablar, al andar e incluso
al pensar, eso eliminaba los obstáculos mentales que pudieran sur-
girle, si hiciéramos lo mismo, tendríamos un pensamiento más
claro, semejante al de él, pero nuestro”, dijo.
Todo iba aclarándose, había observado muchas entrevistas a per-
sonas con éxito, en ellas se veían muchas conductas similares: su
46
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
modo de andar era preciso, hablaban sin importarles si se equi-
vocaban y en su estilo de vestir se reflejaba la comodidad. En cam-
bio aquellos individuos inseguros que conocía hacían lo contrario.
- “¿Hay posturas corporales que nos acerquen al éxito?”, pregunté.
- “Por supuesto”, dijo, “si levantas el mentón y los hombros, pronto
experimentarás una gran seguridad en ti mismo, pero si haces lo
contrario, experimentarás melancolía”.
Me explicó que Charles Darwin había realizado investigaciones
sobre las emociones y la conducta animal, éstas demostraban que
ciertas posturas denotaban estados de ánimo en ellos, en el hu-
mano sucedía algo similar, si adoptábamos una postura de enojo,
nuestro cuerpo enviaría señales al cerebro para que nos enojáse-
mos, si adquiríamos una de felicidad, también sucedería esa co-
municación cuerpo-mente.
- “Esto es algo que pocos saben”, agregó, “es sumamente impor-
tante que lo tomes en cuenta si deseas tener éxito, nuestro cerebro
imita fácilmente, incluso las posturas de los demás, por eso
cuando una persona ve una película donde los protagonistas de-
noten tristeza, ella sale melancólicadel cine, si se reúne con per-
sonas melancólicas, sucederá lo mismo”.
- “¡Esto ya lo había escuchado antes!”, dije entusiasmado, “si esta-
mos con personas pesimistas, nos comportaremos igual”.
-“¡Exacto!”, afirmó, “una de las funciones de nuestro cerebro es
imitar, por eso debemos tener cuidado cuando elegimos a las per-
sonas que estarán a nuestro alrededor, además de elegir cuidado-
samente los programas que vemos en la televisión, hay estudios
que demuestran que la agresión en los medios de comunicación
es imitada por las personas que la ven y escuchan, por eso tene-
mos que tener mucho cuidado”.
Ella me explicó que por eso cuando éramos niños imitábamos la
forma de ser de algunos personajes en la televisión, nuestros jue-
47
LA SENDA DEL ÉXITO
gos giraban alrededor de ser tal o cual personaje ficticio, ¡por eso
todos deseábamos ser un superhéroe!
También cuando llegaba la adolescencia sucedía algo semejante,
imitábamos la forma de hablar y actuar de nuestros ídolos, con
ello estábamos forjando nuestra personalidad, es decir, jugábamos
a ser alguno de ellos para decidir de qué posturas apropiarnos.
Por eso era tan importante elegir a nuestros modelos. Ella opinaba
que desafortunadamente imitaríamos a los que estuvieran a nues-
tro alrededor, aunque no fueran adecuados para ayudarnos a al-
canzar el éxito.
Me iba con muchas ideas. Si deseaba tener éxito, debía actuar
como alguien exitoso, además tenía que escuchar más conferen-
cias relacionadas con el tema, ver videos y leer sobre esa temática.
Internet era una gran fuente de recursos, había muchos videos
sobre entrevistas y conferencias de personas exitosas, ¡sólo tenía
que elegir aquellas que valieran la pena! No por nada el escritor y
filósofo italiano Umberto Eco dijo en una entrevista: “Internet es
una gran biblioteca, pero desorganizada”.
48
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
Nuestro cerebro se adapta a cualquier desafío que nos impongamos.
49
LA SENDA DEL ÉXITO
HAZ QUE OTROS TRABAJEN PARA TI
Recordé que tenía un tío que era médico, pero no ejercía esa pro-
fesión a pesar que muchas personas afirmaban que era excelente.
