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UBA XXI - IPC – 1er Cuatrimestre de 2016 
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 Lección N.º 12: La dimensión ético-política de la ciencia 
 
1. Introducción 
 
Llegados a esta última lección, les proponemos volver al punto de 
partida de nuestro curso. Habíamos señalado que estamos atravesados por el 
saber científico hasta en los aspectos más mínimos de nuestra vida cotidiana. 
No solo por el generalizado uso de productos tecnológicos, sino porque los 
saberes científicos acumulados y la concepción científica del mundo han ido 
modulando a lo largo de la historia aquello que percibimos y pensamos de lo 
que nos rodea y de nosotros mismos. Sabemos que nos movemos en el 
planeta Tierra por el espacio aun cuando observamos el movimiento del sol 
por la tarde; sabemos que nuestra identidad tiene que ver con el ADN y 
conocemos las ventajas y desventajas que ello nos aporta para nuestra vida 
corriente, y ello condiciona fuertemente nuestra conducta frente a un sinnúmero 
de situaciones posibles. 
La radicalidad de las transformaciones que producen los avances 
científicos y las innovaciones tecnológicas modifican a altísima velocidad 
nuestra experiencia cotidiana. Los constantes descubrimientos de la ciencia y 
los inacabables productos de la tecnología convierten en realidad lo que en otro 
tiempo pudo haber sido considerado ficción o mera fantasía, desafiando una y 
otra vez los límites de lo posible. Esas innovaciones y sus efectos en la vida 
contemporánea se producen cada vez más rápidamente, y no terminamos de 
sorprendernos ante una nueva posibilidad técnica cuando inmediatamente nos 
sorprende otro acontecimiento igual de sorprendente. Es posible controlar una 
silla de ruedas con el pensamiento, a partir de un dispositivo cerebral 
inalámbrico; o seleccionar y decidir, a través de la ingeniería genética, aspectos 
y características físicas de personas por nacer. Es factible introducir los genes 
de cualquier especie viviente en los cromosomas de cualquier otra especie 
viviente (y diseñar entonces alguna combinación de seres humanos, animales, 
plantas, hongos y bacterias). Hay lentes de contacto con conexión a internet 
que incluyen sensores con capacidad para interactuar con imágenes de 
realidad aumentada (es decir, desplazar y modificar hologramas con las 
propias manos). La wearable technology,1 la implantación de un marcapasos, 
las prótesis en deportes de alta competencia son muestra de diferentes 
modalidades de fusión entre lo tecnológico y lo biológico. Y paradójicamente, 
de tanto sorprendernos, hay cada vez menos sorpresa en ello: la ciencia y la 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
1 El término hace referencia a prendas y complementos que incorporan dispositivos 
tecnológicos o inteligentes: gafas de realidad aumentada, relojes/teléfonos monitores 
de actividad o aplicaciones de sensores inteligentes en camisetas que indican los tipos 
de calorías que se consumen, hidratos de carbono, grasa; datos de distancia, 
recorrido, rutas, etc.; es decir, todo aquello denominado tecnología vestible. 
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tecnología producen avances sorprendentes, pero esos avances son recibidos 
con naturalidad; un nuevo teléfono, por ejemplo, se recibe hoy como si fuese ya 
natural poder comunicarse sincrónicamente con personas situadas a cientos de 
kilómetros de distancia (y como si fuese algo extraordinario e impropio, por el 
contrario, preguntarse cómo llega la voz inmediatamente, por dónde pasa el 
sonido, etcétera). En suma, la creciente y profunda tecnologización del entorno 
vital y los innumerables cambios que promueve naturalizan lo que en realidad 
constituye un contexto inédito e impredecible de los seres humanos. La ciencia 
y la tecnología desdibujan constantemente el límite entre lo natural y lo artificial, 
revelando de ese modo nuevos interrogantes y nuevas incertidumbres, así 
como nuevos planteos de orden ético. 
 
Para pensar… 
Les proponíamos al comienzo de la materia que pensaran por un 
momento qué sería de nosotros sin celulares, sin conexión a internet ni redes 
sociales, sin dispositivos digitales de ningún tipo. Les volvemos a proponer aquí 
que imaginen cómo sería su vida y el mundo sin la informática, las 
telecomunicaciones, la Web 2.0. Teniendo en cuenta esta reflexión, ¿cómo 
interpreta la siguiente frase? 
 
Preguntarnos por el poder de la tecnociencia es preguntarnos por nosotros 
mismos. 
 
Para pensar… 
La literatura y el cine han plasmado visiones de mundos en los que se 
proyectan las posibilidades y los riesgos avizorados en el tiempo presente, en 
general vinculados a los paradigmas técnicos predominantes. 
La serie de televisión británica Black Mirror es un excelente ejemplo de 
cómo se pueden avizorar esos cambios en un futuro cercano en virtud de la 
integración de la tecnología y la vida2. El clima que plantea esta serie es 
sombrío respecto de las posibilidades que abre la revolución biotecnológica. 
Los aspectos más oscuros de los seres humanos y del sistema en su conjunto 
se ven potenciados por los recursos tecnológicos (ficticios) que presenta cada 
capítulo. Las experiencias narradas son futuristas–pero se trata de un futuro 
muy cercano, casi al alcance de la mano– y habilitan la discusión ética sobre 
las conductas individuales involucradas, pero fundamentalmente sobre el 
mundo donde se desarrollan esas conductas. La serie presenta una mirada 
perturbadora –tecnoparanoide, al decir de su creador– vinculada al paradigma 
digital en el que transcurren las experiencias y donde la integración 
biotecnológica implica, por un lado, la transformación de nuestros gustos y 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
2 La serie posee hasta el momento tres temporadas (2012-2013-2014) con siete 
capítulos en total, que rondan la misma temática. 
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pasiones –y hasta la mutación de la percepción–, y por otro, la reaparición de 
viejas formas de dominación y de explotación bajo esta nueva modalidad 
tecnológica de control del mundo, de los otros y de nosotros mismos. 
¿Se imagina poder recuperar el pasado tal como ha sido percibido por su 
mirada, y mediante un dispositivo digital proyectarlo en una pantalla led, incluso 
con los sonidos percibidos? Las modificaciones en nuestra vida cotidiana que 
ese tipo de tecnología puede generar son abordadas en uno de los capítulos de 
esta serie. 
 
 
2. Un cambio de mirada: hacia la ética en la ciencia 
 
El enfoque que adoptó nuestro recorrido, como hemos dicho al comienzo, 
fue el enfoque filosófico sobre la ciencia. Partimos de las preguntas iniciales 
sobre la naturaleza del conocimiento científico, es decir, preguntas acerca de la 
legitimidad del saber científico y la demarcación respecto de otros saberes; 
avanzamos con el análisis de sus enunciados, sus términos, su estructura y 
sus métodos propios. ¿Qué es la ciencia? ¿En qué radica la pretendida 
superioridad del saber científico respecto de otros saberes? Tenemos aquí 
preguntas radicales y fundantes de la filosofía de las ciencias. Las respuestas 
dadas por quienes se ocuparon de ellas han marcado la dirección que fueron 
tomando las diferentes corrientes epistemológicas, algunas de las cuales 
hemos estudiado en las lecciones 9 y 10. Recordemos que la filosofía de las 
ciencias tiene su propia historia: el siglo XX la vio inicialmente centrarse en 
cuestiones de validación del conocimiento científico, para luego incluir otrosaspectos de la actividad científica: sus condiciones de producción, sus raíces 
históricas, el cariz psicológico, la dimensión política y cultural del conocimiento 
científico; la discusión sobre el progreso de la ciencia y la aproximación a la 
verdad, entre otros. 
Ahora bien, señalamos en la lección 0 que compete a la naturaleza 
filosófica del enfoque adoptado preguntar también por la responsabilidad de los 
científicos en la implementación de sus teorías. En este mismo sentido, 
podemos preguntarnos por los conflictos éticos que genera el avance de la 
ciencia y de la tecnología en la actualidad; y atender también a otros aspectos 
de importancia: de dónde surgen las inquietudes para investigar, para quién 
trabajan los científicos, qué tanto inciden sus valoraciones y creencias en su 
búsqueda del conocimiento. Lo que llamamos aquí dimensión ético-política de 
la ciencia hace referencia a este tipo de cuestiones y requiere un último cambio 
de mirada, que es el que desarrollaremos en esta lección. 
 
