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Acta zoológica li l loana 54 (1–2): 11–34, 2010 11 Comportamiento y comunicación animal: ¿Qué nos enseñan los lagartos? Font, Enrique; Carazo, Pau; Pérez i de Lanuza, Guillem; Barbosa, Diana Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva, Universidad de Valencia, Apdo. 22085, 46071 Valencia, España. enrique.font@uv.es C O M E N T A R I O Recibido: 18/05/10 – Aceptado: 03/08/10 INTRODUCCIÓN Con más de 4400 especies reconocidas, los lagartos (un grupo parafilético, ya que no incluye a las serpientes) son los reptiles más abundantes y uno de los grupos más numerosos de vertebrados terrestres. Los la- gartos conjugan un elevado número de espe- cies con una tremenda diversidad morfológi- ca, ecológica y de comportamiento. Algunos lagartos son diminutos, de tan sólo 2-3 cm de longitud total como adultos (Hedges y Thomas, 2001), mientras que otros pueden llegar a medir más de 3 m. Hay lagartos capaces de volar o correr sobre el agua y otros que carecen de patas y parecen ser- pientes. Hay especies muy longevas, que vi- ven más de 40 años, y otras que apenas vi- ven unos meses como adultos (Karsten et al., 2008). Excepto en las zonas de mayor lati- tud o altitud, donde están limitados por su ectotermia, encontramos lagartos en casi todos los hábitats conocidos. Algunos desier- tos y selvas tropicales albergan comunidades compuestas por más de una docena de espe- cies distintas (Pianka, 1986). Su comporta- miento social, de forrajeo y antidepredador es muy variable. En algunas especies, ma- chos y hembras se asocian apenas unos mi- nutos cada año para reproducirse, mientras que en otras establecen vínculos duraderos de pareja. La diversidad es sin duda una de las características más destacadas de los la- gartos. Es responsable de su éxito evolutivo y contribuye a la fascinación que ejercen los lagartos y a su utilización, desgraciadamen- te cada vez más frecuente, como mascotas. Pero los lagartos poseen además otras carac- terísticas que, junto a la diversidad, los con- vierte en sujetos ideales para estudios de ecología y de comportamiento. Las dos más frecuentemente citadas suelen ser su crucial posición filogenética y su accesibilidad al trabajo experimental. De hecho, durante las últimas décadas varios autores han sugerido que los lagartos podrían reemplazar a las aves como organismos ‘modelo’ en estudios de la biología de los vertebrados (Greenberg et al., 1989; Vitt y Pianka, 1994; Pianka y Vitt, 2003; Lovern et al., 2004). MITOS Y LEYENDAS EN TORNO AL COMPORTAMIENTO DE LOS LAGARTOS Peces, aves y mamíferos son, sin lugar a dudas, los vertebrados más estudiados desde el punto de vista de su comportamiento. Aunque su número se ha duplicado de ma- nera consistente con cada década transcurri- da desde 1960, los artículos dedicados al comportamiento de los lagartos apenas su- ponen un 4% del total (Fig. 1). No obstante, la información acumulada en este periodo ha puesto de manifiesto que los lagartos po- seen un comportamiento tan complejo e in- teresante como el de cualquier otro grupo de vertebrados. Los lagartos no son animales simples, insensibles y estúpidos, ni su com- portamiento es, como sostiene el mito, ins- tintivo, inflexible, o robótico. En contra de lo que sugerían las antiguas concepciones basadas en la idea errónea de la ‘scala natu- rae’, el cerebro de los lagartos no es primiti- vo, y contiene las mismas subdivisiones que los cerebros de otros vertebrados amniotas, incluyendo áreas paliales de asociación e integración multisensorial homólogas al E. Font et al.: Comportamiento y comunicación animal: ¿Qué nos enseñan los lagartos?12 neocortex de los mamíferos (Striedter, 2005). De hecho, los cerebros de los lagartos son, en términos relativos, los más grandes de todos los reptiles (van Dongen, 1998) y existe incluso evidencia de especialización funcional de los hemisferios cerebrales (i. e., lateralización), que en ocasiones se traduce en asimetrías de comportamiento. Algunos lagartos, por ejemplo, utilizan preferente- mente el ojo derecho para examinar a sus presas y el izquierdo para observar a sus ri- vales (Deckel y Jevitts, 1997; Hews y Wor- thington, 2001; Robins et al., 2005). Por otro lado, la plasticidad del comportamiento de muchas especies de lagartos y su capaci- dad para el aprendizaje y el comportamiento inteligente está ampliamente documentada (Desfilis y Font, 2002; Sweet y Pianka, 2003; Manrod et al., 2008; Paulissen, 2008). Algu- nos lagartos demuestran curiosidad y com- portamiento de exploración en presencia de objetos nuevos. Los dragones de Komodo, Varanus komodoensis, exhiben comporta- mientos que, si los realizase un mamífero, no dudaríamos en calificar como juego (Burghardt, 2005). Algunos autores atribu- yen a los lagartos la capacidad de sentir emociones (Balasko y Cabanac, 1998; Caba- nac, 1999), e incluso especulan seriamente sobre la posibilidad de que los lagartos po- sean algún tipo de consciencia (Butler y Co- tterill, 2006; Cabanac et al., 2009). Aunque a menudo se los describe como animales solitarios, cada vez son más nume- rosos los estudios que ponen de manifiesto la complejidad del comportamiento social de los lagartos. Como afirman los editores de un volumen reciente titulado precisamente ‘Lizard Social Behavior’ (un título que aún resultará sorprendente para muchos no her- petólogos), los lagartos no sólo son sociales, sino que proporcionan modelos ideales para el estudio de la evolución del comportamien- to social (Fox et al., 2003). Muchos lagartos Figura 1. Número de estudios de comportamiento animal realizados en los distintos grupos de vertebrados a lo largo de las últimas cinco décadas (1960-2010). Las barras represen- tan el número total de estudios publicados en revistas científicas incluidas en la base de datos multidisciplinar Scopus®. Se realizó una búsqueda combinada de los términos ‘Behav- iour/Behavior’ y el grupo de vertebrados correspondiente en cada caso. La figura muestra los resultados desglosados por décadas. Acta zoológica li l loana 54 (1–2): 11–34, 2010 13 poseen algún tipo de cuidados parentales (e. g., Huang, 2006; Halloy et al., 2007), y en algunas especies se ha documentado la existencia de grupos familiares estables. Es- tos están compuestos por una hembra y sus crías (e. g., Liolaemus huacahuasicus, Halloy y Halloy, 1997; Xenosaurus newmanorum, Lemos-Espinal et al., 1997), o por varios adultos acompañados de descendientes per- tenecientes a varias cohortes (e. g., Cordylus cataphractus, Mouton et al., 1999). Los ejemplos más espectaculares de comporta- miento social complejo los proporcionan los eslizones vivíparos australianos del grupo Egernia, que incluye, entre otros, a los géne- ros Tiliqua y Egernia (Chapple, 2003). En muchas especies de este grupo se han descri- to fenómenos de monogamia genética, cui- dados parentales y reconocimiento del pa- rentesco, y al menos 23 de las aproximada- mente 30 especies del grupo viven en grupos familiares multigeneracionales (e. g., Main y Bull, 1996; Chapple, 2003; O’Connor y Shi- ne, 2003; Chapple y Keogh, 2006). LOS LAGARTOS Y EL ESTUDIO DEL COMPORTAMIENTO ANIMAL El estudio moderno del comportamiento de los lagartos tiene un precursor claro en el trabajo que desarrollaron durante la primera mitad del