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Educación para todas las personas sin excepción Lineamientos de política para la inclusión y la equidad en educación Convenio de Asociación número 0009-2021 - Ministerio de Educación Nacional, número 300-2021 - Ministerio de Salud y Protección Social y la Fundación Saldarriaga Concha Noviembre de 2021 Ministerio de Educación Nacional María Victoria Angulo González Ministra de Educación Nacional Constanza Alarcón Párraga Viceministra de Educación Preescolar, Básica y Media Diana Patricia Martínez Gallego Asesora Despacho Ministra Claudia Milena Gómez Díaz Directora de Calidad para la Educación Preescolar, Básica y Media Sol Indira Quiceno Directora de Cobertura y Equidad Javier Augusto Medina Parra Director de Fortalecimiento a la Gestión Territorial Jaime Rafael Vizcaíno Pulido Director de Primera Infancia Claudia Marcelina Molina Rodríguez Subdirectora de Fomento de Competencias Alfredo Olaya Toro Coordinador Fortalecimiento a la Gestión Institucional Equipo Técnico Alicia Vargas Romero Carolina Pedroza Bernal Clara Helena Agudelo Quintero Clemencia Ángel Morales Diana Lorena Álvarez Montaña Diana María Garavito Escobar Olga Lucía Zárate Mantilla Sara Elena Mestre Gutiérrez Iván Duque Márquez Presidente de la República Ministerio de Salud y Protección Social Fernando Ruiz Gómez Ministro de Salud y Protección Social Luis Alexander Ruiz Moscoso Viceministro de Salud Pública y Prestación de Servicios Ana María Peñuela Poveda Asesora Equipo Técnico Helena Johanna Vélez Botero Nubia Esperanza Bautista Bautista Sara Inés Ochoa Cely Agradecimiento por su participación a los equipos técnicos de todas las dependencias del Ministerio de Educación Nacional. Fundación Saldarriaga Concha Soraya Montoya González Directora Ejecutiva Norma Constanza Sánchez Camargo Gerente de Operaciones Lina María Aristizábal Durán Líder de Educación y Formación Laura Pareja Ayerbe Líder de Comunicaciones Investigación y textos Margarita María Bedoya Sierra Mireya González Lara Equipo Técnico Ingri Marcela Moreno Perdomo Istar Jimena Gómez Pereira Jaime Alberto Castro Luis Alejandro Baquero Garzón Convenio de Asociación MEN 0009-2021 - MSPS 300-2021 ISBN 978-958-785-340-7 Bogotá D.C., Colombia 2021 Un agradecimiento especial a los equipos del Ministerio de Educación Nacional y del Ministerio de Salud y Protección Social quienes participaron en los encuentros de consulta, validación y elaboración de este documento. Gracias a los funcionarios de las Secretarías de Educación, maestras, maestros y directivos de las Instituciones Educativas de las entidades territoriales por su gestión pedagógica y administrativa para contribuir a una educación y una sociedad justa, inclusiva y equitativa. Este documento es el producto de un trabajo colaborativo, interdisciplinario, interinstitucional, e intersectorial, que fue posible gracias a la disponibilidad, sensibilidad social y el trabajo juicioso de muchas personas y organizaciones que compartieron conocimientos, inquietudes, experiencias y se comprometieron poniendo a disposición todo su conocimiento para que la inclusión y la equidad sea un asunto de interés de toda la sociedad. Contenido Presentación 5 1. La importancia de la educación para todas las personas sin excepción 9 El derecho de las personas a la educación 10 Lo diverso de lo humano y la justicia social en la educación 13 La educación inclusiva y equitativa como responsabilidad y cuidado a lo largo de la vida 16 La triada de base para la inclusión y la equidad en educación 22 2. El sistema educativo colombiano para todas las personas sin excepción 26 A. Condiciones del sistema educativo colombiano para la inclusión y la equidad 27 B. Experiencia de Colombia hacia la inclusión y la equidad en educación 37 Eliminando barreras para el acceso y la permanencia 38 Apuestas que fortalecen el acceso con equidad 40 Fortalecimiento de capacidades de equipos educativos para la inclusión y la equidad 41 3. La acción educativa para la inclusión y la equidad 45 Enfoques para la acción en la inclusión y la equidad en educación 48 Agenda para la acción en la inclusión y la equidad en educación 52 El componente estratégico para lograr trayectorias educativas completas 55 La gestión para la inclusión y la equidad en el sistema educativo colombiano 57 La gestión para la inclusión y la equidad en los ámbitos institucionales 64 El componente administrativo para lograr trayectorias educativas completas 69 El componente pedagógico: ambientes de aprendizaje para lograr trayectorias educativas completas 83 El componente pedagógico: evaluación para lograr trayectorias educativas completas 90 El componente pedagógico: docentes para el logro de trayectorias educativas completas 95 El componente de familia, comunidad y redes locales para lograr trayectorias educativas completas 103 La ruta de acción para la inclusión y la equidad en educación 109 Competencias de los ámbitos territoriales para la inclusión y la equidad 110 Ruta de acción para la inclusión y equidad en la educación 115 4. Todas las personas por la inclusión y la equidad en educación sin excepción 120 De una perspectiva limitada de la diversidad asociada a lo poblacional, a una perspectiva amplia donde todas las personas cuentan, y cuentan por igual 122 De servicios educativos para algunos a servicios educativos para todas las personas 123 De trayectorias educativas generales, parciales y uniformes a trayectorias educativas particulares, oportunas, completas y diversas 124 De una atención educativa parcial a una atención educativa integral 124 De entornos escolares a otros más allá de la escuela 125 De algunas personas a todas las personas sin excepción 126 Referencias 127 Anexo 1 130 Anexo 2 144 Lineamientos de política para la inclusión y equidad en educación 5 Presentación La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) plantea que, en muchos países, la educación inclusiva aún mantiene un enfoque encaminado a integrar a las personas con discapacidad en el marco de la educación general. No obstante, a nivel internacional se considera cada vez más como un principio que apoya y acoge la diversidad de todo el alumnado. Esto significa que el objetivo es eliminar la exclusión social que es consecuencia de las actitudes y respuestas frente a la diversidad de raza, clase social, origen étnico, religión, género, orientación sexual, condición de migrante y capacidad. Así definida, la educación inclusiva parte de la creencia de que la educación es un derecho humano fundamental y la base de una sociedad más justa (Unesco, 2021, p. 24). Esta declaración de la Unesco, además de esbozar el camino transitado, sirve de inspiración a Colombia para proyectar un horizonte de futuro para las niñas, niños, adolescentes, jóvenes, personas adultas y mayores a través de los procesos de inclusión y equidad en educación. Ante la persistencia de grandes inequidades económicas, sociales y culturales en el país, es necesario volver a revisar las condiciones que las mantienen, naturalizan y profundizan para tratar de comprender y hacer visible su relación con la educación, con el fin de que puedan superarse de la mejor forma posible. Por lo tanto, es importante y urgente proponer una agenda nacional que permita no solo analizar la política educativa, y en particular lo referido al mejoramiento de la calidad de la educación, sino avanzar también en comprender e intervenir las dimensiones culturales que sustentan las concepciones, imaginariosy prácticas de desconocimiento de los otros, manifiestas en la exclusión, discriminación, segregación y marginación sistemática de una buena parte de la población que vive en Colombia, que no le permite disfrutar de los beneficios de la educación y la enfrenta a consecuencias inhabilitantes para el desarrollo humano. 6 Educación para todas las personas sin excepción Por ello, el presente documento es una apuesta de país que avanza en dos de los objetivos de la Agenda 2030 sobre el desarrollo sostenible, aprobada por Naciones Unidas en 2015, en particular, en los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) 41 y 52, así como en el Marco de Acción y en los retos del Compromiso de Cali sobre Equidad e Inclusión en la Educación. En el contexto nacional, Educación para todas las personas sin excepción responde al compromiso estipulado en el Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022 “Pacto por Colombia, pacto por la equidad”, relacionado con la construcción de los lineamientos de política que permitan orientar al propio Ministerio de Educación, a las secretarías, a los establecimientos educativos y a la comunidad en general, en la incorporación e implementación de acciones que impulsen los procesos de inclusión y equidad, con un sentido amplio de lo que significa educación de calidad a lo largo de la vida para todas las personas. Este planteamiento coincide con el Plan Nacional Decenal de Educación 2016-2026, y se ocupa, particularmente, de la perspectiva del desarrollo humano como espíritu de la educación, y de las metas relacionadas con el avance en el cierre de las brechas sociales, el logro de la equidad, la consolidación de la paz, la mejora de la calidad de vida de las personas en Colombia y el alcance del desarrollo sostenible. También se adopta en este documento la exhortación que se hace en el Plan Decenal, a garantizar condiciones 1. Objetivo 4: Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos. 2.Objetivo 5: Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a las mujeres y las niñas. para que, sin distingo las niñas, los niños, adolescentes, jóvenes, personas adultas y mayores puedan ejercer sus derechos y conseguir una vida propia, auténtica y con sentido