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Diario de una ansiosa

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DI ARIO 
DE
UNA
ANSIOSA
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Título original: I Didn’t Think This Through
Edición en formato digital: mayo de 2018
© 2018, Beth Evans
© 2018, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.
Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona
© 2018, Montserrat Meneses Vilar, por la traducción
Penguin Random House Grupo Editorial apoya la protección del copyright.
El copyright estimula la creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las ideas y el 
conocimiento, promueve la libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por 
comprar una edición autorizada de este libro y por respetar las leyes del copyright al no 
reproducir ni distribuir ninguna parte de esta obra por ningún medio sin permiso. 
Al hacerlo está respaldando a los autores y permitiendo que PRHGE continúe publicando 
libros para todos los lectores. Diríjase a CEDRO (Centro Español de 
Derechos Reprográficos, http://www.cedro.org) 
si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.
ISBN: 978-84-17247-17-1
Composición digital: Newcomlab S.L.L.
www.megustaleer.com
A todos aquellos que han leído mi trabajo 
durante estos años: gracias por haberme 
cambiado la vida
Título original: I Didn’t Think This Through
Primera edición: junio de 2018
© 2018, Beth Evans
© 2018, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.
Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona
© 2018, Montserrat Meneses Vilar, por la traducción
Penguin Random House Grupo Editorial apoya la protección del copyright. 
El copyright estimula la creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las 
ideas y el conocimiento, promueve la libre expresión y favorece una cultura viva. 
Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y por respetar las leyes 
del copyright al no reproducir, escanear ni distribuir ninguna parte de esta obra por 
ningún medio sin permiso. Al hacerlo está respaldando a los autores y permitiendo 
que PRHGE continúe publicando libros para todos los lectores. Diríjase a CEDRO 
(Centro Español de Derechos Reprográficos, http://www.cedro.org) 
si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
Printed in Spain _ Impreso en España
ISBN: 978-84-17247-01-0
Depósito legal: B-5686-2018
Montaje y rotulación en Estudio Fénix
Impreso en Gómez Aparicio, S. L.
Casarrubuelos (Madrid)
CM 4 7 0 1 0
Papel certificado por el Forest Stewardship Council®
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Índice
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . xi
 A todos les va mucho mejor que a mí . . . . . . . . . . . . . 1
 Las responsabilidades son lo peor . . . . . . . . . . . . . . . 11
 Peligro: relaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
 El partido del siglo: yo - mi cerebro . . . . . . . . . . . . . . . 35
 Sentimientos: entrega urgente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
 Dormir es como morir, pero sin el compromiso . . . . . 59
 Pedir ayuda y otras conversaciones agobiantes . . . 69
 Hablemos de sentimientos un segundo… 
o toda la eternidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
 La positividad tiene muchas connotaciones . . . . . . . 91
 Perfección imperfecta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97
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ÍNDICE
viii
 Douze points y pen pals . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
 ¡Oh, Canadá! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119
 «The Pass» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127
 Pasar página . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139
 Estás bien, te lo prometo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147
Epílogo. Chica sube al altar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169
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Hola, soy Beth.
 Bienvenido
s al
libro y esas c
osas.
¡Buenas!
Gracias por haber comprado este libro. Estás en el ca-
mino indicado para transformar tu vida por completo… Es 
broma, por Dios, ¡qué horror! Además, yo soy un desastre 
total, y no estoy precisamente en posición de decirle a nadie 
cómo vivir su vida.
Quizá seas un poco como yo. Ser adulto es agotador, su-
pone retos, y uno aún está intentando encontrar su lugar en 
este mundo disparatado, mientras todos tus conocidos del 
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INTRODUCCIÓN
xii
colegio se están casando y publicándolo en internet, como 
las personas con éxito que son. Divertidísimo.
Quizá tú también te hayas sentido triste y ansioso, en 
plan «esta depresión no se acaba nunca, me siento mal sin 
motivos, y a veces la tele es lo único que tiene sentido». Está 
bien, yo he pasado por eso, sin duda. No estás solo si te sien-
tes así.
Puede que no tenga las respuestas a tus problemas, ni 
consejos que te cambien la vida, o tal vez no tenga idea de 
lo que hago, pero sí tengo experiencia en intentar ser adulta 
de forma chapucera. También tengo mogollón de anécdo-
tas bochornosas, porque parece que pasar bochorno es algo 
que se me da muy bien. Además, hablo de la depresión, la 
ansiedad y de ser mayor de edad, aunque uno no acabe de 
sentir que lo es.
En resumen, lo que intento decir es que está bien. Y a ve- 
ces ya nos sirve con que solo esté bien. 
¿Vale?
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Las cosas no siempre son perfectas,
pero estoy aquí.
Estoy mejor.
Soy yo.
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1
A TODOS
LES
VA
MUCHO
MEJOR QU
E
A MÍ
Hay una zona especial del infierno llamada LinkedIn. La página existe con el propósito retorcido de buscar a per-
sonas con quienes fuiste al colegio para poder compararte con 
ellas como un poseso. Es especialmente útil para aquellos de 
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ZONAS PARA ODIARSE
LUGARES PARA SENTIRSE INSEGURO
ESPEJOS DONDE 
MIRARSE Y CONTEMPLAR 
LA EXISTENCIA
SOLTEROS TRISTES 
DE TU ZONA
VIVA.
·
·
·
·
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DIARIO DE UNA ANSIOSA
3
nosotros que una noche tenemos baja la autoestima y necesi-
tamos que nos recuerden que no estamos a la altura.
Ver los estupendos trabajos de los compañeros de clase y 
sus interesantes contactos sirve para recordarnos lo poco que 
hemos conseguido. Probablemente LinkedIn haya ganado mi-
llones a costa de mi desgracia.
Compararnos con las personas que nos rodean es una 
parte natural de la vida. Yo lo hago de todas las maneras po-
sibles; no porque quiera ser mejor que nadie, sino porque soy 
así de insegura.
Pueden ser cosas pequeñas, como fijarte en cómo va ves-
tida la gente en una fiesta para asegurarte de que tú vas bien, 
o cosas más importantes, como cabrearse porque la chica 
que era cruel contigo en el colegio ha conseguido un trabajo 
prestigioso. Y puede ser una gran mierda cuando sientes que 
tú no eres tan buena, ya que salir de ese estado mental exige 
que valores ¡todo lo que has conseguido hasta ahora! Lo cual, 
a veces, no es tanto como te gustaría.
He desperdiciado horas en internet viendo perfiles de per-
sonas y lo maduras que parecen en sus fotos. Estudiantes de 
Medicina, profesores, estudiantes de Derecho; en serio, son 
gente que han logrado mucho.Madre mía, algunos hasta están 
casados y tienen hijos. Comienza la persistente sensación de 
competición, y yo siento que no estoy al mismo nivel en nada.
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MI CARA
CUALQUIER 
COSA QUE PASE 
EN MI E-MAIL
LA ROPA 
QUE LLEVO
CÓMO ME VE 
LA GENTE
ALGO EN 
INTERNET... 
SEGURAMENTE
MI CARA 
(OTRA VEZ)
«¿HE SIDO 
AMABLE O 
NUNCA LO SOY 
LO SUFICIENTE?»
TRABAJO, 
VIDA, CARRERA, 
AMOR, FUTURO... 
… Y MI 
CARA (UNA 
VEZ MÁS)
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(Alguien menciona 
una reunión de 
antiguos alumnos.)
(CONTEMPLO 
MI VIDA.)
(CIERRO LA VENTANA.)
(VUELVO A ABRIR 
 LA VENTANA.)
(Me agobio 
porque a la 
chica que me 
trataba mal 
le va muy 
bien.)
¡¿QUÉ ESTOY 
HACIENDO 
CON MI 
VIDA?! ¿¡¿Por qué?!? Ah, 
y espera 
un bebé.
Aj. ¿Por qué 
hago esto?
Ah, tiene una 
relación.
Mmm..., y tiene 
su trabajo 
ideal.Voy a 
buscarle.
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BETH EVANS
6
Me parece 
lo peor, pero 
tampoco quiero 
hacer otra 
 cosa.
Como le 
recordaba 
siempre.
Ya cuesta bastante ver lo que has progresado en la vida sin 
contar con la distracción de un navegador de internet. A veces 
tengo que convencerme: «Vale, esa persona tiene una carrera 
brillante y un millón de amigos, pero, oye, yo hoy no he llo-
rado en público». La manera de medir el progreso es diferente 
para cada uno. ¿Conseguiste algo que te hizo sentir muy bien, 
por pequeño que fuera? ¡Pues eso es avanzar! ¡Y es genial!
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Como le 
recordaba 
siempre.
Cuando le fue 
bien en el insti 
y la uni.
Espera, ¡¿ha 
conseguido su 
trabajo ideal?!
DA IGUAL, SE HAN 
RECONCILIADO Y 
SE CASARÁN.
Por no decir que es 
un/a adulto/a de lo más 
 competente...Ah, le han 
dejado. A lo 
mejor resulta 
que no es tan 
perfecto/a...
La vez 
que fue 
pesado/a en 
Facebook.
Como me 
recuerdo. Uf, el insti 
fue duro.
Fracaso 
estrepitoso tras 
la graduación.
¡DEPRESIÓN! 
¡DEPRESIÓN! 
¡DEPRESIÓN!
El único día 
pasable que 
 tuve en 2015.
¡UN DESASTRE!
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 Mamá, estoy siempre 
 preocupada, sobre todo 
 antes de acostarme y 
cuando me 
 levanto
porque solo pienso en TRABAJO y más TRABAJO y en 
si basta con lo que hago y ahora mismo el trabajo ocupa 
todos mis pensamientos y no puedo dejar de pensar en 
 qué tengo que hacer 
 y cómo hacerlo 
 mejor la próxima 
 vez.
Creo que se llama madurar.
Pues 
vaya.
¡¿E
s normal?! 
¡¿M
e pasa algo?!
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DIARIO DE UNA ANSIOSA
9
Siempre habrá alguien a quien le vaya mejor que a ti. 
También alguien a quien le vaya peor. Se trata de un ciclo 
de competición sin fin que es del todo innecesario. Y a ve-
ces un antiguo conocido lo publicará en Facebook. Pero la 
buena noticia es que eres tú quien crea tu propia definición 
de progreso y éxito. A lo mejor es que has ido a la cita que te-
nías con el médico, o que te has convencido para no buscar 
a fulanito en internet. En cualquier caso, un paso adelante 
es positivo, un paso atrás no es el fin del mundo; mantener 
los pies en la tierra es genial, y a veces eso ya es avanzar. 