Daniel, nombre bíblico que había heredado de un amigo de su
padre, tenía la fama de ser un extraordinario comerciante, vendía
y compraba productos en diversos lugares con gran éxito.
Lo que debía hacer estaba claro, tenía que entrevistarme con mi
tío Daniel, él sabía algo que yo necesitaba conocer cuanto antes.
Acudí a su negocio. Como siempre, él no se encontraba ahí, sólo
estaban su esposa e hijas. Después de intercambiar las frases acos-
tumbradas para esos casos (¿cómo estás?, ¿tus padres están bien?,
etc.), les pregunté sobre mi tío, y cómo podría hablar con él. Mi
tía sonrío y me dijo que estaba de viaje y no regresaría antes de
tres días. Prometí volver el día de su regreso.
Esos días fueron angustiantes, deseaba conocer el secreto para
alcanzar el éxito de voz de Daniel, pero, ¿querría dármelo?
Nunca lo visitaba, tampoco había conversado alguna vez con
él, ¿por qué me lo daría? Dejé que el tiempo pasara, acallando
constantemente esas voces que me apesadumbraban y que me
decían “no te dirá nada”. Incluso pensé que se reiría de mí. Los
amigos de mi edad estaban preocupados por salir con chicas,
conocer los nuevos bares y tener el teléfono celular de moda,
yo estaba buscando el camino del éxito, algo que pocos inda-
gaban.
El día llegó, después de tomar mis clases por la mañana, fui a
verlo. Él estaba en su negocio, junto con su esposa. Me sonrío
51
cuando me vio entrar, esperó a que fuera hasta el mostrador sos-
teniendo esa sonrisa afable.
- “¿Me buscabas?” preguntó. Sólo atiné a mover mi cabeza afir-
mándolo, “¿qué deseas?” Volvió a inquirir.
- “Tengo varias preguntas que hacerte, respecto a la vida, la forma
de tener éxito y cómo ganar dinero” respondí un tanto temeroso
de que me escuchara su familia, pensando que se burlarían de mis
cuestionamientos.
- “Supongo que deseas conocer eso para cumplir con una tarea
escolar”, dijo.
-“Te equivocas Daniel, deseo conocer cómo lograste tener éxito,
quiero tener éxito al igual que tu lo tienes”, dije con total seguridad.
Él se quedó pensativo y su sonrisa desapareció un momento. Esos
segundos que transcurrieron me parecieron interminables, pensé
muchas cosas, tal vez se daría la vuelta y me dejaría ahí, se reiría
de mi búsqueda o me diría que no tenía tiempo.
Su esposa me miraba de reojo, como si tratara de escuchar nuestra
conversación. Una de sus hijas, me miraba fijamente, eso me
ponía nervioso, yo era un extraño que nunca los visitaba, sólo los
saludaba por la calle o en fiestas familiares.
Daniel me dijo que lo siguiera.
Pasé por atrás de un mostrador, mientras mi tía y prima nos veían con
extrañeza. Caminamos entre cajas de productos por un pasillo im-
provisado. Llegamos a un patio descuidado, muchas de las plantas que
estaban ahí se habían marchitado, aunque se notaba cierto descuido,
todo era agradable. Daniel se detuvo frente a una fuente de piedra que
carecía de agua y se volteó a verme con un gesto de asombro.
- “No esperaba esto”, balbuceó Daniel y continúo diciendo: “ni mis
hijas me han preguntado sobre mi éxito, te soy sincero, supuse
que nadie lo haría”.
52
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
- Sólo atiné a decir: “Siempre hay alguien diferente”.
- “Sobrino, acompáñame a la sala de mi casa”.
Su casa estaba atrás del negocio. Pronto estábamos sentados en
una sala sencilla, con pocos elementos decorativos y un juego de
sillones viejos.
Un perro pequeño llegó a hacernos compañía, Daniel lo acarició
mientras me decía “este perro me lo regaló un gran amigo, él lo
rescató de la calle, unos niños lo apedreaban, pero aquí forma
parte de la familia”. El perro movía la cola rápidamente e intentaba
lamerle la mano. “Podemos aprender mucho de todos los seres
vivos, él me ha enseñado que el tamaño no importa, siempre que
estés seguro de lo que eres” dijo Daniel mientras seguía acaricián-
dolo.
