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Prensa, modernidad y transicin - Hugo Moyano doc

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Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX
1. PRENSA, MODERNIDAD Y TRANSICIÓN
Julio E. Moyano. 40
Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX
1.1. Una carta destructiva
El paso fundante de la historiografía de nuestro periodismo fue dado por Antonio Zinny1,
cuyos precursores y eruditos trabajos son insoslayables en cualquier indagación histórica del
primer medio siglo de vida independiente argentina2. Explícitamente pensados como
catálogos para uso de historiadores, sus trabajos sobre prensa periódica abarcan una amplia
gama de asuntos, entre los que destacan índices de contenidos y catálogos generales de
prensa argentina y uruguaya hasta 1852. El primero de la serie fue el de prensa de Buenos
Aires, titulado “Efemeridografía Argirometropolitana hasta la caída del gobierno de Rosas”
(Imprenta del Plata, 1869)3. Con él disponían los historiadores –por primera vez- de un
catálogo de estado de la cuestión actualizado, con información acerca de "... título, fecha de
aparición, y cesación, formato, imprenta, número de que se compone cada colección,
nombre de los redactores que se conocen, observaciones y noticias biográficas sobre cada
uno de ellos y la biblioteca pública o particular donde se encuentra el periódico"4.
El trabajo pionero de Zinny fue realizado con no pocas dificultades, pues el grueso de las
colecciones se hallaba aún en manos particulares. Cuatro “personas competentes (...)
eruditos coleccionistas” (Andrés Lamas, Juan María Gutiérrez, Vicente G. Quesada y Ángel
J. Carranza, cfr. Op. Cit. p.p. vi) a quienes Zinny agradecía especialmente su colaboración
fueron consultados acerca de la obra, y las cuatro cartas de respuesta fueron transcriptas en
la introducción del libro. Todas son elogiosas de su calidad. Tres de ellas centraron sus
comentarios en el enorme aporte que significaba el catálogo para la historiografía y el
resguardo y coleccionismo (Lamas, Gutiérrez y Carranza); la cuarta, de Quesada, fue más
larga y profundizó en cuestiones de historia del periodismo como disciplina histórica en
4 Ese fue, exactamente, el subtítulo de ese libro.
3 Libro realizado sobre la base de artículos publicados anteriormente en “La Revista de Buenos Aires”.
2 "Las primeras revisiones más o menos sistemáticas de la prensa periódica resultaron del esfuerzo por ampliar las fuentes
historiográficas. Precursor en tal sentido fue el examen de la prensa porteña entre 1801 y 1852, trabajo que el italiano
Antonio Zinny publicara originariamente en "La Revista de Buenos Aires" y que luego recogiera en el volumen
Efemeridografía Argirometropolitana hasta la caída de Rosas (Imprenta del Plata, 1869)." (Rivera, Jorge y Romano,
Eduardo: trabajo citado, p. 13).
1 Hombre de prensa, documentalista e historiógrafo de origen italiano, Antonio Zinny nació sin embargo en Gibraltar, en
1812, llegando a nuestro país en 1842. Entre sus principales obras podemos encontrar: “Historia de los Gobernadores de las
Provincias Argentinas”, “Historia de los gobernantes del Paraguay”, “Catálogo razonado de la Biblioteca de La Plata”,
“Historia de la Prensa Periódica de la República Oriental”, “Efemeridografía Argireparquiótica”, “femeridografía
Argiremetropolitana”, “La Gaceta Mercantil de 1823 a 1852”, “Bibliografía de las Provincias del Río de la Plata”,
“Biografía de Sarmiento”, “Biografía de Pueyrredón”, “La Gaceta de Buenos Aires”, entre otras. Zinny muere en Buenos
Aires en el año 1890 a la edad de 68 años.
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formación5. La influencia de esa carta en posteriores trabajos de historia del periodismo
argentino ha sido tan grande, que merece citarse aquí al menos en parte:
“La simple estadística cronológica que vd. ha formado de todos los periódicos, muestra como en
relieve el estado del país.
Antes de 1801 completa mudez; ni un solo periódico en el vastísimo territorio del Virreynato de
Buenos Aires. La metrópoli no permitía la existencia de esos archivos cotidianos que hoy formarían el
proceso de su mal gobierno; medrosa, como todo lo que manda con injusticia, la prensa periódica la
aterraba, por que indudablemente sería precursora de la emancipación. Apenas permitía la impresión
de libros místicos, como se revela por el trabajo del doctor Gutiérrez. (...)
En 1815 los espíritus empiezan a ajitarse, en aquel año se publican siete periódicos.
Ese movimiento crece o decrece en los años sucesivos, y se sienten las agitaciones de las masas en los
periódicos de 1820 y 1821 en estos años se publican diez y siete periódicos en aquel y diez y ocho en
este.
El año 1822 revela un movimiento intelectual inusitado, la lucha de las ideas toma calor y los espíritus
necesitan del debate de la prensa diaria; veinte y tres periódicos aparecen en aquel año. ¿ No es cierto
que la simple estadística va indicando el movimiento progresivo del país? ¡ Y esto se demuestra por la
sola lectura de los números!
Si examinásemos ahora las materias de que se ocuparon los periódicos, ¡ qué claros se verían los
hechos! Sobre todo surjiría la verdad histórica, envuelta hasta hoy frecuentemente en la bruma de las
pasiones de bandería.
El año 1825 solo se publican trece periódicos, la lucha parecía en calma. Viene el año de 1827 y
nueva actividad; 22 diarios se publican.
En 1831, llegaron al número de 31 periódicos.
La prensa periódica aumenta siempre que hay ajitaciones; porque entonces los partidos necesitan de
ese elemento poderoso que es el proselitismo. Cada partido, cada fracción, establece un órgano de sus
ideas para influir en la opinión pública. En 1833 se publican 43 periódicos; es el año de mayor
movimiento periodístico desde 1801 hasta 1852.
Durante el largo gobierno de Rosas ¡ qué decadencia en la prensa! ¡ Qué mudez! ¡ La libertad había
huido, y la prensa periódica no vive sino de libertad! (...)”6.
Las afirmaciones de este escrito son sencillas, elegantes, y por ello tentadoras. Coinciden
además con la mirada histórica predominante en su época. En los años subsiguientes, y a
todo lo largo del siglo XX han sido repetidas y reafirmadas hasta el hartazgo7, posiblemente
mucho más allá de la intención de Quesada al redactarla como un elemental disparador de
intereses. Con ella inauguró un mito y respaldó otros en boga, transformando a su vez a
Zinny en protagonista de un involuntario aporte a la ideologización del análisis.
Obsérvese las afirmaciones que el autor de la misiva asegura basar exclusivamente en las
cifras a la vista:
a) Presunción de oscurantismo represivo como política virreinal de prensa, que
habría frenado una práctica posible en el Río de la Plata colonial.
7 Aparecen –tomadas con valor de verdad- en la casi totalidad de los ensayos e historias sobre periodismo argentino
conocidas hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX, incluidos los famosos trabajos de Fernández, Galván Moreno y
Beltrán editados en la década de 1940 al calor del concurso convocado por la Sociedad de la Prensa.
6 Carta incluida por A.Zinny en la Introducción de “Eferidografía Argiometropolitana...”(Bs As, 1869).
5 Cita Quesada la Histoire des Journaux et des Journalistes de la revolution francaise (1789-1795) de Mr. Gallois como
demostración del nacimiento disciplinar de una historia de los periódicos, expresando además su expectativa por el
nacimiento de la misma en Argentina (Cfr. P. xvi).
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b) Relación directa entre cantidad de títulos y movimiento periodístico, este último
especialmente alto en 1815, 1820, 21 y 22, 27, 31 y 33.
c) Decadencia en la prensa durante el gobierno de Rosas. Lo que significa: caída
respecto de un estadio de desarrollo anterior más elevado.
Resulta curioso notar que de una lectura suficientemente atenta de ese mismo trabajo de
Zinny, las conclusiones no tienen por qué ser esas. Y mucho menos aún si tomamos en
consideración otros aportes e investigaciones.Las tres afirmaciones, sin embargo, se
difunden a lo largo de un siglo de historiografía, y se avalan e ilustran con cantidades de
títulos tomados de las obras de Zinny8, y de la vista de los principales catálogos
disponibles: de la Universidad de la Plata, la Biblioteca Nacional, el museo Mitre y la
colección Peña. Son, por ejemplo, los casos de Galván Moreno, Beltrán, Vázquez, entre
otros. Algunos historiadores como Guillermo Furlong intentan salir de la satanización del
rosismo, pero víctimas del mismo modelo teórico se ven obligados a aceptar la misma
“evidencia” que los anteriores, limitándose a corregir el juicio moral sobre la misma:
“Con el segundo gobierno de Rosas (1835-1852) el número de publicaciones periódicas decayó
sensiblemente, y las existentes, en esos lustros, se mostraron sumisas a la férrea autoridad gubernativa.
Sufrió detrimento la llamada libertad de prensa, pero esa merma fue compensada con la desaparición
del libertinaje de prensa, que habría llegado a hacer ostensibles y trascendentales estragos desde 1820,
y aún desde 1817”9.
