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Te-órico N-7

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Lic. Horacio Martinez
Desarrollos del Psicoanálisis 2008
Teórico #7
Para comenzar a pensar cosas sobre el registro imaginario empezamos por el texto 
Introducción al narcisismo ya que es un texto que funciona de apoyatura para el texto que
Lacan va a desplegar.
Los grandes puntos en común entre los textos “Introducción al narcisismo” de Freud y “El 
Estadio del espejo…” de Lacan sería, en principio, en el terreno de las psicosis.
Lacan en su texto “El Estadio del espejo…” recalca la estructura paranoica del yo. En este 
punto dice algo muy parecido a lo que venía diciendo Freud y, al mismo tiempo, dice algo 
más que le va a dar la peculiaridad al modo lacaniano de concebir al yo.
Lo que podríamos plantear en relación al texto freudiano es que la psicosis, 
concretamente la paranoia, tendría lugar en la medida en que la libido vuelve al yo, se 
sitúa en lo que él llamaba un narcisismo secundario, luego de haber catectizado los 
objetos, sin encontrar esa libido formas de retorno hacia los objetos.
Esa era la tesis freudiana que trataba de explicar desde el punto de vista de la teoría de la
libido, la paranoia. Lacan avanza un paso cuando lo que afirma es que la estructura del 
yo es paranoica. Esto quiere decir, en primer lugar, que todo yo es paranoico; no sólo el
yo del paranoico -valga la redundancia- que en la medida en que todo yo participa del 
narcisismo habría como una suerte de analogía entre esa estructura del narcisismo, la 
estructura del yo y la paranoia.
También con esto, Lacan lo que está diciendo, es que sólo a partir del comportamiento 
yoico no podríamos distinguir a un paranoico de cualquier otro sujeto, en la medida en 
que el yo de cualquier otro sujeto también se comporta de una manera paranoica.
Esto lo va a llevar a Lacan en otro momento a la altura del seminario que le dedica a la 
psicosis a proponer que justamente para encontrar aquélla cuestión esencial que permite 
diferenciar neurosis de psicosis, habría que avanzar en el terreno de lo simbólico y no de 
lo imaginario, porque justamente a nivel de lo imaginario las organizaciones son idénticas.
No hay nada que distinga el yo neurótico del yo paranoico. 
Lacan quiere decir con que el yo es paranoico, en principio, que el yo está alienado, lo 
cual significa “fuera de sí”. De allí su insistencia en decir que “Yo es Otro”.
Esta breve fórmula la podríamos pensar como la fórmula de la alienación.
El yo es Otro y sin embargo desconoce que es otro. 
Cree ser él cuando en realidad asume como propia la identidad de otro.
Este pequeño elemento es, sin embargo, un elemento esencial que Freud ya había 
distinguido en la estructura, en la organización del delirio paranoico y que en el análisis 
que hizo del Caso Schreber lo planteaba bajo los términos de proyección.
Cierto fenómeno que para Freud era propio de la paranoia, fenómeno a través del cual 
ciertos afectos y ciertos pensamientos del yo son trasladados, proyectados al otro. “Si yo 
odio a tal sujeto en realidad lo que pienso es que él me odia” y de esa manera construyo 
un delirio persecutorio por ejemplo.
Freud construye la teoría del narcisismo para tratar de explicar qué ocurre en la psicosis y 
20 años después Lacan toma esta misma idea y la extiende a la estructura del yo normal.
La teoría kleiniana también va a desplegar la idea de que el yo humano nace y se 
constituye atravesando un estadio que también ella clasifica de esquizo-paranoide.
Coloca al yo más primitivo del niño en correlación con esos dos grandes clínicos que son la
esquizofrenia y la paranoia, planteando que los modos de defensa que ese yo primitivo 
inicial utiliza son los mismos que encontramos en los cuadros de esquizofrenia y paranoia.
La diferencia que encontraríamos entre esa preposición de Melanie Klein y lo que está 
diciendo Lacan es que para Klein esa era una posición inicial que luego era seguida por 
otra que es la posición depresiva de la cual, a su vez, en la evolución del yo, el niño sale 
para lograr lo que podríamos plantear como una organización normalizada de su yo. 
Cuestión que en Lacan no vamos a encontrar nunca.
Si la estructura del yo es básicamente el producto de una alienación, esa va a ser su 
estructura permanente, no su estructura inicial.
