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870 Oncología ginecológica SECCIÓ N 4 tores clínicos, es importante valorar de manera individual a cada paciente antes de comenzar una estrategia terapéutica. Citorreducción quirúrgica primaria Enfermedad residual. Desde el informe inicial de Griffi ths en 1975 que sugería el valor de la reducción de volumen, se asume la valía de este procedimiento. A partir de entonces, muchos estudios retrospectivos apoyaron la ventaja aparente en la supervivencia de mujeres con cáncer ovárico avanzado si podían dejarse menos de 2 cm de enfermedad residual con la citorreducción. En particu- lar, 2 cm de enfermedad residual describen el resultado quirúrgico en el cual ninguna de las múltiples áreas individuales residuales de tumor mide más de 2 cm. Se demostraron mejorías adiciona- les cada vez mayores en la supervivencia cuando la enfermedad residual medía menos de 1.5, 1 o 0.5 cm. La supervivencia más prolongada se notifi có cuando no hubo enfermedad residual al ter- minar la intervención quirúrgica (Chi, 2006). Por defi nición, para considerar que se ha reducido el volumen de modo efi caz, debe quedar menos de 1 cm de cáncer residual. Hay varias razones por las que se cree que la extirpación de las metástasis de cáncer ovárico prolonga la supervivencia. Primera, la intervención quirúrgica elimina grandes cantidades de clonas celu- lares tumorales resistentes a la quimioterapia. Segunda, la extirpa- ción de masas necróticas mejora la llegada del fármaco a las células restantes bien vascularizadas. Tercera, las pequeñas metástasis tumorales residuales deben tener un crecimiento más rápido y, por tanto, han de ser más susceptibles a la quimioterapia. Cuarta, la reducción del número de células cancerosas debe necesitar menos ciclos de quimioterapia y reducir la probabilidad de resistencia a la misma. Por último, la eliminación de neoplasias voluminosas podría mejorar la función del sistema inmunitario. El que estas supuestas ventajas de la reducción de volumen en realidad tengan relevancia clínica es tema de debate (Covens, 2000). Sin embargo, por los benefi cios aparentes, casi siempre se practica citorreducción quirúrgica primaria cuando lo permiten las circunstancias clínicas. Puesto que la meta es resecar la mayor cantidad posible del cáncer ovárico y las metástasis, tanto la inter- vención quirúrgica laparoscópica como la robótica tienen una fun- ción limitada (Magrina, 2011; Nezhat, 2010). De forma típica, se necesitan diversos procedimientos para lograr la menor cantidad de cáncer residual, como se describe más adelante. Estrategia quirúrgica para la citorreducción. En general, se recomienda realizar una incisión media para permitir el acceso al abdomen completo. Las pacientes con cáncer avanzado no necesi- tan lavados peritoneales ni valoración citológica del líquido, pero casi siempre es necesario extraer varios litros de líquido de asci- tis para mejorar el acceso. A continuación, se explora con detalle el abdomen para establecer rápidamente si es posible reducir el volumen del tumor. Es preferible llevar a cabo una intervención quirúrgica limitada en lugar de un procedimiento extenso cuando se dejará un tumor mayor de 2 cm. Cuando es imposible llevar a cabo una histerectomía y una BSO, se obtiene una biopsia de ova- rio y una muestra de endometrio por medio de dilatación y legrado para confi rmar el tumor ovárico primario y excluir la posibilidad de un carcinoma seroso papilar uterino ampliamente metastásico. Sin embargo, cuando el cáncer se puede resecar la intervención quirúrgica empieza con el procedimiento menos complicado. A menudo es posible efectuar fácilmente una omentectomía infracólica que se extiende (es decir, gastrocólica) cuando es nece- vención quirúrgica. Sin embargo, las mujeres con cáncer ovárico epitelial grado 3 en estadio IA o IB y cualquier tumor en estadios IC y II deben recibir entre tres y seis ciclos de carboplatino y pacli- taxel (Morgan, 