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Espuela de bronce en el Cerro de Las Agujetas de Pinos Puente, Granada. Un vestigio artístico de la toréutica aplicada a la…ANTIQVITAS - 2010 - N.º 22 (pp. 57-75) ISSN: 1139-6609 - M.H.M. Priego de Córdoba
Espuela de bronce en el Cerro de Las Agujetas 
de Pinos Puente, Granada. Un vestigio artístico 
de la toréutica aplicada a la implementa de 
los caballeros en el mundo ibérico
JUAN A. PACHÓN ROMERO (*/**), 
JAVIER L. CARRASCO RUS (*/**)
JESÚS GÁMIZ JMÉNEZ (**)
Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino (*). 
Grupo de Investigación HUM 143 de la Universidad de Granada (**)
RESUMEN
Entre los hallazgos más llamativos de la arqueología ibérica de la provincia de Granada, se encuentra la espuela de bronce 
de Las Agujetas, única constatada en la zona y de conservación excepcional. Su recuperación permite comprender mejor la 
secuencia arqueológica del sitio, en relación con el Cerro de los Infantes (la antigua Ilurco). Mientras que su interpretación 
afianza las funciones militar y, sobre todo funeraria, como probables actividades del lugar, a lo largo del primer milenio a.C.
PALABRAS CLAVE: espuela, jinete, necrópolis, fíbula de tipo Alcores, fortificación, kylix ática.
SUMMARY
Bronze spur of Cerro de Las Agujetas in Pinos Puente, Granada. An artistic item of applied Iberian horsemen.
The bronze spur documented in the settlement of Las Agujetas can be considered one of the most relevant finds of the 
Iberian culture in the Granada province. Its analysis leads us to a better understanding of the archeological sequence of the 
site, in relation with Cerro de los Infantes (the old Ilurco), whereas its interpretation consolidate the military and funerary 
functions like the probable activities of the place, during the first millennium B.C.
KEY WORDS: spur, horseman, necropolis, phibula of Alcores type, fortification, atica kylix.
CONSIDERACIONES PREVIAS
Entre el muy variado bagaje material que acompa-
ña los contenidos arqueológicos adscritos a los hallaz-
gos culturales ibéricos, los objetos metálicos suelen 
ser bastante numerosos. Pero si estos elementos los 
circunscribimos a los implementos de carácter utilita-
rio, la proporción más elevada de los casos conocidos 
corresponderían a las manufacturas que se elaboraron 
con hierro. Frente a ellos, siguen siendo mucho menos 
habituales los objetos que se realizaron en bronce, pro-
bablemente por su más compleja elaboración, por la ne-
cesidad de disponer de un artesanado más especializado 
y, ciertamente también, por su más elevado coste. Por 
ello, siempre resulta de interés presentar las produccio-
nes broncíneas ibéricas, aún más si formaron parte de 
la implementa guerrera indígena, donde precisamente 
resultan aún mucho más escasas las representaciones 
que no se realizaron en hierro.
En el caso que aquí analizamos, se trataría de una es-
puela característica del armamento ibérico (CUADRADO, 
1979; QUESADA, 2001-2002, 2002-2003 y 2005), cuyo 
interés pretendemos destacar en este trabajo. Pese a que 
se trata de un hallazgo aislado y superficial, en el que faltan 
referencias totalmente fidedignas sobre su relación contex-
tual y significado deposicional, sus características y valo-
ración del yacimiento de procedencia resultan suficientes 
para enfatizar la trascendencia de la misma. Aunque se 
haya debatido extensamente en otros foros sobre la ido-
neidad de publicar ítems arqueológicos aislados, de proce-
dencia contextual dudosa y para los que muchas veces es 
complicado destacar conclusiones científicas, en el caso 
que nos ocupa la facilidad para relacionarlo con un yaci-
miento suficientemente conocido, del que tenemos otras 
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J.A. PACHÓN ROMERO, J.L. CARRASCO RUS y J. GÁMIZ JIMÉNEZ
referencias de interés, permitirá avanzar en la comprensión 
de estos sitios arqueológicos y en la importancia de las 
espuelas para las sociedades ibero-bastetanas granadinas.
Respecto de estos elementos metálicos, las espuelas 
–en contraposición con otros integrantes de la panoplia de 
los guerreros ibéricos (QUESADA, 1997)– representan un 
dispositivo en cierto sentido secundario, en cuanto al vo-
lumen de su recuperación en los corpora del armamento 
prerromano, pero de una especial importancia entre los 
jinetes peninsulares como parecen estar evidenciando los 
textos escritos relativos a la época1 y que, progresivamen-
te, van demostrando los nuevos hallazgos arqueológicos, 
entre los que cada vez se destacan más espuelas que du-
rante mucho tiempo habían pasado desapercibidas, al no 
habérseles reconocido como tales o no habérseles dado 
suficiente importancia en la documentación arqueológica 
disponible. Siempre antes de los estudios de Fernando 
Quesada, pero haciendo salvedad de las anteriores y más 
reducidas referencias de Emeterio Cuadrado.
Por otro lado, tampoco debemos considerar la espuela 
que analizamos como un descubrimiento especialmente 
insólito en sí mismo, pero sí podremos destacar en ella 
algunas características que le aportan un indudable valor 
añadido, al margen de constituirse en el primer ejemplar 
de su clase que ha podido reconocerse en la provincia de 
Granada. A todo ello contribuye las excepcionales condi-
ciones de conservación con que nos ha llegado, pese al 
inconveniente de que en la actualidad se encuentre dividido 
en dos fragmentos que se rompieron en tiempos antiguos; 
un hecho que, pese a todo, no impide la suficiente com-
prensión de la ingeniería mecánica de su concepción.
Del mismo modo, las dos partes reunidas permiten te-
ner una visión completa de toda la superficie externa de la 
espuela, donde se generó un espacio suficiente como para 
servir de soporte en el que desarrollar ciertas expresiones 
estéticas. Una concesión al ornato que no acabó por com-
prometer la compatibilidad con la otra vertiente: su mani-
fiesta y básica función utilitaria en el castigo consciente 
de los caballos, para lo que siempre se han empleado las 
espuelas en la monta ecuestre.
En cuanto a la localización geográfica del hallazgo de la 
espuela, tenemos plenas garantías sobre su procedencia, 
concretamente en el pie de monte del Cerro de las Aguje-
tas, en Pinos Puente, Granada (Fig. 1). Este sitio arqueoló-
gico es un viejo conocido de la investigación protohistórica 
granadina, en el que este descubrimiento –junto a otras 
evidencias destacadas en él– facilitan lanzar la hipótesis 
interpretativa del yacimiento como un área eminentemente 
de necrópolis; lo que se uniría a otras lecturas diferentes 
que también se han propuesto para explicar el lugar, pero 
1) Sobre la importancia de los caballos y los jinetes en época prerromana puede verse una todavía reciente monografía (QUESADA y 
ZAMORA, 2003).
Fig. 1: Vista general del sector centro-occidental del Cerro de las Agujetas, desde el sur. Marzo de 2010.
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Espuela de bronce en el Cerro de Las Agujetas de Pinos Puente, Granada. Un vestigio artístico de la toréutica aplicada a la…
que podrían ser solo complementarias respecto de la que 
aquí estamos planteando justificadamente.
En ese sentido, el sitio nunca debería entenderse como 
núcleo independiente en sí mismo, sino que hubo de rela-
cionarse directamente, incluso bilateralmente, con el cen-
tro arqueológico más cercano y principal correspondiente 
con la antigua Ilurco. Esta ciudad, sita en el colindante Ce-
rro de los Infantes (Fig. 2) es bien conocida por múltiples 
referencias arqueológicas y una nutrida nómina bibliográ-
fica (PACHÓN, 2008b: 65-69).
Las diferencias topográficas entre ambas eminencias 
del relieve en la zona son tan suficientemente divergentes 
que es fácil sugerir la clara dependencia de Agujetas res-
pecto de Infantes; algo que confirma la distinta dispersión 
de los vestigios arqueológicos en ambos lugares, por no 
hablar de la desigual extensión que presentan. Por ello, 
Agujetas debió desempeñar durante el primer milenio al-
guna que otra función complementaria, entre las que la fu-
neraria no resultaría descabellada a la luz de la interesante 
nóminade hallazgos recuperados en el yacimiento.
Alguna relación con ello hubo de tener su propia ubi-
cación, que se establece en la ribera oriental (la izquierda) 
del río Velillos/Frailes, ocupando una pequeña elevación de 
geología margosa que sobrepasa los seiscientos metros 
(cota 627,5). La configuración de la eminencia topográfica 
es básicamente alargada y dispuesta perpendicularmen-
te respecto de la Vega de Granada, por lo que en cierta 
medida se dispone en paralelo al curso de aquel río y del 
camino (GR-NO-29) que, actualmente, conduce a las pe-
queñas poblaciones actuales de Olivares y Moclín. Junto 
con Infantes, ambos lugares quedarían al oeste del actual 
Pinos Puente, pero en sus inmediaciones.
