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SOCIOLOGÍA 
ECONÓMICA
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INTRODUCCION 
Ecrita por Guillermo 
Rochabrún Silva
JUAN CARLOS 
ZEVALLOS
La formación del 
mercado de fuerza de 
trabajo libre en la sierra 
central.
CARLOS 
BARRENECHEA
la subcontratación en 
el Perú y sus efectos en 
las relaciones laborales.
NATALIA 
BOLAÑOS
Marx y el voluntariado
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INTRODUCCIÓN
SOCIOLOGÍA
ECONÓMICA
_Guillermo Rochabrún Silva MSSc
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Magister en Sociología por la Pontificia 
Universidad Católica del Perú. Ha sido profesor 
de Teoría Sociológica y Sociología Económica 
en la Facultad de Ciencias Sociales de dicha 
universidad*
 3
Estos trabajos han sido selec-cionados porque además 
de sus méritos propios de al-
guna manera se sitúan en pun-
tos extremos. Veamos esto 
muy brevemente.
Por una parte está la formación 
de una fuerza de trabajo libre 
en la sierra central del Perú, a 
lo largo del siglo XX. Para Marx 
la existencia de un proletariado 
es la condición fundamental 
para la existencia del capital-
ismo. La situación es, empero, 
totalmente distinta cuando, 
como en la minería de cobre 
de la sierra central, capitales 
individuales requieren fuer-
za de trabajo, en un contexto 
donde su mercancía –el co-
bre- no va a ser vendida, sino 
transportada a una economía 
industrial dónde será compra-
da y aprovechada como objeto 
de trabajo (materia prima), ela- 
borada –ahí sí- por un proleta- 
riado plenamente establecido 
a lo largo de siglos, y en toda 
la extensión de la rotación del 
capital. En cambio en el Perú 
esos capitales individuales no 
requieren sino de una fuerza 
de trabajo estable y calificada. 
Por circunstancias económicas 
y políticas en la sierra sólo era 
posible conseguirla en tanto 
fuese “libre”; es decir, capaz 
de ser contratada, y ello era el 
“factor” escaso. Dicho en otros 
términos, se podría haber uti-
lizado fuerza de trabajo servil, 
por ejemplo si los terratenien-
tes se hubiesen transformado 
en mineros, pero ello no ocu- 
rrió; por lo tanto una nueva ac-
tividad económica sólo podía 
hacerse en los intersticios de 
estesistema. El trabajo de Juan 
Carlos Zevallos explora el siste-
ma de enganche, como es-
trategia utilizada para resolver 
este problema1.
Aquí el capital va en busca de 
fuerza de trabajo. Por el con-
trario, en la subcontratación, 
examinada por Carlos Barre- 
nechea, el capital “elude” la 
relación franca y formal con la 
fuerza de trabajo; por el con-
trario se escabulle, se desdobla, 
se escinde entre la capacidad 
de dar órdenes y la capacidad 
de sancionar, al tiempo que di-
luye su responsabilidad ante la 
suerte del trabajador. Mientras 
que en un inicio el capital re- 
clamaba la presencia franca y 
estable de la fuerza de trabajo, 
ahora los capitales se escon-
den de élla, y así debilita pro-
fundamente la fuerza colecti-
va de ésta. 
El último extremo es el traba-
jo de Natalia Bolaños, referido 
a actividades que “normal-
mente” serían pagadas, pero 
que en diversos casos son 
realizadas sin remuneración 
mediante, sino que se llevan a 
cabo ya sea por vocación, con-
vicción, sentido del deber, etc. 
¿Cómo “calzan” estas activi-
dades –cuya extensión es bas-
tante significativa- en la noción 
de “trabajo” de Marx, y qué las 
hace posibles? ¿Son una alter-
nativa a la compra-venta de 
fuerza de trabajo?
Este puñado de trabajos mues-
tra la fertilidad y pertinencia de 
un “clásico” como Marx, siem-
pre y cuando funcione como 
punto de referencia a ser pen-
sado, y no como fuente de ci-
tas célebres o de hipótesis ad-
hoc. 
1 Un cauce diferente lo tuvo la explotación del caucho, que tuvo lugar en la región amazónica entre fines del siglo XIX y 1915 aproxi-
madamente, donde la “habilitación” inicial fue gradualmente convertida en relación de esclavitud. 
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LA FORMACIÓN DEL 
MERCADO DE FUERZA DE 
TRABAJO LIBRE EN LA 
SIERRA CENTRAL
_Juan Carlos Zevallos
Estudiante de Sociología PUCP
gente proletario? Se respon- 
derá esta pregunta subdivi- 
diéndola en otras dos: ¿Qué 
procesos propiciaron la apa-
rición y expansión de una fuer-
za de trabajo libre en el centro 
del Perú? ¿En qué medida esa 
fuerza de trabajo ha quedado 
permanentemente asalariada? 
En este sentido, este ensayo 
se ocupa, por un lado, de ana- 
lizar el proceso de penetración 
y consolidación de la actividad 
minera capitalista dentro de la 
región central (Cerro de Pasco, 
Huancavelica y Junín en este 
estudio), predominantemente 
agrícola y ganadera, y su im-
pacto en la formación de un 
mercado de fuerza de trabajo. 
Primera parte. De la aparición 
del mercado de fuerza traba-
jo: 1880-1930
En esta etapa describiremos 
las condiciones (establecidas 
por las necesidades de la em-
presa minera y el desarrollo 
económico y demográfico de 
la región) que favorecieron 
el proceso de conversión de 
los mineros estacionales a es-
tables. Proceso que tuvo un 
quiebre en 1930, a partir de la 
crisis internacional.
A finales del siglo XIX, ante un 
incipiente mercado de fuerza 
de trabajo libre, los capitalis-
tas mineros (nacionales en su 
mayoría) intentaron desarro- 
llarlo para así tener un contin-
gente estable de trabajadores 
que pudieran capacitar y hacer 
más eficientes. Sin embargo, 
ninguno de los dos objetivos se 
cumplió a cabalidad: no todos 
los campesinos vendían volun-
tariamente su fuerza de traba-
jo a las minas, y los que iban no 
trabajaban más de unos pocos 
meses.
 
Para paliar el primer problema 
se recurrió al enganche, con-
trato que consistía en otorgar 
un sueldo adelantado al futu-
ro trabajador para que éste lo 
retribuya con trabajo para la 
empresa por un tiempo de-
terminado (Long 2001). Los 
enganchadores convencían 
a personas que necesitaban 
dinero -como los padrinos de 
fiestas patronales, por ejem- 
plo- para contratarlos. Sin em-
bargo, este mecanismo fue 
ineficiente durante gran parte 
de este periodo, sobre todo 
porque los salarios ofrecidos 
apenas aseguraban la subsis-
1 Grupo de personas (con libertad política) que no posee alguna propiedad donde se puedan producir bienes que permitan su sub-
sistencia o la de su familia.
La explotación minera en 
la sierra central fue un nue-
vo impulso para el desarrollo 
económico del país. Cerro de 
Pasco, con sus inmensas vetas 
polimetálicas, se convierte en 
uno de los centros más impor-
tantes de explotación minera 
desde finales del si-glo XIX y 
durante todo el siglo XX gra-
cias al incremento del precio 
de los metales, las nuevas tec-
nologías disponibles y la pre- 
sencia de ingenieros de minas 
(Thorp y Bertram, 1988). La 
expansión minera, sin embar-
go, se enfrentó a un problema 
central: la falta de un merca-
do de fuerza de trabajo libre1, 
pues la población circundante 
se dedicaba a labores agro-
pecuarias que no necesitaban 
de la existencia de dicho mer-
cado. Es decir, trabajar para 
otra persona no era una ac-
tividad común ni necesaria en 
la sierra central, salvo pocas 
excepciones. Este hecho ocu- 
rrió hasta las décadas de 1930 
y 1940, en las que el contin-
gente proletario que la mine- 
ría necesitaba, se estabiliza. 
Cabe preguntarse entonces 
¿cómo apareció este contin-
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tencia del asalariado y no así 
la de su familia, por lo que él 
tampoco pudo generar exce-
dentes importantes. El campe- 
sino-minero aún dependía de 
su propia producción agríco-
la para poder subsistir, por lo 
que mantuvo sus lazos con la 
comunidad en que tenía sus 
tierras, no se proletarizó. (De 
Wind 1985).
 
