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ESPANHOL – Comprensión de texto
El cura esperaba sentado en un sillón con la cabeza inclinada sobre la casulla de los oficios de
réquiem.
Iba y venía el monaguillo con su roquete blanco.
La sacristía tenía dos ventanas que estaban abiertas y daban a un huerto pequeño y tranquilo.
Llegan de fuera ruidos humildes. Alguien barría con rapidez y se oía una voz que llamaba:
— María… Marieta…
Más lejos, hacia la plaza, relinchaba un potro. “Ese debe ser — pensó Mosén Millán — el potro
de Paco el del Molino, que anda, como siempre, suelto por el pueblo”. El cura pensaba que aquel
potro, por las calles, era una referencia a Paco y al recuerdo de sua desgracia.
El cura con las manos cruzadas sobre la casulla negra seguía rezando. Y su imaginación iba y
venía por el pueblo. Esperaba que los parientes del muerto acudirían. También esperaba que
fueran los amigos. Casi toda la aldea había sido amiga de Paco, menos las dos familias más ricas:
las de don Valeriano y don Gumersindo. La tercera familia rica, la del señor Cástulo Pérez, no era
ni amiga ni enemiga.
El monaguillo entraba, tomaba una campana que había en un rincón e iba a salir cuando Mosén
Millán le preguntó:
— ¿Han venido los parientes?
— ¿Qué parientes? — preguntó a sua vez el monaguillo.
— ¡No seas tonto! ¿No te acuerdas de Paco el del Molino?
— Ah, sí señor. Pero no se ve a nadie en la iglesia todavía.
El chico salió pensando en Paco el del Molino. Lo vio morir, y después de su muerte la gente sacó
un romance. “Lo vi — se decía — con los otros desde el coche del señor Cástulo”.
El monaguillo iba de un lado para otro con el romance de Paco en los labios.
Mosén Millán era viejo. Rezaba entre dientes con la cabeza apoyada en aquel lugar del muro,
donde a través del tiempo se había formado una marca oscura.
Entraba y salía el monaguillo recordando el romance:
Ahí va Paco el del Molino
y que llora por su vida…
camino del camposanto
Eso de llorar no era verdad porque el monaguillo vio a Paco y éste no lloraba.
— ¿Hay gente en la iglesia? — preguntaba otra vez el cura.
— No, Señor.
Mosén Millán se decía: es pronto. Además, los campesinos no han acabado los trabajos de la
trilla. Pero la familia del muerto no podía faltar. Seguían sonando las campanas que en los funerales
eran lentas, espaciadas y graves.
Recordaba Mosén Millán el día que bautizó a Paco en aquella misma iglesia. La mañana del
bautizo se presentó fría y dorada. Una de esas mañanitas en que las piedrecitas que habían puesto
en la plaza durante el Corpus crujían de frío bajo los pies. Iba el niño en brazos de la madrina
envuelto en ricas mantillas y en ropas de seda. Los campesinos guardan sus ropas buenas para
esta clase de actos, para fiestas religiosas. Cuando el bautizo entraba en la iglesia, las campanitas
menores tocaban alegremente.
Recordaba el cura aquel acto entre centenares de otros porque había sido el bautizo de Paco el
del Molino.
(Ramón J. Sender. Réquiem Por Um Campesino Espanhol)
68. UEPI Hacía Mosén Millán mientras esperaba:
a) recordaba el romance sobre la vida de Paco el del Molino.
b) esperaba sentado, los amigos para la celebración del bautismo de Paco en la iglesia.
c) recordaba la vida de Paco el del Molino desde que éste nació, su bautizo hasta su
muerte.
d) recordaba todos los niños que ya bautizó.
e) recordaba los parientes de Paco el del Molino.
69. UEPI Según el texto, el cura:
a) esperaba que llegasen los vecinos del pueblo para asistir a una misa de réquiem.
b) esperaba los políticos de la ciudad para la celebración de una boda.
c) se prepara para el bautizo de más un cristiano.
d) esperaba la hora de empezar más una celebración para una misa de bautizo.
e) n.d.a.
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ESPANHOL – Comprensión de texto
70. UEPI De acuerdo con el texto, “oficios de réquiem” es:
a) misa y oraciones rogando a Dios por alguien que ha muerto.
b) celebración de bodas.
c) misa para bautizar a alguien.
d) oficio religioso que se hace para los enfermos.
e) oración rogando a Dios por los pecadores.