 
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3. Dos maneras de pensar la ética en la ciencia 
 
La ética, en tanto disciplina filosófica, consiste en una reflexión particular 
que tiene por objeto de estudio la moral, es decir, las costumbres, hábitos y 
normas que rigen la conducta de un individuo o de un grupo de personas. Si 
bien no siempre resulta sencillo establecer la distinción entre la moral y la 
reflexión ética, los filósofos han desarrollado saberes y teorías éticas a lo largo 
de la historia del pensamiento, llegando a constituir un corpus de conocimiento 
filosófico particular, de naturaleza específica. Pero en tanto pensamiento 
problematizador, lo que mueve la reflexión ética son las preguntas, la 
indagación a fondo acerca del bien, del deber, de aquello que resulta correcto o 
incorrecto hacer y acerca de los sentidos (o sinsentidos) de los fundamentos y 
principios de nuestras acciones y nuestra conducta. Ahora bien, cuando la ética 
se dirige a la ciencia y a la tecnología, permite construir interrogantes que de 
ningún modo son propiedad exclusiva de científicos ni de filósofos 
profesionales. 
Aquí podríamos señalar dos abordajes a las cuestiones éticas vinculadas 
con la ciencia: un enfoque internalista, que hace hincapié en el examen de la 
práctica científica, en la conducta, los valores intervinientes y las decisiones del 
científico en el transcurso de la investigación, y un enfoque externalista, que se 
basa en el impacto social que tiene la ciencia y la tecnología, y en los 
problemas éticos asociados a ese impacto. Si el primer enfoque toma en 
cuenta la imagen que la comunidad científica tiene de sus métodos y objetivos, 
el segundo toma en consideración la imagen social de la ciencia.3 
En un documento de la National Academy of Science de Estados Unidos 
publicado en 1995,4 se indican una serie de normas institucionales explícitas o 
implícitas que hacen a la conducta y responsabilidad del investigador, referidas 
a los errores cometidos en el transcurso de la investigación (errores que 
pueden ser honestos, como los provocados por la negligencia, la falta de 
cuidado, inatención o precipitación; o no: los que involucran algún tipo de 
engaño, como el plagio, la invención de datos o la falsificación de resultados); 
también referidas a la adjudicación de méritos y recompensas por los 
descubrimientos, al tratamiento de las técnicas experimentales, a los conflictos 
de interés que se generan en torno a la publicación y apertura del 
conocimiento, etcétera. Podemos hablar en este sentido de una ética de la 
investigación científica que serviría para transparentar la actividad científica y 
dar al mismo tiempo un marco de referencia para la conducta en este ámbito. 
En el mismo sentido, Karl Popper – filósofo que ya hemos estudiado– elaboró 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
3 Carl Mitcham: “Cuestiones éticas en ciencia y tecnología: análisis introductorio y 
bibliografía”, en M. I. González García, J. A. López Cerezo y J. L. Luján López: 
Ciencia, tecnología y sociedad. Una introducción al estudio social de la ciencia y la 
tecnología, Madrid, Tecnos, 1996. 
4 On Being a Scientist: Responsible Conduct in Research (Washington, D.C., 1995). 
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una lista de deberes del científico5 que básicamente se refieren a la exigencia 
por la honestidad intelectual en la búsqueda de la verdad. Las objeciones 
aceptables a la actividad de los científicos tienen que ver con las conductas 
que no cumplen con la veracidad, la objetividad, la lealtad en la competencia; 
es decir, con aquellas conductas que no cumplen con las virtudes propias de 
las exigencias internas de la metodología científica. Para este autor, también 
hay una responsabilidad del científico respecto de la humanidad, que consiste 
básicamente en evitar el sufrimiento; pero la responsabilidad y la ética científica 
operan, fundamentalmente, en el ámbito profesional. 
Por otra parte, cuando pensamos en los problemas éticos vinculados al 
impacto de los avances científicos y técnicos, y a los conflictos que esto 
genera, nos abrimos a la dimensión ética en el ámbito de aplicación de la 
ciencia. Puede decirse que todo ser racional participa de alguna manera de la 
reflexión ética, en el sentido de que todos juzgan moralmente, toman 
decisiones y pueden justificar sus actos de diferentes maneras haciendo 
referencia a principios morales. Esto no quiere decir que todos realicen 
reflexiones técnicas o sistemáticas sobre los principios filosóficos de sus 
acciones. En cualquier caso, la relación entre la ética y los usos de la ciencia 
constituye uno de los principales problemas de la ética aplicada. El término 
ética aplicada hace referencia al espacio en el cual se piensan las normas o 
principios morales de contenido general en función de situaciones particulares, 
que son siempre únicas e irrepetibles. Se trata de la aplicación6 de ciertos 
principios de la ética teórica a diferentes ámbitos y prácticas sociales, lo que da 
lugar a contextos específicos para la reflexión ética. De este modo, podemos 
hablar de ética médica, ética deportiva, ética de la comunicación, bioética, ética 
de los negocios, ética periodística, etcétera. Dado el creciente número de 
conflictos morales a los que dan lugar las innovaciones científicas y 
tecnológicas, el abordaje de esos conflictos requiere tanto de la información 
precisa que pueda ofrecer la ciencia como del esclarecimiento filosófico de los 
principios éticos que orientan nuestras reflexiones y decisiones. Pero como 
sostuvimos más arriba, requiere también y fundamentalmente de otros actores 
involucrados en los conflictos, más allá del saber experto, técnico o profesional. 
 
 
Ejercicio 1 
¿Puede señalar a qué enfoque pertenecen tanto el documento de la National 
Academy of Science como las exigencias y deberes del científico señaladas 
por Karl Popper? 
 
 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
5 K. Popper: “Tolerancia y responsabilidad intelectual”, en Sociedad abierta, universo 
abierto, Madrid, Tecnos, 1984, pp. 155-158. 
6 El sentido de esta aplicación no está exento de controversias. Ver R. Maliandi: Ética: 
conceptos y problemas, Buenos Aires, Biblos, 2000, pp. 134-136. 
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Ejercicio 2 
Lea el siguiente párrafo y responda: 
El sociólogo Robert K. Merton identificó en 1940 lo que denominó el"ethos 
de la ciencia" o un "complejo de valores y formas que [son vividos] como 
imperativos para el hombre de ciencia". Cuatro principios se suponen centrales 
en este ethos: el universalismo o compromiso con la objetividad; el comunismo 
o la disposición a compartir el conocimiento; el desinterés, estrechamente 
relacionado con el universalismo y la objetividad; y el escepticismo organizado. 
Merton suponía que los científicos, especialmente en las sociedades 
democráticas, se rigen en general por estos ideales.7 
 
¿A qué aspecto de lo tratado hasta aquí se refiere el párrafo? 
• Al denominado enfoque externalista de la ciencia. 
• A los conflictos éticos que genera el avance de la ciencia y la tecnología. 
• Al denominado enfoque internalista de la ética en ciencia. 
• A la responsabilidad de los científicos en la implementación de sus 
teorías. 
 
