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H I S T O R I A DE LÀ A N E S T E S I A 
D r . M A R C O S K L E I M A N 
Publicado con motivo de la celebración del primer centenario 
del descubrimiento de la Anestesia el 16 de Octubre de 1846 
G E N T I L E Z A D E E . R . S Q U I B B & S O N S 
Químicos Manufactureros para la Profesión Médica desde 1858 
HISTORIA DE LA ANESTESIA 
Dr. M A R C O S K L E I M A N B A N C K I K 
"El dolor ha hecho presa en mi cuer-
po. Quiera Dios arrancarme este dolor". 
Este es el grito angustiado de la hija de 
un rey de Babilonia hace miles de años. 
Ni aún los dioses de la Mitología, dueños 
y señores de la raza humana, escapan al 
zarpazo del dolor orgánico. En las tum-
bas y murallas de los templos de Grecia 
y Egipto, en los vasos etruscos y decora-
ciones murales de Pompeya, hay retrata-
dos ojos cerrados a la luz, cuerpos defor-
mados, bocas contorsionadas por el dolor 
hace miles de años. Aún Adán y Eva, pri-
meros habitantes sobre la Tierra, conocen 
también la angustia del dolor. El dolor es 
tan viejo como el mundo, y el tormento 
que provoca, viejo como el mundo tam-
bién. 
Pero no sólo la angustia del dolor es-
pontáneo sufre el hombre; debe resistir 
también el dolor provocado por el cuchi-
llo del cirujano que osa combatir las fuer-
zas destructivas de la Naturaleza sobre el 
organismo humano. "Resuelto a curar al 
enfermo colocado a su guidado, el ciru-
jano debe ignorar los gritos y súplicas y 
realizar su trabajo sin tomar en cuenta 
las quejas", dice Celso, médico del empe-
rador romano Augusto en el siglo I de 
Cristo. Toda la cirugía de los barberos-ci-
rujanos de la Edad Media, y aún la de los 
Hospitales hasta mediados del siglo XIX, 
es una larga y continua historia de sufri-
mientos y agonías. 4 o 5 fuertes ayudan-
tes son necesarios para sujetar la pobre 
víctima a la mesa operatoria; si la Natu-
raleza sé apiada, el paciente pierde la 
conciencia ante el tormento de los dolo-
res y el cirujano ya puede continuar más 
tranquilo su cruel trabajo. Este no cuen-
ta con otro recurso que el colapso psíqui-
co de su enfermo para evitar los sufri-
mientos del bisturí. 
DEMONIOS Y MENJUNJES 
El hombre percibe con sus propios sen-
tidos todo lo que le rodea, animales o co-
sas. Pero el dolor es algo intangible, in-
conmensurable, incomprensible. Sólo pue-
de ser provocado por factores sobrenatu-
rales, espíritus malignos, demonios de 
maldad. ¿Cómo dominarlos? ¿Cómo com-
batirlos? Fuegos humeantes de hierbas 
aromáticas, talismanes y amuletos saca-
dos de plantas, animales o piedras, pala-
bras especiales de conjuro y bailes con-
vulsivos adecuados a la ocasión, son em-
pleados para ahuyentar a los demonios. 
Personas especialmente capacitadas para 
la realización de estos exorcismos, brujas 
y hechiceros, hacen de esta práctica una 
profesión. Como luchan contra seres so-
brenaturales, las brujas y hechiceros de-
ben ellos mismos estar rodeados de cierto 
secreto que los diferencia del resto de la 
comunidad. Visten hábitos especiales, vi-
ven en chozas separadas, y se rodean de 
aires misteriosos acordes con su rango. 
Con el correr del tiempo, los demo-
nios se convierten en dioses y entonces el 
dolor ya no es el azote de un espíritu ma-
léfico, sino el justo castigo impuesto al 
hombre por los dioses todopoderosos. Los 
42 Vi CONGRfeSO CHILENO DE CIRUGIA 
hechiceros son entonces reemplazados por 
los sacerdotes de los cultos paganos, quie-
nes tratan de aplacar con oraciones la fu-
ria de los dioses, pero sin dejar de mez-
clar la religión con ciertos exorcismos. 
Cristo viene al mundo como hijo de 
Dios. Gracias a su origen divino puede ali-
viar el dolor de los que sufren. Después 
de su muerte, su facultad curativa pasa a 
la Iglesia. Posteriormente, la Iglesia, por 
intermedio del Papa, concede a los reyes 
la facultad de curar simplemente tocan-
do a los enfermos. 
Uno de los primeros misterios que 
el hombre observa es que el sueño domi-
na o disminuye el dolor. ¿Cómo provo-
car entonces un sueño artificial para com-
batir el dolor? ¿No será posible conse-
guirlo con el empleo de drogas especiales? 
El hombre comienza a buscar en las raí-
ces y cortezas de hierbas y arbustos ( ama-
pola, mandràgora, hashish o cáñamo índi-
go, beleño, etc.), el gran recurso del sue-
ño artificial. La diosa Afrodita encuentra 
alivio durmiendo sobre una cama de ama-
polas rojas. El dios-sól Ra, es el primero 
en administrar mandràgora como soporí-
fero. Helena de Troya ingiere disuelta en 
vino cierta droga para "adormecer todo 
dolor y rabia, y traer olvido para cual-
quier sufrimiento". Los antiguos escitas 
acostumbran a inhalar el humo producido 
por combustión del cáñamo índico, obte-
niendo así un estado de excitación men-
tal seguido de sueño. El cáñamo índico se 
propaga a través de los tiempos, alcanzan-
do gran popularidad en India y China. 
Siglos más tarde, se conocerá en México 
con el nombre de marihuana. 
¿Y por qué esas drogas no pueden tam-
bién servir para evitar el dolor de las ope-
raciones quirúrgicas? El rey hindú Boj a 
es puesto a dormir por sus cirujanos con 
los humos de una hierba antes de trepa-
narle el cráneo. Dioscórides, famoso mé-
dico griego del siglo I de Cristo, emplea 
una cocción de raíces de atropa mandrà-
gora en vino para calmar los dolores de 
las intervenciones quirúrgicas. Galeno, 
contemporáneo de Dioscórides, emplea 
también la mandràgora con el objeto de 
paralizar las sensaciones y los movimien-
tos. San Benedicto hace dormir al empe-
rador Enrique II sobre una almohada im-
pregnada de mandràgora para amputarle 
un pierna. Pero la mandràgora no se em-
plea sola, Desde mucho antes es usada en 
Asia por los chinos y los judíos en forma 
de infusión con el agregado de diversas 
drogas para dar de beber a los crimina-
les, produciendo en ellos un estado men-
tal especial que les hace confesar sus de-
litos. También se utiliza esa poción para 
disminuir la intensidad de los sufrimien-
tos y torturas a que se somete a los acu-
sados; es la "poción de los condenados". 
Curiosa psicología la de estos tiempos; 
por un lado, se castigaba al condenado so-
metiéndolo a horribles tormentos; por otro 
lado, se le administra una poción soporí-
fera para calmar sus dolores. 
Plinio, historiador romano, observa que 
la poción de los condenados es corriente-
mente empleada en su país para disminuir 
los sufrimientos de la agonía a las vícti-
mas de la crucificación. Hay cierta evi-
dencia de que se hizo beber a Cristo dicha 
poción mientras agonizaba en la cruz. 
Sigue el auge de la poción de los con-
denados dominando toda la Edad Media. 
En el siglo XII, Hugo de Lucca, prepara 
un aceite soporífero a base de opio, cicu-
ta, hiosciamo, mandràgora, semillas de le-
chuga y otras hierbas. De Lucca utiliza 
con éxito este menjunje para anestesiar 
a los pacientes en los cuales puede así 
practicar pequeñas operaciones dolorosas. 
Se ensaya también la anestesia por inha-
lación, aplicando bajo la nariz del pacien-
te una esponja empapada en la infusión 
medicamentosa o haciendo respirar al en-
fermo los vapores de una cocción de las 
hierbas soporíferas. Pero estos métodos 
no se generalizan. Los resultados son muy 
variables. En algunos casos, el sueño es 
escaso y la prevención del dolor nula. En 
otros, el sueño es tan profundo que el pa-
ciente no despierta más. 
Los alquimistas son los primeros en 
darse cuenta que se necesita separar la 
parte útil de la que no lo es en las hier-
bas narcóticas para obtener un producto 
más puro, más seguro y parejo en sus re-
sultados, más dosificable. Pero dados más 
a la búsqueda de la piedra filosofal que a 
otra cosa, no es mucho el progreso que 
hacen. En medio de sus experimentacio-
nes químicas descubren una cantidad de 
productos nuevos a los que, aparte de bau-
tizar con nombres ribombantes, no pres-
tan mayor atención. Raymond Lully, en el 
siglo XIII, descubre un fluido blanco, "vi-
triolo dulce" lo llama, cuyas propiedades 
analgésicas ni siquiera sospecha. 
y X I I I S E M A N A DE LA EXPERIENCIAQUIRURGICA •43 
200 años más tarde, Paracelso, médico 
y químico del siglo XV, recorre todo el 
mundo estudiando las enfermedades y 
buscando un remedio útil para el dolor. 
Incapaz de encontrarlo en la Naturaleza, 
vuelve a su laboratorio de alquimista pa-
ra perfeccionar por destilación, purifica-
ción y extracción, lo que la Naturaleza 
proporciona tan imperfectamente. Un día 
mezcla ácido sulfúrico con alcohol, calien-
ta la mezcla y condensa el vapor, redes-
cubriendo así el "vitriolo dulce" de Ray-
mond Lully. Ensaya este vitriolo en po-
llos y descubre que caen profundamente 
dormidos, despertando en seguida sin de-
mostraciones de haber sufrido daño. Pa-
racelso recomienda entonces utilizarlo en 
el hombre para calmar el dolor. Pero su 
observación no se generaliza ni su indi-
cación es tomada en cuenta. 
Valerio Cordus, aprendiz de boticario 
y discípulo de Paracelso, tiene la manía 
de tomar notas y apuntar detalladamente 
todos los conocimientos que adquiere so-
bre las drogas. Entre estas notas hace una 
descripción completa sobre el "vitriolo 
dulce". En 1542, un año después de la 
muerte de Paracelso, vende en Nuremberg 
su libro de notas por 100 ducados de oro 
a un comité de médicos. El libro de notas 
de Cordus es archivado en una polvorien-
ta farmacopea de Nuremberg. Junto con 
el libro de notas, comienza a dormir el 
sueño de los años todo lo que Cordus sabía 
sobre el "vitrolo dulce", producto conoci-
do hoy día con el nombre de éter sulfú-
rico. 
MAGNETISMO ANIMAL 
La fe puesta en los exorcismos y en las 
prácticas religiosas no es suficiente para 
curar el dolor. Los narcóticos derivados 
de las plantas, pese a la multitud de com-
binaciones químicas y formas diversas de 
aplicación ensayadas, sólo rinden resulta-
dos variables, contradictorios e inseguros. 
