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Mentes Conscientes fisica cuantica

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Mentes Conscientes
Mentes Conscientes
Jaime Castro
Diego León
Fabio martínez
Univerisdad nacional de colombia
sede bogotá
FacUltad de ciencias HUmanas
dirección de bienestar Universitario
Unidad de gestión de Proyectos
diseño: Keiddy neira // Jaime castro
Portada: Keiddy neira
grUPo de estUdios contemPoráneos en conciencia
grUPo de investigación en consciencia
 Jaime castro martínez
 diego león 
 Fabio martínez
imPreso en Unibiblos
bogotá d.c., colombia
Índice
Prefacio
I ¿Qué es la Consciencia? 13
 DIego A. León R. y JAIme CAstRo mARtínez
¿Qué es la Consciencia?
Contexto Histórico-Filosófico
Contexto Histórico-Psicológico
La Pregunta por la Consciencia
Postura de Chalmers
Problemática Actual de los Estudios sobre la Consciencia
Conclusiones
II mesa Redonda: 37
Riqueza explicativa de la Física Cuántica y la neurobiología en 
el estudio de la Conciencia 
III mesa Redonda: 79
tiempo, Realidad y Conciencia
IV Foro: 109
Voluntad y Libre Albedrío: ¿Ficciones del Cerebro?
V Una Visión emocional de la Consciencia 143
 DIego A. León R.
El Fracaso en la Explicación de la Consciencia
La Experiencia Consciente
Emoción como un proceso “funda-mental”
Emoción y Experiencia Subjetiva
La Emoción desde los Estudios en Conciencia
Emoción como Generadora de Consciencia
Aproximación de Watt: “La Emoción es uno de los 
Procesos Básicos para Construir Estados Conscientes”
Conclusiones
VI La Palabra como núcleo de Confluencia entre el Lenguaje 
 y otros Campos de Conocimiento 171
Implicaciones para la Relación entre Conciencia y Lenguaje 
nICoLás ARIAs VeLAnDIA
El Problema del Crecimiento del Vocabulario Léxico y Funcional
El Problema de las Operaciones Metalingüísticas
La Reflexión y la Construcción del Conocimiento sobre la Lengua
A Modo de Conclusión
VII modelos Funcionalistas en neuropsicología
 y su Relación con el Problema de la Conciencia 205
PAbLo Reyes gAVILán
Funcionalismo Neuropsicológico
La Atención como Función Cognitiva
Atención y Conciencia
Funciones Ejecutivas
Memoria de Trabajo
La Resolución de Problemas
Metacognición y Metarrepresentación
Funciones Ejecutivas y Conciencia
Conclusión y otras palabras
notas 229
El Grupo de Estudios Contemporáneos en Conciencia 
(actualmente Grupo de Investigación en Consciencia) de la 
Universidad Nacional de Colombia, nació el primer semes-
tre de 2001 como resultado del encuentro periódico que in-
formalmente teníamos quienes, en aquella época, éramos 
estudiantes de psicología. Semanalmente nos reuníamos en 
la cafetería para leer, con análisis profundo y crítico, algunos 
tópicos selectos de la literatura relevante al tema de la cons-
ciencia. Este libro es el fruto material de esta labor y recoge, 
en sus diferentes capítulos, el esfuerzo que hemos realizado 
durante ya cerca de seis años de actividad en el intento de 
mostrar que el estudio de los fenómenos relacionados con la 
actividad consciente es un campo abonado para la psicología 
y para otras disciplinas que se enfrentan al desafío de desen-
trañar los misterios que rodean ese devenir de la realidad en 
nosotros mismos, realidad que William James llamó “el flujo 
de la consciencia”. En las páginas que siguen, el lector podrá 
encontrar las variadas posturas que son representativas de las 
discusiones que han tenido lugar en el contexto académico y 
científico mundial, y los distintos diálogos que han hecho del 
estudio de la consciencia uno de los terrenos de investigación 
más apasionantes en la historia del conocimiento humano.
En primer lugar, y como punto de partida necesario para or-
ganizar las ideas de los capítulos subsiguientes, comenzamos 
por construir en la introducción una definición de la palabra 
“consciencia” que, no pudiendo ser tan completa como para 
reflejar todo lo que sobre éste fenómeno se ha dicho, intenta 
presentar de manera integral los diversos elementos centrales 
que, en nuestra labor de exploración de la literatura y de las 
investigaciones contemporáneas, hemos encontrado determi-
nantes para comprender cuál es la naturaleza del problema 
que tenemos entre las manos cuando queremos estudiar la 
actividad consciente y la experiencia subjetiva. 
Los siguientes tres capítulos presentan la versión editada para 
el formato escrito de la trascripción de sendos eventos que reali-
zamos entre el 2003 y el 2004, como parte de la actividad de divul-
gación que hemos venido haciendo para la comunidad académi-
ca. Los diálogos que allí se generaron y las certeras y entusiastas 
reflexiones de nuestros invitados han contribuido a consolidar las 
ideas que marcan el desarrollo de los capítulos siguientes. 
Prefacio
En el primer evento, la mesa redonda titulada “Riqueza explica-
tiva de la física cuántica y la neurobiología en el estudio de la cons-
ciencia”, nuestros ponentes, el físico José Sarta, los psicólogos 
Raúl Oyuela, Juan Daniel Gómez y Jaime Yáñez, y el neurofisiólogo 
Alejandro Múnera, nos adentran en una polémica que goza de 
una completa vigencia y que cuestiona los alcances explicativos 
que tienen dos de las principales disciplinas que han aportado un 
cuerpo importante de datos empíricos y elementos conceptuales 
al tema de la consciencia: las neurociencias y la física cuántica. 
En el segundo capítulo intitulado “Tiempo, realidad y con-
ciencia”, los psicólogos Gilberto Oviedo, Oscar Aguilar, el físico 
Víctor Tapia y el filósofo Juan José Botero, nos presentan una 
visión integral de la importante función que tiene la dimensión 
temporal en la comprensión del fenómeno consciente. Ade-
más de proponer una discusión plena de riqueza conceptual, 
los invitados, de manera clara y sencilla, nos permiten acce-
der a uno de los aspectos más fascinantes de la consciencia, 
su naturaleza dinámica y su relación con la estructuración de 
la realidad que construimos permanentemente a lo largo de 
nuestra vida como seres conscientes. 
En el tercer evento, el foro “Voluntad y libre albedrío: ¿Ficcio-
nes del cerebro?”, y acompañados por tres reconocidos exper-
tos en su campo, el biólogo Eugenio Andrade, el físico Efraín 
Barbosa y el filósofo Jorge Aurelio Díaz, tuvimos la oportuni-
dad de apreciar un verdadero diálogo entre disciplinas, una 
reflexión magistral sobre el papel activo que desempeña la 
consciencia como determinante fundamental de las acciones 
que llevan a cabo los organismos, y en particular del ser hu-
mano como observador de su propio universo.
En el capítulo quinto, el psicólogo Diego A. León, nos hace 
una invitación para que reconsideremos la función crucial que 
tienen las emociones dentro del marco de comprensión de la 
consciencia. Luego de identificar los conceptos centrales de 
la investigación sobre las emociones y de revisar los principa-
les hallazgos empíricos relacionados con éstas y el estrecho 
vínculo con la actividad consciente, el autor nos muestra la 
importancia de la interdependencia que hay entre los proce-
sos emocionales y el origen y construcción de la experiencia 
subjetiva, la cual se considera como un elemento fundamen-
tal de los estados de consciencia. 
En el capítulo sexto, el psicólogo Nicolás Arias nos preenta la 
relación que existe entre la consciencia y el lenguaje, siendo éste 
un componente de la vida mental que “permite a una persona 
tener presente la experiencia y el conocimiento del mundo orga-
nizado en conceptos para sí”. A lo largodel capítulo asistimos a la 
construcción de un modelo de explicación que nos hace ver por 
qué el proceso de adquisición y desarrollo del lenguaje se encuen-
tra íntimamente relacionado con la construcción y organización 
individual del conocimiento sobre el mundo y con el surgimiento 
de las propiedades psicológicas que hacen de los seres humanos 
observadores particulares de sí mismos y de su entorno.
Por último, en el capítulo séptimo, el psicólogo Pablo Reyes, 
nos lleva a cuestionarnos sobre la capacidad que tienen los es-
tudios neuropsicológicos y la perspectiva funcionalista que sub-
yace a éstos para explicar las funciones cognitivas de la cons-
ciencia, y en especial el problema central de la consciencia, la 
experiencia subjetiva. A través de la exploración de los aspec-
tos cognitivos más importantes que hacen parte de la actividad 
consciente, tales como la atención, las funciones ejecutivas, la 
memoria de trabajo, la resolución de problemas, la metacogni-
ción y la metarrepresentación, el autor nos hace ver que la no-
ción de objetividad, al igual que la de conocimiento objetivo de 
las teorías funcionalistas, se queda corta cuando nos enfrenta-
mos a la comprensión del fenómeno de la consciencia.