 
 
4. La ética de la biotecnología 
 
Entre los muchos ámbitos de la ética aplicada, presentaremos algunos 
aspectos vinculados a la ética de la biotecnología y más adelante nos 
referiremos a cuestiones de ética ambiental (o ética de la ecología), campos 
que tienen innumerables zonas de convergencia. 
Aunque parezca extraño, resulta difícil dimensionar hacia dónde se dirige el 
desarrollo de la biotecnología.8 Convivimos con la velocidad de los avances y 
esos avances crean posibilidades nuevas. Y justamente porque son nuevas, el 
cuerpo, la vida humana y el planeta resultan ser conejillo de Indias. Nos 
encontramos en una etapa experimental porque sabemos que todo va a 
cambiar, pero no sabemos exactamente cómo van a ser esos cambios.9 Los 
progresos de la biotecnología presentan planteos éticos actuales y reales, en 
general vinculados a la medicina. Como sabemos, toda tecnología es ambigua: 
genera la solución a viejos problemas, pero posibilita problemas nuevos. De 
acuerdo con Ricardo Maliandi, “la biotecnología suscita esperanza en torno de 
posibles terapias génicas (sobre todo en oncología), aun cuando hasta ahora 
los logros prácticamente se han restringido a cuestiones de diagnóstico. Pero 
justamente en este último ámbito surgen temores, por ejemplo, sobre formas 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
7 Carl Mitcham, ob. cit., p. 4. 
8 Según el “Convenio sobre la diversidad biológica” firmado en la ONU, en 1992, la 
biotecnología se refiere a toda aplicación tecnológica que utilice sistemas biológicos y 
organismos vivos o sus derivados para la creación o modificación de productos o 
procesos para usos específicos. 
9 R. Maliandi: Ética: dilemas y convergencia. Cuestiones éticas de la identidad, la 
globalización y la tecnología, Buenos Aires, Biblos, 2006, p. 95. 
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de “discriminación genética” que podrán implementarse mediante nuevos 
descubrimientos”.10 
 El principio de precaución exige minimizar los riesgos derivados de las 
actuales investigaciones en este campo. Pero al mismo tiempo, por las 
promesas y esperanzas que implica, existe la exigencia moral de no abandonar 
esas investigaciones, exigencia que podemos llamar principio de exploración.11 
También se dan casos en los que la sola posibilidad técnica genera la 
obligación de investigar: la implementación de biotecnología para prevenir o 
curar enfermedades mortales, por ejemplo. 
Pero habida cuenta de las múltiples posibilidades que la biotecnología 
ofrece, cobra especial relevancia el principio elemental de que no todo lo 
posible es lícito. Muchas de las posibilidades abiertas por esta disciplina son 
altamente cuestionables, como el tráfico de órganos, la discriminación genética, 
las armas bactereológicas, etcétera. 
 
Para pensar… 
Los datos que surgen del estudio del genoma de un individuo humano a 
partir de muestras biológicas nos brinda lo que se denomina información 
genética en sentido estricto (en sentido amplio la información genética incluye 
la historia familiar, entre otros datos). De acuerdo con los avances en el área, 
las pruebas que hoy son complejas y costosas pronto serán simples y 
económicas. Hace algunos años el conocimiento que podíamos obtener era 
muy limitado, pero hoy hay chequeos genéticos del cáncer de mama, la 
enfermedad de Huntington, el síndrome de Down, el mal de Parkinson, la 
leucemia, entre otras. Sin embargo, no es tan claro el alcance de la detección 
de esas enfermedades. La mayoría de ellas requieren de otros factores 
además de un gen con cierta forma: la presencia de otros genes, la presencia 
o ausencia de factores ambientales, etcétera, por lo que la predisposición de 
los genes a ciertas enfermedades no es sinónimo de que esa enfermedad vaya 
a producirse. La capacidad predictiva de la información genética es relativa: 
algunas variaciones genéticas producen casi siempre la enfermedad, otras 
generan susceptibilidad a una enfermedad, otras son protectoras de la 
enfermedad y otras no tienen ningún efecto. 
En abril de 2009, Alemania dictó una ley que prohíbe el diagnóstico 
prenatal para detectar enfermedades futuras; sí lo autoriza por razones 
médicas, pero no para detectar el sexo u otras características del niño por 
nacer. Del mismo modo, establece además que ni los empleadores ni las 
aseguradoras podrán exigir la realización de tests genéticos, salvo por razones 
de seguridad o en el caso de contratos de trabajo superiores a 300.000 euros. 
La discriminación genética también puede darse en el campo de los 
sistemas de salud, ya que por un lado, los estudios genéticos permiten acceder 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
10 R. Maliandi: Ética: conceptos y problemas, ob. cit., p.188. 
11 R. Maliandi, ob. cit., p. 188. 
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a valiosa información de la persona que puede traerle notables beneficios para 
su salud. Pero como vimos, tal información puede señalar propensiones a 
ciertas enfermedades que signifiquen mayores costos para las instituciones de 
salud. 
 En estos casos: ¿forma parte del derecho de las entidades de salud la 
posibilidad de usar la información genética como una herramienta más al 
momento de admitir a una persona a la cobertura o al hacer estadísticas, o tal 
uso configura un abuso del derecho? ¿Se debe informar al paciente la 
predisposición a contraer determinada enfermedad? 
En el caso de desórdenes genéticos que no permiten la prevención y que ni 
siquiera ven alterado su curso por una intervención prematura (uno de esos 
casos es la enfermedad de Corea de Huntington, una patología progresiva que 
provoca la pérdida de las funciones motrices, trastornos del lenguaje y 
demencia), caben algunos cuestionamientos: ¿debe brindarse al paciente esta 
información, aun cuando este pudiera decidir no saber?, ¿debe informarse a 
los futuros padres la detección de alguna anomalía genética en el embrión o en 
el desarrollo del feto?, ¿es moralmente aceptable la decisión de los futuros 
padres de elegir algunas características físicas de sus hijos? 
En el campo laboral, ¿es aceptable solicitar a un trabajador que se someta 
a una prueba genética? ¿Hay alguna diferencia con los análisis de sangre y 
orina, incluidos en los exámenes preocupacionales habituales? 
 
 
 
5. La noción de responsabilidad y la comunidad de evaluadores ampliada 
 
Una de las nociones centrales para pensar los efectos de la ciencia y de la 
tecnología en la vida de las personas y de la sociedad contemporánea es la 
noción de responsabilidad. Como todo concepto filosófico, su significado es 
problemático.Para elucidar brevemente el término en el sentido que nos 
interesa, resulta necesario vincular dicha noción con la idea de intencionalidad. 
Quedan excluidas, por tanto, de estas consideraciones aquellas razones 
meramente causales de una acción, como cuando hablamos de una tormenta 
como responsable de la pérdida de las cosechas. En esos casos no 
adjudicamos responsabilidad moral ni legal, pues simplemente utilizamos el 
adjetivo responsable para señalar una relación de causa-efecto. De modo que 
la adjudicación de responsabilidad que nos interesa, vinculada al sentido moral 
y legal del término, requiere de un agente intencional, agente que debe ser 
capaz de responder por sus propios actos y de prever las consecuencias de 
estos.12 La responsabilidad, además, requiere de cierto grado de libertad, pues 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
12 Como la responsabilidad es un concepto que aborda tanto la filosofía política como 
la filosofía moral, algunos autores asignan el primer sentido a la filosofía política y el 
segundo a la filosofía moral. 
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si se excluye la posibilidad de actuar de otro modo, solo quedan conductas 
explicadas por leyes físicas o un mero determinismo causal. Por último, 
conviene recordar un punto que aporta un peculiar matiz al análisis: hablar de 
responsabilidad en el ámbito de los efectos de la ciencia y la tecnología no es 
sinónimo de culpabilidad. 
Este análisis conlleva otro punto conflictivo: la responsabilidad a la que 
estamos haciendo referencia, ¿es una responsabilidad individual o es una 
responsabilidad colectiva? Este último término resulta medular para analizar los 
efectos nocivos de la actividad científica sobre el planeta y la biodiversidad. 
Pero la ciencia y la tecnología son abstracciones si no hacen referencia a 
agentes concretos de carne y hueso que puedan dar cuenta de los resultados y 
consecuencias de sus actos. ¿Es el científico (o el tecnólogo) el único 
responsable por sus investigaciones (o por sus aplicaciones)? La noción de 
responsabilidad colectiva, ¿abarca a la humanidad entera, a determinados 
grupos, a ciertas organizaciones, todo ello de acuerdo con los contextos? 
Algunos autores hablan de una comunidad de evaluadores extendida para 
hacer referencia a la necesidad de considerar otros actores –al margen de los 
técnicos y de los científicos– al momento de evaluar los riesgos de las 
investigaciones científicas y la aplicación de tecnología. Ante proyectos 
complejos de gran envergadura e impacto en la sociedad (podemos pensar en 
la instalación de pasteras, en extracción minera, construcción de represas, 
plantas nucleares, etcétera), es importante adoptar un modelo de evaluación en 
el que se considere el riesgo no como algo abstracto y determinable en forma 
cuantitativa o técnica solamente, sino pensándolo desde una dimensión integral 
que incorpore otras perspectivas además de la económica: la medioambiental, 
la política e incluso la perspectiva y los intereses de las personas directa o 
indirectamente involucradas (sus beneficios y perjuicios medianamente 
objetivos, así como sus modos de vida, sus temores, creencias, sus 
perspectivas sobre el futuro, etcétera). Es discutible cuál debería ser el alcance 
y el estatus de los evaluadores, pero una evaluación meramente técnica no 
puede predecir los riesgos con absoluta certeza y precisión, y los riesgos en 
casos de perjuicios irreversibles no admiten un mero cálculo. 
Sería ingenuo sobreestimar la incidencia de este tipo de evaluaciones, pero 
es un hecho que las sociedades democráticas modernas tienden a incorporar 
instituciones para que ello ocurra cada vez más asiduamente. Por ejemplo, las 
audiencias públicas constituyen un instrumento tal vez menor frente al poder en 
apariencia inexpugnable de la ciencia, pero ante situaciones que involucran 
transformaciones profundas en el seno de una comunidad, han permitido 
ampliar la discusión y las perspectivas implicadas al ámbito público. Si bien se 
trata de organizaciones perfectibles, muestran cierta eficacia para tender a una 
evaluación ampliada de los riesgos tecnológicos y científicos, porque potencian 
la participación ciudadana de las partes involucradas y fuerzan a divulgar 
información que, tal vez, de otro modo no sería conocida. De este modo, la 
sociedad en su conjunto –agrupaciones, individuos, empresas, asociaciones de 
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consumidores, de abogados, organizaciones ambientalistas, ciudadanos de a 
pie y representantes del Estado– se ve conminada a exponer sus intereses y 
puntos de vista públicamente, lo que constituye un avance de carácter 
democrático más que auspicioso. 
 
