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Te-órico N-9

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Lic. Horacio Martinez
Desarrollos del Psicoanálisis 2008
Teórico #9
La clase pasada vimos la construcción teórica que hace Freud acerca de cómo pudo haber 
sido el origen de la sociedad humana y el papel que en ese origen cumple, por una parte, 
un asesinato, por otra parte, ciertas prohibiciones que a partir de ese asesinato se instalan
entre los seres humanos. Luego vimos hacia el final de la clase algunas relaciones entre el
complejo de Edipo y el complejo de castración en la obra de Freud.
Hoy me interesaba que pudiéramos recorrer de una manera esquemática el modo en que 
Lacan presenta su esquema del Complejo de Edipo a la altura del seminario nº 5.
Uds van a trabajar un par de clases de ese seminario que también está dedicado a las 
formaciones del inconsciente y que incluye, más o menos a la mitad del seminario, un par 
de clases sobre el complejo de Edipo y el complejo de castración que Lacan llamó de 
manera genérica “la metáfora paterna”. Y en realidad, podríamos decir que a nivel 
estructural la propuesta de Lacan va a ser la de pensar que en el complejo de Edipo lo 
que se tiene que dar es una sustitución metafórica. Por lo tanto, va a haber dos elementos
-en ambos casos estamos hablando de significantes- un sigte que va a llamar Nombre del 
Padre (NP) y otro significante que va a llamar Deseo de la madre (DM) y entre uno y otro 
se tiene que dar una sustitución metafórica. Es decir que el primer significante que ingresa
a la metáfora es el deseo de la madre y es el que tiene que venir a ser sustituido, 
reemplazado por el sigte NP trayendo como consecuencia un sentido nuevo y el 
atravesamiento de la barra. Al atravesarse la barra emerge un significado nuevo.
Esto sería como el planteo más estructural, más sincrónico. Pero a la vez, a lo largo de 
estas clases que se llaman La metáfora paterna él despliega un eje diacrónico, un eje de 
sucesión donde va a plantear la existencia de 3 tiempos a través de los cuales vamos a 
ver cómo se articula esta metáfora paterna.
Vamos a recorrer hoy ese nivel diacrónico, esos tres tiempos, los vamos a trabajar en 
función de ciertos esquemas que Lacan va construyendo a lo largo de unas clases y 
dejaríamos para la clase que viene trabajar este nivel estructural, más sincrónico vinculado
con la metáfora paterna y los efectos que ella trae.
Nos situamos entonces en lo que Lacan llama el 1er tiempo del complejo de Edipo. Vamos
a ver que este primer tiempo, en realidad, en cualquier otro planteo psicoanalítico 
formaba parte de lo que los psicoanalistas llamaban el tiempo pre-edípico, porque en 
general los psicoanalistas después de Freud decían que el Edipo se sostiene de una 
relación triangular donde está involucrados la madre, el padre y el niño.
Cualquier relación que incluya al niño y la madre pero no al padre es una relación que los 
psicoanalistas llamaban dual y como tal la pensaban en términos de anterior al complejo 
de Edipo y por ejemplo pensaban que allí se asentaba todo el inicio de las relaciones del 
niño como ser viviente con aquel que viene a aportarle las cosas que al niño le hacen falta
para su propio desarrollo. Esta distinción diríamos que era clásica en el psicoanálisis post 
freudiano hasta que Melanie Klein comenzó a hablar de los estadios tempranos del 
complejo de Edipo. Hasta que Melanie Klein se puso a trabajar esta relación madre-niño 
en los comienzos de la vida del bebé y empezó a trabajar las fantasías que el niño 
construye en torno a la madre en función de las relaciones de satisfacción o de frustración
que la madre ele provoca by lo que da a lugar en la fantasmátcia del niño a la 
constitución del objeto bueno y objeto malo, pero todos esos elementos suponían para 
Klein la inclusión del padre como uno objeto más dentro del universo materno y por lo 
tanto comenzó a llamar a esos estadios tempranos, estadio edípicos. No pre-édípico sino 
edípicos. En el texto que uds estuvieron trabajando que se llama “Sobre la sexualidad 
femenina” de Freud cuando Freud habla de las relaciones entre la niña y la madre, 
también las califica como pre-édípicas. Freud dice que la niña ingresa al Edipo una vez 
que incluye al padre en la dirección de su deseo y por lo tanto una vez que el odio la 
separa de la madre. Sin embargo Freud dice en este texto que si los psicoanalistas 
quisieran llamar a esta primera relación de la niña con la madre una suerte de primera 
etapa del Edipo, a él no le resultaría demasiado problemático. Me parece entonces que es 
a partir de esta breve historia conceptual en torno al complejo de Edipo que Lacan va a 
atrabajar las primitivas relaciones del niño con la madre como el primer tiempo del Edipo y
no como una situación pre- edípica pero a la vez va a decir Lacan que la relación del niño 
con la madre no es una relación dual sino que hay un tercer término en juego aunque el 
padre todavía no esté presente en esas relaciones, hay un 3er término que es el falo. Por 
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lo tanto las relaciones del niño con la madre nunca son directas, siempre están mediadas 
por un elemento particular que es el falo.