La alquimia no ha sido capaz de corregir 
esta situación. El dolor sigue mortifican-
do impunemente a la humanidad. Pero el 
hombre siempre espera y vuelve los ojos 
con renovada fe a cada nueva posibilidad 
de vencer a su torturante enemigo. En el 
siglo XVIII la química y la medicina en-
tran por cauces más rígidos, más discipli-
nados, más científicos. El hombre confía 
entonces en que la Ciencia lo librará del 
dolor. Pero la creencia en fuerzas supe-
riores y sobrenaturales no puede tampoco 
desaparecer tan bruscamente. Lo que se 
espera ahora para dominar el dolor debe 
ser científico, pero puede ser también al 
mismo tiempo inexplicable, misterioso. El 
cosmos se interpreta como una combina-
ción de fuerzas vitales, de las cuales una 
de las más intensas es el dolor. Una parte 
del cosmos es el hombre. Si éste es caoaz 
de almacenar en sí mismo suficiente fluido 
magnético vital del cosmos, podrá trans-
mitirlo a los pacientes y mejorarlos. Nace 
así la teoría del vitalismo curador. 
Todo lo que se necesita entonces es al-
guien capaz de concentrar estas nuevas 
ideas en un sistema, y suficientemente 
audaz para ponerlo en práctica. Franz An-
tón Mesmer, de origen suizo, estudiante 
primero de culto divino, luego de Dere-
cho, para terminar por doctorarse médico 
en Viena en 1766, es el hombre que se 
anuncia capaz de curar en flüido vital. 
La humanidad doliente está preparada 
para aceptar esta nueva revelación. Mes-
mer es esperado y recibido como un me-
sías. Los pacientes comienzan a llenar su 
consulta en grandes números. Mesmer es-
tá instalado en París, justo en la época 
anterior a la Gran Revolución Francesa. 
Paracelso fué el primero en adminis-
trar el fierro magnético como tratamien-
to médico. Muchos, después de él, trata-
ron también de aprovechar esta misteriosa 
fuerza atractiva para la curación de las 
enfermedades. Mesmer es el primero en 
anunciar la teoría del flüido curador. Por 
lo demás, desde antiguo, los persas, egip-
cios e indúes habían utilizado procedi-
mientos enigmáticos parecidos. Mesmer 
coloca sus pacientes entre dos magnetos 
de modo que la misteriosa energía cósmi-
ca encerrada en ellos fluya a través del 
enfermo, restaurando su alterado cuerpo 
en armonía con el Universo. Esta es la pri-
mera fase del "mesmerismo". 
El éxito es formidable. El número de 
enfermos aumenta tanto que ya Mesmer 
no puede atenderlos individualmente. En-
tonces se le ocurre transmitir el poder 
magnético a una varilla de madera, seña-
lar con ella a cierta distancia a un grupo 
de enfermos, desde 30 a 100, y curarlos 
así al por mayor. Es ésta la segunda fase 
del "mesmerismo". 
Pronto Mesmer descubre que no es la 
varilla sostenida por su mano el" factor 
44 VI CONGRESO CHILENO DE CIRUGÍA 
curador, sino que su mano misma. Sólo 
le basta tocar a sus pacientes o hacer pa-
ses sobre ellos desde los hombros hasta 
las manos para curarlos eficazmente. Se 
revive así en una nueva fase del "mesme-
rismo" el poder de tocar ejercido antes 
por los monarcas, con nuevo nombre 
derivado de la doctrina del vitalismo: 
magnetismo animal. En seguida Mesmer 
descubre que también su toque personal 
es superfluo, basta su voluntad de curar al 
enfermo para lograr los resultados apete-
cidos, y el mesmerismo evoluciona así a 
una nueva fase. 
El éxito de Mesmer es clamoroso. La 
reina María Antonieta, el Duque de Bor-
bón, el príncipe de Condé, Lafayette y 
muchos otros notables de la época se cuen-
tan entre sus pacientes y amigos. El nú-
mero de enfermos aumenta en tal forma 
que Mesmer tiene que idear un nuevo sis-
tema para satisfacer la demanda sin per-
judicar su prestigio. Descubre entonces 
que puede transmitir su poder magnético 
a objetos inanimados que adquieren fuer-
za curadora, y se renueva así en una nue-
va fase del mesmerismo la virtud curado-
ra de los amuletos y de las reliquias to-
cadas en vida por los santos. En un gran 
baño de madera, al aue da el nombre de 
baqueta, coloca una doble fila de botellas 
a las que carga con magnetismo animal; 
estas botellas están unidas por una barra 
de acero de la cual parten numerosos con-
ductores hacia los pacientes. Un gran nú-
mero de enfermos son tratados simultá-
neamente por este método. Se sientan por 
una hora alrededor de la baqueta y guar-
dan un silencio religioso como ante un al-
tar. Estas curas se popularizan tanto que 
es necesario pedir hora con muchos días 
de anticipación. Pero una vez más la de-
manda excede a la oferta, y entonces este 
mago de último cuño "mesmeriza" para la 
venta baquetas de bolsillo primero, y ob-
jetos diversos después: espejos donde mi-
rarse, recipientes donde lavarse, instru-
mentos musicales que deben tocarse, etc. 
De esta fase de sus actividades Mesmer 
pasa a la de transferir sus poderes a jar-
dines, parques y bosques enteros. Los en-
fermos se amarran a los árboles cargados 
con fluido magnético por Mesmer. 
Francia comienza entonces a preocu-
parse. Todos los objetos dotados con flüido 
magnético necesitan ser recargados de 
tiempo en tiempo por Mesmer. ¿Quién lo 
hará cuando éste muera? Es imprescindi-
ble que Mesmer transmita sus poderes a 
discípulos capaces de continuar su obra. 
El Estado ofrece a Mesmer una pensión 
de 40 a mil libras y la construcción de un 
instituto si acepta transferir sus poderes 
a las personas que se designe. Mesmer 
acepta con una condición: que se reconoz-
ca oficialmente sfl descubrimiento por las 
autoridades científicas. Pero aunque mu-
chos médicos y hombres de saber creen 
en Mesmer, la Academia de Ciencias se 
niega a reconocerlo oficialmente. Inter-
viene entonces Luis XVI y obtiene de la 
Sociedad Médica el nombramiento de un 
comité investigador. Forman parte de este 
comité, entre otros, el Dr. Guillotin, Ben-
jamín Franklin y Lavoissier. Después de 
una prolija investigación el comité infor-
ma que, aunque las actividades de Mes-
mer envuelven ciertamente algo inexpli-
cable y no desprovisto de valor, la ciencia 
no puede aprobar lo que no es capaz de 
explicar. 
Ese fracaso ante las autoridades cien-
tíficas, junto con los altos honorarios co-
brados por Mesmer y que no dicen rela-
ción con sus declaraciones humanitarias, 
comienzan a mellar supopularidad. Ma-
dame Dubarry le critica abiertamente en 
sus Memorias. La lucha entre la creduli-
dad mística y el escepticismo científico, 
entre la admiración excesiva y la reserva 
desconfiada, crece paulatinamente y se 
desarrolla hasta terminar bruscamente 
junto con la Revolución. Mesmer, favori-
to de la Nobleza y en consecuencia candi-
dato excelente para la guillotina, huye a 
Viena, abandonando junto con la ciudad 
de sus triunfos todos sus aparatos, manus-
critos y propiedades. En Viena se le sos-
pecha de jacobino enmascarado y se le en-
carcela por dos meses. Al recobrar la li-
bertad se retira a su ciudad natal, Mees-
burg, a la orilla del Lago Constanza. La 
marcha de los acontecimientos europeos 
posteriores a la Revolución es demasiado 
fascinante para que nadie se acuerde de 
Mesmer, y éste muere en 1815 completa-
mente olvidado. 
Algunos discípulos de Mesmer tratan 
de continuar su obra. El conde Máximo 
de Puységur, que recibiera instrucción en 
magnetismo previo pago de 400 luises a 
su maestro, había "mesmerizado" en su 
jardín un árbol al que acudían los cam-
pesinos de la comarca, esperando obtener 
V X l I I S E M A N Á DÉ LA EXPERIENCIA QUIRURGICA 45 
mejoría con la ayuda de su aristocrático 
patrón. Un día un pastor es amarrado al 
árbol y el conde hace pases sobre su cuer-
po para aumentar la influencia magnética^ 
Algo anormal, inesperado, sucede enton-
ces. El pastor se duerme profundamente. 
El conde, asustado, le ordena desamarrar-
se del árbol. El joven obedece, y con los 
ojos cerrados camina a través del parque 
hablando como en un sueño, pero obede-
ciendo prontamente todas las órdenes im-
partidas por el conde. Es incomprensible. 
¿Es posible quizás producir mediante el 
poder de magnetismo animal un trance ar-
tificial, un estado de sueño parecido al 
que producen las hierbas soporíferas? 
Puységur continúa estas experiencias y 
anuncia entonces la nueva doctrina del 
sonambulismo. 
La teoría del sonambulismo se difunde 
rápidamente por Francia y otros países, 
adquiriendo gran auge en Alemania don-
de es oficialmente reconocida como méto-
do de cura. Pronto comienza a ensayarse 
este sueño artificial producido por el mag-
netismo animal como un medio de cal-
mar el dolor primero, como un medio de 
evitarlo en las intervenciones quirúrgicas 
después. El primero en ensayarlo como 
método anestésico es el Barón de Potel. 
Luego Recamier, cancerólogo de fama, y 
Jules Cloquet, profesor de Cirugía, en 
Francia. Pero es en Edimburgo donde el 
sonambulismo adquiere su mayor desarro-
llo en cirugía gracias a los esfuerzos de 
John Ellioston y James Eisdale. 
Ellioston introduce sus propios méto-
dos de sonambulismo, muy parecidos a 
los actuales de hipnotismo. Convencido de 
los resultados, y a pesar de las burlas y 
persecución de sus colegas, Ellioston se 
dedica exclusivamente a inducir el. sueño 
artificial mediante magnetismo animal 
para evitar el dolor en Cirugía. Eisdale 
se dirige a la India para continuar sus ex-
perimentos lejos del escepticismo de sus 
colegas. Además, India es buen terreno 
para esta clase de experiencias. Numero-
sos pacientes son operados sin dolor en es-
tado de trance inducido por el médico-
Las autoridades de Calcuta colocan un 
hospital a disposición de Eisdale. Los in-
formes que llegan de Calcuta a Europa 
son tan entusiastas que la Facultad médi-
ca, a pesar de su escepticismo y descon-
fianza, se ve obligada a ensayar el nuevo 
método. Pero los milagros de India no se 
reproducen en Europa. Strohmeyer en 
Viena, Augusto Nelaton en Francia y el 
profesor Warren en Boston, no logran evi-
tar con el sonambulismo el dolor provo-
cado por las intervenciones quirúrgicas. 
El veredicto de la ciencia occidental es 
desfavorable. Bajo presión oficial, el hos-
pital de Eisdale es cerrado en Calcuta. 
Los nativos se amotinan, pero tanto ellos 
como Eisdale son calificados de lunáticos 
por la prensa médica. 