siglo XX un puñado de herpetólo- gos en Europa y en EEUU (Ferguson, 1977). Gladwyn K. Noble, conservador del Ameri- can Museum of Natural History, describió los sistemas de apareamiento de los lagartos y llevó a cabo estudios pioneros sobre el com- portamiento social de Anolis y de otras espe- cies (Noble y Bradley, 1933; Greenberg y Noble, 1944), mientras que en Europa, Gus- tav Kramer (1937), Gertraud Kitzler (1941) y Helmut Weber (1957) proporcionaron las primeras descripciones del comportamiento social de varias especies de lacértidos (fam. Lacertidae). Konrad Lorenz (1981) citó los trabajos de Kramer con Podarcis melisellensis para ilustrar la idea de que el comporta- miento de los animales en cautividad puede diferir del que exhiben en estadosalvaje. Lorenz también estaba familiarizado con los trabajos de Noble, que le sirvieron de inspi- ración para describir un sistema de aparea- miento que denominó ‘tipo lagarto’ en aves (Lorenz, 1981). En este sistema de aparea- miento, únicamente los machos territoriales realizan exhibiciones, pero lo hacen en pre- sencia de cualquier individuo de su especie, tanto machos como hembras. Si el otro in- dividuo huye, el macho lo persigue e intenta aparearse con él; si el otro individuo realiza una exhibición, entonces tiene lugar un com- bate. Niko Tinbergen se refirió también a los trabajos de Noble (e. g., Tinbergen, 1953), al que conoció personalmente durante su pri- mera visita a los EEUU en 1938. Noble in- tentó contratar a Tinbergen en calidad de naturalista, pero éste declinó la oferta (Bur- khardt, 2005). La historia de la etología habría sido probablemente muy distinta a la que ahora conocemos si Tinbergen hubiese cedido a las presiones de Noble y se hubiese instalado definitivamente en EEUU. No obs- tante, y a pesar de su insistencia en la nece- sidad de estudiar el comportamiento de un amplio rango de especies, los primeros etó- logos apenas dedicaron atención a los la- gartos (o a otros reptiles). Muchos sucumbie- ron a la tentación de trabajar con los mal llamados vertebrados ‘superiores’ y a las mejores oportunidades de financiación que ofrece el trabajo con aves o con mamíferos (una tendencia que, desgraciadamente, no ofrece visos de cambiar, al menos a corto plazo; e. g., Bonnet et al., 2002). COMUNICACIÓN Y ECOLOGÍA SENSORIAL EN LAGARTOS La comunicación es indispensable para entender muchos aspectos del comportamien- to de los animales, como la defensa del te- rritorio, la elección de pareja, la resolución de conflictos, el forrajeo, o el comporta- miento antidepredador. Debido a su crucial importancia en todo tipo de interacciones sociales algunos consideran a la comunica- ción el ‘santo grial’ del comportamiento ani- mal, y precisamente en este terreno encon- tramos algunas de las contribuciones más importantes de los lagartos al estudio del comportamiento animal. De hecho, los tra- E. Font et al.: Comportamiento y comunicación animal: ¿Qué nos enseñan los lagartos?14 bajos con lagartos han contribuido de mane- ra decisiva al desarrollo de teorías generales sobre la comunicación animal (e. g., Fleish- man, 1992; Ord et al., 2001, 2007; Stuart- Fox et al., 2003; Whiting et al., 2003; Mar- tins et al., 2004, 2005; Stuart-Fox, 2006; Ord, 2008; Ord y Stamps, 2008, 2009; Peters et al., 2008; Stuart-Fox y Moussalli, 2009). Sin embargo, los estudios disponibles pre- sentan importantes sesgos taxonómicos y carecemos aún de información básica acerca de las señales comunicativas de muchas es- pecies (o incluso de grupos taxonómicos más amplios). Aunque es posible que acabemos descu- briendo que los lagartos utilizan señales en casi todas las modalidades sensoriales, las más conocidas son sin duda las señales quí- micas y las señales visuales. Los principales grupos de lagartos difieren en su dependen- cia de distintas modalidades sensoriales para la comunicación social. Los lagartos de la superfamilia Iguania, que incluye a las fami- lias Iguanidae, Agamidae y Chamaeleoni- dae, utilizan fundamentalmente señales vi- suales y, en menor medida, señales químicas y táctiles. Los gecónidos nocturnos utilizan vocalizaciones y señales visuales, mientras que los diurnos dependen fundamentalmente de estas últimas. La mayoría de los lagartos restantes pertenecen a Autarchoglossa, un grupo que comprende a las familias Lacerti- dae, Teidae, Scincidae y Varanidae, entre otras. Los lagartos autarcoglosos utilizan principalmente señales químicas y, en menor medida, señales visuales y táctiles (Pianka y Vitt, 2003; Vitt y Caldwell, 2009). Existen, no obstante, importantes excepciones que hacen dudar de la utilidad de estas generali- zaciones. Los lagartos del género Liolaemus, por ejemplo, pertenecen al grupo Iguania, y sin embargo son animales muy quimiosenso- riales (e. g., Labra, 2008). Por otro lado, algunos cordílidos, incluidos dentro de Au- tarchoglossa, poseen un rico repertorio de señales visuales (e. g., Platysaurus, Whiting et al., 2003). Una situación muy similar la encontramos en los lacértidos, una familia con más de 250 especies distribuidas por Europa, África y gran parte de Asia. Si bien es cierto que los lacértidos dependen, como otros autarcoglosos, de la comunicación quí- mica para muchos aspectos de su biología, también exhiben posturas y movimientos es- tereotipados en sus interacciones sociales y presentan coloraciones llamativas que a menudo varían entre los sexos, entre pobla- ciones o estacionalmente. De hecho, la evi- dencia disponible sugiere que el estereotipo del iguánido visual vs. el autarcogloso qui- miosensorial es inadecuado y posiblemente ha ralentizado y entorpecido el estudio de la comunicación en los lacértidos y en otros grupos de lagartos. Se ha sugerido que la comunicación en una modalidad sensorial puede afectar a la comunicación en otras modalidades. En con- creto, algunos autores han propuesto una relación inversa entre la utilización de seña- les químicas y visuales en lagartos (Hews y Benard, 2001). No obstante, la idea de un simple ‘trade-off’ entre comunicación quími- ca y visual es excesivamente simplista y no hace justicia a la complejidad de los sistemas de comunicación de los lagartos (Martins et al., 2004). Otro enfoque, posiblemente más fructífero, considera a las señales químicas y visuales no como opciones mutuamente ex- cluyentes sino complementarias. Los dos ti- pos de señales poseen propiedades distintas —en ocasiones contrapuestas— que las ha- cen idóneas en contextos comunicativos dis- tintos o como vehículos de información de distinto tipo (Bradbury y Vehrencamp, 1998). Por ejemplo, la comunicación química per- mite la transferencia indirecta de informa- ción entre emisor y receptor (por medio de marcas olorosas; véase más abajo), por lo que constituye la principal modalidad co- municativa en determinados contextos (e. g., comportamiento territorial). Las señales vi- suales, por otra parte, permiten una modu- lación temporal más rápida que las señales químicas, lo que las convierte en señales ideales para transmitir información acerca de aspectos más variables del emisor o del ambiente (e. g., combates entre machos). Las características idiosincrásicas de las se- ñales visuales y químicas las hacen particu- larmente proclives a interactuar a diferentes Acta zoológica li l loana 54 (1–2): 