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historia de Reino Unido

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REINO UNIDO
HISTORIA
Inglaterra y Escocia formaron el Reino Unido de Gran Bretaña mediante el Acta de Unión (1707) (véase Union Acts). Inglaterra (que englobaba el principado de Gales, anexionado en el siglo XIV y unido legalmente a Inglaterra en el siglo XVI) y Escocia habían sido países distintos desde la alta edad media. No obstante, desde la muerte de Isabel I (1603), el mismo soberano había gobernado ambos reinos. En 1707 obtuvieron una legislatura única y Londres se convirtió en la capital. Para consultar la historia de Gran Bretaña antes de 1707, véase Britania, Inglaterra, Escocia y País de Gales.
Un siglo de conflictos
Uno de los principales propósitos del Acta de Unión era reforzar un país sumido en el desasosiego por la guerra de Sucesión española (1701-1714). Bajo la dirección de John Churchill, duque de Marlborough, Inglaterra (y después Gran Bretaña) y sus aliados habían derrotado en muchas batallas a Francia, entonces el más poblado y poderoso Estado de Europa. No obstante, en 1710 ya era evidente que Luis XIV situaría a un pariente Borbón en el trono español. Marlborough y sus aliados políticos fueron reemplazados por los tories, que firmaron la paz con Francia. En el Tratado de Utrecht (1713), Gran Bretaña reconoció los derechos de la dinastía Borbón a la Corona española (véase Tratados de Utrecht) aunque obtuvo de Francia las zonas norteamericanas de la bahía de Hudson, Nueva Escocia y Terranova, mientras que España cedió Gibraltar y la isla de Menorca.
Debido a que la reina Ana Estuardo no tuvo hijos que sobrevivieran, fue sucedida, de acuerdo con el Acta de Establecimiento (1701), por su pariente protestante más cercano. Éste fue el elector de Hannover, que llegó de Alemania en 1714 y fue proclamado rey con el nombre de Jorge I de Gran Bretaña.
Primer gobierno del siglo XVIII
Los primeros años del reinado del rey Jorge I estuvieron marcados por dos importantes crisis: la revolución jacobita de 1715 emprendida por los seguidores del hermanastro de la reina Ana, Jacobo Eduardo el Pretendiente, y la quiebra de la Bolsa en 1720. El reinado de Ana Estuardo (1702-1714) se había caracterizado por la convocatoria de elecciones parlamentarias cada tres años y por la intensa rivalidad entre las facciones whig y tory. Con la llegada de Jorge I, los whigs se hicieron con el poder. Bajo el Acta Septenal (Act Septennial, 1716), se celebraron elecciones parlamentarias cada siete años. El Parlamento estaba constituido entonces por 122 miembros de condado y 423 miembros municipales.
La era de Robert Walpole
Robert Walpole fue nombrado primer lord del Tesoro (aunque conocido como primer ministro) en 1721, tras la quiebra bursátil provocada por el hundimiento financiero de la gigantesca Compañía de los Mares del Sur. Jorge I, que no sabía hablar inglés, y su hijo, el futuro rey Jorge II, pasaron la mayor parte de su reinado en Hannover, ocupados en el gobierno de sus posesiones alemanas, por lo que Walpole pudo crear y dominar la maquinaria de gobierno. Durante su administración (1721-1742) consiguió mantener a Gran Bretaña alejada de la guerra, aunque no pudo evitar las presiones del Parlamento para declarar la guerra a España por el acoso al que se veían sometidos los mercantes ingleses que deseaban comerciar con las colonias españolas de América; en 1739 estallaron las hostilidades, en contra del buen juicio de Walpole. Tres años más tarde, dimitió.
Dos décadas de conflictos
Entre 1739 y 1763, Gran Bretaña estuvo casi sin interrupciones en guerra. La guerra contra España (véase guerra de la Oreja de Jenkins) pronto se mezcló con la guerra de Sucesión austriaca (1740-1748) en la que Gran Bretaña apoyó a Austria en su enfrentamiento con Prusia, Francia y España. En 1745 los escoceses jacobitas, aprovechándose del compromiso de Gran Bretaña en el continente, realizaron su último intento de reinstaurar en el trono inglés a la dinastía Estuardo. El príncipe Carlos Eduardo Estuardo desembarcó en Escocia, y en septiembre tomó Edimburgo y proclamó rey a su padre como Jacobo III; sin embargo los jacobitas fueron derrotados en la batalla de Culloden.
A partir de 1755 los británicos mantuvieron una guerra no declarada contra los intereses de Francia tanto en Norteamérica como en la India (véase Guerra Francesa e India). En Europa, el estallido de la guerra de los Siete Años (1756-1763) enfrentó a Gran Bretaña, aliada con Prusia, y a Francia, aliada con Austria y Rusia. Bajo una fuerte presión popular, el rey Jorge II encargó a William Pitt (el Viejo) la organización de la guerra en el extranjero. La flota francesa fue derrotada cerca de la costa de Portugal, la Compañía Británica de las Indias Orientales triunfó sobre su rival francés en Bengala y otras zonas y las tropas coloniales de Norteamérica conquistaron Quebec y Montreal, en Canadá. Aunque Pitt se vio obligado a dimitir en 1761 y Gran Bretaña negoció al margen de Prusia, el Tratado de París (1763) fue un triunfo diplomático. Todos los derechos franceses sobre Canadá y los territorios al este del río Mississippi se cedieron a Gran Bretaña, al igual que la mayor parte de los derechos franceses sobre la India. España, que había entrado en la guerra del lado francés en 1762, cedió Florida. El Tratado de París marcó el auge del Imperio Británico en el siglo XVIII.