Queremos finalizar expresando nuestros más sinceros 
agradecimientos a la Universidad Nacional de Colombia, y en 
especial a la Unidad de Gestión de Proyectos de la Sede Bogo-
tá y a la Dirección de Bienestar Universitario de la Facultad de 
Ciencias Humanas, por su apoyo constante al trabajo que he-
mos venimos desarrollando durante los últimos años, y por su 
particular respaldo para la publicación de este libro. También 
nos queda un sentimiento de gratitud a quienes nos acompa-
ñaron como ponentes invitados a los eventos organizados y a 
todas las personas que de una u otra forma hicieron parte del 
proceso de formación que ha caracterizado la actividad del 
Grupo de Estudios Contemporáneos en Conciencia desde sus 
primeros diálogos de cafetería hasta su consolidación actual 
como Grupo de Investigación que busca contribuir al conoci-
miento de la naturaleza de la mente y de la actividad biológica, 
psicológica y social que subyace a la actividad consciente.
Jaime Castro
Diego León
Fabio martínez
bogotá, 2007
13
I
¿QUÉ ES LA CONSCIENCIA?
Diego A. León R.* y Jaime Castro Martínez**
El presente capitulo tiene como objetivo dar al lector una 
aproximación de lo que se entiende actualmente por cons-
ciencia y cuáles son los principales problemas que se han 
suscitado a su alrededor. Para tal fin se hará un rápido reco-
rrido por las principales corrientes que abordan la conscien-
cia, mostrando las ideas más importantes y que han gene-
rado mayor polémica, pero no se entrará en una discusión 
profunda ya que desbordaría el objetivo de este apartado. La 
información encontrada en este capítulo les presentará a los 
lectores una panorámica global de muchos de los conceptos 
y temas tratados en el resto del libro.
Comenzaremos por presentar el origen etimológico del 
término consciencia, los sentidos “ordinarios” con los que 
normalmente se asocia en la literatura, y los contextos histó-
rico-filosóficos e histórico-psicológicos de los cuales devie-
ne, posteriormente nos enfocaremos en la principal pregun-
ta que se forma en el estudio de la consciencia, mostrando 
cuál es en los postulados de John Searle (1999), luego pasa-
remos a exponer la postura de David Chalmers (1996) des-
de la que se ha proclamado que el núcleo central de toda 
ciencia de la consciencia es la explicación de la experiencia 
subjetiva. Después, haremos un breve recorrido por las prin-
cipales discusiones y problemáticas que se han suscitado 
alrededor de la actividad consciente, en este punto no pre-
tendemos ser exhaustivos, sino presentar a los lectores al-
gunos de los elementos de discusión que han tenido mayor 
tradición y que actualmente generan mayor controversia. 
Por último, presentaremos unas cortas conclusiones, expo-
niendo algunos puntos de acuerdo a los que se ha podido 
llegar en el estudio actual de la consciencia. 
¿Qué es la Consciencia?
Definir la consciencia no es una tarea sencilla, para al-
gunos ni siquiera es posible o por lo menos pensable. La 
vía permitida por el momento es hacer un recuento de sus 
orígenes etimológicos para hallar los restos arqueológicos 
de su uso, y por tanto de su significación actual, o nombrar 
* Psicólogo egresado de la Univer-
sidad nacional de Colombia y 
Profesor de Cátedra de la Ponti-
ficia Universidad Javeriana. 
e-mail: 
 diego_leon80@yahoo.com.mx
** estudiante de Psicología de la 
Universidad nacional de Co-
lombia. e-mail: 
 jaimecastrom@gmail.com
14
las formas frecuentes en que se halla estampada en la lite-
ratura. A pesar de esta significación primaria, las críticas 
-que son muchas por cierto- a la conceptualización de la 
consciencia, quedan en su mayoría intactas.
El Origen Etimológico del Término “Consciencia”
En la antigua Grecia ser consciente de algo significaba 
compartir el conocimiento de ese algo con alguien más o con-
sigo mismo. El conocimiento en cuestión era a menudo de 
algo secreto o vergonzoso, “la fuente de una mala conciencia” 
(Zeman, 2000), de ahí que su origen esté ligado a conceptos 
morales. Este conocimiento “personal” aunque “público” -y he 
aquí lo que podría ser una paradoja- fue degenerando hasta 
lo que concebimos hoy como conocimiento “privado”, intrans-
misible, de primera persona. En un sentido más general “cos-
cientia” se concibió como conocer, o de otra forma, el saber 
sobre el hecho de saber, la intelección del saber, ser capaz 
de pensar acerca de lo que uno sabe (Silvestri y Blanck, 1993; 
Ballin, 1989). La relación entre consciencia y conocimiento ha-
ce más evidente sus vínculos con conceptos como cognición, 
episteme o gnosis, correspondencia que subyace a razones 
histórico-filosóficas que discutiremos más adelante.
Otras definiciones del término consciencia derivan de la 
necesidad original de su uso como distinción y cortar. El pri-
mer sentido ha devenido en la diferenciación clásica entre 
lo externo, o mundo público, y lo interno, o mundo privado 
o mental. Este sería su sentido primitivo y el más conflictivo, 
en cuanto que contraviene algunos supuestos actuales de la 
inexistencia de tal distinción, o por lo menos se acoge a este 
campo de discusión sobre la falacia del realismo directo o del 
realismo ingenuo (p.e. Smythies y Ramachandran, 1998, cita-
do por Smythies, 2003). Mientras que su segunda acepción se 
traduce en la sutil apreciación actual de la consciencia como 
constructora o formadora de la realidad, es decir, la conscien-
cia como generadora del cambio en la medida en que corta el 
universo1 produciendo el sentido del cambio, la idea percibi-
da de flujo o de continuidad a través de una serie de estados 
limitados en tiempo y espacio. 
Por último hallamos las traducciones ligadas al concep-
to ya discutido de conocer, pero dividido bajo tres parámetros 
de interpretación, el bio-reactivo, atado al carácter biológico-
genético de la consciencia, como habilidad para reaccionar 
al medio, el auto-reflexivo, cuyo carácter se presenta como 
personal y reflexivo, más del lado que tradicionalmente se ha 
tomado en psicología como conocimiento de sí mismo, y por 
último como conocimiento consensuado, de carácter socio-
lógico o social, como conocimiento de sí mismo y del medio 
(Vitaliano y Rakovic, 2003). La consciencia como sistema de 
conocimiento del mundo y de nosotros mismos tendrá una 
implicación particular en lo que resta de éste libro. 
1 Desde la teoría de la relatividad 
se concibe un universo blo-
que cuatro-dimensional. La 
segmentación en espacios de 
tiempo de este universo (es-
pacios tridimensionales que se 
relacionan en el tiempo) llevaría 
a la construcción de un “flujo 
temporal” de la realidad. La 
consciencia tendría un papel 
fundamental como manifesta-
ción psicológica “encadenan-
te” del espacio tridimensional, 
generando la percepciónde 
cambio.
15
Los Sentidos “Ordinarios” del Concepto de Consciencia
Las definiciones de diccionario vinculan el sentido de 
consciencia con la percatación de algo exterior o interior. Tal 
percatación conduce a tres representaciones distintas: la psi-
cológica, como apercepción o percepción del yo por sí mismo; 
la epistemológica, que da cuenta del sujeto del conocimiento, 
y la metafísica, en donde aparece el sujeto que conoce y lo 
apercibido. Dentro de estas definiciones cabe la clasificación 
como conocimiento del bien o del mal, “la voz de la concien-
cia”, con la cual popularmente se interpreta, y que deriva del 
significado etimológico moral mencionado anteriormente. 
Otras definiciones ordinarias aluden a tres sentidos: el 
primero como estado de estar despierto (waking state), que 
proviene del hecho de percibir, interactuar y comunicarse 
con el medio y con los otros de una manera integrada, lo cual 
implica un estado de despertar o de vigilia. En este sentido 
la consciencia es asunto de grado, que inicia con el estado 
de vigilia, pasando luego al sueño, para terminar en el coma 
(Zeman, 2002). La consciencia en este sentido es lo que se 
tiene cuando se está despierto y lo que se pierde en el sueño 
profundo o bajo anestesia y se recupera de nuevo al despertar 
(Edelman, 2002, citado por Tirapu, Muñoz y Pelegrín, 2003). 
La consciencia, así, se vincula con el estar en estado de ac-
tivación (arousal), de alerta o vigilante, y es el normalmente 
utilizado por las neurociencias. 
El segundo sentido es el de experiencia. Tal apreciación, 
comúnmente utilizada y la más defendida, en términos estric-
tos por muchos autores, implica una acción sobre algo, “la 
consciencia de algo”. Implica la variación del contenido de la 
experiencia de momento a momento, y la sensación del “yo” 
en el ahora. Tal sentido es más interno ya que subraya la di-
mensión cualitativa, subjetiva de la experiencia (Zeman, 2002). 