Lajayette había llevado el "mesmeris-
mo" a América, pero cuando la anestesia 
sonambulística fracasa, el "mesmerismo" 
se hunde junto con ella. Mientras la cien-
cia estaba en pañales, mientras los médi-
cos e investigadores daban manotazos en 
la obscuridad, pudieron ser fácilmente de-
rrotados por la fe anticientífica de Mes-
mer en las fuerzas sobrenaturales. Pero 
a comienzos del siglo XIX las ciencias 
exactas, afianzándose en sus primeros pa-
sos, son capaces ya de derrotar a los méto-
dos milagrosos basados en la fe de fuer-
zas misteriosas. 
DEL PULPITO A LA CERVEZA 
A mediados del siglo XVIII vive en 
Leeds, Inglaterra, un joven sacerdote de 
espíritu inquieto e investigador, Joseph 
Priestley, que dedica sus ratos de ocio a 
observar las burbujas de fermentación en 
una cervecería cercana a su casa. Intriga-
do por la naturaleza de esas burbujas, cre-
yendo servir mejor a Dios si se dedica a 
comprender los fenómenos naturales que 
son revelaciones de la gloria del Todopo-
deroso, comienza a gastar todo su dinero 
en utensilios y su tiempo libre en experi-
mentos químicos. Su primera dedicación 
química es analizar la naturaleza de las 
burbujas de fermentación, lo que lo con-
duce al descubrimiento de gas carbónico. 
Lord Shelburn, secretario de Estado, 
conoce por esta época a Priestley, se inte-
resa por sus trabajos en Química, lo toma 
bajo su protección y lo lleva a su man-
sión de Calne, donde el joven sacerdote y 
químico debe hacer demostraciones con 
sus experimentos para entretener a los 
huéspedes de su protector. A Priestley no 
le importa, ya que así dispone de amplios 
fondos y facilidades para su trabajo, y va 
descubriendo sucesivamente en sus expe-
riencias, diversos elementos químicos. Pe-
ro es a los gases a los que dedica sus me-
4 6 Vi CONGRfeSO CHILENO DE CIRUGIA 
jores esfuerzos, descubriendo entre ellos 
el oxígeno y el protóxido de N en 1772, y 
Priestley sugiere su inhalación como re-
curso terapéutico para el tratamiento de 
las enfermedades respiratorias. 
Con la diseminación de las ideas libe-
rales nacidas en la Revolución Francesa, 
la Iglesia se divide en Ortodoxa, partida-
ria de la tradición, y Unitaria, partidaria 
de las nuevas ideas. Joseph Priestley ve 
en ello la mano de Dios y abandona sus 
experimentos químicos para volver al pùl-
pito. Se dirige a Birmingham y toma el 
partido de los unitarios. Pero, después de 
la caída de la Bastilla, la Iglesia Unitaria 
comienza a perder terreno en Inglaterra 
y Priestley es abandonado por sus feligre-
ses. Vuelve entonces a sus experimentos 
químicos. Pero no lo dejan vivir tranqui-
lo. A pesar de haber abandonado las acti-
vidades religiosas, su situación empeora 
progresivamente, y un día el populacho 
le quema la casa y con ella uno de los 
laboratorios químicos mejor montados de 
la época. Priestley escapa apenas de ser 
linchado, se dirige a Londres, trata de or-
ganizar un nuevo laboratorio, pero moles-
tado continuamente por la persecución de 
que le siguen haciendo víctima, huye en 
1894 a Estados Unidos, donde vive hasta 
1904, fecha de su muerte en Pensilvania. 
Mesmer estaba en su apogeo cuando 
Priestley había empezado sus experimen-
tos químicos. Con la muerte de Mesmer 
desaparece el último de los grandes em-
baucadores, mientras que Joseph Pries-
tley, con sus descubrimientos químicos, 
deja abierto a làs generaciones venideras 
el camino de las investigaciones científi-
cas. 
EL EMBRUJO DE LOS GASES 
Aunque la facultad médica mira con 
desprecio a la Química, la posibilidad de 
curar las enfermedades mediante la in-
halación de gases, como lo había sugerido 
Priestley, comienza a ganar terreno, na-
ciendo y desarrollándose rápidamente la 
"medicina neumática". Sin embargo, hay 
entre esos gases uno catalogado como muy 
peligroso después de haber ocasionado la 
muerte de algunos animales de laborato-
rio y que nadie se atreve a ensayar de 
nuevo: es el protóxido de nitrógeno. 
En el pueblecito de Penzance vive jun-
to con el cirujano John Borlase, un apren-
diz de éste, Humphry Davy, joven de 1? 
años,de humilde origen, pero inteligente, 
de espíritu inquieto e investigador, cuya 
única aspiración es llegar algún día a ga-
narse la vida como médico. La avidez pro-
pia de su juventud y deseo de instruirse 
le hacen escuchar con marcado interés las 
discusiones de su maestro con otros médi-
cos sobre el tratamiento de las enferme-
dades con los gases recién descubiertos. Y 
es el peligroso protóxido de N, el gas 
que nadie se atreve a usar, el que más 
pica la curiosidad de Davy. ¿Por qué no 
ensayarlo en sí mismo para comprobar sus 
efectos? Corre el riesgo de morirse con el 
experimento, pero los jóvenes no son pru-
dentes. 
Después de sus obligaciones diarias, 
Humphry Davy devora libros de Quími-
ca, especialmente uno escrito por Pries-
tley en el que aprende a preparar el pro-
tóxido de N. Y una noche de 1795, un año 
después de haberse ido Priestley a Norte-
américa, mientras el Dr. Borlase duerme 
el sueño de los justos, el joven Davy baja 
al laboratorio, prepara protóxido de N, y 
lo inhala audazmente. En lugar de morir, 
comienza a sentir una impresión rara de 
bienestar, de euforia, cada vez mayor, has-
ta que no puede evitar el romper en car-
cajadas que cesan sólo cuando deja de in-
halar el extraño gas. Se comprende en-
tonces que el inquieto joven bautice el 
gas con el raro apodo de "gas hilarante". 
Davy continúa sus experiencias noche 
a noche, hasta que en una oportunidad 
descubre que la inhalación del gas le cal-
ma el dolor de una encía inflamada. ¿Será 
éste por ventura un gas analgésico? Davy 
decide investigarlo y lleva a efecto sus ex-
perimentos con el mayor secreto. Pero 
una noche acude un enfermo a la consul-
ta para ser atendido de urgencia, el Dr. 
Borlase baja de su dormitorio con ese ob-
jeto, nota algo raro en el laboratorio, y 
descubre en él a su ayudante desternillán-
dose de risa. Davy se ve entonces obligado 
a poner en conocimiento de su maestro 
todo lo que ha investigado respecto al pe-
ligroso gas. Davy y Borlase prosiguen jun-
tos las experiencias y acuerdan emplear 
el protóxido de N en los enfermos. Pero 
aún antes de que alcancen a llevar esa 
idea a la realidad, se difunde un rumor 
por la ciudad sobre cosas raras que suce-
den en la consulta del Dr. Borlase y la 
clientela comienza a disminuir. Asustado, 
y X I I I S E M A N A DE LA EXPERIENCIA QUIRURGICA •47 
Borlase abandona todo intento de utilizar 
el gas hilarante y ordena a su ayudante 
olvidarlo también. 
Humphry Davy se retira entonces del 
lado de Borlase y pide protección a su pa-
drastro el Dr. Tonkin, en cuya casa conti-
núa secretamente sus experimentos quí-
micos hasta que una noche provoca una 
explosión que conmueve a todo el vecin-
dario. Esto parece poner fin a los planes 
y esperanzas de Davy, ya que Tonkin le 
prohibe estrictamente continuar con esas 
"locuras de muchacho". 
La Providencia acude entonces en ayu-
da del novel investigador. Llega un día 
a Penzance el Dr. Giddy, oye hablar del 
"demoníaco gas" y del incorregible joven 
Humphry Davy, se interesa por ellos y 
busca una entrevista con Davy. Recono-
ciendo su capacidad e inteligencia, le con-
sigue el cargo de Superintendente en el 
Instituto Neumático del Dr. Thomas Bed-
does, ubicado en Clifton, cerca de Bristol. 
En 1789 el joven Davy se hace cargo de 
tan importante puesto que le abre pers-
pectivas maravillosas para sus posibilida-
des de investigador. 
En el Instituto Neumático, fundado por 
el Dr. Beddoes para el tratamiento de las 
enfermedades por la inhalación de gases, 
Humphry Davy encuentra todo lo que pue-
de apetecer: un laboratorio bien equipa-
do, amplias reservas de gases, toda clase 
de facilidades de trabajo, comprensión y 
estímulo para sus experimentaciones. Si-
gue investigando el protóxido de N y a 
pesar de que su inhalación le pone en pe-
ligro de muerte en dos ocasiones, no ceja 
en sus propósitos hasta que consigue pre-
parar y almacenar el gas químicamente 
puro. Emplea el protóxido de N en el tra-
tamiento de algunas enfermedades, asma 
entre ellas y, sea por sugestión o por lo 
que fuere, obtiene buenos resultados que 
le ganan amplio prestigio. A los 22 años, 
Humphry Davy es popular y admirado en 
toda Inglaterra. 
Pero al joven investigador le preocupa 
la posibilidad de suprimir el dolor con el 
gas hilarante. No olvida los efectos anal-
gésicos que su inhalación provoca. En su 
libro "Vapores Médicos", publicado en 
1800, Humphry Davy escribe: "Como el 
protóxido de N parece capaz de suprimir 
el dolor físico, puede ser ensayado en ope-
raciones quirúrgicas en las que no haya 
mucha efusión de sangre". 
Por esa época comienzan a circular 
rumores desfavorables. Muchos médicos 
informan alteraciones en el pulso y crisis 
de vértigo en sus paciente tratados con 
el gas hilarante. Los métodos neumatoló-
gicos de tratamiento caen en desprestigio 
y el Dr. Beddoes es obligado a convertir 
su Instituto en un hospital común. Enton-
ces Davy, temeroso de perder su difun-
dido prestigio, abandona también el em-
pleo de los gases y se dedica a investiga-
ciones científico-químicas con las que al-
canza gran renombre. Entre otras muchas 
innovaciones, descubre en 1815 la lámpa-
ra para mineros que lleva su nombre. 
Humphry Davy alcanza durante su 
carrera de investigador los más altos ho-
nores. Había sido investido Caballero en 
1812. Es hecho Barón en 1818. En 1820 
alcanza la posición más codiciada a que 
puede aspirar un hombre de ciencias bri-
tánico: es elegido presidente de la Royal 
Society. Hacía ya 20 años que Humphry 
Davy dejó de preocuparse de los gases. 
Uno de los ayudantes de Davy es Mi-
guel Faraday. Se trata de un muchacho 
salido de las clases más humildes, pero 
de una inteligencia y espíritu de investi-
gación a toda prueba. Aunque es contra-
tado por Davy como sirviente y lavador 
de copas, estudia continuamente, aprende 
mucho, se independiza de su maestro, rea-
liza numerosas investigaciones de utilidad 
práctica en el campo de la electricidad, y 
logra surgir firmemente en el ambiente 
científico. Su fama comienza a opacar la 
de Davy; éste, molesto y celoso, cae en 
la bajeza de intrigar y difamar a su ex 
ayudante. Faraday continúa imperturba-
ble sus investigaciones y es propuesto su 
ingreso a la Royal Society, a la que entra 
con un solo voto en contra, el del presi-
dente, Humphry Davy. 