Crecimiento económico y demográfico, urbanización e industrialización
Entre 1751 y 1801, el año del primer censo oficial, la población de Gran Bretaña alcanzó los 19,7 millones de habitantes y en 1851 se había duplicado. Una de las razones fue el descenso de las muertes por enfermedades infecciosas, especialmente la viruela, después de que el doctor Edward Jenner descubriera una vacuna en 1796. La rapidez del cambio económico ya era evidente a partir de 1780, cuando James Watt, el ingeniero escocés, perfeccionó el motor a vapor como nueva fuente de energía. Entre 1760 y 1830 la producción de tejidos de algodón se multiplicó por doce, por lo que se convirtió en la principal exportación de Gran Bretaña. En 1830 la Revolución Industrial había convertido a Gran Bretaña en el ‘taller del mundo’.
Londres continuó siendo la ciudad más grande de Gran Bretaña, acentuando su carácter de centro comercial, judicial, administrativo y de transporte marítimo más que industrial. Su población, estimada en 950.000 habitantes en 1801, aumentó a 2,5 millones en 1851 con lo que se convirtió en la ciudad más grande del mundo.
Primeros años del reinado de Jorge III
En 1760, el anciano Jorge II fue sucedido por su nieto de 22 años, Jorge III. En 1770, Jorge III encontró en Frederick North un líder que gozaba de la confianza del rey y de la mayoría del Parlamento.
El editor de periódicos, John Wilkes, abiertamente crítico con el gobierno, fue acusado de libelo sedicioso (1764), encarcelado y excluido del escaño parlamentario para el que había sido repetidamente elegido. Una organización creada por sus seguidores, la Sociedad de Apoyo a la Declaración de Derechos, fue un modelo para los posteriores movimientos de reforma radical. Su programa demandaba la libertad de prensa, la abolición de los ‘municipios podridos’ (municipio), la ampliación de la franquicia (derecho al voto) y un aumento en la frecuencia de las reuniones parlamentarias.
La guerra de Independencia estadounidense
El gobierno británico intentó reforzar las regulaciones mercantiles y poner en segundo plano la legislación colonial de Norteamérica. La resistencia de los colonos provocó con el tiempo la celebración del Primer Congreso Continental (1774) y el comienzo de las hostilidades (1775). Aunque parlamentarios críticos como Edmund Burke continuaron pidiendo la reconciliación, Jorge III y lord North se inclinaron por medidas duras.
La autoridad del gobierno inglés en las trece colonias se colapsó en 1775. Aunque las fuerzas británicas pudieron ocupar primero Boston y más tarde Nueva York (1776) y Philadelphia (1777), los colonos no se rindieron. Tras la derrota del general John Burgoyne en Saratoga (1777), la guerra civil dentro del ImperioBritánico se convirtió en un conflicto internacional. Primero los franceses (1778), luego los españoles (1779) y por último los holandeses (1780) apoyaron a los rebeldes. Después de la rendición del general Charles Cornwallis en Yorktown (1781), lord North dimitió (1782) y sus sucesores firmaron un nuevo Tratado de París (1783). Se reconoció la independencia de las trece colonias norteamericanas y España recibió Florida y Menorca.
Pitt, reforma y revolución
El Acta de la India (1784) dio al gobierno la autoridad definitiva sobre la India británica en lugar de la Compañía de las Indias Orientales. Esta ley fue promovida por William Pitt (el Joven) que, en 1783, se convirtió, con 24 años, en el primer ministro más joven de la historia del país. Pitt permaneció en el cargo durante gran parte del resto de su vida (1783-1801 y 1804-1806) y contribuyó de forma importante a la configuración del cargo de primer ministro. El estallido de la Revolución Francesa (1789) contó con el aplauso de reformistas como Charles James Fox y Thomas Paine.
Las Guerras Napoleónicas
A partir de 1790 las guerras de la Revolución Francesa se mezclaron con las Guerras Napoleónicas cuando Napoleón Bonaparte se hizo con el poder en Francia.
A pesar de la victoria sobre los franceses en la batalla del Nilo (1789), Gran Bretaña no pudo frenar el avance de los franceses en Europa. Los planes de Napoleón de invadir Gran Bretaña se frustraron con la victoria naval de Horatio Nelson en Trafalgar (1805); Napoleón intentó entonces conducir a Gran Bretaña a la bancarrota con una política de bloqueo comercial llamada Sistema Continental. Las dificultades en llevar a cabo el bloqueo motivaron la invasión de Rusia en 1812, que condujo a que se formase la Cuarta Coalición (Gran Bretaña, Rusia, Austria y Prusia) y a la caída de Napoleón dos años más tarde. La aportación británica más destacada fue la desarrollada por Arthur Colley Wellesley, duque de Wellington que luchó en España (1809-1813) y, en junio de 1815, tras el regreso de Napoleón de su exilio en Elba, en la batalla de Waterloo.
Un siglo de paz
En 1811 al rey Jorge III le sucedió su hijo mayor, que reinó primero como príncipe regente y, desde 1820, como Jorge IV.
Gobierno de posguerra (1815-1830)
Robert Banks Jenkinson, segundo conde de Liverpool, fue primer ministro de un gobierno tory (1812-1827) repleto de estadistas brillantes como Robert Stewart, vizconde de Castlereagh, el ministro de Asuntos Exteriores, que representó al Reino Unido en el Congreso de Viena (1815); antiguas posesiones holandesas como Colonia de El Cabo y Ceilán (actual Sri Lanka) se añadieron al Imperio Británico.
