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Basilio valentin EL CARRO TRIUNFAL DEL ANTIMONIO Prefacio del Autor Yo, hermano Basilio Valentin, monje profeso de la orden de San Benito, te propongo desde el principio amigo lector, una breve advertencia concerniente a lo que debe conocer previamente el espagirista que busque con escrúpulos el verdadero Arte. Así el espagirista que desee poseer de manera muy segura este Arte hermético, considere eso con mucha profundidad y una muy alta inteligencia. En efecto, si lo que voy a exponerle fuera menospreciado, obraría muy ciertamente en vano, porque estas cosas deben ser observadas como sigue. Antes de entrar más profundamente en la materia contenida en este libro, he encontrado necesario advertir al lector, de los puntos principales que un verdadero espagírico temeroso de Dios, debe observar exactamente y sobre los cuales debe establecer el fundamento de su Arte, a fin de que el edificio no se agite por la furia de las tempestades. Porque, yo puesto que soy monje, tengo eso por altamente necesario - y por otra parte eso continuará siendo sin duda por largo tiempo muy necesario- a fin de que cuando yo y tú, ya sea Heinz o Sunz, Hansel o Hans, seamos suprimidos de la vista de los hombres, dejemos una memoria honorable en honor de Dios, para que Su Majestad divina sea alabada y que por una preparación adecuada nos preparemos para el viaje. Pero el estado de mi orden requiere un espíritu del todo diferente al de otras personas seculares. En esta consideración he encontrado cinco cosas principales que todos los verdaderos filósofos y amantes de las ciencias deben observar. -La primera es la invocación de la asistencia divina -La segunda es la contemplación de la esencia de las cosas -La tercera es la verdadera y sincera preparación de la esencia -La cuarta es el método de servirse de ella -La quinta es la utilidad que proviene de ella Es preciso que un verdadero químico y verdadero alquimista considere estos cinco puntos y los conozca perfectamente. Porque sin éstos no puede ser perfecto y no puede adquirir nunca la gloria de un verdadero espagírico. Discurramos en particular estas cosas para producir una obra en general perfecta y útil a todos. Primer punto, concerniente a la invocación del Santo Nombre de Dios. La invocación de Dios se debe hacer por medio de una devoción celeste, de un corazón puro y de una conciencia no falseada, sin orgullo ni hipocresía, ni otros vicios tales como la soberbia, la arrogancia, las maneras mundanas, el lujo, la vanidad, la opresión del prójimo y otras tiranías y abusos de este género. Todos estos vicios deben ser extirpados del corazón y purificados, a fin de que si se quiere llegar al trono de la Gracia para la salud del cuerpo, después de haber separado el grano bueno de la cizaña, sea dispuesto un templo sagrado y decorado lo mejor posible. Porque os digo en verdad que dios no se deja engañar los pseudosabios y eruditos de este siglo, sino que quiere ser invocado y reconocido como el creador de todas las cosas del mundo por un reconocimiento y una obediencia recíprocos. Lo que es justo y razonable, porque el hombre no tiene más que lo que ha querido darle por su bondad infinita. Le ha dado el cuerpo, la vida, el espíritu para obrar en este mundo y el alma muy noble. Y para la conservación de esto, nos ha dado por su Gracia el verdadero y eterno Verbo divino, para alimento del alma espiritual y para su felicidad eterna. Ha dispuesto para el mantenimiento del cuerpo todo lo que le es necesario, el alimento, la bebida, los vestidos, los zapatos, todas las cuales cosas da al que invoca con sinceridad, humildad y desde lo más profundo de él mismo, el ancianísimo Padre que ha creado el cielo y la tierra, y todas las cosas visibles e invisibles, el firmamento, los elementos (los planetas) y todas las demás criaturas. Porque estoy seguro que ningún hombre impío y malvado podrá obtener la verdadera ciencia de la medicina y mucho menos gustará del pan celeste, verdad inmutable y dulce de la eternidad. Es por esto que siguiendo mi doctrina, es preciso primeramente que todos vuestros deseos y vuestras esperanzas estén fundados en la voluntad del Creador, que pidais su bendición eterna, a fin de que vuestros principios los toméis del temor de Dios y que por su asistencia podáis llegar al fin de la sabiduría que deseáis, porque el temor a Dios es el comienzo de la sabiduría. Los que tienen intención y deseo de obtener esta gracia que es la más grande y la más bella del mundo -conocer todos los bienes de las criaturas que la bondad divina ha dado para la utilidad del hombre, y las virtudes admirables que residen en las piedras, raices, simientes, bestias, minerales, metales y otros semejantes-, es preciso que alejen de su espíritu todos los pensamientos mundanos, soporten pacientemente todas las adversidades aguardando con esperanza en Dios, orando con humildad que les otorguen el fin de sus deseos, lo que hará infaliblemente y de lo cual ningún hombre puede dudar o desesperar. Porque es el Diuos de Israel, que ha librado a su pueblo de las manos del Faraón, que resuelve todo lo que se le conulta con rectitud y buena intención. De manera que la ciencia no se puede establecer de otro modo más que por la invocación y la asistencia divinas, lo cual no debe hacerse con mala intención o corazón engañoso, sino lo mismo que hizo elk buen capitán de Cafarnaúm, con una esperanza firme y una fe constante, y como la Canaana hizo la salud de su hija. Y esto se debe hacer por amor cristiano. Lo mismo que el Samaritano encontró al herido sobre el camino de Jericó y virtió aceite y vino sobre sus heridas y le pidió cuidase él mismo. Y cuando se invoque la ayuda divina, es preciso tener el deseo de la caridad cristiana de comunicar después a su prójimo lo que espera obtener por sus plegarias. Y por este medio, trendrá todo lo que desea y fin seguro de sus esperanzas, tanto en salud como en riquezas. Segundo punto, concerniente a la contemplación de las cosas Después de la invocación a Dios, sigue la contemplación de todas las cosas. Es decir, que es preciso considerar desde el comienzo todas las circunstancias de cada cosa en particular en lo que concierne a su materia y forma, y principalmente conocer sus operaciones y virtudes, cómo tales facultades le son comunicadas; cómo los astros cooperan, cómo los elementos concurren y cómo son formados y engendrados de sus tres principios; incluso cómo todas las cosas corporales se pueden resolver en su primera materia o su primera esencia, así como ya he dicho en diversos lugares de mis escritos, a fin de que la última materia se pueda hacer la primera, y semejantemente de la primera hacer la última. He ahí lo que es preciso considerar después de la invocación de Dios, siendo esta consideraciónb espiritual y celeste, (también como la primera). Porque la contemplación de la condición de las cosas penetra por el pensamiento espiritual del hombre a lo más profundo de las esencias. Y todos los pensamientos son efectos de la especulación, de la cual hay dos clases. Una es de cosas posibles y otra de cosas imposibles. La de cosas imposibles produce pensamientos inútiles y superficiales que no pueden producir nada real por naturaleza y en los cuales no se puede escoger ninguna forma de esencia, como cuando uno desea profundizar en la eternidad del Señor, lo cual no solamente es imposible a los hombres, sino que también es una vanidad y un pecado contra el Espíritu Santo querer alcanzar la divininidad inconmensurable, infinita y eterna, y querer examinar los misterios incomprensibles de sus deseos. La otra contemplación de las cosas consiste en la posibilidad de éstas. La teoría no es otra cosa que la contemplación de todas las cosas visibles y palpables y que tienen una esencia formal y temporal; cómo se puede perfeccionar o resolver todo lo que cada cuerpo puede contener en sí o producir de útil, lo que contiene de bueno o de malo, veneno o medicina,y cómo separar lo que es bueno de lo inútil y contrario a la salud del hombre. Cómo espreciso hacer la anatomía de todas las cosas. Cómo es preciso dividir, romper, y rectificar antes, a fin de que se puedan separar como sea necesario las impurezas de lo que es puro y neto. La cual separación se puede hacer por varios tipos de manipulaciones, con numerosas vías y medios: unas son comunes a la práctica, otras desconocidas y no vulgares, como cuando calcináis, sublimáis, reverberáis, circuláis, pudrís, digerís, destiláis, cohobáis y fiijáis. Las cuales operaciones se hacen unas después de otras, por grados en la práctica y se aprenden trabajando, y por medio de las cuales se puede conocer lo que es fijo y lo que no lo es, lo que deviene blanco, negro, rojo, azul o verde, y así el resto, en todas las operaciones donde los Artistas obran bien (según la naturaleza) y con buena consideración. Porque las operaciones donde los maestros obran así no pueden sino ser buenas, porque la opinión puede reposar sobre un mal fundamento y faltar en el caso donde no alcance la vía, pero la naturaleza no se equivoca jamás cuando es conducida correctamente por el que opera con ella. Es por ello que si habéis fallado en gobernar la naturaleza en la separación de sus partes, aprender mejor la teoría para hacer mejor el fundamento de vuestro Arte y tener los principios seguros para la separación o resolución de las cosas, lo cual es el punto principal. Es por esto, que el segundo fundamento de la filosofía consiste en la consideración de las cosas singulares y de las esencias, y se le llama la consideración de la naturaleza. Porque está escrito: "Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia", etc., por la invocación del nombre divino, y el resto os será dado de aumento, es decir, los bienes temporales deseados por el hombre y lo que es necesario a la subsistencia y a la conservación de la salud. Tercer punto, concerniente a