Logo Studenta

v108n(5-6)p465

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

E L MORIR HUMANO 
HA CAMBIADO 
El acto de morir presenta en nuestra época, por lo menos en Occidente, 
una serie de mractwístiu2s nuevas como resultado de los adelantos cientficos y tecnológicos 
y de los cambios sociales. Gzla vez con mayor fr&, el ser humano muere en el 
ambiente extrafio de los establecimientos médicas, sin el apoyo de sus seres queriak y sin 
tener oportunidad de interuenir en las deciskmes sobre su pro@ muerte. Frente a los 
graves problemas -les y sociales que esta trans@rmaci& de la mtie humana ha 
ocasionado, la bioétim surge como un intento por encontrar opciones mí.5 humanitarias. 
El 6nal del hombre sobre la tierra 
reviste una doble dimensión: el proceso exis- 
tencial de morir y la dimensión trascendente 
y misteriosa hacia el mas allá. Aquí vamos a 
describir y analkar la primera dimensión. Ha- 
blaremos del proceso existencial de la muerte 
del hombre, sin dejar de asomarnos al inson- 
dable misterio de la trascendencia espiritual. 
En primer lugar, describiremos 
las características de la nueva forma del morir 
humano, como efecto de la ciencia, la tec- 
nología y la vida modernas. Destacaremos, 
luego, el grave problema que le ha creado al 
paciente dicho cambio en la forma de morir 
y, por último, trataremos de presentar la so- 
lución que en los dos ríltimos decenios se ha 
venido dando a este problema en el mundo. 
Se ha cambiado la forma de morir 
Partamos de un hecho fácil de 
comprobar: la ciencia y la tecnología médicas, 
los t?lósofos del siglo pasado y los literatos del 
presente y, finalmente, los medios de co- 
municación y diversión y la sociedad de con- 
sumo del presente siglo han cambiado la 
forma de morir que era tradicional en casi 
’ Asohción Colombiana de Facultades de Medicina (As 
COFAME). Direxión p&ak calle 45A. No. 9-77.60. piso, 
Bogotá, co1ombii. 
todos los países, al menos de Occidente. Aquí 
pondremos de relieve los factores científicos 
y tecnológicos. Como se ha dicho, ‘la aten- 
ción de salud en las instituciones hospitala- 
rias, con su técnica altamente desarrollada, 
ha cambiado la forma de morir” (2). En tiem- 
pos pasados, la mayor parte de las personas 
morían en casa, en medio de sus seres 
queridos, con atención religiosa, sabiendo 
que iban a morir y con todas las facilidades 
para tomar las determinaciones pequeñas y 
grandes pertinentes a su situación. Por el con- 
trario, actualmente ‘las estadísticas de los 
Estados Unidos de América revelan que más 
de 80% de las muertes naturales acontecen 
en clínicas y hospitales, donde aumentan 
cada día los medios para prolongar la vida y 
estos se ponen al servicio prácticamente de 
todos los pacientes. Muy frecuentemente, 
estas personas terminan sus días en un estado 
de aislamiento y soledad con tubos en todos 
los orificios y agujas en las venas, en espera 
de emitir el último suspiro” (2). 
La muerte se esta ‘hospitali- 
zando”, es decir, se esta sacando de los 
hogares y de la vida social para recluirla en 
clmicas y hospitales. La anestesia, las drogas 
y calmantes disminuyen la conciencia y, con 
ello, la libertad de los pacientes. 
Con frecuencia, se calla la verdad 
a los enfermos sobre su estado grave de 
salud. A este propósito, escribe un médico: 
‘13e alguna manera, muchos de nosotros 
hemos llegado a creer que tenemos derecho 
a mentir a los pacientes bajo el supuesto de 
que los protegemos de las crueldades y rea- 
lidades de la vida y de la muerte. Este es el 
primer paso para destruir una relación justa 
con el paciente” (3). 
En los Estados Unidos, los mé- 
dicos han cambiado de conducta con respecto 
a informar a sus pacientes sobre su estado de 
salud. En los años sesenta, la práctica que 
observaba la mayorfa de los médicos esta- 
dounidenses era ocultar la verdad a los pa- 
cientes. En los ochenta, en cambio, más de 
80% eran partidarios de decir a sus pacientes 
toda la verdad. Sin embargo, este cambio no 
sucede en los demás países de América, en 
especial en América Latina. 
