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2010-04-PASIONARIO

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Comunidad Pasionista • Santuario de Santa Gema
Abril 2010 - Nº 956 - Año XCIII - 28002 Madrid
Revista PASIONARIO
Edita:
PASIONISTAS - Madrid
Director:
MIGUEL GONZÁLEZ, C. P.
Administrador:
MIGUEL MATILLA, C. P.
Promotor:
VICENTE FERNÁNDEZ, C. P.
Dirección, Redacción y Administración:
Leizarán, 24 y Bidasoa, 11
28002 Madrid
Teléfs.: 915 635 407 - 915 635 068
Fax: 915 635 431
E-Mail: elpasionario@gmail.com
Web: www.sangabriel.net
Horario de oficina:
De 10 a 13 y de 17 a 20 horas.
Colaboran:
ALBERTO BUSTO
EUTIQUIO LÓPEZ
J. L. QUINTERO
PABLO GARCÍA
ANTONIO SAN JUAN
JULIA MERODIO
JUAN PEDRO ALCARAZ MORENO
JUAN CARLOS PRIETO
Fotógrafo Artístico:
CLISOS
SUSCRIPCIONES
ORDINARIA .......... 13 €
EUROPA ................ 20 €
DE APOYO ............ 20 €
BIENHECHOR ...... 25 €
AMÉRICA .............. 30 $
MODO DE PAGO ADELANTADO:
– Por Giro Postal a Revista Pasionario.
– Por Domiciliación Bancaria.
– Por Transferencia Bancaria a Revista Pasionario:
BANCO POPULAR ESPAÑOL
ENTIDAD OFICINA D.C. Nº DE CUENTA
0075 1331 23 0600027186
– Por Talón o cheque nominal a Revista Pasionario.
Agradecemos su colaboración.
Depósito Legal: SA Nº 1 - 1978
Imprime: GRÁFICAS DEHON
PP. Reparadores - Tel. 916 751 536
Preimpresión: Francisco Antón
Abril 2010 - AÑO XCIII - N.º 956
Punto de Vista
Mi carta de amor a Chile
Miguel González, C.P.
La Gloria del Crucificado
Engendrado en su muerte obediente y filial
José Luis Quintero Sánchez, C.P.
En Tierra Santa, los lugares más sagrados
Aniceto Rey
Familia y Vida
La familia necesita resucitar
Julia Merodio
Palabra y Vida
Aleluya por Jesús Resucitado
Antonio San Juan
Santa Gema en Semana Santa
Rincón Familiar
Santuario de Santa Gema
Año Sacerdotal
El Santo Cura de Ars
y el P. Germán de S. Estanislao
Sor Cati de la Trinidad, C.P.
Beatificación del Cardenal Newman
P. Ottaviano D’Egidio, C.P.
Conocer a Jesucristo, su Palabra y su Mensaje
La Cruz Peregrina y el Icono de María
La santidad es Amor Madre María Magdalena
de Jesús Sacramentado, religiosa pasionista
de Clausura (1888-1960)
José Luis Q.
2010, Año Santo Jacobeo
Santiago, Apóstol y testigo
Aniceto Rey
María junto a Jesús en el Calvario
P. Eutiquio López, C.P.
La Palabra del Papa
La sabiduría de los pobres
El mundo, la vida, la Iglesia
En Cuba, crece la esperanza (I)
P. Carlos Elizalde
Otra Juventud
Un recorrido con la Cruz a cuestas
Alberto Busto
Por los caminos del mundo
El Señor del Árbol
José Fernández del Cacho
Revista Pasionario/111
Chile, país entrañable, país cercano,país hermano, siempre en la memo-
ria y en el corazón siempre: desde Es-
paña, mi sincera condolencia, y una lá-
grima mía, para fundirse en tus mares
de lágrimas, a raíz del terremoto que
ha desfigurado tu rostro, tu piel y tus
entrañas, el 27 de febrero. Mi lágrima,
que quiere ser también abrazo fuerte y
prolongado, y oración ferviente al Cris-
to de la Vida, nunca al Cristo de la
Muerte.
Yo sé bien, Chile ahora dolorido y en-
sangrentado, que eres un país acostum-
brado al dolor y a la tragedia, pero un
país noble, esforzado y generoso, que
sabe convertir el dolor en fuente de
energía de cara a un mañana mejor,
desde tu capacidad de resistencia, y, me
atrevo a decir, desde la convicción cre-
yente, y cristiana, que ha alumbrado
siempre tu historia.
Sé también que, entre tus hijos, tam-
poco han faltado reproches al Dios Bue-
no por no haber asentado suficiente y de-
finitivamente, desde el principio, y hasta
hoy, los cimientos de tu tierra larga y es-
trecha. Pero son los menos. A ellos tam-
bién quiero invitarlos a, desde mi lejanía
y mi pequeñez, a reparar en el cúmulo de
bondades que el Eterno ha sembrado en
ti, y que tu himno nacional no cesa de
proclamar, cantando: La cordillera impo-
nente, los campos sembrados de frutos y
de flores, los ríos que los fecundan, y, por
sobre todo, tus gentes, que te pueblan, te
cultivan y te adoran, y que por ti, Chile,
la misma vida darían.
PUNTO DE VISTA
Mi carta de amor a Chile
Solamente esto quería decirte hoy,
cuando tu duelo y tu llanto aún perdu-
ran. Con mi pequeña palabra de con-
dolencia, mi invitación, también pe-
queña, a la esperanza. Y mi grito, lan-
zado al cielo, para que un te-
rremoto así jamás vuelva a
removerse en tus entrañas, y
para que tú, Chile, prosigas
siempre, con mucho esfuerzo,
pero sin desalientos, por ca-
minos de progreso y bienan-
danza.
Con todo mi cariño,
✒ Miguel González, C.P.
Revista Pasionario/112
ción como Hijo en plenitud, asumiendo
su humanidad y a toda la humanidad.
Su misión se realiza en un proceso de fi-
lialización; se hace Hijo en la historia,
haciéndonos a su vez hijos. Este proceso
vital es obra de Dios en Él. Jesús se
constituye Salvador al realizarse en su
persona la salvación; es decir, en esa co-
munión con el Padre que con anteriori-
dad a su muerte no era plena en todos
sus aspectos. La salvación no se realiza
a través de unos actos externos a su
persona, como saldo de una deuda ante
la justicia ofendida de Dios, sino que se
realiza en sí mismo. Aunque Hijo, ya en
íntima comunión con el Padre, podía Je-
sús entrar aún en más intensa comu-
nión con Él, como podía igualmente in-
tensificarse su conciencia hasta una su-
prema incandescencia a través de la
muerte, por la que la comunión con el
Padre vendría ya a ser plena y absolu-
ta. Su existencia histórica fue toma de
conciencia de la misión que el Padre le
encomendaba, así como de los medios
con que realizarla. Dicha conciencia me-
siánica era inseparable de su conciencia
filial y en ella venía implicada, ya que
su misión era vivir como Hijo de Dios
para salvación de todos, hasta la pleni-
tud del misterio filial en su muerte glo-
rificadora. La eterna bienaventuranza
de Jesús es ser el Engendrado por el Pa-
dre y saberse tal. Lo vivido en su ser ra-
dical toma la forma de irse haciendo
conciencia en su humanidad.
En el lenguaje bíblico, la obediencia
implica y expresa una total receptivi-
dad. Es la específica “virtud filial”: Se
hizo obediente hasta la muerte. Con su
infinito asentimiento a la paternidad de
Dios, Jesús se hace oración, la oración de
la humanidad. Resucitándolo, Dios lo es-
cucha en sí mismo y por la humani-
dad: “por nosotros murió y resucitó”
(2ª Cort 5,15). La muerte de Jesús fue
así una liturgia de comunión. La última
ENGENDRADO EN SU MUERTE OBEDIENTE Y FILIAL
LA GLORIA DEL CRUCIFICADO
A los ojos de la fe, la muerte de Jesús
es engendramiento, nacimiento en pleni-
tud obrado por Dios Padre. Él lo engen-
dra en el acto obediente de su morir. La
gloria del Crucificado es desvelación de
este nacimiento. Un verso de Miguel de
Unamuno en su obra El Cristo de Veláz-
quez nos puede dar la clave: “Es tu
muerte parto” y el libro de los Hechos de
los apóstoles lo señala como nueva ges-
tación: “Os anunciamos la Buena Nueva,
Dios… ha resucitado a Jesús, según lo
escrito en el salmo segundo: Tú eres 
mi Hijo, yo te he engendrado hoy”
(Hc 13,32-33).
LA OBEDIENCIA COMO CAMINO
DE FILIACIÓN 
La existencia de Jesús es el proceso
obediencial e histórico de su constitu-
Revista Pasionario/113
oración según Lucas fue un acto de filial
abandono en las manos del Padre: Pa-
dre, a tus manos encomiendo mi espíritu
(cf. Lc 23,56). Tal es, según el evangelis-
ta, el sentido de la muerte de Jesús.
LA MUERTE, MISTERIO FILIAL
El Padre engendra al Hijo en la muerte.
Es una muerte “gloriosa” que realiza un
“nacimiento glorioso”. En la muerte, Jesús
se deja despojar, “obediente hasta la muer-
te, y muerte de cruz” (Filp 2,8), entregán-
dose al que lo engendra. En adelante, ya
no vive sino para aquel que lo resucita. En
la resurrección se revela el sentido de la
muerte y su gran alcance. Por llevar en sí
el principio de infinita acogida, pudo morir
Jesús de muerte inmensa: Era el Hijo
eterno y engendrado hasta en su misma
muerte humana. La resurrección no anula
la obediencia hasta la muerte, ni el don de
si con que Jesús se une a su Padre que es
amor, sino que lo plenifica.
¿Qué aconteció en la muerte
de Jesús? Nadie fue testigo para
contarlo. En el Calvario,los es-
pectadores presenciaban el dra-
ma desde fuera, ante un velo
tras el cual se estaba todo reali-
zando. Vieron a un hombre que
moría; luego, a un hombre muer-
to. Solamente el Padre fue testi-
go de la muerte del Hijo. Pero
nos ha revelado el misterio resu-
citándolo: “en la muerte, Jesús
nació divinamente” (Durwell).
Pero no era el Padre un sim-
ple testigo; fue también el pri-
mer actor. Al decir que “no per-
donó a su propio Hijo” (Rm 8,32;
Gen 22,16), evoca San Pablo a
Abraham, dispuesto a sacrificar
a Isaac. Fue Judas “el que lo en-
tregó”; lo entregaron los sumos
sacerdotes y los jefes del pueblo;
lo entregó Pilatos. También el
Padre “lo entregó por todos noso-
tros” (Rm 8,32). Jesús se recono-
cía “entregado” por el Padre: “
Esto es mi cuerpo entregado por voso-
tros”. El verbo, en pasiva, atribuye a
Dios esta acción, “tanto amó Dios al
mundo, que le entregó a su propio Hijo”
(Jn 3,16). Pero Dios lo entrego de otra
manera. Ellos para matarlo y arrojarlo
fuera de Israel y fuera de la historia. Él
para engendrarlo y entronizarlo en el co-
razón de todo lo existente. Pedro distin-
gue así los papeles: “Vosotros lo matas-
teis, pero Dios lo ha resucitado”. Dios no
impidió que los hombres lo mataran;
pero esa muerte no la quiso Él como la
quisieron ellos. Como Padre, quiso en-
gendrar a Jesús “en” la muerte. Dios no
condena a la muerte, sino que salva al
Hijo “en” la muerte.