la verdadera y sincera preparación de las cosas. Después de haber entendido bien, considerado todas las cosas en particular y penetrado las circunstancias susodichas, lo que no es nada más que la teoría, sigue el verdadero método de prepararlas, el cual se practica por operación manual, a fin de que swe operen efectos reales, útiles y eficaces. Y por tales operaciones, adquiriréis la ciencia, los verdaderos fundamentos y los medios de los verdaderos medicamentos. Después de haber entendido bien, considerado todas las cosas en particular v penetrado las circunstancias susodichas, lo que no es nada más que la teoría, sigue el verdadero método de prepararlas, el cual se practica por operación manual, a fin de que se operen efectos reales, útiles y eficaces. Y por tales operaciones, adquiriréis la ciencia, los verdaderos fundamentos y los medios de los verdaderos medicamentos. Las operaciones manuales se hacen por una práctica continua. Y la ciencia se adquiete y tiene su gloria por la experiencia, con tal distinción de que una se conoce antes que la otra por cierta facultad, y la anatomía de las cosas es el verdadero juez de estas dos. Las operaciones manuales dan a conocer cómo todas las cosas (escondidas) se pueden volver manifiestas y notorias. La ciencia nos da la práctica y los verdaderos fundamentos para devenir buen practicante, y no es otra cosa que la confirmación de las operaciones manuales, cuando han procedido bien y descubierto los secretos de la naturaleza que estaban antes escondidos. Porque asícomo en lo que concierne a las cosas espirituales del alma se debe preparar el camino que lleva al Señor, así para estas cosas es preciso que un camino sea previamente preparado y abierto, a fin de que el buen sendero sea alcanzado y tomado para la salud temporal, sin vagar ni dar rodeos y de una manera aprovechable. Tal es la preparación. Cuarto punto, concerniente al método de servirse de los buenos medicamentos. Habiéndose hecho la preparación de las cosas por la separación de lo bueno y lo malo por resolución, es preciso observar el método de servirse para los hombres. En lo que es preciso primeramente tener en consideración la medida y el peso de las dosis que es preciso dar, lo que es necesario notar y observar en sus operaciones, ver si son demasiado fuertes o demasiado débiles, si son provechosas o llevan perjuicio. lo que un médico debe saber antes de recetarlas, si no quiere hacer abrir nuevos cementerios, perder su alma y su reputación. Quinto y último punto, concerniente a la utilidad de los buenos medicamentos. Después de que los medicamentos han hecho su operación y son llevados a los miembros del cuerpo para combatir la enfermedad y hacer los efectos destinados, queda finalmente observar la utilidad o el perjuicio que tal operación habrá producido. Porque se pueden hacer medicamentos que operen más para el mal que para el bien, y en tal caso no son medicamentos sino venenos. Es por ellos que es preciso remarcar bien este último punto, y poner por escrito todo lo que se examine en lo tocante a la utilidad y perjuicio que los medicamentos hacen a los enfermos, a fin de que en casos semejantes se los pueda evitar. Además, para el uso y utilidad, es preciso notar si el mal está abierto o si posee solamente una sede interna no abierta. En efecto, los males externos difieren de los internos, y sus remedios son diferentes. Es por esto que conviene buscar si los males pueden ser cuidados por remedios puramente externos o si ceben ser expulsados del interior. Porque si los males existen en el centro del cuerpo, es preciso atraerlos o cazarlos por algún remedio interior a la circunferencia o fuera, por lo que es preciso recetar tales medicamentos que puedan penetrar hasta el centro de la enfermedad, disipar las causa morbíficas y restaurar en seguida la salud, si se viene hasta el centro. Notad que todas las enfermedades externas que tienen su origen en el interior y que se detienen en algunas partes no se deben curar solamente por medicamentos externos, o de otro modo la muerte es segura. Lo mismo que si alguno quisiera rechazar hacia su centro las flores de una planta que están impelidas hacia el exterior, no solamente ningún fruto saldría de la flor, sino que el jugo, habiendo sido rechazado contra natura hacia el centro de donde había ascendido extrayendo su nutrición de la tierra, no sería de ninguna utilidad para la planta, a causa de este violento rechazo. además la planta se sofocaría completamente porque la humedad proveniente del alimento terrestre no podría escaparse. Es por esto que es preciso diferenciar las heridas recientes exteriores de las úlceras y tumores antiguos procedentes de alguna indisposición interna. Por que las heridas externas se pueden curar por remedios tópicos y exteriores, pero las úlceras tienen necesidad de medicamentos internos para agotar el origen de tales enfermedades. No hay habilidad alguna en curar una herida reciente hecha por alguna causa externa. Porque un simple campesino la puede medicinar con un pedazo de tocino. Sino que el artificio consiste en impedir los síntomas que pueden llegar y en agotar el origen de los que proceden de algunas partes internas heridas. Prestad atención todos vosotros, médicos y doctores que ejercéis la medicina sobre esta tierra. Maestros, maestros en una y otra medicina, quiero decir la externa y la interna, reflexionad sobre vuestro título honorífico y en vuestra conciencia, examinad si le tenéis de Dios o si no es solamente de pura forma y usurpado por ambición. Porque hay una tan gran diferencia entre la medicina externa y la interna, tal como he indicado, como la hay entre el cielo y la tierra. Si tenéis vuestro título de Dios, entonces el Eterno os prestará asistencia, bendición y felicidad, salud prosperidad y opulencia. Pero si es recibido y concebido sin Dios y solamente con vistas a saciar un exceso de orgullo, entonces caeréis de vuestra grandeza y os prepararéis vosotros mismos el fuego eternoe indecible del infierno. El Señor Cristo nuestro Salvador, dijo a sus queridos discípulos: "Vosotros me llamais Señor y Maestro, y hacéis bien". Así, cualquiera que quiera llevar legítimamente su título honorífico debe reflexionar a fin de obrar bien, es decir, de no abusar, de su título y de no sobreestimarlo ni jactarse de más cosas de las que ha aprendido. El que quiera tener la reputación de profesor y maestro en una y otra medicina debe estar versado en una y otra, la del interior y la del exterior, a fin de que sepa la disposición interna de los cuerpos, gracias a la anatomía, y de ahí que extirpe la enfermedad de no importa que miembro y pueda saber indicar la razón, la causa y la manera con que se debe afrontar el mal; y exteriormente que pueda comprender los males abiertos y las heridas. ¡Dios mío! ¿dónde se reconocería este título y dónde quedaría un maestro en una y otra medicina si se hiciera pasar un examen serio a la mayoría de los que lo llevan.? Largo tiampo antes de mí y en los tiempos antiguos, los médicos cuidaban con sus manos las enfermedades, particularmente las externas, puesto que este oficio de médico lo exige. Pero en nuestro siglo, alquilan criados y domésticos que ejercen la cirugía. Y así este arte muy noble ha devenido un vil trabajo que no pueden apenas tener verguenza de cumplir los que no saben ni leer ni escribir. Más aun, los mismos los mismos que son incapaces de hacer salir un asno de un campo labrado son ahora maestros en medicina externa -y los doctores médicos, sus discípulos- y ellos pueden ejercer más felizmente y con mejor conciencia este arte, por decir libremente la verdad, que tú "médico cirujano" ignorante que te glorificas de tus dos títulos adquiridos por pura ambición, pero que no eres ni lo uno ni lo otro. CAPITULO I Tratado del Antimonio Para comenzar el tratado del antimonio por la etimología de su nombre, es preciso saber que los Árabes le llamaban Asinat. Los Caldeos le han llamado Stibium. Los Latinos Antimonium. Los Alemanes Spiessglass, en razón de que tal materia es fluida, y se hace de ella un vidrio que retiene todos los colores de los que se pueda formar. Es por ello que hay que extraer la consecuencia de que por la misma razón que los Árabes, Caldeos y Latinos, nuestros primeros padres, y otros pueblos han dado un nombre particular al antimonio, no lo han hecho sin razón ni sin haber respetado la cosa y observando sus facultades. Pero no hay que dudar que debido a las envidias naturales no se hayan destruido o suprimido las escrituras que daban fe de sus virtudes, para enterrarlas. Porque sus enemigos han podido muy fácilmente corromper las impresiones y los libros que las declaraban, en tanto que el Diablo puede hacer muchas cosas con el permiso de Dios a causa de nuestros pecados y de nuestra ignorancia, porque Satán, que es enemigo jurado del género humano, ha hecho hasta el presente todo lo posible y empleado todas sus astucias a fin de que la verdadera medicina fuera suprimida y sepultada, y para tratar de quitar la gloria a Dios que es el autor de todos los bienes, y que los hombres no puedan rendirle gracias, así como para privar a la naturaleza humana de tal asistencia. En tanto que la disputa de los nombres de las cosas es inútil, porque no contribuye ni disminuye nada de su esencia, no diré nada sobre los diferentes nombres del antimonio. La gloria que se puede adquirir de todo lo que hacemos consiste únicamente en la verdadera preparación de los medicamentos y en el reconocimiento de la Bondad divina que les ha infundido las virtudes que encontramos por nuestros trabajos. Es por ello que es apropiado comenzar a demostrar la preparación del antimonio y a describir sus facultades, a fin de que se den gracias a Aquél que las ha dispuesto. Pero como os he confesado antes que el antimonio era un veneno, antes de daros a conocer sus virtudes voy a mostraros por un ejemplo que un veneno atrae a sí otro