El interés desde la antigüedad por Las Agujetas en-
tronca también con su característica conformación topo-
gráfica, que pese a su debilidad estratégica respecto de 
Infantes adquirió importancia por sí mismo al garantizar su 
utilización en tareas complementarias para la defensa de 
todo el conjunto en algunos momentos históricos, como 
explicarían los restos de una posible fortificación en su 
cima. Esto es así porque su misma posición aislada le daba 
un gran dominio directo respecto del camino sobre el que 
se sitúa, mucho más próximo de él que el aledaño Cerro 
de los Infantes. Éste, con su mayor altura y característico 
escarpamiento en su flanco oriental, quedaría finalmente 
en inferioridad respecto de un acceso rápido y directo a 
esta ruta natural, que conformaba ese camino a lo largo del 
curso del río Frailes. Las funciones de indudable comple-
mentariedad existentes entre ambos sitios, no solo lo fue-
ron desde un punto de vista económico y estratégico, sino 
que reflejaban al tiempo la compleja realidad respecto de la 
división de actividades urbanas, entre las que Las Agujetas 
también pudo significar un uso como espacio necropolar 
de referencia de la ciudad de Ilurco.
Pero antes de que desarrollemos algo más este último 
Fig. 2: Panorama de la zona arqueológica y su planimetría con Las Agujetas (círculo con asterisco), junto a 
Los Infantes (asterisco izda). A partir de la Hoja 1009-I del Mapa Topográfico Nacional. 2ª ed. 1999 del Insituto 
Geográfico Nacional.
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J.A. PACHÓN ROMERO, J.L. CARRASCO RUS y J. GÁMIZ JIMÉNEZ
aspecto, debemos hacer una última referencia respecto de 
la dinámica viaria antigua. Así, la conjunción práctica de 
las dos elevaciones del yacimiento debieron representar 
un estricto control para el acceso desde esta parte hacia 
la Vega de Granada: algo indispensable dado el interés 
económico que la depresión representaba para todas las 
poblaciones asentadas en su entorno; desde el momento 
en que se completara su relleno geológico, o que el aporte 
de aluviones alcanzase el volumen necesario para que en 
los nuevos espacios pudieran haberse iniciado actividades 
agrícolas de interés económico.
Desde hace tiempo venimos exponiendo la hipótesis 
interpretativa sobre el progresivo relleno del fondo panta-
noso de la Vega de Granada, durante los tiempos pre y 
protohistóricos (PACHÓN, PASTOR y CARRASCO, 1999; 
PACHÓN, 2008a: 252). Se trató de un proceso natural geo-
lógico de colmatación de la depresión intrabética del Alto 
Genil, cuyo punto culminante alcanzaría tiempos iberos o 
preiberos. La apropiación de un espacio llano, extenso y 
muy feraz agrícolamente, por parte de unas poblaciones 
ubicadas en zonas claramente montañosas o periféricas, 
representó para estas comunidades disponer en la Vega 
granadina de un referente simbólico y económico de pri-
mer orden, dando sentido a la importante necrópolis tumu-
lar de Ilurco con sus monumentos dispuestos estratégica-
mente ante aquella depresión (PACHÓN y PASTOR, 1984; 
PACHÓN y CARRASCO, 2004 y 2005).
ARQUEOLOGÍA DE LAS AGUJETAS
Todo nuestro conocimiento del yacimiento se basa en 
hallazgos ocasionales, sin que hasta el momento se haya 
realizado ningún trabajo arqueológico directo en Las Aguje-
tas; por lo que los datos que podemos proporcionar sobre 
el mismo solo son aproximativos, aunque están cargados 
de un más que indudable interés. Esto nos obliga a valorar 
exclusivamente evidencias materiales de origen superficial, 
a las que su carácter solo les aporta un reducido interés 
probatorio, pero al mismo tiempo –sin que exista una inter-
pretación claramente consolidada– puede permitirnos ase-
gurar cualquier otra explicación del sitio suficientemente 
justificada. Interesa recordar que los primeros elementos 
de juicio sobre Las Agujetas fueron dados a conocer en los 
años sesenta del pasado siglo por el profesor M. Pellicer, 
apoyándose en buena parte de las informaciones de campo 
recogidas desde finales de los cincuenta y en sus propias 
prospecciones (PELLICER, 1964: 312). Desde entonces 
a hoy, la continua información que ha venido arrojando 
el yacimiento, en hallazgos sucesivos, nos permite intuir 
relaciones cada vez más completas y complejas sobre su 
contenido patrimonial, facilitando ajustar mejor la concep-
tualización histórico-cultural que debiera corresponderle.
Entre las muchas interpretaciones que pueden reunirse 
en torno al Cerro de las Agujetas, posiblemente los acer-
camientos más extensos se deban a nosotros mismos; 
pero su alcance tendría que unirse al variado conjunto de 
referencias previas, al tiempo que a las posteriores que si-
guieron tras nuestro inicial análisis. De entre ellos, debe 
hacerse mención expresa a la referencia de P. Moret, en 
torno a una posible fortificación en la cima de Las Aguje-
tas, construcción que ya había destacado el propio Pellicer 
(MORET, 1996: 522). También, aunque con otra perspec-
tiva, uno de nosotros ha vuelto a referirse a algunos as-
pectos del yacimiento (PACHÓN, 2008a), mientras ultima 
una obra conjunta sobre la Segunda Guerra Púnica en la 
zona, que también aludirá extensamente a Las Agujetas 
(PACHÓN y ANÍBAL, en preparación).
En la mayor parte de los casos, siempre se ha tratado 
de estudios parciales, ya fuese porque se referían a algún 
aspecto concreto del dilatado espectro cultural del yaci-
miento, o bien porque se incluyeron en interpretaciones 
mucho más extensas y relativas a territorios más amplios 
en el que las particularidades de Agujetas solo alcanzan una 
importancia relativa y secundaria. Un ejemplo de nuestras 
propias investigaciones podrá mostrar lo que decimos:
Hace ya treinta años que dimos a conocer el interés 
protohistórico de esta estación arqueológica (PACHÓN, 
CARRASCO y PASTOR, 1979: 324- 329), extendiendo has-
ta principios del primer milenio el carácter protohistórico 
del yacimiento, al poder analizar algunos restos materiales 
correspondientes a los momentos postreros del Bronce 
Final, así como a época orientalizante y de principios de la 
época ibérica (Figs. 3/4). Se configuraba así una extensa 
trayectoria vital y cultural del sitio, pero que todavía ob-
viaba una parte importante del dilatado espectro cultural 
que hoy podemos vislumbrar con la acumulación de las re-
cuperaciones arqueológicas más recientes. Hallazgos que, 
sin embargo, se han producido en los últimos tiempos, por 
lo que tampoco fuimos capaces de avanzar mucho más 
en otra aportación general y posterior sobre el horizonte 
ibérico granadino (ADROHER, LÓPEZ y PACHÓN, 2002: 
147-148).
Por otra parte, tampoco es razonable que tratemos de 
completar en este momento la visión del yacimiento que 
podemos formarnos actualmente; únicamente intentare-
mos aportar algunas evidencias con las que sustentar al-
guna hipótesis novedosa sobre la utilidad de Agujetas en 
tiempos prerromanos. Debemos, por tanto, comprender 
en su justa medida el hallazgo que aquí presentamos, aun-
que haciendo referencia a algunas particularidades con las 
que es más plausible de entender el significado del sitio en 
tiempos ibéricos; al tiempo que se facilitará la exposición 
de las argumentaciones que queremos destacar. En este 
orden de cosas, se hace también imprescindible considerar 
parte de la secuencia material reconocible, a losque pode-
mos adjuntar evidencias de clara significación ibérica, para 
en conjunto contextualizar eficientemente la espuela que 
estamos considerando.
Aunque los restos de cultura material puedan ser cier-
tamente significativos y abundantes, suponen un auténtico 
handicap los vestigios estructurales. Al ser poco visibles en 
Las Agujetas, ofrecen una dificultad añadida para interpre-
tar las referencias bibliográficas clásicas sobre el lugar, así 
como para poder deducir una funcionalidad concreta del 
mismo en la antigüedad. Pese a todo, en época de lluvias, 
cuando se producen fuertes escorrentías estacionales, se 
hacen visibles algunos alineamientos murarios correspon-
dientes a construcciones que emplean estrechos muros de 
piedra con trazados que dibujan estructuras cuadradangu-
lares y rectangulares de endeble consistencia, ocupando 
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Espuela de bronce en el Cerro de Las Agujetas de Pinos Puente, Granada. Un vestigio artístico de la toréutica aplicada a la…
hoy los espacios paralelos que quedan sin ocupar entre 
las hileras de olivos que se sitúan en las laderas de toda la 
colina (Fig. 1); aunque esas edificaciones son más visibles 
en la parte occidental, precisamente frente a Los Infantes. 