Tú puedes, diga lo que diga sobre sus hijos la amiga de tu 
madre. Porque tú eres tú y, la verdad, no hay mejor éxito 
que ese.
TERMINAR UNA 
TEMPORADA DE UNA 
SERIE ES MI LOGRO 
MÁS RECIENTE.
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2
LAS RESPONSABILIDADES
SON
LO PEOR
IRPF
Aveces me pregunto si alguna vez estaré preparada para ser adulta, a pesar de tener ya veintitantos años. 
Al principio es como si fuera un espejismo reluciente: ¡li-
bertad! ¡Tomar mis propias decisiones! Madurar debería 
ser una experiencia divertida y estimulante, pero tiene un 
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aspecto aburrido que a menudo me agobia. La parte ruti-
naria incluye encargarse de los impuestos, pagar facturas, 
limpiar y, lo peor de todo, hacer cualquier tipo de llamada 
telefónica en cualquier circunstancia.
Las llamadas al médico son las peores que se pueden 
hacer. Ya es bastante horrible tener que hablar con otra 
persona por teléfono, sin poder ver su reacción, para 
encima tener que hablar sobre ¡INFORMACIÓN PERSO-
NAL MÉDICA! Es superdivertido. Y también tiene el po-
tencial de generar muchos desastres.
Una vez tuve que llamar al médico para pedir cita por 
un problema personal. Lo que pasaba era que soy ciclista y 
me dolía la entrepierna de ir en bici.
—¿Diga? —respondió la voz al otro lado de la línea.
Yo estaba nerviosa; a ver, problemas personales más 
comunicación: ¡puaj!, y dije:
—Hola. Eh…, llamaba para pedir cita con mi médico. 
Soy ciclista y me duele mucho la entrepierna de ir en bici, 
no sé si es normal, y bueno, ¿podría pedir cita?
Silencio.
—Te equivocas. Es otra oficina.
Colgué el teléfono y no volví a tocarlo hasta al cabo de 
varios días. Porque crecer no hace que automáticamente 
la relación con otros adultos sea un éxito, sobre todo si es 
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Poner toda la 
ropa en la cesta. Meterla en la lavadora.
Meterla en la secadora. Volver a dejar la ropa 
en la cesta. 
¡Has hecho la colada como 
 un adulto!
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Adiós, móvil, tienes que irte.
Soy tu móvil,
también conocido 
como desastre a 
punto de ocurrir.
Consultas 
médicas
Madre mía, 
es increíble 
la de llamadas 
de spam que 
recibirás 
SPAM 
Fam
ilia
res
 
que
 no
 en
vía
n 
me
nsa
jes
Preguntar a los 
amigos dónde 
están
Nú
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de
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ido
s
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algo nuevo para ti. De hecho, a muchos de nosotros se nos 
da realmente mal. Como no hay guía ni seminario oficiales 
para formarse, hay que descubrir cómo ser adulto a base 
de probar y cometer errores. Sí, da vergüenza; sí, tu con-
versación será mala, pero en eso nunca estás solo. Todos 
hemos hecho y dicho cosas de las que nos arrepentimos de 
lo lindo y hemos deseado que se nos tragara la tierra.
Ha habido otras veces en las que realmente he tomado 
conciencia de que soy adulta. Una noche de Fin de Año en 
que todas habíamos vuelto de la universidad y fuimos a 
casa de Brittany. Fue genial volver a ver a su familia.
El tiempo pasó volando; sin darnos cuenta, llegó la me-
dianoche, nos felicitamos y brindamos. Cuando nos entró 
el sueño, nos fuimos a dormir a los sofás del sótano.
Por la mañana, estábamos hechas polvo de la noche ante-
rior. Yo estaba despierta, pero pasé un rato mirando el techo, 
porque siempre es incómodo ser el primero que se levanta en 
esas situaciones. Entonces, Krystall se volvió y gritó:
—¡OH, NO!
El resto dimos un salto y la miramos.
—¡En el suelo! ¡MIRAD!
Allí estaba el ciempiés más largo, negro y espeluznante 
que habíamos visto nunca. Parecía que las patas se le des-
dibujaban a medida que huía por la alfombra.
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¿Qué hacemos?
—¡Es demasiado grande para aplastarlo!
Las cuatro estábamos paralizadas. Brittany saltó del 
sofá.
—¡PAPÁ! —gritó—. ¡HAY UN CIEMPIÉS GIGANTE EN 
EL SÓTANO!
Hubo una pausa y después se oyó un tintineo. 
Un bote de insecticida cayó rodando por las escaleras.
Desde arriba, su padre gritó:
—Ya eres mayor para deshacerte tú de él. 
C O N OZ C A M O S A L A S I M P L I C A D A S …
Fan de la 
animación 
con un gran 
sentido del 
humor
La mejor 
para ver 
pelis malas 
y hablar de 
cultura pop
Mi mejor 
amiga desde 
el colegio 
y cómplice 
habitual
Yo
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DE ST RUCC IÓ N MUTUA A SE GUR ADA
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NOMBRE CIUDAD
DIRECCIÓN PAÍS
T U S U E Ñ O ANT E S D E S E R A D U L T O
PON NÚMEROS, 
LOS NÚMEROS 
MOLAN
¡SIGUE!
ELIGE ALGUNO
¡PARECE TOTALMENTE 
OFICIAL!
REVISA ESTO
Y E STO
… SOLO SI HAS 
LEÍDO LA PÁGINA A4
… AY, MIERDA
JUGANDO A DOS 
BANDAS
CASADO CON UN 
FAMOSO EN MI 
CABEZA
EL AMOR ESTÁ 
MUERTO
ME GUSTA MARCAR 
CASILLAS
CASADO
SOLTERO
AÚN NO LO 
SÉ MUY BIEN
SOLO
PERSONAS DEPENDIENTES, 
COMO LOS NIÑOS
HIJOS IMAGINARIOS DE TU 
MATRIMONIO IMAGINARIO 
CON UN FAMOSO
¿HARTO DE PREGUNTAS 
SOBRE HIJOS CUANDO 
APENAS PUEDES CUIDAR 
DE T I MISMO?
SÍ
YA VES
PREPÁRATE, LA COSA SE COMPLICA
EN SERIO
EH… SÉ QUE GANO DINERO Y TAL
ME CASTIGAN CON PAPELEO QUE NO ENTIENDO
NECESITO UN ADULTO DE VERDAD
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PASE LA TARJETA ESPERE, POR FAVOR
OPERACIÓN ACEPTADA 
¡GRACIAS!
PASE LA TARJETA
ES DE DÉBITO, 
¿HAY SUFICIENTE 
EN LA CUENTA?
EN SERIO, REVISA 
MENTALMENTE 
TODAS LAS 
COMPRAS DE 
LA SEMANA
SI TE LA 
RECHAZAN, 
TENDRÁS QUE DAR 
EXPLICACIONES. 
QUÉ DIVERTIDO, 
¿EH?
ESPERE, POR FAVOR
OPERACIÓN ACEPTADA 
(POR ESTA VEZ)
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20
En ese momento maduramos: éramos cuatro adultas 
que no sabían cómo matar a un ciempiés gigante. Nos jun-
tamos detrás de un sofá y nos quedamos mirándolo. Sabía-
mos que no seríamos capaces de deshacernos de él, así que 
nos conformamos con dejarlo en paz si él hacía lo mismo. 
Porque en ocasiones las cosas de adultos dan mucho miedo, 
y te enfrentas a ellas lo mejor que puedes.
A veces las cosas llevan su tiempo. Se aprende a fuerza 
de tantear para saber cómo funcionan los temas del banco, 
hacer presupuestos, deshacerse de bichos y pedir ayuda. 
No sé cuántas veces me han rechazado la tarjeta por-
que no había calculado bien el presupuesto o no había 
saldo suficiente en mi cuenta.
El porcentaje de error forma parte de crecer. Aunque a 
veces veamos que a los demás se les da muy bien madurar 
y no meten la pata, la realidad es más bien esta: se cometen 
errores y así se aprende a evitarlos en el futuro.
Tal vez ser más maduro signifique controlar los extrac-
tos bancarios o escuchar toda la información de un menú te- 
lefónico antes de contarle a un desconocido tus problemas 
en la entrepierna. Nos ha ocurrido a todos. No pasa nada. 
Tranquilo. Tú puedes.
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¡No compres 
 cosas! ¡Sé 
 responsable 
 y ahorra!
Pero está 
rebajado.
Está muy 
bien de 
precio.
Lo compramos.
Lo compramos fijo.
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Creo que aprender a hacer amigos es difícil, pero aún lo es más tener citas. Es en plan: «Genial, ¿debo hacer todo lo 
que se espera que haga con un amigo y además mi vida girará 
3
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24
en torno a ti llena de romanticismo? ¿Sabes cuánto tiempo 
consume eso?».
Tener flechazos con famosos puede ser una buena salida 
por un tiempo, pero acaba haciéndote sentir solo. 
Sin venir a 
cuento de nada, te 
cuelgas de alguien de una 
peli/serie/grupo/libro.
«No estoy satisfecha 
con nuestro 
matrimonio 
imaginario, se acabó.»
¡Éxtasis 
imaginario! Gran 
 oportunidad de fantaseo.
Hazte 
con todo 
aquello 
donde 
salga.
FAMOSO
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Encuentra a alguien interesante.
¡Oh, no, 
la persona va 
 cogiéndote confianza! 
Se acabó el flechazo.
 ¿Ocupa esa 
 persona 
 todos tus 
pensamientos? 
 Bien.
Conversación 
terriblemente 
incómoda.
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BETH EVANS
26
Y después, claro, la fase divertida de verse con alguien y 
no saber en qué punto de la relación estás. 
Por no hablar de lo difícil que es incluso llegar ahí. Las 
primeras impresiones pueden ser del todo caóticas. 
A veces cuesta saber si es realmente una cita o solo 
habéis quedado. Esta guía te ayudará a decidir.
¿Quieres quedar 
 algún día?
¡Lo estoy pasando 
muy bien contigo!
VE RE DICTO: ¿¿ ? ? VE RE DICTO: A saber.
Espera, deja que te invite.
No os estoy juntando, 
para nada, pero creo 
que podéis hablar de 
 muchas cosas.
VE RE DICTO: ¡¿Quizá?! VE RE DICTO: Pues sí, 
 es una cita.
