Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
78 79 EC O S La pasión artística noeMí beAtriz ChenA* Pensar la pasión artística supone descubrirle diversas facetas en cuanto a su fuerza e intensidad psíquica. En la estructu-ra compleja de la expresión creadora, no es excepcional esa fuerza dinámica que participa reuniendo lo interno del sujeto y lo externo. Denota un aspecto de tensión necesaria para la dinámica renovadora que supone e implica la actividad creadora. Así, el quehacer artístico tiene esa faceta de pasión construc- tora, productiva y creadora, ese factor de intensidad pulsional que lleva en sí la imperiosa necesidad de tramitarse. Tramitación que contiene un trabajo de orden psíquico y un quehacer en el mun- do exterior, un acontecer con algo del mismo, sobre una materia apta para sufrir transformaciones. Consecuentemente, la tensión interna que no se agota, se convertirá en impulso productor de lo inédito. La argamasa constituida por lo perceptual del mundo exterior y por las fantasías, conforman ese “reino intermedio entre fantasía y realidad” (Freud) constitutiva de lo artístico. Freud establece un camino para nuestra comprensión de este proceso en Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci, donde plantea que la sonrisa de la modelo reanima las huellas del objeto materno en Leonardo, de modo que la sonrisa enigmática de la Gioconda, al igual que las sucesivas “sonrisas” leonardescas, pre- sentes en obras posteriores, expresan el intento de reencuentro con el objeto perdido. Hay un complejo representacional en juego, la obra a través de sus recursos formales vela, disfraza y oculta su origen, ofreciendo una prima de placer al artista y al espectador. La necesidad de la imagen, la atrac- ción de lo oculto inconsciente y la fascina- ción, son componentes de lo pasional en la estructura del proceso artístico. Expresa André Green: “La sublima- ción no es un destino de la pulsión como los demás. Tanto en algunos creadores como en determinados buscadores de verdades, debe subrayarse algo que no puede llamarse de otra manera que pa- sión sublimatoria. Si bien supone un des- vío respecto de los fines sexuales, la su- blimación le deja un campo libre que no tiene nada que envidiarle a la pasión amo- rosa” (Hornstein, 2013: 160). En la relación entre el yo y el objeto, Freud plantea que la entrega es evidente tanto en el enamoramiento como en “la entrega sublimada a una idea abstracta” (Hornstein, 2013: 163). En ambas citas se encuentra un punto de analogía con la pasión amoro- sa, tanto en su fuerza como en la entrega que supone. ¿Formará parte del sustrato narcisista en ambas “pasiones”? Sabemos cuánto montaje narcisista impregna el objeto estético, tanto para su autor como para el espectador. Retomo las palabras de Freud, en El interés para la Ciencia del Arte, “(...) lo que el artista busca, en primer lugar, es autoli- beración, y la aporta a otros que padecen de los mismos deseos retenidos al co- municarles su obra. Es verdad que figura como cumplidas sus más personales fan- tasías de deseo, pero ellas se convierten en obras de arte, sólo mediante una re- fundición que mitigue lo chocante de esos deseos, oculte su origen personal (…). No le resulta difícil al psicoanálisis pesquisar (…) lo que proviene de las fuentes escon- didas de la liberación de lo pulsional (…). Como una realidad objetiva, merced a la ilusión artística, unos símbolos y formacio- nes sustitutivas son capaces de provocar afectos reales y efectivos”. Freud plantea en el texto citado que “la mayoría de los problemas del crear y el gozar artístico, aún aguardan una ela- boración que arroje luz sobre ellos”. Así, su pensamiento queda habilitado para el avance teórico producido en su artículo de 1919, “Lo Ominoso”. Allí su interés deriva hacia un ámbito “marginal” de la estética y plantea que no se la debe circunscribir como ciencia de lo bello, sino “como doc- trina de las