George Canning, sucesor de Castlereagh como ministro de exteriores (1822-1827), recibió con satisfacción la independencia de las colonias españolas de América y dio su apoyo a la rebelión griega contra el gobierno turco, una causa que también defendió el poeta romántico lord Byron. Robert Peel, ministro de Interior, reformó el Derecho penal o criminal e instituyó una moderna fuerza de policía en Londres (1829).
En 1830, tras unas elecciones adelantadas debido a la muerte de Jorge IV y la subida al trono de su hermano Guillermo IV, llegó al poder un gabinete de ministros con predominio whig, presidido por Charles Grey.
Las reformas del periodo 1830-1840
La gran cuestión política de los años 1831 y 1832 fue la Ley de Reforma Electoral apoyada por el Partido Whig.
En 1837 el anciano Guillermo IV fue sucedido por su nieta de 18 años, que reinó con el nombre de Victoria. Ella y su marido, Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha llegaron a simbolizar con el tiempo las llamadas virtudes victorianas; una vida familiar muy unida, el sentido del deber público y la respetabilidad social. Las creencias y actitudes victorianas también fueron moldeadas por el renacimiento de la religión evangélica y las nociones utilitarias de eficiencia y práctica honrada en los negocios.
Cartistas y reformistas de la Ley del Grano
El espíritu de la reforma whig decayó durante el gobierno de lord Melbourne (1835-1841), y la depresión económica de 1837 provocó la aparición de dos poderosas organizaciones de protesta. Los partidarios del cartismo, demandaban la inmediata adopción de la Carta del Pueblo, que habría transformado al Reino Unido en casi una democracia política con sufragio universal para varones, distritos electorales igualitarios y voto secreto. El gobierno conservador de sir Robert Peel (1841-1846) redujo los aranceles británicos pero aumentó el impuesto sobre la renta para compensar las pérdidas, lo que provocó la división entre los conservadores y el regreso de los whigs al poder dirigidos por John Russell (1846). La abrogación de las Leyes del Grano (Corn Laws) no consiguió aliviar el sufrimiento en Irlanda. La aparición de epidemias provocó que disminuyera de forma considerable la producción agrícola. Se estima que cerca de un millón de personas murieron entre 1847 y 1851 debilitados por el hambre y el desalojo a que fueron sometidos por los propietarios absentistas. (Véase Hambruna irlandesa).
Durante los años de Peel y Russell la tendencia hacia el comercio libre continuó, reforzada por la revocación de las Actas de Navegación (1849).
Prosperidad económica
La Gran Exposición (Great Exhibition) de 1851 en Londres simbolizó la supremacía industrial del Reino Unido. Los 10.600 km de vías ferroviarias existentes en 1850 se doblaron en pocos años y el número de pasajeros se multiplicaba anualmente por siete. El telégrafo aumentó la rapidez de las comunicaciones. Fue posible fabricar acero barato gracias al proceso inventado por Henry Bessemer (1856), y hubo un gran desarrollo en la construcción de barcos a vapor. El valor de las exportaciones británicas se triplicó y las inversiones de capital en el extranjero se cuadruplicaron. Las condiciones de vida de la clase trabajadora mejoraron también y el crecimiento de los sindicatos permitió en 1868 la celebración del Congreso Sindical.
En alianza con el rey de Francia, Napoleón III, el Reino Unido participó en la guerra de Crimea en 1854. Aberdeen fue reemplazado como primer ministro por Henry John Temple, vizconde de Palmerston, un nacionalista convencido y defensor del liberalismo en Europa. En 1857 y 1858, se sofocó la Rebelión de los cipayos, tras lo cual la India se convirtió en una colonia de la Corona británica. En contraste, se estimuló la autonomía de las posesiones británicas colonizadas por blancos: Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Colonia de El Cabo (Sudáfrica).
La rivalidad Disraeli-Gladstone
Durante los 16 años posteriores a la muerte de Palmerston en 1865, la rivalidad entre William Ewart Gladstone y Benjamin Disraeli dominó la vida política británica. Ambos habían comenzado su carrera política en el Partido Tory, pero Gladstone acabó pasándose al campo liberal.
Disraeli se había convertido en el líder de los proteccionistas en la Cámara de los Comunes entre 1840 y 1850 y a partir de este año sirvió en los breves gobiernos de lord Derby, a quien sucedió como primer ministro a principios de 1868, pero una victoria liberal en las elecciones de diciembre de ese año dio el puesto a Gladstone. El primer gabinete de Gladstone (1868-1874) fue responsable de numerosas reformas: la separación del Estado y la Iglesia de Irlanda, la creación de un sistema nacional de educación elemental, la total admisión de disidentes religiosos en las Universidades de Oxford y Cambridge, el voto secreto y la reforma del sistema judicial y del Ejército. Durante el mandato de Disraeli (1874-1880) los conservadores desarrollaron una importante legislación social (legalización de los sindicatos, salud pública y demolición y reconstrucción de los barrios pobres), aunque Disraeli mostró más preocupación por sostener el Imperio Británico en África y Asia y conseguir un triunfo diplomático en el Congreso de Berlín (1878).