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DIARIO DE UNA ANSIOSA
27
Hace unos años tuve una cena desastrosa que ejemplifica 
muy bien las trampas de las primeras citas incómodas. Había 
conocido al chico a través de amigos, y nos habíamos dado los 
teléfonos para quedar. Cuando llegó esa noche, nos encontra-
mos en un restaurante, pero yo estaba demasiado nerviosa 
para comer nada. La verdad es que no sabía qué decir, las con-
versaciones de tú a tú ya conllevan suficiente presión aunque 
no sean en una cita. Al final fue bien porque el chico tenía 
mucho que decir acerca de todo, literalmente.
Estaba encantado de conocerse a sí mismo y tenía muchas 
opiniones. Simplemente no conectamos. Si él decía «día», yo 
decía «noche» (o lo habría hecho si me hubiera dejado hablar). 
Pero yo no sabía cómo poner fin a la velada sin ser maledu-
cada, así que me quedé allí sentada, con una incomodidad 
horrible, emitiendo vagos sonidos de aprobación a lo que 
fuera que él dijera. Por fin parecía que la cosa iba a terminar 
y pronto podría volver a esa tierra mágica llamada hogar. En-
tonces, justo cuando vislumbraba la libertad, pronunció unas 
palabras que me destrozaron:
—Oye, ¿puedes llevarme a casa?
Que conste, no estás obligado a acompañar a nadie, aun-
que hayas tenido una cita. Pero como yo era joven e ingenua, 
le contesté: «Claro». En mi cabeza, estaba a un paso de salir 
del restaurante y más cerca de mi casa. Caminamos hasta mi 
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Ay, es tan mono... 
 ¡Habla con 
 él! 
¿A quién quiero 
engañar? Seguro que 
sale con alguien…, pero 
¿querrá salir alguien 
conmigo algún día?
¿Te encuentras bien?
Ah, 
estupendamente.
Habla con él. 
Habla con él. 
 HABLA
 CON ÉL.
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DIARIO DE UNA ANSIOSA
29
coche y conduje casi todo el rato en silencio, hasta que él sugi-
rió que pusiera música. Había pasado gran parte de la noche 
escuchando sus opiniones al respecto. Me había hecho saber 
cuál había sido la cúspide de la buena música (el punk) y lo 
que no había que escuchar (lo que no era punk). Sin dudarlo, 
le dije que cogiera el CD de la puerta y que lo pusiera en el 
reproductor.
En cuanto empezó a sonar el sintetizador de «Tom Saw-
yer», quedó atrapado en un infierno de rock progresivo hasta 
llegar a casa. Utilicé Moving Pictures, el álbum fundamental 
de Rush de 1981, como castigo porque sabía que a él no le pa-
recería nada molón. El viaje fue un suplicio para los dos: para 
mí porque estaba cerca de alguien con quien era obvio que 
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no me llevaba bien, y para él, bueno…, su cara lo decía todo. 
Cada metro que recorríamos parecía un kilómetro. Cuando 
salió del coche, me sentí aliviada, por fin veía la luz al final 
del túnel. Entonces se volvió hacia mí y me preguntó: «Oye, 
¿quieres entrar?».
Por Dios, mi escudo de defensa de rock progresivo no 
había funcionado. ¡Seguía interesado! Era una situación ex-
trema que requería una solución extrema. Subí el volumen 
al máximo —tema dos, «Red Barchetta»— y empecé a gritar: 
«¿QUÉ? ¡NO TE OIGO!», mientras gesticulaba como una loca. 
«NO SÉ QUÉ DICES. TENGO QUE IRME, ¡ADIÓS!» Me des-
pedí con la mano, desesperada, y en ese momento el tono de 
mis gritos estaba bastante sincronizado con los de Geddy Lee. 
Me incliné torpemente y me esforcé por cerrar la puerta lo 
más rápido posible.
Él se quedó pasmado en la entrada. Arranqué el motor y 
no miré atrás, dejando que el grandioso principio de «YYZ» me 
llevara a casa.
El amor ya es bastante complicado sinla presión de la pri-
mera impresión y sin la posibilidad de tener que torturar a 
tu cita con rock progresivo. También se trata de verte como 
alguien que merece ser amado y aceptar todos tus aspectos 
diferentes. Es un poco como un diamante, en el que todas las 
partes intrincadas y brillantes componen un todo fantástico. 
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El amor consiste en ver cómo encajan las piezas que hacen 
que una persona esté completa. Ser capaz de verlo en ti mismo 
puede ser lo más difícil.
Ahora en todas partes se habla del amor a uno mismo 
como movimiento positivo para ayudar a que las personas se 
acepten. Sin embargo, para muchos de nosotros, puede supo-
ner todo un reto. A menudo me pregunto: «¿Cómo yo, un cubo 
de basura total, voy a ser capaz no solo de quererme a mí, con 
lo inmunda que soy, sino a otras personas? Es mucho pedir 
para cualquiera, y aún más para alguien con poca autoestima. 
Arg, ¿ese?
Lo mismo digo, colega.
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Para mí, a veces se trata de elegir algo que me guste de 
verdad de mi basura. No en plan ambicioso como: «Qué guapa 
estoy hoy, ¡espero que todo el mundo lo vea!». Suele ser más 
bien un detalle insignificante del tipo: «He elegido un color 
de esmalte bonito» o «Tengo muy buen gusto musical y nadie, 
especialmente mis citas, lo valoran». Son las pequeñas cosas 
que nos gustan de nosotros mismos las que suelen hacer que 
las otras se integren y den forma a un todo agradable. Habrá 
HAY MUC
HO 
AMOR Q
UE 
NO ES D
EL 
ROMÁNT
ICO Y ES IGUAL DE IMPORTANTE.
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días en los que quererse sea imposible y pueda parecer el de-
safío más desmoralizante de la vida. Al fin y al cabo, si nos 
permitimos frustrarnos y molestarnos con los demás, es na-
tural sentirse así con uno mismo a veces. Estamos las veinti-
cuatro horas del día con nosotros mismos, y eso es un montón 
de tiempo para pasar con alguien.
Sé amable, bueno y atento contigo y con los demás. Ponte 
un esmalte de uñas bonito, escucha la música que te guste, 
y el resto vendrá solo. O algo así.
IMPORT ANT E S 
PAR A MÍ
MÚSICA QUE ELEGÍ
MÚSICA QUE ME GUST A
MÚSICA QUE DISFRUTO
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Nuestro cerebro no siempre es el aliado más fiable, y aun así es el que corta el bacalao a la hora de vivir el día a día. 
4
P A R T I D O 
DEL SIGLO
YO
-
MI 
CEREBRO
DÍA Y NOCHE 
24 x 7 36 5 DÍAS
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El estrés que puede generar es enorme, y a veces me da la 
sensación de estar en una batalla interminable solo por llegar al 
final del día. Además, creo que mi cerebro me odia. 
Es un poco raro pensar que un órgano vital sienta enemis-
tad por ti, pero yo lo creo sinceramente. Ninguna otra parte 
del cuerpo me ha dado más problemas de manera constante, 
mientras que a la vez me hace sentir la persona más inútil del 
planeta.
Para los que no estén familiarizados con los ataques de 
ansiedad, es un poco como que te empujen por una ventana 
y no poder gritar. Es una invasión silenciosa durante la cual 
tu cuerpo decide qué va a pasar, y se abandona toda lógica. 
Lo que aún lo convierte en un desafío mayor es que a veces 
sucede en público. En esos casos, además de resolver cómo 
ocuparte de ti mismo, debes procurar no alarmar a los que 
estén a tu alrededor.
Pongo como ejemplo la vez que mis amigas y yo fuimos 
a ver un monólogo de Dylan Moran en Chicago. Ir a eventos 
siempre me provoca pánico, por más ganas que tenga de pasár-
melo bien. La situación fue increíblemente frustrante. Estaba 
con personas que me caían bien, iba a ver a un comediante que 
me gusta, y lo único que podía pensar era en salir corriendo de 
allí. Me pasé gran parte de la cena temblando y llorando, deses-
perada por esconderlo, aunque estaba segura de que todos me 
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estaban mirando. Lo que debería haber sido una experiencia 
alegre y divertida terminó conmigo vomitando en el lavabo por 
mi ansiedad. Solo me relajé un poco cuando empezó el espectá-
culo. Aunque me reía con los chistes, un miedo persistente se- 
guía revolviéndome el estómago.
La ansiedad es muy potente y cuando decide atacar, puede 
adoptar muchas y distintas formas, a menudo desmoralizantes. 
De repente, solo puedes concentrarte en la sensación total de te-
rror y malestar que te asalta por dentro. Cuando tengo ansiedad, 
me obsesiono por tranquilizar a todos a mí alrededor. Es como 
si al minuto de encontrarme mal, tuviera que concentrarme en 
otra persona en lugar de en lo que me está pasando a mí.
Otra cosa divertida que va unida a mi ansiedad es el tras-
torno obsesivo-compulsivo (TOC). Se trata de un desorden que 
se basa en pensamientos intrusivos y rituales; te llegan ideas 
desagradables y, como reacción, realizas un ritual para con-
trarrestarlas. Existe la creencia de que tener trastorno obsesi-
vo-compulsivo es algo simpático y estrafalario (¡te gusta orde-
nar alfabéticamente y por colores!). Suele ser el blanco de los 
chistes, hay productos de broma, y con frecuencia en series de 
televisión, películas y libros se considera un rasgo adorable del 
carácter.
Lo que la mayoría de la gente no ve es la desgracia y el sufri-
miento que lo acompañan. 
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Esto es 
lo que tiene 
la ansiedad y 
planear hacer 
 cosas:
cuando haces 
planes y los 
cancelas, a veces 
la gente se enfada,
¡que es 
lo último 
que quiero!
Es rollo: 
«¡Sí! ¡Quiero 
hacer esa 
actividad! 
Me muero 
de ganas». Pero 
el pánico 
se apodera 
de mí también 
físicamente.
Me duele el 
pecho, pero lo 
peor es que se 
me revuelve 
el estómago 
y vomito.
Así que 
termino 
cancelándolo,
lo cual 
decepciona 
 no solo a los 
demás,
sino también a mí.
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Así que ahora 
me siento culpable 
 y me detesto,
por no hablar de la 
eterna sensación 
de «ME PIERDO 
MUCHAS COSAS»,
y a veces 
puede ser 
demasiado.