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No es que el yo comienza así en el estadio del espejo y luego progresa hacia una forma 
más verídica, más adaptada a la realidad.
Esa forma más adaptada a la realidad era la que estaba de moda en la época que Lacan 
decía esas cosas dentro del movimiento psicoanalítico norteamericano.
En Lacan no existe la idea de que la función del yo puede lograr la normalización o que, 
de hecho, en cierto momento de su evolución se normalice.
El yo es otro desde que se constituye como tal y esa va a ser su estructura de ahí en 
adelante.
Por eso también junto con la palabra alienación van a encontrar otra que es la de 
enajenación.
Es otro término que suele aplicarse a la locura, al loco se lo suele llamar enajenado y 
quiere decir que uno se ha convertido en algo ajeno a sí mismo.
Fue una forma de pensar la locura y la enfermedad mental que tuvo mucho peso en la 
época de Freud. Suponer que había algo así como un yo propio del sujeto que a partir de 
la enfermedad mental era como invadido por otro conjunto de representaciones que de 
ahí en más pasaban a gobernar el psiquismo.
Entonces el loco era un enajenado porque se convertía en otro distinto del que venía 
siendo, con otros pensamientos, con otros sentimientos, con otras acciones.
Fíjense la potencia que tiene este planteo lacaniano en este contexto teórico de los 
años`30 cuando él llega a plantear que esa enajenación es la estructura propia del 
yo humano.
Lo que ustedes tienen es una versión que no se corresponde exactamente con la versión 
original que es del año 30, sino que esta es una nueva versión que Lacan escribió en el 
año 49 y que es la que se incluye en los escritos. La versión original, por lo menos según 
dice Lacan, se perdió porque él la había enviado a un congreso y luego no se incluyó en el
libro de memorias y como texto se perdió. De todas maneras esta es como una versión un
poco ampliada y modificada 13 años después.
Vamos a ir leyendo algunos párrafos tratando de profundizar algunas líneas que son las 
que habría que prestarle atención en este texto.
En toda la primera página se van a encontrar con los referentes experimentales en los 
cuales Lacan se basó para postular este estadio del espejo.
Referentes que toma de la psicología y de autores como Köhler, Baldwin que ya se habían 
detenido en la observación del niño pequeño e incluso en la psicología comparada entre el
ser humano y otras especies animales y ahí han detectado un elemento que parecía 
caracterizar a la cría humana respecto de cualquier otra especie animal que radicaba en la
posibilidad que se adquiere ya a los pocos meses de vida, en primer lugar, de fascinarse 
con la imagen que el espejo le devuelve y luego con el tiempo a reconocerse en esa 
imagen.
La fascinación es un hecho que ocurre en muchas especies, pero no así, el hecho de que 
con el tiempo logremos reconocer en esa imagen a nuestra propia persona.
De ahí parte Lacan. Dice entonces en la página siguiente, “esta actividad conserva para 
nosotros hasta la edad de 18 meses el sentido que le damos”.
Él está situando a grosso modo esta experiencia arrancando alrededor de los 6 meses y 
culminando a los 18 meses.
Sobre todo es importante la edad de culminación porque el estadio del espejo culmina su 
conformación, culmina de redondearse como estructura, en el momento en que el chico 
comienza a hablar.
Por eso habla de alrededor de los 18 meses, que en general, es el momento más tardío en
que un bebé puede comenzar a decir sus primeras palabras.
“Conserva entonces hasta esa edad el sentido que le damos y que no es menos revelador 
de un dinamismo libidinal, hasta entonces problemático, que de una estructura ontológica 
del mundo humano que se inserta en nuestras reflexiones sobre el conocimiento 
paranoico”.
Creo que con loque aclaré antes se entiende esta referencia de que lo que vamos a 
encontrar en el estadio del espejo, por un lado permite brindar un soporte a las 
elucubraciones teóricas freudianas que hablan de un dinamismo libidinal. Pero a la vez, 
2
justamente por la caracterización que plantean ese dinamismo queda inserto en esta 
problemática del conocimiento paranoico. 
Si hiciéramos un esquema simple y llamáramos a este lado el lado real y a este lado el 
lado virtual del espejo, aquí real está usado en los términos de la óptica, el lado real es el 
lado que estaría fuera del espejo y el lado virtual es aquel lado que imaginariamente se 
proyecta por detrás del espejo, dentro del espejo plano. Este sería el campo de la imagen.