La muerte del Hijo en obediencia, es
decir, en receptividad, es el acto de
abrir en sí un espacio ilimitado para
acoger la plenitud de la divinidad. En
la muerte y en la resurrección coinci-
den dos infinitos. Jesús se deja despo-
jar “obediente hasta la muerte, y muer-
Revista Pasionario/114
te de Cruz” (Filp 2,8), pero en-
tregándose al que lo engen-
dra. El trance doloroso de
este engendramiento tiene su
origen en el abrirse de esta
humanidad a la infinitud de
Dios, ajustarse a su santidad
y acoger en sí toda la huma-
nidad pecadora para englo-
barla en su santidad. Él que
aprendió “a través de los su-
frimientos la obediencia ha
sido convertido en causa de
salvación para todos” (cf. Hb
5,8-9). Por llevar en sí el prin-
cipio de infinita acogida, pudo
morir Jesús de muerte inmen-
sa: era el Hijo eterno y engen-
drado hasta en su misma
muerte humana. En ese ins-
tante es asumido con todo su ser hu-
mano en la ilimitada receptividad de la
filiación divina. El Padre ejerce lo que
él realiza en el misterio trinitario: en-
gendra al Hijo, concediéndole el dejar-
se engendrar infinitamente. El despojo
del Hijo –la kénosis de que habla Pablo
(Flp 2,6)– hasta en la muerte es el
punto final de la generación del Hijo
en el mundo. Lo mataron los verdugos;
pero su muerte en infinita filialidad y
su morir hacia el Padre es el supremo
don otorgado por el Padre al Hijo en-
gendrándolo en el mundo. La resurrec-
ción no anula la obediencia hasta la
muerte, ni el don de sí con que Jesús se
une a su Padre, que es amor. La encar-
nación es total al final del descenso de
su condición humana, es decir, en la
muerte. El Hijo no abandona esa pro-
fundidad de su encarnación en la que
le engendra el Padre en su humanidad.
“El misterio pascual es trinitario. El
Hijo se abre al Padre, se deja engen-
drar. El Padre, de quien todo procede,
se le da al morir como muere, lo en-
gendra en la muerte. El único Espíritu
de Dios es a la vez el de la paternidad
y el de la filiación, el poder de la muer-
te y de la resurrección” (Durwell).
La muerte de Jesús es un hecho his-
tórico que está desbordando plenitud di-
vina; el eterno hoy de la generación del
Hijo y el tiempo de este mundo ahí es
donde se encuentran. La unidad de
muerte y resurrección, teológicamente
cierta, no deberá negarse por el solo he-
cho de resultar problemática para la ra-
zón. Porque insondable es el misterio
por el que el Padre da un morir a Jesús
por entero hacia él, engendrándolo en la
plenitud del Espíritu Santo.
ENGENDRADO EN LA CRUZ
La gloria del Crucificado se hace des-
velación de la acción del Dios que en-
gendra. Su morir fue un acto de obe-
diencia en tanto que aceptación doloro-
sa y gozosa de la filiación que el Padre
le ofrecía y en Él a toda la humanidad.
En su morir hacia el Padre, Jesús asu-
me y purifica lo que en su morir había
de violencia impuesta. Su amor solida-
rio y su perdón transformó la violencia
sufrida en vida ofrecida, tras
acoger del Padre el don de su
filiación.
✒ José Luis Quintero Sánchez, C.P.
Revista Pasionario/115
No he conocido un solo cris-
tiano que, visitando los lugares
santos, la tierra de Jesús, no se
haya sentido impactado. Con
frecuencia, hasta las lágrimas.
Se llaman “lugares santos”
aquellos lugares en los que
Cristo vivió y, sobre todo, murió
y resucitó. Son lugares santos,
porque fueron santificados por
la presencia, la sangre derra-
mada, y el misterio que en ellos
tuvo lugar.
Ahora, en la “Gran Semana”,
señalamos algunos, solamente:
– Cenáculo-Jueves Santo. Aquí,
Jesús, el Maestro Único, instituyó la
Eucaristía, y pronunció palabras so-
bre el amor, cual nadie las pronun-
ció jamás (repasarlas en el evange-
lio de Juan, capítulos 13 al 18).
– Montículo Calvario. Viernes
Santo. Llegada de Jesús a su
meta. Aquí, su muerte, generadora
de vida para todos. Y también pa-
labras, pocas pero definitivas. En-
En Tierra Santa, los lugares más sagrados
tre otras, “Padre perdónalos”, pala-
bra-súplica dirigida al Dios Padre.
“Mujer, ahí tienes a tu Hijo, Juan,
ahí tiene a tu Madre”, dirigida a
María. “Hoy mismo estarás conmi-
go en el paraíso”, a un ladrón
arrepentido.
– Y finalmente, el sepulcro, allí
mismo. Y luego, la Resurrección.
Y palabras de ángeles: “¡Resucitó,
Vive, ya no está aquí,
en el sepulcro.”
Que los días de la
Gran Semana, los lu-
gares Sacros, y las pa-
labras inolvidables,
mantengan nuestro es-
píritu en tensión, que-
dándonos en vela, en
reflexión profunda, a
la escucha de aquellas
palabras, y a la espera
de la Luz Nueva de la
Pascua.
✒ Aniceto Rey
Peregrinos con la Cruz, como Jesús,
por las mismas calles de Jerusalén.
La Última Cena de Jesús,
misterio de amor y de total entrega.
Revista Pasionario/116
Estamos en Pascua de Resurrección,
punto clave, donde se apoya la grandeza
de nuestra vida y nuestra fe.
Cuando Jesús resucita, el sentir de la
vida cambia. La alegría y el gozo se funden
en una unidad, el miedo desaparece, la fe
se afianza y el amor florece en los corazo-
nes que han sido capaces de creer en Él.
Es lo mismo que necesita la familia de
hoy: RESUCITAR para CREER.
Resucitar a la novedad:
• De resurgir.
• De recuperar la confianza.
• De dejar a un lado el desasosiego
que paraliza.
• De romper el cerco que nos protege
y salir al encuentro de los otros
para sentir al unísono con ellos.
Resucitar supone volver a la vida ple-
na de relación. “Esperar a la orilla”, como
Jesús esperó a los suyos “con las brasas
encendidas y el pescado asado para al-
morzar…” porque, si no somos capaces de
“esperarnos”, de salir al encuentro de los
otros, de encender las brasas y brindarles
nuestro alimento… estaremos empeque-
ñeciendo nuestro Sacramento, olvidando
que, en los otros también habita Dios.
LA FAMILIA NECESITA RESUCITAR
FAMILIA Y VIDA
Por eso es necesario hacer un nuevo in-
tento, mirar de frente, abrir los brazos
para poder abrazar, tender las manos
para acoger y fortificar el corazón. Sa-
biendo que para ello se necesita:
– Mucha valentía.
– Y mucho desprendimiento.
VIVIR COMO RESUCITADOS
No es fácil dejar lo que me gusta y em-
prender una vida en común; pero necesi-
to tener en cuenta que vivir la resurrec-
ción es aceptar un reto; y eso, no siempre
es fácil de llevar a cabo, pues como digo,
supone: voluntad y renuncia.
• Vivir de manera resucitada, no es
acoger a los otros manteniendo la
distancia “por lo que pueda pasar” y
dejándolos en el umbral de la puerta
por precaución, sino abrirles mi inte-
rior para que entren a tomar pose-
sión y se queden vivir en él.
• Vivir de manera resucitada, no con-
siste en dar a los que viven conmigo,
lo justo, para que no les faltelo ne-
cesario para subsistir, sino en darles
el calor de mi ofrecimiento desinte-
resado.
• Vivir de manera resucitada, es ver-
dadero cuando nos acoge-
mos, no sólo porque tene-
mos necesidad de estar
unos al lado de otros, sino
porque tenemos necesidad
de vivir juntos y amarnos
siempre.
Entonces sí. Entonces se
harán realidad, los signos
de resurrección en nuestra
vida. Y lo notaremos:
• En la alegría de estar
juntos.
• De comunicarnos.
• De gozarnos en nues-
tro interior.
Vivir en familia la alegría de ser hijos de Dios,
resucitados también.
Revista Pasionario/117
• Y de sentir esa presencia de los que
viven a nuestro lado.
Esta manera de vivir, es la única capaz
de hacernos acoger “el misterio” de los de-
más, con un corazón renovado y sincero,
nacido de haber vuelto a la luz de la Re-
surrección.
¡VOLVED A ECHAR LAS REDES!
Todos sabemos que echar las redes de
nuevo, cuando no se ha pescado nada,
cuesta demasiado y es más cómodo seguir
como estábamos.
Por eso, cuando observamos nuestra
vida, comprobamos con pena, que nuestra
red sigue vacía. Es verdad que estábamos
dispuestos a echarla de nuevo, pero re-
quería demasiado esfuerzo y no fuimos
capaces de hacerlo.
Pero hoy, queremos escuchar a Jesús y
echarlas, no sólo una vez, sino todas las
que sea necesario.
También nos hemos dado cuenta de to-
das esas veces que al levantar los ojos,
allá lejos, sólo vimos a un desconocido.
¡Cuántas cosas han de suceder, para vivir
como perfectos desconocidos! 
Pero, a pesar de todo, no hemos dejado
de luchar por nuestra relación, por nues-
tra familia… y, aquí estamos echando de
nuevo las redes. Mirando, con deteni-
miento al “desconocido”
Y viendo que, poco a poco, su figura
empieza a tomar forma. Fijamos la mira-
da en él. Vemos que nos espera. “Las bra-
sas están encendidas, la comida a punto y
el pan caliente” ¡Ven, comamos juntos!
Siempre existe un momento en el que te
cuesta dar el primer paso, pero notas que
el corazón te late con más fuerza, de forma
distinta a la habitual; intuyes que, el cora-
zón, no engaña y corres a su encuentro.
Todos, vosotros y vuestros hijos, estáis
dispuestos a celebrar esa gracia tan espe-
cial. Por eso habéis roto barreras y os ha-
béis acercado. Es un momento único:
• Comunicaros vuestra alegría.
• Recorrer el camino, de vuelta, juntos.
• Vivir como personas nuevas.
• Deciros, el unos a otros: ¡no tengas
miedo! Siempre te protegeré.
• Mostraros, sin desconfianza, las he-
ridas causantes de vuestro distan-
ciamiento.
• Y curadlas con el ungüento de la co-
municación, la acogida y
el perdón.
✒ Julia Merodio
jmatance@hotmail.com
La familia, como la naturaleza, 
proclaman la resurrección, la vida.
Revista Pasionario/118
ban con las puertas cerradas por miedo a
los judíos”. Como nosotros que nos mori-
mos de miedo, estando el Señor en medio.
Vuelve El para llenar de vida a su comu-
nidad, y Tomás no estaba allí. Como no-
sotros, empeñados tantas veces en vivir
al margen de la comunidad. Pero la Bue-
na Noticia es que Jesús vuelve para sacar
a los suyos al mundo y confiarles su pro-
pia misión. Cuando le abran las puertas,
serán para todos los testigos de esa vida
nueva que tanta paz nos da. ¿El primer
milagro del Resucitado? Sacar del cená-
culo a sus discípulos como portadores de
su Paz. Paz a vosotros, es
el saludo del que ha ven-
cido la muerte… el regalo
de su presencia… la mi-
sión de vivir pacificados y
ser pacificadores. Vivir te-
merosos sería señal de
que no estamos seguros
de que él vive para noso-
tros. El testigo de Jesús
no puede ser un apóstol
apocado. Si vive en nues-
tro corazón y contamos
con su Espíritu, ¿cómo no
sentirnos reconciliados y
reconciliadores? Jesús nos deja el perdón
y la paz al transmitirnos su mismo alien-
to, para vivir de su mismo Espíritu. ¡Di-
chosos si nos fiamos de él sin haberle vis-
to!