Se va a encontrar con este tipo de esquema que Lacan dibuja allí en el seminario, yo 
quiero que entiendan dos cuestiones. La primera es que este esquema surge de ampliar el
esquema lambda que nosotros estuvimos viendo cuando trabajábamos lo imaginario.
En el esquema lambda nosotros colocábamos el yo y el objeto imaginario y acá 
colocábamos al Otro (A).
En la transformación que sufre este esquema lambda para pasar a convertirse en este 
cuadrado con el que vamos a trabajar el complejo de castración, y el complejo de Edipo 
por lo tanto, todo lo que yo dibujé aquí con línea de puntos sería el campo imaginario y 
todo lo que quedó en línea plena sería el campo simbólico.
En lugar del yo y el objeto tenemos al niño y la madre, aparece un elemento más en lo 
imaginario que es el falo y donde antes estaba el Otro(A) ahora tenemos al padre, pero 
sería en principio más correcto decir al Nombre del Padre (NP) como significante 
perteneciente al campo del Otro. Si ubicamos al padre como el vértice del triángulo 
simbólico este padre es el padre simbólico del qua hablábamos en la clase pasada al que 
Lacan llama NP le da un estatuto de significante y como tal es un elemento más dentro 
del tesoro del significante.
Segunda cuestión a aclarar, vamos a ir viendo poco a poco que si bien este sigte todavía 
no es operativo para el niño sí lo es ya, aún en el primer tiempo del Edipo para la madre.
Tratemos de pensar entonces cada vez que intentamos comprender algo de estos tiempos
del complejo de Edipo que habría como dos puntos de vista, una cosa es si lo vemos 
desde el lado de la madre que ya es un adulto y ha atravesado su propio complejo de 
Edipo y otra cosa es si lo vemos del lado del niño que está atravesando cada uno de estos
tiempos por primera vez. Entonces y concretamente uno podría decir: el niño nace inserto 
en el campo imaginario por obra y gracia de este 1er sigte que es el que llamamos Deseo 
de la madre.
Ahora bien, para que ese sigte DM opere como tal tiene que haber en la dimensión de la 
madre también funcionando este sgte que llamábamos NP.
Si uds recuerdan al final de la clase pasada y cuando trabajábamos en detalle las 
relaciones entre el complejo de Edipo y castración para la mujer, veíamos que desde la 
perspectiva freudiana la relación entre Edipo y castración en el caso de la mujer se da al 
revés que en el caso del varón. Sintéticamente Freud decía que el varón ingresa 1ro al 
Edipo, organiza una primera elección de objeto en relación a la madre y luego abandona 
esa elección de objeto por la amenaza de castración. En el caso de la niña era al revés, 
primero se reconoce como castrada y luego entonces abandona esa relación primaria con 
la madre y se dirige al padre para recibir de él lo que podríamos llamar un equivalente del 
falo que sería en el niño. Por lo tanto existe en relación a esto que llamamos DM lo que 
Freud calificaba como una ecuación, una suerte de igualdad entreel niño y el falo. Con 
esto queremos decir que si una mujer desea un niño como hijo, lo desea como producto 
de haber atravesado su propio complejo de Edipo, ese deseo de tener un hijo es un deseo
edípico en el cual está cumpliendo una fantasía que proviene de su propio Edipo a través 
de la cual recibe en ese niño un equivalente al falo del cual siente haber sido privada. 
Entonces si encaramos este 1er tiempo del Edipo de esta forma podríamos decir que la 
madre le da a su niño un carácter de falo. Es ese DM lo que introduce esta dimensión del 
falo en la relación inicial, originaria entre ella y su bebé. Pero el niño nada sabe de esto. El
niño va creciendo en relación a este deseo de su madre, suponiendo que lo que la madre 
desea, eso por lo cual la madre está tan contenta cada vez que lo ve es él mismo. Él no 
sabe que en realidad ocupa el lugar de otra cosa que es el objeto del deseo de su madre.
Por eso digo que hay una disimetría entre lo que le ocurre al adulto y lo que le ocurre al 
niño cuando ingresa al Edipo.
Podríamos decir también que cuando todo niño llega al mundo lo hace en posición de 
objeto, ocupa el lugar de un objeto imaginario para el deseo de su madre. Este objeto de 
entrada es un objeto que está sexualizado. Esta es una paradoja que de alguna manera 
presenta el psicoanálisis, porque uno diría, bueno, el niño está sexualizado porque ocupa 
el lugar del falo y el falo tiene que ver con un objeto que no es real, es imaginario, por 
eso lo colocamos en ese triángulo, que por lo tanto no se corresponde con nada del 
cuerpo y que de algún modo hasta podríamos pensar como un elemento imaginario que 
sirve para renegar de la diferencia de los sexos. En última instancia si la mujer cuando es 
madre cree completar lo que le falta a través del niño en tanto que falo, esa mujer en ese 
momento sería un varón, no sería una mujer, sería una mujer que había sido privada del 
falo y ahora a través de su hijo lo recupera.