Uno tendría que decir que en el estadio del espejo lo primero que se presenta es esa 
imagen. 
Si uno lo trata de pensar en pasos sucesivos en general para dibujar una imagen de este 
lado, tengo que dibujar un cuerpo de aquí porque la imagen es siempre “reflejo de”; y sin 
embargo lo que tiene de peculiar el estadio del espejo es que primero es la imagen y que 
es la imagen la que el niño va a asumir como yo y luego de lo cual se va a identificar con 
esa imagen.
La imagen es primera, Lacan lo dice más adelante. Habla del valor que tiene la imagen en 
muchas especies animales, habla por lo tanto de una relación natural que los animales 
mantienen con las imágenes; natural, por ejemplo, en el sentido que uno podría decir que
para que cierto comportamiento instintivo se despierte en un animal basta con enfrentarlo
a la imagen de un semejante. Por ej. para que ciertas aves comiencen con ciertas danzas 
que tienen que ver con la preparación para el acoplamiento, danzas que entonces están 
determinadas por cierta corriente instintual, el macho comienza con esa danza ante la 
presencia de una hembra, ante la imagen de una hembra. Pero los etólogos colocaban, 
por ejemplo, frente a estas aves una fotografía de una hembra o una especie de muñeco 
que asemejaba los colores de la hembra y el macho comenzaba a desplegar su conducta 
de seducción.
En este sentido los etólogos llegan a la conclusión de que es la imagen la que dispara 
cierto tipo de conductas instintuales, y por eso está inserta la naturaleza, la imagen para 
el animal.
Esta relación con la naturaleza, dice Lacan, está alterada en el hombre por cierta 
dehiscencia del organismo a la que va a llamar en ese mismo párrafo “prematuración 
específica del nacimiento”. Ahí remite a una serie de teorías que han sido producidas por 
biólogos, en general, que plantean que el ser humano nace prematuro aunque nazca a los
9 meses de gestación y nace prematuro si uno lo compara con los bebés de otras especies
que tienen una coordinación visomotora mucho más precisa que la que tiene un bebé 
humano. 
Habrán visto muchas veces por televisión documentales que ilustran el momento del parto
de un mamífero. Cualquiera de esos animales nace y lo primero que hace es ponerse de 
pie, aunque sea con muchos trastornos, patinajes, caídas, pero después de dos o tres 
intentos consiguen ponerse en pie y generalmente aquéllos que son mamíferos lo primero 
que hacen luego de eso es buscar a la madre y prenderse de la teta.
Esa conducta un bebé humano no la logra sino hasta después de un año de vida fuera de 
la panza de la madre.
Entonces uno podría decir que, comparado por ejemplo con un caballo, nacemos con un 
año de anticipación y el problema es que si la mamá caballo muere en el parto el caballito 
se las puede llegar a arreglar para subsistir, mientras que el bebé humano no. 
Depende exclusivamente del auxilio de otro. 
La teoría que los biólogos han construido remite esto al hecho de la bipedestación. Como 
proponía Darwin descendemos de los monos, pero una de las primeras cosas que empezó 
a distinguirnos de los monos fue el hecho de que anduviéramos todo el tiempo erguidos 
sobre nuestras piernas, conducta que el mono puede hacer pero no, cuando está en una 
situación de peligro o de combate.
Cualquier clase de mono es mucho más veloz corriendo en cuatro patas que andando en 
dos patas.
Cuando el ser humano adquiere la posición bípeda poco a poco va modificando su 
estructura ósea y fundamentalmente lo que hace es achicar el ancho de la cadera y 
colocarla en tal posición que obliga a que el feto en el momento del nacimiento pase por 
lo que se conoce como el canal de parto, es decir, un agujero que hay en el centro entre 
las dos caderas. 
3
Si el bebé estuviera un año más dentro la panza de la madre no pasaría por ese canal, 
entonces lo que los biólogos han propuesto es que esta anticipación, esta prematuración 
del nacimiento está dada, en parte, supuestamente, por haber adquirido la bipedestación 
y las modificaciones que esto trajo en el cuerpo de los seres humanos.
