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historia de Nueva Zelanda

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NUEVA ZELANDA
HISTORIA
Un cartógrafo holandés bautizó a Nueva Zelanda con su nombre actual después de que el navegante holandés Abel Janszoon Tasman descubriera las islas en 1642. El explorador y militar británico James Cook visitó y reclamó las islas para Gran Bretaña en 1769. No obstante, pasaron casi setenta y cinco años antes de que el gobierno británico levantara acta sobre esta reivindicación y anexionara formalmente Nueva Zelanda.
Los maoríes
Las islas de Nueva Zelanda fueron habitadas en un principio por un pueblo originario de Polinesia oriental, posiblemente de la isla de Cook y de Tahití, unos mil años antes de que Tasman llegara a sus costas. El nombre maorí se cree que data de mediados de 1880, cuando los descendientes de los primeros colonos lo adoptaron para distinguirse de los pakeka o europeos. De acuerdo con la tradición maorí, el descubridor del país fue Kupe, quien primero lo bautizó como Aotearoa o ‘Tierra de la gran nube blanca’. Estos primeros pobladores se concentraron fundamentalmente en las zonas costeras de la isla del Norte, pero sus descendientes pronto emigraron a las dos islas deshabitadas. Cuando Cook visitó la isla, la población de Nueva Zelanda se estimó en torno a los 125.000 habitantes.
Los franceses dirigidos por Marion du Fresne siguieron los pasos de Cook. Los enfrentamientos de Fresne con los maoríes finalizaron en 1772, en una batalla que le ocasionó la muerte, junto con otros veinticuatro seguidores y al menos 300 maoríes. En los veinte años siguientes, no se conocen asentamientos europeos en Nueva Zelanda, pero a finales del siglo XVIII y principios del XIX, se reanudaron los contactos. Los europeos, principalmente misioneros y balleneros británicos, fundaron colonias y centros comerciales, sobre todo en las islas de la bahía de la isla del Norte. Aunque hubo cierta oposición, los maoríes aceptaron estas instalaciones, comprobando las ventajas que el intercambio comercial proporcionaba. La inmigración comenzó de forma sistemática en 1839 y 1840 bajo los auspicios de la Compañía de Nueva Zelanda, fundada en Londres por Edward Gibbon Wakefield.
Soberanía británica
Con el fin de adelantarse a la compra de la tierra por parte de la Compañía, el gobierno británico envió a Nueva Zelanda en 1840 al capitán William Hobson en calidad de cónsul y con plena autoridad para negociar tratados con los jefes maoríes. Según los términos del Tratado de Waitangi que él mismo redactó, los maoríes cedían la soberanía del país a la corona británica a cambio de justos derechos de propiedad como ciudadanos británicos y de permanecer bajo protección de Gran Bretaña; también aceptaron vender sus tierras sólo a la corona. El 6 de febrero de 1840, 45 jefes maoríes de la isla del Norte firmaron el tratado y otros 500 lo hicieron en las semanas sucesivas. El 21 de mayo Hobson proclamó la soberanía británica en la isla del Norte y reclamó la del Sur por los derechos adquiridos por haber sido descubierta por Cook. En 1841, Nueva Zelanda quedó constituida como colonia británica, con Auckland como capital.
La colonización continuó de forma rápida durante las siguientes décadas, y se fundaron dos asentamientos significativos en la isla del Sur, Otago (hoy Dunedin) en 1848 y Canterbury (hoy Christchurch) en 1850. Alrededor de 1851 la población europea era de 26.707 habitantes. Las disputas entre los recién llegados y los maoríes sobre los derechos de la tierra, culminaron con las guerras que tuvieron lugar en la isla del Norte entre 1845 y 1848 y entre 1860 y 1872 (véase Guerras de Nueva Zelanda). La última contienda fue la más dura porque además estuvo recrudecida por la confiscación británica de los territorios maoríes, lo que provocó un gran número de bajas. Después de esa fecha las autoridades coloniales pretendieron aplicar una política más conciliadora que pacificó las relaciones entre la población europea y maorí.