veneno, y le expulsa de nuestro cuerpo antes que todos los demás antídotos o contravenenos. Esto ocurre a causa de la simpatía y el parecido de la naturaleza. Porque es preciso que sepáis que la verdadera licornia expulsa toda clase de venenos y no los puede soportar. He aquí la prueba. Tomad una araña viva; haced un círculo alrededor de ella con la licornia. Veréis que no saldrá del círculo que habéis marcado, en tanto que evita lo que resiste y es contrario a su naturaleza. Pero si ponéis cualquier otra cosa alrededor de ella que simbolice con su naturaleza venenosa, no tendrá antipatía en pasar por encima. Notad además que si ponéis una moneda de plata que sea hueca (como la hay en Alemania), con la marca de una flor de lis, a flotar sobre el agua como si fuera un pequeño barco, y aproximáis a ésta última un trocito de licornia, sin que se toquen, veréis que la licornia, por su virtud espiritual, hará retroceder la moneda de plata, lo mismo que un pato que quisiera evitar el golpe de un cazador. Y al contrario, si echáis un pequeño trozo de pan duro y bueno, sin ninguna mezcla, en un vaso lleno de agua hasta el borde y ponéis la verdadera licornia cerca del agua, pero sin que la toque, veréis que la licornia atraerá poco a poco la miga de pan hacia sí. De manera que es una maravilla ver la simpatía de dos cosas naturales, cómo una atrae a la que la simboliza, y expulsa y aleja de sí lo que la es contrario. De lo cual los médicos pueden extraer una justa consecuencia: que los venenos atraen hacia ellos lo que es de naturaleza semejante; y lo que no es veneno atrae semejantemente hacia sí lo que está exento de él. Es así que se pueden combatir los venenos de dos maneras: primeramente, por sus contrarios que les resisten y combaten, así como se acaba de decir de la licornia. En segundo lugar se les puede expulsar de nuestros cuerpos por sus semejantes, en razón que un veneno atrae a otro hacia sí, como la calamita atrae al hierro. Es preciso que tal antídoto que deba combatir al veneno y que es veneno él mismo, sea sin embargo precedentemente preparado de manera que su malignidad se convierta en medicina o en antídoto, y sea también suficiente para expulsar al otro veneno en razón del cual se dispone éste. Parecidamente, el jabón atrae hacia sí y limpia las impurezas y la grasa de los trapos y de la ropa, aunque el jabón no fuese antes más que grasa. Porque se hace de talco, de aceite de oliva y otras cosas parecidas. Y la causa de esto es que se han preparado las materias untuosas del jabón por la separación y que se añade sal al hacerlo, que es la principal causa de su virtud abstersiva. Tiene el poder de atraer hacia sí y de purgar así mismo las inmundicias untuosas de las ropas. ¿Por qué, pues, se niega que los venenos puedan perder y abandonar su malignidad por una preparación conveniente y devenir un antídoto que tenga la facultad de atraer los otros venenos, expulsarlos de nuestros cuerpos y restablecer la salud primera? Pero a fin de que os pueda demostrar las propiedades desconocidas de la Naturaleza y haceros conocer las materias buenas y malas, venenosas u otras, os propondré algunos ejemplos por los cuales la verdad se manifiesta, así como la falsedad de los grandes y relevantes médicos y también su negligencia, se verá tan manifiesta como claramente. Tomad un huevo helado que se haya expuesto a un gran frío, ponedle en agua extremadamente fría por algún tiempo y veréis que la gelatina o el hielo que estaba antes dentro del huevo será atraído afuera por medio del agua fría, penetrará la cáscara y toda la substancia interior del huevo volverá a su primer estado como si no hubiera estado helada. Por lo mismo, si alguno tiene alguna parte de su cuerpo helada y enfriada, que tome agua lo más fría que pueda encontrar, como la de nieve fundida, y que se aplique sin pérdida de tiempo sobre la parte helada: una frescura atraerá a la otra hacia fuera y la parte permanecerá en su primitivo estado de salud. Y al contrario,si alguno tiene mucho calor o inflamación en alguna parte de su cuerpo, que aplique sobre el mal una materia caliente, como espíritu de vino rectificado, el mejor que se pueda encontrar, es decir, que sea casi todo fuego, o de la quintaesencia del azufre, y muy seguramente verá que un ardor atrae hacia sí al otro, en razón de la semejanza de su naturaleza, y no sentirá solamente alivio o refrescamiento de la parte, sino la entera restauración de la salud. Para más confirmación de esta verdad, tomad huevos de rana, los cuales aparecen en el mes de marzo, y hacedlos secar al sol sobre una plancha; y después pulverizadlos y ponedlos en polvo sobre la herida de alguien que haya sido mordido por una vívora o serpiente, y veréis que este polvo quitará el venenode la mordedura, de manera que después de esto se podra curar fácilmente con los medicamentos ordinarios, los cuales de otro modo no servirian para nada. La misma virtud de este polvo se puede utilizar poniéndole sobre un paño blanco que humedeceréis varias veces, y que secaréis después con los huevos de rana. El paño debe ser cortado en pequeños trozos para aplicarlos sobre la mordedura. Semejantemente, tomad un sapo vivo, colgadle por una de las patas de atrás al sol para hacerle secar como es preciso, ponedle después en un pote bien cubierto y reducidle a cenizas por el fuego y después reducidle en polvo muy fino. Serviros de este polvo para las heridas venenosas y os aseguro que atraerá el veneno. ¿Y eso porqué? Es que, por medio de la calcinación del sapo, su virtud medicinal de atraer el veneno se vuelve más rápida y más activa, y propia a ejecutar sus fuerzas para atraer hacia sí a su semejante. Si alguno es infectado por la peste, que tome ejemplo de las cosas venenosas de las que se acaba de hablar y que las observe para él. Porque encontraréis que todo lo que os digo en este escrito es verdadero, porque podéis serviros de las cosas venenosas susodichas en tiempo de peste para los que estan infectados, supuesto solamente que añadáis el astro del sol y el espíritu de mercurio. Porque el espíritu de mercurio atrae hacia sí a sus semejantes, teniendo la facultad atractiva de todas las enfermedades venenosas. Pero lo mismo que el astrum solis -del cual del mismo modo que por la virtud del sol celeste vivificante todo es engendrado -in genere universali sobrepasa a todos los demás en facultad, creo también que el más grande de todos los remedios consiste en el Sol; quiero decir en su naturaleza y en sus espíritus, que son el astro del sol terrestre, de los cuales espíritus todos los metales y minerales al comienzo de su generación han sacado su principio. Hablaremos de todo esto más ampliamente cuando te revele el astro del sol sobre tu conciencia ( porque es el secreto de los secretos ). Verdaderamente el antimonio, en estos casos susodichos, tiene la misma virtud que el oro. Es preciso entender corporalmente, porque no puedo afirmar que sea semejante al astrum solis , aunque en diversas cosas el antimonio tenga muchas más virtudes que él. Sin embargo no se puede decir que lo que puede el astrum solis, el antimonio lo pueda también. No hablo del astro de Mercurio. Puede en efecto, ser engendrado de la misma materia que los susodichos, pero él cede la prerrogativa al astro Sol a causa de su penetrabilidad. Ahora bien, para confirmar todo lo que hemos dicho, es preciso notar que Vulcano es el primer maestro y principal agente de todas nuestras operaciones y preparaciones. Porque tomad una pieza de acero o de hierro duro y un guijarro, golpeadlos juntos y veréis que sale fuego, el cual se encenderá por la fuerza del movimiento y de la colisión. El azufre o el fuego que está escondido en los cuerpos duros se muestra por medio de la colisión y del aire, y se vuelve dispuesto a arder. La sal permanece en la ceniza, y el mercurio se fuga al mismo tiempo con el azufre ardiente. Lo mismo hay que creer del antimonio cuando se le prepara, porque su mercurio se separa de su azufre y de su sal por los medios que la naturaleza nos enseña. Lo mismo que el fuego que reside en estas materias duras no se muestra si no se le excita, así todos los medicamentos tienen sus virtudes escondidas, las cuales no se conocen antes de que se hayan separado las cosas impuras y malas de las buenas por medio del fuego. Explico así sumariamente la naturaleza del antimonio; puesto que todas las cosas escondidas, en tanto que están escondidas, son asunto de las artes. Siendo revelado el arcano, el Arte cesa y el trabajo adviene, como lo he enseñado en otra parte. Las abejas nos dan fe de esta verdad cuando por su industria separan la dulce miel de las flores y de las plantas (que son a veces venenosas y amargas), la cual sirve para varios usos, tanto en medicina como para la alimentación. Sin embargo, de la miel que es dulce y agradable, se puede extraer el más malo y corrosivo de los venenos. Lo que nadie cree sino los que lo han experimentado; y nadie toma precaución sino los que hacen una atenta observación de ello. No hay que menospreciar la miel ni rechazarla como inútil por ésto. Porque aunque la ignorancia o malicia de los que la preparan pueda hacerla devenir un gran veneno, no deja de tener grandes virtudes y utilidades en medicina. La miel, pues, se forma de esta manera: los excrementos y el estiércol de los animales sirven para abonar la tierra y darla una humedad untuosa, de la cual ésta produce diversas clases de flores, hierbas y otras plantas. Lo que muestra claramente que se hace de las plantas de las cuales las abejas extraen el jugo o la quintaesencia, a partir de la cual se hace una alteración o generación, que es la miel, de la cual se hacen varios medicamentos útiles y bebidas. No obstantye todo esto, se puede también preparar una esencia tóxica extremadamente perniciosa, que puede matar a los hombres y a los animales. Es por esto que os ruego reflexioneis sobre estas verdades. Y estad seguros