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Lección 1 - El reconocimiento de argumentos

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UBA XXI - IPC – 1er Cuatrimestre de 2016 
Natalia M. Buacar 1	
  
Lección Nº1: El reconocimiento de argumentos 
1. La argumentación 
 
Imagine esta situación: después de algunos días de experimentar cierto malestar físico, 
usted decide visitar a un médico. Ya en la consulta, procede a comentar sus síntomas. 
Tras haberla examinado, el doctor sentencia: “La solución a su malestar es quirúrgica. 
Debe someterse a una operación.” Entre asombrada y asustada usted lo interpela 
exigiendo razones. La respuesta que obtiene es simple: “Porque lo digo yo, que soy el 
médico”. Seguramente usted y cualquiera en su lugar no se irá satisfecha a su casa. O 
bien demandará razones adicionales, o se inclinará por buscar una segunda opinión. Lo 
bien que hace. Lo que acaba de hacer su médico es ofrecerle un argumento. Lo que 
acaba de hacer usted es evaluarlo. 
Ahora imagine que la situación se desarrolla del siguiente modo: tras su consulta con el 
médico, llega a su casa y ve que las persianas están altas. Cuando se acerca a la 
puerta escucha música y al introducir la llave en la cerradura se da cuenta de que una 
de las dos cerraduras está abierta. Apenas entra grita “¡Hola! ¡No sabés lo que me dijo 
el médico!”. Aunque seguramente usted no sea Sherlock Holmes, no estaría lejos de la 
realidad al pensar que su compañera había llegado a su casa antes que usted. Lo que 
acaba de hacer es inferir. 
Tras comentar lo ocurrido a su compañera, ella parece compartir tu impresión y sugiere: 
"Tendrías que buscar una segunda opinión, pues operarse parece un tanto apresurado 
y tal vez existan otros tratamientos." La recomendación parece pertinente. Nuevamente, 
le han ofrecido un argumento y usted lo ha evaluado. 
En cada una de estas situaciones ha mediado una inferencia, argumento o 
razonamiento. Le ha pedido razones al médico, él se las ha ofrecido y usted las ha 
evaluado. Ha inferido que había alguien en casa a partir de algunos indicios. Sabía que 
su compañera estaba en casa aún antes de verla. Por último, la recomendación de su 
compañera tomó la forma de un argumento, que procedió a evaluar. 
Efectivamente, tanto la producción como la evaluación de argumentos son parte de 
nuestra vida diaria Como veremos, también son parte de las teorías y de la actividad 
científica. Y, más aún, resultan fundamentales para el tipo de reflexión crítica que 
queremos desarrollar. Por esa razón, en lo que sigue, nos concentraremos en el 
estudio de los argumentos y de su evaluación. 
 
 
 
 
 