11–34, 2010 15 escalas, ya que con frecuencia se producen en contextos similares pero desempeñan fun- ciones complementarias (Thompson et al., 2008). Por ejemplo, la utilización de señales en modalidades diferentes permite a muchos lagartos comunicarse con receptores situados a distintas distancias del emisor (e. g., Head et al., 2005). Por otro lado, las señales comunicativas de los lagartos a menudo incorporan varios componentes en una o en más modalidades sensoriales (i. e., señales multicomponentes y multisensoriales). Por ejemplo, las posturas y movimientos estereotipados que utilizan los machos de muchas especies en sus inte- racciones sociales ponen de manifiesto pa- trones de coloración llamativos que de otro modo apenas resultarían visibles. Los distin- tos componentes de una señal pueden ser re- dundantes o pueden tener efectos distintos sobre los receptores (Kelso y Martins, 2008), y pueden además interactuar entre sí, aña- diendo un nuevo nivel de complejidad al es- tudio de las señales comunicativas (Hebets y Papaj, 2005). En ocasiones, los resultados obtenidos en el laboratorio pueden favorecer, si no se in- terpretan correctamente, una visión distor- sionada del comportamiento de los anima- les. Los estudios sobre el papel de distintos estímulos en la detección y discriminación de presas en lagartos proporcionan algunos ejemplos ilustrativos. Los estudios de labora- torio demuestran que Podarcis muralis, como otros lacértidos, escapaz de discriminar en- tre presas y no presas utilizando exclusiva- mente estímulos químicos (Cooper, 1991). Este resultado podría interpretarse como evi- dencia de que los estímulos químicos contro- lan el comportamiento depredador de esta especie. Sin embargo, casi todos los ataques sobre presas que hemos observado en varios cientos de horas de observación del compor- tamiento de esta especie en el campo son dirigidos visualmente. De hecho, muchos ataques van dirigidos a presas voladoras o de movimientos rápidos, lo que hace invia- ble un examen quimiosensorial de las mis- mas previo al ataque. COMUNICACIÓN QUÍMICA: EL LENGUAJE DE LAS FEROMONAS Los lagartos poseen tres sistemas quimio- sensoriales: el gustativo, el olfativo y el vo- meronasal. El órgano vomeronasal, un órga- no par situado en el techo de la cavidad bu- cal, analiza los estímulos químicos que arrastra la lengua cada vez que el lagarto realiza un lengüetazo quimiosensorial (‘tongue-flick’). Durante su breve excursión fuera de la cavidad bucal, la lengua se agita en el aire o entra en contacto con el sustrato o con otros objetos, recogiendo así estímulos químicos del exterior para su posterior aná- lisis por el órgano vomeronasal (Font, 1996). Generalmente se admite que el siste- ma lengua-órgano vomeronasal está especia- lizado en la detección y análisis de estímu- los químicos de escasa volatilidad, mientras que el sistema olfativo responde a estímulos químicos volátiles de bajo peso molecular que es capaz de detectar a distancia (Hal- pern, 1992). Los botones gustativos, que son muy abundantes en la lengua y en el epitelio oral de muchos lagartos, podrían estar tam- bién implicados en el análisis de los estímu- los químicos que ingresan en la cavidad bu- cal como resultado de los lengüetazos qui- miosensoriales (Schwenk, 1985). Los lagartos se cuentan entre los vertebra- dos más quimiosensoriales y la quimiorre- cepción desempeña un papel fundamental en muchos aspectos de su biología. Numerosos trabajos han demostrado la importancia de los estímulos químicos en la exploración, selección de hábitat, localización de refu- gios, forrajeo, detección de depredadores y, por supuesto, en la comunicación intraespe- cífica (Halpern, 1992; Mason, 1992; Schwenk, 1995; Font, 1996; Houck, 2009). Los estímulos químicos también son impor- tantes para el reconocimiento específico y pueden estar implicados en el aislamiento reproductivo y en procesos de especiación (e. g., Barbosa et al., 2005, 2006). Los estí- mulos químicos que intervienen en la comu- nicación intraespecífica se denominan fero- monas. Las principales fuentes de feromonas y de otros compuestos semioquímicos (i. e., E. Font et al.: Comportamiento y comunicación animal: ¿Qué nos enseñan los lagartos?16 productos naturales que actúan como señales químicas) en lagartos son la superficie cor- poral, la región cloacal y los poros femora- les o precloacales. Estos últimos son glándu- las holocrinas de origen epidérmico presen- tes en una hilera en la región femoral o pre- cloacal de muchos lagartos (Mason, 1992). La deposición de compuestos semioquímicos puede ser activa o pasiva (e. g., como resul- tado de que el animal arrastra la superficie ventral por el sustrato al desplazarse). Existe evidencia de que las heces de algunos lagar- tos pueden actuar también, solas o en com- binación con secreciones cloacales, como fuentes de compuestos semioquímicos (e. g., Aragón et al., 2000). Las glándulas femorales y precloacales están especializadas en la producción de marcas olorosas (‘scent-marks’). Las marcas olorosas son las señales comunicativas más extendidas entre los vertebrados terrestres (e. g., Wyatt, 2003), y su éxito evolutivo se debe en gran medida a que se trata de seña- les que pueden ser recibidas en ausencia del emisor, con frecuencia mucho después de haber sido emitidas. Esta característica las convierte en señales idóneas en contextos en los que no siempre es posible la comunica- ción directa entre emisor y receptor, como en la defensa del territorio. De hecho, las marcas olorosas han sido tradicionalmente consideradas como señales territoriales que funcionarían como una extensión del fenoti- po del emisor, haciendo las veces de un repe- lente o de una señal de alerta frente a posi- bles intrusos de un territorio (‘scent-fence hypothesis’). Análisis recientes, sin embargo, han demostrado que esta hipótesis no es co- rrecta (revisado en Gosling y Roberts, 2001). En concreto, los trabajos con lagartos han puesto de manifiesto que los machos de algu- nas especies utilizan las marcas olorosas para extraer información acerca del poten- cial competitivo (i. e., tamaño) de un macho rival (e. g., Liolaemus monticola, Labra, 2006; Podarcis hispanica, Carazo et al., 2007), así como de la calidad de su territo- rio (Carazo et al., 2007). Estos resultados indican además que, en contra de lo que su- gería la hipótesis tradicional, las marcas olorosas no siempre repelen a otros lagartos. Al contrario, los datos disponibles sugieren que cuando un macho intruso se encuentra con un territorio marcado por otro macho, éste utiliza las marcas olorosas para valorar los costos (e. g., potencial competitivo del macho residente) y los beneficios (e. g., den- sidad de hembras en el territorio) asociados a la invasión de dicho territorio, lo que le permite ajustar su comportamiento de forma óptima en función de las circunstancias (Ca- razo et al., 2007). Estos resultados apoyan una concepción de las marcas olorosas como señales sociales mucho más complejas de lo que se sospechaba hasta hace poco (Gosling y Roberts, 2001). Por ejemplo, los machos de la lagartija ibérica, Podarcis his- panica, utilizan las marcas olorosas para reconocer individualmente a otros machos de su zona, proporcionando el único caso conocido de auténtico reconocimiento