de que si sois amantes de la ciencia, ya seáis joven, viejo, docto, ignorante, rico, pobre, artista o cualquier otra cualidad que podáis tener, si seguís mis preceptos y los movimientos de la Naturaleza os esclareceré de la verdad y os enseñasé cómo es preciso separar las cosas buenas de las malas, y las preciosas de las inútiles. En cuanto al antimonio, se puede preparar con él un medicamento el cual está despojado de todo veneno y de todo peligro. Porque su malignidad se convierte y cambia en bondad por medio del arte, que lo vuelve capaz de remediar toda clase de enfermedades, penetrar y digerir, echar y expulsar todas las causas morbíficas igual que el fuego lo digiere todo. Sabed que es por esto que hay que preparar el antimonio y cambiarlo qn piedra, la cual es por su facultad parecida al fuego. Es por ello que esta quintaesencia de antimonio es llamada en todos mis escritos lapis ignis o piedra de fuego. La cual, haciéndose por la coagulación y siendo preparada como diré en el final de este tratado, tiene la virtud de consumir todoslos malos humores del cuerpo, purgar la sangre hasta el último grado de pureza, y hace todo lo que el oro potable. Es pues por ello que a los que no sabéis nada y no tenéis ningún conocimiento, que ignoráis todas las experiencias y no sabéis de ningún modo la preparación, y que mucho menos habéis penetrado en las mías, os ruego no censurar siguiendo la pasión de vuestros pensamientos, sino antes aprender el verdadero método de preparar el antimonio; cómo es preciso separar el veneno y producir el medicamento más noble del mundo. Entonces podréis juzgar libremente y dar vuestra opinión de lo que vale, y conoceréis la diferencia que habrá entre vuestro saber y el que teníais antes. ¡Oh miserables sofistas mundanos que os hacéis engrosar con una falsa sabiduría, apoyandoos sobre un fundamento falso, voláis en las nubes con vanos pensamientos e ignoráis el fin de vuestro reposo! Os digo que lo tendréis que justificar delantedel Hijo de Dios el día del juicio terrible, que está ya muy próximo. Buscad, estudiad lo que se desea utilizar, y así seréis recompensados por vuestro trabajo. Confiad el resto a Dios, que os acordará su bendición y no os privará de su socorro. Individuos perezosos y holgazanes, bacantes que tenéis cuidado de no aprender nada y que teméis ensuciaros las manos con el carbón, no juuzquéis, por temor a que más tarde ofrezcáis la ocasión de llevar contra vosotros una sentencia que los hijos de vuestros hijos podrán escribir sobre un libro incorruptible. Todos los médicos deben observar no hacer nada que repugne y sea contrario a la naturaleza de las cosas, por temor a perder toda la esperanza de restablecer la salud. Es decir, que no se sirvan de medios repugnantes juntos para ejecutar sus intenciones. Como por ejemplo, si vertéis espíritu de vino en agua fuerte se hará un gran constreñimiento, a causa de que estos dos cuerpos no concuerdan juntos, pero si se los sabe unir juntosdestilándolos de manera filosófica, encontraréis en ellos efectos maravillosos. Parecidamente, el aceite de tártaro o su licor no debe mezclarse con vinagre fuerte que esté echo de vino. Porque se contrarían uno a otro y se huyen recíprocamente, como lo hacen el agua y el fuego, aunque sean extraídos los dos del mismo principio, a saber: del vino. Es así que en la cura de nuestras enfermedades, es preciso considerar todas las circunstancias del mal y del paciente, y preguntarle todo lo que examina por su parte, después de lo cual es preciso apropiarle los remedios convenientes a su mal, a fin de que la bondad de vuestros medicamentos no sea escandalizada en lugar de la gloria que se merecen, y que no sean censurados. Como por ejemplo, cuando queréis disolver hierro en agua fuerte, si vertéis aceite de tártaro cuando el agua fuerte hace su operación, no solamente veréis que vuestro vaso se romperá, sino que tendréis que guardaros bien para no abrasaros. Porque la contrariedad de estos dos licores encenderá un fuego, lo mismo que la pólvora en el cañón, que quemará todo lo que encuentre. El señor doctor, con su gran pelliza, no se salvaría de tal fuego, porque él no sabe nada de todos los secretos de la Naturaleza. Hombres miserables, doctores ignorantes, médicos inexperimentados, vosotros que escribís prolijas recetas sobre largas cartas; vosotros, boticarios que llenáis potes tan gruesos como los que se utilizan en las cortes de los grandes señores para hervir bastante alimento para una centena de hombres; vosotros que estáis ciegos desde hace ya largo tiempo, permitid que se os frote los ojos con colirio y bálsamo, a fin de que cesen vuestros deslumbramientos y que obtengáis el verdadero espejo de la clara visión, lo que Dios os acordará a fin de que reconozcáis sus milagros y que considréis sus obras. Su caridad impulsa sus raices en vosotros para que escrutéis la verdadera medicina que el Príncipe celeste de todas las cosas, ha formado con su mano todopoderosa y por su sabiduría eterna, y ha dado para su utilidad a la más noble de las criaturas, el hombre, como socorro en la extrema necesidad o para su salud. ¡Oh miserable! ¡Oh pútrido y fétido saco de miserias! ¡Oh gusano de tierra y vil criatura! ¿Por qúe mirar tan intensamente la cáscara y descuidar la almendra? Jamás darás gracias a tu Creador que te ha formado a su imagen, jamás le rendirás gracias por sus milagros! Atrás, vuelvete tú mismo, represéntate a tí mismo y la forma de tu efigie, a fin de que te dé vergüenza de tu ingratitud, porque no buscas lo que Dios, ha escondido en los bienes que ha concebido y que ha extendido en sus criaturas. Pero me callaré y me retendré de deplorar esta miseria, esta ceguera y este error, por temor a que mis lágrimas que retengo con esfuerzo estropeen mis escritos cayendo sobre ellos. Soy un eclesiástico que forma parte de una orden a la cual me someteré totalmente de corazón y de palabra tan largo tiempo como mi alma viva en mi miserable cuerpo, y no me permito escribir más que lo que es compatible con mi orden. De otro modo, elevaría la voz como una trompeta. Y si fuera juez secular me acordaría una audiencia en casa de esos personajes orgullosos que no solamente no conocen la verdad, sino que, ignorantes, la persiguen, mintiendo, calumniando, vituperando y oprimiéndola con todas sus fuerzas. Dios todopoderoso y altísimo, Señor de las multitudes, que estás sentado sobre un trono sublime, gobernando el cielo y la tierra que has creado, conservando las estrellas, disponiendo los elementos y los firmamentos para que permanezcan en su curso, haz que tiemble todo el universo y que se espanten los espíritus infernales, mira el juego de este mundo ingrato, enseña a los hijos de los hombres a conocer más interiormente lo que tú les propones más exteriormente, a fin de que seas glorificado en tu trono, verdaderamente reconocido en tu poder y alabado en tun soberanía infinita. Yo, en verdad, rindo gracias a tu muy alta majestad por tus milagros y beneficios inmensos, por la salud y las riquezas, porque no puedo testimoniar nada más en este mundo temporal y corruptible. ¡Oh, si no fuera religioso como yo, de corazón y de boca, y que lo seré durante toda mi vida como he hecho voto de ello, y me estuviera permitido decir mis sentimientos y declamar contra los ignorantes y los perseguidores de la verdad, los pondría muy abajo. Pero mie estado me enseña que es preciso tener paciencia. Por esto dejemos todos estos discursos aparte y comencemos a preparar nuestro antimonio. CAPÍTULO II De la Descripción del Antimonio A fin de que escribamos del antimonio y escojamos su fundamento, en el cual tiene su trono y su imperio y por el cual es elevado a su gloria y a su perfección, es preciso ante todo demostrar el origen de su raíz y de sus principios, cómo opera y se forma en las entrañas de la tierra, a qué disposición de los astros está sometido, y que elementos lo producen. Sabréis pues que el antimonio no es otra cosa que un humo o bien un vapor excitado por los astros en las entrañas de la tierra, y por medio de los elementos reducido a una coagulación formal. Y las mismas constelaciones que producen el mercurio producen también el antimonio, le comunican su esencia, sus virtudes, sus operaciones y sus cualidades del comienzo; y no hay ninguna otra diferencia en sus principios de generación, sino que el antimonio es más duro y está más coagulado que el mercurio -o azogue- en su comienzo. La razón de esta coagulación mayor del antimonio es que tiene más sal en sus tres principios materiales, aunque sin embargo la sal sea la menor parte de sus tres principios. Pero respectivamente, tiene más que el mercurio y es lo que le coagula: Porque la sal endurece todas las cosas y las coagula, la cual falta al mercurio que tiene muy poco de ella. Es por ello que en razón de que el mercurio contiene en sí un espíritu cálido y sufuroso, que no aparece sin embargo, es siempre fluido y no puede coagularse si no le añaden otros espíritus metálicos de los que los más propios para este efecto se encuentran en la madre de Saturno, y sin éstos no se le puede fijar. Y no puede ser de otro modo si el mercurio no tiene él mismo la Piedra filosofal por la cual reducir él sus tres principios en una proposición tan concordante que tenga después el cuerpo fusible, sólido y que pueda resistir al martillo y al fuego como los otros metales. De otro modo, permanece siempre fluido (como es naturalmente) hasta que se le haya quitado tal principio. Es por ello que todos los animales y vegetales son demasiado débiles para coagularle y volverle fijo, como ciertas personas estudian en vano, porque no son especies metálicas. Porque el mercurio es fuego por todas sus partes. Es también por ello que resiste todo fuego y no se deja fijar por éste, o bien se evapora y huye incontinente por sus espíritus y se resuelve en aceite incombustible, o bien permanece de tal modo coagulado despuésde