Lo que Lacan toma de allí es justamente esta característica que ya había sido subrayada 
por Freud, como esa característica que nos hace el ser más débil dentro de los seres 
vivientes cuando nacemos, que nos hace el ser más dependiente del otro para poder 
subsistir y que probablemente podríamos sugerir nosotros, es por esa misma insuficiencia 
y por esa misma dependencia que se instala el lenguaje. 
Todo lo que habíamos visto del circuito de la demanda, la inserción del bebé en el campo 
del lenguaje, es necesario que se dé por la dependencia. Todo lo que ocurre en términos 
de organización de la estructura significante como demanda tiene que ver con la 
interpretación del otro de los signos que cree leer en el bebé que de alguna manera 
vehiculizan sus necesidades. Pero eso inauguraba el plano simbólico, veamos qué ocurre 
ahora en el plano imaginario partiendo de la misma situación.------- Lo que tenemos ahí 
originariamente que yo lo había dibujado no lo había dibujado porque en realidad el bebé 
no tiene hasta ese momento de sí mismo una percepción que le hable de la integración de
un cuerpo.
Por el contrario, lo que aparecen son sensaciones que Lacan llama propioceptivas. 
Sensaciones relativas a mí mismo que son fragmentarias. 
El bebé lo que percibe -o lo que nosotros suponemos que el bebé percibe- son 
sensaciones siempre aisladas vinculadas con las distintas cosas que le ocurren en distintos
lugares de su cuerpo. Pero no logra hacer un conjunto con todas esas sensaciones que le 
brinden mentalmente la imagen de una unidad. 
Esa imagen de unidad se la va a brindar el espejo y por eso a esa imagen Lacan le da el 
nombre de gestalt, una forma acabada en relación a esta multiplicación de sensaciones 
dispersas que venía siendo el niño hasta ese momento.
Lacan dice por la mitad del texto “el estadio del espejo es un drama cuyo empuje interno 
se precipita de la insuficiencia a la anticipación”.
La insuficiencia del niño en el estadio infans, (forma francesa de nombrar al bebé que 
todavía no habla), está en ese momento de fragmentación y se precipita en la imagen y 
esa precipitación supone una anticipación, porque asume como propia una imagen que 
todavía no tiene de sí mismo en términos de las percepciones de su cuerpo.
Por eso hay anticipación, me anticipo a darme una identidad imaginaria que, en realidad, 
todavía no poseo porque mi cuerpo todavía no consigue la coordinación que la imagen 
parece devolverme.
La imagen es una imagen completa, con buena forma que se contradice con lo que siento 
de mí mismo. Para ser más precisos aún, habría que decir con esto que siento en el 
cuerpo no logro armar un mí mismo, tengo sensaciones aisladas; la imagen me permite 
una primera idea de mí mismo, de completud, pero al precio de alienarme en ella, de 
creerme que esa imagen soy yo.
Por esa razón Lacan dice que es un drama y también habla de precipitación, podríamos 
decir jugando con la polisemia que este término tiene porque precipitación por un lado 
remite a prisa, a hacer algo rápidamente antes de que se nos escape.
Antes de que esa imagen se nos vaya y ya no sepamos quiénes somos, pero también la 
precipitación es una forma de alteración química que esaquella que supone que algo pase
de golpe a estado sólido. 
Es lo que ocurre, por ejemplo, con el vapor de agua cuando se convierte en granizo. Allí 
hay algo que se precipita, que cambia de estado, y es la idea que Lacan también quiere 
poner en juego. Hay un cambio de estado entre esa fragmentación que no se reconoce 
como yo y la asunción jubilosa de esta imagen como imagen propia.
“El estadio del espejo es un drama cuyo empuje interno se precipita de la insuficiencia a la
anticipación; y que para el sujeto, presa de la ilusión de la identificación espacial, maquina
las fantasías que se sucederán desde una imagen fragmentada del cuerpo hasta una 
forma que llamaremos ortopédica de su totalidad, y a la armadura por fin asumida de una 
identidad enajenante, que va a marcar con su estructura rígida todo su desarrollo mental”.
Él va a incluir allí después de esa frase otra noción que construye para esta época que es 
la del fantasma del cuerpo fragmentado. Tenemos que entender una cosa primero para 
4
situarla porque sino uno después comete errores con esto, el fantasma del cuerpo 
fragmentado no es posible de constituir sino después de haber pasado por el estadio del 
espejo y haber asumido por primera vez una imagen de totalidad, y esto, si uno quiere ser
rigurosamente lacaniano, y por lo tanto se obliga a pensar que todo par significante se 
constituye por oposición (como decía el ejemplo de la Instancia de la letra “nadie puede 
reconocerse como caballero si no incluye en ese reconocimiento lo que lo diferencia de las
damas, no hay una categoría de caballero pura a la cual identificarse”). No puede haber 
una fantasía de fragmentación si primero no pude corroborar que soy una totalidad.