Durante sus investigaciones químicas 
con gases y vapores, a las que también se 
dedica por algún tiempo, Faraday descu-
bre la naturaleza soporífera del vapor de 
éter. Cien años después que Valerio Cor-
dus había vendido su libro de notas a la 
ciudad de Nuremberg, Isaac Newton hizo 
renovadas referencias al "vitriolo dulce", 
pero éste es olvidado de nuevo por largos 
años. Hasta que en 1792 el boticario ale-
mán Frobenius lo saca a luz de nuevo y lo 
bautiza con su actual nombre de "éter". 
Poco a poco se generaliza su empleo en el 
48 Vi CONGRESO CHILENO DE CIRUGÍA 
tratamiento del asma y otras enfermeda-
des respiratorias. 
Beddoes y sus ayudantes habían uti-
lizado la inhalación de éter para el trata-
miento del asma, pero sin descubrir su 
efecto narcótico. En 1818 Faraday escri-
be en una revista científica: "Cuando el 
vapor. de éter es mezclado con aire e in-
halado, produce efectos muy similares a 
los del protóxido de N. Por la descuidada 
inhalación de vapor de éter, un hombre 
cayó en una condición letárgica que, con 
pocas interrupciones, duró 30 horas". 
Desgraciadamente, esta observación de 
Faraday no despierta mayor interés. Ade-
más, como Faraday tiene muchas otras co-
sas a que dedicarse, especialmente expe-
rimentos electro-magnéticos que le absor-
ben todo su tiempo y atención, se olvida 
también del éter y de sus propiedades 
narcóticas y no vuelve a preocuparse más 
de ello. El descubrimiento de la anestesia 
quirúrgica debe esperar aún largos años. 
UN FARMACEUTICO AUDAZ 
En Paderborn, pueblo de Westfalia, 
Alemania, vive a comienzos del siglo XIX 
un joven ayudante de químico-farmacéu-
tico, Federico Guillermo Sertiirner. ComoHumphry Davy, su colega británico, no 
ha recibido educación especial. Como 
Humphry Davy, no tiene otra fuente de 
aprendizaje que lá que le significa el tra-
bajo diario de ayuda a su patrón en la 
farmacia. Como Davy también, dedica sus 
noches a devorar libros de Química. 
Tanto doctores como farmacéuticos 
son incapaces de combatir el dolor. Entre 
los muchos derivados de vegetales ya en-
sayados, tal vez el más efectivo es el ju-
go desecado de las semillas de la amapola 
blanca, Papaver somnijerum. Pero sus re-
sultados son incostantes, muy variables 
y hasta peligrosos. ¿Por qué? ¿Por qué en 
algunos pacientes no da resultados y en 
cambio mata a otros al parecer en las mis-
mas dosis? Muy posiblemente porque con-
tiene un principio activo aún desconocido, 
un principio activo que, una vez aislado, 
séguramente puede dosificarse en forma 
de obterier resultados más uniformes. 
Mientras en Inglaterra Davy y Faraday 
emplean la electricidad para descomponer 
compuestos químicos en sus elementos, 
Sertiirner trata de encontrar el principio 
activo de las plantas mediante el uso de 
solventes y procesos de cristalización. 
Sertiirner experimenta semanas y más 
semanas con el opio crudo, hasta que un 
día, en 1803, después de tratarlo con amo-
níaco, extraños cristales aparecen ante 
sus ojos asombrados. Lava dichos crista-
les con ácido sulfúrico y alcohol hasta ob-
tener un residuo blanco cristalino que de-
nomina "principio somnífero del opio". Co-
mienza a experimentarlo en perros y ra-
tas, observa los resultados soporíferos ob-
tenidos, y aumenta la cantidad de droga 
hasta matar los animales para determinar 
así la dosis letal. Agotadas esas experien-
cias, llega el momento de determinar la 
dosis que debe usarse en el hombre, y 
para ello ios ensayos deben continuar aho-
ra en seres humanos. Como Humphry Da-
vy con el protóxido de N, decide ensayar 
primero en sí mismo, pero convence a 3 
amigos que lo acompañen en el experi-
mento. 
Secretamente, los 4 jóvenes se reúnen 
en el laboratorio una noche y se sientan 
alrededor de una mesa. Sertiirner reparte 
una dosis de más o menos 3,5 cgrs. a cada 
uno, y cada cual la traga heroicamente. 
Al cabo de un momento, los 4 muchachos 
experimentan una rara sensación de bien-
estar, de euforia, de confort. Al cabo de 
media hora Sertürner reparte una nueva 
dosis, tomando él mismo una mayor, y pi-
de a sus amigos fijarse bien en lo que su-
cede por ser de la mayor importancia para 
los experimentos. Ellos tratan de fijarse, 
pero no pueden. Comienzan a sentir fati-
ga, peso en las piernas, sueño. . . sueño. . . 
sueño. Los párpados están pesados, muy 
pesados, se cierran irresistiblemente. Ser-
tiirner resiste mejor sus efectos, observa 
que sus 3 amigos están próximos a caer 
dormidos y se da cuenta que no hay tiem-
po que perder, que deben tomar una ter-
cera dosis mientras quede en ellos un res-
to de conciencia. Consigue hacer tomar a 
sus amigos una tercera dosis de 3 y medio 
cgrs., ingiriendo personalmente de nuevo 
una dosis mayor. Trata en seguida de ob-
servar los resultados, pero no puede evitar 
el caer dormido junto con sus amigos. 
Despierta después de muchas horas con 
sensación de malestar, náuseas y vómitos. 
Sertürner es lo suficientemente inteligen-
te para darse cuenta que la dosis ha sido 
excesiva, y sigue experimentando en sí 
mismo día tras día, por semanas, por me-
ses. 
Pasan los años y el joven aprendiz se 
convierte en un farmacista independiente. 
y XIII S E M A N A DE LA EXPERIENCIA QUIRURGICA •49 
Trabaja ahora en Einbeck, ciudad de Han-
nover, pero sin abandonar sus experien-
cias con el principio sómnífero, cuyas pro-
piedades analgésicas ya conoce por ha-
berlo tomado durante fuertes dolores de 
muelas que cedieron fácilmente a la in-
gestión de la droga. Por producir también 
sueño le da el nombre de morphium, deri-
vado de Morpheus, dios del sueño de la 
mitología griega. Después de 14 años de 
experiencias, Sertürner da a conocer los 
resultados de sus investigaciones, las que 
son ampliamente aceptadas por el mundo 
científico, y diversas academias de Alema-
nia y otros países le distinguen con nom-
bramientos honoríficos. 
Pero la envidia de los expertos y la 
calumnia de pueblo chico comienza a ha-
cer su obra. Se tilda a Sertürner de ama-
teur estúpido, estafador, charlatán. Tanto 
progresa la calumnia que Sertürner debe 
abandonar Einbeck para refugiarse en 
Hamelin. Amargado por la ingratitud de 
la gente, abandona, al igual que Hum-
phry Davy, toda nueva tentativa de pro-
greso en la ciencia de curar el dolor y se 
dedica a experiencias con cañones y pro-
yectiles. Realiza en este nuevo campo de 
investigaciones diversos progresos, por los 
que el Gobierno de Hannover le concede 
honores oficiales. Ahora, que en lugar de 
trabajos en beneficio de la humanidad se 
dedica a perfeccionar los elementos para 
su destrucción, ninguna voz se alza en 
contra de Sertürner. 
Pero, a pesar de todo, la desilusión 
amarga su vida. No puede olvidar la estu-
pidez del mundo al criticarle el descubri-
miento de su maravilloso remedio para 
calmar el dolor. Se convierte en misántro-
po, evita todo contacto con la gente, y cae 
al fin en la melancolía. Para llenar su copa 
de amargura, vive sus últimos años ator-
mentado por el dolor de un gota incura-
ble. Al comienzo su remedio le concede 
alivio, hasta que su estómago alterado no 
es capaz de retenerlo. Incapaz entonces 
de calmar sus agónicos dolores, los sufre 
semana tras semana hasta que la muerte 
lo alivia definitivamente en 1841. 
UN ALMA SENSIBLE 
Una tarde de Primavera, en los pri-
meros años del siglo XIX, un grupo de 
niños juega alegremente en un parque 
cuando oyen de pronto gritos de agonía 
que provienen del camino vecino. Corren 
al lugar del suceso y encuentran tendido 
ein el suelo, retorciéndose de dolor, un 
obrero que acaba de sufrir un accidente. 
Se envía al instante por un médico, quien 
indica la hospitalización inmediata para 
someterlo a una operación de urgencia. 
"Pero yo no tengo dinero, señor", se 
lamenta el pobre paciente. A pesar de to-
do, es llevado al hospital en una carreta. 
Los muchachos olvidan el incidente y 
vuelven a sus juegos, menos uno: Henry 
HUI Hickman. Su sensibilidad ha sido he-
rida al escuchar la queja del infortunado 
enfermo que no tiene dinero para pagar 
por su atención. Decide entonces hacerse 
médico para curar a los pobres, para ope-
rar sin cobrar honorarios a quien lo nece-
site, para hacer de su profesión un sacer-
docio de sacrificio y caridad. 
A la edad de 21 años asiste por vez 
primera a una intervención quirúrgica en. 
Edimburgo. Los gritos del paciente le des-
garran el alma. Qué estupidez ser médico 
si no se puede hacer nada para evitar ese 
dolor, piensa el sensible joven. Hickman 
asiste a muchas otras operaciones, su 
friendo siempre la misma desesperación 
al escuchar los desgarradores quejidos de 
los pobres operados. Los narcóticos vege-
tales son inseguros y peligrosos; ya nadie 
se atreve a usarlos. El "mesmerismo" ha 
pasado hace mucho tiempo a la categoría 
de charlatanería. No se dispone de otros 
recursos. ¿Qué hacer? 
Hickman inicia la práctica de su pro-
fesión en Ludlow, condado de Sropshire, 
dedicando un día de la semana a la aten-
ción gratuita de los enfermos pobres. Mu-
chas veces debe operar, y lo hace con ha-
bilidad, pero en el fondo de su conciencia 
no puede aceptar que el dolor quirúrgico 
sea inevitable y los sufrimientos que pro-
voca con su bisturí le atormentan tanto a 
él como a sus enfermos. 
Para reemplazar a otro médico, Hick-
man se dirige por un tiempo a Shifnal, lu-
gar de nacimiento de Thomas Beddoes, el 
fundador de la neumatología. Esta ya se 
ha desacreditado como recurso terapéuti-
co, pero a pesar de ello Hickman oye ha-
blar mucho al respecto en Shifnal, Y des-
pués de todo, ¿por qué no puede ensayar-
se algo con los gases? Hickman vuelve a 
Ludlow y comienza a dedicar su tiempo 
libre al estudio de los gases. Lee los tra-
bajos dePriestley, Davy y Farad'ay, y 
5 0 Vi CONGRfeSO CHILENO DE CIRUGIA 
comienza a realizar experiencias en ratas, 
perros y pollos. Ensaya primero el oxíge-
no, el anhídrido carbónico en seguida, y 
por último el protóxido de N, anotando 
cuidadosamente los resultados en su libro 
de notas. 