Está bien distanciarse y admitir que no todo es fácil 
para todos. Cada uno tiene sus virtudes y sus defectos.
Y solo porque ahora algo no sea 
una posibilidad, no significa que 
no lo vaya a ser en el futuro.
A todos nos 
asusta hacer 
cosas, aunque 
sea algo que 
queramos 
hacer,
y cancelar 
planes no 
es el fin 
del mundo 
(aunque lo 
parezca).
Puedes 
cancelar planes, 
pero no lo 
genial que 
eres.
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Desde una edad temprana me he enfrentado al trastorno 
obsesivo-compulsivo. Las cosas empezaron a irse a pique en 
segundo de primaria. En el colegio nos hablaban de la enfer-
medad, y a mí me entró fijación con los gérmenes. De repente, 
todo parecía estar contaminado. De noche, me envolvía entre 
mantas, como si fuera una especie de capullo, para protegerme 
de los microbios que podrían atacarme, y me pasaba horas pre-
ocupada. En mis diarios, escribía literalmente una página de-
trás de otra sobre la contaminación.
Pronto mis miedos empezaron a tener un impacto real en 
mi vida. No me gustaba darle la mano a la gente, ni abrazar a 
otros niños, y siempre me preocupaba coger un virus desco-
nocido. Mi cerebro se adaptó dándome una serie de cometidos 
que debía cumplir: «Enciende y apaga la luz antes de acostarte. 
Lávate las manos cuatro veces. Entra y sal de casa dos veces. 
Haz todo esto y estarás a salvo. Todo el mundo estará a salvo».
A medida que me hacía mayor y me agobiaba más, el tras-
torno fue en aumento. Los baños públicos se convirtieron en 
una pesadilla, los bailes en el colegio en una desgracia (¡bailar yademás tocar a gente!), y mis cometidos empezaron a descontro-
larse. A veces apagaba y encendía la luz cincuenta veces o más. 
La gente empezó a darse cuenta de mis hábitos, y yo trataba de 
restarle importancia diciendo que eran cosas raras que hacía. 
No es que yo quisiera hacer esos cometidos, mi cerebro me decía 
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Cuando era 
pequeña me 
costaba controlar 
mi TOC porque no 
sabía lo que era, 
 solo que tenía que 
 hacer cosas 
 para estar 
 bien.
Pero un día me 
 olvidé de hacer mis 
 rituales y no presté 
 atención a mis sistemas 
 porque era Navidad 
 y quería pasarlo 
 bien.
Al día siguiente 
leí el periódico y 
me asusté. No hice mis rituales + 
catástrofe =
E S C U L PA M Í A .
 Es culpa 
mía…
¿Veis?, el TOC es 
como un ciclo 
para mí.
MIEDO
El ritual me 
consuela.
Sensación 
de normalidad.
«Vale, pero 
 ahora todo va 
bien, así 
que…»
Pero como rompí el 
ciclo un día y hubo 
una catástrofe, 
lo interioricé 
como si fuera 
culpa mía.
T SUNAMI S
E 
COBRA MIL
E S 
DE VÍCT IMA
S
D I A R I
O
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Lógicamente, 
como adulta sé 
que no provoqué 
una catástrofe 
por no encender 
y apagar el 
interruptor 
cinco veces, 
pero es lo que 
tiene el TOC: te hace creer 
que es normal.
A medida que me he hecho 
mayor, el ciclo de mi TOC 
ha cambiado un poco.
MIEDO
El ritual me 
consuela.
«Espera, ¿de 
 verdad tengo 
 que hacer esto? 
 ¿En serio?»
«Paso, ¡adiós!»
No, hoy no.
Soy capaz de controlar 
mucho mejor el impulso 
de hacer rituales, aunque 
en ocasiones me sigue 
costando.
A veces tengo que ser 
paciente conmigo misma y 
veo que no siempre consigo 
 mandar el TOC a freír 
espárragos, pero 
tengo días buenos...
... y cuantos más días 
buenos tengo, mejor 
me siento.
¡VAS MEJOR!
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que debía hacerlos si quería estar bien. Mientras yo mantuviera 
la calma, tal vez la gente a mi alrededor haría lo mismo.
No fue hasta hacerme mayor y empezar la terapia cuando 
me di cuenta de que se trataba de un problema de salud men-
tal, y que podía adoptar medidas para tratarlo. Aunque cada vez 
era más fácil controlar algunos cometidos porque me esforzaba 
por distraerme, me empezó a entristecer mucho el estigma 
asociado al TOC. La gente lo consideraba una característica 
personal divertida, pero desconocían por completo la ansiedad 
extrema que lo acompañaba. Mientras unos se echaban unas 
risas con lo de planchar libros («¡Es típico del TOC!»), no veían el 
pánico aterrador que supone no poder cerrar la puerta «correc-
tamente», o el llanto desconsolado provocado por no limpiar 
«bien» el baño a las dos de la madrugada.
Para mí las cosas alcanzaron un punto crítico en la fiesta de 
cumpleaños de una amiga, cuando un grupo fuimos a un res-
taurante a celebrarlo. Hacia el final de la cena, varias teníamos 
que ir al baño y fuimos todas juntas. Me había esforzado mu-
cho durante los últimos años hasta para ir a un baño público, 
así que pensé que no habría para tanto. La cola era larga, pero 
teníamos un montón de cosas de que hablar, y me distraje de 
algunos miedos. 
Al final llegó mi turno y me metí en un lavabo…, y al ins-
tante me di cuenta de que estaba a punto de tener un ataque 
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Ja, ja, ¡soy muy 
organizada!
Está un poco sucio,
mejor lo limpio, ¡me
encanta limpiar!
Sííí, me 
encanta ordenar 
por colores.
¿Quién eres tú? 
Yo no, eso está 
 claro.
 Está todo sucio y ahora tengo
que volver a hacerlo con mis reglas 
 estúpidas, 
 lo odio.
Tengo tantos 
sistemas y reglas 
 que soy un 
 desastre.
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de pánico. Se me revolvió el estómago, sentía una presión en el 
pecho y empecé a rayarme. A veces cuesta librarse de los viejos 
miedos. Salí del lavabo y me metí en el siguiente libre con la 
esperanza de que estuviera lo bastante limpio para los niveles 
absurdos que mi cerebro hubiera impuesto esa vez.
Entonces las oí.
Una mujer, que estaba justo delante de mi lavabo, empezó 
a decirle a otra: «No lo entiendo, ¿ha entrado en ese y ha sa-
lido?». «Para mí estaba bien. ¿Qué le pasa?» Y se pusieron a reír. 
Me senté en el váter donde estaba y lloré en silencio porque en 
ese momento todo el esfuerzo que había hecho parecía en vano. 
¿Qué sentido tenía intentar mejorar si unas desconocidas —mu-
jeres adultas— iban a tratarme como si fuera el hazmerreír? Me 
negué a salir hasta estar segura de que se habían ido.
Ya es bastante complicado soportar la ansiedad a solas, y aún 
más querer enfrentarte a ella cuando la gente se ríe de ti. En-
contrar el equilibrio es realmente una lucha diaria. Hay veces 
que parece imposible estar de buen humor, sobre todo cuando 
es más fácil ceder al miedo, aunque sepas que no es bueno para 
ti. Pero cada pequeño paso que das hacia la conquista de esos 
miedos es positivo, y un paso atrás no significa en absoluto que 
todo el esfuerzo haya sido en vano. Prefiero pensar en todas las 
cosas que me pasaron como «experiencias». Sí, lo que ocurrió 
en aquel restaurante fue malo, pero también cuenta dentro de 
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 Puede ser duro 
 obligarte a volver 
 a salir y hacer 
 cosas, y sí, 
 puede que no sea 
 del todo 
perfecto,
así que aquí tienes una 
guía breve de pequeñas 
actividades que gradual- 
mente pueden ser más 
importantes y divertidas.
SUP E R ME RC ADO
GR AN SUP E RF IC I E
CORREOS
C AFE T E RÍ A
Estos lugares son estupendos 
porque no tienes que 
comprometerte, puedes 
irte en cualquier momento 
y hay salidas visibles. 
La interacción humana 
 es limitada, ¡así 
 que no te agobies 
 por si metes 
 la pata!
 Estos lugares son para ir 
 después de los de arriba, 
pueden suponer un reto mayor, 
 ya que hay más implicación 
 e invitan a la conversación. 
 Es más probable que te hablen 
en centros comerciales, tiendas 
 o parques y no pasa nada 
 si no sabes qué 
 decir, ¡todos la 
 fastidiamos!
CE NT RO COME RC I AL
PARQUE
T IE NDA P EQUE Ñ A
RE ST AUR ANT E
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así que aquí tienes una 
guía breve de pequeñas 
actividades que gradual- 
mente pueden ser más 
importantes y divertidas.
Estos lugares son estupendos 
porque no tienes que 
comprometerte, puedes 
irte en cualquier momento 
y hay salidas visibles. 
La interacción humana 
 es limitada, ¡así 
 que no te agobies 
 por si metes 
 la pata!
C I NE
SAL IR CON AM IGOS
VI SI T AR AM IGOS/ FAM I L I A
MUSEO/ TOUR
Ya no llevas ruedecitas. 
Estos lugares conllevan 
un grado de compromiso, 
pero sigue habiendo una 
estrategia de salida. Sirven 
como práctica si hay algo 
que quieres hacer que te 
da mucho miedo. Usa tus 
 habilidades para lidiar 
 con la ansiedad y no 
 tengas miedo de 
 intentarlo: ¡tú puedes!
E XCUR SIÓ N DE UN DÍ A
CONC IE RTO/E SP ECT ÁCULO
CE NA E N GRUP O
EVE NTO I MP ORT ANT E
 Estas actividades pueden 
 ser todo un reto, ¡pero muy 
 gratificantes! Requieren un 
 período de compromiso más 
 largo y es difícil huir de ellas. 
 La interacción social es obligatoria. 
 Si sale mal, quizá no quieras 
 volver a intentarlo, pero la 
 clave está en no dejar de probar. 
 Asegúrate de que tienes 
 un plan contra la 
 ansiedad y sabes 
 qué hacer.
Es posible que te dé miedo, 
pero sin duda ¡puedes lograrlo!
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La ansiedad es un 
coñazo, pero puedes 
 prepararte.
ESPECÍFICA¿QUÉ T IP O DE ANSIE DAD T IE NE S?