Por lo tanto no es que antes de asumir esa imagen estamos con un cuerpo fragmentado, 
sino que, en ese momento previo lo que tenemos, como decía Lacan, son sensaciones 
propioceptivas aisladas, luego nos alienamos en la imagen, asumimos esa imagen como 
propia y a partir de que asumimos esa imagen como propia empiezan a acecharnos 
fantasmas de fragmentación.
Recién ahí, antes es imposible, pero una vez que logré la totalidad, como esa totalidad es 
ilusoria, como viene en lugar de sensaciones propioceptivas dispersas, la asunción jubilosa
de esa imagen instala para siempre este drama de estar amenazado por la fragmentación.
Muchas veces es interesante trasladar este tipo de fenómenos a fenómenos sociales 
cuestión que es posible porque Freud en su texto “Psicología de las masas y análisis del 
yo” planteó que la estructura del yo es idéntica a la estructura de la masa. La masa 
humana no es más que un conjunto de yoes sumados uno al lado de otro, pero tienen y 
participan de la misma estructura.
En los fenómenos de masa es mucho más simple de ver, por lo tanto de imaginar, estos 
fenómenos de precipitación en la imagen, asunción de identidad y amenaza de 
fragmentación.
Piensen por ejemplo que un conjunto de personas que no tiene nada que ver entre sí de 
pronto se reúnen y creen encontrar coincidencias en sus pensamientos y conforman, por 
ejemplo, una agrupación política. 
Antes eran personas que se venían por la calle se saludaban y se trataban bien, luego son 
personas que de alguna manera se enamoraron entre sí porque se dieron cuenta que 
podían conformar algo que los representara, pero basta con que conformen ese algo para 
que la fragmentación empiece a amenazar. 
La fragmentación en este caso de un conglomerado, de un colectivo, supone que 
cualquiera pueda ser un traidor, cualquiera puede ser alguien que está ahí porque dice 
que participa de esto cuando en realidad esta aquí por otras intenciones, por ejemplo 
porque es un espía del grupo contrario.
Ven entonces con este ejemplo un poco exagerado cómo en la estructura del yo y en 
virtud de este drama que se instala lo primero que surge son sentimientos de persecución.
La estructura del yo es paranoica. 
Demos un paso más en las posibles aplicaciones de esto que dijimos hasta aquí y, por lo 
tanto, también vamos a dar un paso más en cierto nivel de complicación que es necesario 
resolver para terminar de entender los elementos que podemos poner en juego aquí.
Hasta ahora teníamos una imagen en virtud de la cual el yo se instituye, si seguimos los 
términos que utiliza Lacan en su texto, lo que ocurre él lo define con el término clásico del
psicoanálisis de identificación. Esto es una identificación, hasta ver la transformación 
producida en el sujeto cuando asume una imagen, y esta identificación se produce en 
relación a una forma que en el párrafo siguiente dice que debería designarse como un yo 
ideal. Esta forma con la cual me identifico es el yo ideal. 
Esta va a ser la estructura del yo. En la medida en que Lacan sostiene que el yo es Otro 
tenemos que hacernos a la idea de que eso que designamos “yo” tanto en la teoría como 
en la vida particular de cada uno cuando uno dice “yo” acerca de sí mismo, o de lo que 
cree que es uno mismo, esa estructura es doble, no simple, el yo no es uno, son dos.
Pero en realidad no son dos porque en tanto el yo es otro, es ese otro con el cual me 
identifico.
Hay dos posiciones “yo ideal” y “yo”; el problema es que el estadio del espejo supone 
asumir el yo ideal como yo por lo tanto son dos pero que tienden a ser uno.
Si en lugar de decir “el yo es otro”, Lacan hubiera dicho “el yo soy yo”, esa formulación 
daría la impresión de que soy uno, “yo soy yo”, pero si digo “yo es otro”, “yo soy otro” se 
da esta extraña cosa de que pareciera que hay dos lugares, pero en tanto “yo soy otro” 
hay uno solo, hay una tendencia a hacer del yo ese otro, o hacer de la imagen de ese otro
el yo.