Dom. III de Pascua - 18/4/010
En la mesa del Resucitado
(Jn 21,1-19)
También a los apóstoles les cuesta cre-
er en Cristo resucitado. También ellos ne-
cesitan de la amorosa paciencia del Ma-
estro, para confiar en su nueva forma de
vivir. Tendrá que volver El, una y otra
vez, a compartir la mesa con ellos. Los
apóstoles vuelven a la pesca, y vuelve Je-
sús a hacerse presente en sus afanes y fa-
Domingo de Pascua – 4/4/010
Pascua es la plenitud (Jn 20,1-9)
¡Pascua¡ Plenitud del que nos ama has-
ta entregarse en la cruz. Pascua=Paso.
Pasa Jesús de la muerte a la vida, y no-
sotros pasamos con él. Este es el día más
grande que hizo el Señor. ¡Aleluya! Hoy,
al amanecer, tenemos que ir al sepulcro
vacío con María Magdalena, y correr con
ella a decírselo a Pedro y Juan. Y volver
con los tres: mirar con el amor del após-
tol Juan, y creer con él que el Señor ha
resucitado, y que la vida nueva que los
hombres podemos vivir
brota de esa fuente. Este
evangelio nos relata el
inicio de la fe cristiana:
cómo Pedro, Juan y María
Magdalena se convierten
en creyentes en Jesús.
Ella, llevada de su mucho
amor, es la primera en
hacer con ellos el camino
de la fe en Jesús Resuci-
tado. El discípulo amado,
con el mismo amor, al ver
las vendas por el suelo,
cree y ayuda a creer a los
demás. En estos primeros albores de la
vida cristiana, podemos constatar que el
amor es la primera condición para creer:
que el Señor resucitado sólo se deja en-
contrar por aquellos que lo buscan con
amor. Vamos a hacer ese camino con el
apóstol Pedro que, en su triple compromi-
so de amor, recibirá el encargo de Jesús
de sostener en la fe a sus hermanos.
¡Cristo ha resucitado! Que sea enhora-
buena.
II domingo de Pascua - 11/4/010
Pacificados y pacificadores
(Jn 20,19-31)
Esta es nuestra propia historia. Jesús
ha resucitado, pero “los discípulos esta-
Aleluya por Jesús Resucitado
PALABRA Y VIDA
Dichosos
si nos fiamos de él
sin haberle visto
Revista Pasionario/119
enas. De nuevo, “aquella noche, no cogie-
ron nada”, hasta que llega el Resucitado,
y la pesca es tan grande que apenas si
pueden sacar la barca a la orilla. En la
abundancia del don estaba el Señor. Pro-
clamando que estaba llegando la ahora
de la Iglesia, para decir con toda la vida
que vivía el Señor de la vida. Y otra vez
será el discípulo amado el primero en
descubrir la desmesura del amor: Dios es
amor, el Señor es todo don. Ya lo sabemos:
donde derrochamos vida y amor, allí se
cuela y se hace presente nuestro Dios.
Qué bueno si, a la luz de esta Pascua, tú
y yo hacemos como Pedro: “echarnos al
agua, al oír que es el Señor”… que Jesús
está con nosotros y para nosotros. Si,
cada domingo, descubrimos que el que in-
vita a comer juntos es el Señor. En la
mesa de su Eucaristía es donde mejor sa-
bremos que VIVE el Señor y nos hace vi-
vir a su manera.
IV Dom. de Pascua – 23/4/010
“Conocer y dar la vida” (Jn 10,27-30)
Son palabras, de plenitud y de vida que
tiene para nosotros hoy el Señor: “Yo co-
nozco a mis ovejas y les doy la vida”. La fi-
gura del Buen Pastor les queda más cer-
cana a los que viven en el campo. Yo nun-
ca olvidaré a aquel pastor bueno que ha-
bía en casa y que, un día de fuerte tor-
menta de verano, hubo que buscarlo junto
a las ovejas que, lejos, lo estaban pasando
fatal. Las conocía una a una y las quería
de verdad. Un recuerdo y una imagen del
Buen Pastor, que conoce a sus ovejas, con-
vive y vive para ellas y que, por el amor
que les tiene, escuchan su voz y le siguen.
Más aún. Jesús llega a perder por ellas la
vida, para estar seguro de no perderlas
nunca. Tanto nos quiere, que necesita cui-
darnos para que el Padre nos cuide como
le cuida a él. Cuánta vida y cuanto gozo
tienen hoy para nosotros sus palabras.
Aunque sus oyentes no se creían que es-
tuviera dispuesto a llegar a tanto. Pero
Jesús no sólo está dispuesto a dar la vida
por los suyos, sino que quiere mantenerse
siempre a su lado -que es el nuestro-, para
vivir en intimidad con ellos. Qué suerte:
que él nos conozca y nos dé la vida; escu-
char su voz y seguirle. Merece
la pena fiarnos del Buen Pas-
tor y convivir con él.
✒ Antonio San Juan
Yo conozco a mis ovejas y les doy la vida.
RevistaPasionario/120
Santa Gema, vivió siempre la Se-
mana Santa en verdad y de corazón.
“Sin vacaciones”. Cabe, por otra par-
te, afirmar que todo el año era para
ella “semana de dolor y de compa-
sión”. porque la figura del Cristo pa-
ciente, que sufre y muere en la cruz,
jamás se apartaba de sus días y de su
corazón. A la Pasión de Cristo, unía
siempre Gema sus propios padeceres,
siempre intensos. Gema, como Jesús,
con quien quiso vivir siempre configu-
rada, sufría por el pecado de los hom-
bres y mujeres de su tiempo, derramó
sangre por ello, llevó impresas en su
carne las llagas de Jesús.
Gema nos invita hoy a ofrendar al
Cristo del Getsemaní y del Calvario,
la propia vida, con sus más y con sus
menos, los pequeños contratiempos y
las mayores dificultades.
No siempre, al acudir a los santua-
rios de Gema, uno recibe la respuesta
que tal vez esperaba. Pero una cosa
es cierta; el Buen Dios, siempre aco-
ge, y escucha siempre, aunque de ma-
nera tal vez diferente. Ya lo dijo, por
otra parte, Pablo, el gran Apóstol: “Si
sufrimos con Él, también con Él y
como Él, resucitaremos a una vida
nueva y perdurable”.
¡Feliz Semana Santa!
¡Feliz Pascua de Resurrección!
SANTA GEMA EN SEMANA SANTA
Revista Pasionario/121
Sta. Gema, que se venera en la Iglesia
de San Isidro de Gáldar, Gran Canaria.
■ Intervención providencial “Mi niete-
cita, nació con cardiopatía grave. A los cinco
días de nacer, hubo de ser operada de urgen-
cia. Todo muy bien, pero quedando pendiente
una segunda operación, por demás complica-
da, según los médicos, que debería realizarse
a los ocho o nueve meses. Nuestra preocupa-
ción era muy grande. Yo recé con mucha con-
fianza a Santa Gema. Lo cierto que la opera-
ción, luego de ocho horas de quirófano, fue
todo un éxito. Ahora, la niña tiene ya 20 me-
ses, y está preciosa, y con mucha vitalidad.
¡Gracias, Santa Gema!
Lucía C. Portillo, Badalona ■
■ Gratitud sincera “Santa Gema, te doy
las gracias porque me ayudaste a superar un
infarto. Intercede ante el Señor por mí, por mi
familia, y ayúdanos para seguir fielmente el
camino que Él nos ha señalado. ¡Gracias! 
Una amiga de Matapozuelos,
Valladolid ■
■ Santa Gema gracias a tu intercesión,
estoy segura, superé mi enfermedad bipolar
terrible. Te lo pedí con mucha fe, y me escu-
chaste. Eternamente agradecida.
Carmen, Madrid ■
■ Gran amiga de Santa Gema “El día
siete de enero fallecía en Carballino, Orense,
Doña Mercedes González Pinal. Fue una de
las primeras suscriptoras de nuestra revista
en Carballino, gran difusora de la misma, y
gran amiga de santa Gema y difusora tam-
bién de su devoción. Su recuerdo y su testi-
monio perdura vivo en cuantos la conocimos y
apreciábamos mucho”
Milagros Sieiro,
Corresponsal en Carballino ■
SANTUARIO DE SANTA GEMA
RINCÓN FAMILIAR
¿Tiene	usted	algo	de	interés	que	comunicar-
nos	 acerca	 de	 Santa	 Gema?	 Por	 ejemplo,
cultos	en	su	pueblo	o	parroquia,	fotos,	etc.
Háganoslo	 llegar	 y	 lo	 publicaremos	 en	 su
“Revista	Pasionario”.
Gracias
Revista Pasionario/122
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año 1900 y fue su director espiritual hasta el
11 de abril de 1903, fecha en que murió la san-
ta. Seis años después, el 11 de diciembre de
1909, murió el P. Germán. Fue enterrado en
Roma –en los Stos. Juan y Pablo– pero en 1948
sus restos fueron trasladados a Luca, donde
reposan junto a los de Sta. Gema Galbani.
A continuación transcribo parte de una car-
ta que él escribió a Gema el 7-II-1900:
Gema, hija en Jesús:
Poco tengo que contestar a tu larga carta. Tú
amas a Jesús, ¿verdad? Tú le amas mucho, mu-
cho, ¿no es así? Entonces, ¿qué temes, de qué du-
das, por qué te preocupas? ¿No sabrá Él hacer
de padre, de esposo, de todo? ¿Qué importa lo
Los sacerdotes han recibido sacramental-
mente el don para enseñarnos, santificarnos y
guiarnos. Son maestros, padres y pastores del
pueblo de Dios.
El Arzobispo secretario de la Congregación
para el Clero, Mons. Mauro Piacenza, dice
cómo “la paternidad sacerdotal se muestra,
también, mediante la paternidad espiritual de
tantos confesores, que, sin ruido y con fideli-
dad, guían la conciencia de cada uno hacia la
voluntad de Dios”. Ejemplo claro de ello lo te-
nemos en el P. Germán, pasionista, gran confe-
sor y director espiritual. Con su palabra ilumi-
nada, su oración y su vida santa, influyó pode-
rosamente en el alma de Gema Galgani guián-
dola sabiamente por el camino de la santidad.
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Nació el 17 de enero de 1850 en Roma. Des-
de su infancia fue un enamorado de Jesús eu-
carístico. Se cuenta que, un día, cuando tenía
5 años, estando en Misa, comenzó a decir: “¡El
Niño Jesús, el Niño Jesús!”. Su madre le pre-
guntó: “¿dónde le ves?”. Y él le contestó: “Se lo
acaba de comer el cura”.
A los 15 años entró en el Convento de la
Scala Santa (Roma) de los Pasionistas. Tuvo
como maestro de novicios al Beato Bernardo
M.ª Silvestrelli.
Además de un gran sacerdote pasionista te-
nía conocimiento de muchas ciencias huma-
nas, como la arqueología. Bajo su dirección se
hicieron excavaciones en los Stos. Juan y Pablo
y se descubrió que, la Basílica, estaba levanta-
da sobre la casa de estos dos santos mártires.
El P. Germán conoció a Gema Galgani en el
AÑO SACERDOTAL
“No	es	el	pecador	el	que	vuelve	a	Dios	para	pedirle	perdón,	sino	Dios	mismo
quien	va	tras	el	pecador	y	lo	hace	volver	a	él”.	“Este	buen	Salvador
está	tan	lleno	de	amor	que	nos	busca	por	todas	partes” (Sto.	Cura	de	Ars).