personal, social, cultural e histórico. Insistir en una Educación para todas las personas sin excepción requiere ampliar la comprensión sobre la diversidad de estas, de las comunidades y de los contextos, su magnitud y complejidad respecto a la ampliación de la cobertura, la mejor calidad y la mayor pertinencia educativa, la disponibilidad y accesibilidad suficiente y oportuna a la infraestructura, a los recursos educativos analógicos y digitales, a las dotaciones y apoyos con equidad para cada una, y a la mayor eficiencia en la inversión. Orientarse hacia el logro de una educación para todas las personas y asegurar trayectorias completas, oportunas y diversas implica comprender que los procesos de inclusión y equidad son el camino para los cambios estructurales y sistémicos que satisfagan el derecho a la educación de todas las personas en el país. Entonces, se trata de continuar profundizando a través de políticas y orientaciones diseñadas con perspectivas reivindicatorias de la diferencia y de la diversidad, que han mostrado sus efectos y resultados positivos, justamente en lo que hoy, de forma integral y sistémica quiere nombrarse como inclusión y equidad en educación: la primera, como un proceso que ayuda a superar los obstáculos que limitan la presencia, la participación, los logros y el desarrollo integral de cada estudiante, y la segunda, como un proceso que tiene una preocupación por la justicia, de tal forma que la educación de cada cual se considera de igual importancia (Unesco, 2021, p. 25). Lineamientos de política para la inclusión y equidad en educación 7 Este cambio en la perspectiva, si bien implica reorientar las acciones técnicas y administrativas en el sistema educativo colombiano, en lo fundamental apunta a transformaciones más profundas y sustanciales, que comprenden tanto los referentes conceptuales y filosóficos como las concepciones y formas de gestión de las políticas, programas, planes y proyectos, a través de prácticas que responden a códigos y lógicas culturales respetuosas de la diversidad y la diferencia. Aunque Colombia tiene un camino largo por recorrer, sus avances en materia de inclusión y equidad, y la experiencia acumulada, muestran que hay rutas posibles, voluntad política y un horizonte ético enmarcado en la Declaración de los Derechos Humanos y la Constitución Política, para seguir avanzando por esta senda. El objetivo de alcanzar una educación para todas las personas sin excepción en el país se ha convertido en un desafío mayor, considerando las situaciones como la pandemia, los impactos del cambio climático en los territorios y sus poblaciones, el recrudecimiento de la violencia, el desplazamiento interno y las migraciones que han venido en aumento. De esta manera, se presentan al país los lineamientos de política para la inclusión y la equidad en educación de las niñas, los niños, adolescentes, jóvenes, personas adultas y mayores, que sirven de orientación para la acción de los equipos en los tres niveles del sistema educativo: el nacional con el Ministerio de Educación, el regional con las entidades territoriales certificadas y en ellas las secretarías de Educación, y el local con los establecimientos e instituciones educativas. Es imposible avanzar en la perspectiva planteada, sin continuar con la participación de las familias, la ciudadanía y las organizaciones de la sociedad civil, cuyo trabajo ha girado en torno a la defensa del derecho a la educación de diferentes poblaciones, así como a través de alianzas entre instituciones y sectores que aportan sus experiencias, servicios y recursos en lo concerniente a estos procesos desafiantes de la inclusión y la equidad en educación. En cada uno de los tres niveles territoriales ya mencionados, las sinergias constituyen una oportunidad para cumplir el imperativo del que se ocupan estos lineamientos, como la educación para todas las personas y a lo largo de la vida sin excepción. Aunque estos lineamientos atienden a la educación inicial, preescolar, básica y media, se aspira a que este proceso permanente que implica la inclusión y la equidad, pronto recoja los avances de la educación terciaria y de las universidades no solo por su relevancia en la garantía de la educación a lo largo de la vida, sino, además, por las razones que plantea la Unesco, relacionadas con la importancia de la educación de las personas científicas, expertas y líderes del futuro: Gracias a sus actividades de investigación, cumplen una función básica en la creación de conocimientos y facilitan el desarrollo de capacidades analíticas y creativas que permiten encontrar soluciones a problemas locales y mundiales en todos los ámbitos del desarrollo sostenible (Unesco, 2016, p. 41). Estos lineamientos de política tienen una incidencia directa en el sistema educativo público formal, tanto en lo estatal como en lo privado, y aspiran a motivar coordinaciones y articulaciones con los sistemas relacionados 8 Educación para todas las personas sin excepción con la educación informal y para el trabajo y el desarrollo humano. El documento que se desarrolla a continuación consta de cuatro grandes partes: la primera contiene los referentes conceptuales que orientan la acción; la segunda trata sobre el sistema educativo colombiano para la inclusión y la equidad; la tercera presenta los enfoques que atraviesan la acción educativa y propone una puerta de entrada al reto relacionado con los procesos de inclusión y equidad en educación, a través de una agenda que contiene un conjunto de actividades por realizar y una ruta conuna secuencia de pasos para la acción. El documento termina con un cuarto apartado donde, de manera sucinta, se precisan los compromisos para seguir avanzando en el proceso de inclusión y equidad en educación. Al documento se adjuntan dos anexos, el anexo 1 que contiene los referentes normativos nacionales e internacionales relacionados con esta apuesta de país y el anexo 2 que contiene los compromisos que surgen del Foro internacional de la UNESCO sobre Inclusión y Equidad en la Educación: Todas y Todos los estudiantes cuentan, realizado en Cali, los cuales han sido un referente fundamental en la construcción de los presentes lineamientos. De esta forma, los equipos políticos, técnicos y académicos que coinciden en la acción política en los tres niveles del sector educativo encontrarán en el documento una síntesis de la perspectiva hacia donde avanza la política de inclusión y equidad en la educación, y una agenda amplia y robusta que sirve de referente general para que los equipos y las instituciones prioricen las acciones y las organicen por fases con tiempos acordes a los desarrollos alcanzados, de por sí diferentes en los territorios de la geografía nacional. Finalmente, hay que destacar que el ideal de justicia social de Educación para todas las personas sin excepción, hace que se desborde su intención de ordenamiento, muy propia de estos documentos, y que esta se ubique mejor en la aspiración de una educación para quienes habitan el territorio colombiano. Seguramente, algunas de esas metas serán compromisos actuales a los que ya se ha dado forma de derechos constitucionales o de otros mandatos legales. Algunas […] pueden ser aspiraciones más difusas que se ajustan más al espíritu de los principios constitucionales (Nussbaum, 2017, p. 146). Sea cual sea el caso, se estará haciendo camino al andar, siempre con nuevos desafíos cuyo mejor destino es la inclusión y la equidad en educación. Esta primera sección del documento presenta los principales elementos que sirven de contexto general para ubicar la relevancia y pertinencia de la inclusión y la equidad en la educación, así como la perspectiva que se pretende desarrollar. Su lectura ofrece algunas bases conceptuales que orientarán la acción educativa en los tres niveles del sistema educativo colombiano. 1La importancia de la educación para todas las personas sin excepción Esta primera sección del documento presenta los principales elementos que sirven de contexto general para ubicar la relevancia y pertinencia de la inclusión y la equidad en la educación, así como la perspectiva que se pretende desarrollar. Su lectura ofrece algunas bases conceptuales que orientarán la acción educativa en los tres niveles del sistema educativo colombiano. 