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<PARA QUE SIRVE UN HOSPITAL?* 
POR EL PROF. J. M. MACKINTOSH 
Profesor de Salud P%blica, Escuela de fIigiene y iktedicina Tropical de Londres, 
Miembro del Panel Asesor de Expertos de la OMS en Administración de 
Salud PQblica 
Al estudiar esta pregunta aparentemente sencilla, debemos recordar 
ciertas proposiciones elementales: primera, que el Servicio de Sanidad 
de este país debe ser considerado como una unidad. Aceptado esto, se 
dejará de considerar al hospital como el núcleo de la organizaci6n y sí 
~610 como parte (reconocida como la más costosa) de una unidad mayor. 
En segundo lugar, actualmente tenemos la tendencia a hablar como si 
el cuidado del enfermo constituyera la principal función de un servicio 
de sanidad y muchas personas claman por camas como si Bstas tuvieran 
alguna virtud especial aparte de cualquier otra fase de la organización. 
En tercer lugar, debemos adaptar nuestras ideas a las necesidades de 
los enfermos y no a la conveniencia de los servicios médicos, de enfer- 
mería, arquitectónicos o de suministros, salvo en lo que éstos redunden 
en beneficio del enfermo. Con seguridad que aun esta definición del 
hospital es insuficiente si se ha de considerar como parte de un servicio 
de sanidad, su función principal será la de satisfacer las necesidades de 
la colectividad y no simplemente las del enfermo. De todos modos, 
debemos llegar a una decisión sobre este asunto que es precisamente 
donde parece haber fracasado la Ley del Servicio de Sanidad Nacional 
-fracasado porque habla de un servicio de sanidad cuando en realidad 
está dedicado a la enfermedad; en toda la Ley no aparece un concepto 
comprensivo de una norma de sanidad nacional, sino solamente frag- 
mentario. Ha fracasado porque estableció separaciones entre ciertas 
divisiones que debían estar unidas-el hospital, la práctica de medicina 
general, y el servicio de salud publica. Nada hay reprochable en un ser- 
vicio m6dico o en las clínicas de cuidados médicos mientras no se pre- 
tenda asociarlos con la salud. Tácito tema una frase para este principio: 
“Construyen un hospital y lo llaman sanidad-hacen una sala de en- 
fermería y la llaman centro de salud.” 
No perdamos tiempo en lamentaciones sobre la definición de éste o 
el otro servicio o ley. Tratemos más bien de hallar remedio y aportar 
una contribución positiva a los problemas con que nos enfrentamos. 
Comencemos por hacer las preguntas siguientes: 
(1) $ómo puede contribuir un hospital a la medicina preventiva? 
(2) cQu6 parte puede encomendarse al personal y a los servicios de 
un hospital, para mejorar la salud? 
(3) &ómo puede desarrollarse la idea de la medicina preventiva, por 
medio de la enseñanza sistemática, en relación con el hospital? 
* Este trabajo (Publicación WHO/PHA/4) fu6 preparado originalmente para 
el Club Americano de Administradores de Hospitales por Correspondencia y trr+ 
ducido por la Oficina Sanitaria Panamericana. 
416 
s 
Mayo 1962] HOSPITAL 414 
Las respuestas a estas preguntas resultarán más fáciles ahora en vista 
de que el Ministerio de Sanidad no tiene a su cargo las funciones locales 
. de gobierno ni sus enormes problemas de alojamiento. Debe estar en 
condiciones de dedicarse, si así lo desea, al mejoramiento de la salud. 
Volviendo a nuestras tres preguntas, sin embargo, la primera con- 
testación tiene que expresarse por medio de una proposición negativa: 
el buen hospital no consiste en una estructura rodeada por cuatro pa- 
redes o extendida por clfnicas psedópodas. Es principalmente una esfera 
de influencia que se extiende más allá de sus propios predios hasta los 
hogares de las familias a quienes sirve. Este punto de vista estuvo muy 
expresado en un comentario hecho recientemente por el decano de uno 
de nuestros grandes hospitales de enseñanza: “Existe una gran tendencia 
a considerar a los hospitales como receptáculo de enfermos, una especie 
de vaciadero. No hace muchos años numerosos hospitales no eran más 
que eso; ahora reconocemos hospitales para larga permanencia de en- 
fermos crónicos; hospitales especiales para ciertas enfermedades (que 
empiezan a desaparecer) y hospitales generales para enfermedades agudas 
donde el promedio de permanencia no excede de dos a tres semanas. 