E SPECÍF ICA: Sé exactamente 
qué me pasa
DE SCONOCIDA: No tengo ni idea 
 de por qué me siento así
Si sabes qué te pasa y 
por qué te sientes mal, 
échale un vistazo al 
problema. ¿Hay algo 
que puedas hacer 
para cambiarlo? 
Si es que no, 
imagínate lo que 
te gustaría que pasara.
DE SCONOCIDA
A veces tu cuerpo decide 
sentirse fatal AHORA. 
Te encuentras mal y 
la ansiedad es 
muy molesta.
Puedes intentar identificar 
la causa viendo si tu miedo 
actual es parecido a uno 
del pasado.
HAZ ALGO
La ansiedad busca tomar 
el control para convertirse 
en el foco central. Hacer 
algo para combatirla 
va bien.
Y recuerda: 
luchar contra 
un monstruo 
de la ansiedad 
puede ser 
demasiado 
para una 
persona. 
¡Que no 
 te asuste 
 pedir ayuda!
Por horrible que sea, 
¡lo lograrás 
seguro!
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UNA LISTA DIVERT IDA 
QUE RELLENAR
Anota cosas que te hayan pasado últimamente
La ansiedad que 
siento es…
E SP E C Í F I C A
D E S C O N O C I DA
C Á L M A T E
Unas cuantas ideas para 
relajarte si lo estás 
pasando mal.
¡ E X T R A !
 C ALMA: 
EDICIÓN «ATRAPADO 
 E N PÚ BL ICO»
Mójate la cara 
con agua fría
Cambia la postura 
corporal
Haz garabatos o escribe tonterías
Controla la respiración / 
ritmo cardíaco
Sal de la multitud
Busca una pared y 
apóyate contra ella
Mueve los dedos a un 
ritmo cómodo
Da un paseo Escribe a alguien
Escucha música Acaricia a un perro
Mira un vídeo que te guste
Lávate la cara ¡Hidrátate!
Respira más lentamente
Lávate los dientes
Escribe tus sentimientos
Haz algo tonto
Rompe lo que has escrito
No mires internet / el correo
Huele algo fuerte (perfume)
Haz estiramientos ligeros
Toca superficies diferentes 
y céntrate en las texturas
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la categoría general de «experiencia», y cuantas más cosas hago, 
más aprendo. Lo importante con la ansiedad es no dejar que te 
impida volver a la actividad. Durante mucho tiempo me negaba 
rotundamente a ir a conciertos, pero me afectaba de otro modo, 
porque me estaba perdiendo cosas. He madurado bastante con 
respecto a mi manera de gestionar la ansiedad. Ahora me en-
frento a ella. He ido a ver espectáculos sin problema y he usado 
baños públicos con éxito muchas veces desde aquella ocasión. 
Esos pequeños pasos, tanto los buenos como los malos, son muy 
importantes cuando se trata de controlar la ansiedad.
Hace poco fui a un concierto. Era el primero importante al 
que iba desde hacía mucho tiempo, años, de hecho. Y estaba ner-
viosísima: mientras iba conduciendo, cuando aparqué y cuando 
busqué mi asiento. ¿Y si me daba un ataque, vomitaba o lloraba? 
Sin embargo, a medida que avanzaba la noche, cada vez me lo 
pasaba mejor. Cuando empezó el concierto, me puse a aplaudir 
como todo el mundo. A mitad de la actuación, me asaltó un pen-
samiento importante: «Me alegro mucho de haber venido».
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Sea cual sea la experiencia que tengas con los sentimien-tos, puede resultar muy complicado aprender a expre-
sarlos de una manera sana. 
5
SENT IMIENTOS
E N T R E G
A 
U R G E N T
E
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52
Cuando era más joven, practiqué artes marciales durante 
unos años. Al principio era una actividad extraescolar muy 
divertida y disfrutaba conociendo gente, corriendo y haciendo 
combates suaves con mis compañeros. Hasta que llegó un pro- 
fesor nuevo y todo cambió.
Era una persona bastante intensa, con quien sabías de in-
mediato que no debías meterte. Se acabaron las risas previas 
a la clase, que fueron sustituidas por momentos silenciosos y 
tensos esperando que empezara la sesión. Por suerte no nos 
dio demasiadas sesiones, y aún logré intercambiar sonrisas 
con los monitores habituales. En un deporte en el que se va-
lora la técnica y la perfección, yo muchas veces no lo hacía 
bien, aunque me divertía esforzándome por mejorar. Mis pro-
fesores eran pacientes, me ayudaban cuando me agobiaba, 
y seguí avanzando a medida que hacía los cursos.
Cuando llegué a los niveles superiores, las clases las daba 
ese hombre en exclusiva. Mientras otros monitores tenían en 
cuenta los límites del alumno durante los combates, él usaba 
toda su fuerza conmigo y no tenía ningún miramiento. Siem-
pre paraba antes de que la situación se pudiera descontrolar, 
pero era descorazonador saber que un hombre de mediana 
edad se iba a abalanzar sobre mí y que siempre ganaría.
Y era diez veces más desalentador aún saber que me ha-
ría llorar. 
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Si no le gustaban las risas antes de empezar, no sopor-
taba las lágrimas durante la clase, y yo siempre acababa 
llorando en sus sesiones. Me ponía a trabajar con un com-
pañero, me esforzaba en la coordinación, y entonces venía 
a provocarme. Normalmente, cuando se me empezaba a ver 
estresada, los otros instructores me dejaban unos segundos 
para tranquilizarme, me recordaban que lo hacía bien, y vol- 
víamos a intentarlo. Él no hacía nada de eso, me soltaba: «¿Vas 
a volver a llorar?», y me miraba como si yo fuera la respon- 
sable de todos los problemas del mundo. Entonces me ponía 
a llorar; por un lado, por lo preocupada que estaba por hacer 
los movimientos correctamente, y por otro, porque me daba 
tanto miedo llorar que terminaba haciéndolo.
«Si te pones así, tendrás que salir de clase», senten-
ciaba y procedía a echarme enfrente de todos mis compa- 
ñeros. Era humillante tener que esperar en el pasillo con 
los padres. Durante ese rato, en teoría tenía que serenarme, 
pero solía pasar tanta vergüenza que me ponía a atar y des-
atar las zapatillas sin parar porque al menos así tenía algo 
que hacer. Entonces, como un reloj, él salía al pasillo, con 
grandes aspavientos, y decía: «Si crees que te has calmado, 
puedes volver a entrar». Este proceso se repitió una y otra 
vez: yo me agobiaba, él me pinchaba y me echaba, hasta que 
terminé dejándolo.
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Aunque pasé años esforzándome por perfeccionar los 
movimientos y la coordinación, la conclusión a la que llegué 
fue que mostrar cualquier emoción estaba mal y que tenía 
que ser perfecta. No hacerlo bien, sino a la perfección. Do-
miné la habilidad de tragarme cualquier emoción que me 
molestara y me preocupaba mucho que alguien me viera 
llorar. Las lágrimas se convirtieron en motivo de vergüenza 
y alcanzar la perfección en un deseo imperioso en todos los 
aspectos de mi vida.
¡Guárdatelo! 
¡Guárdatelo! 
¡Guárdatelo!
Cálmate, 
¡los sentimientos 
son malos!
Chicas, 
tenemos que 
hablar,
esto no 
es sano.
YO 
PREADOLESCENTE YO 
ADOLESCENTE
YO 
ADULTA
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L O E S T O Y 
P A S A N D O F A T A L !
susurro susurro susurro
¡ A T E N C I Ó N :
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Estoy bien.* Estoy bien.* Estoy bien.*
* Estoy bien. * Podría estar mejor. * 
No estoy tan 
bien.
Estoy bien.* Estoy bien.* Estoy bien.*
* De hecho, estoy disgustada. * Sí, estoy muy disgustada.
* Estoy disgustada y quiero hablarlo, 
pero no sé cómo.
Estoy bien.* Estoy bien.* No estoy bien.*
* Me está carcomiendo y no estoy nada bien.
* Estoy fatal. * Genial, ¿tengo que llegar a esto para 
expresar cómo 
me siento?
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Ya, expresar cómo te sientes no mola y a veces asusta, 
 pero también te puedes quitar un peso de encima. 
Algunas cosas que aprendí:
Bueno, me siento…
Las frases en primera 
persona son útiles, y tu 
interlocutor entenderá 
 mejor tu postura. 
Formularlo en segunda 
 persona puede ser 
 desconcertante.
A veces la comunicación sale 
 mal y quizá la otra persona 
no entiende qué quieres decir 
 o cómo te sientes. ¡Pero 
 no por esodejes de 
 intentarlo!
Sé honesto contigo 
 mismo antes de 
 compartir tus 
sentimientos con 
 los demás.
Si no logras precisar 
el problema, concéntrate 
en las emociones que 
sientes y parte 
desde ahí.
furiosa
triste
enfadada
insegura
mal
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Me obsesioné con ser perfecta y con enterrar cualquier 
sentimiento que no fuera la felicidad. Funcionaba, pero no 
era yo misma. Presentaba al mundo una versión pulida en 
la que no se veían todas las grietas y fisuras que escondía 
dentro. Era una manera de ser poco saludable. Los senti-
mientos —ya sean buenos o malos, agradables o desagrada-
bles— son sentimientos y existen, quieras o no.
Tendrás que enfrentarte a ellos tarde o temprano, repri-
mirlos solo genera más angustia. Desde luego que admitir-
los no es tarea fácil, pero es esencial. Están ahí para hacerte 
saber cuándo algo va mal o para confirmarte que vas por el 
buen camino. Cuanto antes los reconozcas, más aliviados 
estaréis tus sentimientos y tú.
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Era la fiesta de graduación del instituto y se suponía que debía ser el día más feliz de mi vida escolar. En el patio 
6
DORMIR E S 
COMO MORIR, 
PERO SIN EL 
COMPROMISO
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de mis padres, observando a todos hablar, reír y cotillear 
sobre el fin de curso, empecé a notar una sensación de de-
sazón en el estómago. «¿Ya está? ¿Esto es todo a lo que puedo 
aspirar? ¿Cómo ha salido todo tan mal?»
Durante todos esos años había sido buena alumna: era 
aplicada y entregaba los trabajos, estudiaba para los exá-
menes y me esforzaba por triunfar desde el punto de vista 
académico. Siempre había soñado con ser enfermera. Desde 
pequeña, me ocupaba de mis animales de peluche y de sus 
varios achaques y fantaseaba con el día en que podría ha-
cerlo de verdad. Aunque no era la primera de la clase —te-
nía mis problemillas—, no me iba mal en el colegio y seguí 
por el buen camino para conseguir mi objetivo.