Economía victoriana y cambios sociales
El Reino Unido mantuvo su liderazgo como primer constructor de barcos y máxima potencia comercial y financiera del mundo, yuna gran parte de los trabajadores británicos aumentó su poder adquisitivo. A pesar de los altos niveles de emigración a las colonias británicas y Estados Unidos —más de 200.000 personas cada año entre 1880 y 1890— la población de Gales e Inglaterra se duplicó entre 1851 y 1911 (más de 36 millones de habitantes) y la de Escocia creció más de un 60% (hasta casi cinco millones). En Irlanda, la emigración redujo la población a unos dos millones de habitantes; entre 1847 y 1861 (es decir, los años posteriores a la hambruna) más de dos millones de personas cruzaron el Atlántico hacia Estados Unidos.
Los años finales del imperio victoriano
Hong Kong y Singapur fueron los centros del comercio e influencia británica en China y el sur del Pacífico. La finalización del canal de Suez (1869) indujo a que se estableciera un protectorado sobre Egipto en 1882. La reina Victoria se convirtió en la emperatriz de la India en 1876 y los fastos para conmemorar el quincuagésimo aniversario de su coronación (1897) celebraron la unidad imperial. Los gobiernos conservadores de Robert Gascoyne-Cecil, tercer marqués de Salisbury (1885, 1886-1892 y 1895-1902) también se ocuparon de los intereses imperiales. La política del ministro de Colonias de Salisbury, Joseph Chamberlain, contribuyó al estallido de la Guerra Bóer (1899-1902), que concluyó cuando la reina Victoria ya había muerto.
Eduardo VII (1901-1914)
Después de la resolución de las disputas anglo-rusas en Oriente, la Entente Cordiale con Francia (1904) se convirtió en la Triple Entente (1907) y se enfrentó a la Triple Alianza formada por Alemania, Austria e Italia. No obstante, cuando comenzó el reinado de Eduardo VII, la mayor parte de los británicos estaban más interesados en sus asuntos internos. La Ley de Educación (1902) de Arthur Balfour significó el inicio del sistema nacional de educación secundaria. El gobierno liberal, presidido primero por Henry Campbell-Bannerman (1905-1908) y después por Herbert Henry Asquith (1908-1916), concedió la autonomía a la nueva Unión de Sudáfrica (1910), así como a algunas zonas de la India Británica (1909). Bajo la inspiración de David Lloyd George y Winston Churchill, se establecieron las bases del Estado del bienestar.
La era de las guerras mundiales
Aunque el aumento de la competitividad naval entre el Reino Unido y Alemania se cita a menudo como causa de la I Guerra Mundial, fue la amenaza alemana a Francia y la invasión de Bélgica, rompiendo su estatus de neutralidad, lo que incitó al Reino Unido a declarar la guerra.
El Reino Unido en la I Guerra Mundial
Se envió inmediatamente una fuerza expedicionaria a Francia que contribuyó a frenar el avance alemán en el Marne. Los esfuerzos realizados para superar a las potencias centrales (Alemania, Austria y Turquía) en los Balcanes, en especial en la campaña de Gallípoli (1915-1916), fracasaron. En la batalla de Jutlandia (1916), los británicos impidieron que la flota alemana se aventurara más allá del mar del Norte, pero a principios de 1917 los submarinos alemanes amenazaron con el bloqueo comercial al Reino Unido.
La intervención estadounidense en la guerra en 1917 trastocó el equilibrio de poder e hizo posible la victoriosa ofensiva preparada por el general Douglas Haig en el verano de 1918 y la rendición alemana en noviembre. En las elecciones celebradas inmediatamente después del armisticio la coalición de Lloyd George consiguió una mayoría aplastante.
Cambios causados por la guerra
Lloyd George representó al Reino Unido como uno de los tres grandes (junto a Francia y Estados Unidos) en la Conferencia de Paz de París de 1919. Los tratados resultantes ampliaron el Imperio Británico: las antiguas colonias alemanas en África y las posesiones turcas en Oriente Próximo pasaron a ser mandatos británicos. Al mismo tiempo, los dominios autónomos del Reino Unido (Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica) firmaron el Tratado y se convirtieron en miembros separados de la Sociedad de Naciones. En 1922 el gobierno conservador de Andrew Bonar Law representó la vuelta a la normalidad.
El periodo de entreguerras
Las elecciones generales de 1922 dieron la victoria a los conservadores, pero en la nueva convocatoria electoral que se celebró un año más tarde a instancias del sucesor de Bonar Law, Stanley Baldwin, ningún partido consiguió una mayoría clara. Como consecuencia Ramsay MacDonald, el líder del Partido Laborista, se convirtió en el primer ministro socialista del Reino Unido.
Entre 1929 y 1932 los efectos de la Gran Depresión duplicaron la ya alta tasa de desempleo del Reino Unido. La sociedad de entreguerras conoció el desarrollo de la radio (monopolizada por la BBC, que se fundó en 1927) y el cine; a pesar del auge de las ideologías comunistas y fascistas en el continente, éstas afectaron poco a la sociedad británica. El Imperio permaneció inalterable, incluso cuando el Estatuto de Westminster (Statute of Westminster, 1931) proclamó la igualdad en la Commonwealth de todos los territorios miembros, incluidos Canadá y Australia. La asistencia a los servicios religiosos descendió y el rey Jorge V mantuvo el prestigio de la monarquía. Cuando su hijo Eduardo VIII insistió en casarse con una divorciada estadounidense tuvo que abdicar (1936). Bajo el hermano de Eduardo, Jorge VI, la monarquía se convirtió de nuevo en la familia modelo del país.