Por otra parte, los pacientes y sus 
familiares prácticamente descargan en el mé- 
dico toda la iniciativa acerca de la información 
y el tratamiento. Junto con estos datos de 
origen científico acerca de la muerte, no sobra 
citar algunos de orden social. N. Versluk hizo 
no hace muchos anos un buen análisis de 
esta dimensión (I), en el cual presenta algu- 
nas observaciones pertinentes a nuestro tema 
que nos permitimos citan 
Nuestro tiempo desconoce la 
0 
0: 
muerte en toda su seriedad. No hay lugar 
N en la vida moderna para pensar en la muerte. 
4 
” 
Se la teme y por esto, quizás, el hombre con- 
3 
temporáneo prefiere ignorarla 0 jugar con 
si 
ella (que es otra forma de evadirla) a hacerle 
l? frente, tratando de entenderla y asumirla 
g familiariza 
como parte de su existencia real. Estamos tan 
s 
dos con la muerte por los medios 
.z de comunicación, que llegamos a insensibi- 
g lkarnos ante la posibilidad de morir y a con- 
s 
siderarla como extratia a nosotros. El cine y 
la televisión, las novelas y las telenovelas 
õ cq están abusando del fenómeno de la muerte, 
que distribuyen como un artículo de con- 
466 
sumo de fácil adquisición. El público ya lo 
exige en grandes cantidades, cargadas de 
violencia, que acepta y hasta disfruta con la- 
mentable degradación. 
El sociólogo estadounidense G. 
Gorner llama “la pomograffa de la muerte” 
a este fenómeno de la manipulación y disfrute 
de la muerte violenta por parte de la sociedad 
de consumo (4). 
Curiosa contradicción la de este 
siglo XX con respecto a la muerte: quiere 
pasar por alto la muerte real y, a la vez, abusa 
de su imagen en forma de juego y violencia 
a través de los medios de comunicación y 
diversión. Como un símbolo de este oculta- 
miento social de la muerte puede entenderse 
el intento, cada vez mas difundido en diver- 
sos paises del mundo, de disiiutar la muerte 
lo más posible maquillando los cadáveres 
para dar a los presentes la sensación de que 
no están muertos. En cambio, a los niños se 
les ensena a jugar “a matar” y a los adultos 
se les vende el artículo de la muerte en imá- 
genes de cine y televisión. 
Es evidente que el siglo actual ha 
banalizado el pensamiento de la muerte y que 
a la muerte real la ha recluido en clfnicas y 
hospitales. Exagerando un poco, para poner 
de relieve este cambio social en la forma de 
morir, podemos decir que la muerte le ha sido 
sustraída al individuo para hacer de ella un 
instrumento social de juego y diversión en las 
manos de los medios de comunicación, y para 
enseñorearse de ella en quirófanos y consul- 
torios. 
Otro cambio importante en la 
forma de morir consiste en la prolongación 
de la existencia humana, y esto en dos sen- 
tidos: primero, que la mayorfa de las personas 
mueren en la madurez o la tercera edad; se- 
gundo, que el acto mismo de morir se ha 
prolongado. 
En la mayorfa de los países, la 
esperanza de vida prácticamente se ha du- 
plicado. En siglos pasados, debido a guerras 
y pestes que diezmaban la población, la es- 
peranza de vida al nacer era de 30 anos para 
el varón y 35 para la mujer (5). Hoy, la es- 
peranza de vida en los países desarrollados 
está por encima de los 70 anos. Es cierto que 
se ha prolongado la edad madura, pero tam- 
bién es verdad que aumentan y se generali- 
zan los achaques de la tercera edad. El 
número de ancianos aumenta proporcional- 
mente en todos los países del mundo, con 
los problemas consabidos de esta etapa de la 
vida y algunos más. 