En el instituto, las cosas empezaron a tambalearse. Me 
costaba mucho estudiar, me quedé rezagada en matemáti-
cas y hasta tenía dificultades para seguir las clases de re-
fuerzo. Seguía queriendo ser enfermera y me matriculé en 
todas las asignaturas que pude relacionadas con medicina. 
Conseguí un trabajo de voluntaria en el hospital local, en la 
tienda de regalos, y me encargaba de los repartos. Cuando 
me ponía el uniforme, recordaba que estaba un paso más 
cerca de conseguir lo que quería de verdad. Cada vez me 
esforzaba más, estudiaba mates antes de ir a clase y durante 
la comida. Entonces llegó la mejor noticia: me habían acep-
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tado en el programa de prácticas del hospital. Durante mi 
último curso, pasaría dos horas al día siguiendo a médicos y 
enfermeras e interactuando con pacientes.
Y llegó el primer día de turnos. Me tocó estar con un 
médico muy callado en la unidad de oncología. Con el uni-
forme que llevábamos los becarios, me sentía un poco fuera 
de lugar, oía el clic-clac de mis tacones en el pasillo y me 
daba cosa. Llegamos a la primera habitación y el doctor 
entró directo. Charlar con la paciente, quitarle las vendas, 
examinar la herida por si estaba infectada… fue demasiado 
para mí. La cabeza empezó a darme vueltas. Me disculpé y 
dije que sentía náuseas, todo el mundo lo entendió.
En realidad, estaba asustada. Estaba asustadísima, ya 
que mientras el resto de mis amigos disfrutaban de su úl-
timo año en la sala de estudio hablando de bailes en chán-
dal, yo llevaba un vestido incómodo, tacones y aspiraba a 
una carrera que pensaba que quería pero que de pronto me 
había dado cuenta de que no. Fue un compromiso dema-
siado serio antes de tiempo.
Lo que queremos no siempre es lo que necesitamos.
Al día siguiente, para sorpresa de mis padres, profeso-
res, orientador y amigos, dejé las prácticas. Mentí, dije que 
no soportaba ver la sangre y que no estaba segura de que la 
enfermería fuera una buena opción para mí. En realidad, 
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¡Pero si 
eres todo lo 
que quiero 
en la vida!
SUEÑO QUE 
 CREÍA QUE 
 QUERÍA
Lo siento, 
 me piro.
¿Y ahora qué? ¿Y AHORA QUÉ?
¿Y ahora qué?
¿Y ahora qué?
suspiro
Tranquila, estamos contigo. AF IC IONE S OTRAS 
PASIONES
AMIGOS 
+ 
FAMILIA
ACT IVIDADES 
GRAT IFICANTES
 COSAS QUE ME IMPORTAN
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LO QUE 
CRE ÍA QUE 
QUERÍA
LO QUE 
NECE SI T ABA 
E N RE AL IDAD
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me daba mucho miedo el futuro. Se acercaba la graduación, 
mis amigos habían elegido universidad y yo no tenía ni idea. 
Todo para lo que me había preparado salió mal y no sabía 
qué hacer, pero no podía seguir de voluntaria en el hospital, 
así que decidí dejarlo. Fue el recordatorio de que había fra-
casado en conseguir mi mayor objetivo.
Empecé a ir a la deriva. Sin objetivo ni rumbo, perdí la 
motivación. Dejé de entregar mis trabajos, me relajé y em-
pecé a faltar en clase. Ya no quería ver a mis amigas con la 
excusa de que como me abandonarían para irse a la univer-
sidad en otoño, podía pasar de ellas yo primero. Me sentía 
fatal y me pasaba muchas noches encerrada en mi guarda-
rropa, hecha un ovillo entre las prendas, deseando que la 
pared del fondo condujera a otro mundo. El instituto se con-
virtió en una experiencia tremendamente dolorosa, ya que 
se hacía mucho hincapié en la alegría de terminar. Todo el 
mundo estaba entusiasmado pensando en sus cambios y yo 
me sentía más atascada que nunca. Además, dormía siem-
pre que podía. Me reconfortaba eso de estar inconsciente, 
como si pudiera apagar el cerebro por un rato.
Llegó el tan temido día de la graduación, y mientras el 
sol se ponía, la gente lanzaba los birretes al aire. Obser-
vando cómo se desplegaba el caos, miré a escondidas hacia 
el cielo y deseé que me aspirara. 
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La vida después de la graduación fue horrible. Mis ami-
gas se pasaron el verano haciendo las maletas y escogiendo 
qué se llevarían a sus residencias, y yo cada vez estaba más 
distante. Pasaba mucho tiempo en mi habitación y no sopor-
taba pensar en el futuro. Dormir cada vez ocupaba más mi 
tiempo; mis padres se preocuparon porque nunca había sido 
dormilona y ahora era lo único que hacía.
A medida que pasaban los meses, mis amigas se fueron 
a sus facultades distribuidas por todo el país y yo me ma-
triculé en una de la zona. Seguí viviendo con mis padres. 
El único cambio entre el instituto y la universidad era que 
tenía más tiempo para dormir entre clases. No tenía in-
tención de aprender, y tener que levantarme por las maña-
nas me parecía un tormento. Estudiar no era una prioridad, 
¿qué sentido tenía esforzarme si ni sabía qué quería? De-
testaba las clases y aún más hacer los trabajos. No lograba 
hacer amigos. Mi vida se estaba yendo al garete y recurrí a 
un mecanismo de defensa poco sano: las autolesiones.
En el instituto lo había hecho alguna vez para lidiar con 
mis emociones. No podía hablar con nadie sobre cómo me 
sentía, pero me gustaba la idea de «castigarme» por lo que no 
hacía bien. Así que me hacía cortes. Siempre lo había man-
tenido en secreto y lo había hecho con moderación, pero en 
la universidad se convirtió en una práctica más frecuente. 
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Una oscura noche de diciembre ya no le encontraba sen-
tido a nada. Había fracasado al haber renunciado a mi plan 
de ser enfermera. Todas mis amigas tenían una nueva vida 
animada y ya no sabía nada de ellas. Dormía todo el tiempo, 
detestaba la universidad y siempre estaba absolutamente 
deprimida.Así que me encerré en el guardarropa otra vez 
y me puse a cortarme a conciencia. Sin darme cuenta, te-
nía los brazos cubiertos de sangre. Mientras estaba allí san-
grando, recuerdo que pensé: «Ya está: estoy loca de remate y 
no tengo remedio».
Esa vez no podía ocultarlo. Tuve que pedir ayuda.
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¡No recuerdo 
la última vez 
que lloré!
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Pedir ayuda es una de las cosas más difíciles que puedes hacer como persona. 
Requiere vulnerabilidad y mostrarte menos fuerte de lo 
que te gustaría que pensaran que eres. Significa dejar en-
trar a alguien en tu mundo y permitirle que vea hasta qué 
punto eres un desastre. Pero sobre todo es un coñazo y no 
precisamente divertido.
7
P E DIR
AY U D A
Y OT
R A S
 
CON
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IONE
S AG
OBIAN
TES
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70
La primera vez que pedí ayuda en serio fue cuando es- 
taba nerviosa y asustada en mi primer año de instituto. Adap-
tarse había sido duro. Los deberes me resultaban difíciles, 
estaba acostumbrándome a tener otros amigos y, bueno, a 
ser adolescente. Aunque sobre todo estaba triste. Muy triste. 
Quería no estar siempre deprimida y que las cosas fueran 
distintas. Así que decidí hacer lo que todo el mundo dice que 
debe hacerse: pedir ayuda.
Entré en el despacho de orientación escolar y dije:
—Creo que necesito ayuda.
—¿Con qué? —respondió la mujer que estaba en el mos-
trador.
—Bueno, estoy siempre triste. Tengo el ánimo por los 
suelos, estoy muy deprimida.
—Ah —contestó mirándome un poco molesta—. Bueno, 
no nos dedicamos a eso aquí. Ofrecemos orientación con los 
estudios, refuerzo escolar y ayuda con los horarios. Si tienes 
problemas emocionales, deberías hablar con tus padres.
Y se limitó a mirarme como si le estuviera haciendo per-
der el tiempo, así que me fui. 
No se lo conté a nadie. ¿Qué sentido tenía pedir ayuda 
si no me iban a hacer caso? Por más que mis padres sean 
maravillosos, ¿y si pensaban que no me pasaba nada y que 
estaba siendo una llorica? ¿Y si me juzgaban del mismo modo 
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que la mujer del mostrador? Una y otra vez se me arremoli-
naban esos pensamientos en la cabeza. No sabía qué hacer, 
así que no hice nada, lo cual reforzó el fantástico proceso 
de «tragarse las cosas y fingir que todo va bien porque pa-
rece ser que compartir tus sentimientos es malo». Me pare-
cía que molestaba si tenía algún problema. Por eso decidí 
no tener ninguno: decidí ser perfecta. Fui a por todas en la 
vida. Hacía todo lo que podía por distraerme de lo mal que 
me encontraba. Algunos días eran tolerables, y otros hasta 
estaban bien, pero no podía librarme de cómo me sentía. 
Y cuanto más lo ignoraba, más me hundía.
Al final eso me llevó a meterme en el guardarropa con 
los brazos sangrando, absolutamente convencida de que era 
la persona más loca de la tierra.
De algún modo, en ese momento, el interruptor que te-
nía dentro hizo clic: tenía padres. Ellos no eran gente del 
instituto, ni desconocidos al azar. Podía hablar con ellos. 
¿Cuántas veces me habían dicho: «Si algo va mal, dínoslo»? 
Seguro que estar en un guardarropa cubierta con mi propia 
sangre cumplía con los requisitos.
Me levanté y fui hasta su dormitorio. Sabía que estaban 
durmiendo y no me gustaba tener que despertarles, pero en-
tré de todos modos.
—¿Mamá? ¿Papá?
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—Mmmm.
—Necesito ayuda.
—¿Con qué?
—Pues… con todo.
Mi padre encendió la luz y los dos me miraron los bra-
zos, después la cara. Y algo muy fundamental cambió entre 
nosotros. Ellos sabían que estaba triste, que no me estaba 
adaptando bien a la universidad, pero por primera vez com-
prendieron de verdad y a la desesperada lo desgraciada que 
era mi existencia.
Mi madre me acompañó al baño y me limpió los brazos. 