Revista Pasionario/123
que te ocurra a ti o a tu alrededor, si gozas o su-
fres, si ves claro u oscuro? Tú eres de Jesús, tú vi-
ves de Él, en Él y con Él. Nada te podrá faltar.
Por tanto, si quieres mi consejo, abandona alma
y cuerpo en sus manos, sin pensar ni un ápice en
ti ni en cuanto te afecte, ni en el pasado ni en el
futuro. Sobre todo, humíllate mucho, sin salir ja-
más de tu nada. Mientras estemos en el abismo
de nuestra nada, el enemigo no nos podrá enga-
ñar de ningún modo. Como flor de esta hermosa
virtud quisiera que hicieras cada día una visita
de humildad a Jesús Sacramentado, para ro-
garle que te haga conocer bien tu nada, llorar
tus pecados (...). Ofrece a Jesús tus pobres sufri-
mientos por tus pecados (...). Yo ruego por ti y
prometo ayudarte si eres fiel a mis pobres con-
sejos. Ama mucho, mucho a Jesús, hija; (...). En-
comiéndate a Dios. Te bendigo. ¡Viva Jesús!
XÄ fàÉA VâÜt wx TÜá
Cuando el Sto. Cura inició su ministerio en
Ars, la gente no acudía a sus sermones, cate-
quesis ni a Misa. Él mismo decía “soy un sem-
brador que siembra entre piedras». Fue un ami-
go suyo quien le ayudó a tener esperanza con-
tra toda esperanza y seguir sembrando pacien-
temente entre sus feligreses la Palabra del Se-
ñor. Le dijo: “Usted, Señor Cura, es hijo de la-
bradores. Su padre tiene un viña y usted mismo
ha trabajado en ella. Sabe, pues, que hay que
afanarse todo el año. Y, sin embargo, cuando
llega el otoño muchas veces se ve que se ha tra-
bajado en vano. Pero el viñador no se desanima.
Espera al año siguiente, que quizá no será me-
jor. Pero, por fin, el cielo bendice su trabajo y le
recompensa centuplicadamente. También para
usted llegará el día en que recogerá su cosecha”.
Sabemos que esto se cumplió sobradamen-
te, tanto que, una noche, el Cura de Ars, escu-
chó que Satanás le decía: “¡Vianney! ¡Vianney!
¡Comedor de trufas...! ¡Ah, mucho me haces
sufrir! ¡si hubiera tres hombres como tú en la
tierra, mi reino sería destruido!”.
✒ Sor Cati de la Trinidad, C.P.
Oviedo
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(Pronunciada	por	el	Sto.	Padre	Benedicto	el	19-VI-2009)
Señor Jesús, Tú has querido dar a la Igle-
sia, en S. Juan M.ª Vianney, una imagen
viva y personal de caridad pastoral, haz
que, en su compañía y ayudados por su
ejemplo, vivamos plenamente este Año Sa-
cerdotal. Haz que, como él, podamos com-
prender, delante de tu Eucaristía, tu Pala-
bra diaria que nos instruye, el tierno amor
con que acoges a los pecadores arrepentidosy lo consolador que es abandonarse a tu Ma-
dre Inmaculada.
Haz, Señor, que por intercesión del Santo
Cura de Ars, las familias cristianas lleguen
a ser “pequeñas Iglesias” en las que las vo-
caciones y los distintos carismas del Espíri-
tu sean acogidos y valorizados.
Concédenos, Señor, poder repetir, con el
mismo ardor del santo cura, las palabras
que él solía dirigirte:
Te amo, mi Dios, y mi solo deseo es amarte
hasta el último respiro de mi vida. Te amo, oh
Dios infinitamente amable, y prefiero morir
amándote antes que vivir un solo instante sin
amarte. Te amo, Señor, y la única gracia que
te pido es aquella de amarte eternamente.
Dios mío, si mi lengua no pudiera decir
que te amo en cada instante, quiero que mi
corazón te lo repita tantas veces cuantas res-
piro. Te amor, oh mi Dios Salvador, porque
has sido crucificado por mí y me tienes aquí
crucificado por Ti, Dios mío, dame la gracia
de morir amándote y sabido que te amo.
Amén.
Queridos Hermanos,
Durante el presente año 2010, proba-
blemente en el mes de septiembre, será
declarado beato el gran Cardenal Juan
Enrique Newman. Se trata de un even-
to que alegra a toda la Iglesia, más allá
de los confines de nuestra Congrega-
ción. Newman, pastor e ilustre teólogo
anglicano, profesor en Oxford, entró en
la Iglesia Católica en 1845, mediante el
Beato Domingo Barberi y también
como católico desarrolló un muy activo
apostolado en diversos campos. La pro-
fundidad de su pensamiento no se com-
prendió inmediatamente, pero él estaba
seguro de su rectitud y consciente de la
validez de cuanto enseñaba. Él mismo
preveía que tras su muerte sería más
valorado. Y, en efecto, su fama ha creci-
do cada vez más y muchos se inspiran
hoy en día en él.
Nuestra Congregación tuvo mucho
que ver con su conversión. Newman
quedó impresionado antes que nada
por la oración de San Pablo de la Cruz
por Inglaterra. No podía explicarse hu-
manamente esta inspiración y creía
que había algo de sobrenatural en ello.
Sabía que Pablo había previsto que sus
hijos llegarían a Inglaterra. La amis-
tad con Jorge Spencer, que después se-
ría el P. Ignacio de San Pablo, incansa-
ble en la promoción de una cruzada de
oración por Inglaterra, favoreció aún
más su cercanía concreta a la Iglesia
de Roma.
Pero fue, ciertamente, el Beato Do-
mingo el que más le impresionó por su
santidad, por la certeza de haber recibi-
do la misión de evangelizar Inglaterra,
por la fidelidad a esta misión y por el
enorme amor que profesó siempre hacia
los anglicanos. La Carta a los profesores
de Oxford, escrita por el mismo Beato,
es un documento de estima, afecto, y to-
tal dedicación, hasta llegar a desear el
martirio en favor de Inglaterra. New-
man quedó muy impresionado al cono-
cer este trabajo.
Domingo, que fue probablemente el
primero que usó la expresión hermanos
separados para indicar a los cristianos
no católicos, compartía con Newman un
gran respeto hacia las otras iglesias, que
les hacía evitar el desprecio, la hostilidad
y la difamación que, por desgracia, esta-
BEATIFICACIÓN DEL CARDENAL NEWMAN
Revista Pasionario/124
Cardenal Newman.
El	 Cardenal	 Newman,	 el	 gran	 convertido	 inglés,	 Cardenal	 de	 la	 Iglesia	 Católica,
será	 beatificado,	 probablemente,	 en	 Londres,	 en	 septiembre.	 Ante	 ese	 anuncio
gozoso,	el	Padre	Ottaviano	D’Egidio,	Superior	General	de	los	Pasionistas,	ha	diri-
gido	a	toda	la	“Familia	Pasionista”	la	siguiente	carta:
Revista Pasionario/125
ban tan difundidas entre
los cristianos de las diver-
sas denominaciones has-
ta, se puede decir, el Con-
cilio Vaticano II. En este
sentido, los dos son pre-
cursores del Movimiento
Ecuménico y promotores
de un escumenismo fun-
dado de manera primor-
dial en la estima, al escu-
cha y la simpatía hacia el
otro. Cor ad cor loquitur,
era el lema episcopal de
Newman. Y Domingo es-
taba lleno de amor hacia
los hermanos separados.
El Consejo General de-
sea que en esta ocasión se
recuerde la gran impor-
tancia que tuvo la activi-
dad de Domingo Barberi,
de Ignacio Spencer y de
otros pasionistas en
aquella que Newman
mismo llamó Second
Spring, una nueva prima-
vera para el cristianismo
inglés. Ha sido constitui-
da una comisión, con los religiosos Adol-
fo Lippi (PRAES), Fernando Taccone
(PIET), Giuseppe Comparelli (DOL) y
Benedict Lodge (IOS) y la colaboración
del postulador general, P. Giovanni Zu-
biani, para programar publicaciones, en-
cuentros y profundizaciones. Han sido
contactadas algunas casas editoriales
para la publicación de la Carta a los pro-
fesores de Oxford y de otras obras im-
portantes del Beato. Se está programan-
do un seminario de estudios con el apor-
te de especialistas en los estudios new-
manianos. Asimismo, serán publicados
diversos artículos en revistas y periódi-
cos nuestros y de otros.
Esta es la ocasión para volver a im-
pulsar la promoción de una figura tan
importante para la historia de la Con-
gregación y de la Iglesia misma como
esta del Beato Domingo Barberi, cuya
grandeza, como santo, como apóstol y
como pensador merece ciertamente ser
valorada mucho más de lo que lo ha
sido hasta ahora.
Que San Pablo de la Cruz, nuestro
Padre, nos bendiga y que el Beato Do-
mingo nos acompañe.
✒ P. Ottaviano D’Egidio, C.P.
Superior General
Roma, 2 de Febrero de 2010
Fiesta de la Presentación
de Jesús en el Templo
Domingo Barberi.
Revista Pasionario/126
La Cruz de Jesús, la Cruz de los jóve-
nes, con el Icono de la
Virgen bendecidos en
su día por el Papa
Juan Pablo II, sigue pe-
regrinando por España,
hasta alcanzar su “Cal-
vario”, su meta, en agos-
to 2011, cuando el En-
cuentro Mundial de Jóve-
nes, en Madrid.
La Cruz, ha venido pe-
regrinando por diversas
Diócesis de España; en Ma-
drid, los primeros meses de
este año. El día 31 de marzo,
tras solemne y multitudina-
ria despedida, dejó la Capital
hacia otros derroteros, santos
y santificadores, de otras Dió-
cesis.
Los jóvenes pasionistas espa-
ñoles, por su parte, han organi-
zado también la peregrinación
de “su Cruz”, por los diversos co-
legios y comunidades de España.
La convocatoria y el desarrollo de
las respectivas “Jornadas de
Cruz”, con el mejor resultado.
En el Colegio Pasionista San Ga-
briel de la Dolorosa, de Alcalá de
Henares, la “Cruz Alzada”, que ha
navegado, y seguirá navegando por
ciudades y campos de Castilla, y más
allá, ha despertado verdadero entu-
siasmo, de fe compartida. Siempre con
la colaboración eficaz de la Directiva,
padres, profesores y alumnos del Cole-
gio.
La foto, recoge, como en síntesis, algo
de lo que fue la Jornada del “jornada de
la Cruz”, en Alcalá de Henares.
CONOCER A JESUCRISTO. SU PALABRA Y SU MENSAJE
¡Adelante, con la Cruz¡Adelante, con la Cruz
LA	CRUZ	PEREGRINA	Y	EL	ICONO	DE	MARÍA
Revista Pasionario/127
¡Adelante jóvenes!
uz del 2011, y con vuestras cruces, hasta la meta!
¡Hasta el SÍ incondicional a Cristo!
¡Al Cristo de la Cruz!
¡Adelante jóvenes!
uz del 2011, y con vuestras cruces, hasta la meta!
¡Hasta el SÍ incondicional a Cristo!
¡Al Cristo de la Cruz!
Revista Pasionario/128
CELEBRACIÓN
DE LOS 50 AÑOS
DE SU MUERTE
El día 2 de febrero de 2010 se
cumplían los 50 años de su muer-
te, día del nuevo y definitivo na-
cimiento para los creyentes. La
comunidad religiosa, fundada por
la Madre Magdalena, celebró
este acontecimiento con una Eu-
caristía presidida por Mons. An-
tonio María Rouco Varela; el día
anterior se había acercado para
felicitar y orar con la comunidad.
