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“Mario Bunge y la Etnografía”
Chapter · January 2014
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Marta Crivos
Universidad Nacional de La Plata
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homenaje
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Elogio de la Sabiduría
Ensayos en Homenaje a 
Mario Bunge 
en su 95° Aniversario
Guillermo M. Denegri
Compilador
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Eudeba
Universidad de Buenos Aires
Primera edición: septiembre de 2014
© 2014 
Editorial Universitaria de Buenos Aires
Sociedad de Economía Mixta
Av. Rivadavia 1571/73 (1033) Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4383-8025 / Fax: 4383-2202
www.eudeba.com.ar
Diseño de colección: Mariana Piuma
Diagramación y corrección general: Eudeba 
Impreso en la Argentina
Hecho el depósito que establece la ley 11.723
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su 
almacenamiento en un sistema informático, ni su transmisión 
en cualquier forma o por cualquier medio, electrónico, mecánico, 
fotocopias u otros métodos, sin el permiso previo del editor.
Elogio de la sabiduría : Ensayos en homenaje a Mario Bunge en su 
95° aniversario / José Luis Pardos Pérez ... [et.al.] ; compilado por 
Guillermo M. Denegri. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires 
: Eudeba, 2014. 
390 p. ; 24x17 cm. - (Homenajes)
ISBN 978-950-23-2339-8 
1. Epistemología. I. Pardos Pérez, José Luis II. Denegri, Guillermo 
M., comp.
CDD 121
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Índice
Prólogo ................................................................................................................7
Pardos Pérez, José Luis 
Mario Bunge o el elogio de la sabiduría (y la longevidad) .............................15
Denegri, Guillermo M.
La filosofía de la ciencia como introducción a la sabiduría ............................27
Agazzi, Evandro
El Sistemismo como una alternativa de investigación posible 
a la problemática del delito .............................................................................39
Amado Yannarella, Ana María
Prospectiva científica y tecnológica: una aproximación no-hegemónica .......73
Bosch, Marcelo 
El derecho societario argentino y la filosofía de Mario Bunge ......................99
Botteri, José David y Coste, Diego 
Naturaleza y dignidad humana ....................................................................121
Cela Conde, Camilo J.; Fernández Neto, Atahualpa; Fernández, 
Marly; Fernández, Manuella María y Burges, Lucrecia 
Mario Bunge y la etnografía ..........................................................................143
Crivos, Marta
Fiat scientia nec pereat mundus ...................................................................149
Domenech, Antoni y Bertomeu, María Julia 
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Mario Bunge y el mito de la interpretación de Copenhague .......................161
Gómez, Ricardo 
Dos enfoques mecanísmicos de la explicación en ecología ...........................185
González del Solar, Rafael, Marone, Luis y López de Casenave, Javier 
Médicos y pacientes, la evolución de la relación ..........................................209
 Laborda Molteni, Jorge 
La ontología y la filosofía de la mente de Mario Bunge ...............................221
Mahner, Martín
La ontología de Mario Bunge ........................................................................235
Mosterín, Jesús 
Algunos retos filosóficos de la política científica ...........................................251
Quintanilla Fisac, Miguel Ángel 
Propuestas epistemológicas de Mario Bunge para comprender 
la tecnología: reglas, fines, acciones racionales, diseños ..............................269
Scarano, Eduardo 
Nota histórica sobre la noción de causa ........................................................291
Torretti, Roberto
¿Partículas u ondas? Problemas ontológicos en la mecánica cuántica ........309
Vucetich, Héctor
Breves consideraciones sobre parasitismo animal .......................................323
Yannarella, Francisco Gerardo
Profesor Mario Bunge. Curriculum Vitae ....................................................337
Sobre los autores ...........................................................................................383
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Prólogo
José Luis Pardos Pérez
Es especial que el Profesor y Maestro Mario Bunge no solo cumpla 95 
años sino que en torno a su persona, a su obra y a sus enseñanzas nos 
juntemos un grupo de amigos, discípulos y fervientes admiradores, así 
como decididos defensores de su pensamiento, su manera de actuar y 
sus formas de enseñar. Pero aquí estamos, y yo tengo el gran honor y 
distinción de poner las primeras líneas que anticipan los textos de un 
conjunto de personas sabias que queremos hagan y hablen en este Elo-
gio de la Sabiduría, del Profesor y Maestro Mario Bunge.
Permítanme que al inicio de este Prólogo cite dos valiosísimas de-
dicatorias de don Mario al libro Ciencia y Desarrollo que para mí fue no 
solo el descubrimiento del bungismo/sistemismo, sino que me convirtió 
a él, hace ya más de treinta largos años. Permítanme, a su vez, que lo 
relate brevemente y que refiera cómo se sucedieron los acontecimientos.
En la España de los años ochenta, bien entrado el gobierno so-
cialista, se tuvo por el poder, a la sazón en La Moncloa, la feliz idea de 
traer a España a muchos de aquellos intelectuales latinoamericanos, 
que no habían estado aquí durante los largos y complejos años del 
Franquismo. Dicho y hecho.
Yo a la sazón estaba con el Ministro de Asuntos Exteriores Fer-
nando Morán, como Director General de Cooperación Técnica Inter-
nacional y me cupo la honrosa labor de organizar tal encuentro. Fue 
para mí una de las más gratas misiones diplomáticas que he debidohacer en mi vida. Pensé el lugar, Toledo; pensé en el sitio aquel en el 
que El Greco había pintado la ciudad, en el Parador Nacional, y me 
dispuse a llevar a cabo la convocatoria.
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8
Prólogo
De ella, y aparte del propio don Mario cuyo encuentro ya referi-
ré más tarde, recuerdo a personajes bien conocidos tales como Raúl 
Prebisch. Felipe Herrera era otro de los más asiduos, más distinguidos, 
y de los más empeñados en participar en el encuentro de Toledo. De 
hecho don Felipe asistía siempre acompañado por unas muletas en 
las que apoyaba su cuerpo, tras un percance cardiovascular que no 
le impedía ni asistir ni participar, con todo empeño, tesón e ilusión. 
Aprendimos mucho de él y de unos cuantos más, que durante unos tres 
días dedicamos nuestro “encuentro” a pensar cuál era y debía ser el 
papel de España en las Indias que habían adquirido su merecida in-
dependencia, hacía menos de un siglo en el caso de Cuba o de Puerto 
Rico y algo más en las diversas Repúblicas latinoamericanas.
En todo caso mantuvimos, alertados y aleccionados grandemente 
por don Raúl Prebisch, quien con frecuencia me empujaba a que fue-
ra más animoso y a que planteara con más realismo los términos de 
las relaciones bilaterales y multilaterales con Latinoamérica, en los 
procesos que vivíamos en los años ochenta: “Dele Ud. bien y duro... y 
no nos deje perder el tiempo”, recuerdo que me decía con permanente 
insistencia.
Hubo muchos participantes españoles como Xavier Ruber de 
Ventos y Rafael Correra que aportaron sus sabidurías, su buen hacer 
y sobre todo su experiencia en el mundo bilateral hispanoamericano.
El “encuentro” se clausuró con la asistencia y participación del 
Ministro Fernando Morán, y así como quien no lo quiere, uno de sus 
participantes, enjuto y decidido al pasar junto a mí, me dijo: “Tome 
ese libro mío para que lo lea en cuanto tenga un hueco”. Era un librito 
de unas 160 páginas, llamativamente editado en color amarillo y bajo 
un gran título que decía: Mario Bunge, Ciencia y Desarrollo, de la 
editorial Siglo Veinte. 
Pasaron varios días, quizás creo recordar que hasta una sema-
na desde que terminamos el “encuentro” en Toledo, cuando inicié 
su lectura. Me ocurrió algo que nunca me ha sucedido... y es que no 
podía parar de leerlo, de reflexionarlo y sobre todo de ir recibiendo 
unos efectos tan positivos, y un impacto tan importante y decidido 
que, cuando al fin y apresuradamente lo terminé, sucedió algo que 
nunca me había pasado antes: Mario Bunge y su libro sobre Ciencia 
y Desarrollo iba cambiando sencillamente mi forma de pensar. Su 
lectura me había impactado a fondo, tan a fondo que desde el día 
en el que lo leí, posiblemente en torno a fines de febrero de 1983, 
mi manera de reflexionar, de pensar y hasta de actuar eran senci-
llamente distintas.
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José Luis Pardos Pérez
Creo firmemente que con la primera lectura del libro del Profe-
sor y Maestro Bunge me estaba adentrando en la Filosofía Sistémi-
ca, sin ni siquiera saberlo. Especialmente en el modo de concebir el 
mundo y hasta el universo como un conjunto de sistemas, cuando el 
Profesor y Maestro Bunge afirma en la página 19 de su fundamental 
librito que “hay cinco concepciones principales del desarrollo de una 
sociedad humana: la biológica, la económica, la política, la cultural y 
la integral”. Y recuerden ustedes que a la sazón yo era, modesta pero 
intensamente, Director General de Cooperación Técnica Internacional 
y el “desarrollo” era mi tema central y preferido. No había pues terreno 
más apropiado para que esa sencilla, aquellas sencillas, claras, densas 
e intensas afirmaciones y concepciones del Profesor y Maestro Mario 
Bunge cayeran en un terreno más apropiado y más dispuesto a que 
germinaran, crecieran y se propagaran con toda la fuerza con la que 
“la Sabiduría” del Profesor y Maestro Mario Bunge; lo ha hecho en mi 
vida, en mi pensamiento y en mi manera de hacer, de gestionar y de 
desarrollar mi actividad intelectual, humana y de todo orden.
A él se lo debo, y voy a tratar de describirlo un poco más en este 
modesto Prólogo en retribución a sus años de enseñanza, a su manera 
de relacionarse humanamente y a su gestión sabia, directa y llena de 
savoir faire de su trato con las personas y de la eminencia del Profesor 
y Maestro Mario Bunge “felizmente reinante” (sic) en el mundo de la 
enseñanza, de la sabiduría y de las prácticas humanas y de las científicas.