Daniel dejó de acariciarlo, entonces me preguntó: “¿qué quieres
saber?”.
- “He escuchado mucho de ti”, le dije sonriendo, “en la familia
dicen que eres una persona muy inteligente…”
- “¿Por no dedicarme a consultar a pacientes?”, dijo mientras una
pícara sonrisa se dibujaba en su rostro.
Yo no sabía que contestar, intentaba decir algo pero las palabras
no salían de mi boca.
- “No te preocupes, estoy acostumbrado a que me cuestionen
sobre ello, incluso mi esposa lo ha hecho, ¿quieres saber por qué
no consulto ahora?”.
- “Bueno, esa no es la razón de que esté aquí…”
Daniel interrumpió mi sentencia para decirme: “comenzaré ex-
plicándote el por qué de mi decisión, eso forma parte de mi
éxito”.
53
LA SENDA DEL ÉXITO
Mi tío se acomodó en su sofá.
- “¿Sabes cuántos pacientes atendía al día?” Me preguntó.
- “Lo desconozco”, dije.
- “Alrededor de diez, a cada uno le cobraba una suma considera-
ble, pero no me alcanzaba para adquirir lo que deseaba, además
debía esperar que llegaran pacientes a mi consultorio, yo soy muy
desesperado para hacerlo, no nací para estar sentado detrás de un
escritorio esperando, entonces decidí dejar de pasar consulta para
dedicar mi tiempo a ganar dinero en serio”.
- “Pero era un trabajo”, dije sin comprender lo que me decía.
- “Hay diferentes formas de trabajar y cada una de ellas nos hacen
ganar o perder dinero”, dijo, “muchos suponen que mientras se
gane dinero no importa si estamos a gusto o no, pero yo creo que
si hacemos algo que nos agrada y además ganamos dinero somos
doblemente felices”.
- “Sí, eso he escuchado”, dije.
- “Y es cierto, yo soy muy activo, odio estar sentado esperando,
prefiero hacer algo”, afirmó, “si hubiera conocido esa característica
antes de estudiar medicina, me hubiera decidido por otra profe-
sión, ¿sabes por qué elegí medicina?“
Moví la cabeza de un lado a otro sin saber qué responder.
- “Alguien me dijo que podía ganar mucho dinero en ella, no se
equivocó, pero como te decía, hay diferentes formas de ganarlo”.
Daniel me explicó que los médicos, al igual que otrosprofesiona-
les dedicados al servicio, no tenían jefes, trabajaban para ellos,
pero el problema es que si un día decidían no abrir su consultorio,
el dinero no llegaba, si querían salir por una semana, el dinero no
llegaba por esa semana.
54
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
- “Esa forma de ganar dinero no me gusta”, dijo mientras se le-
vantaba del sillón.
- “¿Qué forma de trabajo te gusta?”, cuestioné.
- “La dirección de una empresa”, dijo sonriendo.
Entonces me señaló que un dueño de empresa dirige a varias per-
sonas, como un general a un ejército, su trabajo consiste en pla-
near y decidir cómo ejecutar, “si tienes a diez médicos trabajando
para ti, te darán diez veces más ingresos que si trabajas solo”, dijo
ufano.
Reflexioné sobre esas palabras. Era cierto, muchas personas tenían
a otros trabajando para ellos, por lo que su esfuerzo era menor, te-
nían más tiempo para su familia y parecían gozar más de su trabajo.
- “Supongamos que quieres poner un bar. Para su éxito deberás
buscar camareros, un disc jockey, un barman, alguien que cuide
la puerta, etcétera, a ellos les pagarás un sueldo por su trabajo, pero
tú tendrás una mayor ganancia, eso es ser empresario, es decir,
serás dueño de tu propia empresa y tendrás a otros trabajando para
ti”, dijo, “por eso dejé de trabajar para mí mismo y decidí tener a
otras personas trabajando para mí en múltiples negocios”.