Todo un gesto de Padre y Pastor
hacia esta comunidad contempla-
tiva que con su vida oculta y en-
tregada, en oración y silencio,
son expresión de la dimensión
orante de la existencia cristiana.
En la homilía de la celebración
eucarística resaltó los rasgos de
la vida de la Madre Magdalena.
Su nombre, Magdalena de Jesús
Sacramentado y su vocación pasionista
están íntimamente unidos: El Señor Cru-
cificado, contemplado en la oración, se
ofrece y se dona en la celebración euca-
rística. Es el único Señor, Ofrecido y Con-
templado, el que llena la vida de todo
cristiano y del alma contemplativa, sien-do ésta reflejo y expresión de la oración
constante y agradecida de la Iglesia a su
Señor, muerto por amor y resucitado para
nuestra salvación.
UN BREVE PERFIL BIOGRÁFICO
DE LA MADRE MAGDALENA
María Josefina Teresa Marcucci nació
muy cerca de Luca, patria de Santa
Gema, el 24 de abril de 1888. Educada en
una familia cristiana y dócil a la llamada
de Dios ingresa en el Monasterio de las
Religiosas Pasionistas de Luca el 10 de
Junio de 1906; allí tiene como directores
espirituales a Mons. Volpi y al P. Germán,
que lo habían sido de Santa Gema Galga-
ni. En 1913 junto con otras religiosas via-
ja a Méjico para fundar allí un nuevo mo-
nasterio de Religiosas contemplativas. No
fue posible aquella fundación, y desde
Méjico viaja a España en 1916. En 1919
se funda el Monasterio de las Religiosas
Pasionistas de Deusto. En aquel Monas-
terio, en 1922 conoce al P. Juan González
Arintero, op. que será su director espiri-
tual y el que abra para ella un nuevo ca-
La santidad es Amor
Madre María Magdalena de Jesús Sacramentado,
religiosa pasionista de Clausura (1888-1960)
La santidad es Amor
Madre María Magdalena de Jesús Sacramentado,
religiosa pasionista de Clausura (1888-1960)
El Sr. Cardenal de Madrid preside la Eucaristía
de los 50 años de la muerte
de Madre Magdalena.
Revista Pasionario/129
mino de apostolado: escritora en la revis-
ta La Vida Sobrenatural, con el seudóni-
mo de “J. Pastor”. De nuevo en el año
1935 volverá a la Comunidad de Luca con
el servicio de Superiora. En 1941 retorna
a España y funda el Monasterio de las
Religiosas Pasionistas en Madrid. El 10
de Febrero de 1960 fallece en este mo-
nasterio. Iniciado en 1989 la fase diocesa-
na de su Proceso de Beatificación y Cano-
nización, fue concluido el 5 de Noviembre
de 1991. En la actualidad está en Roma.
EL CENTRO DE SU VIDA
Madre Magdalena es sobre todo una re-
ligiosa pasionista de Clausura. De este
don vocacional brota su ser y su incansa-
ble actividad. Su vida contemplativa, sus
viajes y sus escritos fluyen del don in-
menso que recibe y de su correspondencia
generosa. Escribe en su diario: “que yo
sea un incansable apóstol de tu amor, un
carbón encendido que pega fuego en to-
das partes. Esta es la gracia que te pido,
hacerte amar, en vida, en muerte y des-
pués de muerta”. El silencio y la ofrenda
de la propia vida por la Iglesia y la hu-
manidad, la disposición a participar en la
amorosa pasión de Jesucristo define la
vida contemplativa y especialmente la
pasionista.
MADRE MAGDALENA, ESCRITORA
El encuentro providencial con el P.
Juan González Arintero en 1922 abre un
nuevo horizonte de apostolado en su vida.
Él le ofrece escribir en la naciente revis-
ta La Vida Sobrenatural. Lo hará con el
seudónimo “J. Pastor”. Sus artículos ex-
presan la intensa vida espiritual, desve-
lando su propio camino e invitando a tan-
tos a la santidad que ella define, con ver-
dad y sencillez, como amor.
Así se expresa en algunas de sus cola-
boraciones:
– “¡La muerte de un Dios!; he aquí el
misterio más grande del amor. ¡Un
Dios muerto por el hombre!, misterio
de los misterios que formará el gozo
eterno de los bienaventurados en la
GLoria. Si entendiéramos esto, sin
necesidad de otras consideraciones,
pues ninguna tiene tanta fuerza
como ésta, deberíamos ponernos al
trabajo de nuestra santificación
como impelidos por la fuerza de tan-
to amor. No se puede hacer más que
dar la vida por los que se ama: “Na-
die tiene mayor amor que éste de
dar uno la vida por sus amigos” (Jn
15,13) (cf. Todo lo puede el amor, de
la obra la Santidad es amor, pág. 33).
– “Quiere asociarnos a Él en grande
obra de la redención... quiere que
nuestra tristeza se convierta en
gozo; que nuestras llagas resplan-
dezcan un día como las suyas glorio-
sas... Acerquémonos a Él, porque
está especialmente cerca de aquel
que se acuerda de su Pasión y de su
muerte... ¡Hemos quedado heridos!
Nuestro corazón, nuestra mente irá
a Ti con frecuencia. Tus palabras
Sagrario de la capilla
de M. Magdalena.
Sagrario de la capilla
de M. Magdalena.
Revista Pasionario/130
‘Acuérdate de mí’ las tengo grabadas
en la mente y en el corazón. Correré
a socorrerte con mi amor y con el
tuyo esperando me llames al marti-
rio de amor y de sangre y poder de-
cir: ‘Amor por amor, vida por vida’ ”.
– “La santidad es amor. El más tierno,
el más delicado, y al mismo tiempo
es más cierto y seguro, porque el
amor tiende siempre a la semejanza.
El alma que ha penetrado el inefable
misterio de amor que encierra la
santidad, ya no tiene que hacer
grandes esfuerzos para conseguirla.
El amor mismo la conduce... El se-
creto de la santidad es el amor... ¡Se-
ñor, enseñamos el Amor! Pero si to-
davía no somos capaces de penetrar
en las profundidades de la divina ca-
ridad, en el abismo sin fondo que en-
cierra la Pasión y muerte de Jesús,
esperemos con ardor esa hora, pues
allí tendremos que llegar si quere-
mos alcanzar la perfección. El Calva-
rio es y siempre ha sido la cima de
toda santidad, y en lo más alto del
amor es donde únicamente se podrá
decir cómo Jesús ‘todo está cumplido’
de nuestro amor por Él... No tema-
mos. Amemos, procuremos avivar de
continuo este fuego divino en nues-
tros corazones. El amor nos dará
fuerza y valor... El amor me llevará
donde yo solo con mis fuerzas no
puedo. Con Teresa de Lisieux diré:
Sea el amor el ascensor que suba a
las almas pequeñas al Calvario” (la
santidad es amor).
La celebración del cincuenta aniversa-
rio de su muerte ha sido una ocasión
para convertir en noticia su vida y la de
las hermanas pasionistas de clausura
que en el silencio de su vida orante y
oculta son sabia y sentido para el mundo,
testigos agradecidos del amor deslum-
brante de Dios.
✒ José Luis Q.
Sepulcro de Madre Magdalena.
Revista Pasionario/131
ar la vida, toda la vida, por amor,
ese es el testimonio preclaro de
nuestro Apóstol Santiago.
La vida es el don supremo que
Dios nos ha reglado. Un don, no para de-
rrochar, sino para dar más vida.
Quien ama, no tergiversa, no juzga, no
miente, se entrega.
Quien ama, vive siempre actitud positi-
va, de entrega. Hasta dar la vida, sin mas,
amando y sirviendo.
SANTIAGO, EL APÓSTOL, actuó así,
porque aprendió a amar en la escuela del
Único Maestro, Jesús. Santiago, confirmó
su amor al Señor y a los hermanos, derra-
mando su sangre por amor. A lo largo de
toda su vida, fue testigo, dio testimonio.
Dice el Libro de los Hechos, “El Rey Hero-
des, hizo pasar a cuchillo a Santiago, her-
mano de Juan” (Hechos 12,2).
Santiago, nunca buscó ser estimado ni
alabado, ni aplaudido. Su madre, había pe-
dido para él y su hermano Juan un puesto
privilegiado. Pero lo que le tocó en suerte
fue beber el cáliz del Señor”.
Santiago aprendió la lección del saber
vivir y morir, en la escuela del Único Ma-
estro, Jesús (Jn L, 38-39). De manera es-
pecial también cuando fue testigo de la
Transfiguración del Señor (Luc 9, 28-36).
Santiago, sólo buscó amar y servir, sin
miedo a la cruz, sin miedo al desprecio.
Santiago, no sólo aprendió sino que tam-
bién vivió y sembró las enseñanzas del
Maestro.
Una venerable tradición afirma que,
evangelizando en España, cansado, decep-
cionado, dejó la tierra de Galicia... Ya en
Zaragoza, y con lágrimas en los ojos, mira-
ba al cielo. De manera sorprendente, una
mujer, diferente, se le acerca y le dirige la
palabra: “¿Hacia dónde te encaminas, San-
tiago? Su respuesta, “mira, aquí no hay
que hacer, estoy cansado, decepcionado”.
La mujer, era María, la “Virgen del Pilar”,
quien le responde, “bien, levántate y sigue,
que yo iré a Galicia”. Según la tradición,
Santiago la reconoce, y le contesta: “No,
María, yo volveré allí, y allí me quedaré
para siempre”.
Quizá Santiago recordó la otra escena,
cuando las bodas de Caná, la intervención
allí de María y su indicación a los sirvien-
tes, “haced lo que Él os diga” (Jn 2,5).
Desde entonces, y luego de otras idas y
venidas, Santiago se quedó en Galicia para
siempre. Y allí sigue acogiendo peregrinos,
secando lágrimas.
Santiago los anima en su “Camino”, en
su peregrinaciónhacia Compostela. Y ya
allí, en “O monte do Gozo”, los peregrinos,
ilusionados por haber alcanzado su meta,
clavan ya la mirada en las torres del tem-
plo-catedral, y saborean la alegría del en-
cuentro, y seguramente rezan:
“Gracias, Señor Santiago, por haberme
conducido hasta aquí, hasta tu sepulcro.
Me siento abismado ante tantas maravi-
llas. De ahora en adelante, me propongo
seguir con mayor fidelidad a tu Hijo, mi
Maestro, la Palabra hecha Carne, Y me
propongo anunciar tu evangelio, como
Santiago, hasta dar la vida, y te diré como
Pablo, “¡Hay de mi si no anuncio tu evan-
gelio!”. Que toda mi vida sea, como fue la
tuya, Apóstol Santiago, amor y testimo-
nio”. Amén.
✒ Aniceto Rey
W
2010, AÑO SANTO JACOBEO
SANTIAGO, APÓSTOL Y TESTIGOSANTIAGO, APÓSTOL Y TESTIGO
también perdona y
nos recibe a todos
como a hijos.
Ve que uno de los
ladrones le pide que
se acuerde de él,
cuando se encuentre
en su reino, y oye
que Jesús le dice:
“En verdad, en ver-
dad, te digo que hoy
estarás conmigo en
el paraíso”, Lc 23,
43, y María presien-
te con dolor que a su
Hijo le quedan mi-
nutos contados de
vida; pero antes pone sus ojos en su Madre y en
el discípulo a quien tanto quería allí presente,
y les dice:”Mujer, he ahí a tu hijo, y luego dijo
al discípulo: He ahí a tu madre”, Jn 19, 26.