Pero hay algo que debo decir, muy firmemente, en el inicio de 
estas líneas o Prólogo a Elogio de la Sabiduría. Ensayos en Homenaje 
a Mario Bunge en su 95º Aniversario y es lo siguiente. El citado librito 
(por decirlo modestamente) del grandioso Profesor y Maestro Mario 
Bunge, el que me obsequiaron en el Parador Nacional de Toledo, en 
1983.02.20 –como siempre fecha don Mario todos sus escritos, y un 
día me lo dijo abiertamente: “mirá, JoLu, lo que te interesa saber en 
primer lugar es el año en el que vivís, luego el mes y finalmente el 
día”– no me ha abandonado nunca, nunca, nunca. Quiero reafirmar, 
este librito debidamente subrayado en azul, luego en rojo, negro, 
verde, naranja y/o amarillo, nunca me ha abandonado o nunca yo me 
he alejado de él, porque siempre ha sido para mí fuente de Sabiduría, 
compendio de Ciencia, y conjunto de bienes que –repito– siempre me 
han sido, no solo útiles sino extremadamente benéficos, para todas 
mis andanzas por el mundo, que han sido muchas, y para todos mis 
quehaceres, que igualmente han sido muy variados también.
Mi Maestro y permanente Profesor Mario Bunge me ha acompaña-
do a lo largo de toda mi vida, y ya pasan más de treinta años desde que 
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Prólogo
tuve la fortuna de conocerle y tratarle en Toledo, más de tres décadas 
en las que su Ciencia y Desarrollo me ha acompañado, por supuesto 
en mi Dirección General de Cooperación Técnica Internacional, en Ma-
drid, en el Ministerio, y por esos mundos de Latinoamérica, por Santo 
Domingo, cuando en Los Altos del Chavón hicimos varios cursillos 
sobre la descontaminación de los Océanos; o en Canadá, en mi Emba-
jada en Ottawa, cuando don Mario fue recibido en la Real Academia 
de las Ciencias; o en mis mismas tierras de Murcia y Cieza, cuando 
en el 2008 nos visitó en la Fundación Los Álamos y en la Universidad 
de Murcia. Siempre, siempre, su libro no solo me ha acompañado sino 
instruido, aleccionado y, sobre todo, me ha impulsado a seguir adelante 
en esta sabia senda que el Profesor y Maestro Mario Bunge inició en 
su Argentina natal allá por el 1919.
Permítanme ustedes que cite una modesta pero para mí muy 
importante anécdota. La familia Bunge, con Marta, Eric, Mimí y sus 
hijos, nos invitaron a pasar varios días con ellos en su deliciosa casa en 
Taormina, en Sicilia a orillas del Mediterráneo, y yo pensé que nada 
mejor, después de tantos años, no solo de volver a viajar con su primer 
libro de Ciencia y Desarrollo, sino rogarle que muchos años después 
me lo volviera a dedicar y he aquí el resultado: en la primera dedica-
toria cuando yo descubrí al gran Profesor y Maestro Mario Bunge, en 
Toledo 1983.02.20, me decía escuetamente “A Don José Luis Pardos 
cordialmente, Mario Bunge” pero en la segunda dedicatoria, en un libro 
ya añejo pero nuevo, viejo pero permanentemente vivo, desmadejado 
pero perfectamente integrado, lleno de notas y de subrayados, me es-
cribió este párrafo, para mí de un valor inestimable: “A mi queridísimo 
amigo JoLu, con quien he tenido incontables discusiones interesantes 
y racionales. Con mi afecto. Mario Bunge. 2012.07.06 Taormina”.
Es imposible que una persona, un científico, un sabio, haya po-
dido hacer y tener mayor impacto intelectual y humano en mi propia 
vida, baste el modo como la casi totalidad de la familia Bunge me 
llama JoLu (apócope de José Luis) salvo Eric que realmente hace el 
apócope total, JoLuPaPe (José Luis Pardos Pérez).Esto es la vida, la obra y el espíritu que ha permeado a la Ciencia 
y al Desarrollo del Profesor y Maestro Mario Bunge en mi vida. Pero 
hay más, mucho más, que modestamente quiero dejar constancia en 
estas primeras líneas del Elogio de la Sabiduria del Profesor y Maestro 
Mario Bunge. Se trata de los siguientes extremos que hacen referen-
cia a la Filosofía y a la Política, quizás dos de los extremos de los que 
la humanidad anda más necesitada de fundamentos, de teorías y de 
concepciones. Helas brevemente aquí:
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José Luis Pardos Pérez
1º) El Profesor y Maestro Mario Bunge ha producido un importan-
tísimo Tratado de Filosofía Sistémica Básica, que se ha distin-
guido especialmente en el ámbito de la filosofía profesional en el 
extenso Treatise on Basic Philosophy del que deseamos extraer 
solo lo que la Wikipedia dice de esa magna y monumental obra. 
Se trata de un esfuerzo por construir un sistema que abarque to-
dos los campos de la filosofía contemporánea, enfocados especial-
mente en los problemas que suscita el conocimiento científico. La 
semántica (de la ciencia) está tratada en los primeros dos tomos 
(Semantics 1. Sense and Reference y Semantics 2. Interpretation 
and Truth) y la ontología en los siguientes dos (Ontology 1. 
The Furniture of the World y Ontology 2. A World of Systems). 
La noseología ocupa los tres volúmenes posteriores (Epistemo-
logy and Methodology 1. Exploring the World, Epistemology 
and Methodology 2. Explaining the World y Epistemology and 
Methodology 3. Philosophy of Science and Technology). Final-
mente, el volumen 8 del Tratado se ocupa de la ética (Ethics. 
The Good and the Right).
2º) El Profesor y Maestro Mario Bunge ha tratado exhaustivamen-
te, y como viene relacionado en los trabajos que se presentan 
a continuación de estas modestas líneas a modo de Prólogo, de 
materias tan importantes como la Filosofía Política, pero bajo 
el importante encabezamiento de FACT, Fiction and VISION. 
No creo que el lector necesite más. Es un volumen en el que se 
recogen ampliamente los Hechos de la Filosofía Política, las Fic-
ciones y especialmente la Visiones. Se trata de un libro –como 
tantos de los otros casi más de cincuenta que ha producido el 
Profesor y Maestro Mario Bunge– que analiza la teoría política, 
la filosofía política y especialmente la política en sí, cuando 
termina con su coherente Visión de la Democracia Integral.
3º) En España y con el patrocinio de varias entidades entre las 
que me cuento y mi FLAdJLP (www.fundacionlosalamos.es) 
se están publicando, y en algunos casos reeditando, lo que 
llamamos la BB (Biblioteca Bunge) que a modo muy asequible 
pone al alcance del público las obras más importantes del Pro-
fesor y Maestro Mario Bunge. Las edita una selecta editorial, 
Laetoli de Pamplona. 
A continuación y como complemento a este modesto Prólogo tengo 
el gusto de presentar estas cinco ideas de Serafín Senosiaín, el Director 
de la Editorial Laetoli:
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Prólogo
a) Razón. Bunge utiliza la razón. No le interesa la filosofía 
como mera palabrería, cuanto más oscura mejor. No cree que 
cuanta más oscuridad y menos sentido hay más profundidad. 
Detesta a Hegel, a Husserl, a Heidegger y a toda la manada 
posmoderna. Él es un nuevo ilustrado y se siente heredero de 
los ilustrados franceses del siglo XVIII, y particularmente de 
los ilustrados radicales como Holbach, Diderot, Helvétius y 
otros. La mayor parte de la filosofía posterior, especialmente 
la alemana, ha sido una filosofía de la contrailustración; un 
“olvido de la razón”, como dice el título del filósofo argentino 
Sebreli. Debemos olvidar a quienes han olvidado la razón y 
retomar la modernidad y el proyecto ilustrado.
b) Materia. Bunge es materialista, naturalista. No cree en seres 
sobrenaturales, ni en fantasmas, ni en espíritus, ni en dioses. 
Somos materia evolucionada, materia pensante. Por tanto, es 
ateo. La religión puede ser un consuelo en algunos momentos, 
pero poco más. Con las debidas excepciones, las religiones no 
han hecho gran cosa por mejorar la suerte ni el conocimiento 
de los hombres. Todo lo conseguido en los últimos siglos se ha 
hecho contra ellas.
c) Ciencia. La ciencia es nuestro mejor camino para conocer el 
mundo. Podemos aproximarnos a él gracias al arte, la literatura 
y otros medios (Bunge es un gran conocedor de la literatura 
contemporánea) pero la ciencia es nuestro método por exce-
lencia. Un método, además, racional, no dogmático, universal 
(no hay ciencia nacional o nacionalista). En contrapartida, las 
pseudociencias, esos supuestos conocimientos, las supercherías 
y falsedades, llenan los medios de comunicación. Es vital ha-
cerles frente y desenmascararlas.
d) Sistema. La filosofía de Bunge se organiza de forma lógica en 
un sistema, como queda reflejada en su Tratado. Hay en él 
una ambición de sistema, de totalidad, de omni-comprensión 
del mundo. Esa ambición es apabullante y sorprende que no 
tenga mayor influencia. Está claro que Bunge no es un filósofo 
a la moda, como Žižek o el sobrevalorado Foucault. Pero eso 
significa que algo grave sucede en la filosofía contemporánea.
e) Política. Los hombres vivimos en sociedad y nuestro deber es 
hacer el mundo más habitable para todos. Siguen vigentes 
más que nunca los valores de la Revolución Francesa: libertad, 
igualdad, fraternidad. Hay que acabar con las dictaduras y con 
cualquier sistema opresivo y luchar por sistemas democráticos 
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José Luis Pardos Pérez
reales. Hay que reformar profundamente un sistema económico 
que parece favorecer solo al 0,01% de la población y dejar a gran 
parte de ella a su suerte. Hay que promover redes de solidari-
dad, como las cooperativas, que fomenten valores solidarios y 
sean el principio de reformas económicas profundas. 