10 Educación para todas las personas sin excepción El derecho de las personas a la educación para la “dignidad humana”, porque aporta al mejoramiento de las condiciones materiales concretas de existencia de los individuos (vivir bien), por ejemplo, para erradicar la pobreza; mejorar su salud cuando se transmiten y se comprenden los beneficios de la buena nutrición; prevenir y controlar las enfermedades, y para el aumento de la productividad del país y como motor de su desarrollo. La educación también se relaciona con la dignidad humana en las otras dos dimensiones que desarrolla la citada sentencia: por un lado, como posibilidad de que cada persona pueda diseñar un plan de vida y determinarse acorde con sus características (vivir como quiera), y por otro lado, en relación con mantener su integridad física y moral, es decir, vivir sin humillaciones. En ambas dimensiones, la educación es el medio más importante para lograr los cambios culturales en las sociedades, por ejemplo, en los estereotipos sobre los hombres y mujeres, y a favor de la diversidad, de la comprensión de las cosmogonías y de la cosmovisión de las comunidades en los diferentes contextos, entre otros. Y finalmente, la educación como derecho contribuye a las democracias garantizando la participación plena y consciente de todas las personas, esto es niñas, niños, adolescentes, jóvenes, personas adultas y mayores, y como lo plantea la Unesco, a la protección de todas aquellas “[…] cuyas vidas han sido destruidas por crisis y conflictos, y les proporciona las herramientas necesarias Dos de los principios fundamentales de la Carta constitucional sirven de marco general para una comprensión más situada del sentido de la inclusión y la equidad en la educación en el Estado social de derecho colombiano. El primero de ellos es la igualdad ante la ley, sin discriminación alguna y con el reconocimiento de la dignidad de todo ser humano (art. 13), y el segundo es la pluralidad del Estado que reconoce la diversidad étnica y cultural, y obliga a su protección en los artículos 7 y 8. El desarrollo de estos dos principios constitucionales en la educación, entendida esta como derecho fundamental y como servicio público que tiene una función social (art. 67)3, permite señalar la importancia de la universalidad de la educación para todas las personas, por cuanto las habilita para ejercer de forma plena otros derechos sociales, económicos, culturales y ambientales, y es condición básica para el reconocimiento de su dignidad y para establecer una justicia social. Finalmente, la educación es garantía para el disfrute de los beneficios futuros tanto individuales como colectivos. En este sentido, la Sentencia T881 de 2002 de la Corte Constitucional contribuye a precisar que la educación es condición fundamental 3. Define la educación como un derecho fundamental que le otorga el carácter de servicio público destinado a atender una condición esencial de toda la ciudadanía independientemente de su edad, género, nivel socioeconómico, condición de salud, creencia religiosa o grupo étnico, para expandir su potencial y desarrollar capacidades y habilidades que le permitan definir un proyecto de vida y participar en la configuración y transformación del tejido social. Lineamientos de política para la inclusión y equidad en educación 11 para reconstruir sus vidas y comunidades” (2016, p. 7). El desarrollo de los dos principios constitucionales ya mencionados, también pone de manifiesto la relevancia en la atención educativa de las particularidades de todas las personas y de las comunidades y sus contextos. Para las primeras, la diversidad se define en cuanto a las capacidades, etnias, edades, identidades y orientaciones sexuales, y en general en lo relacionado con el desarrollo libre de su personalidad; también se refiere a las condiciones de vulnerabilidad que se pueden presentar en su curso de vida y a las situaciones que merman de forma sensible su independencia y autonomía. Y para las segundas, las comunidades, la diversidad está implicada en la variedad de culturas, lenguas (incluyendo la lengua de señas), en la diferencia de los contextos geográficos y las situaciones de dificultad debido a problemáticas ambientales, sociales, económicas y políticas. Desde esta perspectiva, es una obligación del Estado buscar mejores condiciones para que la educación se convierta en una oportunidad al alcance de cualquier persona, y sea al mismo tiempo, como lo señala Nussbaum, una herramienta para “constituir una sociedad decentemente atenta a la igualdad humana” (2007, p. 349). Con esta expresión, la autora señala la aspiración a una sociedad intolerante frente a los totalitarismos de cualquier tipo, y ante las dinámicas sociales, políticas y culturales que los puedan promover. En su lugar, se busca un marco de justicia para la educación con un conjunto de relaciones fundamentadas en la paz. Por lo tanto, la inclusión y la equidad en la educación si bien pueden desarrollarse a manera de principios (enunciados), enfoques (perspectivas) o estrategias (medios) de la política educativa, enlo fundamental lo que mejor las define es comprenderlas como procesos, es decir, como conjuntos de fases, operaciones o tareas que se relacionan estrechamente y se desarrollan de forma continua, sistemática y en corresponsabilidad del Estado con la sociedad para la transformación del sistema educativo en su conjunto, por cuanto este se advierte como el problema central, y no las personas ni las sociedades en su diversidad. En consecuencia, la inclusión y la equidad en educación no solo tratan de la equiparación de oportunidades de algunas poblaciones a través de acciones afirmativas focalizadas, que se producen por efecto de la exclusión sufrida en razón a alguno de sus atributos o situaciones, sino también del cambio estructural, necesario y urgente, de los sistemas educativos para la garantía del derecho a la educación de calidad para todas las personas sin excepción. Por supuesto que la transformación sistémica requerida desborda al sector educativo y puede ser que los factores sociales, económicos y culturales no favorezcan o menoscaben los propósitos asociados con la equidad y la inclusión en la educación. Sin duda, la realización de estos ideales guarda una enorme complejidad, pero a la vez, como expresa el Informe de 12 Educación para todas las personas sin excepción Seguimiento de la Educación en el Mundo de la Unesco, la educación brinda un punto de entrada fundamental para construir sociedades inclusivas, si “se considera que la diversidad de los educandos no es un problema sino un desafío” (2020, p. 10). Y más adelante, al respecto, plantea, Los sistemas educativos deben tratar a todos los educandos con dignidad a fin de superar las barreras, elevar el nivel alcanzado y mejorar el aprendizaje. Los sistemas no deben etiquetar a los educandos, una práctica adoptada con el pretexto de facilitar la planificación y la impartición de las respuestas educativas. […] Los educandos tienen identidades múltiples e interrelacionadas. Además, ninguna característica está asociada a una capacidad predeterminada de aprender (Unesco, 2020, p. 10). En consecuencia, garantizar una educación para todas las personas y a lo largo de la vida, implica estar en capacidad de identificar e influir en los determinantes sociales que inciden en las posibilidades de que niñas, niños, adolescentes, jóvenes, personas adultas y mayores participen plenamente en los procesos educativos. Sin embargo, desde esta perspectiva se impone la prioridad de reconocer y valorar la riqueza de lo diverso en el proceso de constitución de cada cual, en términos individuales y colectivos. Educarse en un país diverso permite disfrutar y sacar provecho de la abundancia que trae consigo la experiencia de la heterogeneidad de las regiones que lo conforman, de su biodiversidad, de las culturas que en ellas se desarrollan y en su transcurrir histórico. El reconocimiento de lo diferente y diverso manifiesta una tensión social por la lucha de una justicia no solo en cuanto a la distribución objetiva y equitativa de los bienes y servicios, sino, además, en términos intersubjetivos, donde las relaciones se producen entre iguales. Por esta vía la inclusión y la equidad en educación es un propósito que interpela las formas sociales existentes donde, en efecto, por ahora prima la falta de reconocimiento de las otras personas. En conclusión, desde el punto de vista de los derechos, la educación es considerada un patrimonio básico para el desarrollo individual y social, y para la adquisición y fortalecimiento de capacidades que contribuyan a la autonomía y libertad que corresponde a todos los seres humanos desde el momento en que nacen hasta el final de sus días. La educación para el desarrollo humano brinda a las personas mundos posibles de habitar gratamente vivibles, más equitativos y justos, donde el bienestar, la convivencia, la responsabilidad y la compasión estén siempre presentes, y advierte y promueve la necesidad de construir y vivir juntos en un lugar donde todas las personas sean visibles y tenidas en cuenta. Lineamientos de política para la inclusión y equidad en educación 13 Lo diverso de lo humano y la justicia social en la educación En divergencia con las concepciones económicas clásicas, Sen planteó aspectos claves para entender el desarrollo humano equiparado a bienestar y a vida buena. Según sus postulados, son un conjunto de condiciones que posibilita a los individuos desplegar sus dotaciones y capacidades para escoger —en la medida de su autonomía— el proyecto de vida que consideren fundamental, y les ofrece las ventajas que desean. “El desarrollo es un proceso de expansión de las capacidades que disfrutan los individuos”, en cuanto a posibilidades de alcanzar desempeños valiosos (Sen, 1999b, citado por London y Formichela, 2011, p. 19). De esta manera, se comprende que cuantas menos posibilidades de escogencia y más ausencia de recursos y medios para acceder a oportunidades valiosas tenga una persona, más limitaciones existirán para el bienestar del ser humano en su desarrollo. Por ello, la sociedad debe ocuparse de cualificar permanentemente el andamiaje estatal e institucional a fin de hacerlo pertinente, oportuno, inclusivo y equitativo, consecuente con los intereses que, tanto en el orden individual como en el colectivo perfilan lo que significa una vida buena, justa y digna. De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), las desigualdades que se manifiestan en los diversos ámbitos del desarrollo social en América Latina también están marcadas por los ejes de género, raza y etnia, así como por determinados momentos del ciclo de vida, como la infancia, la juventud, la vida adulta y la vejez. También son muy pronunciadas la heterogeneidad y las desigualdades territoriales en los países y en las zonas rurales y urbanas y entre estas (CEPAL, 2016, p. 19). Por lo tanto, no se trata de las mismas oportunidades para todas las personas, ya que “tratar igual a los desiguales promueve la desigualdad” (De la Cruz Flores, 2017, p. 166). De allí, la importancia de que la equidad, “[…] solo puede construirse como un excedente otorgado