Es el testamento que Jesús hace antes de
morir, en favor de su Madre, dejando en sus
manos y confiando a sus cuidados todo cuanto
dejaba en la tierra: sus discípulos y su Iglesia.
San Juan, “desde aquella hora la recibió en
su casa”, Jn 19, 27, y esta es la respuesta que
la Iglesia nos pide que le demos a Jesús, todos
cuantos nos confesamos sus discípulos: que re-
cibamos a su Madre, muy dentro de nuestro
corazón, como Madre nuestra.
MARÍA EN EL DESCENDIMIENTO
DE JESÚS
La Iglesia recuerda y celebra el Descendi-
miento de Jesús en la XIII de las estaciones
del Vía crucis, con este emocionante anuncio:
“Jesús bajado de la Cruz y puesto en brazos
de su dolorosísima Madre”.
San Mateo nos presenta a José de Arimatea
como único protagonista de la escena: “Llegada
la tarde, vino un hombre de Arimatea, discípu-
lo de Jesús. Se presentó a Pilato y le pidió el
cuerpo de Jesús. Pilato entonces, ordenó que le
fuese entregado. Él tomando el cuerpo, lo en-
volvió en una sábana limpia y lo depositó en su
propio sepulcro, nuevo del todo, que había sido
cavado en la peña, y corriendo una gran piedra
a la puerta del sepulcro, se fue”, Mt 27, 57-60.
San Juan nos habla de Nicodemo, también
discípulo oculto de Jesús quien se acercó al Cal-
vario con cien libras de mezcla de mirra y áloe,
y que uniéndose a José de Arimatea, le bajaron
de la cruz y le amortajaron; “Tomaron pues, el
cuerpo de Jesús y lo fajaron con fajas y aromas,
MARÍA JUNTO A JESÚS EN EL CALVARIO
Hemos contem-
plado a María en
Belén, embelesada y
radiante, con su
Hijo, el Niño Dios,
en sus brazos ape-
nas nacido, rebosan-
te de ternura y de
amor reconfortante.
Hoy la vemos sobre
el Calvario, transida
de dolor y con la es-
pada de dolor profe-
tizada en aquel en-
tonces, por el ancia-
no Simeón, traspa-
sando inmisericorde
su sensible corazón.
La misma iglesia reconoce la inmensidad de
sus penas y en sus celebraciones litúrgicas
pone en sus labios las palabras lastimosas del
profeta Jeremías: “Oh, vosotros cuantos pasáis
por el camino, mirad y ved si hay dolor seme-
jante a mi dolor, al dolor con que yo soy ator-
mentada”. Lam 1, 12.
MARÍA, A LOS PIES DE LA 
CRUZ DE JESÚS
El evangelista San Juan nos presenta a la
Madre de Jesús con María Magdalena y la
otra María, junto a la Cruz de Jesús en el Cal-
vario: “Estaban junto a la Cruz de Jesús, su
Madre y la hermana de su Madre, María de
Cleofás y María Magdalena, en el Calvario”,
Jn 19, 25.
San Mateo cuenta también entre las muje-
res, a “la madre de los hijos de Zebedeo”, Mt
27, 56, de la cual San Juan no hace memoria
quizá por tratarse de su madre, como tampo-
co nos lo dice de si mismo.
María tiene sus ojos clavados en Jesús que
sufre el desgarro de todo su cuerpo que se de-
sangra, clavado en la Cruz y sufre en su alma
el abandono de sus discípulos, la injusticia de
todos los grandes del pueblo y la ingratitud y
traición de Judas y de cuantos se habían sen-
tido favorecidos por sus milagros.
María sufre en su corazón cuanto su Hijo pa-
dece en su cuerpo, y Ella misma se ofrece al Pa-
dre como víctima, al igual que le ofrece al Hijo;
porque más que conservar su vida y la del Hijo,
quiere que todos los hombres se salven.
Oye a su Hijo Jesús que le pide perdón al
Padre, por quienes le están matando y Ella
Revista Pasionario/132
según es costumbre sepultar entre los judíos”.
Jn 19, 40.
No nos dice nada, sin embargo, de sí mismo,
ni de María y las mujeres que no tenemos por
qué pensar que estuvieron allí sin hacer nada.
Tampoco es admisible presentar en exclusi-
va a Nicodemo, José de Arimatea y Juan,
como los únicos implicados en el descendi-
miento de Jesús y ver como simples especta-
doras a María como desfallecida y sostenida
por las otras dos Marías, como lo hacen algu-
nos artistas nada afortunados.
María, por el contrario, recibe con toda en-
tereza de Madre, en sus brazos, al cuerpo
muerto de su Hijo Jesús, le reclina con ternu-
ra sobre sus rodillas, le riega con sus lágrimas
y le abraza contra su corazón traspasado.
Contempla a su Hijo muerto, y piensa en no-
sotros a quienes Jesús nos ha confiado a su
amor y a sus cuidados. Su muerte nos ha dado
la vida y quiere que su propia Madre nos cui-
de como a hijos, para que nadie de cuantos
crean en El se vea privado de estar con El en
el Reino del Padre para siempre.
MARÍA EN LA SEPULTURA DE JESÚS
El evangelista San Juan es quien nos dice
que Jesús fue sepultado en aquel monte del
Calvario muy cerca del lugar de la crucifixión:
“Había cerca del sitio donde fue crucificado,
un huerto y en el huerto un sepulcro nuevo en
el cual nadie había sido enterrado. Allí, a cau- sa de la Parasceve de los judíos, por estar cer-
ca del monumento, le pusieron a Jesús”, Jn.
19, 41-42.
En el enterramiento de Jesús, solamente se
habla de José de Arimatea y Nicodemo.
De María no se nos dice nada y a María Mag-
dalena y María de José se las presenta como
simples espectadoras, Mt. 27, 61; Mc. 15, 47.
Es muy lógico, sin embargo, pensar que fue-
ron ellas, María y las otras dos mujeres, las
encargadas de limpiar y embalsamar el cuer-
po de Jesús y de amortajarle con las fajas, los
lienzos y la sábana.
Para María con la muerte de Jesús no todo
ha terminado. Sabe que su Hijo antes de mo-
rir nos ha confiado a cuantos íbamos a creer
en El, a su amor y a sus cuidados, y Ella nos
abre sus brazos de Madre fiel y cumplidora,
consciente de que esta nueva misión que Je-
sús le ha confiado, ha de prolongarse en favor
de todos los hombres, hasta el fin
de los tiempos. Y por eso, a la Vir-
gen Dolorosa, la llamamos tam-
bién: Madre de la Santa Espe-
ranza.
✒ P. Eutiquio López, C.P.
Revista Pasionario/133
Revista Pasionario/134
LA PALABRA DEL PAPA
LA SABIDURÍA DE LOS POBRES
(Homilía	del	Papa	Benedicto,	en	la	Eucaristía	con	los	miembros
de	la	Comisión	Teológica	Internacional	-	Roma,	diciembre	de	2009)
Durante toda la vida
pública del Señor nos en-
contramos con la misma
cuestión. No está al al-
cance de los doctos com-
prender que ese hombre
indocto, galileo, pueda ser
realmente el Hijo de Dios.
Para ellos sigue siendo
inadmisible que Dios, el
grande, el único, el Dios
del cielo y de la tierra,
pueda estar presente en
ese hombre. Lo saben
todo; conocen también
Isaías 53, todas las gran-
des profecías, pero el mis-
terio permanece oculto. Y
es revelado, en cambio, a
los pequeños: desde la
Virgen hasta los pescado-
res del Lago de Galilea.
Éstos lo saben, como también lo sabe el ca-
pitán romano al pie de la cruz: ése es el
Hijo de Dios.
DIOS, SE REVELA
A LOS HUMILDES
Los hechos esenciales de la vida de Jesús
no pertenecen únicamente al pasado, sino
que están presentes, de diferentes maneras,
en todas las generaciones. Así también en
nuestro tiempo, durante los
últimos doscientosaños, ob-
servamos el mismo fenómeno.
Hay grandes doctos, grandes
especialistas, grandes teólo-
gos, maestros en la fe, que
nos han enseñado muchas co-
sas. Han penetrado en los de-
talles de la Sagrada Escritu-
ra, de la historia de la salva-
ción, pero no han podido ver
el misterio en sí, el núcleo au-
téntico: que Jesús era real-
mente Hijo de Dios, que el
Dios trinitario entra en nues-
tra historia, en un mo-
mento histórico determi-
nado, a través de un hom-
bre como nosotros. ¡Lo
esencial ha permanecido
oculto! Podríamos fácil-
mente citar grandes nom-
bres de la historia de la
teología de estos doscien-
tos años de los que hemos
aprendido mucho, pero a
cuyos ojos del corazón no
se ha abierto el misterio.
TAMBIÉN HOY
Por el contrario, tam-
bién en nuestro tiempo
hay pequeños que han co-
nocido ese misterio. Pen-
semos en Santa Bernardi-
ta Soubirous; en Santa Teresa de Lisieux,
con su nueva lectura de la Biblia «no cien-
tífica», pero que penetra en el corazón de la
Sagrada Escritura, y en los santos y beatos
de nuestro tiempo: Santa Joséfina Bakhita,
la beata Teresa de Calcuta, San Damián de
Veuster. ¡Podríamos citar a tantos!
Pero de todo ello surge la pregunta: ¿Por
qué es así? ¿Es el cristianismo la religión de
los ignorantes, de las personas sin cultura,
sin formación? ¿Se extingue la fe allí donde
se despierta la razón? ¿Cómo se explica
esto? Quizá tengamos que re-
currir una vez más a la histo-
ria. Es verdad lo que Jesús
dijo, lo que podemos observar
en todos los siglos. Y, sin em-
bargo, hay una «especie» de
pequeños que son también
doctos. Al pie de la cruz está
la Virgen, la humilde esclava
de Dios y la gran mujer por
Dios iluminada. Y está tam-
bién Juan, pescador del Lago
de Galilea, pero se trata pre-
cisamente de ese Juan al que
la Iglesia llamará a justo tí-
Revista Pasionario/135
tulo «el Teólogo», pues en verdad supo ver el
misterio de Dios y anunciarlo, penetrando
con ojos de águila en la luz inaccesible del
misterio divino. Así, también el Señor, des-
pués de su resurrección, en el camino de
Damasco, toca el corazón de Saulo, uno de
los doctos que no ven. Este mismo, en su
Primera Carta a Timoteo, se define «igno-
rante» en aquel tiempo, pese a sus conoci-
mientos. Pero el Resucitado lo toca: se vuel-
ve ciego y, al mismo tiempo, se vuelve real-
mente vidente, empieza a ver. El gran docto
se hace pequeño, y precisamente por eso ve
esa necedad de Dios que es sabiduría, cono-
cimiento mayor que toda ciencia humana.
DÓCILES AL ESPÍRITU
Podríamos seguir leyendo toda la historia
de esta manera. Sólo una última observa-
ción. Estos doctos sabios, en la Primera Lec-
tura se presentan de otra manera. Ahí sofía
y sínesis son dones del Espíritu Santo que
residen en el Mesías, en Cristo. ¿Qué signi-
fica esto? De ello se desprende que existe
un doble uso de la razón y una doble forma
de ser sabios o pequeños. Hay una forma de
usar la razón que es autónoma, que se sitúa
por encima de Dios, en toda la gama de las
ciencias, empezando por las naturales, don-
de se universaliza un método apto para la
investigación de la materia: un método en
el que Dios no entra, y por lo tanto no está.