indivi- dual (‘true individual recognition’) basado en estímulos químicos en reptiles. Además, los machos son capaces de recordar la loca- lización espacial de las marcas que otros machos rivales depositan en su territorio y utilizan dicha información para ajustar de manera adaptativa su comportamiento agre- sivo, comportándose de manera más agresi- va frente a aquellos rivales que representan una mayor amenaza (Carazo et al., 2008). En general, los resultados de estos y otros trabajos recientes demuestran que las marcas olorosas funcionan como señales sociales capaces de transmitir información compleja. Sin embargo, como ocurre con los estímulos que controlan la detección y captura de las presas (véase más arriba), los estudios de comunicación química basados exclusiva- mente en las respuestas de los receptores frente a marcas olorosas (y no frente a sus emisores) pueden conducir a conclusiones equivocadas. Recientemente han aparecido varios trabajos que demuestran que las hem- bras de algunas especies de lagartos son ca- paces de llevar a cabo discriminaciones ex- tremadamente finas entre las marcas oloro- sas de machos con distintas características. Esta evidencia ha sido interpretada como prueba de que las hembras utilizan las mar- Acta zoológica li l loana 54 (1–2): 11–34, 2010 17 cas olorosas para escoger su pareja en fun- ción de su estado de salud, asimetría fluc- tuante, carga parasitaria, o la intensidad de su respuesta inmune (Martín y López, 2000, 2006; López et al., 2002, 2003; López y Martín, 2005). Sin embargo, la práctica to- talidad de estos trabajos se basa en el estu- dio de preferencias de las hembras por las marcas olorosas de los machos, no por los machos en sí. El hecho de que las hembras sean capaces de llevar a cabo este tipo de discriminaciones quimiosensoriales no im- plica que esa capacidad afecte a su elección de pareja en condiciones naturales. De he- cho, los datos disponibles parecen indicar que la elección de pareja es un fenómeno muy raro en los lagartos territoriales, en los que las hembras tienden a escoger buenos territorios, y no machos de alta calidad (Tokarz, 1995; Sullivan y Kwiatkowski, 2007). Es posibleincluso que en algunos ca- sos las hembras prefieran zonas marcadas por determinados machos, pero no necesa- riamente a los machos que han depositado dichas marcas. Esto podría deberse a que las hembras utilizan la calidad de los machos (que evalúan a partir de la información que proporcionan sus marcas olorosas) como un índice de la calidad de sus territorios (e. g., Stuart-Fox et al., 2009). Tampoco es correcto referirse a las mar- cas olorosas de los machos como feromonas cuando éstas intervienen en interacciones entre machos y hembras. Aunque las hem- bras sean capaces de extraer información de las marcas olorosas de los machos esto no las convierte automáticamente en señales comunicativas si, como sugiere la evidencia disponible, estos compuestos han evolucio- nado fundamentalmente en el contexto de la selección intrasexual (i. e., competencia en- tre machos). Su utilización por parte de las hembras constituiría un ejemplo no de fero- monas, que por definición son señales comu- nicativas, sino de pistas (‘cues’): característi- cas del medio animando o inanimado que permiten a un animal obtener información y tomar decisiones, pero que no han evolucio- nado a tal efecto (Bradbury y Vehrencamp, 1998). Esta confusión entre pistas y señales es relativamente frecuente en estudios de quimiorrecepción y comunicación química (Williams, 1992). COMUNICACIÓN VISUAL: EL LENGUAJE DE LOS COLORES Y LOS MOVIMIENTOS Muchos lagartos, especialmente los diur- nos, poseen grandes ojos adecuados para la visión fotópica y un sistema visual adaptado para la detección de presas pequeñas y de movimientos rápidos que incluye la capaci- dad de visión en color (Cooper y Greenberg, 1992; Ord et al., 2002; Hall, 2008). Esto permite sospechar que la comunicación vi- sual en este grupo posiblemente posea un nivel de complejidad y sofisticación similar al de otros grupos de vertebrados. Los lagar- tos utilizan dos tipos de señales visuales: los patrones de coloración y las posturas y mo- vimientos estereotipados. Estos últimos constituyen señales visuales dinámicas (i. e., basadas en el movimiento). Las señales vi- suales dinámicas más comunes en los lagar- tos son los movimientos de cabeceo y los movimientos de pataleo. SEÑALES CROMÁTICAS Y PATRONES DE COLORACIÓN EN EL ULTRAVIOLETA El estudio de la coloración animal ha experimentado una auténtica revolución en la última década, debido fundamentalmente al desarrollo de espectrofotómetros peque- ños, portátiles y relativamente baratos que permiten obtener datos objetivos sobre la coloración de todo tipo de animales, incluso en condiciones de campo (Endler, 1990). La consiguiente avalancha de datos ha dado un nuevo impulso al estudio de la coloración animal y es responsable de que trabajos rela- tivamente recientes, como la excelente revi- sión de Cooper y Greenberg (1992) sobre la coloración en los reptiles, hayan quedado totalmente desfasados. Uno de los avances más destacados en el estudio de la coloración ha sido el descubri- miento de que muchos vertebrados son capa- ces de percibir la radiación ultravioleta (UV; corresponde a longitudes de onda por debajo de 400 nm) y poseen patrones de coloración E. Font et al.: Comportamiento y comunicación animal: ¿Qué nos enseñan los lagartos?18 que únicamente son visibles para receptores que posean un sistema visual con sensibili- dad en esa parte del espectro (e. g., Yokoya- ma y Shi, 2000; Hunt et al., 2001). Hasta hace poco tiempo, muchos investigadores asumían que la percepción del color en los animales que estudiaban era similar a la de la especie humana. Sin embargo, estudios recientes han demostrado la existencia de importantes diferencias entre los sistemas visuales de distintas especies de vertebrados. En particular, actualmente sabemos que la capacidad de visión en el UV, tradicional- mente considerada una característica casi exclusiva de algunas especies de invertebra- dos, se encuentra muy extendida en todo tipo de vertebrados y constituye por tanto una ruta potencialmente importante para la comunicación tanto intraespecífica como interespecífica. De hecho, la evidencia dispo- nible pone de manifiesto que la visión en el UV es la condición plesiomórfica para los vertebrados, condición que probablemente se ha conservado en muchos taxones (Yoko- hama y Shi, 2000; Ebrey y Koutalos, 2001). Por tanto, nuestra falta de sensibilidad a la radiación UV es la excepción, no la regla, en lo que a los vertebrados se refiere. Nume- rosos estudios han demostrado que las colo- raciones UV son importantes en la competen- cia intrasexual y en la elección de pareja en aves, peces e invertebrados (e. g., Cuthill et al., 2000; Losey, 2003), pero su posible fun- ción comunicativa en los lagartos permane- ce relativamente inexplorada. El que un animal posea algún tipo de coloración UV no la convierte automática- mente en una señal cromática. Algunos pe- ces, por ejemplo, poseen coloraciones UV pero carecen de visión en esa parte del es- pectro, por lo que se asume que dichas colo- raciones no son adaptativas o adquieren sig- nificado funcional en contextos no comunica- tivos (Siebeck et