cualidades de nuestro sentir”. Asimismo adjudica lo ominoso al or- den de lo terrorífico, de lo que provoca angustia y horror, a la vez deseando reco- nocer un núcleo que permita diferenciarlo dentro de lo angustioso. Lo terrorífico se remonta a la consa- bido de antiguo, a lo familiar desde hace largo tiempo. Se pregunta: ¿cómo es posi- ble que lo familiar devenga ominoso, y en qué condiciones ocurre? Es a través de un cuento, “El Hombre de Arena” de Hoffman, que Freud da respuestas: el complejo de castración, el nexo con la muerte y el per- manente retorno de lo igual, son factores de lo ominoso. El efecto se da cuando se borran los límites entre fantasía y realidad. De esta forma introduce, por el lado del vivenciar, un sentimiento que elude las presentaciones prolijas en torno a la belleza noeMí chena *Noemí Beatriz Chena, Psicoanalista titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica de Córdoba, Argentina. nb_chena@yahoo.com.ar 80 81 y a la prima de placer, adjudicándole una dimensión estética valiosa. Temas tales como el doble, lo animado-inanimado, la repetición de una situación, las imágenes que aluden a amputaciones de órganos, en fin, lo fantástico producido en lo real, deja el efecto de lo ominoso. El concepto ‘pulsión de muerte’ subyace al desarrollo de este escrito. Lo siniestro comprometido en la obra, le da vitalidad a la misma, pero sin mediación o transformación; se destruye el efecto estético. Ya en Kant, el sentimiento estético no quedará adjudicado sólo a lo bello sino que lo sublime ingresará también como categoría estética. El aforismo de Rilke: “Lo bello es el comienzo de lo terrible que to- davía podemos soportar” (Trías, 2006: 42) nos aventura a través de un periplo de in- quietud, de misterios que, debiendo per- manecer ocultos, producen al revelarse lo ominoso. El sentimiento de lo sublime hace síntesis del dolor y del placer, hace una cuestión en torno al objeto que, de aproximarse al sujeto, despertaría dolor. Para que el objeto sea placentero, tiene que ser contemplado a distancia. El sen- timiento estético adviene cuando el sujeto logra sobreponerse al miedo y a la angus- tia, como contracarga a la violencia ame- nazadora del objeto. Hal Foster (2008) introduce la noción de lo maravilloso, relacionándolo a lo omi- noso y al surrealismo bretoniano. Da cuen- ta de dos aspectos: la belleza compulsiva y el azar-objetivo. La primera se enlaza a la confusión entre estados animados e in- animados, y el segundo se manifiesta en los encuentros repentinos y en los objetos encontrados, en alusión a la compulsión a la repetición. En el azar-objetivo, cada re- petición parece fortuita y, a la vez, predes- tinada; determinada por circunstancias presentes, y gobernada por alguna fuerza “demoníaca” actuante. De Chirico, artista surrealista, nom- bra en varios textos la “revelación”, la “sorpresa”, el “enigma” y la “fatalidad”. Su arte está poblado de símbolos: maniquíes, dobles, figuras espectrales, etc. Define al arte como “la red fatal que atrapa estos momentos raros”. Produce “Enigma de un día”. Comenta: “(…) me acuerdo de un vívi- do día invernal en Versalles (…). Todo me miraba con ojos misteriosos y cuestiona- dores. Entonces me di cuenta de que cada rincón del lugar, cada columna, cada ven- tana, poseía un espíritu, un alma impene- trable. Miraba a mi alrededor, a los héroes de mármol (…) en ese momento me pare- ció que ya había visto este palacio, o que este palacio alguna vez, en algún lugar, ya había existido” (Foster, 2008: 125). El artista elabora el enigma a través de la mirada como amenaza, y la pers- pectiva espacial como inquietante; lo ani- mado-inanimado presente en las figuras, las escenas espectrales en un orden dis- locado y la repetición de lo idéntico, son creaciones que, por su relato, sabemos que surgen en un momento de inquietud y extrañeza. Roland Barthes, fotógrafo, alineado en el surrealismo, en su obra La cámara