Por otro lado, la temporalidad 
del empleo se debía al predo-
minio de la actividadagrope- 
cuaria en la vida económica 
de los campesinos de la región 
central. Para ellos, la activi-
dad minera se convirtió en un 
piso ecológico más (Contreras 
1985); es decir, el empleo en 
la mina estuvo determinado 
por los ciclos agrícolas, y no 
al revés como ocurriría lue- 
go. Los campesinos buscaron 
empleo temporal en las minas 
porque esta les ofrecía un sala-
rio y también un mercado para 
sus productos. Esto cambiaría 
con la llegada de la Cerro de 
Pasco Corporation y un con-
junto de procesos en el mundo 
campesino.
1902, la llegada de la Cerro de 
Pasco Mining Corporation
La baja rentabilidad obtenida 
por los capitalistas nacionales 
fue motivo para que la Cerro 
de Pasco Corporation (en ade- 
lante denominada “la com-
pañía“) se haga del 80% de las 
concesiones en Cerro de Pas-
co en 1902 (Thorp y Bentham, 
1978: 81-82). Su llegada aceleró 
de forma abrupta el proceso 
de creación de fuerza de tra-
bajo libre en la región central. 
Como señala Kruijt (1983), esto 
ocurrió, primero, porque de-
mandó mucha mayor fuerza 
de trabajo para incrementar su 
producción y aprovechar los 
altos precios internacionales 
de los metales. De 1920 a 1930 
el número de obreros pasó de 
7,840 a 12,888 para satisfacer la 
demanda de fuerza de trabajo 
en sus centros de operación: 
La Oroya, Cerro de Pasco, 
Casapalca, Morococha, Goylla- 
risquizga, Yauricocha (Grondin 
1978, 96). Segundo, porque la 
llegada del ferrocarril a Cerro 
de Pasco (construido por la 
misma empresa) permitió in-
crementar significativamente 
la cantidad de mineral trans-
portado2. Tercero, porque las 
nuevas tecnologías adoptadas 
por la Cerro pronto requirieron 
de una fuerza de trabajo libre y 
estable, con distintos tipos de 
especialización.
En este periodo se buscaron 
mineros con gran resistencia 
física por las características del 
2 Miller (1985) señala que en 1924 se transportaban 714 000 toneladas de mineral gracias al ferrocarril, frente a las 17 000 toneladas 
transportadas por animales de carga en 1900
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trabajo. Fueron empleados en 
los trabajos más duros, como 
el de extracción, que se rea- 
lizaba en jornadas de 36 horas 
(Lévano 1967 citado por Kruijt 
1983) a más de 4 mil m.s.n.m. 
La dureza de las condiciones 
en las que se realiza este tra-
bajo desincentivó a los cam- 
pesinos/obreros, lo que generó 
resistencia de su parte para asa- 
lariarse y, a la par, a los engan-
chadores se les hizo más difícil 
reclutar trabajadores (Bonilla 
1974). Frente a este escenario, 
cabría preguntarse entonces 
¿por qué la resistencia a pro-
letarizarse cedía?, ¿qué ocu- 
rrió en el campo en este peri-
odo? A continuación, señalaré 
algunos factores que también 
darán luces sobre la formación 
del proletariado de la Cerro.
Transformaciones sociales en 
las comunidades campesinas
La fuerza de trabajo de la que 
se alimentaba la corporación 
provenía en su gran mayoría de 
la región central, que compren-
de los departamentos de Junín, 
Cerro de Pasco y Huancavelica. 
Por lo tanto, una mirada rápida 
a los procesos que ahí ocurrían 
da luces acerca del proceso de 
consolidación de un mercado 
de fuerza de trabajo minera. 
Se trata del crecimiento de-
mográfico, el aumento de la 
presión sobre la tierra que in- 
viabiliza una economía exclu-
sivamente agrícola y la necesi-
dad de adquirir dinero de parte 
de los campesinos. Estos son 
factores de expulsión del cam-
po que se desarrollan en este 
periodo, es decir, factores que 
obligan a los campesinos a in-
cursionar en otras actividades 
económicas no agrícolas.
En sus estudios de la Comu-
nidad Campesina de Muqui-
yayuyo, ubicada en el valle 
del Mantaro, Adams (1959) y 
Grondín (1978) señalan que 
el crecimiento demográfico 
y la ley sobre herencia (que 
determinaba la división de la 
tierra en partes iguales entre 
los descendientes) fueron las 
principales causas del creci- 
miento del minifundismo. Este 
fenómeno devino en el em-
pobrecimiento de las familias, 
pues la agricultura no aseguró 
más su subsistencia. Si en 1900 
el promedio de hectáreas por 
familia fue 1.5, para 1930 el pro-
medio era de menos de 1 ha. 
(Grondín 1978, 89).
Se observan entonces los 
primeros condicionantes para 
la formación de un mercado de 
fuerza de trabajo, pues las fa-
milias tuvieron que diversificar 
sus actividades económicas 
para asegurar su subsistencia. 
Los comuneros se vieron obli- 
gados a acudir masivamente a 
los centros de producción de 
forma estacional para obtener 
un complemento para el ingre-
so familiar. Las opciones eran 
migrar a las haciendas de la 
costa, hacia Lima o los centros 
mineros, pero lo limitado de 
las opciones, la cercanía de las 
minas y la presencia de los en-
ganchadores, hicieron de esta 
la opción más popular3.
Por este motivo las mineras 
dieron salarios bajos que al 
obrero común permitían ge- 
nerar un pequeño excedente y 
apenas lograr costear su sub-
sistencia, no la de su familia. En 
este punto es importante pre-
cisar que ofrecer salarios que 
no garanticen la subsistencia 
familiar contradice la necesidad 
de la compañía de contar con 
trabajadores permanentes. Sin 
embargo, al tratarse de mano 
3 66% de encuestados migró a las minas entre 1910 y 1930. (Grondin 1978, 102)
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de obra no calificada, emplea-
da en trabajos físicos duros 
como el de extracción (que no 
cuenta con un sindicato que 
luche por alzas salariales), que 
cuenta con pocas oportuni-
dades laborales; se esclarece 
parcialmente tal contradicción, 
pues se trata de una población 
que buscaba vender su fuerza 
de trabajo de forma estacio- 
nal. Se trata de un mercado de 
fuerza de trabajo en formación, 
en su periodo inicial. Es así que 
la necesidad de contar con en-
ganchadores va desaparecien-
do hacia la década de 1920. Sin 
embargo, aún no desaparece 
el carácter estacional de los 
asalariados, por lo que aún no 
se establece dicho mercado. 
Ahora bien, hubo un pequeño 
grupo de obreros y emplea-
dos cuya situación fue dife- 
rente gracias a que sus salarios 
fueron más altos que el prome-
dio y generaron un excedente 
local (al menos en el caso de 
Muquiyauyo) que dinamizó la 
economía local. Esto dio pie 
a la extensión de la artesanía 
y comercio como actividades 
alternativas, pues se fue cons- 
tituyendo un mercado para su 
desarrollo.
Por otro lado, Flores Galindo 
(1983) y De Wind (1985) coin-
ciden en que el crecimiento de 
la actividad comercial hizo que 
el costo de vida y la necesidad 
de disponibilidad de dinero 
se incrementen. Esto habría 
ocurrido por la presencia de 
mineros, quienes ocasionaron 
procesos de inflación local que 
afectaron principalmente a los 
campesinos pobres no asala- 
riados. Por lo tanto, surge otro 
factor de expulsión del campo: 
la necesidad creciente de dine-
ro a nivel local.
La demanda local de dinero 
creció también por la ausen-
cia de comuneros, quienes se 
encontraban trabajando en las 
minas. Esto afectó prácticas 
como el intercambio recíproco 
de trabajo para labores agríco-
las, construcción de casas, en-
tre otros; pues en esta ausencia 
no se podía intercambiar tra-
bajo y se comenzó a contratar 
peones a cambio de di- nero4. 
Es decir, los comuneros que se 
quedaban en el campo debían 
disponer de dinero que antes 
no necesitaban, y que además 
posiblemente no tenían. 
 