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También si entendemos este punto, entendemos por qué dice la teoría que el niño ingresa
al Edipo en posición de objeto, porque no es más que eso que viene a completar a la 
madre y por lo tanto es objeto de ella.
Y por eso decíamos también citando a Héctor López al principio de la clase pasada que el 
movimiento que se tiene que dar dentro del Edipo es desde esta posición de objeto en 
relación al deseo de la madre hacia una posición que vamos a calificar como posición de 
sujeto que sólo va a ser posible en la medida en que opere la metáfora paterna.
Otra cuestión que podemos pensar en torno al 1er tiempo del Edipo y a esta ecuación que
relaciona al falo con el niño es que esto posibilita la constitución del yo en los términos en 
los que lo estuvimos trabajando hace algunas clases atrás cuando trabajábamos el estadio
del espejo. Se acuerdan que en el EE Lacan insistía en esta idea de que el yo se aliena en 
una imagen que no le es propia y rubricaba esto con una cita del poeta Arthur Rimbaud en
un verso en el cual dice “Yo es otro”. Y bien, si pensamos un poco en este niñito que 
tenemos aquí ¿no es otro también en la media en que él se identifica con eso que 
entiende que es el objeto del deseo de la madre? ¿Él no es otro al confundirse creyendo 
que lo que la madre desea es él cuando en realidad ese “él” surge por la asunción que el 
propio niño hace desde este valor fálico que le es otorgado? En contraposición podrán ver 
que en los historiales clínicos cuando ese deseo de la madre no funciona y que no 
funcione quiero decir o bien que algo de esta operatoria del Edipo no haya funcionado en 
la madre y por lo tanto se trata de una mujer que queda embarazada y tiene un hijo pero 
no lo sostiene desde este deseo o bien situaciones como habrán visto de madres que 
abandonan al hijo muy tempranamente, niños que son desde muy pequeños 
institucionalizados y esta función no la cubre nadie, por lo tanto ese niño nunca es 
equiparado a ningún falo y por lo tanto ese niño nunca logra constituir su yo.
Dicho en otros términos, para ser esta extraña cosa que somos nosotros como seres 
humanos es imprescindible que opere este deseo y que comencemos nuestra vida 
alienándonos en este campo imaginario asumiendo como propia una identidad que no nos
es propia, dotando a esa identidad, como decía Freud, de un valor narcisista que en 
realidad no le correspondería pero en base a esta suerte de alienación de engaño es como
llegamos al mundo.
Este niño, entonces, que es algo muy diferente de lo que es, porque si la madre y otros 
parientes lo ven como algo maravilloso, precioso, ese niño entonces también ocupa, para 
remitirnos a algunos elementos teóricos que trabajamos ya al principio de la cursada, 
ocupa lo que podríamos plantear como una posición metonímica. Metonímica porque él 
adquiere valor en la medida en que está en relación al falo y se produce como una suerte 
de desplazamiento por lo cual el valor que en realidad es del falo se le traslada al niño y 
por contigüidad él adquiere ese mismo valor o, mejor dicho, ese valor de alguna manera 
lo ilumina, lo refleja en él.
Decíamos que para que todo esto se pueda dar, que para que el primer tiempo pueda 
funcionar y por lo tanto este triángulo imaginario se despliegue, es necesario que esta 
madre porte este deseo de madre que le haga equivaler el niño al falo y por lo tanto es 
necesario que esta madre haya pasado por un complejo de Edipo y esta madre va a estar 
en relación a un padre. 2605
Ese valor fálico ya lo vamos a ver cuando terminemos todo el ciclo, ese valor fálico no 
surge si no intervino el Nombre del Padre y no se produjo la metáfora paterna. Por lo 
tanto hay un padre dando vueltas, si bien, como dice Lacan, está velado, su función está 
velada en ese primer tiempo. Y podríamos ampliar nosotros para que les quede más claro,
la función del padre está velada para el niño. El niño nada sabe de que ese papel que 
ocupa respecto de la madre tiene algo que ver con el padre como significante, el niño 
nada sabe todavía de la existencia de ese significante Nombre del Padre y la madre que sí 
sabe, sin embargo podríamos decir que se coloca en cierta posición renegatoria también 
porque vamos a ver que si uno sabe de la existencia de este significante NP sobre uno van
a pesar los efectos de la castración y si la madre cree recuperar el falo a través del niño, 
de alguna manera está renegando de los efectos de la castración. Como decíamos hace un
rato vuelve, aunque sea por un tiempo, a convertirse en un sujeto fálico.
En este sentido se entiende más claramente por qué Lacan dice “el padre está velado”. 
Tenemos que calcular lógicamente que él operó para que la madre pueda desear eso, 
pero a la vez, la peculiar relación imaginaria que se establece entre la madre, el niño y el 
falo, hacen que por el momento el padre quede velado.
Una última cuestión sobre este primer tiempo y pasamos al segundo. 