lúcida, plantea la idea del punctum, es el elemento que sale de la escena, sedispara como una flecha y atraviesa al espectador. Es el lugar de lo ominoso, es lo imprevisto que en ella sobresale, es ese azar que en ella despunta. Eugenio Trías (2006) describe a lo ominoso como efecto del encuentro del sujeto con lo real mudo de la Cosa; es la condición y al mismo tiempo el límite de lo estético. Implicaría lo inasible del Das Ding: ¿es el núcleo que permite diferenciar lo ominoso dentro de lo angustioso sobre el cual se interrogaba Freud? Lo inasible habita en el semejante y en la subjetividad humana, pero también participa en la Na- turaleza y en el propio cuerpo biológico. Lo inasible, en cualquiera de estos órde- nes, queda como cantidades de excita- ción no ligable por el psiquismo, se une al monto libre de pulsión de muerte con una repetición del orden del más allá del prin- cipio de placer. Así, el tratamiento estético del Das Ding se daría a través de la sublimación. Se intenta representarla a través de otra cosa. La condición de la sublimación es una toma de distancia de la Cosa. Si nos aproximamos demasiado, no hay obra de arte posible pero sin relación con lo real de la Cosa, la obra pierde fuerza. Freud plan- teó que el verdadero “ars poética” consiste en la capacidad de hacer soportable lo re- pugnante y lo desagradable. La distancia estética de la Cosa se experimenta a tra- vés de los velos simbólicos. Hay también algo de lo siniestro que se cumple en la obra misma. La obra puede despertar lo inquietante, lo extraño y lo ajeno. Gerard Wacjman (2001) propone mi- rar las obras de arte como objetos pen- santes y mirar al mundo con su ayuda. Apunta a inscribir la ausencia. Todo lo visi- ble se yergue sobre el fondo de una falta. Le llama el “zócalo de la ausencia”. Cual- quier objeto-del-arte se asienta sobre ese zócalo. Desde su óptica, el arte apunta a lo imposible, imposible a decir y a represen- tar. Lo inexpresable, lo irrepresentable o lo inexorable son parte del arte en acto y condición para que se geste. Nombra el atentado a las torres ge- melas como uno de los imposibles del siglo y plantea que, así como el siglo XX fue afectado por déficit de imágenes, el comienzo del XXI está marcado por imá- genes en demasía. El atentado fue impo- sible de no ver; las imágenes recorrieron el mundo, un exceso de imagen, llevado a su máxima potencia. Ese exceso, otra cuestión. El culto por la imagen y la manipula- ción tecnológica abundante de la misma, producen una banalización, conforman una estética de la intoxicación (N. Leach, 1999). La banalización se presentaría como una forma defensiva ante tanta de- masía. La tecno-estética abruma e intoxica al espectador. Anestesia al sujeto, la no- ción de dolor queda reducida a una ima- gen seductora la cual licúa el compromiso afectivo latente. Se plantea el fin del arte por el funcio- namiento en vacío en cuanto a que aquél ha perdido su carga estética. El “post-arte” es una nueva categoría visual que eleva la Pasión artística noeMí chena 82 83 lo banal por encima de lo enigmático, lo escatológico por encima de lo sagrado. Se ha desembocado en la vacuidad (Kuspit, 2004). Nuevas formas, nuevos velos. ¿O caí- da de los velos? Hacer ver lo que hay por detrás del velo. Categorías estéticas diver- sas en juego… El aspecto pasional sigue vi- gente en la producción y en lo que suscita en el espectador aun en la obstinación por hacer ver lo Imposible. Pasión de lo real (Badiou, 2005), retorno de lo real (Foster, 1999), distintos nombres para dar cuenta del fenómeno artístico en la actualidad. En este punto es inevitable aludir al desvalimiento como fuente de las con- quistas humanas; pone en marcha diver- sas respuestas, y el arte es una de ellas. Freud (1927) planteó a éste como satis- facción sustitutiva a lo gravoso de la vida, como ilusión efectiva psíquicamente. No sólo por la liberación de los deseos in- conscientes sino también, a