Vista previa del material en texto
Comunidad Pasionista • Santuario de Santa Gema Abril 2010 - Nº 956 - Año XCIII - 28002 Madrid Revista PASIONARIO Edita: PASIONISTAS - Madrid Director: MIGUEL GONZÁLEZ, C. P. Administrador: MIGUEL MATILLA, C. P. Promotor: VICENTE FERNÁNDEZ, C. P. Dirección, Redacción y Administración: Leizarán, 24 y Bidasoa, 11 28002 Madrid Teléfs.: 915 635 407 - 915 635 068 Fax: 915 635 431 E-Mail: elpasionario@gmail.com Web: www.sangabriel.net Horario de oficina: De 10 a 13 y de 17 a 20 horas. Colaboran: ALBERTO BUSTO EUTIQUIO LÓPEZ J. L. QUINTERO PABLO GARCÍA ANTONIO SAN JUAN JULIA MERODIO JUAN PEDRO ALCARAZ MORENO JUAN CARLOS PRIETO Fotógrafo Artístico: CLISOS SUSCRIPCIONES ORDINARIA .......... 13 € EUROPA ................ 20 € DE APOYO ............ 20 € BIENHECHOR ...... 25 € AMÉRICA .............. 30 $ MODO DE PAGO ADELANTADO: – Por Giro Postal a Revista Pasionario. – Por Domiciliación Bancaria. – Por Transferencia Bancaria a Revista Pasionario: BANCO POPULAR ESPAÑOL ENTIDAD OFICINA D.C. Nº DE CUENTA 0075 1331 23 0600027186 – Por Talón o cheque nominal a Revista Pasionario. Agradecemos su colaboración. Depósito Legal: SA Nº 1 - 1978 Imprime: GRÁFICAS DEHON PP. Reparadores - Tel. 916 751 536 Preimpresión: Francisco Antón Abril 2010 - AÑO XCIII - N.º 956 Punto de Vista Mi carta de amor a Chile Miguel González, C.P. La Gloria del Crucificado Engendrado en su muerte obediente y filial José Luis Quintero Sánchez, C.P. En Tierra Santa, los lugares más sagrados Aniceto Rey Familia y Vida La familia necesita resucitar Julia Merodio Palabra y Vida Aleluya por Jesús Resucitado Antonio San Juan Santa Gema en Semana Santa Rincón Familiar Santuario de Santa Gema Año Sacerdotal El Santo Cura de Ars y el P. Germán de S. Estanislao Sor Cati de la Trinidad, C.P. Beatificación del Cardenal Newman P. Ottaviano D’Egidio, C.P. Conocer a Jesucristo, su Palabra y su Mensaje La Cruz Peregrina y el Icono de María La santidad es Amor Madre María Magdalena de Jesús Sacramentado, religiosa pasionista de Clausura (1888-1960) José Luis Q. 2010, Año Santo Jacobeo Santiago, Apóstol y testigo Aniceto Rey María junto a Jesús en el Calvario P. Eutiquio López, C.P. La Palabra del Papa La sabiduría de los pobres El mundo, la vida, la Iglesia En Cuba, crece la esperanza (I) P. Carlos Elizalde Otra Juventud Un recorrido con la Cruz a cuestas Alberto Busto Por los caminos del mundo El Señor del Árbol José Fernández del Cacho Revista Pasionario/111 Chile, país entrañable, país cercano,país hermano, siempre en la memo- ria y en el corazón siempre: desde Es- paña, mi sincera condolencia, y una lá- grima mía, para fundirse en tus mares de lágrimas, a raíz del terremoto que ha desfigurado tu rostro, tu piel y tus entrañas, el 27 de febrero. Mi lágrima, que quiere ser también abrazo fuerte y prolongado, y oración ferviente al Cris- to de la Vida, nunca al Cristo de la Muerte. Yo sé bien, Chile ahora dolorido y en- sangrentado, que eres un país acostum- brado al dolor y a la tragedia, pero un país noble, esforzado y generoso, que sabe convertir el dolor en fuente de energía de cara a un mañana mejor, desde tu capacidad de resistencia, y, me atrevo a decir, desde la convicción cre- yente, y cristiana, que ha alumbrado siempre tu historia. Sé también que, entre tus hijos, tam- poco han faltado reproches al Dios Bue- no por no haber asentado suficiente y de- finitivamente, desde el principio, y hasta hoy, los cimientos de tu tierra larga y es- trecha. Pero son los menos. A ellos tam- bién quiero invitarlos a, desde mi lejanía y mi pequeñez, a reparar en el cúmulo de bondades que el Eterno ha sembrado en ti, y que tu himno nacional no cesa de proclamar, cantando: La cordillera impo- nente, los campos sembrados de frutos y de flores, los ríos que los fecundan, y, por sobre todo, tus gentes, que te pueblan, te cultivan y te adoran, y que por ti, Chile, la misma vida darían. PUNTO DE VISTA Mi carta de amor a Chile Solamente esto quería decirte hoy, cuando tu duelo y tu llanto aún perdu- ran. Con mi pequeña palabra de con- dolencia, mi invitación, también pe- queña, a la esperanza. Y mi grito, lan- zado al cielo, para que un te- rremoto así jamás vuelva a removerse en tus entrañas, y para que tú, Chile, prosigas siempre, con mucho esfuerzo, pero sin desalientos, por ca- minos de progreso y bienan- danza. Con todo mi cariño, ✒ Miguel González, C.P. Revista Pasionario/112 ción como Hijo en plenitud, asumiendo su humanidad y a toda la humanidad. Su misión se realiza en un proceso de fi- lialización; se hace Hijo en la historia, haciéndonos a su vez hijos. Este proceso vital es obra de Dios en Él. Jesús se constituye Salvador al realizarse en su persona la salvación; es decir, en esa co- munión con el Padre que con anteriori- dad a su muerte no era plena en todos sus aspectos. La salvación no se realiza a través de unos actos externos a su persona, como saldo de una deuda ante la justicia ofendida de Dios, sino que se realiza en sí mismo. Aunque Hijo, ya en íntima comunión con el Padre, podía Je- sús entrar aún en más intensa comu- nión con Él, como podía igualmente in- tensificarse su conciencia hasta una su- prema incandescencia a través de la muerte, por la que la comunión con el Padre vendría ya a ser plena y absolu- ta. Su existencia histórica fue toma de conciencia de la misión que el Padre le encomendaba, así como de los medios con que realizarla. Dicha conciencia me- siánica era inseparable de su conciencia filial y en ella venía implicada, ya que su misión era vivir como Hijo de Dios para salvación de todos, hasta la pleni- tud del misterio filial en su muerte glo- rificadora. La eterna bienaventuranza de Jesús es ser el Engendrado por el Pa- dre y saberse tal. Lo vivido en su ser ra- dical toma la forma de irse haciendo conciencia en su humanidad. En el lenguaje bíblico, la obediencia implica y expresa una total receptivi- dad. Es la específica “virtud filial”: Se hizo obediente hasta la muerte. Con su infinito asentimiento a la paternidad de Dios, Jesús se hace oración, la oración de la humanidad. Resucitándolo, Dios lo es- cucha en sí mismo y por la humani- dad: “por nosotros murió y resucitó” (2ª Cort 5,15). La muerte de Jesús fue así una liturgia de comunión. La última ENGENDRADO EN SU MUERTE OBEDIENTE Y FILIAL LA GLORIA DEL CRUCIFICADO A los ojos de la fe, la muerte de Jesús es engendramiento, nacimiento en pleni- tud obrado por Dios Padre. Él lo engen- dra en el acto obediente de su morir. La gloria del Crucificado es desvelación de este nacimiento. Un verso de Miguel de Unamuno en su obra El Cristo de Veláz- quez nos puede dar la clave: “Es tu muerte parto” y el libro de los Hechos de los apóstoles lo señala como nueva ges- tación: “Os anunciamos la Buena Nueva, Dios… ha resucitado a Jesús, según lo escrito en el salmo segundo: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy” (Hc 13,32-33). LA OBEDIENCIA COMO CAMINO DE FILIACIÓN La existencia de Jesús es el proceso obediencial e histórico de su constitu- Revista Pasionario/113 oración según Lucas fue un acto de filial abandono en las manos del Padre: Pa- dre, a tus manos encomiendo mi espíritu (cf. Lc 23,56). Tal es, según el evangelis- ta, el sentido de la muerte de Jesús. LA MUERTE, MISTERIO FILIAL El Padre engendra al Hijo en la muerte. Es una muerte “gloriosa” que realiza un “nacimiento glorioso”. En la muerte, Jesús se deja despojar, “obediente hasta la muer- te, y muerte de cruz” (Filp 2,8), entregán- dose al que lo engendra. En adelante, ya no vive sino para aquel que lo resucita. En la resurrección se revela el sentido de la muerte y su gran alcance. Por llevar en sí el principio de infinita acogida, pudo morir Jesús de muerte inmensa: Era el Hijo eterno y engendrado hasta en su misma muerte humana. La resurrección no anula la obediencia hasta la muerte, ni el don de si con que Jesús se une a su Padre que es amor, sino que lo plenifica. ¿Qué aconteció en la muerte de Jesús? Nadie fue testigo para contarlo. En el Calvario,los es- pectadores presenciaban el dra- ma desde fuera, ante un velo tras el cual se estaba todo reali- zando. Vieron a un hombre que moría; luego, a un hombre muer- to. Solamente el Padre fue testi- go de la muerte del Hijo. Pero nos ha revelado el misterio resu- citándolo: “en la muerte, Jesús nació divinamente” (Durwell). Pero no era el Padre un sim- ple testigo; fue también el pri- mer actor. Al decir que “no per- donó a su propio Hijo” (Rm 8,32; Gen 22,16), evoca San Pablo a Abraham, dispuesto a sacrificar a Isaac. Fue Judas “el que lo en- tregó”; lo entregaron los sumos sacerdotes y los jefes del pueblo; lo entregó Pilatos. También el Padre “lo entregó por todos noso- tros” (Rm 8,32). Jesús se recono- cía “entregado” por el Padre: “ Esto es mi cuerpo entregado por voso- tros”. El verbo, en pasiva, atribuye a Dios esta acción, “tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su propio Hijo” (Jn 3,16). Pero Dios lo entrego de otra manera. Ellos para matarlo y arrojarlo fuera de Israel y fuera de la historia. Él para engendrarlo y entronizarlo en el co- razón de todo lo existente. Pedro distin- gue así los papeles: “Vosotros lo matas- teis, pero Dios lo ha resucitado”. Dios no impidió que los hombres lo mataran; pero esa muerte no la quiso Él como la quisieron ellos. Como Padre, quiso en- gendrar a Jesús “en” la muerte. Dios no condena a la muerte, sino que salva al Hijo “en” la muerte. La muerte del Hijo en obediencia, es decir, en receptividad, es el acto de abrir en sí un espacio ilimitado para acoger la plenitud de la divinidad. En la muerte y en la resurrección coinci- den dos infinitos. Jesús se deja despo- jar “obediente hasta la muerte, y muer- Revista Pasionario/114 te de Cruz” (Filp 2,8), pero en- tregándose al que lo engen- dra. El trance doloroso de este engendramiento tiene su origen en el abrirse de esta humanidad