Una última reflexión, para ir terminando esta modesta introduc-
ción a una obra tan gigantesca como la del Profesor y Maestro Mario 
Bunge: hay actuaciones muy concretas en el marco de la política ge-
neral, que se substraen y amplían en los sectores político, económico y 
cultural, como aquellos tres subsistemas a los que nos hemos referido 
al inicio. El Profesor y Maestro Mario Bunge creó en la década de los 
ochenta una Fundación Euro-Latinoamericana de cooperación inter-
nacional, cuyos miembros más destacados, incluyendo a la ex Primer 
Ministra de Portugal, Maria Lourdes Pintasilgo, se reunieron con 
SM la Reina en la Universidad Complutense de Alcalá de Henares, 
y redactaron un proyecto de Declaración de Alcalá sobre la Coopera-
ción internacional, que fue la base de mis trabajos durante muchos 
años. Pero, a su vez, el Profesor y Maestro Mario Bunge ha hecho 
una fulgurante aparición por Madrid, hace unos meses, en el mes de 
mayo, primero en el Colegio de Registradores de la capital, en donde 
estuvo interviniendo, sin un solo papel, en relación a la función de la 
propiedad y su afianzamiento en materia registral. Al día siguiente, 
en el paraninfo de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad 
Complutense, hasta la bandera, pronunció una Conferencia de tres 
cuartos de hora, en la que mantuvo un lúcido diálogo con muchos de 
los concurrentes. Yo no sé si descansó o no, pero por la tarde de ese 
mismo día, y en la Facultad de Derecho de la UNED, pronunció otra 
muy lúcida disertación, en la que hubo un amplio coloquio y un buen 
intercambio de ideas.
Don Mario, a sus 94 y bien cumplidos años, tuvo tiempo para que 
el diario El País, el día viernes 2 de mayo, en su completa página 23 y 
bajo las siglas de Cultura y con el fascinante título de “Hoy en día, la 
ciencia asusta tanto a la izquierda como a la derecha”, mantuvo una 
entrevista con Antonio Calvo Roy que me ha parecido tan importante, 
interesante y lúcida que la he reproducido por completo en este blog,1 
al día siguiente de publicarse. Creo que dicha entrevista, de hacesolo 
un par de meses, es el mejor colofón que puedo poner a estas líneas 
1. El autor se refiere a su blog: https://joseluispardosperez.blogspot.com
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Prólogo
del prólogo al Elogio de la Sabiduría. Ensayos en Homenaje a Mario 
Bunge en su 95º Aniversario, rescatando dos citas de la actualidad y 
vigencia del pensamiento bungiano, contenidas en la entrevista citada 
anteriormente:
¿Aprendemos algo de esta crisis?
“Los golpes no enseñan nada, no creo que aprendamos de esta crisis, 
sobre todo si los gobiernos siguen pidiendo consejo a los economistas que 
contribuyeron a crearla, a los partidarios de políticas sin regulación”.
¿Qué les diría a quienes consideran que la historia, la sociología 
o la psicología no son ciencias?
“La historia es mucho más científica que la cosmología. El buen histo-
riador busca y da evidencia de prueba, a diferencia de los cosmólogos 
fantasistas, como Hawking. La historia es la más científica de las cien-
cias sociales”.
Y una afirmación final sobre la Educación: “Se enseñan ideas, 
pero no a discutirlas; la enseñanza sigue siendo dogmática”.
Amen alleluia don Mario et ¡¡¡Laus sapientia et senectute!!!. 
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Mario Bunge o el elogio de la sabiduría 
(y de la longevidad)
Guillermo M. Denegri
No sé por qué desde pequeño siempre he tenido una especial predi-
lección (afecto) por las personas que sabían mucho y además estaban 
entradas en años. Claro está que para mis años adolescentes donde la 
muerte era algo demasiado lejano y casi inconcebible (excepto si se ha 
tenido una desgracia familiar como perder un hermano casi mellizo 
como fue en mi caso) la dimensión de los años es muy diferente. Tengo 
grabado a fuego el día que leí en los diarios de la época la muerte del 
Prof. Bertrand Russell (1872-1970) que había fallecido casi centenario 
y enterarme de las dimensiones intelectuales y sus contribuciones 
al pensamiento contemporáneo. Para un adolescente de solo quince 
años que estaba en una búsqueda constante de identidad y queriendo 
identificarme (quizás parecerme algún día) con algún personaje de 
la cultura, este primer contacto con un pensador de la trascendencia 
de Russell fue el inicio de una constante fascinación por la sabiduría 
y por querer conocer los pormenores de las vidas de esos personajes 
que para mí eran inaccesibles y que vistos desde la perspectiva de un 
jovencito viviendo en un pueblo de cinco mil habitantes en la pampa 
argentina (Puan, provincia de Buenos Aires), imaginaba que nunca 
podría llegar a conocer a uno de ellos y debía solo conformarme con leer 
sus biografías y admirar sus contribuciones. Debo reconocer que un 
compañero de la escuela secundaria fue quién me motivó e incentivó 
a la lectura de todo lo que caía en manos, sus excelentes comentarios 
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Mario Bunge o el elogio de la sabiduría (y de la longevidad)
de libros de ciencia ficción y mi deseo de imitarlo sobre todo porque lo 
consideraba que “sabía un montón” hicieron de mi desde ese momento 
un lector empedernido y debo reconocer que la lectura me ayudó y me 
ayuda a vivir. Es por eso que hace un tiempo hice mías las palabras 
de Adolfo Bioy Casares “parte de mi amor a la vida se la debo a mi 
amor a los libros”, me las apropié rápidamente y me dije: “es tal cual 
lo que me pasa”. No me imagino una vida sin libros, sin lectura y creo 
que no tenerlos y disfrutarlos seria no encontrarle “sentido a la vida”.
Por lo tanto la tríada sabiduría-longevidad-libros es la perfecta 
conjunción que quiero rescatar para homenajear a este fenómeno del 
saber (y su larga vida) que es Mario Bunge. Estoy convencido que la 
figura de Mario se agiganta con el paso de los años y sus jóvenes 95 años 
es la muestra elocuente que el paso del tiempo vivido con intensidad es 
la prueba irrefutable que vale la pena vivir dedicado al conocimiento 
y a entrenar constantemente a nuestras neuronas. 
Cuando hablo de Bunge me viene rápidamente a la mente per-
sonajes que como él han influido de manera decisiva en mi vida y que 
sin conocerlos personalmente (solo unos pocos) he admirado de una 
manera casi religiosa. Me estoy refiriendo a Florentino Ameghino, 
José Ingenieros, Bertrand Russell, Albert Schweitzer: Albert Einstein, 
Louis Pasteur, Marie Curie, Jorge Luis Borges, Rita Levi-Montalcini. 
Eugenia Sacerdote de Lustig, Miguel Eduardo Jörg, Karl Popper, entre 
otros. Varios de ellos pasaron la barrera de los noventa años y Rita 
Levi-Montalcini y su prima Eugenia Sacerdote de Lustig los cien años. 
Ahora ¿por qué esta fascinación y obstinación casi existencial en 
mi por la sabiduría y la longevidad? ¿porque me llevo tan bien con esta 
pareja que me hace vibrar en lo más profundo y necesito encontrar 
argumentos racionales que me expliquen que ambas pueden ir de la 
mano tan juntas y unidas? Una de las razones seguramente tiene que 
ver con mi familia paterna que ha sido muy longeva. Mi padre tenía 
diez hermanos y todos superaron los ochenta años y dos los noventa 
(uno de ellos, mi padre); pero quizás esto no sea lo más relevante sino 
lo que me contaba mi padre de uno de sus bisabuelos que superó los 
110 años y en mi casa siempre se repetían las anécdotas de su lon-
gevidad e increíble lucidez. Lo que siempre me llamo la atención era 
que este señor (es decir uno de mis tatarabuelos) desayunaba con vino 
tinto, panceta y huevos fritos…, y cómo se llevaba con el colesterol, el 
ácido úrico, los triglicéridos… y demás parámetros hemáticos…¡bien 
gracias! porque vivió hasta los 116 años con una lucidez… decía mi 
padre… envidiable para cualquier joven de veinte años. Íntimamente 
debo confesar que me gustaría llegar a esa edad y creo que vivo con 
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ese impulso natural a la longevidad (y a la perfección diría Lamarck, 
que para mí es la sabiduría).
Estoy firmemente convencido en un impulso natural a que el 
conocimiento y el entrenamiento constante de nuestras neuronas pre-
anuncian una vida más larga y rica (claro está en términos de calidad 
de vida). Un ejemplo de ello es la prolífica vida de la ya cita Rita Levi-
Montalcini (Italiana, Premio Nobel de Medicina 1986 por el descubri-
miento del Factor de Crecimiento de las Células Nerviosas -NGF-) que 
murió a los 103 años (1909-2012) demostrando que es posible mejorar 
cada día de nuestra vida la potencialidad creativa de nuestro cerebro, 
fomentando nuevas y novedosas conexiones nerviosas que permiten un 
mejor conocimiento del mundo y una vida plena. En un reportaje que le 
hicieron a Rita Levi próxima a cumplir los 100 años le preguntaron si no 
se jubilaba a lo que respondió: “¡Jamás! La jubilación está destruyendo 
cerebros. Mucha gente se jubila y se abandona. Y eso mata su cerebro. 
Y se enferma”.1 ¿Cómo anda su cerebro?: “¡Igual que a mis 20 años! 