su fijación que es imposible romperle. Por lo demás, todo lo que se puiede hacer con el oro se hace también con el mercurio preparado como es preciso. Porque después de su verdadera coagulación, se parece enteramente al oro, en razón de que tiene los mismos principios originales que éste. Pero aunque mi deseo no sea introducir aquí una discusión hablando muy abundantemente del mercurio, sino simplemente, cándidamente, describir a partir de su fundamento verdadero, el principio del antimonio, el mercurio puede ser útil para proseguir el estudio del antimonio. Lo que he inducido por parábola del mercurio no ha sido sin fruto para la meditación siguiente sino que para que el antimonio sea comprendido más correctamente, ya que tiene un origen mercurial. Es preciso pues notar y observar bien que los minerales y los metales no son otra cosa que un vapor o humo que es atraido por algún astro predominante del elemento tierra, como por una destilación del mundo universal. La cual influencia celeste opera hasta el centro de la tierra, por su propiedad aérea y sus cualidades cálidas, de manera que tal constelación opera espiritualmente y da sus cualidades al vapor que ella eleva, el cual se resuelve en un licor del que todos los metales y minerales toman su origen, y se forman uno y otro según el predominio de los tres principios (según tenga más mercurio, azufre o sal), o menos de uno o de otro, o que se encuentren por igual, de manera que algunos metales son fluidos y otros fijos. Los fijos son comúnmente el oro, la plata, el cobre, el hierro, el estaño y el plomo. Además de estos metales, se forman también de los mismos tres principios, según la proporción desigual de su mezcla, otros minerales como el vitriolo, el antimonio, la marcasita, el ámbar y otros que no es necesario reproducir aquí. Pero como el oro en su astro y comienzo es infectado y ha recibido una propensión hacia un azufre y un mercurio más duro y más perfecto que todos los otros metales y minerales, su virtud operativa es por consecuencia más extendida y más poderosa en acto que los astros de los otros metales y minerales; y es por esto que en el astro del sol se encuentra lo que en otros astros, y aún mucho más, a causa de su mayor perfección. Por lo demás, creo que cuando se haya reducido este azufre a su perfección por medio del fuego, se encontrará en gran cantidad en todos los otros metales y minerales. Hay un mineral, del cual he hecho mención varias veces, en el cual el azufre del sol se encuentra tan perfecto, tan poderoso y aún más que en el oro mismo. Encontraréis también dos clases de metales que contienen la misma virtud sulfurosa del sol y de los cuales no diré nada más por el presente. El antimonio no es pues otra cosa que un mineral hecho por un vapor elevado y resuelto en un licor. Esta emanación espiritual de los astros es el verdadero astro del antimonio. Y este licor atraido del elemento de la tierra por los astros celestes y siendo desecado por el elemento del fuego que está en el aire, se reduce por la coagulación en una forma y esencia palpable, de la cual nace formalmente el antimonio, en cuya forma el azufre predomina, después el mercurio, y la menor parte de los tres principios es la sal, de la cual sin embargo hay tanta como es necesaria para darle una forma sólida. Las cualidades primeras y elementarias del antimonio son secas y cálidas y no participan de la frescura y la humedad sino en un grado muy bajo, lo mismo que el mercurio, o azogue común, y el oro corporal tienen más calor que frescura. Y esto es suficiente sobre la materia y los tres principios del antimonio, así como el modo en que por el arqueo se forman en el elemento de la tierra. Pero en tanto que les importa muy poco a muchos saber todos estos discursos míos precedentes y no se preocupan de en qué centro se encuentra el astro del antimonio, o de qué principios está formado, y que se desea únicamente saber su utilidad, su uso y su preparación, a fin de poderle volver perfecto y ver sus facultades, de las cuales se ha escrito tanto hasta el presente, que no hay rico ni pobre, ni docto o ignorante, que no haya hablado de ello y que no espere con gran deseo una última descripción, voy a acabar todos estos preámbulos y os instruiré simple y fielmente con toda la doctrina de éste, tanto como mis trabajos y mis observaciones me lo permiten. Es cierto que he empleado en eso mucho tiempo y trabajo; y si no obstante no he conocido todas sus virtudes, es porque en su preparación después de una maravilla sobreviene otra: colores, virtudes y operaciones infinitas, unas después de otras, de manera que no se encuentra jamás su final. Así el antimonio es un veneno, no benigno, sino particular y violentamente mortífero para los hombres y los animales. Es por ello que la mayoría de los médicos y la plebe ignoran la verdadera medicina, no teniendo ningún conocimiento que hayan reflexionado del antimonio, visto que lo rechazan como un veneno y que los grandes médicos lo prohiben como peligroso, y que los profesores repiten hasta desgañitarse a los estudiantes de las universidades: "Guardaros, guardaros del antimonio, es puro veneno". Conmovidos por estas opiniones, los ciudadanos de los pequeños pueblos prohiben el uso del antimonio. Porque la mayoría de los hombres están tan transtornados por estos clamores que hasta mi época nadie ha querido acordar audiencia al antimonio o prestar confianza a los innumerables e inefables remedios que encierra. En verdad, en verdad lo he dicho, mis escritos son verdaderos. Pero os aseguro en verdad, tan verdad como que Dios es el Creador del cielo y de la tierra y de todas las criaturas, que no hay más soberano ni más precioso remedio bajo el cielo que el antimonio. Por esto, mi querido muchacho y vos amigo lector, comprended bien mis discursos y observad las experiencias que he hecho con el antimonio. Porque mi teoría procede de los fundamentos de la naturaleza y mi práctica de la experiencia, la cual puede demostrar a los incrédulos las maravillas y utilidad que he producido con él. Y si algunos de esos doctores, de esos maestros, de esos bachilleres, de esos médicos con el bonete rojo, me dice que no hay que usarle en razón de que es incierto aún preparado como sea preciso, les pregunto porqué se sirven tan gustosa y libremente de la triaca en la composición de la cual, además de otros venenos, entra la serpiente llamada thyrus, que es un veneno extremo. ¿No debo decir por la misma razón: "Guardaros bien de usarla, hay veneno en la triaca"? Me responderan que estos venenos son preparados como es preciso y sirven de contraveneno. Igualmente respondería también que el antimonio no se debería usar más que después de su verdadera preparación, la cual le quita todo su veneno. El futuro discípulo del antimonio, habiendo dicho sus oraciones ante todo, frecuentará la escuela de Vulcano que es el maestro y doctor de todos los secretos de los que se rien los mediosabios, cuando no han aprendido del fuego ningún arcano, en razón de su pereza, y que impiden por su inercia, su manifestación. Y estos locos pueden bien clamar que se pueden hacer bien ciertos medicamentos sin Vulcano. Me preocupo muy poco de todo lo que puedan decir, y aunque sean los perseguidores del antimonio, no sabrían mostrarme ni mejor remedio ni incluso tan bueno como el que se hace con antimonio. Porque sé de ciencia cierta que con el antimonio se hacen remedios tan buenos como con el oro y el mercurio (excepto el astro del sol) y que se prepara con él este oro potable para curar la lepra, y el espíritu de mercurio, que es el soberano remedio de las nuevas enfermedades desconocidas, como el mal venéreo o la sífilis, y otros medicamentos saludables. Pero estos cuentistas no lo, pueden saber ni observar. El ignorante no puede juzgar, lo mismo que un borrico que ignora la música no puede enseñar al pastor cómo fabricar una flauta. Es por ello que aquél que quieradar un juicio correcto debe antes conocer sobre qué deberá pronunciarse y saber, a la vez gracias a los libros y a la experiencia, lo que es verdadero y lo que es falso, a fin de tener un juicio objetivo. Pero antes de que os haga sabios y os enseñe la preparación del antimonio, puesto que es tan venenoso, alguno podría preguntarme cómo puede suceder que los minerales sean venenos, cuál es la esencia del veneno, de qué puede proceder tal malignidad y también cómo se la puede separar de una materia metálica para hacer con ella buenos remedios que sean útiles y sin peligro. A lo que responderé sucintamente, que es preciso considerar en dos maneras la esencia de los venenos, a saber: natural y sobrenatural. La primera razón, es que el Señor que gobierna todos los cielos, los astros y la tierra, ha creado venenos entre sus criaturas y principalmente en los minerales, para hacer aparecer el orden, las maravillas, la omnipotencia y bondad de su majestad, proponiéndonos delante de los ojos tales cosas para hacernos conocer el bien y el mal, habiéndonos dado también el juicio y la razón para comprender y el libre arbitrio para seguir el bien y huir del mal si queremos. De la misma manera se tenía en el medio del paraíso el árbol de nuestros primeros padres, cuyo uso conducía al bien y el abuso al mal, puesto que ha causa de él, el mandato de Dios fue violado y la muerte fue introducida en el mundo. La otra causa, es para que conociendo el bien y el mal, se huya del mal y se diriija uno hacia el bien. Porque Dios no quiere que los hombres sumidos en la muerte perezcan totalmente, sino que alejándose del mal avancen hacia mejores cosas y eviten perder su alma. Así nos expuso el bien y el mal gracias a similitudes, que se encuentran de nuevo tanto en el precepto de su Verbo como en la obra de su creación, a fin de que esdojamos lo que es útil a nuestra salud y lo que es nocivo lo evitemos. En segundo lugar, los venenos se engendran en las entrañas de la tierra o en otros lugares