Estas estructuras no parecen tener relación alguna con las 
construcciones defensivas destacadas por otros autores, 
que –en cualquier caso– tampoco se vislumbran ya, a 
simple vista, por lo que poco podríamos indicar sobre su 
carácter; aunque los últimos que los vieron también indica-
ron que seguían las líneas de las curvas de pendiente, casi 
en la cima y en la misma vertiente que hemos señalado, 
por lo que de seguir existiendo no coincidirían con los ali-
neamientos que antes hemos destacado. Igualmente, apro-
vechando la erosión de las precipitaciones, aún se observa, 
en la ladera sur, un pronunciado escalonamiento de la ver-
tiente, en el tercio superior de la colina, que podría corres-
ponder con el lugar por donde corría el cierre de la muralla 
meridional. La falta de los componentes pétreos del para-
mento exterior impide una mayor precisión sobre el verda-
dero carácter del revestimiento frontal, pero la presencia 
de pequeñas piedras irregulares en una amalgama de barro 
endurecido recuerda el interior murario de un posible re-
cinto, muy diferente de las tierras sueltas más habituales 
ladera abajo. Tanto si existe, como si hubiera existido, esta 
posible edificación fortificada, las otras construcciones que 
sí resultan aún visibles podrían estar significando posibles 
elementos de habitación, aunque tampoco podríamos des-
deñar de entrada una explicación funeraria, siempre que 
podamos considerar la auténtica etiología que se deduce 
de ciertos hallazgos. En la vertiente norte del yacimiento, 
en el perfil del cauce del arroyo temporal que corre por la 
vaguada que delimita Las Agujetas con la siguiente eleva-
ción topográfica, se recuperó en cierta ocasión una falcata 
completa y doblada, lo que alude claramente a la presencia 
de necrópolis en el sitio, o en sus inmediatos alrededores.
Pero el espectro cronológico que se deduce de los ves-
tigios arqueológicos de Las Agujetas es mucho más am-
plio, pudiendo retrotraer sus orígenes a tiempos mucho 
más antiguos, lo que refleja con claridad el interés por el 
lugar desde época bastante más remota. Han podido reco-
nocerse hallazgos prehistóricos, aunque de momento no 
parecen ser anteriores al Bronce Final; aunque cabe la po-
sibilidad de que pudieran corresponder a un momento algo 
más avanzado, al período protohistórico y más claramente 
orientalizante, en contacto ya con el período de impacto 
con la colonización fenicia. Para ilustrar lo que decimos va-
Fig 3: Las Agujetas: cerámicas a mano [1 a 3 (?)]. Cerámica a torno: ánfora fenicia o asociada (4), pithos policromo 
(5).
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J.A. PACHÓN ROMERO, J.L. CARRASCO RUS y J. GÁMIZ JIMÉNEZ
mos a apoyarnos en un corpus cerámico que ya habíamos 
publicado y que pertenece, en su conjunto, a los reperto-
rios comunes de gran parte de los asentamientos locales 
desde el Bronce Final. En él se aprecia una clara perviven-
cia proyectada hacia el momento siguiente, de transición 
protoibérica, donde se hacen más patentes los vestigios 
del nuevo momento, confeccionados ya mayoritariamente 
a torno. Se trataría de un conjunto material muy conocido 
en los repertorios arqueológicos del occidente granadino, 
con paralelos muy cercanos en otros contenidos materia-
les arqueológicos, como los que se han estudiado en el 
vecino asentamiento de Cerro de Los Infantes, así como en 
el más lejano de La Mora.
En lo particular de las Agujetas, el repertorio de cerámi-
ca a mano es bastante ilustrativo, mostrando vasos de per-
fil cilíndrico (Fig. 3: 1), mientras las bases suelen coincidir 
con abundantes fondos planos en el que se hace típico el 
reborde redondeado o en talón (Fig. 3:2). También se en-
cuentran fuentes de borde vuelto (Fig. 3:3), características 
formas que parecen demostrar la continuidad evoluciona-
da de los grandes recipientes abiertos con base rehundida 
a mano; vajilla que sería, algo más tarde, imitada por las 
primeras producciones grises a torno que abundan en los 
ámbitos indígenas del interior peninsular. Son, en definiti-
va, productos bastante conocidos que también se habrían 
realizado en el entorno productivo de los colonizadores 
fenicios, propio del ámbito costero malagueño, donde re-
cientemente parecen haberse encontrado restos cerámicos 
con una muy amplia nómina de artículos grises asociables 
a muchas de estas formas.
Es lo que podría deducirse del contenido de las pro-
ducciones de centros alfareros descubiertas recientemente 
en el entorno de Torre del Mar, junto a la desembocadura 
del río Vélez (MARTÍN, RAMÍREZ y RECIO, 2006). Es muy 
probable que estos artículos se realizaran para su venta 
entre los indígenas y, posteriormente, ser imitados en los 
ámbitos productivos locales del interior, si no se crearon 
directamente siguiendo el gusto indígena. La peculiaridad 
Fig. 4: Las Agujetas. Cerámicas grises: soporte anular (1) y fuentes (7 a 9).
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Espuela de bronce en el Cerro de Las Agujetas de Pinos Puente, Granada. Un vestigio artístico de la toréutica aplicada a la…
de la fuente gris de Agujetas, a la que nos referimos, es-
triba en que se trata de un producto de raigambre mixta, 
a mitad de camino entre la artesanía local y las primeras 
realizaciones torneadas, con el añadido de fuertes líneas 
de alisado o espatulado exterior que podrían relacionarse 
con las técnicas del bruñido tan características de estos 
momentos en buena parte del territorio andaluz.
En nuestro repertorio cerámico también encontramos 
otros representantes que se realizaron con una técnica di-
ferente, nos referimos a la vajilla torneada con arcillas cla-
ras, siguiendo ahora un más variado muestrario tipológico. 
Entre el amplio número de fragmentos, debe significarse 
la boca fragmentaria de un ánfora de tipo fenicio con una 
sección asimilable a los bordes almendrados (Fig. 3: 4), 
aunque lo reducido de la muestra nos ha impedido com-
probar su pertenencia al grupo de hombros marcados.
Junto a ella, destacan los restos del remate superior 
de una vasija con decoración policroma, probablemente 
coincidente con los perfiles conocidos de algún pithos 
(Fig. 3: 5). Tampoco está ausente en el grupo torneado un 
representativo conjunto de cerámicas grises (VALLEJO, 
2005), entre las que no pasa desapercibido un interesante 
soporte anular (Fig. 4: 1), sin descartar algunos bordes de 
fuentes (Fig. 4: 2-4) que no han conservado sus típicos 
fondos rehundidos o planos. Estas últimas formas son pe-
culiares por llevar algunos grafitos externos o marcas de 
alfar, incisas y estampilladas. Desgraciadamente, falta aún 
un estudio pormenorizado de este tipo de marcas, aunque 
ya existen algunos acercamientos arqueológicos de nota-
ble interés sobre los grafitos (MEDEROS y RUIZ 2001 y 
2006: 152-162). Estudios a los que puede añadirse una 
pequeña aportación de nuestraparte (PACHÓN y CARRAS-
CO, 2009).
A la búsqueda de una interpretación sobre la presencia 
de estas cerámicas en Las Agujetas, se abre la lógica idea 
de su relación directa con los restos procedentes del há-
bitat correspondiente de este mismo momento, pero reco-
nocidos y excavados en el Cerro de Los Infantes, concreta-
mente en la parte opuesta del río Frailes (margen derecha), 
junto a la confluencia de este mismo río con la carretera 
Granada-Badajoz (N-432)2, donde se evidenciaron restos 
de estructuras, propias de un asentamiento, así como de 
concretos espacios artesanos dedicados a la fabricación 
en serie de cerámica industrial de gusto fenicio, como ya 
se ha estudiado en otro sitio (CONTRERAS, CARRIÓN y 
JABALOY, 1983).
Que materiales arqueológicos similares se repitan a 
uno y otro lado del río, en Agujetas e Infantes, no tiene por 
qué ser un hecho contradictorio o falto de sentido, sino 
que –en realidad– se explicaría en un doble sentido. Por un 
lado, ambos espacios se entenderían como complemen-
tarios, mientras Agujetas sería una extensión del propio 
asentamiento, del núcleo principal; por otra parte, este 
último sitio funcionaría, en ciertos momentos, como una 
de las necrópolis del poblado arcaico, precursor de Ilurco.
La personalísima configuración topográfica del Cerro 
2) MENDOZA, MOLINA, ARTEAGA y AGUAYO, 1981; MOLINA, MENDOZA, SÁEZ, ARTEAGA, AGUAYO y ROCA, 1983.
Fig. 5: Las Agujetas. Fíbula de tipo Alcores (dibujo/fotografía).