Por otro lado, Long (2001) 
también atribuye la deman-
da creciente de moneda al 
mayor prestigio que conlleva 
el consumo de bienes no pro-
ducidos por uno mismo. Dicha 
demanda, además, afectó a la 
organización comunal y sus 
prácticas; por ejemplo, la cons- 
trucción de la casa municipal 
de Muquiyayuyo en 1909 tuvo 
que ser postergada “con moti-
vo de que los brazos de la co-
munidad se ausentaron a los 
minerales” (Grondín 1978, 98). 
La contaminación y la división 
ganadera de la Cerro.
Los factores de expulsión del 
campotambién fueron conse-
cuencia directa del accionar 
de la compañía; me refiero a 
la contaminación fruto de sus 
operaciones en La Oroya, y a 
la compra de tierras de comu-
nidades y haciendas en Pasco. 
Acerca de la primera, el fun-
cionamiento de la fundición 
de la Oroya (en 1922) ocasionó 
el envenenamiento de las tie- 
rras ubicadas en un radio de 
32 kilómetros (Klaren 2004), 
las que tuvo que comprar 
(junto a los animales perju-
dicados) a precios reducidos 
luego de una demanda im-
puesta por los afectados -y 
que luego empleó, por lo que 
su compra es tomada como 
una inversión a largo plazo. La 
contaminación del río Manta-
ro, por su parte, redujo la pro-
ductividad de las numerosas 
comunidades del valle respec-
tivo, agudizando el problema 
de la subsistencia de los cam-
pesinos descrita líneas arriba. 
La expansión de la “división 
ganadera” de la compañía, 
por su parte, se realizó me- 
diante la ocupación y compra 
(algunas veces en ese orden) 
de los terrenos adecuados 
para el desarrollo ganadero 
en la zona de puna del depar-
tamento de Pasco. La expan-
sión de tierras comenzó tan 
pronto como las operaciones 
mineras, es así que para 1926, 
“la Compañía había adquirido 
cerca de treinta haciendas que 
cubrían 270 000 hectáreas” 
(De Wind, 1985: 259). 
Esta estrategia de expansión 
fue particularmente violenta. 
Como señala Kapsoli (1975), 
en 1937 la compañía, gracias 
a un acuerdo con el Ministerio 
de Fomento, se adueñó de las 
minas de carbón ubicadas en 
el territorio de la comunidad 
de Rancas. Para solucionar el 
problema se firmó un acuerdo 
entre el Estado, la comunidad 
y la minera que beneficiaba a 
esta última, otorgándole las 
tierras. Cuando en 1960 los co-
muneros invadieron las tierras 
que le habían sido arrebata-
das, fueron masacrados por 
Los factores de 
expulsión del campo 
también fueron 
consecuencia directa 
del accionar de la 
compañía; me refiero a 
la contaminación fruto 
de sus operaciones 
en La Oroya, y a la 
compra de tierras 
de comunidades y 
haciendas en Pasco.
4 Cabe preguntarse por qué no se desarrolló el trabajo a cambio de especies.
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las fuerzas estatales. El caso 
de Rancas no fue el único; la 
ocupación de tierras fue una 
estrategia de expansión de la 
división ganadera y, a la vez, 
fue un factor de expulsión de 
los campesinos y pastores, 
quienes al dejar o ver reducidas 
sus tierras se empobrecieron, 
y buscaron oportunidades mi-
grando o asalariándose en los 
centros mineros. Kapsoli (1975)
Las haciendas de la Cerro, 
como señalan Kapsoli (1975) 
y De Wind (1985), fueron con-
vertidas en empresas capitalis-
tas. Su producción era vendida 
a los propios trabajadores a la 
mitad del precio solicitado en 
Huancayo, lo que les permitió 
mantener bajos los sueldos, 
puesto que a los trabajadores 
de la empresa se les beneficia-
ba con productos baratos.
En suma, los procesos que 
propiciaron el asalariamien-
to en esta etapa son 1) el cre-
cimiento demográfico que 
aumenta la presión sobre la 
tierra, 2) la ineficiencia de 
una economía exclusivamente 
agrícola para garantizar la sub-
sistencia de las familias y 3) la 
demanda (cada vez mayor) de 
dinero por un proceso de in-
flación local y 4) la compra o 
invasión de tierras de campesi-
nos de parte de la empresa. Es-
tos factores se alimentan entre 
sí, incrementando la necesidad 
de asalariarse y haciendo ce- 
der la resistencia al mismo.
La crisis de 1929 llega y la com-
pañía reduce drásticamente el 
número de trabajadores, pues 
cierra algunos centros mineros. 
Sin embargo, los pocos traba-
jadores que conservan su em-
pleo comienzan a formar un 
grupo estable, el que creció en 
la siguiente etapa.
Segunda parte. Sobre la tran-
sición previa a la consoli-
dación del contingente obrero 
estable: 1930-1945
La siguiente etapa es una de 
transición en la formación de 
fuerza de trabajo libre. Como 
la experiencia era valorada y 
relativamente mejor remunera-
da por la Compañía, hubo una 
alta tendencia a contratar a los 
mismos obreros -aún de for-
ma estacional. Flores-Galindo 
(1983) nota, por un lado, ma- 
yor presencia de contratos 
continuos de un año o más a 
partir de 1925 y, por otro, que 
en 1930 más del 50% de obre-
ros en Morococha habían tra-
bajado antes para la Cerro.
Además, con la apertura del 
complejo metalúrgico de La 
Oroya y la consolidación de 
la operatividad permanente 
de las minas de Morococha, 
Casapalca y Goyllarisquisga, 
la compañía necesitó disponer 
de más fuerza de trabajo per-
manente y cada vez más cali- 
ficada. Por lo tanto, tuvo que 
hacer más atractivo el trabajo 
minero para los campesinos 
de las comunidades aledañas 
a sus minas y las del valle del 
Mantaro. Para este objetivo 
construyó ciudades para asen-
tar a las familias de los obreros. 
Se construyeron campamen-
tos mineros, hospitales, cole-
gios, mercantiles. Además, se 
introdujo un sistema de pre- 
mios (una leve mejora de suel-
dos, aunque aún insuficientes 
para subsistir), y se ofrecieron 
oportunidades para adquirir 
calificación y conocimientos 
(Kruijt 1983). Con estos servi-
cios se logró atraer población 
estable a los centros mineros.
De regreso al caso de Muqui-
yauyo, si bien muchos cam- 
pesinos/obreros regresan a 
sus tierras luego de la crisis 
de 1929, la agricultura pierde 
espacio como actividad cen-
tral. Si en el periodo ante- 
rior la minería era un trabajo 
complementario al agrícola, en 
esta etapa la agricultura fue un 
complemento al ingreso con-
seguido por otras fuentes. “Una 
parte cada vez más importante 
de la población no vivía más 
única o principalmente de la 
agricultura. No solo la economía 
se diversificaba, sino que se 
estructuraba en forma distinta” 
(Grondin, 1978: 130). Surgieron 
nuevos grupos de poder local 
como negociantes, artesanos y 
Fuente: difusión
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profesionales; en general, se da 
una nueva estratificación según 
la ocupación. Cuando en 1934 
la compañía convoca traba-
jadores nuevamente, muchos 
deciden regresar a ella, repro-
duciendo nuevamente una 
estructura económica familiar 
diversificada que, al parecer, 
había sido normalizada, pues 
les brindó estabilidad gracias 
al ingreso fijo obtenido en las 
minas sin necesidad de romper 
el nexo con el lugar de origen 
(Grondin, 1978: 138).
Tercera parte. De la consoli-
dación de la fuerza de trabajo 
libre. 1945 en adelante.
El deseado contingente de tra-
bajadores estables comenzó a 
aparecer luego de la crisis del 
29, pero no es hasta después 
de la Segunda Guerra Mundial 
que la dificultad para reclutar 
trabajadores desaparece, prin-
cipalmente por cuatro moti-
vos: la explosión demográfica, 
la mejora de la producción por 
innovación tecnológica, la me-
jora de los salarios para el per-
sonal permanente y la legis- 
lación obrera (De Wind 1985).
La Cerro aprovechó la oferta 
de fuerza de trabajo para ca-
pacitar a los trabajadores -en 
mecánica, carpintería, electri-
cidad- y para solicitar más re- 
quisitos para seleccionarlos. Se 
exigieron requisitos culturales 
(que hablen español), médicos 
(no sufrir ninguna enfermedad 
en los pulmones, con lo que 
fueron descartados muchos ex 
trabajadores mineros, para dis-
minuir costos por asegurarlos), 
y políticos (no haber participa-
do en huelgas, ni pertenecer a 
la “lista negra5”). 
Aprovechando los precios al-
tos de los metales, la empresa, 
incrementó su productividad 
mediante programas para la 
intensificación de la produc-
tividad, la que incluyó mejoras 
tecnológicas como la intensi-
ficación de la mecanización, 
sobre todo por la introducción 
de la minería a tajo abierto. 
Este incremento de la pro-
ductividad permitió las me-
joras salariales que se dieron 
en esta etapa. Por otro lado, 
para aumentar la productivi-
dad la compañía también con-
trató más personal calificado 
y con experiencia. Además, 
se otorgaron más derechos ymejores sueldos al personal 
con 5, 10 ó 15 años de servicio. 
Legislación del trabajo y sindi-
catos
Un motivo central en la expli-
cación de la estabilización de 
un gran grupo de obreros es 
la aparición de la legislación 
laboral en 1945, que normó 
aspectos como la fundación y 
reconocimiento de sindicatos, 
procedimientos huelguísticos, 
reglamentación de la estabili-
dad laboral, y procedimientos 
de despido y jubilación –que 
imponían compensaciones 
para el ex trabajador. (Kruijt 
1983). El Estado entraba a nor-
mar asuntos laborales a través 
del recién creado Ministerio de 
Trabajo. La existencia de esta 
institución es significativa por 
sí sola, pues antes era solo un 
órgano del Ministerio de Fo-
mento.
La sindicalización cobró ma- 
yor poder en esta etapa. Si bien 
los intentos de formar sindica-
tos provienen de 1918, es solo a 
partir de 1945 que el sindicato 
obrero cobra fuerza e incenti-
va incrementos salariales. Esto 
por dos motivos: primero, por 
la existencia de un contingente 
de trabajadores no estaciona-
les que debe luchar por sala- 
rios altos que aseguren la sub-
sistencia familiar; segundo, la 
legislación laboral regulariza 
la situación del sindicato: logra 
su reconocimiento por el Esta-
do y la compañía. 
En esta etapa la demanda por 
salarios más altos es impor-
tantísima, pues al estar cada 
vez más separados de labores 
agrícolas, los obreros necesi-
tan salarios más altos ya que 
dependen exclusivamente de 
su sueldo para garantizar la 
supervivencia de su familia. 
Un grupo cada vez mayor de 
obreros ya no dispone de ac-
tividades agrícolas que incre-
menten los ingresos familiares. 
 