a la infinitud de Dios, ajustarse a su santidad y acoger en sí toda la huma- nidad pecadora para englo- barla en su santidad. Él que aprendió “a través de los su- frimientos la obediencia ha sido convertido en causa de salvación para todos” (cf. Hb 5,8-9). Por llevar en sí el prin- cipio de infinita acogida, pudo morir Jesús de muerte inmen- sa: era el Hijo eterno y engen- drado hasta en su misma muerte humana. En ese ins- tante es asumido con todo su ser hu- mano en la ilimitada receptividad de la filiación divina. El Padre ejerce lo que él realiza en el misterio trinitario: en- gendra al Hijo, concediéndole el dejar- se engendrar infinitamente. El despojo del Hijo –la kénosis de que habla Pablo (Flp 2,6)– hasta en la muerte es el punto final de la generación del Hijo en el mundo. Lo mataron los verdugos; pero su muerte en infinita filialidad y su morir hacia el Padre es el supremo don otorgado por el Padre al Hijo en- gendrándolo en el mundo. La resurrec- ción no anula la obediencia hasta la muerte, ni el don de sí con que Jesús se une a su Padre, que es amor. La encar- nación es total al final del descenso de su condición humana, es decir, en la muerte. El Hijo no abandona esa pro- fundidad de su encarnación en la que le engendra el Padre en su humanidad. “El misterio pascual es trinitario. El Hijo se abre al Padre, se deja engen- drar. El Padre, de quien todo procede, se le da al morir como muere, lo en- gendra en la muerte. El único Espíritu de Dios es a la vez el de la paternidad y el de la filiación, el poder de la muer- te y de la resurrección” (Durwell). La muerte de Jesús es un hecho his- tórico que está desbordando plenitud di- vina; el eterno hoy de la generación del Hijo y el tiempo de este mundo ahí es donde se encuentran. La unidad de muerte y resurrección, teológicamente cierta, no deberá negarse por el solo he- cho de resultar problemática para la ra- zón. Porque insondable es el misterio por el que el Padre da un morir a Jesús por entero hacia él, engendrándolo en la plenitud del Espíritu Santo. ENGENDRADO EN LA CRUZ La gloria del Crucificado se hace des- velación de la acción del Dios que en- gendra. Su morir fue un acto de obe- diencia en tanto que aceptación doloro- sa y gozosa de la filiación que el Padre le ofrecía y en Él a toda la humanidad. En su morir hacia el Padre, Jesús asu- me y purifica lo que en su morir había de violencia impuesta. Su amor solida- rio y su perdón transformó la violencia sufrida en vida ofrecida, tras acoger del Padre el don de su filiación. ✒ José Luis Quintero Sánchez, C.P. Revista Pasionario/115 No he conocido un solo cris- tiano que, visitando los lugares santos, la tierra de Jesús, no se haya sentido impactado. Con frecuencia, hasta las lágrimas. Se llaman “lugares santos” aquellos lugares en los que Cristo vivió y, sobre todo, murió y resucitó. Son lugares santos, porque fueron santificados por la presencia, la sangre derra- mada, y el misterio que en ellos tuvo lugar. Ahora, en la “Gran Semana”, señalamos algunos, solamente: – Cenáculo-Jueves Santo. Aquí, Jesús, el Maestro Único, instituyó la Eucaristía, y pronunció palabras so- bre el amor, cual nadie las pronun- ció jamás (repasarlas en el evange- lio de Juan, capítulos 13 al 18). – Montículo Calvario. Viernes Santo. Llegada de Jesús a su meta. Aquí, su muerte, generadora de vida para todos. Y también pa- labras, pocas pero definitivas. En- En Tierra Santa, los lugares más sagrados tre otras, “Padre perdónalos”, pala- bra-súplica dirigida al Dios Padre. “Mujer, ahí tienes a tu Hijo, Juan, ahí tiene a tu Madre”, dirigida a María. “Hoy mismo estarás conmi- go en el paraíso”, a un ladrón arrepentido. – Y finalmente, el sepulcro, allí mismo. Y luego, la Resurrección. Y palabras de ángeles: “¡Resucitó, Vive, ya no está aquí, en el sepulcro.” Que los días de la Gran Semana, los lu- gares Sacros, y las pa- labras inolvidables, mantengan nuestro es- píritu en tensión, que- dándonos en vela, en reflexión profunda, a la escucha de aquellas palabras, y a la espera de la Luz Nueva de la Pascua. ✒ Aniceto Rey Peregrinos con la Cruz, como Jesús, por las mismas calles de Jerusalén. La Última Cena de Jesús, misterio de amor y de total entrega. Revista Pasionario/116 Estamos en Pascua de Resurrección, punto clave, donde se apoya la grandeza de nuestra vida y nuestra fe. Cuando Jesús resucita, el sentir de la vida cambia. La alegría y el gozo se funden en una unidad, el miedo desaparece, la fe se afianza y el amor florece en los corazo- nes que han sido capaces de creer en Él. Es lo mismo que necesita la familia de hoy: RESUCITAR para CREER. Resucitar a la novedad: • De resurgir. • De recuperar la confianza. • De dejar a un lado el desasosiego que paraliza. • De romper el cerco que nos protege y salir al encuentro de los otros para sentir al unísono con ellos. Resucitar supone volver a la vida ple- na de relación. “Esperar a la orilla”, como Jesús esperó a los suyos “con las brasas encendidas y el pescado asado para al- morzar…” porque, si no somos capaces de “esperarnos”, de salir al encuentro de los otros, de encender las brasas y brindarles nuestro alimento… estaremos empeque- ñeciendo nuestro Sacramento, olvidando que, en los otros también habita Dios. LA FAMILIA NECESITA RESUCITAR FAMILIA Y VIDA Por eso es necesario hacer un nuevo in- tento, mirar de frente, abrir los brazos para poder abrazar, tender las manos para acoger y fortificar el corazón. Sa- biendo que para ello se necesita: – Mucha valentía. – Y mucho desprendimiento. VIVIR COMO RESUCITADOS No es fácil dejar lo que me gusta y em- prender una vida en común; pero necesi- to tener en cuenta que vivir la resurrec- ción es aceptar un reto; y eso, no siempre es fácil de llevar a cabo, pues como digo, supone: voluntad y renuncia. • Vivir de manera resucitada, no es acoger a los otros manteniendo la distancia “por lo que pueda pasar” y dejándolos en el umbral de la puerta por precaución, sino abrirles mi inte- rior para que entren a tomar pose- sión y se queden vivir en él. • Vivir de manera resucitada, no con- siste en dar a los que viven conmigo, lo justo, para que no les faltelo ne- cesario para subsistir, sino en darles el calor de mi ofrecimiento desinte- resado. • Vivir de manera resucitada, es ver- dadero cuando nos acoge- mos, no sólo porque tene- mos necesidad de estar unos al lado de otros, sino porque tenemos necesidad de vivir juntos y amarnos siempre. Entonces sí. Entonces se harán realidad, los signos de resurrección en nuestra vida. Y lo notaremos: • En la alegría de estar juntos. • De comunicarnos. • De gozarnos en nues- tro interior. Vivir en familia la alegría de ser hijos de Dios, resucitados también. Revista Pasionario/117 • Y de sentir esa presencia de los que viven a nuestro lado. Esta manera de vivir, es la única capaz de hacernos acoger “el misterio” de los de- más, con un corazón renovado y sincero, nacido de haber vuelto a la luz de la Re- surrección. ¡VOLVED A ECHAR LAS REDES! Todos sabemos que echar las redes de nuevo, cuando no se ha pescado nada, cuesta demasiado y es más cómodo seguir como estábamos. Por eso, cuando observamos nuestra vida, comprobamos con pena, que nuestra red sigue vacía. Es verdad que estábamos dispuestos a echarla de nuevo, pero re- quería demasiado esfuerzo y no fuimos capaces de hacerlo. Pero hoy, queremos escuchar a Jesús y echarlas, no sólo una vez, sino todas las que sea necesario. También nos hemos dado cuenta de to- das esas veces que al levantar los ojos, allá lejos, sólo vimos a un desconocido. ¡Cuántas cosas han de suceder, para vivir como perfectos desconocidos! Pero, a pesar de todo, no hemos dejado de luchar por nuestra relación, por nues- tra familia… y, aquí estamos echando de nuevo las redes. Mirando, con deteni- miento al “desconocido” Y viendo que, poco a poco, su figura empieza a tomar forma. Fijamos la mira- da en él. Vemos que nos espera. “Las bra- sas están encendidas, la comida a punto y el pan caliente” ¡Ven, comamos juntos! Siempre existe un momento en el que te cuesta dar el primer paso, pero notas que el corazón te late con más fuerza, de forma distinta a la habitual; intuyes que, el cora- zón, no engaña y corres a su encuentro. Todos, vosotros y vuestros hijos, estáis dispuestos a celebrar esa gracia tan espe- cial. Por eso habéis roto barreras y os ha- béis acercado. Es un momento único: • Comunicaros vuestra alegría. • Recorrer el camino, de vuelta, juntos. • Vivir como personas nuevas. • Deciros, el unos a otros: ¡no tengas miedo! Siempre te protegeré. • Mostraros, sin desconfianza, las he- ridas causantes de vuestro distan- ciamiento. • Y curadlas con el ungüento de la co- municación, la acogida y el perdón. ✒ Julia Merodio jmatance@hotmail.com La familia, como la naturaleza, proclaman la resurrección, la vida. Revista Pasionario/118 ban con las puertas cerradas por miedo a los judíos”. Como nosotros que nos mori- mos de miedo, estando el Señor en medio. Vuelve El para llenar de vida a su comu- nidad, y Tomás no estaba allí. Como no- sotros, empeñados tantas veces en vivir al margen de la comunidad. Pero la Bue- na Noticia es que Jesús vuelve para sacar a los suyos al mundo y confiarles su pro- pia misión. Cuando le abran las puertas, serán para todos los testigos de esa vida nueva que tanta paz nos da. ¿El primer milagro del Resucitado? Sacar del cená- culo a sus discípulos como portadores de su Paz. Paz a vosotros, es el saludo del que ha ven- cido la muerte… el regalo de su presencia… la mi- sión de vivir pacificados y ser pacificadores. Vivir te- merosos sería señal de que no estamos seguros de que él vive para noso- tros. El testigo de Jesús no puede ser un apóstol apocado. Si vive en nues- tro corazón y contamos con su Espíritu, ¿cómo no sentirnos reconciliados y reconciliadores? Jesús nos deja el perdón y la paz al transmitirnos su mismo alien- to, para vivir