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J.A. PACHÓN ROMERO, J.L. CARRASCO RUS y J. GÁMIZ JIMÉNEZ
de las Agujetas, con su posición geográfica enfrentada al 
poblado que se asienta en Los Infantes, del que se separa 
por un curso permanente de agua, materializa una dispo-
sición geográfica que, por la simple distancia entre ellos, 
podría refrendar un uso necropolar de aquel sitio duran-
te la época antigua; al menos desde época orientalizante, 
señalando una de las facies más arcaicas de su posible 
trayectoria vital. En este sentido, ha sido interesante com-
probar científicamente, mediante variadas recuperaciones 
en el sitio, la presencia de diversos elementos metálicos 
que aludirían a esas mismas etapas, como ocurre con una 
fíbula tartésica de bronce de tipo Alcores (Fig. 5), bien con-
servada, a la que solo le falta la aguja. Fue recuperada en 
las inmediaciones del yacimiento, en la vaguada que –por 
el este– lo separa de otra eminencia cercana (Cerro Grana-
dos), donde han sido frecuentes ciertos hallazgos aunque 
de índole mayoritariamente numismática. 
Este tipo de fíbulas ha sido poco habitual dentro de los 
hallazgos arqueológicos en territorio granadino, pero en 
cambio se conocen en Andalucía Oriental y suponen un re-
levante número de hallazgos en muchos ambientes tartési-
cos de la Baja Andalucía (STORCH, 1999: 192-216); prácti-
camente todos son de procedencia superficial, aunque hay 
casos que sí sabemos que proceden de claros contextos 
Fig. 6: Las Agujetas: kylix ática de figuras rojas (vistas superior, frontal y basal), reconstruida idealmente a 
partir de tres fragmentos de borde (centro/abajo) y pie (arriba/abajo), sobre un original de El Cigarralejo. Cuencos 
pintados ibéricos (2-3) y glande de plomo (4).
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Espuela de bronce en el Cerro de Las Agujetas de Pinos Puente, Granada. Un vestigio artístico de la toréutica aplicada a la…
funerarios, como ocurre en muchos hallazgos mortuorios 
de Bonsor en la comarca de Carmona. También sería el 
caso constatado de la sepultura nº 15 de La Joya, Huelva. 
Mientras que en la Alta Andalucía sabemos de otros casos 
en las necrópolis giennenses de Cerrillo Blanco de Porcu-
na y de Los Chorrillos en Mengíbar (TORRECILLAS, 1985: 
121; TORRES, 1999: 62-63 y 98-99). Con estas evidencias 
arqueológicas podríamos proyectar una interpretación si-
milar para explicar la fíbula granadina, con lo que se podría 
también apoyar la frecuentación de Agujetas durante los 
siglos VII-VI a.C., pero abriendo la explícita posibilidad de 
su uso mortuorio a partir de ese momento. Pero se trata-
ría de un tope temporal que es solo un referente inicial, 
porque es evidente que el espacio funerario de Agujetas 
debió tener un espectro cronológico bastante más amplio, 
posiblemente continuado a lo largo del tiempo y que pro-
seguiría, al menos, hasta una facies ibérica plena y tardía, 
enlazando ya con los avatares históricos de época romano-
republicana, que quizás cambiasen definitivamente su fun-
cionalidad tradicional.
De ese dilatado periodo serían buena muestra los res-
tos de cerámicas áticas, tanto en lo que respecta a las pro-
ducciones de figuras rojas, como a las de barniz negro, de 
gran presencia entre el mobiliario funerario de época ibé-
rica, aunque también muy preciadas en los contextos do-
mésticos, como han defendido bastantes investigadores. 
La importancia del uso doméstico y funerario de estas ce-
rámicas ya fue estudiado hace algún tiempo (ROUILLARD, 
1991: 180), a lo que se sumaron análisis de otros aspectos 
sobre esta vajilla (SABATTINI, 2000); mientras que, en ge-
neral, la producción ática, desde sus momentos iniciales 
en Iberia hasta los siglos V/IV a.C., puede seguirse en otros 
autores (DOMÍNGUEZ y SÁNCHEZ, 2001).
En el yacimiento granadino son conocidas estas cerá-
micas, pudiendo ofrecer alguna pequeña muestra gráfica 
(Fig. 6: 1), pero que podría resultar bastante significativa. 
Se trata de varios fragmentos de una o varias copas para 
beber áticas, pero con las que hemos ofrecido una recons-
trucción ideal sobre un único modelo tipológico. Fragmen-
tos de vasijas como las de esta kylix, o de otras formas 
coetáneas, sabemos que aparecen también en contextos 
específicos de habitación, pero tanto la acumulación de 
hallazgos, como –en ocasiones– sus apariciones aisladas, 
son también suficiente indicio de actividad funeraria ibéri-
ca, dado el interés que algunos de estos vasos tenían para 
la liturgia mortuoria ibérica, en torno al vino y su consumo 
con carácter ritual (QUESADA, 1994). Se trata de eviden-
cias que, en Las Agujetas, ilustrarían una más que probable 
continuidad funcional como espacio necropolar, en torno 
al primer cuarto del siglo IV a.C. 
En cuanto a las producciones alfareras áticas y campa-
nienses de barniz negro, también fueron bastante corrientes 
entre los repertorios habituales de las vajillas que usaban los 
indígenas, pero sus formas nunca estuvieron constituidas en 
exclusiva por los artículos importados, que casi copaban todo 
el repertorio de la vajilla más lujosa; sino que –en cambio– sir-
vieron de modelo para muchas de las formas cerámicas que 
eran producidas localmente por los artesanos indígenas. Este 
es un aspecto que resulta fácilmente deducible, siempre que 
tomemos en consideración los perfiles que muestran algunas 
fuentes o cuencos recogidos en el mismo sitio de Agujetas 
(Fig. 6: 2-3), pese a que en el particular de estos casos se 
facturaran con arcillas claras y se decoraran interiormente 
con pequeñas líneas rojas horizontales. Estas ornamentacio-
nes pintadas, tan peculiares del mundo ibérico, fueron una 
solución decorativa de larga tradición, remontable hasta las 
primeras referencias de la colonización fenicia, pero que en el 
momento central de la cultura ibérica habían cambiado el mo-
delo referencial relativo a las formas cerámicas y adaptando a 
ellas la iconografía pintada, que acabó simplificando la antigua 
policromía por registros mucho más sencillos, bicromos en 
algún caso y monocromos en gran parte de los productos.
Respecto de la tipología, no debe descartarse, sin em-
bargo, que muchos de los recipientes conocidos vinieran 
usándose con ligeras diferencias de forma desde algún 
tiempo antes, como atestiguaría el imponente repertorio 
morfológico de este tipo de vasos entre las recuperacio-
nes producidas en el pequeño yacimiento albaceteño de El 
Castellón de Albatana (SORIA, 1997: 101 ss., figs. 26 ss.), 
asentamiento que cierra su ciclo vital en el siglo V a.C. De 
un modo diferente, el aspecto de la pasta del recipientede 
Agujetas, muy fino, con pequeños granos de desgrasante, 
parece apuntar mejor a un siglo IV, si no se trata incluso 
del III a.C., cuando empiezan a generalizarse las cerámicas 
campanienses que también muestran un repertorio formal 
con perfiles de cuencos, fuentes y platos muy próximos 
a los que estamos comentando. Para estos últimos mo-
mentos resultaría de mucho interés comparar lo que se 
evidencia en Las Agujetas con los repertorios cerámicos 
de diferentes yacimientos andaluces, donde abundan las 
producciones alfareras del siglo III, como ocurre con los 
contenidos del Cerro de la Cruz de Almedinilla, Córdoba 
(VAQUERIZO, QUESADA y MURILLO, 2001: 139 ss.)
No acaba aquí la representación material arqueológica 
del yacimiento, sino que la existencia de vestigios poste-
riores a estos momentos concretaría uno de los más rele-
vantes problemas que representa la investigación de Las 
Agujetas: precisamente el de la continuidad de su uso y, 
en tal caso, si este fue fundamentalmente funerario o de 
otro tipo. En este sentido, los hallazgos han seguido produ-
ciéndose, de modo que diferentes recuperaciones permi-
ten plantear la posibilidad de que, por un cierto tiempo, se 
hubiese ubicado en el sitio un campamento militar durante 
los acontecimientos bélicos de la Segunda Guerra Púnica 
en la Península Ibérica y en esta parte de Andalucía; una 
circunstancia que, en función de su intensidad, chocaría 
abiertamiente con la continuidad en el lugar de un área es-
pecífica de enterramiento.
Sin necesidad de tener que ser extremadamente ex-
haustivos, podríamos destacar, de entre los muchos res-
tos arqueológicos que aluden a estos acontecimientos 
y que se encuentran periódicamente en Las Agujetas, la 
presencia de un buen número de glandes de plomos3, de 
los que hemos podido reproducir un pequeño ejemplar allí 
3) Una pequeña puesta al día de estos glandes, a partir de los casos republicanos hallados en Osuna, puede seguirse en QUESADA, 
2008: 16.