No noto diferencia en ilusiones ni en capacidad. Mañana vuelo a un 
congreso médico…..”; ¿Pero algún límite genético habrá?, le pregunta 
el periodista, a lo que Rita contesta: “No. Mi cerebro pronto tendrá un 
siglo… pero no conoce la senilidad. El cuerpo se me arruga, es inevi-
table, ¡pero no el cerebro!”. En otra parte del reportaje se le pregunta: 
¿Cuál es hoy su gran sueño?: “Que un día logremos utilizar al máximo 
la capacidad cognitiva de nuestros cerebros”; y ¿Qué ha sido lo mejor 
de su vida?: “Ayudar a los demás”; ¿Qué haría hoy si tuviese 20 años?: 
“¡Pero si estoy haciéndolo!”. La verdad que no deja de fascinarme cada 
vez que leo y releo este reportaje y claro que lo remito y digo: “esto es 
lo que diría y suscribiría plenamente Mario Bunge”. De hecho la vida 
de Mario ha sido así y sigue siendo, sin dejar de trabajar un solo día, 
apostando al conocimiento, al trabajo duro de aprender y no dejarse 
engañar por falsos profetas travestidos de luminarias intelectuales y 
por sobre todo generandonuevos conocimientos y reflexiones trasmi-
tidas en un lenguaje claro y preciso. Como decimos en la Argentina 
que “Gardel cada día canta mejor”, podemos decir sin lugar a dudas 
que “Bunge cada día piensa mejor y aún más, cada día escribe mejor”. 
Con motivo de la celebración de sus 95 años y trabajando para 
este libro homenaje estuve en permanente contacto con Marta Bunge, 
la esposa de Mario, exquisita y cultivada mujer que no dejó de contes-
tar rápidamente un solo mail que le envié. Estando ambos en Génova 
1. Levi-Montalcini (2013:87-89).
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Mario Bunge o el elogio de la sabiduría (y de la longevidad)
durante los meses de mayo y junio de este año, en uno de los mensajes 
les deseaba que pasaran unas buenas vacaciones, a lo que Marta res-
pondió: “No estamos de vacaciones. Ayer mismo di un seminario en la 
Universidad de Génova y estuve trabajando diez horas por día desde 
que llegamos, ídem Mario. Hay una playa magnifica debajo de nuestro 
departamento y el mar Mediterráneo es una maravilla pero aunque 
sea difícil de creer no he bajado las escaleras a nadar ni una vez…”. 
Recuerden que estamos hablando de Mario de 95 y de su mujer de 76 
años… ¡¡¡no es admirable, reconfortante y sobre todo ejemplar cuando 
con muchísimos años menos nos flaquean las fuerzas y creemos que ya 
no tenemos nada más por hacer y producir en nuestras vidas!!!
La producción escrita de Mario es abrumadora en cantidad y 
calidad. El primer trabajo publicado data de 1939 con apenas veinte 
años y se titula: Introducción al estudio de los grandes pensadores. 
Conferencias (Buenos Aires) III: l05-109, 124-126; su último trabajo 
es del 2013 (Nº 532) se titula Bruce Trigger and the philosophical ma-
trix of scientific research. In S. Chrisomalis and A, Costopoulos (eds.), 
Human Expeditions Inspired by Bruce Trigger, pp. 143-159. Toronto: 
University of Toronto Press, 2013, más cinco publicaciones aceptadas 
durante el 2014 que dan la friolera cifra de una producción de 537 
trabajos publicados en muchísimas revista de prestigio internacional 
en las áreas más disímiles (Nature, Philosophy & Phenomen. Res., Brit. 
J. Phi. Sc., Am. J. Physics, Rev. Metaphysics, Phil. of Sc., Mind, J. 
Philosophy, Technology & Culture, Rev. Mod. Physics, Synthese, Revue 
Internat. de philosophie, Internat. J. Theoretical Physics, Gen. Systems, 
J. Philos. Logic, Theory and Decision, Rev. Latinoam. de Filosofía, 
Social Indicators Res., Crítica, Teorema, Diánoia, The Monist, Intern. 
J. of Quantum Chem., Behav. & Brain Sc., Appl. Mathem. Modelling, 
Tech. in Society, Neuroscience, J. Social & Biol. Struct., Nature and 
System, Erkenntnis, Current Anthropology, Annals of Theor. Psych., 
Médecine psychosomatique, Annals New York Acad. of Sc., Phil. Soc. 
Sc., J. of Socio-Economics, Science & Education, J. Physiol., Internat. 
Rev. Victimology, Internat. J. of Health Serv., Foundations of Science, 
entre otras).
Lo que llama poderosamente la atención es la diversidad de te-
mas estudiados y la solvencia y seriedad intelectual con la que están 
abordados. No estamos contando los libros, cuya producción supera los 
ciento cuarenta con traducciones a muchísimas lenguas y reimpresiones 
permanentes. Es decir que don Mario Bunge ha publicado ininterrum-
pidamente durante setenta y cinco años (y lo sigue haciendo) de una 
hermosísima y larga vida de 95 años cuyo cumpleaños se celebra el 21 
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de septiembre de 2014. Pero hay un dato que quiero resaltar especial-
mente para dimensionar aún más la obra de Mario y es que del total 
de 537 trabajos publicados solo 12 artículos son en co-autoria (2,23%) 
lo que significa que el 98% de sus papers han sido escritos por él sólo. 
Y qué decir de los libros: ha publicado 73 libros y hay uno en prensa, 
que con traducciones a diversas lenguas (portugués, italiano, inglés, 
francés, alemán, japonés, chino, entre otras) y reediciones suman 148. 
Aquí nuevamente aparece esa característica que apunté en los artículos 
científicos y es que solo tres libros de los 74 están escritos con un solo 
co-autor (4%). Estos datos no son menores si analizamos la producción 
actual de trabajos científicos y filosóficos que se publican donde figuran 
muchos (a veces muchísimos) autores sin saber claramente el nivel de 
compromiso tanto intelectual como de escritura que cada uno asume 
en la publicación. La actual ”industria del conocimiento” como bien 
lo analiza el Prof. Quintanilla en este mismo volumen, creo que está 
desvirtuando peligrosamente la generación de conocimiento original 
y provocativo ya que las valoraciones bibliométricas apuntan directa-
mente a priorizar la cantidad (papermania) y los factores de impacto 
(impactolatría) en detrimento de la calidad. En Bunge no solo llama 
la atención la producción cuantitativamente hablando sino la calidad 
y la influencia que tienen sus trabajos y la senda que ha trazado en la 
constitución y armado de un novedoso y creativo enfoque de la filosofía 
como es la filosofía científica, materialista en lo ontológico y realista 
en lo epistemológico, sin desconocer su sistemismo y emergentismo, 
como características sobresalientes de esta nueva corriente filosófica, 
que sin lugar a dudas se recordará y en el futuro se estudiará como la 
Filosofía Científica de Mario Bunge. No es casual que su autobiografía 
a publicarse próximamente se titule: Dos Mundos: memorias de un 
filósofo científico. Buenos Aires: EUDEBA; Barcelona: Gedisa. (2014).
Cuando en el año 2000 publicamos junto a la Prof. Gladys Mar-
tínez el libro homenaje a Mario conmemorando sus 80 años2 insistí 
y ahora también lo hago, en la necesidad de incluir su Curriculum 
Vitae completo para valorar, dimensionar y tener disponible para las 
generaciones futuras toda la producción del último intelectual y filó-
sofo sistemático viviente que todavía tenemos el inmenso privilegio de 
seguir escuchando, disfrutando de su inteligente humor y fina ironía y 
por sobre todo que sigue teniendo esa fuerza titánica de continuar la 
batalla inclaudicable contra los (psico)macaneadores, posmodernos y 
2. Denegri y Martínez (2000).
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Mario Bunge o el elogio de la sabiduría (y de la longevidad)
oscurantistas intelectuales que nos han querido vender gato por liebre. 
Claro que hemos tenido la infinita fortuna de contar con este gladiador 
lúcido e inteligente para defendernos y por sobre todo enseñarnos que 
el “alimento es más provechoso que la basura”. 
Y como un obsesivo de la longevidad (y a la que siempre vuelvo) 
quiero recordar un acontecimiento que para mí fue uno de los más vívi-
dos y emocionante que he tenido la suerte de disfrutar. En oportunidad 
de la visita de Mario a Mar del Plata (año 2000) para dictar un curso 
de “Sociologia de la Ciencia” en el marco del Seminario Permanente 
de Biofilosofía en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la 
UNMdP, entre las múltiples actividades que desarrolló en su estadía 
de una semana (reportajes en radio y televisión, charla para chicos 
de escuela municipales, etc.) una sobresalió por los protagonistas en 
cuestión y fue la charla que compartió con mi entrañable y queridísimo 
amigo, ya desaparecido, Dr. Miguel Eduardo Jörg3 (1909-2002) des-
tacadísimo científico argentino en salud pública del siglo XX, último 
de los discípulos vivientes del Dr. Salvador Mazza, co-descubridor de 
la Enfermedad de Chagas. Bunge y Jörg no se conocían así que nos 
reunimos en un bar céntrico de Mar del Plata para hacer la presenta-
ción formal e intercambiaran opiniones, anécdotas, historias y de paso 
organizar una charla conjunta con tema a definir. Don Miguel tenía en 
ese momento 90 años y Mario 80, rápidamente hicieron “buenas migas” 
y en un momento notamos que estaban simpáticamente hablando en 
alemán… y riéndose a carcajadas de lo que nosotros no podíamos sa-
ber ya que no teníamos ideadel idioma… Se acordó rápidamente una 
conferencia conjunta a realizarse en la Biblioteca Municipal Osvaldo 
Soriano (MPGP), definimos los detalles y la difusión y a sala repleta 
con gente sentada en el piso se desarrolló uno de los eventos quizás 
más importantes entre estos dos “monstruos intelectuales”, donde la 
lucidez, la simpatía, el conocimiento y el don de ubicación fueron los 
ejes de una tarde-noche que los que tuvimos el privilegio de compartir 
nunca olvidaremos y por sobre todas las cosas nos dejaron una clara 
enseñanza como es que el cultivo del conocimiento y del saber nos 
hace cada día mejores personas, plenas y libres y que el paso de los 
años no es una desventaja, todo lo contrario el cerebro funciona cada 
día mejor si lo hemos usado, trabajado, exigido y desarrollado. Don 
Miguel Jörg murió unos años después con casi 94 años con una lucidez 
y memoria intacta.