de su mismo Espíritu. ¡Di- chosos si nos fiamos de él sin haberle vis- to! Dom. III de Pascua - 18/4/010 En la mesa del Resucitado (Jn 21,1-19) También a los apóstoles les cuesta cre- er en Cristo resucitado. También ellos ne- cesitan de la amorosa paciencia del Ma- estro, para confiar en su nueva forma de vivir. Tendrá que volver El, una y otra vez, a compartir la mesa con ellos. Los apóstoles vuelven a la pesca, y vuelve Je- sús a hacerse presente en sus afanes y fa- Domingo de Pascua – 4/4/010 Pascua es la plenitud (Jn 20,1-9) ¡Pascua¡ Plenitud del que nos ama has- ta entregarse en la cruz. Pascua=Paso. Pasa Jesús de la muerte a la vida, y no- sotros pasamos con él. Este es el día más grande que hizo el Señor. ¡Aleluya! Hoy, al amanecer, tenemos que ir al sepulcro vacío con María Magdalena, y correr con ella a decírselo a Pedro y Juan. Y volver con los tres: mirar con el amor del após- tol Juan, y creer con él que el Señor ha resucitado, y que la vida nueva que los hombres podemos vivir brota de esa fuente. Este evangelio nos relata el inicio de la fe cristiana: cómo Pedro, Juan y María Magdalena se convierten en creyentes en Jesús. Ella, llevada de su mucho amor, es la primera en hacer con ellos el camino de la fe en Jesús Resuci- tado. El discípulo amado, con el mismo amor, al ver las vendas por el suelo, cree y ayuda a creer a los demás. En estos primeros albores de la vida cristiana, podemos constatar que el amor es la primera condición para creer: que el Señor resucitado sólo se deja en- contrar por aquellos que lo buscan con amor. Vamos a hacer ese camino con el apóstol Pedro que, en su triple compromi- so de amor, recibirá el encargo de Jesús de sostener en la fe a sus hermanos. ¡Cristo ha resucitado! Que sea enhora- buena. II domingo de Pascua - 11/4/010 Pacificados y pacificadores (Jn 20,19-31) Esta es nuestra propia historia. Jesús ha resucitado, pero “los discípulos esta- Aleluya por Jesús Resucitado PALABRA Y VIDA Dichosos si nos fiamos de él sin haberle visto Revista Pasionario/119 enas. De nuevo, “aquella noche, no cogie- ron nada”, hasta que llega el Resucitado, y la pesca es tan grande que apenas si pueden sacar la barca a la orilla. En la abundancia del don estaba el Señor. Pro- clamando que estaba llegando la ahora de la Iglesia, para decir con toda la vida que vivía el Señor de la vida. Y otra vez será el discípulo amado el primero en descubrir la desmesura del amor: Dios es amor, el Señor es todo don. Ya lo sabemos: donde derrochamos vida y amor, allí se cuela y se hace presente nuestro Dios. Qué bueno si, a la luz de esta Pascua, tú y yo hacemos como Pedro: “echarnos al agua, al oír que es el Señor”… que Jesús está con nosotros y para nosotros. Si, cada domingo, descubrimos que el que in- vita a comer juntos es el Señor. En la mesa de su Eucaristía es donde mejor sa- bremos que VIVE el Señor y nos hace vi- vir a su manera. IV Dom. de Pascua – 23/4/010 “Conocer y dar la vida” (Jn 10,27-30) Son palabras, de plenitud y de vida que tiene para nosotros hoy el Señor: “Yo co- nozco a mis ovejas y les doy la vida”. La fi- gura del Buen Pastor les queda más cer- cana a los que viven en el campo. Yo nun- ca olvidaré a aquel pastor bueno que ha- bía en casa y que, un día de fuerte tor- menta de verano, hubo que buscarlo junto a las ovejas que, lejos, lo estaban pasando fatal. Las conocía una a una y las quería de verdad. Un recuerdo y una imagen del Buen Pastor, que conoce a sus ovejas, con- vive y vive para ellas y que, por el amor que les tiene, escuchan su voz y le siguen. Más aún. Jesús llega a perder por ellas la vida, para estar seguro de no perderlas nunca. Tanto nos quiere, que necesita cui- darnos para que el Padre nos cuide como le cuida a él. Cuánta vida y cuanto gozo tienen hoy para nosotros sus palabras. Aunque sus oyentes no se creían que es- tuviera dispuesto a llegar a tanto. Pero Jesús no sólo está dispuesto a dar la vida por los suyos, sino que quiere mantenerse siempre a su lado -que es el nuestro-, para vivir en intimidad con ellos. Qué suerte: que él nos conozca y nos dé la vida; escu- char su voz y seguirle. Merece la pena fiarnos del Buen Pas- tor y convivir con él. ✒ Antonio San Juan Yo conozco a mis ovejas y les doy la vida. RevistaPasionario/120 Santa Gema, vivió siempre la Se- mana Santa en verdad y de corazón. “Sin vacaciones”. Cabe, por otra par- te, afirmar que todo el año era para ella “semana de dolor y de compa- sión”. porque la figura del Cristo pa- ciente, que sufre y muere en la cruz, jamás se apartaba de sus días y de su corazón. A la Pasión de Cristo, unía siempre Gema sus propios padeceres, siempre intensos. Gema, como Jesús, con quien quiso vivir siempre configu- rada, sufría por el pecado de los hom- bres y mujeres de su tiempo, derramó sangre por ello, llevó impresas en su carne las llagas de Jesús. Gema nos invita hoy a ofrendar al Cristo del Getsemaní y del Calvario, la propia vida, con sus más y con sus menos, los pequeños contratiempos y las mayores dificultades. No siempre, al acudir a los santua- rios de Gema, uno recibe la respuesta que tal vez esperaba. Pero una cosa es cierta; el Buen Dios, siempre aco- ge, y escucha siempre, aunque de ma- nera tal vez diferente. Ya lo dijo, por otra parte, Pablo, el gran Apóstol: “Si sufrimos con Él, también con Él y como Él, resucitaremos a una vida nueva y perdurable”. ¡Feliz Semana Santa! ¡Feliz Pascua de Resurrección! SANTA GEMA EN SEMANA SANTA Revista Pasionario/121 Sta. Gema, que se venera en la Iglesia de San Isidro de Gáldar, Gran Canaria. ■ Intervención providencial “Mi niete- cita, nació con cardiopatía grave. A los cinco días de nacer, hubo de ser operada de urgen- cia. Todo muy bien, pero quedando pendiente una segunda operación, por demás complica- da, según los médicos, que debería realizarse a los ocho o nueve meses. Nuestra preocupa- ción era muy grande. Yo recé con mucha con- fianza a Santa Gema. Lo cierto que la opera- ción, luego de ocho horas de quirófano, fue todo un éxito. Ahora, la niña tiene ya 20 me- ses, y está preciosa, y con mucha vitalidad. ¡Gracias, Santa Gema! Lucía C. Portillo, Badalona ■ ■ Gratitud sincera “Santa Gema, te doy las gracias porque me ayudaste a superar un infarto. Intercede ante el Señor por mí, por mi familia, y ayúdanos para seguir fielmente el camino que Él nos ha señalado. ¡Gracias! Una amiga de Matapozuelos, Valladolid ■ ■ Santa Gema gracias a tu intercesión, estoy segura, superé mi enfermedad bipolar terrible. Te lo pedí con mucha fe, y me escu- chaste. Eternamente agradecida. Carmen, Madrid ■ ■ Gran amiga de Santa Gema “El día siete de enero fallecía en Carballino, Orense, Doña Mercedes González Pinal. Fue una de las primeras suscriptoras de nuestra revista en Carballino, gran difusora de la misma, y gran amiga de santa Gema y difusora tam- bién de su devoción. Su recuerdo y su testi- monio perdura vivo en cuantos la conocimos y apreciábamos mucho” Milagros Sieiro, Corresponsal en Carballino ■ SANTUARIO DE SANTA GEMA RINCÓN FAMILIAR ¿Tiene usted algo de interés que comunicar- nos acerca de Santa Gema? Por ejemplo, cultos en su pueblo o parroquia, fotos, etc. Háganoslo llegar y lo publicaremos en su “Revista Pasionario”. Gracias Revista Pasionario/122 XÄ ftÇàÉ VâÜt wx TÜá ç xÄ cA ZxÜÅöÇ wx fA XáàtÇ|áÄtÉ XÄ ftÇàÉ VâÜt wx TÜá ç xÄ cA ZxÜÅöÇ wx fA XáàtÇ|áÄtÉ año 1900 y fue su director espiritual hasta el 11 de abril de 1903, fecha en que murió la san- ta. Seis años después, el 11 de diciembre de 1909, murió el P. Germán. Fue enterrado en Roma –en los Stos. Juan y Pablo– pero en 1948 sus restos fueron trasladados a Luca, donde reposan junto a los de Sta. Gema Galbani. A continuación transcribo parte de una car- ta que él escribió a Gema el 7-II-1900: Gema, hija en Jesús: Poco tengo que contestar a tu larga carta. Tú amas a Jesús, ¿verdad? Tú le amas mucho, mu- cho, ¿no es así? Entonces, ¿qué temes, de qué du- das, por qué te preocupas? ¿No sabrá Él hacer de padre, de esposo, de todo? ¿Qué importa lo Los sacerdotes han recibido sacramental- mente el don para enseñarnos, santificarnos y guiarnos. Son maestros, padres y pastores del pueblo de Dios. El Arzobispo secretario de la Congregación para el Clero, Mons. Mauro Piacenza, dice cómo “la paternidad sacerdotal se muestra, también, mediante la paternidad espiritual de tantos confesores, que, sin ruido y con fideli- dad, guían la conciencia de cada uno hacia la voluntad de Dios”. Ejemplo claro de ello lo te- nemos en el P. Germán, pasionista, gran confe- sor y director espiritual. Con su palabra ilumi- nada, su oración y su vida santa, influyó pode- rosamente en el alma de Gema Galgani guián- dola sabiamente por el camino de la santidad. XÄ cA ZxÜÅöÇ í W|ÜxvàÉÜ xáÑ|Ü|àâtÄ wx fàtA ZxÅt í Nació el 17 de enero de 1850 en Roma. Des- de su infancia fue un enamorado de Jesús eu- carístico. Se cuenta que, un día, cuando tenía 5 años, estando en Misa, comenzó a decir: “¡El Niño Jesús, el Niño Jesús!”. Su madre le pre- guntó: “¿dónde le ves?”. Y él le contestó: “Se lo acaba de comer el cura”. A los 15 años entró en el Convento de la Scala Santa (Roma) de los Pasionistas. Tuvo como maestro de novicios al Beato Bernardo M.