El Reino Unido y la II Guerra Mundial
En 1933, Adolf Hitler llegó al poder en Alemania. Sus decisiones de abandonar la Sociedad de Naciones (1934), rearmar (1935) y remilitarizar Renania (1936), en claro desafío al Tratado de Versalles, al igual que la anexión alemana de Austria (1938), no encontraron oposición entre las potencias occidentales. En sus esfuerzos por mantener la paz a cualquier precio, el primer ministro británico Neville Chamberlain también accedió al Pacto de Munich de 1938, por el que Alemania consiguió la región de los Sudetes de Checoslovaquia. Sólo tras la anexión de Praga (marzo de 1939) el Reino Unido prestó apoyo militar a Polonia y Rumania.
Cuando Hitler invadió Polonia en septiembre de 1939, El Reino Unido y Francia declararon la guerra (véase II Guerra Mundial). Después de la derrota de Polonia y tras medio año de relativa tranquilidad, en la primavera de 1940 Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica y Francia fueron ocupadas por los alemanes. En mayo, Winston Churchill, el principal detractor de la política de apaciguamiento, que se había vuelto a unir al gabinete de gobierno en 1939, reemplazó a Chamberlain como presidente de un gobierno de guerra (1940-1945). A principios de 1941, Estados Unidos, todavía neutral, aprobó el Programa de Préstamos y Arriendos para ayudar al Reino Unido.
El curso de la guerra cambió con la invasión alemana de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en junio de 1941 y el ataque japonés a Pearl Harbor en diciembre de 1941. Churchill forjó entonces la ‘Gran Alianza’, junto al líder soviético Iósiv Stalin y al presidente de Estados Unidos Franklin Delano Roosevelt, contra Alemania, Italia y Japón. Tras el ataque japonés se produjo la invasión de gran parte del Imperio Británico en el Sureste asiático, pero a finales de 1942 la situación cambió. La contribución británica fue importante en la batalla del Atlántico norte para romper el cerco de los submarinos alemanes y en la campaña contra el ejército alemán dirigida por el general Bernard Law Montgomery en el norte de África. El contacto entre los aliados fue constante, estableciendo las directrices bélicas; las fuerzas británicas tuvieron un destacado papel en la invasión de Sicilia e Italia (1943), la invasión de Francia (1944) y la derrota final de las potencias del Eje en 1945.
Vientos de cambio
En las elecciones generales de 1945 el Partido Laborista consiguió por primera vez la mayoría del voto popular, lo que le permitió dominar el Parlamento.
Mandato de Clement Attlee (1945-1951)
Durante los años posteriores, el dirigente laborista Clement Richard Attlee, intentó promover la igualdad social en el Reino Unido, sobrevivira la austeridad de la posguerra, desmantelar el Imperio y prepararse para la Guerra fría con la URSS.
El Reino Unido, ayudado por el Plan Marshall patrocinado por Estados Unidos (1948-1952), se unió a otras potencias occidentales y a Estados Unidos en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en 1949, para contrarrestar la amenaza soviética. En 1948 abandonó el mandato en Palestina, lo que provocó el establecimiento del Estado de Israel y la primera Guerra Árabe-israelí. El gobierno laborista concedió la independencia a la India y Pakistán en 1947, y a Birmania y Ceilán en 1948.
Gobierno conservador (1951-1964)
Las elecciones de 1951 permitieron a los conservadores encabezados por Winston Churchill, regresar al poder. Con excepción de la privatización de la industria metalúrgica, los conservadores no hicieron ningún intento para cambiar la legislación del programa de bienestar establecida por los laboristas. La ceremonia de la coronación de Isabel II en junio de 1953 fue retransmitida por televisión a todo el mundo.
Eden y Macmillan
El sucesor de Churchill, el ministro de Exteriores Anthony Eden (1955-1957), consiguió renovar su victoria electoral en 1955.
No obstante, la presidencia de Eden se vio abruptamente interrumpida por la crisis que siguió a la nacionalización egipcia del canal de Suez en 1956. Su sucesor, Harold Macmillan (1957-1963), presidió un periodo de renovado incremento del consumo. En 1959 su partido obtuvo una tercera victoria electoral sucesiva.
Descolonización
En África, el gobierno de Macmillan siguió una deliberada política de descolonización. Sudán ya se había independizado en 1956, y durante los siete años siguientes Ghana, Nigeria, Somalia, Tanzania, Sierra Leona, Uganda y Kenia siguieron su ejemplo. La mayor parte de estos estados continuaron siendo miembros de la Commonwealth, cada vez más descentralizada y multirracial, pero la Unión de Sudáfrica, dominada por una minoría blanca, abandonó la Commonwealth en 1961 y se declaró una república. Malaysia, Chipre y Jamaica también recibieron la independencia durante el mandato de Macmillan.
En 1961 Macmillan solicitó la integración británica en la Comunidad Europea (CE), o Mercado Común (actualmente llamada Unión Europea), pero recibió el veto del presidente francés Charles de Gaulle. En 1963 Macmillan fue reemplazado por Alexander Frederick Douglas-Home. En las elecciones generales de 1964, sin embargo, este último fue derrotado por un estrecho margen por el Partido Laborista, encabezado por Harold Wilson.
La sociedad permisiva
Durante la década de 1960 el Reino Unido experimentó un extendido sentimiento de rebelión contra las convenciones del pasado que se manifestó en moda, música, entretenimientos populares y comportamiento social.
El gobierno laborista de Harold Wilson (1964-1970) simpatizó con algunas de estas tendencias. En 1970 los conservadores volvieron al poder con Edward Heath a la cabeza.