 
 
6. El cientificismo y la neutralidad valorativa de la ciencia 
 
Presentaremos ahora algunos conceptos importantes para comprender dos 
maneras diferentes de abordar la pregunta por la responsabilidad de la ciencia 
y de los científicos, a la luz de diferentes maneras de comprender la ciencia y la 
actividad científica en la actualidad. 
El saber científico –según vimos– se ha desarrollado en gran medida contra 
el sentido común y las ideas más asentadas y naturales de los saberes 
circulantes en cada época. Recordemos las dificultades de Copérnico (y de 
cualquiera que no disponga más que de sus sentidos) para establecer la 
hipótesis de que la Tierra se mueve alrededor del Sol. La confianza en la 
ciencia moderna proviene de la convicción de que ella es producto principal y 
exclusivo de la razón. Desde el siglo XVIII la Ilustración fortaleció esa confianza 
en la razón frente a los prejuicios, los saberes infundados, los dogmatismos y 
autoritarismos; en suma, frente a cualquier tipo de oscurantismo y de 
irracionalidad de la experiencia humana. Cualquier saber que se precie de 
científico se identificará, desde la modernidad, con la búsqueda racional de la 
verdad y el destierro del error en el campo del conocimiento. Y no solamente 
en el campo teórico, sino también –y especialmente– en el de sus aplicaciones 
prácticas. La ciencia, de acuerdo con esta mirada optimista, hasta los inicios 
del siglo XX será la actividad capaz de conocer verdaderamente el mundo 
hasta en sus más recónditos secretos, y de poder mejorarlo, controlarlo, en pos 
de la felicidad del hombre. Las enfermedades, la pobreza, la naturaleza 
desconocida, la materia y el ámbito psíquico, la organización social y la vida en 
todas sus dimensiones; todo ello puede ser abordado y estudiado para su 
conocimiento y, llegado el caso, para su control y mejoramiento al servicio del 
hombre. El mundo en su totalidad, gracias a la ciencia y a la confianza que 
otorga la razón, podría convertirse en el verdadero paraíso terrenal. La Primera 
Guerra Mundial, Auschwitz, Hiroshima son algunos de los sucesos que 
erosionaron fuertemente esa confianza y mostraron el lado oscuro de la 
ciencia. Al lado luminoso del progreso científico –patente en el mejoramiento de 
la vida, la extensión del confort y la lucha contra las enfermedades; en las 
posibilidades infinitas de las comunicaciones y la velocidad de circulación– se 
le opone el costado oscuro, la tragedia del desarrollo, vivenciada ya en el siglo 
XX. 
A lo largo del curso, hemos presentado las dificultades de considerar la 
ciencia como un saber verdadero, seguro e infalible, rector legítimo de otros 
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ámbitos de la vida.13 Sin embargo, la ciencia sigue gozando en cierta medida 
de prestigio y confianza; la imagen de la ciencia como conocimiento seguro 
predomina en el saber común de la mayoría de las personas y circulafuertemente en los medios masivos de comunicación, en los estratos con 
capacidad de decisión política y, también, entre los propios científicos. 
El optimismo sobre la ciencia subyace, en algún sentido, a una perspectiva 
de la ciencia denominada cientificismo, que tiene su elaboración también entre 
algunos epistemólogos. Mario Bunge (físico y filósofo argentino nacido en 
1919; exponente del cientificismo) diferencia –en su obra Ciencia y desarrollo– 
entre la ciencia pura, la ciencia aplicada y la tecnología. Las dos primeras 
buscarían obtener conocimiento de un recorte de la realidad, sin otro fin que el 
de enriquecer el saber humano. La ciencia pura pretende obtener conocimiento 
y es libre en la elección de sus problemas y sus métodos, y en la decisión del 
rumbo de sus investigaciones. La ciencia aplicada justamente aplicaría el 
conocimiento obtenido por la ciencia básica a problemas prácticos y más 
específicos. En ambos casos se trata de comprender y explicar la realidad, 
pero la ciencia aplicada apunta a posibles temas de interés social y puede ser 
planificada, aunque no es libre de elegir sus propias líneas de investigación, ya 
que justamente estas dependen de necesidades ajenas a la búsqueda del 
conocimiento por el conocimiento mismo. Ahora bien, la tecnología se distingue 
de la ciencia pura y de la ciencia aplicada porque a ella compete la utilización 
del saber y teorías científicas para la producción de artefactos útiles o planes 
de acción, es decir, para la modificación de la realidad. Aquí el saber no es un 
fin en sí mismo. De este modo, es posible sostener –como lo hace Mario Bunge 
y para el cientificismo en general– la neutralidad valorativa de la ciencia, pero 
no así la de la tecnología: si la ciencia pura es desinteresada, la tecnología 
produce efectos reales en el mundo y está orientada a determinados fines que 
pueden ser valiosos o disvaliosos, por lo que es preciso someter a la tecnología 
a controles de tipo moral y social. 
La imagen de ciencia que el cientificismo ayudó a construir ha tenido sus 
defensores y sus detractores en nuestro país, en el marco del debate sobre 
política científica iniciado en la década del sesenta con el clásico libro de Oscar 
Varsavsky Ciencia, política y cientificismo (1969) y continuado en posteriores 
actualizaciones de esta polémica entre cientificistas y anticientificistas. Como 
indicamos, para el cientificismo se puede separar tajantemente la búsqueda de 
la verdad desinteresada, el afán de conocimiento propio de la ciencia, y el 
ámbito de sus aplicaciones, propio de la tecnología. A pesar de las diversas 
críticas recibidas desde diferentes autores y corrientes epistemológicas –
algunas estudiadas en este curso–, el cientificismo mantiene una influencia 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
13 Recordemos que si bien el positivismo lógico sostenía aún la imagen lineal y 
acumulativa del desarrollo científico, ese conocimiento era probable; que Popper y su 
postura falsacionista abonaron la idea del conocimiento provisorio, falible e hipotético; 
y que la nueva filosofía de la ciencia discutió la noción misma de progreso científico, 
afirmando un saber científico relativo, no gradual ni acumulativo. 
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muy grande en ciertos sectores de la sociedad: es un lugar común sostener 
que la ciencia busca desinteresadamente el saber y que no depende del 
científico (ni de la ciencia) el uso que se haga de ese saber neutro y objetivo. 
De acuerdo con la perspectiva cientificista, quienes tienen responsabilidad y 
son susceptibles de sanción moral son quienes utilizan esos conocimientos, ya 
para hacer el bien, ya para hacer el mal: los decididores, los actores políticos y 
económicos, responsables exclusivos por los usos del saber científico. La 
ciencia en sí misma, entonces, no es éticamente responsable por el uso non 
sancto de sus conocimientos; la responsabilidad les cabe a aquellos actores 
que pertenecen e interactúan con el campo de la tecnología. 
 