Cuando colocamos aquí falo y en la medida en que está dentro del triángulo imaginario, 
aunque sería redundante, lo vamos a llamar falo imaginario. Es redundante en esta 
posición que si estamos en el triángulo imaginario se supone que ese falo es imaginario, 
pero no es redundante nombrarlo así porque ya van a ver que Lacan ubica también otro 
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falo al que llama falo simbólico. Por lo tanto no es aleatorio, ni es un exceso cuando en la 
teoría lacaniana hablamos de falo, marcar de cuál estamos hablando, si del falo imaginario
o del falo simbólico. Como a Lacan le gustaba hacer notaciones buscó para nombrar el 
falo lo que sería el equivalente de la letra f en griego que es la letra fi. Entonces usó la fi 
minúscula para el falo imaginario y la misma letra pero en mayúscula para nombrar al falo
simbólico.
Entonces cuando hablamos de falo imaginario puede que encontremos no la palabra sino 
esta letrita que lo señala aquí en el vértice superior de esta gráfica.
El segundo tiempo del Edipo desde el punto de vista de Lacan, supone la intervención del 
padre y esa intervención se va a hacer en esta dirección. Diríamosentonces que si 
volvemos al esquema lambda esta intervención que se produce en este sentido nosotros 
decíamos que por un lado interviene, regula y separa al yo del objeto, regula las 
relaciones imaginarias y las regula situando aquí otro elemento simbólico. Tratemos de 
ayudarnos con el esquema para pensar en principio qué efectos produce esta intervención
del padre. Algunos son claramente gráficos en el esquema, se interpone entre el niño y la 
madre, esto está claramente marcado. Así como aquí decíamos que esta línea simbólico se
interpone entre el yo y el objeto, regula las relaciones entre el yo y el objeto, aquí 
también el padre interviene separando al niño de la madre. Pero también en la medida en 
que esa intervención recae sobre el falo imaginario, podríamos decir que interviene 
separando al niño del falo y a la madre del falo. Interviene aquí el padre y complica esa 
suerte de idilio imaginario que hasta ese momento se venia sosteniendo, y al complicarlo, 
al desbaratarlo, Lacan va a situar dos operaciones (y no una) como resultado de esta 
intervención. Va a hablar por un lado de castración y va a hablar por otro lado de 
privación. Pensemos primero la castración que es algo que tenemos un poco más a 
mano para aprehenderlo.
¿Qué cosa es la castración? Lacan a va a decir que se trata de una operación simbólica 
que recae sobre un objeto imaginario. Es decir, la castración no recae sobre ningún 
objeto real, a nadie le cortan nada en este proceso. La castración es una sanción simbólica
que recae sobre un objeto imaginario y que lo que provoca es que el niño tenga que 
abandonar esa posición. Entonces podríamos decir, sí, el niño pierde el falo imaginario. 
Ahora bien, ¿qué cosa era el falo imaginario? Él mismo era el falo imaginario. O sea lo que
pierde es una posición, no un pedazo de su cuerpo. Pierde, si uds quieren pensarlo así, un
valor que todo su cuerpo había adquirido. Todo él era o creía ser el falo imaginario. Y esta
intervención del padre lo castra porque lo desaloja de allí. Evidentemente aunque Lacan 
no lo dice esto tiene que tener un efecto sobre el narcisismo, porque el narcisismo tiene 
que ver con esta coincidencia entre el niño y el falo. Si algo interviene separando allí al 
niño del falo, esto tiene que ser una intervención que mella el narcisismo. El narcisismo 
queda disminuido, queda herido.
Del lado de la madre, fíjense lo que dice Lacan en el seminario: “El padre no puede castrar
a la madre de algo que ella no tiene, para que se establezca que no lo tiene eso ya ha de 
estar proyectado en el plano simbólico como símbolo.” Entonces no podríamos decir que el
padre castra a la madre porque la madre cuando entró al Edipo, a este Edipo de su hijo, 
ya estaba castrada, por eso entró al Edipo. Si ella no se reconociera como castrada nunca 
hubiera deseado como madre y nunca hubiera hecho equivaler a su hijo como falo. 
Entonces como en el derecho consuetudinario no se puede sancionar dos veces por un 
mismo crimen a una persona. Si la madre ya estaba castrada no la podemos volver a 
castrar. Y sin embargo, hay una operatoria que Lacan llama de privación, es lo que el 
NP hace respecto de la madre, es privarla del falo. Así como habíamos dicho que la 
castración es una operación simbólica que recae sobre un objeto imaginario, acerca de la 
privación Lacan va a decir que es una operatoria real que recae sobre un objeto 
simbólico. Pero después va a aclarar, va a decir esto de “en lo real nunca falta nada”. En
lo real hay lo que hay. Por lo tanto si uno hiciera un análisis real de la diferencia de los 
sexos no podría decir que a la mujer le falta el pene. Así como tampoco podríamos decir, 
por ejemplo, aquí faltan alumnos porque hay sillas vacías. Desde lo real hay que decir 
“están los alumnos que están”. Para introducir la dimensión de la falta, necesito recurrir a 
lo simbólico. Por ejemplo, en este caso que citaba al final yo puedo saber si faltan 
alumnos en la medida en que tengo una lista con todos los alumnos y chequeo si están 
todos presentes o no. Pero necesito todo el aparato simbólico para empezar a marcar en 
lo real que falten cosas.