En sus primeros experimentos obser-
va que puede realizar operaciones sin do-
lor en animales asfixiados por la falta de 
aire, y que dicha falta de sensibilidad se 
obtiene mucho más rápidamente cuando 
a la falta de aire se agrega la presencia de 
anhídrido carbónico. Sin embargo, Hick-
man reconoce que no debe ser muy acon-
sejable practicar en el hombre estos mé-
todos de sofocación para conseguir anes-
tesia. Continúa entonces sus experiencias 
con protóxido de N, y obtiene resultados 
tan satisfactorios que resuelve solicitar 
autorización para ensayar su empleo en 
el hombre. Ya decidido, escribe una car-
ta a su amigo T. A. Knight, botánico de 
fama, pidiéndole ayuda. Knight es muy 
amigo a su vez de Davy y Faraday, a quie-
nes expone los experimentos de Hickman 
y les solicita llevar el asunto a la Royal 
Society. 
Pero Davy ya estaba dedicado a las in-
dustrias químicas y había abandonado ha-
cía muchos años todo interés en el gas hi-
larante, Faraday no quería saber nada 
fuera de sus problemas electro-magnéti-
cos; no se interesan en absoluto por los 
experimentos de Hickman y, en conse-
cuencia, no hay posibilidad alguna de con-
seguir el apoyo de la Royal Society. 
Hickman continúa sus experiencias sin 
desmayar y poco tiempo después lee un 
informe con el resultado de ellas ante la 
Sociedad Médica de Londres. La audien-
cia le escucha con respeto, pero sin inte-
rés. Molesto por ello, el conferenciante, 
después de leer su trabajo, recuerda con 
patéticas palabras los sufrimientos provo-
cados a los enfermos por el cuchillo del 
cirujano. Se nota ahora cierta intranquili-
dad en los concurrentes. "Me parece que 
este Dr. Hickman es un soñador, por no 
decir un loco", manifiesta uno de ellos, y 
éste es el sentir general. 
El joven visionario regresa a Ludlow 
desanimado, pero no vencido. Sabe que ha 
descubierto un medio para evitar el dolor 
en las operaciones quirúrgicas, y no le 
quieren dejar demostrarlo. Pero si en In-
glaterra no lo escuchan, puede ser que 
en Francia tenga mejor suerte. En 1828 
atraviesa el Canal de la Mancha y en abril 
de ese año escribe al rey Carlos X pidien-
do permiso para hacer una demostración 
de su método ante la Facultad médica de 
París. El rey remite la carta a la Acade-
mia de Medicina de París y ésta se reúne 
el 23 de diciembre de 1828 para escuchar 
el informe de Hickman leído por uno de 
sus miembros, Monsieur Guérardin. Pero 
los franceses no son menos excépticos que 
sus colegas británicos. "¿Operar con gas 
hilarante? Qué tontería más peligrosa!". 
Unicamente uno de los miembros de la 
Academia, el barón Larrey, cirujano que 
fuera de Napoleón y que como tal había 
conocido en toda su majestad la tragedia 
del dolor humano en los campos de bata-
lla, manifiesta que por lo menos debe dar-
se una chance al método de Hickman y se 
ofrece él mismo como sujeto de experi-
mentación para dejarse administrar el gas 
hilarante. Pero la mayoría de la Academia 
está en contra y el joven médico británico 
es derrotado. 
Desilusionado, Hickman vuelve a In-
glaterra, donde a pesar de todo continúa 
sus experiencias; pero la muerte las sus-
pende antes de conseguir una ocasión pa-
ra convencer a sus colegas. El 5 de abril 
de 1830, a la temprana edad de 29 años, 
Henry Hill Hickman pasa a mejor vida. 
Davy había descubierto las propieda-
des analgésicas del gas hilarante. Faraday 
había llamado la atención hacia la poten-
cia narcótica del éter. Sertíirner había 
descubierto la morfina. Hickman habla 
realizado operaciones sin dolor en anima-
les bajo anestesia con protóxido de N. Pe-
ro debido a la ignorancia y estupidez hu-
manas, el dolor ha de seguir atormentan-
do a la Humanidad por algunos años más 
todavía. 
FIESTAS DE ETER EN LOS ESTADOS 
UNIDOS 
Para la enseñanza de la Química y la 
Física en las escuelas de instrucción se-
cundaria y superior, los profesores de Es-
tados Unidos recurren a demostraciones 
prácticas que concentran la atención de 
sus discípulos. Entre dichas demostracio-
nes les administran vapores de éter y gas 
hilarante para demostrarles los efectos que 
su inhalación provoca. Los muchachos 
gustan esas experiencias y comienzan a 
repetirlas fuera de la escuela hasta que, 
progresivamente, se organizan, difunden 
y XIII S E M A N A DE LA EXPERIENCIA QUIRURGICA •51 
y popularizan en las Universidades Ame-
ricanas, reuniones especiales, verdaderos 
"parties", para administrarse éter y obte-
ner el estado de excitación, de alegría ar-
tificial, de "ether-frolics" que su inhala-
ción provoca. Las fiestas de éter llegan a 
constituir un vicio muy difundido en la 
juventud americana. 
Algunos charlatanes conciben enton-
ces la idea de viajar de pueblo en pueblo 
dando conferencias sobre el protóxido de 
N y haciendo demostraciones públicas con 
el gas para provocar las risas de los asis-
tentes al observar los curiosos efectos que 
su inhalación produce en el conferencian-
te y en los voluntarios que se lo dejan ad-
ministrar. Llevan un laboratorio portátil 
en un carretoncito de mano y hacen sus 
demostraciones en las plazas públicas o 
bajo cualquier tienda. Atraen al público 
con avisos en los diarios y con propagan-
da en alta voz, cobrando 25 cts. por la 
entrada. El 6 de noviembre de 1921, Stock-
man, uno de estos químicos ambulantes, 
hace una demostración en Roma, pueblo 
del estado de New York. Al terminar, el 
conferenciante entra a una pieza posterior 
v encuentra a un joven dormido junto a 
la llave abierta de un cilindro lleno de 
nrotóxido. El muchacho había entrado 
furtivamente a robar gas para provocarse 
sus efectos hilarantes. ¿Consiguió reírse o 
alegrarse? No lo sabe, porque perdió el 
conocimiento. Stockman, charlatán ambu-
lante, no tiene la suficiente inteligencia 
para darse cuenta aue lo que ha sucedido 
es sólo una anestesia general. 
La costumbre de la fiesta de éter, a cu-
ya diseminación contribuyen los químicos 
ambulantes con sus demostraciones públi-
cas, llega también a Atenas, capital del 
estado de Georgia. La juventud acostum-
bra reunirse una vez por semana en las 
afueras del pueblo para emborracharse 
con éter. Durante una de estas fiestas y 
cuando ya los asistentes estaban en la cús-
pide de su francachela con éter, uno de 
ellos sorprende a un niño negro atisbando 
curioso a través de la puerta entreabierta. 
El negrito es cogido y arrastrado al medio 
de la pieza, donde se le ofrece éter para 
inhalar entre risas y aplausos de aproba-
ción. Como el niño se resiste, se le obliga 
a la fuerza a inhalar éter de un pañuelo 
empapado, en medio del general regocijo 
y vocinglería. El chico lucha con todas 
sus débiles fuerzas, trata de zafarse, re-
tiene la respiración, luego la sofocación le 
obliga a inhalar profundamente, sigue de-
fendiéndose, pero pronto sus ojos se cie-
rran, sus músculos se relajan, cae profun-
damente dormido, y allí queda tendido en 
el suelo, respirando regularmente, pero 
quieto, muy quieto. No despierta ni a los 
gritos ni a los pellizcos ni a los golpes que 
se le propinan. Sigue quieto y dormido. 
"Está muerto", vocifera una de las jóve-
nes asistentes al "party", y todas ellas hu-
yen aterrorizadas. Un sirviente es enviado 
a buscar un médico. Este llega al cabo de 
unos momentos y arroja un balde de agua 
fría sobre el niño, sin resultados. Le frota 
en seguida enérgicamente la región del co-
razón, sin conseguir despertarlo con ello 
tampoco. Le aplica entonces dos fuertes 
golpes en las orejas, con lo cual el por-
fiado dormilón recobra la conciencia y 
vuelve el alma al cuerpo de los asustados 
muchachos. Ninguno de ellos es capaz de 
comprender que lo que ha sucedido es 
nada más ni nada menos que una aneste-
sia etérea, y sólo atinan a prometer almé-
dico no practicar nunca más el "éther-
frolics". 
Pero el "ether-frolics" prospera en to-
das partes y se propaga también a Jeffer-
son, otro pueblo del mismo estado de Geor-
gia. El médico de Jefferson, Crawford 
Williamson hong, un joven de menos de 
30 años, muy estimado por todos, suele 
tener en su casa fiestas de éter con sus 
amigos y amigas en las que se divierten 
en grande. El joven médico aprovecha el 
"ether-frolics" para obtener besos de to-
das las bellas de la localidad. 
Pero al mismo tiempo, Long observa 
con espíritu crítico que ni él ni sus ami-
gos parecen sufrir dolor al recibir golpes 
durante el "ether-frolics". golpes que en 
condiciones normales serían muy sensi-
bles. Deduce entonces que la inhalación 
de éter suprime la sensibilidad al dolor 
y comienza a pensar en la posibilidad de 
aprovechar esta cualidad de la droga para 
suprimir el dolor en las intervenciones 
quirúrgicas. Hasta que el 30 de Marzo de 
1842 se decide a ensayarlo. James Vena-
ble. un estudiante, tiene dos tumores en el 
cuello que deben ser resecados. Venable 
es convencido de inhalar éter profunda-
mente de un pañuelo empapado hasta que-
dar inconsciente, y entonces Long lleva a 
cabo la intervención quirúrgica sin la me-
nor muestra de dolor. El resultado ha sido 
5 2 Vi CONGRfeSO CHILENO DE CIRUGIA 
tan maravilloso que el mismo Long no lo 
cree, y atribuye el éxito más bien a cuali-
dades "mesméricas" que él tal vez posee 
sin saberlo. Sus amigos que han presen-
ciado la operación piensan lo mismo. 
Long decide seguir ensayando y su 
mejor oportunidad llega cuando un niño 
negro se quema dos dedos de la mano y 
hay que amputarlos. Amputa el primer 
dedo bajo sueño etéreo sin ninguna moles-
tia para el paciente. Espera en seguida que 
éste despierte y amputa ahora el otro de-
do en medio de desgarradores quejidos 
de dolor del pobre chico. Se convence así 
en forma definitiva que la falta de sensi-
bilidad se debe al éter y no a "mesmeris-
mo" de ninguna clase. ¡Crawford William-
son Long ha descubierto al fin la aneste-
sia quirúrgica, tan ansiada por la humani-
dad entera! Pero su maravilloso descubri-
miento no se divulga, no se difunde por 
todo el mundo con la velocidad del rayo 
como debiera suceder. Es que la perfidia 
humana va a anotarse un nuevo triunfo 
sobre la majestad de la ciencia. 