Y así sucede, por último, también en la teo-
logía: se pesca en las aguas de la Sagrada
Escritura con una red que permite coger
sólo peces de un determinado tamaño, y lo
que no se corresponde con éste no entra en
la red y, por lo tanto, no
puede existir. De esta for-
ma, el gran misterio de Je-
sús, del Hijo humanado, se
reduce a un Jesús históri-
co: una figura trágica, un
fantasma sin carne ni hue-
sos, un hombre que perma-
neció en el sepulcro, se co-
rrompió y murió realmen-
te. El método sabe «captar»
determinados peces, pero
excluye el gran misterio,
porque el hombre hace de
sí mismo su medida: tiene
esa soberbia, que al mismo tiempo es tam-
bién una gran necesidad, ya que absolutiza
ciertos métodos inadecuados para lo gran-
de; entra dentro de ese espíritu académico
que hemos visto en los escribas, quienes
respondan a los Reyes Magos: No me con-
cierne, permanezco enclaustrado en mi
existencia, que no queda alcanzada. Es la
especialización que ve todos los detalles,
pero que es incapaz de ver ya la totalidad.
LA GRANDEZA DE DIOS
Y LA PEQUEÑEZ DEL HOMBRE
Hay otra forma, sin embargo, de emplear
la razón, de ser sabio: la del hombre que se
reconoce a sí mismo, que reconoce su propia
medida y la grandeza de Dios, abriéndose
en humildad a la novedad de la acción de
Dios. Y así, precisamente aceptando su pe-
queñez, haciéndose pequeño como realmen-
te es, alcanza la verdad. De esta manera,
también la razón puede expresar todas sus
posibilidades; lejos de extinguirse, se dilata,
se hace mayor. Se trata de otra sofía y síne-
sis, que no excluye del misterio, sino que es
precisamente comunión con el Señor, en el
que residen ciencia y sabiduría, con sus co-
rrespondientes verdades.
Queremos orar en este momento para
que el Señor nos dé la humildad auténtica.
Que nos conceda la gracia de ser pequeños
para poder ser realmente sabios; que nos
ilumine, que nos muestre su misterio de
gozo en el Espíritu Santo; que nos ayude a
ser teólogos auténticos que pueden anun-
ciar su misterio por haber sido alcanzados
por él en el hondón de su corazón, de su
existencia. Amén.
El Papa Benedicto,
con el Padre Martín Bialas,
antiguo alumno suyo,
y siempre amigo.
Revista Pasionario/136Revista Pasionario/136
DOS DATOS SIGNIFICATIVOS
Dos visitas, importante una, sin relieve
especial la otra, motivan el tema y el tí-
tulo de este artículo. Me refiero a la pre-
sentación de sus credenciales al Papa el
nuevo Embajador de Cuba ante la Santa
Sede y la visita de cortesía que hemos te-
nido los Pasionistas este mes de enero de
la Directora de Asuntos Religiosos. Por
tercera vez en los últimos siete años ha
venido a dialogar con nosotros acompaña-
da de los principales miembros de su Ga-
binete. Una visita más de la que realiza a
Obispados, Seminarios, Congregaciones y
Centros de la Iglesia.
Esta segunda noticia que en España no
tendría la menor importancia, en Cuba
tiene gran significado. Más que el conoci-
miento de nuestros problemas y dificulta-
des revela signos de cambio y apertura.
Entre otros asuntos, expusimos la incon-
veniencia el depósito de escombro que se
ha formado al costado de la iglesia, desafi-
nando la belleza no sólo del templo sino de
la calle que debe hacer honor a su nombre
pues se llama Vista Alegre. Terminada la
visita fuimos todos a ver el basurero: con-
vinieron con nosotros en la urgencia de
eliminarlo y prometieron solución.
SIGNOS DE APERTURA
Cumplan o no la promesa, lo más sig-
nificativo de estas visitas es el cambio
que se está obrando. Desde que en 1998
se oyeron las palabras de Juan Pablo II:
“Que Cuba se abra al mundo y el mundo
se abra a Cuba”, se viene potenciando el
entramado de relaciones con las naciones
y con organismos internacionales...
Desde que tomó el poder Raúl Castro,
esta apertura ha tomado notable impulso.
Es evidente la importancia de establecer
un vínculo mayor con todos los países y
con todas las entidades internacionales y
regionales. Por otra parte hay que desta-
car la sabiduría política y buena voluntad
de líderes de otras naciones que corres-
ponden a esta apertura de nuestro gobier-
no. Con el poderoso vecino del Norte si-
guen los conflictos. Es verdad que Estados
Unidos ha manifestado la disposición de
mejorar las relaciones con Cuba pero in-
curren en contradicciones enormes.
IGLESIA-GOBIERNO,
NUEVAS RELACIONES
Quiero destacar hoy el cambio entre el
Gobierno y la Iglesia desde los primeros
años de revolución. Quedan lejos aquellos
EL MUNDO, LA VIDA, LA IGLESIA
En Cuba,
crece
la esperanza (I)
En Cuba,
crece
la esperanza (I)
Revista Pasionario/137
días tristes que recordaba hace unos me-
ses el obispo emérito de Pinar del Río,
José Siro González, en la homilía de sus
Bodas de Oro Sacerdotales: «...He cruza-
do el desierto y el Mar Rojo, acompa-
ñado de hombres y mujeres que vie-
ron de pronto cambiar sus vidas pe-
reciendo algunos enla cárcel o en el
paredón de fusilamiento: buscando
otros un exilio involuntario que se
convierte en destierro: otros per-
diendo sus bienes y con ellos su ho-
rizonte; muchos abandonando la fe
de sus padres o, peor aún, cambián-
dola por un puesto en el tren de los
triunfantes: y tantos mareados y en-
cerrados por las nuevas estructuras
aceptando impasible los vuelcos de
una realidad desconcertante y deses-
peranzadora...” Quedan lejos tantas si-
tuaciones parecidas que tanto afectaron a
la Iglesia.
Cuando se proclamó la condición socia-
lista de la Revolución y su adhesión a la
Unión Soviética se apoderó de los católi-
cos cubanos el temor de que pudiera pro-
ducirse el aislamiento de nuestra Iglesia
como sucedió en los países de Europa
Oriental. Perder la comunicación con el
Papa y las relaciones tradicionales con
otras Iglesias tan cercanas a nosotros,
como España, América Latina, Estados
Unidos y Canadá, hubiera sido doloroso.
Pero fue providencial, –casi sorprenden-
te–, que no se rompieran las relaciones
con la Santa Sede. El Cardenal de La Ha-
bana, Jaime Ortega, ha reconocido la di-
ferencia en una conferencia pronunciada
el año pasado en Alemania: “...Pronto nos
dimos cuenta en Cuba que si muchas de
las medidas que se aplicaban a la Iglesia
en nuestro país tenían el mismo sabor y
color del estalinismo que pervivía aún en
los países de Europa del Este y en la mis-
ma Unión Soviética, las situaciones no
llegaban generalmente a ser una enverga-
dura tan trágica como las que aquejaban
a los países satélites de Moscú”.
“GRACIAS SEAN DADAS A DIOS...”
Y el mismo añade: “Podemos dar gra-
cias a Dios por haber mantenido siempre
la Iglesia en Cuba esa relación con la
Santa Sede Apostólica que posibilitó vivir
la catolicidad y mantener la libertad para
nombrar a sus obispos sin ningún reto
gubernamental, sin que hubiera nunca
rupturas en la comunión esencial entre el
sucesor de Pedro y los Obispos, como ha
ocurrido en China”.
Es verdad que hubo grandes dificulta-
des para la Iglesia en relación con el go-
bierno, si bien la comunidad eclesial no se
vio aislada de la Iglesia universal por el
buen hacer de la Santa Sede y del Papa,
ya que no se rompieron las relaciones con
el Vaticano. La Nunciatura Apostólica lle-
gó a ser en estos tiempos el único puente
de comunicación entre la Iglesia en Cuba
y el Poder Civil. Ciertamente, aunque no
se rompió no fue fácil la comunicación
eclesial y mucho menos amplia.
✒ P. Carlos Elizalde
Misionero en Cuba
Mesa familiar en La Habana.
El acto tuvo lugar el sábado, 20 de fe-brero. En el patio interior del Colegio
San Gabriel de Alcalá de Henares, en los
jardines de Educación Primaria, reclina-
da sobre un abeto gigante, el equipo de
Pastoral había colocado una cruz sencilla
de madera. Los niños llenaron los brazos
de esa cruz de pequeños trozos de papel
en los que primero habían escrito un pro-
pósito o una sencilla oración.
Fueron llegando poco a poco los papás
de los niños. Se unieron enseguida a la
procesión que se detendría, apenas inicia-
da, ante las estatuas de san Pablo de la
Cruz y de san Gabriel de la Dolorosa que
adornan el jardín. Nadie hablaba. Rezá-
bamos todos. Los curas, delante de la
imagen de nuestro Fundador musitába-
mos interiormente: “Oh Dios, que para
anunciar la palabra de la Cruz, inflamas-
te de ardiente celo al sacerdote San Pablo
de la Cruz, nuestro Padre…”
Y al poner los ojos en el joven de Asís,
pedíamos con fe: “Oh Dios, que imprimis-
te tan profundamente en el corazón de
San Gabriel de la Dolorosa las penas de
Cristo tu Hijo y los dolores de la Virgen
Madre…”
La Cruz cubría la cabeza de quienes la
llevaban en procesión camino de la capi-
lla de Colegio. Después, y antes de entrar
en el templo, sería levantada en alto para
que los ojos de todos se clavaran en ella:
“Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos
porque con tu Santa Cruz redimiste al
mundo”.
Nos acercamos todos y besamos la
Cruz.
Hacia las diez y media de la noche nos
juntábamos otra vez para vivir intensa-
mente una vigilia de oración. Uno de los
alumnos mayores lo contaba así: “La aco-
gida fue enorme por parte de padres y
alumnos. Y el ambiente, de absoluto reco-
gimiento. Los que tuvimos el honor de
preparar aquella función pudimos sentir-
nos orgullosos.
La gente, es verdad, contribuyó con su
asistencia, pero también y sobre todo, con
su disposición interior. Me atrevo a decir
que en aquellos momentos de oración to-
dos los sentimos más cerca de Dios. So-
mos muy jóvenes, pero, así y todo, me pa-
rece que logramos crear un clima de me-
ditación”.
Un recorrido
con la Cruz
a cuestas
OTRA JUVENTUD
Revista Pasionario/138
Revista Pasionario/139
da del Papa a Madrid, no podemos disi-
mular nuestra tristeza al dejarla en bra-
zos otros compañeros, novicios pasionis-
tas de Daimiel que se la llevan a Ciudad
Real.
Y es que esa Cruz nos ha dado muchas
alegrías y ha hecho que brotaran en
nuestra alma los mejores deseos. Sobre
todo desde que los sacerdotes de aquí nos
explicaron cómo precisamente la Cruz es
la mayor prueba de amor que Dios siente
por el hombre.
Tampoco yo sabría explicarlo. Pero algo
adivino cuando levanto los ojos al crucifi-
jo y, como me han explicado, esa sangre,
esas heridas, esas llagas y esa muerte de
Dios son sencillamente una prueba, es-
tremecedora por cierto, del cariño que Él
siente por el hombre. Y me pa-
rece que sobran las palabras”.
✒ Alberto Busto
albertobusto2@gmail.com
También es cierto que en la celebración
de este Itinerario de la Cruz no se encon-
traban solos los jóvenes de Alcalá. Habí-
an llegado compañeros de Santander, Bil-
bao, Valencia, Valladolid y Ciudad Real.
Tres de ellos, novicios pasionistas.