Él se veía muy entusiasmado con la idea de ser empresario.
- “Pero hay otra forma de ganar dinero, con menos esfuerzo y con
menos complicaciones: invertir dinero para que haga más dinero”,
afirmó.
- “¿Cómo es eso?”, pregunté.
Daniel me relató sobre un compañero de universidad que tenía
un edificio con consultorios. Él se les ofrecía a médicos especia-
listas sin cobrarles renta, a cambio les solicitaba un porcentaje de
lo que ellos cobraban, “lo interesante”, dijo, “es que los especialistas
lo ven como una gran oferta, pero en realidad los tiene trabajando
55
LA SENDA DEL ÉXITO
para él, ellos buscan los pacientes, él recibe dinero sin consultar”.
Para Daniel, esa era una mejor forma de ganar dinero.
Platicamos sobre la razón de hacerle esas preguntas, la importan-
cia que tenía el éxito en mi vida y qué estaba dispuesto a hacer
para llegar a mi meta. Debieron haber pasado unos cincuenta mi-
nutos, cuando Daniel me dijo algo que me obligó a reflexionar
aún más: “he ganado mucho dinero siendo un voraz devorador
de información”. 
Todo lo que investigaba, lo escribía en una libreta, que a nadie
mostraba, era más que un diario, un libro con información valiosa,
que en algún momento le servía para algo. Él, cuando necesitaba
una idea o una manera diferente para adquirir dinero, abría la li-
breta y encontraba muchas respuestas a sus cuestionamientos.
“Te propongo que hagas lo mismo”, me dijo con una sonrisa, “ese
es el primer paso para lograr lo que desees”.
Mi rostro delineó un esbozo de sonrisa, realmente no sabía qué
hacer, estaba frente a un ser exitoso y no lo estaba aprovechando.
Daniel movió la cabeza de lado a lado mientras me dirigía las úl-
timas palabras de aquella conversación: “no necesitas comprender
todo en unos pocos minutos, si realmente deseas triunfar no ten-
drás sólo un maestro, deberás buscar varios”.
Me invitó a caminar hacia la puerta, yo no atiné a decir nada. Mis
pasos me llevaron frente a ella. Aunque hubiese preferido decir
muchas palabras, sólo atiné a decir “gracias”.
Salí de ahí como si me hubieran golpeado muy fuerte, definitiva-
mente sus palabras habían causado en mí una gran revolución
mental.
“Deberé buscar varios maestros”, repetí para mis adentros.
56
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
DONDE QUIERA QUE VAYAS HAY UNA MINA DE ORO
Mi búsqueda me condujo hacia muchas personas que me dieron
centenares de nuevas ideas.
Todos los días descubría algo nuevo, eso me llenaba de energía,
ahora sabía que aprender y tener nuevos retos son las mejores op-
ciones para dejar a un lado la tristeza.
En ese andar de nuevos descubrimientos, supe de una excelente
persona que se convertiría en mi mentor.
Héctor era un reconocido comerciante de la ciudad, centenares
de personas afirmaban que tenía mucha suerte, otros decían que
se aprovechaba de los más débiles.
Aunque había escuchado bastante de él, no lo conocía personal-
mente. Decidí hablar con Héctor para preguntarle sobre el secreto
de su éxito.
Acudí a uno de sus almacenes de ropa, para preguntar cómo en-
contrarlo.
Me recibió una señorita muy amable que indicó llamarse Norma,
quien me preguntó para qué lo buscaba.
- “Quisiera preguntarle algunas cosas que me intrigan”, respondí
con una sonrisa.
- “Dudo que te pueda atender, es una persona muy ocupada”, dijo
Norma.
57
Aunque le dije que no le quitaría mucho tiempo, se negó a de-
cirme cómo contactarlo, puesto que él los reprendía si le envia-
ban personas a su oficina. Como insistí en saber cómo
comunicarme con Héctor, ella accedió a darme un teléfono de
otro trabajador, quien se encargaba de contratar a los empleados
de sus negocios, me dijo que probablemente podría conseguirme
una entrevista.