por ciertas constelaciones, cuando se hacen operaciones contrarias y malignas de los planetas y estrellas, por las cuales los elementos son infectados y pueden producir en el Pequeño Mundo disposiciones contagiosas y otras enfermedades malignas; lo mismo se debe entender de los cometas. En tercer lugar, los venenos se forman por la conjunción de dos cosas contrarias, como cuando se está en pasión de cólera o de tristeza, o estando caliente de algún modo, se bebe frío: por la antipatía de estas dos cualidades se hace un veneno en nuestros cuerpos que nos conduce a la muerte. Finalmente, si alguno está herido mortalmente por cualquier arma que sea, tal arma es veneno con respecto a nosotros porque ataca contra nuestra vida, tal arma será al contrario un antídoto si nos servimos para defendernos cuando se nos ataca. Se conocen toda clase de venenos por el instinto de la naturaleza. Porque todo lo que es contrario y al que repugna una cosa es veneno. Como cuando ciertas personas tienen por ello horror de las viandas que no pueden soportar. Porque entonces tales viandas son su veneno, a causa de que son contrarias a su naturaleza; y al contrario, no son nocivas para quienes gustan de ellas. Todos los venenos se engendran principalmente en la tierra como una esencia mercurial -hablo de los venenos de los minerales-, la cual no es aún perfecta y bien digerida en su forma, que es contraria y repugnante a la naturaleza; en tanto que esta esencia mercurial no ha alcanzado aún su perfección y cocción entera, penetra en todo el cuerpo y no puede ser digerida por nuestro calor natural. Lo mismo que si comemos trigo crudo y verde sin ninguna preparación nuestro estómago tendría trabajo para digerirlo y todo el cuerpo se debilitaría, en tanto que nuestro calor natural es demasiado débil para reducirle a una cocción tal como requiere. Pero el trigo que es reducido en su madurez por el calor del Gran Mundo debe tener además una cocción y perfección más grande por el fuego del Pequeño Mundo, a fin de que el hombre lo pueda digerir más fácilmente. Lo que hay que entender también del antimonio. Pues por cuanto que no es todavía fijo y perfecto cuando se saca de la mina, es demasiado potente y demasiado crudo para nuestro estómago. Lo que es universalmente verdadero de todos los catárquicos y medicamentos laxativos, sea de minerales, animales o vegetales, los cuales son todos venenos a causa de su naturaleza y de la materia volátil y mercurial que contienen y predomina también en ellos. Los cuales espíritus volátiles son la causa de que estos medicamentos purgativos echen afuera todo lo que encuentran. No quiere esto decir que todos los medicamentos purguen de la misma forma, o que se apliquen todos directamente a extraer los humores que son las causa morbíficas. Pues hay una gran diferencia entre ellos. Los que cazan y atraen las raíces de las enfermedades deben ser fijos. Porque los que son fijados por el artificio, o lo son de naturaleza, buscan también en nuestros cuerpos las enfermedades fijas y las extirpan enteramente, lo cual no pueden ejecutar los remedios laxativos que no son fijados, los cuales se pueden comparar a un torrente rápido que arrastra por la violencia solamente lo que encuentra por los lugares por donde pasa. Pero los medicamentos fijos no purgan por evacuaciones, sino solamente impeliendo afuera por los sudores, que arrastran no solamente la paja de las enfermedades con ellos, sino la simiente y la raíz, lo que no hacen otros medicamentos crudos y que no son fijados, los cuales dejan la simiente y la raíz, no llevándose más que la superficie y no tocando jamás el centro. Es por esto que se debe saber que el veneno del antimonio se debe separar enteramente antes de que se le pueda usar en la medicina con buena conciencia. Y es preciso observar la separación de lo bueno y lo malo, de lo fijo de con lo que no lo es, del veneno y del medicamento. Lo que no puede hacerse más que por medio del fuego, es decir, por la preparación de Vulcano que es el profesor y rector de todas las operaciones. Porque lo que el fuego del Gran Mundo ha dejado sin perfeccionar o sin digerir en las cosas, debe ser acabado por medio del Vulcano del Pequeño Mundo, que deja todo en su última perfección. Y no hay que asombrarse si el fuego tiene esta fuerza de separar las cosas impuras de las puras, lo que es salubre del veneno y el remedio de lo que es nocivo. Porque la experiencia diaria nos da fe de ello por la diversidad de colores y otras cualidades que induce sucesivamente en los cuerpos que pasan por él. Porque la separación y el fuego, produciendo la fijación, arrebatan el veneno y producen en su lugar un remedio salubre. Es por ello que el fuego separa el veneno del remedio, el bien del mal, de lo cual ningún médico puede ni osa testimoniar, a menos que haya contraído una estrecha familiaridad con Vulcano, y obtenido el baño infernal de la amistad, en el cual la esposa es purgada de toda inmundicia, a fin de que pueda dormir con su esposo en el lecho conjugal legítimo. ¡Oh, sutileza mundana! Tú que menosprecias o comprendes mis escritos, si supieras lo que te puedo enseñar, lo que llamo fijo y volátil, lo que aporta el significado de la separación de lo puro y de lo impuro, olvidarías las cosas inútiles y abandonarías las nubes donde te encuentras, y me seguirías. "En mí", dice el antimonio, "se encuentran un mercurio, una azufre y una sal que son los soberanos medicamentos de la salud de los hombres. Mi mercurio consiste en el régulo, mi azufre en la rojez, y mi sal mora en la tierra negra que dejo". Y cuando se sabe separar bien estas tres cosas una de la otra, unirlas juntas según las reglas del arte y se puede hacer una fijación sin veneno, puede uno vanagloriarse con honor de haber encontrado la piedra de fuego que se hace del antimonio para la salud de los hombres. Porque se pueden encontrar en el antimonio todos los colores del mundo, el balnco,el negro, el verde, el azul oscuro, el color de las cenizas, el amarillo, e innumerables otros que pueden ser preparados de diversas maneras a partir de increíbles mezclas, y que pueden ser conocidos de diversas maneras y empleados en diversos usos, cada uno estando legítimamente dispuesto en su estado adecuado y en su orden precrito. Es por ellio que voy a daros diversas preparaciones de estos medicamentos; la manera de quitarles el veneno, de volverlos fijos y de separarlos como es preciso. El lector sabrá antes, que las virtudes del antimonio se pueden comparar a las de una piedra preciosa en particular, así como hay ciertos metales que simbolizan más con una piedra que con otra; pero el antimonio contiene en sí universalmente las diferentes virtudes de todas las pedrerías. Lo que se muestra bastante claramente por los colores que contiene y que cambia por emdio dl fuego. Su rojez viva y clara es apropiada al carbunclo, a los rubíes y al coral, su color azul al zafiro, el verde a las esmeraldas, el amarillo a los jacintos y el njegro a los granates, que tienen un color negro escondido. Y según los metales, el color negro del antimonio es apropiado a Saturno, el rojo al hierro, el amarillo al oro, el verde a Venus, el azul a la plata, el blanco a Mercurio, y los otros colores mezclados a Júpiter. Y del mismo modo que encontramos todos los colores de las pedrerías y de los metales en el antimonio, contiene también todas las virtudes medicinales, las cuales están en tan grande número, como los colores, en el antimonio, que le es imposible al hombre poderlas conocer todas por medio de sus trabajos. A veces el antimonio se resuelve por destilación en un licor agrio, como el vinagre. Otras veces se reduce en una materia roja y transparente, dulce y agradable como la miel y el azúcar. También otras veces adquiere una amargura tan poderosa como la del ajenjo; y en otras ocasiones, se le reduce en una materia tan acre y picante como el aceite de sal. de manera que cambia sus cualidades y virtudes según las preparaciones que se le den porque a veces se cambia en una montaña olímpica por medio de la sublimación, lo mismo que un águila voladora, roja, amarilla, y blanca. Siendo destilado por descensum, da también colores diferentes, lo mismo que por la reverberación, la cual se reduce en un metal parecido al plomo. Se hace también de él un vidrio transparente, rojo, amarillo, blanco, negro y de otros colores, de los cuales no es siempre adecuado servirse en medicina si no ha pasado otro examen. Se resuelve también en aceites extraños y admirables, de los cuales unos se hacen sin adición, es decir, sin mezcla de ningún ingrediente. Otros se hacen con adición de algunas materias. Y nos servimos de él interiormente para las enfermedades internas, o bien exteriormente para las heridas, úlceras y otras enfermedades externas. Se hacen también con él extractos admirables, los cuales son tan diferentes en sus colores, que si el oráculo de Apolo estuviera aún en estado, como en tiempo de los paganos, se tomaría el trabajo de declararlos como es preciso. Se preparan con él también un mercurio muy vivo, y un azufre ardiente como el común. De manera que puede servir para hacer la pólvora de cañón. Y finalmente, se extrae de él una sal muy natural y otras cosas. Es por ello que es tiempo de mostraros su preparación: cómo es preciso extraer su esencia, su magisterio, su arcano, su elixir, sus tinturas. Las cuales observaréis cuando diga la preparación de la piedra de fuego, además de otros secretos particulares, de los cuales el común ignora todo o al menos su parte más considerable, en tanto que los Egipcios, los Árabes y los Caldeos, habiendo muerto hace ya largo tiempo, sepultaron con ellos los secretos de la Naturaleza que se pueden emplear para la verdadera medicina sin ningún peligro, pero con gran utilidad. Observad pues diligentemente todas las preparaciones una después de otra, tal como las propondré, porque no hay ninguna que no sea