Es en este escenario en que 
las luchas obreras por mejoras 
salariales cobra tal importan-
cia, hecho que no podía ocurrir 
antes, pues solo en este mo-
mento es pertinente referirse a 
la existencia de un contingente 
proletario permanente.
Con esto no se sugiere que los 
salarios obreros hayan cubier-
to la subsistencia familiar. Long 
(2001: 97) señala que en 1948 
este objetivo aún no se logra-
ba, por lo que se debía buscar 
otras fuentes de ingreso como 
artesanía o pequeños nego-
cios. Recién en 1972 los salarios 
cubrieron las necesidades mí- 
nimas familiares, y con dificul-
tad pues los gastos en alimen-
tos y ropa comprendían casi la 
totalidad del mismo.
Los obreros necesitan 
salarios más altos 
ya que dependen 
exclusivamente de su 
sueldo para garantizar 
la supervivencia de su 
familia. Un grupo cada 
vez mayor de obreros 
ya no dispone de 
actividades agrícolas 
que incrementen los 
ingresos familiares.
5 Lista en la que figuraban quienes habían participado en alguna protesta contra la compañía o en los intentos por formar un sindi-
cato.
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¿Desconexión con el campo?
Con el correr de los años, la ten-
dencia a abandonar las labores 
agrícolas se acentúa, también 
fruto de la explosión demográ-
fica y la mejora de salarios de 
la compañía; sin embargo, este 
alejamiento del campo no es 
total. Kruijt (1983) señala que 
los trabajadores de los centros 
mineros tendían a regresar a 
sus pueblos natales luego de 
su cese. Durante el tiempo de 
contrato, el nexo de los obre-
ros con sus pueblos de origen 
se reflejaba en la asistencia 
a las festividades, su partici-
pación como organizadores o 
como padrinos. Incluso, señala 
el mismo autor, en 1970 “visita 
no autorizada al pueblo natal” 
era una falta que el 37% de los 
obreros había cometido por lo 
menos una vez. El mismo nom-
bre de la categoría es llamati-
vo, y su existencia evidencia el 
nexo vivo entre el centro mi- 
nero industrial y el campo. Es 
necesario aclarar que este nexo 
no implica necesariamente que 
los trabajadores continúen re-
alizando labores agrícolas, sino 
por el contrario, para 1972, el 
68% de los trabajadores de 
la Cerro tenía un record inin-
terrumpido de trabajo. (Kruijt 
1983). Al parecer, se trató más 
de un lazo cultural que de uno 
económico.
Otro hecho importante acerca 
de la relación con el campo es 
que los obreros, al regresar a 
sus lugares de origen, por ju-
bilación, invertían parte de su 
sueldo en mejorar la produc-
ción agrícola, comprar nuevos 
insumos y la construcción de 
sus casas (Long 2001). Este 
autor sitúa esta observación 
en 1960, y complejiza la rela- 
ción entre labores agrícolas y 
minero-industriales, pues hace 
menos nítida la diferencia en-
tre una fuerza de trabajo pro-
letaria y una propietaria, ya 
que los obreros volverían a ser 
campesinos en otra etapa de 
sus vidas.
*** 
Como hemos visto, el merca-
do de fuerza de trabajo –así 
como la escisión entre propie-
dad y trabajo- va apareciendo 
gracias, por un lado, al esfuer-
zo de los mismos capitalis-
tas mineros (construcción de 
ciudades, incremento de suel-
dos, polución y compra de 
tierras comunales); por otro, a 
los procesos demográficos en 
las comunidades. Hechos que 
desembocan en la insuficien-
cia de la economía tradicional 
para garantizar la subsistencia 
familiar, por lo que muchos co-
muneros necesitaron vender 
su fuerza de trabajo. Es así que 
surge y crece el mercado de 
fuerza de trabajo libre, indis-
pensable para el desarrollo de 
la economía capitalista
En este sentido, la escisión en-
tre propiedad y trabajo (la rup-
tura del nexo entre el hombre y 
sus medios de producción) es 
un proceso que se desarrolla 
desde fines del siglo XIX en el 
que coexisten la fuerza de tra-
bajo proletaria de la Cerro (per-
manente) y la campesina/obre-
ra (estacional). Dicha escisión 
tiene un punto de quiebre en 
los años 50, cuando los sala- 
rios sufren incrementos con-
siderables, la legislación laboral 
da estabilidad a los obreros en 
su centro de trabajo y prote-
ge la formación de sindicatos 
y la negociación colectiva. Es 
así que en la década de 1970 
los salarios permitieron la sub-
sistencia familiar. Estos facto-
res habrían incentivado el es-
tablecimiento permanente de 
familias en los campamentos 
mineros. Hecho que no implica 
que se rompa todo nexo con el 
lugar de origen, pero el mismo 
adquiere un carácter cultural 
o social (fiestas, visitas fami- 
liares) y relega su importancia 
económica o la elimina.
Las nuevas familias obreras 
se hacen totalmente depen- 
dientes de la venta de su fuer-
za de trabajo, de la capacidad 
adquisitiva del salario que per- 
ciben. Y, en tanto se sumergen 
en la lógica de mercado, son 
afectados directamente por 
una serie factores como la de-
terminación de la oferta y la 
demanda en la valorización de 
los recursos, la impersonalidad 
de las transacciones, tener al 
dinero como único medio de 
transacción, entre otros.
La penetración del capitalismo 
permitió a los campesinos a 
acceder a fuentes alternativas 
de financiamiento, lo que lue-
go dio espacio para la com-
foto: difusión
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plejización de la estructura 
social local mediante la diver-
sificación de las ocupaciones 
(transporte, artesanía, comer-
cio) y la modificación del siste-
ma de dominación política en 
pueblos y ciudades. (Alberti, 
1974) Otro proceso importante 
son los cambios sufridos por 
las instituciones, por ejemplo, 
el trabajo comunal y el inter-
cambio recíproco de trabajo 
son prácticamente desplaza-
dos por la ausencia de los co-
muneros que migran para tra-
bajar a cambio de un salario.
Llama la atención la siguiente 
particularidad del caso de la 
sierra central: la relación de 
interdependencia y conflic-
to entre el modo de produc-
BIBLIOGRAFÍA
Alberti, Giorgio. Poder y conflicto social en el valle del Mantaro. Lima: IEP. 1974
Adams, Richard. A community in the andes: problems and progress in Muquiyauyo. Seattle: University 
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Thorp, Rosemary y Geoffrey Bertram. Perú, 1890-1977: Crecimiento y políticas en una economía abierta. 
Lima: Mosca Azul. 1988
ción capitalista y la economía 
campesina. Conflicto porque 
el desarrollo de la minería 
capitalista ocasionó la des- 
trucción de tierras de cul-
tivo, contaminación del río 
principal que las alimenta-
ba (Mantaro) y el desplaza- 
miento de la población de 
actividades agropecuarias a 
mineras o industriales. Interde-
pendencia porque en un primer 
momento los salarios bajos ha-
cen que la actividad minera se 
complemente con la agrícola 
para garantizar la superviven-
cia de la fuerza de trabajo de 
la que depende la Compañía. 
Luego porque las familias di-
versifican sus fuentes de ingre-
so y el trabajo minero pasa a 
ser un elemento esencial de la 
economía campesina, pues la 
dinamizó mediante el capital 
que los obreros invierten en 
sus localidades en distintos ru-
bros. Finalmente cabe pregun-
tarse si el ingreso de capitales 
que dinamicen la economía 
local habría neutralizado la mi-
gración hacia centros urbanos 
o mineros o si, por otro lado, la 
habría fomentado al mostrarse 
como una vía exitosa de acu-
mulación de capital.__
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LA SUBCONTRATACIÓN EN 
EL PERÚ Y SUS EFECTOS 
EN LAS RELACIONES 
LABORALES.
_Carlos Barrenechea
Estudiante de Ciencia Política PUCP.
La subcontratación, como forma de adquisición de 
fuerza de trabajo por parte de 
las empresas, es un fenómeno 
que sigue tomando cada vez 
más fuerza, teniendo como 
punto central para su difusión 
la serie de reformas llevadas 
por Alberto Fujimori duran-
te su gobierno. Si bien hace 
falta más investigación sobre 
este tema, podemos recurrir 
a algunos datos para dar cuen-
ta de la magnitud de este 
fenómeno1.
En el sector minero, uno de 
los más importantes para la 
economía del país2, pode- 
mos ver un ejemplo claro de 
los efectos de la normati-
va laboral sobre el uso de la 
subcontratación, tal como se 
puede constatar en el siguien- 
te cuadro.
 
Adquisición de fuerza de tra-
bajo en el sector minero
Como podemos ver en los úl-
timos cuatro años, el uso de la 
subcontratación supera la mi- 
tad del total de los trabajadores 
del sector, llegando el 2012 al 
71.2%. Es así que se hace nece-
sario la investigación de este 
fenómeno, y cómo es que éste 
altera las relaciones de poder 
entre los trabajadores y la em-
presa capitalista, en el proce-
so productivo planteado por 
Karl Marx en El Capital, labor al 
que este trabajo busca aproxi- 
marse. Para ello procederé a 
hacer una descripción de las 
reformas que modificaron esta 
modalidad de contratación, so-
bre todo a partir del momento 
en que ésta toma mayor im-
pulso; es decir el gobierno de 
Alberto Fujimori. Luego haré 
un análisis del efecto de estas 
reformas y cómo alteran la re- 
lación entre la fuerza de traba-
jo asalariada y los capitalistas 
dueños de las empresas usua- 
rias. Finalmente, para terminar 
señalaré algunas conclusiones.
1 Se hace necesario el desarrollo de indicadores sobre la cantidad de personas que trabajan bajo esta modalidad, así como de otros 
que se pueden desprender, o que se relacionan con estos.
2 El sector minero representa el 75% de las inversiones totales realizadas en el país (MEM, 2013, pág. 6). Los productos mineros 
metálicos, no metálicos, de joyería y metal mecánicos, en conjunto representan el 62% del total de las ventas del país (MEM, 2013, 
pág. 64). Las regiones recibieron 5,018 millones de soles por Canon minero, 521 millones de soles por regalías, y 162 millones de 
soles por derecho de vigencia
3 Elaboración propia (MEM, 2013, pág 114)..
Año
Total Trabajadores 
en el sector
Trabajadores 
Contratados
Trabajadores 
Subcontratados
2009
 
126,083 
 
58,987 
 
67,096 
2010
 
165,531 
 
67,575 
 
97,956 
2011
 
175,330 
 
73,257 
 
102,073 
2012
 
206,078 
 
59,254 
 
146,824 
 
Fuente: Ministerio de Energía y Minas. Anuario Minero 2012 (MEM, 2013, pág. 102)3.
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1) Fujimori: Flexibilización 
Laboral y Subcontratación
1.1) Contexto
La situación económica y labo- 
ral a fines del primer gobierno 
de Alan García se encontraba 
en contexto de crisis económi-
ca: alta inflación, déficit fiscal, 
recesión económica, caída del 
PBI, etc. El aspecto laboral es-
taba afectado por la precarie-
dad del empleo, reducción en 
capacidad adquisitiva de los 
trabajadores, reducción de los 
trabajadores sindicalizados, 
etc.
El discurso liberal señalaba que 
además de hacerse necesaria 
la disminución del rol del Es-
tado, reduciéndose a los roles 
de salud, educación y defensa, 
se debía desregular la excesiva 
normativa laboral, para devol-
ver el equilibrio al mercado la-
boral, y permitir a empresarios 
y trabajadores desenvolverse 
con libertad en el escenario 
laboral. La flexibilización la-
boral era entonces la respuesta 
(Canessa,1999, pág. 91).
Dadas las condiciones del 
momento, el discurso libe- 
ral obtiene una gran fuerza en 
importantes sectores de la so-
ciedad, en contraposición al 
modelo de Estado interventor 
y planificador, el cual era visto 
como uno de los principales 
motivos que devinieron en la 
profunda crisis. Es así que en 
el debate previo a las eleccio- 
nes presidenciales de 1990, se 
da un enfrentamiento entre 
el liberalismo, respaldado por 
Vargas Llosa, en oposición al 
populismo de Fujimori. Este 
último gana las elecciones, sin 
embargo, tras ser elegido se 
alinea con la propuesta liberal. 
Resulta importante señalar que 
no hubo mayor debate sobre 
las posibles consecuencias del 
ajuste estructural y la flexibili-
zación laboral, el éxito tenido 
en Chile por estas reformas era 
argumento suficiente para re- 
plicarlas. Por otro lado, Fuji-
mori, una vez elegido viaja a 
Estados Unidos a reunirse con 
los presidentes de los orga- 
nismos multinacionales: Fondo 
Monetario Internacional, Banco 
Mundial, y Banco Interamerica-
no de Desarrollo. Estos prome- 
ten su respaldo para la rein-
serción de Perú en el circuito 
económico internacional, si 
este aplica un ajuste estructu- 
ral en el país, así como la flexibi-
lización laboral, como parte de 
éste. Tal como señala Canessa, 
esto pone fin a casi medio si- 
glo de una forma de estructu-
rar las relaciones laborales, a 
partir de un modelo de Estado 
interventor (1999,pág. 93).
Es así que las reformas de flexi- 
xibilización laboral se inician en 
febrero de 1991, por medio de 
un conjunto de Decretos Le- 
gislativos. Carlos Boloña, Mini- 
nistro de Economía y Finanzas, 
dijo entonces: “el objetivo de 
la reforma en el mercado labo- 
ral es su flexibilización, tanto 
a través de la libre entrada o 
salida de este (libertad para 
reducir y aumentar personal), 
como de la libre determinación 
de los salarios y la reducción de 
los costes laborales. Se requiere 
acabar con el poder monopóli-
co de los sindicatos en las ne-
gociaciones de las condiciones 
de trabajo y en el uso de la 
huelga como mecanismo de 
negociación” (Miranda, 2005, 
pág. 7). La flexibilización ten-
dría como objetivos a mediano 
plazo el aumento del empleo, y 
junto con este, el aumento de 
la capacidad adquisitiva de los 
trabajadores una vez pasen los 
efectos inmediatos del ajuste. 
 