5
Por eso digo el yo es una estructura doble, es como si hubiera siempre un mellizo, un 
gemelo en el cual nos miramos y tratamos de reconocernos, tratamos de situarnos a partir
de él.
Es ese que intentamos reconocer, incluso evaluar cada mañana cuando nos despertamos 
y nos miramos al espejo.
Y tanto es yo otro que les habrá ocurrido más de una vez que se despiertan de una 
manera y cuando se ven el rostro en el espejo se sienten de otra, se sienten no como se 
sentían sino como esa imagen los hace sentir, lo que esa imagen les devuelve.
Alguien podría decir pasé peor noche de lo que pensaba, mirá la cara que tengo. La 
sensación propioceptiva no coincide necesariamente con la imagen y la imagen es la que 
gobierna; “yo soy ese otro”.
Ahora bien, si esta estructura del yo tenemos que poder sumar a esta estructura la 
circulación libidinal de la que hablaba Freud en Introducción del narcisismo, dicho en otros
términos, tenemos que suponer que la libido circula entre el yo y el yo ideal.
Pensemos por ejemplo, si se trata de eso que Lacan llama identificación, lo propio del 
estadio del espejo, que yo asuma la imagen del otro como propia, a eso dice Lacan habría
que llamarlo narcisismo primario porque la libido vuelve al yo.
Hay aquí una pequeña discusión que se ha dado en varios lugares y que el mismo Lacan 
ha alimentado en algunos otros textos, que si la piensan un segundo creo que le darían la 
razón cuando él dice “si la libido viene del otro hacia el yo y lo constituye, en realidad no 
podríamos hablar de narcisismo primario, porque ya es secundario, la libido pasó por la 
imagen del otro que luego asumió como propia”, pero es un detalle, una sutileza teórica 
que vamos a dejar de lado. En este texto lo menciona como narcisismo primario la 
constitución del yo.
Luego entonces el yo puede libidinizar imágenes en el sentido por ejemplo en que Freud 
habla del amor, o del enamoramiento, estamos en el mismo momento, no hace falta salir 
del espejo, el amor supone que hay un otro que se va a idealizar pero lo que le agrega 
este esquema de Lacan es que ese otro no escapa de la orbita del yo, no escapa de la 
órbita especular, no escapa de la órbita imaginaria.
Dicho en otros términos, lo voy a amar en la medida en que su presencia garantiza la mía,
garantiza la existencia de mi yo.
Una de las proposiciones más universalesque se han planteado acerca del amor es 
definirlo como una tendencia que busca “hacer de dos uno”, como fenómeno definido en 
esos términos, cabe perfectamente en el contexto de lo imaginario.
Lo imaginario siempre tiende a hacer de dos uno y es lo que en el enamoramiento lo que 
permite sentir al yo que a través del otro se completa, logra la completud.
Si podemos colocar entonces la identificación, también podemos colocar el amor, pero 
como otra variante del amor, es necesario que coloquemos también el odio.
El odio porque si por la vía del amor el otro me sirve como reaseguro de mi integridad y 
de mi completud basta que el otro se corra un poquitito y ya no funcione como una suerte
de reflejo especular para que la fantasía de fragmentación no me invada y ante el terror a 
la fragmentación el yo responde con odio, si alguien tiene que ser destruido aquí no seré 
yo sino el otro. 
Por un lado es un fenómeno muy propio de la esfera de la psicología del amor, podríamos 
decir como ese encantamiento se rompe cuando el otro, es decir, el ser amado presenta 
rasgos que no caben en este plano identificatorio en el cual el yo pretende moverse y 
cómo ese pequeño rasgo que rompe esta ilusión de identidad imaginaria promueve al lado
del amor más tierno, el odio más salvaje.
No hace falta irse muy lejos, sino que al contrario, es en principio en el terreno del amor 
en donde uno ve manifestarse los odios más potentes. 
En el Malestar de la cultura Freud llamaba a esto el narcisismo de las pequeñas 
diferencias. En la esfera del amor, donde está en juego esta expectativa de integración 
narcisista, basta cualquier pequeña diferencia para que el odio estalle, y por eso dice 
Freud, que el odio es tan común. 