 
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Argumento luego existo 
 
Ofrecemos y recibimos razones a diario. La práctica argumentativa es una parte central 
de nuestra conducta lingüística, y de nuestra conducta en general. Nos encontramos 
con argumentos en nuestros diálogos, en diarios, revistas, libros. Los producimos para 
persuadir a otros o a nosotros mismos. Analizamos y evaluamos argumentos, el 
resultado de tal actividad determina nuestras creencias, decisiones y cursos de acción. 
Pero, fundamentalmente, la práctica argumentativa es un elemento central de práctica 
científica. La investigación científica es, entre otras cosas, un tipo de actividad 
lingüística. Representa el esfuerzo por desarrollar y transmitir un cuerpo de 
conocimiento que nos permita comprender el mundo y transformarlo. Ese cuerpo de 
conocimiento suele ofrecerse bajo la forma de sistemas de afirmaciones, las cuales son 
presentadas y discutidas dentro y fuera de las comunidades científicas. En efecto, la 
actividad científica incluye una diversidad de tareas de diferente índole. Por un lado, se 
orienta al desarrollo y la aplicación de las teorías para la explicación de una amplia 
gama de fenómenos y para la predicción de otros nuevos. Por otra parte, involucra la 
búsqueda de evidencia y la formulación de razones que permitan sustentar tales teorías 
y hacer frente a quienes las disputen. Asimismo, supone la divulgación de 
investigaciones y resultados, y la participación en la toma de decisiones en el ámbito 
educativo, social y político. Un elemento común a todos estos aspectos del quehacer 
científico es que las afirmaciones involucradas en el discurso científico son articuladas 
inferencialmente. Por esa razón, en primer lugar, nos ocuparemos de estudiar los 
argumentos y de ofrecer herramientas para su evaluación. 
En lo que sigue trataremos de ofrecer entonces recursos conceptuales, estrategias y 
ocasiones de práctica. Nuestra primera misión será poder reconocer la presencia de 
argumentos y para ello deberemos elucidar qué son estos. Antes de embarcarnos en 
esa labor, ofrecemos un breve comentario sobre ciertas actitudes que el curso pretende 
promover. 
Como hemos anticipado, nuestro objeto de estudio es la ciencia y seguramente 
tengamos opiniones formadas en torno a ella. A lo largo del curso procuraremos 
explicitar estos supuestos. La actitud que pretendemos promover es una actitud crítica 
y el estudio de la argumentación resulta indispensable para lograrlo. 
Cuando de argumentar se trata, suele asumirse que el objetivo se reduce a persuadir a 
otro (u otros) sea como sea. En lo que respecta a la evaluación de argumentos, la 
motivación parece ser criticar, socavar, destruir la posición de otro. ¿Son tales objetivos 
y las consecuentes actitudes los que guiarán nuestros estudios? La respuesta es 
simple: no. Si bien el curso tiene como objetivo promover una actitud crítica, esta puede 
ser compatibilizada con una auténtica apertura hacia los otros y sus posiciones. 
Promover una actitud crítica puede tener, y es deseable que tenga, un costado 
constructivo. Así como es posible concebir un diálogo argumentativo como la ocasión 
para desafiarse, para poner a prueba la propia creatividad, carisma y recursos retóricos, 
para “ganar” la discusión. Así también, es posible pensarlo como el mejor contexto para 
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formar una opinión o tomar posición sobre un tema. La instancia dialógica puede ser 
algo más que el lugar en donde testeamos qué tan bien nos va al defender lo que 
creemos, puede ser una instancia constitutiva del proceso mismo de formación de 
nuestras creencias. Así concebido, es en estos intercambios (con otros o con nosotros 
mismos) donde hemos de buscar las razones que motiven nuestras posiciones y las 
funden. 
Subyace a esta actitud cierto compromiso no menor. Ser crítico respecto de los otros, 
pero también de nosotros mismos, nos puede conducir a revisar nuestras creencias y 
deberíamos estar dispuesto a ello (al menos si confiamos en nuestras propias 
capacidades cognitivas y reflexivas). Alentaremos al lector a pensar por sí mismo. En 
este proceso será crucial considerar atentamente a nuestros interlocutores (sean ellos 
lo que sean). Es altamente factible que ocurra que nos encontremos con que nuestra 
posición es insostenible a la luz de nueva información, a la luz de más o mejores 
razones. Puede que notemos que hay conflictos entre nuestras creencias, y que éstas 
(o algunas de ellas) deben ser revisadas, modificadas, incluso abandonadas. Esto 
puede resultar sencillo en algunos casos pero habrán otros, en particular respecto de 
ciertos temas controvertibles, en donde no lo será. 
De este modo, la actitud crítica tiene un horizonte, la búsqueda de razones que nos 
permitan justificar nuestras posiciones de modo coherente. Para ello deberemos 
cuestionar y cuestionarnos, interpelar e interpelarnos, hacer las preguntas correctas, 
desafiar nuestras intuiciones. Esto nos conducirá a embarcarnos en un proceso 
dinámico, de sostener posiciones, modificarlas y, cuando sea pertinente, suspender el 
juicio. Esto, no es otra cosa que el temple y la actitud apropiada para embarcamos en el 
estudio de la ciencia. 
 