por encima de las condiciones de igualdad orientada a compensar las diferencias” (De la Cruz Flores, 2017, p. 9). De esta manera, se precisa que la igualdad es entendida como un estado de las cosas, “[…] es un resultado que puede observarse en insumos, productos o resultados”, mientras que la equidad alude al proceso que puede ser intencionado y orientado, porque son “[…] acciones que apuntan a garantizar la igualdad” (Unesco, 2020, p. 10). Eso significa que para una educación equitativa, además de tener en cuenta lo relacionado, principalmente, con aspectos inherentes al servicio educativo como las condiciones de acceso (transporte, uniformes, etc.), permanencia (alimentación y rezago escolar, por ejemplo), el proceso y metas educativas (docentes, ambientes de aprendizaje, evaluaciones) y lo referido a la infraestructura física y las dotaciones (bibliotecas, computadores), es prioritario avanzar en las condiciones del entorno escolar y en las especificidades de las 14 Educación para todas las personas sin excepción personas, su cultura y sus valores, es decir, en el estrecho lazo entre diversidad y equidad. Para estrechar este vínculo, es necesario reconocer y trabajar sobre las barreras históricas que han impedido hacer realidad la inclusión y la equidad en educación, y tener conciencia de la necesidad e importancia de no admitir ninguna clase de discriminación en razón a la diferencia entre los individuos para conseguir el bienestar de todas las personas. Como se insiste en varios documentos de la Unesco, esta empresa implica acciones en lo macro y en lo micro, en las personas y en las estructuras, en las formas de gestión tanto en la planeación como en la acción. Porlo tanto, la inclusión es un proceso transformador que asegura la plena participación y el acceso a oportunidades de aprendizaje de calidad para todas las niñas, los niños, adolescentes, jóvenes, personas adultas y mayores, que tiene como base el respeto y valoración de la diversidad, y elimina todas las formas de discriminación en la educación y en la sociedad. En este contexto, la inclusión alude al compromiso de hacer que los establecimientos educativos y otros entornos de aprendizaje sean lugares de acogida, donde todos sean valorados, y donde la diversidad sea vista como una riqueza (Unesco, 2019). En este orden de ideas, la educación inclusiva y equitativa es condición fundamental para el desarrollo humano. Supone asumir que el legado para las nuevas generaciones se centra en la valoración de lo que hace distintos a cada cual, como una oportunidad que enriquece las interacciones en los diferentes ámbitos de la sociedad y se resiste a excluir en razón a la diversidad. Así, todas las singularidades de nacimiento y desarrollo del curso de vida de las personas, y en las sociedades de manera natural, no son condiciones que predisponen para la exclusión y la discriminación, más bien son oportunidades que enriquecen a la sociedad y a las comunidades en su constitución básica, así como en los acervos de las culturas. Nacer iguales y diferentes al mismo tiempo señala que cada ser humano debe ser reconocido y respetado en su autenticidad, y en lo que acontece en cada uno, y que la sociedad confía al Estado la responsabilidad de disponer de condiciones y oportunidades educativas necesarias para que todas las personas puedan interactuar desde sus cosmovisiones y cosmogonías, nutrirse de la riqueza que ofrecen los otros, y crear colectivamente bienes y servicios que enriquecen y proyectan las posibilidades de la especie humana, sus organizaciones y el entorno natural. La experiencia educativa inclusiva y equitativa se configura y nutre en medio de esta diversidad, que también se manifiesta en la particularidad y pluralidad de los contextos y territorios en los que esta ocurre, y en las formas propias y situadas en las que se edifican las interacciones entre las personas, sus entornos y situaciones en donde comparten características en razón de sus condiciones étnicas, capacidades, edad, género, sexualidad, creencias, prácticas e intereses. Todo ello obedece a construcciones simbólicas que configuran y dinamizan las culturas con conocimientos y saberes particulares, así como a formas de acceder o producir conocimiento, y de concebir Lineamientos de política para la inclusión y equidad en educación 15 horizontes deseados para sus integrantes, sus hábitats, territorios y colectividades. Por lo tanto, la educación es una manera de intervenir en los múltiples factores y actores sociales, políticos y culturales que mantienen imaginarios, concepciones y prácticas de exclusión, segregación, marginación y discriminación capaces de afectar, frecuentemente, de forma simultánea a personas, grupos de la sociedad y comunidades. Especial atención merece la familia como institución primaria educadora que contribuye de forma contundente a favor o en contra de esta situación. La Unesco en todas sus agendas subraya la atención a la igualdad de género por los efectos negativos que su rezago produce en la pobreza, la salud, la economía y en una perspectiva sostenible del medio ambiente, y se resalta su función catalizadora en el cruce con otros atributos de las personas. De esta manera, “una meta relativa a la educación nunca deberá considerarse cumplida mientras no haya sido alcanzada por todos” (Unesco, 2016, p. 30), y de allí, que sigue siendo una meta en Incheon eliminar las disparidades de género en la educación y asegurar el acceso igualitario a todos los niveles de la enseñanza y la formación profesional para las personas vulnerables, incluidas las personas con discapacidad, los pueblos indígenas y los niños en situaciones de vulnerabilidad (p. 21). En términos educativos, esta pluralidad social y cultural interpela y reta la universalidad de los sistemas, y fractura las pretensiones de acciones educativas estandarizadas y homogéneas. Es una invitación a pensar y actuar en relación con lo local, de forma sensible con la variedad que convive en los territorios y que se expresa de manera situada y contextualizada en las comunidades educativas. Allí, pero también en lo global, se precisa la importancia del encuentro consigo mismo para reconocerse único y diverso, y de esta manera hallarse con otras personas igualmente diferentes y diversas. En este orden de ideas, y parafraseando a Bárcena y Mélich (2014), se sostiene que la educación se asienta en una genuina preocupación por acoger y proteger lo más humano, y en esta afirmación también se revela el mayor fracaso de la humanidad en su incapacidad de entenderse con los otros. El desafío consiste en que el prójimo concierne a todos antes de cualquier consideración: “El prójimo no me concierne porque sea reconocido como perteneciente al mismo género que yo; al contrario, es precisamente otro” (Lévinas citado por Losada, 2005, p. 56). Desde esta perspectiva, el otro es un descubrimiento que acontece en las relaciones entre las personas, donde comparten sus diferentes concepciones de la vida. El reto es alternar con otras opiniones, ideas, sentimientos, acciones, valoraciones, tonos afectivos, costumbres o prácticas sociales diversas (García, 2012), y salir siendo otros, ojalá mejores. La alteridad, entonces, permite ponerse en el lugar del otro para ampliar, profundizar o cambiar las comprensiones, y así evitar su dominación. En este sentido, la educación inclusiva y equitativa vela por el cultivo del entendimiento entre las personas y activa la voluntad en ellas para exponerse y asumir, éticamente, las consecuencias de las conversaciones entre las culturas. 16 Educación para todas las personas sin excepción La educación inclusiva y equitativa como responsabilidad y cuidado a lo largo de la vida Para cualquiera de los contextos en los que se hace referencia al concepto de educación a lo largo de la vida, se admite como supuesto general que por definición somos seres para el aprendizaje, por cuanto la educación se ocupa de hacernos humanos. En específico, estos lineamientos de política se refieren a la importancia de la educación en cada uno de los momentos por los que transitan los seres humanos en su curso de vida4, y estratégicamente se sustenta, con finalidades educativas tan amplias y variadas como la promoción del desarrollo económico y el empleo; la inclusión social, la cohesión y participación democrática; el crecimiento y realización personal, o el desarrollo y enriquecimiento cultural (Vargas, 2017). Según el Instituto de la Unesco para el Aprendizaje a lo Largo de Toda la Vida, esta aproximación longitudinal a la educación integra el aprendizaje y la vida, lo cual implica considerar actividades de aprendizaje para personas de todas las edades (niñas, niños, adolescentes, jóvenes, adultos y mayores), en todos los contextos de la vida (familia, escuela, comunidad, lugar de trabajo, etc.) y mediante diversas modalidades (educación formal, no formal e informal) (Unesco, s. f.). 