ª Silvestrelli. Además de un gran sacerdote pasionista te- nía conocimiento de muchas ciencias huma- nas, como la arqueología. Bajo su dirección se hicieron excavaciones en los Stos. Juan y Pablo y se descubrió que, la Basílica, estaba levanta- da sobre la casa de estos dos santos mártires. El P. Germán conoció a Gema Galgani en el AÑO SACERDOTAL “No es el pecador el que vuelve a Dios para pedirle perdón, sino Dios mismo quien va tras el pecador y lo hace volver a él”. “Este buen Salvador está tan lleno de amor que nos busca por todas partes” (Sto. Cura de Ars). Revista Pasionario/123 que te ocurra a ti o a tu alrededor, si gozas o su- fres, si ves claro u oscuro? Tú eres de Jesús, tú vi- ves de Él, en Él y con Él. Nada te podrá faltar. Por tanto, si quieres mi consejo, abandona alma y cuerpo en sus manos, sin pensar ni un ápice en ti ni en cuanto te afecte, ni en el pasado ni en el futuro. Sobre todo, humíllate mucho, sin salir ja- más de tu nada. Mientras estemos en el abismo de nuestra nada, el enemigo no nos podrá enga- ñar de ningún modo. Como flor de esta hermosa virtud quisiera que hicieras cada día una visita de humildad a Jesús Sacramentado, para ro- garle que te haga conocer bien tu nada, llorar tus pecados (...). Ofrece a Jesús tus pobres sufri- mientos por tus pecados (...). Yo ruego por ti y prometo ayudarte si eres fiel a mis pobres con- sejos. Ama mucho, mucho a Jesús, hija; (...). En- comiéndate a Dios. Te bendigo. ¡Viva Jesús! XÄ fàÉA VâÜt wx TÜá Cuando el Sto. Cura inició su ministerio en Ars, la gente no acudía a sus sermones, cate- quesis ni a Misa. Él mismo decía “soy un sem- brador que siembra entre piedras». Fue un ami- go suyo quien le ayudó a tener esperanza con- tra toda esperanza y seguir sembrando pacien- temente entre sus feligreses la Palabra del Se- ñor. Le dijo: “Usted, Señor Cura, es hijo de la- bradores. Su padre tiene un viña y usted mismo ha trabajado en ella. Sabe, pues, que hay que afanarse todo el año. Y, sin embargo, cuando llega el otoño muchas veces se ve que se ha tra- bajado en vano. Pero el viñador no se desanima. Espera al año siguiente, que quizá no será me- jor. Pero, por fin, el cielo bendice su trabajo y le recompensa centuplicadamente. También para usted llegará el día en que recogerá su cosecha”. Sabemos que esto se cumplió sobradamen- te, tanto que, una noche, el Cura de Ars, escu- chó que Satanás le decía: “¡Vianney! ¡Vianney! ¡Comedor de trufas...! ¡Ah, mucho me haces sufrir! ¡si hubiera tres hombres como tú en la tierra, mi reino sería destruido!”. ✒ Sor Cati de la Trinidad, C.P. Oviedo bÜtv|™Ç wxÄ t©É ftvxÜwÉàtÄ (Pronunciada por el Sto. Padre Benedicto el 19-VI-2009) Señor Jesús, Tú has querido dar a la Igle- sia, en S. Juan M.ª Vianney, una imagen viva y personal de caridad pastoral, haz que, en su compañía y ayudados por su ejemplo, vivamos plenamente este Año Sa- cerdotal. Haz que, como él, podamos com- prender, delante de tu Eucaristía, tu Pala- bra diaria que nos instruye, el tierno amor con que acoges a los pecadores arrepentidosy lo consolador que es abandonarse a tu Ma- dre Inmaculada. Haz, Señor, que por intercesión del Santo Cura de Ars, las familias cristianas lleguen a ser “pequeñas Iglesias” en las que las vo- caciones y los distintos carismas del Espíri- tu sean acogidos y valorizados. Concédenos, Señor, poder repetir, con el mismo ardor del santo cura, las palabras que él solía dirigirte: Te amo, mi Dios, y mi solo deseo es amarte hasta el último respiro de mi vida. Te amo, oh Dios infinitamente amable, y prefiero morir amándote antes que vivir un solo instante sin amarte. Te amo, Señor, y la única gracia que te pido es aquella de amarte eternamente. Dios mío, si mi lengua no pudiera decir que te amo en cada instante, quiero que mi corazón te lo repita tantas veces cuantas res- piro. Te amor, oh mi Dios Salvador, porque has sido crucificado por mí y me tienes aquí crucificado por Ti, Dios mío, dame la gracia de morir amándote y sabido que te amo. Amén. Queridos Hermanos, Durante el presente año 2010, proba- blemente en el mes de septiembre, será declarado beato el gran Cardenal Juan Enrique Newman. Se trata de un even- to que alegra a toda la Iglesia, más allá de los confines de nuestra Congrega- ción. Newman, pastor e ilustre teólogo anglicano, profesor en Oxford, entró en la Iglesia Católica en 1845, mediante el Beato Domingo Barberi y también como católico desarrolló un muy activo apostolado en diversos campos. La pro- fundidad de su pensamiento no se com- prendió inmediatamente, pero él estaba seguro de su rectitud y consciente de la validez de cuanto enseñaba. Él mismo preveía que tras su muerte sería más valorado. Y, en efecto, su fama ha creci- do cada vez más y muchos se inspiran hoy en día en él. Nuestra Congregación tuvo mucho que ver con su conversión. Newman quedó impresionado antes que nada por la oración de San Pablo de la Cruz por Inglaterra. No podía explicarse hu- manamente esta inspiración y creía que había algo de sobrenatural en ello. Sabía que Pablo había previsto que sus hijos llegarían a Inglaterra. La amis- tad con Jorge Spencer, que después se- ría el P. Ignacio de San Pablo, incansa- ble en la promoción de una cruzada de oración por Inglaterra, favoreció aún más su cercanía concreta a la Iglesia de Roma. Pero fue, ciertamente, el Beato Do- mingo el que más le impresionó por su santidad, por la certeza de haber recibi- do la misión de evangelizar Inglaterra, por la fidelidad a esta misión y por el enorme amor que profesó siempre hacia los anglicanos. La Carta a los profesores de Oxford, escrita por el mismo Beato, es un documento de estima, afecto, y to- tal dedicación, hasta llegar a desear el martirio en favor de Inglaterra. New- man quedó muy impresionado al cono- cer este trabajo. Domingo, que fue probablemente el primero que usó la expresión hermanos separados para indicar a los cristianos no católicos, compartía con Newman un gran respeto hacia las otras iglesias, que les hacía evitar el desprecio, la hostilidad y la difamación que, por desgracia, esta- BEATIFICACIÓN DEL CARDENAL NEWMAN Revista Pasionario/124 Cardenal Newman. El Cardenal Newman, el gran convertido inglés, Cardenal de la Iglesia Católica, será beatificado, probablemente, en Londres, en septiembre. Ante ese anuncio gozoso, el Padre Ottaviano D’Egidio, Superior General de los Pasionistas, ha diri- gido a toda la “Familia Pasionista” la siguiente carta: Revista Pasionario/125 ban tan difundidas entre los cristianos de las diver- sas denominaciones has- ta, se puede decir, el Con- cilio Vaticano II. En este sentido, los dos son pre- cursores del Movimiento Ecuménico y promotores de un escumenismo fun- dado de manera primor- dial en la estima, al escu- cha y la simpatía hacia el otro. Cor ad cor loquitur, era el lema episcopal de Newman. Y Domingo es- taba lleno de amor hacia los hermanos separados. El Consejo General de- sea que en esta ocasión se recuerde la gran impor- tancia que tuvo la activi- dad de Domingo Barberi, de Ignacio Spencer y de otros pasionistas en aquella que Newman mismo llamó Second Spring, una nueva prima- vera para el cristianismo inglés. Ha sido constitui- da una comisión, con los religiosos Adol- fo Lippi (PRAES), Fernando Taccone (PIET), Giuseppe Comparelli (DOL) y Benedict Lodge (IOS) y la colaboración del postulador general, P. Giovanni Zu- biani, para programar publicaciones, en- cuentros y profundizaciones. Han sido contactadas algunas casas editoriales para la publicación de la Carta a los pro- fesores de Oxford y de otras obras im- portantes del Beato. Se está programan- do un seminario de estudios con el apor- te de especialistas en los estudios new- manianos. Asimismo, serán publicados diversos artículos en revistas y periódi- cos nuestros y de otros. Esta es la ocasión para volver a im- pulsar la promoción de una figura tan importante para la historia de la Con- gregación y de la Iglesia misma como esta del Beato Domingo Barberi, cuya grandeza, como santo, como apóstol y como pensador merece ciertamente ser valorada mucho más de lo que lo ha sido hasta ahora. Que San Pablo de la Cruz, nuestro Padre, nos bendiga y que el Beato Do- mingo nos acompañe. ✒ P. Ottaviano D’Egidio, C.P. Superior General Roma, 2 de Febrero de 2010 Fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo Domingo Barberi. Revista Pasionario/126 La Cruz de Jesús, la Cruz de los jóve- nes, con el Icono de la Virgen bendecidos en su día por el Papa Juan Pablo II, sigue pe- regrinando por España, hasta alcanzar su “Cal- vario”, su meta, en agos- to 2011, cuando el En- cuentro Mundial de Jóve- nes, en Madrid. La Cruz, ha venido pe- regrinando por diversas Diócesis de España; en Ma- drid, los primeros meses de este año. El día 31 de marzo, tras solemne y multitudina- ria despedida, dejó la Capital hacia otros derroteros, santos y santificadores, de otras Dió- cesis. Los jóvenes pasionistas espa- ñoles, por su parte, han organi- zado también la peregrinación de “su Cruz”, por los diversos co- legios y comunidades de España. La convocatoria y el desarrollo de las respectivas “Jornadas de Cruz”, con el mejor resultado. En el Colegio Pasionista San Ga- briel de la Dolorosa, de Alcalá de Henares, la “Cruz Alzada”, que ha navegado, y seguirá navegando por ciudades y campos de Castilla, y más allá, ha despertado verdadero entu- siasmo, de fe compartida. Siempre con la colaboración eficaz de la Directiva, padres, profesores y alumnos del Cole- gio. La foto, recoge, como en síntesis, algo de lo que fue la Jornada del “jornada de la Cruz”, en Alcalá de Henares. CONOCER A JESUCRISTO. SU PALABRA Y SU MENSAJE ¡Adelante, con la Cruz¡Adelante, con la Cruz LA CRUZ PEREGRINA Y EL ICONO DE MARÍA Revista Pasionario/127 ¡Adelante jóvenes! uz del 2011, y con vuestras cruces, hasta la meta! ¡Hasta el SÍ incondicional a Cristo! ¡Al Cristo de la Cruz! ¡Adelante jóvenes! uz del 2011, y con vuestras cruces, hasta la meta! ¡Hasta el SÍ incondicional a Cristo! ¡Al Cristo de la Cruz! Revista Pasionario/128 CELEBRACIÓN DE LOS 50 AÑOS DE SU MUERTE El día 2 de febrero de 2010 se cumplían los 50 años de su muer- te, día del nuevo y definitivo na- cimiento para los creyentes. La comunidad religiosa, fundada por la Madre Magdalena, celebró este acontecimiento con una Eu- caristía presidida por Mons. An- tonio María Rouco Varela; el día anterior se había acercado para felicitar y orar con la comunidad. Todo un gesto de Padre y Pastor hacia esta comunidad contempla- tiva que con su vida oculta y en- tregada, en oración y silencio, son expresión de la dimensión orante