Al día siguiente comenzábamos la jor-
nada del domingo con la misma ilusión y
con idéntico entusiasmo. Presidía la Eu-
caristía el padre Provincial, José María
Sáez, acompañado en el altar de varios
sacerdotes, hijos todos de San Pablo de la
Cruz.
Me permito destacar entre ellos la fi-
gura del padre Juan Manuel Benito, infa-
tigable apóstol de la juventud en el Cole-
gio, que consagra su vida al apostolado de
la promoción vocacional. Él había adorna-
do con anterioridad el hall de entrada con
invitaciones a seguir más de cerca de a
Jesús.
Había llenado la pared de crucifijos,
precisamente cuando en muchos Colegios
y lugares públicos han decidido retirarlos
de la circulación. Aquí, no. Aquí la figura
de un Dios que sufre y muere por noso-
tros tiene la mejor acogida. ¡Y tan felices!
Uno de los jóvenes asistentes a este en-
cuentro comentaba después: “Ya ha em-
pezado en nuestro Colegio el Itinerario de
la Cruz. Y aunque ésta nos la devuelvan
el próximo año, coincidiendo con la veni-
Revista Pasionario/140
En la sierra de Chilla, un ramal de lacordillera occidental de los Andes, en
la provincia del volcán Cotopaxi, y en la
colina de Yugsiloma está el caserío de
Cuicuno. Aquí es donde se sitúa el mila-
gro del Señor del Árbol que llega hasta
nosotros desde el siglo XVII.
¿Leyenda o realidad?
Antaño, Yugsiloma no era sino un olvi-
dado pajonal peinado y despeinado por el
viento helado que llega desde el volcán
Cotopaxi, de 5.897 metros de altitud. A
tal soledad, cuenta la leyenda, llegó el in-
dio Domingo, antiguo guasicama, con su
mujer Feliciana y dos hijos aún niños. De-
cidieron quedarse en aquel despoblado y
compraron a un español llamado Rovayo,
dueño de las tierras, un lote de terreno
por el valor de dos pesos y medio, el aho-
rro de toda su vida. Domingo levantó su
choza, sembró algunos árboles para tem-
blar el viento y cuidó un pequeño rebaño
de ovejas. De los árboles plantados solo
arraigó un quíshuar molle, un árbol de la
zona andina.
Árbol quíshuar molle
El árbol desarrolló un poderoso tronco,
fuertes ramas y una fonda tupida en
poco tiempo, lo cual fue motivo de admi-
ración. Un mal día, Domingo notó que se
le había perdido una oveja y culpó al ár-
bol. “Aquí se han de esconder malos espí-
ritus”, dijo muy enfadado y fue en busca
del hacha. Desgajó la primer rama y al
hacerlo pudo ver conclaridad el milagro
perfectamente tallado en el tronco, Cris-
to Crucificado lo miraba. Sus brazos eran
las dos ramas del árbol aún ilesas, llenas
de hojas. Domingo, corriendo, llamó a Fe-
liciana y a los niños, tiró el hacha y de
rodillas, con los suyos, adoraron al Señor
del Árbol.
¿Nacido o hechizo?
Al poco tiempo, frente a la increíble
imagen, llegó la discusión de si era “naci-
do o hechizo”. El Obispo de aquel lugar,
Monseñor Alfonso Sarzosa explicó que el
pueblo creía firmemente que era “naci-
da”, que no intervino mano humana en
su talla, y lo comparaba al poncho del in-
dio Juan Diego que quedó reflejada la
imagen de Nuestra Señora de Guadalu-
pe. L os que se opusieron al caso, recuer-
dan que el propio Domingo recibió en la
mañana del día del milagro a un “desco-
nocido” con quien no habló por sospechar
que se trataba del ladrón de su oveja. Y
en lugar de ir en su busca fue a por el ha-
cha y atacar al árbol; cuando lo buscaron
el desconocido había desaparecido. Según
los que creen que la imagen es “hechiza”,
o sea obra de mano humana, suponen que
ese desconocido fue el escultor que al ter-
minar su talla fue en busca del indio Do-
mingo para mostrársela. En estos térmi-
EL SEÑOR DEL ÁRBOL
Las procesiones con acerbo popular
son notorias en la fiesta del Señor del Árbol.
POR LOS CAMINOS DEL MUNDO
Revista Pasionario/141
lejanía. A alguien que le consuele y se
acuerde de él”.
Milagros
No es posible relatar todos los milagros
del Señor del Árbol de Cuicuno. Ha pro-
ducido el arrepentimiento de muchas per-
sonas, ha curado la infidelidad de mari-
dos y mujeres, ha vuelto al hogar a mu-
chos hijos pródigos, ha devuelto la fe a in-
crédulos, ha dado fin a sequías, ha cura-
do enfermos, ha salvado a muchos de la
miseria, ha encontrado a animales perdi-
dos, ha ayudado a trabajadores humildes
a escapar de las garras de los usureros...
y su devoción llega hoy a muchos pueblos
de Ecuador, como Pomasqui y a otros de
países latinoamericanos. Su fiesta se ce-
lebra en los días 13 y 14 de diciembre y
su santuario pertenece al Obispado y a
los descendientes de la Familia Rovayo.
¡Señor del Árbol, ruega por nosotros!
✒ José Fernández del Cacho
nos queda la cuestión, pero se hace notar
que el pretendido escultor desapareció y
nunca más volvió, y que los escultores no
trabajan tallando árboles vivos, su mate-
ria siempre es madera seca.
Descripción de la imagen
He aquí la descripción que hace Mon-
señor Sarzosa del Señor del Árbol: “Como
protegido por la cavidad del tronco está
tallado el cuerpo del Señor. Sus brazos se
extienden hacia las dos ramas en longi-
tud desproporcionada. Tiene su cabeza er-
guida, sus labios entreabiertos, sus ojos
opacados de infinita tristeza. Sus pies es-
tán juntos, uno sobre otro. Todo su cuerpo
está plagado de llagas. Sus rodillas, hom-
bros y tobillos presentan muchas heridas.
Su rostro y cuerpo surcados por sangre.
Su rostro amoratado, renegrido, sus cabe-
llos mesados y humedecidos por la sangre
que la corona de espinas arranca de su
cabeza. La expresión de su rostro es de
angustia y sus ojos buscan a alguien en la
En Ecuador son varios
los Santuarios
con el Señor del Árbol 
como titular,
ésta es la fachada principal
del Santuario
de Pomasqui (Quito).
Revista Pasionario/142
Beca a Santa Gema Galgani
(En memoria del Padre Leandro G. Monge, Pasionista)
Agradecen y piden Favores a Santa Gema
Descansan para siempre en el Señor
Angela Padorno (Madrid) 20 €
Milagros Urizarna (Burgos) 20 €
Flor Urizarna (Burgos) 20 €
Mercedes Martín Jiménez (Madrid) 37 €
Eutimia Muñoz Martín (Barcelona) 12 €
Catalina Castro Sánchez (Granada) 13 €
Francisca Fite (Madrid) 20 €
Una devota (Madrid) 20 €
Devotas (La Torre de Esteban, Toledo) 15 €
Ana Carrillo Iglesias (Madrid) 10 €
Gema Rosillo Gimenez (Gandia, Valencia) 03 €
Carmen Canet Moran (Gandia, Valencia) 05 €
Rosario Gema Juan Nogueroles (Gandia, Valencia) 22 €
Consuelo Catala Escriva (Fuente Encarroz, Valencia) 25 €
Una devotas (Zamora) 20 €
Emiliana Cavero Benito (Zamora) 26,50 €
María San Gregorio Sánchez (Madrid) 20 €
Ana Mari Fernández Redondo (León) 10 €
María Carmen Provencio (Encinas, Segovia) 24 €
Gema Lorenzo (Valladolid) 75 €
Una devotas (Monovar, Alicante) 18 €
Sra. Vda. Gali (Andorra) 38 €
Marcel Marfany (Andorra) 38 €
Pepita Boronat de Cátala (Xábia, Alicante) 50 €
María Guerrero Alvarez (Badajoz) 03 €
Natividad Maqueda Lozano (Badajoz) 04 €
Rosario Alvarez Borrell (Badajoz) 03 €
Gema Rosillo Gimenez (Gandia, Valencia) 03 €
Carmen Canet Moran (Gandia, Valencia) 05 €
Rosario Gema Juan Nogueroles (Gandia, Valencia) 22 €
Consuelo Catala Escriva (Fuente Encarroz, Valencia) 25 €
Carmen Arandilla (Aranda del Duero, Burgos) 20 €
C.G. () 80 €
Julian Charrada Torres () 10 €
Isabel Arenas Cabezas (Toledo) 04 €
Paulina y Arsenio (Madrid) 10 €
Luisa Muñoz Oñoro (Guadalajara) 30 €
Esta Beca se destina a la formación de jóvenes aspirantes al sacerdocio y a la vida pasionista, en España y
América. Colaboradores y amigos de nuestras Misiones, ¡muchas gracias!
Carlota Carrasco Guirao (Murcia), María Lourdes Garde Varona (Burgos), Teresa Ay-
llon Calzado (Bolaños, C. Real),
Cuantos agradecen y piden favores a Santa Gema, si desean
salir en esta página, deben dirigirse a REVISTA PASIONARIO,
C/ Leizarán, 24. 28002. Madrid.
Julián Muelas (Torrelobaton, Valladolid), Gloria Moran LLopis (Almoines, Valencia),
Carmen Caballos Vélez (Sevilla), Juan Cano Aguilar (Guadalajara), Antonio Be-
landino Cano (Madrid), Antonia Jurado Hidalgo (Córdoba), Lauren Sancho (Za-
ragoza), Nieves Gómez Martínez (Alicante), María Delgado Bachiller (Madrid),
Carmen Ortuño Ortuño (Finestrat), Manuela Jiménez Real (Jaén), Angelines de
las Heras (El Espinar, Segovia), Gloria Morant (Gandia, Valencia), Carmen Tello
Bay (Guadasuar, Valencia), Alejandro Tortosa Boj (Monovar, Alicante), Moisés Ba-
quero Bolaño (Badajoz), Tomasa López Martín (Madrid), Angelita Garcia Valero
(Ibi, Alicante).
Por su eterno descanso celebramos la Santa Misa
en el Santuario el último sábado de mes a las seis de la tarde.
JESÚS, MAESTRO Y SEÑOR, TODAVÍA EN EL SUELO, TORTURADO,
CRUCIFICADO, PERO CON LA MIRADA YA EN EL CIELO,
RESUCITADOR Y RESUCITADO
“Confesaremos, por tanto, intrépidamente, hermanos, y declaremos bien a las
claras que Cristo fue crucificado por nosotros: hagámoslo no con miedo, sino con
júbilo, no con vergüenza, sino con orgullo”.
El apóstol Pablo, que cayó en la cuenta de esta misterio, lo proclamó como título
de gloria. Y, siendo así que podía reclamar muchos aspectos grandiosos y divinos de
Cristo, no dijo que se gloriaba de estas maravillas –que hubiese creado el mundo
como Dios que era, se hallaba junto al Padre, y que hubiese imperado sobre el
mundo, cuando era hombre como nosotros– sino que dijo: “Dios me libre de gloriarme
si no es en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo”.
(San Agustín)
SAN	PABLO	DE	LA	CRUZ
CARTAS
(A	sus	religiosos	pasionistas)
Más	de	mil	páginas.
Excelente	presentación.
(20	euros).
226	Santuarios	Marianos
de	España
P.	Eutiquio	López	Sanz,	C.P.
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Leizarán,	24	-	28002	MADRID	-	Tels.:	91	563	54	07	/	91	563	50	68

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