de gran utilidad. Porque los medicamentos fijos y preparados del antimonio expulsan las enfermedades del cuerpo. Pero los que no son fijos, como el antimonio crudo, sin ser preparados, abren y purgan solamente la primera región del cuerpo, como el estómago y los intestinos, y dejan el fundamento de la enfermedad sin extraerlo. Voy ahora a abordar las diversas maneras de preparar el antimonio y todas las claves de su preparación, que se hace pues solamente por medio del fuego, después de la invocación de la asistencia divina. Se hace de varias maneras, según el orden del fuego y la diversidad de las operaciones, de las cuales todas sus virtudes y fuerzas dependen también en consecuencia. El antimonio tiene un color mezclado de rojo, negro y blanco, y su primera preparación es la calcinación y reducción en cenizas, que se hace como veréis en el capítulo siguiente. ¿Qué clase de doctor eres tú? ¿Qué clase de médico? No te irrites por mis discursos y mi opinión, porque estarás constreñido a reconocer tu ignorancia si te interrogo cuidadosamente al respecto de heridas inflingidas por cortaduras y picaduras; porque hay tantos juicios sobre estas cosas en tu cerebro, como en la cabeza de una gallina pintada para los niñitos sobre un abecedario. Os aconsejo pues a todos, eruditos, seáis de una magnífica o baja condición, considerar en primer lugar, en virtud de la ciencia y de la conciencia que son exigidas de los doctores y de los maestros, la verdadera doctrina que consiste en la preparación de las cosas, y después el método de servirse de ellas. Entonces os arrogaréis con derecho un título honorífico adecuado, llevaréis con confianza y eficacia socorro a los hombres, y rendiréis gracias a vuestro Creador con un corazón puro. En función de lo que hemos dicho, cada uno debe examinar y ver si puede usar legítimamente su título. Porque el que desee reivindicar un título debe comprenderlo exactamente y justificar su tenencia. no basta en efecto, decir con el vulgo: "He aquí una grues mierda muy hedionda" -sin querer lastimar los oídos honorables e ignorar la causa de su hediondez, ya que el hombre puede haber comido manjares de olor muy suave y expulsar un escremento muy fétido. Sino que conviene saber la razón por la cual un manjar fragante se transforma en una cosa monstruosa cuya causa se la putrefacción natural. E inversamente, ocurre lo mismo en lo que concierne a las cosas aromáticas. No se debe considerar simplemente el olor, sino que es de un verdadero filósofo el buscar. Ahora bien, para entablar discursos de nuestra invención, es preciso remarcar que el olor de los cuerpos debe ser observado cuidadosamente por los que son verdaderos filósofos. Los cuales deben buscar cuál es tal olor bueno o malo, de dónde proviene, en qué consiste su virtud, y cómo se puede extraer su utilidad para la salud del hombre. Porque ocurre que una basura pestilente abona la tierra, la alimenta y fertiliza, de manera que produce frutos fragantes. Lo que ocurre por varias causas, por querer describir todas en particular, tales como la alteración, las corrupciones y generaciones admirables de la naturaleza, implicaría hacer grandes volúmenes. Pero la causa principal de tales transmutaciones y cambios de una forma en otra es ésta, a saber, la digestión y la putrefacción, en la que el fuego y el aire producen una madurez natural de las cosas, a fin de que del agua y de la tierra se haga un cambio. Por lo mismo, se puede separar un bálsamo fragante del estiércol pestilente de un campesino y recíprocamente de un bálsamo fragante hacer una materia hedionda. Me podréis decir con razón que os aporto comparaciones groseras; es verdad, lo reconozco. Pero los que buscan la causa de las cosas no deben formalizarse, puesto que ellas nos enseñan como se pueden transformar las cosas viles en cosas preciosas, y las nobles en viles; cómo se puede hacer degenerar un buen medicamento en veneno y cambiar la malignidadde un veneno en un medicamento muy útil; de una cosa dulce y agradable a la Naturaleza producir una amarga y corrosiva; y de las corrosivas hacer buenas y útiles. Santa aspiración y oración del autor al Señor nuestro Dios. ¡Oh Dios mío! la Naturaleza no deja siempre abierto el gabinete de sus secretos a cada uno, porque habéis dado la vida a los hombres tan breve que no pueden llegar al final de todos vuestros misterios naturales. Habéis hecho bien en reservaros los más grandes, a fin de que cada uno se contente con admirarlos y daros la gloria que merecéis como el Creador de todas las cosas. Acordadme la gracia de que pueda siempre admiraros en vuestras obras y alabaros eternamente en mi corazón; que pueda además de la salud y el alimento corporal que vuestra bondad infinita me ha dado, obtener la del alma en vuestra celeste morada, de la cual no tengo dudda alguna, puesto que en el Árbol de la Cruz habéis derramado el verdadero Bálsamo y el Azufre del alma, para mí, pobre pecador, y para todos los demás. Es el Azufre admirable, verdadero medicamento de las almas pecadoras y penitentes, que las cura de la muerte eterna y que da la vida feliz a los elegidos, así como la condenación eterna a Satán y a sus adherentes. Cuido espiritualmente de mis hermanos por mis oraciones y corporalmente por remedios ordinarios. Es por ello que espero que ellos también velarán espiritualmente por mí, a fin de que habitemos todos juntos y por la eternidad en la morada de Dios todopoderoso. Análisis de las grandes virtudes del Antimonio. Vengamos ahora a nuestro Antimonio. Y antes es preciso saber que todas las cosas del mundo contienen en ellas mismas espíritus activos y vivificantes que habitan en los cuerpos, los cuales se alimentan de ellos, se nutren, se mantienen; los mismos elementos no están sin espíritu. esta morada es preciso buscarla en todos los cuerpos, sea buena o mala. Los hombres y todos los animales tienen en ellos un espíritu activo y vivificante el cual siendo separado de sus cuerpos, no deja más que un cadáver. Todas las plantas contienen en ellas un espíritu de la salud humana, de otro modo no podría uno servirse de ellas en la medicina. los metales, semejantemente, y todos los minerales, mantienen con ellos un espíritu imperceptible en el que residen principalmente todas sus facultades y virtudes, en lo que pueden servir a la vida del hombre. Porque todo lo que está despojado de estos espíritus no es más que un cuerpo muerto y no puede producir ninguna operación vivificante. Es por esto que es presico concluir que hay en el antimonio un espíritu que reina. El cual debe ejecutar todas las operaciones y virtudes que vemos salir de tal cuerpo mineral, lo que se hace sin embargo invisiblemente, lo mismo que la calamita tiene también una virtud escondida de atraer hacia sí el hierro, que conserva totalmente en sus espíritus, de los que hablaremos en mi tratado sobre el imán. Los espíritus de los cuerpos son de varias clases. Porque los hay que son visibles a los sentidos exteriores, que tienen alguna inteligencia y un razonamiento espiritual. Los cuales, sin embargo, se vuelven imperceptibles cuando quieren y se despojan de su cuerpo. Tales son los espíritus de los elelmentos y los que habitan cerca de ellos, como los espíritus que parecen chispas en el aire y tienen formas de diversas clases. Hay otros que son los espíritus del aire, que permanecen siempre en él. por lo mismo hay espíritus en el agua, que se llaman acuáticos. Finalmente los hay en la tierra, los cuales se muestran en lugares grasos, alrededor de las minas y de las montañas. Todos estos espíritus tienen entendimiento y artes particulares y saben cambiar sus formas. Yo los dejaría tal como son hasta el día del juicio universal, en el cual deben recibir sus sentencias como nosotros las nuestras. Dejo este secreto a la inescrutable y divina sabiduría del Todo Poderoso. Los otros espíritus, que no hablan y no pueden aparecer en formas visibles, o perceptibles, son los que habitan en el cuerpo de las bestias y de los hombres, de las plantas y de todas las cosas vegetativas, así como de los minerales, los cuales no dejan de tener una virtud activa y una naturaleza vivificante, que se manifiesta por las operaciones que ejercen, y que hace aparecer cuando son separados de sus cuerpos por medio del arte. Semejantemente, el espíritu activo del antimonio manifiesta sus admirables virtudes y las comunica a los hombres cuando anteriormente, para ser más penetrante, se le ha extraído o separado de su cuerpo como de una prisisón, y se le ha dado la libertad de ejercer más ampliamente sus fuerzas; a lo que sirve mucho la disposición del maestro y de la Naturaleza. Porque es preciso que Vulcano y el químico se acomoden juntos. El fuego separa los espíritus y el maestro forma la materia. Y lo mismo que un mariscal o herrero no se sirve más que de fuego y una sola materia, que es el hierro, del cual forma diversos instrumentos, de manera que de una sola materia prepara diversas formas para diferentes usos, por lo mismo se pueden formar del antimonio varias cosas útiles. El Artista es el herrero que forma (la materia); Vulcano suministra la clave; la operación y utilidad proveen la preparación y la experiencia. Santa exclamación del autor sobre la locura y ceguera de los humanos. ¡Oh, Dios mío! ¿por qué el mundo está tan loco que no tiene vista, ni orejas, ni espíritu? ¿Por qué no hace diferencia entre los engañadores y charlatanes, y la verdadera ciencia que se conoce por el uso de los medicamentos? Si tiene tan poco juicio ¿no debería abandonar el cenegal en el que está continuamente abrevando para venir a beber las aguas vivas de la salud en el verdadero manantial de la vida? Quiero que todo el mundo sepa que volveré a la realidad a varios grandes maestros ignorantes, y que al contrario, muchos pobres escolares que son rechazados y menospreciados se volverán sabios por los efectos de mis experiencias, e incluso grandes médicos. Porque