Le agradecí el gesto y me retiré.
Cuando llegué a mi casa marqué de inmediato el teléfono propor-
cionado, me contestó Pedro, el encargado de recursos humanos.
Le expliqué que tenía una tarea en la escuela, debía entrevistar a
una persona de éxito y había elegido a Héctor, sabía que estaba
ocupado pero no le quitaría mucho tiempo, sólo serían algunas
preguntas ya estructuradas.
Debí ser muy insistente ya que a regañadientes me proporcionó
una dirección, me dijo que era su oficina y que pocos sabían
dónde se encontraba, por tanto debía tener mucho cuidado de no
revelar esa dirección.
Le agradecí por el dato y él me dijo: “procura no hacerle perder
su tiempo”.
De inmediato fui a la dirección que me había confiado, era una
construcción que parecía ser una casa, aunque extrañado, toqué
el timbre. Una mujer mayor salió a abrir. Sin perder una sonrisa
amable, preguntó que deseaba.
- “Deseo entrevistar al señor Héctor, me han dicho que es una per-
sona sumamente ocupada pero realmente deseo hacerlo”, dije se-
guro de mi mismo.
- “Tienes actitud, pero Héctor no tiene tiempo, deberás esperar a
que te asigne una hora y día para conversar un par de minutos
con él”, dijo.
58
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
Supongo que ella esperaba que me fuera resignado, pero insistí
con una sonrisa.
Volteó hacia su izquierda, se quedó pensativa, en silencio por al-
gunos segundos. Su rostro era apacible, sin algún gesto. 
- “Pasa”, dijo abriendo totalmente la puerta, “veré que te atienda
ahora”.
Dentro de mí grité con júbilo, había logrado pasar a los guardianes
de Héctor, ahora sería más sencillo hablar con él, aunque fueran
unos minutos.
Esperé unos diez minutos. En la sala de estar había montañas de li-
bros apilados, papeles engrapados y sobres conteniendo hojas, aun-
que estaba desordenado, existía cierta administración en el lugar.
Estaba acostumbrado a esa “decoración”, la mayoría de personas
exitosas que conocía eran así, al parecer no les importaba la esté-
tica del lugar, definitivamente un decorador de interiores no ten-
dría empleo con ellos.
Ensimismado en mis pensamientos no me di cuenta de que un
hombre maduro estaba parado frente a mí, vestía pantalón de
mezclilla y una camiseta.
- “¿Señor Héctor?”, pregunté.
- “Sólo llámame Héctor”, dijo sonriendo.
Se sentó a un lado de mí mientras me preguntaba a qué había acu-
dido.
- “Sé que tu tiempo es muy valioso, por eso voy a ir al grano”, le
dije, “¿qué secreto tienes para el éxito?”.
Héctor se inclinó hacia atrás mientras se sonreía, “nunca había
escuchado esa pregunta de un joven”, afirmó.
59
LA SENDA DEL ÉXITO
Le relaté rápidamente sobre la obsesión que tenía, él me escu-
chó pacientemente aunque miraba a su alrededor muchas veces,
como si le llegaran de repente decenas de ideas y pensamien-
tos.
Me interrumpió diciendo: “Parte de mi éxito ha sido observar de-
tenidamente, así me he dado cuenta de lo que otros pasan por
alto”.
Siguióexplicándome que la mayoría de personas buscaba tra-
bajo, pero pocos buscaban ganar dinero, eso era un error graví-
simo ya que se debía ganar dinero y nunca trabajar para ganar
dinero.
- “¿Cuántas horas trabaja un profesor en tu escuela?”, preguntó.
Como nunca me había puesto a analizar esto no pude contestar.
- “Trabaja alrededor de 35 horas a la semana, es decir, 8 horas dia-
rias. Él tiene que comer, dormir y convivir con su familia, por
tanto no tendrá tiempo para ganar dinero, sólo para trabajar”, dijo.