4. El enfoque de curso de vida aborda los momentos del continuo de la vida y reconoce que el desarrollo humano y los resultados en salud dependen de la interacción que establecen diferentes factores en el transcurso de la vida, de experiencias acumulativas y situaciones presentes de cada individuo influenciadas por el contexto familiar, social, económico, ambiental y cultural (Ministerio de Salud y Protección Social, 2015). Para avanzar en esta perspectiva, inicialmente es fundamental que los Gobiernos garanticen el cumplimiento de las trayectorias educativas completas para todas las personas, esdecir, de “los recorridos que realiza cada persona para consolidar, fortalecer o transformar sus aprendizajes y su desarrollo a lo largo de la vida” (Unicef-Corpoeducación, 2018, p. 10). Un desarrollo que como proceso, ya sea por etapas o dimensiones del ser humano, no es lineal ni progresivo ni acumulativo. En este punto, se precisa, en coincidencia con la Unesco, que las trayectorias incluyen todos los aprendizajes que se construyen en diferentes entornos y las experiencias que los posibilitan, responden a los intereses particulares de cada persona y son afectadas por las condiciones culturales, sociales y económicas que definen el curso de vida (Unicef-Corpoeducación, 2018, p. 10). Esto implica para la política educativa identificar y trabajar sobre los factores que afectan el cumplimiento de las trayectorias educativas completas de la población estudiantil en cuanto a inclusión y equidad en la educación, y que, de acuerdo con las orientaciones ya citadas, elaboradas en conjunto entre el Unicef, el Ministerio de Educación Nacional y Corpoeducación (2018), se organizan en tres tipos: Lineamientos de política para la inclusión y equidad en educación 17 de Incheon, especialmente preocupantes debido a que una gran proporción de la población mundial no escolarizada vive en zonas afectadas por conflictos y que las crisis, la violencia y los ataques contra las instituciones educativas, los desastres naturales y las pandemias continúan perturbando la educación y el desarrollo en el mundo (2016, p. 9). Claramente, la educación a lo largo de la vida es una apuesta política por la equidad, que compromete estructuralmente al sistema educativo en cuanto a su articulación interna y coordinación entre los subsistemas educativos que lo constituyen, así como su relación con aliados institucionales y sectoriales tanto en el nivel nacional como en el regional, institucional y local. Estos procesos, en conjunto, concitan al diseño e implementación de estrategias que permitan a cualquier persona en su curso de vida, articular su trayectoria educativa completa en el marco de diversas oportunidades, a través de tránsitos armónicos no solo de un nivel, ciclo o grado escolar a otro, sino también en los diferentes entornos y momentos de la vida y a través de las distintas modalidades de la educación. De esta forma, la educación para cada uno se constituye en una experiencia social y cultural y no solo escolar, que sucede acorde con los intereses y necesidades de las personas en sus distintos momentos del ciclo vital, y que reconoce que el desarrollo humano depende del aprovechamiento de las oportunidades que brindan el Estado, el Gobierno y la sociedad, y que labran las mismas personas por medio de variadas interacciones significativas a lo largo de la vida que sirven al proyecto humano. a. Factores asociados al proceso de aprendizaje de niñas, niños, adolescentes, jóvenes y personas adultas, como la baja motivación por aprender, la insatisfacción de intereses y necesidades, la excesiva memorización y la poca comprensión de las actividades, entre otros. a. Factores asociados a la historia del recorrido de los estudiantes por el sistema educativo, como el ingreso tardío al sistema, la repitencia escolar sin intervención o detección temprana, la paternidad y maternidad temprana, entre otros. a. Factores asociados a su contexto social e institucional como las distancias con las instituciones educativas, el desplazamiento forzoso, la falta de acompañamiento familiar, el ingreso temprano al sistema laboral, y la percepción negativa frente al proceso educativo por parte de familias y estudiantes, entre otros. Otro factor que afecta las trayectorias educativas, no identificado por el documento citado, hace referencia al desarrollo mismo de las personas, en particular a las transiciones de una etapa del ciclo vital a otra, como el paso de la primera infancia a la infancia — atravesado, entre otros, por la construcción del lenguaje—, o de la infancia a la adolescencia caracterizado por procesos asociados con la identidad y con transformaciones físicas y de proyecto de vida. Sin embargo, para el cumplimiento de las trayectorias educativas, quienes no se encuentran en los sistemas educativos son, como lo plantea la Unesco en la declaración 18 Educación para todas las personas sin excepción Cuando se subraya esos otros escenarios donde suceden aprendizajes, diferentes al escolar, se despliega el concepto de “entornos educativos” que hace alusión a los espacios físicos, sociales y culturales donde habitan las personas, y “[…] en ellos se produce una intensa y continua interacción con el contexto que nos rodea, es decir con el espacio físico y biológico, con el ecosistema, la comunidad, la cultura y la sociedad en general…” (Minsalud, 2014, p. 11). En estos entornos suceden experiencias de aprendizaje, no necesariamente intencionadas ni sistemáticas, como sí acontecen en las instituciones educativas, cuyos tiempos, espacios y dinámicas están estructurados y orientados para ello y para la enseñanza en específico. Por lo tanto, para el presente documento se asumen las responsabilidades que les compete a los sistemas educativos en relación con la orientación pedagógica y, en particular, con los procesos de enseñanza y aprendizaje, entendiendo a la vez la importancia de su rol en el ecosistema social y cultural para el aprendizaje, que con creces excede al sector. De esta manera, se entiende entonces que, en términos de la equidad en educación, la inversión en atenciones oportunas en los sistemas educativos para cada generación y en los diferentes momentos del ciclo vital, repercute en beneficio de las personas, de la sociedad presente y de las siguientes generaciones. Como lo plantea Vargas (2017), si se aplica a las políticas de aprendizaje a lo largo de toda la vida, la redistribución supondría garantizar el acceso a oportunidades educativas para todas las personas y gozar de ellas de forma estable, y “[…] la posibilidad de que los resultados de la educación puedan obtenerse y disfrutarse con relativa igualdad” (p. 10). Lineamientos de política para la inclusión y equidad en educación 19 Por ello es importante insistir en políticas y prácticas de gestión estatales y gubernamentales orientadas a la superación de las condiciones estructurales y situaciones particulares que acentúan la disparidad, vulnerabilidad y desigualdad en el acceso a la educación, la participación en ella, su continuidad y finalización, así como en los resultados del aprendizaje. Al respecto, sentencia la Unesco: La evidencia es concluyente: la equidad en la educación es rentable. En los países de la OCDE, los sistemas educativos que obtienen mejores resultados son aquellos que conjugan equidad y alta calidad. En estos sistemas educativos, la gran mayoría de los estudiantes pueden adquirir conocimientos y competencias de alto nivel que dependen más de su capacidad y voluntad que de su entorno socioeconómico (2021, p. 20). La deuda histórica con la igualdad educativa de los grupos minoritarios conlleva un asunto de justicia. Los patrones de dominación mayoritarios no pueden ser la guía de una educación para todos. Cada grupo tiene el derecho a tener la educación propia de acuerdo con sus particularidades y su cultura, y a vivir en una sociedad que los visibiliza, respeta y reconoce sus diferencias: los indígenas, las mujeres, los afrocolombianos, los rom, las personas con discapacidad, con capacidades o talentos excepcionales, quienes se encuentran en la primera infancia, infancia, adolescencia, juventud, adultez o senectud, los inmigrantes, las posiciones y roles que se desempeñan en la sociedad, las orientaciones o preferencias sexuales, la procedencia o el origen, para todas las personas aplica la justicia en la educación, y la valoración y consideraciónde sus identidades y diversidad cultural, personal y grupal como principio ético y moral. La idea de justicia en las sociedades modernas se fundamenta en la igualdad y en la inclusión. Como ya se dijo, la igualdad implica un trato igual, así como derechos y garantías de acceso a oportunidades equivalentes, a pesar de las diferencias existentes entre los individuos. Es “evitar ser tratado o considerado diferente, mientras que en la justicia lo relevante es lidiar con lo que de hecho nos hace diferentes” (Hernández, 2007, p. 50). La igualdad tiene como objetivo un trato “entre iguales” y la justicia, una igualdad que se hace práctica real entre “desiguales”. En “una sociedad justa, las libertades de la igualdad de ciudadanía se dan por establecidas definitivamente, y los derechos asegurados por la justicia no están sujetos a regateos políticos ni al cálculo de intereses sociales” (Rawls, 1991, p. 17). Deberá asegurarse, entonces, una educación inclusiva y equitativa para todos mediante la formulación y aplicación de políticas públicas transformadoras, que tengan en cuenta la diversidad, enfrenten las múltiples formas de discriminación y atiendan las necesidades de las personas y territorios, incluso en las situaciones que reducen su independencia y autonomía, como las de emergencia, que impiden la realización del derecho a la educación. También políticas que corrijan los desequilibrios a los que muchas veces han aportado, a través de investigaciones y estudios que precisen sus efectos en cuanto a las oportunidades educativas y los resultados del aprendizaje entre las regiones, los hogares, los grupos étnicos o socioeconómicos y, sobre todo, entre las distintas escuelas y sus comunidades. 