Además, la ciencia y la tecnología 
están contribuyendo a prolongar el proceso 
de morir. Son tales los avances científicos y 
tecnológicos de las ciencias de la salud en este 
siglo, que se puede llegar a decir, exagerando 
un poco por supuesto, que los médicos ya no 
están dejando morir. Si en siglos pasados un 
cáncer de páncreas o un infarto de miocardio 
no daban mucho tiempo de vida a quienes 
los padecían, hoy en día quienes los sufren 
pueden durar meses y aun anos en un lento 
morir, e incluso algunos logran sutotal re- 
cuperación y vuelven a la vida normal. 
Si a esta prolongación del morir 
se le añade el hecho de que muchos médicos 
poco o nada le dicen al paciente respecto de 
su situación real y, a lo más, dan a los fa- 
mitiares la información sobre el paciente, ten- 
dremos un fenómeno cada vez más frecuente 
según el cual el paciente ya no es dueño de 
su propia muerte, pues ni sabe cuando va a 
morir ni puede tomar las decisiones del caso 
con la debida información. 
Resumiendo las características y 
aspectos que reviste la nueva forma de morir 
en el siglo Xx, podemos decir que la muerte 
se ha diferido en gran medida a la tercera 
edad, ya que la esperanza de vida en muchos 
países pasa de los 70 anos. Además, el acto 
de morir: 
0 se ha prolongado, ya que puede 
durar meses y aun anos; 
q se ha hecho científico, porque 
ahora se muere en centros hospitalarios, ro- 
deado de personal de salud y auxiliado por 
un equipo técnico que pone a prueba la pa- 
ciencia del enfermo; 
0 se ha hecho pasivo, puesto que 
hoy día en muchas partes los médicos, de 
acuerdo con los familiares, toman las decisio- 
nes sobre hospitalización, tratamiento, ope 
raciones y demás aspectos, sin consultar 
siquiera con el paciente; 
q se ha hecho profano, ya que los 
servicios religiosos, de acuerdo con las creen- 
cias del paciente, tienden a disminuir y aun 
a desaparecer de algunos centros de salud; 
cl ha sido aislado, porque el 
paciente muere solo y abandonado, aun es- 
tando rodeado del más variado y atento per- 
sonal de salud. 
Asimismo, la muerte real ha sido 
‘hospitalizada”, mientras que la imagen so- 
cial de la muerte es divulgada y manipulada 
por los medios de comunicación, y con fre- 
cuencia se priva a la muerte real de su sig- 
nificación y trascendencia al más allá. Se ha 
hecho superficial y banal. 
El problema de esta nueva forma 
de morir 
Pretendemos ahora llamar la 
atención del lector sobre el grave y delicado 
problema que le crea al paciente esta nueva 
forma de morir. No queremos Limitarnos a 
enumerar una serie de problemas como si 
fueran independientes entre sí. Resulta más 
interesante tratar de unificarlos en un pro- 
blema central, haciendo ver sus ramificacio- 
nes y consecuencias. 
El hecho que, a nuestro parecer, 
une y sintetiza casi todas las características y 
aspectos del morir moderno que acabamos 
de enumerar, dicho gráticamente, es que la 0 
ciencia, la técnica y la sociedad le arrebataron 
la muerte al paciente, ya que este se comporta ii 
pasivamente frente a su propio proceso de Z 
morir. 
Los médicos y, en general, todo 5 
el personal de salud están orientados de tal s 
manera hacia el paciente que se dedican a ti 
aplicarle todo tipo de avances, teniendo como . 
criterio supremo la prolongación de la vida, 
así sea la meramente biológica. El hospital y, 
A 
8 
en alguna forma, los r%mZares se hacen cargo rü 
de la muerte del paciente. Este ya no muere E 
3 
su muerte. La sufre pero no es dueño de ella. 
Se la quitaron. Es posible que esto se haga 
con su complicidad. Sus ansias de vivir lo 
fuerzan a entregarse en manos de los profe- 
sionales de salud, quienes desde el cirujano 
hasta el camillero disponen, en lo grande y 
en lo pequeño, del paciente y de todo su 
entorno físico y personal. 
Es un hecho que los centros hos- 
pitalarios se han apoderado del proceso de 
morir del paciente. Adelantan o atrasan el 
momento de su muerte. Lo pasan a una uni- 
dad de cuidados intensivos o al quirófano 
cuando quieren, y lo sacan de allí también a 
voluntad, ordinariamente de acuerdo con las 
exigencias de la ciencia y la tecnología. 