de la existencia cristiana. En la homilía de la celebración eucarística resaltó los rasgos de la vida de la Madre Magdalena. Su nombre, Magdalena de Jesús Sacramentado y su vocación pasionista están íntimamente unidos: El Señor Cru- cificado, contemplado en la oración, se ofrece y se dona en la celebración euca- rística. Es el único Señor, Ofrecido y Con- templado, el que llena la vida de todo cristiano y del alma contemplativa, sien-do ésta reflejo y expresión de la oración constante y agradecida de la Iglesia a su Señor, muerto por amor y resucitado para nuestra salvación. UN BREVE PERFIL BIOGRÁFICO DE LA MADRE MAGDALENA María Josefina Teresa Marcucci nació muy cerca de Luca, patria de Santa Gema, el 24 de abril de 1888. Educada en una familia cristiana y dócil a la llamada de Dios ingresa en el Monasterio de las Religiosas Pasionistas de Luca el 10 de Junio de 1906; allí tiene como directores espirituales a Mons. Volpi y al P. Germán, que lo habían sido de Santa Gema Galga- ni. En 1913 junto con otras religiosas via- ja a Méjico para fundar allí un nuevo mo- nasterio de Religiosas contemplativas. No fue posible aquella fundación, y desde Méjico viaja a España en 1916. En 1919 se funda el Monasterio de las Religiosas Pasionistas de Deusto. En aquel Monas- terio, en 1922 conoce al P. Juan González Arintero, op. que será su director espiri- tual y el que abra para ella un nuevo ca- La santidad es Amor Madre María Magdalena de Jesús Sacramentado, religiosa pasionista de Clausura (1888-1960) La santidad es Amor Madre María Magdalena de Jesús Sacramentado, religiosa pasionista de Clausura (1888-1960) El Sr. Cardenal de Madrid preside la Eucaristía de los 50 años de la muerte de Madre Magdalena. Revista Pasionario/129 mino de apostolado: escritora en la revis- ta La Vida Sobrenatural, con el seudóni- mo de “J. Pastor”. De nuevo en el año 1935 volverá a la Comunidad de Luca con el servicio de Superiora. En 1941 retorna a España y funda el Monasterio de las Religiosas Pasionistas en Madrid. El 10 de Febrero de 1960 fallece en este mo- nasterio. Iniciado en 1989 la fase diocesa- na de su Proceso de Beatificación y Cano- nización, fue concluido el 5 de Noviembre de 1991. En la actualidad está en Roma. EL CENTRO DE SU VIDA Madre Magdalena es sobre todo una re- ligiosa pasionista de Clausura. De este don vocacional brota su ser y su incansa- ble actividad. Su vida contemplativa, sus viajes y sus escritos fluyen del don in- menso que recibe y de su correspondencia generosa. Escribe en su diario: “que yo sea un incansable apóstol de tu amor, un carbón encendido que pega fuego en to- das partes. Esta es la gracia que te pido, hacerte amar, en vida, en muerte y des- pués de muerta”. El silencio y la ofrenda de la propia vida por la Iglesia y la hu- manidad, la disposición a participar en la amorosa pasión de Jesucristo define la vida contemplativa y especialmente la pasionista. MADRE MAGDALENA, ESCRITORA El encuentro providencial con el P. Juan González Arintero en 1922 abre un nuevo horizonte de apostolado en su vida. Él le ofrece escribir en la naciente revis- ta La Vida Sobrenatural. Lo hará con el seudónimo “J. Pastor”. Sus artículos ex- presan la intensa vida espiritual, desve- lando su propio camino e invitando a tan- tos a la santidad que ella define, con ver- dad y sencillez, como amor. Así se expresa en algunas de sus cola- boraciones: – “¡La muerte de un Dios!; he aquí el misterio más grande del amor. ¡Un Dios muerto por el hombre!, misterio de los misterios que formará el gozo eterno de los bienaventurados en la GLoria. Si entendiéramos esto, sin necesidad de otras consideraciones, pues ninguna tiene tanta fuerza como ésta, deberíamos ponernos al trabajo de nuestra santificación como impelidos por la fuerza de tan- to amor. No se puede hacer más que dar la vida por los que se ama: “Na- die tiene mayor amor que éste de dar uno la vida por sus amigos” (Jn 15,13) (cf. Todo lo puede el amor, de la obra la Santidad es amor, pág. 33). – “Quiere asociarnos a Él en grande obra de la redención... quiere que nuestra tristeza se convierta en gozo; que nuestras llagas resplan- dezcan un día como las suyas glorio- sas... Acerquémonos a Él, porque está especialmente cerca de aquel que se acuerda de su Pasión y de su muerte... ¡Hemos quedado heridos! Nuestro corazón, nuestra mente irá a Ti con frecuencia. Tus palabras Sagrario de la capilla de M. Magdalena. Sagrario de la capilla de M. Magdalena. Revista Pasionario/130 ‘Acuérdate de mí’ las tengo grabadas en la mente y en el corazón. Correré a socorrerte con mi amor y con el tuyo esperando me llames al marti- rio de amor y de sangre y poder de- cir: ‘Amor por amor, vida por vida’ ”. – “La santidad es amor. El más tierno, el más delicado, y al mismo tiempo es más cierto y seguro, porque el amor tiende siempre a la semejanza. El alma que ha penetrado el inefable misterio de amor que encierra la santidad, ya no tiene que hacer grandes esfuerzos para conseguirla. El amor mismo la conduce... El se- creto de la santidad es el amor... ¡Se- ñor, enseñamos el Amor! Pero si to- davía no somos capaces de penetrar en las profundidades de la divina ca- ridad, en el abismo sin fondo que en- cierra la Pasión y muerte de Jesús, esperemos con ardor esa hora, pues allí tendremos que llegar si quere- mos alcanzar la perfección. El Calva- rio es y siempre ha sido la cima de toda santidad, y en lo más alto del amor es donde únicamente se podrá decir cómo Jesús ‘todo está cumplido’ de nuestro amor por Él... No tema- mos. Amemos, procuremos avivar de continuo este fuego divino en nues- tros corazones. El amor nos dará fuerza y valor... El amor me llevará donde yo solo con mis fuerzas no puedo. Con Teresa de Lisieux diré: Sea el amor el ascensor que suba a las almas pequeñas al Calvario” (la santidad es amor). La celebración del cincuenta aniversa- rio de su muerte ha sido una ocasión para convertir en noticia su vida y la de las hermanas pasionistas de clausura que en el silencio de su vida orante y oculta son sabia y sentido para el mundo, testigos agradecidos del amor deslum- brante de Dios. ✒ José Luis Q. Sepulcro de Madre Magdalena. Revista Pasionario/131 ar la vida, toda la vida, por amor, ese es el testimonio preclaro de nuestro Apóstol Santiago. La vida es el don supremo que Dios nos ha reglado. Un don, no para de- rrochar, sino para dar más vida. Quien ama, no tergiversa, no juzga, no miente, se entrega. Quien ama, vive siempre actitud positi- va, de entrega. Hasta dar la vida, sin mas, amando y sirviendo. SANTIAGO, EL APÓSTOL, actuó así, porque aprendió a amar en la escuela del Único Maestro, Jesús. Santiago, confirmó su amor al Señor y a los hermanos, derra- mando su sangre por amor. A lo largo de toda su vida, fue testigo, dio testimonio. Dice el Libro de los Hechos, “El Rey Hero- des, hizo pasar a cuchillo a Santiago, her- mano de Juan” (Hechos 12,2). Santiago, nunca buscó ser estimado ni alabado, ni aplaudido. Su madre, había pe- dido para él y su hermano Juan un puesto privilegiado. Pero lo que le tocó en suerte fue beber el cáliz del Señor”. Santiago aprendió la lección del saber vivir y morir, en la escuela del Único Ma- estro, Jesús (Jn L, 38-39). De manera es- pecial también cuando fue testigo de la Transfiguración del Señor (Luc 9, 28-36). Santiago, sólo buscó amar y servir, sin miedo a la cruz, sin miedo al desprecio. Santiago, no sólo aprendió sino que tam- bién vivió y sembró las enseñanzas del Maestro. Una venerable tradición afirma que, evangelizando en España, cansado, decep- cionado, dejó la tierra de Galicia... Ya en Zaragoza, y con lágrimas en los ojos, mira- ba al cielo. De manera sorprendente, una mujer, diferente, se le acerca y le dirige la palabra: “¿Hacia dónde te encaminas, San- tiago? Su respuesta, “mira, aquí no hay que hacer, estoy cansado, decepcionado”. La mujer, era María, la “Virgen del Pilar”, quien le responde, “bien, levántate y sigue, que yo iré a Galicia”. Según la tradición, Santiago la reconoce, y le contesta: “No, María, yo volveré allí, y allí me quedaré para siempre”. Quizá Santiago recordó la otra escena, cuando las bodas de Caná, la intervención allí de María y su indicación a los sirvien- tes, “haced lo que Él os diga” (Jn 2,5). Desde entonces, y luego de otras idas y venidas, Santiago se quedó en Galicia para siempre. Y allí sigue acogiendo peregrinos, secando lágrimas. Santiago los anima en su “Camino”, en su peregrinaciónhacia Compostela. Y ya allí, en “O monte do Gozo”, los peregrinos, ilusionados por haber alcanzado su meta, clavan ya la mirada en las torres del tem- plo-catedral, y saborean la alegría del en- cuentro, y seguramente rezan: “Gracias, Señor Santiago, por haberme conducido hasta aquí, hasta tu sepulcro. Me siento abismado ante tantas maravi- llas. De ahora en adelante, me propongo seguir con mayor fidelidad a tu Hijo, mi Maestro, la Palabra hecha Carne, Y me propongo anunciar tu evangelio, como Santiago, hasta dar la vida, y te diré como Pablo, “¡Hay de mi si no anuncio tu evan- gelio!”. Que toda mi vida sea, como fue la tuya, Apóstol Santiago, amor y testimo- nio”. Amén. ✒ Aniceto Rey W 2010, AÑO SANTO JACOBEO SANTIAGO, APÓSTOL Y TESTIGOSANTIAGO, APÓSTOL Y TESTIGO también perdona y nos recibe a todos como a hijos. Ve que uno de los ladrones le pide que se acuerde de él, cuando se encuentre en su reino, y oye que Jesús le dice: “En verdad, en ver- dad, te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”, Lc 23, 43, y María presien- te con dolor que a su Hijo le quedan mi- nutos contados de vida; pero antes pone sus ojos en su Madre y en el discípulo a quien tanto quería allí presente, y les dice:”Mujer, he ahí a tu hijo, y luego dijo al discípulo: He ahí a tu madre”, Jn 19, 26. Es el testamento que Jesús hace antes de morir, en favor de su Madre, dejando en sus manos y confiando a sus cuidados todo cuanto dejaba en la tierra: sus discípulos y su Iglesia. San Juan, “desde aquella hora la recibió en su casa”, Jn 19, 27, y esta es la respuesta que la Iglesia nos pide que le demos a Jesús, todos cuantos nos confesamos sus discípulos: que re- cibamos a su Madre, muy dentro de nuestro corazón, como Madre nuestra. MARÍA EN EL DESCENDIMIENTO DE JESÚS La Iglesia recuerda y celebra el Descendi- miento de Jesús en la XIII de las estaciones del Vía crucis, con este emocionante anuncio: “Jesús bajado de la Cruz y puesto en brazos de su dolorosísima Madre”. San Mateo nos presenta a José de Arimatea como único protagonista de la escena: “Llegada la tarde, vino un hombre de Arimatea, discípu- lo de Jesús. Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato entonces, ordenó que le fuese entregado. Él tomando el cuerpo, lo en- volvió en una sábana limpia y lo depositó en su propio sepulcro, nuevo del todo, que había sido cavado en la peña, y corriendo una gran piedra a la puerta del sepulcro, se fue”, Mt 27, 57-60. San Juan nos habla de Nicodemo, también discípulo oculto de Jesús quien se acercó al Cal- vario con cien libras de mezcla de mirra y áloe, y que uniéndose a José de Arimatea, le bajaron de la cruz y le amortajaron; “Tomaron pues, el cuerpo de Jesús y lo fajaron con fajas y aromas, MARÍA JUNTO A JESÚS EN EL CALVARIO Hemos contem- plado a María en Belén, embelesada y radiante, con su Hijo, el Niño Dios, en sus brazos ape- nas nacido, rebosan- te de ternura y de amor reconfortante. Hoy la vemos sobre el Calvario, transida de dolor y con la es- pada de dolor profe- tizada en aquel en- tonces, por el ancia- no Simeón, traspa- sando inmisericorde su sensible corazón. La misma iglesia reconoce la inmensidad de sus penas y en sus celebraciones litúrgicas pone en sus labios las palabras lastimosas del profeta Jeremías: “Oh, vosotros cuantos pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor seme- jante a mi dolor, al dolor con que yo soy ator- mentada”. Lam 1, 12. MARÍA, A LOS PIES DE LA CRUZ DE JESÚS El evangelista San Juan nos presenta a la Madre de Jesús con María Magdalena y la otra María, junto a la Cruz de Jesús en el Cal- vario: “Estaban junto a la Cruz de Jesús, su Madre y la hermana de su Madre, María de Cleofás y María Magdalena, en el Calvario”, Jn 19, 25. San Mateo cuenta también entre las muje- res, a “la madre de los hijos de Zebedeo”, Mt 27, 56, de la cual San Juan no hace memoria quizá por tratarse de su madre, como tampo- co nos lo dice de si mismo. María tiene sus ojos clavados en Jesús que sufre el desgarro de todo su cuerpo que se de- sangra, clavado en la Cruz y sufre en su alma el abandono de sus discípulos, la injusticia de todos los grandes del pueblo y la ingratitud y traición de Judas y de cuantos se habían sen- tido favorecidos por sus milagros. María sufre en su corazón cuanto su Hijo pa- dece en su cuerpo, y Ella misma se ofrece al Pa- dre como víctima, al igual que le ofrece al Hijo; porque más que conservar su vida y la del Hijo, quiere que todos los hombres se salven. Oye a su Hijo Jesús que le pide perdón al Padre, por quienes le están matando y Ella Revista Pasionario/132 según es costumbre sepultar entre los judíos”. Jn 19, 40. No nos dice nada, sin embargo, de sí mismo, ni de María y las mujeres que no tenemos por qué pensar que estuvieron allí sin hacer nada. Tampoco es admisible presentar en exclusi- va a Nicodemo, José de Arimatea y Juan, como los únicos implicados en el descendi- miento de Jesús y ver como simples especta- doras a María como desfallecida y sostenida por las otras dos Marías, como lo hacen algu- nos artistas nada afortunados. María, por el contrario, recibe con toda en- tereza de Madre, en sus brazos, al cuerpo muerto de su Hijo Jesús, le reclina con ternu- ra sobre sus rodillas, le riega con sus lágrimas y le abraza contra su corazón traspasado. Contempla a su Hijo muerto, y piensa en no- sotros a quienes Jesús nos ha confiado a su amor y a sus cuidados. Su muerte nos ha dado la vida y quiere que su propia Madre nos cui- de como a hijos, para que nadie de cuantos crean en El se vea privado de estar con El en el Reino del Padre para siempre. MARÍA EN LA SEPULTURA DE JESÚS El evangelista San Juan es quien nos dice que Jesús fue sepultado en aquel monte del Calvario muy cerca del lugar de la crucifixión: “Había cerca del sitio donde fue crucificado, un huerto y en el huerto un sepulcro nuevo en el cual nadie había sido enterrado. Allí, a cau- sa de la Parasceve de los judíos, por estar cer- ca del monumento, le pusieron a Jesús”, Jn. 19, 41-42. En el enterramiento de Jesús, solamente se habla de José de Arimatea y Nicodemo. De María no se nos dice nada y a María Mag- dalena y María de José se las presenta como simples espectadoras, Mt. 27, 61; Mc. 15, 47. Es muy lógico, sin embargo, pensar que fue- ron ellas, María y las otras dos mujeres, las encargadas de limpiar y embalsamar el cuer- po de Jesús y de amortajarle con las fajas, los lienzos y la sábana. Para María con la muerte de Jesús no todo ha terminado. Sabe que su Hijo antes de mo- rir nos ha confiado a cuantos íbamos a creer en El, a su amor y a sus cuidados, y Ella nos abre sus brazos de Madre fiel y cumplidora, consciente de que esta nueva misión que Je- sús le ha confiado, ha de prolongarse en favor de todos los hombres, hasta el fin de los tiempos. Y por eso, a la Vir- gen Dolorosa, la llamamos tam- bién: Madre de la Santa Espe- ranza. ✒ P. Eutiquio López, C.P. Revista Pasionario/133 Revista Pasionario/134 LA PALABRA DEL PAPA LA SABIDURÍA DE LOS POBRES (Homilía del Papa Benedicto, en la Eucaristía con los miembros de la Comisión Teológica Internacional - Roma, diciembre de 2009) Durante toda la vida pública del Señor nos en- contramos con la misma cuestión. No está al al- cance de los doctos com- prender que ese hombre indocto, galileo, pueda ser realmente el Hijo de Dios. Para ellos sigue siendo inadmisible que Dios, el grande, el único, el Dios del cielo y de la tierra, pueda estar presente en ese hombre. Lo saben todo; conocen también Isaías 53, todas las gran- des profecías, pero el mis- terio permanece oculto. Y es revelado, en cambio, a los pequeños: desde la Virgen hasta los pescado- res del Lago de Galilea. Éstos lo saben, como también lo sabe el ca- pitán romano al pie de la cruz: ése es el Hijo de Dios. DIOS, SE REVELA A LOS HUMILDES Los hechos esenciales de la vida de Jesús no pertenecen únicamente al pasado, sino que están presentes, de diferentes maneras, en todas las generaciones. Así también en nuestro tiempo, durante los últimos doscientosaños, ob- servamos el mismo fenómeno. Hay grandes doctos, grandes especialistas, grandes teólo- gos, maestros en la fe, que nos han enseñado muchas co- sas. Han penetrado en los de- talles de la Sagrada Escritu- ra, de la historia de la salva- ción, pero no han podido ver el misterio en sí, el núcleo au- téntico: que Jesús era real- mente Hijo de Dios, que el Dios trinitario entra en nues- tra historia, en un mo- mento histórico determi- nado, a través de un hom- bre como nosotros. ¡Lo esencial ha permanecido oculto! Podríamos fácil- mente citar grandes nom- bres de la historia de la teología de estos doscien- tos años de los que hemos aprendido mucho, pero a cuyos ojos del corazón no se ha abierto el misterio. TAMBIÉN HOY Por el contrario, tam- bién en nuestro tiempo hay pequeños que han co- nocido ese misterio. Pen- semos en Santa Bernardi- ta Soubirous; en Santa Teresa de Lisieux, con su nueva lectura de la Biblia «no cien- tífica», pero que penetra en el corazón de la Sagrada Escritura, y en los santos y beatos de nuestro tiempo: Santa Joséfina Bakhita, la beata Teresa de Calcuta, San Damián de Veuster. ¡Podríamos citar a tantos! Pero de todo ello surge la pregunta: ¿Por qué es así? ¿Es el cristianismo la religión de los ignorantes, de las personas sin cultura, sin formación? ¿Se extingue la fe allí donde se despierta la razón? ¿Cómo se explica esto? Quizá tengamos que re- currir una vez más a la histo- ria. Es verdad lo que Jesús dijo, lo que podemos observar en todos los siglos. Y, sin em- bargo, hay una «especie» de pequeños que son también doctos. Al pie de la cruz está la Virgen, la humilde esclava de Dios y la gran mujer por Dios iluminada. Y está tam- bién Juan, pescador del Lago de Galilea, pero se trata pre- cisamente de ese Juan al que la Iglesia llamará a justo tí- Revista Pasionario/135 tulo «el Teólogo», pues en verdad supo ver el misterio de Dios y anunciarlo, penetrando con ojos de águila en la luz inaccesible del misterio divino. Así, también el Señor, des- pués de su resurrección, en el camino de Damasco, toca el corazón de Saulo, uno de los doctos que no ven. Este mismo, en su Primera Carta a Timoteo, se define «igno- rante» en aquel tiempo, pese a sus conoci- mientos. Pero el Resucitado lo toca: se vuel- ve ciego y, al mismo tiempo, se vuelve real- mente vidente, empieza a ver. El gran docto se hace pequeño, y precisamente por eso ve esa necedad de Dios que es sabiduría, cono- cimiento mayor que toda ciencia humana. DÓCILES AL ESPÍRITU Podríamos seguir leyendo toda la historia de esta manera. Sólo una última observa- ción. Estos doctos sabios, en la Primera Lec- tura se presentan de otra manera. Ahí sofía y sínesis son dones del Espíritu Santo que residen en el Mesías, en Cristo. ¿Qué signi- fica esto? De ello se desprende que existe un doble uso de la razón y una doble forma de ser sabios o pequeños. Hay una forma de usar la razón que es autónoma, que se sitúa por encima de Dios, en toda la gama de las ciencias, empezando por las naturales, don- de se universaliza un método apto para la investigación de la materia: un método en el que Dios no entra, y por lo tanto no está. Y así sucede, por último, también en la teo- logía: se pesca en las aguas de la Sagrada Escritura con una red que permite coger sólo peces de un determinado