- “Pero mientras trabaja gana dinero”, aseveré extrañado.
- “Así es, pero es insuficiente. ¿Te has dado cuenta que hay perso-
nas que ganan mucho más dinero que ellos dedicando menos
tiempo? Ellas han observado cosas que tus profesores no, por eso
lo han logrado”.
Me explicó que los profesores no tenían tiempo de observar, ya
que tenían tareas que cumplir, estaban tan ensimismados en su
trabajo que olvidaban lo esencial: observar todo a su alrededor.
- “Observar nos proporciona una gran ventaja, descubrimos ver-
daderas minas de oro si le dedicamos tiempo a esa actividad”,
mencionó Héctor, “Henry Ford se dio cuenta que las personas de
clase media deseaban un auto y no lo podían comprar y Michael
Dell, el dueño de Dell Computer, comenzó a armar computadoras
60
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
según las necesidades de los compradores, si ellos no hubieran
observado, no serían millonarios. Una persona que supone que
el trabajo le dará dinero, dedicará todo su tiempo a trabajar, por
eso nunca tendrá tiempo para observar”.
Era totalmente cierto, los emprendedores que había conocido te-
nían esa característica: observaban todo sin perder detalle.
Héctor me comentó que la innovación era resultado de la obser-
vación. El creía que no habían inventos, sólo innovaciones, es
decir, mejoras a un producto ya existente, pero para lograrlo, se
debía observar.
- “Thomas Alva Edison tenía esa cualidad, siempre observaba con
detenimiento su alrededor, desde que comenzó a vender periódi-
cos en el tren cuando era niño, se dio cuenta que siendo vendedor
no ganaría mucho dinero, ¡debía ser el editor! Y así lo hizo. Para
perfeccionar sus innovaciones contrató a más personas que lo hi-
cieran por él, ¡tuvo decenas de inventores mejorando sus patentes!
Edison observaba y descubría muchas minas de oro, que explo-
taba sabiamente”, me explicó.
Héctor tenía razón, millones de personas no tenían tiempo de ob-
servar, por eso eran pobres, pocos dedicaban tiempo a esa activi-
dad y por ello tenían fortuna.
Él me dijo que parte fundamental de observar era investigar, “si
ya te diste cuenta de algo, ahora investiga todo sobre eso, vuélvete
un obsesivo con la información”, aseveró.
Para él los datos eran sumamente importantes, ya que nos pro-
porcionaban información, la que se convertía en conocimiento.
“Por ejemplo, si sabes cuántas personas viven en una comunidad,
ahora debes saber quiénes tienen poder adquisitivo, de ellos cuán-
tos son hombres y cuántas son mujeres, si vendes bolsos para
mujer te serán útiles esos datos, ya que los transformarás en in-
formación y posteriormente en conocimiento, y éste último es
poder”, aseguró sonriente.
61
LA SENDA DEL ÉXITO
Obtuve muchas ideas de esa conversación: debía observar y ad-
quirir todos los datos que pudiera, posteriormente transformarlos
en información y ya tendría el conocimiento, lo que me ayudaría
a encontrar nichos de mercado para mis productos o servicios.
Héctor se levantó y supe que la enseñanza había concluido. Le
agradecí y le pregunté si podía darme algún nombre de alguna
persona igualmente exitosa, para entrevistarlo también. Son-
riendo con una pícara sonrisa, me dio un nombre: Soichiro
Honda. “Aunque no podrás platicar con él, mejor búscalo en In-
ternet”, dijo.
62
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
SÉ AUTODIDACTA, AMBICIOSO Y SIEMPRE BUSCA GANAR
Cuando empecé a fabricar motos, los profetas de los malos
augurios, a veces mis mejores amigos, venían a desalentarme.
‘Mejor sería que compraras un taller mecánico. Harías mucho
dinero. Hay muchos vehículos que reparar en este país’. Yo no
los escuché y, pese a sus opiniones pesimistas, el 24 de sep-
tiembre de 1948 creé la compañía Honda Motor, que hoy bri-
lla en todo el mundo. Soichiro Honda.