Es este, quizás, el hecho que más 
caracteriza al morir actual. Se muere científi- 
camente, vale decir, en hospitales y cLínicas, 
rodeado de hombres y mujeres extraños, de 
indumentaria blanca, provistos de toda clase 
de aparatos. Sacan al paciente de su núcleo 
vital (familia) y religioso (parroquia) y lo in- 
teman en una selva blanca, donde mandan 
los médicos y predominan la ciencia y la tec- 
nología. Y todo esto lo hacen con miras a 
alejar la muerte y prolongar la vida todo lo 
que esté al alcance de su ciencia y de las po- 
sibilidades tecnológicas de la institución. 
Los personajes clave para tomar 
las decisiones no son los pacientes, sino sus 
familiares más allegados y los profesionales 
de salud. Usamos el plural porque responde 
mejor a la realidad: los parientes suelen ser 
% 
numerosos y los profesionales de salud cons- 
N tituyen legión. 
4 Como secuela inevitable de esta 
” 
5 
medicina, que se va conociendo con los nom- 
8 
bres de medicina agresiva o invasora, reite- 
N ramos que se le ha quitado al paciente su 
f 
muerte. El individuo no toma ni las grandes 
e 
ni las pequeñas determinaciones, en buena 
.-2 parte porque no conoce el diagnóstico de su 
s 
s 
enfermedad ni su pronóstico; se le ocultan los 
tratamientos y no se le pide su colaboración 
õ 
ni su posición activa frente a la enfermedad. 
cq Como medida prudencial, se aísla al enfermo 
468 
pues se le limitan las visitas de familiares y 
amigos; esto se acentúa al máximo cuando es 
trasladado a una unidad de cuidados inten- 
sivos. 
A este proceso de interiorización 
ffsica y de aislamiento material del paciente 
le llamamos privatización de la muerte. Del 
tradicional morir en familia, rodeado por los 
seres queridos y los servicios de la religión, 
se ha hecho un morir a solas en un encuentro 
cada vez más limitado entre una conciencia 
poco lúcida e informada y una trascendencia 
(Dios) cada vez mas silenciada y silenciosa. 
Si a esta privatización de la muerte le aña- 
dimos el hecho interno de la disminución y 
casi ausencia de libertad por parte del pa- 
ciente, no resultará raro ni exagerado decir 
que la ciencia y la tecnología ile arrebataron 
la muerte al paciente! 
iQué problema le crea al paciente 
este recorte de la personalidad, este aisla- 
miento de los demás, esta pasividad, este ter- 
minar la existencia sin darse cuenta del final 
ni del más aUá? Esta ausencia del yo, esta 
falta de conciencia y de libertad significan una 
disminución lamentable de su personalidad. 
El hombre se mide precisamente por su di- 
mensión personal, no por su tamaño corpo- 
ral, su peso o figura; tampoco por la vida 
biológica ni por los anos que esta dura, sin 
tener en cuenta su calidad ni la participación 
del individuo en los procesos de curación. 
La enfermedad y, sobre todo, el 
proceso de morir sitúan al hombre, aunque 
no sea un creyente en Dios, frente a las de- 
cisiones más importantes de su vida. Y lo que 
el hombre sano no comprende, si nunca ha 
sufrido la enfermedad, es que no se enferma 
solo el cuerpo, respetando la lucidez del yo 
personal. No; se enferma también la mente, 
el espíritu, el hombre total. Y en estas cir- 
cunstancias debe afrontar el sentido de su 
etapa final. 
El médico necesita, hoy más que 
nunca, una iniciación en una sana antropo- 
logía que le enseñe a acercarse a cada paciente 
para tratarlo como ser human 0 que es, con 
su mundo interior a prueba, con angustias y 
zozobras de las que no puede desentenderse, 
con su trascendencia y su apertura a Dios. 