Con el tiempo, es casi seguro que se contará con hospitales para posto- 
perados o convalecientes, donde se permitan normas menos elevadas, 
tanto en la cantidad como en la calidad, de los cuidados de enfermería. 
Esto dará lugar a traslados más rápidos de los casos en el hospital de 
enfermedades agudas. Cada tipo de hospital tiene sus problemas espe- 
ciales en cuanto a los planes relativos a su función.“’ 
Mi segunda respuesta es positiva. Las principales funciones de un 
hospital hoy dia, son: 
b 
(1) Proporcionar los mejores cuidados médicos y los más convenientes 
para los enfermos (en casos agudos, urgentes o difíciles), ya se hallen en una 
cama de hospital o clínica, o en el hogar. El hospital debe salir al encuentro y 
destruir la enfermedad. “Lo envié al hospital” es una expresión de fracaso, no 
de triunfo. 
(2) Un colega mfo escribi6 el otro día en su informe anual: “$Aíal es la 
función del hospital? El noventa y nueve por ciento de las personas diran que 
es curar a los enfermos que ingresan en él, pero no se negará que semejante 
concepto es estrecho e inadecuado y fuera de tono con las modernas ideas de 
progreso.” El hospital es una unidad del Servicio de Sanidad y a menos que 
forme parte integrante de la estructura de sanidad de tal modo que llene pIena- 
mente su cometido, no funciona del modo que debe. 
(3) El buen hospital constantemente refuerza y protege sus “avanzadas”- 
el médico general y los servicios de sanidad. La finalidad es proporcionar cuidados 
médicos tan efectivos en las primeras etapas de la enfermedad que se evite la 
gran desgracia del ingreso al hospital. 
(4) No se imagine nadie que un hospital es algo bueno de por sf. En 10 que 
se relaciona con el enfermo y su familia representa la linea de reserva después de 
3 
1 “Doctor and Architect”-Profesor / 
quitectónica). 
kJ& W. C. (Comunicación a la Prensa Ar- 
. 
418 BOLETIN DE LA OFICINA SANITARIA PANAMERICANA 
haber apelado a las patrullas y a las Ifneas de sostenimiento. Siempre es tarde, 
costoso; y su meta debe ser no la expansión sino la extinción. Permftaseme citar 
nuevamente al Dr. Pauh2 * 
“Supongamos que un especialista funcionario de un Consejo Regional 
propone un plan para el tratamiento de su especialidad, digamos neuro- 
cirugía. Las primeras preguntas que le hará el Consejo serán: ¿Qué de- 
manda hay de estos servicios y cuál es la forma más económica de sa- 
tisfacerla? Este enfoque es erróneo. Lo primero que debe preguntarse 
es: ¿En que forma puede satisfacerse la demanda sin necesidad de pro- 
porcionar camas de hospital? $Xmo puede reducirse el número de 
enfermos con afecciones neuroquirúrgicas? En otras palabras, debe tra- 
tarse de reducir la demanda más bien que de proporcionar camas para 
satisfacerla. Este enfoque hace mucho más dificil el problema. Es más 
fftcil, aunque más costoso, proporcionar tratamiento a los enfermos 
existentes que realizar investigaciones en cuanto a la causa de la enfer- 
medad y los medios de que disponemos para prevenirla. 
<“.. 
l 
.4 
Tomemos un ejemplo de la industria. Supongamos que el consejo 
administrativo de una gran compañía fabricante de motores descubre 
que una proporción cada vez mayor de sus carros son devueltos al de- 
partamento de servicio para reparaciones en el carburador. CCuál será 
su reacción? Si siguiera el ejemplo de los comit6s de administración de 
hospitales, su tarea serfa muy simple: haría los arreglos necesarios para 
tener mayor espacio, edificios más amplios y más equipo en el departa- 
mento de reparaciones, en cantidad y calidad proporcionadas para 
atender rápida y eficazmente las quejas que se reciban. Este, sin em- 
bargo, no es el enfoque que adoptaría un fabricante moderno que desee 
evitar la bancarrota.Tratará de descubrir, por todos los medios posibles, 
la causa de los defectos en los carburadores y remediarla en su lugar de 
origen. 