(Un alumno le pide que aclare qué es lo real) 
Hay un primer problema y es que lo imaginario y lo simbólico una vez que Lacan los sitúa 
en su obra, cosa que hace tempranamente, ya en el año 53 él da una conferencia que 
titula “Lo real, lo simbólico y lo imaginario” y ya desde ese momento, cuando empieza con
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su enseñanza pública, habla de estos tres elementos. Y les decía, simbólico e imaginario 
permanecen más o menos idénticos a sí mismos hasta los últimos seminarios, mientras 
que lo real va adquiriendo diversas formas. Quiero decir que no siempre es lo mismo el 
registro de lo real a lo largo de la enseñanza de Lacan. En un principio, en los primeros 
seminarios, surge la tentación de confundirlo con la realidad. Como si yo dijera “lo real son
las cosas, luego está lo simbólico que es un discurso acerca de las cosas y luego está lo 
imaginario que es en todo caso una suerte de aprehensión por medio de las imágenes, 
valga la redundancia, de esas cosas”. Este podría ser como un primer criterio aproximativo
de qué cosa es lo real en Lacan. 
Ahora bien, poco a poco, vamos a ir viendo que lo real se va convirtiendo no en las cosas 
sino en aquello que de las cosas no puede ser trabajado, no puede ser transformado por 
lo imaginario y por lo simbólico.
Entonces uno diría, eso que llamamos realidad que es el mundo en que nos movemos, en 
realidad, es como una suerte de entramado de lo simbólico y lo imaginario.
Y lo real sería como ese resto que queda sin poder ser tomado por la realidad, es decir, 
sin poder ser trasvasado en los términos de lo simbólico y lo imaginario.
Para ampliar un poco más esto lo aplico a la idea que venía trabajando antes y decimos 
entonces, en lo real a las mujeres no les falta nada, tienen el cuerpo que tienen y los 
varones tienen el cuerpo que tienen; ahora bien, en la realidad, es decir, en ese universo 
que nos construimos merced a lo simbólico y a lo imaginario, en la realidad ese real del 
cuerpo femenino no entra, queda como resto. En la realidad la mujer va a estar castrada, 
y tanto para la mujer como para el varón. Y por eso, porque se va a reconocer como 
castrada va a desear ser madre y va a ver en su niño, no lo que el niño es, no al niño real,
sino a este niño recubierto por lo imaginario que es el niño fálico. Entonces sin ser 
exhaustivos en la definición, me parece que ayuda a entender esa dimensión de lo real. Si 
siempre tratamos de pensarlo por el lado del resto, o sea, lo que queda por fuera de la 
simbolización, lo que queda por fuera de la imaginarización. Si seguimos coherentemente 
esta afirmación y si han entendido a qué apunta el registro de lo real no resulta entonces 
tan disparatada esa afirmación que Lacan da en la década del 70 cuando dice no hay 
relación sexual. ¿Por qué no hay relación sexual? porque no podemos acceder a lo real de 
los sexos que es donde, en realidad, están las diferencias. Ingresamos al vínculo sexual a 
través de lo simbólico y lo imaginario y diríamos en lo simbólico y en lo imaginario no hay 
dos sexos, hay fálico o castrado pero no son dos sexos. Es una nomenclatura acerca de 
los cuerpos pero que no distingue sexos.
Entonces no es tan loco. Porque somos humanos y porque construimos nuestra realidad 
en términos imaginarios y simbólicos, podemos muchas cosas, podemos imaginar que 
somos marcianos, por ejemplo, pero tenemos imposibilitadas otras, por ejemplo, una 
relación real con el otro sexo.
Volvemos al segundo tiempo entonces, vamos a esquematizar otra vez, ahora de una 
manera más general, los tras tiempos del Edipo en función a un único elemento que es el 
falo. En relación al 1er tiempo sosteníamos la ecuación “el niño es igual al falo”, 
siempre hablando del falo imaginario.
En el 2do tiempo interviene la castración en relación al niño, la privación en 
relación a la madre y por lo tanto aparece esa dimensión que un pocoen broma Lacan 
la sitúa parafraseando al monologo famoso de Hamlet “ser o no ser”, pero ser o no ser el 
falo. Había una vieja proposición de Freud en la cual él decía que el complejo de 
castración se trata de pasar de ser el falo o no ser el falo a tenerlo o no tenerlo, lo cual 
sería parte del tercer tiempo.
Pero me parece que está claro, por un lado, que para poder tener o no tener el falo hay 
que dejar de serlo y al revés, si yo soy el falo no adquiero una posición sexuada. Sexuada,
insisto, en los términos que lo simbólico y lo imaginario me pueden sexuar, teniendo o no 
teniendo el falo. Pero si lo soy no lo puedo tener, es una cuestión así. Por eso Lacan va a 
decir que esto es un punto nodal y que a su vez como punto nodal opera como una 
bisagra. Piensen en la bisagra como aquello que une una cara con otra. La función de la 
bisagra es unir una puerta a un marco y permitir que se realice una operación allí. Bueno, 
este segundo tiempo es bisagra entre el primero en el que claramente soy el falo y el 
tercero en que podemos tener o no tenerlo. Por lo tanto lo esencial de este punto segundo
es dejar de serlo y es un punto nodal también porque de alguna manera allí se ata lo 
esencial que puede aportarse en términos de la sexualidad, de la sexuación. También 
Lacan dice que en el 2do tiempo la palabra del padre tiene que ser reconocida por la 
madre. Es la madre, en realidad, la que permite que este significante NP venga a 
reemplazar su deseo, intervenga respecto de su deseo. Y por lo tanto le da cierta función 
de mediadora, es la que mediatiza la palabra del padre. Traten para entender esto de no 
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pegar demasiado este esquema teórico a hechos concretos que puedan conocer o 
imaginar, por ejemplo, ¿y si los padres están separados’ ¿y si la madre odia al padre? 