Con ello queda completo un universo de afirmaciones ideológicas a priori sobre prensa: la
casi totalidad de autores de historias del periodismo argentino, consideraría los periódicos
de las diversas épocas como si se tratase de un emprendimiento esencial y universalmente
individual, independiente y sostenido en la voluntad o cualidades individuales; con mejor o
peor pluma, más o menos dinero, máquinas antiguas o más modernas, más o menos
9 Cfr. Furlong, Guillermo, S.J. : “El periodismo entre los años 1860 t 1930”. En: Historia de la Nación Argentina. El autor
intenta matizar la contundencia de las cifras tomando como parámetro la totalidad del país, pero el criterio elegido produce
la misma trampa interpretativa que si trabajase con capital y provincias por separado. Además, lamentablemente, los datos
sobre los que trabaja son incompletos, y en algunos casos, erróneos, erróneos debido a las fuentes que utiliza. En cuanto a
cantidades de títulos, da las siguientes cifras de publicación de nuevos periódicos: 19 en 1829, 23 en 1830, 26 en 1831, 6 en
1832, 23 en 1833, 13 en 1834, 7 en 1835, 8 en 1836, 2 en 1837, 3 en 1838, 3 en 1839, 7 en 1840, 14 en 1841, 6 en 1842, 2
en 1843, 1 en 1844, 4 en 1845, 2 en 1846, 6 en 1847, 3 en 1848, 6 en 1849, 4 en 1850, 6 en 1851. El autor es ambiguo
respecto al criterio de conteo, pues al considerar comparativamente los periódicos de Buenos Aires y el interior, las sumas
no coinciden con la lista antedicha, ni tampoco con la suma de periódicos publicados y nuevos. Las cifras comparativas
son: cuatro en provincias y cuatro en capital para 1835, dos y siete respectivamente para 1836, siete y dos para 1840, todos
en provincias para 1841, cinco y uno para 1842, 2 en provincias para 1843, uno en capital para 1844, cinco y uno para
1845, uno y dos para 1848, seis y uno para 1849, tres y uno para 1850 y tres y tres para 1851.
8 En los trabajos de Zinny, de hecho, queda muy disponible la posibilidad de la lectura ideológica realizada por Quesada:
Sus listas de periódicos por año siguen a rajatablas el criterio de “título” como indicativo de cada unidad. Y se mantiene de
principio a fin una una mirada "esencialista" del periodismo: Si bien puede inducirse del propio catálogo la simplificación
conceptual de la abundancia de títulos, Zinny no sólo no lo hace sino que por el contrario, al acusar recibo de la carta de
Vicente Quesada acepta sin dudar dicha concepción. Cuando inducimos tal simplificación, por ejemplo, los "118
periódicos" que Zinny reconoce en el interior se transforman -como máximo- en 80, en tanto las experiencias periodísticas
(distintos periódicos bajo una misma conducción e imprenta) en menos de 40, de los cuales apenas 16 tuvieron una
duración mayor a un año. En el Litoral, los 37 títulos se transforman en 19 periódicos, y esto agregando algunos títulos que
Zinny no menciona; las experiencias son apenas 11 y los periódicos de más de un año se reducen a 8.
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dificultades y presiones del poder, mejor o peor suerte. Una suerte de continuum de
progreso matiza la sucesión de nombres desde el fin del oscurantismo colonial, excepto
durante el gobierno de Rosas. Particularmente sobre este último asunto, si en historia
política, económica o social la neurótica imposibilidad de estudiar con un mínimo de
objetividad el interregno rosista sufrida durante décadas pudo enmendarse con trabajos de
contrapeso, algunos brillantes, otros simétricamente maniqueos, en historia del periodismo
esa época constituye una suerte de agujero negro empírico y teórico, y el resultado es
especialmente lamentable por cuanto construye una génesis imaginaria en la que una
supuesta época dorada del periodismo, surgida de la naturaleza misma del liberalismo, es
destruida por un tirano cavernícola, para recuperarse luego de la acción reparadora.
Será este supuesto el que primero someteremos a interrogación crítica, pues su respuesta
abre caminos contrapuestos: La respuesta ideológica habla de un ciclo:
Arcadia-pérdida-regeneración, que comenzaría con los pro-hombres de mayo, y moriría con
las facultades extraordinarias. El momento de la regeneración llegaría de la mano de
Urquiza, con la elegancia de un periódico llamado precisamente “La Regeneración”, para
continuar aparentemente en Buenos Aires en forma exclusiva, pues lo que sucede en el
interior pareciera ser una versión pobre de la capital, sobre la cual no cabe hacer demasiadas
preguntas.
La respuesta que se propone aquí intenta, por el contrario, explicar el proceso de prensa
previo a 1875 como un largo período transicional en el cual el período rosista puede ser
explicado con algún nivel de coherencia y contrastabilidad.
Pero antes de entrar en nuestro asunto, revisemos brevemente los tópicos instaurados
voluntaria o involuntariamente por Quesada y Zinny hace un siglo y medio atrás:
a) Oscurantismo virreinal.
Cuando se produjo la conquista de América, la prensa periódica no existía aún en Europa.
Su génesis, como veremos más adelante, fue gobernada por los requerimientos del primer
Estado moderno de occidente, el Estado absolutista, y por la actividad de una burguesía y un
artesanado urbano en proceso de reformulación, de transformación de sus relaciones y
actividades en dirección hacia el capitalismo.
La prensa moderna, en su sentido de actividad social crítica estable, independiente, con roles
comerciales, de publicidad política, de adquisición literaria, etc., es una novedad surgida en
Inglaterra a finales del siglo XVII y desarrollada con no poca dificultad a todo lo largo del
siglo XVIII, como una gran novedad de alcance mundial. Antes de ello, el primer impulsor
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de periódicos urbanos estables fue el Estado absolutista, con la creación sistemática de
gacetas de Estado a lo largo del siglo XVII en las capitales europeo-occidentales. Se trata de
una forma de prensa periódica de naturaleza, objeto y rol diferentes de la prensa moderna. Si
consideramos el espacio colonial español, no hallaremos grandes anomalías en la instalación
de imprentas desde el siglo XVI en territorio americano por el Estado y sus concesiones
exclusivas respecto de la estrategia de Estado absolutista en otras regiones, incluidas las
metrópolis. La ausencia de imprentas en el actual territorio argentino hasta las postrimerías
de la colonia parece deberse más a su situación marginal en la producción y en las vías de
comunicación respecto de los puntos más dinámicos del imperio colonial español (Perú,
México), que a al freno autoritario de una práctica social ya madura.
El desarrollo del periodismo en América del Norte fue algo más veloz, debido a su
desarrollo en la metrópoli inglesa en proceso de parlamentarización del Estado, pero aún así,
nuevamente, podemos hallar signosde una rápida adopción de nuevas prácticas, apenas se
produce su necesidad. Por ejemplo, la activación mercantil de puertos coloniales, y el primer
periódico en México a partir de 1722, fecha relativamente acorde con su desarrollo en la
metrópoli española, donde los borbones se hallaban intentando una modernización
administrativa.
En el Río de la Plata no hubo necesidad de periódicos dado el carácter marginal del territorio
tanto en su valor económico (desde el punto de vista de la etapa metalista de la conquista y
colonización) como militar (hasta el avance portugués en el siglo XVIII) en relación con las
potencias modernas que utilizaban prensa periódica. De hecho, los primeros que se han
registrado son transcripciones manuscritas de noticias de gacetas españolas u otras
autorizadas (francesas generalmente) –que llegan a través de “del Janeyro”- en 1759 y
1764. Estos pequeños papeles, típicos de la circulación comercial europea desde el siglo
XVI, no parecen tener gran mercado en la aún pequeña Buenos Aires.
La llegada al trono español del Rey Carlos III en 1759 acelera la posibilidad de disposición
de imprentas a través de numerosas medidas de fomento que abarcaron todos los aspectos de
la actividad: desde la rebaja del precio oficial del plomo hasta el proteccionismo de las
imprentas españolas respecto de las extranjeras.
En el Río de la Plata los jesuitas habían dispuesto la hoy famosa imprenta de las misiones
durante casi siete décadas del siglo XVIII hasta su expulsión. Otra imprenta llega hacia 1765
a Córdoba, pero su uso es abortado por la expulsión. Desde entonces, sólo pasan 15 años
para que nos encontremos con un Buenos Aires capital de virreinato, la ampliación del
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comercio atlántico legal o ilegal, la profusión de pequeños papeles informativos, y el
traslado de la imprenta de Córdoba a Buenos Aires para su puesta en funcionamiento. No
hay evidencias de grandes “prohibiciones” –como sí las hubo de ingreso de libros
inquisitorialmente clasificados- que trabasen un impulso de los particulares a la publicación
de periódicos, tal como insinúa Quesada. Más bien parecen sumarse los cambios de virrey,
los problemas del sistema de concesión, con sus correspondientes presiones, la falta de
mercado, y muy especialmente, la total ausencia de personas capacitadas para el sostén de
una publicación regular. Una autorización denegada al francés Liniers (hermano de
Santiago) más bien parece ligada al temor de la nacionalidad del peticionante.
El texto de Quesada insinúa más: de algún modo, el periodismo nacido con el siglo XIX es
la oposición al régimen, su destrucción por dentro, el cumplimiento local del trabajo de
hormiga de la prensa burguesa inglesa desde el siglo XVIII, buscando abrir definitivamente
el cauce democrático. Sin embargo, el Estado amparó la formación sólida de hombres
criollos como Belgrano ya desde la década 1790, ubicándolo en un sitio expectante de la
gestión gubernativa. Belgrano es el primer periodista local, con sus envíos al Correo
Mercantil de España y sus Indias, según lo documentó José M. Mariluz Urquijo (1978). Esta
actividad de Belgrano no fue ocasional, se desarrolló en un período de tiempo prolongado
(entre 1793 y por lo menos 1800) y contenía ya aspectos del impulso a la agricultura, la
industria y el comercio locales que se notan en sus publicaciones de 1810.