 
 
 2. Variedades de usos lingüísticos 
 
El primer concepto por presentar es, tal vez, el más central: se trata del de “argumento”. 
Nuestra presentación del mismo será por aproximacionessucesivas, con la intención de 
ir precisándolo gradualmente. De modo preliminar, diremos que un argumento es un 
fragmento de lenguaje, ya sea escrito u oral. La aclaración obvia que hemos de hacer 
es que no todo fragmento del lenguaje es un argumento, lo cual indica que la anterior 
caracterización revela una condición necesaria pero no suficiente de la noción de 
argumento. 
El lenguaje puede ser usado para muchísimas cosas y el argumentar es solo una de 
ellas. Consideremos los siguientes ejemplos que ilustran algunos de los múltiples usos 
que puede darse al lenguaje. Solo algunos de ellos contienen argumentos ¿podría 
determinar cuáles? 
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Ejercicio 1 
¿Cuáles de los siguientes fragmentos incluyen argumentos? 
a. FLAN DE DULCE DE LECHE 
Poner en una cacerola un litro y medio de leche, 300 grs. de azúcar refinada y una 
barrita de vainilla; dejar hervir hasta que se reduzca a la mitad, tome un poco de calor y 
esté algo espeso, retirar esto, agregar diez yemas y dos huevos batidos ligeramente; 
revolver todo bien, poner en una budinera acaramelada y cocinar en horno muy suave a 
baño María. Una vez frío, se desmolda. 
Para acaramelar la budinera se pone en una cacerolita 50 grs. de azúcar, se coloca al 
fuego hasta que se derrita y se unta con esto la budinera. (C. de Gandulfo, P., El Libro 
de Doña Petrona. Recetas de arte culinario, Buenos Aires, Fabril Financiera, 1955, 36 
edición, p. 464) 
b. Todos los hombres desean por naturaleza saber. Así lo indica el amor a los sentidos; 
pues, al margen de su utilidad, son amados a causa de sí mismos, y el que más de 
todos, el de la vista. En efecto, no sólo para obrar, sino también cuando no pensamos 
hacer nada, preferimos la vista, por decirlo así, a todos los otros. Y la causa es que, de 
los sentidos, éste es el que nos hace conocer más y nos muestra muchas diferencias. 
(Aristóteles, Metafísica, libro I, cap. 1) 
c. Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontrose en 
su cama convertido en un monstruo insecto. Hallábase echado sobre el duro caparazón 
de su espalda, y al alzar un poco la cabeza, vio la figura convexa de su vientre oscuro, 
surcado por curvadas callosidades, cuya prominencia apenas si podía aguantar la 
colcha, que estaba visiblemente a punto de escurrirse hasta el suelo. Innumerables 
patas, lamentablemente escuálidas en comparación con el grosor ordinario de sus 
piernas, ofrecían a sus ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia. (Kafka, La 
metamorfosis, traducción al español: J.L. Borges, Losada, 1996, 22ª ed., p. 15) 
d. Afirmo, pues, que si las dos partes del universo mencionado anteriormente, la 
superior [celeste] gozara hoy de movimiento diario, tal como es el caso, mientras que la 
inferior [sublunar] permaneciera en reposo, y si mañana se invirtiese la situación y la 
parte inferior gozara de movimiento mientras que la otra, el cielo, careciera de él, 
seríamos incapaces de apercibirnos en lo más mínimo de tal mutación, pues lo mismo 
veríamos hoy que mañana (…) de forma totalmente idéntica a lo que le sucede a un 
hombre a bordo de una nave que cree ver en movimiento los árboles situados en la 
orilla. (Nicolás de Oresme citado por Guillermo Boido en Noticias del Planeta Tierra. 
Galileo Galilei y la revolución científica, Buenos Aires, AZ, 1996, p. 55) 
 
 
 
 
 