66
J.A. PACHÓN ROMERO, J.L. CARRASCO RUS y J. GÁMIZ JIMÉNEZ
recuperado (Fig. 6:3), con unas dimensiones ajustadas que 
alcanzan una longitud máxima de 3,15 cm., un diámetro 
máximo de 1,6 cm. y un peso de 36,25 gramos. Las dimen-
siones más reducidas de este glande chocan con los repre-
sentantes de tiempos ya claramente romanos, así como su 
configuración general, no tan estilizada, menos fusiforme 
y algo más rechoncha, por lo que es factible reconocer-
la como correspondiente a un momento anterior al de las 
Guerras Civiles, probablemente del periodo de la conquista 
de Hispania, si no es claramente prerromano.
En general, los glandes fueron usados frecuentemente 
como arma ofensiva (proyectil de honda), habitualmente 
por los combatientes de época republicana; mientras que 
su existencia en un yacimiento debe aludir a la presencia 
de soldados y a la posibilidad de, por lo menos, alguna 
escaramuza en los alrededores. A mayor abundancia de 
los mismos, lo lógico es pensar en un escenario bélico o 
incluso en la existencia de algún campamento militar du-
rante la contienda romano-cartaginesa. En este sentido 
también deben considerarse otros elementos habituales 
en las recuperaciones del yacimiento, como el hallazgo de 
una importante variedad de monedas que no estudiaremos 
aquí, pero que permiten plantear interesantes paralelos con 
otros lugares peninsulares que ya se están interpretando 
como asentamientos temporales de tropas, ya fuesen ro-
manas o púnicas (NOGUERA, 2008: 31-48), incluso como 
escenarios de batallas donde también hubo estacionamien-
to temporal de tropas como Baecula, en Jaén (BELLÓN, 
Fig. 7: Las Agujetas: dibujos (arriba) y fotografías (abajo) de la espuela ibérica.Vistas superior (1), lateral izquierda 
(2 y 6), perpendicular (3-4) y lateral derecha (5).
67
Espuela de bronce en el Cerro de Las Agujetas de Pinos Puente, Granada. Un vestigio artístico de la toréutica aplicada a la…
GÓMEZ, RUIZ, MOLINOS, SÁNCHEZ, GUTIÉRREZ, RUE-
DA, WIÑA,GARCÍA, MARTÍNEZ, ORTEGA, LOZANO y FER-
NÁNDEZ, en prensa). Aunque también creemos que estos 
desenvolvimientos históricos, en los que podría haberse 
visto envuelta Las Agujetas, representan ya un período to-
talmente ajeno al contexto arqueológico de la espuela que 
aquí tratamos y más nos interesa.
CATALOGACIÓN DESCRIPTIVA DE
LA ESPUELA DE AGUJETAS
En aras de la mayor practicidad de los análisis de es-
puelas, para este trabajo y la comprensión del ítem adopta-
remos en este apartado descriptivo la misma pauta de ca-
talogación que, para estos objetos, se ha venido haciendo, 
concretamente en lo que respecta a las más recientes apor-
taciones de Fernando Quesada. Seguir esta pauta analítica 
nos permitirá incluir la espuela en alguno de los distintos 
grupos tipológicos que dicho autor viene desarrollando, 
aunque a partir de la clasificación básica que hiciera E. 
Cuadrado en las dos formas básicas de espuela articulada 
(1) y rígida (2). Aquel análisis fundamental (CUADRADO, 
1979) ha supuesto un elemento de referencia, convirtién-
dose en una base de partida que ha acabado ampliándose 
principalmente por QUESADA, 2002-2003: 89, figs. 3-4, en 
varias ocasiones (QUESADA, 2005: 128-134). La numera-
ción arábiga 1 / 2 que seguimos se debe también a este 
último autor, porque E. Cuadrado las denominó en realidad 
al revés, con números romanos, a la rígida la llamó tipo I 
y a la articulada tipo II (CUADRADO, 1979: 736-737). La 
aplicación de estos presupuestos al ejemplar de Agujetas 
ha dado como resultado la siguiente clasificación morfo-
lógica:
Tipo: 2B (Fig. 7). Espuela de placa rectangular con re-
salte o moldura en los bordes superior e inferior.
Material: bronce fundido en su totalidad, tanto en lo 
que respecta a la placa como al acicate.
Dimensiones: apertura total, 7.7 cm; anchura máxima, 
2.5; anchura mínima, 2.2 cm.; longitud del acicate, 6.3 cm.; 
anchura máxima de las perforaciones laterales, 0,5 cm.; 
longitud máxima de dichas perforaciones, 0,9 cm. Debe 
indicarse que la dimensión que aquí se considera es la dis-
tancia máxima de separación entre los dos extremos de la 
placa.
Calidad y decoración: muestra una excelente factura, lo 
que quizás haya sido determinante para su buena conser-
vación, aunque como viene siendo habitual presenta una 
cierta asimetría, ya que el acicate no se sitúa en el centro de 
la placa, por lo que –además– el verdugo está ligeramente 
desviado hacia la derecha, rompiendo la teórica perpendi-
cularidad original. La placa presenta, en los bordes supe-
rior e inferior de su cara frontal, sendas molduras redon-
deadas que, con independencia de su carácter ornamental, 
sirvieron como salvaguarda de la piel del jinete al ajustarse 
al tobillo, evitando cortes y rozaduras que hubiesen sido 
inevitables con un perímetro más anguloso y hubiese im-
pedido un uso cómodo del accesorio.
El desarrollo longitudinal del acicate es piramidal, pero 
con unas aristas achaflanadas, por lo que aporta una sec-
ción octogonal irregular (Fig. 7: 1), más acusada hacia la 
base, a medida que se distancia de su vértice; quizás bus-
cando en ese punto un recorte más vertical que realzara 
esa tendencia poligonal. Además, la base está moldurada 
con un doble estrangulamiento separado a unos 0,6 cm. de 
distancia y a 0,5 cm. del apoyo basal en la placa. Entre ésta 
y el acicate se interpone un elemento geométrico resaltado, 
de forma losángica y paralelo a dicha placa en sentido lon-
gitudinal, sobre el que se ha grabado una sencilla decora-
ción compuesta por una serie incisa de escamas, o medias 
lunas, paralelas que recorren todo el contorno de ese ador-
no romboidal, amén de seis pequeños círculos, dispuestos 
en el eje principal del rombo y divididos por el acicate en 
dos grupos de tres, a izquierda y derecha del mismo.
No se han conservado muestras aparentes de que el 
vástago que sirve de acicate sea un elemento independien-
te de la propia placa, por lo que toda la espuela pudiera 
tratarse de una única pieza fundida de una sola vez, sinque podamos descartar tampoco que los dos posibles 
elementos se elaboraran independientemente. Si se trató 
de un elemento único, constituiría una rareza dentro del 
corpus conocido de espuelas, donde lo habitual son casi 
siempre los ejemplares compuestos por dos componentes 
independientes, pese a que siempre estuvieron unidos fir-
memente en el producto acabado, para hacer del todo un 
uso mucho más eficiente y con menos riesgos de rotura.
Aunque sea verdad, y admitiésemos, que la espuela de 
Agujetas solo conste de una pieza metálica, elaborada pro-
bablemente por fundición, los detalles decorativos tendrían 
que haberse rematado, con posterioridad a la fase estric-
tamente metalúrgica, mediante limado y burilado. Pero, 
como decíamos, tampoco debe descartarse definitivamen-
te que nuestro ejemplar se hubiese conformado mediante 
la conjunción de dos piezas metálicas. Así, la existencia en 
la parte central y trasera de la placa de una zona rehundida, 
en la que no se aprecia una superficie tan alisada como en 
el resto de la misma cara, podría indicar que el vástago 
también pudo pegarse en caliente a la placa, presionando 
suficientemente en ese punto y dejando una visible irregu-
laridad que quizás podría explicarse de este modo, por la 
lógica presión de la espuela sobre el yunque, u otro apoyo 
de suficiente dureza.
Por último, en los dos extremos de la placa, a unos es-
casos tres con cinco milímetros del borde, se dispusieron 
sendas perforaciones de perfil rectangular. Su perímetro 
resulta algo oblongo, además de que el lado externo de 
estos agujeros, el que se dispone paralelo al borde más 
estrecho de la placa, alcanza un trazado redondeado, po-
siblemente para facilitar el paso y sujeción de la correa 
con que la espuela quedaba fijada firmemente al tobillo del 
jinete. Originalmente, es posible que estas perforaciones 
fuesen más rectangulares, por lo que las deformaciones 
curvas que hoy ofrecen se pueden deber a la misma pre-
sión del uso continuado de las correas durante el proceso 
de cabalgar.