¡Ya sabía por qué Héctor me había indicado que debía investigar
sobre ese gran personaje! Honda era un ejemplo a seguir, tenía
una meta, nunca se conformó y fue autodidacta, ¡todas las carac-
terísticas de un millonario!
Honda nació en 1906 en un pequeño pueblo de la provincia de
Shizuoka, Japón, su padre se rebeló a ser agricultor como la
mayoría de personas en ese lugar, característica que le heredó
a él. 
Desde niño le interesó la mecánica, constantemente le pedía a su
abuelo que lo llevara a ver una máquina que descascaraba arroz
en una granja vecina, él recuerda que “amaba el olor del combus-
tible, que apestaba, el ruido que hacía, las nubes de humo que lan-
zaba, y me pasaba horas agachado observando la máquina
mientras mi abuelo me apresuraba a volver a casa”.
A Soichiro le fascinaba observar, por eso Héctor sabía sobre él,
¡eran idénticos! Ahora comprendía la importancia de hacerlo: si
estamos pendientes de los detalles, encontraremos verdaderas
minas de oro esperando ser trabajadas.
63
Observar e investigar fueron los pilares de su éxito. Viajó varias
veces a otros países para darse cuenta cómo funcionaban los mo-
tores de distintos fabricantes, para mejorarlos. Henry Ford hacía
algo semejante con los autos, cuenta una anécdota que mientras
observaba una carrera de autos, un competidor francés tuvo un
percance y se estrelló contra la valla quedando completamente
destruido, la gran mayoría de asistentes se quedaron inmóviles,
pero Ford bajó hasta la pista para tocar todas las partes del vehí-
culo, ahí se dio cuenta que poseía una carrocería liviana y resis-
tente, entonces pensó “esto es justo lo que me hace falta”.
Literalmente corrió a su fábrica con una parte del auto, para que
sus ingenieros le indicaran de qué consistía esa aleación, pero
nadie lo supo. Siguió preguntando a más expertos hasta que al-
guien le dijo que era de un metal de origen francés al que se le
agregaba vanadio, como ninguna fundición en Estados Unidos
podía hacer placas con esta combinación, viajó a Inglaterra donde
encontró una fábrica que le proveyó de ese material, con lo que
sus autos se hicieron más livianos y resistentes, ¡gracias a eso su-
peró a sus competidores rápidamente!
Si Ford y Honda no hubieran observado, no tendrían millones de
dólares, definitivamente prestar atención era un ingrediente ne-
cesario para el éxito.
Conforme voy aprendiendo del éxito me doy cuenta que son mu-
chos factores los que permiten a las personas alcanzarlo, la obser-
vación no serviría de nada si no se acompaña con la ambición,
por eso, si deseo más, mi mente buscará cómo lograrlo, pero si
me conformo, ya no trabajará más, pues supone que todo está ya
escrito.
Esos factores podemos aprenderlos de otros, tal como hizo
Honda, quien relataba que de niño le confesó a su padre la admi-
ración por Napoleón Bonaparte, personaje que sería su motiva-
ción, tal como él dijo:
Supe que Napoleón era de orígenes modestos, que quizás su
familia vivía de manera muy pobre. Por tanto no era necesario
64
JUAN ANTONIO GUERRERO CAÑONGO
nacer noble o rico para triunfar en la vida. Había otras cuali-
dades que daban derecho al éxito. El coraje, la perseverancia,
el gusto soñador por la ambición.
La ambición, el coraje y la perseverancia acompañaron a Honda,
quien se identificó con Napoleón hasta en su estatura: 
Físicamente me lo imaginaba como un hombre tan grande y
fuerte como su poder y su fama. Cuando años más tarde, me
enteré, leyendo libros de historia, de que era de baja estatura,
no me decepcioné. Yo mismo no era muy alto y me resultaba
evidente que no se mide la grandeza de un hombre por su es-
tatura física, sino por sus actos, por la huella que deja en la
historia de los hombres.
La vida de Honda me había parecido estupenda,

Continuar navegando