Privar al paciente de su lucidez mental y del 
grado de conciencia necesario para disponer 
de sus bienes, para despedirse de sus seres 
queridos, para hablar con el abogado y con 
el capellán sobre los problemas de su con- 
ciencia, sobre los deseos de ponerse en paz 
con Dios y con los hombres, es crearle un 
problema, el problema de tener que decidirse 
frente a Dios, frente a los demás, y no poder 
hacerlo por falta de información y de Libertad. 
Este fenómeno, precisamente, es 
el que se conoce como morir en forma in- 
digna, vale decir, como muere la planta o el 
animal. 
Tenemos que volver por los fue- 
ros del paciente, tenemos que reconquistar la 
forma más radicalmente humana de morir a 
ciencia y conciencia y con libertad. 
La medicina actual, digna, por lo 
demás, de grandes elogios y gratitud por sus 
inmensas conquistas,debe recuperar los va- 
lores humanos, propios del médico y del pa- 
ciente, para hacer ver a los profesionales de 
salud la necesidad de restituir al paciente su 
conciencia y su libertad y el derecho a situarse 
frente a Dios, precisamente cuando esta ter- 
minando su existencia terrenal. 
Con esta actitud de cooperación 
el paciente sale ganando, ya que el trata- 
miento acelera la curación cuando este cambia 
la actitud pasiva por una participación ac- 
tiva (6). 
Se impone la necesidad de re- 
cuperar la muerte. iQué hacer entonces para 
volverla a poseer? 
Vías de solución 
Tratemos de recoger y unificar lo 
que se ha venido haciendo en los úhimos 
decenios prácticamente en todo el mundo, ya 
que esta nueva forma de morir se esta pre- 
sentando en todas partes, y en todas ellas se 
esta percibiendo esta reacción en busca de 
una solución eficaz. 
Tal reacción se hizo esperar un 
poco. El mundo moderno se ha hecho muy 
insensible a los valores tradicionales de la 
moral y quizá por ello hizo falta que se sin- 
tieran los efectos de una involuntaria des- 
humanización de la medicina, tanto en la 
investigación como en las aplicaciones tera- 
péuticas en clínicas y hospitales. 
Esta reacción ya tomó un nom- 
bre: bioética. Desde ella y con ella vamos a 
presentar la reacción mundial a favor de la 
recuperación no solo del hecho de morir, sino 
de la salud y de la vida humana en general, de 
la investigación en tomo a la vida del hombre, 
desde su concepción hasta su muerte, y de 
sus aplicaciones. No se trata de una ciencia 
fría, calculadora, abstracta, definida y precisa 
en sus métodos y contenidos. Se trata, más 
bien, de un movimiento, un trabajo interdk- 
ciplinario, un proceso creciente de búsqueda 
de valores morales, y como a tal hay que darle 
tiempo para que tome su forma, sentido, mé- 
todo y reglamentación. No se trata de una 
normatividad ya hecha, venida de fuera con 
carácter coactivo y legal sobre el mundo mé- 
dico o sobre el personal hospitalario, como si 
pretendiera sancionar a un culpable y lla- 
marlo al orden o privarlo de su vida o libertad. 
Aclaremos muy bien este punto: 
el profesional de salud es ante todo un bien- 
hechor de la humanidad. Lo que esta ha- 
ciendo por el hombre no podemos valorarlo 
aun en toda su extensión y profundidad. Si 
el médico, ya desde antiguo, ha sido com- 
parado con el sacerdote, hoy día, hecho casi 
señor y dueño de la vida y la muerte, no es 
raro que se le compare irónicamente con el 
mismo Dios. Los médicos están “represen- 
tando el papel de Dios”, advertía hace algu- 0 
nos anos en su portada y artículo de fondo 
la revista estadounidense Newsweek (7). 
No olvidemos el hecho histórico- z z 
social que nos enseña que la ciencia da poder 
(S), y la tecnología, progreso y transforma- 2 
ción. Más que un pecado, lo que esta co- 
metiendo el médico moderno es una sensible 
s 
y lamentable equivocación; esta creyendo de ti . 
buena fe que la ciencia y la técnica lo hacen 
dueño del nacer y el morir humanos. 
B AZ 
Pero no es así. Dios tiene que se- 
guir siendo Dios, y el hombre, sea técnico o 
469 
sabio, debe ser consciente de sus limitaciones 
e instrumento en las manos de Dios para el 
bien de la humanidad. 