al., 2006). Al igual que otros vertebrados, muchos lagartos poseen visión en el UV cercano. La percepción en el UV se debe a la presencia en sus retinas de una clase de conos que contienen un fotopig- mento cuyo máximo de absorción se encuen- tra entre 359 y 385 nm. La presencia de un fotopigmento sensible al UV ha sido confir- mada utilizando técnicas de microespectro- fotometría en 13 especies de iguánidos, cinco gecónidos y cuatro camaleones (Fleishman et al., 1993, 1997; Loew, 1994; Ellingson et al., 1995; Loew et al., 1996, 2002; Bow- maker et al., 2005). Sin embargo, otros ti- pos de evidencia sugieren que la capacidad de visión en el UV está muy extendida entre los lagartos. En particular, la transmitancia del medio ocular proporciona un medio al- ternativo para evaluar la capacidad de vi- sión en el UV, ya que en aquellos vertebrados que no poseen visión UV el medio ocular generalmente contiene pigmentos que filtran este tipo de radiación (Losey et al., 1999; Siebeck y Marshall, 2001; Siebeck, 2004). En varias especies de lacértidos, el medio ocular permite la llegada de longitudes de onda UV a la retina, lo que sugiere que es- tos lagartos poseen un sistema de visión en color que incluye la capacidad de visión en el UV. Por ejemplo, en el lagarto ocelado, Lacerta (Timon) lepida, la transmitancia del medio ocular (incluyendo el cristalino y la cornea) supera el 50 % para longitudes de onda por encima de 362 nm, lo que indica que el ojo carece de filtros que eliminen se- lectivamente el UV cercano, y por tanto que la radiación UV llega a los fotorreceptores de la retina con intensidad suficiente para permitir la visión en esta parte del espectro (Font et al., 2009). Los conos de la retina poseen fotopig- mentos que están compuestos por un cromó- foro y por una fracción proteica denominada opsina. Diversos estudios han demostrado que la visión en el UV está relacionada con la presencia de determinados aminoácidos en sitios clave de la opsina de los conos sen- sibles a longitudes de onda corta (SWS1). Esta relación permite determinar la capaci- dad de visión en el UV de una especie a par- tir del análisis de la composición en ami- noácidos de su opsina SWS1, que puede re- construirse secuenciando parte del gen que la codifica a partir de muestras de ADN to- tal. Esta técnica ha sido aplicada con éxito para el estudio de la capacidad de visión en el UV de aves y mamíferos (e. g., Ödeen y Acta zoológica li l loana 54 (1–2): 11–34, 2010 19 Hastad, 2003; Wang et al., 2004; Ödeen et al., 2010). Los escasos datos disponibles so- bre la opsina SWS1 en reptiles confirman que al menos algunos lagartos poseen foto- pigmentos sensibles a la radiación UV. En lacértidos, la secuenciación de los genes que codifican la opsina SWS1 ha puesto de ma- nifiesto la presencia generalizada de fotopig- mentos sensibles al UV, lo que apoya la idea de que la capacidadde visión en el UV está muy extendida en este grupo de lagartos (Font et al., 2007; Font y Pérez i de Lanuza, en preparación). Muchos lagartos con visión en el UV po- seen también patrones de coloración que re- flejan de manera selectiva en esta parte del espectro. El abanico gular de algunos lagar- tos del género Anolis, por ejemplo, posee un pico de reflectancia en el UV que se ha suge- rido que podría funcionar como una señal oculta en interacciones con otros lagartos (Fleishman et al., 1993). El catálogo de la- gartos que presentan reflectancia en el UV en algún lugar de su superficie corporal se ha ampliado considerablemente durante esta última década (Tabla 1). En el lagarto tizón de Tenerife, Gallotia galloti, tanto los machos como las hembras presentan man- chas azules en los costados y en la zona de la gola. Estas manchas azules tienen su máximo de reflectancia en la región UV del espectro, en torno a 360 nm, y son por tanto manchas azul/UV (Thorpe y Richard, 2001; Molina-Borja et al., 2006). Algo parecido ocurre con los llamativos ocelos laterales que dan nombre al lagarto ocelado, Lacerta (Timon) lepida, que también son de color azul/UV (Font et al., 2009). En los dos casos citados, las manchas azul/UV son además sexualmente dicromáticas, por lo que po- drían estar implicadas en el reconocimiento del sexo. La coloración de los animales es el resul- tado de una interacción entre presiones de selección distintas, a menudo de signo opuesto. Mientras que las interacciones con depredadores y presas favorecen las colora- ciones crípticas que permiten a los animales pasar desapercibidos, la comunicación in- traespecífica favorece la aparición de colora- ciones llamativas (Endler, 1992; Houde, 1997). La coloración de distintas áreas cor- porales de un mismo animal puede haber sido moldeada por distintas presiones de se- lección (e. g., LeBas y Marshall, 2000). Mu- chos lagartos presentan una coloración dor- sal apagada y/o disruptiva, que contrasta poco con el sustrato. Sin embargo, ventral y ventrolateralmente poseen ocelos y manchas de colores llamativos que exhiben en el transcurso de las interacciones sociales. Ade- más de un número variable de ocelos, mu- chos lacértidos poseen manchas de color lla- mativo en la fila longitudinal de escamas que marca el límite entre las superficies ven- tral y lateral del lagarto (i. e., escamas ven- trales externas, OVS). Las manchas suelen ser de color azul y tienen su pico de máxi- ma reflectancia en el UV. Además es frecuen- te que entre las escamas azul/UV se sitúen escamas de otros colores que apenas reflejan en el UV y que tienen su máxima reflectan- cia en longitudes de onda larga (amarillo, naranja), lo que proporciona un considera- ble contraste cromático (Fig. 2; Font y Moli- na-Borja, 2004; Font et al., 2009). Aunque no se ha establecido definitiva- mente su función comunicativa, la posición de las escamas y de los ocelos que reflejan en el UV los hace especialmente visibles du- rante interacciones en las que los lagartos, erguidos sobre las cuatro patas, comprimen lateralmente el cuerpo exponiendo su super- ficie lateral. De hecho, en muchas especies las manchas azul/UV de las escamas ventra- les externas presentan algún tipo de dimor- fismo sexual, lo que sugiere un posible ori- gen relacionado con la selección sexual (Stuart-Fox y Ord, 2004). En una población de Podarcis muralis del Pirineo Oriental francés, por ejemplo, casi todos los machos poseen escamas ventrales externas de color azul/UV, mientras que éstas están presentes únicamente en un 30% de las hembras y siempre en menor número que en los ma- chos. Además, algunas características espec- trales de estas escamas azul/UV difieren en- tre los sexos, y en los machos están relacio- nadas con la condición física (Pérez i de Lanuza y Font, 2006). E. Font et al.: Comportamiento y comunicación animal: ¿Qué nos enseñan los lagartos?20 Anolis spp. (Puerto Rico) Anolis spp. (Jamaica y Gran Caimán) Anolis carolinensis Anolis trinitatis A. roquet Crotaphytus collaris Bradypodion spp. Carlia pectoralis Ctenophorus ornatus Platysaurus broadleyi Gallotia spp. Gallotia galloti Acanthodactylus beershebensis Podarcis spp. Lacerta (Zootoca) vivipara Lacerta agilis Lacerta schreiberi Lacerta (Timon) lepida El abanico gular de cinco especies refleja en el UV (> 35 % a 360 nm en A. krugi y A. cristatellus). El abanico gular de 11 especies y subspecies