Aunque Long es muy popular y tiene 
una clientela numerosa y selecta, no le 
faltan enemigos. Estos se encargan de di-
famarlo, difundiendo el rumor de que usa 
una droga muy peligrosa y que conviene 
cuidarse de caer en manos de tal médico. 
Aunque su esposa lo anima, la envidia y 
la calumnia le atemorizan. Su clientela 
comienza a disminuir y la gente deja de 
saludarlo en la calle. Cierto día, las per-
sonas mayores del pueblo lo visitan y le 
advierten que si no abandona sus locos 
experimentos con éter y por desgracia ma-
ta a alguien, será linchado. Long no es 
capaz de resistir más esta corriente ad-
versa y renuncia a la anestesia, con lo que 
gana de nuevo la confianza del pueblo, 
recuperando su prestigio y clientela. 
Antes de abandonar esa práctica, Long 
ha alcanzado a realizar 8 intervenciones 
quirúrgicas bajo narcosis etérea. Pero 
Long no publica sus experiencias y nadie, 
fuera de los limitados confines de Jeffer-
son, llega a conocer la magna nueva del 
maravilloso descubrimiento. La humani-
dad doliente debe esperar aún dos años 
para que le sea concedida la gracia de la 
anestesia quirúrgica. 
EL DENTISTA DE HARTFORD 
El 10 de diciembre de 1844, aparece 
con llamativos caracteres en los diarios de 
Hartford, capital de estado de Connecti-
cut, el siguiente aviso: "Una gran exhi-
bición de los efectos producidos por el 
protóxido de N, gas hilarante, se dará es-
ta noche en Unión Hall. 12 jóvenes volun-
tarios inhalarán el gas para comenzar la 
entretención. 8 hombres fuertes ocuparán 
los asientos delanteros para evitar que las 
personas bajo la acción del gas se hagan 
daño a sí mismas o a terceros". 
Este aviso es leído por Horacio Wells, 
un joven dentista de 26 años, quien a la 
hora oportuna se dirige a la demostración 
en compañía de su esposa. El conferen-
ciante, Gardner Colton, hace primero una 
divertida exposición sobre los efectos del 
gas y luego lo inhala en cantidades con-
siderables para inspirar confianza en la 
audiencia. Solicita en seguida voluntarios. 
El primer espectador en subir a la pla-
taforma es Samuel Cooley, empleado de la 
mayor botica de Hartford. Después de in-
halar una bolsa llena de gas, Cooley co-
mienza a comportarse como un lunático, 
saltando, bailando, pegando golpes en el 
aire contra un enemigo invisible. De pron-
to, observa en la segunda fila de asien-
tos a un pequeño fulano, empleado en una 
botica rival, que se ríe desaforadamente. 
Cooley se lanza sobre él y comienza a per-
seguirlo entre las butacas burlando la in-
terferencia de los 8 hombres fuertes, en 
medio de la alarma y excitación de los 
asistentes. Tropieza, cae, se levanta, con-
tinúa la persecución, y está a punto de 
alcanzar su presa cuando se detiene brus-
camente y parece sorprendido. El efecto 
del gas ha pasado. Mientras la audiencia 
ríe y aplaude, Cooley, avergonzado, se 
sienta en la primera butaca desocupada 
que encuentra. A su lado está el dentista 
Horacio Wells. 
La exhibición prosigue su curso. Coo-
ley percibe un fuerte dolor en una pier-
na. Se levanta el pantalón y descubre 
asombrado una gran herida debajo de la 
rodilla. ¿Cómo, cuándo se la hizo? Wells 
le recuerda que mientras perseguía al otro 
empleado de botica había tropezado en un 
banco donde recibió un violento golpe. 
Cooley no lo ha sentido. La demostración 
continúa en medio de la hilaridad gene-
ral. Pero ni Coolley ni Wells ríen. El pri-
mero, preocupado por su herida y el dolor 
que le ocasiona. El segundo, pensando có-
mo pudo recibir tan tremendo golpe sin 
darse cuenta, sin sentir dolor en el mo-
Y XLLL SEMANA Í3É LA EXPERIENCIA QUIRURGICA 53 
mentó mismo del traumatismo. Inmedia-
tamente la imaginación de Wells comienza 
a trabajar. Una idea fija, fantástica, co-
mienza a bullirle en el cerebro: extraer 
dientes sin dolor bajo la influencia del gas 
hilarante. 
Esa noche Wells la pasa medio desve-
ladlo con su loca idea revolviéndole el 
magín. Al día siguiente, temprano en la 
mañana, visita a Colton en su hotel, le 
expone sus ideas, lo convence, y ya deci-
didos, esa misma tarde Wells se convierte 
en el primer sujeto de experimentación 
de sus propios planes. Se hace adminis-
trar el gas por Colton mientras su colega 
John Riggs le extrae una muela sana. Al 
salir de la influencia del gas, Wells excla-
ma loco de entusiasmo: "Empieza una 
nueva era en la extracción dentaria". Con-
fiesa no haber sentido la más mínima tra-
za de dolor. 
Wells se había recibido en 1842 y 
abierto oficina en Boston con otro ciruja-
no dental, Morton, condiscípulo de la Uni-
versidad. La consulta no progresaba, por 
lo que a fines de 1843 Wells se había se-
parado para instalarse por su cuenta en 
Hartford. Pero aquí tampoco las cosas 
iban muy bien. Wells se encuentra en una 
situación económica precaria. El incidente 
de Cooley y el éxito de la extracción indo-
lora de uno de sus propios dientes, le 
abren las puertas de la esperanza para el 
futuro. Mediante las extirpaciones indolo-
ras podrá progresar en Hartford, sobre-
pasar a todos sus colegas, y aún volver a 
Boston para descollar como lumbrera en 
la gran ciudad que presenciara antes su 
fracaso. 
Wells comienza a ensayar y perfeccio-
nar su método anestésico para llevarlo a 
Boston lo antes posible. Obtiene buenos 
resultados sólo en el 50 % de los casos. 
¿Qué debe hacer? Tratar de mejorar ese 
porcentaje naturalmente. Pero no tiene 
paciencia, la atracción de Boston es dema-
siado poderosa, y a pesar de su todavía 
muy escasa experiencia, allá se dirige a 
comienzos de Enero de 1845. Por supues-
to, su primera visita es para su amigo, 
colega y ex socio Morton, a quien pone 
en antecedentes del nuevo descubrimiento.Morton le sugiere aconsejarse con el cono-
cido hombre de ciencias Charles Thomas 
Jackson, y allá se dirigen ambos. Jackson, 
hombre maduro y reposado, escucha las 
observaciones vehementes de los dos jó-
venes y les aconseja no seguir adelante. 
El método es muy peligroso. Los hombres 
de ciencia del mundo entero habían re-
chazado la posibilidad de inducir analge-
sia mediante la inhalación del gas hila-
rante. Entrometerse en ello puede des-
acreditar a Wells como dentista para toda 
su vida. i 
Pero Wells no puede olvidar su propia 
extracción sin dolor y no hace caso al pru-
dente consejo de Jackson. Wells continúa 
sus tramitaciones hasta conseguir permi-
so para hacer una demostración ante los 
estudiantes y la Facultad médica de la 
Universidad de Harvard. Morton le pres-
ta el instrumental necesario y le ayudará 
en la administración del gas. Uno de los 
estudiantes de Harvard se ofrece como vo-
luntario. Wells le administra el gas, apli-
ca los fórceps y comienza la extracción. 
Pero los agudos gritos del paciente reve-
lan la falta absoluta de anestesia. 
"¡Engaño. Estafa!", gritan indignados 
los presentes. Los más, irritados, suben a 
la plataforma y echan a Wells a empujo-
nes, cubriéndolo de injurias. Wells ha pa-
gado duramente con un fracaso sonoro su 
falta de paciencia para esperar adquirir 
mayor experiencia en la administración 
del gas. 
Humillado y abatido, Wells regresa a 
Hartford al día siguiente. Tal vez su fra-
caso se debió a retirar la bolsa con gas de-
masiado pronto. Hace en Hartford una 
nueva demostración, administrando esta 
vez una dosis mucho m^yor que induce 
una profunda insensibilidad, pero casi ma-
ta al paciente. Wells pierde la confianza 
en sí mismo y el coraje para continuar sus 
experimentos, Tanto se desanima que no 
sólo no piensa ya en convertirse en un es-
pecialista para extracciones sin dolor, si-
no que abandona definitivamente su mal-
hadada profesión. 
Amargado para el resto de sus días, 
Wells ensaya nuevas ocupaciones con qué 
ganarse la vida. Primero comercia con ca-
narios cantores, viajando de una ciudad a 
otra. Fracasa. En seguida se dedida a ven-
der baños y filtros de carbón. Fracasa. Los 
nuevos ricos comienzan a demostrar una 
afición petulante por las pinturas y gra-
bados de renombrados artistas europeos. 
Wells, buscando siempre un modo de ga-
narse la vida, decide dedicarse al comer-
cio de obras de arte. 
14 Vi CONGRfeSO CHILENO DE CIRUGIA 
EL DENTISTA DE BOSTON 
William Thomas Green Morton ha te-
nido la suficiente entereza para seguir lu-
chando solo en Boston después que le 
abandonara su amigo Wells para irse a 
Hartford, y la suerte le ha acompañado. 
Especializándose en la colocación de co-
ronas de oro, ha logrado formarse una nu-
merosa clientela. Pero la preparación de 
las piezas dentarias es tan sensible que 
muchos pacientes prefieren interrumpir el 
tratamiento antes que seguir soportando 
los dolores. La situación económica de 
Morton corre entonces peligro de venirse 
abajo. Debe encontrar alguna forma de 
evitar el dolor para mantener su posición. 
Ensaya primero los métodos de Mesmer, 
sin ningún resultado. En seguida hace in-
gerir a sus pacientes bebidas alcohólicas, 
láudano y otras medicaciones, pero los re-
sultados son igualmente negativos. Sin sa-
ber ya qué hacer, Morton decide continuar 
los estudios médicos que había iniciado 
antes de seguir Dentística, para familia-
rizarse con la terapéutica y ver si así con-
sigue descubrir algo mejor en el terreno 
de la analgesia dental. 
Morton se hace muy amigo de Jack-
son, uno de sus maestros, y es alojado en 
casa de éste. Así tiene la ventaja de ins-
truirse frecuentemente con su anfitrión 
s o f c r e problemas científicos durante las 
horas de comida y en los ratos de ocio. 
En medio de esas conversaciones Mor-
ton aprende todo lo que Jackson sabe so-
bre el éter sulfúrico. Más aún, en cierta 
ocasión, Jackson manifiesta que salpican-
do la piel con éter puede calmarse local-
mente el dolor. » 
—"¿Cree Ud. que yo podría usarlo en 
mi práctica dental?" —pregunta entonces 
Morton. 
—"¿Por qué no?" —contesta Jackson. 