Volvamos a la reacción universal 
en favor de la recuperación de la muerte y 
del señorío, por parte del paciente, sobre su 
proceso de morir. Recordemos algunos he- 
chos que dieron origen a esta reacción inter- 
nacional en favor de la humanización de la 
medicina en general, y en defensa de los de- 
rechos del paciente en particular, que se llama 
bioética. 
Los grandes abusos mundiales 
de este siglo contra la libertad humana, es- 
pecialmente practicados en forma sistemática, 
más por los dictadores políticos que por los 
médicos, pero lamentablemente valiéndose 
de las prácticas de una medicina agresiva (nos 
referimos a campos de concentración, a la 
experimentación humana con presos, etc.), 
hicieron que las máximas autoridades salieran 
en defensa del derecho de todo ser humano 
a un consentimiento informado antes de cual- 
quier experimentación, hospitalización o tra- 
tamiento médico. 
Nuremberg, Helsinki, Roma, las 
Naciones Unidas, la Organización Mundial de 
la Salud, la Organización Panamericana de la 
Salud, Ginebra y la Santa Sede (9) son nom- 
bres que se recordarán por siglos como 
bienhechores de la humanidad. Se trata de 
organismos internacionales y de pronuncia- 
mientos, en el más alto nivel, en defensa de 
la libertad del ser humano, especialmente 
0 
cuando se encuentra en condiciones inhu- 
3 N 
manas, como las prisiones y campos de con- 
? centración, o de discapacidad física o mental. 
” La intervención de los Estados, 
22 
53 
por medio de sus organismos legislativos y 
N judiciales, ha desempeñado un papel impor- 
E 
tante al poner de relieve el carácter ético de 
s 
los actos médicos y los medios de comuni- 
.I= cación se han encargado de poner en un 
F primer plano nacional e internacional dicha in- 
s- 
tervención. Este hecho ha influido mucho en 
õ 
el nacimiento de la bioética, especialmente 
cq en los Estados Unidos (10). 
A grandes males, grandes re- 
470 
medios, reza el adagio popular. A un abuso 
tan amplio y ofensivo de la libertad humana 
se imponía un remedio proporcional. Fue así 
como surgió la reacción mundial en favor del 
hombre del siglo XX, enfermo física, psico- 
lógica y socialmente, y privado de su libertad 
como efecto del abuso de los poderes políticos 
y de una ciencia y una tecnología agresivas 
que quizá tienen en cuenta solo sus éxitos 
pero que no han reparado suficientemente en 
su efecto destructor sobre la humanidad. 
Es un hecho ya comprobado que 
la investigación, altamente desarrollada en 
este siglo, ha puesto más énfasis en la ciencia 
que en la moral. En su conjunto, la situación 
a que llevaron al paciente la medicina mo- 
derna y las tecnologías hospitalarias es la pri- 
vación y aun el abuso de su libertad, ya que 
suele morir sin darse cuenta de lo que va a 
pasar. 
No es raro que en este contexto 
social y como reacción en favor de los dere- 
chos del paciente esté meciendo en todo el 
mundo la influencia de la Fundación Pro De- 
recho a Morir Dignamente. Este movimiento 
mundial se ha propuesto como objetivo ayu- 
dar a todos los seres h umanos a tomar con- 
ciencia de su derecho a morir como personas, 
recuperando y ejerciendo el derecho a tomar 
las decisiones más importantes con respecto 
al proceso de morir. 
Es muy satisfactorio observar que 
se esta buscando la solución a tan grave pro- 
blema en la ética, entendida esta en sus dos 
formas tradicionales pero con algunas mo- 
dificaciones, a saber: la normatización coac- 
tiva por parte de gobiernos locales y la bús- 
queda interdisciplinaria de valores (bioética) 
por parte de los hombres de ciencia. 