Observaciones: la espuela está en la actualidad parti-
da, dividiéndose en dos trozos de diferente tamaño, pero 
que casan entre sí. El mayor de los fragmentos conserva 
el acicate, media placa y un cuarto de la otra media; mien-
tras que los bordes de la fractura de ambas partes mues-
tran las lógicas irregularidades derivadas de la torsión de 
68
J.A. PACHÓN ROMERO, J.L. CARRASCO RUS y J. GÁMIZ JIMÉNEZ
la placa en ese punto, efecto de procesos mecánicos de 
fuerza que condujeron a la separación de los dos sectores 
durante su ruptura. Es bastante probable que la espuela 
no se hubiese roto de una vez, sino que debió abrirse par-
cialmente por uno de los bordes de la placa, aguantando 
durante un tiempo, mientras la grieta no llegó a superar la 
longitud suficiente como para hacer peligrar la estabilidad 
y funcionalidad de todo el conjunto. La rotura afectó al lado 
izquierdo, por encima del ángulo del losange decorativo en 
esa zona (Fig. 7: 6).
Procedencia: superficial. Cerro de Las Agujetas, Pinos 
Puente, Granada. Base de la ladera oriental.
DISTRIBUCIÓN ESPACIAL, 
INTERPRETACIÓN, CRONOLOGÍA Y 
CONCLUSIONES
La geografía de los hallazgos de espuelas prerroma-
nas en Andalucía ofrece un repertorio verdaderamente 
muy escaso, al menos si se compara el espacio por el que 
se distribuyen los ítems y el número real de ejemplares 
conocidos. Esta endeble representación debe explicarse 
exclusivamente por un evidente vacío de la investigación 
arqueológica, desde luego no porque exista una auténtica 
falta de ejemplares en el territorio considerado; ya que ese 
reparto territorial aporta algún caso relevante de concen-
tración locacional que es sorprendentemente abundante, 
pero que sería de muy difícil explicación si no optamos 
por aceptar la realidad de esa precaria indagación. Esta 
indigencia de datos supone una dificultad para la investi-
gación, pero, a pesar de las dificultades, es posible obtener 
ciertas conclusiones que creemos de interés.
Tomando en consideración los datos que ha venido 
aportando el propio Fernando Quesada respecto de An-
dalucía (QUESADA, 2002-2003: fig. 2), en nuestra región 
encontraríamos hasta un total de siete yacimientos en los 
que podemos saber que se han encontrado espuelas; de 
todo ese conjunto, la mayoría son ejemplares del modelo 
rígido, ya que de todas ellas solo una (Baza) correspon-
dería con el tipo articulado. El conjunto andaluz alcanzaría 
un volumen total en torno a trece ejemplares, de los que 
precisamente una docena compondrían el conjunto propio 
del modelo al que pertenece el caso de las Agujetas, que ya 
hemos visto que también es un caso rígido. Pero, frente a 
ella, la gran mayoría se habrían fabricado en hierro o con 
una composición mixta (hierro/bronce) para cada uno de 
sus componentes (placa y acicate). El grupo más escaso 
de ejemplares fueron los que se confeccionaron exclusi-
vamente en bronce, como también ocurre con el ejemplar 
que aquí publicamos. 
Si concretáramos más en la cuestión espacial, hacien-
do un análisis mínimamente territorial, podemos apreciar 
cómo los hallazgos por lugares de aparición (Fig. 8) se 
concentran mayoritariamente en áreas de la provincia de 
Córdoba, en las zonas arqueológicas de Fuente Tójar (Los 
Torviscales) y de Almedinilla (Los Collados4 y Cerro de la 
Cruz), seguidos de los tres ejemplares de Granada: Agu-
jetas con las espuelas de Baza5 y Pinos Puente; a las que 
seguiría la presencia con hallazgos algo más reducidos de 
Jaén, donde las recuperaciones procederían de Collado de 
los Jardines, Santa Elena y Castellones de Céal, Hinojares. 
A ellas se añadiría, completando los hallazgos andaluces, 
una postrer espuela procedente de Sevilla, localizada en el 
Cerro Macareno de San José de la Rinconada (PELLICER, 
ESCACENA y BENDALA, 1983: fig. 56: 472). Este último 
caso procedería de las excavaciones en el hábitat del citado 
yacimiento, localizada en una posición estratigráfica que 
–de ser totalmente acertada– podría elevar la presencia de 
las espuelas andaluzas hasta el siglo VI a.C. Una circuns-
tancia temporal que, por ahora, no es un hecho generali-
zado, pero que también podría apuntar hacia un desenvol-
vimiento ajeno al grueso de los representantes ibéricos.
Al tratarse este trabajo de una simple puesta en valor 
de la espuela de Agujetas, no vamos a detallar las carac-
terísticas de cada hallazgo andaluz. Cuantitativamente, los 
porcentajes de aparición por provincia resultan ahora de-
masiado significativos; con toda probabilidad por la mis-
ma escasez de la muestra reunida, como puede apreciarse 
suficientemente en la tabla de nuestra figura 8. Ello supo-
ne que, respecto del caso menos llamativo de la espue-
la de Sevilla, Jaén represente el doble de su porcentaje; 
pero en tierras de Granada ya tendríamos un incremento 
considerable de hasta un tercio más; mientras que para 
el caso de Córdoba, ella sola superaría la suma de todos 
los demás índices numéricos reunidos, quedando más de 
catorce puntos por encima de la media (64,70 %). Un dato 
que supondría veintinueve puntos porcentuales más que 
todos los demás referentes, y representando once veces 
más que la cantidad manifestada por el ítem sevillano de 
Cerro Macareno.
Las cifras de espuelas de la provincia de Córdoba se 
han tomado directamente de QUESADA, 2001-2002, en 
cuya figura 2 se explicitan para Torviscales más de cuatro 
especímenes, mientras Almedinilla y Cerro de la Cruz ten-
drían un solo ítem para cada yacimiento. En este sentido, 
las once espuelas cordobesas señaladas en nuestra figura 
9 suponen una cantidad conscientemente restrictiva, pues 
posiblemente se trate de un número mayor. Así, la explícita 
indicación de Quesada para Los Torviscales (> 4) la hemos 
tomado por cinco espuelas, mientras hemos mantenido 
solo una para Cerro de la Cruz, además de las otras cinco 
de Los Collados, en atención a lo indicado en las descrip-
ciones de Maraver y Alfaro6.
Los contrastes queen este cuadro se evidencian hacen 
4) De la necrópolis de Los Collados se citan un total de cinco espuelas, una de bronce y cuatro más de hierro (MARAVER, 1867: 307-
328). El manuscrito original de este trabajo puede consultarse digitalmente en la página www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/
rahis, donde la noticia de las espuelas puede contrastarse en la p. 14. Aunque estos hallazgos también han sido analizados por F. Quesada 
no hace mucho tiempo (QUESADA, 1992: 126).
5) Se conocen de la necrópolis del Santuario, una espuela articulada y otra rígida, la primera se realizó en bronce/hierro (QUESADA, 
2001-2002: 240-241, láms. 1-2).
6) Véasela nota 4.
69
Espuela de bronce en el Cerro de Las Agujetas de Pinos Puente, Granada. Un vestigio artístico de la toréutica aplicada a la…
aflorar una relación entre magnitudes demasiado desequi-
librada, sin una lógica interna. Situación que no resulta ni 
siquiera razonable enfrentada a hallazgos arqueológicos de 
otro tipo. Esta situación solo podría explicarse mediante la 
constatación de que se trata de una muestra muy deficien-
te, pero también porque la investigación de campo en el 
entorno cordobés de Fuente Tójar y Almedinilla ha tenido 
mucha más intensidad que en los otros yacimientos anda-
luces de época ibérica.
Dejando ahora las cuestiones cuantitativas, conviene 
hacer otro tipo de valoraciones, para lo que debemos vol-
ver a observar el mapa andaluz de distribución espacial de 
las espuelas (Fig. 8). En él es fácil de apreciar la importante 
deriva espacial que muestra la distribución de hallazgos 
hacia la zona oriental de la región y hacia Levante, mate-
rializando el hecho ya comprobado de que los verdugos 
hípicos fueron un elemento de cultura fundamentalmente 
ibérico, en clara relación con el interés de esta civilización 
por los caballos. Ese marchamo iberizante lo estaría acre-
ditando la mayor concentración de hallazgos que se loca-
liza entre las zonas murciana y levantina, con un máximo 
de localizaciones en yacimientos de este área, según ates-
tiguan los análisis efectuados hasta ahora, señalando que 
las máximas concentraciones peninsulares estarían en La 
Serreta de Alcoy, así como en el Cigarralejo, con la diferen-
cia de tratarse –respectivamente– de un poblado y una ne-
crópolis. Concretamente se habrían reconocido hasta trece 
ejemplares de espuelas en cada uno de ellos (QUESADA, 
2002-2003: 86-87)7.
Estas espuelas se asocian también con un importante 
muestrario de recuperaciones en todo ese ambiente donde 
encontramos referentes formales, manufacturales y crono-
lógicos paralelizables con los casos que se vienen cono-
ciendo en Andalucía.
Pese a las lagunas que todavía son evidentes en el área 
andaluza, ya puede considerarse que el influjo del Sureste 
y Levante podría explicar la fuerte polarización en las recu-
peraciones de espuelas meridionales en la Alta Andalucía. 