La Subcontratación y sus 
reformas
Entendemos por subcon-
tratación o tercerización, la re- 
lación de trabajo en la que “una 
empresa – en cumplimiento de 
un contrato comercial- pro-
vee trabajadores a otra, con 
el objetivo de que esta última 
sea quien dirija y controle su 
prestación de servicios” (Gue- 
rra, 2013, pág. 52).
Esto supone tres actores: la 
empresa usuaria, la interme- 
diadora, y el trabajador. La re- 
lación laboral, sin embargo, se 
da entre los dos últimos; de 
este modo, la intermediaria 
pone a los trabajadores a dis-
posición de la empresa usuaria, 
sin que esto implique la consti-
tución de un vínculo jurídico 
entre la empresa usuaria y el 
trabajador. De esta manera se 
traspasa a la empresa usuaria 
la dirección y fiscalización de la 
labor de los trabajadores, pero 
la capacidad de sancionarlos 
se mantiene en manos de la in-
termediadora (ibídem).
En el caso peruano dentro de 
las empresas intermediadoras 
podemos identificar las coo- 
perativas de trabajadores y las 
empresas de servicios. A con-
tinuación veremos cómo se 
regularon estas a partir de las 
reformas implementadas por 
Fujimori. 
 
Carlos Boloña, Ministro 
de Economía y Finanzas, 
dijo entonces: “el 
objetivo de la reforma 
en el mercado laboral es 
su flexibilización, tanto a 
través de la libre entrada 
o salida de este (libertad 
para reducir y aumentar 
personal), como de la 
libre determinación de 
los salarios y la reducción 
de los costes laborales. 
Se requiere acabar con 
el poder monopólico 
de los sindicatos en las 
negociaciones de las 
condiciones de trabajo 
y en el uso de la huelga 
como mecanismo de 
negociación”
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foto: difusión
La ley Nº 15260 del año 1964 
había instituido la figura jurídi-
ca de las cooperativas de tra-
bajadores. Esta situación es 
modificada el 21 de mayo de 
1981 por el decreto Legisla-
tivo Nº 85 – Ley General de 
Cooperativas-. La idea de las 
cooperativas era brindar tra-
bajo a sus socios, exceptuán-
dolos de la legislación laboral. 
La ley Nº24514 –Ley de Esta- 
bilidad Laboral- promulgada el 
4 de junio de 1986 señala que 
las empresas de servicios y las 
cooperativas estaban prohibi-
das de otorgar servicios de em-
pleos permanentes, a menos 
que se tratase de activi- dades 
complementarias: limpie- 
za, seguridad, etc. Iniciado el 
gobierno de Fujimori se da el 
Decreto Legislativo Nº 728 –
Ley de Fomento del Empleo- 
publicado el 12 de noviembre 
de 1991, el cual permitió a las 
cooperativas brindar servicios 
sin importar que la labor fuera 
permanente o complementa-
ria. Se señalaba además que 
los contratos entre las coope- 
rativas y las empresas usua- 
rias no podían exceder los tres 
años, tras los cuales se podía 
renovar contrato de acuerdo 
mutuo. Se definió además que 
el personal contratado por me-
dio de cooperativas no podía 
exceder el 20% del personal 
de la empresa usuaria (1999, 
pág. 139). Esto generó impor-
tantes cambios, porque las 
empresas usuarias podían ha-
cer uso de esta normativa para 
reemplazar a sus trabajadores 
por cooperativistas, pues estos 
trabajadores estaban excep- 
tuados de la legislación laboral, 
ahorrándoles diferentes costos 
como las compensaciones por 
tiempo de servicio, seguridad 
social, etc.
Por otro lado, en cuanto a la 
condición de las empresas de 
servicios, se dan importantes 
cambios. Al igual que con las 
cooperativas de trabajadores, 
se las modifica por Decreto 
Legislativo N°728. Se esta-
blecen dos tipos de estas em-
presas: las temporales y las 
complementarias. Las prime-
ras son “aquellas contratadas 
para la prestación de servicios 
en beneficio de terceros con 
el fin de colaborar temporal-
mente en el desarrollo de sus 
actividades. La prestación de 
servicios es cumplida por per-
sonas naturales, contratadas 
directamente por la empresa 
de servicios temporales, la cual 
tiene con respecto de éstas el 
carácter de empleador.” (1999, 
pág. 140). Las complementa- 
rias serían “aquellas cuyas ac-
tividades principales es la de 
poner a disposición de otras 
empresas, actividades comple-
mentarias de mantenimiento, 
limpieza, vigilancia, seguridad 
y otras de carácter especializa-
do” (ibídem). Las empresas de 
servicios temporales, al igual 
que las cooperativas de traba-
jadores, cumplen con el rol de 
prestar fuerza de trabajo para 
actividades del mismo rubro 
de la empresa usuaria. Al igual 
que con las cooperativas, se 
estableció como tope el 20% 
del personal. 
Posteriormente, el 28 de julio 
de 1995, en el segundo gobier-
no de Fujimori, las condiciones 
de estas empresas se modifi-
can por medio de la reforma a 
la Ley de Fomento al Empleo, 
Ley N° 26513. Ella entre otras 
cosas, estableció que tanto las 
cooperativas como las empre-
sas de servicios debían otorgar 
a sus trabajadores los benefi-
cios sociales establecidos en el 
régimen laboral de la actividad 
privada. Así se buscó mejorar 
las condiciones de los subcon-
tratados, quienes eran tratados 
de manera inferior, a pesar de 
realizar labores análogas a tra-
bajadores contratados direc- 
tamente. Sin embargo, a pesar 
de estas modificaciones, estas 
condiciones persistieron pues 
siguió existiendo un trato dife- 
renciado e inferior a los sub-
contratados.
Esta situación se volvió a mo- 
dificar por medio de la segun-
da reforma a la Ley de Fo-
mento al Empleo (Decretos 
Legislativos Nos. 855 y 871). 
En ese sentido, respecto a las 
subcontrataciones, se modifi- 
caron dos cosas. La primera 
fue que tanto las cooperativas 
de trabajadores como las em-
presas de servicios, estarían 
sujetas a la contribución al 
Fondo Nacional de Vivienda 
(FONAVI). La segunda modi- 
ficación fue que se amplió el 
límite del total de trabajadores 
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de este tipo que las empresas 
usuarias podían adquirir, pa- 
sando del 20% del total de los 
trabajadores de la empresa, al 
50% de ésta. Además, en el 
caso de los cooperativistas, se 
suprimió la comparación con 
trabajadores análogos para 
definir la remuneración.
Finalmente, por ahora, esta 
situación será modificada tras 
el fin del gobierno de Fujimori, 
por medio de la Ley N° 27626, 
que regula la actividad de las 
empresas especiales de servi-
cios y de las cooperativas de 
trabajadores. Esta Ley entró en 
vigencia desde el 10 de enero 
del 2002, buscando modificar 
la anterior regulación tan per- 
misiva. Así la reforma modifi-
ca el límite establecido para la 
cantidad de este tipo de per-
sonal que puede ser contrata-
do por la empresa usuaria, re-
gresándola nuevamente al 20% 
del total de los trabajadores 
de la empresa. Sin embar-
go, especifica que este límite 
no aplicará para los servicios 
complementarios o especia- 
lizados, siempre que la empre-
sa intermediaria asuma plena 
autonomía técnica, así como 
toda la responsabilidad en el 
desenvolvimiento de las acti- 
vidades. Además define cinco 
modalidades bajo las cuales 
las empresas que brindan ser-
vicios de intermediación, de-
benser inscritas:
“Empresas de servicios 
temporales
Son aquellas entidades que 
desplazan a su personal a la 
empresa usuaria para el de-
sarrollo de labores tempo-
rales, sean estas principales 
o secundarias, bajo el poder 
de dirección de esta última. 
Los supuestos habitantes se 
corresponden con los con-
tratos de naturaleza oca-
sional y de suplencia.
Empresas de servicios com-
plementarios
Se trata de personas jurídi-
cas que destacan sus traba-
jadores a la empresa usuaria 
para el desarrollo de labores 
secundarias, es decir, para 
la realización de actividades 
no vinculadas con la activi-
dad principal, cuya ausencia 
o falta de ejecución no inte- 
rrumpe la actividad empre-
sarial. En este supuesto la 
empresa usuaria carece de 
las facultades que emanan 
del poder de dirección.
Empresas de servicios es-
pecializados
Se encargan de brindar ser-
vicios de alta especialización 
de carácter auxiliar, no vin-
culados a la actividad prin-
cipal de la empresa usua- 
ria, por lo que esta última no 
ejerce poder de dirección al-
guna sobre los trabajadores 
destacados.
Cooperativas de trabajo 
temporal
Son aquellas constituidas es-
pecíficamente para destacar 
a sus socios trabajadores a 
las empresas usuarias con la 
finalidad que estos desarro- 
llen labores temporales co- 
rrespondientes con los con-
tratos de naturaleza oca-
sional o de suplencia.
Cooperativas de trabajo y 
fomento del empleo
Se constituyen específica-
mente para destacar a sus 
socios trabajadores a las 
empresas usuarias con la 
finalidad que estos presten 
servicios secundarios, de 
carácter complementario 
o especializado.” (Guerra, 
2013, pág. 58)
2) El Efecto de las Subcon-
trataciones en las Rela-
ciones Laborales:
De lo anterior, se desprende 
que el contrato suscrito por el 
trabajador es con la empresa 
intermediaria. De este modo 
ésta es responsable tanto de 
los derechos como de los de-
beres que asume cualquier 
empleador. Sin embargo el 
trabajador se encuentra en la 
práctica bajo la dirección de la 
empresa usuaria, pues es ésta 
quien lo supervisa cotidiana-
mente, y de hecho en cierto 
modo también está sujeto a 
las sanciones de ésta, pues fi-
nalmente las sanciones que los 
trabajadores reciban depende- 
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rán de la percepción de la em-
presa usuaria y de lo que in-
forme a la intermediaria. Es así 
que si bien en un sentido for-
mal el trabajador es empleado 
de la empresa intermediaria, 
en un sentido material, la usua- 
ria es la empleadora. Por con-
siguiente, tal como señala Juan 
Gorelli, “este mecanismo hace 
posible lo imposible, pues faci- 
lita externalizar aquello que 
por definición no es externa- 
lizable en Derecho del Trabajo: 
la estipulación misma del con-
trato de trabajo” (Gorelli, 2009, 
pág. 148).
Esto afecta a los subcontra- 
tados, pero también los otros 
trabajadores de las empre-
sas son potencialmente afec-
tados, tanto individualmente, 
reduciendo su poder por el 
riesgo de ser desplazados de 
sus puestos por subcontra- 
tados, como su poder colec-
tivo, por la pérdida de traba-
jadores que podrían engrosar 
el sindicato del que forman 
parte, en caso este exista. 
Entonces, se afectan las rela-
ciones tanto individuales como 
colectivas, ya que hay una diso-
ciación de la articulación entre 
el carácter jurídico y económi-
co tal cual se desarrolla tradi-
cionalmente entre trabajador 
y empleador. Normalmente el 
empleador es la misma em-
presa donde y para la cual de-
sarrollan sus labores, mientras 
que ahora es otra empresa la 
que los emplea. A diferencia 
de como se espera tradicio- 
nalmente, los trabajadores que 
pertenecen a un mismo ciclo 
productivo pueden estar suje-
tos a contratos con diferentes 
empresas, y por consiguiente, 
estar sujetos por condiciones 
laborales muy diferentes en-
tre sí. Es por esta autonomía 
económica y jurídica de ambas 
empresas, que la usuaria se li- 
bera de las responsabilidades 
laborales que devienen de un 
contrato directo con el traba-
jador. Esto se reflejará en una 
reducción de los costos para 
la empresa usuaria, no solo 
por estar libre de las respon- 
sabilidades laborales con los 
subcontratados, sino además 
porque la empresa terceriza-
dora ofrecerá una fuerza de 
trabajo que realizará la misma 
labor por menor costo, pues 
el sueldo que paga a sus tra-
bajadores no está definido 
por el proceso productivo que 
desarrolla la empresa usua- 
ria, sino por los acuerdos a los 
que llegan los trabajadores en 
el contrato celebrado con la in-
termediaria. Esto lo podemos 
observar en el siguiente gráfi-
co.
Así, la subcontratación genera 
incentivos para las empresas 
usuarias, en detrimento de los 
trabajadores, pues además de 
que buscarán reemplazar toda 
la fuerza de trabajo posible4, en 
la medida que no son respon- 
Sueldos en el sector minero según tipo de contratación 2011 
Fuente: Ministerio de Energía y Minas. Anuario Minero 2011 (MEM, 2012, pág. 76).
 