2011; Trimbos, 2003). En un estudio clínico de fase III del Gynecologic Oncology Group (GOG) (protocolo #157), las mujeres con cáncer incipiente fueron asignadas al azar a recibir tres o seis ciclos de esta combinación. En general, con los tres ciclos se obtuvo una tasa de recurrencias similar a la conseguida con los seis ciclos, pero con menos efectos secundarios (Bell, 2006). No obstante, en un subanálisis de pacientes en este estudio con tumo- res serosos, el tratamiento con seis ciclos redujo el riesgo de recu- rrencias (Chan, 2010a). A pesar de la quimioterapia, más de 20% de las mujeres con cáncer incipiente tuvo recurrencias en los primeros cinco años, lo cual sugiere la necesidad de una mejor estrategia terapéutica. En respuesta a este fenómeno, el GOG llevó a cabo un estudio clínico con asignación al azar en fase III de carboplatino y paclitaxel pos- quirúrgicos, seguidos de observación o paclitaxel semanal durante 24 semanas (protocolo #175). Por desgracia, no se observaron benefi cios con el paclitaxel de sostén en las pacientes con cáncer incipiente (Mannel, 2011). Vigilancia Una vez que concluye el tratamiento, las pacientes con cáncer ová- rico incipiente se citan cada dos a cuatro meses durante los prime- ros dos años; posteriormente, dos veces al año durante otros tres años y, por último, de forma anual. En cada consulta, se llevan a cabo exploraciones física y pélvica completas. Si el CA-125 estaba elevado al principio, se solicita una medición de su concentración sérica (Morgan, 2011). En un estudio clínico europeo multiinstitucional, se valoró la utilidad de la concentración de CA-125 para vigilar el cáncer ová- rico después de concluir el tratamiento primario. En este estudio, se demostró que las mujeres con cáncer ovárico recurrente no viven más cuando la quimioterapia se instituye antes con base en la eleva- ción del CA-125, en comparación con el tratamiento tardío hasta que aparecen síntomas. El grupo vigilado mediante la concentración de CA-125 recibió cinco meses más de quimioterapia, mientras que las mujeres diagnosticadas y tratadas más tarde por recurrencias evi- dentes tuvieron mejor calidad de vida (Rustin, 2010). Ya sea que se sospeche por medio de la exploración física, la concentración de CA-125 o la aparición de síntomas nuevos, las recurrencias también se pueden identifi car con ayuda de estudios de imagen. De estos últimos, el más útil para ubicar las metástasis o las recurrencias pélvicas es la tomografía computarizada. ■ Tratamiento del cáncer ovárico avanzado Casi 66% de las pacientes tendrá cáncer en estadios III a IV y, por tanto, el tratamiento de varias modalidades será el indicado para obtener el mejor resultado (Earle, 2006). De manera ideal, al inicio se utiliza la citorreducción quirúrgica para eliminar el cán- cer macroscópico, seguida de seis ciclos de quimioterapia a base de platino. No todas las mujeres son elegibles para someterse a la intervención quirúrgica primaria por problemas médicos o porque tienen un tumor imposible de resecar. Además, en un estudio clí- nico con asignación al azar y reciente, llevado a cabo en Europa, se concluyó que el tratamiento inicial con quimioterapia seguido de intervención quirúrgica para reducir el volumen del tumor, tiene resultados similares (Vergote, 2010). Para equilibrar todos los fac- 35_Chapter_35_Hoffman_4R.indd 87035_Chapter_35_Hoffman_4R.indd 870 06/09/13 22:0106/09/13 22:01 GINECOLOGÍA������������������������������������������������� SECCIÓN 4 ONCOLOGÍA GINECOLÓGICA���������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 35. CÁNCER OVÁRICO EPITELIAL���������������������������������������������������������������������������������������������������� CÁNCER OVÁRICO EPITELIAL���������������������������������������������������������������������������������������� TRATAMIENTO DEL CÁNCER OVÁRICO AVANZADO�������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������
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