Pero esta tendencia, de ser cierta, tendría que seguir ma-
terializándose en posteriores hallazgos, conforme se vayan 
conociendo los contenidos de las excavaciones que aún 
no se han publicado, o cuando se revisen los materiales 
de antiguas excavaciones que en su día no se analizaron 
exhaustivamente, o que cuando se hizo no se disponía de 
los conocimientos con que hoy contamos.
Cronológicamente, algo de especial interés es aquello 
que respecta a la situación histórica de estas espuelas, 
pero la disociación de muchos de los materiales arqueo-
lógicos procedentes de antiguas excavaciones, o incluso 
el carácter de recuperación superficial de muchas de las 
espuelas, impide un acercamiento temporal de suficiente 
consideración; a lo que se une, por otro lado, el hecho de 
que la diversidad de tipos viene a dificultar aún más esta 
pretensión. No obstante, frente a tanta adversidad, existen 
algunos hallazgos necropolares, como los procedentes de 
El Cigarralejo, que podrían arrojar alguna luz en esta cues-
tión, ya que son prácticamente los únicos en los que su re-
cuperación contextualizada permite abordar con garantías 
una fiable temporalización.
Puntualizando en este aspecto concreto, serían tres las 
espuelas de la necrópolis murciana que permiten estable-
cer el paralelismo –en cierto modo– con la de Las Agujetas, 
aunque tampoco encontramos en ellas garantías suficien-
tes de que fueran ejemplares que se elaboraran totalmente 
Fig. 8: Hallazgos andaluces de espuelas prerromanas, a partir de los datos de F. Quesada y el añadido de Las 
Agujetas.
7) Para un mejor conocimiento de esta problemática en la zona levantina, también debe consultarse a PÉREZ, 1999.
70
J.A. PACHÓN ROMERO, J.L. CARRASCO RUS y J. GÁMIZ JIMÉNEZ
en bronce. La comparación no ha podido ser del todo ho-
mogénea, porque ninguna de estas espuelas murcianas ha 
conservado el acicate; pero aquellas que presentan –al me-
nos–restos del mismo no lo tuvieron tampoco de bronce, 
sino de hierro. Esta pequeña diferencia, frente al hallazgo 
granadino, permite separar sus respectivas facturas tecno-
lógicas. Pero lo que no sabemos es si ello supone alguna 
trascendencia en cuanto al distanciamiento temporal entre 
unas y otras espuelas.
Las representantes murcianas a que nos referimos fueron 
encontradas en las tumbas números 200, 206 y 2778. Todas 
ellas se corresponden con tipos de espuelas rígidas, cuyas 
placas se elaboraron en bronce y en las que sus extremos 
presentan orificios rectangulares para el paso de las correas 
de sujeción, semejantes a la que aquí estudiamos. Compa-
rándolas con más detalle, de las tres, deberíamos descartar la 
tercera, porque no presenta reborde preventivo, un matiz que 
nos permitiría clasificarla mejor como un ejemplar del tipo 2A; 
por lo que podríamos separarla del agrupamiento que ahora 
nos interesa en este estudio.
Las dos restantes (Fig. 10) tampoco llegan a alcanzar 
una total equivalencia con la espuela de Agujetas, dado 
que se corresponden con modelos que resultan de la con-
junción de dos piezas diferentes: la placa, que es lo único 
conservado en ellas y el acicate, unidas mediante el rema-
chado del segundo sobre la parte trasera de la primera. De 
este modo, la placa aisladamente tampoco resultaría igual 
que la granadina, ya que esta solo presenta dos orificios, 
mientras que las murcianas ofrecerían tres, siendo el agu-
jero central –más pequeño– el que serviría para el paso y 
fijación más firme del aguijón.
Para ajustar una fecha en la espuela de Agujetas, po-
demos apoyarnos en dos de estas tumbas murcianas. Así, 
quizás sea la sepultura número 200 la más interesante, 
puesto que en la 206 los excavadores se encontraron con 
una sepultura arruinada de antiguo por las sucesivas la-
bores funerarias de la propia necrópolis ibérica que quedó 
muy alterada. Prácticamente, esta tumba no ofreció ningún 
contexto sobre el que articular una interpretación cronoló-
gica, al margen de las referencias indirectas de los otros 
enterramientos, pero que interesaban muy fuertemente la 
integridad de los restos donde se halló la segunda espue-
la. Aún con estos inconvenientes, E. Cuadrado se atrevió 
a arriesgar una fecha en la horquilla del 375-300 a.C.; es 
decir, durante el último cuarto del siglo IV a.C (CUADRA-
DO, 1987: 384).
Pero en El Cigarralejo, la tumba 200 es la que resulta 
más interesante. Esta sepultura ha sido quizás la más se-
ñalada del cementerio: por una parte, por la propia peculia-
ridad estructural; por otra, por su riqueza material, al reunir 
un ajuar realmente principesco que la convierte en la más 
rica de todo el conjunto necropolar ibérico. Los excavado-
res, apoyándose en el conjunto cerámico de importación 
que contenía su ajuar, en el que se encontraba un impor-
tante grupo de cerámicas áticas de barniz negro, fecharon 
este enterramiento en el período que transcurre entre los 
años 425 y 375 a.C.; un jalón temporal incierto a caballo 
de finales del siglo V y principios del IV a.C. (CUADRADO, 
8) CUADRADO, 1987; respectivamente, p. 357, T.200, nº 6; p. 375, T.206, nº 1 y p. 483, T.277,nº 28.
Fig. 9: Reparto provincial de las espuelas ibéricas andaluzas, en números absolutos y relativos.
71
Espuela de bronce en el Cerro de Las Agujetas de Pinos Puente, Granada. Un vestigio artístico de la toréutica aplicada a la…
1987: 374), pero cuyas fechas pueden servirnos –al me-
nos– para validar cronológicamente el cercano paralelo de 
la espuela de Las Agujetas.
Estas fechas tradicionales para las tumbas del yaci-
miento murciano han sufrido algunas matizaciones, debido 
al reajuste que en el último tercio del siglo XX han afectado 
a muchas dataciones por C14, pero que también ha su-
puesto alguna corrección para la última sepultura destaca-
da de El Cigarralejo (CUADRADO, 1968: 186; ALMAGRO-
GORBEA, 1977: 534). Esto ha supuesto ciertas revisiones 
de las series cronológicas disponibles, provocando el re-
ajuste de la data que indicamos y dejarla establecida en 
una época algo más reciente. Más específicamente, esa 
alteración supondría descartar el último cuarto de la quinta 
centuria (CASTRO, LULL y MICÓ, 1996: 35), centrando la 
adjudicación cronológica en un momento posterior, aun-
que algo indeterminado, de los primeros cincuenta años 
del siglo IV a.C. Tanto la primera datación, como su matiz 
rectificador suponen una valoración temporal que podría 
interesar perfectamente a la espuela granadina de Pinos 
Puente. Pero existen en ella ciertos caracteres, en lo formal 
y tecnológico, que también cabría interpretar como indicios 
de que su fabricación correspondiese a otra época; aunque 
no se trate de un momento excesivamente distante del que 
ya se ha propuesto. Serían, en todo caso, unas diferencias 
mínimas, sin que esas divergencias cronológicas supon-
gan un excesivo distanciamiento de los paralelos que se 
han venido proponiendo. De hecho, se han publicado otras 
espuelas que cubrirían el espectro de los siglos III/II a.C. 
y que formalmente sí representarían una clara separación 
del modelo que aquí se analiza, reforzando las fechas que 
asumimos para el caso granadino. Así ocurre en el yaci-
miento tarragonés de Les Toixoneres, donde se recuperó 
una espuela del siglo III, presentando una estructura que 
ya nada tiene que ver con la tecnología de las que estamos 
observando (MASOLIVER, 1996: 154, lám. II.1), lo mismo 
que la ligera decoración geométrica que se aprecia en su 
superficie y que podría estar indicando una trayectoria aje-
na a los ejemplares de la época plena ibérica.
En este orden de cosas, son también muy diferenciado-
ras otras de las peculiaridades que individualizan la espuela 
que granadina. Nos referimos, concretamente, a la presen-
cia del elemento geométrico ornamental que festonea la 
base del acicate sobre la placa y que ocupa la zona central 
de la misma; pero, también, al hecho de que su fabricación 
se realizara exclusivamente en bronce. Aspectos que, no 
por diferentes, merecerían un tratamiento único, ya que 
podrían responder a una misma cosa:
No podemos olvidar que la espuela es básicamente un 
artilugio utilitario, por lo que es lógico que la inmensa ma-
yoría no presente ningún tipo de adorno. En estas circuns-
tancias, el caso de Agujetas se presenta como un ejemplar 
verdaderamente insólito. Ciertamente, la posición de los dis-
positivos en el tobillo del jinete, mientras éste se colocaba 
a horcajadas del caballo y los situaba paralelos a los ijares 
de este o si, en otras ocasiones, se encontraba descabal-
gado junto al suelo, hacían ciertamente problemático –por 
inútil– incluir en las espuelas algún elemento decorativo; en 
realidad, cualquier ornamento sería difícilmente visible para 
cualquier observador ajeno. Todo lo más, su realización en 
bronce podría resultar suficiente para que, convenientemen-
te pulidas, acabaran destacándose entre toda la implementa 
del caballero ibérico (QUESADA, 1998). Quizás esa sea la 
razón de que la mayor parte de las espuelas conocidas ob-
vien cualquier detalle ornamental, incluso que se realizaran 
mayoritariamente en hierro y que, a lo sumo, solo se con-
feccionara con bronce la placa de sustentación del acicate. 