El ser consciente bajo este sentido, consiste en la capacidad 
de percibirse a “uno mismo” en términos relativamente ob-
jetivos, manteniendo un sentido de subjetividad (Prigatano y 
Schacter, 1990, citados por Montañés, 2003). El qualia o la tex-
tura subjetiva de la experiencia, es la esencia de este sentido, 
y dentro de las características atribuidas bajo este concepto 
se halla lo personal, como contenidos estables durante cortos 
periodos de tiempo, lo unificada, continua sobre el tiempo, lo 
selectiva (que resalta el carácter atencional), de capacidad limi-
tada (o mnemotécnica), intencional, y “aspectual”, que refiere 
a su cualidad “deíctica”2 , en tanto que es condicionada por 
la perspectiva sobre la cual nuestro punto de vista consciente 
disponga. El valor de la consciencia bajo este sentido adquiere 
un carácter adaptativo o de prolongación de la vida humana. 
Por último se encuentra el sentido de estado mental o 
mente, bajo el cual cualquier estado con contenido propositi-
vo o intencional puede decirse que es consciente. Creencias y 
deseos entran en juego bajo tal definición. Un ejemplo de ello 
2 el término “deíctico” se utiliza 
aquí para señalar la propiedad 
de la consciencia de depender 
de los puntos de vista particu-
lares para su definición, los 
cuales varían de un sujeto a 
otro.
16
sería la típica frase de “perder la conciencia”. Pasemos ahora 
al contexto histórico del uso filosófico del término.
Contexto Histórico-Filosófico
Posiblemente el interés sistemático por el concepto mo-
derno de consciencia tuvo su origen en el siglo XVII bajo la ma-
no de dos pensadores: René Descartes y John Locke; aunque 
el término ya había sido utilizado con anterioridad por griegos 
como Plotino quien se interesó por la pérdida de la conscien-
cia bajo el efecto de ciertas drogas, circunscribiéndose a lo 
que actualmente se denomina conciencia del yo o la autocon-
ciencia (Ballin, 1989). En el Ensayo sobre el entendimiento hu-
mano, John Lock define el reflexionar como estar consciente 
de estar consciente, o saber que se sabe. Aristóteles también 
sentó el concepto actual bajo el sentido de nous, entendimien-
to o razón. Dos mil años después este nous se convertiría en la 
res cogitans de Descartes o “la cosa que piensa”, utilizado en 
Meditaciones metafísicas.
La filosofía produjo una nueva visión de la consciencia que 
pasó a ser catalogada como un constructo teórico, definida 
como procesos inferidos que no están al alcance de la percep-
ción sensorial directa. La aprehensión del yo dependiente de 
las percepciones es algo que ya había formulado David Hume, 
retomando la tesis de Berkeley de que “el ser es ser percibi-
do”, agregando que de él podría decirse con verdad que “no 
existe durante el sueño profundo”. James tampoco encontró 
fundamento para un pensador no fenoménico independiente, 
o para un ego trascendental, en su lugar consideró que “cada 
pensamiento en su lugar es su propio pensador”.
Contexto Histórico-Psicológico
“La única asunción común desde un principio a la ciencia natural y a la psicología radica 
más bien en la conciencia que acompaña a toda experiencia, gracias a la cual le son dados 
los objetos al sujeto, y sin la cual no puede hablarse de un conocimiento de la condiciones 
en las que se basa esa distinción ni de determinadas características por las que puede 
distinguirse un factor del otro”
Wilhelm Wundt
Wundt, al igual que Julio Verne, fue un visionario de su 
época. Se anticipó a los trabajos sobre atención, resaltando 
el valor de este proceso para la experiencia consciente, bajo 
los términos de aprehensión y apercepción, éste último como 
acepción sinónima de consciencia, discutida anteriormente, 
y cuyos principios comprenden, por un lado, la síntesis de los 
elementos de un conjunto -recordemos que la perspectiva 
de Wundt era mayoritariamente estructuralista-, la actividad 
mental como totalitaria, y el carácter “voluntarista”. Predijo los 
trabajos sobre memoria. También tuvo un gran aporte en el 
conocimiento sobre las emociones, rescatando el papel de los 
sentimientos. Quizás sea este uno de los aportes que más lo 
vinculan a la consciencia, al hablar de sentimiento de identi-
17
dad de yo manejado por tres principios que aún hoy se conser-
van, ellos son: la actividad como movimiento -asombrosamen-
te similar al principio de la filosofía materialista dialéctica-, el 
control manifiesto a través de los actos voluntarios (se podría 
decir, con razón, que la psicología de Wundt era “voluntarista” 
ya que el ser humano tiene un papel activo sobre el mundo), y 
por último, la unidad que conserva el yo -este aspecto es muy 
similar al rescatado por William James sobre el mismo tema: 
la consciencia como unidad continua en el tiempo, a la vez 
que discreta (James, 1945/1890)-.
Podemos atribuir con cierta validez que haya sido Wun-
dt quien rescatara la consciencia del olvido. Su psicología 
de la experiencia o psicología de la ganzheit era el estudio 
científico de la experiencia inmediata y, en consecuencia, el 
estudio de la consciencia humana o mente. Hay que acla-
rar que la mente para Wundt no era una sustancia sino más 
bien la totalidad de la experiencia consciente en un momen-
to dado (Wundt, 1982/1896). Es de rescatar, en la tesis de 
Wundt, su idea de necesidad de síntesis como conciliación 
de opuestos en una verdad superior -esta idea ha resurgido 
en la llamada era de la complejidad con la cual se intenta 
superar el concepto ampliamente utilizado de análisis-, y su 
idea de experiencia como directa, inmediata y cambiante, no 
como cosas sino como acontecimientos. Para Wundt esta 
experiencia estaba relacionada por un lado con la atención, 
aspecto esencial del estudio de la consciencia actual.
William James, hacia finales del siglo XIX, entendía la 
consciencia a través de una serie de “principios” (James, 
1904, 1997/1890). En el primero de ellos dividía la conscien-
cia en un número de “estados”. Cada uno de estos estados 
tendía a ser parte de una consciencia personal. Para James 
estos estadosy sus resultados conjuntos eran diferentes en 
tanto existían divergencias temporales y espaciales: “ni la 
contemporaneidad, ni la proximidad espacial, ni la similitud 
de cualidades son capaces de fundir pensamientos al tiem-
po, los cuales están separados por esta barrera del pertene-
cer a las mentes de diferentes personas”.
En un segundo principio James afirmaba que cada esta-
do de consciencia personal está siempre cambiando. Para él, 
ningún estado, una vez transcurrido, puede presentarse nue-
vamente y ser idéntico con lo que era antes: “lo que aparece 
a nuestra atención son relaciones que dependen de los sen-
timientos”. James encontraba un sustrato en esta imposibili-
dad al decir que la inmodificación cerebral es imposible.
Por último, para James la consciencia es sensiblemente 
continua, lo cual se visualiza a través de dos situaciones: 1. 
Aún cuando puedan existir brechas temporales -eventos dis-
tintos- ‘yo’ mantengo la unidad del self o Yo, y 2. Los cambios 
de un momento a otro en la cualidad de la consciencia nunca 
son absolutamente abruptos. Para James la consciencia es 
fluida, no encadenada. A pesar de que exista la imagen de 
18
una serie de “eventos” que generan el conjunto de lo que lla-
mamos consciencia, la consciencia, como una totalidad, no 
puede ser entendida como la suma de esos eventos, sino co-
mo ese todo superior que fluye en el tiempo, y que de alguna 
manera genera el tiempo mismo.
Años más tarde, luego de la consolidación de los trabajos 
de Wundt y James, autores como Édouard Claparède, instau-
raron lo que se llamó la “ley de la toma de consciencia” por 
la cual las dificultades y alteraciones de la actividad huma-
na conducen a una ‘toma de consciencia’. Esta “ley” tendría 
posteriormente un fuerte impacto en los trabajos iniciales del 
psicólogo ginebrino Jean Piaget.
Para Piaget esta toma de consciencia está ligada a la 
aparición del lenguaje, y es fundamental para la socializa-
ción de los individuos, a la vez que en la diferenciación del 
sujeto de los demás (Piaget, 1974).
Según Piaget las relaciones sociales se logran a través de 
los procesos de coacción y colaboración en las interacciones 
sociales. Esta interacción debe ser tal que permita el enfren-
tamiento de opiniones y la coordinación de puntos de vista. El 
niño, para ello, debe poder ‘descentrase’ de su posición -en 
la cual el mundo gira en torno a él, lo que se ha llamado en 
psicología ‘egocentrismo’-. Este proceso de descentración es 
el que conduce a la toma de consciencia del propio Yo y de las 
relaciones entre los objetos y las personas. La toma de cons-
ciencia del Yo conduce a la diferenciación del sujeto del mun-
do que lo rodea. La socialización sería para Piaget un proceso 
adaptativo al medio (Piaget, 1974; Montealegre, 1992).