Mi padre se puso a buscar por todas las habitaciones de la 
casa y escondió todos los objetos afilados, hasta las pinzas. 
Los cortes no eran tan profundos como para necesitar pun-
tos, pero tendría que llevar los brazos vendados durante un 
tiempo. Me metí en la cama con mi madre y dejé que me 
abrazara. De repente me sentí minúscula, al borde de ser 
engullida por el mundo.
Mi padre se pasó la noche despierto buscando toda la 
información posible sobre la depresión.
Y empezó un capítulo nuevo en mi vida, en nuestras vi-
das: el de pedir ayuda.
Me gustaría deciros que de inmediato todo fue a la perfec-
ción, que de repente supe lo que quería hacer en la vida, y que 
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todo se transformó en un sueño total. Pero no funciona así. 
Pedir ayuda es un proceso único, nunca es perfecto, es lento 
avanzar y no llegas a estar seguro de haberlo conseguido.
Empezamos con algunos cambios pequeños pero signifi- 
cativos: avisar a mamá y papá si volvía a sentirme tan mal. 
Ir a terapia. Pasar más tiempo con la familia. Acariciar a un 
gato o a un perro de vez en cuando. Las cosas mejoraron 
un poco, pero no eran del todo perfectas. Asistía a menos clases 
que antes, algo que me quitó bastante presión en los estudios. 
Las cosas no siempre son perfectas, 
pero estoy aquí.
Estoy mejor.
Soy yo.
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ESFUERZO
T IE
MPO
 
PAR
A M
Í
VIDA 
SOCIAL
TERAPI
A
AFICION
ES
AMOR
¿FUTURO?
TRABAJO
MIEDOS
AUTOESTIMA
AMIGOS
DEP
RES
IÓN
CRE
ATI
VID
AD
ESTUDIOS
PA
S
A
D
O
MEDICACIÓN
FAMILIA
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Cuando mis amigas me llamaban o me enviaban mensajes, 
me esforzaba por responder, y volví a tener más contacto 
con las personas de quienes me había distanciado. Empecé 
a abrirme con mis padres si las cosas me iban muy mal. 
Poco a poco esos cambios empezaron a ayudarme, y aun- 
que no era exactamente como me lo había imaginado volvía 
a funcionar.
Mi depresión fue cambiando a lo largo de los años. Hubo 
momentos pasables, períodos insoportables y otros momen-
tos en los que sinceramente estuve bien. Trabajé con multi-
tud de terapeutas, me inscribí en muchas más clases y des-
cubrí que me gustaba dibujar. Hubo épocas en las que me 
costó mucho lidiar con la depresión y las autolesiones, pero 
logré salir a flote. Y me mantuve ahí.
A veces eso es realmente lo único que podemos espe-
rar: la sensación de no hundirse. Cuando las cosas van 
peor, mantenerse a flote está bastante bien. Hay ocasiones 
en las que está bien celebrar simplemente estar vivo por-
que eso en sí mismo ya es un logro. Hay días en que estoy 
haciendo mis cosas, ir a comprar a Target por ejemplo, y 
pienso: «¿Cómo puñetas recogí todos los trozos rotos y lo-
gré funcionar como una persona normal?».
Es un misterio, supongo, pero a veces no hace falta re-
solverlos.
¡ERES
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EL PROGRESO 
ES PROGRESO, 
AUNQUE SOLO 
LO NOTES TÚ.
T E RE SIST IST E A 
BUSC AR E N INT ER- 
NET A ANT IGUOS 
CONOCIDOS
TE 
ESF
ORZ
AST
E.
TE LEVANTASTE Y 
VOLVISTE A INTEN- 
TARLO AUNQUE 
COSTARA.
ESTUVISTE 
ACTIVO/ACOMPARTISTE 
SENTIMIENTOS 
AUNQUE FUERA 
ESPANTOSO, 
PERO TAMBIÉN 
VALIENTE.
HICISTE 
ALGO 
AGRADABLE 
PARA T I.
PEDISTE 
UNA CIT A, 
NO LA CAN- 
CELASTE Y 
FUISTE.
¡ERES 
GEN
IAL!
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Aunque decidirte a pedir ayuda puede cambiarte la vida, a menudo parece como si fuera solo media batalla. ¿Ha-
8
 HABLEMOS 
 DE 
 SENTIMIENTOS 
 UN 
 SEGUNDO...
O TODA L A 
E T ERNIDAD
PUAJ
ARGH
¿POR QUÉ?
MMM
EH
NOOO
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BETHEVANS
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blarcon gente que no conoces? ¿De tus problemas? Ufff. No im-
porta que sea la primera vez o la décima: la perspectiva de te-
ner que hablar con otra persona sobre las partes más chungas 
y complicadas de uno mismo es difícil. Aquí van unas ideas 
que pueden ser útiles:
Ve con alguien. Si te da miedo la idea de ir tú solo a 
hablar de tus sentimientos con una persona que no co-
noces, contar con una cara familiar en la que confías 
puede ser de gran ayuda. También puede hablar por ti, 
o aportar un punto de vista externo sobre cómo estás. 
Cuando he tenido la primera visita con un médico, te-
rapeuta o psiquiatra, he ido con uno de mis padres por-
que a veces me pongo nerviosa y se me olvida lo que 
quería decir. Quien te acompaña puede recordarte de 
qué querías hablar si se te va de la cabeza. Y también 
va bien saber que tienes a alguien presente en quien ya 
confías en tu intento por confiar en otra persona. 
No muestres todas tus cartas. Aunque no lo creas, no 
hace falta que le cuentes todo al psicólogo en la pri-
mera sesión. Está bien tantear el terreno para ver cómo 
responde a problemas o cuestiones menores que pue-
das tener. No te sientas obligado a remangarte en las 
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primeras visitas, no pasa nada si avanzas con lentitud. 
Si te sientes cómodo compartiendo temas menos im-
portantes, te resultará más fácil llegar a las cuestio-
nes más complicadas más adelante. Cimentar una 
relación requiere su tiempo y puede que te cueste un 
poco. No pasa absolutamente nada. 
Ten varias opciones. No pasa nada si sientes que tu psi-
cólogo y tú no encajáis bien. Si estuvieras pasándolo 
mal en una cita o con alguien después de haber que-
dado varias veces, lo más probable es que no siguieras 
viendo a esa persona. Puedes pensar igual con los pro-
fesionales médicos. Si de verdad te parece que la per-
sona con quien trabajas no comprende tus problemas, 
quién eres, qué tienes que hacer para mejorar o, lo que 
es más importante, no te entiende a ti, no tienes por 
qué volver a su consulta. Una vez me visitó una psicó-
loga con la que no me llevaba bien, era como si nunca 
estuviéramos de acuerdo sobre cómo podía mejorar. 
Seguí yendo a las sesiones porque estaba convencida 
de que el problema era yo, pero no fue hasta que ella 
dejó de ejercer cuando vi que quizá todas las dificul-
tades que tenía para avanzar no eran solo cosa mía. 
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Nadie es perfecto. Como con cualquier otra persona en 
tu vida, habrá cosas en las que no estés de acuerdo con tu 
psicólogo. Todos discutimos con nuestra familia y ami-
gos, y sí, puede que también lo hagas con tu psicólogo. 
No pasa nada y es completamente normal. Está bien es-
cuchar qué piensan, pero también defender qué es me-
jor para ti. Mientras respetéis y comprendáis la posición 
del otro, todo irá bien. Hay una diferencia entre estar ca-
breado con tu psicólogo (como yo con el mío cuando dijo 
que no tenía suficiente carisma para estar en las Spice 
Girls) y querer dejar de ir por algo importante (como la 
primera vez que fui a una psicóloga, habló ella toda la se-
sión y no escuchaba nada de lo que le decía).
Defiéndete. Si realmente crees que no va bien, o que el 
terapeuta o doctor no te escucha o no te respeta, cam-
bia. Aunque ir a terapia pueda suponer un desafío, no 
tendrías que vivirlo como un gran castigo cada vez que 
te sientes en el diván. Un buen profesional debería escu-
charte cuando tienes quejas y comprender por qué hay 
algo que no funciona. Estuve yendo a una terapeuta du-
rante un tiempo, pero sentía que no avanzaba nada, así 
que se lo comenté. Ella me entendió y cambió su manera 
de enfocar las sesiones.
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A veces existe esa sensación de que como el psicólogo 
es el profesional, nunca se le puede cuestionar ni a él ni 
sus métodos. Pero como solo lo ves en pequeñas dosis, es 
normal querer aprovechar al máximo el tiempo y traba-
jar con alguien que te respete.
La terapia no tiene por qué durar toda la vida. Al parecer 
existe la idea de que si tienes problemas o una enferme-
dad mental, tendrás que ir siempre a terapia, sin posibi-
lidad de dejarlo nunca. Se trata de una herramienta más 
que en algunos casos resulta útil para mejorar. No a todo 
el mundo le funciona, pero hay personas para las que es 
esencial. Hubo veces en las que me resultó del todo re-
confortante y útil, y otras, en las que me he alegrado de no 
ir. Se trata de una decisión personal, y a menos que tengas 
una orden judicial que te obligue a ir o formes parte de un 
programa en un hospital, nadie puede obligarte. No tiene 
que parecer como si fuera cumplir cadena perpetua, con 
suerte te ayudará a que la vida sea más soportable. Lo 
importante es que tú elijas el camino adecuado para ti.
No pasa nada si las cosas no mejoran de la noche a la ma-
ñana. A veces el cambio requiere su tiempo. Tú te mereces la 
inversión.
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Ehhh…, 
¿gracias?
Me senté a rellenar 
formularios con 
mi información.
Sí, 
eres bipolar.
Bueno, no es el resultado 
que quería, pero me 
enfrentaré a ello.
Esto significaba…
medicación, terapia, terapia de grupo.
Y a pesar de mis 
esfuerzos, me estaba 
descontrolando.
Estaba cansada, 
no podía hacer mi 
vida, había invertido 
un año y medio en el 
diagnóstico de bipolar 
y no había avanzado 
nada, especialmente 
con la medicación.
MISS DIAGNOSTICADA
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Y a pesar de mis 
esfuerzos, me estaba 
descontrolando.
Tenía constantes 
cambios de humor.
La medicación 
no me ayudaba.
Ir al psicólogo 
era insufrible.
Y la terapia de grupo 
no me funcionaba.
No podía más.