4 Recordar que siempre que las empresas de servicios complementarios o especializados puedan demostrar autonomía técnica y 
plena responsabilidad en el desenvolvimiento de las actividades, no aplicará el tope de 20% de subcontratados sobre el personal 
total de los trabajadores de la empresa.
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sables jurídicos de los subcon-
tratados, no tendrán incenti-
vos para brindar las mismas 
condiciones laborales que para 
sus trabajadores directos, con 
quienes si guardan una respon- 
sabilidad no solo económica, 
sino también jurídica. En la mis- 
ma medida, la empresa inter-
mediaria buscará reducir cos-
tos para asegurar su margen 
de ganancia, tampoco asegu-
rará las mejores condiciones 
laborales. Esta situación se 
puede observar por ejemplo, 
en los 65 accidentes mortales 
que ocurrieron en las empre-
sas del sector minero durante 
el 2010. De estos, el 32% de los 
accidentes mortales, ocurrie- 
ron a trabajadores contratados 
directamente por las empre-
sas, mientras que el 68% de 
estos accidentes ocurren a tra-
bajadores contratados por me-
dio de una empresa interme- 
diaria (Guerra, 2013, pág. 107). 
Un aspecto clave de cómo 
afecta este tipo de contrata-
ciones las relaciones laborales, 
es que al eliminar la estabilidad 
laboral, se elimina en buena 
medida las condiciones ma-
teriales para la sindicalización 
(Manky, 2011, pág. 128). En-
tonces, la subcontratación 
incide en el poder colectivo 
con el que cuentan los traba-
jadores, afectando sobre todo 
a sus principales medios para 
ejercer medidas de presión, 
como lo son la conformación 
de organismos sindicales, la 
huelga, y la negociación colec-
tiva. Una de estas trabas, es la 
dificultad cuantitativa para la 
concreción de una huelga. Por 
la relación de los trabajadores 
subcontratados con la empre-
sa usuaria, éstos no se encon-
trarán incentivados a partici-
par en una huelga. Por un lado, 
por la inestabilidad laboral que 
tienen, por la que pueden ser 
reemplazados fácilmente; y 
por otro, cuando son subcon-
tratados por cooperativas o 
empresas de servicios tempo-
rales, ya que su trabajo con esa 
empresa es temporal, no tienen 
mayor interés por la mejora de 
las condiciones, más que ase-
gurar su propia situación. De 
esta manera, al mantener un 
importante sector de los traba-
jadores en sus actividades, una 
huelga se hace menos efectiva, 
pues no se genera el impacto 
deseado en el nivel de produc-
tividad de la empresa usuaria. 
Otro problema es la dificultad 
cuantitativa para la consti-
tución de un organismo sindi-
cal, o el debilitamiento de al-
guno ya existente. Esto pues 
al tener una menor cantidad 
de trabajadores sindicalizados, 
ya sea tanto por imposibilidad, 
falta de incentivos para sindi-
calizarse, o porque sus intere-
ses son diferentes, se reducirá 
el tamaño del sindicato, lo que 
significará menos poder para 
negociar con la empresa.
De igual manera esto afec-
tala capacidad de negocia-
ción colectiva, pues dificulta 
la elección de la comisión ne-
gociadora, así como complica 
la determinación de un pliego 
de reclamos. Además, al divid-
irse más la población de tra-
bajadores de una empresa, se 
pueden conformar diferentes 
organizaciones sindicales, 
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fragmentando también de esta 
manera la representatividad de 
estas. A esto se debe agregar 
que la subcontratación gene- 
ra dificultad para identificar la 
contraparte en el proceso de 
negociación colectiva, huelga, 
etc., pues existen dos empresas. 
Finalmente otro aspecto que 
resulta interesante mencio-
nar, es el efecto de las per-
cepciones de los trabajadores 
subcontratados en relación 
a los contratados, sobre la 
sindicalización. Balbi (1995, 
pág. 109-113) señala los traba-
jadores eventuales5 tienen una 
percepción negativa de los 
trabajadores estables y sindi-
calizados, pues a diferencia 
de los primeros, los estables 
no muestran mayor interés en 
calificarse, debido a su estabi- 
lidad laboral. A esto se suma, 
que los trabajadores even-
tuales se sentirían discrimina-
dos, pues los estables perciben 
mayores sueldos, a pesar de 
trabajar con menor intensidad. 
Además, un importante sector 
de los trabajadores eventuales 
percibe que los sindicatos solo 
defienden los intereses de los 
trabajadores estables, y que 
los resultados de las negocia-
ciones colectivas no los bene-
fician. Es así, que en conjunto, 
los trabajadores eventuales no 
se sentirían incentivados para 
sindicalizarse, sino que en-
contrarían en obtener mejores 
calificaciones el mejor camino 
para asegurar, individualmente, 
sus intereses laborales.
3) Conclusiones
Como podemos observar, la 
subcontratación tiene un im-
portante efecto en las rela-
ciones laborales que se desa- 
rrollan entre las empresas y la 
fuerza de trabajo. Sobre todo 
vemos esto, en cómo las rela-
ciones de poder se vuelven más 
asimétricas, incrementando el 
poder de las empresas que ha-
cen uso de empresas terceriza-
doras, en detrimento del poder 
perdido tanto por cada traba-
jador individualmente, como 
por los trabajadores de mane-
ra colectiva. Se debe señalar, 
que si bien se ha hablado del 
caso peruano, el fenómeno 
de la subcontratación y flexi-
bilización laboral, forma par-
te de un proceso que se dio 
a lo largo del mundo. Si bien 
hasta antes de la década de 
1970, a lo largo del mundo se 
había desarrollado un progre-
sivo avance en normativa la- 
boral en defensa del traba-
jador, a partir de la crisis de 
dicha década se da un impor-
tante giro en esta3, en la que el 
trabajador deja de ser el cen-
tro de atención, y pasa a serlo 
la empresa. Esta última resulta 
importante para los Estados 
no solo por los ingresos fis-
cales que genera, sino también 
por la creación de empleos, lo 
cual resulta fundamental para 
aliviar la carga del Estado. Sin 
embargo, el nuevo enfoque de 
la normativa laboral no se cen-
tra en proteger al trabajador, 
sino el trabajo (Gutiérrez, 1990, 
pág. 122) y en promover el 
crecimiento de este, tal como 
vimos en el caso peruano. 
Es aquí donde se da el quiebre 
de las relaciones de producción 
tal como las entendemos tradi-
cionalmente, quiebre que no se 
explica en términos de eficien-
cia de la fuerza de trabajo, ni de 
eficiencia empresarial, sino que 
resulta un asunto de poder. De 
reducir el poder de los traba-
jadores, sobre todo de manera 
colectiva, debilitando su ca-
pacidad de negociación, de or-
ganizarse colectivamente, de 
sindicalizarse, etc. Es así que el 
mermado poder de los traba-
jadores, reducido por modali-
dades como la subcontratación 
junto con otras medidas de 
flexibilización laboral, explica 
en parte el por qué los traba-
jadores no han podido con-
trarrestar dichas modalidades. 
Por último, debemos señalar 
además, que solo hemos habla-
do de la mayor asimetría entre 
el poder del capitalista y de los 
trabajadores, generada por la 
subcontratación, en el caso Pe-
ruano. Si tomamos en cuenta 
todas las reformas que se han 
dado a partir del gobierno de 
Alberto Fujimori, para flexibili-
zar otros temas como el de los 
despidos, las contrataciones, la 
normatividad sobre sindicatos, 
negociación colectiva, huelgas, 
contrataciones temporales, 
etc. nos daremos cuenta que 
4 Balbi habla de trabajadores eventuales y de trabajadores estables sindicalizados, los cuales para motivos de este artículo serían los 
subcontratados y los contratados sin intermediarios, respectivamente.
5 Para ver más sobre las transformaciones en el ámbito laboral, poderes, prácticas estatales, etc. que se dieron como resultado de la 
crisis de 1970, ir a Harvey 1990, Cap. 7. 
 
