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Mentes Conscientes Mentes Conscientes Jaime Castro Diego León Fabio martínez Univerisdad nacional de colombia sede bogotá FacUltad de ciencias HUmanas dirección de bienestar Universitario Unidad de gestión de Proyectos diseño: Keiddy neira // Jaime castro Portada: Keiddy neira grUPo de estUdios contemPoráneos en conciencia grUPo de investigación en consciencia Jaime castro martínez diego león Fabio martínez imPreso en Unibiblos bogotá d.c., colombia Índice Prefacio I ¿Qué es la Consciencia? 13 DIego A. León R. y JAIme CAstRo mARtínez ¿Qué es la Consciencia? Contexto Histórico-Filosófico Contexto Histórico-Psicológico La Pregunta por la Consciencia Postura de Chalmers Problemática Actual de los Estudios sobre la Consciencia Conclusiones II mesa Redonda: 37 Riqueza explicativa de la Física Cuántica y la neurobiología en el estudio de la Conciencia III mesa Redonda: 79 tiempo, Realidad y Conciencia IV Foro: 109 Voluntad y Libre Albedrío: ¿Ficciones del Cerebro? V Una Visión emocional de la Consciencia 143 DIego A. León R. El Fracaso en la Explicación de la Consciencia La Experiencia Consciente Emoción como un proceso “funda-mental” Emoción y Experiencia Subjetiva La Emoción desde los Estudios en Conciencia Emoción como Generadora de Consciencia Aproximación de Watt: “La Emoción es uno de los Procesos Básicos para Construir Estados Conscientes” Conclusiones VI La Palabra como núcleo de Confluencia entre el Lenguaje y otros Campos de Conocimiento 171 Implicaciones para la Relación entre Conciencia y Lenguaje nICoLás ARIAs VeLAnDIA El Problema del Crecimiento del Vocabulario Léxico y Funcional El Problema de las Operaciones Metalingüísticas La Reflexión y la Construcción del Conocimiento sobre la Lengua A Modo de Conclusión VII modelos Funcionalistas en neuropsicología y su Relación con el Problema de la Conciencia 205 PAbLo Reyes gAVILán Funcionalismo Neuropsicológico La Atención como Función Cognitiva Atención y Conciencia Funciones Ejecutivas Memoria de Trabajo La Resolución de Problemas Metacognición y Metarrepresentación Funciones Ejecutivas y Conciencia Conclusión y otras palabras notas 229 El Grupo de Estudios Contemporáneos en Conciencia (actualmente Grupo de Investigación en Consciencia) de la Universidad Nacional de Colombia, nació el primer semes- tre de 2001 como resultado del encuentro periódico que in- formalmente teníamos quienes, en aquella época, éramos estudiantes de psicología. Semanalmente nos reuníamos en la cafetería para leer, con análisis profundo y crítico, algunos tópicos selectos de la literatura relevante al tema de la cons- ciencia. Este libro es el fruto material de esta labor y recoge, en sus diferentes capítulos, el esfuerzo que hemos realizado durante ya cerca de seis años de actividad en el intento de mostrar que el estudio de los fenómenos relacionados con la actividad consciente es un campo abonado para la psicología y para otras disciplinas que se enfrentan al desafío de desen- trañar los misterios que rodean ese devenir de la realidad en nosotros mismos, realidad que William James llamó “el flujo de la consciencia”. En las páginas que siguen, el lector podrá encontrar las variadas posturas que son representativas de las discusiones que han tenido lugar en el contexto académico y científico mundial, y los distintos diálogos que han hecho del estudio de la consciencia uno de los terrenos de investigación más apasionantes en la historia del conocimiento humano. En primer lugar, y como punto de partida necesario para or- ganizar las ideas de los capítulos subsiguientes, comenzamos por construir en la introducción una definición de la palabra “consciencia” que, no pudiendo ser tan completa como para reflejar todo lo que sobre éste fenómeno se ha dicho, intenta presentar de manera integral los diversos elementos centrales que, en nuestra labor de exploración de la literatura y de las investigaciones contemporáneas, hemos encontrado determi- nantes para comprender cuál es la naturaleza del problema que tenemos entre las manos cuando queremos estudiar la actividad consciente y la experiencia subjetiva. Los siguientes tres capítulos presentan la versión editada para el formato escrito de la trascripción de sendos eventos que reali- zamos entre el 2003 y el 2004, como parte de la actividad de divul- gación que hemos venido haciendo para la comunidad académi- ca. Los diálogos que allí se generaron y las certeras y entusiastas reflexiones de nuestros invitados han contribuido a consolidar las ideas que marcan el desarrollo de los capítulos siguientes. Prefacio En el primer evento, la mesa redonda titulada “Riqueza explica- tiva de la física cuántica y la neurobiología en el estudio de la cons- ciencia”, nuestros ponentes, el físico José Sarta, los psicólogos Raúl Oyuela, Juan Daniel Gómez y Jaime Yáñez, y el neurofisiólogo Alejandro Múnera, nos adentran en una polémica que goza de una completa vigencia y que cuestiona los alcances explicativos que tienen dos de las principales disciplinas que han aportado un cuerpo importante de datos empíricos y elementos conceptuales al tema de la consciencia: las neurociencias y la física cuántica. En el segundo capítulo intitulado “Tiempo, realidad y con- ciencia”, los psicólogos Gilberto Oviedo, Oscar Aguilar, el físico Víctor Tapia y el filósofo Juan José Botero, nos presentan una visión integral de la importante función que tiene la dimensión temporal en la comprensión del fenómeno consciente. Ade- más de proponer una discusión plena de riqueza conceptual, los invitados, de manera clara y sencilla, nos permiten acce- der a uno de los aspectos más fascinantes de la consciencia, su naturaleza dinámica y su relación con la estructuración de la realidad que construimos permanentemente a lo largo de nuestra vida como seres conscientes. En el tercer evento, el foro “Voluntad y libre albedrío: ¿Ficcio- nes del cerebro?”, y acompañados por tres reconocidos exper- tos en su campo, el biólogo Eugenio Andrade, el físico Efraín Barbosa y el filósofo Jorge Aurelio Díaz, tuvimos la oportuni- dad de apreciar un verdadero diálogo entre disciplinas, una reflexión magistral sobre el papel activo que desempeña la consciencia como determinante fundamental de las acciones que llevan a cabo los organismos, y en particular del ser hu- mano como observador de su propio universo. En el capítulo quinto, el psicólogo Diego A. León, nos hace una invitación para que reconsideremos la función crucial que tienen las emociones dentro del marco de comprensión de la consciencia. Luego de identificar los conceptos centrales de la investigación sobre las emociones y de revisar los principa- les hallazgos empíricos relacionados con éstas y el estrecho vínculo con la actividad consciente, el autor nos muestra la importancia de la interdependencia que hay entre los proce- sos emocionales y el origen y construcción de la experiencia subjetiva, la cual se considera como un elemento fundamen- tal de los estados de consciencia. En el capítulo sexto, el psicólogo Nicolás Arias nos preenta la relación que existe entre la consciencia y el lenguaje, siendo éste un componente de la vida mental que “permite a una persona tener presente la experiencia y el conocimiento del mundo orga- nizado en conceptos para sí”. A lo largodel capítulo asistimos a la construcción de un modelo de explicación que nos hace ver por qué el proceso de adquisición y desarrollo del lenguaje se encuen- tra íntimamente relacionado con la construcción y organización individual del conocimiento sobre el mundo y con el surgimiento de las propiedades psicológicas que hacen de los seres humanos observadores particulares de sí mismos y de su entorno. Por último, en el capítulo séptimo, el psicólogo Pablo Reyes, nos lleva a cuestionarnos sobre la capacidad que tienen los es- tudios neuropsicológicos y la perspectiva funcionalista que sub- yace a éstos para explicar las funciones cognitivas de la cons- ciencia, y en especial el problema central de la consciencia, la experiencia subjetiva. A través de la exploración de los aspec- tos cognitivos más importantes que hacen parte de la actividad consciente, tales como la atención, las funciones ejecutivas, la memoria de trabajo, la resolución de problemas, la metacogni- ción y la metarrepresentación, el autor nos hace ver que la no- ción de objetividad, al igual que la de conocimiento objetivo de las teorías funcionalistas, se queda corta cuando nos enfrenta- mos a la comprensión del fenómeno de la consciencia. Queremos finalizar expresando nuestros más sinceros agradecimientos a la Universidad Nacional de Colombia, y en especial a la Unidad de Gestión de Proyectos de la Sede Bogo- tá y a la Dirección de Bienestar Universitario de la Facultad de Ciencias Humanas, por su apoyo constante al trabajo que he- mos venimos desarrollando durante los últimos años, y por su particular respaldo para la publicación de este libro. También nos queda un sentimiento de gratitud a quienes nos acompa- ñaron como ponentes invitados a los eventos organizados y a todas las personas que de una u otra forma hicieron parte del proceso de formación que ha caracterizado la actividad del Grupo de Estudios Contemporáneos en Conciencia desde sus primeros diálogos de cafetería hasta su consolidación actual como Grupo de Investigación que busca contribuir al conoci- miento de la naturaleza de la mente y de la actividad biológica, psicológica y social que subyace a la actividad consciente. Jaime Castro Diego León Fabio martínez bogotá, 2007 13 I ¿QUÉ ES LA CONSCIENCIA? Diego A. León R.