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Comentario 
 
Como pudimos observar en el ejercicio 1, solo los fragmentos b y d ejemplifican un tipo 
de discurso argumentativo. Ello sugiere que algunas indicaciones más son necesarias 
para reconocer un caso de argumento. Como habíamos anticipado, el lenguaje puede 
ser usado para muchísimas cosas y el argumentar es solo una de ellas. De modo que si 
bien un argumento es un fragmento de lenguaje, ya sea escrito u oral, no todo 
fragmento del lenguaje es un argumento. Esto quedó ejemplificado por los casos a y c, 
que satisfacen el requisito de ser conjuntos de oraciones pero -tal como se ha indicado 
y como esperamos que el lector sospeche- no ejemplifican un tipo de discurso 
argumentativo. 
Como dijimos, algún requisito adicional a la noción de argumento ha de imponerse si 
queremos dejar fuera casos como a y c. En breve retomaremos esta tarea, pero antes 
es necesario indicar que desde una primera aproximación, un argumento es un conjunto 
de oraciones, más precisamente, de proposiciones. Nos ocuparemos, entonces, de 
precisar los conceptos de “oración” y “proposición”, y de analizar la relación entre 
ambos: 
 
 
 
 
3. Oraciones y proposiciones 
 
La caracterización de la noción de argumento en términos de la de proposición nos 
obliga a considerar la siguiente pregunta: ¿qué son las proposiciones? En el marco de 
la lógica, se suele hacer una distinción entre oraciones y proposiciones; dicha distinción 
apunta a diferenciar el soporte material (la oración) de aquello que tal oración 
afirma (la proposición) [1]. De este modo, mientras que la primera está asociada con 
un lenguaje específico y supone una cierta concatenación específica de expresiones, la 
segunda no. Consideremos los siguientes ejemplos: 
1. Cristóbal Colón descubrió América. 
2. América fue descubierta por Cristóbal Colón. 
¿Qué tienen en común 1 y 2? ¿En qué se diferencian? 
Hay al menos un sentido obvio en que son diferentes: la oración 1 está formada por 
cuatro palabras, mientras que la 2, por seis. La primera comienza con la expresión 
"Cristóbal", mientras que la segunda con "América", y así podríamos enumerar más 
diferencias. Es claro que ambas oraciones no son la misma oración; sin embargo, 
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parecen decir lo mismo. En términos más precisos: ambas expresan la misma 
proposición. 
Lo mismo ocurre con las siguientes oraciones: 
3. Christopher Columbus discovered America. 
4. America was discovered by Christopher Columbus 
5. Cristoforo Colombo scoprì l'America 
6. L'America è stata scoperta da Cristoforo Colombo. 
Todas ellas son oraciones diferentes; sin embargo, la proposición expresada en todos 
los casos es la misma [2]. 
 
[1] La noción de proposición ha sido ampliamente discutida en el ámbito de la filosofía, 
pero su problematización excede los límites y objetivos del presente curso. Nos basta 
con identificarla con el contenido de la oración. 
[2] Este punto resultará ser importante en nuestro análisis, pues al reconstruir 
argumentos, no reiteraremos tal cual las oraciones, sino que las parafrasearemos. En 
ocasiones, incluso omitiremos expresiones u oraciones que resulten irrelevantes para la 
evaluación del argumento. 
 
 
Ejercicio 2 
Determine la verdad o falsedad de las siguientes afirmaciones y justifique. En 
caso de ser falsa, piense un contraejemplo. 
ACLARACIÓN: Un contraejemplo es un caso que nos sirve para probar que una 
oración es falsa. Por ejemplo: si quisiéramos probar la falsedad de la oración 
"Todos los meses del año tienen una duración de 30 días o más", bastaría con 
señalar que febrero es un mes y que su duración es de 28 o 29 días. Ese caso 
podría funcionar entonces como contraejemplo de la oración en cuestión, pues 
es un caso contemplado por dicha oración (es un mes del año) que no cumple 
con lo afirmado por ella (no tiene 30 días o más de duración). 
a. Dos oraciones no pueden expresar una misma proposición. 
b*. Una oración puede expresar dos proposiciones diferentes. 
(El asterisco indica que se trata de un ejercicio especialmente complejo.) 
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Más sobre oraciones y proposiciones 
 