refleja en el UV. Abanico gular con dos picos de reflectancia, uno de ellos en el UV. En algunas poblaciones el abanico gular y otras partes del cuerpo reflejan en el UV. Las comisuras de la boca, de color blanco, tienen su pico de reflectancia en el UV, y su tamaño está correlacionado con la condición física en los ma- chos. Distintas coloraciones con picos secundarios en el UV que incrementan la detectabilidad de la señal cromá- tica. La región gular de los machos muestra un pico en el UV (338 nm). La gola de ambos sexos y el pecho de las hembras reflejan en el UV; el dicromatismo sexual se hace extensivo al UV. Coloración UV en la gola usada como señal agonística en las primeras fases del combate entre machos. G. galloti palmae y G. atlantica atlantica presentan ocelos y OVS azul/UV con el pico de reflectancia en el UV; los ocelos y OVS amarillos de G. simonyi y los verdes de G. atlantica mahoratae presentan un pico secundario de reflectancia en el UV. Los machos de las dos subespecies presentes en la isla de Tenerife (G. galloti galloti y G. galloti eisen- trauti) tienen manchas laterales y ventrolaterales con el pico de reflectancia en el UV. La cola de los juveniles refleja en el UV. Ocelos y OVS tienen su pico de reflectancia en el UV; algunas características espectrales correlacionan con la condición física de los machos. La coloración ventral de los machos presenta un pico de reflectancia secundario en el UV. Coloración nupcial de los machos con un pico secun- dario en el UV. Coloración azul de la cabeza y coloración amarilla del pecho con sendos picos secundarios de reflectancia en el UV. Coloración azul/UV en ocelos y OVS; los picos de reflectancia son sexualmente dimórficos, situándose el máximo en el espectro UV en machos y en el azul en hembras. Fleishman et al., 1993; Fleishman y Persons, 2001 Macedonia, 1999, 2001; Macedonia et al., 2000 Stoehr y McGraw, 2001 Thorpe, 2002; Thorpe y Stenson, 2003 Lappin et al., 2006 Stuart-Fox et al., 2007 Blomberg et al., 2001 LeBas y Marshall, 2000, 2001 Stapley y Withing, 2006; Whiting et al., 2006 Font y Molina-Borja, 2004 Thorpe y Richard, 2001; Molina-Borja et al., 2006 Hawlena et al., 2006 Pérez i de Lanuza y Font, 2006 Vercken et al., 2007 Pérez i de Lanuza y Font, 2007 Martín y López, 2009 Font et al., 2009 Especie ReferenciasManchas de color con reflectancia en el UV Tabla 1. Estudios que documentan la presencia de reflectancia en el espectro UV en lagartos (OVS = escamas ventrales externas). Acta zoológica li l loana 54 (1–2): 11–34, 2010 21 A pesar de que cada vez tenemos más in- dicios de que el espectro UV puede ser impor- tante para la comunicación en muchos la- gartos, sigue habiendo autores que ignoran este aspecto de la percepción visual de los animales que utilizan en sus investigaciones. En concreto, algunos métodos colorimétricos (e. g., Munsell color system) están diseñados teniendo en cuenta el sistema visual humano y no son por tanto adecuados para estudiar la percepción visual de un lagarto. Colores que para un observador humano parecen si- milares pueden dar lugar a percepciones vi- suales radicalmente distintas en el lagarto, y viceversa. Un problema similar plantean los experimentos que implican la aplicación de pigmentos a los lagartos o que utilizan mo- delos coloreados. En este caso, la adecua- ción de los colores utilizados debería deter- minarse utilizando métodos objetivos como la espectrofotometría y no supeditarse al cri- terio de un humano que, como sabemos, per- cibe los colores de forma muy distinta a comolo hace un lagarto. SEÑALES CROMÁTICAS Y HONESTIDAD EN LA COMUNICACIÓN La evolución y mantenimiento de siste- mas estables de comunicación exige que las señales sean honestas, es decir, que exista una relación consistente entre la variación en alguna característica de las señales (tamaño, Figura 2. Espectros de reflectancia de las escamas ventrales externas (OVS) de los machos de distintas especies de lacértidos. En la mayoría de las especies se trata de manchas azul/ UV con un único pico de reflectancia en el espectro UV. En otros casos, se trata de man- chas con el pico principal en el espectro visible (que por ejemplo el ojo humano percibe como amarillo en Acanthodactylus erythrurus o verde en Psammodromus hispanicus) y un pico secundario en el UV. En la foto aparece un detalle de las OVS de un macho de Podarcis lilfordi ssp. giglioli donde puede observarse como se intercalan las manchas azul/UV con otras OVS que presentan el color ventral de fondo (los espectros de reflectancia respectivos se repre- sentan en la gráfica con trazo discontinuo, foto de Guillem Pérez i de Lanuza). E. Font et al.: Comportamiento y comunicación animal: ¿Qué nos enseñan los lagartos?22 frecuencia, intensidad) y algún atributo del emisor o del ambiente (Searcy y Nowicki, 2005). El color de los animales se debe bien a la presencia de pigmentos, como los caro- tenoides y la melanina, o a la interacción física de la luz con estructuras de escala na- nométrica presentes en el integumento. Los colores producidos mediante este último mecanismo se denominan colores estructu- rales, entre los que se incluyen las manchas azules (o azul/UV) de los lagartos. Numero- sos estudios han relacionado la variación en coloraciones debidas a pigmentos, especial- mente carotenoides, con la calidad fenotípi- ca del emisor (e. g., Blount y McGraw, 2008), pero la información acerca del posi- ble papel de los colores estructurales como señales honestas es mucho más escasa. No obstante, algunos estudios con aves sugieren que los colores estructurales podrían tam- bién funcionar como indicadores fiables de la calidad del emisor (e. g., Siitari et al., 2007). Varios estudios con lagartos han demos- trado que algunas señales cromáticas fun- cionan como caracteres dependientes de la condición (‘condition-dependent traits’) que proporcionan información sobre la calidad del emisor ante rivales o posibles parejas sexuales (revisado en Whiting et al., 2003). Por ejemplo, en machos de Lacerta agilis, el tamaño y saturación de las manchas latera- les de color verde está estrechamente relacio- nado con la masa y la condición corporal del individuo, caracteres que suelen determi- nar el éxito en el combate (Olsson, 1994). En Gallotia galloti, el área cubierta por las manchas azules es mayor en los machos más grandes, y tanto el tamaño corporal como el área cubierta por las manchas azu- les son buenos predictores de la dominancia y de la habilidad para el combate (Huyghe et al., 2005). Resulta interesante que, aun- que en ambos casos se trata de manchas de color que reflejan en el UV, en ninguno de los dos trabajos citados se analizó la variación en la reflectancia en esta parte del espectro (Molina-Borja et al., 2006; Pérez i de Lanu- za y Font, 2007). Recientemente se ha suge- rido que la variación en la reflectancia en el UV podría proporcionar información acerca de la habilidad para el combate en el cordí- lido Platysaurus broadleyi (Stapley y Whi- ting, 2006; Whiting et al., 2006), pero des- conocemos los mecanismos que garantiza- rían la honestidad de las señales en el UV en ningún lagarto. Es posible que dichos meca- nismos estén relacionados, como en aves, con los costos de producción y mantenimien- to de las nanoestructuras responsables de