Para pensar… 
Cientificismo es una expresión que no es sinónimo de científico. Muchos 
científicos comparten –sabiéndolo o no– las ideas del cientificismo más 
ingenuo: la ciencia como conocimiento objetivo, acumulativo, racional, 
verdadero. Pero se puede hacer ciencia sin ser cientificista, y por el contrario, 
es posible afirmar posiciones cercanas al cientificismo sin ser científico. La 
filosofía de las ciencias es un tipo de saber particular que tiene como objeto de 
estudio la ciencia. Pero no es ciencia; es filosofía. Y la pregunta filosófica 
pretende indagar lo más obvio y cercano, aquello que se presenta como 
familiar y sin problemas. En ese sentido, preguntarse, sospechar y poner en 
evidencia los supuestos de una visión dominante sobre la ciencia es una tarea 
filosófica. En este mismo sentido, el enfoque filosófico de la ciencia permite 
tomar distancia de ella, advertir sus prejuicios e intentar ir más allá de su 
apariencia inmediata y evidente, de sus descubrimientos y producciones 
tecnológicas. Nos hemos preguntado por la especificidad del saber científico y 
hemos discutido el sentido del progreso científico. El debate que 
presentaremos aquí entre lo que comúnmente se denomina cientificismo y las 
críticas a esa manera de comprender la ciencia (anticientificismo) supone y 
continúa en otros términos aquellos interrogantes iniciales. El peligro que 
entraña el progreso científico, ¿es parte inevitable de ese progreso, un costo 
por pagar? Los perjuicios que ocasionan ciertas aplicaciones del conocimiento 
científico, ¿pueden eliminarse solo con más producción de ciencia? ¿Cuál es, 
en definitiva, el poder de la ciencia y la tecnología?, ¿en qué radica su inmenso 
poderío, su prestigio casi incuestionado a pesar de sus efectos perjudiciales? 
¿Es posible, hoy, limitar el poder de la ciencia y la tecnología?, ¿puede el ser 
humano dominar la ciencia y la tecnología? ¿O el ser humano es actualmente 
un producto, un elemento indiscernible de ellas y, en verdad, a su servicio? La 
tecnología, ¿es un producto de la ciencia y de la razón humana, como una 
herramienta que puede ser mejorada, de la cual podemos desprendernos sin 
modificar lo que somos?¿O por el contrario, el poder adquirido de la tecnología 
desde la modernidad ha transformado de un modo tan radical la experiencia 
humana que resulta imposible –para bien o para mal– pensarnos de otro 
modo? ¿A quién habría que preguntarle sobre estas cuestiones? 
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7. La tecnociencia y la crítica al modelo de la ciencia martillo 
 
Enrique Marí (1928-2001), epistemólogo argentino crítico de la perspectiva 
cientificista, se refirió a esta postura como el modelo de la ciencia martillo.14 El 
cientificismo cree que, como el martillo, los conocimientos científicos no son ni 
buenos ni malos en sí mismos, pues depende de para qué se los use. El 
martillo puede ser utilizado para fines benéficos (la construcción de un armario) 
o puede ser utilizado para fines destructivos o negativos (golpear la cabeza de 
otra persona), pero en sí mismo no tiene sentido adjudicar al instrumento 
responsabilidad o maldad o bondad, puesto que es justamente una herramienta 
que depende de quién y en qué sentido se la utilice. En cambio, desde el punto 
de vista anticientificista –que es el asumido por Marí–, la imagen de esta 
herramienta no da cuenta de la forma social del conocimiento que llamamos 
ciencia. 
Hasta aquí hemos utilizado los términos ciencia y tecnología marcando las 
diferencias señaladas por el cientificismo. En cambio, es decisivo para el 
anticientificismo hablar de tecnociencia, porque ello hace referenciaa la íntima 
vinculación entre la ciencia y la tecnología que muestra la actual conformación 
de la empresa científica en su conjunto. La garantía de verdad y la búsqueda 
de la utilidad–que el cientificismo separa, de alguna manera– están integradas 
e interrelacionadas. La distinción que hace Mario Bunge y el cientificismo en 
general entre ciencia pura, ciencia aplicada y tecnología es abstracta e 
idealizada, y debe comprenderse en su contexto, ya que responde a diferentes 
tareas de una misma actividad que, en rigor, desde el inicio de la modernidad 
tiene un propósito fundamental: la búsqueda de leyes que regulan los 
fenómenos, con su consecuente poder de predicción. Más aún, la tecnociencia 
busca el conocimiento en función del control y la manipulación de los 
fenómenos y de la naturaleza. La tecnociencia es el modo de nominar esta 
íntima vinculación entre las diferentes tareas del proceso científico, la conexión 
intrínseca entre ciencia y tecnología. Tanto como el deseo de saber, es el 
deseo de poder el que mueve la actividad científica toda. La ciencia constituye 
una institución de saber/poder que no obedece a lo que el cientificista cree. La 
contrastación de hipótesis y teorías científicas y todo lo referido a las 
dificultades teóricas (epistemológicas) para establecer su verificación (o 
confirmación o corroboración) no son un fin en sí mismo, sino un medio para 
obtener mayor dominio sobre los fenómenos. Y la ciencia pura, para el 
anticientificismo, es un momento de un proceso mayor que busca el control de 
la naturaleza. Adjudicarle a ese momento la actitud de saber por el saber 
mismo, insistir en el desinterés en la búsqueda de la verdad, evita que toda la 
ciencia sea sometida a planteos éticos, dejando ese terreno para el momento 
de la aplicación del saber científico: la tecnología y quienes deciden sus usos. 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
14 Enrique Marí: “Ciencia y ética. El modelo de la ciencia martillo”, en Doxa, vol. 10, 
1991. 
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Toda investigación científica –sostiene el anticientificismo– posee más 
tarde o más temprano determinados intereses: el científico puede creer que 
busca el conocimiento desinteresadamente (y buscarlo de ese modo, 
efectivamente), pero el fenómeno en el que se sostiene su trabajo es más 
amplio y comprende otros momentos y tareas. Y como bien sabe el científico, 
también comprende diferentes modos de financiación. Además, su conducta 
requiere sostener y lidiar con cuestiones éticas permanentemente, al margen 
del protocolo de exigencias formales de la metodología científica. La imagen 
del científico solitario haciendo pruebas en un laboratorio no responde a la 
conformación actual de la ciencia en el capitalismo contemporáneo. Hoy, las 
inversiones destinadas a la investigación tienen un componente no 
exclusivamente humanitario o altruista; lo que impulsa las investigaciones 
muchas veces es la lógica de dominación de la naturaleza, y actualmente, en 
asociación con ella, la lógica de maximización del capital. La inversión en 
ciencia pura tardará más en redituar, pues será necesario profundizar en 
aspectos teóricos que no tienen utilidad inmediata; los conocimientos básicos 
de la ciencia podrán incrementar y retroalimentar el saber teórico (ciencia 
pura), pero constituyen desde el origen de cualquier investigación la posibilidad 
inmanente de su utilización para fines prácticos. Llegados a este punto, resta 
decir que para el anticientificismo, la búsqueda del saber está ligada 
indefectiblemente a compromisos sociales, porque la misma ciencia es un 
producto social y tiene consecuencias que el científico debe prever. Junto con 
los demás participantes de la actividad científica, son responsables por los 
usos que se harán de sus investigaciones, por los riesgos asumidos y por las 
consecuencias sociales de la aplicación de sus saberes. 
 