Todo eso no necesariamente significa que la madre no reconoce al padre, ya que 
reconocerlo no quiere decir amarlo sino que es situar un lugar tercero en relación a ese 
hijo que no es ella. Reconocerlo es situar ese lugar tercero que viene a regular el deseo de
ella por su hijo. Entonces piensen por ejemplo cómo está diagramada nuestra sociedad en
la Argentina y piensen por ejemplo que ya en las últimas leyes de educación que se han 
hecho, tiene un dato positivo que es declarar la escolaridad inicial como obligatoria, lo cual
quiere decir que le deseo de la madre puede primeriar sobre el niño no más allá de los 4 
años, a los 5 ya lo tiene que ceder al Estado y va a ser el Estado el que empiece a regular 
sobre ese niño y no la madre. Entonces la madre puede ser soltera lo puede haber tenido 
sola, se puedo a ver ido a vivir al monte y haber hecho con ese hijo durante 4 años el 
capricho más aberrante que a ella se le hubiera ocurrido, sin embargo va a llegar un 
momento donde la ley que nos hemos dado como seres humanos supone allí un poner 
coto, supone que este niño que es un niño maravilloso, el niño más lindo que hay, el niño 
más feliz que hay, ahora tiene que entrar a la escuela, es decir, tiene que convertirse en 
uno más. Tiene que ser un niño más que se siente ahí y aprenda lo que tienen que 
aprender todos y se porte como se tienen que portar todos. Entonces digo el NP no es 
solamente lo que pudo o no pudo hacer el papá del nene sino que el NP es un significante
en lo simbólico. Es un significante que tiene como función venir a regular el deseo de la 
madre que es otro significante.
Este primer significante DM Lacan lo pinta allí en el seminario como algo vinculado al 
capricho y por lo tanto a cierto nivel de desregulación. Y sin embargo yo me atrevería a 
plantearles que, en realidad, si bien puede resultar un deseo con márgenes caprichosos no
deja de ser un deseo regulado por el propio complejo de Edipo de la madre. Esto quiere 
decir que por haber atravesado su propio complejo de Edipo, ese niño para la madre no 
va a ser otra cosa sino un falo. Uds podrán decirme pero bueno, si el falo es un objeto 
imaginario que no remite a nada real, ni siquiera a nada simbólico, si el falo puede ser 
cualquier cosa, ese niño también puede ser cualquier cosa. Sí. Pero está como recortado 
en cierto valor que se vincula con la incidencia del complejo de castración sobre la madre.
A su vez si el ste NP que viene a metaforizar y a sustituir el DM se va a imponer como una
suerte de ley, tampoco sería lógico que de lo que se tratara, a fin de cuentas, en el 
complejo de Edipo fuera del reemplazo de una ley caprichosa por otra ley caprichosa.
Como si uno dijera, bueno, hasta cierto momento el niño es lo que la madre quiere que 
sea y hasta cierto momento el niño es lo que el padre quiere que sea. Pero no es cambiar 
un capricho por otro. Aquí estamos hablando en términos significantes, no en términos de 
personas, ni de lo que hacen o quieren las personas. 
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Lo que más nos cuenta entender respecto a que el inconsciente está estructurado como 
un lenguaje, que sin embargo Lacan lo repite una y otra vez, es que lo primero es el 
lenguaje, y lo hombres son siervos del lenguaje. Es decir, son esclavos del lenguaje 
porque el lenguaje está primero e imprime sobre nosotros lo que esa oposición 
significante absolutamente arbitraria determina. Entonces ¿tiene algún sentido que 
manejemos nuestra sexualidad en términos de fálico y castrado? Pues tiene tanto sentido 
como las dos puertitas de caballeros/damas. En lugar de puertas podemos poner cuerpos 
ahí abajo y decir fálico/castrado y un significado va a surgir simplemente por esa oposición
significante y una vez que la significación se produjo, por más arbitrario que sea el medio 
de la producción, empieza a operar y a tener efecto sobre nosotros. Lo que nos cuesta 
pensar acá es que si hay papás y mamás, sres y sras que con mejor o peor suerte 
intentan ser padre o madres, en la medida en que ellos también son siervos del lenguaje, 
van a tener que cumplir sus funciones, mal que les pese, a partir de esta arbitrariedad 
significante que estamos viendo acá. No tenemos la libertad de hacer cualquier cosa, el 
campo de la “cualquier cosa” está limitado por el sigte justamente, entonces, en este 
sentido diríamos la intervención del padre no tiene que ver con la voluntad del padre, con 
la voluntad de ningún padre, que diga ahora se hace lo que yo digo, tampoco tiene que 
ver con la voluntad del padre como señor, como persona viviente , que recuerden lo 
veíamos la semana pasada en la reconstrucción mítica que hace Freud, el padre empieza a
operar una vez que está muerto, antes no era padre. Antes, cuando hacía lo que quería, 
cuando era un ser caprichoso, no era un padre. Lo mataron, se lo comieron y luego, como
símbolo, empieza a operar como padre.