Ahora bien, no toda oración expresa una proposición. El lenguaje se emplea de 
múltiples maneras y existen diferentes tipos de oraciones que permiten tal cosa, por 
ejemplo, las preguntas y las órdenes. 
Las oraciones que son de interés para nosotros son aquellasque expresan 
proposiciones, tal tipo de oraciones suelen ser llamadas declarativas.[1] Este tipo de 
oraciones afirman o niegan que algo sea el caso, son aserciones, y son tales que tiene 
sentido preguntarse por su verdad o falsedad. Esto último puede funcionar como un test 
para identificar aquellas oraciones que expresan proposiciones y distinguirlas de las que 
no lo hacen. 
Apliquemos dicho test a los siguientes ejemplos: 
7. ¿Té o café? 
8. Se ruega no fumar. 
9. Hola mi amor 
10. Te ordeno que te quedes. 
11. ¡Quedate, por favor! 
12. Te prohíbo que vayas a la fiesta. 
13. ¡No vayas a la fiesta! 
14. Racing venció ayer de visitante a Boca. 
15. Las ballenas son mamíferos. 
16. La raíz cuadrada de 4 es 2. 
¿Cuáles de estas oraciones expresan proposiciones? 
Puede observarse que en el caso de las oraciones 7 a 13, no tiene sentido preguntarse 
si la oración es verdadera o falsa, como sí ocurre con las oraciones 14 a 17. Una 
evaluación del primer grupo de oraciones realizada en términos de verdad o falsedad 
resultaría extraña. Más adecuada sería la evaluación respecto de la pregunta 7 en 
términos de atingencia (podríamos preguntarnos por la oportunidad de la invitación, por 
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ejemplo); lo mismo sucede con el enunciado 9. Podríamos evaluar la legitimidad en el 
caso del pedido formulado en 8 y en 11, en el de la orden mencionada en 10 o respecto 
de la prohibición expresada por 12 (tal vez consideraríamos legítima tal prohibición si 
ella fuera formulada por la madre de un menor de edad, pero definitivamente no si dicho 
enunciado apareciese en el contexto de una discusión mantenida por una pareja); o la 
expresión de deseo manifestada en el enunciado 13. 
En el caso de las últimas tres oraciones, sí es pertinente preguntarse si son verdaderas 
o falsas, puesto que expresan información acerca de hechos o sucesos, y esa 
información puede resultar ser cierta o no. Ello nos confirma que estamos en presencia 
de proposiciones. 
La noción de proposición resulta relevante pues hemos definido la noción de argumento 
en términos de proposiciones. Como veremos en las próximas semanas, esta 
característica distintiva de las oraciones que expresan proposiciones de poder ser 
evaluadas en términos veritativos (es decir, como verdaderas o falsas) resultará crucial 
a la hora de evaluar argumentos como buenos o malos, correctos o incorrectos, válidos 
o inválidos. 
 
[1] Desde ya que existen otros modos posibles de expresar proposiciones; por ejemplo, 
a partir de preguntas retóricas. 
 
 
 
Ejercicio 3 
¿Cuál de las siguientes oraciones expresa la misma proposición? Empareje cada 
una de las oraciones con la opción que expresa la misma proposición. 
a. Facundo vio a Federico comerse la 
última galletita. 
d. Es falso que Facundo haya visto a 
Federico comerse la última galletita. 
b. Federico vio a Facundo comerse la 
última galletita. 
e. Federico fue visto por Facundo comerse la 
última galletita. 
c. Facundo no vio a Federico comerse 
la última galletita. 
f. Facundo fue visto por Federico comerse la 
última galletita. 
 
 
Ejercicio 4* 
¿Cuál de las siguientes oraciones expresa la misma proposición? 
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Empareje cada una de las oraciones con la opción que expresa la misma proposición. 
(Este es un ejercicio es similar al anterior, pero un poco más complejo. Por ello está 
marcado con un asterisco, pues anticipa un tema que será abordado en la próxima 
lección). 
Si María gana la lotería, se irá de 
viaje. 
Es necesario que María gane le lotería para 
que se vaya de viaje. 
Solo si María gana la lotería, se irá de 
viaje. 
Es necesario y suficiente que María gane le 
lotería para que se vaya de viaje. 
María se irá de viaje siempre y cuando 
gane la lotería. 
Es suficiente que María gane le lotería para 
que se vaya de viaje. 
 