tamaño, y lo que no se corresponde con éste no entra en la red y, por lo tanto, no puede existir. De esta for- ma, el gran misterio de Je- sús, del Hijo humanado, se reduce a un Jesús históri- co: una figura trágica, un fantasma sin carne ni hue- sos, un hombre que perma- neció en el sepulcro, se co- rrompió y murió realmen- te. El método sabe «captar» determinados peces, pero excluye el gran misterio, porque el hombre hace de sí mismo su medida: tiene esa soberbia, que al mismo tiempo es tam- bién una gran necesidad, ya que absolutiza ciertos métodos inadecuados para lo gran- de; entra dentro de ese espíritu académico que hemos visto en los escribas, quienes respondan a los Reyes Magos: No me con- cierne, permanezco enclaustrado en mi existencia, que no queda alcanzada. Es la especialización que ve todos los detalles, pero que es incapaz de ver ya la totalidad. LA GRANDEZA DE DIOS Y LA PEQUEÑEZ DEL HOMBRE Hay otra forma, sin embargo, de emplear la razón, de ser sabio: la del hombre que se reconoce a sí mismo, que reconoce su propia medida y la grandeza de Dios, abriéndose en humildad a la novedad de la acción de Dios. Y así, precisamente aceptando su pe- queñez, haciéndose pequeño como realmen- te es, alcanza la verdad. De esta manera, también la razón puede expresar todas sus posibilidades; lejos de extinguirse, se dilata, se hace mayor. Se trata de otra sofía y síne- sis, que no excluye del misterio, sino que es precisamente comunión con el Señor, en el que residen ciencia y sabiduría, con sus co- rrespondientes verdades. Queremos orar en este momento para que el Señor nos dé la humildad auténtica. Que nos conceda la gracia de ser pequeños para poder ser realmente sabios; que nos ilumine, que nos muestre su misterio de gozo en el Espíritu Santo; que nos ayude a ser teólogos auténticos que pueden anun- ciar su misterio por haber sido alcanzados por él en el hondón de su corazón, de su existencia. Amén. El Papa Benedicto, con el Padre Martín Bialas, antiguo alumno suyo, y siempre amigo. Revista Pasionario/136Revista Pasionario/136 DOS DATOS SIGNIFICATIVOS Dos visitas, importante una, sin relieve especial la otra, motivan el tema y el tí- tulo de este artículo. Me refiero a la pre- sentación de sus credenciales al Papa el nuevo Embajador de Cuba ante la Santa Sede y la visita de cortesía que hemos te- nido los Pasionistas este mes de enero de la Directora de Asuntos Religiosos. Por tercera vez en los últimos siete años ha venido a dialogar con nosotros acompaña- da de los principales miembros de su Ga- binete. Una visita más de la que realiza a Obispados, Seminarios, Congregaciones y Centros de la Iglesia. Esta segunda noticia que en España no tendría la menor importancia, en Cuba tiene gran significado. Más que el conoci- miento de nuestros problemas y dificulta- des revela signos de cambio y apertura. Entre otros asuntos, expusimos la incon- veniencia el depósito de escombro que se ha formado al costado de la iglesia, desafi- nando la belleza no sólo del templo sino de la calle que debe hacer honor a su nombre pues se llama Vista Alegre. Terminada la visita fuimos todos a ver el basurero: con- vinieron con nosotros en la urgencia de eliminarlo y prometieron solución. SIGNOS DE APERTURA Cumplan o no la promesa, lo más sig- nificativo de estas visitas es el cambio que se está obrando. Desde que en 1998 se oyeron las palabras de Juan Pablo II: “Que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba”, se viene potenciando el entramado de relaciones con las naciones y con organismos internacionales... Desde que tomó el poder Raúl Castro, esta apertura ha tomado notable impulso. Es evidente la importancia de establecer un vínculo mayor con todos los países y con todas las entidades internacionales y regionales. Por otra parte hay que desta- car la sabiduría política y buena voluntad de líderes de otras naciones que corres- ponden a esta apertura de nuestro gobier- no. Con el poderoso vecino del Norte si- guen los conflictos. Es verdad que Estados Unidos ha manifestado la disposición de mejorar las relaciones con Cuba pero in- curren en contradicciones enormes. IGLESIA-GOBIERNO, NUEVAS RELACIONES Quiero destacar hoy el cambio entre el Gobierno y la Iglesia desde los primeros años de revolución. Quedan lejos aquellos EL MUNDO, LA VIDA, LA IGLESIA En Cuba, crece la esperanza (I) En Cuba, crece la esperanza (I) Revista Pasionario/137 días tristes que recordaba hace unos me- ses el obispo emérito de Pinar del Río, José Siro González, en la homilía de sus Bodas de Oro Sacerdotales: «...He cruza- do el desierto y el Mar Rojo, acompa- ñado de hombres y mujeres que vie- ron de pronto cambiar sus vidas pe- reciendo algunos enla cárcel o en el paredón de fusilamiento: buscando otros un exilio involuntario que se convierte en destierro: otros per- diendo sus bienes y con ellos su ho- rizonte; muchos abandonando la fe de sus padres o, peor aún, cambián- dola por un puesto en el tren de los triunfantes: y tantos mareados y en- cerrados por las nuevas estructuras aceptando impasible los vuelcos de una realidad desconcertante y deses- peranzadora...” Quedan lejos tantas si- tuaciones parecidas que tanto afectaron a la Iglesia. Cuando se proclamó la condición socia- lista de la Revolución y su adhesión a la Unión Soviética se apoderó de los católi- cos cubanos el temor de que pudiera pro- ducirse el aislamiento de nuestra Iglesia como sucedió en los países de Europa Oriental. Perder la comunicación con el Papa y las relaciones tradicionales con otras Iglesias tan cercanas a nosotros, como España, América Latina, Estados Unidos y Canadá, hubiera sido doloroso. Pero fue providencial, –casi sorprenden- te–, que no se rompieran las relaciones con la Santa Sede. El Cardenal de La Ha- bana, Jaime Ortega, ha reconocido la di- ferencia en una conferencia pronunciada el año pasado en Alemania: “...Pronto nos dimos cuenta en Cuba que si muchas de las medidas que se aplicaban a la Iglesia en nuestro país tenían el mismo sabor y color del estalinismo que pervivía aún en los países de Europa del Este y en la mis- ma Unión Soviética, las situaciones no llegaban generalmente a ser una enverga- dura tan trágica como las que aquejaban a los países satélites de Moscú”. “GRACIAS SEAN DADAS A DIOS...” Y el mismo añade: “Podemos dar gra- cias a Dios por haber mantenido siempre la Iglesia en Cuba esa relación con la Santa Sede Apostólica que posibilitó vivir la catolicidad y mantener la libertad para nombrar a sus obispos sin ningún reto gubernamental, sin que hubiera nunca rupturas en la comunión esencial entre el sucesor de Pedro y los Obispos, como ha ocurrido en China”. Es verdad que hubo grandes dificulta- des para la Iglesia en relación con el go- bierno, si bien la comunidad eclesial no se vio aislada de la Iglesia universal por el buen hacer de la Santa Sede y del Papa, ya que no se rompieron las relaciones con el Vaticano. La Nunciatura Apostólica lle- gó a ser en estos tiempos el único puente de comunicación entre la Iglesia en Cuba y el Poder Civil. Ciertamente, aunque no se rompió no fue fácil la comunicación eclesial y mucho menos amplia. ✒ P. Carlos Elizalde Misionero en Cuba Mesa familiar en La Habana. El acto tuvo lugar el sábado, 20 de fe-brero. En el patio interior del Colegio San Gabriel de Alcalá de Henares, en los jardines de Educación Primaria, reclina- da sobre un abeto gigante, el equipo de Pastoral había colocado una cruz sencilla de madera. Los niños llenaron los brazos de esa cruz de pequeños trozos de papel en los que primero habían escrito un pro- pósito o una sencilla oración. Fueron llegando poco a poco los papás de los niños. Se unieron enseguida a la procesión que se detendría, apenas inicia- da, ante las estatuas de san Pablo de la Cruz y de san Gabriel de la Dolorosa que adornan el jardín. Nadie hablaba. Rezá- bamos todos. Los curas, delante de la imagen de nuestro Fundador musitába- mos interiormente: “Oh Dios, que para anunciar la palabra de la Cruz, inflamas- te de ardiente celo al sacerdote San Pablo de la Cruz, nuestro Padre…” Y al poner los ojos en el joven de Asís, pedíamos con fe: “Oh Dios, que imprimis- te tan profundamente en el corazón de San Gabriel de la Dolorosa las penas de Cristo tu Hijo y los dolores de la Virgen Madre…” La Cruz cubría la cabeza de quienes la llevaban en procesión camino de la capi- lla de Colegio. Después, y antes de entrar en el templo, sería levantada en alto para que los ojos de todos se clavaran en ella: “Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo”. Nos acercamos todos y besamos la Cruz. Hacia las diez y media de la noche nos juntábamos otra vez para vivir intensa- mente una vigilia de oración. Uno de los alumnos mayores lo contaba así: “La aco- gida fue enorme por parte de padres y alumnos. Y el ambiente, de absoluto reco- gimiento. Los que tuvimos el honor de preparar aquella función pudimos sentir- nos orgullosos. La gente, es verdad, contribuyó con su asistencia, pero también y sobre todo, con su disposición interior. Me atrevo a decir que en aquellos momentos de oración to- dos los sentimos más cerca de Dios. So- mos muy jóvenes, pero, así y todo, me pa- rece que logramos crear un clima de me- ditación”. Un recorrido con la Cruz a cuestas OTRA JUVENTUD Revista Pasionario/138 Revista Pasionario/139 da del Papa a Madrid, no podemos disi- mular nuestra tristeza al dejarla en bra- zos otros compañeros, novicios pasionis- tas de Daimiel que se la llevan a Ciudad Real. Y es que esa Cruz nos ha dado muchas alegrías y ha hecho que brotaran en nuestra alma los mejores deseos. Sobre todo desde que los sacerdotes de aquí nos explicaron cómo precisamente la Cruz es la mayor prueba de amor que Dios siente por el hombre. Tampoco yo sabría explicarlo. Pero algo adivino cuando levanto los ojos al crucifi- jo y, como me han explicado, esa sangre, esas heridas, esas