Otro de los autores que más impacto tuvo en la idea de 
consciencia fue L. S. Vygotski. Vygotski (1989) habla de una 
serie de niveles de generalización. Los agrupamientos sin-
créticos, el pensamiento en complejos y los conceptos po-
tenciales y verdaderos. A través de un proceso de ‘síntesis’ 
de rasgos abstraídos el niño está en capacidad de tomar 
consciencia de la realidad de los objetos en el concepto re-
presentado. Utilizando el término de sistema de control de 
conceptos, Vygotski daba a entender que el proceso de siste-
matización era sinónimo de ‘conscientización’.
Para Vygotski la consciencia tiene un origen social. Autores 
como Mead ven en el acto social una precondición de la cons-
ciencia. A diferencia de Mead para Vygotski la dimensión social 
de la consciencia es primigenia en tiempo y hecho, mientras 
que la dimensión individual es derivada y secundaria (Silves-
tre y Blanck, 1993). Mientras que para Vygotski la adquisición 
social de la consciencia se da a través de la interacción con el 
mundo -y con los objetos, mediatizadores o instrumentos de la 
cultura-, para Piaget es un proceso que depende más de la in-
teracción entre pares y de los procesos de conflicto con ellos.
Leontiev, que junto con Vygotski y Luria conforman una de 
las tríadas más importantes de la psicología rusa, afirmaba 
que la consciencia es una elaboración de la estructura interp-
19
síquica, y debía ser considerada el problema fundamental de 
la psicología (Silvestre y Blanck, 1993). Dentro de la psicología 
histórico-cultural la realidad de la consciencia es la realidad 
del signo. La consciencia es un reflejo activo de la realidad.
La tradición del estudio y consideración de la consciencia 
en el campo de la psicología perduró en el pensamiento eu-
ropeo y de la unión soviética por años. Las diferentes guerras 
y el posicionamiento de la corriente conductista americana 
mermó considerablemente su estudio, ya que la consciencia 
era vista en su aspecto “mental”, lo que no era bien acogido 
por la psicología conductual predominante.
Sólo después de la aparición de las ciencias cognitivas y 
las neurociencias el tema de la consciencia vuelve a tomar for-
ma y peso, aunque pocos han sido los psicólogos que se des-
tacan en la inclusión reciente del estudio del fenómeno, sin 
embargo cabe destacar el trabajo pionero de Bernard Baars y 
su Teoría del Espacio Global de Trabajo (Baars, 1988, 1997).
La Pregunta por la Consciencia
 
El estudio de la consciencia ha adquirido un lugar muy 
importante dentro del quehacer científico contemporáneo, 
aunque esto no es nada novedoso, ya que la pregunta de 
cómo y porqué experimentamos la realidad de la forma como 
lo hacemos ha estado presente en la historia del hombre y su 
abordaje de la naturaleza. Lo novedoso, es la aceptación que 
ha tenido durante las dos últimas décadas su estudio dentro 
de las ramas de las ciencias naturales y sociales. En esta 
línea John Searle en 1999 dijo: 
“El más importante descubrimiento científico de la presente era lle-
garía cuando alguien descubra la respuesta a la siguiente pregun-
ta: ¿Cómo exactamente los procesos neurobiológicos en el cerebro 
causan la consciencia?” (p. 1).
 
Con este enunciado Searle se ubica dentro de la ma-
yoría de científicos que piensan que la consciencia es un 
proceso biológico, en primer orden, y el producto del fun-
cionamiento del cerebro, en segundo. 
Como vimos existen muchas acepciones de la palabra 
consciencia, las cuales se usan comúnmente sin prestar aten-
ción a lo que se quiere decir con ella. Hablamos por ejemplo 
de la falta de consciencia cívica, de los actos inconscientes, 
del estado de consciencia después de un accidente, de la 
consciencia de nuestros sentimientos, del papel de observa-
dor consciente para determinar un sistema cuántico, de la 
consciencia fonológica, de la consciencia visual, etc. Todos 
estos sentidos de la misma palabra confunden y enredan el 
dialogo disciplinario e interdisciplinario sobre el tema que nos 
convoca. Lo más probable es que en un futuro próximo no lle-
20
guemos a una definición puntual y consensual de lo que signi-
fica ser consciente, pero podemos comenzar a delinear puntos 
comunes y focos de polémica en torno a ésta ciencia naciente.
Postura de Chalmers
David Chalmers es un importante filósofo de la Univer-
sidad de Arizona, quien enfatizó sobre la necesidad de dar 
una explicación a la consciencia sin negar su existencia 
y crear una nueva visión radical de este fenómeno de la 
viada mental. Para Chalmers (2002):
 
“La consciencia nos es, a la vez, lo más familiar y lo más misterioso 
del mundo. Nada hay que conozcamos de forma más directa, pero 
resulta dificilísimo conciliarla con el resto de nuestros conocimien-
to” (p. 4).
Lo particular en esta propuesta es que se rescata el com-
ponente subjetivo de la consciencia, ese sentimiento que te-
nemos cuando poseemos una experiencia determinada.
Para Chalmers la consciencia está compuesta por dos ti-
pos de datos (Chalmers, 2004), los de acceso subjetivo y los 
de acceso objetivo. Con este tipo de datos subjetivos tenemos 
que tener mucho cuidado de diferenciar entre una instancia 
subjetiva ontológica y una epistemológica,la primera hace re-
ferencia a la existencia de un tipo de sustancia que tiene una 
naturaleza diferente a la materia física; la segunda se refiere 
a esa característica de nuestro conocimiento que tiene un as-
pecto subjetivo, interno, cualitativo y del cual sólo se tienen 
los reportes verbales. Esta precaución se debe tener para no 
caer en un dualismo de tipo cartesiano con las consecuencias 
que conlleva postular dos instancias ontológicas que deberían 
tener poder causal mutuamente.
Para este autor la palabra consciencia es un término am-
biguo que hace referencia a diferentes fenómenos que él ha 
dividido en dos (Chalmers, 1995a, 1995b, 1996): aquellos que 
son tratables desde los métodos estándar de las ciencias cog-
nitivas y las neurociencias, y aquellos que se han resistido a 
un abordaje desde estos métodos. A los primeros se les llamó 
problemas fáciles y los segundos el problema duro.
Dentro de los problemas fáciles Chalmers (1995a, 1995b, 
1996 y 2002) enumera: la habilidad para discriminar, catego-
rizar y reaccionar a un estímulo ambiental, la integración de 
la información por un sistema cognitivo, la reportabilidad de 
estados mentales, la habilidad de un sistema para acceder a 
sus propios estados internos, el enfocar la atención, el con-
trol deliberado del comportamiento, la diferencia entre sueño 
y vigilia, y el discernimiento entre estímulos sensoriales y su 
reacción de forma apropiada para cada uno. Todos estos fenó-
menos están relacionados con la consciencia, pero todos se 
refieren a los mecanismos objetivos del sistema cognitivo3 , 
21
por lo tanto se puede esperar que con el trabajo de la psicolo-
gía cognitiva y la neurociencias se llegue en algún momento a 
su explicación (Chalmers, 1995, 2002).
El problema duro o Hard Problem4 se refiere a la dificultad 
para dar cuenta de la experiencia consciente, ese aspecto de 
la viada mental al que sólo tenemos acceso por medio de la 
observación en primera persona y cuya principal característi-
ca es el de ser subjetiva (Chalmers, 2004). El problema duro es 
el problema de la experiencia consciente, Chalmers (1996) lo 
propone de la siguiente forma:
“Cuando pensamos y percibimos, existe una parte de procesamien-
to de información, pero también un aspecto subjetivo. Como Nagel 
(1974) lo ha propuesto, hay algo que es ser como un organismo 
consciente. Este aspecto subjetivo es la experiencia” (p. 4).
Constantemente nos topamos con diferentes tipos de ex-
periencias, que no son posibles de poner en palabras, ni de 
describir en términos específicos, por ejemplo, la gran ma-
yoría sabemos qué es ver el color azul y sabemos a qué se 
refiere alguien cuando dice que el cielo es azul, pero no por 
ello podemos describir cabalmente lo que es ver azul. A lo su-
mo podemos afirmar que ver azul es como (...) y mencionar 
algunos aspectos sensoriales y de las características físicas 
del espectro de la luz azul. Pero este no es un problema co-
tidiano, porque cuando hablamos de nuestras experiencias 
subjetivas asumimos que nuestro interlocutor las ha tenido 
y por lo tanto nos comprende. Pero si tuviéramos que descri-
birle a un ciego de nacimiento lo que es el color azul, sería 
bastante improbable que con sólo palabras pudiésemos hacer 
que ésta persona supiera lo que se siente ver azul. Por más 
entrenamiento o ayudas tecnológicas la única forma de saber 
cómo es un cielo azul es experimentando dicha visión. A pesar 
del reducido acceso a la experiencia subjetiva por métodos en 
tercera persona, ésta no es una imposibilidad para su estudio. 
Tal característica de “inefabilidad” no es un impedimento para 
un abordaje científico y la búsqueda de una explicación, sino 
un desafío para las teorías y métodos científicos que ha cons-
truido el hombre (León, 2006).