Batalla contra la inflación
Un importante tema en la historia británica posterior a la década de 1960 ha sido la lucha para eliminar la inflación de doble dígito. La política de Heath de deliberada expansión económica no consiguió este objetivo y el intento de frenar el poder de los sindicatos (1971) provocó un ambiente de desobediencia civil entre los dirigentes sindicales. Cuando Heath apeló al público en las elecciones generales de 1974, los resultados fueron indecisos. Sin embargo, el apoyo prestado por el Partido Liberal permitió a Harold Wilson formar un gobierno laborista minoritario que bajo su liderazgo, y el de James Callaghan desde 1976, duró cinco años.
Problemas en Irlanda y Escocia
Durante la década de 1970, los sucesivos gobiernos británicos también afrontaron problemas en Irlanda y Escocia. En 1969 el gobierno británico envió tropas a Irlanda del Norte para mantener el orden, y en 1972 se suspendió el Parlamento del país. A esta acción siguió una campaña de terrorismo del Ejercito Republicano de Irlanda o IRA (Irish Republican Army) cuyo objetivo era unir Irlanda del Norte con la República de Irlanda, mientras que la mayoría protestante deseaba que Irlanda del Norte continuara siendo parte del Reino Unido. En Escocia, un partido nacionalista consiguió unos resultados impresionantes en las elecciones de 1974, y el gobierno de Callaghan (1976-1979) intentó sin éxito establecer un Parlamento semiautónomo en Edimburgo.
Dificultades económicas bajo los laboristas
El gobierno laborista de 1974 a 1979 terminó con todas las restricciones legales a las subidas de salarios y precios, pero la tasa de inflación anual alcanzó un máximo del 25% en 1975. A finales de esta década, la política británica se había polarizado entre el ala izquierda del Partido Laborista y los conservadores, que esperaban restaurar un papel mayor para la empresa privada y la iniciativa personal.
El Reino Unido desde 1980
Con los resultados obtenidos por los conservadores en los comicios celebrados en 1979 se inició una nueva etapa en la historia del Reino Unido, caracterizada por la puesta en marcha de una política económica de austeridad, con recortes presupuestarios en los gastos sociales, y una política exterior definida por su actitud de reforzamiento de los lazos con Estados Unidos en detrimento de su papel dentro de la Comunidad Europea (denominada Unión Europea desde 1993).
La década de Thatcher
En las elecciones de abril de 1979, los conservadores, presididos por Margaret Thatcher, emergieron con una mayoría sustancial en el Parlamento, siendo la primera mujer en presidir un gobierno en la historia británica y europea; permanecería en el cargo los once años siguientes, el mandato continuado más largo desde el final de las Guerras Napoleónicas.
En 1981 y 1982 su política de restricción de los servicios sociales obtuvo cierto éxito, pero sólo a costa de las tasas de desempleo más altas desde la década de 1930. El gobierno se conmocionó en abril de 1982, cuando Argentina ocupó por la fuerza las islas Malvinas, un archipiélago del sur del Atlántico que Argentina reclamaba desde hacía mucho tiempo. Thatcher envió una fuerza que consiguió reconquistar las islas en junio (véase Guerra de las Malvinas).
Las decisivas victorias conservadoras en las elecciones de junio de 1983 y junio de 1987 fueron consecuencia no sólo del extendido apoyo popular a la política del gobierno en las Malvinas, sino también de las agudas divisiones en las filas de la oposición. En 1980 un grupo de miembros del Partido Laborista, encabezados por David Owen, se escindieron y formaron en 1981 el Partido Socialdemócrata.
Entre 1982 y 1988 el aumento del consumo estimuló el desarrollo económico en el Reino Unido. Las industrias británicas se hicieron más eficientes y Londres mantuvo su papel como uno de los principales centros financieros del mundo.
Aunque Thatcher no abolió el Estado del bienestar, los críticos a la política de la ‘dama de hierro’ evidenciaron el deterioro de varios servicios sociales como la educación y el Servicio Nacional de Salud. Su dimisión en noviembre de 1990 fue el resultado de una división interna entre los conservadores. Las tropas británicas formaron parte de la coalición multinacional en la guerra del Golfo Pérsico.
La sucesión de Major
John Major sucedió a Margaret Thatcher tanto en la dirección del partido como en la del gobierno. Su gobierno ha estado marcado por dos cuestiones: orientar la política económica para cumplir los objetivos del Tratado de Maastricht y alcanzar acuerdos que permitan la pacificación de Irlanda del Norte. En 1993 se establecieron contactos entre el gobierno de Major y el Sinn Féin, la rama política del IRA. Major y el primer ministro irlandés, Albert Reynolds, elaboraron una declaración que pedía el cese de las actividades terroristas del IRA, después de lo cual el Sinn Féin se uniría a las conversaciones sobre el futuro de Irlanda del Norte.
En agosto de 1994 el IRA declaró un alto el fuego sin condiciones, actitud que en octubre imitaron los protestantes paramilitares. Las conversaciones directasentre el gobierno británico y el Sinn Féin comenzaron en diciembre de 1994, aunque posteriormente la situación se deterioró tras la reanudación de los atentados indiscriminados por parte del IRA. Por otro lado, la imagen de la monarquía británica se vio afectada de forma negativa entre otros motivos por la conflictiva separación del príncipe Carlos de Inglaterra y Diana de Gales.
Las relaciones con la Unión Europea se deterioraron en 1996 debido a la enfermedad de las ‘vacas locas’, que supuso el embargo del ganado vacuno británico en el territorio comunitario.