* y Jaime Castro Martínez** El presente capitulo tiene como objetivo dar al lector una aproximación de lo que se entiende actualmente por cons- ciencia y cuáles son los principales problemas que se han suscitado a su alrededor. Para tal fin se hará un rápido reco- rrido por las principales corrientes que abordan la conscien- cia, mostrando las ideas más importantes y que han gene- rado mayor polémica, pero no se entrará en una discusión profunda ya que desbordaría el objetivo de este apartado. La información encontrada en este capítulo les presentará a los lectores una panorámica global de muchos de los conceptos y temas tratados en el resto del libro. Comenzaremos por presentar el origen etimológico del término consciencia, los sentidos “ordinarios” con los que normalmente se asocia en la literatura, y los contextos histó- rico-filosóficos e histórico-psicológicos de los cuales devie- ne, posteriormente nos enfocaremos en la principal pregun- ta que se forma en el estudio de la consciencia, mostrando cuál es en los postulados de John Searle (1999), luego pasa- remos a exponer la postura de David Chalmers (1996) des- de la que se ha proclamado que el núcleo central de toda ciencia de la consciencia es la explicación de la experiencia subjetiva. Después, haremos un breve recorrido por las prin- cipales discusiones y problemáticas que se han suscitado alrededor de la actividad consciente, en este punto no pre- tendemos ser exhaustivos, sino presentar a los lectores al- gunos de los elementos de discusión que han tenido mayor tradición y que actualmente generan mayor controversia. Por último, presentaremos unas cortas conclusiones, expo- niendo algunos puntos de acuerdo a los que se ha podido llegar en el estudio actual de la consciencia. ¿Qué es la Consciencia? Definir la consciencia no es una tarea sencilla, para al- gunos ni siquiera es posible o por lo menos pensable. La vía permitida por el momento es hacer un recuento de sus orígenes etimológicos para hallar los restos arqueológicos de su uso, y por tanto de su significación actual, o nombrar * Psicólogo egresado de la Univer- sidad nacional de Colombia y Profesor de Cátedra de la Ponti- ficia Universidad Javeriana. e-mail: diego_leon80@yahoo.com.mx ** estudiante de Psicología de la Universidad nacional de Co- lombia. e-mail: jaimecastrom@gmail.com 14 las formas frecuentes en que se halla estampada en la lite- ratura. A pesar de esta significación primaria, las críticas -que son muchas por cierto- a la conceptualización de la consciencia, quedan en su mayoría intactas. El Origen Etimológico del Término “Consciencia” En la antigua Grecia ser consciente de algo significaba compartir el conocimiento de ese algo con alguien más o con- sigo mismo. El conocimiento en cuestión era a menudo de algo secreto o vergonzoso, “la fuente de una mala conciencia” (Zeman, 2000), de ahí que su origen esté ligado a conceptos morales. Este conocimiento “personal” aunque “público” -y he aquí lo que podría ser una paradoja- fue degenerando hasta lo que concebimos hoy como conocimiento “privado”, intrans- misible, de primera persona. En un sentido más general “cos- cientia” se concibió como conocer, o de otra forma, el saber sobre el hecho de saber, la intelección del saber, ser capaz de pensar acerca de lo que uno sabe (Silvestri y Blanck, 1993; Ballin, 1989). La relación entre consciencia y conocimiento ha- ce más evidente sus vínculos con conceptos como cognición, episteme o gnosis, correspondencia que subyace a razones histórico-filosóficas que discutiremos más adelante. Otras definiciones del término consciencia derivan de la necesidad original de su uso como distinción y cortar. El pri- mer sentido ha devenido en la diferenciación clásica entre lo externo, o mundo público, y lo interno, o mundo privado o mental. Este sería su sentido primitivo y el más conflictivo, en cuanto que contraviene algunos supuestos actuales de la inexistencia de tal distinción, o por lo menos se acoge a este campo de discusión sobre la falacia del realismo directo o del realismo ingenuo (p.e. Smythies y Ramachandran, 1998, cita- do por Smythies, 2003). Mientras que su segunda acepción se traduce en la sutil apreciación actual de la consciencia como constructora o formadora de la realidad, es decir, la conscien- cia como generadora del cambio en la medida en que corta el universo1 produciendo el sentido del cambio, la idea percibi- da de flujo o de continuidad a través de una serie de estados limitados en tiempo y espacio. Por último hallamos las traducciones ligadas al concep- to ya discutido de conocer, pero dividido bajo tres parámetros de interpretación, el bio-reactivo, atado al carácter biológico- genético de la consciencia, como habilidad para reaccionar al medio, el auto-reflexivo, cuyo carácter se presenta como personal y reflexivo, más del lado que tradicionalmente se ha tomado en psicología como conocimiento de sí mismo, y por último como conocimiento consensuado, de carácter socio- lógico o social, como conocimiento de sí mismo y del medio (Vitaliano y Rakovic, 2003). La consciencia como sistema de conocimiento del mundo y de nosotros mismos tendrá una implicación particular en lo que resta de éste libro. 1 Desde la teoría de la relatividad se concibe un universo blo- que cuatro-dimensional. La segmentación en espacios de tiempo de este universo (es- pacios tridimensionales que se relacionan en el tiempo) llevaría a la construcción de un “flujo temporal” de la realidad. La consciencia tendría un papel fundamental como manifesta- ción psicológica “encadenan- te” del espacio tridimensional, generando la percepciónde cambio. 15 Los Sentidos “Ordinarios” del Concepto de Consciencia Las definiciones de diccionario vinculan el sentido de consciencia con la percatación de algo exterior o interior. Tal percatación conduce a tres representaciones distintas: la psi- cológica, como apercepción o percepción del yo por sí mismo; la epistemológica, que da cuenta del sujeto del conocimiento, y la metafísica, en donde aparece el sujeto que conoce y lo apercibido. Dentro de estas definiciones cabe la clasificación como conocimiento del bien o del mal, “la voz de la concien- cia”, con la cual popularmente se interpreta, y que deriva del significado etimológico moral mencionado anteriormente. Otras definiciones ordinarias aluden a tres sentidos: el primero como estado de estar despierto (waking state), que proviene del hecho de percibir, interactuar y comunicarse con el medio y con los otros de una manera integrada, lo cual implica un estado de despertar o de vigilia. En este sentido la consciencia es asunto de grado, que inicia con el estado de vigilia, pasando luego al sueño, para terminar en el coma (Zeman, 2002). La consciencia en este sentido es lo que se tiene cuando se está despierto y lo que se pierde en el sueño profundo o bajo anestesia y se recupera de nuevo al despertar (Edelman, 2002, citado por Tirapu, Muñoz y Pelegrín, 2003). La consciencia, así, se vincula con el estar en estado de ac- tivación (arousal), de alerta o vigilante, y es el normalmente utilizado por las neurociencias. El segundo sentido es el de experiencia. Tal apreciación, comúnmente utilizada y la más defendida, en términos estric- tos por muchos autores, implica una acción sobre algo, “la consciencia de algo”. Implica la variación del contenido de la experiencia de momento a momento, y la sensación del “yo” en el ahora. Tal sentido es más interno ya que subraya la di- mensión cualitativa, subjetiva de la experiencia (Zeman, 2002). El ser consciente bajo este sentido, consiste en la capacidad de percibirse a “uno mismo” en términos relativamente ob- jetivos, manteniendo un sentido de subjetividad (Prigatano y Schacter, 1990, citados por Montañés, 2003). El qualia o la tex- tura subjetiva de la experiencia, es la esencia de este sentido, y dentro de las características