 
Ejercicio 3 
Después de la lectura de los siguientes casos, señale para cada una de 
las opciones que se presentan en los cuadros, si podrían ser sostenidas 
por cientificistas (C) o por anticientificistas (A). 
 
a. La producción de alimentos y la biodiversidad terrestre dependen en gran 
medida de la polinización de las flores que llevan a cabo las abejas y otros 
insectos, como las mariposas y los abejorros. Lamentablemente, sus 
poblaciones están disminuyendo ostensiblemente por las prácticas de la 
agricultura industrializada (como los monocultivos, que implican menor 
disponibilidad y diversidad de alimento para estos insectos) y por el uso de 
plaguicidas. 
 
No solo el deseo de saber por el saber mismo motoriza la investigación en 
biología, sino también –y en mayor medida– el deseo de control de la 
información con diversos fines utilitarios. 
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 Los biólogos que investigan el modo de acrecentar la producción agrícola 
no son éticamente responsables de las consecuencias del uso de tales 
conocimientos. 
 En todo momento de su desarrollo, el saber científico sobre agricultura estuvo orientado por compromisos económicos y sociales. 
 
Cuando la investigación llevada cabo por los biólogos es financiada por la 
empresa que podrá comerciar los productos que surjan de tales 
investigaciones, no tenemos una investigación libre, pero sí cuando es 
financiada por una empresa o Estado no vinculado directamente con el 
comercio de los productos. 
 
b. Karl Marx ha realizado grandes aportes teóricos a las ciencias sociales como 
la historia, las ciencias políticas, la sociología y la economía, desarrollando una 
teoría que predecía la crisis del capitalismo una vez que los proletarios tomaran 
conciencia de clase y se unieran para participar activamente y producir un 
cambio revolucionario. Tal teoría fue llevada a la práctica de la mano de líderes 
marxistas, los que muchas veces apelaron al asesinato como método de acción 
revolucionaria. 
 
Los sociólogos que investigan los diferentes lazos que unen a los hombres 
constituyendo el tejido social producen un tipo de ciencia que es 
éticamente neutral. 
 En todo momento de su desarrollo, la teoría marxista estuvo orientada y 
atravesada por las propias inclinaciones del autor. 
 No solo el deseo de saber por el saber mismo motoriza la investigación 
social, sino también –y en mayor medida– el deseo de control de los 
individuos. 
 La distinción entre la teoría marxista, por un lado, y sus aplicaciones, por el otro, se basa en una diferencia sustancial (no abstracta) entre ambas. 
 
c. El Amazonas es considerado el pulmón del planeta y uno de los principales 
resguardos de su biodiversidad. En las últimas décadas, gracias a los avances 
tecnológicos, se puede desforestar el equivalente a una cancha de fútbol por 
minuto. 
 
El conocimiento científico es como un martillo. Puede ser usado para 
desarrollar tecnología eco-amigable, o bien para causar grandes daños 
ambientales. 
 
La ciencia aplicada que se necesitó para desarrollar la tecnología que hoy 
se implementa en el Amazonas fue en gran parte desarrollada para cumplir 
con dicho fin. 
 La búsqueda de la verdad y la búsqueda de utilidad son, en muchos 
contextos científicos, independientes entre sí. 
 La búsqueda del saber está ligada indefectiblemente a compromisos 
sociales, económicos y políticos. 
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Ejercicio 4 
¿Cuál de las siguientes afirmaciones corresponde a una posición 
cientificista? (Marque con una cruz la opción seleccionada) 
 La distinción entre ciencia pura, ciencia aplicada y tecnología es abstracta e idealizada. 
 Junto al deseo de saber, esel deseo de poder lo que en verdad motoriza la actividad científica. 
 La búsqueda del saber está ligada indefectiblemente a compromisos sociales. 
 
La tecnología se distingue de la ciencia pura y de la ciencia aplicada, pues 
es la que usa las teorías científicas para la producción de artefactos o 
planes de acción, es decir, para la modificación de la realidad. 
 
 
Ejercicio 5 
¿Cuáles de las siguientes afirmaciones son verdaderas y cuáles falsas? 
 Para los cientificistas, la metodología y la lógica de la investigación pasan a un segundo plano en los estudios de la ciencia. 
 Lo que interesa señalar, para la perspectiva anticientificista, es la 
diferencia sustantiva entre la ciencia, por una parte, y la tecnología, por 
otra. 
 
Según los anticientificistas, para entender el fenómeno social de la 
ciencia, la actividad científica debe ser estudiada en su propio ámbito de 
producción: los laboratorios. 
 
Para el cientificismo, la ciencia pura es libre de elegir sus problemas y sus 
métodos, y de decidir el rumbo de sus investigaciones; y la ciencia 
aplicada aplica el conocimiento obtenido de la ciencia básica a problemas 
prácticos y más específicos. 
 Para el anticientificismo, la tecnociencia busca el conocimiento en función del control y la manipulación de los fenómenos y de la naturaleza. 
 
 
 
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8. Caso de estudio. 
Residuos electrónicos: consecuencias colaterales del desarrollo 
científico-tecnológico 
Cada vez más confiados de que 
han llegado para ser superados, los 
objetos electrónicos que encarnan hoy el 
más prodigioso conocimiento científico 
atraviesan nuestra realidad cotidiana 
determinando nuestro modo de 
interacción con los otros. La constante 
oferta crea la constante demanda 
mediante campañas publicitarias 
recurrentes que potencian su encanto 
intrínseco, pero hasta cierto punto, pues 
nuestro embelesamiento ante cada 
objeto está llamado a durar poco. El 
nuevo producto eclipsa las bondades del 
anterior, lo arroja fuera de nuestra vida 
cotidiana, de nuestro campo de visión, 
aunque no del planeta, pues 
absolutamente todo lo que desechamos 
permanece en él. 
El lado oscuro del progreso 
científico-tecnológico se presenta 
cuando miramos hacia los restos de lo 
que ya no usamos. Es ahí donde 
advertimos que el pasado tecnológico se 
asegura un sitio en el futuro de los 
jóvenes de hoy. Pues las computadoras, 
celulares, LCD, impresoras, periféricos, 
baterías, plaquetas, entre otros 
dispositivos, contienen metales pesados 
y sustancias químicas tóxicas altamente 
peligrosas para la salud y el 
medioambiente. 
Su retiro de circulación es uno de 
los problemas principales de las grandes 
urbes. No existen demasiadas opciones: 
los residuos tecnológicos suelen ser 
arrojados a mares o ríos, incinerados, 
provocando contaminación aérea y 
cenizas tóxicas, o bien enterrados. En 
este último caso, la contaminación del 
suelo y del agua subterránea será más 
rápida o más lenta dependiendo del 
tratamiento que tales residuos reciban. 
En paralelo, esta industria 
fomenta la extracción intensiva de 
minerales, tales como el cobre, el oro, la 
plata y el paladio, la que se realiza 
siempre con un costo sanitario y 
ecológico muy alto para la región en 
cuestión. Mientras que la robótica, en 
franco desarrollo, permitiría en un futuro 
cercano lo que algunos llaman la 
revolución industrial marina, una minería 
submarina que podría acrecentar el 
riesgo de la biodiversidad. 
El reciclado de algunos de los 
componentes se presenta sin duda 
alguna como la mejor opción; sin 
embargo, una laguna jurídica en algunos 
casos, o bien la ausencia de debidos 
controles que aseguren el respeto de la 
ley, lleva a que la difícil y peligrosa tarea 
de reciclaje se realice sin los cuidados 
pertinentes, poniendo en peligro la salud 
de los trabajadores y del medioambiente. 
Actualmente, por ejemplo, los países 
desarrollados suelen de modo ilegal 
deshacerse de gran parte de los 
residuos electrónicos exportándolos a 
los países en vías de desarrollo, en 
especial los asiáticos. Lo que exhibe 
hasta qué punto la actual explosión 
tecnológica tiene, desde un punto de 
vista ético, un costado oscuro que no 
debe ser minimizado. 
 