(5) A pesar de todo, como los cuidados de hospital son inevitables, debemos 
tratar de que sean lo más eficientes posible. El deber del hospital es cubrir todas 
las etapas de la enfermedad hasta la recuperación final, o lo más que podamos 
servir al enfermo mediante tratamiento eficiente en contraposición a los cuidados 
de custodia. El tratamiento, por lo tanto, comienza en el momento del accidente 
o enfermedad y prosigue sin interrupción a través de toda la fase de hospital y 
de convalecencia, de regreso al hogar y al médico de Ia familia. 
(6) Es claro que el procedimiento restaurativo debe aplicarse al enfermo 
en conjunto y no a aquella parte de su mente o de su organismo que parezca 
presentar un síntoma. Como ha dicho un eminente cirujano “cualquiera puede 
curar una úlcera gástrica, pero pocos pueden curar a un enfermo de úlcera 
&strica.” 
Esta proposici6n es sencilla para los administradores de hospitales experi- 
mentados, pero resulta demasiado confusa para los más jóvenes-internos y I 
2 County Borough of Smethwick, Annual Report of the Medical Officer of 
Health, Dr. Hugh Payl, M.D., D.P.H., diciembre 1950. 
. 
1Mu~o 19521 HOSPITAL 419 
otros. Ilustran mejor este principio los desastrosos resultados de tratar a un 
enfermo que padece de poliomielitis y olvidar la posibilidad de las contracciones 
b o aplicar tratamiento a una mano lesionada y olvidar el trabajo del hombre que 
tiene que usarla. 
(7) Ocupación y educaci6n-Nos hizo vacilar a este respecto un estudio 
que realizamos hace dos años. El grupo de estudio siguió la historia de un número 
de niños admitidos en grandes hospitales para enfermedades agudas. Se descu- 
brió que algunos de ellos hablan permanecido en el hospital durante un año o 
mas, en un perfodo crftico de su infancia, sin recibir educación alguna. Otros 
* habían sido admitidos al hospital por un corto período, esto es, para una opera- 
ci6n y después devueltos al hogar sin instrucciones pertinentes. El resultado fu6 
que se mantuvieron alejados de la escuela y en algunos casos tuvieron que 
esperar durante meses a que los admitieran de nuevo en el hospital para tra- 
tamiento subsiguiente. La pérdida de escuela es un asunto grave, no en los 
hospitales preparados para estancias prolongadas, como los de ortopedia, que 
* proporcionan educación adecuada, sino en los de enfermedades agudas donde 
se supone que los niños permanecerán corto tiempo. Debe recordarse siempre 
que la educación de los niños es parte importante de la medicina preventiva. 
Llegamos ahora a los servicios más estrictamente preventivos en los 
cuales puede tomar parte el hospital. El buen hospital actúa como un 
servicio inteligente que avisa de los peligros para protección del público. 
c Su función es observar el curso de la enfermedad, actuar a tiempo y 
con rapidez antes de que haga gran daño; se piensa inmediatamente en 
el envenenamiento por alimentos; en un numero inusitado de casos de 
tétanos, o algo más siniestro como una amenaza de viruela. Todo esto 
ha occurrido el año pasado en Inglaterra y lo triste es que la gente no 
siempre estaba prevenida. Por ejemplo, en Glasgow el año pasado se 
admitió un caso de viruela en el hospital y transcurrieron no menos de 
diez y ocho días antes de que se informara al funcionario de sanidad. 
El campo propicio de estudio en un hospital no es la enfermedad en el 
sentido estrecho de la palabra, sino la vida en su amplio sentido. La 
enfermedad es un incidente-grave, molesto, o reposado-en la vida de 
una persona, pero para el hospital y su personal, la enfermedad cons- 
tituye un reto, una base de investigación, de la cual deben originarse 
tanto la prevención de la enfermedad como la curación del individuo. 
