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Unidad 6 - Lírica Renacentista

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Unidad 6: Lírica Renacentista
Lírica religiosa, ascética y mística. La poesía de San Juan de la Cruz: Cántico espiritual, Noche oscura y Llama de amor viva. La herencia bíblica y la tradición de los místicos medievales en torno al Cantar de los Cantares. La inefabilidad del lenguaje en la experiencia mística.
Alvar - La palabra y las palabras de San Juan de la Cruz
San Juan de la Cruz (siglo XV): tres poemas a los que llamamos Noche oscura, Cántico espiritual y Llama de amor viva. Autor renacentista espiritualmente medieval; toma una materia que sin la tradición medieval no se entiende: la mística. Se relaciona con los misterios cristianos: al misterio se accede por la razón, pero hasta cierto punto, hay algo que no se llega a entender o conocer de Dios. La mística es la relación por la cual una persona quiere conocer, entender el misterio. 
La literatura de San Juan de la Cruz trata sobre experiencias místicas: no son explicables por la razón humana ni por ningún método científico; el hombre no accede por propio merito, sino por gracia divina. La experiencia mística se da en cuestión de instantes, en donde Dios decide mostrarse ante una persona (no necesariamente autores místicos tuvieron experiencias místicas). 
No son poemas de amor mundano, nos da la clave para situarlos en el registro apropiado: el espíritu de Dios ha hablado por medio de la criatura, que necesita explicarse para que se entienda el sentido de lo que dice: no la palabra humana, sino la que Dios quiere significarle.
El yo poético suele ser femenino, le habla a un tú masculino, que sería Dios. El alma es femenina, al igual que la Iglesia y la Virgen María. La métrica consta en estrofas sextetas liras; en la lira se combinan heptasílabos con endecasílabos (7+11). Influencias importantes de Santa tersa de Jesús y Fray Luis de León. Tanto San Juan de la Cruz como Teresa de Jesús son de la orden del Carmelo. 
San Juan no es una sibila tocada en el oráculo, que arroja palabras a las que hay que buscar sentido, sino el espíritu sacudido por la gracia de Dios que posee toda la ciencia por saber comunicado, y la reduce a unos poemas, válidos por su inigualado valor lírico, pero que, juzgados como poesía, nunca lograremos entender. Desde la experiencia de conocimiento de Dios escribe una poesía que no es literatura, sino un tratado de amor divino. Entonces recurre a palabras que son sustanciales, las que él conoce porque han obrado directamente sobre su alma; las que Dios comunica, pero él debe transmitir: son las palabras con los valores trascendidos que el Santo nos va explicando a lo largo de sus páginas.
López-Baralt - San Juan de la Cruz: una nueva concepción del lenguaje poético
San Juan de la Cruz intenta algo imposible: comunicar al lector su experiencia mística. Su tarea parece condenada al fracaso por la esencia misma de lo que pretende, que es traducir una experiencia a-racional e infinita a través de un instrumento racional y limitante, el lenguaje.
Lo que no se entiende a través de la razón y los sentidos no puede comunicarse a través de ellos. Sin embargo, San Juan de la Cruz cumple su propósito comunicativo. En su esfuerzo por comunicar el trance extático, destruye la lengua unívoca y limitada de sus contemporáneos europeos, y maneja una palabra que tiene que ensanchar infinitamente para hacerla capaz de la traducción que le exige. 
Su revolución poética es tan radical que San Juan no es comprendido ni por sus coetáneos; ni por sus seguidores; ni por sus críticos. Este artista necesita ser entendido en sus propios términos y ser visto desde una nueva perspectiva de la literatura española.
Literatura de San Juan: frecuente ilogicidad de los poemas místicos. Aunque su incoherencia verbal resulte sorprendente en el contexto de la poesía europea renacentista, el fenómeno no es nuevo para la historia de la literatura mística. Es probable que los primeros lectores se sintieran confundidos; por ellos es que San Juan escribe las glosas al “Cantico” y a “Llama”; se convierte en exegeta de sí mismo.
Sin embargo, estas glosas parecen más intrincadas que los poemas que pretenden explicar; San Juan comenta sus poemas desarrollando los significados del texto de manera ilimitada y caótica. Infla y ensancha su lenguaje en lugar de imponer cierta estructura ordenadora y fija de comentario. 
Cabe preguntarse qué logra traducir una poesía cuyos sentidos resultan oscuros e indeterminados. San Juan confiesa que no logra entender lo que pasaba en su espíritu en el momento del trance místico. Su experiencia fue a-racional, ilógica. Siente perplejidad y confusión, y eso es lo que transmite su poesía. A través de estas imágenes, de estos versos de improbable intelección racional recibimos sensaciones equivocas, contradictorias, como las que viviría el santo y muy propias del amor en cualquier plano. La poesía comentada resulta así la más lograda re-creación y traducción posible de un proceso espiritual inexplicable: en su conjunto desconcertante e intuiciones indecibles, es una acertadísima y coherente metáfora del estado anímico de San Juan. Incoherencia, pues, en los versos y las glosas individuales, pero coherencia en los poemas como poemas y en el conjunto de los comentarios que los acompañan.
La lengua poética de San Juan de la Cruz, con sentidos ambiguos y sobre todo múltiples, tiene aun otras implicaciones. Al hacer poesía intenta hacer inteligible su enorme experiencia espiritual; consciente de la «insuficiencia» del lenguaje, tiene que ensanchar y flexibilizar la lengua para hacerla capaz de la inmensa traducción que le exige. Libera el lenguaje, lo multiplica, le permite opciones ilimitadas, lo obliga a estar en evolución constante y en movimiento vertiginoso para que pueda reflejar todos los matices, estados y procesos de la experiencia mística, es decir, amorosa. La lengua poética de San Juan parece ser el resultado directo de su experiencia; parece nacer con la experiencia misma, que pide desde dentro tal revolución poética para hacer eficaz la palabra y plausible la comunicación.
De esta manera, las imágenes del poeta no pueden tener un único y seguro sentido en las glosas «aclaratorias». No es una poesía de clave capaz de ser descifrada como las alegorías de un Dante, o de un Berceo. Sus metáforas han de ser plurivalentes (ni el propio autor las puede precisar, ni decidirse por ninguna de las variadas opciones que ofrece) porque esto sería limitar el lenguaje, empobrecerlo, obligarlo a una infiel exactitud. San Juan, con consecuencias poéticas y lingüísticas extraordinarias, acierta a comunicarnos en una medida muy profunda su mensaje espiritual. Es difícil decir cuánta conciencia tendría el santo del formidable acierto de su poesía y de su inesperada y fecunda meditación sobre el lenguaje. La singularidad de su aventura literaria es tal que nos obliga a revalorizar y a empezar a entender en sus propios términos a este enigmático poeta español.

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