Antonio Damasio (1999), también ha dividido la conscien-
cia en dos tipos: La conciencia nuclear, que es el sentimiento 
del estado interno de un organismo, un objeto y los cambios 
que causa tal objeto en el organismo, ésta se presenta en un 
aquí y en un ahora, no requiere lenguaje, memoria a largo o 
corto plazo, ni razonamiento, es una conciencia primitiva que 
está presente en todos los mamíferos, es continua y perma-
nente sin importar el estado de vigilia y le da la sensación de Yo 
o “self” al organismo, condición necesaria para su adaptación.
Por otro lado, tenemos la conciencia ampliada, ella se pre-
senta en diferentes grados, depende de procesos como memo-
ria, atención, lenguaje y estrategias de razonamiento, permite 
hacer planes y prever hechos, no es temporalmente depen-
3 Por mecanismo cognitivo nos 
referimos a una serie de pasos 
formales por medio de los que 
se procesa una información 
sintáctica para llegar a un 
objetivo.
4 este es el término original em-
pleado por David Chalmers.
22
diente y en su forma más elevada es exclusiva de los humanos. 
La conciencia ampliada no puede existir sin conciencia nuclear, 
ésta es su base y fundamento, tanto a nivel funcional como en 
las estructuras cerebrales que las sustentan. En el origen de 
la consciencia nuclear puede estar el origen, a su vez, de la 
experiencia consciente, y la consciencia ampliada puede ser 
concebida como la resultante de la puesta en marcha de todos 
los mecanismos cognitivos cobijados dentro de los problemas 
fáciles. Un hecho resaltado por el mismo Damasio es que esta 
consciencia ampliada parece compartir algunas estructuras 
encargadas de procesar la información afectiva (León, 2006), 
lo cual será abordado con mayor detalle en el capítulo 5.
En palabras de Chalmers (1999) la experiencia consciente 
“es el sentido central de la consciencia” (p. 8), un organismo es 
consciente si existe una sensación como ser aquel organismo, 
y un estado mental es consciente si hay algo como estar en 
aquel estado. Esta descripción de ser consciente y de estados 
conscientes no es clara y proporciona dificultades al momento 
de interpretarla cabalmente. Con ello se quiere decir que soy 
consciente del aroma de mi café, sí y sólo sí hay un algo (un sen-
timiento) similar al de estar experimentando el aroma del café 
que me acaban de servir. Esta característica de la consciencia 
fue expuesta en primer lugar por Thomas Nagel en 1974, cuan-
do mencionó que hay algo que es como ser un murciélago, es 
decir, que hay algo que es como experimentar sus placeres y 
dolores. Nagel proponía este ejemplo para discutir la efectivi-
dad de las posturas reduccionistas en la comprensión de la 
consciencia, él tomó el caso de un Murciélago, porque este 
animal posee un sistema sensorial de ubicación por medio de 
ondas similares a un radar, en otras palabras, el murciélago ve 
el mundo por medio de las ondas que emite y recibe de vuelta, 
así que para imaginarse la experiencia sensorial de un murcié-
lago hay que ser ese murciélago y estar en su estado mental 
particular experimentando el mundo como él lo hace.
El argumento anterior también se aplica a las demás ex-
periencias sensoriales, motivacionales, afectivas, etc. Para 
saber qué es la experiencia consciente que tiene el director 
de una orquesta cuando escucha la música que dirige hay 
que ser y estar en el cuerpo de éste director, para saber cuál 
es la experiencia de una madre al ver por primera vez a su hijo 
recién nacido hay que estar en su cuerpo, bajo su historia y 
cultura particular, como lo propone Raph Ellis (2000 y 2004). 
Para que alguna persona conozca completamente el conte-
nido de un estado consciente debe poseer las anticipaciones 
dirigidas hacia intereses, que sólo se pueden tener si se po-
see o se está en el cuerpo que genera las motivaciones que 
dan lugar a aquellas anticipaciones.
Bucks (1995) escribió acerca de dos tipos de conocimiento 
relacionados con el qualia: los conocimientos por adquisición 
y por descripción. Los conocimientos por adquisición hacen 
pare de la experiencia subjetiva y para poseerlos hay que estar 
23
en el cuerpo y situaciones particulares de ese organismo. Los 
conocimientos pordescripción, por su parte, los obtenemos 
por métodos de tercera persona que nos sirven para acercar-
nos a cada realidad. Todos estos argumentos apuntan hacia la 
misma dirección: la escisión entre una parte del conocimiento 
que sólo es accesible en primera persona y otra desde métodos 
en tercera persona. Ser consciente significa conjugar, para fi-
nes adaptativos, estos dos tipos de datos, por lo tanto, si nos 
aproximamos únicamente a una parte de ellos, obtendríamos 
una visión incompleta de la actividad consciente.
Problemática Actual de los Estudios sobre la Consciencia
En este aparte vamos a explorar algunos de los principales 
centros de discusión con respecto a la actividad consciente.
1. El problema mente-cuerpo
Este problema tiene sus orígenes directos en la tradición 
cartesiana, en la que se postulaba un dualismo de sustancia 
entre los fenómenos mentales y los corporales. Este dualis-
mo se había atenuado durante las primeras décadas del si-
glo XX, por medio del olvido y negación para la ciencia de los 
fenómenos mentales, pero con el advenimiento de la ciencia 
cognitiva, resurgió la intriga por develar los misterios del fun-
cionamiento, origen y naturaleza de la mente, cuestiones que 
se encuentran estrechamente vinculadas a la pregunta por 
cómo está constituido el mundo y la posibilidad de dos tipos 
de sustancias diferentes, una mental y otra material.
El dualismo cartesiano se convirtió en una postura insos-
tenible por las contradicciones lógicas que conlleva, como 
lo proponía Gilber Ryle (1949), “no es posible que haya un 
fantasma en la máquina”, esto trae problemas de causali-
dad mutua, ya que ¿cómo se podrían conectar dos entidades 
completamente diferentes en su esencia? Algunas teorías de 
carácter dualista como la de Popper y Eccles (1982) propo-
nían un puente en el cerebro, pero esta aproximación fue 
descartada por los estudios naturales. Actualmente pare-
ciera que el dualismo es muy poco común en los ámbitos 
académicos. La opción frente al dualismo es el monismo. Al 
interior de los enfoques monistas tenemos los materialistas 
y los idealistas y, dentro del materialismo, se inscriben el fun-
cionalismo y el fisicalismo, el primero con la dificultad de no 
encontrar un lugar funcional formal para describir y explicar 
la consciencia, y el segundo con el problema del reduccio-
nismo, que abordaremos más adelante.
El idealismo está compuesto básicamente por ideas de 
corte platónico como el panfisicalismo y el panprotofisicalis-
mo. El panfisicalismo enuncia que la mente -para este caso la 
experiencia consciente- es un rasgo fundamental del mundo, 
24
la cual existe a lo largo de todo el universo (Seager, 2005). S.R. 
Hameroff (1994, 1996) y Roger Penrose (1994) propusieron 
una teoría de este tipo, en la que se promulgaba que existe 
una interacción entre el cerebro y entidades fundamentales 
que producen la consciencia. Consciencia sería el resultado 
de la interacción entre el cerebro y la realidad fundamental 
por medio de ciertas estructuras que componen el cuerpo de 
las neuronas, llamadas microtúbulos. En estos microtúbulos 
se producirían fenómenos de carácter quántico, los cuales 
permitirían el acceso al qualia.
2. Cómo se produce la experiencia consciente
Con respecto a los mecanismos que producen la experien-
cia consciente hay un gran debate, pero la gran mayoría de 
los expertos están de acuerdo en que la consciencia es un 
fenómeno biológico y un producto del funcionamiento del ce-
rebro, no obstante, no se reduce a la actividad cerebral. Son 
numerosos los estudios que relacionan diferentes aspectos de 
la consciencia con mecanismos neuronales, entre los aportes 
más destacados tenemos los de Crick y Koch (1990 y 2002) 
en lo referente a la percatación visual, Walter Freeman (1995), 
Rodolfo Llinás (2001), Antonio Damasio (1999), etc. Cada uno 
apoyándose en niveles diferentes de explicación desde la neu-
rociencia, sin embargo, aún no se presenta un consenso acer-
ca de cuáles son los verdaderos mecanismos implicados en la 
‘producción’ de la experiencia consciente.