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Para pensar… 
¿Qué medidas toma usted para reducir las consecuencias colaterales que se 
derivan del uso de artefactos electrónicos? 
¿Qué otras consecuencias colaterales no deseadas del desarrollo científico-
tecnológico conoce? 
 -¿De cuáles participa usted sumando contaminación al medioambiente? 
 -¿Qué medidas toma usted para aminorar esas consecuencias no deseadas? 
 -Haya usted optado por alguna disciplina científica o no, ¿qué medidas a favor 
del medioambiente podrá tomar una vez egresado de esta universidad? 
 
Ejercicio 6 
A partir del caso de estudio, confeccione un listado de los responsables de las 
futuras consecuencias del uso actual de este tipo de artefactos. 
Reflexione sobre su anterior respuesta. ¿Es usted cientificista o anticientificista?, 
¿por qué? 
 
 
9. Ética ambiental 
 
A partir del caso descripto, faltaría señalar que los países exportadores 
de residuos contaminantes, aunque implementen políticas verdes dentro de sus 
fronteras, no logran estar al margen de los grandes problemas ambientales. El 
dióxido de carbono que emiten las industrias instaladas en Indonesia nos 
afectará tarde o temprano a todos. El problema es global, y por ende, su 
solución también debe serlo. Científicos de todo el mundo trabajan para 
encontrarla; la tarea no es sencilla. Manfred Max Neef15 nos dice: 
Estamos obligados a definir caminos al andar, desde un desafío de alguna 
manera similar al que, en el origen, enfrentaron los primeros habitantes en 
sus cavernas, sin ninguna tradición y desde la escasez de lenguajes. 
Tenemos que volver a dibujar en la penumbra, al abrigo de nuestras 
pequeñas comunidades, los signos que puedan simbolizar nuestra 
comprensión de una realidad amenazante y facilitar la creación de 
alternativas.16 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
15 Manfred Max Neef (Valparaíso, 1932) es un economista, ambientalista y político 
chileno, autor de varios libros, ganador del Right Livelihood Award (premio Nobel 
Alternativo). 
16 Manfred Max Neef: Desarrollo a escala humana: conceptos, aplicaciones y algunas 
reflexiones, Barcelona, Icaria Editorial, 2006, p. 13. 
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Durante los años inmediatamente posteriores a la Revolución industrial,17 
los efectos contaminantes de la intervención del ser humano sobre el 
medioambiente han pasado inadvertidos, o bien la capacidad de restauración del 
equilibrio natural ha sido muy efectiva. Pero a mediados del siglo XX, los avances 
científico-tecnológicos que posibilitaron las políticas extractivistas,18 junto con el 
crecimiento de la población mundial, volvieron cada vez más visibles los 
desequilibrios biosféricos. 
Este tipo de inquietudes han motivado el desarrollo de una nueva área 
de reflexión: la ética ambiental, que tematiza nuestra relación moral con el 
medioambiente y el valor de este y de sus componentes no humanos. En una 
síntesis muy acotada del estado de situación, podemos decir que actualmente 
se enfrentan –aunque con marcados matices– dos grandes perspectivas éticas 
vinculadas al medioambiente: una antropocéntrica y otra biocéntrica. La tensión 
entre ambas posiciones se volvió patente en los últimos ciento cincuenta años, 
y la discusión dista de ser dirimida. La propuesta del movimiento de la ecología 
profunda–que tratamos a continuación– es quizás la más discutida y 
desarrollada en los últimos años, pero hay muchas otras que por cuestiones de 
espacio no podemos introducir aquí. 
 
 
10. Ecología profunda 
 
Uno de los más destacados representantes de la filosofía ambiental es el 
filósofo noruego Arne Naess, quien si bien participó activamente de los 
seminarios del positivismo lógico guiados por Moritz Schlick y Friedrich 
Waismann, y forjó una gran amistad con Rudolf Carnap y Alfred Ayer, mantuvo 
con ellos importantes diferencias, aproximándose más tarde a la tendencia 
crítica de la nueva filosofía de la ciencia (en consonancia con ideas de Thomas 
Kuhn, de Imre Lakatos o de Paul Feyerabend).19 A partir de 1969 se involucró 
activamente en la mitigación de una crisis ambiental en su país, y fundó años 
más tarde lo que hoy se conoce como ecología profunda. 
Naess consolida su propuesta oponiéndose a la ecología reformista, que 
él denomina superficial. Esta ecología superficial defiende que los problemas 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
17 Con revolución industrial designamos un conjunto de transformaciones técnicas y 
económicas que caracterizaron la sustitución de la energía física por la energía 
mecánica de las máquinas, es decir, el cambio de la producción manufacturera por la 
fabril. Se inició en la segunda mitad del siglo XVIII en Inglaterra, y con rapidez se 
extendió a Norteamérica y a otros países de Europa Occidental. 
18 Con extractivismo designamos un modelo de crecimiento económico que presenta 
una alta dependencia de la extracción intensiva (en grandes volúmenes) de recursos 
naturales, los cuales son exportados con muy bajo valor agregado. 
19 Alicia Bugallo: La filosofía ambiental en Arne Naess, Ediciones del ICALA, 2011, pp. 
28-33. 
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ambientales pueden solucionarse reduciendo la incidencia del factor 
perturbador, es decir, llevando a cabo un tratamiento particular, fragmentado del 
problema. Por ejemplo, si un río desborda con frecuencia, habrá que iniciar las 
obras necesarias para impedirlo (construcción de canales, reforestación de sus 
riberas, etcétera), lo que implica dejar fuera de discusión el modelo económico, 
político y social que está a la base del problema. Según Naess, mientras la 
ecología superficial busca combatir la contaminación y el agotamiento de los 
recursos naturales –cuidando de no descuidar la salud ni el alto consumo de los 
habitantes de los países desarrollados–, su propuesta –la ecología profunda, 
con un marcado espíritu ético– llama al abordaje de las causas culturales 
subyacentes a la crisis ambiental. Desde esta mirada, no pueden quedar afuera 
de la discusión los supuestos metafísicos, religiosos, sistemas políticos, estilos 
de vida y valores de la sociedad industrial que están a la base de la problemática 
ambiental, lo que no implica dejar de llevar a cabo medidas correctivas o 
paliativas. 
La ecología superficial es compatible con la ética antropocéntrica, para 
la cual los seres humanos solo tienen deberes morales hacia otros seres 
humanos; y si se persigue el cuidado de otras especies, es solo por la utilidad 
que representan para los seres humanos. Es decir, la valoración de la 
naturaleza está supeditada al valor de uso asignado por el ser humano. Por el 
contrario, en franca oposición al pensamiento antropocéntrico, Naess explica 
que el ser humano es un componente más de los ecosistemas y que en ellos 
existe una relación de dependencia recíproca entre el hombre y las demás 
especies compañeras de evolución. Por lo tanto, frente al antropocentrismo, 
promueve un biocentrismo. La postura biocéntrica promueve el valor intrínseco 
de toda forma de vida en oposición a la valoración extrínseca, o instrumental, 
propia del antropocentrismo. Para los antropocentristas, los valores son 
propiedades externas y solo pueden ser otorgados por los humanos de 
acuerdo con la utilidad que revisten. En cambio, los valores intrínsecos en la 
naturaleza –que defienden los biocentristas– expresan una naturaleza o 
cualidad que son propias o inherentes a un objeto, ser vivo o ambiente, y por lo 
tanto, son independientes de los valores otorgados por los humanos; se trata 
de valores que no surgen considerando a otros seres sensibles o especies 
vegetales como un medio para el fin propio de las personas. 
Si bien el biocentrismo deriva de una crítica profunda al 
antropocentrismo, cabe destacar que de ningún modo la defensa del 
biocentrismo implica negar lo propio humano y que, en todo caso, se trata de 
repensar y revisar la legitimidad de todo aquello que el hombre hace a las 
demás especies en nombre de eso propio o especial que lo caracteriza. 20 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
 20 Alicia Bugallo: “Arne Naess: una filosofía ambiental práctica, entre la ciencia y la 
sabiduría”, Revista Ambiente y Desarrollo, Edición Especial Ética Ambiental, vol. 23, 
n.º 1, 2007, Río Cuarto, pp. 108-111.	
  