20 Educación para todas las personas sin excepción De allí que la educación a lo largo de la vida potencie la condición habilitante del derecho a la educación para el disfrute de los otros derechos, por cuanto los amplía y profundiza, lo cual se manifiesta, por ejemplo, en la reducción de la pobreza, la protección a los grupos sociales más vulnerables, en la ampliación de oportunidades, en el fortalecimiento de las democracias5 y en la sostenibilidad a escala humana6. En general, es fundamental para el proceso de inclusión y equidad: La educación a lo largo de la vida […] es una de las mejores concreciones de “la reflexividad social”, es decir, la creciente autoconciencia social de los seres humanos desde un punto de vista individual y colectivo, propia de sociedades complejas y de conocimiento como la nuestra (Beltrán, 2015, p. 9). Esta filigrana que precisa estos lineamientos de política para la inclusión y la equidad en educación, sienta las bases para desplegar de forma genuina el desarrollo integral de las personas, entendido como “el proceso singular de transformaciones y cambios de tipo cualitativo y cuantitativo mediante el cual 5. En cuanto a mayor participación, tolerancia y civismo, así como al fortalecimiento de las instituciones civiles. Adicionalmente, “La educación a lo largo y a lo ancho de la vida nos ofrece la gramática y la pragmática para firmar un nuevo contrato social (que ahora también ha de ser con la naturaleza) para estar en paz con el planeta y emprender una nueva reforma del entendimiento que nos permita desplazar nuestros marcos de sentido, mirar el mundo de otra manera, y contarlo (no un sentido contable, sino narrativo) con un nuevo abecedario de la vida” (Beltrán, 2015, p. 8). 6. “[…] porque acrecienta nuestra conciencia sobre la necesidad de gestionar nuestros recursos de manera responsable y nos permite pensar en el legado que queremos dejar a las generaciones venideras” (Beltrán, 2015, p. 8). la persona dispone de sus características, capacidades, cualidades y potencialidades para estructurar progresivamente su identidad y su autonomía” (art. 4, Ley 1804 de 2016). En esta concepción, además de comprender las diferentes dimensiones del ser humano y de reconocer su transformación en el curso de vida como elementos centrales, el desarrollo integral también supone vislumbrar los cambios en los intereses, necesidades y expectativas, así como en las capacidades, habilidades y actitudes, y en situaciones y condiciones que inciden en las formas de aprendizaje y participación de las personas a lo largo de su vida. Como ya se mencionó, los procesos que constituyen el desarrollo integral de las personas en su curso de vida no son lineales ni secuenciales, y menos aún progresivos o acumulativos. Son procesos tan diversos en su desarrollo como los seres humanos, en sus territorios y contextos. Si bien hay una aspiración común y consensuada a lograr el desarrollo pleno de cada persona para el ejercicio de sus derechos como ciudadana, les corresponde a los sistemas educativos disponer de trayectorias a favor de la diversidad de oportunidades para todos. El acercamiento longitudinal a la educación, y la posibilidad que ofrece de fortalecer el compromiso ético de la sociedad y los Gobiernos por la equidad, abre oportunidades reales para el reconocimiento de la diversidad como condición sustancial de la inclusión en la educación. En este contexto, toma relevancia comprender la educación más allá del encuentro con el otro, y entonces, asumirla como la responsabilidad y cuidado del otro a lo largo de la vida. Arendt (1996) Lineamientos de política para la inclusión y equidad en educación 21 entiende la educación como la bienvenida que los antiguos le dan a los recién llegados, donde “[…] el niño es nuevo sólo en relación con un mundo que existía antes que él, que continuará después de su muerte y en el cual debe pasar su vida” (p. 197). La condición de novedad para los sujetos de la educación puede explicarse en una doble condición: “[…] es nuevo en un mundo que le es extraño y está en proceso de transformación, es un nuevo ser humano y se está convirtiendo en un ser humano” (197). En este marco, como lo precisa Arendt, las personas adultas y en particular “los educadores representan para el joven un mundo cuya responsabilidad asumen, aunque ellos no son los que lo hicieron y aunque, abierta y encubiertamente, preferirían que el mundo fuera distinto” (p. 201). En consecuencia, “todos somos responsables de todo y de todos ante todos, y yo más que los otros”, sentencia Medina (2014) retomando a Dostoyevski, y en este contexto se vuelve a él al señalar la importancia de los equipos estratégicos en el sector educativo para la garantía del desarrollo integral en el proyecto de humanidad. La responsabilidad con el otro en su diversidad y a lo largo de toda la vida es central en la educación como política de reconocimiento, es decir, de saberse cada cual construido y constituido en relación con las demás personas. El reconocimiento, por lo tanto, desde la perspectiva de la justicia social lleva a cambios culturales y simbólicos de la configuración de ciertos grupos sociales, es decir de los otros: En la práctica, esto supone reconocer los deseos de las personas, más allá de los mandatos sociales, los conceptos globales y los discursos imperantes; esto es, un proceso de aprendizaje a lo largo de la vida que pueda proporcionar distintos elementos de bienestar, que no se limiten a la redistribución” (Vargas, 2017, p. 12). En la práctica, hacerse responsable del otro implica advertir tanto en lo macro como en lo micro que “a menudo, las desventajas están interrelacionadas. Aquellos que tienen más probabilidades de ser excluidos de la educación también se encuentran en desventaja a causa de la lengua, el lugar donde viven, el género y el origen étnico” (Unesco, 2020, p. 12). Esto requiere información y herramientas para identificar, analizar y problematizar las estructuras sociales, políticas y culturales que constituyen las barreras para que las personas logren estar en la situación que desean, desde enfoques interculturalese interseccionales. El reconocimiento de los otros y la responsabilidad que este conlleva tiene su mayor desafío cuando el otro es sustancialmente más extraño a una sociedad, es decir, las personas inmigrantes, refugiadas, apátridas y en situación de desplazamiento interno son las más vulnerables del mundo, especialmente las niñas, los niños, jóvenes y mayores, “[…] cuyo derecho a la educación se ve coartado por la guerra y la inseguridad. Estos niños son fundamentales para alcanzar un futuro sostenible y seguro, y su educación es importante para todos” (Guterres citado en Unesco, 2016, p. 13). 22 Educación para todas las personas sin excepción La triada de base para la inclusión y la equidad en educación La materialización de la inclusión y la equidad en la educación se precisa en las tres dimensiones que sirven para articular los principales elementos que permiten el fortalecimiento de los sistemas educativos, estas son: las prácticas, las políticas y las culturas. Estas, la vez que son dimensiones que definen ámbitos para el análisis de la realidad educativa, también configuran escenarios estratégicos para lograr mejores intervenciones en cuanto a oportunidad y asertividad, acordes con los desafíos implicados en el camino del reconocimiento y respeto a la diversidad a través de la educación inclusiva y equitativa. Son sugeridas en los referentes internacionales y nacionales en la materia, y a través de ellas se organiza un campo de intervención y proyectan su desarrollo a partir de actividades que se formulan acorde con el respectivo contexto situacional (ver apartado “La acción educativa para la inclusión y la equidad”). Las tres dimensiones tienen alcances diferentes, donde lo más estructural es la cultura y por ello su concreción resulta más compleja, y los cambios se producen a largo plazo. Las políticas y las prácticas, por su parte, se ubican en los extremos de una antípoda donde las primeras son declarativas, globales y atienden a un deber ser, mientras que las segundas están en la acción, situadas, y se configuran en el marco de una cultura, razón que hace que sus cambios se produzcan a corto y mediano plazo. Las tres dimensiones para la inclusión y la equidad en educación tienen en común, como punto de partida, la identificación de barreras que impiden que todas las niñas, los niños, adolescentes, jóvenes, personas adultas y mayores puedan acceder a la educación, avancen en su trayectoria educativa o superen los tránsitos por los diferentes grados, ciclos y niveles del sistema educativo. El trabajo sobre la dimensión de las culturas para la inclusión y equidad en educación se vincula con un amplio, complejo y dinámico tejido de relaciones entre las personas con su entorno, que son la base para toda producción material e inmaterial en momentos y lugares determinados, y que, para el caso, se aspira a que favorezca y estimule el reconocimiento y la valoración de todos quienes se encuentran en el sistema educativo. Se trata, por lo tanto, de la posibilidad de construir permanente y progresivamente en la sociedad, y en particular en las comunidades educativas, principios, imaginarios, comportamientos y actitudes seguras, acogedoras, cuidadoras, colaboradoras, responsables y estimulantes de la diversidad a través de las cuales todas las personas aprendan, participen y logren su desarrollo integral. Con este anhelo, el trabajo en torno a la dimensión cultural se orienta hacia procesos de comunicación y pedagogía social que permitan activar y movilizar la reflexividad individual y colectiva de las bases sobre las que se asientan las formas Lineamientos de política para la inclusión y equidad en educación 23 de estigmatización, marginalización o discriminación, que, en lo fundamental, son afectos, sentimientos y emociones construidas social y culturalmente sobre otras subjetividades, culturas y territorialidades. Esta dimensión también debe consentir la posibilidad de explicitar los lugares de enunciación de cada individuo, las historias personales y comunitarias, así