Está reconocido que entre los numerosos factores que contribuyen a la 
salud, el cuidado del enfermo es de vital importancia. El enfermo ha 
perdido algo, tanto seguridad de sí mismo como equilibrio entre la 
mente y el cuerpo, que llamamos bienestar. Restaurar ese bienestar es 
el objeto del cuidado que el hospital prodiga al individuo, para que 
pueda sobrevivir y ser de nuevo factor productivo de la sociedad. En el 
proceso de restauración es de importancia primordial que el hospital 
contribuya a la salud y por lo tanto, su función esencial es proporcionar 
los servicios médicos y de restauración que únicamente una institución 
especializada puede organizar. 
420 BOLETIN DE LA OFICINA SANITARIA PANAMERICANA 
El hospital que cuenta con el equipo y personal necesarios para 
diagnQtico y tratamiento de gran pericia, debe estar siempre alerta 
para reducir los gastos no imprescindibles, puesto que técnicamente 
cada cama de esos hospitales resulta más costosa, tanto por capital 
invertido como por sostenimiento, que el hotel mas lujoso. Se observa 
claramente que el costo aumenta a medida que la ciencia se hace más 
exacta y especializada. En Inglaterra, hoy día el costo por cama de 
enfermo está aumentando de modo exagerado; para comenzar, cada cama 
representa una inversión de 4,000 libras esterlinas, y el costo de sus 
servicios, inclusive personal, sostenimiento, etc., se eleva a una cantidad 
diaria que oscila entre 2 y 3 libras esterlinas. $u&ntas personas que 
realmente no lo necesitan se hallan utilizando esos costosos servicios? 
<Cuántos se hallan convalecientes y podían y debían haber sido trasla- 
dados a un hospital de convalecientes, con servicios más sencillos y 
cuidados de enfermería mucho más simplificados, o aun en sus propios 
hogares, uno, dos, tres días y aun semanas antes? CCuántos debían haber 
sido trasladados a otros establecimientos cuyos gastos quia& ascienden 
a la quinta parte del costo en estos establecimientos principales? Y si 
alguna vez llega a haber esos establecimientos poco costosos, mejor 
adquirimos algunos bien pronto, antes que aumenten nuestros gastos y 
las listas de espera sean más largas. Seguramente la regla cardinal de 
hoy día es no utilizar jamás personas o facilidades para fines de nivel 
inferior a aquél para el cual se hallan preparados. 
Suponiendo que la recuperación no sea humanamente posible, Cen qu6 
forma puede contribuir un hospital a la vida y bienestar del enfermo y 
su familia? Los tratamientos muy complejos constituyen parte im- 
portante de los gastos del hospital, para no mencionar el tiempo que 
ocupan al personal de todas clases. ~Qu6 importancia tiene la simple 
supervivencia? “C6mo si el respirar fuera vivir!” zC6mo evalúan ustedes 
la recuperación y circulación frente a la serenidad y la paz? 2Qu6 lugar 
ocupa el dolor entre las sombras tenebrosas? Como seres humanos más 
que como médicos o administradores, zqué piensan ustedes de la respuesta 
que di6 Shakespeare en el Rey Lear? Cuando el viejo rey cae moribundo 
Edgardo corre hacia él exclamando: “icuidado, señor!” y trata de 
revivirlo, pero Kent, el fiel compañero de Lear lo detiene: 
No atormentéis su espíritu. Dejadle 
Partir. Es un enemigo quien pretenda 
Amarrado tenerlo por más tiempo 
Al potro de este mundo inexorable. 
Edgardo : i Es verdad que partió ! 
Kent : La maravilla 
Es que tantas desdichas resistiera: 
Su existencia usurpaba.3 
* El Rey Lear : Trad. de Guillermo MacPherson, Editorial Sopena, Argentina 
S.R.L., Buenos Aires, 1942. 
Mago 1962] HOSPITAL 421 
¿Tendremos presente la vida de otros aun en el hospital? Cuando 
realizamos pruebas en el enfermo con nuestras biopsias, punciones 
lumbares, cánulas y aun hemogramas . . . . nos preguntamos: lestamos 
simplemente gastando dinero y material en persecusión de algo que nos 
interesa para fines de investigación o estamos razonablemente seguros 
de que realizamos nuestros mejores esfuerzos por la integridad de espíritu 
y cuerpo de la Sra. Fulana? ¿Es realmente necesaria nuestra búsqueda? 