Como podemos 
observar, la 
subcontratación tiene 
un importante efecto en 
las relaciones laborales 
que se desarrollan 
entre las empresas y 
la fuerza de trabajo. 
Sobre todo vemos esto, 
en cómo las relaciones 
de poder se vuelven 
más asimétricas, 
incrementando el poder 
de las empresas que 
hacen uso de empresas 
tercerizadoras, en 
detrimento del poder 
perdido tanto por 
cada trabajador 
individualmente, como 
por los trabajadores de 
manera colectiva”
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la relación de poder se vuelve 
más asimétrica aun. Todo esto 
promovido desde una pro-
puesta neoliberal, que en Perú 
ha calado con gran fuerza, y 
que casi no cuenta con con-
trapesos, obteniendo en cierto 
punto una dinámica propia, y 
a la vez explicativa de muchos 
de los fenómenos que vivimos 
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MARX Y EL VOLUNTARIADO
_Natalia Bolaños
Estudiante de Sociología PUCP
Para Marx el trabajo es lo que nos hace humanos. Es una 
actividad consciente orientada 
hacia un fin donde, a través de 
sus fuerzas corpóreas, el hom-
bre transforma la naturaleza 
y a la vez transforma su natu-
raleza propia, mediando, regu-
lando y controlando su meta- 
bolismo con ella. Los hombres 
son lo que producen y cómo lo 
hacen, así como las relaciones 
sociales que esto conlleva. El 
trabajo es una necesidad del 
hombre, y no solo un medio 
para sobrevivir. Sin embargo, 
la sociedad capitalistahace del 
trabajo una mercancía, algo 
que se compra para así apro-
piarse del valor que genera. Al 
trabajador se le paga lo que 
cuesta cubrir las necesidades 
básicas para reproducir su 
fuerza de trabajo, por lo que el 
hombre se ve forzado a traba-
jar a cambio de una remune- 
ración que le permita vivir, aun 
cuando el trabajo que hace no 
sea de su elección.
El trabajo voluntario, por otro 
lado, es ofrecido por decisión 
propia y libre. Lo consideramos 
trabajo y no solo actividad 
porque, además de incorporar 
las características del traba-
jo descritas arriba, crea valor. 
Mientras que “el trabajo se pre-
senta en la Economía Política 
únicamente bajo el aspecto 
de actividad lucrativa” (Marx, 
2010: 7), el voluntariado pre-
senta una nueva perspectiva. 
El trabajo de los voluntarios no 
produce ‘bienes’ en forma de 
mercancías, pero sí servicios en 
forma de capacidades gene- 
radas en los beneficiarios. A 
pesar de que el valor generado 
no se le devuelve al trabajador 
en forma de remuneración 
económica directa, sí obtiene 
otros tipos de retribuciones, 
ya sean de prestigio al poner 
su trabajo voluntario en el CV, 
de experiencia, de empodera-
miento, o de gratificación per-
sonal al sentir que contribuye a 
un fin mayor. Este último punto, 
podría verse como una versión, 
o un inicio, del ideal marxiano 
del trabajo como realización 
del hombre. En particular, está 
caracterizado por “un deseo 
de contribuir al bien común, 
libremente y con espíritu de 
solidaridad, sin esperar a cam-
bio ninguna recompensa mate-
rial” (UNV, 2011). Sin embargo 
es importante analizar deteni-
damente el trabajo voluntario 
y a quienes lo realizan, para 
ver en qué medida se aleja del 
sistema capitalista y en qué 
medida lo perpetúa. Definimos 
primero el trabajo voluntario 
como trabajo ofrecido sin ser 
exigido y sin que se espere un 
equivalente monetario a cam-
bio. Nos planteamos las sigui-
entes preguntas:
1. En un mundo capitalista 
donde predominan las re- 
laciones monetarias, ¿qué 
hace posible que se realice 
un trabajo no remunerado?
2. ¿De dónde nace el deseo 
de hacer trabajo volunta- 
rio? Es decir, ¿cuáles son 
las motivaciones de su re-
alización?
3. ¿Qué lugar ocupa el tra-
bajo voluntario dentro del 
capitalismo?, ¿significa una 
grieta en éste? 
Para responder a estas pregun-
tas, tomamos un estudio de 
caso: un grupo de voluntarios 
que trabajan con la ONG Buil- 
ding Dignity, o Centro para el 
Desarrollo con Dignidad (CED-
ED), en La Encantada, Villa El 
Salvador. Es una organización 
norteamericana cuya misión 
es mejorar la oferta educativa 
de la zona, formar y capaci-
tar líderes locales, y apoyar un 
desarrollo generado en, y lide- 
rado por, los miembros de la 
comunidad. Nació hace 3 años 
con dos estadounidenses y un 
peruano local, y ha crecido al 
punto de que recibe numero- 
sos voluntarios extranjeros, 
locales, y de otras partes de 
Lima a través de programas fi-
nanciados por organizaciones 
internacionales y de contac-
tos locales con grupos de vo- 
luntariado. La información se 
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fuente: difusión
obtuvo a base de entrevistas 
a los dirigentes de la ONG y a 
los voluntarios participantes, y 
a través de observación parti- 
cipante. 
La información obtenida ha 
sido analizada a partir de las 
formas y categorías que ex-
pone Marx en El Capital: venta 
(u ofrecimiento) de la fuerza 
de trabajo como mercancía; 
trabajo objetivado en dinero o 
en algún otro equivalente no 
monetario que satisface dis-
tintas necesidades; exceden-
te (de tiempo y/o dinero); las 
relaciones (mercantiles y so-
ciales) que se derivan del vol-
untariado; el valor generado 
por el trabajo, tanto para quien 
lo realiza como para quien se 
beneficia de él; y la alienación 
en el trabajo implícita en las 
motivaciones. 
1. En un mundo capitalista 
donde predominan las rela-
ciones monetarias, ¿qué hace 
posible que se realice un 
trabajo no remunerado?
Sería imposible que, inmersos 
en el capitalismo y las rela-
ciones monetarias, se genera- 
lizase el trabajo no remunera-
do, sin cambiar drásticamente 
las relaciones sociales. El vo- 
luntario necesita dinero para 
sobrevivir en la sociedad capi- 
talista, para satisfacer necesi-
dades materiales como comi-
da, abrigo, y refugio. Es por 
eso que el trabajo voluntario 
siempre va acompañado de 
un sustento económico exte-
rior, lo cual se ve en quienes 
participan en CEDED. Son tres 
directores: Jesús, uno de los 
directores fundadores, ha teni-
do posiciones de liderazgo en 
Villa El Salvador y actualmente 
dirige programas de radio en 
una estación local de donde 
recibe un salario. Emily, la fun-
dadora estadounidense, reali- 
za consultorías en economía 
y desarrollo para el Banco In-
teramericano de Desarrollo. 
Vemos que el trabajo de 
Emily y de Jesús en CEDED no 
es totalmente gratuito: es de-
cir, reciben un salario. Sin em-
bargo, Emily indica que es una 
remuneración muy baja, y que 
sin el apoyo económico que 
le brindan sus consultorías no 
podría solventar sus gastos. 
Se ve también el distinto valor 
que su trabajo genera: por un 
lado, sus consultorías generan 
un valor de cambio, el cual ella 
recibe en forma de dinero. Por 
otro lado, su trabajo en CEDED 
genera un valor de uso que es 
disfrutado por los beneficiarios 
en tanto reciben ayuda con sus 
tareas, talleres de liderazgo, 
o capacitaciones. Julia, final-
mente, trabaja como directo-
ra de programas en CEDED 
gracias a una subvención de 
Princeton, organización que 
beca a una persona cada año 
para atender a la ONG. De este 
modo, aunque su trabajo no 
reciba un pago por parte de 
CEDED, sí recibe un salario por 
parte de la beca de Princeton, 
cubriendo así sus necesidades.
Se encuentran también los vo- 
luntarios que no reciben nin- 
guna compensación monetaria 
por su trabajo en CEDED. Acá 
encontramos a Aldo, joven 
estudiante ítalo-peruano que 
vino a Lima a visitar familia en 
sus vacaciones universitarias y 
buscó asociaciones de volun-
tariado en internet, “algo que 
hacer durante el día” (Bolaños, 
2013). Su vida de universita- 
rio implica que recibe dinero 
de sus padres para cubrir sus 
necesidades, y en sus vaca-
ciones únicamente busca ocu-
par su tiempo. Igual es la situ-
ación de Mikey, estadounidense 
estudiando en Lima a través 
de un instituto de intercambio 
universitario que no solo orga-
niza programas de intercambio 
sino que también pone a los 
estu- diantes en contacto con 
organizaciones donde pueden 
prestar servicios de volunta- 
riado. Así, Mikey dedica parte 
de su dinero, ya sea proporcio-
nado por sus padres, présta-
mos estudiantiles o ahorros 
propios, a su desempeño como 
voluntario. Por último está 
el grupo de estudiantes nor-
teamericanos con especialidad 
en Estudios Globales que han 
venido a CEDED para realizar 
trabajo voluntario, pagando 
sus propios pasajes y estadía. 
Por otro lado, están los volun- 
tarios que trabajan. Abby es 
una canadiense que vino a 
Lima cuando su esposo obtu-
vo un puesto de trabajo. Traba-
ja como profesora de inglés y 
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es este salario, junto con el de 
su esposo, lo que permite que 
dedique su tiempo excedente 
al voluntariado. Cathy es tam-