Español fue el primer redactor por cuya iniciativa se editó el Telégrafo Mercantil, con plena
autorización e impulso del Virrey. Criollo fue el primer grupo local que logró estabilizar por
varios años una publicación (el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio), con pleno
respaldo del Virrey, quien retiró el apoyo al redactor del Telégrafo.
No aparece signo alguno de incoherencia entre este modo de publicación y otros observados
en esta etapa del Estado absolutista. Tampoco aparece signo alguno de revolución. Antes
bien, se nota el efecto del cambio de lugar estratégico de Buenos Aires en el imperio
español, su crecimiento, y la expansión de la imprenta y de las publicaciones regulares
orientadas al progresismo de la ilustración, y la dificultosa expansión de las “sociedades
patrióticas” en las ciudades tanto metropolitanas como coloniales. Sí es posible observar, a
lo largo del siglo XVIII, las dificultades que tiene el Estado español para regular y aceptar la
circulación de numerosas gacetas, algunas de temas generales, otras especializadas en
música, literatura u otros tópicos de apropiación cultural, en épocas de inestabilidad. El
ejemplo más típico de este fenómeno fue el cierre de todas las gacetas en 1792, en medio del
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temor por los acontecimientos en Francia. Pero no existían aún periódicos en Buenos Aires,
por lo que estas medidas no afectaron nuestro territorio.
El Semanario de Agricultura, Industria y Comercio existió entre 1802 y 1807. Se detuvo en
los días de la segunda invasión inglesa y no volvió a publicarse, pues los acontecimientos de
1808 produjeron una fuerte conmoción en las actividades del funcionariado porteño. Sólo
tras la llegada del nuevo virrey Cisneros a mediados de 1809 se reactivaría la
administración, y con ello la necesidad de imprimir información al público. Así, Cisneros
hizo publicar una Gaceta del Gobierno de Buenos Aires con salida bisemanal, y pidió
reiteradas veces a Belgrano que volviera al periodismo para reactivar el Semanario.
Belgrano cumplió con El Correo de Comercio, desde marzo de 1810. De él dice Oscar
Beltrán (1942):
“Belgrano sabía muy bien lo que se había propuesto, al fundar su periódico: apreciaba todo el valor de
la prensa como arma eficacísima frente al poderío que los criollos iban a derrocar en breve plazo. Es
cierto que si alguien se propusiera conocer lo que ocurrió en Buenos Aires durante el tiempo en que
aparecía el Correo de Comercio teniendo como única fuente de información las hojas de este
periódico, no podría enterarse de que, precisamente en ese tiempo, se había producido el magno
acontecimiento de nuestra emancipación. Sin embargo, allí, en esas hojas, aparentemente
desconectadas de la corriente de opinión literaria, latía ya, fecundo, infalible, el germen de los ideales
de la generación del año ’10. Es decir que, sin necesidad de publicar panfletos incendiarios –en el caso
de que le hubiera sido posible- Belgrano fue un magnífico chispero desde las páginas de su Correo.
(...) Belgrano supo cumplir sus propósitos en forma tan hábil que no solamente consiguió burlar la
vigilancia de los censores para “abrirles los ojos a sus paisanos”, sino que hasta se dio, más de una
vez, el caso en que el Virrey (...aquel “sordo” Cisneros) le celebrara precisamente los escritos más
peligrosos para los intereses políticos de España”10.
Este párrafo nos muestra la persistencia de la lectura ideologizada, en la que el analista se las
ve en figurillas para conciliar la interpretación con los hechos. Se supone que Belgrano es un
“chispero”, un conspirador político que desde sus páginas ejerce la oposición, burlando la
censura de un Estado autoritario. Sin embargo, el Semanario sale a la luz a pocas semanas
del 25 de mayo, no contiene un solo comentario sobre los eventos de esos meses, y se
concentra en la publicación de ensayos en línea muy similar a los semanarios que le
precedieron, y aún más, algunos artículos suyos publicados allí fueron reproducidos de otros
aparecidos en El Correo Mercantil de España y sus Indias... diez años antes.
Belgrano recuerda en sus memorias:
“Al concluir mi carrera por los años de 1793, las ideas de economía política cundían en España con
furor, y creo que a esto debí que me colocaran el la Secretaría del Consulado de Buenos Aires ()...)
Cuan do supe que tales cuerpos en sus juntas, no tenían otro objeto que suplir a las sociedades
económicas, tratando de agricultura,industria y comercio, se abrió un vasto campo a mi
imaginación...” (Belgrano, M., Memorias, p. 23).
10 Beltrán, Oscar R.: Historia del periodismo argentino. Pág.34
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Es un tanto arriesgado aventurarse a hallar influencia directa de la Revolución Francesa
–como lo ha hecho algún autor- sobre las ideas aquí repasadas por Belgrano. “Tanto me
aluciné –agrega- y me llené de visiones favorables a la América, cuando fui encargado por
la Secretaría, de que en mis memorias describiese las Provincias, a fin de que sabiendo su
estado, pudiesen tomar providencias acertadas para su felicidad...” (Ídem, pág. 25)11. Y más
aún lo es imaginarlo a cargo de un periódico de partido propio del debate político
parlamentario y de partidos. Belgrano publicó allí “papeles”, literalmente, sus papeles:
escritos realizados sin pensarlos directamente para la publicación periodística tal como lo
entendemos hoy, sino para la función específica de este tipo de semanario: una suerte de
edición en fascículos para encuadernar tomo por tomo, a fin de guardarse en la biblioteca
como valiosísimo material de lectura y referencia, ante la escasez de libros. Pero además, y
fundamentalmente, un plan de publicación con suscripción específica por doce meses, en
aquella época y con aquel tipo de material, no podía sino estar pre-elaborada en gran parte.
Y por ello algunos historiadores de la prensa se ven obligados a hacer malabares para
explicar el silencio del “chispero” ante los hechos revolucionarios que se desencadenaban.
Si se trataba, como dice Beltrán, de hablar “entre líneas”, cuesta mucho imaginar por qué no
soltó algunas líneas después de la revolución de mayo, si nueve de los doce meses que duró
el periódico transcurrieron después del 25 de mayo, abarcando las tres cuartas partes de los
52 números de la colección. Y sobre todo, ¿cómo hizo Belgrano para mantenerse al día
como periodista en sentido moderno (la nota escrita en la semana, etc.), cuando entre junio
de 1810 y febrero de 1811 en que cesó la publicación estuvo bastante ocupado viajando al
Paraguay y arriesgando allí su vida en combate contra el gobernador Velasco?
Más bien parece una situación en que la práctica periodística de un período se encuentra
frente a la transformación radical del mundo de su tiempo. Así lo dice Belgrano en su
autobiografía cuando recuerda, en el momento más álgido de descomposición del imperio
español, a comienzos de 1810, la insistencia de Cisneros en fundar un periódico local.
Retrospectivamente recuerda que sus papeles “no eran otra cosa que una acusación contra el
11 La Academia Nacional de la Historia editó una selección de artículos de Belgrano y otros delegados del Consulado en el
interior, con intereses puestos en historia económica pero que también arrojan –por primera vez- luz en cuanto al aspecto
periodístico de la publicación: “En 1792 [Eugenio Laruga logra] que el Ministro de Hacienda, Diego Cardoqui, apoye
doblemente la publicación de un periódico titulado Correo Mercantil de España y sus Indias; a través de la suscripción de
ejemplares y mediante una circular dirigida a los consulados del Reino en el que se les ordenaba remitir a los editores las
noticias de interés” (Mariluz Urquijo, J., 1978, pág. 12). Este periódico llegó cuanto menos a 1802. En una época (cuatro
años) fue directamente redactado por la “Secretaría de la Balanza”, una de las oficinas de la Real Hacienda. A Buenos
Aires llegaba una veintena de ejemplares y era leído y citado, según lo demuestra el autor del estudio preliminar. Agrega
que “Belgrano utiliza El Correo de Comercio para reproducir páginas incluidas anteriormente en el Correo Mercantil, como
puede comprobarse cotejando la Descripción de los productos y comercio de la Villa de Oruro, publicada en el periódico
porteño el 19 de mayo de 1810, con la Noticia sobre esta plaza aparecida diez años antes en el periódico madrileño” (ídem,
pág. 22).
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imperio español”, pero en un texto sumamente ambiguo más bien parece relativizar el poder
político del periódico: “pero todo pasaba, y así creíamos ir abriendo los ojos a nuestros
paisanos: tanto fue que salió uno de mis papeles titulado: “Origen de la grandeza y
decadencia de los Imperios”, en las vísperas de nuestra revolución, que así contentó a los de
nuestro partido como a Cisneros, y cada uno aplicaba el ascua a su sardina, pues todo se
atribuía a la unión y desunión de los pueblos” (Ídem, p. 60)
Una segunda línea de periódicos, también de Estado, nace en 1809, también por iniciativa
del virrey, la ya mencionada Gaceta. La dificultad en hallar continuidades entre la Gaceta
del Gobierno de Buenos Aires y la Gaceta de Buenos Aires editada por la Junta de mayo y
redactada por Moreno, radica en la situación del Estado, y no en la situación de la prensa. El
Virrey Cisneros hizo editar la Gaceta prácticamente al llegar a Buenos Aires, y debió
hacerla cesar cuando se hizo imposible continuar por razones de Estado a comienzos de
1810: la cadena de mando imprescindible para la realización de la función del periódico bajo
el Estado absolutista estaba cortada, según informaba un barco con las malas noticias de
España, intentando de inmediato generar un periódico con redacción local que le continuase,
bajo su mando. No habría tiempo, pues El Correo no llegaría a cumplir tal función. La
Revolución de Mayo intenta tomar la conducción del virreinato, y la función de un periódico
en esta situación se restaura. Más aún, la fractura de la autoridad virreinal entre Buenos
Aires y Montevideo, se expresa simétricamente en dos gacetas.