atribuidas bajo este concepto se halla lo personal, como contenidos estables durante cortos periodos de tiempo, lo unificada, continua sobre el tiempo, lo selectiva (que resalta el carácter atencional), de capacidad limi- tada (o mnemotécnica), intencional, y “aspectual”, que refiere a su cualidad “deíctica”2 , en tanto que es condicionada por la perspectiva sobre la cual nuestro punto de vista consciente disponga. El valor de la consciencia bajo este sentido adquiere un carácter adaptativo o de prolongación de la vida humana. Por último se encuentra el sentido de estado mental o mente, bajo el cual cualquier estado con contenido propositi- vo o intencional puede decirse que es consciente. Creencias y deseos entran en juego bajo tal definición. Un ejemplo de ello 2 el término “deíctico” se utiliza aquí para señalar la propiedad de la consciencia de depender de los puntos de vista particu- lares para su definición, los cuales varían de un sujeto a otro. 16 sería la típica frase de “perder la conciencia”. Pasemos ahora al contexto histórico del uso filosófico del término. Contexto Histórico-Filosófico Posiblemente el interés sistemático por el concepto mo- derno de consciencia tuvo su origen en el siglo XVII bajo la ma- no de dos pensadores: René Descartes y John Locke; aunque el término ya había sido utilizado con anterioridad por griegos como Plotino quien se interesó por la pérdida de la conscien- cia bajo el efecto de ciertas drogas, circunscribiéndose a lo que actualmente se denomina conciencia del yo o la autocon- ciencia (Ballin, 1989). En el Ensayo sobre el entendimiento hu- mano, John Lock define el reflexionar como estar consciente de estar consciente, o saber que se sabe. Aristóteles también sentó el concepto actual bajo el sentido de nous, entendimien- to o razón. Dos mil años después este nous se convertiría en la res cogitans de Descartes o “la cosa que piensa”, utilizado en Meditaciones metafísicas. La filosofía produjo una nueva visión de la consciencia que pasó a ser catalogada como un constructo teórico, definida como procesos inferidos que no están al alcance de la percep- ción sensorial directa. La aprehensión del yo dependiente de las percepciones es algo que ya había formulado David Hume, retomando la tesis de Berkeley de que “el ser es ser percibi- do”, agregando que de él podría decirse con verdad que “no existe durante el sueño profundo”. James tampoco encontró fundamento para un pensador no fenoménico independiente, o para un ego trascendental, en su lugar consideró que “cada pensamiento en su lugar es su propio pensador”. Contexto Histórico-Psicológico “La única asunción común desde un principio a la ciencia natural y a la psicología radica más bien en la conciencia que acompaña a toda experiencia, gracias a la cual le son dados los objetos al sujeto, y sin la cual no puede hablarse de un conocimiento de la condiciones en las que se basa esa distinción ni de determinadas características por las que puede distinguirse un factor del otro” Wilhelm Wundt Wundt, al igual que Julio Verne, fue un visionario de su época. Se anticipó a los trabajos sobre atención, resaltando el valor de este proceso para la experiencia consciente, bajo los términos de aprehensión y apercepción, éste último como acepción sinónima de consciencia, discutida anteriormente, y cuyos principios comprenden, por un lado, la síntesis de los elementos de un conjunto -recordemos que la perspectiva de Wundt era mayoritariamente estructuralista-, la actividad mental como totalitaria, y el carácter “voluntarista”. Predijo los trabajos sobre memoria. También tuvo un gran aporte en el conocimiento sobre las emociones, rescatando el papel de los sentimientos. Quizás sea este uno de los aportes que más lo vinculan a la consciencia, al hablar de sentimiento de identi- 17 dad de yo manejado por tres principios que aún hoy se conser- van, ellos son: la actividad como movimiento -asombrosamen- te similar al principio de la filosofía materialista dialéctica-, el control manifiesto a través de los actos voluntarios (se podría decir, con razón, que la psicología de Wundt era “voluntarista” ya que el ser humano tiene un papel activo sobre el mundo), y por último, la unidad que conserva el yo -este aspecto es muy similar al rescatado por William James sobre el mismo tema: la consciencia como unidad continua en el tiempo, a la vez que discreta (James, 1945/1890)-. Podemos atribuir con cierta validez que haya sido Wun- dt quien rescatara la consciencia del olvido. Su psicología de la experiencia o psicología de la ganzheit era el estudio científico de la experiencia inmediata y, en consecuencia, el estudio de la consciencia humana o mente. Hay que acla- rar que la mente para Wundt no era una sustancia sino más bien la totalidad de la experiencia consciente en un momen- to dado (Wundt, 1982/1896). Es de rescatar, en la tesis de Wundt, su idea de necesidad de síntesis como conciliación de opuestos en una verdad superior -esta idea ha resurgido en la llamada era de la complejidad con la cual se intenta superar el concepto ampliamente utilizado de análisis-, y su idea de experiencia como directa, inmediata y cambiante, no como cosas sino como acontecimientos. Para Wundt esta experiencia estaba relacionada por un lado con la atención, aspecto esencial del estudio de la consciencia actual. William James, hacia finales del siglo XIX, entendía la consciencia a través de una serie de “principios” (James, 1904, 1997/1890). En el primero de ellos dividía la conscien- cia en un número de “estados”. Cada uno de estos estados tendía a ser parte de una consciencia personal. Para James estos estadosy sus resultados conjuntos eran diferentes en tanto existían divergencias temporales y espaciales: “ni la contemporaneidad, ni la proximidad espacial, ni la similitud de cualidades son capaces de fundir pensamientos al tiem- po, los cuales están separados por esta barrera del pertene- cer a las mentes de diferentes personas”. En un segundo principio James afirmaba que cada esta- do de consciencia personal está siempre cambiando. Para él, ningún estado, una vez transcurrido, puede presentarse nue- vamente y ser idéntico con lo que era antes: “lo que aparece a nuestra atención son relaciones que dependen de los sen- timientos”. James encontraba un sustrato en esta imposibili- dad al decir que la inmodificación cerebral es imposible. Por último, para James la consciencia es sensiblemente continua, lo cual se visualiza a través de dos situaciones: 1. Aún cuando puedan existir brechas temporales -eventos dis- tintos- ‘yo’ mantengo la unidad del self o Yo, y 2. Los cambios de un momento a otro en la cualidad de la consciencia nunca son absolutamente abruptos. Para James la consciencia es fluida, no encadenada. A pesar de que exista la imagen de 18 una serie de “eventos” que generan el conjunto de lo que lla- mamos consciencia, la consciencia, como una totalidad, no puede ser entendida como la suma de esos eventos, sino co- mo ese todo superior que fluye en el tiempo, y que de alguna manera genera el tiempo mismo. Años más tarde, luego de la consolidación de los trabajos de Wundt y James, autores como Édouard Claparède, instau- raron lo que se llamó la “ley de la toma de consciencia” por la cual las dificultades y alteraciones de la actividad huma- na conducen a una ‘toma de consciencia’. Esta “ley” tendría posteriormente un fuerte impacto en los trabajos iniciales del psicólogo ginebrino Jean Piaget. Para Piaget esta toma de consciencia está ligada a la aparición del lenguaje, y es fundamental para la socializa- ción de los individuos, a la vez que en la diferenciación del sujeto de los demás (Piaget, 1974). Según Piaget las relaciones sociales se logran a través de los procesos de coacción y colaboración en las interacciones sociales. Esta interacción debe ser tal que permita el enfren- tamiento de opiniones y la coordinación de puntos de vista. El niño, para ello, debe poder ‘descentrase’ de su posición -en la cual el mundo gira en torno a él, lo que se ha llamado en psicología ‘egocentrismo’-. Este proceso de descentración es el que conduce a la toma de consciencia del propio Yo y de las relaciones entre los objetos y las personas. La toma de cons- ciencia del Yo conduce a la diferenciación del sujeto del mun- do que lo rodea. La socialización sería para Piaget un proceso adaptativo al medio (Piaget, 1974; Montealegre, 1992). Otro de los autores que más impacto tuvo en la idea de consciencia fue L. S. Vygotski. Vygotski (1989) habla de una serie de niveles de generalización. Los agrupamientos sin- créticos, el pensamiento en complejos y los conceptos po- tenciales y verdaderos. A través de un proceso de ‘síntesis’ de rasgos abstraídos el niño