El ‘Nuevo Laborismo’ en el poder
En las elecciones celebradas el 1 de mayo de 1997, el líder laborista Tony Blair venció con rotundidad a John Major, candidato del Partido Conservador, que presentó su dimisión de forma inmediata. El nuevo primer ministro, previamente a su victoria, había realizado en el seno del Partido Laborista una total remodelación, que dio paso al denominado ‘Nuevo Laborismo’, basada en prestar un mayor protagonismo a los elementos centristas y en relegar a un segundo plano los postulados más izquierdistas y menos favorables a la plena adhesión a la Unión Europea, característicos del laborismo británico durante décadas.
En el mes de julio se dio a conocer uno de los proyectos más ambiciosos del nuevo gabinete laborista, por el que se preveía la celebración, en el mes de septiembre, de un referéndum por el que la población escocesa y galesa se pronunciaría acerca de la concesión de mayor autonomía a esos territorios y la constitución de parlamentos autónomos con amplias prerrogativas administrativas, legislativas y fiscales.
A finales de agosto de ese año murió en accidente automovilístico la princesa Diana de Gales, acontecimiento que supuso una auténtica conmoción en todo el Reino Unido, donde se produjeron numerosas muestras de dolor y críticas hacia la familia real por su actitud ante el trágico acontecimiento.
Los referendos en Escocia y País de Gales se efectuaron el 11 de septiembre: los escoceses aprobaron por amplio margen el proyecto de autonomía, en tanto que los galeses se divideron ante la consulta, resultando vencedor el sí por estrecho margen.
Resuelto con éxito este asunto, Blair se aplicó en la resolución de uno de los problemas más acuciantes de la historia contemporánea del Reino Unido, el de Irlanda del Norte; para ello, no dudó en ahondar en la línea de negociación con las dos comunidades enfrentadas, ya iniciada por su antecesor John Major. El histórico apretón de manos entre el primer ministro británico y Gerry Adams, máximo dirigente del Sinn Féin, en la visita que el primero hizo a la provincia, provocó la indignación de conservadores británicos y unionistas norirlandeses, pero señaló cuál iba a ser el derrotero por el que Blair iba a llevar las conversaciones de paz: diálogo permanente y con todas las partes en conflicto.
En el mes de diciembre se produjo una entrevista en Downing Street, residencia oficial del primer ministro, entre Blair y Adams. De ella surgió la firme decisión de los republicanos norirlandeses de renunciar expresamente a la violencia terrorista y de ser parte activa en el proceso de pacificación.
Tras meses de negociaciones, el 10 de abril de 1998 se firmó, en el castillo de Stormont (en las proximidades de Belfast), después de casi dos años de negociaciones, un acuerdo de paz histórico que preveía la creación de una asamblea autónoma y de un consejo ministerial formado por miembros de dicha asamblea y por el primer ministro irlandés. El tratado, que había sido suscrito por la mayoría de los líderes republicanos y unionistas del Ulster, y respaldado por el primer ministro irlandés (Bertie Ahern) y el propio Blair, fue refrendado —de forma mayoritaria por los católicos de la provincia y por los ciudadanos de la República de Irlanda, en tanto que los protestantes se dividían prácticamente a partes iguales, con una ligera ventaja del sí— el 22 de mayo siguiente. Los meses siguientes vieron cómo el proceso de paz en Irlanda del Norte sufría un retraso en las fechas acordadas en Stormont, excepto en lo relativo a la celebración de elecciones para elegir representantes a la Asamblea Autónoma para Irlanda del Norte. La constitución del resto de las instituciones previstas, incluido el ejecutivo autónomo, hubo de ser pospuesta.
El proceso de descentralización de las estructuras político-administrativas del Reino Unido se continuó durante 1999 con los comicios que tuvieron lugar, el día 6 de mayo y de manera simultánea, en Escocia y Gales para cubrir los escaños de sus respectivas cámaras legislativas autónomas. Los resultados dieron el triunfo, en ambos casos, a los laboristas, si bien en Escocia fue necesaria la búsqueda de un socio de gobierno ante la ausencia de una mayoría suficiente; en Gales, por su parte, el laborismo obtuvo una holgada ventaja respecto de sus más inmediatos seguidores. Las dos principales fuerzas nacionalistas (el Partido Nacionalista Escocés y el Playd Cymru galés) consiguieron unos excelentes resultados, pues ambas se situaron en segundo lugar. Asimismo, se proyectó la elección directa del alcalde de Londres, llevada a cabo por vez primera en mayo de 2000.
El Reino Unido participó desde marzo hasta junio de 1999, en su condición de miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en el bombardeo sobre el territorio de la República Federal de Yugoslavia que puso fin a la crisis de Kosovo.
El gobierno de Blair suspendió el 15 de julio de 1999 la ejecución del Acuerdo de Stormont tras la negativa del que debería ser primer ministro norirlandés, David Trimble, a formar gabinete si el IRA no procedía a su inmediato desarme. En febrero de 2000, la Cámara de los Comunes aprobó un proyecto de ley que hasta mayo de ese año estableció la suspensión de la autonomía de Irlanda del Norte ante la actitud del IRA. Por su parte, siguiendo el proyecto de reforma institucional promovido por Blair desde su llegada al poder, la Cámara de los Lores votó a finales de 1999 a favor de la desaparición del rango hereditario de la inmensa mayoría de sus miembros.