El odio y la rivalidad en muchas comunidades que originariamente fueron una sola. En su 
texto hace referencia a los árabes y los judíos, históricamente provenían de una misma 
etnia y a partir de pequeños rasgos diferenciales constituyen un odio que perdura durante 
miles de años y él también lo planteaba en el territorio en el cual vivía, el Imperio 
6
Austrohúngaro que unía un montón de pequeñas naciones europeas con diferencias 
étnicas muy fuertes que, sin embargo, en tanto estaban integradas a un imperio de 
alguna manera lograban convivir, pero como pasó con Yugoslavia hace unos años atrás, 
basta que algo de esa identidad se fragmente para que el odio más encarnizado tenga 
lugar.
La dificultad que estoy tratando de que podamos abordar es una dificultad que permitiría 
pensar que la estructura del yo definida por el estadio del espejo es aquella con la cual 
vamos a operar a nivel imaginario en todas nuestras relaciones.
Y que en el terreno imaginario el modo de las relaciones siempre va a tener cierto carácter
narcisista, y por la misma razón siempre va a tener cierto carácter un poquito paranoico. 
Piensen que en los modos en que se articula el delirio paranoico, los elementos que 
pueden dar argumento a ese delirio siempre tienen que ver con el amor y con el odio. Que
“el otro me quiere destruir” en todo lo que sería el campo del delirio persecutorio y que “el
otro me ama” en todo lo que sería el campo del delirio megalómano, o bien, el delirio de 
celos que es una suerte de combinación porque intervendría alguien, un tercero, que ama 
y por lo tanto mi odio va dirigido a ese que debería amarme a mí.
Es un terreno en el cual las argumentaciones se sostienen de esta tensión imaginaria, que 
como bien decía Lacan, en un principio tiene esta forma de drama que siempre va a 
acompañar a la organización yoica.
Si ubicamos ese drama en este esquema lambda, la relación imaginaria propiamente dicha
la vamos a ubicar aquí entre el yo y el otro (a). 
Aquí está el amor y también el odio y por lo tanto, en términos freudianos, la libido.
Fíjense que mientras que Freud siempre recurrió a la teoría pulsional -por lo tanto a la 
noción de libido- para explicar el conflicto en la neurosis, el conflicto en la psicosis; Lacan 
va a reducir la libido al plano imaginario, lo cual no es quitarle valor sino encuadrarla, 
decir que esto es algo que circula y acontece en este territorio definido por las relaciones 
especulares.
Pero existe otro territorio que tiene que ver con esta línea que dibujamos aquí, que es la 
línea simbólica, la línea que va del Otro (A) hacia el sujeto que vamos a pensar como una 
línea que mediatiza la relación entre el yo y el otro, y por lo tanto viene a apaciguar, a 
pacificar, a legalizar incluso, estas relaciones de amor/ odio entre el yo y el otro (a).
El ejemplo más simple en este contexto sería la dimensión del pleito, el pleito como la 
pelea que se puede dar entre dos hermanitos por la posesión de un juguete, la pelea que 
se puede dar entre dos hombres por la posesión de un bien, un pleito que en cierto 
terreno puede llevar al odio, a la agresividad y que la única manera de ser regulado es 
cuando desde otra dimensión hay algo que interviene Otro (A) que viene a interceder en 
ese pleito, a mediar, en el sentido que va a cortar por el medio esta tensión y a introducir 
elementos simbólicos que ordenan lo imaginario. 
Lo imaginario pues, si pudiéramos suponerlo así, no existe en el hombre porque estamos 
viendo la conjunción de elementos simbólicos en lo imaginario, pero si tratáramos de 
suponer la existencia de un imaginario puro, ese imaginario en el ser humano lo llevaría 
rápidamente a la destrucción.
Esta mediación aparece como algo esencial. Lo que la teoría psicoanalítica propone es de 
qué modo se instala esta mediación, de qué modo se instala en el lugar del otro una ley 
que interviene y regula las relaciones imaginarias y cómo el psicoanálisis da a esa ley el 
nombre y la estructura de Complejo de Edipo.
Vamos a ver entonces una lectura del complejo de Edipo que lo que intenta llevarnos a 
pensar es que el Edipo es no sólo la experiencia por la que el niño atraviesa en algún 
momento de su vida, sino sobre todo, y fundamentalmente, es la experiencia del orden 
simbólico que interviene reglando y mediando las relaciones imaginarias.
 
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