está en capacidad de tomar consciencia de la realidad de los objetos en el concepto re- presentado. Utilizando el término de sistema de control de conceptos, Vygotski daba a entender que el proceso de siste- matización era sinónimo de ‘conscientización’. Para Vygotski la consciencia tiene un origen social. Autores como Mead ven en el acto social una precondición de la cons- ciencia. A diferencia de Mead para Vygotski la dimensión social de la consciencia es primigenia en tiempo y hecho, mientras que la dimensión individual es derivada y secundaria (Silves- tre y Blanck, 1993). Mientras que para Vygotski la adquisición social de la consciencia se da a través de la interacción con el mundo -y con los objetos, mediatizadores o instrumentos de la cultura-, para Piaget es un proceso que depende más de la in- teracción entre pares y de los procesos de conflicto con ellos. Leontiev, que junto con Vygotski y Luria conforman una de las tríadas más importantes de la psicología rusa, afirmaba que la consciencia es una elaboración de la estructura interp- 19 síquica, y debía ser considerada el problema fundamental de la psicología (Silvestre y Blanck, 1993). Dentro de la psicología histórico-cultural la realidad de la consciencia es la realidad del signo. La consciencia es un reflejo activo de la realidad. La tradición del estudio y consideración de la consciencia en el campo de la psicología perduró en el pensamiento eu- ropeo y de la unión soviética por años. Las diferentes guerras y el posicionamiento de la corriente conductista americana mermó considerablemente su estudio, ya que la consciencia era vista en su aspecto “mental”, lo que no era bien acogido por la psicología conductual predominante. Sólo después de la aparición de las ciencias cognitivas y las neurociencias el tema de la consciencia vuelve a tomar for- ma y peso, aunque pocos han sido los psicólogos que se des- tacan en la inclusión reciente del estudio del fenómeno, sin embargo cabe destacar el trabajo pionero de Bernard Baars y su Teoría del Espacio Global de Trabajo (Baars, 1988, 1997). La Pregunta por la Consciencia El estudio de la consciencia ha adquirido un lugar muy importante dentro del quehacer científico contemporáneo, aunque esto no es nada novedoso, ya que la pregunta de cómo y porqué experimentamos la realidad de la forma como lo hacemos ha estado presente en la historia del hombre y su abordaje de la naturaleza. Lo novedoso, es la aceptación que ha tenido durante las dos últimas décadas su estudio dentro de las ramas de las ciencias naturales y sociales. En esta línea John Searle en 1999 dijo: “El más importante descubrimiento científico de la presente era lle- garía cuando alguien descubra la respuesta a la siguiente pregun- ta: ¿Cómo exactamente los procesos neurobiológicos en el cerebro causan la consciencia?” (p. 1). Con este enunciado Searle se ubica dentro de la ma- yoría de científicos que piensan que la consciencia es un proceso biológico, en primer orden, y el producto del fun- cionamiento del cerebro, en segundo. Como vimos existen muchas acepciones de la palabra consciencia, las cuales se usan comúnmente sin prestar aten- ción a lo que se quiere decir con ella. Hablamos por ejemplo de la falta de consciencia cívica, de los actos inconscientes, del estado de consciencia después de un accidente, de la consciencia de nuestros sentimientos, del papel de observa- dor consciente para determinar un sistema cuántico, de la consciencia fonológica, de la consciencia visual, etc. Todos estos sentidos de la misma palabra confunden y enredan el dialogo disciplinario e interdisciplinario sobre el tema que nos convoca. Lo más probable es que en un futuro próximo no lle- 20 guemos a una definición puntual y consensual de lo que signi- fica ser consciente, pero podemos comenzar a delinear puntos comunes y focos de polémica en torno a ésta ciencia naciente. Postura de Chalmers David Chalmers es un importante filósofo de la Univer- sidad de Arizona, quien enfatizó sobre la necesidad de dar una explicación a la consciencia sin negar su existencia y crear una nueva visión radical de este fenómeno de la viada mental. Para Chalmers (2002): “La consciencia nos es, a la vez, lo más familiar y lo más misterioso del mundo. Nada hay que conozcamos de forma más directa, pero resulta dificilísimo conciliarla con el resto de nuestros conocimien- to” (p. 4). Lo particular en esta propuesta es que se rescata el com- ponente subjetivo de la consciencia, ese sentimiento que te- nemos cuando poseemos una experiencia determinada. Para Chalmers la consciencia está compuesta por dos ti- pos de datos (Chalmers, 2004), los de acceso subjetivo y los de acceso objetivo. Con este tipo de datos subjetivos tenemos que tener mucho cuidado de diferenciar entre una instancia subjetiva ontológica y una epistemológica,la primera hace re- ferencia a la existencia de un tipo de sustancia que tiene una naturaleza diferente a la materia física; la segunda se refiere a esa característica de nuestro conocimiento que tiene un as- pecto subjetivo, interno, cualitativo y del cual sólo se tienen los reportes verbales. Esta precaución se debe tener para no caer en un dualismo de tipo cartesiano con las consecuencias que conlleva postular dos instancias ontológicas que deberían tener poder causal mutuamente. Para este autor la palabra consciencia es un término am- biguo que hace referencia a diferentes fenómenos que él ha dividido en dos (Chalmers, 1995a, 1995b, 1996): aquellos que son tratables desde los métodos estándar de las ciencias cog- nitivas y las neurociencias, y aquellos que se han resistido a un abordaje desde estos métodos. A los primeros se les llamó problemas fáciles y los segundos el problema duro. Dentro de los problemas fáciles Chalmers (1995a, 1995b, 1996 y 2002) enumera: la habilidad para discriminar, catego- rizar y reaccionar a un estímulo ambiental, la integración de la información por un sistema cognitivo, la reportabilidad de estados mentales, la habilidad de un sistema para acceder a sus propios estados internos, el enfocar la atención, el con- trol deliberado del comportamiento, la diferencia entre sueño y vigilia, y el discernimiento entre estímulos sensoriales y su reacción de forma apropiada para cada uno. Todos estos fenó- menos están relacionados con la consciencia, pero todos se refieren a los mecanismos objetivos del sistema cognitivo3 , 21 por lo tanto se puede esperar que con el trabajo de la psicolo- gía cognitiva y la neurociencias se llegue en algún momento a su explicación (Chalmers, 1995, 2002). El problema duro o Hard Problem4 se refiere a la dificultad para dar cuenta de la experiencia consciente, ese aspecto de la viada mental al que sólo tenemos acceso por medio de la observación en primera persona y cuya principal característi- ca es el de ser subjetiva (Chalmers, 2004). El problema duro es el problema de la experiencia consciente, Chalmers (1996) lo propone de la siguiente forma: “Cuando pensamos y percibimos, existe una parte de procesamien- to de información, pero también un aspecto subjetivo. Como Nagel (1974) lo ha propuesto, hay algo que es ser como un organismo consciente. Este aspecto subjetivo es la experiencia” (p. 4). Constantemente nos topamos con diferentes tipos de ex- periencias, que no son posibles de poner en palabras, ni de describir en términos específicos, por ejemplo, la gran ma- yoría sabemos qué es ver el color azul y sabemos a qué se refiere alguien cuando dice que el cielo es azul, pero no por ello podemos describir cabalmente lo que es ver azul. A lo su- mo podemos afirmar que ver azul es como (...) y mencionar algunos aspectos sensoriales y de las características físicas del espectro de la luz azul. Pero este no es un problema co- tidiano, porque cuando hablamos de nuestras experiencias subjetivas asumimos que nuestro interlocutor las ha tenido y por lo tanto nos comprende. Pero si tuviéramos que descri- birle a un ciego de nacimiento lo que es el color azul, sería bastante improbable que con sólo palabras pudiésemos hacer que ésta persona supiera lo que se siente ver azul. Por más entrenamiento o ayudas tecnológicas la única forma de saber cómo es un cielo azul es experimentando dicha visión. A pesar del reducido acceso a la experiencia subjetiva por métodos en tercera persona, ésta no es una imposibilidad para su estudio. Tal característica de “inefabilidad” no es un impedimento para un abordaje científico y la búsqueda de una explicación, sino un desafío para las teorías y métodos científicos que ha cons- truido el hombre (León, 2006). Antonio Damasio (1999), también ha dividido la conscien- cia en dos tipos: La conciencia nuclear, que es el sentimiento del estado interno de un organismo, un objeto y los cambios que causa tal objeto en el organismo, ésta se presenta en un aquí y en un ahora, no requiere lenguaje, memoria a largo o corto plazo, ni razonamiento, es una conciencia primitiva que está presente en todos los mamíferos, es continua y perma- nente sin importar el estado de vigilia y le da la sensación de Yo o “self” al organismo, condición necesaria para su adaptación. Por otro lado, tenemos la conciencia ampliada, ella se pre- senta en diferentes grados, depende de procesos como memo- ria, atención, lenguaje y estrategias de razonamiento, permite hacer planes y prever hechos, no es temporalmente depen- 3 Por mecanismo cognitivo nos referimos a una serie de pasos formales por medio de los que se procesa una información sintáctica para llegar a un objetivo. 