3. Denegri y Sardella (2000).
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Para los que “hemos dejado atrás el soborno del cielo” en pala-
bras de Bernard Shaw, una vida plena en la tierra apostando por el 
conocimiento es una de la alternativas que pueden hacer que tengamos 
instantes (momentos… como diría Borges) de felicidad plena y por sobre 
todo potenciar ese mecanismo extraordinario que es nuestro cerebro 
que cada día que pasa sin tener en cuenta los años, puede generar 
nuevas y creativas conexiones nerviosas que no tengo duda influyen 
decididamente sobre otras funciones orgánicas mejorándolas. Para que 
esto suceda es necesario educar a nuestros niños en un ambiente de 
estímulo intelectual permanente y con la firme convicción de que solo 
el trabajo duro y constante puede llevarnos a buen puerto. Es frecuente 
ver en nuestros días un relativismo pedagógico influido muchas veces 
por pseudocorrientes posmodernistas que desconocen algo elemental 
como es inculcar en los educandos el esfuerzo permanente o, como 
decía con su fino humor Don Miguel Jörg, “síndrome ísqueo-púbico (es 
decir “glúteos en la silla” o en términos del barrio: “c… en la silla”). 
Nuestro primer Premio Nobel en Ciencias (Medicina y Fisiología, 1947) 
Bernardo Houssay en su libro La investigación científica decía algo 
así: “frecuentemente escucho a muchos padres que dicen… ‘mi hijo es 
muy inteligente, lástima que es un haragán’… yo les digo: si fueran 
inteligentes se darían cuenta que para llegar a algo hay que trabajar 
mucho y bien”. Y esto que es tan cierto en Mario Bunge se ejemplifica 
no solo analizando su rica trayectoria intelectual como filósofo científico 
sino en su constante y a veces solitaria lucha contra la pseudo-ciencia 
y las posturas posmodernistas que desprecian y acusan a la ciencia de 
(casi) todos los males. Estudiar ciencias es un camino duro y sinuoso, 
que requiere un esfuerzo constante y a veces sacrificado, con más 
derrotas que triunfos y que no todos están dispuestos a enfrentarlo. 
Los macaneadores de turno han visto a Mario Bunge como el ene-
migo cientificista a derrotar, denostándolo con argumentos falaces y 
discursos oscuros y nada entendibles. Y vaya… si Bunge ha hecho de 
la claridad conceptual su arma de lucha permanente con argumentos 
sólidos y contundentes recibiendo como respuesta supuestos insultos 
(tales como cientificista, materialista, realista, etc., etc…) que estos 
fabuladores le han proferido creyendo que confundirían y desalentarían 
al contrincante. Y esto a Mario lo ha hecho más fuerte y su coherencia 
intelectual le ha granjeado el respecto y la admiración de miles de se-
guidores que leen sus artículos y libros en todo el mundo. Al respecto 
recuerdo que hace muchos años (1989) cuando estábamos terminando la 
carrera de filosofía en la Universidad Nacional de La Plata con mi gran 
amiga Marta Crivos (autora de una de las contribuciones de este libro) 
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Mario Bunge o el elogio de la sabiduría (y de la longevidad)
le enviamos a Mario un trabajo monográfico que habíamos elaborado 
para la asignatura Lógica II que trataba de analizar las implicancias 
de la tesis Duhem-Quine para la lógica. Al poco tiempo recibimos una 
carta amabilísima pero demoledora del trabajo, leímos atentamente 
las lapidarias críticas de Mario y los consejos recibidos… pero uno de 
ellos fue esclarecedor y nos serviría para el futuro, remataba la carta 
con una última frase que decía: “Creo que ustedes están siguiendo la 
moda. Recuerden que, en filosofía, la moda rara vez concuerda con la 
verdad”.
El nombre de Mario Bunge es para mí familiar desde la escuela 
secundaria en el Instituto Secundario Almafuerte de mi querido pue-
blo (1970-1974). Creo recordar que uno de mis excelentes profesores 
lo mencionó en una sus clases y tuve acceso rápidamente a un libro 
que me sigue acompañando y utilizo frecuentemente en mis clases 
de Introducción a la Biología de la licenciatura y profesorado en Bio-
logía y en los cursos de doctorado en ciencias de la FCEyN-UNMdP. 
Me estoy refiriendo a La Ciencia. Su Método y su filosofía que tiene 
tanta vigencia como cuando se publicó hace más de medio siglo, y su 
contenido, al releerlo, me sigue subyugando y moviendo a la reflexión. 
El genial Jorge Luis Borges decía: “la mejor lectura es la relectura”, y 
si le sumamos a que “Los mejores libros no son los que más dan sino 
los que más exigen: los que le fuerzan a uno a trabajar más y mejor” 
(Bunge, 1980), tenemos el combo completo.
Precisamente en la reedición del libro Epistemología, diecisiete 
años después de la primera edición, y que Mario me obsequió con una 
cálida dedicatoria (“Para Guillermo, científico y filósofo, con amistad 
y agradecimiento. MB”) en el prefacio dice: “En esta edición he intro-
ducido algunos agregados y correcciones, casi todos ellos menores, a la 
primera edición de 1980. Desde entonces he aprendido mucho, pero sigo 
siendo un realista, cientificista, materialista y sistemista convicto 
y confeso. No me ha hecho mella la contra-revolución anticientificista 
iniciada por Tomas S. Kuhn y Paul K. Feyerabend” (Bunge, 1997) (ne-
grita y cursiva mía). Esto demuestra las convicciones íntimas de Bunge 
y la argumentación que sostiene a lo largo de los años de una posición 
filosófica que lo ha tenido como precursor, sostenedor y exponente a 
nivel mundial, enfrentando valiente y claramente a todos aquellas 
posiciones que defienden el sociologismo-constructivismo-relativismo 
de la actividad científica. Y una de las razones que expone Bunge (y 
que comparto plenamente) de porque muchos intelectuales defienden 
y propagandizan (y dogmatizan a sus alumnos en las Facultades de 
Humanidades… y a veces en las de Ciencias) las bondades de estas 
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ideas, es una ignorancia supina de alguna ciencia, o porque nunca la 
han estudiado y menos aun mínimamente practicado. Quiero reafir-
mar siguiendo a Bunge algunos conceptos que expresé precisamente 
en el anterior libro homenaje por sus 80 años: “…De la misma manera 
para opinar sobre ciencia hay que haberla practicado (No se opina con 
fundamento sino lo que se hace y quién no investiga no puede opinar 
y analizar el proceso de investigación y menos aún normativizar la 
actividad). Y en eso voy a sostener y defender una tesis que segura-
mente me ganará más de una enemistad entre mis amigos filósofos que 
hacen filosofía de la ciencia. Pero también seré crítico de mis colegas 
científicos cuando se quieren adentrar sin competencia filosófica en los 
intrincados laberintos de la filosofía de la ciencia. Es posible que mi 
objetivo sea demasiado ambicioso, pero si queremos crear algo intere-
sante en ciencia como en filosofía debemos inexorablemente conocer y 
practicar ambas actividades. En esto Bunge nos ha enseñado mucho 
y machacado durante varias décadas con su incisiva pluma sobre qué 
es la ciencia, cómo practicarla y cómo reflexionar en filosofía cientí-
ficamente. ¿Será esta la causade la persistente furia antibungeana 
entre algunos filósofos de dudosa identidad?” (Denegri, 2000:79-80).
El último aspecto que quiero resaltar en la personalidad de Ma-
rio Bunge es su actitud ética ante la vida y su enorme generosidad. 
Lo definiría como una persona buena y como digno representante del 
socialismo democrático que heredó de su padre Augusto Bunge (médico 
sanitarista, sociólogo, legislador, profesor, periodista y poeta), siempre 
ha estado dispuesto a ayudar a los demás, feliz coincidencia con Rita 
Levi-Moltalcini, con la mano extendida para brindar el consejo fraterno 
y solidario. Sus enseñanzas en la academia y en la vida han forjado el 
espíritu y el talento de muchísimas generaciones de hombres y mujeres 
que seguramente han sido mejores después de recibir y aprender las 
lecciones de este MAESTRO INIGUALABLE. Perdón por ser autorre-
ferencial al momento de querer rememorar anécdotas con Mario, pero 
esta lo pinta de cuerpo entero preocupado y ocupado POR EL OTRO. 
Hace unos años cuando estaba en una conflictiva situación personal y 
me estaba divorciando, con discusiones tremendas con mi única hija 
Laura que llegaron a cortar la relación por espacio de casi un año, los 
atinados consejos y recomendaciones de Mario me ayudaron a sobre-
llevar una tristísima etapa de mi vida y a recomponer nuevamente 
ese acontecimiento doloroso como es recibir el desprecio y menosprecio 
de un hijo, pensando que al tomar una decisión que involucra a los 
padres estamos sin querer (obviamente) afectando los sentimientos 
más profundos de los hijos y que cuesta mucho explicarles que uno 
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Mario Bunge o el elogio de la sabiduría (y de la longevidad)
se separa (en este caso) de la madre y no de ellos. Mario aportó con 
sus palabras desde la distancia ese bálsamo que uno necesita para no 
decaer y me ayudó (¡vaya si me ayudó!) a aclarar las ideas y mejorar 
las cosas. Tal cual me lo había dicho Mario, el paso del tiempo fue el 
que aportó su granito de arena para recomponer mi relación con mi 
querida hija y reconstruir lo que seguramente de ambas partes nunca 
estuvo en duda pero los acontecimientos impredecibles e imprevisibles 
pueden seriamente dañar. En su momento le agradecí a Mario sus 
consejos pero ahora quiero hacerlo explícito en este libro homenaje en 
su cumpleaños número 95, como muestra de mi profunda admiración 
y respeto y decirle que su AMISTAD es uno de los privilegios más 
preciados que tengo.