la producción de los colores estructurales. Cla- ramente son necesarios más estudios para descubrir las complejas relaciones entre colo- ración, calidad y eficacia biológica en la- gartos. SEÑALES VISUALES DINÁMICAS: EL LENGUAJE CORPORAL DE LOS LAGARTOS Los lagartos se han convertido en impor- tantes modelos para el estudio de las señales visuales dinámicas (Fleishman y Pallus, 2010). Muchos identifican a Charles Carpen- ter, de la Universidad de Oklahoma, como el precursor más inmediato del moderno es- tudio de las señales visuales dinámicas en lagartos. Con ayuda de sus estudiantes, Car- penter desarrolló un sencillo método que permitía representar gráficamente los movi- mientos de cabeceo y de pataleo de los la- gartos (Carpenter y Grubitz, 1961). De este modo, los investigadores podían obtener un registro permanente y objetivo de los movi- mientos estereotipados que forman parte del repertorio de señales comunicativas de mu- chas especies de lagartos iguánidos y agámi- dos. La introducción de esta metodología proporcionó al estudio de las señales visua- les dinámicas un impulso similar al que reci- bió en su día el estudio de las vocalizaciones gracias al espectrógrafo de sonidos. Recien- temente, el estudio de las señales visuales dinámicas de los lagartos se ha beneficiado del desarrollo de nuevas técnicas experimen- tales y analíticas. Entre las primeras desta- can la técnica del video playback (Ord y Evans, 2002; Ord et al., 2002) y la utiliza- ción de lagartos robóticos (Martins et al., 2005; Smith y Martins, 2006; Kelso y Mar- tins, 2008; Thompson et al., 2008; Ord y Stamps, 2009). Acta zoológica li l loana 54 (1–2): 11–34, 2010 23 Para que una señal comunicativa sea efi- caz debe existir una correspondencia entre las características de la señal y las propieda- des de los sistemas sensoriales de los recepto- res de la misma (e. g., Endler, 1993). En el caso de las señales visuales dinámicas, nu- merosos estudios han demostrado que las características del movimiento incrementan la probabilidad de detección por parte de un posible receptor. Por ejemplo, Fleishman (1988) demostró mediante un análisis de Fourier que los movimientos de cabeceo de los machos de Anolis auratus presentan cam- bios bruscos de velocidad y aceleración que contrastan con el movimiento sinusoidal de la vegetación. El desarrollo de nuevas técni- cas para el estudio de las señales visuales dinámicas basadas en el análisis computa- cional del movimiento supone un avance considerable con respecto a la metodología que introdujo Carpenter, y permite poner a prueba un amplio abanico de hipótesis rela- tivas a la correspondencia entre el diseño de las señales y las características de los siste- mas sensoriales de los receptores de las mis- mas (Peters et al., 2002; Peters y Evans, 2003a, b; Ord et al., 2007; Pallus et al., 2010). Por ejemplo, en el agámido, Amphi- bolurus muricatus, las exhibiciones visuales están precedidas de un movimiento de la cola del animal que barre un área relativa- mente extensa del campo visual de los recep- tores, atrayendo su atención hacia el resto de la exhibición (Peters y Evans, 2003a). LOS MOVIMIENTOS DE CABECEO Los movimientos de cabeceo (‘head-bob’, ‘push-up’) consisten en un desplazamiento de la cabeza y/o de la parte anterior del cuerpo del lagarto siguiendo un patrón rítmico más o menos estereotipado. Por lo general, el desplazamiento tiene lugar en el plano verti- cal, hacia arriba y hacia abajo, pero algu- nos cabeceos incorporan un componente la- teral o rotacional en el movimiento de la cabeza. Aunque los movimientos de cabeceo son más frecuentes en los machos, también se han observado en las hembras, juveniles o neonatos de algunas especies. Su función está relacionada con el establecimiento y la defensa del territorio, con la dominancia social o con el cortejo (Carpenter y Ferguson, 1977; Jenssen, 1977; Carpenter, 1978; Mar- tins, 1991, 1993; Labra et al., 2007). En al- gunos casos los cabeceos son señales dirigi- das a depredadores potenciales con una fun- ción disuasoria (Leal, 1999). La forma o es- tructura de los cabeceos posee una gran plasticidad evolutiva y su variabilidad no parece estar relacionada con factores filoge- néticos o ecológicos (e. g., tipo de hábitat).Dado que su estructura es característica de cada especie y varía de unas especies a otras, se ha sugerido que los movimientos de cabeceo podrían estar implicados en la dis- criminación específica y en el mantenimien- to del aislamiento reproductivo (Martins et al., 2004; Ord y Stamps, 2009). También se ha descrito variación entre poblaciones de una misma especie y entre individuos de una misma población, por lo que se ha sugerido que los movimientos de cabeceo podrían per- mitir el reconocimiento individual (Martins, 1991; Martins et al., 1998). Muchas especies poseen un repertorio que incluye varios tipos de cabeceo estructural y funcionalmente dis- tintos (e. g., Font y Kramer, 1989). La es- tructura del movimiento de cabeceo puede variar en función del tipo de interacción (Decourcy y Jenssen, 1994), del estado fisio- lógico del animal que realiza la exhibición (Brandt, 2003), o incluso de la posición que ocupa el animal que cabecea en el campo visual del receptor (Hews et al., 2004). Ade- más, trabajos recientes han puesto de mani- fiesto que los lagartos son capaces de eva- luar las condiciones ambientales y modular la estructura de los movimientos de cabeceo para aumentar la eficacia en la comunica- ción. Los cabeceos de varias especies de Ano- lis, por ejemplo, se hacen más rápidos e in- corporan movimientos de alerta que atraen la atención de los receptores cuando el vien- to intensifica el movimiento de la vegetación (Ord et al., 2007; Ord y Stamps, 2008). LOS MOVIMIENTOS DE PATALEO: ¡ATENCIÓN AL JUEGO DE PIERNAS! Después de los cabeceos, los movimientos de pataleo son las señales visuales dinámi- E. Font et al.: Comportamiento y comunicación animal: ¿Qué nos enseñan los lagartos?24 cas aparentemente más extendidas entre los lagartos. Durante el pataleo (‘foot-shake’, ‘hand-wave’), el lagarto mueve una o varias patas arriba y abajo de forma rítmica. En ocasiones la pata se desplaza describiendo una trayectoria elíptica o circular (‘cir- cumduction’), y su movimiento recuerda al del brazo de un nadador de crawl (Carpen- ter et al., 1970). Se han descrito pataleos en lagartos de las familias Agamidae, Iguani- dae, Teidae, Liolaemidae y Lacertidae (Fig. 3). Al igual que ocurre con los cabeceos, los pataleos parecen idealmente diseñados para desencadenar una respuesta por parte del sistema visual de los lagartos, ya que se tra- ta de movimientos que conjugan una gran velocidad con cambios bruscos de acelera- ción (Fleishman, 1992). No obstante, en comparación con los estudios sobre cabe- ceos, los dedicados a los movimientos de pataleo son mucho más escasos y a menudo se limitan a constatar su existencia o a su- gerir posibles funciones sin el necesario apo- yo empírico. De hecho, no disponemos de información fiable acerca de la incidencia de este comportamiento en muchos grupos de lagartos. Es posible que esta falta de in- formación se deba, al menos en parte, a que en muchos casos los movimientos son rápi- dos o de escasa amplitud, por lo que fácil- mente pueden pasar desapercibidos o