mi entender, por la mitigación del desamparo que a tra- vés de él ocurre. Concluyo con palabras del artista De Chirico: “Tal vez la sensación más asom- brosa que nos ha dejado el hombre pre- histórico es la del presentimiento. Con- tinuará por siempre. El hombre original debe haber deambulado por un mundo lleno de signos siniestros. Debe haber temblado a cada paso” (Foster, 2008: 125). Y agrego, desde ayer hasta hoy… en la historia de los tiempos. Bibliografía Badiou, Alain (2005). El Siglo. Buenos Aires: Manantial. Chena, Noemí. “La repetición de los Campos de Trigo en la Obra Plástica de Vincent Van Gogh”. VI Symposium de la Asocia- ción Psicoanalítica de Córdoba, 2006. Chena, N., Gilli, Lisa, Tavip, L., y Tulián, Silvia. “Creación: ¿Velo de la angustia?”. Congreso de Asociación Psicoanalítica de Uruguay, 2011. DelCampo, Emiliano (2007). Freud, Filósofo. Desde el Entwurf de 1895 a la metapsi- cología y la Guerra, y la muerte de 1915. Ed. Letra Viva. Foster, Hal (2008). Belleza compulsiva. Adria- na Hidalgo Editora. Freud, Sigmund. Obras completas (2003). a. Proyecto de Psicología (1895). Vol. 1. b. El creador literario y el fantaseo (1908). Vol. 9. c. Un recuerdo infantil de Leonardo Da- Vinci (1910). Vol. 11. d. El interés del psicoanálisis para las ciencias no psicológicas (1913). Vol. 13. e. Lo ominoso (1919). Vol. 17. f. Más allá del Principio del Placer (1920). Vol. 18. g. El porvenir de una ilusión (1927). Vol. 21. Hornstein, Luis (2013). Las encrucijadas ac- tuales del psicoanálisis. México: Fondo de Cultura Económica. Leach, Neil (1999). The Anaesthetics of Archi- tecture. The MIT Press. Ca. Kuspit, Donald (2004). The end of Art. Cam- bridge University Press. Trías, Eugenio (2006). Lo bello y lo siniestro. Random House Mondadori. Valls, José Luis (2004). Metapsicología y Mod- ernidad. El “Proyecto” freudiano. Lugar Editorial. Wajcman, Gerard (2005). “Tres imposibles”. En: Arte y Psicoanálisis. El vacío y la representación. Ed. Brujas. U.N.C. Wajcman, Gerard (2001). El Objeto del Siglo. Amorrortu Editores. EC O S Arte y psicoanálisis, y el arte de hacer psicoanálisis CristinA oetlinG l. De G.* De colores las flores, las nubes y los cielos. De colores también las estrellas, la cara, el corazón y el alma, que aparecen en un cuadro como en un caleidoscopio, con forma, con brillo. Pero a veces también aparecen oscuros, grises, manchas opacas sin forma, borrosas. Unas y otras se cambian, se apropian, se sobreponen, forman algo y en momentos nada, marcas o no que transmiten y dejan las impresiones plasmadas. La vida que va y viene, se estira y se encoje mostrándose de un modo y a veces de otro, a veces estática o con brillo, con posibilidad de cambio. Entonces los colores se asientan, y las manchas toman figura, tintinean; y el cuadro cambia, el caleidoscopio se mueve y lo imprevisto surge, mostrándonos algo impensable, algo que ofrece la forma de una nueva subjetividad. Hay que llenar el psiquismo de colores, construir en él una obra de arte. Hay que unificar las dos pulsiones que lo empujan: la de vida y la de muerte, y ayudar a que se sostenga, se reconstruya, se transforme. Ya Freud hablaba de que ambas pulsiones se mezclan y en- lazan combinándose incesantemente, pudiendo o no disociarse porque, aunque ambas se conducen en forma estrictamente con- servadora, tendiendo a la reconstitución de un estado perturbado por la génesis de la vida, es esta misma génesis la que sostendría la continuación de la vida misma. En su artículo “El Yo y el Ello” de- cía que cuando el instinto de muerte se logra neutralizar y deriva los impulsos destructores hacia el exterior, se estaría manifestan- do como un instinto al servicio de Eros, pero como esta energía es desplazable y actúa tanto en el Ello como en el Yo, y procede la Pasión artística *Cristina Oetling L. de G. Psicoanalista titular de la Asociación Psicoanalítica de Guadalajara. cristinaoetling03@hotmail. com
Compartir