Nace la bioética como ciencia 
Esta reacción mundial de orga- 
nizaciones internacionales, gobiernos locales, 
autoridades legislativas, judiciales, científicas 
y religiosas, investigadores y científicos par- 
ticulares fue bautizada hace menos de veinte 
años por un oncólogo estadounidense con el 
nombre de bioética (ll). Este autor invitó a 
crear una ciencia y un movimiento de cien- 
fíficos de todo el mundo y a iniciar una in- 
vestigación interdisciplinaria que sirviera de 
puente entre la ética y las ciencias biomédicas 
para salvarlas a ambas y, en último término, 
al mismo hombre cada vez más en peligro de 
enfermedad y de muerte por la destrucción 
hecha por él mismo de su ambiente. 
&ué se propone la bioética? La 
bioética trata de vincular ética con biomedi- 
cina, trata de humanizar la medicina, trata, 
muy en particular, de ayudar a todos los pa- 
cientes del mundo (y todos lo seremos algún 
día) a tomar conciencia del derecho que les 
asiste a morir dignamente. 
El sufrir y el morir no pueden 
seguir siendo sustraídos a los pacientes ha- 
ciendo de ellos adultos infantiles o especta- 
dores pasivos de su prolongado proceso de 
morir. El hombretiene que recuperar su li- 
bertad y esta no se ejerce sin suficiente in- 
formación. Se impone la necesidad y la 
obligación de reconocer y respetar el derecho 
a morir dignamente. 
La Asociación Médica Mundial, 
reunida en Lisboa el ano 1981, aprobó la De- 
claración de los Derechos del Paciente, que 
entre otros puntos establece que, después de 
haber sido adecuadamente informado sobre 
el tratamiento propuesto, el paciente tiene el 
derecho de aceptarlo o rechazarlo, y que 
el paciente tiene el derecho de morir con 
dignidad. 
Rasgos que caracterizan a la bioé- 
tica. Esta reacción internacional en favor 
de la humanización de la medicina se carac- 
teriza por los rasgos siguientes: 
0 Nace en un ambiente científico, 
como una necesidad sentida por los mismos 
profesionales de salud, en su sentido más 
amplio, de proteger la vida humana y su am- 
biente. 
0 Surge de un esfuerzo interdisci- 
plinario por parte de muchos profesionales 
de la salud; es una búsqueda, desde diversos 
campos del saber biomédico y profesional en 
general, ya que en él participan sociológos, 
psicólogos, éticos, filósofos, teólogos, etc., 
que unen sus esfuerzos en la investigación 
de valores humanos en los cuales inspirar su 
trabajo. 
0 No se trata de una ciencia hecha, 
con fórmulas éticas “prefabricadas”. Como 
muchos de los problemas biomédicos son 
nuevos, no es raro que se haya sentido la 
necesidad de buscar valores nuevos que di- 
rijan los trabajos de investigación. Si parte de 
los principios y valores tradicionales, con ellos 
trata de encontrar soluciones nuevas a los 
problemas nuevos que plantean la biología, 
la genética y otras muchas ciencias más. 
0 Se apoya más en la razón y buen 
juicio moral de sus investigadores que en al- 
guna corriente tIosófica o autoridad religiosa. 
De aquí que sus principios y orientaciones 
sean de carácter autónomo y universal. 
0 No trata tanto de elaborar teorías 
sino de ir a la práctica para orientar éticamente 
a los investigadores, técnicos, científicos, le- 
gisladores y gobernantes para que valoren 
con acierto la repercusión humana de sus res- 
pectivas labores y tomen las medidas corres- 
pondientes. 
CI Busca, de manera especial, hu- 
manizar el ambiente de &nicas y hospitales, 
y en particular, promover los derechos del 
paciente a ejercer una sana libertad y a ter- 
minar sus días con una muerte digna. 
0 No se propone propiamente nor- 
matizar el ejercicio de la medicina en la re- 
lación médico-paciente (de lo cual se sigue 
ocupando la ética médica), sino hacer tomar 
conciencia a todos los profesionales biomé- 
dices de los códigos internacionales sobre ex- 
perimentación humana y de las exigencias 
legales, con respecto a la salud, de los res- 3 
pectivos países. 2 
cl Trata de integrar la ética con las 
ciencias biomédicas a fin de convencer a todos 
= 
. 
los profesionales de salud de la necesidad de 
contar con la dimensión humana de los pa- A 
tientes y de incluir en todo juicio médico la 
B 
r;; 
dimensión ética de los problemas de salud. E 
f 
471 
q No es todavía una ciencia clara y 
definida, de ahí que no es raro que la em- 
pañen cierta vaguedad e imprecisión en sus 
conceptos, alcance y método de trabajo. 