4 este es el término original em- pleado por David Chalmers. 22 diente y en su forma más elevada es exclusiva de los humanos. La conciencia ampliada no puede existir sin conciencia nuclear, ésta es su base y fundamento, tanto a nivel funcional como en las estructuras cerebrales que las sustentan. En el origen de la consciencia nuclear puede estar el origen, a su vez, de la experiencia consciente, y la consciencia ampliada puede ser concebida como la resultante de la puesta en marcha de todos los mecanismos cognitivos cobijados dentro de los problemas fáciles. Un hecho resaltado por el mismo Damasio es que esta consciencia ampliada parece compartir algunas estructuras encargadas de procesar la información afectiva (León, 2006), lo cual será abordado con mayor detalle en el capítulo 5. En palabras de Chalmers (1999) la experiencia consciente “es el sentido central de la consciencia” (p. 8), un organismo es consciente si existe una sensación como ser aquel organismo, y un estado mental es consciente si hay algo como estar en aquel estado. Esta descripción de ser consciente y de estados conscientes no es clara y proporciona dificultades al momento de interpretarla cabalmente. Con ello se quiere decir que soy consciente del aroma de mi café, sí y sólo sí hay un algo (un sen- timiento) similar al de estar experimentando el aroma del café que me acaban de servir. Esta característica de la consciencia fue expuesta en primer lugar por Thomas Nagel en 1974, cuan- do mencionó que hay algo que es como ser un murciélago, es decir, que hay algo que es como experimentar sus placeres y dolores. Nagel proponía este ejemplo para discutir la efectivi- dad de las posturas reduccionistas en la comprensión de la consciencia, él tomó el caso de un Murciélago, porque este animal posee un sistema sensorial de ubicación por medio de ondas similares a un radar, en otras palabras, el murciélago ve el mundo por medio de las ondas que emite y recibe de vuelta, así que para imaginarse la experiencia sensorial de un murcié- lago hay que ser ese murciélago y estar en su estado mental particular experimentando el mundo como él lo hace. El argumento anterior también se aplica a las demás ex- periencias sensoriales, motivacionales, afectivas, etc. Para saber qué es la experiencia consciente que tiene el director de una orquesta cuando escucha la música que dirige hay que ser y estar en el cuerpo de éste director, para saber cuál es la experiencia de una madre al ver por primera vez a su hijo recién nacido hay que estar en su cuerpo, bajo su historia y cultura particular, como lo propone Raph Ellis (2000 y 2004). Para que alguna persona conozca completamente el conte- nido de un estado consciente debe poseer las anticipaciones dirigidas hacia intereses, que sólo se pueden tener si se po- see o se está en el cuerpo que genera las motivaciones que dan lugar a aquellas anticipaciones. Bucks (1995) escribió acerca de dos tipos de conocimiento relacionados con el qualia: los conocimientos por adquisición y por descripción. Los conocimientos por adquisición hacen pare de la experiencia subjetiva y para poseerlos hay que estar 23 en el cuerpo y situaciones particulares de ese organismo. Los conocimientos pordescripción, por su parte, los obtenemos por métodos de tercera persona que nos sirven para acercar- nos a cada realidad. Todos estos argumentos apuntan hacia la misma dirección: la escisión entre una parte del conocimiento que sólo es accesible en primera persona y otra desde métodos en tercera persona. Ser consciente significa conjugar, para fi- nes adaptativos, estos dos tipos de datos, por lo tanto, si nos aproximamos únicamente a una parte de ellos, obtendríamos una visión incompleta de la actividad consciente. Problemática Actual de los Estudios sobre la Consciencia En este aparte vamos a explorar algunos de los principales centros de discusión con respecto a la actividad consciente. 1. El problema mente-cuerpo Este problema tiene sus orígenes directos en la tradición cartesiana, en la que se postulaba un dualismo de sustancia entre los fenómenos mentales y los corporales. Este dualis- mo se había atenuado durante las primeras décadas del si- glo XX, por medio del olvido y negación para la ciencia de los fenómenos mentales, pero con el advenimiento de la ciencia cognitiva, resurgió la intriga por develar los misterios del fun- cionamiento, origen y naturaleza de la mente, cuestiones que se encuentran estrechamente vinculadas a la pregunta por cómo está constituido el mundo y la posibilidad de dos tipos de sustancias diferentes, una mental y otra material. El dualismo cartesiano se convirtió en una postura insos- tenible por las contradicciones lógicas que conlleva, como lo proponía Gilber Ryle (1949), “no es posible que haya un fantasma en la máquina”, esto trae problemas de causali- dad mutua, ya que ¿cómo se podrían conectar dos entidades completamente diferentes en su esencia? Algunas teorías de carácter dualista como la de Popper y Eccles (1982) propo- nían un puente en el cerebro, pero esta aproximación fue descartada por los estudios naturales. Actualmente pare- ciera que el dualismo es muy poco común en los ámbitos académicos. La opción frente al dualismo es el monismo. Al interior de los enfoques monistas tenemos los materialistas y los idealistas y, dentro del materialismo, se inscriben el fun- cionalismo y el fisicalismo, el primero con la dificultad de no encontrar un lugar funcional formal para describir y explicar la consciencia, y el segundo con el problema del reduccio- nismo, que abordaremos más adelante. El idealismo está compuesto básicamente por ideas de corte platónico como el panfisicalismo y el panprotofisicalis- mo. El panfisicalismo enuncia que la mente -para este caso la experiencia consciente- es un rasgo fundamental del mundo, 24 la cual existe a lo largo de todo el universo (Seager, 2005). S.R. Hameroff (1994, 1996) y Roger Penrose (1994) propusieron una teoría de este tipo, en la que se promulgaba que existe una interacción entre el cerebro y entidades fundamentales que producen la consciencia. Consciencia sería el resultado de la interacción entre el cerebro y la realidad fundamental por medio de ciertas estructuras que componen el cuerpo de las neuronas, llamadas microtúbulos. En estos microtúbulos se producirían fenómenos de carácter quántico, los cuales permitirían el acceso al qualia. 2. Cómo se produce la experiencia consciente Con respecto a los mecanismos que producen la experien- cia consciente hay un gran debate, pero la gran mayoría de los expertos están de acuerdo en que la consciencia es un fenómeno biológico y un producto del funcionamiento del ce- rebro, no obstante, no se reduce a la actividad cerebral. Son numerosos los estudios que relacionan diferentes aspectos de la consciencia con mecanismos neuronales, entre los aportes más destacados tenemos los de Crick y Koch (1990 y 2002) en lo referente a la percatación visual, Walter Freeman (1995), Rodolfo Llinás (2001), Antonio Damasio (1999), etc. Cada uno apoyándose en niveles diferentes de explicación desde la neu- rociencia, sin embargo, aún no se presenta un consenso acer- ca de cuáles son los verdaderos mecanismos implicados en la ‘producción’ de la experiencia consciente. Los materialistas eliminacionistas proponen que no hay que buscar explicación de ésta experiencia ya que no existe en el mundo real, es una mera ilusión creada por el cerebro, ejemplos de estos trabajos son los Paul Churchland (1992) y Daniel Dennett (1991), sin embargo, la corriente antirreduc- cionista, no cree que sea posible negar la experiencia cons- ciente y tener una imagen completa de la realidad huma- na. La propuesta de autores como David Chalmers (1995a, 1995b, 1996 y 2002) es que se debe crear una nueva ciencia de la consciencia en la que los correlatos neuronales ocu- pen un lugar importante, pero deben ser conectados con el aspecto experiencial por leyes puente, las cuales