Cuanto desearía que Mario superara en años a mi tatarabuelo 
de 116 (no desayunando precisamente huevos fritos, panceta y vino 
sino brindándonos sus siempre sabios y creativos conocimientos, es-
critos y libros) para corroborar plenamente que esta amistad con él de 
muchos años y mi admiración permanente encontrara finalmente esa 
explicación existencial (que lleva años inquietándome) de porque mi 
devoción y la intimísima convicción que la sabiduría, la longevidad y 
los libros seguirán entendiéndose para contar y disfrutar de una vida 
tan rica y maravillosa como la del queridísimo y apreciado Maestro y 
Profesor Mario Bunge.
Un último comentario a modo de sugerencia: el Profesor Bunge 
debiera estar propuesto y recibir el Premio Nobel de Literatura; qui-
zás entre algunas de las razones por las cuales debiera ser premiado 
es “en reconocimiento de sus variados y significativos escritos en los 
que defiende ideales humanitarios y la libertad de pensamiento”, 
justificación textual al otorgamiento del Premio Nobel de Literatura 
de 1950 a Bertrand Russell, eminente matemático, filósofo, escritor, 
entre otras cosas. Algunos de los párrafos de la Academia Sueca en 
alusión a Russell son extrapolables claramente a Mario Bunge, cito: 
“La Academia Sueca considera que actúa en el espíritu de la intención 
de Nobel cuando, con motivo del quincuagésimo aniversario de la Fun-
dación, quiere honrar a Bertrand Russell como uno de los brillantes 
portavoces de nuestro tiempo de la racionalidad y de la humanidad, 
como un intrépido defensor de la libre expresión y el libre pensamien-
to en Occidente”. En el banquete en honor a todos los Premios Nobel 
de 1950, Robin Fahraeus, miembro de la Real Academia de Ciencias, 
hizo el siguiente comentario: “Querido Profesor Bertrand Russell: le 
saludamos como uno de los más grandes e influyentes pensadores de 
nuestro tiempo, dotado de esas cuatro características que en otra 
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ocasión usted ha considerado como los criterios a tener en cuenta de 
los hombres prominentes; a saber, la vitalidad, el coraje, la receptivi-
dad y la inteligencia”. Sobran las palabras: Mario Bunge es uno de los 
grandes pensadores de nuestro tiempo y por eso merece ser reconocido 
por la Academia Sueca. Esperemos ver concretado este anhelo…
Referencias Bibliográficas
Bunge, Mario: Epistemologia. Curso de Actualización, Barcelona, 
Ariel, 1980.
Bunge, Mario: Epistemologia. Curso de Actualización, México D.F., 
Siglo Veintiuno Editores, 1997.
Denegri, Guillermo: “Hacia un entendimiento fructífero entre científi-
cos y filósofos de la ciencia: un acuerdo civilizado sin exabruptos”, 
en Denegri, Guillermo y Martínez, Gladys (comps.), Tópicos ac-
tuales en filosofía de la ciencia. Homenaje a Mario Bunge en su 
80º aniversario, Editorial Martin-UNMdP, 2000.
Denegri, Guillermo y Martínez, Gladys (comps.): Tópicos actuales en 
filosofía de la ciencia. Homenaje a Mario Bunge en su 80º aniver-
sario. Editorial Martin-UNMdP, 2000.
Denegri, Guillermo y Sardella, N.: Elogio de la Integridad. Conversa-
ciones con Miguel Eduardo Jörg, Editorial Martin, 2000.
Levi-Montalcini, Rita: “El cerebro no debe jubilarse nunca”, en Atrévete 
a saber, Barcelona, Crítica, 2013.
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La filosofía de la ciencia como introducción 
a la sabiduría
Evandro Agazzi
La filosofía de la ciencia ha ocupado un gran espacio en la filosofía del 
siglo XX, ya que, después de haber caracterizado la filosofía del Circulo 
de Viena, ha inspirado y alimentado la parte tal vez más influyente de 
la filosofía de los Estados Unidos, es decir la filosofía analítica, y no es 
exagerado afirmar que la mayoría de los filósofos más importantes de 
aquel país o han sido especialistas de la filosofía de la ciencia, o por lo 
menos tuvieron familiaridad con ella. Hay razones de este hecho y no 
residen principalmente en el gran prestigio social del cual vino más y 
más gozando la ciencia, acompañada por los grandes avances de la tec-
nología. Más importante resultó el impacto de la profunda crisis de las 
ciencias exactas (matemática y física) que sacudió el mundo científico 
entre finales del siglo XIX e inicio del siglo XX. Y esto porque las crisis 
obligan a pensar, a aplicar el espíritu crítico, a revisar convicciones 
que parecían intocables. 
La ciencia y el espíritu crítico
Es opinión común que la ciencia es de por sí misma una escuela 
y un ejercicio continuo del espíritu crítico. Pero se trata de una visión 
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La filosofía de la ciencia como introducción a la sabiduría
demasiado idealizada, así como lo es la de Popper quien (después de 
haber indicado en la “falsificación” el criterio de demarcación entre 
ciencia y no-ciencia) pretendía a veces que los científicos auténticos de-
diquen sus esfuerzos a intentar falsificar sus propias “conjeturas”. No es 
así: la tarea principal del científico de calidad es la de proponer nuevas 
ideas que resulten capaces de solucionar ciertos problemas abiertos y, si 
piensa haber encontrado la “idea justa”, intenta “corroborarla” a través de 
observaciones o experimentos oportunos, aunque quede abierto a consi-
derar las críticas y tomarlas en serio. Pero estas críticas son típicamente 
la obra de sus estimados colegas y no de él. Pasando de lo idealizado alo 
concreto, cada uno de nosotros probablemente encontró entre los científicos 
algunas de las personas más dogmáticas e intolerantes, a veces respecto 
a cuestiones internas a la misma ciencia, y más a menudo acerca de cues-
tiones no científicas (por ejemplo éticas, ideológicas, políticas).
Todo esto no sorprende si pensamos en la manera según la cual 
se transmite la ciencia en nuestras culturas “avanzadas”, es decir en 
la educación escolar de todos los niveles. La educación científica se 
imparte dividida en ciertas disciplinas cuyos contenidos tienen que 
ser “aprendidos” por los alumnos así como están presentados en los 
libros de texto, los manuales, los cursos. Se da por descontado que estos 
contenidos “son lo que son” y, aunque a veces uno no se atreve a decir 
que son “verdaderos”, así se piensa. El viejo dicho “En matemática no 
hay opiniones” se generaliza prácticamente a todas las materias de 
la enseñanza científica y si un alumno tiene una duda, o si le parece 
que algo que se encuentra en su libro o que le ha dicho su maestro 
no es correcto, el diagnóstico inmediato es que él no ha sido capaz de 
entender, que el límite (o la “culpa”) es suya. Sólo con mucha dificultad 
y después de muchas dudas y perplejidades se podrá algunas veces 
llegar a reconocer que una afirmación impresa en un libro de texto es 
errónea. Por consiguiente, las disciplinas en las cuales los alumnos 
están más acostumbrados a la discusión, a la comparación de puntos 
de vista diferentes, de interpretaciones a veces opuestas, pertenecen 
al campo de las humanidades que por tanto brindan las posibilidades 
y oportunidades más favorables para el desarrollo del espíritu crítico 
(siempre bajo la condición que sus maestros aprovechen estas posibi-
lidades y oportunidades). ¿Por qué todo esto? Porque nuestra cultura 
queda todavía bajo la influencia del positivismo, que ha elevado la 
ciencia al nivel de la forma más perfecta del saber (o como mínimo la 
más “segura”, si uno está dispuesto a tomar en cuenta las concepciones 
menos ambiciosas de la ciencia actual). Es la postura que a menudo 
se llama “cientificismo”.
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La crisis de las ciencias exactas
Fue precisamente la crisis de las ciencias exactas que ya hemos 
mencionado el hecho histórico que en un cierto sentido “despertó del 
sueño dogmático” a los científicos, haciendo manifiesto que, no obstante 
los resultados impresionantes que se habían alcanzado en la geometría, 
en el análisis infinitesimal, en la teoría de conjuntos, nuevos problemas 
se presentaban que obligaban a repensar los planteamientos funda-
mentales de las disciplinas matemáticas, y en particular la relación 
entre intuición matemática y coherencia lógica. Algo parecido pasaba 
en el campo de la física, en el cual la mecánica “clásica” había alcanza-
do una unificación poderosa de los diferentes sectores de la física y se 
presentaba como una clave de lectura idónea para el conjunto de todos 
los fenómenos naturales. Pero los fenómenos cuánticos y la teoría de la 
relatividad presentaban datos empíricos incontestables y argumentos 
teóricos perfectamente coherentes que sin embargo no se enmarcaban 
dentro de las teorías clásicas y hasta resultaban incompatibles con 
ellas. En ambos casos estos problemas no preocupaban mucho a los 
científicos “al trabajo” quienes (salvo algunas excepciones) seguían 
investigando y produciendo “resultados” en los campos que se habían 
vuelto problemáticos, sin prestarle atención a cuestiones que nunca 
tocaban directamente a los aspectos técnicos de su trabajo y podían a 
la mejor considerarse como digresiones “filosóficas” inocentes.