Doy todas estas vueltas para que despeguen este nivel estructural, sigte, de el nivel de los
hechos y no traten de pensar desde los hechos qué pasa acá, sino al revés 10034
que lo que esto determina crea los efectos que ocurren en los hechos. Entonces si 
queremos usar este esquema para pensar intervenciones clínicas en campo psicoanalítico, 
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lo que vamos a ver es cómo funcionó esto, pero desde este, digamos, vamos a tener el 
rango de todas las anomalías posibles. No se escapan de este esquema, a eso me refiero. 
Vayamos al 3er tiempo tener o no tener el falo. Como va a decir Lacan se trata de la 
salida del complejo de Edipo y del Edipo no salen igual los niños y las niñas. Podríamos 
decir que a partir de este planteo lacaniano, los niños y las niñas entran igual al Edipo. 
Tanto el niño como la niña ingresan como objeto equivalente al falo. En eso no hay 
diferencias, las diferencia, tal como lo veía Freud, ocurren a partir de la intervención de la 
castración, y también a partir d e la intervención de la castración se va dando la salida del 
Edipo. Fíjense que para Lacan la castración ya no es una amenaza como era en Freud sino
que es una operatoria simbólica que trae efectos positivos y no negativos. 
En Freud el niñito desea a su madre y “abandona” ese deseo por temor a que su padre lo 
castre. La castración en Freudes una amenaza, es algo a lo que se recurre para que el 
niño abandone un deseo y por lo tanto el niño freudiano es deseante en el Edipo, mientras
que el niño lacaniano es deseado en el Edipo pero no es deseante.
La deseante es la madre en todo caso. O sea que de una manera sutil Lacan da vuelta 
también aquí algo esencial del pensamiento freudiano. Para Freud es el niño el que desea.
Para Lacan es la madre la que desea. El niño es pasivo en Lacan, mientras que es activo 
en Freud y al ser activo le viene la castración como una amenaza y el niño reprime esos 
deseos incestuosos. Lo cual es una gran macana porque en el contexto del pensamiento 
de Freud, porque reprimir es la mejor manera de conservar. Si yo reprimo un deseo 
incestuoso va a quedar ahí en el inconsciente pulsionando por realizarse. Por eso uno 
podría decir en términos freudianos “el inconsciente está estructurado a partir del 
complejo de Edipo y tiene en su núcleo al deseo incestuoso”. Pero ese es el inconsciente 
freudiano, no el lacaniano. El inconsciente lacaniano está estructurado como un lenguaje. 
Entonces en el inconsciente del niñito va a haber una ley que regule su deseo, una ley 
inconsciente, arbitraria, producto de la combinatoria simbólica que va a regular, sin 
embargo, el deseo del niño. Es decir, que para Lacan el niño y si todo sale bien al final del
Edipo va a ser deseante, recién allí y va a ser deseante en la medida que deje de ser el 
objeto del deseo de la madre. Por lo tanto el niño deseante, post edípico de Lacan no 
reprime ese deseo. Por eso Lacan dice que el niño, varón en este caso, tiene que 
identificarse con el padre, y aclaro que es el único que se identifica con el progenitor del 
mismo sexo, con esto quiero decir que la niña no sale del Edipo identificándose con la 
madre. La niña saldó sus cuentas con la madre a partir del complejo de castración 
reconociendo que ella era castrada igual que la madre, que ella era castrada por culpa de 
la madre y que la madre no merecía nada y mucho menos que una mujer se identifique 
con ella. No es identificándose con la madre que la niña se hace mujer, tiene un camino 
un poco más complicado. Mientras que el varón sí puede identificarse con el padre pero 
para poder identificarse con el padre lo tiene que preferir a la madre, dice Lacan, dice esto
porque para Freud la identificación es algo así como el paso más esencial, más primitivo 
que puedo obtener en relación a un objeto de amor. Cuando digo más primitivo lo digo 
casi metafóricamente como Freud lo utiliza este término, cuando habla por ejemplo de las 
costumbres caníbales. Desde nuestro mundo occidental, en general, pensamos que el 
caníbal es aquel que se alimenta de carne humana así como nosotros nos alimentamos de 
carne vacuna, por ejemplo. Como si fuera una cuestión nada más que culinaria. En 
realidad el acto caníbal es un acto ritual que supone la incorporación del otro en la medida
en que el otro es valioso para mí y yo quiero incorporar sus valores. Vuelvo a traer el 
ejemplo que usaba la semana pasada de la eucaristía cristiana. El cristiano que va a misa, 
cuando recibe la ostia, en tanto ostia consagrada, el sacerdote lo que le dice es que está 
comiendo el cuerpo de Cristo. Por lo tanto hay allí un cato muy simbolizado de 
antropofagia que se hace en relación a aquel que amo y admiro y con el cual me quiero 
identificar. En la medida en que salimos de esa relación primitiva con nuestro objeto de 
amor, como decían los viejos psicoanalistas, podemos conservar el objeto fuera de 
nosotros, pero pareciera que la primera tendencia del amor es la de incorporar al objeto, 
convertir al objeto en algo de nosotros comiéndolo. Entonces si me tengo que identificar 
con mi padre tengo que amarlo. Y amarlo de tal manera que incorporo algún rasgo de él 
como rasgo mío y es por eso que se tiene que hacer preferir a la madre, dice Lacan. Y es 
por eso que Lacan llama a ese momento peculiar del Edipo en el varón Edipo invertido. 