En la isla del Sur, ajena a las guerras, no se interrumpió la formación de colonias, y además contaba con escasa población maorí. El descubrimiento del oro aluvial en la península de Otago en 1860 generó una nueva afluencia de inmigrantes, muchos de los cuales se asentaron en las zonas bajas para dedicarse a la agricultura cuando se agotara el oro. Las principales fuentes económicas del país en la última fase del siglo XIX, fueron la cría de ganado ovino y la explotación minera de las cuencas meridionales. Las introducción de buques frigoríficos en 1882 permitió que Nueva Zelanda abriera sus puertas a la exportación de carne, lo que estimuló los asentamientos y el cultivo intensivo.
Gobierno parlamentario
Establecido un gobierno central con un Parlamento elegido y un gabinete, este gobierno no tuvo poder ejecutivo hasta 1856. A lo largo del siglo XIX, el poder político estuvo dirigido de forma alternativa por algunos grupos liberales sin cohesión, —que instituyeron el sufragio para los hombres y la educación obligatoria—, y por los conservadores que eran en su mayoría terratenientes. En 1891, tras el fracaso de una huelga de pescadores, los sindicalistas dieron su apoyo a los liberales. Posteriormente, y hasta 1912, se sucedieron una serie de legislaturas dominadas por el Partido Liberal, que contaban con la ayuda de los laboristas, hasta que se creó el Partido Laborista Independiente en 1910. Estos gobiernos, dirigidos primero por el periodista John Ballance y tras su muerte por Richard John Seddon y sir Joseph George Ward, realizaron un programa de reforma agraria y una legislación social cuya importancia fue reconocida internacionalmente. Las especulaciones sobre el terreno quedaron suprimidas mediante una legislación que procuraba al gobierno la adquisición de grandes propiedades para su subdivisión, y le autorizaba a la compra de pequeñas propiedades con amplias hipotecas. Otra legislación estableció contribuciones mínimas proporcionadas por un arbitraje obligatorio y la respuesta a la solución de conflictos laborales. En 1893, Nueva Zelanda fue el primer país que dio el derecho de voto a la mujer. Durante este periodo de dominación liberal-laborista se instauró el sistema de Seguridad Social.
Los primeros años del siglo XX
En 1907 Nueva Zelanda quedó designada oficialmente como dominio del Imperio Británico, aunque su forma de gobierno permaneció inalterable. Los conservadores agrupados en el Partido de la Reforma, alcanzaron el poder una vez más en 1912. Durante la I Guerra Mundial, la coalición reformista-liberal gobernó el país, mientras que 124.211 neozelandeses engrosaron las listas de las Fuerzas Armadas británicas. Estas tropas lucharon en Egipto y en la campaña de Gallípoli de 1915; los Australian y New Zealand Army Corps, fueron popularmente conocidos como divisiones Anzac. En 1916, las unidades neozelandesas, organizadas como división separada, llegaron a Francia para luchar en la batalla del Somme, y el cuerpo de fusileros sirvió más tarde en la campaña de Palestina. Nueva Zelanda perdió más de 16.000 hombres en la guerra y otros 400.000 fueron heridos. No obstante, la I Guerra Mundial contribuyó a generar un nuevo espíritu nacionalista.
El colapso de la explosión especulativa del terreno que floreció tras la guerra fue una causa importante de la recesión económica de 1921 a 1926 que se agravaron con la depresión mundial que comenzó en 1930. En las elecciones parlamentarias de 1935, el Partido Laborista consiguió mayoría absoluta sobre el Partido Nacionalista, formado en 1913 al fusionarse los partidos Liberal y Reformista. El nuevo gobierno, presidido por Michael Joseph Savage, nacionalizó algunos sectores de la economía e instituyó un completo sistema del Estado del Bienestar.
II Guerra Mundial y Asia
Con el estallido de la II Guerra Mundial en 1939, Nueva Zelanda impuso un control salarial y sobre los precios que reafirmaron la estabilidad financiera, a costa del progreso social. La Armada neozelandesa prestó sus servicios en Grecia, Chipre, África del Norte, Italia y el océano Pacífico y la aviación estuvo presente en todos los escenarios bélicos.Nueva Zelanda tuvo más de 11.600 muertos y 15.700 heridos durante la contienda.