siguiendo mi doctrina, obtendran todo lo que anhelan y tendrán un perpetuo recuerdo de mi memoria cuando ya esté en la tumba. Y los que, después de mi deceso, quieran resucitar mi cuerpo para disputar conmigo, encontrarán la respuesta en mis escritos, estando seguro de que los seguidores de mi doctrina no olvidarán mis preceptos. Porque harán conquista del imperio de la verdad, que es el fundamento de mis opiniones, y que será siempre triunfante contra todos los embuestes y permanecerá siempre victorioso. Además, el lector debe ser advertido de que hay varias clases de antimonio. Porque uno es bello, puro y tiene una propiedad del oro, porque contiene en sí mucho mercurio. El otro contiene mucho azufre y no se aproxima tanto a la naturaleza del oro como el primero, que tiene varios pequeños rayos blancos y resplandecientes. Es por ello que el primero es mejor que el otro para el uso en la medicina química, lo mismo que la carne de pescado es menos buena para el alimento del cuerpo humano que la de otras bestias terrestres, aunque sean todas de animales; así la misma diferencia se encuentra de un antimonio a otro. Además se deberá advertir que hay varias personas que escriben sobre las facultades del antimonio. Pero la mayoría de estas no entienden las razones de sus virtudes y nom han aprendido ni encontrado jamás por qué medio se las puede reducir en acción; en tanto que no escriben más que con opinión y para la gloria que buscan escribiendo. Y no es preciso asombrarse si no obtienen lo que desean. Porque para hablar pertinentemente del antimonio, es necesario haber hecho varias observaciones de sus virtudes, soportado gran trabajo en su preparación, y haber encontrado el verdadero espíritu en el cual reside su virtud, a fin de que se puedan dar verdaderos documentos y tener una ciencia infalible para conocer lo que es malo o bueno de él, lo que es veneno o medicinal. No es necesario más que saber saber hacerun buen examen del antimonio para penetrar en su esencia y encontrar por experiencia cómo es preciso separar de él su malignidad (arsenical), de la que se quejan tantas personas, y volverla un medicamento benigno sin veneno alguno. Mucho anatomistas hicieron búsquedas aquí y allá, y afligieron, torturaron y crucificaron el antimonio hasta un grado que sobrepasa todo lo que se pueda humananmente decir e imaginar. Pero han encontrado y producido de hecho, pocas cosas útiles, porque están desviados del verdadro fin. Es por esto que no han podido alcanzar ese blanco al que creían apuntar, porque la línea de tiro había sido ensombrecida en sus ojos por un color negro, de tal manera que no pudieron observarlo, ni reconocerlo, ni tomarlo en consideración. El antimonio se puede con razón comparar a un círculo que no tiene fin, igual que es calificado el mercurio. Es de todos los colores del mundo, y cuando más se buscan sus virtudes, más se pueden apreciar, supuesto que se proceda como es necesario. En fin, un hombre no puede conocer todas sus virtudes, a causa de que su vida es demasiado corta. Es verdad que es un veneno, e incluso un veneno de último grado. Pero también, si veneno, se puede decir que es el remedio de los remedios y el primer tesoro de la vida, aplicado esteriormente y tomando interiormente. Lo cual no pueden ver los que están ciegos por la ignorancia. Este defecto les debería ser perdonado si fuera el único; pero el peor es que no quieren ver ni aprender nada en este caso ni en otros semejantes. El antimonio tiene en sí las cuatro extremidades y cualidades con sus propiedades. Es frío y húmedo, cálido y seco. Se regula según las cuatro estaciones del año. Es volátil y fijo. El que es volátil es venenoso y el que es fijo está libre de todo veneno. Es por esto que varios escriben diversas ficciones del antimonio cuando hablan de sus facultades malignas. Porque no entienden lo que escriben. Es verdad que es un mineral admirable, muy difícil de conocer bien. se le puede llamar incluso uno de los siete milagros del mundo, en tanto que hasta el presente no se ha encontrado a nadie, ni incluso de mi tiempo, que haya podido conocer enteramente todo su poder, sus virtudes y sus operaciones, y que haya podido penetrar totalmente en su esencia hasta el punto de encontrar alguna novedad. Y en el caso de que se encuentre tal persona, merecería ser llevada sobre un carro de triunfo, igual que antiguamente se tenía la costumbre de hacer entrar en la ciudad de Roma a los grandes héroes que habían obtenido alguna gran victoria sobre los enenmigos. Pero no creo que se empleen nunca muchos obreros en hacer tal carro de triunfo con ese motivo. Es preciso reconocer que además de la salud se puede encontrar más riqueza en el antimonio que ni vosotros ni yo podríamos creer. Porque qunque yo haya visto, aprendido y experimentado más las virtudes del antimonio que vosotros y vuestros semejantes que creen saber mucho, me encuentro siempre aprendiz en la búsqueda de sus facultades. Por tanto no envidio la fortuna de los que buscan los secretos de la Naturaleza, y que han encontrado y descubierto en este mineral secretos admirables. Porque la Bondad divina da sus gracias particulares a quien le place. Sin embargo, a causa de que el mundo está lleno de ingratitud y no reconoce los beneficios de su Creador, ocurre a menudo que su justicia le venda los ojos, a fin de que no pueda conocer las propiedades y los secretos de la Naturaleza que se encuentran en sus formas metálicas. Todos los hombres no hacen más que desear las riquezas, y cada uno dice: "Yo querría devenir rico y opulento, como dien los Epicúreos; supuesto que pueda adquirir bienes corporales, encontraré en abundancia los espirituales". Todo el mundo se asemeja hoy a ese Rey Midas que según la ficción de los poetas, no deseaba otra cosa que convertir en oro todo lo que tocara. Es por esto que la mayoría estudian como encontrar los medios para enriqucerse por el antimonio. Pero como han olvidado a su Creador en sus comentarios, omiten las acciones de gracias que deben previamente ser rendidas, y descuidan la caridad debida a su prójimo, tocan la boca de un caballo del cual ignoran la edad y la fuerza; pareciéndose en ello a los que estaban presentes en las Bodas de Canaán en Galilea, cuando nuestro divino Salvador cambió el agua en vino. No podían comprender sómo se hizo ese milagro, aunque viesen el color y gustasen la dulzura del vino. Porque nuestro Señor no quiso descubrirles su omnipotencia, a fin de que tuviesen motivo de admirarle. Es por ello que afirmo que incumbe a todos buscar los misterios puestos por el Creador en su creación. Porque aunque no se pueda imaginar que alguien pueda alcanzar el conocimiento perfecto así como los otros milagros del Salvador, sin embargo no está prohibido el buscarlos, porque es preciso que aprenda todo esto por una labor y una reflexión asiduas, a fin de no tener que quejarse de sufrir una enfermedad o la pérdida de sus riquezas y de la salud, sino más bien a fin de que pueda alegrarse y regocijarse. Es por esto que no debe faltar el dar gracias a su Creador por todo. Es por ello que cualquiera que quiera devenir un verdadero anatomista en antimonio debe en primer lugar observar la descomposición o la apertura de los cuerpos, a fin de alcanzarlo por la vía adecuada, en su lugar y sin error. En segundo lugar, debe observar el régimen del fuego, a fin de que no aumente o disminuya demasiado, que no se hiele o sea demasiado ardiente, porque en el fuego consiste el punto principal, a fin de que los espíritus sean expulsados, desunidos y dejados libres para operar, y que sin embargo esta virtud activa no arda ni perezca. En tercer lugar, debe el uso y una cierta medida, como he dicho más arriba, a propósito de las cinco cosas fundamentales necesarias a los químicos, que repito sin embargo por parábola. En la división o resolución del antimonio en sus partes consiste el principal punto. Y para servirse de él es preciso prepararle por el fuego ya hacer como el carnicero que habiendo matado un buey, le divide en sus partes y las distribuye al público para cocerlas si las quiere comer. Porque no se puede extraer la utilidad que se desea si no se las hace cocer por medio del fuego que quita la crudeza. Y si se las come crudas, no hay duda que nos servirán más de veneno que de alimento, en tanto que el calor natural del estómago del hombre es demasiado débil para digerir la crudeza de tal cuerpo. Lo mismo ocurre con el antimonio, el cual, teniendo un cuerpo muy duro y lleno de veneno, no puede ser digerido por nuestro calor si antes no se le prepara, y como veneno aporta pronto la muerte a los hombres. Es por esto que antes de todo es preciso separar el veneno del antimonio y proceder de tal manera que nunca pueda volver a tomar su malignidad, lo mismo que el vino, una vez cambiado en vinagre por medio de la putrefacción, no puede jamás producir el verdadero espíritu de vino, sino que persiste como vinagre. Y al contrario, si se destila el espíritu de vino y se separa la acuosidad (o la flema), después de que este espíritu de vino sea exaltado, no se convertirá jamás en vinagre, incluso aunque se le dejará cien años, y permanecerá siempre como espíritu de vino por sí mismo. El espíritu de vinagre semejantemente no puede ser cambiado en espíritu de vino jamás. La transformación del vino en vinagre es un cambio admirable, puesto que se convierte en otra esencia que no era antes. Cuando se destila el vino, el espíritu sale el primero; pero cuando se destila el vinagre, su flema sube la primera y su espíritu el último, como he dicho anteriormente. Es por ello que el espíritu de vino vuelve los cuerpos fluidos y volátiles, tal como él mismo lo es; pero el espíritu del vinagre coagula y vuelve sólidos todos los medicamentos, a fin de que puedan extirpar las enfermedades de naturaleza coagulada. Lo que es preciso remarcar tanto
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