como activar mejores formas de escucha, de introspección, y maneras de manifestar posicionamientos propios, etc. La cultura tiene como principal finalidad la toma de conciencia sobre la importancia del respeto, la valoración y la responsabilidad con la diversidad, y esto se concreta en la posibilidad de promover e incorporar valores deseables (Plancarte, 2017). Un aspecto que vale la pena resaltar es que la cultura no es estática, es más bien dinámica, cambia y se nutre por quienes participan en ella, y de ahí, que sea una oportunidad su posible transformación, especialmente para remover los obstáculos menos visibles, pero de mayor impacto en las relaciones cotidianas de las personas y las comunidades. Por eso, la posibilidad de incidir en la cultura de la sociedad en general, y en las culturas escolares en particular, son apuestas centrales para movilizar el cambio. Sin embargo, es importante advertir que no todos los cambios en la cultura proceden de las políticas, y en la mayoría de los casos tienen una importante base en las prácticas que se tejen en la interacción directa y cotidiana en las sociedades y comunidades. Por esto, es clave que las estrategias comunicativas asociadas al trabajo en la dimensión cultural estén orientadas a garantizar, por un lado, mejores comprensiones de las políticas que se impulsan, construyendo lenguajes comunes y de forma colectiva. Y, por otro lado, las estrategias tienen que inspirar a que todas las personas revisen permanentemente sus prácticas en la cotidianidad, a partir, por ejemplo, de los obstáculos que develan las caracterizaciones y estudios sociales y culturales, y que por sí solos difícilmente pueden reconocerse. La dimensión de las políticas por su parte, se refiere al conjunto de normas, programas, proyectos y planes que contienen los objetivos, las categorías centrales y orientaciones principales a largo, mediano y corto plazo, que contribuyen al desarrollo del proyecto educativo para el país, las regiones y en los establecimientos educativos. Tiene por finalidad garantizar, de forma suficiente y coherente, un marco normativo y político que materialice la acción estatal y de gobierno sobre la inclusión y la equidad en educación. Las políticas permean todos los procesos del andamiaje institucional del sistema educativo, y respecto a la inclusión y la equidad están orientadas a favorecer el aprendizaje, el desarrollo integral y la participación de todas las niñas, niños, adolescentes, jóvenes, personas adultas y mayores. La formulación de políticas inclusivas y equitativas en educación exige reconocer las dificultades que enfrentan la población estudiantil y sus familias tanto para el acceso como para la permanencia y disfrute de una educación pertinente y de calidad. Estas dificultades se manifiestan en las 24 Educación para todas las personas sin excepción brechas de inequidad social y económica que, incluso, se robustecen o debilitan por acción del propio sistema educativo, a causa de su estructura y forma de organización, o por los criterios y procedimientos utilizados para la gestión, distribución y seguimiento de los recursos económicos y humanos. Las políticas se formulan en todos los niveles del sistema educativo, desde el nacional, regional, local y hasta el aula, donde se entienden las decisiones sobre lo pedagógico como una acción política. Esto implica vincular actores igualmente diversos, del propio sistema y de otros sectores, para el logro de una oferta educativa más robusta, inclusiva y equitativa, que reconozcan la importancia de todos los escenarios. Sin embargo, cambios políticos como la transformación de las estructuras administrativas, que en ocasiones son excluyentes, es un trabajo que abarca la cultura, y a la vez, ajustar los parámetros que orientan laacción estatal y las formas de proceder dentro del sistema educativo, en articulación y coordinación con otros sectores como la salud, la justicia, etc. Son cambios que conciernen a las políticas y las prácticas. De allí la importancia de la interrelación entre las dimensiones por cuanto solo así, en su conjunto, pueden alcanzarse los propósitos relacionados con la inclusión y la equidad en educación. Es necesario que las políticas prevean acciones que permitan contar con sistemas de información robustos, con datos confiables y actualizados que sirvan como base para orientar la formulación de planes, programas y proyectos, así como su monitoreo y evaluación permanente, la optimización de los recursos y la distribución de los presupuestos de forma más equitativa, donde cada estudiante cuente y cuente por igual. También es importante garantizar que una vez se logren sistemas de información más completos y eficientes, se utilicen los datos efectivamente para la toma de decisiones en todos los niveles territoriales del sistema educativo colombiano. Finalmente, la dimensión de las prácticas se configura a través de la cultura y las políticas, y tiene que ver con la acción en los diferentes niveles del sistema educativo. Su finalidad es concretar las políticas en intervenciones situadas y contextualizadas, mediadas por la cultura. Por lo tanto, esta dimensión se refiere a las prácticas de gestión de los equipos directivos, técnicos y académicos del orden nacional y regional, así como a las prácticas pedagógicas y de dirección escolar que suceden en la relación de los equipos docentes y el estudiantado para los procesos de enseñanza y aprendizaje, la participación plena y el desarrollo integral. Las prácticas en perspectiva de la inclusión y equidad en la educación invitan al reconocimiento de la diversidad, presente en la población estudiantil y en los entornos donde se desarrolla: sus cosmogonías y cosmovisiones, los conocimientos y saberes culturales, las diferentes inteligencias y capacidades de las personas, sus edades, identidades y orientaciones sexuales, las concepciones y formas de organización del tiempo y de los espacios, y las situaciones de vulnerabilidad en que pueden encontrase, entre otros. Lineamientos de política para la inclusión y equidad en educación 25 En las prácticas es fundamental la reflexión y comprensión sobre las causas de las barreras y obstáculos para la inclusión y equidad en la educación, así como el diseño de alternativas acordes con cada nivel territorial del sistema educativo, la selección de recursos de apoyo adecuados, suficientes y accesibles para todos, así como la identificación de formas de evaluación que realmente permitan el mejoramiento continuo. Por tanto, urge de estrategias de sistematización a través de las cuales sea posible aprender de la experiencia, entendida como una práctica situada. Es la dimensión que está más directamente relacionada con la acción cotidiana de los actores del sistema educativo en cada uno de sus niveles territoriales, razón por la cual, se despliegan diferentes capacidades, habilidades, preferencias, formas de estar y de relacionarse con el mundo. La intervención en la dimensión de prácticas se debe ver reflejada en la participación democrática, la solidaridad y la sensibilidad social del conjunto de equipos que actúan en el sistema educativo, donde no importa cuál sea su tarea, pues se debe tener presente que el centro de esta política son las niñas, niños, adolescentes, jóvenes, personas adultas y mayores, y que su responsabilidad es aportar lo mejor según sus conocimientos y experiencias para lograr mayor inclusión y equidad en los procesos en los que cada uno esté involucrado. Como consecuencia, la población estudiantil y sus familias se verán beneficiadas de que sus voces sean escuchadas y sus necesidades sean atendidas con dignidad, consideración y respeto para alcanzar cada vez mejores y mayores logros en su proceso educativo. Finalmente, las tres dimensiones en su interrelación requieren una mayor participación —planeada y organizada de forma pertinente y relevante para todos— de las comunidades educativas y, en general, de la sociedad civil, con las cuales es fundamental trabajar en torno a un conjunto de ideales, supuestos y creencias compartidas a favor de la inclusión y la equidad en la educación, y en el compromiso colectivo de ofrecer oportunidades educativas a todos (Unesco, 2004). El sistema educativo colombiano para todas las personas sin excepción Los postulados antes expuestos, asociados a la urdimbre que se teje en torno de la inclusión y la equidad en educación, han servido para la acción del sistema educativo colombiano, que ha transitado de algunas concepciones asociadas con la integración educativa, válida y generalizada en los años noventa del siglo XX, a otra donde paulatinamente se adquieren perspectivas más comprensivas de la inclusión, y como objeto de estos lineamientos, su estrecha relación con la equidad en educación. 2 Lineamientos de política para la inclusión y equidad en educación 27 En este apartado se presenta lo que ha ganado poco a poco el sistema educativo colombiano en su conjunto, para atender la diversidad y garantizar el derecho a la educación de todas las personas sin excepción. Para ello, a continuación se presentan las condiciones normativas del sistema, que sientan las bases de posibilidad para la inclusión y la equidad en educación. Esta sección finaliza con las acciones que se expresan a través de programas, planes y proyectos educativos que permiten hacer camino en el andar. Contribuye a este apartado el anexo 1, que contiene los referentes normativos nacionales e internacionales que aplican y le dan sustento a los lineamientos. A. Condiciones del sistema educativo colombiano para la inclusión y la equidad Colombia asume como carta de navegación para la inclusión y la equidad en educación cuatro grandes referentes normativos que aplican al sector7: I. La Constitución Política, cuyo Preámbulo la define como una nación pluriétnica y multicultural. Además, los artículos 67 y 68 fijan con claridad la educación como derecho y como servicio público, y el artículo 10 reconoce la diversidad lingüística del país. II. La Ley 70 de 1993, que desarrolla el artículo transitorio 55 de la Constitución, donde se protegen los derechos de las comunidades negras, y en particular el derecho a una educación pertinente, en los artículos 32, 34, 35, 36, 39 y 42. 