Sin embargo la situación que podía dejar tranquilos a los “especia-
listas” que cultivaban su pequeño huerto no podía dejar indiferentes a 
los mejores ingenios, que veían amenazada la imagen de la ciencia que 
(bajo formas diferentes) había constituido el patrón del conocimiento 
para toda la civilización de Occidente y, al final de la cuenta, seguía 
siendo una especie de modelo de perfección también para ellos mis-
mos, los “modernos”. Estos ingenios se encontraban entre los grandes 
científicos así como entre varios filósofos, pero los problemas que se 
planteaban eran de naturaleza filosófica, en cuanto no concernían a 
contenidos específicos de las disciplinas matemáticas o físicas, y no 
se esperaba que su solución pudiese producir avances importantes en 
ellas, sino que correspondían a una exigencia puramente intelectual 
de entender qué significado podían tener los nuevos resultados inespe-
rados y a veces sorprendentes para una manera correcta de entender 
la naturaleza de la ciencia y su verdadera capacidad de ofrecernos 
conocimientos. Es esta la razón por la cual este tipo de problemas, aun 
cuando fueron reconocidos como “serios” por los científicos de profesión, 
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La filosofía de la ciencia como introducción a la sabiduría
recibieron una calificación especial, fueron llamados problemas de los 
“fundamentos” (una denominación casi oficial en el campo de la mate-
mática, pero adoptada a menudo también en el campo de la física y de 
las ciencias empíricas). Ahora bien, la investigación del fundamento 
se puede considerar como uno de los marcos distintivos de la filosofía, 
que se encuentra de forma implícita en varias otras maneras de de-
finirla (por ejemplo, como búsqueda de los principios primeros, como 
determinación de las condiciones de posibilidad, como exigencia de 
criticidad radical, como explicitación total de las presuposiciones, etc.). 
La filosofía de la ciencia como rama especializada 
de la filosofía
Por consiguiente es correcto reconocer que el efecto de la crisis de 
la que estamos hablando fue el nacimiento de la filosofía de la ciencia 
como rama especializada de la filosofía. Es una precisión importante, 
ya que no estamos afirmando que anteriormente la filosofía nunca se 
había ocupado de la ciencia, sería una completa tontería afirmarlo, 
ya que uno de los primeros problemas que se planteó la filosofía occi-
dental fue precisamente el de precisar en qué consiste la ciencia (la 
episteme) tomando el concepto en su sentido más general, es decir cómo 
saber. Además, desde la antigüedad los filósofos dedicaron un examen 
profundizado a varias de las que nosotros llamamos hoy “ciencias” 
(matemáticas y naturales), empezando por Platón y Aristóteles para 
llegar por lo menos a Kant, el cual hasta tomó las ciencias exactas 
como paradigma para elaborar su teoría general del conocimiento. La 
novedad consiste en el hecho de que las reflexiones sobre la ciencias 
anteriormente eran “parte” de consideraciones generales, sobre todo 
acerca de la naturaleza del conocimiento, o de temáticas ontológicas, 
mientras que a partir del inicio del siglo XX, constituyen una rama 
especializada y reconocida de la enciclopedia filosófica, según el mismo 
proceso de (relativa) autonomización que ya había llevado a reconocer 
una filosofía del derecho, una filosofía del arte, una filosofía de la reli-
gión, una filosofía de la historia y otros ámbitos particulares. Se trata 
de un fenómeno cuyas raíces se encuentran en la “profesionalización” 
de la filosofía casi impuesta por la estructura académica, así como del 
hecho de haber imitado el modelo de especialización imperante en el 
campo de las ciencias, a tal punto que hoy hay una cantidad enorme 
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de “filosofías de…” y que prácticamente es suficiente tomar cualquier 
tema y organizar acerca de ello un debate más o menos bien argumen-
tado por parte de un cierto grupo de personas que funden una sociedad 
y posiblemente una revista, para acuñar una nueva “filosofía de…”.
No interesa a nuestro discurso examinar los aspectos positivos y 
negativos de este fenómeno de atomización de la filosofía, sino subra-
yar que, cuando ello se presentacomo una empresa seria, tiene que 
satisfacer dos condiciones fundamentales, es decir basarse en un co-
nocimiento suficientemente preciso del campo que se quiere investigar 
filosóficamente, y también en un conocimiento y un manejo adecuado 
de los conceptos y métodos filosóficos. En pocas palabras: no se puede 
hacer filosofía de lo que no se sabe, y también creer que baste conocer 
un determinado campo para filosofar adecuadamente sobre ello. Des-
afortunadamente, en el sector de la filosofía de la ciencia hay mucha 
producción que no cumple con estas condiciones, es decir que falla por 
basarse en un conocimiento de segunda o tercera mano de los temas 
científicos que debate, o que cree filosofar utilizando sólo razonamientos 
de sentido común y vagos recuerdos del aprendizaje escolar de la filoso-
fía en los años juveniles. Con eso no se pretende la perfección o la total 
falta de errores, lo importante es que la defensa de una determinada 
tesis filosófica no se base en un conocimiento erróneo o insuficiente de 
los contenidos científicos aportados (pensamos, por ejemplo, en cuantas 
tonterías “inteligentes” se han dicho basándose en una presentación 
distorsionada del teorema de Gödel, o a las ingenuidades filosóficas 
contenidas en ciertos comentarios “competentes” de teorías o resultados 
científicos). El caso de Mario Bunge es ejemplar a propósito de cómo 
hacer una buena filosofía de las ciencias, ya que en su obra siempre se 
percibe la competencia científica necesaria y suficiente para sustentar 
sus tesis y al mismo tiempo se aprecia no sólo un estilo metodológico 
de gran claridad de análisis y rigor de argumentación, sino también 
la posesión y el manejo de varios conceptos e instrumentos del vasto 
arsenal filosófico. Por esto en su amplísima producción destacan tanto 
los libros fundamentales de filosofía de la física, como el monumental 
Treatise on Basic Philosophy.
Regresemos ahora a la crisis de las ciencias exactas de que he-
mos hablado. Nos parece lícito afirmar que, dentro del amplio debate 
filosófico que ella suscitó, raramente se encuentra la presencia com-
plementaria de las dos “competencias”, científica y filosófica. Hay que 
hacer una distinción entre la filosofía de la matemática y la filosofía de 
la física. En el caso de la primera encontramos grandes matemáticos 
(como Hilbert y Poincaré) que propusieron también tesis filosóficas 
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La filosofía de la ciencia como introducción a la sabiduría
precisas y argumentadas, así como importantes filósofos (como Frege 
y Russell) que conocían adecuadamente la matemática. Con ellos se 
encaminó la filosofía de la matemática en sentido especializado y en 
esta la complementación de los dos aspectos nunca se ha perdido. Todo 
esto por otro lado se entiende bien si pensamos que la “exigencia del 
rigor” y la investigación de los “fundamentos” ya había caracterizado 
la matemática del siglo anterior.
Pasando a la física, notamos que el horizonte filosófico de los cien-
tíficos era relativamente pobre, en cuanto su ambiente cultural estaba 
bajo el influjo del positivismo, una filosofía muy pobre en cuanto tal, 
que se presentaba como paladín de la ciencia y por lo tanto gozaba de la 
simpatía implícita de muchos científicos. Varios de ellos (como Planck, 
Heisenberg, Schrödinger, Pauli, Bohr) tenían una cultura filosófica más 
amplia, que probablemente eran los recuerdos de una buena compo-
nente de sus estudios juveniles, pero esta se percibe esporádicamente 
en sus escritos, mientras que la perspectiva fundamental queda del 
positivismo que ahora iremos a considerar. Pasando a los filósofos 
generales, podemos decir que, con pocas excepciones, sus reflexiones 
sobre la “nueva ciencia” no revelan una penetración adecuada de sus 
contenidos concretos. La situación cambió con la creación especializa-
da de la filosofía de la ciencia y los primeros de estos representantes 
fueron los empiristas lógicos, también conocidos como neo-positivistas, 
y esto ya nos dice que, al final de la cuenta, el positivismo constituyó 
el marco filosófico inicial (y también de larga duración) de la filosofía 
de la ciencia.
El marco positivista
Las perspectivas fundamentales del positivismo no cambiaron 
mucho con respecto a las de su fundador Augusto Comte y se reducen 
a una oposición a la religión y a la metafísica, y a una celebración de la 
ciencia que es entendida de una manera particular, es decir según un 
planteamiento de empirismo radical. Es decir, se atribuye la capacidad 
de conocer únicamente a las percepciones sensibles, y se desconoce 
totalmente la contribución de la razón a la construcción del conocimien-
to. Una ciencia “positiva” es aquella en la cual el científico se limita a 
registrar datos empíricos y como máximo a registrar “regularidades” 
entre los datos, sin añadir ni interpretaciones ni explicaciones. La 
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razón hace su aparición en la ciencia como en la vida ordinaria. Pero 
sólo con funciones prácticas, es decir ordenando las percepciones bajo 
conceptos, leyes y teorías que sirven para ahorrarnos esfuerzos intelec-
tuales y hacer ciertas previsiones útiles para que la práctica científica 
sea de la vida diaria, pero no dicen nada acerca de la realidad, no son 
ni verdaderas ni falsas, sino puras convenciones útiles que se cambian 
cuando no sirvan más. Esta era la filosofía de Mach, que de hecho fue 
el primer filósofo de la ciencia en sentido especializado ya en los últi-
mos años del siglo XIX y quien, en parte debido a esta circunstancia, 
influyó muchísimo sobre los primeros filósofos de la ciencia oficiales, es 
decir los miembros del Círculo de Viena (que no por casualidad llevaba 
inicialmente el nombre de “Asociación Ernst Mach”). 