0 Se manifiesta, de manera parti- 
cular e intensa, en centros e institutos de bioé- 
tica, en donde un equipo interdisciplinario se 
dedica a investigar, enseñar y divulgar a 
tiempo completo valores morales en los 
cuales inspirar la investigación biomédica. 
También, en congresos nacionales e intema- 
cionales, en bibliotecas, revistas especializa- 
das, comités y comisiones, y en toda clase de 
publicaciones. 
cl Se ocupa más de buscar la di- 
mensión ética de los problemas nuevos crea- 
dos por las ciencias biomédicas que de 
presentar los temas tradicionales de la me- 
dicina, como puede verse en el índice de cual- 
quier publicación que trate de bioética. 
Cuando estudia los temas tradicionales, por 
ejemplo, el aborto o la eutanasia, lo hace 
desde las nuevas perspectivas y con las ca- 
racterísticas que le son propias. 
0 Más que ser enseñada en clases, 
busca hacerse presente en los frentes de 
investigación científica y en los centros hos- 
pitalarios para ofrecer valores morales y hu- 
manización, y para hacer valer los derechos 
del paciente. Esto no quiere decir que no se 
pueda enseñar a los futuros médicos en las 
escuelas de medicina. 
RE FERENCIAS 
Versluis, N. Desconocimiento social de la muerte. 
Concilium. Revista Internacional de Teología (Madrid), 
65~291-299, 1971. 
Häring, B. Moral y medicina. Ética médxa y sus pro- 
bilmas uctiles. Madrid, Editorial PS (Perpetuo So- 
corro), 1972, p. 137. 
Baltzell, W. H. The dying patient. When the focus 
must be changed Arch Intem Med 1271108, 1971. 
Gorer, G. Death, Grief, and Mourning. Nueva York, 
1967. [Citado por Ver&&, N. Op. cit., p, 292.1 
5 Calderan Beltrio, P. Analisi aélla popo[az~one mon- 
diale. Roma, Libreria Editrice dell’università Gre- 
goriana, 1967, cap. D(, p. 70. 
6 Bedell, S. E., Cleary, P. L. y Delbanco, T. L. El 
apacible estrés de la hospitalización. Medicina, uen- 
cu y sociedad (Tomado de Am J Med 592-5%,1984.) 
7 Clark, M., Gosnell, M. y Shapiro, D. Whendoctors 
play Ga& The ethics of life-and-death decisions. 
Newsweek, 31 de agosto de 1981. 
8 Gracia, D. El poder médico. In: Dou, A., ed. Cien& 
y poder. Actas de las reuniones de la Asociacxín Inter- 
disciplinar los.4 de Acosta, val. XIII. Madrid, Univer- 
sidad Pontificia Comillas, 1987, p. 141. 
9 Faden, R. R., Beauchamp, T. L. y King, N. M. P. 
Histoy and Theory of lnformed Consent. Nueva York, 
Oxford University Press, 1986, p. 91. 
10 Castillo Valery, A. Ética ante el enfermo grave. Ca- 
racas, DisinIimed, C.A., 1986, p. 127. 
11 Potter, V. R. Bioethics. Bridge fo the Future. Engle- 
wood Cli&, Nueva Jersey, Prentice-Hall, 1971. 
(Swanson, C. P., ed. Biological Science Series.) 
S UMMARY 
HUMAN DYING HAS 
CHANGED 
In the modern era, the act of 
dying, at least in the West, presents a se- 
ries of new characteristics resulting from 
scientific and technological progress and 
social changes. More and more frequently, 
humans die in the strange surroundings 
of medical establishments without the 
support of their loved ones and without 
the opportunity of taking part in decisions 
related to their own deaths. In the light of 
the serious personal and social problems 
caused by this transformation of human 
death, bioethics emerges as an attempt to 
uncover options that are more humane.

Continuar navegando