En la época del absolutismo, se editaba una Gaceta oficial en el centro neurálgico del poder
y en puntos críticos en que hacía falta afianzar la seguridad en la fuerza de la autoridad
durante épocas de Guerra. Estas gacetas solían llamarse precisamente (“Gaceta de ....”). Así
sucedió ante la muy complicada situación de 1809 por Cisneros, y más aún ante la ruptura
de la cadena de autoridad de 1810. El gobierno de Buenos Aires requirió una gaceta, el de
Montevideo otra, el de Lima otra, etc. etc. Esta gaceta se parecía mucho más al formato de
las viejas del absolutismo que a la Estrella del Sud que los ingleses impusieron durante su
breve estadía en Montevideo durante la invasión de 1807. Esta diferencia se notaba hasta en
el formato libro de las primeras, y el moderno formato columna de la Estrella, formato que
los lectores de Buenos Aires deberán aguardar mucho tiempo para verlo impreso en su
ciudad.
Si bien es posible hallar signos de una disposición de cambio sustancial en la Gaceta en su
primer año, signos que preanuncian los cambios revolucionarios imprescindibles para la
supervivencia de la región, algunas cuestiones permanecen como antes. Así, por ejemplo, el
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paradigma de la prensa moderna es la independencia crítica de los redactores, el libre acceso
a la expresión de las ideas y la libre circulación de las mismas. Durante el siglo XVIII el
régimen absolutista había abierto espacios acotados pero novedosos de expresión de ideas y
necesidades progresistas de la ilustración: “las virtudes, las artes y las ciencias” serán objeto
de culto por los hombres del siglo.
Cuando Mariano Moreno se hace cargo de la Gaceta, glosa Beltrán:
“... si todos iban a ser llamados para que decidieran de la suerte común, nadie debía ignorar los
principios políticos que habrían de reglar su resolución. Había que sacudir los espíritus para librarlos
de las salpicaduras de envejecidas opiniones, y, sobre todo, no debía reprimirse “la inocente libertad
de pensar en asuntos de interés universal (...) porque si se oponen restricciones al discurso, vegetará el
espíritu como la materia, y el error, la mentira, la preocupación, el fanatismoy el embrutecimiento
harán la divisa de los pueblos y causarán para siempre su abatimiento, su ruina y su miseria” (Gaceta
de Buenos Aires, 21 de junio de 1810). (...) Cree que para la propia felicidad del pueblo es
conveniente imponer dos limitaciones: 1°) Que no se rocen "las verdades santas de nuestra religión”;
2°) Que no se discutan las resoluciones del Gobierno” (Beltrán, 1943: 46).
A pesar del esfuerzo de Beltrán por colocar a Moreno dentro de los adalides de la libertad de
prensa desde el punto de vista liberal, es evidente que la militarización, la indiferenciación y
la permanencia del mecanismo discursivo básico de la prensa de Estado imperan en su texto.
Serán los sucesivos acontecimientos de la revolución y la guerra de independencia los que
llevarán a una transformación acorde de la función de la prensa periódica.
b). Que la densidad de actividad periodística de una época se puede medir en
función de la cantidad de títulos editados.
Esto es falso por varios motivos. En primer lugar, porque hasta la consolidación de empresas
periodísticas modernas, cosa que sucede en Inglaterra a fines del siglo XVIII, pero en el
resto de Europa y Estados Unidos recién a mediados del siglo XIX, los periódicos no eran
conocidos como iniciativas privadas institucionalizadas en el largo plazo.
Primero fueron instrumentos de Estado (durante todo el Estado absolutista). Con las
revoluciones burguesas surgidas al amparo de la revolución francesa, se transformaron en
iniciativas de particulares o de facciones y partidos. Pero en este momento, los periódicos
eran reconocidos por el nombre de su editor y redactor, fuese persona o partido, y no tanto
por el título. Más aún, muchas veces el título cambiaba como parte de la expresividad de su
autor, cada muy pocos números, y dentro del mismo plan de suscripción, de modo que es
imposible pensar que el cambio de nombre modificaba su identidad: el cambio era parte del
mensaje. Entonces sucedía que el periódico de un periodista conocido cambiase de nombre
numerosas veces en meses o aún semanas12.
12 Cfr. Habermas, J.: La Esfera de lo Público, 1963.
Julio E. Moyano. 50
Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX
En nuestro país, esto se vive en forma homóloga: existe una etapa estatal, y luego (pero en
nuestro caso superpuesta) una de títulos efímeros de un mismo periódico (los casos de
Castañeda y Pérez pueden ser suficientemente ilustrativos, pero no los únicos). Recordar por
separado cada uno de estos títulos puede ser un muy adecuado criterio de catalogación
(siempre que no se pierda de vista la matriz), pero puede ser un criterio catastrófico de
análisis si se confunde título con periódico.
En segundo lugar, el criterio es falso por cuanto otra diferencia central está dada por el peso
de cada elemento que compone el periódico. En el periódico moderno, factores como la
identidad y continuidad, los discursos integradores, la permanente posibilidad de recambio
de recursos humanos, etc. son el eje central del periódico, lo mismo que los grandes bloques
de amortización de tecnología.
En la etapa anterior, en cambio, el eje de un periódico era su redactor. Y este era a su vez
miembro o bien “escriba”13 de una fracción del poder en pugna. La consecuencia es obvia:
supongamos que el redactor “A” debe abandonar precipitadamente la ciudad porque su
facción o fracción14 ha sido depuesta. La recupera unos meses más tarde y lanza entonces su
periódico con otro nombre acorde a la situación nueva (por ejemplo: “La Paz” y “La
Victoria”). Imaginemos un escenario alternativo: durante todo ese año, el periódico pudo
editarse sin inconveniente alguno. Desde el criterio que criticamos, afirmaríamos que el
primer caso muestra más riqueza (dos periódicos). Nosotros afirmaríamos que en el segundo
caso la prensa se encuentra más consolidada, tiró más cantidad de números y en forma más
continua, etc. Otra variante de esta misma situación se daría en el proceso de constitución de
periódicos generales “político, comercial, literario”, como solían decir los encabezados bajo
el título a mediados de siglo. Poco antes, surgieron algunos periódicos exclusivamente
“políticos” y otros “mercantiles”, los primeros intentaban sobrevivir con apoyo faccional, y
los segundos con suscripciones. Durante esta época, se produciría también la ilusión de
mayor pluralidad por cantidad de títulos a la vista, pero en realidad tal afirmación contradice
el efectivo proceso de integración de secciones al modelo genérico de prensa moderna.
Esta lista podría continuar hasta el infinito: cuatro intentos fallidos de instalación de un
periódicos a financiarse por suscripción y un pequeño subsidio faccional, y los cuatro
14 Uso el término facción en el mismo sentido usual de grupos de pertenencia con máxima cohesión interna en lucha por
fracciones de excedente realizables por control del Estado o por acción militar dentro de un mismo sistema. Fracción, en
cambio, remite a momentos en que la unidad del Estado pre-moderno se rompe, produciendo una ilusión de luchas de
facciones.
13 En el capítulo 4 de este trabajo propongo la categoría “escriba” como un tipo específico de periodista propio de
formaciones pre-modernas en transición.
Julio E. Moyano. 51
Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX
fallidos por inanición, provocarían la ilusión de pluralidad respecto de otro período en que
un solo periódico importante ocupa en forma estable todo el espacio.
Veamos muy brevemente las afirmaciones empíricas realizadas por Quesada respecto de
algunos años críticos:
1815: En este año encontramos los siguientes periódicos: El Redactor de la Asamblea, que
se inició el 27 de febrero de 1813 y concluyó el 30 de enero de 1815 con el número 24, era
de salida mensual. La Gaceta de Buenos Aires (que durante la gestión Alvear salió como
Gaceta de Gobierno), tiró este año 43 números, un promedio casi semanal. El Independiente
era semanal y tiró durante su existencia 13 números (comenzó el 10 de enero y concluyó el
11 de abril el tiempo de Alvear en el gobierno). Los amigos de la Patria y de la Juventud
publica 6 números y 2 especiales desde el 18 de noviembre de 1815 y mayo de 1816
(mensual).Observaciones acerca de algunos asuntos útiles (mensual) alcanza los 4 números
entre mayo y agosto, asignado al mismo redactor de la Gaceta. En septiembre comienzan
dos periódicos de cantidad importante de números: La prensa Argentina y El Censor. La
primera se inicia el 5 de ese mes y cesa el 12 de noviembre del año siguiente, tirando en
total 61 números (semanal). El segundo se inicia el 1° de septiembre del 15 y cesó en junio
del 19 (177 números en total con una periodicidad quincenal). En síntesis, estamos hablando
que en este año de siete títulos15, el lector tenía disponibles por semana dos ejemplares, tres a
partir de septiembre. En 1812, con solo cuatro títulos se alcanzó la misma cantidad de
ejemplares en la semana (dos o tres).Y en 1816 con diez títulos (apenas tres más que en
1815) en algunos meses del año hay disponibles hasta 5 periódicos en la semana. En 1817,
con siete títulos, la disponibilidad de periódicos en una semana era (en la mayoría de los
meses del este año) de uno o dos.