acudan a nuevas y revolucionarias teorías. Para Searle (1999) la pre- gunta sobre la causa de la consciencia es la siguiente: ¿Có- mo causan exactamente los procesos del cerebro los estados conscientes y cómo son causados exactamente estos esta- dos en el cerebro? Para este autor esta pregunta se divide en otras tantas, entre las que tenemos: “¿Cuáles son exactamente los correlatos neuronales de la conscien- cia (CNC)5 y cuáles de estos correlatos son actualmente respon- sables de la producción de la consciencia? ¿Cuáles son los princi- pios de acuerdo con los cuales un fenómeno biológico, tal como el disparo de neuronas, puede dar lugar a estados subjetivos de sentimiento o de percatación? ¿Cómo estos principios se relacio- 25 nan a los ya bien comprendidos principios de biología? ¿Podemos explicar la consciencia con el aparato teorético existente o necesita- mos algunos conceptos nuevos y revolucionarios para explicarla? ¿Está la consciencia localizada en alguna parte del cerebro o es un fenómeno global? Sí está confinada a ciertas regiones, entonces ¿a cuáles? ¿Se correlaciona con rasgos anatómicos específicos, tales como tipos específicos de neuronas, o puede llegar a ser explicada funcionalmente con una variedad de correlatos anatómicos? ¿Cuál es el correcto nivel de explicación? ¿Es el nivel de las neuronas y sinapsis o, como muchos investigadores piensan, tenemos que ir a niveles funcionales más altos tales como los mapas neuronales de Edelman (1989, 1992), o amplios grupos de neuronas (Freeman, 1995)?, ¿o son todos estos niveles muy altos y necesitamos ir a niveles más bajos que las neuronas y las sinapsis como son los mi- crotúbulos (Penrose, 1994 y Hameroff 1998a, 1998b)?, ¿o tenemos que pensar mucho más globalmente en términos de funciones trasformadas de Fourier y holografía (Pribram, 1976, 1991, 1999)?” Al interpretar los correlatos neuronales de la consciencia debemos tener mucha precaución del tipo de relaciones que establecemos, estos correlatos tan solo nos proporcionan una correlación entre el funcionamiento cerebral y un estado de consciencia, pero es muy difícil saber si en realidad estas es- tructuras causan la consciencia o son ruido que se presenta al producirse la experiencia consciente. 3. La no reductividad de la consciencia Cuando se busca una explicación para la consciencia, se suele acudir a mecanismos y procesos de niveles inferiores como la física, la biología molecular, la biología neuronal, la fisiología, la anatomía, la química, etc., sin embargo, en la ciencia de la consciencia, la postura más común es que la actividad consciente no puede ser reducida a ninguna explica- ción que acuda a órdenes inferiores de la naturaleza. Por lo general se ha intentado reducir la actividad cons- ciente al funcionamiento del sistema nervioso, en especial del cerebro. Muchos neurocientíficos proponen que la conscien- cia no es más que la actividad del cerebro o de los grupos neu- ronales (Crick y Koch, 1990; Edelman, 2004), pero hacia esta reducción hay un argumento contradictorio propuesto por el filósofo Frank Jackson (1982), el cual ha sido llamado ‘Argu- mento del Conocimiento’. La idea básica presentada por esteautor es que uno podría conocer todos los procesos físicos y objetivos acerca de la experiencia consciente humana y aún no lograr el conocimiento de ciertos hechos acerca de lo que parece subjetivamente la experiencia consciente humana. Adicionalmente, hay ciertos eventos acerca de la consciencia que son dejados por fuera de la historia narrada por los fisica- listas, de aquí que el fisicalismo resulte ser falso. El fisicalismo es la postura reduccionista más radical, en la que todo acto mental o biológico es reducido a una explica- ción a partir de la interacción de la materia por medio de las leyes de la física. El Argumento de Conocimiento es ilustrado 5 esta es la sigla de los correlatos neuronales de la conciencia. Con ella se hace referencia a los procesos y estructuras cerebrales que se han co- rrelacionado por medio de la experimentación con estados conscientes. Por ejemplo, si se obtiene en una imagen de re- sonancia magnética funcional que se activa vigorosamente una determinada parte de cor- teza visual ante el reporte de un sujeto de ver un estímulo luminoso, podríamos asumir que esta zona está implicada en el procesamiento de la in- formación visual que llega a ser consciente. 26 por el siguiente experimento mental: supongamos que en el siglo XXIII existe una neurocientífica llamada María, quien es la más destacada experta del mundo en lo concerniente a los procesos cerebrales a los que se debe la visión del color, pero María ha pasado toda su vida en una habitación en la que sólo puede ver imágenes en blanco y negro y nunca ha tenido acceso a imágenes en color. María sabe todo lo que se puede saber acerca de los procesos físicos en el cerebro que permiten la percepción del color: su biología, su estruc- tura y su función. Sabe cuáles son los correlatos entre los nombres de los colores, los cambios neurofisiológicos en el cerebro y las longitudes de onda que los provocan, sin embargo, hay algo muy importante que se le escapa a María acerca de la percepción del color, de esta forma, cuando se le dice a María si sabe qué se siente ver una manzana roja o un cielo azul es probable que su conocimiento sobre estas experiencias sea incompleto. De igual forma, actualmente es dudoso que una imagen funcional del cerebro como el PET (Tomografía por Emisión de Positrones) o IRMf (Imagen de Resonancia Magnética Funcio- nal) devele mi experiencia de ver un paisaje o escuchar una melodía. Raph Ellis (2000 y 2004) propone “el caso Bill”. Bill es un neurólogo que está interesado en conocer el amor pero nunca se ha enamorado. Bill tiene un paciente que está ena- morado en estos momentos, entonces Bill decide observar mi- nuciosamente el cerebro de su paciente para conocer qué es estar enamorado. Al observar éste cerebro, Bill no ve más que procesos neurofisiológicos del cerebro de su paciente, pero no ve por ningún lado el amor. Como lo mencionamos antes, para Ellis, el conocimiento de los datos de primera persona sólo son accesibles para la persona que los experimenta, y para tener una perspectiva completa hay que poseer el cuerpo y tener las necesidades que posee esta persona. 4. El porqué de la actividad consciente Ésta es una pregunta central en la ciencia de la conscien- cia y se dirige a la función que tiene la actividad consciente. Es muy difícil imaginarse un fenómeno que no posea función alguna, que su existencia sea vacía e inocua y cuya utilidad no sea más que adornar nuestra vida mental. Esta es la idea que mantienen muchos de los opositores de la búsqueda de una solución al problema de la consciencia. Ellos aluden que no hay tal problema ya que la consciencia es un epifenómeno, es decir, un fenómeno que no tiene influencia alguna sobre el resto del universo, en el que se incluye nuestra vida metal y corporal. Esto quiere indicar que podemos hacer una ciencia de la mente o de los procesos psicológicos sin acudir a la actividad consciente, ya que esta actividad carece de un pa- pel funcional o causal. Para muchas corrientes funcionalistas tener una función quiere decir que el fenómeno es suscepti- 27 ble de simulase o recrease artificialmente, ya que basta con abstraer las reglas que están en la base de dicha función y “correrlas” en un sistema cualquiera, es decir, con las reglas de la función podemos crear un algoritmo que reproduzca el fenómeno en un sistema artificial sin importar la materia de la que está hecho este sistema. Existe una confusión al pensar que toda función es com- putacional, es decir, que toda función puede ser ejecutada por medio de una serie de pasos formales en un sistema ar- tificial porque, evidentemente, existen funciones que no son computables (Thomson, 2000). Aclarado este punto podemos avanzar con algunas funciones que podemos adjudicarle a la consciencia: 1) Su función primordial está relacionada con permitir una mayor adaptación de los organismos vivos a su medio ambiente, y por ello se ha mantenido, complejizándose en la evolución de las especies, siguiendo una lógica afectiva más no proposicional (Panksepp, 2001 y 2005). Esta es una función principalmente biológica y sobre ella se enlazan las demás funciones específicas. La adaptación biológica: por medio de una representación del organismo, del ambiente y de las influencias del ambiente sobre el organismo (Damasio, 1999 y 2002). 2) Regulación del comportamiento: la experien- cia consciente debe servir para controlar y guiar los planes de acción por medio de la anticipación de las consecuencias de la acción (Llinás, 2001). La consciencia evolucionó para per- mitir un mayor control y regulación interna para adaptación externa. 