 
 
4. El esqueleto de los argumentos: premisas y conclusión 
 
Finalmente, hemos señalado que un argumento es un conjunto de proposiciones, pero 
que no todo conjunto de proposiciones constituye un argumento. Considera el siguiente 
fragmento: 
• Lo que generalmente se denomina período clásico de la economía abarca más de 
cien años de pensamiento económico y es casi exclusivamente británico por su 
orientación y sus principales aportaciones. Los tres grandes tratados del 
período clásico son Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations 
(1776) de Adam Smith (1723-1790), On the Principles of Political Economy and 
Taxation (1817) de David Ricardo (1772-1823) y Principles of Political Economy 
(1848) de John Stuart Mill (1806-1873). Poco después de la publicación de la 
obra de Ricardo, aparecieron además algunos pequeños anticipos de la teoría 
neoclásica. John Stuart Mill representa el fin del período clásico (Lendreth, H. 
& Colander, D., Historia del Pensamiento Económico, traducción al español: E. 
Rabasco, Madrid, Mc Graw Hill, 2006, 4ª ed., p. 71) 
 
Este fragmento satisface el requisito propuesto: es un conjunto de oraciones que 
expresan proposiciones. De hecho, tiene todo el sentido preguntar por la verdad o 
falsedad de las oraciones contenidas en el fragmento. Sin embargo, no parece ser un 
argumento; y de hecho, no lo es. De modo que resulta necesario precisar mejor la 
noción de argumento. 
Un argumento es un conjunto de proposiciones en el cual es posible reconocer cierta 
estructura, en la que no todas esas proposiciones cumplen el mismo rol. En un 
argumento hay premisas y conclusión, alguna(s) de esas proposiciones se ofrece(n) en 
favor de otra; esto es: las premisas pretenden sostener, abonar, establecer, dar 
razones a favor de la conclusión. Los ítems b y d del ejercicio 1 son efectivamente 
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argumentos y por tanto cumplen con las condiciones que estipula la definición de 
argumento que se ofrece a continuación. 
Un argumento es un conjunto de proposiciones en donde alguna o algunas de 
ellas se esgrimen como razón a favor de otra que pretende ser así establecida. A 
las primeras (aunque recordemos que puede ser una sola) se las denomina 
premisas; a la última, conclusión. 
Desde ya que algunos argumentos logran fundar su conclusión mejor –de modo más 
concluyente– que otros y poder distinguir cuándo y por qué lo hacen es uno de los 
objetivos centrales de este curso. Pero antes de adentrarnos en la evaluación de 
argumentos, nos detendremos en intentar clarificar aún más su naturaleza. 
Una primera advertencia es que para hablar de argumentos[1], deberemos reconocer 
una o más premisas y una única conclusión. Desde ya que la conclusión puede ser 
compleja, pero siempre ha de ser única[2]. En segundo lugar –y retomando la distinción 
entre oración y proposición– es necesario notar que un argumento puede ser formulado 
en una sola oración. Como en este ejemplo: 
Amalia ha promocionado IPC, pues obtuvo un diez de promedio y para promocionar se 
requiere un promedio superior a siete. 
Este caso revela otra particularidad de los argumentos, y ella consiste en que si bien 
hemos de poder distinguir cierta estructura en los argumentos, su formulación no suele 
respetar un orden preciso. En otras palabras: la conclusión no necesariamente se 
ofrece al final del argumento; bien puede estar al comienzo del argumento (como en el 
ejemplo recién citado) o aparecer en algún lugar entre la primera y la última oración[3]. 
Hemos sugerido la vastedad de cosas que podemos hacer con el lenguaje; 
normalmente, en tanto usuarios competentes de este, logramos detectar qué está 
haciendo el emisor con sus palabras. Para ello contamos con ciertas “pistas”: el 
contenido de lo que se dice, el contexto en que se enuncia, los gestos de quien habla, 
etcétera. A modo de ejemplo: un hombre que se arrodilla en frente de su amada, la cara 
de disgusto de la madre que vea su hijo con un lápiz acercarse a la pared, un 
estudiante que alza su mano en una clase; todos estos elementos contribuyen a 
interpretar (y seguramente también a anticipar) qué es lo que dirá cada uno de estos 
personajes. Hay también ciertas frases o expresiones que normalmente se asocian con 
cada uno de estos usos, y la argumentación no es una excepción. A continuación 
consideraremos algunas expresiones que facilitan la tarea de detectar cuándo hay un 
razonamiento y cuál es su estructura. Es posible distinguir, entre ellas, aquellas que son 
utilizadas usualmente para indicar premisas y aquellas que se emplean para indicar la 
presencia de la conclusión. 
 