—"Le daré una botella-gotero con éter 
para ensayarlo". 
Pocos días más tarde una dama recu-
rre a la consulta de Morton para tratarse 
una caries, pero manifiesta su ansiedad 
ante la perspectiva del dolor. Morton la 
tranquiliza, deja caer algunas gotas de 
éter en el hueco del diente, y en seguida 
trabaja. La analgesia no es completa, pe-
ro sin duda la intensidad del dolor ha dis-
minuido. En otras ocasiones, al emplear 
una cantidad de éter mayor que la habi-
tual, Morton se da cuenta que toda la den-
tina se insensibiliza. Sin embargo, eí mé-
todo es inseguro, de resultados variables 
y de muy corta duración. Por esta época 
llega Wells a Boston para hacer su infor-
tunada demostración que tanto lo desani-
ma, induciéndole finalmente a abandonar 
la profesión. Pero el método de Wells es 
para Morton fuente de nuevas ideas. Si 
la inhalación de gas hilarante fracasa, 
¿por qué no puede dar buenos resultados 
la inhalación de vapores de éter? Morton 
da vueltas día y noche esta idea en su 
magín. ¿Con quién aconsejarse? El más 
indicado es Jackson, pero Morton, aunque 
conserva relaciones cordiales con él, se ha 
retirado de su casa después de un disgusto 
y no se decide a recurrir de nuevo a su 
maestro. Se decide entonces a leer todo lo 
que en la Biblioteca puede hallar sobre 
éter, hasta que encuentra la publicación 
hecha por Faraday en 1818, en que com-
para los efectos anestésicos del éter con 
los del gas hilarante. Esto da confianza a 
Morton, pero el fiasco de Wells le recuer-
da que no debe apurarse. 
Morton sigue averiguando en todas las 
fuentes posibles lo que se sabe respecto 
a éter, y conoce así muchas relaciones so-
bre el "ether-frolics", las fiestas de éter 
tan populares entre los estudiantes pocos 
años antes. Sin embargo, la información 
obtenida por Morton es tan contradicto-
ria, que nuevamente no sabe qué hacer. 
Nada puede ganar ya leyendo o infor-
mándose. Imposible aprender algo nuevo 
sobre el éter en esas fuentes. Ha llegado 
el momento de experimentar por sí mis-
mo. Morton entrega su clientela a un co-
lega y se retira a una quinta que había 
comprado en West Needham, a 15 millas 
de Boston, llevando consigo a su familia 
y una buena provisión de éter para sus 
experimentos. 
El primer experimento lo realiza en 
Nig, un perro "de aguas" regalón de Eli-
zabeth, su mujer. Satura un pedazo de al-
godón en éter, lo coloca en un platillo, 
llama al perro, y sujetándole la cabeza, 
le acerca el hocico al platillo. Al cabo de 
un momento el perro se relaja totalmente 
y se hace insensible a todos los estímulos 
con que Morton trata de despertalo. Al 
fin el perro se recobra, pero su marcha es 
insegura por algunas horas. 
Al día siguiente, desaparece misterio-
samente de la pecera el pez dorado que 
en ella habita. Elizabeth corre al estudio 
y X I I I S E M A N A DE LA EXPERIENCIA QUIRURGICA •55 
de Morton para comunicárselo, pero allí 
la espera una desagradable sorpresa: el 
pececillo yace sobre la mesa, muerto en 
apariencia. Elizabeth comienza a llorar. 
Morton sonríe, la tranquiliza, y coloca al 
pez dentro de la pecera llena de agua. En 
un instante, ante los asombrados ojos de 
Elizabeth, el pez está nadando como si na-
da hubiera sucedido. El dentista explica a 
su mujer que se trata sólo de experimen-
tos con un nuevo remedio. Elizabeth acep-
ta estas explicaciones, pero le hace prome-
ter que no experimentará de nuevo ni en 
el perro ni en el pez, sus regalones. 
Al día siguiente Morton se dirige a un 
arroyo vecino, caza con sus propias manos 
algunos peces vivos, los trae a su estudio 
y los anestesia con éter uno tras otro. Al 
día siguiente se va al bosque por varias 
horas, regresa con un buen número de cu-
carachas, orugas, gusanos y otros insec-
tos, y a estos también les aplica éter. Mor-
ton se levanta habitualmente a las 4 de 
la mañana para encerrarse todo el díaen 
su estudio a proseguir sus investigaciones. 
Aunque Elizabeth no entiende claramen-
te qué es lo que pretende su marido con 
tan raras experiencias, decide dejarlo tran-
quilo. Pero un día no puede encontrar a 
Nig, y sospechando lo peor, corre al estu-
dió de Morton y golpea furiosa la puerta. 
—"Andate!"—Le contesta desde den-
tro. —"Estoy ocupado". 
Elizabeth espera unos momentos y sin 
preguntar de nuevo abre resueltamente 
la puerta. Una terrible escena aparece 
ante sus ojos. Nig está bien, pero Morton 
yace en el suelo, sin conocimiento, con 
un pañuelo aplicado sobre su nariz. Eli-
zabeth comienza a gritar y a llorar pi-
diendo ayuda, pero pronto Morton vuelve 
en sí. 
—"No estoy dispuesta a tolerar más 
esto!" —exclama Elizabeth. A lo que Mor-
ton contesta en forma profética: 
—"Tengo un trabajo que cumplir en 
esta vida. Día llegará, querida, en que 
desterraré el dolor del mundo". 
Cierto es que Morton había intentado, 
quebrantando su promesa, anestesiar de 
nuevo a Nig. Pero tan pronto como el pe-
rro reconoció el olor, luchó por zafarse 
y dió vuelta el frasco de éter que estaba 
en el suelo. Cogido por una súbita deter-
minación, Morton empapó su pañuelo en 
el éter antes que se evaporara, lo aplicó a 
su propia nariz y respiró profundamente 
hasta perder la conciencia. 
Morton decide regresar a Boston para 
continuar ahora sus experiencias con se-
res humanos. En Boston convence a sus 
dos ayudantes, estudiantes de Dentística, 
que inhalen éter. Uno de ellos había asis-
tido a fiestas de éter y estaba dispuesto 
a dejarse practicar una extracción den-
taria bajo la acción del medicamento. Pero 
cuando la experiencia se lleva a efecto, 
ante el asombro de Morton, sus dos ayu-
dantes, a las primeras inhalaciones, en-
tran en un estado de violenta excitación 
y Morton debe recurrir a todas su fuerzas 
para evitar que le hagan daño a él o a sí 
mismos. Este resultado imprevisto, tan en 
contraste con su experiencia anterior, ha-
ce dudar a Morton. Los dos jóvenes rehu-
san volver a inhalar éter y no ceden ni 
a los efectos de recompensa en dinero. 
¿Qué hacer? 
Morton se dirige a los muelles y ofrece 
a marineros borrachos, changadores y 
otros obreros, 5 dólares por dejarse ex-
traer un diente sin dolor. Nadie acepta. 
No le queda otra solución que volver a 
ensayar el éter en sí mismo y así lo hace. 
Pero esta vez, en lugar de dormirse, es 
cogido por el mismo estado de excitación 
que observara en sus dos ayudantes. ¿Se 
debe esto a una falla en el método de ad-
ministración? ¿Sería tal vez útil un apa-
rato diseñado especialmente para ello? 
¿O quizás la falla está en la calidad del 
éter? Sólo un hombre en Boston puede 
contestar estas preguntas: Jackson. Mor-
ton .hace tiempo que no le visita y sabe 
que, aunque cordiales en apariencia, las 
relaciones han quedado un poco tirantes 
en realidad. Además, Jackson trató en 
una oportunidad hace ya varios años de 
robar a Morse el descubrimiento del telé-
grafo, y Morton teme que trate ahora de 
hacer lo mismo con él. Pero no queda otro 
remedio, y el 30 de septiembre de 1846, 
con el corazón oprimido y el temor a re-
velar su secreto, Morton visita a Jackson 
para buscar la información que necesita. 
-—"¿Puede Ud. prestarme una buena 
bolsa para administrar gas?" —pregunta 
Morton después de los saludos de rigor. 
—"Tengo un paciente que no se deja ex-
traer un diente por miedo al dolor". 
—"Mejor que no ensaye esa treta"— 
responde Jackson, "para evitar lo-que le 
sucedió al pobre Wells con el protóxido de 
5 6 Vi CONGRfeSO CHILENO DE CIRUGIA 
N; ¿por qué no hace inhalar a su paciente 
vapor de éter? Se dormirá y Ud. puede 
entonces hacer lo que le venga en gana". 
Morton tiene que reprimir su sorpre-
sa, temeroso que Jackson pueda estar en 
si rastro de su descubrimiento. Sigue con-
versando en forma de disimular su turba-
ción, y aprende de Jackson que debe con-
seguir éter sulfúrico puro, altamente rec-
tificado, donde Burnett, el principal far-
macista de Boston. Morton le agradece, se 
despide, y mientras corre donde Burnett 
recuerda que .sus primeras provisiones de 
éter las compró allí, que para no desper-
tar sospechas compró después éter en otra 
parte, que fué éste el éter que excitó a sus 
amigos y a sí mismo, y que esa puede ser 
la explicación de la contradicción en los 
resultados observados. Llega donde Bur-
nett, ordena un poco de éter entre varias 
otras compras para disimular, se dirige a 
su oficina, se sienta en su silla dental, re-
loj en mano, y aprieta un pañuelo empa-
pado en éter contra su boca y nariz. Pier-
de la conciencia y al recobrarla comprue-
ba que han pasado 7 minutos, tiempo de 
sobra para una extracción dentaria. Deci-
dido a hacer la prueba máxima inmedia-
tamente, solicita al colega que había de-
jado a cargo de su clientela que le haga 
una extracción bajo inhalación de éter. 
Justo en ese momento, las 6 P. M. del 30 
de septiembre de 1846, un vecino de Bos-
ton, el músico Eben Frost, atormentado 
por una intensa inflamación a la encía, 
entra a la oficina y solicita una extrac-
ción dentaria previa "mesmerización" pa-
ra evitar el dolor. Morton le comunica que 
tiene algo mejor, le convence que inhale 
éter de un pañuelo empapado y le practi-
ca la extracción sin dolor alguno. El pa-
ciente se recobra en un minuto. 
Al día siguiente aparece publicado en 
el "Boston Daily Journal" un párrafo 
dando cuenta de esa maravilla. 
Se ha descubierto la anestesia quirúr-
gica. 
SU PACIENTE ESTA LISTO 
Morton había buscado un método in-
doloro para colocar coronas de oro a fin 
de ganar más dinero, y había logrado éxi-
to. Su oficina está llena todo el día y gana 
lo que quiere. Sin embargo, Morton co-
mienza a descuidar su consulta, dejando 
todo el trabajo a sus ayudantes. Ahora 
que lo gana a montones, parece no inte-
resarse tanto por el dinero. Comienza de 
nuevo a encerrarse en su estudio días en-
teros, comienza de nuevo a repetir todos 
sus experimentos. Día tras día inhala ma-
yores y más peligrosas cantidades de éter 
para estudiar sus efectos. ¿Qué le pasa a 
Morton? ¿Qué pretende ahora? 