Los materialistas eliminacionistas proponen que no hay 
que buscar explicación de ésta experiencia ya que no existe 
en el mundo real, es una mera ilusión creada por el cerebro, 
ejemplos de estos trabajos son los Paul Churchland (1992) y 
Daniel Dennett (1991), sin embargo, la corriente antirreduc-
cionista, no cree que sea posible negar la experiencia cons-
ciente y tener una imagen completa de la realidad huma-
na. La propuesta de autores como David Chalmers (1995a, 
1995b, 1996 y 2002) es que se debe crear una nueva ciencia 
de la consciencia en la que los correlatos neuronales ocu-
pen un lugar importante, pero deben ser conectados con el 
aspecto experiencial por leyes puente, las cuales acudan a 
nuevas y revolucionarias teorías. Para Searle (1999) la pre-
gunta sobre la causa de la consciencia es la siguiente: ¿Có-
mo causan exactamente los procesos del cerebro los estados 
conscientes y cómo son causados exactamente estos esta-
dos en el cerebro? Para este autor esta pregunta se divide en 
otras tantas, entre las que tenemos:
“¿Cuáles son exactamente los correlatos neuronales de la conscien-
cia (CNC)5 y cuáles de estos correlatos son actualmente respon-
sables de la producción de la consciencia? ¿Cuáles son los princi-
pios de acuerdo con los cuales un fenómeno biológico, tal como 
el disparo de neuronas, puede dar lugar a estados subjetivos de 
sentimiento o de percatación? ¿Cómo estos principios se relacio-
25
nan a los ya bien comprendidos principios de biología? ¿Podemos 
explicar la consciencia con el aparato teorético existente o necesita-
mos algunos conceptos nuevos y revolucionarios para explicarla? 
¿Está la consciencia localizada en alguna parte del cerebro o es un 
fenómeno global? Sí está confinada a ciertas regiones, entonces ¿a 
cuáles? ¿Se correlaciona con rasgos anatómicos específicos, tales 
como tipos específicos de neuronas, o puede llegar a ser explicada 
funcionalmente con una variedad de correlatos anatómicos? ¿Cuál 
es el correcto nivel de explicación? ¿Es el nivel de las neuronas y 
sinapsis o, como muchos investigadores piensan, tenemos que ir 
a niveles funcionales más altos tales como los mapas neuronales 
de Edelman (1989, 1992), o amplios grupos de neuronas (Freeman, 
1995)?, ¿o son todos estos niveles muy altos y necesitamos ir a 
niveles más bajos que las neuronas y las sinapsis como son los mi-
crotúbulos (Penrose, 1994 y Hameroff 1998a, 1998b)?, ¿o tenemos 
que pensar mucho más globalmente en términos de funciones 
trasformadas de Fourier y holografía (Pribram, 1976, 1991, 1999)?” 
Al interpretar los correlatos neuronales de la consciencia 
debemos tener mucha precaución del tipo de relaciones que 
establecemos, estos correlatos tan solo nos proporcionan una 
correlación entre el funcionamiento cerebral y un estado de 
consciencia, pero es muy difícil saber si en realidad estas es-
tructuras causan la consciencia o son ruido que se presenta 
al producirse la experiencia consciente.
3. La no reductividad de la consciencia
Cuando se busca una explicación para la consciencia, se 
suele acudir a mecanismos y procesos de niveles inferiores 
como la física, la biología molecular, la biología neuronal, la 
fisiología, la anatomía, la química, etc., sin embargo, en la 
ciencia de la consciencia, la postura más común es que la 
actividad consciente no puede ser reducida a ninguna explica-
ción que acuda a órdenes inferiores de la naturaleza. 
Por lo general se ha intentado reducir la actividad cons-
ciente al funcionamiento del sistema nervioso, en especial del 
cerebro. Muchos neurocientíficos proponen que la conscien-
cia no es más que la actividad del cerebro o de los grupos neu-
ronales (Crick y Koch, 1990; Edelman, 2004), pero hacia esta 
reducción hay un argumento contradictorio propuesto por el 
filósofo Frank Jackson (1982), el cual ha sido llamado ‘Argu-
mento del Conocimiento’. La idea básica presentada por esteautor es que uno podría conocer todos los procesos físicos y 
objetivos acerca de la experiencia consciente humana y aún 
no lograr el conocimiento de ciertos hechos acerca de lo que 
parece subjetivamente la experiencia consciente humana. 
Adicionalmente, hay ciertos eventos acerca de la consciencia 
que son dejados por fuera de la historia narrada por los fisica-
listas, de aquí que el fisicalismo resulte ser falso.
El fisicalismo es la postura reduccionista más radical, en 
la que todo acto mental o biológico es reducido a una explica-
ción a partir de la interacción de la materia por medio de las 
leyes de la física. El Argumento de Conocimiento es ilustrado 
5 esta es la sigla de los correlatos 
neuronales de la conciencia. 
Con ella se hace referencia 
a los procesos y estructuras 
cerebrales que se han co-
rrelacionado por medio de la 
experimentación con estados 
conscientes. Por ejemplo, si se 
obtiene en una imagen de re-
sonancia magnética funcional 
que se activa vigorosamente 
una determinada parte de cor-
teza visual ante el reporte de 
un sujeto de ver un estímulo 
luminoso, podríamos asumir 
que esta zona está implicada 
en el procesamiento de la in-
formación visual que llega a 
ser consciente.
26
por el siguiente experimento mental: supongamos que en el 
siglo XXIII existe una neurocientífica llamada María, quien es 
la más destacada experta del mundo en lo concerniente a 
los procesos cerebrales a los que se debe la visión del color, 
pero María ha pasado toda su vida en una habitación en la 
que sólo puede ver imágenes en blanco y negro y nunca ha 
tenido acceso a imágenes en color. María sabe todo lo que 
se puede saber acerca de los procesos físicos en el cerebro 
que permiten la percepción del color: su biología, su estruc-
tura y su función. Sabe cuáles son los correlatos entre los 
nombres de los colores, los cambios neurofisiológicos en 
el cerebro y las longitudes de onda que los provocan, sin 
embargo, hay algo muy importante que se le escapa a María 
acerca de la percepción del color, de esta forma, cuando se 
le dice a María si sabe qué se siente ver una manzana roja o 
un cielo azul es probable que su conocimiento sobre estas 
experiencias sea incompleto.
De igual forma, actualmente es dudoso que una imagen 
funcional del cerebro como el PET (Tomografía por Emisión de 
Positrones) o IRMf (Imagen de Resonancia Magnética Funcio-
nal) devele mi experiencia de ver un paisaje o escuchar una 
melodía. Raph Ellis (2000 y 2004) propone “el caso Bill”. Bill 
es un neurólogo que está interesado en conocer el amor pero 
nunca se ha enamorado. Bill tiene un paciente que está ena-
morado en estos momentos, entonces Bill decide observar mi-
nuciosamente el cerebro de su paciente para conocer qué es 
estar enamorado. Al observar éste cerebro, Bill no ve más que 
procesos neurofisiológicos del cerebro de su paciente, pero 
no ve por ningún lado el amor. Como lo mencionamos antes, 
para Ellis, el conocimiento de los datos de primera persona 
sólo son accesibles para la persona que los experimenta, y 
para tener una perspectiva completa hay que poseer el cuerpo 
y tener las necesidades que posee esta persona.
4. El porqué de la actividad consciente
Ésta es una pregunta central en la ciencia de la conscien-
cia y se dirige a la función que tiene la actividad consciente. 
Es muy difícil imaginarse un fenómeno que no posea función 
alguna, que su existencia sea vacía e inocua y cuya utilidad 
no sea más que adornar nuestra vida mental. Esta es la idea 
que mantienen muchos de los opositores de la búsqueda de 
una solución al problema de la consciencia. Ellos aluden que 
no hay tal problema ya que la consciencia es un epifenómeno, 
es decir, un fenómeno que no tiene influencia alguna sobre 
el resto del universo, en el que se incluye nuestra vida metal y 
corporal. Esto quiere indicar que podemos hacer una ciencia 
de la mente o de los procesos psicológicos sin acudir a la 
actividad consciente, ya que esta actividad carece de un pa-
pel funcional o causal. Para muchas corrientes funcionalistas 
tener una función quiere decir que el fenómeno es suscepti-
27
ble de simulase o recrease artificialmente, ya que basta con 
abstraer las reglas que están en la base de dicha función y 
“correrlas” en un sistema cualquiera, es decir, con las reglas 
de la función podemos crear un algoritmo que reproduzca el 
fenómeno en un sistema artificial sin importar la materia de 
la que está hecho este sistema.
Existe una confusión al pensar que toda función es com-
putacional, es decir, que toda función puede ser ejecutada 
por medio de una serie de pasos formales en un sistema ar-
tificial porque, evidentemente, existen funciones que no son 
computables (Thomson, 2000). Aclarado este punto podemos 
avanzar con algunas funciones que podemos adjudicarle a la 
consciencia: 1) Su función primordial está relacionada con 
permitir una mayor adaptación de los organismos vivos a su 
medio ambiente, y por ello se ha mantenido, complejizándose 
en la evolución de las especies, siguiendo una lógica afectiva 
más no proposicional (Panksepp, 2001 y 2005). Esta es una 
función principalmente biológica y sobre ella se enlazan las 
demás funciones específicas. La adaptación biológica: por 
medio de una representación del organismo, del ambiente y 
de las influencias del ambiente sobre el organismo (Damasio, 
1999 y 2002). 2) Regulación del comportamiento: la experien-
cia consciente debe servir para controlar y guiar los planes de 
acción por medio de la anticipación de las consecuencias de 
la acción (Llinás, 2001). La consciencia evolucionó para per-
mitir un mayor control y regulación interna para adaptación 
externa. 3) Aprendizaje: aprendemos principalmente lo que es 
importante para nuestra supervivencia y ello depende de su 
significado biológico para nuestro cuerpo, el cual se traduce 
en una experiencia particular. 4) Tener experiencias conscien-
tes nos permite ponernos en el lugar del otro y saber qué expe-
rimentan los otros en diferentes situaciones. Sin consciencia 
es difícil pensar en una vida social, empática y altruista. 5) 
Recolección, selección y procesamiento de la información de 
forma flexible y ajustada a los contextos. 6) Función auto-or-
ganizativa que mantiene el sistema equilibrado y organizado. 