¿Era justo proporcionar a Fulano aquel doloroso pinchazo extra con una 
aguja hipodérmica, aquellaúltima prolongación de una hora más de 
vida, cuando sabíamos que se estaba muriendo? ¿Tenfa just%cación 
aquella monstruosa transfusión de sangre a fm de proporcionarle quizas 
unas horas más de vida artifìcial? &EW esto proceder con justicia hacia 
aquella joven que de buena fe di6 su sangre creyendo que serviría para 
salvar la vida de una madre con hemorragia post partum, o de un 
trabajador lesionado por una máquina? Esas son preguntas que debe 
hacerse un hospital cuyo fin es prestar cuidados a los enfermos. Reconozco 
perfectamente la necesidad de la investigación y experimentos inmediatos 
y fundamentales; pero todas y cada una de las causas que menoscaben 
el bienestar y tranquilidad de un ser humano deben tomarse con pleno 
sentido de responsabilidad y solemne reconocimiento de la ley moral. 
Volvamos ahora a nuestra segunda pre,ounta, ya olvidada, de modo 
que la repetiré: ¿Qué parte pueden tomar el personal y servicios de un 
hospital en el mejoramiento de la salud? Sir James Mackenzie solía decir 
que el lugar del m6dico y cirujano más antiguo se hallaba en el departa- 
mento de enfermos ambulantes del hospital, porque allS el estudio de las 
primeras fases de la enfermedad requerfa habilidad excepcional y ex- 
periencia en el diagnóstico. Hace pocos dfas el Prof. Vines, a quien he 
mencionado, dijo esto: “las divisiones más importantes en cuanto a 
tratamiento en los hospitales de enfermedades agudas, las constituyen 
los departamentos de enfermos ambulantes y de internados. En la 
actualidad parece que se le da mayor importancia a los enfermos inter- 
nados y estoy muy lejos de creer que esto es justo.” En las salas de 
menor importancia y en las de operaciones del hospital, el auxiliar 
aspirante y el interno antiguo encuentran su puesto. Esto no es paradoja, 
sino la verdad pura. Pensemos de nuevo en la vital importancia de la 
cirugfa de la mano que tantas veces se realiza con ineficiencia en los 
departamentos de enfermos ambulantes, comparada con cualquier dolen- 
cia menor, como un ataque de apendicitis aguda que cualquier interno 
capacitado puede operar. Los enfermos ambulantes que acuden al 
dispensario naturalmente requieren selección, pero solamente bajo el 
ojo experto de un médico o cirujano antiguo. Esto ayuda inmediata- 
mente a resolver nuestro problema sobre el lugar que corresponde al 
m6dico general (o médico de familia) en el servicio de hospital. Resulta 
relativamente fácil destinarlo a un consultario externo donde se realiza 
el trabajo general de verdadera importancia y asf se evitan las complica- 
422 BOLETIN DE LA OFICINA SANITARIA PANAMERICANA 
ciones de llevar al medico general a las rondas de las salas y el culto 
de lo dramático. Por otra parte, la enfermera de experiencia es más útil 
en las salas, donde los cuidados de enfermería constituyen la fase sobre- 
saliente del cuidado médico. 
No debemos olvidar las contribuciones menores, pero acumulativas, 
de los servicios de hospital hacia la salud. El primer ejemplo de esto es 
el cuidado del enfermo como lección al paciente y quizás más aun a sus 
familiares-la velocidad mesurada de la enfermera experta, el adiestra- 
miento de una madre en el cuidado de su hijo y la confianza normal que 
esto proporciona. Este aspecto del cuidado de hospital ha sido admirable- 
mente desarrollado por Sir James Spence en sus salas de pediatría en 
Newcastle. En segundo lugar, los enfermos pierden algo que es necesario 
restituirles si es que han de sobrevivir y convertirse en miembros dignos 
de confianza y útiles a la sociedad. 