71. UEPI El nombre camposanto (línea 29) designa:
a) terreno d) tierra
b) campiña e) cementerio
c) campamento
Campaneros: artesanos del sonido
Barro, metal y fuego, junto con la sabiduría del artesano, son necesarios en la fabricación de la
campana, ese instrumento entre musical y religioso, de orígenes inciertos. Chinos y romanos se
servían ya de su sonoridad para anunciar todo tipo de acontecimientos trascendentes y ahuyentar
los malos espíritus. Su carácter fue prontamente absorbido por el cristianismo y no hay iglesia, por
humilde que sea, que no se precie de tener al menos una pequeña campana en su espadaña. Esta
tradición surgió en Italia, en la región de la Campania y en su capital Nola. De ahí proviene el
nombre de este instrumento de bronce, que antiguamente también era conocido como “nola”. A
partir del siglo V se generalizó en cada templo con el fin de avisar de las horas del culto.
Así, poco a poco, se extendió por toda Europa el viajero oficio del campanero. Muchas campanas,
pero muy duraderas. El bronce, producto de la mezcla del estaño y el cobre, resiste impasible el
transcurso del tiempo, pese a su continua exposición a los rigores del clima, por lo que una vez
instalada la campana, el campanero podía despedirse para siempre del pueblo, pues era casi total
la certeza de que no sería él sino sus descendientes los que la restaurarían o la cambiarían. Tal es
la resistencia de las campanas que antiguamente los propios artesanos las aseguraban contra
defectos de fabricación y rotura por hasta 11 años. Y por eso mismo han sido pocos los campaneros;
y su profesión, itinerante: su trabajo se realizaba casi siempre al pie de las torres de las iglesias.
Los campaneros de hoy son sedentarios, aunque mantienen básicamente los mismos métodos
de fabricación que a fines de la Edad Media. Del carbón y la leña se ha pasado al gasoil como
combustible de los hornos; en la parte final del proceso pulido y ensamblado — es donde más
intervienen las nuevas tecnologías, mientras que la elaboración de los moldes y el fundido del
bronce se realizan casi como antiguamente. De la calidad y cantidad de los metales originarios
dependen la sonoridad y duración de la campana. Por ello su proporción siempre fue objeto de
secreto profesional. En general, está admitido que el mejor bronce de campana surge de la mezcla
de cobre y estaño en una relación de cuatro a uno, aunque los maestros fundidores jubilados
narran inciertas leyendas de campanas fundidas únicamente en plata.
Todo servía en la fabricación del bronce. Las campanas rajadas que pretendían sustituirse eran
troceadas e incorporadas a la mezcla del metal; por ello apenas quedan ejemplares anteriores al
siglo XV. Muy distinta es la tradición de mezclar junto al bronce pequeñas piezas de oro o plata, en
la falsa creencia de que, al ser metales nobles, mejorarían su sonido.
La llegada de los campaneros a los pueblos era motivo de fiesta y de curiosidad. Su trabajo,
además de aportar algunos beneficios a la comunidad parroquial, era observado atentamente por
todos los habitantes del pueblo, ya que no se repetía en varias generaciones. Hoy, esa magia
permanece oculta en las naves de los modernos campaneros.
En el pasado, con el auge en la fabricación de campanas, aumentó el reconocimiento de
determinados maestros, que acabaron añadiendo su sello a las campanas que fabrican. Esta costumbre
se generalizó a partir del siglo XVI, cuando junto al sello familiar, se añadía, bien mediante moldes,
bien de forma manuscrita, el nombre del autor de la campana tras las palabras “me fecit”. Gracias
a estas inscripciones se puede reconstruir la historia reciente de los artesanos españoles.
(Francisco Martín Martín. Entorno de actualidad)
72. UEPI En el texto se informa de que los campaneros:
a) No protegían las campanas contra las inclemencias del tiempo.
b) Se servían de la sonoridad de las campanas para ahuyentar los malos espíritus.
c) Solían garantizarsu producto.
d) Utilizaban materiales tecnológicos para la fabricación de las campanas.
e) Fabricaban campanas para chinos y romanos

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