Por otro lado, el Partido Laborista ganó las elecciones de 1949. En política exterior, Nueva Zelanda participó del Plan Colombo para el Sureste asiático en 1950, y en 1951 formó parte del pacto de defensa mutua, ANZUS, con Australia y Estados Unidos. Con otros siete países, en 1954 Nueva Zelanda se integró en la Organización del Tratado del Sureste Asiático (SEATO) y contribuyó en los contingentes que las Naciones Unidas enviaron a la guerra de Corea y a Chipre.
La segunda mitad del siglo XX
El Partido Laborista reanudó el ejercicio del poder tras las elecciones generales de noviembre de 1957. Su ascensión coincidió con el comienzo de la crisis económica que caracterizó la década de 1960 y que fue debida, en parte, a la reducción de los beneficios procedentes de la exportación. El Partido Nacional volvió al poder en 1960 y bajo la dirección del primer ministro Keith J. Holyoake, mantuvo la mayoría de los votos hasta 1966. El negativo balance económico y la inflación hicieron que el gobierno de Holyoake adoptara políticas de control económico establecidas anteriormente por los laboristas. A principios de 1972 Holyoake se retiró.
En noviembre, los laboristas dirigidos por Norman Eric Kirk vencieron por abrumadora mayoría en las elecciones, y su dirigente fue nombrado primer ministro. En 1973 Kirk y el primer ministro australiano, Gough Whitlam acordaron la cooperación entre ambos países para la mejora de sus respectivas economías. Esta actitud se debió, en parte, a la integración del Reino Unido en la Comunidad Europea, que se hizo efectiva a principios de año. En ese mismo año, Nueva Zelanda estableció relaciones diplomáticas con la República Popular China.
Cuando Kirk murió en 1974, Wallace Edward Rowling le sucedió en la jefatura del gobierno. En 1975, el Partido Nacional volvió al poder bajo la dirección de Robert Muldoon, quien fue reelegido durante un breve periodo de dos años, entre 1978 y 1981. Muldoon intentó, sin demasiado éxito, arreglar los cada vez más graves problemas económicos de Nueva Zelanda. Las elecciones de 1984 devolvieron el control del Parlamento al Partido Laborista, encabezado por David Lange. Bajo su gobierno se iniciaron grandes reformas económicas y se redujo el control estatal sobre la economía y las barreras arancelarias. Aunque muchas de sus medidas contaron con la desaprobación popular, el gobierno laborista volvió a ganar las elecciones de 1987. Conocedor del precario estado de su salud, Lange dimitió en 1989 y le sucedió Geoffrey Palmer. En septiembre de 1990, las diferencias internas de un partido cada vez menos popular, provocaron que Palmer dimitiera en favor de Michael Moore. En las elecciones de octubre, en las que se luchó principalmente contra las premisas económicas de la oposición, los laboristas fueron derrotados por el Partido Nacional, dirigido por James Bolger. El gobierno de Bolger llevó a cabo un más amplio proceso de reforma, ampliando la privatización de las industrias estatales e imponiendo fuertes reducciones en los servicios de bienestar social. Contó con una dura oposición a todas estas medidas políticas y, en 1992, los neozelandeses votaron en referéndum el cambio del sistema electoral por un sistema proporcional mixto que incrementaría el poder de los partidos minoritarios del país. El cambio se confirmó en el referéndum de 1993, que coincidió con unas elecciones generales. El gobierno Bolger sobrevivió, pero sólo por mayoría simple. Varios miembros abandonaron el Partido Nacional en septiembre de 1994 para fundar un partido de centro-derecha con el que Bolger tuvo que formar coalición para conservar su mayoría parlamentaria. El sistema de reforma electoral fue incorporado en las elecciones generales de 1996.