7. Puede verse en extenso el marco normativo que se relaciona con la inclusión y la equidad en educación, en el anexo 1. III. La Ley 115 de 1994 que, en extenso, aborda la diversidad de las personas cuando reconoce objetivos particulares para todos los niveles de escolaridad y para la educación de personas adultas (art. 50), subraya la importancia de las diferentes capacidades (arts. 46, 47, 48 y 49), y dedica apartados completos a la diversidad de las comunidades, por ejemplo, de los grupos étnicos (del art. 55 al 63) y de los contextos, y a la educación rural o campesina (del art. 64 al 67). Además, traza orientaciones generales sobre lo que hoy se denomina el Sistema de Responsabilidad Penal Adolescente en los artículos 68 al 71. IV. La Ley 715 de 2001 desarrolla la descentralización administrativa y establece el Sistema General de Participaciones (SGP). 28 Educación para todas las personas sin excepción En este contexto, se declara la autonomía institucional que se precisa en el artículo 77 de la Ley 115 de 19948, que a su vez toma cuerpo a través de los Proyectos Educativos Institucionales (PEI), los Proyectos Educativos Comunitarios (PEC), los Proyectos Educativos Interculturales y los Proyectos Educativos Propios (PEP) que formulan los establecimientos educativos según sea el caso. En estos proyectos, se recogen y organizanlos principales propósitos y apuestas educativas del país, que se sitúan territorialmente en interacción permanente entre las comunidades y todo el sistema educativo, y ponen de manifiesto sus características particulares, las necesidades, intereses y expectativas que estos territorios tienen sobre la educación. Esta autonomía institucional se encuadra en las disposiciones que ha establecido el Ministerio de Educación Nacional (MEN) en los lineamientos y orientaciones curriculares y los estándares básicos de competencias, que, por supuesto, se alinean con el Sistema Nacional de Evaluación. De esta manera, se consolida en el país una propuesta curricular descentralizada, no prescriptiva, a través de la cual los establecimientos educativos pueden decidir sobre la forma de implementar los lineamientos, y un sistema nacional de evaluación que requiere de cierta estandarización para constituirse como tal. 8. “Dentro de los límites fijados por la presente ley y el proyecto educativo institucional, las instituciones de educación formal gozan de autonomía para organizar las áreas fundamentales de conocimientos definidas para cada nivel, introducir asignaturas optativas dentro de las áreas establecidas en la ley, adaptar algunas áreas a las necesidades y características regionales, adoptar métodos de enseñanza y organizar actividades formativas, culturales y deportivas, dentro de los lineamientos que establezca el Ministerio de Educación Nacional”. En cuanto a la gestión Todo este conjunto de aspectos que constituyen la acción en los tres niveles del sistema educativo colombiano, tiene como principio de organización las competencias que se estipulan para la institucionalidad de cada nivel. A través de ellas, los actores planean, organizan y ejecutan lo que les compete, y velan por su articulación y coordinación entre ellos. Esta gestión integral en educación —que en líneas generales apunta a los componentes administrativo y financiero, pedagógico, convivencial y lo relacionado con las familias, comunidades y redes—, especifica, para el proceso de inclusión y equidad en educación, asumir de forma sustancial en su implementación, lo que establece el artículo 2 de la Ley 1346 de 2009 relacionado con el “diseño universal” de productos, entornos, programas y servicios “[…] que puedan utilizar todas las personas, en la mayor medida posible, sin necesidad de adaptación ni diseño especializado”. En relación con el componente administrativo y financiero, los criterios que aseguren la equidad en la atención educativa son fundamentales, sin restricciones asociadas con las diferencias territoriales o con la diversidad de las personas y las comunidades. La normativa que se aplica para cada caso generalmente contempla las fuentes y los criterios para su financiación a través, por ejemplo, del Sistema General de Participaciones (SGP) como se establece en la Ley 1448 de 2011, en los decretos 1953 de 2014, 2383 de 2015 y 1421 de 2017. No obstante, en esta financiación pueden concurrir recursos de la cooperación Lineamientos de política para la inclusión y equidad en educación 29 internacional, del sector privado y de otras fuentes estatales que proceden de sectores gubernamentales. Otro aspecto importante en la gestión integral en educación es la participación en instancias colegiadas y de toma de decisiones sobre aspectos administrativos y financieros en los tres niveles del sistema educativo. En líneas generales, se contempla la participación en los escenarios establecidos por la normativa para estos propósitos, a través de los representantes en los diferentes grupos de interés. En este marco, es de subrayar, que el Decreto 2406 de 2007 creó la Comisión Nacional de Trabajo y Concertación de la Política Educativa para los Pueblos Indígenas (Contcepi), como un espacio de construcción concertada de política educativa con los representantes de los pueblos indígenas, y a través del Decreto 2500 de 2010, se reglamentó “la contratación de la administración de la atención educativa por parte de las entidades territoriales certificadas con los cabildos, autoridades tradicionales indígenas, asociación de autoridades tradicionales indígenas y organizaciones indígenas” (art. 1). En este escenario, se avanza progresivamente en la transferencia a los pueblos indígenas de la administración del servicio educativo, que comprende la remuneración del personal directivo y docente necesario para la atención de los estudiantes, conservando los parámetros establecidos por el Ministerio de Educación Nacional, como el suministro y mantenimiento de los recursos educativos pertinentes (analógicos o digitales), de los medios e infraestructura y los costos asociados a los servicios generales de infraestructura y servicios públicos. “La canasta adicional involucra costos relacionados con bienes y servicios complementarios que apuntan a garantizar la permanencia de los estudiantes en los establecimientos” (“Considerando”, Decreto 2500 de 2010). Con respecto a las medidas tomadas en la Ley 1448 de 2011 para la atención educativa de personas víctimas del conflicto armado, o en otros instrumentos normativos para la población inmigrante, es importante prever la exención de todo tipo de costos académicos en los establecimientos educativos oficiales en los niveles de preescolar, básica y media, así como la flexibilización de requisitos para el acceso a la educación. En relación con la gestión pedagógica, a propósito del proceso de inclusión y equidad en educación, toma mayor relevancia todo lo relacionado con la garantía de la accesibilidad y adaptabilidad de los recursos educativos, las metodologías y didácticas, así como de los contenidos y competencias, acorde con la diversidad de las personas, los contextos y comunidades. Es de resaltar la importante participación de las comunidades y autoridades indígenas, que establece la Mesa Regional Amazónica en el artículo 3 del Decreto 3012 de 2005, para el apoyo a los programas de educación bilingüe e intercultural que estos propongan. Con el mismo sentido, el artículo 20 de la Ley 1381 de 2010 establece la vigilancia de las autoridades educativas nacionales, departamentales, distritales y municipales y las de los pueblos y comunidades donde se hablen lenguas nativas, para garantizar que su enseñanza sea obligatoria en el 30 Educación para todas las personas sin excepción marco de procesos etnoeducativos. Esto mismo aplica a la atención educativa de la población estudiantil rom, que junto con otros factores asociados a la mirada integral de la educación inclusiva, se establece en el Decreto 2957 de 2010. Por otro lado, con particular interés para las poblaciones que han sido víctimas del conflicto armado, la Ley 1448 de 2011 ordena fomentar […] desde un enfoque de derechos, diferencial, territorial y restitutivo, el desarrollo de programas y proyectos que promuevan la restitución y el ejercicio pleno de los derechos, desarrollen competencias ciudadanas y científico- sociales en los niños, niñas y adolescentes del país; y propendan a la reconciliación y la garantía de no repetición de hechos que atenten contra su integridad o violen sus derechos (art. 145). Más adelante, el artículo 174 de la misma ley precisa el diseño e implementación de programas de prevención, asistencia, atención, protección y reparación integral a las víctimas. Respecto al enfoque de género, la Directiva 01 de 2018 del Ministerio de Educación fija las orientaciones para prevenir la deserción escolar de los estudiantes, madres y padres adolescentes, especialmente víctimas del conflicto armado interno. Se subrayan las obligaciones impuestas al sector educativo relacionadas con la prevención de violencias basadas en género, que implican un trabajo importante, por ejemplo, en imaginarios de género por parte de los colegios, y que están
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