Necesitamos emplear algún tiempo y estudio en el análisis de los 
procedimientos restaurativos del hospital. ¿Qué efecto ejercen, por ejem- 
plo, los árboles, el sol, los balcones, los colores brillantes, las flores? 
¿Hay alguna razón para que en las salas de los hospitales corrientes les 
concedamos tanta importancia a ciertas formas de construcci¿n, como 
por ejemplo, que mire al Sur cuando los enfermos agudos graves es casi 
seguro que no permanecer& en él más de tres semanas y probablemente 
les es indiferente si miran al Norte, Sur, Este u Oeste? Por otra parte, a 
veces a los enfermos graves les molesta la luz intensa y no aprecian tanto 
las grandes ventanas orientadas hacia el sur como el saludable y bien 
intencionado arquitecto que las diseña, y por último, ¿estamos seguros 
de que las paredes de las salas de hospital deben ser frías, blancas, des- 
lumbrantes y antisépticas, lo que es necesario indudablemente en un 
salón quirúrgico donde existe grave peligro de diseminación de infección, 
pero no en otras salas? ¿No sería conveniente tener cortinas aquí y all& 
y un poco más de calor de hogar y amenidad? Finalmente, debemos estar 
dispuestos a realizar un estudio constante de la comodidad del enfermo, 
preocuparnos de que disfrute de una sensaci6n de seguridad en relación 
por ejemplo, con el tamaño de las unidades, el número de enfermos en las 
salas, los problemas de la soledad, el temor, y la necesidad de paz. 
Mi tercera pregunta era: <Cómo puede desarrollarse la idea de la 
medicina preventiva por medio de la enseñanza sistemática en relación 
con el hospital? Existen tres aspectos principales en este asunto: el 
primero se refiere a la enseñanza de no graduados y no voy a profundizar 
en este asunto mas allá de recordarles que Richard Cabot, de Boston, 
fu6 el primero en el mundo que ensayó el empleo del trabajador social 
m6dico como maestro de medicina social para los no graduados. El 
trabajo de Cabot se remonta al 1905. 
En segundo lugar, no debemos ignorar la contribución directa del 
hospital a la medicina preventiva: 
Mayo 1962] HOSPITAL 423 
(a) en el empleo más extenso de su equipo en la esfera de prevención; esto 
se refiere especialmente a las radiograffas en masa, diagnósticos por rayos X, 
electroencefalograffa y cardiografía, diagnóstico de laboratorio de todas clases 
y en Iíltimo lugar, pero no de menor importancia, la fisioterapia y la psicoterapia; 
(b) en el empleo de registros clfnicos como “dep&ito” de información cientf- 
fica; utilizados inteligentemente se convierten en expresión en masa de las 
estadkticas de enfermedad y son de utilidad incomparable en la evaluación de 
procedimientos de diagnóstico o teraphutica. Como ilustración pudiera citarse 
su uso al evaluar los resultados de procedimientos quirrírgicos agudos realizados 
por manos de variada pericia y con diversas clases de equipo; 
(c) los hospitales tambi6n pueden contribuir considerablemente, y muchos 
de ellos ya lo han hecho, a la epidemiología de la enfermedad; como ejemplo al 
punto pueden citarse algunos de los recientes trabajos sobre la etiologfa de la 
úlcera péptica. 
Debemos, como ya he dicho, hacer cuanto podamos por desvanecer 
el concepto tradicional de que el hospital es una institución donde va la 
gente cuando está enferma. La gran mayoria de nuestras instituciones se 
concentran aún en el enfermo mientras está en cama y se preocupan 
poco de los problemas más vitales que tan bien han sido presentados por 
J. L. Halliday, de Glasgow.4 
“(i) <Por qué está enfermo? 
(ii) CPor qué se enfermó cuando lo hizo? 
(iii) <Qué problemas familiares y de la colectividad fueron precipita- 
dos por su enfermedad? 
(iv) ¿Qué será de él cuando deje el hospital? 
(v) ,$ómo podemos hacer de él (y de su familia) gente más compe- 
tente durante su estancia en el hospital y mejor preparada para 
hacer frente a una catAstrofe ulterior?” 
4 “Psychosomatic Medicine,” J. L. Halliday.

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