3) Aprendizaje: aprendemos principalmente lo que es importante para nuestra supervivencia y ello depende de su significado biológico para nuestro cuerpo, el cual se traduce en una experiencia particular. 4) Tener experiencias conscien- tes nos permite ponernos en el lugar del otro y saber qué expe- rimentan los otros en diferentes situaciones. Sin consciencia es difícil pensar en una vida social, empática y altruista. 5) Recolección, selección y procesamiento de la información de forma flexible y ajustada a los contextos. 6) Función auto-or- ganizativa que mantiene el sistema equilibrado y organizado. 7) Acceso global a los contenidos del sistema, los cuales se encuentran dispersos por subsistemas especializados (Baars, 1997). 8) Apropiación de las acciones de los organismos para crear un sentido del “Yo” que les permite diferenciarse de su entorno y tener el conocimiento que su actividad les trae con- secuencias que les generan una experiencia determinada. 5. Problema de la semántica Un problema propuesto por Searle (1980) es que las aproxi- maciones funcionales y reduccionistas de la consciencia no pueden dar cuenta de la semántica que contienen los estados conscientes. La propuesta computacional proviene de una postura iniciada por la filosofía analítica desde la que se pro- pugna que la semántica está contenida en la sintaxis, que la 28 forma preposicional contiene el contenido semántico de un sistema. Esta idea de Searle se dirigía a refutar la tesis de la inteligencia artificial de que la mente puede ser recreada por un mecanismo artificial de carácter formal y con la manipu- lación de reglas. En esta postura se ejerce una fuerte opo- sición a la idea de que la mente es un programa (software) de ordenador. Insiste en que los ordenadores trabajan como sistema manipuladores de símbolos (por ejemplo, sistemas de ceros y unos) en función de unas reglas o programas (gramática). Los programas son enteramente sintácticos, sin embargo, las mentes conscientes tienen contenidos semán- ticos. Dada esta premisa, la gramática sola no es suficiente para dar cuenta de los contenidos semánticos, de lo anterior se pondría deducir que la mente consciente no es un ordena- dor, porque tiene algo más, tiene semántica. Searle propone el siguiente experimento mental conoci-do como ‘la habitación china’: Imaginemos una habitación completamente aislada del exterior, salvo por algún tipo de dispositivo (una ranura para hojas de papel, por ejemplo) por el que se pueden hacer entrar y salir textos escritos en chino. En esta habitación se encuentra una persona que no sabe chino, pero tiene a su disposición una serie de manuales y diccionarios que le indican las reglas que relacionan los ca- racteres chinos (algo parecido a “Si entran tal y tal caracteres, escribe tal y tal otros”). De esta forma, la persona que mani- pula los textos puede responder ante cualquier mensaje en idioma chino que se le trasmita, así, un observador externo puede llegar a creer que entiende el chino. Pero este ejerci- cio despierta preguntas como: ¿sabe o comprende el idioma chino la persona que se encuentra al interior de la habita- ción?, ¿Los manuales y quías de procedimiento comprenden el idioma chino?, o ¿Es la habitación en su conjunto la que tiene el conocimiento sobre el idioma chino? La interpreta- ción que se ha realizado es que el manipulador de símbolos, mediante reglas de gramática en el interior de la “habitación china”, contestaría en chino pero no “sabría” chino. Este ar- gumento de la habitación china indicaría que la semántica no es intrínseca a la sintaxis, y que ese rasgo semántico de la consciencia se escapa, en principio, de cualquier recreación por un sistema artificial de manipulación de símbolos. 6. El problema de la conjunción de la información Un aspecto en el que se han centrado muchas de las teo- rías de la consciencia es en explicar la integración de la infor- mación. Al percibir el mundo externo somos bombardeados por una gran cantidad de estímulos, los cuales son filtrados y luego fragmentados en modalidades sensoriales, la informa- ción visual se procesa principalmente en el lóbulo occipital, la auditiva en el temporal, los estímulos somatosensoriales en el parietal, la olfativa en el bulbo olfativo, y así sucesiva- 29 mente la realidad se divide en muchos grupos de información para ser procesada, pero cuando miro mi taza de café, su olor, color, el vapor, la sensación de temperatura, el sabor y la for- ma de la taza, son integrados en una única representación de ‘estar tomándome una taza de café’. Hasta el momento no hay una idea clara sobre cómo se une esta información en una experiencia consciente. Uno de los más importante aportes ha sido dado por los trabajos de Francis Crick y Christof Koch (1990 y 2002), quienes se han centrado en explicar la conciencia visual. La información que compone la imagen (forma, color, pro- fundidad, movimiento, etc.) se encuentra dispersa en nu- merosas localizaciones de la corteza visual (y de otras es- tructuras más antiguas). Francis Crick y Crick Koch creen que una gama de disparos específica, a 40 hertzios, sería la responsable de relacionar la actividad al unísono de todas esas neuronas conectadas en una actividad psíquica uni- taria. Para estos autores: “la descarga rítmica y sincrónica podría ser el correlato neuronal de la consciencia y servir pa- ra ligar la actividad de diferentes áreas corticales relativas al mismo objeto” (Crick y Koch, 2002, p. 20). Un punto de vista similar es el del neurocientífico colom- biano Rodolfo Llinás (2001). Su tesis se centra en la sincronía temporal entre el disparo de las neuronas. Llinás llama a la onda generada por el disparo sincrónico onda Gamma, la cual tiene un valor aproximado de 40 disparos por segundo y se ge- nera en la comunicación entre el tálamo y la corteza cerebral. A pesar del asombroso trabajo desde el área de las neuro- ciencias y el gran avance que se ha logrado en la comprensión de los mecanismos neuronales, aún no se tiene una idea clara acerca de cómo se une la información para dar la sensación integrada de una imagen modal o heteromodal. 7. Exploración por la brecha explicativa La brecha explicativa se refiere a la imposibilidad, en principio, para dar una explicación reductiva y natural a la consciencia fenoménica. Algunos piensan en la conscien- cia como un misterio al que nadie ha podido dar cuenta, el cual consiste en cómo una cosa física puede tener estados fenoménicos (Nagel, 1974; Chalmers, 1996; Jackson, 1982). Muchos de los defensores de una explicación reduccionista defienden una teoría de la identidad, es decir, que los esta- dos fenoménicos son lo mismo que la actividad del cerebro o determinado grupo de neuronas, pero cuando miramos las neuronas en acción no vemos el qualia por ningún lado, ni hay una razón para que éste aparezca. Existen dos posturas clásicas con respecto a la brecha ex- plicativa, por un lado se encuentran quienes afirman que con el tiempo y la evolución de las ciencias se podrá encontrar un puente que cubra esta brecha (Block y Stalnaker, 1998), pero 30 otros (McGinn, 1991) piensan que no es posible dar con una solución ya que poseemos limitaciones cognitivas para deve- lar el misterio de nuestra mente, algo así como que la mente no puede comprenderse a sí misma. 8. Los animales no humanos poseen consciencia Este uno de los aspectos que más controversia ha ge- nerado en los estudios de la mente. A partir de la tradición cartesiana, se tomó como un postulado que los animales no humanos eran autómatas sin actividad mental ni consciente. Una de las consecuencias directas de la aceptación o nega- ción de esta teoría se remite a la discusión ética sobre el uso de animales para la investigación biomédica y la agricultu- ra, ya que, si estos animales poseen estados conscientes y experiencias subjetivas como las nuestras, sería muy cruel continuar con su explotación, como se hace, al asumir que son maquinas biológicas. Además de estas implicaciones, la posición que se tome también nos servirá para ubicar al ser humano en un punto dentro del universo y encaminar nues- tros esfuerzos para obtener las respuestas a las preguntas sobre la consciencia y muchos comportamientos que se han declarado como netamente humanos. De acuerdo con Collin Allen (2006) las preguntas que se hacen acerca de la consciencia animal se inscriben dentro de un grupo de dudas más generales acerca de la cognición y la mente. Aunque a partir de la revolución cognitiva se han logra- do abundantes hallazgos concernientes a las habilidades de procesamiento de información en animales no humanos, el tema de la consciencia animal permanece controversial, con- virtiéndose