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Indicadores de premisas Indicadores de conclusión 
Dado que… 
Puesto que… 
Porque… 
Pues… 
En primer lugar…, en segundo 
lugar… 
Además… 
Se puede inferir del hecho… 
Debido a… 
Teniendo en cuenta que… 
Atendiendo a… 
En efecto… 
Luego… 
Por lo tanto… 
Por consiguiente… 
En consecuencia… 
Concluyo que… 
Podemos inferir… 
Se sigue que… 
Queda demostrado entonces que… 
Lo cual prueba que… 
Lo cual justifica… 
Consecuentemente… 
 
Desde ya que estas expresiones no son evidencia incuestionable de la existencia de un 
argumento[4], pero suelen funcionar como tales en la gran mayoría de los casos. Por 
otra parte, muchas veces no contamos con estos indicadores explícitos: habremos de 
atender, entonces, a qué se afirma en el argumento, cómo se articula y en qué contexto 
se formula. 
 
[1] Nos referimos aquí a los argumentos tal como se formulan en el lenguaje común. 
Algunas de las consideraciones aquí señaladas no son pertinentes en el caso de 
argumentos formulados en lenguajes formales. Pero nosotros no nos ocuparemos de 
éstos último. 
[2] Esto requerirá de mayores precisiones, pues existen casos en que la conclusión de 
un argumento es compleja, pero también hay otros en que un mismo fragmento 
contiene más de un argumento (y por lo tanto más de una conclusión). Trataremos el 
tema más adelante, pero anticipamos que aun en esos casos, la conclusión de cada 
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razonamiento será única. 
[3] Sin embargo, al reconstruir los argumentos, seguiremos un orden específico de 
modo de facilitar su análisis. 
[4] Considérese, por ejemplo, el empleo de “luego” en la siguiente oración: “Ignacio 
estalló en llanto, luego pudo recobrar la compostura”. Tal como podrá sospechar el 
lector, no hay aquí argumento alguno y la palabra “luego” no funciona como indicador 
de conclusión. 
 
 
Ejercicio 5 
Determine la verdad o falsedad de las siguientes oraciones. En caso de ser falsas, 
imagine un contraejemplo. 
a. Para que un texto sea argumentativo basta que contenga una oración. 
b. Todo argumento contiene al menos dos oraciones. 
 
 
 
5. Uso y mención 
 
A lo largo de esta lección nos hemos valido del empleo de comillas como recurso para 
referirnos a expresiones lingüísticas. Seguiremos empleando este recurso y, por ello, 
nos detendremos aquí a explicarlo. 
Suele hacerse una distinción entre el uso de expresiones y su mención. Lo ilustraremos 
con el siguiente ejemplo: consideremos estas dos oraciones: 
• Federico es un buen amigo. 
• “Federico” es un nombre propio. 
En el primer caso la expresión “Federico” está siendo usada, pues con ella nos 
referimos a una persona, a una entidad extralingüística, mientras que en el segundo 
está siendo mencionada, pues la estamos utilizando para referirnos a la expresión 
misma, a la palabra “Federico”. 
Decimos entonces que una expresión (o incluso una oración) es usada cuando se la 
utiliza para referir a alguna entidad extralingüística; en cambio, cuando con ella nos 
referimos al lenguaje (expresiones u oraciones), se dice que está mencionada. 
 
 
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Ejercicio 6 
Para cada uno de los siguientes enunciados, determine si se trata de un caso de 
uso o de mención. 
a. Luciana llegó tarde a la reunión. 
b. "Luciana" es un nombre propio. 
c. Diana no logró hablar con su amiga Luciana. 
d. La oración "Luciana llegó tarde a la reunión" es falsa.

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