En las elecciones generales celebradas el 7 de junio de 2001, que registraron un alto índice de abstención, el Partido Laborista consiguió 413 escaños (de los 659 en juego), mientras que el Partido Conservador (cuyas listas encabezaba William Hague) logró 166, y el Partido Liberal Demócrata (con Charles Kennedy al frente) obtuvo 52. Estos resultados, que refrendaban la política de reformas afrontada en su primer mandato por Blair, garantizaron la reelección de éste como jefe de gobierno. Poco después de estos comicios, Blair alineó a su país de forma decidida en la coalición internacional formada por Estados Unidos contra el terrorismo, tras los atentados que sufrió el 11 de septiembre de ese año y de los que responsabilizó al terrorista saudí Osama bin Laden. De hecho, fuerzas británicas participaron el 7 de octubre siguiente en las primeras acciones bélicas de la denominada Operación Libertad Duradera, desarrollada contra Afganistán en tanto que el gobierno de este país se negó a la entrega de Bin Laden, al que protegía en su territorio.
De forma simultánea al desarrollo de esta crisis, el proceso de paz en Irlanda del Norte vivió un esperanzador momento el 23 de octubre de 2001, día en que el IRA hizo público que había comenzado a destruir sus arsenales para salvaguardar la vía política acordada en Stormont. Un día más tarde, el gobierno de Blair comunicó que, a su vez, había iniciado el desmantelamiento de determinadas instalaciones militares localizadas en territorio norirlandés. El paso posterior fue la reanudación de la actividad de las instituciones autónomas de Irlanda del Norte, cuya jefatura de gobierno volvió a desempeñar David Trimble, quien había dimitido el 1 de julio anterior. Sin embargo, el proceso político norirlandés quedó bloqueado en octubre de 2002, cuando, al descubrirse que el Sinn Féin había realizado acciones de espionaje en el Ministerio británico para Irlanda del Norte, Blairsuspendió temporalmente de nuevo las instituciones autónomas norirlandesas.
El gabinete de Blair continuó ofreciendo un sólido apoyo al estadounidense de George W. Bush, lo que se manifestó especialmente en la crisis de Irak, primero en el ámbito diplomático y, desde marzo de 2003, en el bélico (en ese mes, tropas británicas participaron en la coalición internacional que, liderada por Estados Unidos, invadió aquel país para derrocar a Saddam Husayn y destruir las armas químicas o biológicas que el régimen de éste hubiera podido mantener ocultas a las inspecciones de la ONU).
En un hecho inédito, los laboristas, de nuevo liderados por Blair, revalidaron por tercera vez consecutiva su preeminencia gubernamental al conseguir una nueva mayoría absoluta en las elecciones legislativas del 5 de mayo de 2005. El Partido Conservador, con Michael Howard como candidato, no mejoró lo suficiente sus anteriores resultados y llegó al 32,3% de los sufragios y a 197 escaños en la Cámara de los Comunes. El Partido Liberal Demócrata logró el 22% de los votos, que se tradujeron en 62 escaños. La campaña electoral estuvo muy mediatizada por la polémica actuación del gobierno de Blair en Irak (donde, finalmente, no se habían encontrado armas químicas ni biológicas, una de las razones aducidas para encabezar con Estados Unidos la coalición que había invadido aquel país dos años antes). Pese a esta circunstancia, que restó votos al Partido Laborista, la ciudadanía británica volvió a respaldar mayoritariamente sus políticas, tibias en materia social pero que habían proporcionado notables éxitos económicos, otorgándole el 35,3% de sus votos y 356 escaños en la Cámara de los Comunes.
El 7 de julio de 2005, un día después de que Londres fuera elegida sede de los Juegos Olímpicos del año 2012, cuatro bombas explotaron en tres estaciones de metro y en un autobús en el centro de la capital británica. Pocos días más tarde, la cifra de damnificados por esta cadena de atentados (reivindicados por un grupúsculo de la organización terrorista islamista Al-Qaeda) ascendía ya a más de 55 fallecidos y más de 700 heridos. De forma simultánea a estos hechos, Blair actuaba como anfitrión de los líderes de los países más industrializados del mundo en el marco de una cumbre del Grupo de los Ocho en la que debían tratarse los problemas del hambre en África y del calentamiento global de la Tierra. Antes de que finalizara aquel mes, concretamente el día 28, el IRA realizó un comunicado anunciando su decisión de poner fin a la lucha armada y de encauzar sus objetivos únicamente por medio de la vía política; asimismo, el 26 septiembre siguiente, la Comisión Internacional Independiente creada para controlar el desarme en Irlanda del Norte aseguró que el IRA había inutilizado la totalidad de sus arsenales. En mayo de 2006, poco después de que los laboristas sufrieran una rotunda derrota en las elecciones locales de Inglaterra, Blair efectuó una profunda remodelación gubernamental. Un año después, en mayo de 2007, Blair hizo público que el 27 de junio siguiente presentaría su dimisión; casi de inmediato, su partido proclamó a Gordon Brown para sustituirle al frente del laborismo y en la jefatura gubernamental. También en mayo de 2007, Irlanda del Norte vivió momentos históricos; como consecuencia de los avances en el proceso de normalización, las instituciones de autogobierno fueron restauradas, constituyéndose un nuevo gobierno autónomo conformado por miembros de las fuerzas representantes de las posturas más radicales y, hasta entonces, enfrentadas, que habían sido las más votadas en las elecciones norirlandesas de marzo: el Partido Unionista Democrático (cuyo líder, Ian Paisley, se convirtió en jefe del gobierno norirlandés) y el Sinn Féin.

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