Estaba cansada, 
no podía hacer mi 
vida, había invertido 
un año y medio en el 
diagnóstico de bipolar 
y no había avanzado 
nada, especialmente 
con la medicación.
Volví a mi doctora de cabecera, 
en quien confiaba, y me sugirió 
dejar la medicación para ver 
cómo reaccionaban el cuerpo 
y la mente. Me preparó un 
plan y me recomendó volver a 
verme al cabo de un tiempo.
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Al principio 
no noté 
nada.
Pero poco a poco 
empecé a salir de 
la hibernación.
Me volví a 
interesar por 
pequeñas cosas.
Las pequeñas cosas 
fueron sumando 
hasta que volví 
a funcionar.
Seguí con los controles 
de mi doctora y las dos 
coincidimos en que 
estaba progresando.
Yo también 
mostraba 
mejor actitud.
SENTIRME 
BIEN
MENOS 
SENSIBLE
INTERÉS 
EN COSAS
SALIR
Tu estado de ánimo es más 
estable, pero sigues triste. 
Puede que sea depresión 
más ansiedad.
Con el tiempo 
hablamos de cuál 
podría ser el 
problema.
Para mí esto era mucho 
más lógico, y encontramos 
un tratamiento 
adecuado.
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A veces es como 
si la enfermedad 
mental fuera una 
competición,
como si tus síntomas 
tuvieran que ser muy 
 malos para que te 
 tomen en 
 serio,
y que te recuerden 
que «hay gente que 
lo pasa peor» 
 puede ser muy 
 molesto.
Cuando competimos 
con nuestros 
problemas, 
no hay espacio 
para la 
comprensión 
ni para 
compartir 
experiencias.
MIS 
PROBLEMAS
TUS 
PROBLEMAS
Nos cierra la puerta 
a conectar con gente 
que podría ayudarnos 
 a sentirnos mejor. 
 Estar siempre 
 compitiendo puede 
 empeorar más 
 las cosas.
Que alguien haya experimentado sus problemas 
de otro modo no le convierte en inferior o superior.
Simplemente han tenido otra experiencia
y no pasa nada.
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mejor nos recuperaremos juntos.
Aprendemos mucho de los demás.
Todas las experienciasson reales y válidas.
Cuanto más unidos 
estemos,
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A menudo la gente me pregunta:
Cuando lo estoy pasando mal 
por la depresión o la ansiedad, 
 puedo ser poco rigurosa con mi manera de 
 gestionarlo, pero estas son algunas cosas que 
 hago que me hacen sentir un poco mejor.
Elijo una gran 
superficie, como un 
aeropuerto, y «camino» 
por ella mentalmente. Me 
quedo tan absorta con los 
detalles (como dónde hay una 
puerta) que me calmo. ¡Va 
genial antes de ir a dormir!
Si el corazón me 
va a mil por hora, 
me pongo la mano encima para 
sentirlo. Me anima a respirar más 
lentamente y controlarlo. Cuando 
tenía ataques de ansiedad MUY 
fuertes, mi madre se ponía a 
respirar conmigo. Alguien en 
quien confíes puede ayudarte.
Los datos inútiles pueden ser 
útiles. ¿Recuerdas quién ganó 
un Oscar o un equipo deportivo 
que ganó un torneo? Haz una 
lista mental, recréate en las 
estadísticas y mantén el 
miedo en segundo plano.
¡No pasa nada por 
hacer una pausa! 
Ve la tele, lee, 
pasea… Evadirse 
va muy bien.
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«¡Piensa en positivo y sé positivo!»«¿Has probado el yoga?»
«¡La felicidad es una elección!»
«En serio, si llevaras una dieta sana, te sentirías estu-
penda.»
«Ah, y el yoga. ¡Haz yoga!»
Hay muchas probabilidades de que si tienes una enfer-
medad mental, alguien haya intentado tener esta conver-
sación contigo. Por algún motivo, hay gente en este planeta 
9
LA POSIT IVIDAD 
T IENE MUCHAS 
CONNOTACIONES
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Esta es una 
frase que me 
pone de los 
nervios,
porque la depresión 
NO ES una elección, no 
me levanto por la mañana 
y decido estar triste.
Está claro que la gente deprimida no quiere 
estarlo y se esfuerza por sentirse mejor. FELIZ
Sin duda intentan ser felices.
Actuar como si ser feliz fuera igual que 
elegir leche en el súper es desolador. 
Por no mencionar lo poco que ayuda.
Si alguien está deprimido y quieres animarle, dile que lo 
está haciendo bien, esté triste o feliz.
Ese tipo de estímulo es positivo.
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que, en cuanto saben que estás un poco triste o con ansie-
dad, creen que pueden meterse en tu vida y decirte qué ha-
cer. Es evidente que es increíblemente agotador e irritante.
Hay gente que no está deprimida ni triste que cree que si 
te esfuerzas lo suficiente, puedes alcanzar la felicidad. Por 
desgracia, no funciona así, y cuando ya has oído el discurso 
… Y esta es mi postura 
ahora mismo en cuanto 
 a la salud 
 mental. 
MIRA, 
lo que yo 
creo que 
va bien…
GENTE LOCA POR DAR CONSEJOS MÉDICOS NO SOLICITADOS
PUES acabo 
 de leer en 
 internet…
¿HAS 
probado…?
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de «sé positivo» por enésima vez, quieres arrear a la persona 
en cuestión con una esterilla de yoga o meterle una col ri-
zada en la boca para que se calle.
Aunque el sentido tradicional de la palabra «positivi-
dad» es pensar cosas buenas —algo que a mucha gente le va 
... Se te ve estresada, 
¿tienes ansiedad?
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bien—, para otras personas puede ser abrumador. Aunque, 
al fin y al cabo, se trata de un concepto «positivo», ya que 
puede ayudarte a que te centres y pongas el énfasis en lo 
que importa. Eso es lo que tiene: no habrá dos personas con 
la misma definición y solo tú puedes crear una que te fun-
cione. Se trata de un concepto exclusivo y personal hecho a 
SÉ QUE EL 
MÉDICO NO TE 
LO RECOMIENDA, 
PERO ¿HAS 
PROBADO
?
SÉ LO QUE ES 
Y CIEN MANERAS 
MÁS DE HACER QUE 
LA CONVERSACIÓN 
VAYA DE MÍ
¡SOLO QUIERO 
AYUDAR! HISTORIAS 
DE GENTE QUE SE 
ENFADÓ PORQUE 
OTROS NO SIGUIERON 
 SU CONSEJO
¿COL RIZADA?
¡COL RIZADA!
COL RIZADA
COL R IZ ADA
C O L R IZ ADA
C O L R I Z A DA
CO
L RIZADA
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medida para cada uno. No puedes imponer tu definición a 
otra persona, y ella no te la puede imponer a ti.
Tal vez algunas de las cosas que te funcionan no se ajustan 
a la idea preconcebida de «cómo mejorar». Quizá a ti lo que 
te anima es tomarte un buen tazón de cereales, o a lo mejor 
cambias la esterilla de yoga por ir a correr. Encontrar lo que 
te ayuda a sentirte mejor hace que cada día sea un poco más 
fácil. Es importante, estupendo y exclusivo para ti.
Y eso es bastante especial, ¿verdad?
Cuando se trata de la 
salud, hay quien cree 
que lo mejor es dar 
 consejos 
 en voz 
 muy alta,
Come col.
pero se subestima el poder 
de escuchar, que puede causar 
más impacto que cualquier 
otra cosa.
Gracias por 
escucharme.
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El amor a uno mismo es uno de los tipos de amor más difíciles de practicar, porque exige reconocer que tienes 
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PERFECCIÓN
IMPERFECTA
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valía. Puede ir acompañado de normas sociales y sus propias 
contradicciones, a veces todas ellas equivalen a una gran pre-
sión por tener que ser una determinada versión de ti mismo.
Por un lado, tenemos los estándares tradicionales de 
«perfección»: tener un cuerpo impresionante, buen cabello, 
dentadura perfecta y ropa chula. Es la quintaesencia de la 
presión sobre el físico, las normas que sabes que nunca cum-
plirás. Por otro lado, está el movimiento body positive, que 
puede imponer la misma presión: quiérete pase lo que pase, 
haz lo que quieras pase lo que pase, acepta cómo eres pase lo 
que pase. Pero ¿y si sientes que no encajas en ninguno de esos 
espacios? ¿Y si tú simplemente… estás ahí?
La verdad es que he tenido problemas de peso. Siempre 
fui rellenita, pero nunca me había preocupado. Tenía com-
plejos, como todo el mundo en el instituto, pero con la depre-
sión llegaron los atracones. Utilizaba la comida como meca-
nismo de defensa frente a mis problemas y zampaba incluso 
con náuseas. Mi peso empezó a dispararse, pero no acababa 
de darme cuenta y tampoco me importaba. Bastaba con com-
prarme una talla más en la tienda.
Sin embargo, mi cuerpo sí empezó a notarlo. Subir las 
escaleras en casa se hacía agotador, me dolían las piernas, 
siempre estaba cansada y tenía jaquecas. Con frecuencia me 
dolía el pecho y sentía náuseas, cosa que me hacía despertar 
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por las noches. Tras semanas despertándome sobresaltada 
agarrándome el pecho y muriéndome de dolor, mis padres 
me llevaron a urgencias. Me hicieron pruebas cardiológicas, 
pero no encontraron nada. No obstante, se mostraron preo-
AUTOAY U DA Q U I É R E T E
U N A 
T AL L A 
MÁ S
Y 
OT R A
Y 
OT R A 
MÁ S
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100
cupados por mi peso. Me hicieron muchas preguntas sobre 
mi dieta, y por primera vez me di cuenta de que comer en 
exceso se había convertido en otra de mis complicaciones. 
Estaba deprimida y utilizaba la comida para lidiar con mis 
problemas, cosa que lo empeoró todo. Tenía que cambiar, no 
por la presión de la sociedad, ni porque no me hubiera que-
rido, sino porque si no lo hacía, aún me haría más daño. 
ESTA NO PUEDE SER 
LA SOLUCIÓN A MIS 
 PROBLEMAS.
No me gustan 
los espejos.
Veo un gran 
desastre.
Pero mi mayor 
miedo...
es que eso sea 
lo que vean los 
demás.
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Ya sé que estoy 
bien, pero ¿puedes 
decirme un 
cumplido?
Me niego a salir de casa 
literalmente porque me 
siento muy incómoda con 
 mi aspecto.
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Mi doctora de cabecera me ayudó a establecer

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