7) Acceso global a los contenidos del sistema, los cuales se 
encuentran dispersos por subsistemas especializados (Baars, 
1997). 8) Apropiación de las acciones de los organismos para 
crear un sentido del “Yo” que les permite diferenciarse de su 
entorno y tener el conocimiento que su actividad les trae con-
secuencias que les generan una experiencia determinada. 
5. Problema de la semántica
Un problema propuesto por Searle (1980) es que las aproxi-
maciones funcionales y reduccionistas de la consciencia no 
pueden dar cuenta de la semántica que contienen los estados 
conscientes. La propuesta computacional proviene de una 
postura iniciada por la filosofía analítica desde la que se pro-
pugna que la semántica está contenida en la sintaxis, que la 
28
forma preposicional contiene el contenido semántico de un 
sistema. Esta idea de Searle se dirigía a refutar la tesis de la 
inteligencia artificial de que la mente puede ser recreada por 
un mecanismo artificial de carácter formal y con la manipu-
lación de reglas. En esta postura se ejerce una fuerte opo-
sición a la idea de que la mente es un programa (software) 
de ordenador. Insiste en que los ordenadores trabajan como 
sistema manipuladores de símbolos (por ejemplo, sistemas 
de ceros y unos) en función de unas reglas o programas 
(gramática). Los programas son enteramente sintácticos, sin 
embargo, las mentes conscientes tienen contenidos semán-
ticos. Dada esta premisa, la gramática sola no es suficiente 
para dar cuenta de los contenidos semánticos, de lo anterior 
se pondría deducir que la mente consciente no es un ordena-
dor, porque tiene algo más, tiene semántica. 
Searle propone el siguiente experimento mental conoci-do como ‘la habitación china’: Imaginemos una habitación 
completamente aislada del exterior, salvo por algún tipo de 
dispositivo (una ranura para hojas de papel, por ejemplo) por 
el que se pueden hacer entrar y salir textos escritos en chino. 
En esta habitación se encuentra una persona que no sabe 
chino, pero tiene a su disposición una serie de manuales y 
diccionarios que le indican las reglas que relacionan los ca-
racteres chinos (algo parecido a “Si entran tal y tal caracteres, 
escribe tal y tal otros”). De esta forma, la persona que mani-
pula los textos puede responder ante cualquier mensaje en 
idioma chino que se le trasmita, así, un observador externo 
puede llegar a creer que entiende el chino. Pero este ejerci-
cio despierta preguntas como: ¿sabe o comprende el idioma 
chino la persona que se encuentra al interior de la habita-
ción?, ¿Los manuales y quías de procedimiento comprenden 
el idioma chino?, o ¿Es la habitación en su conjunto la que 
tiene el conocimiento sobre el idioma chino? La interpreta-
ción que se ha realizado es que el manipulador de símbolos, 
mediante reglas de gramática en el interior de la “habitación 
china”, contestaría en chino pero no “sabría” chino. Este ar-
gumento de la habitación china indicaría que la semántica 
no es intrínseca a la sintaxis, y que ese rasgo semántico de la 
consciencia se escapa, en principio, de cualquier recreación 
por un sistema artificial de manipulación de símbolos.
6. El problema de la conjunción de la información
Un aspecto en el que se han centrado muchas de las teo-
rías de la consciencia es en explicar la integración de la infor-
mación. Al percibir el mundo externo somos bombardeados 
por una gran cantidad de estímulos, los cuales son filtrados y 
luego fragmentados en modalidades sensoriales, la informa-
ción visual se procesa principalmente en el lóbulo occipital, 
la auditiva en el temporal, los estímulos somatosensoriales 
en el parietal, la olfativa en el bulbo olfativo, y así sucesiva-
29
mente la realidad se divide en muchos grupos de información 
para ser procesada, pero cuando miro mi taza de café, su olor, 
color, el vapor, la sensación de temperatura, el sabor y la for-
ma de la taza, son integrados en una única representación de 
‘estar tomándome una taza de café’. Hasta el momento no 
hay una idea clara sobre cómo se une esta información en 
una experiencia consciente.
Uno de los más importante aportes ha sido dado por 
los trabajos de Francis Crick y Christof Koch (1990 y 2002), 
quienes se han centrado en explicar la conciencia visual. 
La información que compone la imagen (forma, color, pro-
fundidad, movimiento, etc.) se encuentra dispersa en nu-
merosas localizaciones de la corteza visual (y de otras es-
tructuras más antiguas). Francis Crick y Crick Koch creen 
que una gama de disparos específica, a 40 hertzios, sería la 
responsable de relacionar la actividad al unísono de todas 
esas neuronas conectadas en una actividad psíquica uni-
taria. Para estos autores: “la descarga rítmica y sincrónica 
podría ser el correlato neuronal de la consciencia y servir pa-
ra ligar la actividad de diferentes áreas corticales relativas al 
mismo objeto” (Crick y Koch, 2002, p. 20).
Un punto de vista similar es el del neurocientífico colom-
biano Rodolfo Llinás (2001). Su tesis se centra en la sincronía 
temporal entre el disparo de las neuronas. Llinás llama a la 
onda generada por el disparo sincrónico onda Gamma, la cual 
tiene un valor aproximado de 40 disparos por segundo y se ge-
nera en la comunicación entre el tálamo y la corteza cerebral. 
A pesar del asombroso trabajo desde el área de las neuro-
ciencias y el gran avance que se ha logrado en la comprensión 
de los mecanismos neuronales, aún no se tiene una idea clara 
acerca de cómo se une la información para dar la sensación 
integrada de una imagen modal o heteromodal.
7. Exploración por la brecha explicativa
La brecha explicativa se refiere a la imposibilidad, en 
principio, para dar una explicación reductiva y natural a la 
consciencia fenoménica. Algunos piensan en la conscien-
cia como un misterio al que nadie ha podido dar cuenta, el 
cual consiste en cómo una cosa física puede tener estados 
fenoménicos (Nagel, 1974; Chalmers, 1996; Jackson, 1982). 
Muchos de los defensores de una explicación reduccionista 
defienden una teoría de la identidad, es decir, que los esta-
dos fenoménicos son lo mismo que la actividad del cerebro 
o determinado grupo de neuronas, pero cuando miramos las 
neuronas en acción no vemos el qualia por ningún lado, ni 
hay una razón para que éste aparezca.
Existen dos posturas clásicas con respecto a la brecha ex-
plicativa, por un lado se encuentran quienes afirman que con 
el tiempo y la evolución de las ciencias se podrá encontrar un 
puente que cubra esta brecha (Block y Stalnaker, 1998), pero 
30
otros (McGinn, 1991) piensan que no es posible dar con una 
solución ya que poseemos limitaciones cognitivas para deve-
lar el misterio de nuestra mente, algo así como que la mente 
no puede comprenderse a sí misma.
8. Los animales no humanos poseen consciencia
Este uno de los aspectos que más controversia ha ge-
nerado en los estudios de la mente. A partir de la tradición 
cartesiana, se tomó como un postulado que los animales no 
humanos eran autómatas sin actividad mental ni consciente. 
Una de las consecuencias directas de la aceptación o nega-
ción de esta teoría se remite a la discusión ética sobre el uso 
de animales para la investigación biomédica y la agricultu-
ra, ya que, si estos animales poseen estados conscientes y 
experiencias subjetivas como las nuestras, sería muy cruel 
continuar con su explotación, como se hace, al asumir que 
son maquinas biológicas. Además de estas implicaciones, la 
posición que se tome también nos servirá para ubicar al ser 
humano en un punto dentro del universo y encaminar nues-
tros esfuerzos para obtener las respuestas a las preguntas 
sobre la consciencia y muchos comportamientos que se han 
declarado como netamente humanos.
De acuerdo con Collin Allen (2006) las preguntas que se 
hacen acerca de la consciencia animal se inscriben dentro de 
un grupo de dudas más generales acerca de la cognición y la 
mente. Aunque a partir de la revolución cognitiva se han logra-
do abundantes hallazgos concernientes a las habilidades de 
procesamiento de información en animales no humanos, el 
tema de la consciencia animal permanece controversial, con-
virtiéndose muchas veces en un tabú entre las comunidades 
científicas, pero se mantiene en las teorías de la psicología 
popular de la mayoría de las personas la idea que los animales 
poseen experiencias conscientes.