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Según Naess, aquello que el ser humano hace de modo rutinario o 
cotidiano es parte de un obrar mucho más amplio, involucra un proyecto mucho 
más vasto, tiene que ver con un proyecto de vida a partir del cual ejecutamos 
nuestras acciones. El movimiento de la ecología profunda –caracterizado por 
una serie de principios normativos que nos impelen a actuar de determinada 
manera– debe entenderse, entonces, integrado a un bagaje de creencias 
mucho más amplio. Habida cuenta de que todos los principios normativos de 
este movimiento están atravesados por una crítica a los preceptos del 
antropocentrismo, el bagaje de creencias religiosas, filosóficas, metafísicas, 
etcétera, que le dan sustento son compatibles con esta perspectiva biocéntrica. 
Cabe destacar que ese marco teórico general puede tener origen en las más 
diversas culturas. 
Con el férreo objetivo de mermar la crisis ambiental, Arne Naess 
consideró necesario revitalizar esas creencias generales sostenidas por 
algunos grupos minoritarios, acoplándoles los principios normativos del 
movimiento de la ecología profunda –siempre abiertos a revisión y evolución–, 
convencido de que con este encuentro el llamamiento a la acción se vería 
acrecentado. Esta idea quedó sintetizada a la vez que organizada en lo que 
llamó el diagrama del delantal, que es un esquema que puede ser pensado 
como un instrumento de trabajo, como una herramienta para la acción, y que 
está organizado en cuatro niveles. 
En la pechera del delantal o nivel 1, Naess sitúa los supuestos o 
creencias –filosóficas, religiosas, místicas, metafísicas, éticas, etcétera– no 
antropocéntricas que guían más o menos explícitamente la conducta de 
muchos individuos. Corresponderían a este nivel el modelo cristiano de San 
Francisco de Asís, el budismo, las sabidurías indígenas resumidas en el 
concepto Sumak Kawsai (buen vivir) o en el de Pachamama. 
En la cintura del delantal o nivel 2, encontramos principios normativos 
que prescriben el abandono del antropocentrismo en beneficio del 
biocentrismo, que concibe al hombre como una parte más de esa delicada red 
que constituye la biosfera. Estos postulados básicos ocuparían un lugar 
análogo al que ocupan las leyes y las teorías en el paradigma kuhniano. 
Citamos dos de estos principios: 
1. El bienestar y el florecimiento de la vida humana y no humana en la 
Tierra tienen un valor en sí mismo, es decir, independientemente de su utilidad 
para los objetivoshumanos. 
2. Los humanos no tienen derecho a reducir esta riqueza y diversidad, 
salvo para satisfacer necesidades vitales. 
Luego, aparece el nivel 3 o falda, donde se ubican proyectos de acción 
coherentes con los principios del nivel 2 y las creencias más generales del nivel 
1. Sería el caso de las personas que se organizan en ONG o en grupos más 
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pequeños para proponer proyectos de ley que eviten la pérdida de 
biodiversidad, o diversos tipos de contaminación, por ejemplo. 
Por último, llegamos al nivel 4, sobrefalda, donde encontramos las 
realizaciones concretas. 
Con respecto a este último nivel, se impone mencionar como el ejemplo 
más contundente la reciente aprobación de los derechos de la naturaleza en la 
nueva Constitución de Ecuador (2008): 
Una constitución es un acuerdo normativo construido políticamente y refrendado 
por las mayorías, y en ella no se tiene que explicar los orígenes de las 
valoraciones, bastando que sean reconocidas. De esta manera, personas que 
parten de distintas tradiciones culturales, filosóficas o religiosas pueden llegar a 
los derechos de la naturaleza desde diferentes caminos.21 
Se destacan los artículos 71 y 72, cuyo texto inicial reproducimos: 
- Art. 71. La naturaleza o Pachamama tiene derecho a que se respete 
integralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos 
vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos (…). 
- Art. 72. La naturaleza tiene derecho a la restauración integral (…). 
 
Ejercicio 7 
Lea el siguiente caso. Señale con A las opciones compatibles con una postura 
antropocéntrica, y con B las compatibles con una postura biocéntrica. 
Una empresa de producción intensiva avícola, que constituye la principal fuente 
de trabajo de la región, vierte sus desechos de producción (que poseen 
altísimos niveles de microorganismos patógenos, nitrógeno en exceso y 
antibióticos) cerca de un río que riega, corriente abajo, las tierras destinadas a 
proyectos familiares de agricultura y que además constituye una fuente de 
agua para todos los habitantes del pueblo. 
[…..] En un inicio el problema debe ser abordado con el objetivo de preservar la 
calidad de los productos de los agricultores y la potabilidad del agua, sin 
descuidar, a la vez, la fuente laboral que representa la actividad avícola en la 
región. 
[…..] La empresa debe destinar parte de sus ganancias a la construcción de 
una planta de tratamiento de residuos avícolas que cumpla con las normas en 
curso, disminuyendo, de este modo, la contaminación del río. 
[…..] Es preciso relocalizar las instalaciones de la empresa, buscando un lugar 
donde ningún ser humano salga comprometido, a corto plazo al menos, con la 
contaminación. 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
21 Eduardo Gudynas: Derechos de la naturaleza, Buenos Aires, Tinta Limón Editorial, 
2015, p. 70.	
  
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[…..] Es conveniente cerrar la empresa de producción intensiva avícola, 
ampliando a gran escala los proyectos de agricultura orgánica. Pugnaría no 
solo por la salud de los habitantes del pueblo, sino también por la flora, fauna y 
microbiota que depende o habita en la región. 
 
 
11. Ciencia y tecnología para la sostenibilidad 
 
La actual crisis ambiental conduce al crecimiento del consenso entre 
científicos, intelectuales, políticos, etcétera, sobre la urgencia de dirigir los 
esfuerzos de la investigación e innovación científica hacia el logro de 
tecnologías ecoamigables. A menudo escuchamos hablar del desarrollo de 
fuentes de energía limpias y renovables (biomasa, eólica, geotérmica, 
hidráulica, solar, mareomotriz, etcétera). También sobre desarrollos que 
lograrían reducir el impacto ambiental de los medios de transporte y de los 
residuos domésticos e industriales. Sin embargo, en contraste con otras 
innovaciones tecnológicas, las ecoamigables avanzan muy lentamente, 
seguramente por el conflicto de intereses que generan. De todos modos, 
también la población en general es reticente a aceptar la necesidad de 
modificar su conducta en relación con el consumo de recursos naturales no 
renovables, hábitos alimentarios, descarte de residuos y otros. Hecho que no 
deja de ser estudiado por diferentes disciplinas sociales, promoviendo su 
superación a través de la concientización. Asistimos así a una nueva etapa de 
la historia humana donde convergen saberes científicos, sociales y naturales 
con el objetivo de promover el desarrollo sostenible, es decir, un desarrollo que 
asegure la satisfacción de las necesidades presentes sin comprometer la 
satisfacción de las necesidades de las futuras generaciones. 
Un desarrollo sostenible implica, en primer lugar, sacar a la luz la 
estrecha relación entre lo político, lo económico y lo científico. En segundo 
lugar, requiere que el conocimiento científico reconozca las peligrosas 
consecuencias físicas del desarrollo científico-tecnológico y que elabore, a la 
vez, tecnologías alternativas ecoamigables. Y por último, necesita que el 
hombre adquiera plena conciencia de sus límites.

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