La relatividad de las percepciones de Quesada es mayor cuando nos referimos a 1820 y
1821: De los 17 títulos mencionados para 1820 el único que dura todo el año es La Gaceta
de Buenos Aires con una periodicidad semanal regular. Siete corresponden al padre
Castañeda, y tomándolos como una serie16 alcanzan una periodicidad promedio de dos por
semana. El resto de los títulos no supera los dos meses, siendo semanales, quincenales o
mensuales según el caso. Pero tampoco aquí puede hablarse, siquiera, de “intentos efímeros
independientes”, sino de sucesiones de intentos, lo cual achica las cantidades, de prospectos
de periódicos que no salieron, de sueltos, y fundamentalmente, de movimientos al interior
16 El caso del Padre Castañedaserá tratado con detalle en el capítulo tres.
15 Veremos la relación entre ellos en el capítulo 3.
Julio E. Moyano. 52
Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX
del Estado. La mayor disponibilidad de números en una semana que se alcanza es de cuatro
y sólo en el mes de diciembre, cantidad menor a la alcanzada en 1816 con sólo nueve títulos.
En 1821 este año tenemos un panorama similar al año anterior en cuanto a cantidad de
ejemplares disponibles en una semana. Es posible encontrar (cada uno de distinto periódico
pues son semanarios) y en septiembre y octubre hasta cinco. Pero sólo La Gaceta tiene
salida regular y perdura todo el año.
¿Fue 1822 es un gran año periodísticamente hablando en relación con otros cercanos?
Veamos el siguiente cuadro, en el que marcamos los títulos, ciudad en que se editaron, la
cantidad de números que llegaron a tirar, la periodicidad, y la intensidad (hacia el rojo,
mayor intensidad, hacia el verde y el azul, menor intensidad). Así, el Argos, bisemanal, se
marca en naranja fuerte, más claro los semanarios, en amarillo los censuarios y en celeste y
verde los que sólo pudieron tirar unos pocos números. Esta aparición es presentada de
acuerdo con los doce meses del calendario.
1822 - Títulos Ciudad N°S Periodicidad S/F E F M A M J J A S O N D
El Argós de Bs.As. Bs.As
99 (1822) Bisemanal
(promedio)
Periódicos del Padre
Castañeda
Bs.As
1 o 2 por semana
(promedio)
?
Registro Estadístico Bs.As 15 Trimestral ?
El Espíritu de Buenos Aires Bs.As 28
Semanal
(promedio)
El Centinela Bs.As 72
Semanal
(promedio)
La Abeja Argentina
Bs.As 15 Mensual
El Oficial del Día Bs.As
11 y prospecto.
Semanal
El Ambigú de Buenos Aires
Bs.As 3 Mensual
El Correo de las Provincias
Bs.As 17 Quincenal
El Lobera del Año Veinte
Bs.As 3 ¿?
L’Occident Bs.As 2 ¿? ?
El Furor de las Pasiones
Bs.As 2 ¿?
Julio E. Moyano. 53
Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX
La Revolución Ligera de Bs
As
Bs.As 1 Único
El Precio Corriente
Bs.As
Poc
os
Mensual
El Hombre Libre
Bs.As ¿? ¿?
Distintos títulos sueltos.
Bs.As 4 -
De ningún modo es grande la diferencia respecto al año anterior: El 11 de enero reaparece el
Argos, ahora bisemanal, y dura todo el año. Castañeda dura hasta octubre-noviembre con
periodicidad similar. El tercer elemento es El Espíritu de Buenos Aires, que empezó el 26 de
enero y cesó el 4 de julio. El 28 de julio aparece El Centinela.
Agreguemos desde mediados de abril la Abeja Argentina (mensual), desde agosto el Oficial
de Día, que cesa el 7 de noviembre, y el 19 de ese mes empieza en forma quincenal el
Correo de las Provincias y completan el panorama tres números del mensuario El Ambigú,
entre julio y setiembre.
Repasemos: dos periódicos bisemanales y uno semanal a lo largo de todo el año más otro
semanario de agosto a noviembre; un mensuario desde abril; un registro estadístico
trimestral; tres números mensuales más del Ambigú. Y no más de veinte (15 á 20) números
en total de todo el resto, incluyendo una hoja mercantil (El Precio Corriente) de la misma
editora del Argos, un título ministerial, sueltos de noticias extranjeras y sueltos de guerra
(números únicos). Observemos esta distribución en un cuadro de apariciones mes a mes,
constando también la cantidad de números y su periodicidad. Algunos, lamentablemente,
aparecen sin fecha por falta de información, pero entendemos que no afectan el cuadro de
conjunto, pues probablemente tiendan a ser experiencias tenues.
Vemos pues, en el cuadro, que no hay motivo alguno para fundamentar un comentario de
aumento de algún tipo en la actividad periodística entre 1820-21 y 1822, salvo una línea
muy tenue de ampliación cuya intensidad es muy similar a lo largo del siglo tomando como
conjunto los países del cono sur.
En 1823, en cambio, podría notarse que aparece el primer diario, llamado primero El Diario
de Buenos Aires y de inmediato La Gaceta Mercantil. Pero es un solo título para Quesada. Y
por cierto que algo es algo, pues este periódico, que atravesó inmune todo el período rosista,
que posee records como el ingreso de la primera imprenta movida a vapor (en 1839), y cuya
Julio E. Moyano. 54
Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX
colección completa (8473 números) es más del doble mayor, por ejemplo, que la totalidad de
números de periódicos tirados en todo el interior desde su aparición en 1818 hasta 1852,
este testigo de época trabajado sistemáticamente por Zinny en forma separada, fue lisa y
llanamente omitido de la Historia del Periodismo Argentino de O. Beltrán.
Comparemos el cuadro de 1822 con el del año siguiente. Nótese que ahora aparece en rojo la
fila correspondiente a la Gaceta Mercantil, por se de circulación diaria:
1823 Títulos de Buenos Aires N° Periodicidad S/F E F M A M J J A S O N D
El Argós de Bs.As. 105 este año. Bisemanal (prom.)
Registro Estadístico 15 Trimestral
El Centinela 72 Semanal (prom.)
La Abeja Argentina 15 Mensual ?
El Correo de las Provincias 17 Quincenal
Diario de Bs As / La Gaceta
Mercantil
Se continúan. La Gaceta tiró
8473 números (total)
Teatro de la Opinión 65 Bisemanal
El Republicano 26 Quincenal
Diario del Ejército. 2 cuadernos de 24 y 51 pág.Salida
irregular
Boletín del Ejército 7 Semanal (prom.)
El Pueblo 1
Los locos son los mejores... 1
El Ciudadano Imparcial 1
Anales de la academia de medicina. 1 número de 199 pág.
Dime con quien andas 1 ?
En el año 1825 dice Quesada: “se publican sólo 13 periódicos, la lucha parecía en calma”
Pero estos 13 títulos (correspondientes a la ciudad de Buenos Aires) alcanzan, según nuestro
punto de vista un grado de consolidación e intensidad mucho mayor que, por ejemplo,
Julio E. Moyano. 55
Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX
1821.Hay tres periódicos que perduran durante todo el año (y también un cuarto, pero que
sufre una interrupción durante tres meses). Uno de ellos, La Gaceta Mercantil tiene una
periodicidad diaria; los otros semanal. Podemos encontrar así hasta trece ejemplares (de
distintos periódicos) en una semana. La prensa ha alcanzado cierta calma, pero no
relacionada con la inactividad, sino con la consolidación creciente. Hacia 1827 se podía
contar en una semana -durante la mayoría de los meses del año-. con por lo menos dos
diarios, dos o tres tri-semanarios y dos o tres semanarios, lo que ponía a disposición una
importante cantidad de ejemplares en una semana. Aunque no todos los periódicos se
mantuvieron constantes durante todo el año. Sólo lo logran La Gaceta Mercantil y The
British Packet.17
En 1831 nos encontramos, según Quesada con 31 periódicos. De estos, podemos encontrar,
en los meses más numerosos hasta diez simultáneos, no más, nivel ya alcanzado en 1827. Lo
importante es que seis de ellos perduran todo el año y continúan en el 1832.
1833 - Títulos Prov. N°S Periodicidad S/F E F M A M J J A S O N D
La Gaceta Mercantil Bs.As 8473 Diario
El Precio Corriente Sem. Bs.As 170 Semanal
El Diario de la Tarde Bs.As Diario
El Lucero Bs.As Diario
El Iris Bs.As 111 Diario
El Defensor de los derechos del Hombre 94 Diario
El restaurador de las Leyes Bs.As Diario
El Amigo del País Bs.As Diario
El Constitucional Bs As Diario
Registro Prov. Del Gobierno de Bs.As 18 Diario
El Monitor Bs.As 246 Diario
El Patriota Bonaerense Bs.As 13 Trisemanal
El Gaucho/La Gaucha Bs.As 6 o´7 Semanal ¿?
The Cosmopolitan Bs As Semanal
Cacique Chañil Bs.As 26
El Diario de Comercio de la mañana 9 Diario
El Negrito/La Negrita Bs.As 6 y 2 números
17 Esto es en Buenos Aires. En Córdoba el semanario La Verdad sin Rodeos también continuará todo el año.
Julio E. Moyano. 56
Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX
El Látigo republicano Bs.As 5 Semanal (promedio)
El Águila Federal Bs.As 4 Semanal
El Independiente Bs As 1 Único
Miscelaneas de Damas Bs.As 1 Ünico
El Rayo Bs As 2
El Escarmiento Unitario Bs.As 2
El RelámpagoBs.As 2
El Rompecabezas Bs.As 2
El Avisador Bs As 2 Diario
El Loco Machucabatatas Bs.As ¿?