Morton había buscado el descubri-
miento de un método que le permitiera 
ganar más dinero, pero el descubrimiento 
ha resultado demasiado grande para tan 
pequeño objetivo. Morton tiene ahora la 
ambiciosa idea de aplicar su método a la 
Cirugía y convertirse así en benefactor de 
la Humanidad. Y ésa es su actual preocu-
pación. ¿Cómo regular a voluntad la du-
ración y profundidad de este sueño arti-
ficial para poderlo utilizar en intervencio-
nes quirúrgicas mayores? Morton se da 
cuenta desde el primer momento que la 
inhalación de éter de un pañuelo empa-
pado no es suficiente. Alguna clase de 
aparato debe ser especialmente inventado 
para ese objeto. Morton diseña un inge-
nioso artefacto en que el paciente inhala 
aire a través de una superficie de éter 
contenido en una botella. Y lo hace cons-
truir. En seguida, como de costumbre, lo 
ensaya en sí mismo una y otra vez. 
En seguida el visionario dentista co-
mienza a recorrer de uno en uno los ciru-
janos de Boston, proponiéndoles efectuar 
una operación quirúrgica bajo sueño arti-
ficial para evitar el dolor. Se hace acom-
pañar siempre y a todas partes del músi-
co Eben Frost, el primer paciente en que 
efectuara una extracción indolora, para 
que le sirviera de testigo. Ya no es el ava-
ricioso dentista ávido de ganar dinero. 
Ahora sólo le guía el fuego sagrado de ha-
cer un bien a la Humanidad. Pero, por 
una parte, Morton no es médico sino un 
obscuro dentista que ya ha ganado fama 
de metalizado; por otra parte, ningún ci-
rujano se arriesga a arruinar su carrera 
con la posibilidad de que el enfermo, una 
vez dormido en la mesa quirúrgica, no 
despierte más. 
Habiendo fracasado con todos los ci-
rujanos, Morton se decide a hablar con el 
más importante de ellos, John Collins 
Warren, cirujano jefe del "Massachussetts 
General Hospital". Warren, por su presti-
gio, puede arriesgarse en un ensayo de 
esta naturaleza.Warren, humano y sensi-
ble a pesar de su importancia, sufre con 
y X I I I S E M A N A DE LA EXPERIENCIA QUIRURGICA •17 
la agonía que su bisturí provoca en el pa-
ciente. Y aunque escéptico ya debido al 
fracaso de tantos métodos anestésicos 
probados antes en el Hospital, el último 
de ellos el de Wells, escucha a Morton con 
simpatía y le promete una chance para 
ensayar su método. 
Morton se dedica entonces a perfeccio-
nar su aparato probándolo continuamente 
en sí mismo. Hasta que un día recibe una 
carta en que se le comunica que el 16 de 
octubre de 1846, a las 10 de la mañana, 
el Dr. Warren va resecar un tumor del 
cuello y le ofrece esa oportunidad para 
demostrar su método de evitar el dolor. 
Morton se prepara, y lleva su inhalador 
de éter al técnico para las últimas modi-
ficaciones. 
Se difunde la noticia y en la mañana 
del día señalado para la operación el anfi-
teatro operatorio del "Massachussetts Ge-
neral Hospital" está atestado de médicos 
y estudiantes ávidos por presenciar la de-
mostración de Morton. El enfermo está ya 
sobre la mesa de operaciones y el ciruja-
no listo, pero Morton no llega. Se le espe-
ra. A las 10 y cuarto el Dr. Warren mira 
nerviosamente su reloj, coge el bisturí 
para iniciar la operación, y dirigiéndose 
a los asistentes dice con cierta sorna: 
—"Puesto que el Dr. Morton no ha ve-
nido, debo presumir que está ocupado en 
otra cosa". 
En la audiencia hay risas reprimidas. 
El Dr. Warren está a punto de hacer la 
primera incisión, cuando se abre brusca-
mente la puerta y aparece Morton jadean-
do, cómicamente seguido del inseparable 
Eben Frost. Morton se disculpa, explican-
do que su aparato anestésico necesitaba 
ciertas reformas y no se lo habían tenido 
listo a la hora convenida. 
—"Bien señor" —contesta Warren. 
—"Su paciente está listo". 
Un silencio religioso domina ahora el 
amplio anfiteatro. Se oye sólo el susurro 
de las respiraciones. Flota en el ambiente 
una espectación dramática. Disimulando 
su nerviosidad, Morton prepara su inhala-
dor y lo aplica sobre la cara del enfermo, 
comenzando la administración de un lí-
quido cuya naturaleza nadie conoce apar-
te de él. El enfermo comienza a moverse 
en forma inquieta, a respirar irregular-
mente, luego a proferir palabras ininteli-
gibles, hasta que queda quieto, callado, 
respirando profunda y regularmente. Mor-
ton se separa un poco de la cabecera de la 
mesa, e inclinándose ante el Profesor, le 
dice con voz grave: 
—"Dr. Warren, su paciente está listo". 
En el anfiteatro repleto de espectado-
res y silencio, sus palabras resuenan con 
vibraciones agoreras. Sin vacilaciones, el 
cirujano se acerca al enfermo y con su ha-
bilidad acostumbrada realiza la resección 
del tumor en un instante, sin que el pa-
ciente haga un movimiento, sin que pro-
fiera una queja. Terminada la operación, 
el paciente vuelve lentamente en sí, y con-
fiesa no haber sufrido dolor alguno. El 
Dr. Warren, emocionado y convencido, se 
vuelve hacia los asistentes y exclama ju-
biloso : 
—"Caballeros, esto no es engaño". 
Uno de los asistentes, el Dr. Henry 
Jacob Bigelow, Profesor de prestigio en la 
Universidad de Harvard, exclama entu-
siasmado : 
—"Hoy he visto algo que dará la vuel-
ta al mundo!" 
La anestesia quirúrgica había sido de-
mostrada con éxito al mundo científico. 
Dos operaciones se programan para el 
día siguiente. En la primera de ellas, un 
ayudante del Dr. Warren extrae un tu-
mor del hombro con todo éxito, bajo anes-
tesia. En la segunda, otro ayudante de 
Warren realiza una operación con caute-
rio en la cara de una mujer anciana. A 
la primera aplicación del hierro candente 
la enferma parece demostrar signos de 
dolor. Morton entonces administra una 
mayor dosis del anestésico. La enferma 
se pone muy pálida y deja de respirar. 
El Dr. Bigelow comprueba un pulso dé-
bil e irregular, por lo que indica a Mor-
ton retirar el inhalador. El pulso mejora 
en seguida y la enferma vuelve a respi-
rar. Este incidente prueba ser de máxima 
importancia, pues encierra una gran lec-
ción: primero, el método no está despro-
visto de peligros; segundo, el pulso debe 
ser vigilado constantemente para apreciar 
la condición del enfermo mientras dura 
el sueño artificial. 
El uso de la inhalación etérea durante 
las operaciones quirúrgicas se convierte 
en práctica rutinaria en el "Massachus-
sett General Hospital" después que "Mor-
ton, presionado por las circunstancias, ha 
revelado su secreto, y aunque no sin lu-
58 VI CONGRESO CHILÉNO DE CIRUGÍA 
cha, sinsabores, envidia y escepticismo, se 
divulga por todo Estados Unidos. 
A mediados de Diciembre de 1846 el 
Dr. Bott, de Londres, recibe una carta de 
Bigelow en que le da cuenta del magno 
descubrimiento. El 19 de Diciembre un 
dentista extrae sin dolor una pieza denta-
ria a una sobrina de Bott. El 21 del mis-
mo mes el conocido cirujano Robert Listón 
realiza en Londres la primera interven-
ción quirúrgica bajo anestesia etérea, la 
amputación de una pierna. La anestesia 
etérea comienza a difundirse en Inglate-
rra. 
Morton envía un inhalador a su amigo 
Willis Fischer, un bostoniano que vive en 
París, con las instrucciones del caso. Pero 
en París residen dos magnates de la Ciru-
gía, Roux y Velpeau, que se oponen a to-
do intento de anestesia quirúrgica. Y es 
el mismo Velpeau quien, hacía pocos años, 
había escrito que "librarse del dolor en 
las operaciones quirúrgicas es una qui-
mera que no nos está permitido esperar 
en nuestros días". Pero Fisher, dominado 
por el mismo fuego de Morton, no se deja 
amedrentar por la nombradía de Roux y 
Velpeau y los convence al fin de darle 
una oportunidad. Esta se lleva a cabo y el 
éxito es rotundo. La anestesia etérea se 
difunde por toda Europa. 
Después de su primera intervención 
quirúrgica bajo anestesia etérea, el cono-
cido cirujano británico Listón había va-
ticinado que "en 6 meses ninguna opera-
ción se llevará a efecto sin esta prepara-
ción previa". Habían sido palabras pro-
féticas. En Estados Unidos, en Inglaterra, 
en Europa, en Rusia, en dondequiera la 
bendición de su descubrimiento llega y se 
difunde, Williams Thomas Green Morton, 
el joven y visionario dentista de Boston, 
es colmado de elogios tanto por la' prensa 
médica como profana y es comparado con 
Jenner, Franklin y otros benefactores de 
la Humanidad. 
PARIRAS CON DOLOR 
Vive en Edimburgo a mediados del si-
glo XIX un joven y habilidoso médico es-
cocés, James Young Simpson. Cuando ni-
ño, le habían contado que al nacer había 
provocado tantos sufrimientos a su madre 
que ésta casi había muerto. Esto quedó 
impreso en su inmaginación para toda la 
vida. ¿Deben las madres, para poder ser 
tales, sufrir tan terriblemente? ¿No es 
posible prevenir en alguna forma los do-
lores del parto? Influenciado por esos pen-
samientos, el joven Simpson decide estu-
diar Medicina, se recibe y se dedica a la 
Obstetricia. Ahora tiene ocasión de com-
probar personalmente, día tras día, noche 
tras noche, los semblantes angustiados de 
las parturientas torturadas por el dolor. 
Atormentado por el sufrimiento de sus 
enfermas, Simpson busca afanosamente el 
modo de evitarlo. Ensaya todas las drogas 
analgésicas conocidas por ese tiempo y 
también el "mesmerismo", pero sin resul-
tados satisfactorios. 
A fines de Diciembre de 1846 llegan a 
Edimburgo las noticias de la operación 
sin dolor efectuada por Listón. Simpson 
se dirige a Londres sin mayor demora, 
obserVa personalmente a Listón interve-
nir bajo anestesia etérea, y vuelve feliz a 
Edimburgo a ensayar el nuevo método pa-
ra calmar los dolores del parto. Los re-
sultados son desalentadores. Cierto es que 
la inhalación del vapor de éter produce 
inconciencia y analgesia, pero provoca 
también vahídos, náuseas, vómitos y exci-
tación. El método no le satisface y sigue 
buscando. 
Simpson se dedica a ensayar en sí mis-
mo y en sus ayudantes cuanta droga cae 
en sus manos. En una ocasión, un quími-
co le recomienda un fluido volátil, el bro-
muro de etilo,

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