con- fundirse con otros comportamientos. Desde el punto de vista de su función co- municativa, se ha sugerido que los movi- mientos de pataleo podrían ser señales de dominancia o agresión, de sumisión, e in- cluso un comportamiento que permitiría a las hembras rechazar el cortejo de los ma- chos (Ord et al., 2002; revisado en Halloy y Castillo, 2006). En Cnemidophorus murinus, un teiido de la isla de Bonaire, se ha demos- trado que el pataleo funciona como una se- ñal dirigida a los depredadores (‘pursuit-de- terrent’; Cooper et al., 2004). Un problema adicional en el estudio de los pataleos es que en muchos trabajos no se ha tenido en cuenta la posibilidad de que varios tipos de pataleo, posiblemente con funciones distin- Tabla 2. Lista de polimorfismos de coloración que han sido relacionados con la existencia de estrategias reproductivas alternativas en lagartos. Urosaurus ornatus Uta stansburiana Ctenophorus pictus Podarcis melisellensis Podarcis muralis Anolis sagrei Lacerta vivipara Especie ReferenciasSexo Polimorfismo Machos Machos Machos Machos Machos Hembras Hembras Hembras Tres coloraciones en la región gular (i. e., azul, amarillo y naranja) Tres coloraciones en la región gular (i. e., azul, amarillo y naranja) Dos coloraciones en la región cefáli- ca (i. e., amarillo y rojo) Tres coloraciones en la región ven- tral y gola (i. e., blanco, amarillo y naranja) Tres coloraciones en la región ven- tral y gola (i. e., blanco, amarillo y naranja) Tres coloraciones en la región gular (i. e., blanco, amarillo y naranja) Tres patrones distintos de colora- ción dorsal Variación en la coloración ventral y de la gola (i. e., amarillo, naranja y coloraciones intermedias) Hover, 1985; Thompson y Moore, 1991; Zucker, 1994; Carpenter, 1995 a, b Sinervo y Lively, 1996 Healey et al., 2007; Olsson et al., 2007 Huyghe et al., 2007 Sacchi et al., 2007a, b; Calsbeek et al., 2010; Fig. 4 Calsbeek et al., 2008 Sinervo et al., 2007; Vercken et al., 2007, 2008, 2010; Vercken y Clobert, 2008; pero véase Cote et al., 2008 Acta zoológica li l loana 54 (1–2): 11–34, 2010 25 tas, formen parte del repertorio de una mis- ma especie. Así ocurre, por ejemplo, en va- rias especies de lacértidos que poseen un re- pertorio que incluye hasta tres tipos distintos de pataleo (Carazo y Font, 2006). Estos no sólo difieren en su estructura (la forma, ca- dencia y duración del movimiento, así como las patas implicadas), sino que aparecen en contextos distintos, por lo que es posible que constituyan señales comunicativas con fun- ciones distintas. CONCLUSIONES El estudio del comportamiento de los la- gartos ha experimentado importantes avan- ces empíricos, teóricos y metodológicos en los últimos años. Este comentario se ha cen- trado en la comunicación, pero existen otras parcelas del estudio del comportamiento donde la contribución de los trabajos con lagartos ha sido decisiva, como los mecanis- mos neurales y endocrinos de la reproduc- ción (Crews y Moore, 2005; Crews et al., 2009), la territorialidad (Stamps, 1994), o las consecuencias adaptativas del modo de forrajeo (Reilly et al., 2007). Los trabajos con lagartos ocupan también un lugar muy destacado en el estudio de la evolución y la función de las estrategias/tácticas reproduc- tivas alternativas en los animales, y propor- cionan algunos de los casos mejor estudia- dos hasta la fecha (Calsbeek y Sinervo, 2008; Tabla 2, Fig. 4). La utilización de ejemplos en los que intervienen lagartos es cada vez más frecuente en los libros de texto de com- portamiento animal (e. g., Alcock, 2009) y posiblemente no sea casual que las portadas de los dos textos más recientes de ecología del comportamiento estén ocupadas por sen- das ilustraciones de lagartos (Danchin et al., 2008; Westneat y Fox, 2010). Esta situación hubiese resultado inimaginable hace apenas unas pocas décadas, cuando los estudios del comportamiento de los lagartos eran toda- vía una auténtica rareza. Figura 3. Meroles ctenodactylus (Lacertidae) exhibiendo un movimiento de pataleo con sus dos patas anteriores. Ejemplar fotografiado en un cordón dunar en la costa oeste de Sudá- frica, cerca del parque nacional de Namaqua (foto de Pau Carazo). E. Font et al.: Comportamiento y comunicación animal: ¿Qué nos enseñan los lagartos?26 A pesar de los estereotipos que todavía persisten en torno a su comportamiento, hoy sabemos que las señales comunicativas de muchos lagartos rivalizan en riqueza y com- plejidad con las de cualquier vertebrado. Además, cada vez disponemos de informa- ción más completa y precisa acerca de las relaciones filogenéticas de muchos grupos de lagartos. Esto permite formular pregun- tas y analizar la información disponible en un contexto explícitamente filogenético, y abre la puerta a aplicaciones cada vez más sofisticadas del método comparativo (e. g., Ord et al., 2001; Ord y Blumstein, 2002; Ord y Martins, 2006; Ord y Stuart-Fox, 2006; Stuart-Fox et al., 2007). Lasecuenciación del primer genoma completo de un lagarto (Anolis carolinensis) ofrece también intere- santes perspectivas para el estudio de los cambios genéticos asociados a los procesos Figura 4. Aspecto de la coloración ventral de los tres morfotipos de color presentes en una población de Podarcis muralis del Pirineo oriental (machos en las fotos superiores y hembras en las inferiores). En los machos no blancos la coloración se extiende por toda la superficie ventral, mientras que en las hembras sólo está presente en la región gular (fotos de Enrique Font). Acta zoológica li l loana 54 (1–2): 11–34, 2010 27 de radiación adaptativa, incluyendo aque- llos que afectan a la coloración o a las seña- les visuales dinámicas. No obstante, es necesario recordar que no existe información sobre el comporta- miento de la mayoría de las especies de la- gartos, y que un énfasis excesivo en unas pocas especies ‘modelo’ puede llevarnos a ignorar la misma diversidad que hace inte- resante el estudio de este grupo de vertebra- dos. La diversidad es un arma de doble filo ya que desconocemos hasta qué punto se puede generalizar a partir de resultados ob- tenidos con Anolis, Sceloporus o algún otro iguánido ‘representativo’. En particular, la rica herpetofauna sudamericana ofrece un material infravalorado y potencialmente muy valioso para estudios del tipo de los que hemos revisado aquí. El estudio del compor- tamiento de una gran diversidad de especies resulta especialmente acuciante a la vista de la creciente amenaza que factores como el cambio climático, la contaminación, las es- pecies invasoras o la pérdida y degradación de sus hábitats naturales suponen para la supervivencia de muchas especies (Gibbons et al., 2000; Whitfield et al., 2007; Sinervo et al., 2010). AGRADECIMIENTOS A Monique Halloy por su amable invita- ción a participar en este número del Acta zoológica lilloana. A Antonieta Labra por sus comentarios que sin duda han contribui- do a mejorar el manuscrito. Parte del traba- jo descrito aquí ha sido financiado por la Generalitat Valenciana (GV05-138, ACOMP/ 2009/339) y por el Ministerio de Educación y Ciencia (CGL2006-03843). LITERATURA CITADA Alcock, J. 2009. Animal Behavior: an Evolutionary Approach. Sinauer, Sunderland, Massachusetts, 9th ed. Aragón, P., López, P. y Martín, J. 2000. 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