Los Muchachos Bs.As 1 Único
Guía de la Ciudad y Almanaque 1 Único
El Carancho Bs As 1 Único
Confesión de un Cismático Bs.As 1 Suelta
El Fígaro Bs.As 1 Único
La Opinión Pública Bs.As 1
El Federal Sumiso a las Leyes BA 1 Único
Dime con quien andas Bs As ¿? Cesó el 2/10
El Conciliador Bs.As Prospecto
El Copiador Bs.As
¿
?
North Star Bs.As Prospecto
Telón corrido Bs As No se publicó
La Ticucha/Don Cunino Creemos que son seudónimos de El negrito/La Negrita. No se han tenido a la vista.
Crítica de unos tenderitos Bs.As
1
?
Los Cueritos al Sol Bs.As No se publicó
Las memorias secretas del Sr. Monteagudo
El año 1833, que es el más activo según Quesada, cuenta con sólo tres periódicos que se
mantienen todo el año (de los cuales dos son diarios y uno semanario). Pero de los cuarenta
y tres títulos mencionados, dos no se publicaron, tres son de publicación dudosa, dos sólo
publicaron el prospecto, 10 publicaron sólo un número y cinco publicaron dos números. Es
Julio E. Moyano. 57
Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX
decir que de los 43, 22 no pasan de los dos números. Y salvo que se mida la actividad
periodística por la cantidad de intentos, este año no tiene por qué ser considerado más activo
que 1827, 1832 o que 1835. En este último año, por ejemplo, contamos con tres periódicos
constantes a lo largo de todo el año de los cuales dos son diarios y uno semanario; un diario
que dura hasta fines de septiembre, un semanario que dura hasta fines de agosto y en abril se
inicia un semanario que continuaría hasta 1836. También hay un cuarto diario que dura de
febrero a mayo.
Una adecuada sistematización que respete los lazos de continuidad entre títulos, las
relaciones de magnitud entre periódicos que se intentan estabilizar y fallan, y aquellos
impresos con exclusivo fin de ser únicos (los sueltos, una forma periodística que en el siglo
XX no se registra bajo la categoría de periódico). También el tipo de periódico de que se
trata, la cantidad de superficie papel ocupada, su duración, la cantidad final de números, sus
contenidos, brindaría un mapa valiosísimo no sólo para la comprensión de la historia de los
periódicos, sino como herramienta para historia política y para el uso del texto periodístico
como fuente. La tarea debería, reconociendo el carácter fundante de las tres obras
catalográficas hasta 1852 de Zinny, concluir con esta suerte de confusión óptica.
c) Que el período rosista constituye un “agujero negro” de decaimiento entre
una suerte de arcadia liberal y su regeneración.
No puede negarse las condiciones de dificultad que generó el rosismo a expresiones de
prensa opositoras o potencialmente desestabilizantes de su particular sistema de cohesión.
Sin embargo debe recordarse que antes de Rosas no existió una forma de prensa moderna
que éste pudiese anular, sino que ésta se encontraba en pleno proceso de constitución, con
periodismo de Estado y hojas mercantiles en etapa de surgimiento, importante cantidad de
sueltos de formato y contenidos premoderno (faccional o noticias transcriptas de periódicos
extranjeros, con un solo tema por suelto). Durante el rosismo, más allá de las dificultades de
supervivencia de las hojas mercantiles a causa del bloqueo, el periodismo representado por
diarios de interés general (documentos oficiales, editoriales doctrinarios, literatura,
información mercantil, material de interés cultural, educativo y científico y avisos) se
consolidó, circulando dos diarios y uno a tres semanarios de interés general en forma
permanente aún en sus años más duros. Con la represión de la acción faccional disminuyó la
cantidad de periódicos de combate existentes en los meses de indefinición en la lucha por el
poder (típicamente, períodos de existencia de tres a cuatro meses), sus mandantes pasaron a
Montevideo y sus periódicos los acompañaron en sus combates. Resulta interesante notar
Julio E. Moyano. 58
Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX
que en Montevideo, en los años ’40, se produce una “disminución de títulos” por causa
similar a pesar del bloqueo: estabilización de buenos diarios de interés general, más allá de
su posición militante respecto de las cuestiones del Estado nacional.
El rosismo sí impidió o mejor dicho demoró la aparición de un modo de prensa de capa
dirigente caracterizada por su funcionamiento parlamentario, requiriendo para sí, por el
contrario, una forma en que su voz como autoridad superior del Estado estuviese expresada
por la voz del periodismo como parte de la acción de Estado. Esto excluye la forma
parlamentaria moderna. Sin embargo, a diferencia de algunos puntos de provincias en que el
desarrollo mercantil capitalista era mucho menos avanzado (la prensa como operación
político-militar de Estado funcionaba exactamente como tal). En Buenos Aires la
prohibición del libre juego parlamentario de la prensa dejaba protegido el proceso de
crecimiento de la actividad mercantil de los periódicos, de la información comercial, de los
hábitos de lectura de la información extranjera, de la trascripción de libros y piezas
literarias, y de todo el conjunto genéricos de producción doctrinaria y de sentido “educativo
adisoniano” propios de toda esa tradición. Forma curiosa, correlativa al particular modo de
“demorar” la parlamentarización de otras instituciones sociales a cambio de la estabilización
de funciones cuya maduración, paradójicamente, daría lugar a una nueva etapa con la salida
de Rosas de la escena política nacional. Esto puede demostrarse tanto por el “antes” como
por el “después”, esto es, qué le precedió y cómo continúa posteriormente la transición.
Un programa de trabajo para conocer la magnitud de la diferencia generada por Rosas
debería incluir todas estas cuestiones, y lograr un conocimiento cabal comparativo de
cantidades de números, cantidad de extranjeros con experiencia en tipografía y redacción
que ingresan y permanecen, traspaso de personal capacitado hacia el interior, correlación de
desarrollos acelerados de prensa tanto en Buenos Aires como en Montevideo, Santiago de
Chile, Valparaíso y localidades del interior argentino, sobre todo en el Litoral sur. También
el rol del bloqueo en la contracción comercial y de los papeles mercantiles, de la formación
de un público lector, las temáticas, las competencias.
d) Que la actividad periodística en los distintos períodos anteriores, durante y
posteriores a la organización nacional es esencialmente la misma, y puede evaluarse
con criterio idéntico, y que las diferencias se limitan al proceso de tecnificación paulatino,
el proceso de aumento de tamaño en relación probable con el aumento de la publicidad y de
la población lectora, y en el “agujero negro” que habría provocado la dictadura de Rosas,
entre un florecimiento previo y un renacimiento posterior. Esta afirmación es lisa y
Julio E. Moyano. 59
Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX
llanamente catastrófica. Comenzaremos con un ejemplo relativamente claro. Nótese en el
cuadro siguiente, la aparición de periódicos en el interior del país. En amarillo, los años en
que circuló al menos un periódico. En violeta, cuando no circuló ninguno. En otros colores
se menciona –según el caso- presencias muy mínimas de periódicos, o su paso efímero con
un ejército.
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Existencia de prensa Prensa tenue Prensa muy tenue No existe prensa periódica
Sin datos Prensa militar exógena Prensa estatal militar tenuePrensa militar tenue
Este cuadro se parece a un “negativo fotográfico” de las afirmaciones ideológicas sobre
desarrollo histórico de la prensa. Como puede observarse, marca por lugar y por año la
existencia de prensa periódica en la Argentina, entre 1820 y 1852. Nótese que algunos de los
puntos de existencia son tremendamente tenues: brevísimos pasos de ejércitos con imprentas
ambulantes de combate, experiencias inferiores a diez números en el año, etc. Tomando en
consideración todos los puntos de existencia, la lectura es la siguiente: si la versión “clásica”
nos cuenta que la prensa es en su historia un continuum de cuidado y expansión de la
opinión pública independiente, entonces resulta lógico esperar su expansión en períodos de
paz y apertura, en contraposición con su contracción en períodos de guerra civil, represión y
fuerte autoritarismo.
El cuadro que se propone aquí, en cambio, muestra un mapa de existencia de prensa en el
interior milimétricamente idéntico al de picos de máxima tensión y operaciones de combate
Julio E. Moyano. 61
Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX
de la guerra civil argentina, en tanto hace coincidir su inexistencia con numerosos momentos
de estabilización y pacificación. De más está decir que esta identidad de prensa periódica y
operaciones político-militares de Estado desaparecerá con la organización nacional. En los
capítulos siguientes trataremos de demostrar esta cuestión y analizar en sus recorridos un
reconocible proceso de transición que muestra las vicisitudes de la prensa periódica en
co-relación con los modos específicos de construcción de un Estado moderno en la
Argentina, su incorporación al mercado mundial capitalista, y el nacimiento de una sociedad
civil con reglas de juego de hegemonía y disenso. Tal demostración facilitará, en tanto
produce una propuesta metodológica de tratamiento específico, herramientas de búsqueda
documental consecuentes, de análisis del texto de prensa en su especificidad histórica, de
reconsideración tipológica.
En cuanto a lo primero, veremos que es muy útil en términos prácticos la reorientación de la
búsqueda documental hacia las operaciones militares y las político-militares de Estado, para
hallar datos sólidos en relación con puntos oscuros de nuestra historia; en cuanto a lo
segundo, veremos que es posible una reconstrucción semiótica del texto de prensa
pre-moderno en el que dado el rol diferente del periódico y del periodista en él, hallemos
conclusiones más sólidas, coherentes y contrastables en relación con una lectura más
tradicional; en cuanto a lo tercero, podremos repensar lo que se entiende por periódico en
cada época, hallando, por ejemplo modos de identificaciones tipológicas más claras, como
los primeros periódicos de la región, tan cercanos a lo que hoy entendemos por una
publicación unitaria por entregas, divisible en tomos para su encuadernación y guardado en
bibliotecas, o los extraños modos de persistencia del órgano del Estado cuando aún no hay
prensa independiente pero el Estado se encuentra fraccionado por las luchas, o los
periódicos únicamente mercantiles, esto es, con información de precios, entradas y salidas
de barcos y mercancías, de aparición bastante común antes de la estabilización de periódicos
de interés general que absorbiesen esa función, los que fueron publicaciones de material a
término con temas de medicina, para guardar, los sueltos de información internacional, los
sueltos que en realidad no son periódicos precisamente porque son sueltos, y cuyo único
hilo de unión es que algunos impresores daban a imprenta sueltos de diversos orígenes
algunas veces en un año.