La espuela de Las Agujetas, en cambio, se fundió to-
talmente en bronce, pero, además, se le añadió un rombo 
decorativo con motivos incisos de carácter geométrico, 
Fig. 10: Espuelas rígidas de bronce de El Cigarralejo, Murcia, que no han conservado el espolón. Tumbas 200 
(izquierda) y 206 (derecha). Dibujos coloreados (abajo), a partir de los originales de CUADRADO, 1987 (arriba).
72
J.A. PACHÓN ROMERO, J.L. CARRASCO RUS y J. GÁMIZ JIMÉNEZ
que incluyeron escamas periféricas y una línea central de 
pequeños redondeles. Son elementos de ornato con cierta 
tradición peninsular desde momentos orientalizantes, en 
los que se conocen círculos semejantes en objetos pro-
pios de la eboraria, la industria ósea, también de la toréu-
tica (JIMÉNEZ, 2002)y, por supuesto, de la cerámica. Por 
ejemplo, en las cerámicas orientalizantes de Cerro Alcalá, 
las dos ánforas pintadas que conocemos del yacimien-
to acompañan las procesiones pintadas de cuadrúpedos 
alados con pequeños círculos, o pseudocírculos, que ro-
dean las representaciones zoomorfas (PACHÓN, ANÍBAL y 
CARRASCO, 2005: gráfs. 16-17, lám. 7; 2008: figs. 4-7 y 
2009: figs. 4, 9 y 14).
En los trabajos de metal es conocida la unión de mo-
tivos geométricos como los de la espuela de Agujetas, tal 
como se aprecia en la orfebrería prerromana; habiéndose 
usado para la decoración de la superficie de ciertos bra-
zaletes de metal noble ( DE LA BANDERA, 1984: figs. 3,i 
y 4,42)9. La constatación de este empleo claramente sun-
tuario permite paralelizar para nuestra espuela una consi-
deración que sobrepasaría la dimensión exclusivamente 
utilitaria. A ello parece haberse unido la disposición de un 
acicate especialmente largo, con una dimensión que sobre-
pasa los seis centímetros y que hace difícil aceptarlo como 
instrumento de uso corriente para el espoleado continuo 
del caballo, si quería ser un objeto realmente práctico.
La confluencia, entonces, de evidencias suntuarias en 
la decoración de la espuela de Agujetas, la misma fabri-
cación global en bronce y la constatación de un aguijón 
excesivamente largo, podrían apuntar a que estamos ante 
la presencia de un verdugo puramente ornamental; es de-
cir, un ítem no utilitario, concebido específicamente para 
un uso cultual, funerario y votivo. En todo caso, dado su 
carácter militar, apropiado igualmente para exhibiciones o 
paradas castrenses, como todavía hoy siguen en uso en 
los desfiles militares, donde su presencia afecta a aspectos 
concretos como los uniformes de gala, sables, etc. Este 
aspecto suntuario podría relacionarse también con el ca-
rácter aristocrático que algunos investigadores han tratado 
de evidenciar a la caballería prerromana peninsular (AL-
MAGRO-GORBEA, 2005), queriendo destacar la valoración 
social de la misma y de sus integrantes. En este sentido, 
cualquier aditamento que procurase más espectacularidad 
o vistosidad a las espuelas representaría un valor añadido.
Esta más que probable practicidad de la espuela de Las 
Agujetas no interfiere la interpretación del sitio del hallaz-
go como espacio funerario, ya que su procedencia de una 
posible tumba podría explicarse cumpliendo con toda la 
casuística que la validaría como componente apropiado de 
un ajuar funerario. Este ajuar pudo haber formado parte del 
implemento de un guerrero, con los arreos de gala que le 
compitieron si fue un jinete. Al mismo tiempo, sin necesi-
dad de esa interpretación castrense, la espuela podría haber 
pertenecido a un depósito votivo relacionado con el culto a 
los dioses ecuestres que sabemos constituyeron parte del 
ideario mítico de los iberos (QUESADA y GABALDÓN, 2008: 
143-162) y que, finalmente pasó a integrarse en el ajuar del 
devoto difunto, tanto si fue un guerrero como si no. 
Por último, cabe preguntarse sobre el por qué de este 
hallazgo en Las Agujetas. Un lugar donde, hasta ahora, no 
se conocía ninguna otra recuperación de esta especie y,además, tratándose de un espécimen metálico tan destaca-
do por su elaboración y decoración. Sin tener que descar-
tar las hipótesis que hemos planteado hasta ahora, puede 
ofrecerse otra interpretación más relacionada con el culto 
ibérico al caballo, de cuya importancia no vamos a tratar 
en extenso aquí10, pero del que también existen algunas 
referencias arqueológicas en los alrededores del yacimien-
9) Este trabajo representa un capítulo de la tesis doctoral de la autora (DE LA BANDERA, 1987), de la que también se publicó un resu-
men en la Universidad de Sevilla, Sevilla, 1984-85.
10) QUESADA y ZAMORA, 2003. En especial, merece consultarse en esta obra a QUESADA, 2003: 9-19.
Fig. 11: Relieves hípicos pétreos del posible santuario 
de Cerro de los Infantes, Pinos Puente, conservados 
en el Museo Arqueológico Provincial de Granada. Sin 
escala.
73
Espuela de bronce en el Cerro de Las Agujetas de Pinos Puente, Granada. Un vestigio artístico de la toréutica aplicada a la…
to, con las que podríamos contextualizar culturalmente la 
espuela.
Efectivamente, muy cerca del Cerro de los Infantes se 
ha venido recuperando un grupo importante de placas de 
piedra sobre las que se grabaron variados relieves de fi-
guras de caballo (RODRÍGUEZ, PEREGRÍN y ANDERICA, 
1983: 751-768), hallazgos que se han querido relacionar 
con la existencia de un santuario cercano (Fig. 11), pero 
que también se localizaría junto a un espacio necropolar 
de la ciudad (PACHÓN y CARRASCO, 2005: fig. 2: 5); por 
lo que su relación con las prácticas funerarias (ADROHER , 
LÓPEZ y PACHÓN, 2002: 80-81) debe estar probada, como 
pudo ocurrir también con el santuario del Cigarralejo11, o 
con otros hallazgos andaluces como en Osuna, donde 
tampoco faltan las representaciones de caballos (PRADOS, 
2008: fig. 292), aqunque en este caso quizás puedan tra-
tarse de perduraciones del siglo III a.C. que, en cualquier 
caso, hablarían de una larga tradición ibérica con cristaliza-
ciones e influencias mutuas con el mundo púnico.
Aunque los relieves granadinos pudieron también ocupar 
un espectro temporal mucho más moderno, como probaría 
el que algunos de ellos se acompañaron de inscripciones 
latinas (RODRÍGUEZ, PEREGRÍN y ANDERICA, 1983: lám. 
VII:1), es indudable que su presencia hasta tiempos ibero-
romanos o posteriores hablaría del mantenimiento de una 
cultura ancestral que debe hundir sus raíces en momentos 
claramente prerromanos. Se materializaría así una costum-
bre, tan arraigada, que justificaría comportamientos como 
los que explicarían la existencia de la espuela de Agujetas, 
procedente muy probablemente en una tumba. La rotura 
que hoy presenta este verdugo hípico debió producirse tras 
la ruina de esa sepultura, presumiblemente por las labores 
agrícolas intensivas, propias de los cultivos de olivos que 
hoy dominan la zona necropolar del yacimiento.
En último término, los restos decorativos de la espuela 
de Pinos Puente ofrece la posibilidad de relacionar las pro-
ducciones broncíneas menores con los trabajos de toréuti-
ca de larga tradición peninsular. Iniciadas masivamente en 
tiempos orientalizantes (JIMÉNEZ, 2006), puede rastrearse 
una clara continuidad hasta tiempos ibéricos. Pero para los 
casos de las espuelas, la constatación de artículos decora-
dos como el granadino, frente a otros más sencillos que 
representan los paralelos de El Cigarralejo, explicaría ten-
dencias regionales y gustos modales diversos. Sin embar-
go, lo exclusivo de la decoración en Agujetas, junto a las 
dimensiones del verdugo, deja abierta la hipótesis interpre-
tativa de que pudo haber espuelas básicamente ornamen-
tales, propias de paradas militares o incluso especialmente 
pensadas para su único uso en los ajuares funerarios de 
los jinetes ibéricos.
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