En estas elecciones, además de una alta participación, se produjo un vuelco en la situación política neozelandesa: el Partido Nacional obtuvo el mayor número de votos y de escaños (44), pero no la mayoría absoluta; el Partido Laborista logró 37 escaños y quedó en segundo lugar. Con estos resultados, la novedad no fue la falta de un claro vencedor, sino el surgimiento de una fuerza política, denominada Nueva Zelanda Primero, de carácter nacionalista y populista, que con 17 escaños se convirtió en el verdadero árbitro de la situación. La nueva ley electoral permitió, además, la entrada de otros partidos minoritarios, tanto de derechas como de izquierdas. Tras varias conversaciones, se formó un gobierno de coalición entre el Partido Nacional, dirigido por James Bolger, y Nueva Zelanda Primero, de Winston Peters.
En noviembre de 1997 Jenny Shipley, antigua ministra de Bienestar Social, se convirtió en la primera mujer que accedía al cargo de primera ministra en la historia de Nueva Zelanda. El nombramiento fue aprobado por el Partido Nacional, en el poder, después de una larga negociación con Jim Bolger, que había dimitido de sus cargos de responsabilidad en el gobierno y en el partido (al frente del cual llevaba 12 años) tras haber perdido la confianza de sus allegados ante el desafío lanzado por Shipley, una firme rival de la labor de gobierno desarrollada por el dimisionario primer ministro.
La cuestión maorí
Una de las cuestiones claves del tiempo de posguerra, y en concreto de los últimos treinta años, ha sido la que atañe a los derechos de la población maorí. El activismo maorí para el logro de derechos sociales y económicos fue particularmente intenso durante las décadas de 1960 y 1970; demandaban la utilización de la lengua maorí en la enseñanza, medios de comunicación y actos oficiales, además de programas que preservaran su cultura y arte. Sus peticiones estaban, no obstante, unidas a la devolución de la tierra según las disposiciones del Tratado de Waitangi. El Tribunal de Waitangi quedó establecido en 1975, encargado de examinar y hacer recomendaciones sobre la utilización de las tierras maoríes y sobre las declaraciones de compensación. A principios de la década de 1990, se presentaron cerca de 400 demandas ante los tribunales, pero la cuestión que presentó mayores contenciosos fue la que se refería a grandes extensiones de la corona, de propiedad estatal. Se establecieron así una serie de acuerdos individuales con las distintas tribus (como el de 1994 entre la tribu de los waikato y el gobierno), aunque el lento proceso de negociaciones aumentó las protestas por parte de los activistas maoríes durante 1994 y 1995. En este último año, las reivindicaciones se centralizaron en la isla del Norte, provocando detenciones temporales y la ocupación de algunos lugares de interés cultural, entre los que estaban el Instituto de Artes y Oficios maoríes, situado en Rotorua. El 22 de mayo del mismo año, Bolger y Arkinui Te Atairangikaahu, reina de Tainu (máxima federación tribal del país), firmaron un acuerdo por el que se establecían las reclamaciones definitivas sobre la utilización de 50.000 ha de terreno cedidas ilegalmente a los europeos durante la década de 1860. Esta petición suponía el pago en metálico y la devolución de la tierra, bajo una tasación gubernamental de un total de 116 millones de dólares. Las tierras vendidas a los colonos no quedaron contempladas en dicho acuerdo.
Cambio de gobierno
Después de nueve años de gobierno conservador, el Partido Laborista se alzó con la victoria en las elecciones legislativas del 27 de noviembre de 1999, al obtener el 38,9% de los votos. La candidata laborista Helen Clark derrotó a la conservadora Jenny Shipley, cabeza de lista del Partido Nacional, que logró el 30,7 por ciento. El eje de la campaña electoral de Clark fue la política social; según su programa, de perfil claramente socialdemócrata, la sanidad, la educación pública, los transportes, el seguro de desempleo, así como la creación de empleo y de nuevos impuestos para las rentas más altas, serían prioritarios. Finalizada la legislatura tres años después, el Partido Laborista repitió victoria en las urnas el 27 de julio de 2002. Pese a no lograr mayoríaabsoluta en la Cámara, los 52 escaños que ganó, gracias al respaldo del 41,4% de los votos emitidos, garantizaron la continuidad de Clark al frente del gobierno. De igual forma, el nuevo triunfo electoral laborista del 17 de septiembre de 2005 (obteniendo 50 escaños) permitió una nueva investidura de Clark.

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