Aclarar estas categorías permitirá a su vez analizar con mayor seguridad las
transformaciones de formas por las que estas pasaron. Así, por ejemplo, la aparición de
hojas mercantiles a fines de la década de 1820 fue un “avance” en el sentido de mostrar las
Julio E. Moyano. 62
Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX
posibilidades nuevas del mercado local, y a su vez un indicador de la debilidad del mismo,
que aún no lograba sostener económicamente periódicos de interés general que contuvieran
los datos mercantiles como sección completa. Cosa que sí se lograría por completo en la
década siguiente.
Del mismo modo, es posible considerar las enormes diferencias de rol del periódico y el
periodista, las que –desde nuestro punto de vista, son notablemente diferenciables entre
Buenos Aires y el interior, por un lado, y en ambas regiones a lo largo de toda la transición,
por el otro. Insistiremos repetidamente en esta cuestión en los ensayos subsiguientes, pues
entendemos que estas diferencias afectan la naturaleza misma de la actividad, hasta el punto
de requerirse definiciones diferentes de la actividad y del rol para cada región y época, al
menos hasta bien iniciado el proceso de transformación económica y estatal de la década de
1850.
Desde este nuestro de vista, se hace imprescindible reconocer fuertes soluciones de
continuidad a cuyos lados se encuentran no niveles distintos de desarrollo de una prensa
periódica, sino objetos culturales distintos, tipos de prensa que no pueden compararse, son
inconmensurables si se pretende observarlos como participando de la misma categoría. Caso
contrario, se cae en un efecto ideológico adicional: tratar al periodismo del interior del país
como a una versión pequeña, “fronteriza” del periodismo de la ciudad puerto, versión que
merece un capítulo “al final” de la investigación global, relatando un nacimiento idéntico
pero más atrasado en tiempo y técnica, en cantidad de periodistas, en niveles de libertad de
prensa durante el rosismo (versiones contradictorias al respecto), y en parte menor en
cantidades (único dato certero). Nosotros diremos que son objetos distintos, y que esta
distinción explica el grueso de la diferencia de magnitudes. Pero como objetos distintos y en
relación con su rol, ambos son parte del mismo cuerpo de cualquier historia que se intente de
la prensa y de sus usos. Más aún, se afectan mutuamente en el tipo de arranque militar en el
interior, que pertenece al mismo “sistema” de relaciones que genera las primeras imprentas
(las condiciones de la guerra civil y del gobierno nacional producen la totalidad de las
imprentas y periódicos del interior anteriores a 1852). Algunos problemas complementarios
de esta diferencia podrían resolverse en la misma dirección. Así, por ejemplo, los niveles de
libertad de prensa en uno y otro punto durante el rosismo: ¿Es efectivamente mayor la
posibilidad expresiva en el interior, como lo dicen o insinúan algunos historiadores? ¿ O
como consecuencia de una pertenencia más militar de la prensa del interior esta es inferior, a
diferencia de Buenos Aires donde sobreviven los gérmenes de formas más modernas y
Julio E. Moyano. 63
Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX
neutrales? ¿O son similares dentro de sus particularidades, como lo dice por ejemplo
Vázquez? Nosotros pensamos que no es mayor la posibilidad del interior, ni tampoco
inferior ni similares dentro de sus particularidades, sino distintas en su identidad, esto es:
inconmensurables en sus respectivos roles, pero a su vez identificables en relación con la
dinámica de los movimientos militares y de consolidación estatal.
Trataremos de desarrollar esta cuestión en detalle en los ensayos subsiguientes, donde
intentaremos demostrar, además, que la evolución de la primer prensa argentina es coherente
pero no idéntica, incluso en sus especificidades, con el desarrollo de conjunto de la prensa
europea-mundial. En sus características,sus roles, sus momentos, sus tipologías, etc.
Trataremos de aportar, finalmente, una visión general de lo que entendemos es un camino
hacia la modernidad cuya discontinuidad se tamiza por una dirección clara y por el
desarrollo diferenciado entre Buenos Aires y el interior, así como algunas líneas de
aplicación práctica de este modelo explicativo, tanto en el aspecto empírico de la
historiografía como en el semiótico y de uso historiográfico del texto de prensa.
Al concluir este breve recorrido volvemos nuestra mirada al comienzo: una obra fundante y
fundamental como la de Zinny fue a su vez vehículo de ideologización del análisis. Si
algunas afirmaciones (oscurantismo previo, cantidades de título por año y nueva oscuridad
rosista) pertenecen a la carta de Quesada, no puede decirse lo mismo de la mirada
esencialista de la actividad periodística sumada a la confusión de título con periódico, que sí
aparece muy claramente en Zinny. Una revisión crítica se torna aquí imprescindible para la
historia de la prensa periódica, lo cual no desmerece un milímetro la enormidad de su aporte,
ni mucho menos de su cualidad ética, pues el ítalo-argentino realiza numerosos comentarios
atravesados por el sentido común de la capa política e intelectual de su tiempo, que en su
inmensa mayoría combatió la dictadura de Rosas (o bien aceptó más tarde satanizarla),
sentido que delimita lo “políticamente correcto” en sus análisis, pero este atravesamiento no
afectó jamás la calidad de su registro, pues la honestidad intelectual del autor impidió el
menor falseamiento de información y brindó todo el material empírico a su alcance.
Que su obra continúe siendo aún hoy referencia obligada, habla de la gran calidad de su
labor, pero también -a ciento treinta años de la primer publicación de sus estudios- de una
barrera infranqueable de dificultades empíricas y callejones sin salida teóricos para obtener
una visión de conjunto sólida y operativa. Así, todavía en 1987, dos brillantes investigadores
de nuestra cultura como Jorge B. Rivera y Eduardo Romano, en “Sobre maneras de leer y de
pensar la prensa periódica” debían arrancar su reseña con una caracterización amarga: "De
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Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX
manera indudablemente paradojal, un periodismo que se inicia a comienzos del Siglo XIX, y
que en determinado momento contó entre sus títulos a algunos de los diarios más
importantes del mundo -desde el punto de vista de su circulación y calidad intrínseca-, no
cuenta con obras historiográficas globales de real significación. Podemos mencionar como
excepciones, sin embargo, a tres libros aparecidos a comienzos de la década de 1940, con
dos salvedades obvias e indispensables: se trata de libros (...) desactualizados (...) inscriptos
en la vieja línea "catalográfica" de la más rancia historiografía argentina, atenta a la
acumulación de nombres, títulos y fechas (no siempre confiables) y no al tipo de análisis que
podría interesar desde una perspectiva científica y cultural más moderna". (Rivera-Romano,
1987: 16.).
En los últimos años, afortunadamente, ha aparecido un cúmulo de trabajos que, si bien no
abordan una visión de conjunto de la prensa argentina, sí modifican en profundidad nuestra
visión de la historia social y política, particularmente en cuanto a articulaciones entre Estado
y nuevas formas de representación y legitimación en que la organización política en partidos
y otras formas de socialidad formales y no formales ocupan cada vez más espacio a costa de
lógicas de combate y pertenencia propias de la etapa anterior.
Dice, refiriéndose a este cambio, la historiadora argentina Hilda Sábato:
“En los últimos quince años tuvo lugar una renovación profunda en los análisis y las interpretaciones
del pasado político argentino. En sintonía con el florecimiento que experimentó la historia política en
otras latitudes, contamos hoy con un conjunto significativo de trabajos que se refieren al clásico
problema de la construcción del poder desde nuevas perspectivas y con interrogantes también nuevos.
Han quedado atrás las visiones que entendían al siglo XIX casi exclusivamente en términos de la
transición progresiva de la sociedad colonial al Estado moderno, y que se interrogaban sobre todo por
los avances realizados a lo largo de esa senda y por los obstáculos que habrían bloqueado el camino
hacia un destino nacional, que se consideraba ya inscripto en los orígenes revolucionarios. En cambio,
se pone el énfasis en la diversidad de procesos que se desarrollaron a lo largo del siglo, procesos
sociales complejos y nada lineales, cuyos resultados no estaban prefigurados de antemano. De esta
manera, períodos que antes se consideraban sólo como meras etapas en el camino hacia el progreso,
ahora se estudian por derecho propio, regiones marginales de los núcleos centrales de modernización
ganan visibilidad, y cuestiones que aparecían subordinadas al argumento principal del relato adquieren
relevancia. Al mismo tiempo, el pasado de la Argentina se integra en el marco de la historia
iberoamericana de la cual forma parte. Este estallido temático reconoce, sin embargo, un horizonte
común –el de las interpretaciones de Tulio Halperin Donghi, Natalio Botana y José Luis Romero- y
algunos focos privilegiados” (Sábato y Lettieri, 2003: 10).