Las críticas más importantes hacia la imposibilidad de la 
consciencia en animales no humanos provienen de los postu-
lados de la ciencia cognitiva acerca de los procesos represen-
tacionales de más alto orden. Uno de los principales exposito-
res de esta postura es Carruthers (1998a, 1998b, 2000 y 2005), 
quien ha formulado un modelo funcionalista de la consciencia 
fenoménica, en el que se dice que este tipo de fenómeno men-
tal es el resultado de la puesta en marcha de las teorías de 
más alto orden del pensamiento. Según esta propuesta, un 
estado mental es fenoménicamente consciente para un suje-
to sólo en el caso que éste pueda ser pensado directamente 
por el sujeto. Tales representaciones de más alto orden no son 
posibles a menos que la criatura posea una teoría de la mente 
que le genere los conceptos necesarios para pensar acerca 
de estados mentales. Sin embargo, existe un gran cúmulo de 
evidencia que pone en tela de juicio la hipótesis que los ani-
males no poseen teoría de la mente, principalmente estudios 
31
realizados con simios y delfines, en los que, por medio del re-
conocimiento de la imagen propia en un espejo, se determina 
sí esta criatura posee o no tal teoría.
Otro argumento comúnmente usado para negar la exis-
tencia de la mente animal es proponer como condición la 
existenciadel lenguaje para realizar un acto reflexivo sobre 
la experiencia consciente. Probablemente el lenguaje sea un 
requisito para la aparición de la metaconsciencia, la cual se 
refiere a la consciencia de poseer consciencia. A este nivel sí es 
necesaria una teoría de alto orden para reflexionar sobre los 
estados mentales propios, pero a un nivel más básico y prima-
rio de las experiencias afectivas o sensoriales no se requiere 
de tales teorías de alto orden estructuradas sobre el lenguaje. 
Una de las defensas más fuertes hacia la posibilidad de 
estados conscientes en animales no humanos proviene del 
trabajo de Jean Panksepp (1998, 2003 y 2005) quien, a partir 
de su tesis sobre las bases afectivas de la consciencia, ha es-
tablecido que los mamíferos compartimos ciertos sistemas 
neuronales que son responsables por la aparición y control 
de las experiencias de emociones primitivas. Panksepp de-
fiende la posibilidad de que los sentimientos emocionales 
básicos pueden ser catalogados como tipos de procesos 
fenoménicos, los cuales poseen sus bases neurofisiológi-
cas sobre sistemas de acción instintiva que promueven el 
comportamiento emocional. De esta forma, la consciencia 
afectiva emerge a partir de una larga escala neurodinámica 
en la que están implicadas una variedad de sistemas que 
coordinan la acción emocional instintiva.
Otra discusión relacionada con la consciencia animal es 
si ésta experiencia fenoménica aparece de forma gradual, o si 
es un atributo que se presenta como ‘todo o nada’. Los defen-
sores de la existencia de estados fenoménicos en criaturas no 
humanas defienden que siempre hay una actividad conscien-
te, lo que varía es el grado de acceso a la información sobre 
el funcionamiento del sistema. Se tiene una línea continua, la 
cual puede ser concebida como un crecimiento en espiral que 
avanza y se ensancha con cada incorporación de mecanis-
mos de procesamiento (memoria, funciones ejecutivas, razo-
namiento, lenguaje, etc.), pero cada espiral es particular para 
cada línea evolutiva, de aquí que podamos decir que nuestra 
experiencia no es la más rica, solamente es una más de las 
amalgamas que se suscitan a través del cambio filogenético. 
De esta forma, la experiencia de un murciélago es tan válida y 
especial como la nuestra, la ventaja que nos da nuestro apara-
to cognitivo es el poder para preguntarnos explícitamente por 
la diferencia entre la experiencia del murciélago y la nuestra.
De la anterior revisión sobre las principales discusiones 
acerca de la consciencia se han escapado algunos temas igual-
mente relevantes, que se han explorado brevemente durante el 
desarrollo del texto. Dentro de estos temas encontramos:
32
• El papel decisivo de los procesos afectivos para la for-
mación de la experiencia consciente.
• La necesidad de construir un cuerpo teórico que dé cuen-
ta del por qué y cómo se construye la experiencia en el desarrollo 
filogenético, ontogenético y del devenir continuo de nuestra vida.
• La importancia de los procesos socioculturales en la 
selección y determinación de las experiencias que poseemos.
• La universalidad o especificidad de los estados conscientes.
• La posibilidad de un libre albedrío y sus implicacio-
nes para la responsabilidad de los actos, la ética y las leyes.
• La percepción del tiempo, sus diferencias entre tiem-
po subjetivo, objetivo y físico.
• El qualia, su necesidad y los experimentos acerca del 
qualia ausente, qualia danzante, qualia invertido, etc.
• Estados anómalos de consciencia, tales como la in-
fluencia de alucinógenos, las demencias, el retardo mental, etc.
Conclusiones
A pesar de la complejidad y dispersión de los temas tratados con 
respecto de la consciencia se pueden determinar ciertos puntos bási-
cos con los que concuerdan muchos de los investigadores:
1. Se requiere un cuidadoso trabajo a nivel conceptual, el 
cual debe partir de los presupuestos filosóficos básicos, reto-
mar los aportes de las neurociencias y dirigirse a la formula-
ción de una novedosa y desafiante teoría que salve la brecha 
explicativa, si es que esta existe.
2. La consciencia es en primer lugar un fenómeno bioló-
gico, y por ello estrechamente relacionado con la vida, y en 
segundo lugar un producto del funcionamiento del cerebro. 
Es decir, la consciencia es un proceso de naturaleza biológi-
ca que se desarrolló a través de la evolución de las especies, 
alcanzando un nivel especial, el de la autoconciencia reflexiva, 
con el desarrollo del cerebro humano. No obstante, el esta-
do actual de las teorías y los hallazgos experimentales no nos 
permiten discernir si es posible adjudicar experiencias cons-
cientes a partir de la aparición del homo Sapiens Sapies, los 
homínidos, los mamíferos, los organismos cordados, o a qué 
nivel de la evolución biológica.
3. La consciencia es un fenómeno natural que merece y de-
be ser explicado, ya sea por los métodos de la ciencia positiva 
tradicional o por la aparición y conjugación de nuevas teorías.
4. La consciencia se encuentra intrínsecamente ligada con 
un carácter subjetivo del procesamiento de la información, y 
éste es el punto de más difícil explicación y estudio. 
5. La consciencia no es un adorno de nuestro funciona-
miento, por el contrario, debe tener una importante función 
adaptativa relacionada con el ajuste a un medio cambiante.
En resumen, podemos decir que para comprender la cons-
ciencia se debe realizar un trabajo de síntesis trasdisciplina-
33
ria, ya que para dar cuenta de la experiencia consciente se 
requiere de las más novedosas y atrevidas teorías físicas, bioló-
gicas y psicológicas, con la mayor critica filosófica y la apertura 
a nuevas formas de ver el mundo, el que sabemos no es para 
nada como se nos presenta ante la experiencia. Una ciencia de 
la consciencia debe contemplar los hallazgos de las neurocien-
cias, la etología, el desarrollo normal y patológico, una perspec-
tiva evolutiva, la fenomenología, la filosofía de la mente, los co-
rrelatos de la neurofisiología, neuroanatomía y neuroquímica, 
la psicología comparada y muchas áreas más. Sólo entonces 
podremos decir que tenemos herramientas suficientes para 
aproximarnos, ligeramente, a la experiencia subjetiva.
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37
II
Mesa Redonda
Riqueza Explicativa de la Física 
Cuántica y la Neurobiología en el 
Estudio de la Conciencia
Mayo 19 de 2003
Invitados
JOSÉ SARTA
Departamento de Física
Universidad Distrital Francisco José de Caldas
RAÚL OYUELA
Facultad de Psicología
Universidad Pontificia Javeriana
ALEJANDRO MUNERA
Facultad de Medicina
Universidad Nacional de Colombia
JUAN DANIEL GÓMEZ
Facultad de Psicología
Universidad Pontificia Javeriana
JAIME YAÑEZ
Departamento de Psicología
Universidad Nacional de Colombia
 
38
En las últimas décadas se ha despertado un creciente in-
terés por la comprensión de los mecanismos implicados en 
los estados conscientes, y han sido muchas las perspectivas 
que intentan explicar estos mecanismos, la mayoría de las 
cuales proviene del ámbito científico. En la actualidad, dos de 
los campos que más han influido en la comunidad académica 
corresponden a modelos físicos de la realidad: la teoría mecá-
nico-cuántica y la neurobiología.
La mecánica cuántica sustenta sus fortalezas explicativas 
en la indeterminación del procesamiento de la información, la 
velocidad y cantidad de información que se procesa, el trato 
con las propiedades fundamentales de la realidad y la incerti-
dumbre de nuestro conocimiento con respecto al estado com-
pleto del sistema consciente. A pesar de la elegancia y cohe-
rencia en su cuerpo teórico, a esta

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