Porque está invertido en relación a lo que era el planteo del Edipo clásico freudiano: si es 
varón ama a la madre. Está bien si es varón ama a la madre, dice Lacan, pero para salir 
del Edipo tiene que amar al padre y es por amor al padre que se identifica con el padre y 
queda situado en la dimensión del tener. Se identifica con el padre en la media en que él 
reconoce que el padre tiene el falo. La niña no puede identificarse con el padre, tampoco 
se identifica con la madre decíamos. Lo que hace es elegir al padre como objeto y más 
que al padre diríamos al falo, es elegir por la vía del padre la posibilidad de sostener un 
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deseo que sin embargo fíjense qué curioso, aunque Freud también calificaría a este deseo 
de la niña como incestuoso, sin embargo no es un deseo reprimido. Nadie ve con 
desagrado que la niñita juegue con las muñecas y diga que desea tener hijos, nadie lo ve 
como una perversión, sino al contrario, como un rasgo femenino precoz, y que luego esa 
niña cuando grande diga que quiere tener una familia, que quiere tener hijos nuca eso va 
a adquirir un carácter antisocial. Por lo tanto no tiene por qué reprimirlo, por eso decía el 
niño o la niña lacanianos, al atravesar el Edipo, se convierten en sujetos deseantes de 
pleno derecho. Lo que desean no tienen por qué reprimirlo. 
Una última cuestión. Hasta ahora venimos hablando del falo imaginario, pero también 
tendríamos que decir que la metáfora paterna al intervenir, establece en el campo 
simbólico otro elemento, a parte del NP, que es el falo simbólico. Si hablamos de padre 
simbólico, si hablamos de falo simbólico, todos pertenecen al campo del Otro, todos son 
significantes. No hay nada simbólico que no sea significante. Ahora, el falo simbólico es 
mas bien el símbolo de una ausencia. No tendríamos que pensar que el falo simbólico 
representa al pene, que fuera algo así como el significante cuyo significado es el pene, o 
la potencia fálica. El falo simbólico lo que va a introducir como símbolo es el símbolo de la 
falta y esto es así porque sólo inscribiendo en lo simbólico el símbolo de la falta el niño 
puede adquirir ese estatuto de sujeto deseante. Porque para Lacan está claro que el 
deseo es promovido desde una falta, desde una carencia. Si del Edipo tengo que salir 
como deseante, en el Edipo tiene que inscribirse una carencia. 
Entonces el Edipo es una exótica travesía por lo simbólico y lo imaginario, por lo cual se 
anota la carencia de un elemento al que llamamos falo que mágica y maravillosamente no 
es ningún elemento de lo real. 
Entonces este significante fálico va a tener una operatoria respecto del deseo. Es como 
ese significante que al inscribir la falta me empuja a la búsqueda. Pero entiendan, que no 
es que anota “me falta tal cosa” no tiene un contenido, es el significante de la falta. 
Decir que me falta algo ya es articular el significante de la falta con alguna otra cosa, es 
encadenarlo a algo. Pero en principio, el significante de la falta es una pura falta, una pura
dimensión de falta. 
A nivel del símbolo siempre piénsenlo como falta, a nivel de lo imaginario ingresa en esta 
dimensión de algo que se puede ser o algo que se puede tener o no tener. Esta madre es 
una madre deseante, si desea es porque a nivel de su simbólico hay una falta que la hace 
desear. Esa falta que la hace desear entra en relación con un objeto imaginario que ella 
coloca metonímicamente en relación--- entonces eso que me falta en lo real no es nada 
pero se inscribió en su comp de Edipo como el significante de la falta la lleva a desear algo
que ella ubica como en relación a y tampoco es que ella ubica porque no depende de la 
voluntad de ella, esta ecuación simbólica ya está determinada. Ella desea al niño porque 
ese niño adquiere para ella como un significado fálico.
En la medida en que esté inscripto ese significante, somos deseantes de aquello que 
tramitemos en el campo imaginario y de alguna manera ubiquemos como un objeto 
posible de nuestro deseo. (ser psicólogos, ser felices) algode eso puede ser tener un hijo.
Lacan llamó a ese deseo que vincula al niño al falo como deseo de la madre.
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