bién una estadounidense que 
trabaja en su embajada, con un 
salario fijo, y que en su tiempo 
libre ayuda ofreciendo tutoría 
en CEDED. Finalmente está 
Roxana, profesora escolar que 
también se “cachuelea” de dis-
tintas formas porque su salario 
de docente no le alcanza para 
cubrir sus necesidades. Ella se 
involucró con CEDED a través 
de una organización de artes 
dramáticas en Villa El Salvador, 
donde realizaba trabajo volun-
tario: “no me pagaban, pero 
lo hacía porque me gustaba” 
(Bolaños, 2013). Así, aun cuan-
do considera que su sueldo no 
le da suficiente para llevar la 
calidad de vida que quisiera, 
igual dona su tiempo y trabajo 
a esta ONG. 
Finalmentehacemos un caso 
especial de los voluntarios lo-
cales de Villa El Salvador. Es-
tanislao es un joven que vive 
cerca del Centro y que estudia 
diseño en un instituto. Su fa-
milia lo mantiene y paga por 
sus estudios, por lo que le es 
posible ayudar brindando tall-
eres de arte. Rocío es también 
una joven de La Encantada 
que asistió a los talleres de 
liderazgo y ahora estudia far-
macéutica en la Universidad 
Alas Peruanas; en su tiempo 
libre ayuda brindando tutoría 
en matemáticas y ciencias. Fi-
nalmente está Jesusa, señora 
que vende chocotejas en La 
Encantada, y que brinda ta- 
lleres con otras señoras de la 
localidad, como preparación 
de dulces y diseño de muñe-
cas artesanales, organizándo-
las y enseñándoles a elaborar 
estos productos para luego 
vender y generar ingresos que 
se reparten entre ellas. 
Lo que tienen en común la 
mayoría de estas personas es 
que el voluntariado no es su 
única ocupación, sino que lo 
hacen con su tiempo libre. Así, 
lo que ofrecen es no solo tra-
bajo concreto, sino su tiempo. 
No son dueños de su tiempo, 
ya que tienen trabajos que sí 
son remunerados en forma de 
salario, pero en su tiempo de 
“ocio”, el cual sí les pertenece, 
tiempo “excedente,” el volun-
tariado forma parte de su lla-
mada “recuperación de fuerza 
de trabajo”. La recuperación 
no implica únicamente comer 
y dormir para recuperar las 
fuerzas físicas, sino que incluye 
actividades que llenen a uno 
de manera espiritual. 
De esta manera los voluntarios, 
y en particular quienes traba-
jan, están sujetos al empleador 
en tanto y en cuanto venden 
sus fuerzas de trabajo a cam-
bio de un salario que les per-
mite cubrir sus necesidades. 
Mas entre estas necesidades 
se ubica el voluntariado como 
forma de ayuda al prójimo y 
como auto-realización (incluso 
cuando la motivación incluye 
razones de crecimiento per-
sonal, como ya se indicó); es 
una necesidad que no es una 
mercancía y, por lo tanto, no se 
puede comprar. 
2. ¿De dónde nace el deseo 
de hacer trabajo voluntario? 
¿Cuáles son las motivaciones 
de su realización?
Las razones que dieron los 
voluntarios sobre sus motiva-
ciones fueron varias. Comen-
zamos con la fundadora, quien 
aunque recibe un salario míni-
mo está eligiendo este trabajo 
en vez de otras posibilidades 
más gratificantes económica-
mente. Emily co-fundó Building 
Dignity el 2008, y el proyecto 
se convirtió en su sueño. Mien-
tras estudiaba una maestría en 
el extranjero, venía a Lima en 
sus vacaciones para supervi- 
sar la construcción y crecimien-
to de CEDED, sacrificando la 
posibilidad de viajar a otros 
lugares. Tiene un compromi-
so con el Centro; es como “su 
bebé” y quiere verlo crecer. 
“Me sería mucho más cómodo 
vivir en Miraflores, y salir con 
mis amigos en Lima. Pero eso 
me quitaría legitimidad ante la 
gente de La Encantada” (Bo-
laños, 2013). Como graduada 
de Oxford y becada múltiple, 
podría trabajar para una em-
presa privada y ganar mucho 
dinero, pero se contenta con 
obtener lo necesario para re-
cuperar su fuerza de trabajo y 
continuar con su proyecto. 
Para Julia y los estudiantes de 
intercambio o de la Universi-
dad de Minnesota, las motiva-
ciones son personales, además 
del compromiso con el cambio. 
La beca de Julia le ayuda a 
ganar experiencia enseñando 
y en proyectos de desarrollo, 
así como para incluir en su CV. 
En cuanto a los estudiantes 
de Minnesota, su voluntariado 
cuenta como créditos para un 
curso; reciben, entonces, una 
recompensa académica, así 
como experiencia en temas de 
su especialidad. 
El común denominador entre 
los voluntarios que trabajan es 
la motivación de darle sentido 
a sus vidas. En cambio para 
los voluntarios locales la moti-
vación es el compromiso más 
concreto con su comunidad 
(...) el voluntariado 
como forma de 
ayuda al prójimo 
y como auto-
realización; es una 
necesidad que no 
es una mercancía y, 
por lo tanto, no se 
puede comprar.
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y el desarrollo que visualizan. 
Dos fueron participantes en 
el taller de liderazgo, y ahora 
estudian en centros de edu-
cación superior en Lima, algo 
muy lejano a las posibilidades 
económicas y educativas de 
La Encantada. Aunque es su 
posición económica ventajosa 
la que les permite estudiar, son 
sus valores y principios perso-
nales los que los orientan hacia 
la solidaridad, la cual ven como 
una alternativa al orden social 
existente. 
Marx escribe en una carta a su 
padre: “La principal guía que 
debe dirigirnos en la elección 
de profesión es el bienestar 
de la sociedad y nuestra pro-
pia perfección… La naturaleza 
humana está constituida de 
tal modo, que sólo podemos 
atender a nuestra propia per-
fección trabajando por la per-
fección y el bien de los demás” 
(Marx, 1925). Se ve la preocu-
pación de Marx con el carácter 
solidario y comunitario del tra-
bajo Esta idea de trabajar por 
el bienestar de la sociedad 
se ve reflejada en las declara-
ciones de algunos voluntarios, 
cuyas motivaciones eran “brin-
dar la seguridad y apoyo a los 
niños en sus tareas” (Mikey), 
promover el desarrollo de los 
adolescentes y darles lideaz- 
go para transmitir a la comu-
nidad (Rocío), generar respe-
to y apoyo moral a los niños 
para que aprendan bien en el 
colegio y puedan estudiar en 
la universidad y salir de estas 
condiciones (Roxana). 
Por otro lado, como ya se men-
cionó, tienen motivaciones de 
crecimiento personal y espi- 
ritual. Para Rocío, “es gratifi-
cante ayudar a aprender […] 
Me siento parte de la misión 
de ayudar a los niños en sus 
preocupaciones, y ver las bue-
nas notas cuando aprenden” 
(Bolaños, 2013). A Cathy le 
gusta que aunque no entien-
da mucho español, igual quiere 
estar ahí porque ve la pasión y 
la lucha por la mejoría; eso la 
absorbe y la atrae a CEDED. 
Por su parte, Aldo valora las 
nuevas amistades que ha crea-
do ahí, así como su aporte: “ver 
aprender a los niños es inolvi- 
dable” (Bolaños, 2013). 
3. ¿Qué lugar ocupa el trabajo 
voluntario de CEDED dentro 
de una forma de vida domi-
nada por el capitalismo, y en 
qué medida significa una “gri-
eta” en éste? 
El trabajo de voluntariado no 
es un trabajo abstracto capi-
talista, una labor obligada que 
se necesita desempeñar para 
obtener una remuneración 
monetaria; es un hacer, un tra-
bajo concreto, enmarcado en 
la solidaridad y horizontalidad 
que lo caracteriza. Es trabajo 
específico, concreto, porque 
los voluntarios parten de sus 
habilidades, de lo que saben/
pueden hacer, y le agregan la 
voluntad de ofrecerlo sin pedir 
nada a cambio. Es valor de uso. 
El trabajo es determinado por 
las relaciones sociales que éste 
implica. Al ser voluntario, no 
se trata de la fuerza de trabajo 
como mercancía, tal y como el 
capitalismo lo determina im-
plicando una compra y ven-
ta. Es una relación diferente: 
se ofrece la fuerza de trabajo, 
ya no por su valor monetario, 
por el precio en el equivalente 
dinerario, sino por su valor de 
uso, siendo una forma distinta 
que se ve al tomar en cuenta 
las motivaciones de los volun- 
tarios. De esta manera, la fuer-
za de trabajo que cada volun- 
 tario trae se convierte en tra-
bajo concreto, medido ya no de 
manera cuantitativa en térmi-
nos de horas de trabajo, sino de 
manera cualitativa en términos 
de los beneficios que perso-
nales y externos que produce. 
Se genera una grieta en el 
capitalismo, en términos de 
Holloway, donde lo importante 
no es qué se hace, sino cómo. 
Las personas y su trabajo ya 
no son medios para un fin, sino 
un fin en sí, y se contraponen 
el compañerismo y la solidari- 
dad a las relaciones mercan-
tiles. “Una grieta es la creación 
perfectamente común de un 
espacio o momento en el que 
afirmamos un tipo diferente 
de hacer” (Holloway, 2012: 112), 
“una forma diferente de rela-
cionamiento entre las perso-
nas” (íbid.: 92). 
El trabajo realizado en CEDED 
no implica relaciones capita- 
listas donde se compra fuer-
za de trabajo y se paga por 
menos que el

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