El positivismo quería presentarse como el paladín de la ciencia, 
pero en realidad era su parásito, ya que de hecho la concepción de la 
ciencia que proponía era, paradójicamente, la menos idónea para dar 
cuenta de la ciencia que estaba desarrollándose al final del siglo XIX 
y que podemos llamar “contemporánea” para distinguirla de la ciencia 
“moderna” nacida con Galileo y Newton. Esta es una ciencia de los 
inobservables y se ha reforzado más en el siglo XX. Por consiguiente, 
una filosofía de las ciencias que admite el aporte cognoscitivo única-
mente de las percepciones (o, como dirán los empiristas lógicos, de 
las observaciones) de entrada es incapaz de dar cuenta de la ciencia 
contemporánea, y fatalmente se configura como una concepción instru-
mentalista y anti-realista de la ciencia, como de hecho pasó con Mach, 
quien no aceptó la existencia de las moléculas hasta su muerte que 
ocurrió en 1916. Pero no nos debemos sorprender, ya que las posturas 
anti-realistas siguen siendo presentes en mucha de la filosofía de la 
ciencia analítica actual y, si uno indaga las razones, descubre que 
se trata de una consecuencia de la adhesión a un empirismo radical. 
Esta falta de reconocimiento del papel fundamental que la razón (es 
decir el interpretar y el explicar) tiene en la ciencia, y que impulsa la 
construcción de modelos y teorías, mucho más que una incapacidad 
de dar cuenta de la ciencia actual, significa desconocer la naturaleza 
profunda de la ciencia en cuanto tal, significa no poder explicar porque 
conocemos mucho más y mucho mejor que nuestros antepasados, y no 
gracias al hecho de haber observado más ,sino por haber pensado más 
y haber encontrado, gracias al pensamiento, caminos para descubrir 
la existencia de niveles de la realidad que la observación pura y simple 
no puede captar. 
El empirismo lógico daba aparentemente una gran importancia 
al razonamiento, y sus publicaciones ostentan el uso de instrumentos 
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La filosofía de la ciencia como introducción a la sabiduría
complicados de la lógica matemática y sus aplicaciones, pero a esta 
lógica no se le reconoce la capacidadde proporcionar nuevos conocimien-
tos, se le atribuye un papel exclusivamente analítico de rigorización 
metodológica, y esto, en realidad, no es arbitrario pero se convierte en 
un mecanismo estéril si no se atribuye también al intelecto la capa-
cidad de conocer. Pero con esto se debería reconocer un cierto tipo de 
realidad a “algo” que no es el contenido de percepciones, y aquí resurge 
la postura anti-metafísica del positivismo, ya que este “algo” no cabe 
dentro de su ontología. Por consiguiente la filosofía de la ciencia de los 
neopositivistas se reduce a un análisis da la única cosa a la cual puede 
correctamente aplicarse la lógica así entendida, es decir al lenguaje. En 
esto el empirismo radical se conjuga con el “giro lingüístico”, y de toda 
la riqueza de la ciencia queda como objeto de la filosofía de la ciencia 
sólo un análisis lógico del lenguaje de las teorías científicas, además 
esquematizadas según un esqueleto que nunca se encuentra realizado 
en la ciencia concreta.
Muy a menudo se inculpan algunas filosofías del siglo XX (como 
el existencialismo y el neo-idealismo) de haber despreciado la ciencia, 
pero no se toma en cuenta que aquellos filósofos pronunciaban sus juicios 
basándose explícitamente (como hace por ejemplo Benedetto Croce) en 
las declaraciones y publicaciones de los “epistemólogos” de su tiempo, 
quienes atribuyen a la ciencia un mero valor práctico-convencional. Y, 
como ya hemos dicho, si la epistemología de los positivistas limitaba el 
papel cognoscitivo de la ciencia al hecho de “anotar datos” excluyendo la 
contribución cognoscitiva de la razón, ¿cómo podrían ellos escandalizarse 
frente a la afirmación de Heidegger que “La ciencia no piensa”?
Frente a todo esto la filosofía de la ciencia de Mario Bunge se 
presenta como una propuesta alternativa bien articulada. En la cual el 
factor empírico de la ciencia encuentra su debido lugar, pero al mismo 
tiempo se reconoce en pleno el papel de la razón en su función no exclu-
sivamente analítica y se defiende una concepción realista de la ciencia. 
Bunge no ignora los instrumentos formales y simbólicos y los utiliza 
con frecuencia, pero nunca como aparatos para apantallar el lector y 
cubrir las dificultades conceptuales. Por esto creo que no sería fácil 
criticar a sus tesis mostrando fallas en sus planteamientos metodoló-
gicos, pero él no pertenece al main stream de la filosofía de inspiración 
analítica, precisamente porque no es víctima de un empirismo radical 
y por esto puede abordar temas “clásicos” de la filosofía (por ejemplo 
de tipo ontológico y ético) que aquellos filósofos o ignoran, o manejan 
con mucha más dificultad. En particular no se puede pasar por alto 
el gran espesor y el grado de articulación que encuentra en Bunge el 
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tema del realismo, que se presenta fundamentalmente como problema 
del realismo científico, pero se desarrolla articulándose como realismo 
ontológico, gnoseológico, semántico, metodológico, axiológico y moral. 
La segunda crisis de la ciencia moderna: 
una crisis de confianza
Hemos visto que la filosofía de la ciencia surgió al inicio del 
siglo XX como reacción a una profunda crisis de la ciencia moderna, 
que marcó la transición a la ciencia contemporánea y que podemos 
calificar como crisis epistemológica. Por esto debemos reconocer que 
esta filosofía de la ciencia, tomada globalmente, puede considerarse 
como una epistemología de la ciencia, aun sin ignorar los cambios de 
óptica que ocurrieron. Por ejemplo, es verdad que ciertos desarrollos 
de la filosofía del lenguaje influyeron en la filosofía de la ciencia, cómo 
la tesis del holismo semántico de Quine que contribuyó a la extinción 
del debate acerca de la reducibilidad de los términos teóricos a los 
términos observacionales que rápidamente pareció implicar la tesis 
de la “inconmensurabilidad” de las teorías y la imposibilidad de com-
pararlas. Pero, al final de la cuenta, esta conclusión se convirtió en la 
tesis que ni la coherencia lógica, ni el control experimental son criterios 
suficientes para escoger entre teorías rivales y esto significa quitarle a 
la ciencia cualquier alcance cognoscitivo. De la misma manera, el “giro 
sociológico” inaugurada por la obra de Kuhn y ampliamente desarro-
llada por otros, mientras que por un lado subrayaba correctamente la 
contextualización social de la ciencia, por otro lado hacía depender tan 
radicalmente la aceptación de los problemas y de las teoría científicas 
de su contexto social (sea este el micro-social de la comunidad científica 
o el macro-social de la comunidad general) que otra vez se perdía la 
posibilidad de atribuirle un valor cognoscitivo auténtico a la ciencia. 
Por lo tanto no parece exagerado decir que el resultado final de la tra-
yectoria de esta epistemología de la ciencia fue una “devaluación” de 
la misma que, entre otras cosas, explica la menor consideración que 
los científicos tienen a la filosofía de la ciencia hoy (en comparación 
con su fase inicial), la menor estimación pública de la misma ciencia, 
la facilidad con que alcanzan a calificarse como “científicas” varias 
formas de pseudo-ciencia, la fortuna que encuentran varias filosofía 
más o menos anti-científicas.
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La filosofía de la ciencia como introducción a la sabiduría
Afortunadamente, para así decirlo, una llamada a la filosofía vino 
de otra crisis que la ciencia moderna encontró a mediado del siglo XX 
y que podríamos llamar una crisis de confianza. Una vez más, se trata 
del fracaso de una visión central del positivismo. Como bien se sabe, 
todos los positivistas identificaban el progreso de la humanidad con el 
progreso científico y tecnológico, como si el primero fuese una conse-
cuencia lógica más o menos automática del segundo. Nadie ignoraba 
que los resultados de la tecno-ciencia se pueden utilizar tanto para el 
bien como para el mal, así como un cuchillo se puede usar para cortar 
una rebanada de jamón o para matar a una persona, pero el uso de la 
bomba atómica al final de la segunda guerra mundial planteó el pro-
blema de manera diferente, ya que ese había sido el resultado intencio-
nalmente perseguido por un gran sistema de personas e instituciones, 
y en particular por un notable equipo de científicos que sabían que en 
aquel momento el único objetivo de su investigación era la realización 
de un arma de destrucción de masa destinada no a matar soldados en 
el campo de batalla, sino centenas de miles de civiles inermes. Como 
lo dijo Oppenheimer, la bomba atómica fue como el “pecado original” 
que hizo salir la ciencia de su ilusión de inocencia (lo que significa que 
despertó la conciencia moral de los científicos en cuanto tales). De hecho 
se discutió mucho si la decisión de realizar y usar la bomba atómica 
podía o no podía “justificarse” en base a varios tipos de consideración, 
que aquí no nos interesa examinar. Lo que sí interesa es notar que 
todos estos debates no fueron de carácter científico, sino ético, políti-
co, jurídico y, en general, filosófico, pero no “epistemológico”. Era sólo 
un síntoma, pero importante: se estaba viendo que la filosofía puede 
ocuparse de la ciencia también fuera del plano gnoseológico y meto-
dológico y, además, que esta llamada a la filosofía venía directamente 
de lo que la ciencia había hecho y estaba haciendo. A partir de aquel 
momento muchos otros hechos han impulsado esta nueva relación de 
ciencia, tecnología y filosofía. Cuando se pasó del uso militar al uso 
pacífico de la energía atómica, los desastres de las centrales como 
Chernobil despertaron muchos debates, pero también desastres de 
menor tamaño como los de Seveso y Bhopal en el sector de la industria 
química, o fenómenos menos localizados como el deterioro del medio 
ambiente, la contaminación, la destrucción de las energía no renovables 
y muchos otros temas que todos conocemos

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