Contamos, por lo tanto, con un estado de la cuestión específico (prensa argentina de
mediados del siglo XIX) muy disperso y atravesado ideológicamente, pero jalonado de
brillantes trabajos de recopilación documental (desde Zinny hasta Auza), al que en las
últimas dos décadas se han sumado desarrollos en dimensiones clave del objeto, abriendo así
puertas fundamentales para renovar su estudio. Así, como adelanté en el marco teórico,
existen trabajos recientes que barren el campo de las articulaciones entre Estado, vida
Julio E. Moyano. 65
Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX
política, socialidad y opinión en la Argentina del siglo XIX, como las producciones
colectivas encabezadas por Sábato y Lettieri (2003) “La vida política en la Argentina del
siglo XIX. Armas, votos y voces”, Bonaudo (1999) “Liberalismo, Estado y orden burgués
(1852-1880)” y Goldman (1998) “Revolución, República, Confederación (1806-1852)”, así
como el estudio de Alberto Lettieri (1998) “La República de la Opinión. Política y Opinión
Pública en Buenos Aires entre 1852 y 1862”, en el que el autor caracteriza las relaciones
entre política y formación de la opinión pública en Buenos Aires en el período recortado,
relaciones que necesariamente se entrelazan con el universo de los periódicos porteños, o, a
la inversa, trabajos que realizan un recorte espacio temporal mucho más amplio pero sobre
un objeto mucho más específico en cuanto al interés de esta tesis, como por ejemplo el
volumen colectivo dirigido por Paula Alonso (2003), “construcciones impresas. Panfletos,
diarios y revistas en la formación de los estados nacionales en América Latina, 1820-1920”.
Respecto de este objeto, en forma complementaria a la caracterización de H. Sábato sobre
historia política y social argentina que he citado más arriba, dice Alonso:
“Desde hace ya algunos años, sin embargo, el tema de la prensa ha alcanzado una singular centralidad
en la historiografía. Este renovado interés, llamado ‘la nueva historia de la prensa’ se debe a una
multiplicidad de causas. Además de la popularidad de textos como el de Jurgen Haberlas y Benedict
Anderson que han revitalizado el tema, el renovado interés es principalmente resultado del abandono
de las interpretaciones extremas señaladas y de los logrados intentos por encontrar el significado de
estos escritos en su entorno, no como antecedentes de algo que luego será muy distinto, sino como
componentes clave de una situación dada. Este renovado interés también se ha registrado en diversos
países de América Latina y ha dado lugar a importantes contribuciones individuales y a esfuerzoscolectivos” (Alonso, 2003: 9).
En tal brecha trata de inscribirse, en la medida de sus posibilidades, este trabajo.
1.2. Prensa y Modernidad: Problemas de Investigación Histórica
El rol del Estado en el proceso histórico de constitución de la prensa periódica como práctica
social no debería subestimare. Esto, sin embargo, ha sucedido abundantemente,
particularmente en aquella bibliografía cuyos autores provienen del ámbito ideológico
liberal, no tanto por propios errores como por hacer propios los mitos de origen que la
prensa contemporánea ha construido sobre sí misma. Porque la prensa moderna se
auto-asigna desde su aparición histórica en los siglos XVIII y XIX, el rol de contralor del
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Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX
poder institucional, en constante tensión con las funciones de gobierno y Estado. Las luchas
por la libertad del discurso y circulación de la prensa respecto del poder durante las
revoluciones burguesas, la institucionalización social del libre examen, etc. reforzaron esta
idea. La genealogía burguesa de las imprentas y los periódicos en la casi totalidad de su
historia hacen el resto: destaca en su relato –con bastante razón por cierto- el periodismo
como práctica burguesa y liberal por excelencia. Es tentador, entonces, organizar su historia
como una línea de desarrollo de libertades y servicios de empresa privada en una sociedad
crecientemente democrática, y donde los altibajos de la prensa son los altibajos de las
libertades públicas.
En gran medida esta percepción anticipa una idea correcta de la cuestión. Pero este lugar de
“contralor del poder” desdibuja el otro flanco histórico de su existencia: su lugar actual es
precisamente institucionalizado, con poder propio, desde la sociedad civil, dentro de los
Estados parlamentarios modernos. Este punto histórico de llegada al lugar institucionalizado
no está en discusión. El camino histórico recorrido sí debería revisarse.
1.2.1. Una práctica social de intercambio constante
La condición de existencia de la prensa periódica es la circulación en gran escala y no
personal de mercancías y noticias. Tal modo de circulación constituye tanto su forma de
existir (mercancía-noticia en circulación) como su contenido (la circulación de mercancías y
noticias como su objeto). Tales condiciones -pero aún no la prensa periódica- pueden
hallarse por primera vez a fines de la edad media, tal como lo repasa Habermas en uno de
sus párrafos más conocidos:
"Con el temprano capitalismo financiero y comercial, irradiado a partir del siglo XIII desde las
ciudades norteitalianas hacia la Europa Occidental y nórdica, surgen primero los emporios de los
Países Bajos (...) y aparecen luego las grandes ferias en las encrucijadas de las rutas comerciales
largas; con él se dan los elementos para la formación de un nuevo orden social. Al comienzo son
integrados sin muchas complicaciones por el viejo sistema de dominación. (...) este capitalismo
estabiliza, por un lado, las relaciones estamentales de dominio; y pone, por otro lado, los elementos en
los que aquellas habrán de disolverse. Nos referimos a los elementos del nuevo marco de relaciones: el
tráfico de mercancías y noticias creado por el comercio a larga distancia del capitalismo temprano"
(Habermas, Historia y Crítica de la Opinión Pública, p. 53).
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Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX
Los más remotos antecedentes de la prensa periódica también pueden hallarse en las
postrimerías de la Edad Media18, a fines del siglo XIV y comienzos del XV, en las
principales ciudades de Occidente, de mercantilización más temprana: en Holanda,
Alemania, el norte italiano y Cataluña.
Allí, prensa y periodismo nacieron –ambos entre los núcleos burgueses urbanos- por
separado. Su fusión para lograr un desarrollo más y más acelerado –fulminante a partir de
los siglos XVIII y XIX- demoraría aún dos siglos. Y el elemento unificador de ambas
actividades fue, en primer lugar, el Estado absolutista.
Porque si bien desde su nacimiento, en su desarrollo y expansión por el mundo, la prensa
periódica llevó la impronta de su linaje burgués, el nuevo modo de relación social que ésta
vehiculiza es también y antes aún la condición de existencia de esta nueva forma de Estado,
la primera moderna: un Estado que deja atrás las relaciones estamentarias, personales y de
coerción y servicio directos propios del Estado feudal, e intenta organizar un aparato de
dominio estable, permanente y centralizado sobre el conjunto territorial de una nación o al
menos de un espacio abarcativo de una enorme cantidad de territorio feudal.
Primero artesano, después capitalista, su linaje burgués recorrió todo tipo de variantes, pero
posee algunos elementos comunes a todos lo tiempos y lugares en que se desarrolló hasta
ahora: actividad específicamente urbana y propia de formaciones sociales donde esa vida
urbana posee un alto grado de autonomía, e incluso de superioridad económica y política,
respecto de la vida rural; sus sujetos productores son urbanos, vinculados al artesanado
gremial primero, a la acción del Estado luego, y a la empresa productiva capitalista después.
Pero sin excepción hasta ahora, el paso a la empresa productiva capitalista nunca se dio
desde la nada o desde el artesanado, sino a través de la presencia del Estado que la estabilizó
como práctica económica y social, organizó sus agendas temáticas y originó géneros,
instauró la regularidad y le dio uso sistemático como instrumento de afirmación de autoridad
ante el “público”, como instrumento de combate y como instrumento de interacción social
durante procesos de constitución brusca de poblaciones de grandes ciudades (como París,
por ejemplo). Es pues, tanto un instrumento necesario para la existencia del Estado
moderno, un instrumento para uso del Estado, y un instrumento que requiere ser
ampliamente controlado por el Estado. Esta tensión fue vivida desde el primer Estado
18 Las actas diurnas romanas no fueron periodismo: Existe analogía en tanto que una formación estatal
compleja organiza modos de circulación estables de información, pero las actas diurnas eran informes
personalizados, puntuales, requeridos por un mandante superior, y no un ejercicio habitual de búsqueda y
difusión de información. Mucho menos de “libre examen” y crítica. Lo más parecido a un antecedente antiguo
del periodismo moderno, debe rastrearse en la historia de China (Cfr. Lin Yu Tang, 1947).
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Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX
absolutista, pasando por la época de las Revoluciones burguesas, el Estado parlamentario
clásico e incluso el Estado de bienestar, el cual estableció toda una nueva doctrina de
interacción con la prensa periódica.
1.2.2. Orígenes
En lo que hace al arte de imprimir mecánicamente (prensa), se recuerda especialmente el
gran salto logrado en Maguncia (Alemania) a mediados del siglo XV, cuando Juan
Gutenberg logró tipos móviles19 y una prensa de calidad viables, y comenzó a imprimir con
ellos. Antes que Gutenberg, otros artesanos europeos habían experimentado buscando el
avance en los modos de imprimir. Entre 1415 y 1468 hubo no menos de quince intentos de
mejorar la capacidad impresora, en casi todas las ciudades con desarrollo mercantil de
Europa Occidental. Muy especialmente las vinculadas a la cuenca del Rhin: Holanda y el
norte alemán.
Fue Gutenberg el más avanzado de los desarrolladores de la imprenta plana de tipos móviles
resistentes. Sobre el valor histórico de su aporte se ha discutido mucho, pues diversos
historiadores asignan “la invención de la imprenta” a otros personajes, generalmente de la
misma nacionalidad del historiador. Así, por ejemplo, se habla de su invención en Holanda,
en otros puntos de Alemania, y hasta en España. Es un debate ocioso, ya que es sabido que
se trató de un proceso prolongado en el cual hubo numerosos aportes,

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