muchas veces en un tabú entre las comunidades científicas, pero se mantiene en las teorías de la psicología popular de la mayoría de las personas la idea que los animales poseen experiencias conscientes. Las críticas más importantes hacia la imposibilidad de la consciencia en animales no humanos provienen de los postu- lados de la ciencia cognitiva acerca de los procesos represen- tacionales de más alto orden. Uno de los principales exposito- res de esta postura es Carruthers (1998a, 1998b, 2000 y 2005), quien ha formulado un modelo funcionalista de la consciencia fenoménica, en el que se dice que este tipo de fenómeno men- tal es el resultado de la puesta en marcha de las teorías de más alto orden del pensamiento. Según esta propuesta, un estado mental es fenoménicamente consciente para un suje- to sólo en el caso que éste pueda ser pensado directamente por el sujeto. Tales representaciones de más alto orden no son posibles a menos que la criatura posea una teoría de la mente que le genere los conceptos necesarios para pensar acerca de estados mentales. Sin embargo, existe un gran cúmulo de evidencia que pone en tela de juicio la hipótesis que los ani- males no poseen teoría de la mente, principalmente estudios 31 realizados con simios y delfines, en los que, por medio del re- conocimiento de la imagen propia en un espejo, se determina sí esta criatura posee o no tal teoría. Otro argumento comúnmente usado para negar la exis- tencia de la mente animal es proponer como condición la existenciadel lenguaje para realizar un acto reflexivo sobre la experiencia consciente. Probablemente el lenguaje sea un requisito para la aparición de la metaconsciencia, la cual se refiere a la consciencia de poseer consciencia. A este nivel sí es necesaria una teoría de alto orden para reflexionar sobre los estados mentales propios, pero a un nivel más básico y prima- rio de las experiencias afectivas o sensoriales no se requiere de tales teorías de alto orden estructuradas sobre el lenguaje. Una de las defensas más fuertes hacia la posibilidad de estados conscientes en animales no humanos proviene del trabajo de Jean Panksepp (1998, 2003 y 2005) quien, a partir de su tesis sobre las bases afectivas de la consciencia, ha es- tablecido que los mamíferos compartimos ciertos sistemas neuronales que son responsables por la aparición y control de las experiencias de emociones primitivas. Panksepp de- fiende la posibilidad de que los sentimientos emocionales básicos pueden ser catalogados como tipos de procesos fenoménicos, los cuales poseen sus bases neurofisiológi- cas sobre sistemas de acción instintiva que promueven el comportamiento emocional. De esta forma, la consciencia afectiva emerge a partir de una larga escala neurodinámica en la que están implicadas una variedad de sistemas que coordinan la acción emocional instintiva. Otra discusión relacionada con la consciencia animal es si ésta experiencia fenoménica aparece de forma gradual, o si es un atributo que se presenta como ‘todo o nada’. Los defen- sores de la existencia de estados fenoménicos en criaturas no humanas defienden que siempre hay una actividad conscien- te, lo que varía es el grado de acceso a la información sobre el funcionamiento del sistema. Se tiene una línea continua, la cual puede ser concebida como un crecimiento en espiral que avanza y se ensancha con cada incorporación de mecanis- mos de procesamiento (memoria, funciones ejecutivas, razo- namiento, lenguaje, etc.), pero cada espiral es particular para cada línea evolutiva, de aquí que podamos decir que nuestra experiencia no es la más rica, solamente es una más de las amalgamas que se suscitan a través del cambio filogenético. De esta forma, la experiencia de un murciélago es tan válida y especial como la nuestra, la ventaja que nos da nuestro apara- to cognitivo es el poder para preguntarnos explícitamente por la diferencia entre la experiencia del murciélago y la nuestra. De la anterior revisión sobre las principales discusiones acerca de la consciencia se han escapado algunos temas igual- mente relevantes, que se han explorado brevemente durante el desarrollo del texto. Dentro de estos temas encontramos: 32 • El papel decisivo de los procesos afectivos para la for- mación de la experiencia consciente. • La necesidad de construir un cuerpo teórico que dé cuen- ta del por qué y cómo se construye la experiencia en el desarrollo filogenético, ontogenético y del devenir continuo de nuestra vida. • La importancia de los procesos socioculturales en la selección y determinación de las experiencias que poseemos. • La universalidad o especificidad de los estados conscientes. • La posibilidad de un libre albedrío y sus implicacio- nes para la responsabilidad de los actos, la ética y las leyes. • La percepción del tiempo, sus diferencias entre tiem- po subjetivo, objetivo y físico. • El qualia, su necesidad y los experimentos acerca del qualia ausente, qualia danzante, qualia invertido, etc. • Estados anómalos de consciencia, tales como la in- fluencia de alucinógenos, las demencias, el retardo mental, etc. Conclusiones A pesar de la complejidad y dispersión de los temas tratados con respecto de la consciencia se pueden determinar ciertos puntos bási- cos con los que concuerdan muchos de los investigadores: 1. Se requiere un cuidadoso trabajo a nivel conceptual, el cual debe partir de los presupuestos filosóficos básicos, reto- mar los aportes de las neurociencias y dirigirse a la formula- ción de una novedosa y desafiante teoría que salve la brecha explicativa, si es que esta existe. 2. La consciencia es en primer lugar un fenómeno bioló- gico, y por ello estrechamente relacionado con la vida, y en segundo lugar un producto del funcionamiento del cerebro. Es decir, la consciencia es un proceso de naturaleza biológi- ca que se desarrolló a través de la evolución de las especies, alcanzando un nivel especial, el de la autoconciencia reflexiva, con el desarrollo del cerebro humano. No obstante, el esta- do actual de las teorías y los hallazgos experimentales no nos permiten discernir si es posible adjudicar experiencias cons- cientes a partir de la aparición del homo Sapiens Sapies, los homínidos, los mamíferos, los organismos cordados, o a qué nivel de la evolución biológica. 3. La consciencia es un fenómeno natural que merece y de- be ser explicado, ya sea por los métodos de la ciencia positiva tradicional o por la aparición y conjugación de nuevas teorías. 4. La consciencia se encuentra intrínsecamente ligada con un carácter subjetivo del procesamiento de la información, y éste es el punto de más difícil explicación y estudio. 5. La consciencia no es un adorno de nuestro funciona- miento, por el contrario, debe tener una importante función adaptativa relacionada con el ajuste a un medio cambiante. En resumen, podemos decir que para comprender la cons- ciencia se debe realizar un trabajo de síntesis trasdisciplina- 33 ria, ya que para dar cuenta de la experiencia consciente se requiere de las más novedosas y atrevidas teorías físicas, bioló- gicas y psicológicas, con la mayor critica filosófica y la apertura a nuevas formas de ver el mundo, el que sabemos no es para nada como se nos presenta ante la experiencia. Una ciencia de la consciencia debe contemplar los hallazgos de las neurocien- cias, la etología, el desarrollo normal y patológico, una perspec- tiva evolutiva, la fenomenología, la filosofía de la mente, los co- rrelatos de la neurofisiología, neuroanatomía y neuroquímica, la psicología comparada y muchas áreas más. Sólo entonces podremos decir que tenemos herramientas suficientes para aproximarnos, ligeramente, a la experiencia subjetiva. reFerenCias Allen, C. (2006). Animal consciousness. Stanford encyclopedia of philosophy. Recuperado de la página web: http://plato.stanford. edu/entries/consciousness-animal/ Baars, B. (1988). A cognitive theory of consciousness. Cam- bridge: Cambridge University Press. Baars, B. (1997). In the theatre of consciousness. Journal of Consciousness Studies, 4 (4), 292-309. Ballin, D. (1989). La conciencia como problema: Examen introducto- rio. El concepto de la conciencia. México: Fondo de Cultura Económica. Block, N., & Stalnaker, R. (1998). 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La mecánica cuántica sustenta sus fortalezas explicativas en la indeterminación del procesamiento de la información, la velocidad y cantidad de información que se procesa, el trato con las propiedades fundamentales de la realidad y la incerti- dumbre de nuestro conocimiento con respecto al estado com- pleto del sistema consciente. A pesar de la elegancia y cohe- rencia en su cuerpo teórico, a esta
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