llagas y esa muerte de Dios son sencillamente una prueba, es- tremecedora por cierto, del cariño que Él siente por el hombre. Y me pa- rece que sobran las palabras”. ✒ Alberto Busto albertobusto2@gmail.com También es cierto que en la celebración de este Itinerario de la Cruz no se encon- traban solos los jóvenes de Alcalá. Habí- an llegado compañeros de Santander, Bil- bao, Valencia, Valladolid y Ciudad Real. Tres de ellos, novicios pasionistas. Al día siguiente comenzábamos la jor- nada del domingo con la misma ilusión y con idéntico entusiasmo. Presidía la Eu- caristía el padre Provincial, José María Sáez, acompañado en el altar de varios sacerdotes, hijos todos de San Pablo de la Cruz. Me permito destacar entre ellos la fi- gura del padre Juan Manuel Benito, infa- tigable apóstol de la juventud en el Cole- gio, que consagra su vida al apostolado de la promoción vocacional. Él había adorna- do con anterioridad el hall de entrada con invitaciones a seguir más de cerca de a Jesús. Había llenado la pared de crucifijos, precisamente cuando en muchos Colegios y lugares públicos han decidido retirarlos de la circulación. Aquí, no. Aquí la figura de un Dios que sufre y muere por noso- tros tiene la mejor acogida. ¡Y tan felices! Uno de los jóvenes asistentes a este en- cuentro comentaba después: “Ya ha em- pezado en nuestro Colegio el Itinerario de la Cruz. Y aunque ésta nos la devuelvan el próximo año, coincidiendo con la veni- Revista Pasionario/140 En la sierra de Chilla, un ramal de lacordillera occidental de los Andes, en la provincia del volcán Cotopaxi, y en la colina de Yugsiloma está el caserío de Cuicuno. Aquí es donde se sitúa el mila- gro del Señor del Árbol que llega hasta nosotros desde el siglo XVII. ¿Leyenda o realidad? Antaño, Yugsiloma no era sino un olvi- dado pajonal peinado y despeinado por el viento helado que llega desde el volcán Cotopaxi, de 5.897 metros de altitud. A tal soledad, cuenta la leyenda, llegó el in- dio Domingo, antiguo guasicama, con su mujer Feliciana y dos hijos aún niños. De- cidieron quedarse en aquel despoblado y compraron a un español llamado Rovayo, dueño de las tierras, un lote de terreno por el valor de dos pesos y medio, el aho- rro de toda su vida. Domingo levantó su choza, sembró algunos árboles para tem- blar el viento y cuidó un pequeño rebaño de ovejas. De los árboles plantados solo arraigó un quíshuar molle, un árbol de la zona andina. Árbol quíshuar molle El árbol desarrolló un poderoso tronco, fuertes ramas y una fonda tupida en poco tiempo, lo cual fue motivo de admi- ración. Un mal día, Domingo notó que se le había perdido una oveja y culpó al ár- bol. “Aquí se han de esconder malos espí- ritus”, dijo muy enfadado y fue en busca del hacha. Desgajó la primer rama y al hacerlo pudo ver conclaridad el milagro perfectamente tallado en el tronco, Cris- to Crucificado lo miraba. Sus brazos eran las dos ramas del árbol aún ilesas, llenas de hojas. Domingo, corriendo, llamó a Fe- liciana y a los niños, tiró el hacha y de rodillas, con los suyos, adoraron al Señor del Árbol. ¿Nacido o hechizo? Al poco tiempo, frente a la increíble imagen, llegó la discusión de si era “naci- do o hechizo”. El Obispo de aquel lugar, Monseñor Alfonso Sarzosa explicó que el pueblo creía firmemente que era “naci- da”, que no intervino mano humana en su talla, y lo comparaba al poncho del in- dio Juan Diego que quedó reflejada la imagen de Nuestra Señora de Guadalu- pe. L os que se opusieron al caso, recuer- dan que el propio Domingo recibió en la mañana del día del milagro a un “desco- nocido” con quien no habló por sospechar que se trataba del ladrón de su oveja. Y en lugar de ir en su busca fue a por el ha- cha y atacar al árbol; cuando lo buscaron el desconocido había desaparecido. Según los que creen que la imagen es “hechiza”, o sea obra de mano humana, suponen que ese desconocido fue el escultor que al ter- minar su talla fue en busca del indio Do- mingo para mostrársela. En estos térmi- EL SEÑOR DEL ÁRBOL Las procesiones con acerbo popular son notorias en la fiesta del Señor del Árbol. POR LOS CAMINOS DEL MUNDO Revista Pasionario/141 lejanía. A alguien que le consuele y se acuerde de él”. Milagros No es posible relatar todos los milagros del Señor del Árbol de Cuicuno. Ha pro- ducido el arrepentimiento de muchas per- sonas, ha curado la infidelidad de mari- dos y mujeres, ha vuelto al hogar a mu- chos hijos pródigos, ha devuelto la fe a in- crédulos, ha dado fin a sequías, ha cura- do enfermos, ha salvado a muchos de la miseria, ha encontrado a animales perdi- dos, ha ayudado a trabajadores humildes a escapar de las garras de los usureros... y su devoción llega hoy a muchos pueblos de Ecuador, como Pomasqui y a otros de países latinoamericanos. Su fiesta se ce- lebra en los días 13 y 14 de diciembre y su santuario pertenece al Obispado y a los descendientes de la Familia Rovayo. ¡Señor del Árbol, ruega por nosotros! ✒ José Fernández del Cacho nos queda la cuestión, pero se hace notar que el pretendido escultor desapareció y nunca más volvió, y que los escultores no trabajan tallando árboles vivos, su mate- ria siempre es madera seca. Descripción de la imagen He aquí la descripción que hace Mon- señor Sarzosa del Señor del Árbol: “Como protegido por la cavidad del tronco está tallado el cuerpo del Señor. Sus brazos se extienden hacia las dos ramas en longi- tud desproporcionada. Tiene su cabeza er- guida, sus labios entreabiertos, sus ojos opacados de infinita tristeza. Sus pies es- tán juntos, uno sobre otro. Todo su cuerpo está plagado de llagas. Sus rodillas, hom- bros y tobillos presentan muchas heridas. Su rostro y cuerpo surcados por sangre. Su rostro amoratado, renegrido, sus cabe- llos mesados y humedecidos por la sangre que la corona de espinas arranca de su cabeza. La expresión de su rostro es de angustia y sus ojos buscan a alguien en la En Ecuador son varios los Santuarios con el Señor del Árbol como titular, ésta es la fachada principal del Santuario de Pomasqui (Quito). Revista Pasionario/142 Beca a Santa Gema Galgani (En memoria del Padre Leandro G. Monge, Pasionista) Agradecen y piden Favores a Santa Gema Descansan para siempre en el Señor Angela Padorno (Madrid) 20 € Milagros Urizarna (Burgos) 20 € Flor Urizarna (Burgos) 20 € Mercedes Martín Jiménez (Madrid) 37 € Eutimia Muñoz Martín (Barcelona) 12 € Catalina Castro Sánchez (Granada) 13 € Francisca Fite (Madrid) 20 € Una devota (Madrid) 20 € Devotas (La Torre de Esteban, Toledo) 15 € Ana Carrillo Iglesias (Madrid) 10 € Gema Rosillo Gimenez (Gandia, Valencia) 03 € Carmen Canet Moran (Gandia, Valencia) 05 € Rosario Gema Juan Nogueroles (Gandia, Valencia) 22 € Consuelo Catala Escriva (Fuente Encarroz, Valencia) 25 € Una devotas (Zamora) 20 € Emiliana Cavero Benito (Zamora) 26,50 € María San Gregorio Sánchez (Madrid) 20 € Ana Mari Fernández Redondo (León) 10 € María Carmen Provencio (Encinas, Segovia) 24 € Gema Lorenzo (Valladolid) 75 € Una devotas (Monovar, Alicante) 18 € Sra. Vda. Gali (Andorra) 38 € Marcel Marfany (Andorra) 38 € Pepita Boronat de Cátala (Xábia, Alicante) 50 € María Guerrero Alvarez (Badajoz) 03 € Natividad Maqueda Lozano (Badajoz) 04 € Rosario Alvarez Borrell (Badajoz) 03 € Gema Rosillo Gimenez (Gandia, Valencia) 03 € Carmen Canet Moran (Gandia, Valencia) 05 € Rosario Gema Juan Nogueroles (Gandia, Valencia) 22 € Consuelo Catala Escriva (Fuente Encarroz, Valencia) 25 € Carmen Arandilla (Aranda del Duero, Burgos) 20 € C.G. () 80 € Julian Charrada Torres () 10 € Isabel Arenas Cabezas (Toledo) 04 € Paulina y Arsenio (Madrid) 10 € Luisa Muñoz Oñoro (Guadalajara) 30 € Esta Beca se destina a la formación de jóvenes aspirantes al sacerdocio y a la vida pasionista, en España y América. Colaboradores y amigos de nuestras Misiones, ¡muchas gracias! Carlota Carrasco Guirao (Murcia), María Lourdes Garde Varona (Burgos), Teresa Ay- llon Calzado (Bolaños, C. Real), Cuantos agradecen y piden favores a Santa Gema, si desean salir en esta página, deben dirigirse a REVISTA PASIONARIO, C/ Leizarán, 24. 28002. Madrid. Julián Muelas (Torrelobaton, Valladolid), Gloria Moran LLopis (Almoines, Valencia), Carmen Caballos Vélez (Sevilla), Juan Cano Aguilar (Guadalajara), Antonio Be- landino Cano (Madrid), Antonia Jurado Hidalgo (Córdoba), Lauren Sancho (Za- ragoza), Nieves Gómez Martínez (Alicante), María Delgado Bachiller (Madrid), Carmen Ortuño Ortuño (Finestrat), Manuela Jiménez Real (Jaén), Angelines de las Heras (El Espinar, Segovia), Gloria Morant (Gandia, Valencia), Carmen Tello Bay (Guadasuar, Valencia), Alejandro Tortosa Boj (Monovar, Alicante), Moisés Ba- quero Bolaño (Badajoz), Tomasa López Martín (Madrid), Angelita Garcia Valero (Ibi, Alicante). Por su eterno descanso celebramos la Santa Misa en el Santuario el último sábado de mes a las seis de la tarde. JESÚS, MAESTRO Y SEÑOR, TODAVÍA EN EL SUELO, TORTURADO, CRUCIFICADO, PERO CON LA MIRADA YA EN EL CIELO, RESUCITADOR Y RESUCITADO “Confesaremos, por tanto, intrépidamente, hermanos, y declaremos bien a las claras que Cristo fue crucificado por nosotros: hagámoslo no con miedo, sino con júbilo, no con vergüenza, sino con orgullo”. El apóstol Pablo, que cayó en la cuenta de esta misterio, lo proclamó como título de gloria. Y, siendo así que podía reclamar muchos aspectos grandiosos y divinos de Cristo, no dijo que se gloriaba de estas maravillas –que hubiese creado el mundo como Dios que era, se hallaba junto al Padre, y que hubiese imperado sobre el mundo, cuando era hombre como nosotros– sino que dijo: “Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo”. (San Agustín) SAN PABLO DE LA CRUZ CARTAS (A sus religiosos pasionistas) Más de mil páginas. Excelente presentación. (20 euros). 226 Santuarios Marianos de España P. Eutiquio López Sanz, C.P. (25 euros). EDITORIAL “EL PASIONARIO” Leizarán, 24 - 28002 MADRID - Tels.: 91 563 54 07 / 91 563 50 68